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¿A qué edad puedo dejar a mi hijo solo en casa? Pautas para otorgarle
su propio espacio sin adultos
Carolina Pinedo

5-6 minutos

La conocida película Solo en casa dejó un sabor agridulce de vis cómica sobre las
consecuencias de que un niño se quedara en el hogar sin supervisión adulta, pero la realidad
no siempre supera la ficción y, en ocasiones, ni siquiera se aproxima. Los padres y madres
suelen ser más reticentes que los menores a la hora dejarles en casa sin supervisión adulta,
según explica Sara del Pie, psicóloga sanitaria y terapeuta familiar: “Es esperable que a los
progenitores les surjan miedos y sientan ansiedad, especialmente las primeras veces, pero la
separación es parte del crecimiento y esta experiencia ayuda a los menores a ser más
independientes y autónomos en el futuro”.

¿Cuándo dar el primer paso para dejar al niño solo? “Esta pregunta no tiene una respuesta
única”, asegura Del Pie, “el hecho de que un niño se quede solo en casa forma parte del
proceso de convertirse en adulto y los padres tienen que acompañarle en ese camino”. Para la
experta, los 12 años es un momento adecuado para que puedan hacerlo, aunque matiza que la
edad no es el único factor a tener en cuenta: “Hay otros elementos que influyen, como su
madurez emocional o la habilidad para cubrir sus necesidades”.

Dejar a un menor sin adultos en casa implica transmitirle el mensaje de que es capaz de
cuidarse solo. “Si algo ocurriera, hay que tener la seguridad de que puede resolver o manejar el
problema para, además de poder protegerse, no generarle sentimientos de culpa e
inseguridad”, añade Fabiola Rincón, psicóloga clínica del servicio de psiquiatría del Hospital
Universitario Rey Juan Carlos de Madrid. “Tampoco conviene olvidar que, por muy capaz que
sea el niño, le hacemos responsable de algo que puede no corresponderle por su estadio
evolutivo y edad”, matiza Rincón.

Esta psicóloga menciona diversas variables que los padres deberían tener en cuenta a la hora
de tomar esta decisión: “El desarrollo cognitivo o su capacidad para razonar y pensar, que le
permitirá conocer lo que resulta peligroso o no, así como la capacidad de responsabilidad, que
dependerá de su personalidad y grado de madurez”. Un niño, por ejemplo, puede actuar con
falta de sensatez porque le supera su curiosidad y necesidad de exploración, lo cual puede ser
un riesgo. Rincón incide en que un niño puede cumplir los dos requisitos anteriores, pero no
tener el nivel de autonomía suficiente para resolver un problema que le pueda surgir: “Por ello
hay que valorar todos estos aspectos para saber si está preparado para quedarse solo en
casa”.

“Efectivamente, los niños deben poder sentirse seguros y competentes para poder regular sus
emociones ante la ausencia del adulto, como entretenerse o solicitar ayuda de otros, si fuera
necesario”, retoma Del Pie. La psicóloga sanitaria y terapeuta familiar menciona varias pautas
para facilitar este proceso, que, además, recomienda que sea paulatino:

Hablar con los niños acerca de la expectativa que les genera esta situación con
preguntas como: ¿Qué harías?, ¿Cómo crees que te sentirías si te quedas solo mientras
bajo la basura? Las respuestas pueden orientar a los adultos sobre de las necesidades
que el menor percibe y acerca de los apoyos que pueden ofrecerle.
Entrenar las habilidades necesarias para garantizar su seguridad física y emocional con
el fin de que pueda actuar en caso de emergencia, con pautas como a quién y cómo
llamar al móvil de los padres o al teléfono de urgencias. Se puede crear una situación de
simulacro para jugar llamando por teléfono desde otra habitación a los progenitores y
ensayar distintas situaciones.
Ofrecer indicaciones claras de lo que pueden hacer y lo que no durante la ausencia de
los adultos en casa, como: ver la televisión, abrir la puerta o evitar usar determinados
electrodomésticos.
Informarle sobre la hora de salida y llegada a casa y del tiempo que estará solo, así
como explicarle qué estará haciendo el adulto durante su ausencia, como, por ejemplo,
recoger a su hermano en el colegio, para que tenga mayor sensación de seguridad.
Despedirse con tranquilidad antes de salir de casa y recordar que puede llamar cuando
lo necesite.
Comenzar el proceso de manera progresiva durante periodos cortos de tiempo, incluso
desde los dos minutos, y hacerlo en momentos en que estén tranquilos y relajados,
como cuando no tienen que hacer deberes.
Saludar al niño al regreso a casa y preguntarle por su sensación durante el momento que
ha permanecido solo. Si ha estado tranquilo y cómodo, se puede ampliar de forma
gradual su tiempo sin supervisión adulta. En caso de que se haya sentido asustado y
triste, conviene reducir los minutos en soledad y es buena idea que los padrea hagan una
llamada a casa durante su ausencia.

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