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¡Bendición Papá!... Dios me lo bendiga hijo… “mi papá viejito”.

Ese era el adjetivo con el cual me


refería a mi abuelo de casi 80 años, él fue la figura paterna que estuvo siempre presente en mi
crianza, a Dios gracias fue esta persona a quien el Señor encargó de la instrucción en mi infancia y
le agradezco al gran creador que haya sido así, pues él fue un gran ejemplo para mí. Don Nicanor
Antonio Alvarez Camacho, Hijo de Emilio Antonio Alvarez Brando y Tomasa Camacho de Alvarez,
nacido el 04 de julio de 1902 en Santa Rosa del Sarare, estado Apure. Lamentablemente y a pesar
de que pude disfrutarlo durante 21 años, mi mente joven no tenía el mismo interés que hoy en día
invade mis neuronas por saber a profundidad mis raíces antiguas. Las cosas que saltan a mi mente
son los recuerdos de lo que él mismo me contaba. Cosas como que cuando el apenas tenía 2 años
de vida se quedó huérfano de padre, a Emilio Antonio Alvarez Brando, quien para la época era
oriundo del estado Lara, huyendo del gobierno, ya que no compartía las ideas políticas del
dictatorial y nefasto gobierno de Cipriano Castro, y dicho sea de paso no solo era así, sino que
manifestaba a viva voz su descontento con las injusticias vividas y el deseo del final de las mismas.
Lo que le costó la vida, mientras que, un buen día, del cual desconozco su fecha, andaba allí mismo
en el caserío de Santa Rosa, a las orillas del río Arauca, del lado venezolano, a solo 6 km río abajo
de la población de La Victoria en el estado Apure, lo acompañaba su hermano Eduardo Alvarez, fue
emboscado por un disque “amigo” de batallas, quien quiso sacarlo del camino y quedarse con la
comandancia de su batallón anticastrista. Le tocó a la viuda Doña Tomasa encargarse de la crianza
de 3 pequeñas criaturas: Alfredo, Eduardo y Nicanor. Nicanor logró sacar toda la primaria y era una
persona que sabia leer y escribir, cosa muy rara en aquel entonces, pero asumo que fue gracias al
interés de su madre, quien de seguro también sabía leer y escribir, y se encargó que sus hijos
aprendieran. Al saber leer tuvo la afición por la lectura de libros de literatura que en su mano
cayeran. Sé que “las mil y una noche” fue una de las literaturas que pudo leer, ya que en mi
infancia me contaba cuentos que recordaba de dicha lectura. Su juventud la dedico a ganarse el
sustento trabajando como llanero en los Hatos de “Don Manuel fuente”, un terrateniente que era
dueño de grandes extensiones de terrenos por estos llanos apureños y araucanos. No se me olvida
cuando una vez me dijo algo que me sorprendió: “Hijo a mí me pagaban por un día de trabajo 3
reales”. Eso si era poquito, pensé yo, si para ese momento lo que me daban a mi para ir al colegio
era un bolívar (2 reales) y con eso me compraba una empanada, un refresco, una galleta y una
Torreja. El Catire Nicanor, así lo conocía sus amistades, se casó con María Antonia Colmenares de
Alvarez, en 1934 nace su primer hijo, Abdenago María. Luego de él nacen otros 7 infantes más,
quienes tristemente debido a la alta mortalidad infantil de la época, fallecieron por diversas causas
en diferentes momentos, pero los siguientes 7 hijos si lo lograron: Gil Alberto, Adelina del Carmen,
Carlos Armando, Álvaro Nicanor, Esther Celina “Chela” (mi madre), Sir Alfredo y Coramina María.
De los cuales, los 2 extremos ya partieron con El Señor. No sé cómo ni cuándo aprendió la clave
Morse, porque en la adultez tuvo su trabajo en el antiguo IPOSTEL, de donde se jubiló. Era dueño
de un carro de mula, del cual solo conocí un gigantesco rin metálico, con el cual iba a Guasdualito
por el antiguo camino rodeado de selva, que nada tiene que ver con la actual carretera. Me
contaba que a los Alvarez le decía el alma llanera de las fiestas, porque cuando llegaban a una de
seguro la acababan con puño, patadas y cabezazos. Era muy bueno en las peleas, me decía, no
perdió nunca a los golpes, y su golpe final era con la cabeza. “Un día en una pelea con un fulano le
dí un cabezazo en la garganta por lo que muchos días después terminó muriendo” me conto una
vez mi papá viejito. “la última pea en mi vida fue cuando nació su tío Carlos”, asumo que eso fue
una cambió radical. Conocedor de la palabra de Dios, cristiano evangélico hasta el día de su
muerte, le recuerdo como era su costumbre leer diariamente la palabra de Dios, y en las noches
escuchar Radio Transmundial. Fue una persona que se preocupó por impartir a su descendencia
buenos principios y modales, y sobre todo el respeto a las personas y a lo ajeno. Junto a personas
que hoy no se conocen como el sr Celestino Portela, el sr. Julio Landa fue fundador de la Iglesia
Evangélica “DIOS ES AMOR” y colocaron la primera piedra en donde en una botella metían un
papel con una lista de los nombres de las personas que ayudaron en la construcción de dicha
iglesia, en frente de la plaza Bolívar de El Amparo. Son muchas cosas que se podrían contar de Don
Nicanor. En el mes de enero de 1994, me cuenta mi madre que el “viejito” tuvo un sueño, con
nuestro Señor Jesucristo, quien tenía vestiduras muy blancas, estaba con los 12 apóstoles, tenía
una corona de oro en la cual se leía la escritura “PAZ Y AMOR” y le daban la bienvenida al paraíso
celestial, luego de eso fueron 3 días de mucho pensar en dicho sueño que le revelaba que su fin
estaba cerca, y fue el 17 de dicho mes, en buena vejez y con buena fuerza en su organismo, a las 7
de la noche, un malestar debilitó su cuerpo, y como ya sabía que era el final de su carrera en esta
vida terrenal, con sus familiares alrededor de su cama, los bendijo a todos, y le dijo a mi madre
“hija, cuídeme mucho a la viejita” y luego su espíritu abandono su cuerpo. A Dios le doy inmensas
gracias por ser nieto de este señor, que como ser humano, al igual que todos, no es perfecto, pero
en lo que puedo recordar de él, es que fue un modelo a seguir con su ejemplo de vida. Este 4 de
julio del 2023 estaría cumpliendo 121 años de vida.

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