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El panorama
La criminalidad, en especial la llamada no convencional, aumenta en muchos países.
Los delitos mencionados forman parte de las legislaciones penales correspondientes y a dichos delitos se
refieren generalmente las estadísticas y las referencias criminológicas consultadas. En los países en
desarrollo su creciente urbanización tiende a incrementar la criminalidad de algunos de los delitos citados
particularmente lesiones, robos y hurtos.
A nivel mundial, con más o menos fluctuaciones, el 60% de la criminalidad indicada está constituida por
delitos contra la propiedad que, por otra parte, no pueden descartarse dada su variada gravedad y
consecuencias económicas en personas de modesta o pobre condición y aún en la economía general en
ciertos casos.
Las dimensiones de la victimización correspondiente son, al menos, el doble, lo que no significa que cada
victimización implica una persona distinta ya que ésta puede ser victimizada más de una vez y ello ocurre
cada vez más frecuentemente en las grandes áreas urbanas. A menudo los victimizados criminalmente
ignoran su condición de tales, la aceptan o se resignan sin aceptarla ante ella.
Los delincuentes se dan hoy más frecuentemente que antes en las altas esferas políticas, ideológica,
económica, industrial, laboral y demás. La criminalidad organizada es cada vez más manifiesta en la
sociedad postindustrial y más tecnológicamente preparada que antes cual corresponde a la índole de dicha
sociedad.
El costo de la criminalidad abarca además los de asistencia, compensación, salarios o sueldos perdidos
difícilmente recuperables, pérdidas económicas diversas y cómo afecta la criminalidad ciertas áreas del
desarrollo del país. Como promedio modesto, el costo de cada delito de los aquí considerados no es
inferior a us$1000.
Las cifras se refieren sólo a una parte limitada de las dimensiones de la criminalidad. Habría que agregar los
delitos cada vez más numerosos derivados de las múltiples modalidades del abuso criminal del poder,
típicas de la sociedad postindustrial de nuestro tiempo en la que la concentración económica es manifiesta
en el poder creciente de algunas multinacionales. También los delitos contra la seguridad del Estado, los de
índole física, contra la administración general y la justicia penal en particular, falsificaciones,
contaminación, destrucción del mundo circundante o ambiental y otros muchos delitos definidos por
códigos y leyes penales diversas. La extensión y costo del terrorismo de arriba y abajo es enorme, pero
poco se ha hecho para determinarla siquiera tentativamente.
Habría también que agregar los delitos que se mueven mayormente a un nivel internacional como son los
de guerra, agresión, contra la paz y humanidad, abuso de privilegios diplomáticos, espionaje y otros. Papel
cada vez más significativo lo juega la criminalidad organizada, particularmente respecto a una variedad de
tráficos ilícitos cuya extensión es facilitada por la corrupción criminal en altos y medianos sectores
dirigentes.
La extensión de la criminalidad en todas sus modalidades aumenta por doquiera en parte consecuencia de
un creciente desorden internacional-nacional.
En tanto no se ha intentado aún una investigación oficial sobre dichas dimensiones que es necesaria si se
quiere llevar a cabo una adecuada política criminal que no consiste ciertamente en promulgar más y más
leyes orgánicas sin la debida coordinación y planificación.
Conclusiones
En tanto cada país no tenga una idea razonablemente aproximada de la extensión de su
criminalidad, la política criminal que se haga no dará el resultado esperado, será innecesariamente
costosa y facilitará el incremento de determinadas modalidades de la criminalidad.
Dado que la criminalidad es inherente a todo país, lo deseable es que se determine dentro de
límites debidamente fundados cuál es el monto de criminalidad que un país puede soportar sin ser
seriamente perturbado en su desarrollo.
A la hora actual las administraciones de justicia penal existentes son cada vez menos capaces de
enfrentarse con el fenómeno criminalidad, lo que no es de extrañar en cuanto se hallan enraizadas
en conceptos y enfoques del siglo XIX y comienzos del XX. Se precisa ir a una estructuración
sistémica de dicha justicia.
Como instrumento importante dentro de la sociedad postindustrial cada vez más tecnológicamente
concebida, el control electrónico del delincuente, dentro de un cuadro adecuado de garantías de
los derechos humanos individuales y colectivos, ha de introducirse si se quiere hacer efectiva una
justicia social penal y reducir considerablemente los gastos y reducir el lamentable espectáculo de
que en un número creciente de países la población penal en espera de ser juzgada supera la
condenada.
2. Criminología clínica
En el desarrollo de la Criminología clínica distinguimos, en primer lugar, la fase del enfoque clínico vivido,
efectuando entre los prácticos, en clínica y que tenía una orientación médica con las correspondientes
implicaciones en el dominio del diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Es el nivel de la práctica clínica
intuitiva en la cual la observación está ligada al tratamiento y sirve de base a la intervención terapéutica. Se
dice que esta “clínica criminológica” se sitúa a medio camino entre el conocimiento ordinario y el
conocimiento científico, entre lo conocido y lo abstracto.
En su desarrollo más reciente, la evolución de la práctica clínica se orienta hacia una investigación científica
y la aplicación de procedimientos experimentales. Se trata del estudio de los casos individuales, dirigido a
plantear hipótesis y descubrir leyes. Se tiende a extraer las conclusiones que reposan en la deducción. Se
considera que el individuo es “asiento de un gran número de determinismos biopsicosociales”, y que los
efectos de un determinismo dado pueden ser verificados a través del estudio de una población más
amplia.
Entre el gran número de teorías criminológicas basadas en la comprensión de la personalidad, hay que
señalar, como la conceptualización teórica de la personalidad criminal desarrollada por Pinatel, según la
cual ese comportamiento está ligado a la estructura de la personalidad del reincidente.
El punto de partida de la Criminología clínica es la personalidad del delincuente.
Cada delincuente es un caso aparte que hay que estudiar en la óptica clínica y en base a la experiencia
clínica. La criminología clínica pretende aclarar el estado peligroso ligado a su personalidad, el cual se
manifiesta en su forma crónica o futura. Este estado peligroso está ligado a la predisposición al delito, a la
aptitud al “paso al acto”, que sería el único criterio para distinguir un criminal de las demás personas.
Conforme a esto, la criminología clínica tiene como objetivo estudiar ese “paso al acto”, constituyéndose
así como una disciplina autónoma basada en el estudio de los casos individuales del comportamiento
delincuente.
Según la criminología clínica, la personalidad es una unidad y una expresión de diferentes rasgos
individuales que se encuentran en la acción y la interacción. La personalidad es un conjunto estructural
dinámico de esos rasgos. Pinatel ha dividido esos rasgos psicológicos en dos grupos: el núcleo central y las
variantes. Los rasgos de personalidad que entran en el núcleo central dan la explicación de la aptitud
criminal y de las condiciones del “paso al acto”, ya que ellas intervienen siempre de una manera
determinada y diferenciada en dirección al delito.
La predisposición proviene del núcleo central que consiste en egocentrismo, labilidad, agresividad e
indiferencia afectiva. Los rasgos relativos a las variantes de la personalidad son significativos a título
indicativo para la explicación de las modalidades de ejecución del acto, para explicar la dirección, el grado
de éxito y la motivación del comportamiento criminal. Conforme a esto, la elaboración de la concepción de
la personalidad criminal consiste en dos estadios: el estadio del análisis de todos los elementos de la
personalidad y el estadio de la síntesis en base a la observación del núcleo central.
La criminología clínica descansa sobre una base conceptual particular y tiende, por la integración de la
investigación y de la acción, al lado práctico del problema, apelando a la personalidad delincuente. La
criminología clínica tiene como finalidad formular una opinión sobre un delincuente, esa opinión comporta
un diagnóstico, un pronóstico y eventualmente un tratamiento.
El citado marco conceptual de la Criminología clínica impone la aplicación de una metodología
correspondiente, es decir, la aplicación del método clínico al examen del comportamiento delincuente.
Esta criminología intenta entonces aplicar, a la persona condenada, un sistema especial en clínica que
consiste en un examen médico-psicológico y social con explicación bajo forma de un complejo sintético al
cual se ha llegado por medio de esa vía clínica. En base a tales observaciones clínicas y establecimiento del
diagnóstico se determina los medios terapéuticos de tratamiento de los delincuentes que permitan su
readaptación a la sociedad en la cual deben continuar viviendo.
El examen de personalidad es el componente primero y esencial de esta criminología, seguida del
tratamiento en tanto que su corolario lógico, el cual, practicado por un personal calificado, tiende a “alejar
al sujeto de la reincidencia” y a resocializarlo.
Canestri presentó un modelo de su esquema de organización compuesto de cuatro sectores: investigación,
aprendizaje, procedimiento y preparación.
Al sector de la investigación se le presta una atención particular. La actividad de este sector debía
suministrar las posibilidades de aplicación y permitir una reacción rápida y adecuada al acrecentamiento
actual de la criminalidad. Igualmente se considera como particularmente importante el “sector de
aprendizaje” y se exige para él una atención especial en lo que respecta a su organización y dotación de
personal capaz de aplicar en la práctica los conocimientos científicos criminológicos.
En la organización de la clínica criminológica se acentúa particularmente la función del equipo
criminológico, el cual debería ser capaz de un enfoque a nivel interdisciplinario y poseer un pronunciado
espíritu sintético.
Las pretensiones de aplicación de la Criminología clínica no se limitan al tratamiento de la resocialización ni
tampoco a la fase penitenciaría, sino que se extienden al procedimiento penal ante el tribunal.
Los representantes de la Criminología clínica estiman que los centros de observación debían al mismo
tiempo ejecutar la función de la observación y el tratamiento.
La citada concepción reclama la creación de instituciones especializadas para el tratamiento de los
enfermos mentales, instituciones que estarían fuera de la administración penitenciaría.
Ella está en medida de aclarar la estructura y las características del delincuente, de estudiar los factores del
comportamiento relacionados con su personalidad, lo cual es de su interés indiscutible cuando se trata de
emprender medidas terapéuticas destinadas a los delincuentes. En esto se relaciona directamente con la
penología y la práctica de los establecimientos penitenciaros. En la práctica penitenciaria, el estudio de la
personalidad del detenimiento es una condición indispensable para su clasificación y la individualización de
tratamiento. Es necesario partir de la observación y del estudio de la personalidad considerada como la
“clave del tratamiento y de la reclasificación social”.
No se puede reprochar a la Criminología clínica el partir de la personalidad del detenido porque ella está
orientada hacia el lado práctico del problema. En términos interaccionistas, esta orientación obliga a partir
del producto ya listo, es decir, del individuo condenado, etiquetado. Se le reprocha no entrar en el
problema de la “cifra negra” de la delincuencia.
Por supuesto, estos lados buenos pueden ser discutidos en la medida en que ella no se ha librado de
ciertas concepciones tradicionales sobre los elementos biopsicológicos constitucionales innatos y del
antiguo nivel intuitivo de los exámenes clínicos.
Aunque no esté limitada al campo clínico restringido y al examen de los rasgos pertenecientes a la
medicina y la psicología, no toma en cuenta suficientemente y de manera adecuada, el lado social del
problema, el cual, en definitiva, representa la fuerza determinante del comportamiento criminal. Cuando
Pinatel habla de los factores del medio que proceden de la sociedad global como su proyección, los cuales,
combinándose con los factores biológicos juegan un papel decisivo en la formación, no solamente de la
personalidad criminal, sino también de las situaciones en las cuales se verá confrontada, hace entrar en
línea de cuenta las personalidades marginales dotadas de un “potencial criminógeno” capaz de evolucionar
según la naturaleza e intensidad de los estímulos. En esta óptica se abren paso las influencias de los
factores biológicos sobre la formación de la personalidad y su situación.
Si se parte del marco conceptual propio de la criminología clínica y su centralización en la personalidad, se
limitan sus posibilidades en lo que respecta a la comprensión de la personalidad en tanto que fenómeno
social particular, a pesar del hecho de que la investigación clínica engloba también en su análisis los
factores sociales.
Una estrategia eficaz contra la criminalidad no puede descansar en los marcos de la investigación clínica.
Sus posibilidades son importantes en el dominio del examen y el tratamiento del detenido, pero son
restringidas en el dominio de las medidas de la prevención social general y los reproches que a este
propósito les han sido hechos, están justificados.
3. Controversia de las concepciones de la Criminología
interaccionista y clínica, comparación de estas concepciones y
posibilidad de superar sus controversias
Existen importantes controversias entre las orientaciones interaccionista y clínica. La criminología clínica
esta hoy muy desarrollada y difundida, mientras que la interpretación interaccionista de la delincuencia y
la desviación, conceptualmente diferente, aboga por el abandono del tradicionalismo y la adopción de un
“nuevo punto de partida” en Criminología de la criminalidad. Existen dos criminologías posibles: la del
“paso al acto” y la de la reacción social.
Puede decirse que la controversia entre la escuela clínica y las escuelas sociológicas se sitúa en diferentes
niveles de estudio. Es particularmente manifiesta en el plano etiológico, cuando se trata de la causalidad.
Los sociólogos reprochan a la criminología clínica el no tomar suficientemente en cuenta las variables
sociales dando prioridad a los factores médicos y psicológicos. Por su parte, los clínicos reprochan a los
criminólogos-sociólogos el ocuparse de una masa de casos y, por esta razón, no estar en capacidad de
responder a la cuestión de saber por qué todas las personas que están expuestas a la influencia de los
mimos factores criminógenos, no comenten delitos. Algunos autores se esfuerzan por superar esta
controversia en base al concepto de criminología integrada: ese concepto debía tomar en cuenta los
aspectos positivos, las posibilidades y métodos de la psicología clínica en el marco de la concepción de la
criminología en tanto que fenómeno social.
La criminología clínica parte del delincuente, parte del estudio de esas propiedades y características
considerando que, en virtud de la teoría de la personalidad criminal, la personalidad debe constituir “el eco
de nuestra ciencia”. Ella busca las fuentes del comportamiento delincuente en la personalidad, en su
estructura biopsicológica y en la influencia de otros factores. En base a un tal estudio de la personalidad
delincuente, hacemos primeramente la distinción entre delincuentes y no delincuentes, para continuar la
diferenciación en el interior de la población delincuente en grupos y subgrupos, con las implicaciones
apropiadas en la aplicación del tratamiento y la resocialización. Los representantes de la teoría
interaccionista estiman que este es un enfoque a posteriori, subsecuente al etiquetaje del delincuente y
que los clínicos concentran su atención en un epifenómeno posterior al proceso de etiquetaje social, sobre
un proceso secundario y que están limitados desde el punto de vista de la definición de los individuos, ya
que estos últimos les son enviados cuando están ya definidos.
La interpretación interaccionista en criminología tiene un punto de partida diferente: el desviado es la
persona a la cual se le ha puesto la etiqueta de desviación y la sanción por un órgano. Es necesario agregar
a esto el estudio de las modalidades, criterios y selección de los delincuentes y desviados, el estudio del
status social que “integra la deviación” y produce el delincuente.
Esta criminología está orientada, en primer lugar, hacia el estudio de la sociedad de sus órganos y sus
procesos adaptados del etiquetaje, pues son ellos quienes “forman” el delincuente. Una persona
condenada no es delincuente en virtud de las cualidades que le son propias, sino en virtud del proceso de
etiquetaje social y de la actitud de los tribunales. En este caso, la unidad de medida ya no puede ser el
individuo en sí, sino “la opinión pública y las subdivisiones tipológicas que puede uno descubrir en ella”.
Conforme a esto, los interaccionistas estiman que no hay que orientarse prioritariamente hacia el estudio
del delincuente, que el estudio etiológico en clínica está desprovisto de sentido y de interés, que es
insuficiente establecer comparaciones entre delincuentes y no delincuentes y clasificar los delincuentes en
grupos.
Los interaccionistas reprochan a la criminología clínica el haberse acantonado en el estudio del delincuente
juzgado y condenado mientras toda una armada de delincuentes escapa en “cifra negra”. Además, los
delincuentes que los clínicos estudian pertenecen a las clases inferiores, en tanto que aquellos de los
medios favorecidos no son tocados por sus estudios. Debido a esto, los interaccionistas piensan que la
criminología clínica es una ciencia incompleta, con conclusiones desprovistas de generalidad.
Rechazando el estudio del delincuente en tanto que producto hecho y los diferentes mitos sobre la
incurabilidad del delincuente, se piensa que el criminólogo debe “repensar su acción y su impacto,
examinar su campo desde distintos lados con el fin de reconstruir la realidad, puesto que la Criminología
tradicional no ha logrado aprehender la realidad”. Así se presentaría el punto de partida de la Criminología
“restaurada” que aborda el estudio de su tema con un ojo crítico, ese tema: criminalidad y delincuencia, le
es impuesto por los órganos de control social por la fuerza de su posición social.
Pintel relaciona su concepción de la “personalidad criminal” con la sociedad global, con los estímulos que
proceden de esta sociedad global, con los factores del medio individual del delincuente, los cuales,
combinándose con los factores biológicos juegan un papel decisivo en la formación no sólo de la
personalidad criminal, sino también de las situaciones en las cuales ella se encontrará confrontada. Al
actuar sobre las personalidades marginales, los poderosos estímulos criminógenos producidos por la
sociedad global, pueden activar todo su potencial criminógeno. “El paso al acto” se relaciona con los
estímulos provenientes de la sociedad. Se plantea la cuestión de saber si nuestra sociedad se desarrolla
bajo el signo del egocentrismo, de la labilidad, de la agresividad y de la indiferencia afectiva. Pinatel parte
de la personalidad criminal considerada como la clave cuando se trata de abordar la “sociedad
criminógena”, estando esta personalidad expuesta a la acción de los estímulos criminógenos y a los
factores del medio individual a los cuales podemos agregar los factores señalados por los autores
interaccionistas como expresión del progreso de etiquetaje. Hay un lazo cierto entre las dos orientaciones
de las cuales, una, sin descuidar el aporte de la criminología sociológica, atribuye un papel decisivo al
estudio de una personalidad delincuente netamente caracterizada, en tanto que la otra parte del sistema
de regulación social y del concepto de la reacción social, considerando la personalidad como objeto del
etiquetaje y un “yo” que interviene en ocasión de la escogencia del comportamiento.
En el espíritu de la orientación interaccionista partimos de una búsqueda que se ocupe del sistema de la
regulación social y las condiciones actuales de la criminalidad y la delincuencia, y de la investigación de los
defectos de ese sistema. Luego estudiamos las personas marcadas como delincuentes. La criminología
clínica, por el contrario, parte, por tradición, del estudio de la personalidad delincuente pero intentando,
últimamente, practicar esas investigaciones en la protección hacia la “sociedad criminógena”.
5. Conclusión y reflexiones
Se puede abordar el estudio de la criminalidad colocándose a dos niveles diferentes: nivel de los
comportamientos delincuentes particulares y nivel de la criminalidad en tanto que fenómeno social en un
medio sociocultural dado. En el estudio de los casos individuales partimos de los métodos inductivos y
empíricos en el marco de un enfoque conceptual determinado, mientras que en el estudio de la
criminalidad en tanto que fenómeno social particular, se parte de los conceptos teóricos determinados que
sirven de marco general a la interpretación del fenómeno y se utilizan métodos y técnicas especiales.
En ocasión del estudio de la criminalidad a estos dos niveles, hay que considerar que están asociados. La
criminalidad que aparece en una sociedad como fenómeno sometido a las leyes, incluye todos los
comportamientos delincuentes particulares que, en definitiva, están socialmente determinados. Sin
embargo, la sociedad y el individuo no son realidades ni concepciones conmutativas, aunque no estén
incluidos en todos los detalles analizados, implican (la etiología) de un fenómeno sobre los casos
individuales, porque éstos, aun siendo la expresión de reglas generales, manifiestan numerosas
particularidades individuales. Cada comportamiento delincuente, aun estando socialmente determinado
aparece también como expresión de tendencias y actitudes antisociales que son propiedad de la
personalidad del delincuente. Asimismo, el estudio de los casos individuales no es suficiente si se concibe
la criminalidad como un fenómeno social particular y la práctica de su represión en un plano social más
amplio.
Podemos estudiar los comportamientos delincuentes particulares por la vía clínica o por el método de los
casos individuales. Para nosotros lo que es esencial no es el lugar donde se haga el estudio, sino la manera
como es hecho y el contenido al cual se llega. Las diferencias terminológicas tampoco son esenciales. Un
estudio de este tipo es efectuado de manera intensa y engloba todos los elementos y las características de
la personalidad del delincuente. Se trata de dos series de circunstancias sociales: las condiciones de la
formación de la personalidad y su situación existencial concreta en el momento del acto.
En ausencia de un análisis comprensivo de la personalidad, es imposible resolver las acciones delincuentes
concretas en el procedimiento penal y el proceso de ejecución de las sanciones penales. El estudio de la
personalidad tiene importancia particular para determinar las aptitudes a cometer delitos y a establecer
los estados socialmente peligrosos que son decisivos en ocasión del pronunciamiento de la sanción. Sin
este estudio de la personalidad es imposible realizar correctamente el principio de la individualización de la
sanción penal, tanto en el momento de su pronunciación como en la fase de aplicación del tratamiento y
de la resocialización.
Por este estudio de la personalidad del delincuente se descubren las causas directas y las condiciones del
comportamiento delincuente en los casos particulares. Sin embargo, no está en capacidad de informarnos
sobre los elementos y las circunstancias por medio de las cuales se puede estimar la criminalidad en tanto
que fenómeno social cuya aparición está sometida a ciertas leyes en un medio sociocultural dado. Tales
conocimientos nos pueden ser aportados por un estudio de la criminalidad que parta del análisis de las
condiciones de vida de la sociedad y de circunstancias que actúan sobre la formación de la personalidad.
Tales conocimientos son indispensables para comprender las causas generales y profundas de la
criminalidad, para determinar las vías de su eliminación, para apartar todas las influencias favorables a la
ejecución de los delitos. Es el campo de una prevención social amplia.
Esas investigaciones etiológicas de la personalidad del delincuente y de la criminalidad como fenómeno
social, deben echar las bases de la acción de represión de la criminalidad tanto en el dominio de la
prevención individual, es decir, de la resocialización, como en un plano más amplio, en el plano de la
prevención social ampliada. De tal investigación se esperan valores de aplicación más o menos grandes.
Por supuesto, desde el punto de vista complejo de la política criminal esto es poco e insuficiente, ya que se
amplía esta investigación sobre el estudio de la legislación y de la función y prácticas judiciales, del rol de la
opinión pública, y, sobre todo, del factor informativo, de la práctica de los establecimientos penitenciarios,
del tratamiento y de la resocialización en general. Esto acentúa la necesidad de orientar la criminología
hacia el estudio de esos problemas, hacia las investigaciones aplicadas y evaluativas que ofrecerán las
posibilidades y los elementos para un funcionamiento más eficaz de las instituciones correspondientes,
una represión más eficaz de la criminalidad sin descuidar las investigaciones fundamentales y teóricas más
amplias.
Es indispensable estudiar no solamente los casos individuales, es decir, la personalidad del delincuente en
una gestión interdisciplinaria, sino también la criminalidad como fenómenos social y ello mediante los
métodos capaces de revelar su contenido social y explicarlo como un fenómeno que tiene su fuente en las
condiciones materiales y socioculturales determinadas de una sociedad dada.
El psicoanálisis
La psicología del crimen, por consiguiente, es claramente diferencialista, con raíces fuertes en la biología,
cuando entramos en el pasado siglo XX. Pero pronto se va a producir una mutación de relieve, gracias a la
llegada del mentalismo freudiano. Con Freud empieza a desarrollarse durante la primera mitad de ese siglo
una psicología que buscará describir los rasgos del delincuente dentro de una nueva conceptualización: la
del neurótico, la del joven o adulto que emplea la agresión y el robo como medio de expresar una angustia
traumática alojada en el inconsciente, reprimida por un super-yo irreductible. Buena parte de la teoría
psicoanalítica sobre la delincuencia va a poner el acento en las relaciones paternofiliales como fuente de
los conflictos criminales.
La principal aportación de Aichorn es que esta “nueva ciencia” permite al profesional conocer las
manifestaciones antisociales como resultado de la interacción de fuerzas psíquicas, para descubrir los
motivos inconscientes de tales conductas y encontrar modos de redirigir la conducta delictiva hacia la
conformidad social.
Mientras que la teoría se va a hacer dominantemente sociológica, la práctica profesional de los
correccionales y prisiones va a introducir el modelo médico de tratamiento, bajo los auspicios de los
médicos psicoanalistas. Para ambas ciencias (medicina y psicoanalítica) la patología es algo subyacente al
síntoma, a lo que se observa, el delito en nuestro caso.
La visión integrada
La visión integrada exige unir lo más básico a lo más general, lo más “pequeño” a lo más amplio. En
Criminología, ello exige unir la biología a la sociología, y si esa integración es posible, lo será también con la
psicología, disciplina que en su amplitud de miras y su método se sitúa en medio de estas dos.
Una idea importante de corte metodológico que recorre esta “nueva” biología es que los hallazgos de las
ciencias sociales no deben contradecir a los obtenidos por las ciencias naturales.
El delito proviene de personas dispuesta hacerlo en una situación determinada; pero nunca esas
situaciones o aspectos aislados de ellas pueden explicarlo; sólo pueden ayudar a que se entienda cómo se
distribuye entre las personas. En cómo funcionan esas personas dentro de las sociedades es donde hemos
de buscar la mirada integradora.
Es muy posible que las “causas” reales de algo se hallen en el nivel más básico, mientras que los estudios
con correlatos o predictores de la delincuencia como la edad o el sexo han de ser contemplados como
instrumentos de la predicción, no de la explicación. El punto esencial está en plantear estudios con niveles
de análisis complementarios, y decidir cuáles son las mejores opciones para seguir investigando.
Una ciencia integrada, que reconozca cómo piensa, siente y actúa el ser humano, como individuo y como
miembro de una sociedad, es una auténtica necesidad.
Valoración crítica
En primer lugar se cuestiona su idea principal de que la pena sea efectiva a efectos de prevención de
delitos.
La segunda crítica dirigida a la escuela clásica es que asume de forma implícita que lo que motiva el
comportamiento delictivo es fundamentalmente la amenaza de pena.
Por otro lado, la imagen de hombre racional y hedonista que se mueve fundamentalmente por el temor y
el placer ha sido tradicionalmente acusada de presentar un ser amoral y ha sido cuestionada
recientemente por TYLER, quien arguye acerca del mayor peso de las consideraciones normativas por
encima de las consideraciones instrumentales.
Finalmente, acostumbra a opinarse que el declive de la escuela clásica obedeció probablemente al hecho
que la delincuencia no estaba disminuyendo.
Valoración crítica
La pretensión determinista de la teoría
La Escuela Positiva se opone a la idea del libre albedrio de la Escuela Clásica y presume que su teoría es
determinista, esto es que fija las condiciones suficientes para que exista delincuencia. La teoría sólo puede
calificarse de determinista por lo que hace al supuesto del delincuente nato, cuyo atavismo es condición
suficiente para que la persona delinca. La teoría plurifactorial de la delincuencia es, sin duda, una
contribución a los factores de la delincuencia pero, en ningún caso, está formulada en unos términos que
permita establecer condiciones suficientes para que se produzca la delincuencia.
No es sólo que la teoría plurifactorial no pueda ser calificada de teoría determinista sino que, además,
tiene dificultades para ser calificada de teoría criminológica. Ello es debido a que la Escuela Positiva se
limita a establecer correlaciones entre determinados factores sin explicar las razones que explican estas
correlaciones.
Propuestas político-criminales
El sistema político crimina de la Escuela Positiva admite dos lecturas, una más conservadora y otra más
progresista.
La versión más conservadora se manifiesta en la defensa, por parte de los autores de la Escuela Positiva, de
instituciones dirigidas a combatir la anormalidad biológica del delincuente. De tal manera, estos autores
propugnan la cadena perpetua como medida inocuizadora frente al delincuente incorregible, rechazando
el principio clásico de la proporcionalidad de la pena con el delito.
Todo este conjunto de medidas configuran, a nuestro juicio, un rostro oscuro y poco humanista del
positivismo criminológico. Es cierto, no obstante, que si se dejan de lado las apelaciones a la anormalidad
biológica del delincuente y se resaltan las indicaciones sobre los factores ambientales de la delincuencia
entonces las propuestas político-criminales son de distinto alcance. Para combatir los factores ambientales
hay que adoptar medidas preventivas y, por lo que hace al tratamiento, hay que concebir la ejecución de la
pena como un lugar en el que a la persona se le proporcionan medios de subsistencia. Ésta es, sin duda,
una versión más humana del positivismo criminológico, que influye diversas corrientes penológicas.
¿Qué se aprende?
Para SUTHERLAND el aprendizaje de la delincuencia no consiste en un defecto de socialización sino en una
socialización de contenido valorativo distinto.
En primer lugar, el aprendizaje debe referirse a las técnicas para realizar los delitos.
La persona aprende a delinquir no sólo cuando acoge un valor normativo distinto de la cultura dominante,
sino también cuando la persona asume que un determinado problema o necesidad puede ser resuelta por
el delito, es decir aprende a justificar su realización. En estos casos la persona a pesar de haber sido
socializada en un determinado valor, ha aprendido también que en determinados contextos es posible
vulnerarlo. A ello es lo que se refiere la expresión «técnicas de neutralización».
El delincuente aprende los valores normativos dominantes pero los neutraliza por medio de técnicas de
neutralización que consisten esencialmente en: a) Negar su responsabilidad en la comisión del delito; b)
Negar la existencia de un daño producto del delito; c) Negar la existencia de una víctima; d) Condenar a los
que te juzgan; c) Apelar a lealtades superiores.
a) No hay ningún grupo social que apruebe el delito en general, si bien sí hay diferencias en la reprobación
que se manifiesta; b) numerosas personas creen que en determinados contextos algunos delitos están
justificados, si bien varían el tipo de justificaciones que consideran admisibles; c) la valoración que se
mantiene respecto el delito sí tiene una estrecha relación con la posibilidad de realizarlo; d) hay personas
que han sido socializadas a valores que pueden considerarse que facilitan la realización de determinados
delitos.
¿Cómo se aprende?
La respuesta de SUTHERLAND es que el aprendizaje se da por asociación con otras personas, cuya
influencia en el contenido de lo que se aprende viene determinado por el grado de vinculación que se tiene
con ellas. En síntesis el aprendizaje del comportamiento delictivo se da por los mismos medios que el
aprendizaje del comportamiento convencional.
Podría pensarse que el grupo de transmisión de valores relevante es la familia, sin embargo, sólo de forma
aislada existen familias que socializan a sus hijos en valores delictivos y cuando ello sucede es, en efecto,
un buen pronóstico del futuro comportamiento delictivo del menor; no obstante, lo más habitual es que
las familias eduquen a valores contrarios al delito.
Por el contrario, las investigaciones han mostrado una relación estrecha entre amigos delincuentes y
comisión de delitos, por lo que éste parece ser el grupo de referencia más influyente, cuando menos
cuando se inician o se detectan los primeros actos delictivos.
Valoración crítica
Hay una controversia acerca de si la teoría de la asociación diferencial puede en efecto considerarse una
teoría cultural.
Una «teoría cultural» se caracteriza porque, aun cuando reconoce la influencia de las condiciones sociales
en la producción de ideas, afirma “que son las propias ideas, más que las condiciones sociales, las que
directamente causan el comportamiento criminal”.
Planteamientos actuales
La teoría del aprendizaje social
Burges y Akers reformulan la teoría de Sutherland con los principios del condicionamiento operante. Estos
autores defienden que la realización de un comportamiento puede condicionarse en función de las
consecuencias que se le vinculen y que la persona anticipa en el momento de su realización.
Actualmente AKERS presenta su elaboración como una teoría del aprendizaje social que completa la teoría
de la asociación diferencial con los principios de la psicología conductista. En su opinión hay cuatro
conceptos clave:
a) Asociación diferencial: el proceso por el cual uno se ve expuesto a definiciones normativas
favorables o no a infringir la ley. La variable fundamental aquí son los grupos primarios o
secundarios.
b) Definiciones: son los significados que uno vincula a determinados actos y que los presentan como
aceptables, deseables o justificados. Como más se desaprueba el acto menos posibilidades hay de
que éste se realice y a la inversa.
c) Refuerzo diferencial: es el balance de premios o castigos que se anticipan como consecuencia de
determinados actos. El comportamiento dependerá de la cantidad, frecuencia y probabilidad de los
refuerzos.
d) Imitación: a veces uno realiza un comportamiento al ver que otro lo realiza. Pero la imitación quizá
es más importante para explicar el inicio del comportamiento que la persistencia en el mismo.
AKERS finaliza señalando que su explicación del proceso acerca de cómo alguien deviene delincuente, no
se opone a las teorías sociológicas estructurales. En primer lugar, porque tienen un objeto de explicación
distinto ya que las explicaciones «procesuales» se centran en explicar cómo alguien deviene delincuente,
en tanto las segundas pretenden explicar la variación en los niveles de delincuencia; en segundo lugar,
porque las teorías «procesuales» reconocen la relevancia de la estructura social en el proceso de
aprendizaje social.
La disputa ente HlRSCHI, defensor de la teoría del control y AKERS, partidario de la teoría de la asociación
diferencial, parece de matiz. Las teorías del control afirman que la delincuencia se produce cuando el
vínculo con el orden normativo se debilita, esto es, cuando la persona ha cuestionado la necesidad de
respetar la ley y no se siente vinculado socialmente al orden normativo. La teoría de la asociación
diferencial afirma que la delincuencia se produce cuando la persona posee valores desviados, pero
también cuando la persona ha racionalizado o neutralizado la prohibición que le permite infringir la ley.
Valoración crítica
SUTHERLAND al hablar de las definiciones que conducen o permiten realizar actos delictivos se refiere a
«vocabularios de motivos» sociales. En este sentido su énfasis no reside en los procesos de aprendizaje en
las familias sino en cómo la sociedad desarrolla y permite determinadas justificaciones para realizar delitos
que luego son utilizadas y distorsionadas por las personas al cometerlos.
AKERS considera la estructura social. En efecto allí es donde se desarrollan las distintas definiciones
favorables o no al delito, pero persiste el interrogante de que o bien se detallan y demuestra cuáles son los
factores relevantes o todo el proceso de surgimiento de definiciones favorables a delinquir parece
aleatorio.
Por último, por lo que respecta a las consecuencias de política criminal que se derivan de las teorías del
aprendizaje social, estas han sido criticadas en general esgrimiendo dos tipos de razones. Por un lado, se
destaca que están basadas exclusivamente en un tratamiento individual de la delincuencia y que parecen
no abordar el resto de factores que influyen en ella. Por otro lado, especialmente respecto de los
programas de modificación del comportamiento, se cuestiona su carácter intromisivo y su eficacia cuando
la persona sale del marco institucional donde se desarrollan.
Teoría de la anomia
Introducción
La teoría de la anomia se engloba en la tradición sociológica de la criminología puesto que su objetivo es
explicar el delito a partir de determinadas características de la sociedad que promueven su existencia.
Estudia las circunstancias que debilitan la eficacia de las normas como guía para la acción individual. De tal
manera la expresión «anomia», que literalmente significa ausencia de normas, se usa por esta teoría no en
el sentido que la sociedad carezca de normas para regular el comportamiento de los individuos, sino para
explicar que, en sociedades anómicas, junto a la presión que las personas reciben para obedecer las
normas, existen presiones en sentido contrario, que contribuyen a explicar las tasas elevadas de
delincuencia.
El núcleo de la teoría de la anomia fue expuesto por Merton. La idea básica es que la importancia excesiva
atribuida a los fines que debe alcanzar la persona propicia que ésta, sobre todo cuando carece de medios
lícitos para alcanzar tales metas, se pueda plantear su logro mediante el recurso a medios ilícitos.
c) Desigualdad de oportunidades
La estructura social limita para un sector social los recursos para lograr por medios lícitos los fines sociales.
b) Innovación
La innovación consiste en el uso de medios ilícitos, aunque técnicamente eficaces, para conseguir alcanzar
las metas de éxito que marca la sociedad. La mayor presión para utilizar una respuesta innovadora se da
entre las personas de clase baja, pues son éstas las que más dificultades tienen para lograr alcanzar los
fines de éxito monetario a partir de la estructura de oportunidades lícitas de la que disponen.
c) Ritualismo
En el ritualismo la persona se desvincula de las metas de éxito, renunciando a alcanzarlas, pero no
obstante se mantiene fiel a los medios lícitos. No estamos frente a una respuesta delictiva sino meramente
desviada que se dará principalmente entre personas de clase media baja, que, teniendo dificultades
estructurales para alcanzar los fines de éxito, han sido más socializados que la clase baja al respeto a los
medios lícitos.
d) Apatía
En la apatía la persona se aleja de los valores culturales de la sociedad, tanto de los que se refieren a las
metas de éxito, como de los que se refieren al respeto de los medios lícitos.
e) Rebelión
La rebelión es una forma de adaptación colectiva caracterizada por poner en cuestión los valores que
sustentan una estructura social. Esta tipología puede englobar desde conductas meramente desviadas
hasta conductas delictivas.
La persona que sufre esta presión anómica acogerá preferentemente vías no delictivas de adaptación.
Solución delictiva
Para el joven de clase obrera existen tres vías posibles de solución para superar los problemas que le
comporta su falta de estatus.
La primera respuesta (la respuesta conformista) supone competir en inferioridad de condiciones con los
jóvenes de clase media.
La segunda respuesta (la renuncia a la lucha) comporta aceptar la situación de inferioridad respecto de los
jóvenes triunfadores, pero permite amortiguar los problemas de estatus juntándose con otros jóvenes de
clase obrera que acepten el mismo punto de vista.
La tercera respuesta (basada en la subcultura delictiva) consiste en cambiar el marco de referencia de la
persona. El nuevo marco debe llevar a definir como meritorio capacidades de las que el joven dispone.
Cuando el grupo atribuye reconocimiento al comportamiento transgresor se está iniciando un cambio de
valores y se abre una vía para solventar los problemas de estatus de los miembros del grupo, pues todos
ellos pueden recibir valoración positiva por actos transgresores que tienen capacidad para realizar.
Consolidación de la subcultura
Para que la subcultura delictiva se consolide se requiere que se produzca un proceso individual de ruptura
con la ética dominante y un proceso grupal de aislamiento con el mundo exterior.
Para combatir la ansiedad que produce infringir la ética que ha interiorizado, la persona deberá
demostrarse a sí misma que carece de cualquier apego a esta ética.
La subcultura delictiva consiste en el rechazo explícito y global de los estándares de la clase media y en la
adopción de su antítesis.
Conclusiones
Es posible una Psicología Forense compuesta por profesionales éticamente comprometidos con los
Derechos Humanos. Para lo cual, es necesario la revisión y desnaturalización de determinadas prácticas,
como lo son las pericias psicológicas, en la determinación de la peligrosidad de un sujeto.
La psicología no cuenta con herramientas para predecir una conducta peligrosa.
Es imprescindible una “Psicología Forense Crítica”, que permanentemente discuta su funcionalidad, que no
considere a sujetos por fuera de su entorno, con conductas aisladas, que deberían ser separados de la
sociedad, legitimando su encierro a través del saber científico.
Valoración actuarial
Se caracteriza esencialmente por un registro cuidadoso y detallado de todos los datos relevantes de la
historia personal del sujeto, especialmente aquellas informaciones que se relacionan empíricamente con el
comportamiento o criterio a predecir.
Implican también una ponderación adecuada de la importancia de cada información por medio de reglas
de combinación matemáticas. Estas reglas permiten obtener una puntuación de probabilidad determinada
que refleja, con gran exactitud, el riesgo de que suceda aquello que queremos predecir.
Los actuarios predicen el futuro en base a una única presuposición según la cual la probabilidad futura de
que suceda un hecho depende de la combinación ponderada de los factores que determinaron su
aparición en el pasado. No hay ningún modelo teórico, causal o determinístico que explique el porqué de
las conductas ya que, para la predicción actuarial no se necesita.
Los procedimientos actuariales aplican las reglas descubiertas en estudios grupales a los individuos y, como
es natural, el peligro de equivocarse está en relación directa con la variabilidad interindividual de los
grupos. Cuanta mayor sea la heterogeneidad de los individuos dentro de un grupo o clase, más inadecuada
será la aplicación de las reglas actuariales a cada individuo. Las evaluaciones actuariales no son, en el
fondo, evaluaciones individuales sino generalizaciones grupales aplicadas a los individuos y esta es quizás
la limitación más importante del procedimiento.
Valoración por medio de juicio clínico estructurado
Se puede definir esta técnica como una evaluación mixta clínico-actuarial. Requiere del evaluador
numerosas decisiones, basadas en el conocimiento experto de la violencia y de los factores de riesgo, a las
que ayudan las “guías de valoración” cuya estructura proviene de los análisis actuariales y está diseñada
incluyendo una serie explícita y fija de factores de riesgo identificados y conocidos. Estas guías, a modo de
protocolos de actuación, especifican el modo y la manera de reunir y recoger la información que servirá
después para tomar decisiones.
En general estas guías de juicio estructurado, que incluyen los factores de riesgo y protección mínimos que
hay que valorar para cada tipo de violencia y grupo poblacional, son las más útiles para la valoración de
riesgo de violencia porque ayudan a evitar los errores más habituales en la predicción.
Los procedimientos de valoración del riesgo que hemos denominado “guías” son herramientas al servicio
de los profesionales y no sustituyen a éstos en la toma de decisiones. Las decisiones finales son del
profesional, no del protocolo.
Se ha dicho que la utilidad primordial de la predicción del riesgo de comportamientos violentos es evitar
que éstos se produzcan. De forma más inmediata sus objetivos específicos serían los siguientes:
a) Guiar la intervención de los profesionales en las tareas de predicción y no dejar a su libre criterio el
procedimiento de estimación del riesgo, ya que este método se ha demostrado poco fiable, de
dudosa validez e irrefutable.
b) Mejorar la consistencia de las decisiones al tener en cuenta sistemas contrastados de recogida de
datos relevantes y significativos de la historia biográfica del sujeto, de sus variables clínicas de
estado y de la situación (factores de riesgo/protección) que rodean al sujeto cuyo comportamiento
futuro hay que predecir.
c) Mejorar la transparencia de las decisiones, ya que se dispone de un registro de los distintos pasos
del proceso de predicción aportando transparencia a la decisión y recomendación finales.
d) Proteger los derechos de los clientes y usuarios, ya que las decisiones, a veces útiles y acertadas
pero otras veces no, se pueden analizar a la luz de los derechos que protegen a los destinatarios
(bien se trata de víctimas o agresores).
Conclusiones
La necesidad de prevenir la violencia ha traído a primer plano la necesidad de disponer de técnicas de
predicción del riesgo de violencia que tengan una mayor eficacia que las tradicionales evaluaciones de la
peligrosidad, propias de contextos forenses y penitenciarios. Los avances en el conocimiento de la
violencia y sus formas y, sobre todo, la identificación de los factores de riesgo que la promueven han
permitido la introducción de nuevos procedimientos.
Instrumentos de evaluación
El rigor exigido a la actividad pericial psicológica no debe confundirse con el abuso en la administración de
test. Si se trata de evitar la victimización secundaria en los sujetos evaluados, se debe partir del principio
de intervención mínima.
La técnica fundamental de evaluación en psicología forense es la entrevista pericial semiestructurada, que
permite abordar de una manera sistematizada, pero flexible, la exploración psicobiográfica, el examen del
estado mental actual y los aspectos relevantes en relación con el objetivo del dictamen pericial.
Las entrevistas pueden ser de más utilidad que los test en el caso de sujetos con dificultades de
concentración o con problemas para entender el lenguaje escrito. Asimismo se pueden valorar síntomas de
difícil valoración con escalas autoaplicadas: síntomas psicomotores, «insight», ideas delirantes.
La estrategia combinada de entrevista y test debe ponerse en cada caso al servicio de las necesidades
específicas de cada sujeto, de las circunstancias concretas y del objetivo de la evaluación.
El dictamen pericial debe integrar los datos obtenidos con métodos diversos, así como contrastarlos con
fuentes de información múltiples. Si hay discrepancias entre estas fuentes de información, la buena
práctica requiere señalar las contradicciones detectadas en el informe final y planteárselo así al Tribunal.
Cuestionarios y escalas
Los test son muy vulnerables a la manipulación, que se expresa en forma de simulación o sobresimulación.
Por ello, el perito psicólogo mostrará preferencia por aquellas pruebas psicométricas que incluyan escalas
para detectar tendencias de respuesta del sujeto que puedan comprometer la validez de la aplicación.
Frente a las psicométricas, las pruebas proyectivas dificultan la manipulación de las respuestas, pero
carecen de índices de fiabilidad y validez suficientes para su aplicación como metodología única de
exploración forense. El uso combinado de ambos tipos de instrumentos enriquece la evaluación pericial.
Si se conoce la existencia de anteriores exploraciones periciales, se debe evitar la repetición de las mismas
pruebas.
Entrevistas forenses
Las entrevistas forenses están también sujetas a fuentes de distorsión. Un estilo de entrevista no
excesivamente directo en relación al sondeo de síntomas psicopatológicos puede neutralizar, al menos
parcialmente los sesgos. Se trata, en último término, de no sugerir las respuestas y de estar atento a la
coherencia del discurso del sujeto y a la concordancia entre la comunicación verbal y no verbal, así como
prestar atención a los signos reveladores de una posible simulación o disimulación.
Es igualmente importante mantenerse neutro respecto a las descripciones realizadas por los sujetos,
evitando transmitir agrado o desagrado, incredulidad o juicios de valor, lo que minimizará una actitud
defensiva en los evaluados.
Se minimizan las fuentes de distorsión y se aumenta la eficacia de la evaluación forense si se crea un
rapport adecuado entre el perito y el sujeto evaluado, si se explica a la persona el proceso de la evaluación
pericial y su objetivo al comienzo de la intervención y si se intenta reducir la ansiedad del peritado.
Conclusiones
El informe clínico se diferenciará así del dictamen pericial en tres puntos: a) la autoría (terapeuta/perito);
b) el contenido (informe clínico centrado en el funcionamiento psíquico global del paciente; dictamen
pericial referido al estado mental del sujeto en relación con el procedimiento judicial); y c) la finalidad
(terapéutica en un caso; judicial en otro).
La demanda de ayuda terapéutica típica del contexto clínico suele implicar una actitud colaboradora por
parte del evaluado ante la intervención profesional, sin perjuicio de la instrumentalización creciente
observada del dictamen clínico en el contexto judicial. Por el contrario, las características del contexto
forense facilitan la distorsión y manipulación de la información aportada por los evaluados, lo que conlleva
la necesidad de un entrenamiento especializado del perito en el control de la simulación/disimulación y en
la detección del engaño. Esta diferencia, junto con la ausencia de confidencialidad en la evaluación
forense, fundamental para el establecimiento de la relación terapéutica, hace incompatibles la función
clínica-asistencial y la pericial.
Una evaluación forense adecuada debe incluir la información recogida a partir de distintos métodos de
evaluación y de diferentes fuentes. Sólo así se consigue una validación transversal de las entrevistas y los
cuestionarios.
La mundalización
Debemos enfrentar lo que la nueva etapa social nos presenta, la era de la información, con una economía
globalizadora, mundalista, con un importante apoyo en el desarrollo tecnológico.
La producción y comercialización mundializadas demanda que el capital fluya con facilidad a través de las
fronteras nacionales que van relajándose por inoperantes en cuanto a estas cuestiones, pero este
relajamiento o eliminación también tiene consecuencias negativas y representa graves peligros para esa
economía totalizadora que se enfrenta con riesgos de seguridad interna y genera preocupación de los
gobiernos respecto a la nacionalidad misma.
Marchiori
-Criminología.
-Etapas históricas.