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A lo largo de nuestra vida la forma de ver las cosas va cambiando, cuando somos
niños vivimos con más libertad, pero en la medida que vamos creciendo, poco a
poco cambia nuestra forma de ver todo y empezamos a hacer cosas y a actuar, no
tanto en base a lo que pensamos que está bien, si no comenzamos a actuar y
pensar en cómo agradar a otros.
La vida que se vive para agradar a otros, es un largo y cansado camino, por el
que, si decidimos coger ese camino, vamos a tener muchas frustraciones,
tristezas, amarguras e insatisfacciones, desilusiones, traiciones, desengaños
porque no hay nada más difícil que vivir para agradar a los hombres y en nuestro
camino hacia la meta, lo único y realmente importante es agradar a Dios.
Como decía la escritura del inicio en Gálatas en la versión Reina Valera dice
“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a
los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.”
Así que tiene que haber un momento en nuestras vidas en el que tenemos que
hacernos esta pregunta ¿Qué busco? ¿Qué busca mi corazón? ¿Busco el favor
de los hombres o el favor de Dios? ¿Trato de agradar a los hombres o quiero
agradar a Dios?
Esto no quiere decir que debemos vivir por encima de los demás sin ninguna
empatía o sin ninguna consideración, se trata de vivir una vida auténtica, que
busca agradar a Dios y en esa búsqueda también seremos aprobados por los
hombres, como dice en Romanos 14:18 “Porque el que de esta manera sirve a
Cristo, es aceptable a Dios y aprobado por los hombres.”
Hay una frase tan conocida y es cuando decimos “Es imposible agradar a todo el
mundo” y si es real, porque querer agradar a todos agota, cualquier cosa que
hagamos a unos les parecerá bien, a otros les parecerá mal, otros opinarán que
quizás deberíamos de actuar de otra manera, otros dirán que es mejor que lo
hagamos como a ellos les ha dado resultado y al final del día, habremos tomado
decisiones basadas en los criterios de otros, pero no en lo que Dios dice que es lo
correcto, y esa debe ser nuestra única guía y seguridad, que Dios se agrade de
nuestros actos.
Para eso vamos a reflexionar hoy en tres cosas que podemos hacer en nuestro
camino hacia la meta para buscar agradar a Dios y no vivir pendientes y agotados
queriendo agradar a otros.
Efesios 6:5-10 nos da esas claves dice: “Siervos, obedeced a vuestros amos
terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;
no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como
siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena
voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno
hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con
ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro
está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.”
Esta escritura nos habla de 3 cualidades que debe tener un corazón que agrada a
Dios
Así que no es posible agradar a todos, pero si procuramos con diligencia tener un
corazón que agrade a Dios, tendremos corazones sencillos, corazones que hacen
la voluntad de Dios y corazones dispuestos a hacer el bien, que es lo que tanto
necesita este mundo.