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El esquema de clases sociales en Bolivia

Eduardo Paz Gonzales

Agradezco a Juan Pablo Neri y a Sergio Ramírez por la oportunidad de presentar resultados de
la investigación sobre clases sociales que desarrollé en el Instituto de Investigaciones
Sociológicas Mauricio Lefebvre. Esta investigación la emprendí en 2022 y utilicé como principal
fuente de datos la Encuesta de Hogares de 2019 así como una revisión y crítica de la literatura
existente. El trabajo es extenso y se encuentra en edición en el IDIS para próxima publicación,
así que el conjunto pormenorizado de detalles de investigación se podrá encontrar pronto para
revisión y críticas, desde luego bienvenidas. Al escribir estas páginas procuro usar algo más de
la mitad del tiempo provisto por los organizadores a fin de no cansar demasiado al auditorio
con un documento que es leído.

El interés detrás de este trabajo surge de un contexto muy preciso de investigaciones


anteriores. Desde 2017 desarrollé distintos proyectos de investigación que fueron desde la
exploración de los límites de nociones de “clase media”, que se habían puesto de moda, hasta
la movilidad social de trabajadores. Esos trabajos se realizaron en clave cualitativa, más que
todo empleando los relatos de vida. Lo que comparten esas investigaciones es la inquietud por
mostrar clases sociales y trayectorias de movilidad social más allá de la variable de ingreso.

Analicé entonces que dentro del estrato medio de ingreso había condiciones de clase muy
diferentes. La vendedora propietaria de una tienda de abarrotes compartía estrato con el
empleado estatal y con la profesora de universidad a tiempo horario con consultorio privado en
las tardes. El ingreso per cápita del hogar caía en los lugares de estrato medio, pero las
coberturas de seguridad social, los horarios trabajados, la estabilidad del ingreso eran muy
contrastantes. Del mismo modo cuando nos concentramos con Sergio Ramirez en procesos de
movilidad social encontramos en trabajadores ferroviarios y textileros destinos sociales
diferentes para sus hijos: la licenciatura acompañaba mudarse a otro barrio, buscar pareja en
otro nivel educativo, aunque sus trabajos no fueran tan estables como el de sus padres. 
Con certeza se puede decir que eran diferentes unos de otros, sean los que compartían su lugar
en ese estrato medio o sean los hijos respecto de los padres obreros. La diferencia era evidente
y las pruebas empíricas permiten corroborarlo. Pero esa diferencia no tenía un marco en el que
se pudiera situar y establecer si dos actores pertenecían a dos categorías socioeconómicas
diferentes. Ante la falta de referentes para ubicar y contrastar se impuso la necesidad de
generar un esquema de clases sociales.

El poco interés sociológico que se ha prestado en Bolivia a la estructura de clases (aunque no de


las clases consideradas de modo aislado) como conjunto contrasta con los amplios esfuerzos
que se han realizado en otros países. En Inglaterra, con mucha influencia sobre otros países
industriales hubo un avance de la perspectiva neoweberiana, encarnada principalmente en el
proyecto CASMIN (Comparative Analysis of Social Mobility in Industrialized Nations)

Otro proyecto sustantivo de estratificación social es heredero de los primeros esfuerzos de


Germani por abordar el tema en la Argentina (Germani 1987). En años recientes el interés en la
estructura de clases fue acompañado por preguntas sobre la movilidad social, algo que queda
plasmado en el trabajo de Pablo Dalle (2013). En 2020 se publicó un trabajo coordinado por
Ruth Sautu que actualiza las problemáticas planteadas por Germani.

 Existe un tercer esfuerzo para analizar la estructura de clases. En nuestro medio es conocida la
obra de Pierre Bourdieu y en años recientes la posta que relaciona lo cultural con la estructura
de clases ha sido retomada por Mike Savage et al. (2013), que entre otras cosas desarrolló una
encuesta para medir capitales sociales, económicos y culturales (la Great British Class Survey). 

Se podría hacer una evaluación pormenorizada de las fortalezas y debilidades de los tres
esfuerzos. Pero la posibilidad práctica de aplicarlos sigue restringida por el hecho de que
encuestas fiables y bien hechas siguen siendo prohibitivas para el medio boliviano. La discusión
sobre la estratificación en Bolivia seguirá siendo intuitiva si solo nos remitimos a los autores;
estamos en una situación en que si no se produce evidencia solo produciremos ecos. Se trata
pues de encarar la construcción de un modelo sustentado que haga una propuesta y
adicionalmente desate una discusión fundamentada, y para ello habrá que empezar a trabajar
con la información que hay.

Situación de mercado, situación de empleo y grupo ocupacional

Comprender el mercado de trabajo no supone endilgar al mercado ninguna facultad de mejor o


peor asignación de recursos por sí mismo. Inclusive en las formulaciones de Weber se entendía
que los mercados funcionan con diferentes restricciones institucionales, mismas que son parte
de lo que hay que comprender. Recientemente Juan Pablo Pérez Sainz ha desarrollado el
argumento de que los mercados básicos (trabajo, capitales, tierra, conocimiento) son espacios
en el que se pone en juego la apropiación del excedente. En sus propias palabras,
hay que desplazar el énfasis analítico al ámbito de generación de los ingresos: los mercados.
Pero no cualquier tipo de mercado sino los básicos, aquellos donde justamente se definen las
condiciones de producción material de la sociedad. Este desplazamiento tiene una doble
consecuencia analítica. Por un lado, hace que el locus de generación de desigualdades, o sea los
mercados básicos, se entienda como campos de poder. (Pérez Sainz 2014: 16).
La situación de mercado nos permite desplegar de manera operativa dos dimensiones que son
la situación de empleo (si uno es dependiente, contratador o autónomo) y el grupo ocupacional
(si es gerente, obrera, chofer, abogada, cocinero, etc).  Estas distinciones en conjugación con las
ideas de los mercados básicos permiten construir analiticamente las diferencias entre las clases
sociales y llegamos al cuadro que nos lleva a la siguiente sección.

El esquema propuesto
(Poner diapositiva 1)
El esquema que se propone a la conclusión del análisis (demasiado extenso en sus operaciones
técnicas para resumirlo aquí) nos lleva a un esquema de ocho clases sociales.

Tres clases sociales se desprenden del mercado de trabajo visto desde el control de esa fuerza
de trabajo (DIAPOSITIVA 2): La burguesía, la pequeña burguesía empresaria y la clase ejecutiva.
La burguesía se distingue de la pequeña burguesía empresaria por ser quienes tienen una
empresa con más de diez empleados y en la cual puede presumirse que hay reproducción
ampliada del capital. La presunción no es gratuita. En el umbral de 10 empleados es que cambia
la fisonomía de las empresas: más formales, más capital, más educación y más ganancia. Este
umbral, se sospechaba en una parte de la literatura, estaba en los cinco empleados, pero la
evidencia de la encuesta de hogares lo sitúa en 10. Finalmente la clase ejecutiva está pegada a
las clases que controlan fuerza de trabajo, con un detalle, ellos mismos son empleados de
alguien y responden por sus acciones a un dueño. Esta diferencia permite además pensar de
manera independiente a los trabajadores que ocupan altos cargos del Estado.

Dos clases sociales se obtienen de la consideración del mercado de conocimiento (DIAPOSITIVA


3): los trabajadores expertos y la pequeña burguesía cultural. Siguiendo la tradición de la
clasificación, la pequeña burguesía cultural se compone de aquellos actores que tienen
credenciales educativas que les permite trabajar de manera independiente como abogados o
arquitectos. No se colapsan en la categoría de otros trabajadores autónomos porque sus
credenciales educativas les permiten acceder a ingresos sustancialmente más importantes que
aquellos trabajadores autónomos que no tienen credenciales educativas. Los trabajadores
expertos en cambio son aquellos que tienen credenciales educativas que les permite acceder al
mercado con la ventaja de que son necesitados por el Estado o por empresas privadas. En ese
sentido son dependientes, pero su ubicación en el mercado formal de trabajo es del todo
privilegiada, inclusive si se consideran los trabajadores rutinarios de oficina. Los empleados
rutinarios de oficina, llamativamente, son suficientemente diferentes del resto de trabajadores
que venden fuerza de trabajo porque la pizca de educación por encima del bachillerato los
ayuda a situarse mejor.

Una clase se diferencia por un uso combinado de ejercicio de fuerza de trabajo y el acceso a la
tierra (DIAPOSITIVA 4): los campesinos. Los dueños de grandes extensiones de tierra habrían de
contarse en la burguesía si contratan fuerza de trabajo, pero si solo rentan la tierra, en este
estudio son invisibles porque no hay datos fiables sobre renta de la tierra. Quienes son visibles
son las unidades domésticas campesinas que cualquiera que haya estudiado comunidades sabe
que son tremendamente diferenciadas internamente. El texto íntegro de esta investigación
dedica varias páginas a comentar cuan diferentes son los campesinos entre sí, y sin embargo,
desde la perspectiva de contraste con las otras clases, tiene al menos un núcleo común en la
organización de la unidad doméstica que la diferencia de las otras clases.

Finalmente quienes no tienen acceso privilegiado a ningún recurso en los mercados básicos son
los que venden fuerza de trabajo (DIAPOSITIVA 5). Habría que tomar mucho tiempo para
mostrar las oposiciones y categorías que se ensayaron en el trabajo para organizar a los
trabajadores de una manera significativa. Resulta que el trabajo manual/no manual no era una
buena distinción, como no lo es el trabajo productivo/improductivo que usaron algunos
marxistas ya pasaditos de moda. Ni lo formal e informal resultó suficiente aunque si dió la
pauta: allí donde parten aguas en sus características es cuando se considera si se tiene o no
seguridad social de algún tipo, sea la seguridad de corto plazo o la de largo. Así en este
esquema se consideran los trabajadores precarios -sin ninguna cobertura- y los trabajadores
protegidos.

El esquema de clases de ocho categorías permite pensar en distintas vetas de profundización en


el estudio de las clases sociales. En primer lugar están los propósitos manifiestos que se tenía
en mente cuando se empezó está investigación y es el de proveer un marco de referencia para
los estudios de movilidad social. Ya que se tienen las ocho clases de referencia y se han provisto
los criterios con los que cada clase queda establecida, debería ser factible que los estudios
cualitativos y cuantitativos de movilidad social puedan apoyarse en este esquema. La tarea
debería ser más sencilla en cuanto se saben cuales son los criterios que permiten distinguir, por
ejemplo, a un trabajador precario de uno que no lo es, o de distinguir entre empleadores a
aquellos que están a una escala de producción mayor de los que lo hacen en escalas menores. 

Pero hay otras vetas que se desprenden solo de haber realizado el recorrido de construir las
clases sociales. Se apuntó de pasada en páginas previas que como grupo ocupacional los
técnicos medios no habían sido vistos nunca -o yo desconozco dónde- por otros trabajos de
investigación. Algo semejante puede decirse, por ejemplo, sobre el tipo de relaciones y mundo
laboral que se esconde en la pequeña burguesía cultural. Sabemos más que todo por
experiencia nativa, que existen espacios en el que médicos realizan su trabajo en consultas
privadas y que tienen asistentes y secretarios. O algo semejante en los estudios de abogados o
de arquitectos. Pero realmente se sabe poco, en términos de empresa o emprendimiento
económico sobre el funcionamiento de los mismos. En este trabajo se hicieron consideraciones
sobre la pequeña burguesía cultural, reteniendo finalmente como tales a los que desarrollan su
trabajo de manera autónoma.

Dos cuestiones son un poco ineludibles. El trabajo deliberadamente rechaza la idea de clase
media más que todo porque la evidencia producida muestra que quienes solemos creer que
están en el medio se encuentran mucho mucho más arriba, de hecho en el decil más alto de
ingreso. Clase media es un concepto de la movilización política y creo que allí debe quedarse,
aunque mis propias indagaciones me llevan a tomarme tiempo eventualmente a ser más
ostensible en saldar esa cuestión. Finalmente el último tema ineludible es el de la formalidad e
informalidad. Yo sostengo en el informe general de este trabajo que dentro de la informalidad,
hay clases sociales. Lo que podría indicar como adelanto es que una parte menor de la
informalidad es pequeña burguesía empresarial que controla fuerza de trabajo y otra parte de
la informalidad son trabajadores precarios.

Reitero mi agradecimiento a Juan Pablo y Sergio, a la AEB en la que quisiera estar ahora y a
todos y todas que han participado en esta mesa. Sé que hay mucho por lo cual debiera rendir
cuentas, ya que hay alguna afirmación audaz en lo dicho hasta ahora, pero estoy seguro que
más pronto que tarde habrán oportunidades para ponerse al día en esta discusión. Muchas
gracias y perdón si se hizo muy pesado.

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