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Mer c a d o s S u r a n d in o s
Estrategias y reproducción social
Siglos XVI a XX
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Olivia Harris c <-•u A D O r
Brooke Larson
Enrique Tandeter
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CIOTRO DE É/TUDIO/ DE Lfl REALIDAD ECOflOmiCll T /OCIAl
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C E R E S agradece el apoyo de la IN T ER N A M ER IC A N FO U N DATIO N
a su Fondo Editorial.
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Derechos Reservados©
CERES/SSRC Cü
Responsables de la edición:
Luis H. Antezana
Cecilia Sal azar De La T.
Ediciones CERES
Impreso en “EDOBOL”
Phaxsima y qullqi. Los poderes y significados del
dinero en el Norte de Potosí*
Olivia Harris
Este artículo fue traducido por Ofelia Castillo y revisado por Margarita
Suárez y Gloria Salazar.
236
• • • • • •
«día ir para hacerse protestante, porque había oído decir que ellos
>prohiben los gastos supérfluos, como los de las fiestas. Desaproba
b a profundamente el desperdicio de tiempo y, especialmente, que
¿ la celebración de los momentos más importantes de la vida social e
individual estuviesen que estar acompañados de semejante malgasto
i de dinero. Algunas de las mujeres también mostraron suspicacia
ante estas borracheras en nombre de la devoción religiosa; pero sus
quejas iban dirigidas más bien a la dilapidación de dinero, pues la
. ebriedad es considerada un estado sagrado.
Este incidente no hace más que traernos a la mente el tema
, de la llamada ‘irracionalidad’ campesina. ¿Por qué estos hombres
I; no han sido influenciados por esa especie de ética ahorrativa? ¿Có-
"mo explicar que en una situación de extrema escasez gasten sus po
cos recursos de una manera no utilitaria? Si bien se entiende de an
temano que ellos pueden dirigir su ritual a las fuentes contem porá
•
neas de dinero, la presencia de dinero inka y pre-inka en sus ritos
configura la existencia de una visión menos evidente y bastante
mmm
más compleja.
En el fondo, estas preguntas son inspiradas por una racio
nalidad europea ingenua. Los que estudian el funcionamiento de
'“'sistemas económicos no-capitalistas probablemente no las formula m m • • mm
b a n , o al menos no lo harían en estos términos. Sin embargo, con-
: tinua en pie el dilema de que, si bien sabemos que no todas las per
donas se comportan según los mismos cánones de racionalidad eco
nómica, damos por hecho que el dinero puede ser sujeto a un exá-
men racional y su comportamiento analizado en función de leyes
Wi universales. Actualmente el significado del dinero atraviesa las fron-
teras de todas las culturas: es un lenguaje internacional, que a tra-
vés del desarrollo del moderno mercado mundial, ha trascendido,
jp por definición, las fronteras políticas^. Cuando el dinero está ínte-
^ gramente controlado dentro de un sólo imperio, puede ser uv: signo
arbitrario; pero cuando se hace internacional, debe basarse en bienes
controlado por el Estado. Es una invención humana que a veces es*!*
capa a nuestra total comprensión. I
1. El dinero en el discurso europeo ..J l
Si el comportamiento objetivo del dinero elude la compren-"**
sión, su ambigüedad se ve todavía reforzada por los múltiples nive-,3
les a los que opera como significante. Probablemente la principalS
función significativa del dinero en Europa —ai menos desde losco jl
mienzos del período moderno— es la de referir al valor de lo q u e * *
intercambia (Polanyi 1977: cap. 9 ; Foucault 1970: cap. 6); a partir*®
de allí llega a significar no sólo el valor de lo que se intercambia sinoM
también el intercambio mismo. El hecho de que los textos de eco<|l
nomía reiteren constantemente que el dinero tiene numerosas fun-Jj
ciones además de ser un medio de intercambio, sólo sirve para reíoral
zar esta identificación semántica fundamental. 'Jm
Las funciones discursivas del dinero son múltiples, pero po-:j|
demos; descifrar dos corrientes principales, que han desempeñado I j
un importante papel en la manera en que se ha representado a la 1
historia andina. La primera es romántica y nostálgica; trata al diñe- 1
ro como el signo de la alienación, el individualismo y la quiebra de i
ios valores sociales y comunitarios. La segunda, por contraste, se ba- ,
sa en la filosofía liberal y ve al dinero como el precursor de la racio- v
nalidad en el comportamiento social, como el signo de la civiliza-1
ció n que libera a los seres humanos de las cadenas de la dependen
cia. !
a) El discurso de la nostalgia ^
Í
leyes ‘económicas’ siendo éstas opuestas a la consideración de las
¿necesidades sociales. El dinero está también íntimamente vinculado
f alos mercados, son casi sinónimos.
Una visión similar del éxito comercial de los indios fue ex
presada también, aunque en términos más generales, por el oidor.
Juan Matienzo, quien mostró un prejuicio europeo muy difundido
al describir a los habitantes del Collao:
I
t lana bruta. Pueden ser convertidos en dinero, pero sólo para luego
I comprar ganado. Todo otro uso sería indebido. Una mujer que tejió
t un awayu para su hermano cuando éste celebró una fiesta se indignó
I mucho cuando luego él lo vendió para comprarse un par de botas;
pío, suele suceder que las amas de casa en los centros urbanos lo- ®
gran intimidar a los campesinos para que entreguen sus papas a $
precios muy inferiores a los corrientes; o a veces las autoridades $
confiscan sin recompensa alguna las cosechas de los campesinos g
para aliviar una grave escasez de artículos de primera necesidad, g
Después de la Reforma Agraria los valles del norte de Potosí fueron ^
escenario de prolongados disturbios. En diversas ocasiones se jun-
tó un enorme ejército de indios tanto de hacienda como de ayllu; ®
los hombres laymi de más edad que habían participado en el saqueo C
de los pueblos del valle cuentan que su motivo era el de vengarse C
por los robos de los mestizos. Se quejaban no del trabajo forzoso g
que hacían para mantener a los pueblos, sino de que los mestizos g
se llevaban el ganado, sin que ellos pudieran exigir reparación por el
i
daño recibido (Harris y Albo 1975).
f
Me doy cuenta ahora que di por hecho que entre los cam
pesinos y los comerciantes urbanos había una cierta hostilidad, y é
«
constantemente estaba buscando pruebas empíricas en la época en
que vivía en el norte de Potosí que confirmaran mi presupuesto. Re é
cuerdo varias conversaciones sobre el tema de las ganancias - a veces
exorbitantes- que los comerciantes locales obtenían a su cosía y ®
que ellos aceptaban tranquilamente. Pero ellos, aún teniendo con- €
ciencia de ésto explicaban que les convenía que los comerciantes C
acudiesen al campo, evitándoles así un árduo viaje al pueblo. Para g
los campesinos las ganancias de este tipo no son un ‘robo’, mientras ^
que la coerción extra-económica sí lo es. Una señora a quien la g
mayoría consideraba ‘mala’ de hecho se ganaba la vida a costa de I
los indios del ayllu cobrándoles precios elevados y vendiéndoles a T
crédito para cobrar en época de cosecha. Pero no era a estas acíivi •
dades a las que se refería la gente cuando la llamaban mala. Lo que $
le reprochaban era más bien que no ofreciera comida y hospital!- $
dad; “no sabe invitar”, decían. Otros comerciantes, por el contra- g
rio, que solían invitar a la vez que sacaban sus ganancias eran califi
cados de buenos (k ’acha).
Una de las quejas constantes contra m í por parte de. mis
5
ciar mis viajes por avión a Bolivia; y que estoy comportándome de
manera.poco amigable al no traer, para vender, los productos espe-j
cíales de Tnkiltira’, por ejemplo ropa o variedades locales de papa.
A todo el mundo le encanta mis viejas zapatillas y dicen que de
bería traer una bolsa llena de zapatillas iguales, preferiblemente usa
das: me pagarían con papas que yo podría después vender en ei
pueblo. Estos argumentos me callan. Yo podría, desde luego, hablar
de los inconvenientes que acarrea importar cosas, y de los impues
tos aduaneros. Pero hay un problema más importante, y es que a
mí me resulta difícil la idea de entrar en relaciones comerciales
con la gente de cuya tolerancia y generosidad estoy abusando por
mis constantes preguntas (sin mencionar el hecho de que, en parte,
mk. trabajos se basan en sus respuestas). Les regalo cosas, y espero
que me tengan buena voluntad, pero en el fondo mantengo una
clara distinción entre esto y el comercio. Estos detalles ‘autoetno-
gra íleos’ revelan algo acerca de los límites conceptuales entre rega
los y comercio que yo, como inglesa traigo a Bolivia; límites que
evidentemente no son compartidos por mis anfitriones andinos.
Ellos sieftipre asocian el hecho de viajar con el deseo de adquirir
algo que no pueden conseguir en su propia zona. Cuando alguien se
va de viaje, le preguntan “ ¿qué vas a traer?”; es reconocido por
todos, además, que lo que se traiga será repartido.
Los laymi reconocen que la gente que viaja merece compen
sación por el esfuerzo y los costos invertidos ganando algo. La ga
nancia se explica según ellos por los costos del transporte y el viaje,
es decir, los costos de circulación. Pero podemos ver que la ganan
cia sólo se hace visible cuando el circuito de intercambio empieza
y termina con dinero. La singularidad del dinero consiste en que es
lo único que puede tanto iniciar como cerrar un solo circuito de in
tercambio. (Así un productor laymi no intercambiaría sus papas por
otro producto con el propósito de intercambiar esto por una canti
dad mayor de papas idénticas a las que entregó pero sí lo haría con
dinero). En principio sería posible calcular un incremento de valor,
aun cuando los intercambios se hagan por trueque, al convertir cada
objeto a su equivalente monetario, pero ellos no hacen tales cálcu
los; en consecuencia, sólo cuando el circuito empieza y termina en
M ía forma de dinero es que se hace visible la ganancia. Por ejemplo,
lj¡K|un individuo puede comprar aretes en el pueblo; ai volver a su co-
mimidad los vende a las mujeres y obtiene más dinero de lo que in-
J K virtió. 0 bien una familia compra aguardiente al por mayor para
ig f luego revenderlo. En tales circunstancias dicen que el dinero ‘ha
procreado’ ( wawachi ). Además, consideran que las personas que ha-
cen ‘procrear’ al dinero de este modo cumplen un valioso papel
J K . para la comunidad.
jfl| Cuando el dinero retorna en forma de ganancia es de algún
J v modo fértil, aunque su fertilidad no se realiza a través del proceso
» ’ de plantío y maduración, sino del intercambio 18 . Otro concepto
a » aparentemente asociado a la fertilidad ■es el d a la deuda; en este
j » easo no mediante la metáfora de procreación sino del abono: wanu.
I B (En el castellano la misma palabra, guano, se convirtió en sinónimo
JB I de los depósitos de nitratos que existen a lo largo de la costa del
»•Pacífico en lo que hoy es Chile septentrional y Perú meridional).
« No creo que esta asociación sea un mero homónimo, dado que se
X puede desglosar un vínculo estrecho entre deuda y abono del Voca-
M. bulario de Ludovico Bertonio (1612). ‘Deuda’ aparece en aymara
X como manu; ‘logro’, que en castellano significa tanto ganancia como
* interés, está también traducido por Bertonio primero por manusitha
K y segundo por mirani chasitha. La raíz mira significa tanto logro
i f como incremento o multiplicación. Mira marmi por ejemplo es una
mujer fértil, y rníracatha se traduce como “multiplicarse assi la pla-
: ta dándola a logro”. Además, otro sinónimo <¡c mira cacha es llama-
, i catha, cuya raíz ( haina ) significa abono19 . Los laymi piensan que es
: bueno mantener créditos y también deudas. La asociación con el
:' abono indica en una forma diferente que la circulación -en este
L caso la circulación demorada- es una fuerza fertilizante,
í| El dinero no forma más que una pequeña parte de la subsis-
; \ tencia actual de los ayllus norpotosinos. Pero en vez de ser algo
opuesto a la agricultura y la ganadería está incluida con éstas en una
X sola conceptualización de la fertilidad. Se dice que el dinero crece
Jm: ‘como las papas’ en las entrañas de las minas; y si las ganancias reali-
Wb' zadas por el tiempo y el esfuerzo gastados en viajar y transportar
® son conceptualizadas como procreación, podemos plantear que la
258
Hoy en día los campesinos laymi rara vez trabajan en las grande
minas; sólo trabajan en empresas mineras chicas si están situa-j]
das cerca de su comunidad. No obstante, aun aquellos que nun
ca han trabajado como mineros comparten un orgullo colectivo pofjj
la fuerza de ‘sus’ minas. No sólo las minas chicas dentro de su pro*;
pió territorio, sino también las grandes minas de estaño en torno i
Llallagua continúan produciendo su cosecha mineral gracias, eij$
parte, a la eficacia de sus ritos. Ellos comparan a Llallagua con la]
mina de Potosí que está ya casi extinguida. “ Nuestra mina es máá
fuerte”, dicen. “ Le hemos permitido descansar y recuperar su ferí
tilidad para que siga produciendo. La mina de Potosí nunca pudofj
descansar y por eso el mineral ya no crece allí”.
Esta región ha sido desde hace muchos siglos productora de»
minerales. Los inka usaban el oro de Amayapampa, situada en
límite del territorio laymi en la puna; también algunas minas eráij
explotadas por los señores regionales anteriores al dominio ir
263
pío, para los wayuri; en segundo lugar la música de los suqusu hace
pensar que se trata de un ‘pago’ a Dios, parecido a lo que se hacía
antiguamente en el doloroso envío de los mitayos.
Parece que el mineral en su estado natural pertenece a la es
fera de los diablos, mientras que las monedas son propias a la esfera
de Dios. Así, a los primeros se les entrega metal crudo, y a Dios se le
da dinero. Sin embargo, quedan por entender otros aspectos más de
las creencias acerca del dinero, sobre todo el hecho de que en las
ch’alias vertidas por phaxsima se dice que éste se refiere en particu
lar al dinero de tiempos antiguos. Dicen además que el mejor dinero
es el del ‘Inka’, impresa con la cabeza de Hernando con su larga ca
bellera suelta; y que también existe otro ‘dinero’ (qullqi ) más anti
guo, que es de los chullpa.
Es evidente que no hubo monedas en el tiempo de los inkas,
pero es bien conocido el profundo significado del oro y de la plata
>‘el sudor del sol y las lágrimas de la luna’ en la cultura inka, y de
hecho en todas las civilizaciones andinas. El estado inka controlaba
la producción de metales, y fueron entregados al estado por las na
ciones mineras como un tributo en especie (Garcilaso 1960[l609j;
Murra 1978d; Berthelot 1978). El trabajo pionero de Lechtman
señala que en contraste al Viejo Mundo, donde la metalurgia estuvo
principalmente vinculada a la guerra, el transporte y la agricultura,
en él Nuevo Mundo los metales estuvieron vinculados al poder, el
rango social y la religión. “ La propiedad más importante era el co
lor, y los dos colores más destacados en el espectro metalúrgico del
Nuevo Mundo eran el del oro y el de la plata” (1974: 6 3 )5 5 .
Hoy en día el oro conserva aún su poder significativo en el
lenguaje ritual. El chuki (Aymara) y el quri (Quechua) significan
entre otras cosas fuerza y durabilidad. En cuanto a la plata, la iden
tificación semántica con el dinero parece haber borrado a todas las;
otras asociaciones para la gente norpotosina-? 6 , pero aun así enfati
zan el color: dicen que las monedas del ‘Inka Hernando’ son las
mejores porque son “muy blancas”. En efecto, en esta región exis-"
ten todavía muchas monedas coloniales de Fernando VII con siD
— i
— — 1« a n u n o m A o rJ ol n l h m n
tpv"fllftl
271
Las circunstancias eran aún más lamentables porque las dos últimas cose
chas habían sido desastrosas debido a la sequía q"ue asolaba la puna. Si
hubo alguna vez un momento adecuado para limitar los gastos festivos,
fue ése.
3 Como, por ejemplo, en el relato cristiano de Cristo arrojando a los mer- '
caderes del templo. Como señala Crump, sólo la tradición judeo-cristiana
entre las religiones universales trata al dinero como opuesto a lo sagrado ■
(1 9 8 1 :1 7 , 285).
2 Bertonio 1 6 1 2 :
I: 314 Mercader a nuestro modo: Mircatori, vel Tintani.
Mercader a modo de indios. Haurucu, alasiri.
II: 125 Haurucu: El que va a rescatar comida a otros pueblos,
1 T\n n a n o i m i l l a a o / *o eí n * * *
275
Una anciana laymi me contó con grandes detalles cuán prósperas eran las
familias en su juventud. Destacó sobre todo la cantidad de comestibles
que ellos compraban; por ejemplo pan, azúcar y verduras. Platt ha seña
lado la importancia del comercio de trigo para esta región, hasta su
derrumbe por las políticas librecambistas que permitieron entregar el
trigo chileno a mediados del siglo pasado (1982b ). Con el desarrollo de
la minería de estaño a fines de siglo, los laymi dicen que ganaban mucho
transportando el mineral. Esta fuente de dinero se habrá agotado cuando
el ferrocarril se extendió hasta Uncía en 1921.
Bertonio 1 6 1 2 :
TT.ni/? — —
¡II: 5222 Mira: Multiplico, y también logro. -/-i
/ | Mira marmi: mujer fecunda. í
II: ¡ 5 1 Collque miraatha: Gragear o tractar con la platao dar a logro.
srcS : |15 Hamacatha, miracatha: Multiplicarse así laplatadándola a lo-'á
gro.
:1Ü Las ideas acerca de los usos buenos y malos del arkhu en forma de dinero
o de ropa aclaran este punto. Cuando la gente habla de un arkhu malga*
tado en artículos de consumo personal, mencionan particularmente a dul-i
ces, a panes o frutas, pero nunca a la bebida. Algunas personas, particu-,
larmente las amas de casa, se quejan de la dilapidación del dinero en bebi
das, y reconocen que ello trae un placer individual; pero en general el
cho de beber no se considera un acto de gratificación personal, sinoqui
es un aspecto más de la reproducción del ayllu a través de la ch’alla.
í 26 Taussig sugiere que estas especiales relaciones con los diablos pueden ser
consecuencia de una distorsión de la ‘economía natural’, o sea el resulta
do de la proletarización de los que trabajaban para él (1980). En las mi
nas se habla de ‘contratos’ con el tío (Nash 1 9 7 9 : 192-3); las historias
contadas por gente laymi parecen compartir la misma idea, sólo que la
metáfora usada es siempre la de la alimentación. Para los campesinos, in
vitar comida no es en absoluto intercambiar, sino que es el comporta
miento propio de los humanos. Uno espera evidentemente que los demás
le inviten comida, pero no ofrece comida a los que llegan sólo con el pro-"
pósito de que éstos retribuyan de la misma manera. De igual modo, los
humanos deben alimentar a los diablos para saciar su hambre voraz; pero
el hecho de que los diablos coman la comida no garantiza el alimento o
la prosperidad de sus adoradores.
28 Los laymi casi no hacen mención de las minas mucho más cercanas de
Huanuni y Gruro que estaban en explotación desde el siglo XVII. Situa
das al otro lado de la Cordillera de los Asanaques, desde hace siglos han
formado parte de otro organismo político. A pesar de la proximidad geo
gráfica parece que existen escasos vínculos económicos a través de la
cordillera.
36 Aunque Tschopik señala el frecuente uso del oro y la plata juntos en las
ch ’alias en Chucuito (1 9 5 1 : 247).