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LATINOAMÉRICA
Singular aventura de sus danzas
Capítulo I
PANORAMA DE LA HISTORIA GENERAL DE LA DANZA
En algún lugar del mundo y en un tiempo sin memoria, ha de haber nacido la danza. Desde
entonces, ella acompaña al hombre en el dolor y la alegría, y en cada momento importante de
su vida. Desde el aparentemente menor del primer corte de pelo del infante, el paso a la
pubertad de la niña, u otros ritos de iniciación en la vida, hasta el más trascendente de la
muerte. En cada expresión de su poder o de su debilidad, desafío o sumisión, fe y venganza, y
en todo cuanto una al hombre con las fuerzas de la naturaleza y con el mundo espiritual,
manifestado en el mito y la magia, materializado en ceremonias y ritos. Y, con una fuerza
imposible de medir, será la danza expresión genuino de la relación hombre-mujer, también
como mandato de la naturaleza. Dirá Carlos Vega: "La danza es cosa grave y profunda; los
intereses de la especie encienden su vigor e inspeccionan su eficacia" (1956, p. 19).
El placer y la felicidad, lo bello y lo sublime, en el bailarín y en el espectador, son dones
inapreciables del mundo estético en el que vive la danza.
1 las veremos en Latinoamérica, en las culturas maya y azteca, y en sus descendientes (sé-r._•:= de Hernán Cortés y Moctezuma
II) (figuras 5, 6, 7).
GRECIA
Gracias a reliquias como los frescos del palacio nuevo de Knosos, y otras muestras en
relieves y pinturas, la historia cantada por los rapsodas y los relatos de Hornero ya
citados, podemos conocer las características de las fiestas en las culturas mediterráneas de
tierra firme y de las islas. Entre estas últimas, la de Creta revela un arte de gran perfección.
Además de los juegos, entre los que sobresalen los de la fiesta taurina llamada
taurokathapsia (conocemos su pervivencia en España, Portugal y algunos países de
América, en los que se revela la fuerza del gesto plástico, casi una danza), se destacan las
fiestas de pugilismo, torneos y ceremonias, la caza y la recolección, todas costumbres que
siguen una tradición en la que música, cantos y danzas están presentes.
En las procesiones, se mezclan actos de la vida diaria, como la siega o el apisonado de las
uvas, con juegos danzados. Están las danzas en corro con un cantor en el centro. En algunas
culturas, esta disposición de cantores y danzantes se repite. En México, por ejemplo, son
los ancianos los que quedan en el centro, con sus instrumentos y un baile más reposado
(Códice Ramírez); también los volatineros, con sus acrobacias, y los rapsodas, con sus
largas tiradas de versos hexámetros, se ven acompañados por instrumentos como las cítaras
y el doble aulós. (Ver Glosario.)
Todavía no ha llegado el culto a Dionysos, inaugurando para los griegos las formas
teatrales que hasta hoy rigen el movimiento escénico en nuestra cultura occidental: la
tragedia y la comedia. Danza y teatro seguirán juntos en la más maravillosa aventura del
hombre artista. Aunque siempre la danza contuvo en su materia la acción potenciada o
manifestada en el gesto y la mimesis — según vamos reseñando —, es en estas fiestas
griegas en honor de Dionysos donde parecen exaltarse las potencias vitales.
Con la embriaguez que celebra la resurrección de la Naturaleza, se va caracterizando la
que conocemos corno danza dionisíaca. 2 Ésta, según se ve en las reproducciones
conocidas, fue una danza colectiva, de grupos que danzaban al comienzo en filas y corros,
pero de una manera tan libre que, independizándose, los danzantes convertían su baile en
individual, con carácter de epilepsia, lo que no es —lo dijimos— característica de un baile
coral.
Por otra parte, en las fiestas de Delos en honor a Apolo, los coros cumplían una función
mímica, y el corega dirigía las danzas y cantaba. Los grupos de jóvenes danzaban al son de
flautas y cítaras e imitaban en sus pasos t movimientos "las intenciones dramáticas del
texto" (figuras 8, 9, 10).
Entre 2500 y 1400 a. C., se advierten cambios: las figuras hieráticas (que afectan
solemnidad extrema), de las representaciones más antiguas, se convierten en entusiastas
danzarinas. Pinturas de las necrópolis de Sakkhara y Tebas muestran pasos y posiciones
curiosamente semejantes a los de la danza académica que veremos conformarse a partir del
siglo XVI en las cortes italiana y francesa. En las grandes ciudades del imperio egipcio, hay
danzantes profesionales y juglares, en exhibiciones en las plazas, como en la coetánea
cultura griega helénica en sus años de apogeo. Los sacerdotes tienen sus danzas rituales, y
sus ropas y elementos son suntuosos para honrar a los dioses y mantener ellos mismos
cierto prestigio.
2
El gran festival en su honor, “trietericó”, se celebraba a los pies del monte Kiteron, de noche. Era un festival para mujeres
únicamente. Las ménades y las bacantes, vestidas con pieles de ciervo y coronas de laureles, danzaban orgiásticamente al son de
tambores que ellas mismas golpeaban.
Las comedias de Aristófanes, los relatos de Herodoto y, tiempo después, los de Luciano
informan sobre las danzas dionisíacas. En el siglo VI a. C., en banquetes y juegos públicos,
la danza alcanza gran vivacidad, participando del carácter de las del ditirambo. En el siglo
V a. C., abundan los grandes festivales (agonos) dedicados a Zeus o Apolo en muchas
ciudades y en distintas épocas del año. En la ciudad de Belfos, se celebraban festivales de
gran magnificencia, en honor a Apolo. Los llamados "juegos piticos" conmemoraban la
victoria del dios sobre el dragón pitón. Los juegos olímpicos, los pytios, terminaban con
solemnes procesiones; cantos y danzas obedecían al ritmo mantenido por los tañedores, y
así llegaban al templo de Delfos. Es también en esa ciudad donde se crearon las danzas de
adolescentes desnudos, llamadas gimnopedias. En el famoso teatro de esa ciudad, además
de Aquéllas, tenían lugar danzas cantadas, probablemente en cuartas quintas y octavas,
como sabemos ocurre en el antiguo organum eclesiático.
En el transcurso de ese siglo V a. C., el teatro —comedia y tragedia— brilla en Grecia.
Sófocles y Eurípides valorizan la función de la danza y el canto, con la mimesis realista
acorde con los temas que tratan en sus obras, en las que siempre está presente el coro
danzante. Surge la figura del actor profesional, y se pagará la entrada. Muchos actores,
mimos y danzantes —a veces, ambos en la misma persona— extienden su campo y pasan a
Alejandría. Son verdaderos juglares: hacen títeres, malabares, interpretan piezas menores
acompañándose con algún instrumento como la cítara. Recordamos que en los primeros
tiempos eran panderos y címbalos los encargados de acompañarlos, y las obras serán ahora
pequeñas piezas trágicas o cómicas llamadas hilarodos (figura 11).
LA DANZA EN ROMA
• danzas en corro
• pasos dobles y triples
• carácter ritual
Edad Media
3 Los escritos de Marcial, Juvenal y otros cronistas hablan de las bailarinas ("puellae") gaditanas,
describiendo sus bailes como lascivos, con impúdicos movimientos de caderas y brazos, haciendo
sonar las castañuelas metálicas llamadas baetica crusmata.
Desde el siglo IV de la era cristiana, se registran condenas y prohibiciones de los
concilios al teatro, la danza y el circo. Pese a ello, persisten las fiestas paganas junto con
concepciones sagradas de la danza, como las que representan corros de ángeles
glorificando con cantos y danzas al Creador. En el sur de Francia, los druidas honran a sus
héroes con cantos (endechas) acompañados por las liras; sus danzas sagradas son marchas
lentas en corros, a veces alrededor de un árbol (la encina totémica), lo que también hacían
los germanos. Carlomagno conservó esas danzas de los antiguos germanos, algunas de las
cuales pasarían a ejecutarse en el interior de los templos. El baile que realizan niños (los
seises) en la catedral de Sevilla ante el Santísimo, en la fiesta del Corpus Christi, es una
reminiscencia de aquéllos.
Sin duda, quedaron en el mundo cristiano muchos restos de los tiempos de paganía. No
son ajenos a esto el lenguaje rítmico y los acentos sugeridos por la salmodia hebrea.
Aunque se sucedan durante siglos las prohibiciones, que hasta llegan a considerar
obscenas y diabólicas las danzas saltatopias y los cantos, habrá contactos e influjos —lo
que casi denominaríamos "transculturaciones"— entre clérigos y juglares. (Ver Glosario:
foles, foux o foletos.)
Se registran excesos que recuerdan los de las fiestas dionisíacas de la herencia romana.
Llegamos al siglo XV, en el que persisten las condenas a "bufonadas y danzas" en los
templos y los camposantos. De estas últimas, señalamos como interesante la danza
macabra, que allí debió haber nacido, probablemente en el siglo XIV. Se caracterizaba por
realizar el juzgamiento de los personajes públicos representados, quienes eran condenados
a entrar en la danza. El nombre es el de danza de la Muerte, y la Muerte es el personaje
principal. El vocablo macabra derivaría del árabe machara, que significa cementerio. Ya
las danzas en los cementerios eran conocidas en Grecia (en las tumbas de los héroes), entre
los etruscos, y persisten en la Edad Media. También en América latina son practicadas en
algunos pueblos autóctonos, pero, según Julia Elena Fortún, quien estudió la vigencia de
estas danzas en Bolivia, se trataría de una costumbre llegada con los conquistadores
(Fortún, 1967-1968, p. 7).
Así, por un lado, persisten las danzas que parodian las misas, con la elección de
personajes como un abate cornudo, un asno en el altar y otras burlas que hoy aparecen, en
algunos pueblos, durante la festividad del Carnaval Las Palmas de Gran Canaria, entre
otras); y, por otro lado, se citan algunas danzas que con el cántico de los salmos realizaban
los mismos obispos en sitios reservados en uno de los pórticos del templo.
El teatro religioso popular de la Edad Media nos suministra ejemplos de danzas donde
el diablo es un personaje grotesco, y el efecto va del espanto a la risa. Los movimientos
serán desarticulados, a veces como los de un esqueleto (identificación con la Muerte de
las danzas de la Muerte), otras veces de tipo epiléptico (quebrados, en contorsiones...).
Estos caracteres llegan a tiempos más recientes en danzas callejeras como las de los
minstrels ingleses y de Estados Unidos (citados éstos por Domingo Faustino Sarmiento,
Obras completas, 1886).
La presencia de los altos personajes que señalamos en las danzas de los cementerios y
las de muchachas en corro, que citan textos del siglo XII, revelan un carácter señorial, con
el agregado del desconocimiento de tales danzas por parte del vulgo; entroncarían por
ciertos rasgos con las danzas que reinarán en el período siguiente, considerado en la
historia de las artes como el del Renacimiento (figura 12).