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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

(Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA)


FACULTAD DE MEDICINA

ESTUDIOS GENERALES

Asignatura:
Formación Personal Humanística

Lectura 9: Por una historia de la


bioética

Autor: Edición
Formación personal humanística

LECTURA 9 1

Reflexionaremos ahora en torno a la bioética, término creado en el siglo veinte y de


amplio uso en los tiempos actuales. En efecto la bioética es un campo nuevo de
desarrollo interdisciplinario, ahora muy vinculado a los procesos de investigación en
el campo de la biomedicina. Pero, cabe preguntarse si siempre fue así. Una forma de
introducirnos al estudio de la bioética es desde una perspectiva histórica, buscando
encontrar allí su sentido originario y los cambios que experimenta en el tiempo.
Descubriremos así que la bioética en realidad implica un holismo y no un
reduccionismo orientado a aspectos procedimentales conectados con un cierto
quehacer especializado. Se ha seleccionado esta vez un texto del abogado y maestro
en bioética por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma, Italia, Eduardo
Casillas, realizando algunas precisiones necesarias.

Nota previa
Hablar de la historia de una disciplina es una tarea difícil, que requiere tomar cierta distancia,
sobre todo temporal, para poder tener una visión que permita acoger la totalidad en el
discernimiento de los hechos más significativos. Cuando la disciplina misma es breve, es joven, se
tiene la tentación de hablar de una historia que pudiera parecer la más completa posible a través
de la enumeración cronológica del mayor número de hechos de los cuales se tiene conocimiento.
De tal modo se corre el riesgo de perder la totalidad y con ella su significado. Me parece que sea
el caso en nuestra disciplina, la bioética.

Introducción

La historia de la bioética corre el riesgo de volverse una especie de galería de las opiniones, así
como Hegel había advertido para la historia de la filosofía, donde no se tenga alguna
determinación de su identidad disciplinar. Estamos de cualquier manera de acuerdo también con
quien, ya hace algunos años, sostenía que ha llegado el tiempo, y es oportuno hacerlo, de
comenzar a poner el problema histórico, de interrogarse e interrogar a los diversos protagonistas
y estudiosos más documentados sobre la modalidad y los contenidos de una historia de la
bioética.
Por lo demás considero que, como dijera Nietzsche, la historia es maestra de vida y conlleva sin
duda más utilidad que daño. La historia es necesaria para aquel círculo hermenéutico que guía
cada vez más a un mejor conocimiento a través de pre conceptos y pre-experiencias, a una
conciencia mejor de lo que somos y de lo que son las cosas, en el caso concreto de nosotros los
hombres y en particular de nosotros los que nos preocupamos de conocer la bioética, y de la

1
Modificado del texto de Casillas González E. Por una historia de la Bioética. Rev Méd Electrón [Internet].
2017 Sep-Oct [;39(5). http://www.revmedicaelectronica.sld.cu/index.php/rme/article/view/2065/3611

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bioética misma. Por tanto, me adentraré en una imposible historia de la bioética, en la


consideración de algunos hechos que tienen que ver con ella, tal como se han presentado en el
curso del tiempo, consciente que es más importante el conocimiento de los fundamentos
conceptuales que caracterizan desde el punto de vista epistemológico la disciplina, que aquí
apenas veremos periféricamente. Sin embargo, soy también consciente que la historia es
importante y es bueno conocerla para tener mayor claridad sobre nuestra identidad, en este caso
la identidad de la bioética. Por este motivo he decidido escribir este artículo, para tener el mínimo
de conciencia histórica que pueda proyectarnos del presente, a través del pasado, al futuro.

Los orígenes del término bioética

Bioética es un término nuevo, hasta hace poco se consideraba que no había sido escrito nunca en
ninguna lengua antes del inicio de los años setenta del siglo pasado. La palabra inglesa Bioethics,
localizada por primera vez en literatura anglosajona, fue usada por el oncólogo estadounidense
Van Rensselaer Potter (1911-2001), por lo cual se atribuía su paternidad a dicho autor. Bioethics
es una palabra compuesta por bio, vida, y ethos, ética, o mejor dicho, reflexión sobre los
comportamientos humanos. En tal caso el significado etimológico se enfoca precisamente en la
disciplina que debería trabajar en las reflexiones morales sobre aquello que tiene que ver con las
problemáticas planteadas stricto sensu, por la vida.

En 1994 y 1995 el historiador de la bioética Warren Thomas Reich publicó dos artículos que
hicieron conocer a Potter como quien empleó primero el nuevo término en un artículo publicado
en el otoño de 1970 en la revista Perspectives in Biology and Medicine, y poco después el artículo
Bioethics en la revista Bioscience, para finalmente publicar un libro con este título. Pero, en 1997
el biólogo Rolf Löther habló sobre otra persona a quien le atribuyó la creación del término. Esto
desencadenó una serie de estudios para conocer sobre su obra, hasta entonces desconocida. Así,
una revisión historiográfica más exhaustiva culminada en 2007 comprobó que el teólogo
protestante alemán Paul Max Fritz Jahr (1895-1953) la había usado mucho antes que Potter.

En efecto, en 1927 el pastor Fritz Jahr había acuñado el término bioética


al publicar su escrito: Bioethik: eine Übersicht der Ethik und der
Beziehung des Menschen mit Tieren und Pflanzen 2, publicado en la
revista Kosmos, dedicada a las ciencias naturales y equivalente en
importancia a las actuales revistas Science o Nature. Jahr había estudiado
filosofía, música, historia, economía y teología, siendo además docente y
dedicándose al final de su vida a la teología. Él escribió este texto seminal
en circunstancias en las que Europa y Alemania se recuperaban de la
Primera Guerra Mundial, etapa marcada por la muerte, la destrucción,
una gran crisis humanitaria, social y política, así como por el ascenso del
nazismo.

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Bioética: un panorama de la ética y sus relaciones del ser humano con los animales y las plantas

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En el referido artículo Jahr propuso el término en el sentido de un imperativo bioético, como una
aceptación de las obligaciones morales del ser humano para con todos los seres vivos. Es un
discurso de naturaleza ética y educativa dirigida a la comunidad científica, a través de la cual
pensó incidir en el público para el cambio en sus comportamientos. Su propuesta bioética está
anclada en cuestiones ambientales y en el amor y compasión hacía los demás seres vivientes.
Jahr considera necesario dar crédito a las investigaciones desarrolladas por las modernas ciencias
naturales sobre el progreso, la complejidad de la vida, las relaciones ecológicas y la posición del
hombre en el mundo. Así, cuestionaba la supremacía del ser humano sobre los otros seres vivos,
más específicamente la utilización de los animales para satisfacer sus necesidades. Su propuesta
se enfoca en la protección, el respeto y el cuidado de todas las formas de vida y su obra
presupone una nueva ética ambiental basada en las obligaciones y responsabilidades morales
como respuesta a las intervenciones provocadas por los seres humanos.

Jahr reconocía los avances de las ciencias naturales como los aportes de Charles Darwin. Los
fundamentos del respeto a los otros seres vivos los extrajo de la filosofía hinduista (Santhya) y
budista, ilustrando una nueva perspectiva de la relación con aquellos, especialmente en el evitar
causarles sufrimiento al usarlos como alimento o en experiencias biomédicas. Sin embargo, Jahr
criticaba también algunas posturas extremas de quienes el mismo denominaba “budistas
fanáticos”, que defendían la vida hasta de las víboras venenosas, argumentando que estas
criaturas son también hermanas nuestras. Jahr sostuvo lo incorrecto de este pensamiento, ya que
ante la decisión de matar a otras especies se debe optar por la opción éticamente más correcta.
Su pensamiento se basaba en que debe haber un balance entre la necesidad de vivir del ser
humano y el respeto por todo lo demás que le rodea.

Su discurso estaba articulado con el de otros teólogos y filósofos del período romántico de los
siglos XVIII y XIX quienes discutían la necesidad del respeto a los otros seres vivos. También fue
influenciado por Schopenhauer quien introdujo el pensamiento hindú en la filosofía alemana
considerando como una cualidad ética el sentimiento de compasión para con los animales. Al
mismo tiempo, él presentaba referencias a San Francisco de Asís y el apóstol Pablo respecto al
amor a animales y plantas.

El planteamiento bioético de Jahr resulta importante en el campo de investigación biológica que


emplea animales, revelando anticipadamente la necesidad de una formación ética para el trato
con el animal experimental, analizando la importancia de la reflexión, la deliberación y el análisis
de intenciones y convicciones por parte de los investigadores.

La postura de este autor postula así un «imperativo bioético», más flexible que el imperativo
kantiano, extendiéndolo al respeto de animales y plantas debiendo considerarlos también como
un fin en sí mismos y tratarlos como tales en lo posible. Confirma algunas ideas del imperativo
categórico propuesto por Kant, como la afirmación moral y las obligaciones con los demás, pero
también se aleja de filósofo alemán al afirmar que no podía ser exclusivamente formal y las
decisiones tenían que ser pragmáticas, además de no solo referidas a los seres humanos.

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Sus trabajos no fueron muchos ni muy extensos, probablemente debido a que sufrió problemas
de salud a lo largo de su vida. Poco más de diez escritos conforman su producción que no tuvo
mayor trascendencia al momento de ser publicada. No obstante, su redescubrimiento y difusión
a inicios del presente siglo han relievado lo significativo de sus ideas.

Ya en el siglo XX, el bioquímico y oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter (1911-2001),


profesor en el Laboratorio McArdle de Investigaciones sobre el Cáncer de la Universidad de
Wisconsin-Madison, en su artículo Bioethics, the Science of the Survival publicado en 1970 3,
vislumbraba un nuevo y preciso campo de acción para la ética. Según su percepción la especie
humana estaba entonces cada vez más en riesgo por el así llamado desarrollo tecnológico, que
guiaba las opciones muchas veces tomadas en contra del hombre no solo directamente, sino
también indirectamente, a través de un ataque brutal a todo el sistema ecológico, motivo por el
cual veía en la bioética una ciencia de la supervivencia.

En aquellos tiempos, por todo lo concerniente a la cuestión de la energía nuclear, se percibía en


el ambiente un catastrofismo arraigado en la mente humana después de las heridas de la
segunda guerra mundial, que había demostrado la realidad de las capacidades destructivas del
género humano en su máxima concepción, patentes tras los sucesos de Hiroshima y Nagasaki por
la bomba atómica. Por otro lado, era sumamente cercana la experiencia de los crímenes nazis
puestos al desnudo durante el juicio de Nuremberg, como los experimentos indiscriminados, la
eugenética, la eutanasia y todo lo descubierto, con lo cual habían sido suprimidas no solo muchas
libertades, sino el vehículo mismo a través del cual se ejercita la libertad, es decir la vida física,
brutalizada o suprimida en nombre de una ciencia y de un pensamiento al máximo materialistas,
reduccionistas y aniquilistas, que requerían de ser cancelados a través de una fuerte reflexión
sobre el significado mismo de la vida.

Como vemos, durante los años sesenta del siglo pasado se había acentuado la postura que
prevalecía inmediatamente después de la segunda guerra mundial, en parte por los motivos ya
recordados, de desconfianza en la positivista certeza del progreso ofrecido por la ciencia y la
técnica, y se comenzaba a preguntar con insistencia si la división en las dos culturas, por una
parte la científica y por la otra la humanista, habría sido beneficiosa y sobre todo pudiera
beneficiar en el futuro al género humano. Fue así como Potter en 1971 publica el libro Bioethics:
a Bridge to the Future 4, donde sostenía que el rol principal de la bioética debía consistir en un
puente construido hacia el futuro, en el cual se debía pensar en la supervivencia de la vida, por la
cual era necesario buscar una calidad más que aceptable; pero dicho puente tendría, para
alcanzar su objetivo, que conectar y finalmente acercar la cultura científica y la cultura
humanística.

Señala Potter en el prefacio de su libro: “Hay dos culturas -ciencias y humanidades- que parecen
incapaces de hablarse una a la otra y si ésta es parte de la razón de que el futuro de la humanidad

3
Potter VR. Bioethics, Science of survival. Persp Biol Med (14), 25-153
4
Potter VR. Bioethics: a Bridge to the Future. Prentice-Hall: Englewood Cliffs, New Jersey.

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sea incierto, entonces posiblemente podríamos construir un "puente hacia el futuro"


construyendo la disciplina de la Bioética como un puente entre las dos culturas. Los valores éticos
no pueden ser separados de los hechos biológicos.”

Potter propone la necesidad de nuevos patrones éticos para la supervivencia de la especie


humana, usando la metáfora del puente para significar una perspectiva interdisciplinaria que
incorpore tanto las ciencias cuanto las humanidades. Para construir su credo bioético recoge el
pensamiento desde filósofos como Platón, pasando por antropólogos del siglo XX como Margaret
Mead y Clifford Geertz, filósofos e historiadores del siglo XIX y XX como Herbert Spencer, Karl
Marx, Theilard de Chardin, Arnold Toynbee y Henry Thoreau, teólogos como Ralph W. Borhoe y
Anthony F.C. Wallace y, del lado de las ciencias naturales y de la salud, recoge aportes de autores
clásicos como Nicolás Copérnico, Charles Darwin y Louis Pasteur, del gran patólogo alemán
Rudolph Virchow y del médico Albert Schweitzer, entre otros.

Integrando estas múltiples aproximaciones, Potter plantea que mientras la ética se refiere a las
interacciones entre personas, la bioética implica la interacción entre personas y sistemas
biológicos. Así, la bioética es un lazo de unión entre la ética tradicional y las nuevas éticas que
surgen con los desafíos humanos: “Necesitamos, dice Potter, una ética de la tierra, de una ética
de la vida salvaje, de una ética de la población, de una ética del consumo, de una ética urbana, de
una ética internacional, de una ética geriátrica, etcétera. Todos estos problemas requieren
acciones basadas en valores y en hechos biológicos. Todos ellos incluyen la bioética y la
supervivencia del eco-sistema total que constituye la prueba del valor del sistema.”

Potter pensaba que el avance científico debía traer soluciones para “la sobrevivencia futura de la
humanidad y la mejora de la calidad de vida de las generaciones futuras”. Por lo tanto, la bioética
debería cuidar el ambiente natural del planeta, de la sociedad y de las futuras generaciones. Para
ello, “la educación debería ser concebida para ayudar a las personas a comprender la naturaleza
humana y sus relaciones con el mundo”, revelando que el proceso educativo presenta la
posibilidad de promover cambios para garantizar la supervivencia.

Resulta claro que tenemos a dos autores que vivieron en contextos históricos, políticos y sociales
muy distintos, pero ambos enfrentaron circunstancias de crisis y fueron testigos de los hechos
que marcaron sus preocupaciones y reflexiones que finalmente plasmaron en sus escritos. A
pesar de no haber usado el término bioética ambiental, sus planteamientos cuando son
analizados en su contexto histórico trazan visiones del mundo determinadas, buscando nuevos
paradigmas en las relaciones de los seres humanos con la naturaleza. Jahr desde una visión
general teológica, de que todo ser vivo debe ser protegido. Potter desde una visión de la ciencia:
el ambiente y todos los seres vivos deben ser protegidos porque se trata de una
interdependencia necesaria para la vida. De forma tácita se puede afirmar que critican la
sociedad capitalista y la forma de producir conocimiento, tecnologías y explorar los recursos
naturales, que aumentarán la duración de la vida, pero produciendo miseria y muerte. Podemos
finalmente decir que estas perspectivas ilustran visiones orientadas a la construcción de una
“nueva sociedad” más sensible, moral y compasiva, por un lado y que permitan un progreso que

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garantice la supervivencia, por el otro.

Antecedentes de la bioética

En la época prehistórica de la bioética, cuando aún no existía el nombre, se dejaba oír ya en el


mundo cultural un fuerte pensamiento de toma de conciencia, que venía explicitado
apropiadamente por las reflexiones del filósofo Hans Jonas, que giraba en torno al ser de tipo
ontológico, su principio de responsabilidad. También en el ámbito científico, que en aquellos
años veía en los principios de la evolución y en todas sus derivaciones bio-sociológicas una
novedad, comenzaron a hablar con insistencia de ética del evolucionismo, de moral de la
socialidad o de la simpatía, y de una defensa de la vida con raíces propias de la física evolutiva de
la vida misma, en las analogías encontradas incluso en el mundo animal, con una primera
consistencia en el fundamento biológico, al grado de hablar de biomoralidad, término que fue
encontrado por primera vez publicado en 1969. Esta sería una novedad para el itinerario histórico
de la bioética, desde el momento que, si queremos entender moralidad como sinónimo de moral,
argumentar podemos argüir no solo que un italiano (U. Forti) haya anticipado con biomoralidad el término
bioética, sino que la cultura occidental estaba lista para recibir algo que flotaba en el ambiente,
que se podía olfatear con una exigencia universal en el querer subrayar la necesidad de una
reflexión ética sobre, en la, con y por la vida. Quizás en tal sentido el autor podía entender
moralidad en su significado raro de enseñanza que se puede traer de la vida en general y animal
en particular, mas aunque en una perspectiva vitalista o reduccionista, evolucionista o
materialista, él se adentraba en el discurso de la importancia de la defensa de la vida y de la vida
humana en particular.[5]

Volviendo al término bioética, Potter siempre la explicaba del siguiente modo: “La bioética es una
nueva disciplina que contemporáneamente reflexiona sobre los datos biológicos y los valores
humanos. … He elegido bio para representar el conocimiento biológico, la ciencia de los sistemas
vivientes; y he elegido ética para indicar el conocimiento de los sistemas de valor”. Potter se
insertaba en la perspectiva ecológica y de la evolución, que como he dicho había interesado al
estudioso de historia de la ciencia recordado líneas arriba, el italiano Forti, que hablaba en 1969
de biomoralidad.

En efecto, si regresamos en el tiempo, antes de 1969, encontramos un fondo cultural que parte
de muy lejos; y precisamente sobre este fondo surgirá al final de los sesenta la bioética. Muchos
bioeticistas, aun reconociendo a Potter la paternidad del nombre, reconducen el inicio de la ética
biomédica al Código de Hammurabi de los babilonios, y en particular a la medicina hipocrática,
que se enraizaba sobre fuertes valores éticos, basta pensar en el juramento, e indicaba verdades
fundamentales e inalienables como el principio de no maleficencia, el primum non nocere, y por
tanto el principio de beneficencia, con un fuerte llamado a la indisponibilidad de la vida humana,
a no practicar el aborto y a no procurar la muerte a nadie.

Dejando a un lado los puntos de reflexión a propósito de la ética de la vida en todas las corrientes

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remitirán a una bioética liberal, también llamada laica.

El giro en la comprensión de la bioética

Nos encontramos ahora frente a otro de los exponentes de la Bioética, Andre Hellegers (1926-
1979), ginecólogo y obstetra de origen holandés que fundó en Washington, pocos meses después
de las pioneras publicaciones de Potter en 1970 y de su libro de enero de 1971, al interior de la
Universidad de Georgetown, The Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of the Human
Reproduction and Bioethics. Hellegers focalizó su atención, a diferencia de la idea originaria de
Potter, en los problemas y las instancias puestas por los dilemas de la medicina, como la
reproducción humana, el control de la natalidad, las políticas demográficas, y concibió la bioética
como una disciplina que integra y sintetiza los conocimientos médicos y éticos. A Hellegers hay
que atribuirle el suficiente mérito; en efecto, institucionalizó el término bioética, no solo
empleándolo en la denominación del instituto que fundó, sino también introduciendo la
disciplina al campo académico, en la didáctica, la investigación, e insertándolo en el campo de las
ciencias biomédicas, de la política y en los medios de comunicación masiva. La herencia de
Hellegers, en contraste con la herencia de Potter, para usar el término de la bilocación dada por
Reich, prevaleció y prevalece hasta nuestros días asociando el término a una ética médica.

Mientras Potter veía en la bioética un “puente entre biología y ética”, con una aproximación
global a todos los componentes de la vida, no solo de índole médica, Hellegers difundió un
concepto de bioética como “puente entre medicina, filosofía y ética” con una metodología
interdisciplinar, que según este último habría llevado al clínico-bioeticista a ser más experto que
el moralista tradicional en los problemáticos dilemas respecto a la vida, la salud y la enfermedad.
Hoy en día la bioética que prevalece sigue en gran medida la herencia de Hellegers, con su opción
médica, si bien no deja de lado el importante rol desempeñado por Potter, que con su Bioética
Global 5 (1988) ha aportado una notable contribución al tomar en consideración las problemáticas
de la biosfera también en relación con la calidad de la vida física del hombre y ha llevado al
nacimiento de la ética ambiental.

A propósito de los primeros años de la bioética es necesario dar un pequeño paso atrás, para
recordar que en 1969 en Nueva York era fundado por el filósofo Daniel John Callahan (1930-
2019) y el psiquiatra Willard Gaylin (1925-…) el Hastings Center o bien el Institute of Society,
Ethics and the Life Sciences, con la intención de proveer una normativa que regulara las
experimentaciones, que en dicho período se desarrollaban sin ningún control e incluso sin
escrúpulos. Ya sea el Hastings Center que el ahora llamado Kennedy Institute of Ethics son hasta
nuestros días dos instituciones a la vanguardia en el estudio de las problemáticas bioéticas.
Desde sus inicios han tenido como colaboradores a eminencias de la ciencia y de la cultura, como
Robert Paul Ramsey, notable teólogo protestante, llamado por Hellegers a enseñar en su centro y

5
Global Bioethics: Building on the Leopold Legacy, Michigan University Press. East Lansing, Michigan

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cuyas lecciones confluyeron en dos volúmenes que contribuyeron a hacer conocer la bioética en
Estados Unidos: The patient as person y Fabricatedman, ambos publicados en 1970. En el
Kennedy Institute of Ethics son numerosos los centros de investigación y formación, numerosas
las publicaciones, los libros y revistas; numerosos también las voces autorizadas de docentes e
investigadores que han pasado por sus instalaciones a lo largo de los años, algunos nombres,
como el de Edmund Pellegrino (1920-2013), que junto a David C. Thomasma (1939-2002), ha
puntualizado en la óptica de la ética de las virtudes la compleja relación médico-paciente y de
Warren T. Reich, curador en 1978 de la primera edición de la monumental Encyclopedia of
Bioethics.

Deben ser recordados en el área estadounidense los bioeticistas Tom L. Beauchamp (1939-…) y
James F. Childress (1940-…), autores del libro Principles of Biomedical Ethics que ha iniciado la
doctrina del principialismo (los conocidos cuatro principios: beneficencia, no maleficencia,
autonomía y justicia), que ha tenido y continúa teniendo éxito como una de las posturas más
seguidas en campo bioético, no obstante, haya recibido numerosas críticas, sobre todo por la
falta de un fundamento en los mismos principios. Otros centros comenzaron entonces a
constituirse en todo Estados Unidos, en las universidades, hospitales, y simultáneamente en
Canadá.

En el resto del mundo comenzaron de igual forma a surgir centros e institutos en los diversos
continentes, así como en muchas naciones de América Latina, que dieron lugar a publicaciones,
revistas y libros, que en esta circunstancia no traemos a colación por razones de espacio.
Recordamos solamente la actividad del Center for Human Bioethics de la Universidad de
Melbourne en Australia, dirigido por Peter Singer (1946-…), uno de los mayores interlocutores del
debate bioético a nivel internacional que ha incorporado a muchos seguidores en torno a sus
teorías laicas, libertarias y de tinte utilitarista. Singer es al mismo tiempo codirector de la revista
“Bioethics” de la International Association of Bioethics. Singer es conocido por su muy popular
publicación Liberación Animal 6 (1975), en la cual argumenta que los animales deben ser
respetados por su capacidad de ser seres sintientes, que sufren. Su libro ha tenido sucesivas
ediciones, cada cual narrando los avances en el movimiento de liberación animal. La organización
PETA (People for the Ethical Teatment of Animals) le ha dado gran difusión a sus ideas que
expanden el pensamiento utilitarista “el mayor bien para el mayor número” como única medida
del bien y del comportamiento ético, aplicándolo también a los animales.

En Europa, en cambio, aunque se cuenta con la tradición ética, filosófica y teológica mucho más
fuerte, y precisamente a causa de ello, los centros de Bioética tuvieron dificultad en ponerse en
pie y llegaron con cierto retraso. En España fue fundado en 1975 el primer Centro de Bioética en
Europa, específicamente en Barcelona, el Instituto Borja de Bioética, dirigido por Francesc Abel,
que había sido colaborador de Hellegers. Numerosas personalidades enseñaron e hicieron
investigación en este instituto; entre otros, además de Abel, recordamos a Manuel Cuyas, que
contribuyó a exportar el debate bioético a Francia e Italia, donde enseñó Bioética en la

6
Singer P. Animal Liberation: a New Ethik for our Treatment of Animals.

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Universidad Gregoriana y la Academia Alfonsiana. En Madrid, donde también existía una fuerte
tradición humanista en el campo académico de las ciencias médicas y clínicas, debemos señalar,
en la Universidad Complutense, al Departamento de Medicina Preventiva, Salud Pública e
Historia de la Ciencia dirigido por Diego Gracia, autor entre otros de un volumen exitoso,
apreciado en todo el mundo, sobre los fundamentos de la bioética, escrito a la luz de la
impostación personalista y fenomenológica de los filósofos españoles Delgado y Xavier Zubiri.
Justamente D. Gracia, cuestiona el pragmatismo norteamericano de Beauchamp y Childress y la
no jerarquización entre ellos, proponiendo un orden lexicográfico de los principios, así como una
metodología para su aplicación.

La bioética en América Latina

Hemos visto como los desarrollos de la bioética en los países donde se originó y expandió han
generado un debate respecto a su direccionalidad y logros. En los países del mundo en desarrollo
y particularmente en nuestra región cabe reflexionar primero sobre el tipo de problemas que la
bioética debe considerar relevantes en un contexto caracterizado por la pobreza y otros grandes
problemas sociales. Es de lamentar que, a lo largo de cincuenta años, la bioética hegemónica de
raíz norteamericana se haya decantado hacia un reduccionismo, confinándola a los límites de una
ética aplicada a los aspectos clínicos y de la investigación biomédica, abandonando las propuestas
por una educación transformadora de las relaciones del hombre con su entorno. Como bien
señala Gracia 7, sus planteamientos son difícilmente trasladables sin modificaciones a otros
países, aún en el caso de presentar condiciones sociales, económicas y culturales semejantes.

En los países de nuestra región y para los grupos sociales más favorecidos los problemas bioéticos
que se plantean son similares a los del mundo desarrollado, como lo son: la autonomía de los
pacientes, el rechazo al paternalismo, los problemas sobre la reproducción asistida y los referidos
a los trasplantes de órganos, entre otros. Para las clases menesterosas, en cambio, para los cuales
no hay una adecuada asistencia médica y se tienen como problemas prioritarios la alimentación y
hasta la propia subsistencia, el problema no estaría relacionado con el principio bioético de la
autonomía, sino fundamentalmente con los de la justicia y la no maleficencia.

En la bioética latinoamericana los principios de justicia y solidaridad desempeñan un papel


central. Así, las políticas sanitarias deben dirigirse a garantizar el acceso universal a cuidados
médicos adecuados, acentuando la justicia y equidad distributivas en la asignación de los
recursos para la salud. Debe asimismo reconocerse el bajo nivel de desarrollo científico y
tecnológico por la escasez de recursos humanos y financiamiento. Por otro lado, somos países
fuertemente influenciados por una moral cristiana y una tradición paternalista que dificulta el
comienzo y la implantación de ciertos temas del debate bioético en otras realidades.

En 1978, la National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and

7
Gracia D. Fundamentos y enseñanza de la Bioética. 2da. Edición. Bogotá. Ed. El Búho.(2000)

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Behavioral Research, reunida en el Centro de Convenciones Belmont, acordó tres principios como
los más relevantes de la cultura norteamericana para la ética de experimentación: Respeto de las
personas, beneficencia y justicia. Más adelante, se fue apreciando que este marco de referencia
ética era muy limitado para abarcar aspectos cruciales de preocupación de los bioeticistas
latinoamericanos, entre otros. Se revelaba la necesidad de incluir temas como la responsabilidad,
la solidaridad y la dignidad humana. En 2005 la UNESCO presentó la Declaración Universal sobre
Bioética y Derechos Humanos, que actualiza y amplia los principios a catorce y constituye un
compromiso con las poblaciones vulnerables y establece un vínculo con los derechos humanos.

Al abordar los problemas éticos que plantean la medicina, las ciencias de la vida y las tecnologías
conexas en sus vertientes relacionadas con el ser humano, la declaración, como se infiere del
propio título, fundamenta los principios en ella consagrados en las normas que rigen el respeto
de la dignidad de la persona, los derechos humanos y las libertades fundamentales. Por el hecho
de inscribir la ética en los derechos humanos internacionales y garantizar el respeto por la vida de
las personas, la declaración reconoce la interrelación existente entre la ética y los derechos
humanos en el terreno concreto de la bioética.

Junto con la declaración, la Conferencia General de la UNESCO aprobó una resolución en la que
instaba a los Estados miembros a hacer todo lo posible para poner en práctica los principios
enunciados en la declaración e invita a adoptar las medidas apropiadas para velar por la
aplicación del texto, lo que comprende darle una difusión lo más amplia posible. La declaración
de la UNESCO de alguna forma recupera la visión original de Potter al considerar la bioética no
solo como una ética aplicada a la vida, sino a entenderla como una nueva herramienta que los
países disponen para la consolidación de los derechos humanos de la ciudadanía y de la
democracia, perfilando en un sentido comprehensivo la agenda de la bioética para el siglo XXI.

Problemas en el desarrollo de la bioética

Si tomamos el nombre bioética de sus orígenes, de su significado, entre etimología y


hermenéutica, entre tradición y actualidad, en la tentativa de indagar el origen, improbable en la
sustancialidad, pero posible en su forma y formalidad, si bien con el esfuerzo de acercarnos a su
objetividad, nos hemos necesariamente confundido en sus figuras, en algunas imágenes, que
forman parte de la historia, que también hemos buscado de delinear, y junto a ella hemos tocado
algunas interpretaciones, de aquello que debemos entender por bioética. La Bioética continúa
hasta nuestros días inmersa en la historia, quizás como nunca, dados los problemas a menudo
graves presentes en el debate cotidiano. Ellos forman parte de aquella vida por la cual la bioética
está allí para redescubrir los valores y tutelarla.

La bioética está aquí también para interrogarse sobre su identidad, desde el momento que
muchos la ponen en discusión. En efecto, han sido diversos los rechazos respecto a esta disciplina
que entonces no era bien vista en diversas perspectivas culturales. Basta pensar en las
contrariedades afrontadas por muchos estudiosos de las diversas disciplinas que posteriormente

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han tenido que constituir la interdisciplinariedad misma de la bioética, determinando


precisamente en la integración de la disciplina de origen un saber de índole teórico y práctico que
pudiera hacer hablar, dialogar entre ellas, a las diversas disciplinas científicas, en particular
biomédicas, con las humanísticas, en particular con la filosofía, en una conciencia del todo.

Muchos teólogos no reconocen aún hoy la bioética, desde el momento que piensan que sus
problemáticas pueden englobarse en el ámbito de la teología moral que, desde siempre, como
decíamos, se ha ocupado de la vida física, si bien no todos los moralistas son de la misma opinión.
Considero que sin duda alguna la teología moral ha contribuido en modo determinante al
nacimiento de la comprensión de las problemáticas éticas de la vida física, pero consideramos
que es reductivo desde un punto de vista epistemológico querer aspirar a una profundización de
la interdisciplinariedad que caracteriza a la bioética. La obstinación a la acogida de la bioética ha
sido fuerte no solamente en campo teológico, sino también en campo biomédico.

No es materia de la presente exposición el afrontar el problema de muchos científicos, que ven


en esta disciplina una intromisión impropia de la ética en lo que ellos llaman libertad de
investigación, sino que queremos hablar de los médicos, en particular de los clínicos, que al día
de hoy -en muchos casos- creen poder resolver los dilemas de la clínica, no solamente los
técnicos sino también morales, a través de la intuición, que dada la complejidad de los problemas
creemos que ya no es suficiente. Tampoco estaríamos de acuerdo con aquellos clínicos que
consideran que la bioética es un pleonasmo de la deontología y de la ética médica, que existen
desde la Antigua Grecia, y que no es necesaria una enseñanza de la bioética a nivel académico,
desde el momento que debe ser el médico clínico el que enseñe, en el ejercicio de la práctica
clínica, cómo se deban afrontar los dilemas de las cuestiones morales. En 1972, el clínico Luigi
Condorelli, eminente figura que ha dado brillo a la escuela clínica italiana a nivel internacional
sostenía que: “ha ido decayendo fuertemente la preparación ética de los jóvenes que estudian
medicina: preparación que más bien debería ser particularmente cuidada si se quiere salvar la
espiritualidad de las más humana de las profesiones”. En esta circunstancia Condorelli afirmaba
de igual forma que la culpa de esta decadencia era -y nosotros agregamos, en nuestros días es-
en mayor medida de los docentes de clínica.

Resulta evidente decir que las universidades deben ser un centro fundamental de la Bioética, no
solo para garantizar profesionales que rijan su ejercicio de acuerdo con sus principios, sino
también para que sean los diseminadores del cambio en otros campos. Una forma de hacerlo es
bajo la guía de la educación problematizadora, a través de la cual es posible modificar el carácter
y las actitudes secundarias, apostando a la posibilidad de mejores profesionales y personas más
auténticas, más libres, más prudentes, más racionales y razonables, más tolerantes, sensibles y
compasivas. La responsabilidad de la enseñanza de la bioética, como parte del proceso formativo,
es proveer elementos y desarrollar las habilidades necesarias para llevar a cabo verdaderos
juicios éticos, que permitan a los estudiantes y nuevos profesionales ubicar la causa real de los
problemas éticos y su solución. De tal manera que, al promoverse conocimientos, habilidades y
actitudes conduzcan a intervenciones transformadoras de la realidad.

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Formación personal humanística

Referencias bibliográficas

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