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El documento describe la última de las afrentas que Santa Rosa de Lima tuvo que soportar por parte del diablo según se relata. En esta ocasión, el diablo se le apareció como un gigante y la tomó, batallando con ella durante horas enteras en un intento por hacerse con su espíritu y fe, pero la santa lo venció una vez más rezando al Señor. Al día siguiente, Santa Rosa contó a sus hermanas los eventos de esa noche.
Descripción original:
Título original
De las afrentas que santa Rosa de Lima tuvo que soportar por parte del diablo
El documento describe la última de las afrentas que Santa Rosa de Lima tuvo que soportar por parte del diablo según se relata. En esta ocasión, el diablo se le apareció como un gigante y la tomó, batallando con ella durante horas enteras en un intento por hacerse con su espíritu y fe, pero la santa lo venció una vez más rezando al Señor. Al día siguiente, Santa Rosa contó a sus hermanas los eventos de esa noche.
El documento describe la última de las afrentas que Santa Rosa de Lima tuvo que soportar por parte del diablo según se relata. En esta ocasión, el diablo se le apareció como un gigante y la tomó, batallando con ella durante horas enteras en un intento por hacerse con su espíritu y fe, pero la santa lo venció una vez más rezando al Señor. Al día siguiente, Santa Rosa contó a sus hermanas los eventos de esa noche.
De las afrentas que santa Rosa de Lima tuvo que soportar por parte del diablo, según se
relata, la representada por Cristóbal de Villalpando correspondería a la última del terrible
repertorio. Leopoldo Marechal, en “Vida de Santa Rosa de Lima” (1945), registra la historia en cuestión. La santa, nacida en 1586 en lo que entonces fuera virreinato del Perú, había tenido ya distintos encuentros con el diablo en sus tiempos de oración dentro del claustro y, las más de las veces, este se le había presentado bajo la forma de un perro mastín a quien la santa llamara “sarnoso”; de tal episodio es testimonio el grabado de Cornelis Galle, “El demonio en forma de perro ataca a Rosa”. Nos narra Marechal que, una vez humillado el perro en uno de sus encuentros, este se abalanzó contra la santa –como se aprecia en el grabado-, la tomó entre sus mandíbulas –la bestia era de grandes proporciones- y la movió de un lado a otro por el aire. Bastó con una plegaria al Señor para que la soltara, huyera y la santa se considerase, de nuevo, vencedora frente a su enemigo. Otras batallas siguieron a esta y en cada una, librada en nuevos lugares y con el diablo oculto en distintas formas, la santa lo vencía y este huía. Acaso fuera la que tuvo lugar en la despensa de una casa la más compleja de todas y la que de Villalpando decidiera pintar. Se encontraba allí santa Rosa procurando orar cuando sintió junto a ella, de nuevo, la presencia del diablo. Nomás haberlo reconocido empezó a llamarlo para que se mostrase, y así lo hizo, no en forma ya de perro sino como un gigante. De nuevo tomó a la santa y contra ella batalló horas enteras. La retomada empresa de hacerse con su espíritu y su fe no supo, de nuevo, lograr su cometido y el diablo, resignado como estaba, volvió a dejar a la santa. Los eventos de esa noche serían relatados por la misma santa Rosa a sus hermanas la mañana siguiente.