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Se nos invita con cierto decoro a caminar el paisaje que Ana Mendieta
tiende frente a nosotros, estando atentos a los senderos que delimita para
ser reconocidos como su verdad que no ha de ser puesta en duda, así
como la de ningún otro mapa humano. Recomiendo tener un paso suave,
los ojos abiertos, y la atención necesaria para encontrar lugares comunes
en nuestros orígenes y cauces.
Para explicar cómo se instala el trauma en el cuerpo, Levine recurre a dos nociones
fundamentales: los modelos de reacción que muestran los animales ante los ataques
de los depredadores y las bases estructurales de nuestro sistema nervioso.
En este caso, la energía que se liberó con la experiencia estresante queda bloqueada
en su cuerpo y crea una parálisis que pasa a dominar su vida y una reactividad
emocional, con sentimientos de temor, repugnancia, miedo e impotencia, frente a
cualquier situación que vuelva a reactivar una sensación de inmovilidad.
Levine añade, citando los trabajos de Ivan Paulov, que los animales pasan además
por tres fases cuando son sometidos a una situación de estrés prolongada.
Cuando los animales y las personas empiezan a recuperarse de esta última fase
muestran comportamientos extraños. Los perros agresivos se vuelven dóciles y lo
contrario. La persona cambia erráticamente del terror a la rabia descontrolada.
Desde un punto de vista del sistema nervioso, Levine explica el funcionamiento del
trauma en el cuerpo recogiendo las ideas expresadas por Stephen Porger en
su Teoría Polivagal.
Según Porger, nuestro sistema nervioso está conformado por tres sistemas básicos:
Cuando nos sentimos amenazados, la persona pasa por tres fases nerviosas:
primero, intenta contactar con los rostros y voces de otras personas para entender
qué pasa o comunicar las propias sensaciones a través del sistema vago
mielinizado. Si este no funciona, se activa el sistema simpático para pasar a la lucha o
la huida, y si este tampoco funciona, se activa el sistema vago no mielinizado de la
inmovilidad. Cuanto más primitivo es el sistema que se activa, más poder tiene este
para asumir el mando de todas las funciones del organismo.
MÉTODO DE TRABAJO
La intervención en la Experiencia Somática se centra en conseguir que la persona
pueda dejar salir de su cuerpo la energía que quedó “congelada” por la experiencia
traumática.
La intervención pasa por 12 fases. Las tres primeras son preparatorias y tienen como
objetivo conectar a la persona con su cuerpo para superar la insensibilidad que se
instaló con el trauma para no sentir dolor ni sufrir por la situación estresante. En esta
etapa se anima al paciente a conectar con sensaciones corporales agradables para
ofrecerle la seguridad de que la sensación corporal no es peligrosa.
Las tres siguientes lo que buscan es que la persona empiece a entender el lenguaje
de sus sensaciones corporales internas, y que aprenda a diferenciar entre
pensamiento, emoción y sensación corporal.
Las fases siete, ocho y nueve, se adentran en el trabajo con la reactividad emocional
a través de la activación de patrones de lucha y la huida, mientras que las últimas
tres fases se adentran en devolver a la persona al equilibrio, a la calma y a la vida
social.
En estas seis primeras fases, que están enfocada a superar el estado de inmovilidad,
Levine recomienda trabajar desde la experiencia corporal y no hablar. La razón la
justifica aludiendo a que en las investigaciones se ha visto que cuando la persona
activa la amígdala, asociada al miedo, se inhibe el área de Broca ligada al lenguaje.
Levine afirma que en el trauma hay terror sin palabras. Será posteriormente, cuando
se entre en el estado de activación simpático cuando la palabra ganará
protagonismo.
Tanto en esta fase como en la anterior se anima a la persona a reproducir los gestos
y movimientos que su cuerpo querría haber hecho en la situación traumática
(agazaparse, retorcerse, correr, encogerse, etc.)
Fase 9.- Actuar frente al colapso y la derrota. Aquí anima a entrar y salir de la postura
que refleja el colapso. Plegarse hacia delante y enderezarse vértebra a vértebra
hasta llevar la cabeza a la vertical.
Fase 10.- Desvincular el miedo de la sensación de inmovilidad. En esta fase, la
persona aprende a contactar voluntariamente con las sensaciones físicas
intimidantes que le despierta el trauma durante un tiempo suficiente como para que
cambien. La persona conecta con su miedo y con la inmovilidad misma, para
explorar progresiva y conscientemente las sensaciones que surgen, texturas,
imágenes, pensamientos asociados…
Fase 11.- Pasar del entorno interno al externo y la vinculación social. Al abrir los ojos
después de estar dentro dejar que vayan donde quiera, donde tengan curiosidad,
donde quieran explorar. Es una fase de despertar en la persona la búsqueda de
objetivos y metas.
En esta última fase se presenta un trabajo espiritual en los pacientes que les vuelva a
conectar con la voluntad de vivir, con lo sagrado de la vida.
Estas cinco dimensiones ayudan al terapeuta a detectar cuál de los tres sistemas
nerviosos se ha activado en el paciente en cada momento y así, a poder decidir
mejor desde que fase o ejercicio trabajar. Por ejemplo, en el estado de
inmovilización la persona apenas se mueve, la voz se muestra ahogada, los ojos fijos
o perdidos, la respiración y el ritmo cardiaco reducidos, la piel blanquecina y las
pupilas contraídas. En la activación del simpático, la persona mueve rápido los ojos,
el corazón y la respiración están aceleradas, y hay nerviosismo y tensión muscular
generalizado. En el estado del compromiso social, la persona está relajada, con una
respiración lenta, profunda y tranquila, las manos calientes y las pupilas dilatadas.
Por último, hay que añadir que, en la intervención, Levine aconseja ir poco a poco.
Contactar con la gota más pequeña de activación basada en la supervivencia para
evitar re-traumatizaciones.
Referencias Bibliográficas
Levine, P.A. (2013). En una voz hablada. Cómo el cuerpo libera el trauma y restaura el
bienestar, Buenos Aires: Alma Lepik.