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LECCIÓN 5.a
LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN

SUMARIO: 5.1. Constitución e interpretación: una relación singular.-5.2. La tradicional


ausencia de la interpretación del Derecho Constitucional.-53. La incorporación de
la interpretación al Derecho Constitucional.—a) La ley y la Constitución en cuanto
normas jurídicas.—b) La ley y la Constitución desde la perspectiva del intérprete
de ambas normas.—c) La interpretación de la ley y la Constitución desde una pers-
pectiva teleológica.-5.4. La interpretación constitucional.—a) La contribución de las
reglas tradicionales de la interpretación jurídica a la interpretación constitucional.—
b) El método «tópico»: principios y límites de la interpretación constitucional.

5.1. Constitución e interpretación: una relación singular

La tarea del jurista es interpretar normas. En esto consiste su trabajo.


Haciendo uso de una forma de razonar específicá y de un sistema de con-
ceptos asimismo propio, el jurista debe encontrar en una norma o, en su
defecto, en el conjunto del ordenamiento jurídico, una respu6sta al problema
que se somete a su consideración, bien sea de manera contenciosa o con-
flictiva, bien sea de manera pacífica. Cuando el jurista tiene que intervenir,
sea en el terreno que sea, lo 'que hace es interpretar alguna norma y dar
a través de dicha interpretación una respuesta a la cuestión que se ha sus-
citado. Así sucede cuando tiene que argumentar ante un Tribunal de Justicia,
pero también cuando asesoia en la formalización de un contrato, cuando
tiene que decidir sobre la concesión o no de una licencia administrativa para
la apertura de un local de negocio o ha de levantar un acta por una infracción
tributaria. Detrás de cada actuación de un jurista hay siempre una operación
de interpretación de normas.
Nos encontramos, por tanto, ante una cuestión esencial en el mundo del
derecho. Sin interpretación no hay derecho. Mejor dicho, no hay derecho
que no exija ser interpretado. La interpretación es la sombra que acompaña
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al cuerpo. De la misma manera que ningún cuerpo puede librarse de su som-


bra, el derecho tampoco puede librarse de la interpretación.
Esto estalgo tan obvio, que causa un cierto sonrojo ponerlo por 'escrito
en un Curso universitario, aunque esté dirigido a alumnos del primer curso
de la licenciatura. Si lo he traído a colación, ha sido para resaltar de la manera
más llamativa posible «otra» de las singularidades del Derecho Constitucional
como Derecho: la que consiste en la ausencia total de la interpretación del
Derecho Constitucional durante siglo y medio y la súbita presencia de la
misma en los últimos decenios. El Derecho Constitucional ha sido un derecho
sin interpretación jurídica hasta los años cincuenta del siglo xx. Sólo a partir
de esta fecha ha habido interpretación de la Constitución.
En ninguna de las otras ramas del derecho ha ocurrido, ni de lejos, algo
parecido. En todas la interpretación ha sido siempre una cuestión de excep-
cional importancia. Yen todas se han aceptado los criterios de interpretación
de las normasjurídicas definidos por la Teoría General del Derecho (Privado)
en la primera mitad del siglo pasado, con la adecuación lógica de los mismos
a la especificidad de su objeto. En el mundo del derecho ha habido, por
tanto, «desde siempre» una teoría de la interpretación y dicha teoría de la
interpretación ha sido «hecha suya» por las nuevas ramas del derecho, a
medida que se iban constituyendo como áreas susceptibles de ser conside-
radas de forma autónoma. Cuando el Derecho Administrativo se constituye
como disciplina científica en la segunda mitad del siglo xix, a nadie se le
ocurre pensar que la interpretación no es importante, pero a nadie se le
ocurre tampoco construir una teoría de la interpretación de las normas admi-
nistrativas. Y lo mismo ocurre con el Derecho del Trabajo en el siglo xx.
En ningún Manual de Derecho Administrativo, de Derecho Mercantil o de
Derecho del Trabajo hay una lección dedicada a la interpretación. La inter-
pretación es la interpretación jurídica, y no hay nada más que decir.
En el Derecho Constitucional, por el contrario, nos encontramos con la
doble singularidad de que la interpretación brilla por su ausencia desde los
orígenes del Derecho Constitucional a comienzos del xtx hasta los años cin-
cuenta del siglo xx, y de que a partir de ese momento afirma su presencia
como «teoría de la interpretación de la Constitución» distinta de la inter-
pretación jurídica general.
Así pues, en el Derecho Constitucional no ha habido interpretación jurí-
dica desde el principio, corno ha ocurrido en todas las demás disciplinas jurí-
dicas sin excepción, y cuando la ha habido, ha sido una interpretación jurídica
distinta de la de todas las demás disciplinas, también sin excepción. O ninguna
o distinta. Estas han sido las condiciones-en-las que se han relacionado los
términos Constitución e Interpretación a lo largo de los dos siglos de vida
del Estado Constitucional.
za r

LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 129

Se comprenderá fácilmente que esto sea lo primero que tenga que ser
explicado en una Lección dedicada a la «Interpretación de la Constitución»
en un Curso de Derecho Constitucional. ¿Por qué no? y ¿por qué sí? Por
qué no ha habido interpretación en el Derecho Constitucional a lo largo
de siglo y medio y por qué, cuando empieza a haberla, no puede ser la misma
de las demás ramas del derecho, sino que tiene que ser otra distinta.
Si no se da respuesta a este doble interrogante, no se entiende nada.
La interpretación en el Derecho Constitucional ha brillado tanto por su ausen-
cia como por su presencia. Esto nada más que ha ocurrido en el Derecho
Constitucional. ¿Por qué? Es lo que vamos a analizar a continuación, siguien-
do el orden lógico, esto es, primero el interrogante negativo y después el
afirmativo.

5.2. La tradicional ausencia de la interpretación del Derecho


Constitucional

La interpretación de la Constitución no ha sido incluida hasta fecha muy


reciente en la exposición del Derecho Constitucional. Ni en España ni en
ningún país europeo. Esto no es opinión, esto es información, como reza
una de las reglas de oro del periodismo serio. Basta consultar los Manuales
o Tratados de Derecho Constitucional del siglo pasado o de las primeras
-décadas de éste, para comprobarlo. Ninguno de ellos contenía no ya una
lección, sino ni siquiera un apartado dedicado a la interpretación de la Cons-
titución. Se trataba de una cuestión inexistente. A nadie se le ocurrió que
'ahí pudiera haber un problema y, en consecuencia, a nadie se le pasó por
la imaginación incluirlo en la exposición.
Esta ha sido la tradición europea en la Ciencia del Derecho Constitu-
cional. La inercia es tan fuerte, que todavía hoy es frecuente que se haga
la exposición del Derecho Constitucional sin tomar en consideración la inter-
pretación de la Constitución como un problema específico. No, es infrecuente
que los Manuales de Derecho Constitucional publicados en España no con-
tengan una lección dedicada a la interpretación. El peso de la tradición es
extraordinario.
Y sin embargo, en un Curso dedicado a la exposición del Derecho Cons-
titucional del Estado democrático, es decir, del Estado que arranca de la
soberanía popular, la interpretación de la Constitución es una cuestión deci-
siva, de la que no se puede prescindir sin que se resienta todo el edificio.
Pero esto pertenece al siguiente apartado. Todavía no estamos en el por .
qué sí, sino en el por qué no. Sigamos el orden.
Con los conocimientos que ya tenemos por las lecciones anteriores, pienso
que es fácil entender por qué no ha habido interpretación de la Constitución
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130 JAVIER PÉREZ ROYO

durante todo el siglo xix y primeros decenios del siglo xx. Como hemos
tenido ocasión de ver desde la perspectiva de la evolución de la Ciencia del
Derecho Constitucional en la Lección 1.a, desde la de la fuerza normativa
de la Constitución en la Lección 3.a y desde la de la desaparición del poder
constituyente en el constitucionalismo monárquico liberal en la Lección 4.a,
a lo largo del siglo xix y primeros años del xx ha habido un Derecho Político
pero no un Derecho Constitucional. La Constitución es documento político,
pero no norma jurídica. El Derecho Constitucional es un Derecho sin Cons-
titución, un Derecho del «principio de legalidad». El ordenamiento jurídico
empieza con la ley. En consecuencia, no hay sitio para la interpretación de
la Constitución. •
En realidad, la ausencia de la interpretación del Derecho Constitucional
es una consecuencia insoslayable del principio de soberanía parlamentaria,
«importado» de Inglaterra en el continente europeo a lo largo del siglo xix.
Si el Parlamento es soberano y no hay límites jurídicos para su manifestación
de voluntad, la Constitución sólo puede tener una interpretación política: la
que hace el Parlamento al dictar la ley. La Constitución es un documento
político que «está a disposición» del legislador, que lo interpreta política-
mente, porque es de la única manera que un Parlamento puede hacerlo.
La Constitución queda, por tanto, fuera del mundo del Derecho. No es
susceptible de interpretación jurídica, sino única y exclusivamente de inter-
pretación política. Mientras el fundamento político del ordenamiento jurídico
sea el principio de soberanía parlamentaria, la ley, como norma primaria
e incondicionada, será la máxima expresión del mismo. Para definir esta posi-
ción de la ley en el ordenamiento fue para lo que se acuño la expresión
«fuerza de ley», que ha dominado el sistema estatal de fuentes del derecho
hasta la afirmación de la Constitución como horma jurídica. La ley era fuente
irresistible para las demás normas (fuerza activa) y resistente a todas ellas
(fuerza pasiva). En este principio se han asentado todos los ordenamientos
europeos desde principios del xix hasta bien entrado el siglo xx.
En un universo jurídico presidido por tal principio, no hay sitio para la
interpretación jurídica de la Constitución. Como una sociedad no se plantea
un problema hasta que no está en condiciones de resolverlo y como los juris-
tas son poco proclives a plantearse problemas imaginarios, se comprenderá
fácilmente por qué la interpretación de la Constitución ha estado ausente
del mundo del derecho durante siglo y medio.
Como en tantos otros terrenos, habrá que esperar a la sustitución del
principio de la soberanía parlamentaria por el de soberanía popular, para
que la interpretación de la Constitución haga acto de presencia en el Derecho
Constitucional. Si la soberanía popular se expresa a través del poder cons-
tituyente en una Constitución que es norma jurídica, la interpretación de
esta norma no puede dejar de ser tomada en consideración. Si la Constitución
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LA INTERPRETACIÓN DE • LA CONSTITUCIÓN 131

no es norma jurídica, la interpretación no tiene cabida en ella. Pero si es


norma jurídica, entonces no puede no tener cabida en ella. Tan superflua
como era en el constitucionalismo de la soberanía parlamentaria, tan impres-
cindible resulta en el constitucionalismo de la soberanía popular.
El problema ahora pasa a ser otro. ¿Por qué cuando el Derecho Cons-
titucional se constituye como disciplina jurídica con base en el principio de
constitucionalidad no se comporta como lo hicieron las demás ramas del
.derecho cuando se constituyeron como disciplinas autónomas? ¿Por qué el
Derecho Constitucional no puede simplemente «hacer suya» la teoría general
de la interpretación,. como hicieron los demás? ¿Por qué ha tenido que
desarrollar una teoría propia de la interpretadión, una teoría de la inter.:
pretación de la Constitución? Este es el segundo interrogante, a cuya res-
puesta vamos a dedicar el siguiente apartado.

53. La incorporación de la interpretación al Derecho Constitucional

Los interrogantes con los que se ha puesto fin al apartado anterior pueden
ser reducidos a uno solo: ¿qué es lo que diferencia a la interpretación de la
Ley de la interpretación de la Constitución? Si la interpretación jurídica tra-
dicional ha sido interpretación de la Ley, habrá que investigar por qué no
se puede hacer uso de tal interpretación exclusivamente cuando la norma
que ha de ser interpretada es la Constitución. Es la única manera de justificar
de forma objetiva y razonable, es decir, no arbitraria y caprichosa, una inter-
pretación para la Constitución distinta de la de las demás normas jurídicas.
Ahora bien, la diferencia entre la intepretación de la Ley y la interpre-
tación de la Constitución sólo puede hacerse con base en tres criterios: uno
objetivo, otro subjetivo y otro teleológico. La operación tiene que ser diferente
o porque así lo exijan las características de las normas que han de ser inter-
pretadas, o porque sean diferentes los intérpretes de las mismas, o porque
sea distinta la finalidad que se persigue con la interpretación de una y otra.
Fuera de estos tres criterios no hay otros que permitan justificar una inter-
pretación diferenciada. Habrá que examinar, en consecuencia, la interpre-
tación de la Ley y la interpretación de la Constitución desde estos tres puntos
de vista, para ver si realmente existen diferencias que justifiquen una inter-
pretación constitucional diferente de la interpretación jurídica tradicional.

a) La Ley y la Constitución en cuanto normas jurídicas

Que la Ley es norma jurídica no se ha discutido nunca. Que la Cons-


titución es norma jurídica tampoco se discute ya hoy. Pero se ha discutido
durante más de siglo y medio. Esto no puede haber ocurrido por casualidad.
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Algo tiene que diferenciar a la Ley y a la Constitución en cuanto normas


jurídicas para que así haya sido. Es lo que vamos a ver a continuación, aunque
desde la perspectiva de su repercusión en la interpretación de ambas normas
exclusivamente.
Tres son, al menos, las diferencias que tienen que ser mencionadas:
1.' La Ley no existe. La Constitución, sí. La Ley es un concepto, una
categoría normativa, en la que se incluyen miles de ejemplares. La Ley existe
como concepto, pero no como norma real y efectiva. En el ordenamiento
no existe la ley. Existe el Código Civil, el' Código Penal, la Ley de Enjui-
ciamiento Civil o la Ley General Tributaria y miles de leyes ínás: La Cons-
titución, por el contrario, sí existe. La Constitución es al mismo tiempo un
concepto y una 'norma real y efectiva, que se publica en cuanto tal en el
BOE, se ve y se toca.
2.' La Ley, las leyes, son expresión de. la regularidad de los compor-
tamientos de los individuos en sus relaciones sociales. La ley expresa la norma
de millares o millones de comportamientos humanos, de millares o millones
de operaciones jurídicas. La ley no es sustancialmente distinta en el mundo
del derecho que en el mundo de la física.' Ciertamente la ley jurídica está
fijada por escrito y se puede imponer coactivamente por el Estado. Pero
ya sabemos cuáles son los límites de la coacción en el mundo del derecho
tornado como un todo. La ley es básicamente expresión de las relaciones
sociales con algunas correcciones introducidas por el legislador, a fin de
alcanzar objetivos que no se consiguen espontáneamente o evitar consecuen-
cias no deseadas. Es lo mismo que hace el ser humano con las leyes físicas:
una vez que las conoce, las utiliza para introducir determinadas correcciones
en el curso de los acontecimientos naturales, a fin de utilizarlos en su propio
provecho o de evitar consecuencias no queridas. Cuando el hombre se equi-
voca en el uso de las leyes físicas y pretende no canalizarlas, sino sustituirlas,
el resultado suele ser una catástrofe ecológica. Cuando intenta hacer lo mis-
mo en el mundo del derecho, el resultado suele ser una catástrofe social.
La ley jurídica, como la ley natural, es norma de lo múltiple, instrumento
que explica y regula al mismo tiempo la multiplicidad de los fenómenos por
aquello que tienen en común.
La Constitución, por el contrario, no es norma de nada, no expresa regu-
laridad alguna de comportamientos individuales. La Constitución no es nada
más que un cauce para que la sociedad se autodirija políticamente con un
mínimo de seguridad. Se trata de Una norma que canaliza el enfrentamiento
político en la sociedad, estableciendo unos limites al mismo.
3.' La Ley se caracteriza también por su contenido normativo, por una
estructura normativa en la que se produce la fijación de un presupuesto de
hecho y la vinculación al mismo de unas consecuencias jurídicas. «Si ocurre
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LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 133

tal cosa..., tales serán las consecuencias jurídicas.» La ley prefigura una deter-
minada conducta típica con la cual se puede comparar la conducta real y
efectiva del ciudadano. Si encaja en la ley, la conducta es correcta. Si no
encaja, la conducta es socialmente reprobable y se ha de poner en marcha
el mecanismo coactivo para reintegrarla dentro de los límites de lo social-
mente aceptable. Por eso, la ley tiene que detallar qué tipo de conductas
son aceptables para la sociedad y qué tipo de conductas no lo son. Por eso
tiene que ser «derecho de máximos».
La Constitución, por el contrario, no tiene ni una sola disposición que
tenga esa estructura normativa. La Constitución se limita a «reconocer y
garantizar» algunos derechos y libertades, a fin de que los ciudadanos puedan
autodeterminar su conducta en condiciones de igualdad y a determinar qué .
órganos y. con qué procedimientos van a manifestar la voluntad del Estado
y la van a hacer cumplir. Por eso tiene, que ser un «derecho de mínimos»
La Ley y la Constitución, en cuanto normas jurídicas, son, pues, com-
pletamente diferentes. La Ley existe en la forma de múltiples leyes, que son
expresión de la regularidad de los comportamientos de los individuos en las
más diversas esferas de la vida social y que tienen una estructura material
normativa caracterizada por la fijación .de un presupuesto de hecho hipotético
al que se anudan consecuencias jurídicas.
La Constitución, por el contrario, es una norma única, que no es expresión
de regularidad alguna en los comportamientos sociales y cuya estructura nor-
mativa no supone la tipificación de ninguna conducta a la que se anuden
consecuencias jurídicas de ningún tipo.
La pregunta se impone: ¿pueden los criterios de interpretación construi-
dos y pensados para miles de normas con estas características ser los mismos
que aquellos con los que se ha de interpretar una norma única que se dife-
rencia por completo de todas las demás? Dejémosla aquí, por el momento.

b) La Ley y la Constitución desde la perspectiva del intérprete


de ambas normas

La Ley es una norma destinada a ser interpretada en principio por todos


los ciudadanos. De ahí el artículo 6 del Código Civil: «La ignorancia de las
leyes no excusa de su cumplimiento.» Todas las leyeS susceptibles de ser cono-
cidas, son conocidas. El ciudadano al actuar está constantemente interpre-
tando la ley, porque permanentemente está realizando operaciones jurídicas.
La inmensa mayoría, triviales. Algunas pocas, no. Pero tanto si son triviales
como si no lo son, el ciudadano está permanentemente interpretando normas
jurídicas con su conducta. Por eso, las leyes no tienen intérpretes privile-
giados. Son los ciudadanos los que interpretan las leyes en pie de igualdad.
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134 JAVIER PÉREZ ROYO

No es el juez el que interpreta la ley. El juez lo único que hace es «verificar»,


en caso de conflicto, cuál de las interpretaciones de la ley llevada a cabo
por las partes mediante su conducta es la que mejor encaja en la norma.
El juez no impone «su» interpretación, sino que decide entre las interpre-
taciones de las partes cuál es la que mejor se ajusta a la ley. El intérprete
de la ley es el ciudadano. Ni hay ni puede tolerar el Estado privilegio alguno
en lo que al intérprete de la ley se refiere.
La Constitución, por el contrario, tiene intérpretes privilegiados. La Cons-
titución no es una norma destinada a ser intepretada por los ciudadanos
y a que dicha interpretación sea «verificada» por los jueces. Al contrario.
La Constitución es el marco dentro del cual los ciudadanos se mueven para
interpretar la ley. Es su interpretación de la ley la que controlan eventual-
mente los jueces. La interpretación de la Constitución camina básicamente
por otros derroteros.
El primer intérprete de la Constitución y el más importante, con mucha
diferencia, es el legislador. El legislador es el intérprete normal, ordinario,
de la Constitución. En consecuencia, la Constitución es una norma jurídica
que remite en primera instancia a un intérprete político. El Parlamento es
un órgano político que interpreta la Con.stitución de la única manera que
sabe hacerlo: en clave política. Y además es un intérprete privilegiado, en
la medida en que es el representante democráticamente elegido por los ciu-
dadanos y expresa, por tanto, la «voluntad general». Justamente por eso,
su interpretación en forma de ley se impone a toda la sociedad.
El segundo intérprete privilegiado es el Tribunal Constitucional. Única-
mente él puede revisar la interpretación de la Constitución efectuada por
el legislador. Y únicamente puede hacerlo jurídicamente, es decir, única-
mente puede controlar la ley, pero nunca la motivación política que condujo
al legislador a dictarla. La interpretación política de la Constitución es un
privilegio del legislador. Es su traducción jurídica lo único que puede ser
controlado. Y que puede serlo por el Tribunal Constitucional exclusivamente.
Sobre esto volveremos a lo largo del Curso, tanto en la próxima Lección
como en las dedicadas al Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.
La Constitución no es, por lo tanto, una norma pensada para que los
'ciudadanos la interpreten en pie de igualdad y los jueces «verifiquen» tuál
de las interpretaciones contradictorias es la mejor, sino que es una norma
pensada para recibir una interpretación política controlada en su manifes-
tación normativa en última instancia por un órgano ad hoc no integrado en
el Poder Judicial.
La interpretación de la Ley y la intepretación de la Constitución son un
reflejo de la Sociedad Civil y del Estado Constitucional. La interpretación
de la Ley es el reino de la igualdad. La interpretación de la Constitución
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LA INTERPRETACIÓN DE IA CONSTITUCIÓN 135

es el reino del monopolio. Los individuos son iguales en la interpretación


de la Ley porque así lo exige una sociedad igualitaria, en la que no puede
haber relaciones de sujeción personal. Los individuos son iguales en la inter-
pretación de la Constitución, porque así lo exige un Estado que tiene el mono-
' polio del poder. En la primera, los individuos interpretan libremente la ley
en pie de igualdad, sin intermediarios, como son las relaciones sociales. Por
eso es una interpretación igualitaria y libre. En la segunda, la intepretación
es igual para todos, porque la hacen por igual para todos los ciudadanos
dos órganos que expresan el monopolio del poder en que el Estado consiste:
el Parlamento, que tiene el monopolio para hacer la ley, y el Tribunal Cóns-
titucional, que tiene el monopolio del control de constitucionalidad de la
ley. Intepretación de la Ley e interpretación de la Constitución es una manera
específica de reflejar la vida de la Sociedad Civil y del Estado Constitucional.
La pregunta vuelve a imponerse:. ¿pueden los criterios de intepretación
ser los mismos cuando los intérpretes son todos los ciudadanos en pie de
igualdad que cuando hay intérpretes privilegiados? Dejemos de nuevo la
cuestión aquí.

c) La Interpretación de la Ley .y la Constitución desde una perspectiva


teleológico

La finalidad que se persigue con la interpretación de la ley es algo que


nadie discute: cada ciudadano tiene que encontrar la mejor de las soluciones
posibles al problema que sea. Si no hay conflicto, es que los ciudadanos están
contentos con la solución que han encontrado al problema. En caso de con-
flicto, es el juez el que decide cuál es la mejor. En la interpretación de la
ley, siempre que hay conflicto, no basta con encontrar una solución «que
quepa» dentro de la ley, sino que hay que. intentar encontrar cuál es la mejor
de todas, tomando en consideración todas las circunstancias particulares que
concurren en el caso.
Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor. Cuando dos ciuda-
danos interpretan de manera distinta el contrato de matrimonio, no hay
mutuo acuerdo y tienen que acudir al juez de familia para que éste decida
sobre las interpretaciones contradictorias de ambos, lo que se espera de juez
es que dicte «la mejor» de las sentencias posibles en ese caso concreto. El
juez tiene que intentar verificar cuál de las interpretaciones que se someten
a su consideración es la mejor en lo que se refiere a la concesión de la patria
potestad, al régimen de visitas a los hijos, a la cuantía de la pensión, etc.
La finalidad de la interpretación es «hacer justicia». Como el legislador no
ha podido prever todas las circunstancias que pueden concurrir en cada caso,
ha fijado «la ley», «la norma». Hay que encontrar el «mejor encaje» posible
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136 JAVIER PÉREZ ROYO.

del caso concreto en la ley, en la norma. Este es el objetivo de la inter-


pretación jurídica.
La finalidad de la intepretación de la Constitución no es en absoluto
ésa. La interpretación «mejor» de la Constitución es, por hipótesis, la que
hace el legislador. El criterio de interpretación mejor o peor es un criterio
exclusivamente político. Es la sociedad a través de sus representantes la que
decide cuál es la mejor interpretación de la Constitución. Y porque considera
que es la mejor, es por lo que la' sociedad elige una determinada mayoría
parlamentaria y ésta aprueba las normas que considera adecuadas a las pre-
ferencias políticas manifestadas por los ciudadanos en las urnas.
La Constitución opera corno un límite para dicha interpretación y tiene,
por tanto, que ser interpretada en cuanto tal. La interpretación efectuada
por el legislador no tiene por qué ser la mejor desde una perspectiva racional.
El Tribunal Constitucional puede considerar que no es la mejor, ni la que
mejor responde a la letra y al espíritu de la Constitución. Y sin embargo,
si la interpretación «cabe» dentro de la Constitución, dicha interpretación
no debe ser anulada, la ley tiene que ser declarada constitucional.
Aunque es un tema sobre el que se volverá más adelante, hay un ejemplo
paradigmático de este tipo de interpretación por parte del Tribunal Cons-
titucional que merece ser mencionado en este momento. Se trata de la STC
108/1986. La cuestión a resolver era la de si el término «entre» utilizado
por la Constitución («entre jueces y magistrados», art. 122.3) para la desig-
nación de 12 vocales del Consejo General del Poder Judicial debía ser inter-
pretado como «entre y por» o si podía ser interpretado exclusivamente como
«entre», atribuyéndose la designación a las Cortel Generales. La primera
fue la interpretación que hizo la mayoría parlamentaria de UCD. La segunda,
la interpretación que hizo la mayoría parlamentaria socialista.
Recurrida esta última ante el Tribunal Constitucional, la sentencia men-
cionada diría: «La finalidad de la norma sería.., la de asegurar que la com-
posición del Consejo refleje el pluralismo existente en el seno de la sociedad
y, muy en especial, en el seno del Poder Judicial. Que esta finalidad se alcanza
más fácilmente atribuyendo a los propios Jueces y Magistrados la facultad
de elegir a doce de los miembros del CGPJ es cosa que ofrece poca duda...
Pero no es fundamento suficiente para declarar su invalidez, ya que es doctrina
constante de este Tribunal que la validez de la ley ha de ser preservada cuan-
do su texto no impide una interpretación adecuada a la Constitución.»
¿Se imaginan ustedes lo que ocurriría si un juez, el juez de familia de
nuestro ejemplo anterior, actuara como lo ha hecho el Tribunal Constitu-
cional en esta sentencia? ¿Se imaginan el escándalo que se produciría, si
un juez dijera: «en mi opinión, la patria potestad la tiene que tener tal cón-
yuge, pero como la ley permite que la tenga el otro, pues que la tenga el
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LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 137

otro?», o «ten mi opinión, tal cónyuge debería pasarle una pensión al otro,
pero como la ley permite que no se la pase, pues que no se la pase?»
Un juez que actuara de esta manera sería sometido con seguridad a un
expediente disciplinario y acabaría o internado en un establecimiento psi-
quiátrico o sancionado con la separación del servicio.
Y sin embargo, eso es lo que hizo el Tribunal Constitucional. Y además
hizo bien, hizo lo que tenía que hacer. Por unanimidad. La misma conducta
que habría sido aberrante en un Tribunal de Justicia resulta ser intachable
en un Tribunal Constitucional.
Y es que el objetivo de la interpretación constitucional es completamente'
distinto del de la interpretación jurídica en general. En la interpretación jurí-
dica rige la igualdad. Por eso la interpretación tiene que estar destinada a
hacer justicia, a buscar lo mejor: En la interpretación: constitucional rige el
privilegio. Se trata de un «privilegio igualitario», democráticamente definido,
democráticamente legitimado. Pero es un privilegio interpretativo del legis-
lador. Siempre que el privilegio no traspase el límite fijado por el consti-
tuyente, debe ser mantenido.
La pregunta vuelve a imponerse: ¿pueden las reglas de interpretación
pensadas para alcanzar la finalidad de administrar justicia ser las mismas
que aquellas que están destinadas a una finalidad completamente distinta?
Creo que ahora se comprenderá con claridad por qué se ha planteado
el problema de la interpretación de la Constitución, una vez que ésta se afir-
ma como norma jurídica, como algo distinto de la interpretación jurídica
tradicional. La operación de interpretar la ley y la Constitución. son distintas
por el objeto, por el intérprete y por la finalidad que persiguen. Por eso
ha habido que construir una teoría de la interpretación de la Constitución.
No es un capricho de los constitucionalistas, que queremos•ser diferentes.
Es que; como decía Shakespeare (Enrique V), «las cosas son como son».
Ahora bien, con esto sabemos ya que la interpretación de la Constitución
tiene que ser distinta de la interpretación jurídica en general, pero no sabe-
mos nada de en qué consiste esa interpretación distinta. En consecuencia,
después de haber dado respuesta a los dos interrogantes «¿por qué no? y
¿por qué sí?», ha llegado el momento de pasar a la exposición del método
de interpretación característico del Derecho Constitucional. Es lo que vamos
a hacer en lo que queda de Lección.
24 4

133 JAVIER PÉREZ ROYO

5.4. La interpretación constitucional

a) La contribución de las reglas tradicionales de la interpretación


jurídica a la interpretación constitucional

Despejemos de entrada un posible malentendido. Las reglas tradicionales


de la interpretación jurídica también son utilizadas en la interpretación de
la Constitución. Si hasta este momento se ha podido dar la impresión de
que no es así, tal impresión debe ser corregida. La diferencia entre la inte-
pretación de la Constitución y la de la ley no reside en que las reglas de
interpretación de esta última no valen para la primera, sino en que tales
reglas son condición necesaria y suficiente para la interpretación de la ley,
en tanto que son condición necesaria pero no suficiente para la interpretación
de la Constitución. Pero son condición necesaria, y en cuanto tal dichas reglas
tienen que ser tomadas en consideración.
Obviamente, la exposición de las reglas de interpretación corresponde
a la Teoría General del Derecho Privado, que se efectúa en el primer Curso
de Derecho Civil. En consecuencia, aquí sólo vamos a ocuparnos de ellas
desde la perspectiva de la Constitución, para poner de manifiesto cuál es
su utilidad y qué uso se ha hecho de las mismas por parte de la jurisprudencia
constitucional.
Tales reglas son las cuatro que formulara Savigny en el siglo pasado:
1.' La interpretación gramatical, que se basa en el texto de la norma,
en su dicción literal y en el sentido que tienen las palabras utilizadas por
el legislador.
2.' La interpretación sistemática, que acude a la conexión del precepto
que se tiene que interpretar con el derecho en que se inserta. --
3.a La interpretación teleológica, que atiende a la finalidad perseguida
por la norma.
4.a La interpretación histórica, que toma en consideración el origen de
la norma, es decir, el proceso a través del cual ha sido producida.
Estos cuatro criterios no son alternativos, es decir, no tienen por qué
conducir a resultados interpretativos distintos, aunque puede ocurrir que así
sea. Obviamente la interpretación más segura es aquella en la que las cuatro
reglas conducen al mismo resultado. La coincidencia de las cuatro reglas •
es una suerte de prueba del nueve de que el resultado es correcto. Pero
es frecuente que las reglas no coincidan en sus resultados y que haya que
optar por una de ellas. En tal caso, entre las reglas gramatical, sistemática
y teleológica no hay preferencia. Cualquiera de ellas es igualmente válida
para fundamentar una interpretación. La interpretación histórica es la única
que no puede servir de base por sí sola para fundamentar una interpretación.
241

LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 139

Se trata de una regla complementaria, pero no única. La razón de que así


sea es clara: la interpretación es interpretación de normas, desvinculadas de
la motivación o intención política del legislador al dictarla. En el método
histórico es en el que la norma está más contaminada de política. Por eso
no puede valer por sí solo, sino que tiene que ser un método complementario.
Estas son las reglas tradicionales de la interpretación jurídica. A con-
tinuación vamos a ver qué uso ha hecho de las mismas el Tribunal Cons-
titucional para interpretar la Constitución Española. Obviamente, las refe-
rencias son puramente ilustrativas.
1. Interpretación gramatical. La utilización más llamativa de este criterio
se ha producido en la interpretación de la Ley Orgánica. Puesto que el ar-
tículo 81.1. CE dice que son leyes orgánicas «las relativas al desarrollo de
los derechos fundamentales y libertades públicas», y esos términos coinciden
literalmente con la rúbrica 'de la Sección Primera del Capítulo II del Título'
I, el Tribunal Constitucional concluye que la Ley Orgánica está reservada
para regular únicamente los derechos y libertades comprendidos en esa Sec-
ción (SSTC 76/1983 y 160/1987, entre otras). En la Lección 20.1 lo veremos
detenidamente.
II. Interpretación sistemática. El Tribunal Constitucional *ha hecho uso
de esta regla de interpretación de manera permanente. Ya en un Auto de
1981, el 60/1981, diría que la interpretación de los preceptos constitucionales
no puede hacerse «aisladamente y desde sí mismos, sino siempre en relación
con otros preceptos y con la unidad propia de la Constitución en la que
están insertos». Y en la STC 5/1983 añadiría en relación con el artículo
23.2 CE que ha de ser interpretado «considerando la Constitución como un
todo, en el que cada precepto encuentra su sentido pleno valorándolo en
relación con los demás».
III. Interpretación teleológica. El Tribunal Constitucional ha hecho uso
de manera constante de esta regla en la interpretación del Decreto-ley pre-
visto en el artículo 86 CE. Frente a los partidarios de la interpretación gra-
matical o literal de dicho artículo, el TC, en la sentencia 111/1983, diría lo
siguiente: «... la tesis partidaria de una expansión de la limitación contenida
en el artículo 86.1 de la CE se sustenta en una idea tan restrictiva del Decre-
to-ley que lleva en su seno el vaciamiento de la figura y la hace inservible
para regular con mayor o menor incidencia cualquier aspecto concerniente
a las materias incluidas en el Título I de la Constitución sin más base inter-
pretativa que el otorgamiento al verbo "afectar" de un contenido literal
amplísimo; como con tan exigua base se conduce a la inutilidad absoluta
del Decreto-ley... es claro que tal interpretación... tampoco puede ser acep-
tada». Volveremos sobre esta cuestión en la Lección 20.a
IV. Interpretación histórica. Desde una de sus primeras sentencias, la
5/1981, al interpretar el derecho a la educación y la libertad de enseñanza,
242

140 JAVIER PÉREZ ROYO

el Tribunal Constitucional consideró que los debates parlamentarios «son


un importante elemento de interpretación aunque no la determinen». En
múltiples ocasiones ha hecho uso de esta regla interpretativa posteriormente,
pero nunca como criterio suficiente para fundamentar la interpretación.
Todas las reglas tradicionales de la interpretación jurídica han sido y son
utilizadas en la interpretación de la Constitución. Esto no debe perderse nun-
ca de vista. El Derecho Constitucional es un derecho «peculiar», pero es
derecho y no puede quedar, por tanto, al margen por completo de lo que
es la manera de proceder usual en el resto del mundo del derecho.
Ahora bien, sí las reglas tradicionales son necesarias para interpretar la
Constitución, no son, sin embargo, suficientes. En la Constitución hay muchos
preceptos imposibles de interpretar a partir de las reglas tradicionales de
la interpretación jurídica. Veamos algunos: «España se constituye en Estado
"social de Derecho» s(art.1.1); se prohibe la discriminación por «cualquier otra
circunstancia personal o social» (art. 14); el sistema tributario será «justo
y progresivo», pero «no con.fiscatorio» (art. 31); «toda la riqueza del país
en sus distintas formas, y sea cual sea .su titularidad, está subordinada al
interés general» (128.1); «el Estado garantiza la realización efectiva del prin-
cipio de solidaridad... velando por el establecimiento de un equilibrio eco-
nómico adecuado y justo entre las diversas partes del territorio» (138.1); «el
Estado podrá transferir o delegar facultades correspondientes a materias de
titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de trans-
ferencia o delegación» (art. 150.2). Los ejemplos podrían multiplicarse.
¿Cómo es posible interpretar a partir de las reglas tradicionales estos
preceptos? ¿Cómo se puede saber a partir de ellos cuándo un acto de legis-
lador va en la dirección de construir un «Estado social» y cuándo no?; ¿o
cuándo una ley da un trato diferenciador legítimo o uno discriminatorio pros-
crito con base en «cualquier otra circunstancia personal o social»?; ¿o cuándo
una facultad correspondiente a materia de titularidad estatal es susceptible
por su propia naturaleza de transferencia o delegación?
Hay operaciones. de interpretación de la Constitución para las que las
reglas tradicionales de la interpretación jurídica son insuficientes. Como tales
normas también tienen que ser interpretadas, es necesario diseñar un método
específico para ello. Es, precisamente, lo que ha intentado la teoría de la
interpretación constitucional con la definición del método tópico, como méto-
do específico de interpretación de la Constitución. Es el que vamos a estudiar
a continuación.

b) El metódo «tópico»: principios y límites de la interpretación constitucional


El método «tópico» es el resultado de la confluencia de tres circunstancias
en la operación de interpretar la Constitución, a las que ya se ha hecho refe-
rencia en lo expuesto hasta el momento:
24

LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 141

1.a La estructura normativa peculiar de la Constitución, diferente de


la de las demás normas jurídicas.
2.a La remisión en general al legislador para que «cree» derecho dentro
del marco fijado por la propia Constitución. En los preceptos recién trans-
critos tal remisión es lo único que hace posible que tengan algún contenido
y puedan, en consecuencia, servir para algo. Pero, la remisión es general y
tiene, como vamos a ver, alcance asimismo general para la interpretación
constitucional.
3.' La existencia de un límite impreciso, pero de un límite, que, llegado
el caso, puede y debe ser hecho valer frente al legislador por el Tribunal
Constitucional.
La necesidad de encontrar un punto de equilibrio entre la libertad de con-
figuración del legisladot y lA posibilidad de control del mismo por el Tribunal
Constitucional, es lo que explica el método tópico. Por eso, Scheuner ha dicho
que es la «hermenéutica específica jurídico-constitucional».
Se trata, por tanto, de un método que está determinado por la interacción
Política y Derecho tal como está institucionalizada en la Constitución Demo-
crática en la forma de Parlamento y Tribunal Constitucional.
El punto de partida es el siguiente. La posición del legislador es única
en el mundo del derecho y, en consecuencia, el método para interpretar sus
actos también tiene que ser único. ¿Por qué? Lo vamos a ver.
Todos los posibles sujetos de operaciones jurídicas, personas físicas o jurí-
dicas, Administraciones Públicas en todas su formas de manifestación (es-
tatal, autonómica, municipal) y en todas sus formas de actividad (empresas
públicas en régimen de monopolio o no, etc.), absolutamente todos, encuen-
tran el fundamento de su actividad en una norma jurídica, bien en una norma
concreta, bien en una norma que puede ser deducida del ordenamiento.
Nadie crea derecho. Todo el mundo interpreta o ejecuta derecho. Por eso,
cualquier conducta privada o pública puede ser residenciada ante un Tribunal
de*Justicia, que tiene que dar una respuesta a la pretensión que se plantee
con base en una norma' del ordenamiento. Para este universo jurídico es
para el que está pensada la interpretación jurídica tradicional.
Ese universo no vale para el legislador. El legislador no tiene por qué
buscar fundamento alguno a sus actos. El legislador es el representante de
los ciudadanos, de la sociedad, y no necesita, en consecuencia, justificar sus
actos. El es la voluntad general. Por eso el legislador no ejecuta derecho,
ni siquiera. la Constitución. El legislador crea derecho a partir de la Cons-
titución y con el límite que la Constitución Ripone. Pero crea derecho. No
interpreta una voluntad ajena, sino que expresa una voluntad propia.
Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor. El legislador se
encuentra con que la sociedad tiene un problema. El que sea: el mercado
244

142 JAVIER PÉREZ ROYO

de trabajo, la seguridad ciudadana, las pensiones, la evasión fiscal, la ense-


ñanza universitaria, etc. El legislador se encuentra con que no hay ninguna
respuesta pre-decidida para estos problemas y con que no puede haberla.
Es él el que tiene que dársela, ya que para eso lo han elegido los ciudadanos.
Y se la da, aprobando la ley correspondiente.
La posición del legislador y de los demás sujetos jurídicos sin excepción
es completamente distinta. Por eso, el método de interpretación de los actos
del primero y los de los segundos no puede ser el mismo.
En la interpretación jurídica para todo el mundo sin excepción se trata
de ver cómo encaja una conducta en una norma. Tanto si la conducta es
privada como pública. En la interpretación constitucional no hay nada de
esto. No hay voluntad previa y ajena a la del legislador con la que comparar
sus actos. La voluntad del legislador es la voluntad del Estado y por encima
de la voluntad del Estado no hay nada. No hay ninguna voluntad superior
que le diga al legislador lo.que tiene que hacer. El legislador tiene que decidir
libremente qué es lo que tiene que hacer, a fin de dar respuesta a los pro-
blemas que la sociedad encuentra en su camino. Y tiene que poder hacerlo
constitucionalmente. La Constitución no puede ser un obstáculo insoportable
para el proceso político a través del cual la sociedad se autodirige.
Pero la Constitución sí es y deber ser un límite para la voluntad del legis-
lador, que puede querer prácticamente todo, pero no todo.
¿Cómo se controla esto? ¿Dónde está la línea divisoria entre el prác-
ticamente todo y el todo? Esto es lo que tiene que hacer el Tribunal Cons-
titucional. ¿Puede hacerlo como lo hacen los Tribunales de Justicia cuando
controlan las conductas privadas o públicas? Está claro que no. La relación
entre norma y sujeto jurídico se ha invertido. El método de interpretación
también tiene que ser invertido.
En esto consiste el método tópico, en la inversión del procedimiento que
se sigue en el mundo del derecho en general. Por eso decía antes que el
cambio en la interpretación es de carácter general. El método de interpre-
tación constitucional es .el inverso al método jurídico normal.
Ahora bien, ¿cómo se concreta dicho método tópico? Fundamentalmente
lo que la interpretación constitucional hace es partir del problema con el
que la sociedad se encuentra Y de la respuesta que ha recibido por parte
del legislador y comprobar si se ha traspasado ó no en ella el límite fijado
por la Constitución. En lugar de partir de la Constitución para ver si se adecua
o no el comportamiento del legislador a lo que en ella se prevé, se procede
al revés. Lo primero que hay que analizar es la respuesta que ha dado la
sociedad a través de sus representantes al problema con el que se tenía que
enfrentar. La sociedad tiene que tener en esa tarea una• libertad práctica-
mente total. Unicamente puede haberse autoimpuesto a través de la Cons-
24 5

LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 143

titución unos límites extremos, ya que, de lo contrario, se habría maniatado


para enfrentarse al cambio. La presunción de legitimidad de la respuesta
social a través de la ley es, pues, muy fuerte. Para destruirla tiene que resultar
claro e inequívoco que se han sobrepasado esos límites extremos.
La interpretación constitucional es, por tanto, una interpretación de lími-
tes. En prinier lugar, por parte del legislador, que, al dictar la norma, tiene
que analizar cuáles son los límites que le marca la Constitución. En segundo
lugar, por el Tribunal Constitucional, que tendrá eventualmente que revisar
si los límites constitucionales del legislador son los que él considera como
tales o no. Para los dos intérpretes «auténticos» de la Constitución, ésta es
simplemente un límite.
Ahora bien, es un límite que opera de manera distinta para uno y para
otro. La Constitución es un límite para el legislador, pero el legislador no
tiene por qué quedarse en el límite o llegar hasta el limite que la Constitución
le fija. Puede quedarse muy lejos del límite al dictar la ley. Y es que el legis-
lador interpreta la Constitución para dictar una norma, para dar solución
a un problema creando derecho. Para el Tribunal Constitucional, por el con-
trario, la Constitución es exclusivamente límite, ya que su función no es la
de crear derecho, sino la de impedir que se cree derecho anticonstitucional.
Se trata, por tanto, de dos interpretaciones constitucionales distintas. Una
interpretación política, esto es, orientada al problema que se ha de resolver,
que se traduce en una interpretación jurídica positiva, creando derecho. Es
la interpretación constitucional del legislador. A esta interpretación se super-
pone eventualmente una interpretación constitucional exclusivamente jurí-
• dica, no orientada a la solución de ningún problema, sino única y exclusi-
vamente a evitar que se le dé a un problema la solución que no se le debe
dar. Es la interpretación del Tribunal Constitucional, que es puramente nega-
tiva o defensiva.
Entre una y otra tiene que haber una conexión. El legislador tiene que
autolimitarse al dictar la ley, ya que su interpretación política debe ser jurí-
dicamente correcta. Pero el Tribunal Constitucional debe autolimitarse en
su revisión de la interpretación del legislador, ya que su interpretación jUrí-
dica no debe reducir indebidamente el margen de la intepretación política
de aquél. Si el Tribunal Constitucional no se autolimitara en su interpretación
de la Constitución, su actuación conduciría inevitablemente al bloqueo del
sistema político, dejando sin respuesta a los problemas de la sociedad.
Esta es la gran cuestión de la interpretación constitucional. ¿Cómo se
respeta la libertad política del legislador afirmando simultáneamente la Cons-
titución como norma jurídica? A esto es a lo que responde el método tópico,
que no es, en última instancia, más que un reconocimiento expreso de la
legitimidad política democrática del legislador como un elemento de primer
246

144 JAVIER PÉREZ ROYO

orden en la interpretación constitucional de sus productos normativos por


parte del máximo intérprete de la Constitución. En este sentido es el método
imprescindible de interpretación constitucional en una sociedad democrática,
en la que el Derecho debe ser un límite para la Política, pero nada más .
que un límite. Reducir la Política a Derecho ni es posible ni deseable. Este
es un principio que debe presidir siempre la interpretación constitucional.
Es lo que se expresa a través del «método tópico».
El método está diseñado, pues, para hacer posible el «mínimo de segu-
ridad» que una sociedad debe tener en su proceso de autodirección política
y no para obtener el «máximo de seguridad» que debe tener en sus relaciones
privadas o en las relaciones entre los ciudadanos y las distintas Adminis-
traciones Públicas.
La imprecisión del método de la interpretación constitucional frente a
la precisión del método de la interpretación jurídica no es, por tanto, casual.
Viene exigida por la propia naturaleza o peculiaridad del Derecho Cons-
titucional como derecho, de la que tuvimos ocasión de ocuparnos en la Lec-
ción 1.a
Justamente por eso, porque el método tópico es un método impreciso,
es por lo que en la doctrina y en la jurisprudencia constitucional se han ido
definiendo una serie de «principios de interpretación de la Constitución», a
través de los cuales se intenta obtener algo más de seguridad desde el punto
de vista de la argumentación racional en dicho proceso de interpretación.
Son los siguientes:
1.° Principio de unidad de la Constitución. Como ya se ha visto, es algo
que el Tribunal Constitucional ha resaltado de manera expresa. La inter-
pretación tiene que estar orientada siempre a preservar la unidad de la Cons-
titución como punto de partida de todo el ordenamiento jurídico.
2.° Principio de concordancia práctica. Con este principio se" pretende
«optimizar» la interpretación de las normas constitucionales entre las que
pueda darse una relación de tensión en la práctica. Por ejemplo, en las rela-
ciones entre el derecho al honor y la intimidad y la libertad de información,
o entre los principios de libertad y seguridad. Hay que interpretar la Cons-
titución de tal manera que no se produzca el «sacrificio» de una norma o
valor constitucional en aras de otra norma o valor. La tarea de «ponderación»
de valores o bienes constitucionalmente protegidos es importantísima en la
interpretación constitucional.
3.° Principio de corrección funcional. Se trata con él de no desvirtuar
la distribución de funciones y el equilibrio entre los poderes del Estado dise-
ñado por la Constitución. Tiene especial importancia en las relaciones entre
el propio Tribunal Constitucional y el legislador.
4.° Principio de la función integradora. La Constitución debe ser un ins-
trumento de «agregación» y no de «desagregación» política de la comunidad.
LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN 145

Es algo que no se puede perder de vista en la interpretación de la misma


ante cualquier conflicto.
5.° Principio de la fuerza normativa de la Constitución. Aunque la inter-
pretación de la Constitución pueda ser muy flexible, la Constitución es norma
jurídica y no puede acabar perdiendo por la vía de la interpretación su fuerza
normativa. La Constitución es fundamentalmente límite, pero tiene que con-
tinuar siéndolo.
Con ello se quiere decir que, si la interpretación constitucional es una
interpretación de límites, también ella tiene sus límites. No se puede «des-
naturalizar» el texto constitucional por la via de la interpretación. Cuando
no es posible encontrar justificación a una ley dentro de la Constitución,
hay que hacer valer la Constitución frente a la ley y hay que hacerle ver
al legislador que lo que quiere hacer sólo puede hacerlo a través del pro-
. cedimiento cle.reforma previsto en la .Constitución. Si importante es no res-
tringir indebidamente la libertad de configuración del legislador, no lo es
menos afirmar la Constitución como límite para las decisiones políticas que
pueda adoptar. Ese es el mínimo de seguridad en que la Constitución como
norma jurídica consiste. En ese mínimo descansa en buena medida el máximo
de seguridad que proporciona el ordenamiento jurídico del Estado. Por eso,
la interpretación de la Constitución es imprecisa pero importantísima.

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