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CURSO:
DERECHO PROCESAL LABORAL
DOCENTE:
Dr. Amador Nicolás Mondoñedo Valle
ALUMNA:
Cumpa Barrios, Nery Elizabeth
AÑO:
Cuarto “B”
NERY CUMPA
PRINCIPIO DE INMEDIACIÓN
Los trámites de las actuaciones procesales deben ser inmediatos. Y ello supone que el
juez es el único que debe dirigir y conocer todos los actos procesales. Debe estar
presente en las audiencias y en la actuación de pruebas si luego quiere pronunciar
sentencia. Nuestra NLPT es muy clara en que el juez no puede delegar en otras personas
la dirección en las audiencias y en la actuación de pruebas. Además, en aplicación
supletoria del artículo 202 del Código Procesal Civil, «la audiencia de pruebas será
dirigida personalmente por el juez, bajo sanción de nulidad». Adicionalmente, este
postulado organizativo exige que la valoración de la prueba sea inmediata en términos
temporales. Esto es, que una vez actuada la prueba el juez sentencie en el menor plazo
posible. Ello evitará olvidos o las impresiones que generaron las audiencias
Es decir que, uno de los aspectos más importantes que debe buscar cualquier proceso de
reforma de nuestra justicia laboral lo constituye, sin lugar a dudas, la necesidad de que
los jueces asuman un mayor protagonismo en relación con la solución de un conflicto
laboral, que se dejen las delegaciones de las tareas jurisdiccionales más importantes
como ocurre actualmente a los auxiliares, que asuman mayor compromiso con la
solución de los problemas que más afectan a los trabajadores, y en definitiva, que sean
verdaderos directores del proceso laboral.
PRINCIPIO DE ORALIDAD
PRINCIPIO DE CONCENTRACIÓN.
Este principio es de carácter formal, pues los trámites procesales deben evitar la
dispersión. Por eso, las actuaciones procesales tienen su debido momento y no pueden
incorporarse incidentes con posterioridad. Por ejemplo, los medios probatorios solo
pueden ofrecerse al momento de presentar la demanda o al momento de contestar esta,
salvo que de manera excepcional se refieran a hechos posteriores y previos a la
actuación de pruebas. Es decir, no se pueden presentar medios de prueba con
posterioridad a la audiencia donde se actúan los medios probatorios.
La celeridad es uno de los principios básicos del Derecho Procesal del Trabajo porque
constituye el objetivo principal que se persigue en el proceso laboral para buscar la
rapidez a través de la simplificación de los trámites, limitación de los recursos
impugnatorios, brevedad de los plazos, limitación de las instancias, la perentoriedad de
los términos, etc.
Esta celeridad se vincula directamente con la publicidad del proceso laboral, pues
constituye, en cierta forma, un instrumento de control sobre el poder ejercido por los
jueces. También es una garantía para el trabajador, puesto que impide la demora y
arbitrariedad de la justicia.
Los actos procesales deben ser los menos posibles para llegar al fin del procedimiento.
El juez no puede, por ejemplo, aceptar hechos, y menos aún medios probatorios,
impertinentes o irrelevantes para la causa. En estos casos deberá descartarlos. Como en
la mayoría de los procesos laborales, será el empleador el que formule la reconvención;
entendemos que alguien puede pensar que se produce una lesión al principio de
contradicción. En realidad, no. Y ello, porque el empleador tiene todo el derecho de
contradecir la demanda del trabajador. Sin embargo, nos parece que el legislador busca
eliminar actos procesales con el fin de que el litigio no se extienda tanto. Igualmente, el
empleador podrá presentar su demanda, pero en un proceso distinto (en una relación
jurídico-procesal distinta).
PRINCIPIO DE VERACIDAD
Tiene por objeto averiguar la verdad real o material respecto del hecho conflictivo, ya
sea para confirmar su existencia o para descartarla. La clave de la solución de este
problema deriva de otro de los principios del proceso laboral que es la búsqueda de la
verdad real, esa búsqueda de la verdad constituye un punto de referencia objetivo que
exige y asegura la imparcialidad del juez.
PRINCIPIO DE SOCIALIZACIÓN
Se trata del principio de igualdad de las partes en el proceso, que no viene a ser sino una
expresión del principio general de contenido esencialmente político: “Todos somos
iguales ante la ley”
El principio pro actione exige que la aplicación de una disposición que acoja una
pluralidad de normas significados interpretativos, todas ellas compatibles con la
Constitución, se realice conforme a aquella que mejor optimiza el ejercicio y goce del
derecho fundamental de naturaleza procesal que pueda estar en cuestión.
Este principio exige que las disposiciones de la NLPT deben ser aplicadas con criterio
de ponderación. Esta ponderación permite que el proceso, además de resolver
controversias particulares, se convierta en un instrumento ético de democratización de
las decisiones del Estado, asumiendo, a su vez, la posición de ser un vehículo de
realización de los valores básicos consagrados en el sistema constitucional. De ello se
deriva que las reglas contenidas en la NLPT no deben aplicarse de forma automática sin
ningún razonamiento valorativo, sino que las instituciones procesales han de ser
interpretadas y aplicadas permanentemente buscando el equilibrio entre dos elementos
propios de la tutela jurisdiccional efectiva.
PRINCIPIO PROTECTOR
Este principio tiene su fundamento en la desigualdad económica que existe entre las
partes que pone al trabajador en clara desventaja frente al empleador; por tal motivo, es
necesario que la ley acuda en su auxilio dejando de lado el criterio de la igualdad
jurídica entre las partes propio del proceso civil. La desigualdad procesal que introduce
la ley busca evitar abusos procesales contra el trabajador; busca compensar la
desigualdad existente en la realidad.
El principio de lealtad procesal exige que todos los partícipes del proceso actúen de
buena fe y sean colaboradores de la justicia y no agentes de entorpecimiento de la
misma.
Este principio con muy buen criterio extiende las sanciones por deslealtad procesal no
solo a las partes sino también a sus abogados, lo que resulta justo, pues son los letrados
patrocinantes quienes redactan los escritos y participan de las diligencias procesales
induciendo muchas veces a que sus clientes infrinjan sus deberes procesales.
PRINCIPIO DE GRATUIDAD
Este principio, se orienta al derecho procesal laboral y que además es exclusivo de esta
rama del derecho, busca favorecer el elemento económicamente débil de la relación de
trabajo y desde luego de la relación procesal, que es el trabajador, con el fin de
equilibrar un poco las fuerzas enfrentadas en esa relación, que son, por una parte, la
fuerza de la capital representada por el empleador, y para otra, la fuerza laboral,
representada por el obrero.
El proceso laboral solo puede iniciarse a impulso de parte; sin embargo, una vez
comenzado el juez de trabajo como director del proceso está obligado a impulsarlo hasta
su conclusión.
Ambos principios propugnan que la labor del juez no sea meramente la de un espectador
y visor de la legalidad, sino que, por el contrario, participe activamente en el proceso
que, en tanto actividad estatal, no repercute solo en las partes intervinientes sino en toda
sociedad. Estos principios pueden ser vistos desde el punto de vista económico, como
efectos de constatar que el proceso implica no solo costos privados sino también
sociales, que legitiman una actuación activa del juez, en pro de hacer que tales costos
sean invertidos de forma eficiente y, por ejemplo, la duración de un proceso en concreto
no se dilate e impida que otros sujetos de derecho puedan acceder al órgano
jurisdiccional.
EL PRINCIPIO DE INMEDIATEZ
En virtud de este principio debe haber siempre un plazo inmediato y razonable entre el
momento en que el empleador conoce la existencia de la falta cometida por el trabajador
y el momento en que se inicia el procedimiento y se le impone la sanción disciplinaria.
En tal sentido, en el presente informe, analizaremos los distintos aspectos doctrinarios y
jurisprudenciales que fundamentan la aplicación de este principio.
PRINCIPIO DE LEGALIDAD
PRINCIPIO DE CONTINUIDAD
Este principio tiene como sustrato el principio protector del Derecho Laboral y opera en
cualquier situación en la que se produzca una discordancia entre lo que los sujetos dicen
que ocurre y lo que efectivamente sucede, para preferir esto sobre aquello. No significa
que la declaración efectuada por las partes no tenga importancia. El ordenamiento
presume su conformidad con la voluntad real de ellas, pero permite desvirtuar dicha
presunción si constata la discrepancia entre una y otra. Y es que, en muchos casos, las
reales condiciones de trabajo no constan en los documentos, o constando no se condicen
con lo que verdaderamente sucede en la realidad, por lo que resulta necesario que los
jueces deban verificar directamente los hechos mismos. Así por ejemplo, este principio
es utilizado con frecuencia por la jurisprudencia para descartar la apariencia de un
contrato civil de locación de servicios ante la realidad de una relación laboral. También
opera para determinar la duración indefinida del vínculo, cuando la declaración de
temporalidad del mismo no corresponde con la naturaleza de las labores desempeñadas.
En la mayoría de veces se llega a concluir que las verdaderas condiciones en que los
trabajadores realizan sus servicios son muy distintas de las establecidas en el contrato o
en otros documentos aparentes.