A mediados de febrero, "casualmente" cuando el Sol entra en el signo de Piscis, se celebraba el mundo greco-romano, un sobrecogedor festival en honor a Dioniso: Las “Antesterias”, palabra que significa “El festival de la Flor”. Estas fiestas previas a la primavera, que coincidían con la floración de los almendros, tenían desde antiguo mucha relación con el culto a los muertos y con las flores, que surgían tanto los unos como las otras, de abajo, de la tierra, y en eas fiestas, las mujeres –dueñas de la fertilidad- ocupaban un primer plano, tal como el cortejo femenino (las bacantes) que acompañaba siempre a Dioniso (Baco), dios cuyo arquetipo coincide, "casualmente" con el del signo de Piscis. Acompañado por sátiros enmascarados, Dioniso (o Baco, el dios del vino) procesionaba por las calles acompañado de un cortejo de gente disfrazada de muertos vivientes, de almas del inframundo: organizaban un tremendo escándalo con la discordante música de flautas, chirimías y tamboriles, acompañados por los gritos que jóvenes, evidentemente ebrios, subidos en carros, iban profiriendo. También desfilaban grupos de gente disfrazada y todos iban avanzando al son de la música con pasos de baile. Semejante cortejo causaba maravilla a la par que terror a los espectadores. A lo largo de tres días, se rendía culto a las flores que tras el invierno surgen de debajo de la tierra, del lugar de “abajo” del “infernus” (el mundo inferior donde viven los difuntos). Se abrían ritualmente grandes jarras de vino, se evocaba la salida colectiva de los muertos del mundo subterráneo, precisamente a través del vino, elemento asociado a Baco como ningún otro, que servía de canal o paso directo entre los muertos y el mundo de los vivos. Se hacía una ceremonia de mezcla de vinos protagonizada por catorce mujeres (número referido a la mitad del ciclo lunar) ante una máscara de Baco. Dicho vino se derramaba sobre la tierra para que las almas de los muertos trepasen a beber y salieran así a la superficie, de este modo se rendía también tributo a la diosa Tierra. Se ofrecía vino por primera vez a los niños de más de cuatro años para integrarlos en la vida cívica según la ley de Dioniso: la del misterio, la ambigüedad, la subversión y el frenesí. Las muchachas jóvenes protagonizan el ritual de los columpios: mientras se columpiaban entonaban canciones obscenas, una forma peculiar de iniciación de las niñas al mundo de la sexualidad, un ritual sumamente ambiguo que relacionaba sexo y muerte, ya que en la mitología de Dionisos unas mujeres bacantes se ahorcaron desesperadas de amor. Durante esos tres días los rituales se sucedían, se repetían y se volvían a representar, repitiendo una y otra vez el tema central: la llegada de Dioniso y del mundo subterráneo a la superficie de la tierra, al mundo de los vivos. 14 comentarios176 veces compartido