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páginas 19-27
De la lucha de Don Carnal con Doña Cuaresma
De: Manuel Antonio Ortiz
El Carnaval, según importantes autores, tiene sus raíces en ritos de
muy larga data, propios de los tiempos en que el hombre nómada se hace
sedentario, el cazador se hace agricultor y aparecen las aldeas, la cría, el
pastoreo y los ritos propiciatorios de la fecundidad de la tierra. Nos referimos
a ese momento dramático y al mismo tiempo grandioso en que el hombre se
acerca con asombro y temor al misterioso proceso del cultivo de la tierra,
ocurrido hace miles de años, cuando la tierra regresaba a la calma después
de haber sufrido grandes cataclismos que desviaron las aguas de sus cauces
inundando inmensos territorios, sacando a la luz islas desconocidas y
rediseñando toda la geografía del planeta. Tiempos en que los deshielos
habían acabado con gran número de especies de animales o bien estos se
habían dispersados ante la aridez de los suelos, haciendo altamente
dificultosa su captura, e inútil toda la experiencia del primitivo hombre
cazador. Sin duda las primeras máscaras de camuflaje deben haber sido las
que usaron, con fines estratégicos, aquellos errantes sabuesos del Paleolítico,
quienes se cubrían de pieles de animales para atraer a las bestias y garantizar
su caza. Desapareciendo el hombre cazador se inicia el tiempo de la jornada
agrícola y de los ritos advocatorios de fertilidad. Despertándose así una
nueva manera de interpretar el mundo y de vincularse con la naturaleza. El
poeta Juan Liscano nos habla acerca de aquellos ritos, en su trabajo
“Orígenes del Carnaval”:
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bailó cubierto con un traje silvestre de cáñamos, lianas, pajas y flores que
simbolizan la naturaleza pródiga” (Liscano: 31).
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Esos ritos crueles y místicos, sensuales y a la vez espirituales o
advocatorios, inspirados en la convicción de la inmortalidad del alma,
sirvieron de referencia e inspiración a las religiones orgiásticas que creen en
una gran madre sagrada y fecunda. Religiones que van a aparecer en la
antigüedad, en Asia Menor, para penetrar posteriormente en Europa e influir
de manera determinante sobre los romanos. Aquellos cultos se realizaban
frecuentemente al finalizar el año, y estaban asociados con algunas de las
temporadas agrícolas, especialmente con la siembra o la época de
recolección. De ellos, los más conocidos eran:
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fiestas, celebradas en el mes de marzo, se van a caracterizar por borracheras,
bailes incontrolados y música enloquecedora.
Para la iglesia las conductas asociadas con uno y otro período eran de
valores opuestos, lo que se puede leer en la Guía de pecadores, de fray Luis
de Granada:
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Hoy comamos y bebamos
y cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos.
Por honra de Sant Antruejo
parémonos hoy bien anchos,
embutamos estos panchos,
recalquemos el pellejo.
Que costumbre es de consejo
que todos hoy nos hartemos,
que mañana ayunaremos.
No hay dudas que los cuarentiséis días que van del miércoles de ceniza
inclusive, hasta el día de la Resurrección, eran de tal gravedad, tristeza y
recogimiento, que debieron producir espanto. Porque tras un agitado
período festivo, que abraca los meses de diciembre, enero y febrero en
parte, el mes de marzo y los comienzos de abril resultaban silenciosos e
inquietantes.
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expresiones: Antruejo, pareciera estar asimilada a la idea de Introido,
Carnisprivium, o inicio del carnaval, sin embargo también usado como
equivalente al carnaval. Por otra parte, los documentos que informan acerca
del carnaval en las distintas regiones de España hablan de una amplísima
gama, que va desde unos lugares que iniciaban el carnaval en tiempos de
Navidad, hasta otros que referían sólo el día martes como el tiempo de
carnaval por antonomasia. También hay referencias de inicios del carnaval a
primeros años, el Día de Reyes o el de San Antón. En este sentido decían
refranes madrileños: “Por San Antón, las carnestolendas son” y “Desde San
Antón, máscaras son”. Otros lugares daban inicio al carnaval el mismo
domingo de quincuagésima y duraba sólo tres días antes del Miércoles de
Ceniza. En las provincias Vascongadas, se consideraba el día de la Candelaria,
el 2 de febrero, como el primer día de carnaval. En otras provincias, más bien
el día 3 de febrero, Día de San Blas. Hay un entremés que dice:
Acerca de la lucha del carnaval con la cuaresma hay un texto del siglo
XIV, magníficamente escrito por el poeta Juan Ruiz, donde se representa con
vivos colores el desafío de Santa Quaresma, el día jueves gordo o jueves
Lardero, a siete días de la batalla que sería dada inexorablemente a don
Carnal y sus huestes, y que había de durar hasta el sábado santo. Cuenta
Arcipreste, que Don carnal recibió las cartas se desafío con orgullo pero con
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miedo, así como también sus súbditos. Poco antes del día señalado, el
martes de carnaval, se organizan los seguidores, el ejercito se pone en
campaña, allí participan los jamones, los tocinos, los suculentos quesos; y los
instrumentos para cocinar, calderos, sartenes, ollas de cobre, a modo de
armas. También se suman los animales montaraces, jabalíes, ciervos, liebres,
corzos y cabras dispuestos a defender a su señor natural. El vino hacía de
alguacil. La noche del Martes de Carnaval los gallos permanecieron alertas,
viudos ya de las gallinas “sus mujeres” que habían desaparecido en los
grandes festines. El día establecido coge a Don Carnal adormilado,
estupefacto: “Todos amodorrados fueron a la pelea”. Las huestes de Doña
Cuaresma son las primeras en atacar. Un ajo porro fue el primero en herir a
Don Carnal. Junto a la Doña estaban los pescados del Mediterráneo, peces de
mar y de río, mariscos, todo tipo de vegetales. Finalmente cogen preso a Don
Carnal, sólo lo encarcela mientras dure el reinado de la Cuaresma.
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Efectivamente, aquel gran período de fiestas donde nada limitaba los
impulsos de la carne ya no vuelve. Sin embargo, a nuestro modo de ver, el
carnaval no fue totalmente derrotado. Más pudo la Navidad que la cuaresma.
De la oposición maniquea entre la cuaresma y el carnaval, entre lo divino y lo
humano, entre el rito religioso y la fiesta pagana, entre el bien y el mal, la
sabiduría popular logra integrar sincréticamente aspecto de lo uno y lo otro.
Así la Navidad conmemora el nacimiento, la vida y une a su plegaria
devocional la alegría del carnaval, sin los trances y excesos que lo
caracterizaron en épocas pasadas.
Bibliografía
- Liscano, Juan. Fuegos Sagrados, Caracas, Monte Ávila, 1990, 265 pp.
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