Está en la página 1de 5

Disrupciones

Este fenómeno diario no encontraba justificación entre los


pobladores, la mala suerte no podía estar jugando con ellos. Las
autoridades consultaron la oficina regional del Instituto Meteo-
rológico Nacional, quienes corroboraron que, aunque el extraño
LA SEQUÍA y sistemático episodio climático era un fenómeno nunca visto en
el país, debía ser estudiado con mayor profundidad por técnicos
expertos de Bogotá.
Mientras otros municipios eran víctimas de inundaciones y
crecientes súbitas de los arroyos, Barrancas, sin explicación algu-

S eis meses de intenso verano azotaban Barrancas, un pueblo en


el Caribe colombiano. Las afectaciones eran innumerables, la
muerte rondaba los hatos ganaderos productores de leche y queso,
na, sufría un extremo agostamiento durante uno de los intensos
inviernos de la región. Los niveles de los aljibes y los reservorios
llegaron a su mínimo histórico, solo sedimentos fangosos brota-
convirtiendo las vacas en una osamenta moribunda que deam- ban de sus fondos resquebrajados. Los ganaderos locales, ante las
bulaban por las calles, alimentándose del papel y la basura de la pérdidas por muertes de animales y precarias cosechas se vieron
población. El racionamiento de agua del acueducto trajo repercu- abocados a malvender las vacas flacas o ser víctimas de los precios
siones sanitarias e higiénicas en todas las casas, escuelas, hospitales especulativos al arrendar potreros en fincas para salvar sus famé-
e instituciones de servicios. Hasta los fieles esposos sufrían los ne- licos semovientes. La situación fue tan crítica que llevó al alcalde
fastos efectos de la sequía; sus mujeres, ante la falta de higiene y la
a declarar la emergencia municipal para gestionar ayudas, pero en
resequedad de sus partes íntimas, declararon una «huelga vaginal»,
el gobierno central no le creyeron, pensaban que deliraba y estaba
negándose a tener relaciones sexuales con sus hediondos maridos.
loco, al informarles una sequía en medio de una fuerte ola inver-
Los talones rajados resaltaban en las chancletas de las sirvientas y
nal.
vendedoras ambulantes, sus pieles se impregnaron de una costra
Reunidos en la plaza principal, muchos «sabiondos» del pueblo
fina de mugre que se desprendía al rascarse con sus largas uñas.
especulaban sobre las causas u orígenes de la seca.
En los jardines del parque principal, florecía la ausencia del color
verde y los aromas rosales de otras épocas. Las nubes cargadas de —Es un fenómeno de cambio de presiones y gradientes de
agua rondaban el pueblo, todas las tardes de este octubre lluvioso vientos que alejan las nubes —decía el profesor Toncel, uno de los
se posaban sobre la plaza principal, dejando caer solitarias y agó- licenciados en Física del Colegio de Bachillerato.
nicas gotas. Se formaba tiempo de lluvia y rayos secos anuncia- —Yo creo que es por la «tumbadera» del monte de los ganade-
ban una fuerte tormenta, pero inesperadamente y sin explicación ros para hacer potreros y llenar de pastos las fincas —le respondía
alguna, el cielo se despejaba dejando una estela de tristeza, olor Monche, un viejo agricultor arruinado por la baja de precios del
a tierra mojada y un gran arcoíris como recuerdo. Las bendicio- algodón.
nes de San Pedro eran derramadas en las calles y fincas de los —¡No hablen tanta «paja»! La causa es la maldad y el chisme de
municipios vecinos, cuyos habitantes se burlaban por la forma la gente de este pueblo —ripostó Antonia García, una vieja casca-
como las precipitaciones saltaban adrede al pueblo del arcoíris y rrabias vendedora de mazamorra de maíz—. ¡Dejen de hablar mal
la sequía. de todo el mundo y verán que llueve!

113 114
Arcesio Romero Pérez Disrupciones

—Son efectos que se desencadenan a nivel local por el impacto «Gran Espíritu de la tormenta». Apenas llegó a Barrancas, el brujo
de la variabilidad del clima y el calentamiento global —dijo el desplegó su escena en el punto del pueblo con mayor magnetis-
«doctor» Ariza, un técnico agrícola, autodenominado ingeniero mo, la alcaldía municipal, allí tocó por una hora un tambor para
agrónomo. inducir el poder espiritual con la «potencia de la vida» y tomar
—¡Ayy, doctorcito y los efectos nada más se sienten acá en el el ritmo del latido del universo. Dicho instrumento era acompa-
pueblo! ¡Cállese y vaya a estudiá! A mí no me enreda con sus pala- ñado con un sonajero hecho de calabazos secos, que simbolizaba
bras rebuscadas —le increpó Antonia. el movimiento vibratorio de las grandes fuerzas de la naturaleza
—Hay que llamar al alcalde para que responda por su ineficien- para activar un puente con el mundo espiritual. Se colocó una
cia en este caso —propuso el concejal Martínez, miembro de la máscara de color turquesa para representar el agua. Disfrazó a los
oposición del mandatario, quien escuchaba la conversación. funcionarios locales con atuendos similares para aumentar el vigor
Ante la presión ciudadana, la administración municipal acu- de la potencial lluvia. Con esa escenografía bailaron la «danza de
dió a una de las formas milenarias para generar precipitaciones, la tormenta» al compás del tambor, gritos y alabanzas al cielo. El
llamaron a los indígenas wayúu y desarrollaron por tres días una chamán convenció al acalde, concejales y funcionarios para que en
serie de rituales. Los aborígenes sacrificaron chivos, hicieron vigi- una ronda giraran a su alrededor para activar las relaciones con los
lia, tocaron los tambores «Kashas» y sus vírgenes doncellas bailaron espíritus que gobiernan los fenómenos atmosféricos. Al final de
la danza de la «Yonna» para hacer llorar las nubes de su dios «Ma- la tarde, en un acto de respuesta divina y ante la mirada incrédula
reiwa». No tuvieron éxito, solo se produjo un ventarrón seco de y preocupada del sacerdote del pueblo, un estruendo terminó el
la tierra acumulada en las calles que cubrió la estela de indígenas ritual. Un potente rayo cayó sobre la azotea de la alcaldía. El pue-
borrachos en la plaza. blo quedó en silencio, era el fin de la sequía y después de esa señal
—No funcionaron las costumbres indígenas, esa plata se perdió divina se vendría otro diluvio universal. El efecto fue adverso, las
—le reprocharon los concejales al alcalde. cargadas nubes se alejaron al norte con mayor velocidad, dejando
—Si esos rituales sirvieran para algo, ellos no estarían pasando atónicos al chamán y demás danzantes. Fue tan vehemente la reac-
hambre en el resguardo. Por allá solo hay grietas en la tierra y nada ción de la naturaleza que el cielo permaneció despejado por una
de agua —respondió enfadado el concejal Martínez. semana, adornado por un gigantesco arcoíris.
Como último recurso, el burgomaestre propuso una costosa —Esa plata también se perdió —murmuraron los asustados tes-
solución, traer aviones para bombardear las nubes como lo hacen tigos del rayo.
en Estados Unidos. —Dejen de botar los recursos públicos en invocar las fuerzas
Una estrambótica proposición del concejo municipal impulsó ocultas y espíritus, confiemos en los designios de Dios —les ser-
al alcalde a contratar los servicios de un chamán de la sierra para moneó el padre Abelardo, invitándoles a congregarse en la iglesia
realizar actos de «brujería meteorológica» para atraer la lluvia. Se y recordó a todos el pasaje bíblico de Jeremías 14:22: «¿Hay entre
trataba de José Nicolás Daza, un famoso brujo recomendado por el los ídolos de las naciones quien haga llover? ¿Y darán los cielos
concejal Martínez. Su efectividad era tal que podía generar conti- lluvias? ¿No eres tú, Jehová, nuestro Dios? En ti, pues, esperamos,
nuos aguaceros durante una semana. Sus hechizos y ceremonias los pues tú hiciste todas estas cosas».
había aprendido en una visita a los indígenas de Arizona y Nuevo El cura aprovechó la presencia del alcalde y nuevos feligreses
México en Estados Unidos, quienes le enseñaron a contactar al para llevarlos al patio de la casa cural. Allí, y después de sobrepo-

115 116
Arcesio Romero Pérez Disrupciones

nerse a una romería de peregrinos, descubrieron el último de los le confesó tener la fórmula para frenar la sequía y generar lluvia en
milagros que calmaba la sed de fe de los barranqueros. Los creyen- el pueblo. Era Arturo Sarmiento, su seguidor político, un pequeño
tes esperaban su turno a pleno sol, dispuestos con botellas en sus ganadero afectado por la pérdida de todas sus vacas por la ausencia
manos, para captar las gotas milagrosas del agua destilada de una de agua y pasturas.
rama de un árbol de morácea. Según los devotos, la rama cubierta —Le tengo la solución a la falta de lluvia, y aunque usted no
de una espuma blanca y cristales blancos parecidos al hielo emana- lo crea, está en manos de mi prima Clemencia —le dijo el deses-
ba, a pesar de la alta temperatura del lugar, 38 grados centígrados perado Arturo.
a la sombra, un agua con propiedades medicinales. Según las per- —¡No te puedo creer! ¡Explícate mejor! —respondió asom-
sonas de la larga fila, el agua del árbol de la casa cural aceleraba la brado el alcalde.
cicatrización y curaba las jaquecas, psoriasis, acné, calvicie y cólicos —Le invito a que usted mismo lo vea esta tarde. Nombre una
menstruales, entre otros males. Para el cura, el extraño fenómeno comisión que me acompañe a la casa de Mencha y le mostraré la
no tenía explicaciones científicas y era una respuesta a sus ruegos causa de nuestras penurias.
a Dios para calmar la sed de la gente y apaciguar la sequía. Por —De acuerdo.
esa razón, invitó al acalde y a su comitiva a iniciar una cadena de Puntual a las seis de la tarde, la comisión integrada por el alcal-
vigilia y oración para ser bendecidos por Cristo con el milagro de, secretarios, varios concejales y Arturo, se acercaron a la casa de
de la lluvia. El alcalde no descartó del todo la invitación del padre la familia Sarmiento para explorar las causas de la sequía. Clemen-
Abelardo, dejó encargados de las oraciones a la mitad de su equipo
cia los recibió de forma atenta y llena de fina cortesía. La mujer era
de gobierno y se dedicó a explorar alternativas más técnicas para
una solterona, de unos sesenta años, heredera de unas de las fami-
atraer el agua del cielo.
lias tradicionales del pueblo, los Sarmiento Téllez. Nunca se casó,
El alcalde, en un acto de racionalidad política y como último
a pesar de ser una esbelta mujer en su juventud, ahora se dedicaba
esfuerzo administrativo para frenar la sequía, propuso implementar
a disfrutar de su pensión como secretaria de la alcaldía y liderar
dos estrategias: una tradicional y otra novedosa. La primera consis-
tía en realizar una cadena de oración para dejar en manos de Dios todas las tardes un grupo de oración con sus amigas. Les hizo pasar
la activación de las nubes. La segunda, novedosa y audaz, consistió al corredor para poder atender con sus amigas las inquietudes de
en la siembra de nubes, a través del empleo de la sal marina como los visitantes oficiales.
material higroscópico para formar gotas de lluvia a partir de la —Prima, acá venimos con el alcalde a rogarles a usted y a todas
atracción de las moléculas de agua por el cloruro de sodio. Este estas señoras que nos permitan tener lluvia en el pueblo —le dijo
método también falló, al igual que unas «máquinas de lluvia» traí- Arturo.
das por unos charlatanes oportunistas amigos del gobernador. Fue —¿Y nosotras qué tenemos que ver con eso? —respondió
tal la decepción del pueblo con su alcalde que le dieron un ulti- Mencha.
mátum, si no llovía en tres días, tendría que renunciar a su cargo —Me cuenta Arturo que ustedes con sus rezos y rituales han
junto a su equipo de gobierno y los concejales. Después de una frenado la lluvia. Su miedo a las tormentas nos tiene en la ruina
semana de improvisadas soluciones y cuando el alcalde estaba a —le respondió el alcalde, recorriendo la casa con sus ojos para
punto de tirar la toalla, una esperanza llegaría al oído del amenaza- apreciar bien los detalles de una peculiar disposición de objetos
do funcionario. Un amigo de infancia se le acercó y, secretamente, extraños.

117 118
Arcesio Romero Pérez Disrupciones

A diario las mujeres decoraban la casa como un improvisa- —Y si por casualidad comienza a llover antes de la reunión de
do templo de oración y culto a la pluviofobia. Los espejos eran cada día, ¿qué hacen ustedes? —les preguntó un concejal.
cubiertos con sábanas de lino blanco para evitar el reflejo de los —En esos casos tenemos un plan de contingencia; la señora Ju-
rayos y protegerse de las centellas. Todos los aparatos eléctricos dith sopla hacia el cielo para que el mal tiempo desaparezca. Solo
eran desconectados para frenar cualquier interrupción del campo lo puede hacer ella, por ser la única piscis del grupo, recordemos
electromagnético de las cargadas nubes. Al recorrer la casa, los vi- que es el signo del agua del zodiaco —dijo orgullosa Clemencia.
sitantes fueron alarmados por sorprendentes hallazgos: dos cabezas Todos quedaron perplejos ante el nivel de planificación del
de cebolla, una roja y otra blanca, adornaban la ventana más alta grupo de señoras; la fuerza del temor a la lluvia las estimulaba
de la casa; asimismo, los zapatos de las rezanderas habían sido deja- a cumplir sus objetivos, en detrimento del beneficio general del
dos en la puerta principal con las suelas hacia arriba y delante del pueblo.
calzado, una cruz realizada con terrones de sal marina terminaba El alcalde, en un acto de supervivencia y astucia política, les
de adornar el frente de la casa. La comisión continuó revisando el propuso a las señoras firmar un «pacto por la lluvia», donde se
inmueble, observaron en cada esquina del patio tres huevos cru- concretase frenar la sequía y dejar que el agua del cielo empapase
dos y dos machetes afilados en forma de cruz señalaban el centro de bendiciones a todos los habitantes. El gobernante les propuso
del terreno. En las culatas de la casa estaban ubicadas tres cruces alternar los rezos; una semana de lluvia y otra de sequía, para po-
de madera para alejar los vientos y posibles huracanes. Ante tanto der así convencer a las disciplinadas camanduleras. Clemencia y
simbolismo y medidas para apaciguar la lluvia, los funcionarios sus compañeras aceptaron bajo ciertas condiciones, una de ellas,
comprobaron la teoría de Arturo; unas señoras del pueblo eran las tener el derecho de suspender las precipitaciones ante un inmi-
causantes de la sequía y de la inminente renuncia del alcalde y su nente evento de vientos huracanados o tormentas eléctricas.Todos
equipo de gobierno. estuvieron de acuerdo y sellaron el pacto con un abrazo y el rezo
—Clemencia y demás señoras, ¿desde cuándo hacen ustedes
colectivo del rosario.
este ritual? ¿Son conscientes del daño que han ocasionado? —pre-
Antes de irse de la casa, el acalde alcanzó a observar un altar en
guntó el alcalde.
el corredor donde velones rojos alumbraban un objeto muy lla-
—En cada época de invierno, a partir del veranillo de San Juan,
mativo, una punta de flecha antigua quizás del período neolítico.
nos congregamos para evitar las afectaciones de las lluvias. Pero,
Para calmar su inquietud, le formuló dos preguntas a Mencha:
alcalde, este es el primer año que tenemos éxito con nuestras ora-
—¿Desde cuándo le tienes miedo a la lluvia? ¿Qué es ese obje-
ciones—respondió Clemencia.
—¿A qué santo le rezan ustedes? No parecen muy cristianas to extraño al cual le rinden adoración? Nunca había conocido un
estas costumbres. ¿El sacerdote conoce sus rituales? grupo de señoras con brontofobia.
—Alcalde, nuestras oraciones están dirigidas a San Isidro la- Clemencia, invitándoles a sentarse, como cuando alguien va a
brador, quien nos bendice con alejar el agua y traer el sol. Al fi- contar un relato muy largo, dio inicio a la historia del origen de
nal de la jornada, rezamos la «Magníficat» para protegernos de un sus miedos.
inminente peligro —respondió una de las señoras del grupo de —Alcalde, el temor se remonta a mi niñez, cuando a la edad
oración. de seis años, la antigua casa de mi familia fue destruida por una

119 120
Arcesio Romero Pérez Disrupciones

terrible tormenta eléctrica que afectó al pueblo. Ese trágico día, el conmovió a todos. Al momento de embarcarse en sus vehículos,
techo voló como una alfombra mágica hasta aterrizar en el cen- el alcalde y su comitiva sintieron el poder mágico de las promesas
tro de la cancha de fútbol; los muebles fueron arrastrados por la de las señoras de la «secta de la sequía», una torrencial lluvia bro-
corriente de la inundación hasta el río. Con mi habilidad infantil, tó de manera repentina inundado las calles y campos de todo el
logré sentarme sobre un mesón de concreto del patio, donde desa- municipio.
fortunadamente un duro granizo me cayó en la cabeza producién-
dome un gran «chichón» que borró mi memoria por dos días. Fue
tal el susto y la magnitud del aguacero, que como último recurso
para salvar nuestras vidas, mi madre, rosario en mano, invocó la
oración de San Isidro Labrador y la «Magníficat» para vencer con
la ayuda del creador al maligno y devastador huracán —contó el
origen de sus temores Clemencia.
—Ahora sí la comprendo. No me acordaba de ese desastre. ¿Y
la piedra antigua? —dijo el alcalde.
—Es una flecha neolítica, un amuleto de protección ante las
tormentas. Es la punta del rayo que encontró mi difunto padre el
día del huracán.
—¿Dónde?
—Al principio de la tormenta, un estruendoso relámpago cayó
en el cementerio sobre la bóveda de la familia, expulsando de su
bóveda el cajón de mi abuela, quemando toda la madera, sus restos
mortales y el ajuar funerario aún presente en la urna. Después de
la lluvia, mi padre tuvo el valor de ir a dicho lugar, encontrándose,
entre la osamenta de su madre, la punta del rayo, la cual, conforme
a viejas creencias, guardó como elemento de buena suerte para la
familia, generación tras generación —explicó con detalles Cle-
mencia.
—¡Ah, ya! Ahora sí encuentro sólidos argumentos para enten-
der tus temores. Dios las bendiga, estimadas señoras, les doy las
gracias por salvar mi empleo y al pueblo de esta maldita sequía
—respondió el alcalde.
Clemencia, como prueba manifiesta de cumplir el acuerdo,
desmontó el altar y guardó los objetos del ritual esparcidos por
toda la casa, de este modo se produjo un efecto inmediato que

121 122

También podría gustarte