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30/8/22, 13:04 Soldados de Perón.

Los jóvenes oficiales del Ejército y el Peronismo durante la “Revolución Argentina”

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2015

Soldados de Perón. Los jóvenes


oficiales del Ejército y el
Peronismo durante la
“Revolución Argentina”
Soldiers of Peron. Junior officers of the Army and Peronism during the “Argentine Revolution”

Daniel H. Mazzei
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.68192

Résumés
Español English
El “Cordobazo” (1969) inauguró un tiempo de grandes movilizaciones populares que enfrentaron
a la dictadura de Juan Carlos Onganía. Desde entonces, miles de jóvenes de clase media se
acercaron al Peronismo y a las organizaciones guerrilleras. Las Fuerzas Armadas argentinas no
quedaron afuera de ese proceso, y muchos jóvenes oficiales, desde diversas variantes del
pensamiento nacionalista, también se unieron al Peronismo.

Este artículo se propone reconstruir, basado en fuentes orales, la carrera de algunos tenientes y
capitanes del Ejército Argentino que se relacionaron con el Movimiento Peronista (a veces
clandestinamente) durante la última fase de la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-
1973).

The “Cordobazo” (1969) inaugurated a time of great popular mobilization to confront the
dictatorship of Juan Carlos Onganía. Since then, thousands of young middle class joined the
Peronism and guerrilla organizations. The Argentine Armed Forces weren´t outside of this
process, and many junior officers, from different variants of nationalist thought, also linked the
Peronism.

This paper intends to reconstruct, based on oral sources, the career of many lieutenants and
captains of the Argentine Army that linked with Peronist Movement (often clandestinely) during
the last phase of the so-called “Argentine Revolution” (1966-1973).

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Entrées d’index
Keywords: Peronism, argentine Revolution, Nationalism, Argentina, army
Palabras claves: ejército, Peronismo, revolución argentina, nacionalismo, Argentina

Texte intégral
1 Guillermo O´Donnell, en su clásico el Estado burocrático-autoritario, plantea la
existencia de tres corrientes militares durante la llamada “Revolución Argentina”
(1966-1973)1. Esa clasificación de los diferentes sectores internos del Ejército argentino
para el período 1966-1973 – habitualmente citada en casi todos los estudios sobre esa
etapa  – se ha transformado en un tópico de referencia casi obligada. La detallada
descripción de cada una de estos grupos (paternalistas, nacionalistas y liberales),
parece adaptarse muy bien a cada uno de los tres presidentes de la autoproclamada
“Revolución Argentina” (Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro
Lanusse)2. Desde la historiografía, arropados por la comodidad de una lectura
inteligente e inteligible, se ha aceptado –  casi sin críticas- esas categorías. Pero,
¿podemos mantener esa tripartición?, ¿puede un estudio empírico sostener la
existencia de esas facciones? La realidad de las Fuerzas Armadas argentinas era mucho
más compleja. La visión estática de O´Donnell debe ser repensada a la luz de la variable
temporal, preguntándonos cómo evolucionan las distintas facciones militares a lo largo
de todo el período, particularmente luego del “Cordobazo” (1969)3.
2 La lectura del clásico trabajo de Robert Potash, El Ejército y la política en Argentina,
sin duda la más importante y ambiciosa investigación sobre los militares en este
período, nos muestra tan solo una parte de la historia institucional del Ejército, la de
sus altos mandos encolumnados tras la férrea conducción de Alejandro Cano Lanusse4.
Sólo Rosendo Fraga, en la introducción de su libro sobre el período 1973-1976 hace una
breve referencia a lo que ocurría en la base de la pirámide militar con los jóvenes
oficiales que habían ingresado a la vida castrense durante la década de 19605.
3 En un trabajo anterior hemos analizado la trama interna del Ejército argentino
posterior a 1969, en particular la coyuntura que condujo al levantamiento de las
unidades de caballería de Azul y Olavarría (octubre de 1971), que significó un golpe
definitivo al proyecto lanussista del Gran Acuerdo Nacional6. Esa rebelión muestra la
compleja relación entre aquellos sectores que se calificaban a sí mismos de
“nacionalistas”, que iban desde un populismo filo-peronista hasta formas extremas de
lo que Stanley Payne llama derecha radical, y la conducción “liberal” de la institución.
Dejar de lado el análisis de las cúpulas y poner más atención en los niveles medios y
bajos de la pirámide militar permite explicar mejor la profunda crisis militar de 1973 y
el surgimiento de una corriente que algunos llamaron “peruanista”7, cuya expresión
más acabada fue la gestión del general Jorge Carcagno (mayo-diciembre de 1973), que
contó con un fuerte respaldo entre los cuadros intermedios.
4 Este artículo parte de la premisa de que las grandes movilizaciones populares
iniciadas en 1969 impactaron en los cuadros de jefes y oficiales subalternos del Ejército
argentino provocando actos de indisciplina, actividades conspirativas, e incluso
rebeliones militares por parte de la oficialidad joven que, en sintonía con otros sectores
juveniles de aquellos años, manifestaban un creciente respaldo a Perón y a su
movimiento político. El período iniciado con la “Revolución Argentina” se caracterizó
por el proceso de radicalización y peronización de amplios sectores de clase media,
formados en familias de tradición antiperonista. La dictadura de Juan Carlos Onganía
se caracterizó por el cierre de los canales de participación, la censura, la proscripción de
la actividad política y la extranjerización de la economía nacional. En ese contexto, el
peronismo fue visto como la alternativa política con mayores posibilidades de canalizar
el proceso de transformación que reclamaban amplios sectores juveniles de clase

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media, quienes reinterpretaron el peronismo, enfatizaron sus cualidades


revolucionarias y se rebelaron contra la generación antiperonista de sus padres.
5 En los últimos años se han publicado investigaciones sobre la radicalización y
peronización de sectores de clase media como los estudiantes universitarios8 y los
abogados9, o bien de grupos católicos10, pero no sobre los militares. Sin embargo, el
análisis del período 1969-1973 nos muestra como muchos oficiales subalternos
(provenientes del nacionalismo, el desarrollismo o el catolicismo), que habían recibido
con esperanza la llegada de Onganía al poder, se sintieron traicionados por el derrotero
de la “Revolución Argentina”, y comenzaron a acercarse al peronismo y a frecuentar a
sus intelectuales.
6 Para demostrar este proceso de peronización de una parte de la oficialidad del
Ejército trabajaré con memorias escritas y testimonios orales de quienes entonces eran
oficiales subalternos. A través de ellos me propongo rastrear la actividad de estos
militares desde los primeros indicios de acercamiento al peronismo –  en 1969  – por
parte de un grupo de tenientes del Colegio Militar, cuyo líder era Julián Licastro, hasta
las múltiples manifestaciones de indisciplina registradas en los últimos meses de 1972,
ante el inminente retorno del general Perón a la Argentina.
7 El 29 de mayo de 1969 miles de trabajadores y estudiantes se movilizaron en
Córdoba, en protesta contra las políticas del presidente Onganía. Luego del mediodía,
las fuerzas policiales perdieron el control del orden en la ciudad y el gobierno provincial
solicitó la ayuda de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada. A la mañana
siguiente, las tropas al mando del general Jorge Carcagno terminaron de recuperar las
zonas de la ciudad que habían sido ocupadas por los manifestantes11. Había culminado
el “Cordobazo”, una insurrección popular que puso fin al mito de que el general
Onganía era una garantía de paz y orden interno. Comenzaba un ciclo de protesta social
y violencia política, y algunos sectores del Ejército y la Armada planteaban, aún en
forma privada, la necesidad de acortar los tiempos de la “Revolución Argentina”. El
fracaso de la experiencia de Onganía y el avance de los “liberales”, encabezados por
Alejandro Lanusse, llevó a variados grupos de militares, caracterizados habitualmente
como “nacionalistas” a replantearse su relación con Perón y su movimiento político.
8 El 20 de junio de 1969 oficiales de inteligencia del Ejército detuvieron al teniente
Julián Francisco Licastro, instructor del Colegio Militar12. Se iniciaba así un proceso de
arrestos e interrogatorios a oficiales subalternos destinados en el Colegio Militar. Varios
jóvenes oficiales, de tendencia peronista, habían concurrido a una conferencia de Juan
José Hernández Arregui, autor de La formación de la conciencia nacional. Julián
Licastro recuerda:

(...) La conferencia fue en la Franco-Argentina y nos impresionó como un hombre


que, más allá de su formación marxista, hacía profesión de fe nacional y peronista,
de su anticomunismo, porque consideraba al PC aliado de siempre del liberalismo.
Él a su vez se sorprendió de contar en el auditorio a selectos oficiales del Ejército,
así que nos invitó a que lo visitáramos en su departamento13.

9 A partir del vínculo con Hernández Arregui tomaron contacto con dirigentes
peronistas y se relacionaron con intelectuales como Arturo Jauretche, José María Rosa,
Fermín Chávez, Rodolfo Puigross, Marcelo Sánchez Sorondo, y Jorge Abelardo Ramos,
de quien rescataban sus libros Revolución y contrarrevolución en la Argentina, e
Historia política del Ejército Argentino. También eran lectores de Leopoldo Marechal,
Raúl Scalabrini Ortiz, y Carlos Astrada.
10 El grupo encabezado por Licastro se mostraba disconforme con la conducción liberal
del Ejército, y veía con simpatía el “Cordobazo” y la “Revolución Peruana”, encabezada
por el general Velazco Alvarado14. Para ellos “[...] ningún ejército es más fuerte que la
base social que lo compone. Por lo tanto, cuando un ejército está haciendo el papel de
fuerza de ocupación de su propio país, existe un quiebre en la retaguardia social que
compone ese ejército, como un perro que se muerde la cola”15. Estos temas políticos
eran discutidos abiertamente en el Casino de Oficiales. Licastro afirmaba que una
insurrección popular sería incontenible para el Ejército, e incluso se le atribuye haber

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dicho: “hay tanta Patria en una barricada del Cordobazo como en un cuartel del
Ejército”16.
11 Uno de los jóvenes tenientes que acompañó a Julián Licastro y José Luis Fernández
Valoni recuerda el clima que se vivía en las habitaciones de los oficiales del Colegio
Militar:

(…) Eran discusiones... yo diría más que nada… por parte de Licastro – por
ejemplo – eran tipo clase. Las daba como tipo clase, no digo de adoctrinamiento
pero daba clase, explicativas. O si no discutíamos los procesos… que llevaban a
recuperar la democracia, ya sea por el voto popular o por las formaciones
especiales. Eran discusiones acaloradas a veces, porque no todos estábamos de
acuerdo con los demás. No eran fáciles17.

12 El grupo, investigado como una célula peronista revolucionaria, había sido infiltrado
por el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) desde hacía varios meses. Derlys Bitz
afirma al respecto:

Yo supongo que nosotros ya éramos vigilados. Además, en esa época había


oficiales que delataban. Yo podría mencionar, o indicar a gente que nos delató en
muchas cosas, o que transfirió nuestros pensamientos a otra gente. Yo pienso que
éramos seguidos, o más probablemente cuando había posiciones públicas de
Hernández Arregui había gente de los servicios para ver quien estaba. Que haya
un grupo de 4, 5 o 6 oficiales, del Colegio Militar, por ahí todos peladitos, … era
fácil de ubicar quienes éramos 18.

13 Tras los interrogatorios y las investigaciones, los acusados fueron sometidos a un


Tribunal de Honor. Algunos de ellos fueron pasados a retiro obligatorio “por estar en
una posición espiritual incompatible para ser oficial del Ejército”. Junto a Licastro, ex
abanderado del Colegio Militar de la Nación y primer promedio de la promoción 90,
fueron detenidos el mayor José Eduardo Plá Bertollo (del Batallón de aviación del
Ejército); el capitán Miguel Battle (de la Escuela Superior de Guerra); el teniente 1º
Eduardo Falconnier; el teniente 1º Rafael Casaux; el teniente 1º José Luis Fernández
Valoni; el teniente Julio César Vergara (todos del Colegio Militar); y el teniente Carlos
Pastoriza (de la Escuela Superior Técnica). También fue sancionado el capitán Carlos
Sánchez Toranzo. Otros oficiales subalternos fueron investigados, pero fueron
considerados “recuperables” y pudieron continuar su carrera, aunque “marcados”19.
Uno de ellos, recuerda:

Yo estaba en instrucción de oficiales en el Colegio Militar. Estábamos todos los


oficiales en la instrucción, y se me acerca el ayudante del Director, el ayudante de
Jaime de Nevares. Me dice: “Teniente Bitz, tiene que presentarse ya en el Estado
Mayor del Ejército al coronel fulano de tal (que no me acuerdo el apellido), en el
tercer piso”. Llovía a cántaros. Como siempre que pasan estas cosas, llueve a
cántaros. Yo tenía un Fiat 600 nuevito, recién comprado. Me fui. Estaba de
instrucción. Me cambié.., de uniforme de diario. Me fui al Estado Mayor y me
presento. Eran las 11 de la mañana. Me siento. Estaba el coronel ahí, y me dice:
“Espéreme un momento teniente, que ya vengo”. Solo, sentado, el crucifijo ahí. Me
puso un papel y un lápiz, una birome, una lapicera y se fue. ¿Vos sabes a qué hora
apareció el tipo? A las 4 y media de la tarde. O sea el tipo se fue a comer, se
durmió una buena siesta. Habrá dicho a este lo ablando. Y ahí empezó a
preguntarme de reuniones… Obviamente yo le dije lo que pensaba. No negué
nada. “¿Usted fue a tal reunión?” “Sí, fui a tal reunión”. “¿Usted es amigo de
Fernández Valoni, de Licastro?”. “Sí, soy amigo de ellos”. “¿Usted qué piensa?”
“Yo pienso tal cosa, que para mí los golpes militares son un desastre para la
democracia. Los comandantes militares no pueden asumir la voluntad popular”.
Bueno, el tipo, como a las cinco y media, seis de la tarde, me dijo “váyase”. Y de
ahí yo seguí en el Colegio Militar. Nadie más habló conmigo.

(…) Alguna vez me encontré afuera con Fernández Valoni y con Licastro. Pero ya
en el Colegio no hubo más reuniones en las habitaciones. No se habló más del
tema. Fue muy impactante en el Colegio20.

14 Tras el derrocamiento de los generales Juan Carlos Onganía (mayo de 1970) y


Roberto Marcelo Levingston (marzo de 1971) por parte de la corriente “liberal”,

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encabezada por los generales Lanusse, Sánchez de Bustamante y López Aufranc, se


multiplicaron los contactos y las conspiraciones entre diversos y variados grupos
“nacionalistas”. Así, en mayo de 1971, fueron detenidos y pasados a retiro ocho
coroneles destinados en el Estado Mayor y la Escuela de Guerra21. Paralelamente otro
complot comenzó a organizarse en las unidades de caballería de la Primera Brigada
Blindada (Tandil) con apoyo de la Brigada Aérea de Villa Reynolds (San Luis). También
participaba de la conspiración el jefe del regimiento 24 de infantería de Río Gallegos,
coronel Horacio Ballester. Según el relato de este último, se encontró a mediados de
septiembre de 1971 en un parador de Las Flores (Buenos Aires) con el teniente coronel
Florentino Díaz Loza y, visto que no estaban dadas las condiciones para un movimiento
revolucionario, decidieron suspenderlo hasta una nueva oportunidad22. Sin embargo, al
regresar a Olavarría, los oficiales del regimiento 2 de caballería (en su mayoría
tenientes primeros y capitanes) insistieron a Díaz Loza sobre la necesidad de continuar
con los preparativos revolucionarios. Poco después, durante una visita al regimiento del
general Echeverry Boneo, comandante de la brigada, los oficiales de plana mayor del
regimiento le plantearon la necesidad de “profundizar la revolución”. Incluso uno de
ellos le habría propuesto ponerse al frente del movimiento revolucionario23.
15 La rebelión estalló el 8 de octubre de 1971 en unidades de la Primera Brigada
Blindada (Olavarría, Azul, Tandil), pero no contó con respaldo en guarniciones del resto
del país, con excepción de Formosa y Río Gallegos. El gobierno caracterizó a los
sublevados como “fascistas” y “oscurantistas”, y movilizó una fuerza de represión de
9.000 hombres del Primer Cuerpo de Ejército. A la mañana siguiente todas las
unidades sublevadas se habían rendido.
16 Sin embargo, Lanusse reconocería años más tarde que los sucesos de Azul y Olavarría
le quitaron capacidad de negociación y libertad de acción al gobierno, comprometiendo
totalmente al Ejército con la salida política. La otra consecuencia destacada es que el
levantamiento desnudó la fisura que se estaba produciendo entre la conducción de la
institución y los cuadros de jóvenes oficiales, en particular tenientes y capitanes de
reconocido prestigio en sus promociones.
17 En los días posteriores casi todos los sublevados fueron detenidos en Toay (La
Pampa). El grupo incluía a la mayoría de los jefes y oficiales subalternos de los
regimientos de Azul y Olavarría, y a un grupo de nueve oficiales superiores que se
habían sumado a la rebelión. En los meses siguientes fueron sometidos a la Justicia
Militar. Las mayores condenas fueron para el teniente coronel Díaz Loza (un año y ocho
meses de prisión), el coronel Manuel García (un año), el mayor José Ávalos, (nueve
meses). También fueron condenados a prisión menor y pasados a retiro los mayores
Horacio Panchieri, Julio César Zabala y Juan G. Lizarazu; y los capitanes José Manuel
Pérez Brenna, Alfredo Córdoba, Juan Carlos Estrella y Eduardo Aliprandi. El resto de
los oficiales subalternos pudo continuar sus carreras sin inconvenientes24.
18 Posteriormente, Florentino Díaz Loza escribió Las armas de la Revolución, un
pequeño libro en el que narraba las conversaciones en prisión de un grupo de militares,
identificados por su grado y el nombre de algún caudillo federal del siglo XIX25. El texto
nos permite rastrear algunas de las características del pensamiento de este grupo. En
particular su interpretación revisionista de la Historia Argentina, basada en la lectura
de autores como Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña. También puede
identificarse la influencia de la “Revolución Peruana” encabezada por el general Juan
Velazco Alvarado y las críticas a la política de seguridad continental de los Estados
Unidos, a la que adhería el Ejército argentino.
19 Un joven teniente de aquellos años recuerda:

El libro que interpreta exactamente el pensamiento, la “ensalada” ideológica


militar de la década del 70 es Las armas de la Revolución, de Florentino Díaz
Loza. Ahí tenés exactamente contado la cabeza de un militar, cruzada por el
nacionalismo, el Concilio Vaticano, los curas del Tercer Mundo, el revisionismo
histórico antiliberal…, y la Hora de los Pueblos. Ahí tenés un militar del 70. Y del
otro lado… “El Otro Lado”. Esa ensalada es lo que se llamaba “El Ejército
Nacional”. Había nazis, había de todo. Nac & Pop26.

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20 En 1972 fue el Año del Regreso de Perón. A medida que se acercaba la definición
sobre la posibilidad del retorno de Perón a la Argentina y aumentaba la intervención de
las Fuerzas Armadas en la represión de las puebladas en el interior del país (Malargüe,
General Roca, Cipoletti, etc.), crecía la inquietud y la rebeldía de muchos jóvenes
oficiales. Un caso emblemático es el del teniente 1º Antonio Armanini, ex abanderado
del Colegio Militar, destinado en el Liceo Militar Manuel Belgrano (Santa Fe), quien
enfrentó públicamente a sus superiores cuando estos informaron que la conducción de
la institución no dejaría que Perón regresara al país, ni que fuera candidato a
Presidente. El 15 de junio de 1972, Armanini solicitó Tribunal de Honor para el
subdirector del Liceo por tratar de “torturador y asesino” a un jefe del Ejército
Argentino (Perón). Esto le valió 25 días de arresto y, posteriormente, la baja. Desde su
lugar de detención escribió una carta al semanario Primera Plana, por entonces
propiedad del empresario Jorge Antonio y vocero del peronismo:

[...] Por motivos pueriles, sin pruebas ni nada concreto, se me acusó y sancionó.
Pero éstos no eran los motivos reales de la represión, la falta verdaderamente
sancionada había sido expresar en una reunión de oficiales la imposibilidad de
engañar al Pueblo, posibilidad expresada por mis superiores y la necesidad de
llevar al Ejército a una postura popular y nacional. Postura que debe asumir todo
el Ejército si no quiere transformarse en tropa de ocupación en su propio
territorio o milicia mercenaria a órdenes de un amo extranjero27.

21 Más adelante, en ese mismo texto, afirmaba:

Quiero sumar mi brazo a los valientes compañeros que, desde todas las
posiciones, luchan denodadamente por la democracia social y económica, la
soberanía política y asunción del Pueblo al poder; muchos de los cuales han
recibido la condena de las autoridades, la prisión, la tortura y hasta la muerte28.

22 El caso de Armanini es solo una muestra del incipiente quiebre horizontal que se
manifestaba en la estructura de mandos a nivel de capitanes y tenientes. Para esas
mismas fechas pidió la baja el Subteniente José Francisco Martínez Periá, del
regimiento 4 de caballería de San Martín de los Andes, por “no estar de acuerdo con la
función represora que cumple el Ejército”29. Hechos similares se produjeron en
diversas guarniciones del interior. En San Juan fue sancionado el Capitán Ricardo
Lemme por manifestar que tropas bajo su mando “jamás dispararían contra una
manifestación popular”. En Comodoro Rivadavia pidió la baja por motivos similares el
teniente 1° Jorge Patricio Traynor. A fines de mayo, en el Grupo de Artillería 1, de
Ciudadela, el teniente 1° Plá comunicó a su jefe de unidad que no participaría de la
represión de la “Marcha del Hambre”, organizada por Encuentro Nacional de los
Argentinos (ENA)30. También se produjeron incidentes entre jefes y oficiales superiores
del Ejército por declaraciones acerca de que no permitirían el regreso de Perón y que
esa decisión, si fuera necesario, se respaldaría con las armas31.
23 La tensión entre la conducción del Ejército y sectores de la oficialidad joven generó el
clima propicio para que algunos oficiales superiores en situación de retiro conspiraran.
Es el caso de los coroneles retirados en mayo de 1971 y de los responsables del
levantamiento de Azul y Olavarría que trabajaban desde la clandestinidad, en la
redacción de un “Proyecto Nacional” denominado “José Hernández”, y en la
publicación de un periódico – también clandestino – titulado Martín Fierro. El grupo,
que firmaba sus documentos “por los cuadros del Ejército Nacional – los coroneles”, se
reunía en la sede de la revista Estrategia, dirigida por el general de división retirado
Juan Enrique Guglialmelli. Uno de los ejemplares de Martín Fierro habría llegado a
manos de Perón, a quien reconocían como jefe de un movimiento nacional y popular al
que estaban dispuestos a incorporarse. Perón invitó a Madrid a un representante del
grupo, haciéndose cargo del pasaje y el alojamiento32.
24 El elegido para viajar a España (vía Lisboa) fue el coronel (R) Horacio Ballester Sin
embargo, Ballester nunca llegó a Madrid. El 17 de agosto de 1972, su avión fue detenido
en la cabecera de la pista de Ezeiza por la Policía, y Ballester obligado a bajar del
mismo. Si bien la entrevista tenía carácter secreto, el gobierno habría obtenido la
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información del teniente coronel (R) Jorge Osinde, uno de los principales consejeros
superiores del movimiento justicialista.
25 Ballester llevaba, según su relato, dos propuesta a Perón. La primera, si aceptaba las
reglas de juego del gobierno militar, era regresar inmediatamente al país para evitar la
cláusula de residencia impuesta por el gobierno. La segunda

“(...) consistía en ignorar todo lo que estaba preparando el gobierno militar (…);
con gremios amigos y con tropas dispuestas a sublevarse en apoyo al regreso del
general Perón, estábamos en condiciones de sublevar las provincias de Mendoza y
de Jujuy; que el General Perón resolviese en cuál de ellas aterrizar; luego una
marcha sobre Buenos Aires que sería incontenible y ya con plenos poderes en la
Capital Federal, realizar la anhelada Revolución Nacional y Popular que había
quedado trunca en 1955 33.

26 Poco después, el grupo de Ballester se incorporó al departamento Defensa y


Seguridad Nacional del Consejo de Planificación del Movimiento Nacional Justicialista,
con el propósito de redactar planes y políticas de defensa que (supuestamente) serían
aplicadas por el próximo gobierno peronista. Ballester recuerda:

Perón nos invitó a incorporarnos a su movimiento. Entonces nosotros le


contestamos que si habíamos llegado a coroneles en un ejército antiperonista no
nos podíamos presentar como peronistas, Que sí lo aceptábamos a él como Jefe
del Movimiento Nacional y Popular, y ahí estábamos dispuestos a
incorporarnos34.

27 Si bien hoy puede parecer descabellada la idea de que Perón aterrizara en alguna
provincia “liberada” y marchara hacia Buenos Aires, testimonios de jóvenes oficiales
confirman – al menos en parte – los dichos de Ballester. Esas reuniones parecen haber
tenido su punto culminante en las fechas cercanas al 17 de noviembre de 1972. El
teniente Luis Tibiletti, destinado en un regimiento de Corrientes recuerda:

Otro dato de época que te doy. Tiene que ver con esta historia… Subtenientes que
organizaban, en noviembre del 72 la toma de una brigada. Conectados con la JP
para declarar la zona liberada y los muchachos lo llevaban a Perón ahí si lo metían
preso. No se entiende la historia política y militar argentina sin el 17 de noviembre
del 72, día en que por primera vez Argentina estuvo al borde de una guerra civil en
serio35.

28 El capitán Mario Rossi, que había sido asistente personal de Ballester en el


regimiento de Río Gallegos, y había servido de enlace entre éste y sus compañeros de
conspiración en Buenos Aires, relata lo siguiente:

Durante el año 72 los que nos sentíamos peronistas,… los que eran peronistas de
toda la vida… los que llegaban al movimiento nacional desde la derecha… y
muchos nos fuimos juntando. Distintas reuniones. Muchas reuniones había de
oficiales. Muchas reuniones de charlas, discusiones y demás. En las distintas
unidades y entre unidades. Y así se fueron organizando distintos núcleos. Y en
oportunidad del regreso del general fui uno de los tres oficiales con los cuales
tomó contacto la cúpula del peronismo a través del Negro Campos, que era
vicepresidente del Partido. El Negro Campos de la UOM. Y en una reunión que
nos organizaron en la calle Jean Jaurés, en la casa de un viejo puntero radical,
Angelito Piscitelli, mecánico, tuvimos la reunión con lo que era la cúpula de lo que
era la CGT y el Partido Peronista, donde le aseguramos que Campo de Mayo no se
movía, que Campo de Mayo no iba a salir a las órdenes de Lanusse, después de
haber dicho Lanusse que a Perón no le daba el cuero y que iba a movilizar todo. El
compromiso de la guarnición desde Campo de Mayo hasta Buenos Aires, que
habíamos establecido nosotros, era bastante interesante. Realmente estábamos
convencidos de que si hubiera querido Lanusse hacer algo, realmente hoy no sé lo
que hubiera pasado. Sé que hubiera sido un despelote, pero también estoy
convencido de lo que le dijimos, ese capitán y yo (porque había un teniente
primero que ya falleció, que se llamaba Verdaguer, que estaba afuera en el coche
esperándonos una noche de lluvia tremenda, en la calle Jean Jaures) le
aseguramos que Campo de Mayo no se movía, que Lanusse no podía levantar

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Campo de Mayo, que lo teníamos controlado. Los oficiales jóvenes, en ese tiempo
le llamaban, pero existían oficiales desde los grados mayor, teniente coronel (…)36.

29 Otro oficial subalterno, Bitz, recuerda los aprestos realizados:

(...) cuando llega Perón (se produce Ezeiza) una de las alternativas de que podía
llegar el avión en caso de que hubiera problemas en Ezeiza. No solamente donde
llegó, que fue en Morón, sino también en Goya. Nosotros, los oficiales subalternos,
no todos, de Goya, habíamos armado un plan de contingencia por si querían
apoderarse de Perón, para secuestrarlo. Íbamos a actuar con planes de acción
perfectamente establecidos y… practicados. (…) pensábamos hasta tomar la radio
de Goya y hacer proclamas en la radio 37.

30 Según su relato, Ballester había sido designado comandante militar para el caso de
que se desarrollaran acciones bélicas durante el regreso de Perón. Fijó su “comando” en
unas oficinas cercanas al Obelisco donde tomó contacto “con buen número de oficiales
y de suboficiales en actividad, quienes estaban dispuestos a rebelarse y a cumplir
nuestras órdenes si el teniente general Perón así lo resolvía”38. En esas circunstancias,
Ballester recuerda:

“(...) dispuse que las tropas permanecieran en sus asientos normales, sin actuar,
pero en apresto a la espera de nuestras órdenes; esos elementos, o iban a estar en
sus cuarteles, o en el dispositivo del “cierre del Aeroparque” que había dispuesto el
gobierno militar”39.

31 Según el capitán José Luis D´Andrea Mohr, destacado en la Policía Militar 101,
dependiente del Primer Cuerpo de Ejército:

Cuando llega Perón se prepara el enorme operativo que se preparó, y un día de


esos previos me llama Fernández Valoni, que era miembro del comando de
organización de la venida del general Perón. (...) Me llama y me explica cómo era
en detalle lo que querían (que era ir a verlo a Perón); que si entre la gente de ellos
había heridos no hablar de muertos, tenían un plan de destrucción de no sé qué
cantidad de fábricas. Y que todo lo que querían era verlo a Perón 40.

32 Aquella lluviosa mañana del 17 de noviembre de 1972 quedaría en la memoria del


capitán D´Andrea Mohr, que no era peronista, y marcaría su carrera militar para
siempre:

El día que llegó Perón – que llovió, llovió mucho –, andábamos de patrullaje por
las calles de Buenos Aires, con la orden de disolver los contingentes que se
preparaban para ir a esperar a Perón. Desde la mañana. En una de las salidas
venía al frente de la compañía, con su jeep, el capitán segundo jefe de la compañía,
Robeda. (...) [Él] iba delante, yo en el jeep mío, y atrás los tres camiones con los
soldados de mi sección. Llegamos a Guatemala y Canning, hoy Scalabrini Ortíz.
Para ahí. Me llama por la radio. Voy. "Mire allá". Miro allá y había unas mil
quinientas, dos mil personas en cuatro esquinas. Y me dice este hombre: "Vaya, e
intime a que se disuelvan". No sé si es la orden más ridícula que recibí en mi vida,
pero está en el ranking. Volví al jeep, me saqué el casco, dejé el fusil, me saqué el
cinturón con la pistola y me fui, por Guatemala, caminando hacia la gente. Sin
armas, naturalmente. Y mientras caminaba pensaba: "¿qué tengo que hacer yo?".
No tenía resuelto el qué. Sí tenía la sensación de absurdo, y del ridículo que estaba
haciendo, que se acentuaba por el silencio de esa gente, que se puso en silencio
absoluto. Yo me oía el ruido de la cabeza. Cuando voy llegando a toda esa gente, de
ahí sale una señora, chiquita, bajita, con un pañuelo en la cabeza, un piloto medio
violáceo y raído, un mechoncito blanco. Y se me va acercando, acercando,
acercando, y se me para adelante. Y la miro así, para abajo, porque era muy bajita.
Unos ojos de un celeste que eran... , que me hizo acordar a los ojos de mi abuela
que había muerto hacía mucho (que yo la quería mucho además). Y me tomó de
los brazos, y me dijo "Señor, ¿no nos van a matar, no?". Si a mí me preguntan en
qué momento se me acabó la carrera militar, yo no tengo la menor duda que fue
en ese, exactamente en ese. Porque esa vieja..., viejita, era la Patria. Esa fue la
sensación mía. ¿Como mierda me va a preguntar la Patria si yo la voy a matar?
Esa fue mi sensación. Se me puso la garganta gruesa, no podía ni hablar, y me
empezaron a caer las lágrimas. Hice lo que me salió. La abracé a la señora y me fui

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30/8/22, 13:04 Soldados de Perón. Los jóvenes oficiales del Ejército y el Peronismo durante la “Revolución Argentina”
caminando hacia la gente. Y se empezó a abrir un pasillo, y entramos con la viejita.
Entramos hasta el medio, no sé hasta donde. Y entonces la señora se soltó de mí,
me volvió a tomar, y me dice: "Señor, hace dieciocho años que esperamos para ir a
verlo al General". Y ahí se me prendió la luz. Saqué del bolsillo del pantalón el
plano de Buenos Aires. "Ténganmelo" pedí, y les mostré mi sector, donde
estábamos, y les dije: "Estamos acá. En vez de ser todos los que son, divídanse en
ocho columnas, y cuando lleguen al borde de este sector, donde yo no tengo nada
que ver (acá no va a pasar nada) divídanse en dieciséis. En vez de ser cada vez más
sean menos en muchas columnas, que es imposible que los dispersen".
Empezaron a aplaudir. La viejita me daba besos. Yo lloraba. Era una cosa
fantástica. (...)41.

33 El único incidente grave ocurrido durante “El Regreso” tuvo lugar en la Escuela
Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) con una compañía encabezada por el
guardiamarina Julio César Urien quien –  según el relato de Ballester  – no habría
acatado su decisión de mantenerse en los cuarteles a la expectativa 42. Mario Rossi no
tiene los mismos recuerdos que su admirado jefe. Con respecto a lo ocurrido en la
ESMA afirma:

Julio (Urien) toma la Escuela de Mecánica por se olvidan de avisarle que no. Que
no la tenían que ir a tomar, porque lo habían largado. Porque él va a tomar la
Escuela de Mecánica porque a Perón lo meten preso… No le llega la contraorden y
sale a cumplir lo que le correspondía que era tomar la Escuela de Mecánica 43.

34 En diciembre, Perón designó a Héctor J. Cámpora candidato a presidente por el


Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). Días después partió hacia Madrid.
Mientras tanto, fuentes castrenses manifestaban públicamente preocupación por el
tono y las consignas de la campaña del FREJULI. Uno de los temas más preocupantes
eran los alcances de una posible amnistía que temían ilimitada, y las designaciones de
los nuevos mandos militares. Al interior de la cúpula militar se comenzó a discutir
seriamente la posibilidad de “patear el tablero” en caso de un triunfo de Cámpora.
35 En algunas guarniciones del interior jóvenes oficiales comenzaron a realizar aprestos
militares ante la posibilidad de que se interrumpiera el proceso de institucionalización.
El capitán José Luis D´Andrea Mohr, que había quedado profundamente impresionado
por los sucesos que culminaron con el regreso de Perón a la Argentina, recordaba44:

Porque cuando terminé ese año [1972] en la Policía Militar, ascendí a capitán, (…)
me mandaron a Neuquén. (…) Y ahí me hice muy amigo de [Monseñor Jaime] De
Nevares que fue quien me advirtió, con gente de [Felipe] Sapag, que si ganaba el
Peronismo (Cámpora) no se entregaba el poder.

Acá viene otra historia. Organizamos con los oficiales de mi compañía y 180
soldados, un ejercicio nocturno de toma del comando de la brigada por las bardas,
de la radio (eso sin tropa) y del aeropuerto. Y teníamos ciento treinta casas con
teléfonos y armamento que, como yo tenía a cargo el arsenal de movilización,
distribuimos armamento entre civiles. Para que Neuquén fuera una ciudad libre,
liberada, y que se nos plagaran los que se plegaran después. Los que fueran. Y de
Nevares prestaba su despacho para las reuniones conspirativas. Y habíamos
armado un plan muy sencillo: tomar el comando, detener a Paladino, proclamar el
reconocimiento del gobierno electo y declarar a Neuquén ciudad no plegada a la
rebelión militar. Y después que se nos sumaran.... Pero Paladino en cana, más
todo el estado mayor 45.

Reflexiones finales
36 Los testimonios de quienes hace cuarenta años eran oficiales subalternos nos
muestran una imagen distinta de la que surge de la bibliografía tradicional sobre las
internas castrenses en los años finales de la “Revolución Argentina”. En la base de la
pirámide militar se revela un creciente apoyo al peronismo. Los tenientes peronistas del
Colegio Militar, la rebelión de la elite de la caballería en Azul y Olavarría, los jóvenes
oficiales que se negaron a reprimir puebladas, o aquellos que se prepararon para tomar
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sus unidades en caso de que Perón no pudiera regresar al país, son el exponente del
resquebrajamiento de la cadena de mandos, del quiebre horizontal del cuadro de
oficiales a nivel de jefes y oficiales subalternos.
37 A partir de 1969 es posible detectar entre los cuadros del Ejército un fenómeno
similar al que –  como señalábamos en la introducción  – ocurría en otros ámbitos: la
radicalización y peronización de los sectores medios de la sociedad argentina. Durante
la etapa final de la “Revolución Argentina”, jóvenes estudiantes, sacerdotes,
intelectuales, muchas veces pertenecientes a familias antiperonistas, se acercaron al
peronismo. En el caso del Ejército, jóvenes católicos posconciliares, desarrollistas, o
nacionalistas de la más variada gama, reconocieron a Perón como el conductor de la
esperada Revolución Nacional.
38 Estos testimonios nos permiten –  también  – entender que lo ocurrido a partir de
mayo de 1973, durante los siete meses de comandancia del general Jorge Carcagno, no
son hechos aislados, ni casualidades. La devolución del grado y el uniforme a Perón; el
proyecto de expulsar las misiones militares de Francia y los Estados Unidos de la sede
del Edificio Libertador; el operativo conjunto Manuel Dorrego, entre unidades del
Ejército y la Juventud Peronista (ligada a Montoneros); y el giro doctrinario propuesto
por Carcagno y el coronel Juan Cesio en la X° Conferencia de Ejércitos Americanos de
Caracas, por nombrar los sucesos más destacados, contaban con el apoyo y el
beneplácito de una parte importante de los cuadros medios y bajos del Ejército
argentino.

Bibliographie
Ballester, Horacio P., Memorias de un coronel democrático, Buenos Aires, Ediciones de la Flor,
1996.
Barletta, Ana María, “Peronización de los universitarios (1966-1973)”, en Pensamiento
Universitario, Nº 9, Universidad de Quilmes, 2000.
Barletta, Ana María, “Una izquierda universitaria peronista. Entre la demanda académica y la
demanda política (1968-1973)”, Buenos Aires, Prismas, Nº 6, Universidad de Quilmes, 2002.
Chama, Mauricio, “Peronización y radicalización de grupos de abogados en los años ´60 y
principios de los ´70.”, Cuestiones de Sociología. Revista de Estudios Sociales, nº3, otoño 2006.
Díaz Loza, Florentino, Las armas de la revolución, Buenos Aires, Peña Lillo, 1973
Fraga (h), Rosendo, Ejército: del escarnio al poder, Buenos Aires, Planeta, 1988.
Lanusse, Alejandro A., Mi testimonio, Buenos Aires, Laserre editores, 1977.
Lanusse, Lucas, Cristo revolucionario. La Iglesia militante, Buenos Aires, Javier Vergara Editor,
2007.
Licastro, Julián, Mi encuentro con Perón. Memorias e ideales, Buenos Aires, Lumiere, 2004.
García Lupo, Rogelio, Monopolios y mercenarios en la Argentina de Onganía a Lanusse (1966-
1971), Buenos Aires, Achával Solo, 1971.
Mazzei, Daniel, “Esa viejita era la Patria”, en Historia, Voces, Memoria, 1/2009, págs.125-148.
Mazzei, Daniel, “Ir más allá de O´Donnell”, Boletín Electrónico Bibliográfico, nº 5 (marzo 2010),
p. 11-12. http://historiapolitica.com/datos/boletin/boletin5.pdf
Mazzei, Daniel, Bajo el poder de la caballería. El Ejército argentino (1963-1973), Buenos Aires,
Eudeba, 2012, caps. 10 a 13.
Millán, Mariano, “Radicalización y peronización estudiantil durante la Revolución Argentina
(1966-1971). Un examen crítico a la luz de los casos de Rosario y el Nordeste”, ponencia
presentada en las IX Jornadas de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, 2011.
Morello, Gustavo, Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrilla
argentina, Córdoba, EDUCC, 2003;
O´Donnell, Guillermo, El Estado burocrático-autoritario, Buenos Aires, Editorial de Belgrano,
1981.
Potash, Robert, El Ejército y la política en la Argentina, vol.4, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1994.

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Ramírez, Ana Julia, “Radicalización y peronización de los universitarios: El caso de la UNLP
(1969-1974)”, en Cuadernos del CISH, N° 5, Centro de Investigaciones Sociohistóricas, Facultad
de Humanidades, UNLP, 1999;
Wally, Juan Waldemar, “A 25 años de la sublevación militar de Olavarría y Azul”, Todo es
Historia, n°351, octubre de 1996.

Notes
1 O´Donnell, Guillermo, El Estado burocrático-autoritario, Buenos Aires, Editorial de Belgrano,
1980, capítulo 2.
2 Ese es el nombre que adoptó la dictadura argentina que se extendió entre junio de 1966 y mayo
de 1973 y que pretendía realizar una “Revolución Nacional”.
3 Mazzei, Daniel, “Ir más allá de O´Donnell”, Boletín Electrónico Bibliográfico, nº 5 (marzo
2010), p. 11-12. http://historiapolitica.com/datos/boletin/boletin5.pdf
4 Potash, Robert, El Ejército y la política en Argentina, vol.  4, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1994.
5 Fraga, Rosendo, Ejército: del escarnio al poder (1973-1976), Buenos Aires, Planeta, 1988.
6 Mazzei, Daniel, Bajo el poder de la caballería. El Ejército argentino (1963-1973), Buenos Aires,
Eudeba, 2012, caps. 10 a 13.
7 Referencia al gobierno revolucionario iniciado en Perú entre 1968 y 1975 y encabezado por el
general Velazco Alvarado. La expresión era utilizada frecuentemente por el periodista Rogelio
García Lupo.
8 Véase Barletta, Ana María, “Peronización de los universitarios (1966-1973)”, en Pensamiento
Universitario, nº 9, Universidad de Quilmes, 2000; Barletta, Ana María, “Una izquierda
universitaria peronista. Entre la demanda académica y la demanda política (1968-1973)”, Buenos
Aires, Prismas, nº 6, Universidad de Quilmes, 2002; Ramírez, Ana Julia, “Radicalización y
peronización de los universitarios: El caso de la UNLP (1969-1974)”, en Cuadernos del CISH, n°
5, Centro de Investigaciones Sociohistóricas, Facultad de Humanidades, UNLP, 1999; Millán,
Mariano, “Radicalización y peronización estudiantil durante la Revolución Argentina (1966-
1971). Un examen crítico a la luz de los casos de Rosario y el Nordeste”, ponencia presentada en
las IX Jornadas de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2011.
9 Véase Chama, Mauricio, “Peronización y radicalización de grupos de abogados en los años ´60
y principios de los ´70.”, Cuestiones de Sociología. Revista de Estudios Sociales, nº3, otoño
2006.
10 Véase Morello, Gustavo, Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrilla
argentina, Córdoba, EDUCC, 2003; Lanusse, Lucas, Cristo revolucionario. La Iglesia militante,
Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2007.
11 Mazzei, Daniel, Bajo el poder de la caballería. El Ejército argentino (1963-1973), p. 227-237.
12 Ese día, después de la jura de la bandera en el Colegio Militar, Licastro se encontraba de
servicio, un grupo de oficiales de inteligencia lo detuvo. Así se inició un proceso de detenciones,
interrogatorios y retiros obligatorios. Las primeras noticias fueron conocidas a través de la revista
Análisis del mes de septiembre, y en la edición de octubre de Inédito. Véase Licastro, Julián, Mi
encuentro con Perón. Memorias e ideales, Buenos Aires, Lumiere, 2004, p.  60; y García Lupo,
Rogelio, Monopolios y mercenarios en la Argentina de Onganía a Lanusse (1966-1971), Buenos
Aires, Achával Solo, 1971, p. 111-114.
13 Licastro, Julián, Op.cit., p. 57-58.
14 La Revolución Peruana comenzó el 3 de octubre de 1968 cuando las Fuerzas Armadas
derrocaron al presidente constitucional Fernando Belaúnde Terry, quien fue remplazado por el
general Juan Velazco Alvarado. El gobierno revolucionario expropió empresas norteamericanas,
decretó la reforma agraria y estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Velazco
Alvarado y los militares revolucionarios peruanos se habían formado en el Centro de Altos
Estudios Militares (CAEM) cuyos cursos sobre problemas del subdesarrollo, dependencia o
planificación económica, dictados por profesores de la Universidad, significaron un cambio
enorme con respecto a la tradición militar dominante. Algunos periodistas, haciendo un juego de
palabras hablaban de una corriente peruanista dentro del Ejército argentino.
15 LIcastro, Julián, Op.cit., p. 60.
16 Ídem, p. 59.
17 Entrevista a Derlys Bitz, 67 años, militar retirado, realizada en octubre de 2010. Este oficial de
artillería de la promoción 93, alcanzó el grado de mayor y fue pasado a retiro obligatorio en
diciembre de 1980 por el general Galtieri junto al grupo conocido como “los 33 orientales”.
18 Entrevista a Derlys Bitz.

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19 Según Licastro este “círculo de oficiales” contaba con 30 o 40 oficiales del Colegio Militar.
Rosendo Fraga afirma que, en una conferencia realizada en 1973, Fernández Valoni afirmó que el
grupo recibía información suministrada por un 30% de oficiales subalternos, aunque solo el 10%
asumía posiciones favorables a este grupo. Según este mismo autor, el grupo Licastro estaba
integrado por oficiales “que en general tenían prestigio militar”. Ver Fraga, Rosendo, op.cit.,
p. 25-26.
20 Entrevista con el coronel Derlys Bitz.
21 Entre los detenidos se encontraban los coroneles Augusto Benjamín Rattembach, José Luis
García, Carlos M. Gazcón, Juan Carlos Mendieta, Gustavo J. Cáceres, Erich Max Dreier. Varios de
estos oficiales conformarían el Centro de Militares por la Democracia Argentina (CEMIDA) en
1984.
22 Ballester, Horacio, Op. cit., p. 142.
23 Wally, Juan Waldemar, “A 25 años de la sublevación militar de Olavarría y Azul”, Todo es
Historia, n°351, octubre de 1996, p. 86. El autor se basa en el testimonio del general Echeverry
Boneo. La propuesta la habría realizado el oficial logístico del regimiento, mayor Julio César
Zabala.
24 Algunos como Martínez Periá pedirían la baja poco después, otros serían pasados a retiro
junto con los 33 orientales en diciembre de 1980, y algunos alcanzaron las palmas de general. Es
el caso de Gustavo Schurlein y, fundamentalmente, de Daniel Camponovo que se desempeñó
como Comandante Operacional de las Fuerzas Armadas entre 2009-2010 con el grado de
teniente general.
25 Díaz Loza, Florentino, Las armas de la revolución, Buenos Aires, Peña Lillo, 1973. Díaz Loza,
el narrador, era el teniente coronel Francisco “Pancho” Ramírez, en referencia al famoso caudillo
federal entrerriano del siglo XIX.
26 Entrevista a Luis Tibiletti, 60 años, militar retirado, realizada en febrero de 2009. Desde 1983
se desempeñó como asesor de legisladores justicialistas, en particular del senador Eduardo Vaca.
Entre 2003 y 2007 fue Secretario de Seguridad Interior, y entre 2007 y 2009 se desempeñó como
asesor de la ministra de Defensa Nilda Garré.
27 Citado en “Los militares del juego limpio”, Primera Plana, nº 493, 11 de julio de 1972, p. 20.
28 Ídem.
29 Previamente Martínez Periá había estado detenido por su participación en los sucesos de Azul
y Olavarría. Según el relato de Primera Plana, el subteniente se había presentado al jefe del
regimiento para manifestarle “que jamás tiraría contra el pueblo”. Ver “Los militares del juego
limpio II”, 11 de julio de 1972, p. 22.
30 “Los militares del juego limpio II”, Op. cit.: y “Cuando habrá elecciones internas en el partido
militar?”, Primera Plana, 6 de junio de 1972, p. 5. Como consecuencia de este hecho el jefe del
Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 1 (GADA1), Teniente Coronel Torello fue transferido y
reemplazado por el futuro general Mallea Gil.
Los oficiales sancionados por estos hechos fueron el capitán Ricardo Lemme (del RI 22), el
Teniente 1º Jorge Traynor (del Liceo Militar de Comodoro Rivadavia), y el Teniente 1º Plá (del
GADA 601). Véase “Los militares del juego limpio II”, Primera Plana, nº493, p. 22.
31 Un ejemplo es del capitán Jorge Mittelbach quien discutió públicamente con el comandante de
Cuerpo, Rudecindo Nadal, o el del teniente coronel Aguado Benítez que reaccionó ante
declaraciones del jefe de la Escuela de Caballería, coronel Carlos Guillermo Suárez Mason.
32 Ballester, Horacio, Op. cit., p. 162-173
33 Ballester, Horacio, Op.cit., p. 172.
34 Entrevista a Horacio Ballester, 82 años, militar retirado, diciembre de 2008.
35 Entrevista a Luis Tibiletti
36 Entrevista a Mario Rossi, 65 años, militar retirado, abril de 2009. Finalmente Rossi no pudo
participar activamente del regreso ya que “(...) el jefe de la compañía sabía que yo me iba para la
cosa y entonces me hizo poner de guardia… Me hizo meter de guardia y no fui el 17. Lo viví con
los compañeros, hablando por teléfono. Estaba en la guardia del Liceo San Martín”.
37 Entrevista a Derlys Bitz, 2010. Bitz hace una referencia a la llegada de Perón a Morón, parece
tratarse de una confusión con el segundo retorno de Perón, el 20 de junio de 1973.
38 También manifiesta haber “estado en desacuerdo con que el teniente general Perón aterrizara
en Ezeiza bajo la ´protección´ gubernamental”. Ver Ballester, Horacio, Op. cit. p. 177)
39 Idem, ibídem.
40 José Luis D´Andrea Mohr, .60 años, militar retirado, junio de 2000.
41 Entrevista a José Luis D´Andrea Mohr
42 “(…) no se produjeron choques militares, salvo una compañía de la Escuela de Mecánica de la
Armada que no acató mi decisión de mantenerse en sus respectivos cuarteles a la expectativa, a la

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30/8/22, 13:04 Soldados de Perón. Los jóvenes oficiales del Ejército y el Peronismo durante la “Revolución Argentina”
espera de órdenes que pudieran llegar a impartirse”. Ballester, Horacio, Op. cit., p.  164.
Posteriormente Urien se incorporaría a la organización Montoneros, sería detenido en 1975, y
pasaría toda la última dictadura militar preso en la cárcel de Devoto “a disposición del Poder
Ejecutivo”.
43 Entrevista a Mario Rossi.
44 Para un relato de lo ocurrido con D´Andrea Mohr durante ese día véase Mazzei, Daniel, “Esa
viejita era la Patria”, Historia, Voces, Memoria, 2009/1, p. 141.
45 Entrevista a José Luis D´Andrea Mohr.

Pour citer cet article


Référence électronique
Daniel H. Mazzei, « Soldados de Perón. Los jóvenes oficiales del Ejército y el Peronismo
durante la “Revolución Argentina” », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Questions du
temps présent, mis en ligne le 18 septembre 2015, consulté le 29 août 2022. URL :
http://journals.openedition.org/nuevomundo/68192 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.68192

Auteur
Daniel H. Mazzei
Programa de Historia Oral, Instituto de Estudios Interdisciplinarios en América Latina (INDEAL),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

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