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INFORME DE CRUCE PEATONAL DE LA AV. 28 DE JULIO CRUCE CON LA AV.

AREQUIPA.
La avenida es lo suficientemente amplia como para hacer parecer a la vista una
menuda aglomeración de personas que van rumbo a sus centros de ocupación. El
semáforo desde todos los ángulos en cada esquina marca el ritmo de paso en
transeúntes y vehículos de transporte, que en su correr, aguardan de con mucha
frecuencia los unos a los otros y, muchos transeúntes a su vez conforman otro
conglomerado en la espera de una quinua hirviendo en una de las tres esquinas se
podría decir que una combinación extraña de olores entre los humores del desayuno y
le humo tóxico de los buses ambienta la zona; la única esquina que deja libre el paso
es la avenida donde se encuentra la embajada de Argentina, abriendo camino hacia
alguna de las universidades o institutos de los alrededores. La primera mañana, tiene
una necesidad básica, el imperativo del estómago, detiene unos cuantos minutos a
jóvenes y adultos a llenarlo, mientras el estridente sonido de la ciudad los acompaña
aunque ni se volteen a mirarla. En medio de la pista, entre las dos vías se muestra
amplia el boulevard que nos lleva hacia los distritos más distanciados del centro tanto
cultural como económicamente. Y es hacia allá donde en mayor medida se dirigen las
masas.

Más allá del cruce peatonal las calles compiten entre institutos y universidades,
centros de trabajo, que aguardan a todos en búsqueda del éxito o la sobrevivencia.
Aunque no podemos asegurarlo. En todo caso las universidades privadas de por allí
venden ansias de culminar el periodo de estudios, basta ver la propaganda que nos
anima cuando nos dice que culminaríamos en 4 años. Y tal vez sean quienes compran
este discurso los mismos que no esperan el cambio de semáforo. Casi dos minutos se
hacían eternos, y ni hablar de encontrar la pista vacía, ante la celeridad era la mejor
oportunidad para cruzar, solo los tontos se pondrían a esperar o los que llevan el
tiempo sobrado, pero pareciera que raramente ocurriese esto último.

Como hordas se posicionan en ambos lados de las vías y un abismo los aleja, más
aún con un boulevard en medio, un signo los detiene: el semáforo en rojo, pero ello tan
solo cuando a su vez las vías se ensartan de automóviles y microbuses; mientras no,
entonces se desestima la señalización. Son finalmente la ausencia o presencia de
automóviles los que terminan determinando el cruce. En cambio, a los conductores no
les queda más que el irrestricto obedecimiento de la señalización puesto que puede
desencadenar una fatalidad, y asi no haya ningún transeúnte al momento de su
espera, pues acata dado también que cometería una infracción y en consecuencia
alguna sanción. Pero cabría señalar que estos ya se encuentran en el trabajo y
aquellos, afuera, que esperan a cruzar están en camino hacia él o cumpliendo otras
funciones. Con los rostros constreñidos, algunos preocupados, casi en su mayoría
agitados o fatigados avanzan conforme su ruta acelerados. El bypass de 28 de Julio
separa la calle en dos antes de llegar al punto de cruce, pero a la salida, a la llegada a
la bocacalle en la av. Arequipa, convergen todos angustiosos, todo este proceso va
tomando la figura de un embudo hasta llegar (o depositan) al boulevard y de allí se
dispersan nuevamente hacia sus centros como agua saliendo de la manguera y
esparciéndose por todo el campo, algunos aclimatados ensordecidos por el audio de
sus audífonos, indiferentes o autónomas, quién sabe. Cada uno en lo suyo. Bueno,
algunos se distraen ante el paso del otro u otra, sobre todo cuando es otra. Les llama
la atención alguno de esos atributos que les muestran en tv y se oferta como ganado
en discotecas. Entonces llega ese momento incómodo, pero necesaria en que las
personas deben saber dónde se, y las reacciones van desde una mirada maliciosa y
de sanción a otra de absoluta indiferencia y apatía. Las palabras son sordas e
invisibles, solo tenemos miles de signos por descifrar, una tarea compleja como la
complejidad humana. Maletas en mano, celulares al oído y mucha prisa. Han pasado
10 minutos y ya ha habido dos cambios de semáforo. La mayor cantidad de personas
llega desde el Norte, mientras que al sur aparecen pequeños grupos o individualidades
sin ningún apuro. Mientras los trabajadores de las academias cumplen su función, las
gentes que vienen del Sur aparecen con sus boletines en manos, algunos buscando el
tachos porque las tienen que ocupar en cargar sus cosas, reparten sus boletines al
paso ofreciendo servicios educativos u otros. Pero no solo se brinda información de
servicio educativo, al frente, en la continuidad del bypass, en medio, se encuentran
creyentes evangélicos con un parante lleno de folletos y revistas de su doctrina,
prestos a brindar la palabra al primero que predisposición muestre; sin embargo solo
dos creyentes más, por sus formas de vestir, se acercan ante la sensación de alerta,
puesto mi presencia continua los incomodaba. Se encontraban como aburridos al
instante de llegar, y conversando entre ellos, algo alertados pero disimulados veían
como se iban poblando y despoblando las calles como sucesivas olas. Y nadie más se
acercó, aunque ellos continuaban presentes allí, convencidos del impacto de su
presencia, no se acercaban, pero allí estaban. Este alimento espiritual toma relevancia
en cuanto reparamos en la recurrencia a las carretas por los desayunos, y en general
a los centros comerciales o de “recreación” en comparación a una biblioteca o espacio
cultural, aunque esta idea es propio de una forma particular de pensar de quien
escribe, pero en ese sentido comprendemos que este es un alimento básico
imprescindible y sin embargo, el alimento espiritual no es así. Y no hablo precisamente
de adherirse a la religión evangélica, sino de tener alguna motivación trascendental de
principios en nuestra vida en relación a los demás o quizá muchos sí. Un actor más y
otra forma de movilizarse llaman la atención, ya que canaliza aun sector de
transeúntes. Un joven desarreglado y de rasgos muy desaliñados, pañuelo en mano
se encuentra a la espera de quiénes llegan al boca calle para llevarlos en conjunto
hacia otro destino, el parece tener estudiada a toda esa gente mejor que cualquiera. Y
con una voz aguarrantosa, fuerte y convencido llama a subirse a los colectivos con
ademanes de acompañamiento. Y todo mientras los transeúntes pasan de un lugar a
otro. Pero de un momento a otro los automóviles en bloque se paralizan más allá de
los límites permitidos, felizmente se detienen, y no hay ningún inspector ni policía por
el área. Esta irregularidad se propicia por iniciativa de algunas motos en las cuales
iban unos ejecutivos en apariencia por sus vestimentas. A consecuencia todos
tuvieron que arrimarse para pasar en conjunto hacia la otra vía y los demás carros
que doblan hacia el parque de la exposición esperarse. Pero no produjo mayores
inconvenientes, la naturalidad con la que se asumen estos hechos y la poca reacción
es del día a día y podrían reflejar el desarrollo de otros hechos en otras esferas, a nivel
macro. Todavía cuesta asimilar la serenidad con la que los trabajadores de los
quioscos y ventas, que salen toda la semana probablemente más de ocho horas al
día, asumen los sucesos de la mejor manera, o al menos eso pareciera. Recién
empieza el día pero el ajetreo es constante, en cada paso hay movimiento y
acompañamiento. La estructura social los moviliza, y ellos mantienen este engranaje
de tal forma que hay implacabilidad incluso en las formas de desatender cierta
domesticación del individuo. La curiosidad del día está en la ausencia de propaganda
política en pleno tiempo de elecciones y una rapaz campaña política en la que se
encuentra en boca de todos aún la obra reciente del todavía, aunque lamentable,
alcalde de lima: el Bypass de 28 de julio. Tomando en cuenta además la amplitud de la
avenida y la recurrencia de la gente. Y más allá nomas, el tan nombrado Parque
Neptuno del que quieren hacer un “Parque de la Memoria” reescribiendo la historia,
aunque por allí sí pululan locales partidarios junto a sus retóricas consignas y personal
contratado para el volanteo; sin nada que aborde las problemáticas del alrededor, ni
siquiera consientes del stress de quienes reciben el volante, quien fácilmente ha
pasado más de 3 horas de viaje o aún le quedan varias cuadras por llegar a lo que la
rutina de tiene acostumbrado. A su vez el parque de la exposición queda relegado o
casi perteneciente a un mundo paralelo, dado que se hace visible solo en medida que
se participa de alguna de sus actividades y en las que esta pudiera satisfacer las
necesidades primarias del individuo.

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