Está en la página 1de 11

ANÁLISIS DE LOS DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD PÚBLICA, DEL

CONCIERTO, EL TERRORISMO, AMENAZAS E INSTIGACIÓN

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación reúne una serie de características analíticas en


torno a lo que ha representado hasta el momento la problemática concentrada en
los delitos contra la seguridad pública, concierto para delinquir, terrorismo,
amenazas e instigación, fenómenos sociales que han estrado presente durante los
últimos años, y cómo los Estados de alguna manera se han visto involucrado en
formular estrategias que entrado en esa búsqueda de minimizar esta problemática
a través de proyectos de leyes jurídicos y penales, pero que en cierta medida aún
se encuentran totalmente flexibles.

Como puede observarse en Colombia es importante y para esto es necesario tener


en cuenta mediante una interpretación jurídica respecto a la implementación de los
delitos que se encuentran concentrados en el presente trabajo, lo que se pretende
es puntualizar los tipos penales actuales estudiándose algunos aspectos
superpuestos en los mismos, sin que ello sea un aspecto formal y dogmático, sino
que al contrario, es un análisis a la luz de las actuales interpretaciones sobre el
terrorismo, lo cual no obsta para hacer algunos muy breves comentarios al respecto.
Los elementos constitutivos de los bienes jurídicos Seguridad Pública y Derecho
internacional Humanitario son analizados junto a los ingredientes normativos de los
dos tipos penales estipulados en el actual código penal.

DESARROLLO

Delitos Contra la Seguridad Pública

La trascendencia que se ha dado en Colombia frente al tratamiento de la


criminalidad ha sido considerado como uno de los problemas que más preocupan a
la sociedad. Esa preocupación no es nueva ni tampoco la criminalidad, ambas
siempre han existido. Sin embargo, a su trascendencia real le acompaña un carácter
simbólico. Para bien y para mal, en las sociedades contemporáneas se tiene mayor
información y fluye con mayor rapidez. Esta proximidad hace que el problema se
perciba de manera más intensa y las reacciones no se hacen esperar.

De acuerdo con lo anteriormente planteado, es importante tener en cuenta que el


tratamiento del fenómeno de la criminalidad debe asumirse con rigor. Una tendencia
al asumir dicho tratamiento suele ser el enfoque eminentemente punitivo al
sustentar la necesidad del castigo y las bases para su aplicación. Bajo este enfoque
hace acto de presencia, sobre todo, el derecho penal, aunque hay que tomar en
consideración su insuficiencia. El derecho penal no todo lo puede, puede muy poco,
casi nada, en comparación con la gran diversidad de enfoques bajo los cuales es
menester asumir el tema. Basta recordar aquella precisión que hizo Radbruch en el
siglo XIX, en el sentido de que es necesario el poder esforzarse no sólo para
construir un derecho penal mejor, sino algo mejor que el derecho penal.

Para poder conceptualizar los aspectos relacionados con la seguridad pública se


invoca con frecuencia, no siempre las concepciones son precisas. O simplemente
basta con generalizar el término englobando aspectos que atañen a la procuración,
administración o ejecución de justicia penal, o se limita solamente al ámbito policial.
Al margen de esa dispersión, en el actual sistema colombiano se ha identificado a
la seguridad pública como la función a cargo del Estado que tiene como fines
salvaguardar la integridad y los derechos de las personas, así como preservar las
libertades, el orden y la paz públicos1.

Desde una perspectiva criminológica se ubican en este ámbito delitos que


encuadran en una categoría identificada como criminalidad tradicional o común. En
dicha categoría se ubican delitos como el homicidio, las lesiones dolosas, los delitos

1
BARATTA, Alessandro, “La política criminal y el derecho penal de la constitución. Nuevas
reflexiones sobre el modelo integrado de las ciencias penales”, en VI Cursos de postgrado en
derecho, política y criminología (inédito), trad. Marianela Pérez Lugo y Patricia Chiantera, España,
Universidad de Salamanca, 1999, p. 3.
contra la libertad física, contra la libertad sexual, robo, entre otros. Pero quedan
excluidos delitos que, aunque si bien ameritan un tratamiento específico, no
necesariamente quedan comprendidos en el ámbito de la seguridad pública. Por
ejemplo, delitos que se persiguen por querella como fraudes o abusos de confianza.
También conviene excluir de este ámbito la delincuencia que atenta contra la
nación, o bien, modalidades como la delincuencia organizada o la de cuello blanco2.

Ahora bien, desde la perspectiva de su tratamiento, la seguridad pública es algo


más que la ausencia de delitos. También es algo más que la organización de los
servicios públicos. Es una relación entre la garantía de seguridad y el uso de la
libertad. Es una de las tareas más complejas del Estado. La sociedad suele ser
sensible a esa problemática y ante su constante énfasis, los actores políticos suelen
hacer de ello un buen elemento para tratar de ganar votos, y los medios de
comunicación para aumentar su rating. El problema es que casi siempre los análisis
y las propuestas se encuentran desfasados de la realidad o carentes de contenido.
Expresiones como “la aplicación de todo el rigor de la ley”, “efectividad policial”,
“mano dura contra la delincuencia” o la patética proclividad a prometer la “reducción
de los índices delictivos” se convierten en “muletillas” utilizadas por los políticos para
adornar sus discursos mesiánicos y comprometerse a “terminar con el clima de
inseguridad”. Hay que reconocer que algunos tratan de abordar la problemática
desde una perspectiva enfocada a la “prevención”. No obstante, este concepto mal
enfocado puede degenerar en populismo, abuso del poder punitivo estatal o en
dispendio del erario público.

El incremento o la disminución de la delincuencia depende de una gran diversidad


de circunstancias. Por ejemplo, condiciones de orden demográfico, laboral,
económico, habitacional, el reparto de los ingresos, entre otras. Contar con
estadísticas confiables requiere de un gran esfuerzo científico y, por ende, de una

2
GUERRERO A., Luis Felipe, La delincuencia organizada (algunos aspectos penales, criminológicos
y político-criminales), México, Universidad de Guanajuato, 2001, pp. 151-157
indiscutible objetividad3. Expertos en la materia han evidenciado cómo las
estadísticas oficiales se suelen presentar para supuestamente medir el índice
delictivo pero no siempre de manera afortunada. Al respecto, sostiene Ruiz Harrell:

…las estadísticas delictivas con que contamos son meras construcciones que
guardan un contacto muy tenue con la realidad. Entre las denuncias que presentan
los ciudadanos ante el ministerio público y los números que difunden los
procuradores hay un abismo de intereses políticos en el que se pierde la mayor
parte de las primeras. Las cifras que tan generosamente nos dejan conocer las
autoridades no son las que recibieron, sino las que estiman políticamente
convenientes.4

De acuerdo con los aportes de Ruiz Harrell sugiere, entre otras propuestas, constituir en
cada una de las entidades federativas organismos independientes, de carácter
exclusivamente ciudadano, encargados de emitir las estadísticas delictivas.

Ahora bien, una política de seguridad pública debe responder no sólo a la reducción de la
criminalidad sino también a la percepción de la sociedad. Resulta insuficiente que el
ciudadano no sea víctima de un delito, sino que en el desarrollo de sus actividades
cotidianas tenga la sensación de tranquilidad. Y es que para las personas la percepción de
inseguridad no se vincula a las tasas o incidencias delictivas. La tranquilidad de vivir en
colectivo depende de varios factores y dentro de ellos la percepción de seguridad es
determinante. En consecuencia, las políticas y los programas tendientes a garantizar la
seguridad deben, desde luego, evitar la comisión de delitos, pero también promover en la
ciudadanía la certeza de que eventos de este tipo serán lejanos y no inminentes.5

Para tener una concordancia con el control que se debe ejercer en torno a los delitos es
importante tener presente la determinación en torno a la función de la policía debe ubicarse
en un modelo estatal determinado. El diseño policial no es el mismo en un Estado totalitario
que en un Estado social y democrático de derecho. En ambos casos prevalece el
monopolio estatal de la violencia pero de manera distinta. En un Estado social y
democrático de derecho el monopolio estatal de la violencia es necesario pero se encuentra

3
KALA, Julio César, Ciudades seguras IV (fenomenología de la delincuencia), México, Fondo de
Cultura Económica, 2003
4
RUIZ HARREL, Rafael, “Ficciones y adivinanzas”, en VV.AA, Seguridad Pública (voces diversas en
un enfoque multidisciplinario), Pedro José Peñaloza (coord), México, Porrúa, 2005, pp. 670 y 671
5
Ruiz Gaytán y Vélez Barajas, “La seguridad pública en México desde una perspectiva psicosocial.
La violencia como causa de inseguridad”, ob. cit., pp. 650 y 651.
limitado. Todos están sujetos al ordenamiento jurídico, y tiene validez real, puede obligar a
cualquiera, a los débiles y a los poderosos. Este monopolio debe tener la capacidad, en
caso de conflicto, de quebrar una voluntad rebelde y someterla a la voluntad estatal.6

El Estado y la sociedad no pueden exigir una policía de primer mundo dándole a los
elementos un trato de ciudadanos de segunda. Habría que tener en cuenta entonces el
reconocimiento de un estatus digno al policía no debe relajar la exigencia que se le haga.
Por el contrario, la sustenta. En este sentido, es fundamental el proceso de ingreso,
promoción y permanencia de los elementos policiales. Como en toda profesión, no basta
el entusiasmo y el querer realizar esa actividad, se debe tener el perfil, la vocación y la
formación acordes al desempeño que implica esa labor. Si no se tienen, es preferible un
desempleado más que un mal policía.

Concierto para Delinquir

La ley en general, específicamente la ley penal, debe poseer una justificación y


razón de ser, habría que exponer los motivos de su promulgación y en sentido a su
existencia legal, toda normal penal que sanciona una conducta delictiva por medio
de la aplicación de una pena específica, encuentra su fundamento en la protección
de los bienes jurídicos tutelados por la norma, de manera que ante la omisión de
llevar a cabo determinadas conductas que los colocan en peli-gro o afectan, se
pueda salvaguardar los mismos bienes jurídicos y la integridad social de los
diferentes miembros del colectivo, tal como lo expone, como podemos saber toda
conducta delictiva sancionada por la ley debe ser un acto o una omisión imputable
al hombre, pero en determinados casos como lo son los delitos de mera conducta,
el deber de la ley se encuentra estipulado en la protección de conductas que aun
cuando no han causado un daño en la sociedad, colocan en peligro la integridad de
determinados bienes jurídicos, como un acto en potencia destinado a afectarlos,
por lo tanto la ley en los casos omite la materialización de la anti juridicidad o el

6
HASSEMER, Winfried, “La política en el Estado de Derecho”, en Sociedad, mundo y
responsabilidad (bases para una teoría de la imputación en derecho penal), trad. María del Mar Díaz
Pita y Francisco Muñoz Conde, Bogotá, Temis, 1999, p. 142.
principio de lesividad y se preocupa por la protección anticipada de conductas que
lesiones dichos bienes, como lo es la tipificación del delito Concierto para delinquir
en la legislación Colombiana.

Definición jurídica del delito y elementos del tipo penal Concierto para Delinquir en
la legislación colombiana: La teoría jurídica del delito, encargada de delimitar el
marco conceptual y doctrinario dentro del cual se mueve el derecho penal, para
definir qué actos en sociedad son considerados como delito en el interior de un
marco legislativo y constitucional, define y describe el delito, como una conducta
humana, que puede ser realizada por acción o por omisión, la cual es típica,
antijurídica y culpable, es decir para que una conducta humana sea considerada
delito en una legislación y como consecuencia de la misma le sea otorgada una
sanción o pena por su realización, es necesario que se configuren de manera
positiva los elementos anteriormente descritos es decir la tipicidad de la
conducta, seguido de su antijuridicidad y finalmente su culpabilidad.

La conducta una vez verificada su tipicidad, deberá de ser demostrada su


antijuridicidad, siendo la anterior, la contrariedad existente entre la conducta
humana y el derecho puesto en contraria a la ley expuesta y definida por la
tipicidad, de la misma forma históricamente la antijuridicidad puede ser dividida
en antijuridicidad formal o material, siendo la antijuridicidad formal aquella que
expone que la conducta es antijurídica por el solo hecho de estar contemplada en
la ley como tal, y siendo la antijuridicidad material, aquella que expone que la
conducta es antijurídica cuan-do no solamente está expuesta en la ley como
tal, sino que en su actuar, posee un elemento de dañosidad, lesividad es decir
lesiona o coloca en peligro, bienes jurídicamente protegidos por la ley penal y
la Constitución7.

7
ALONSO, Patricia; CORREA, Norbey Ruiz; ALVARINO, Juan David. Apuntes del tipo penal
concierto para delinquir en la legislación colombiana. Pensamiento Americano, 2013, vol. 6, no 10.
Finalmente para que la conducta positivamente verificada como típica y antijurídica,
sea considerada como delito es necesario que sea vinculado el ser humano que la
cometió como autor de la misma, es decir ser reconozca y compruebe que la
conducta activa u omisiva del autor es obra propia del mismo, de esta forma
consolidando la responsabilidad penal del individuo del cual se sospecha la
comisión de la conducta prohibida por la ley y la asignación de la sanción
estipulada en la misma ley.

Tentativa y delito concierto para delinquir en la legislación colombiana : La tentativa


es una de las modalidades de la ejecución de una conducta punible, la cual se
puede ubicar en la fase de ejecución de la iter criminis o idea criminal, representa
la inconclusión o ausencia de resultado esperado en la conducta ideada y
preparada, por circunstancias ajenas a la voluntad del autor, es decir que una
vez escogidos las herramientas o instrumentos idóneos, y trazado
inequívocamente el nexo causal hacia la consumación o perfección finalista de
una conducta delictiva, esta no llegó a su consumación perfecta y esperada, por
razones ajenas a la voluntad fina-lista, deseo y plan trazado por el autor, en
esta etapa de la conducta punible, existe la aplicación de una sanción, teniendo en
cuenta que existió la voluntad, y deseo del autor de consumar la conducta
planeada, existiendo una ausencia de resultado, pero por circunstancias que
escaparon el dominio del hecho del autor, como eje central y director de la
conducta8.

La legislación penal colombiana por medio de la ley 599 del año 2000, en su artículo
27 define la tentativa de la siguiente manera “El que iniciare la ejecución de una
conducta punible mediante actos idóneos e inequívocamente dirigidos a su
consumación, y ésta no se produjere por circunstancias ajenas a su voluntad,
incurrirá en pena no menor de la mitad del mínimo ni mayor de las tres
cuartas partes del máximo de la señalada para la conducta punible consumada”.

8
Ibid.
Cuando la conducta punible no se consuma por circunstancias ajenas a la
voluntad del autor o partícipe, incurrirá en pena no menor de la tercera parte del
mínimo ni mayor de las dos terceras partes del máximo de la señalada para su con-
sumación, si voluntariamente ha realizado todos los esfuerzos necesarios para
impedirla” (Ley 599 del año 2000). Aquí se puede observar que ante la ausencia
del resultado la ley otorga una rebaja en el momento de la sanción.

Analizando lo anteriormente expuesto y aplicándolo al tipo penal concierto


para delinquir, logramos verificar que aún cuando la tentativa, definida como la
ejecución incompleta, inepta o interrumpida cuya finalidad era la consumación de
un delito o conducta punible, la cual no se lleva a cabo o perfecciona por
circunstancias ajenas a la voluntad y dominio del autor sobre la conducta
misma y el resultado, logramos observar que el tipo penal concierto para
delinquir no requiere la consumación completa de un resultado antijurídico como
elemento de la conducta punible, sino que al ser el anterior un delito de mera
conducta, es decir por medio del cual se reprocha la acción desplegada
independiente del resultado lesivo causado por la voluntad del autor, se logra
deducir y afirmar que el tipo penal concierto para delinquir no admite la modalidad
de tentativa.

Tipo penal concierto para delinquir en la jurisprudencia colombiana: Definido de otra


manera el concierto para delinquir “Se presenta cuando dos o más personas se
reúnen o conciertan para celebrar un convenio o un pacto que tiene como fin la
organización de dichos individuos en una sociedad con fines delictivos, sin que se
especifique qué tipo de deli-tos se cometerá.”9

El Terrorismo, Amenazas e Instigación

De acuerdo con la Constitución Política (C.P.) consagra tres estados de excepción:


Guerra exterior, conmoción interna y emergencia. El propósito del constituyente es
el de distinguir los escenarios de la normalidad y de la anormalidad, dejando claro

9
Ibid.
que inclusive este último se sujeta al imperio de la Constitución. La respuesta que
el ordenamiento ofrece a la situación de anormalidad es jurídica, aunque su
naturaleza, estructura y limitaciones revistan una particularidad que se explica por
el fenómeno al cual se remite. Los tres estados de excepción tienen notas comunes
que se ponen de relieve en los siguientes principios que, de distinta manera,
expresan una misma idea central. Los estados de excepción se definen, por
contraste, a partir de la normalidad, y, en términos teleológicos, como dispositivos
institucionales para retornar a ella.

En lo que respecta al concepto de terrorismo, valdría formularse dos preguntas:

¿Puede un grupo terrorista, latu sensu, ser considerado como un sublevado para
efectos de un reconocimiento? ¿Pierde un grupo sublevado su condición de tal,
para efectos de un reconocimiento, por cometer actos terroristas?

Para el efecto el dilema que representa la aplicación de un modelo de justicia


transicional en Colombia obedece a la obligada realización de profundas
modificaciones en aspectos referidos a la seguridad en múltiples aspectos. En ese
sentido, los cambios tienen que ser estructurales, lo que implica una
reinterpretación de las políticas de Estado en los años venideros y no una política
de gobierno temporal.10

El surgimiento de un nuevo paradigma de justicia local, parte de un modelo de


justicia transicional el cual corresponde a las actuales necesidades de pacificación
de un país. En ese sentido es factible que el Estado pueda llegar a consumar, en
el futuro cercano, que exista justicia pero sin seguridad o viceversa, lo cual estaría
cuestionado seriamente, la facultad propia del ser humano en su estado más
natural de proceder según su propia voluntad, es decir aquello que se considera
libertad. Si las amenazas a la seguridad puramente interna han provenido de los
diferentes actores armados y en los cuales en muchos trámites han sido

10
AMBOS K. y otros (2009), El marco jurídico de la Justicia de Transición, en “Justicia de Transición
- Con informes de América Latina, Alemania, Italia y España”, Fundación Konrad Adenauer,
Montevideo
intimidaciones utilizando hombres armados, en muchos otros casos las amenazas
no han sido con el empleo de armas. Y si se han utilizado tipos penales como el
terrorismo para enfrentar los brotes de inconformidad social pacifica11.

Conclusiones

En Colombia, durante las últimas décadas ha estado inmersa en un camino


legislativo, doctrinario, jurisprudencial y derecho comparado, del tipo penal o
conducta delictiva concierto para delinquir, tratando de resaltar la importancia del
tipo penal en cuestión, como un tipo penal que posee todos los elementos que
justifican su creación y sostenimiento dentro de la legislación Penal Colombiana,
con similitudes asociadas a tipos penales internacionales, pertenecientes al
campo de estudio del derecho comparado, como lo es el delito de conspiración
(conspiracy) en la legislación norteamericana, y la ley Rico, en la misma
legislación federal del país anglosajón. La existencia del tipo penal concierto para
delinquir e justifica en la protección de bienes jurídicos de vital importancia para el
estado constitucional del derecho y la ley penal, siendo el bien jurídico protegido
por medio de la promulgación de la norma en cuestión, el bien jurídico de la
seguridad pública, puesto el reproche que recae sobre la ejecución del tipo penal
objeto del presente trabajo, no recae sobre el resultado antijurídico de los
delitos cometidos por la sociedad condenada, sino que recae sobre la existencia de
la misma, su finalidad en la sociedad, y el grado de peligro que significa su
existencia como fuente de riesgo permanente a la seguridad pública.

Pero muy a pesar de los diferentes aspectos que se han tratado de consolidar con
las apreciaciones relativas a un gobierno que en algún momento se encuentra
debilitado, se deberían diseñar unas estrategias que permitan establecer unos
lineamientos que vayan en concordancia con la seguridad de los mismos
colombianos y por su puesto romper con esas barreras políticas que aún subsisten
y delimitar en cierta la problemática que nos ha estado atacando por muchos años.

11
VÁSQUEZ, Henry Torres. Posconflicto colombiano, el dilema de la nueva lucha contra el
terrorismo. Justicia juris, 2015, vol. 11, no 1, p. 108-124.
BIBLIOGRAFÍA

ALONSO, Patricia; CORREA, Norbey Ruiz; ALVARINO, Juan David. Apuntes del
tipo penal concierto para delinquir en la legislación colombiana. Pensamiento
Americano, 2013, vol. 6, no 10.

AMBOS K. y otros (2009), El marco jurídico de la Justicia de Transición, en “Justicia


de Transición - Con informes de América Latina, Alemania, Italia y España”,
Fundación Konrad Adenauer, Montevideo

BARATTA, Alessandro, “La política criminal y el derecho penal de la constitución.


Nuevas reflexiones sobre el modelo integrado de las ciencias penales”, en VI
Cursos de postgrado en derecho, política y criminología (inédito), trad. Marianela
Pérez Lugo y Patricia Chiantera, España, Universidad de Salamanca, 1999, p. 3.

GUERRERO A., Luis Felipe, La delincuencia organizada (algunos aspectos


penales, criminológicos y político-criminales), México, Universidad de Guanajuato,
2001, pp. 151-157

HASSEMER, Winfried, “La política en el Estado de Derecho”, en Sociedad, mundo


y responsabilidad (bases para una teoría de la imputación en derecho penal), trad.
María del Mar Díaz Pita y Francisco Muñoz Conde, Bogotá, Temis, 1999, p. 142.

KALA, Julio César, Ciudades seguras IV (fenomenología de la delincuencia),


México, Fondo de Cultura Económica, 2003

RUIZ HARREL, Rafael, “Ficciones y adivinanzas”, en VV.AA, Seguridad Pública


(voces diversas en un enfoque multidisciplinario), Pedro José Peñaloza (coord),
México, Porrúa, 2005, pp. 670 y 671

RUIZ GAYTÁN y VÉLEZ BARAJAS, “La seguridad pública en México desde una
perspectiva psicosocial. La violencia como causa de inseguridad”, ob. cit., pp. 650
y 651.

También podría gustarte