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CAPÍTULO 16: CÁNCER
HENRIETTA LACKS Y LAS CÉLULAS HELA
Henrietta Lacks tenía 31 años cuando falleció por un cáncer
cervicouterino agresivo en 1951, pero dejó un legado notable y
perdurable. Mientras Henrietta Lacks recibió tratamiento en el hospital
Johns Hopkins, se retiró una muestra de tejido de su cáncer y se le
entregó a un biólogo llamado George Gey. La señora Lacks y sus
familiares no fueron consultados, porque para esa fecha no era
necesario recibir consentimiento del paciente antes de obtener una
muestra de tejidos para investigación médica.
Gey había trabajado por décadas para establecer una línea celular
humana que pudiera proporcionar información sobre el cáncer. El año
previo a recibir la muestra de la señora Lacks, estableció una instalación
para cultivo de tejidos en el hospital Johns Hopkins que incluyó
dispositivos hechos a mano para cultivar y estudiar células. Una
máquina, que se llamó tambor de rodillos, hacía rotar con lentitud
numerosos tubos de vidrio hechos a mano, los cuales mantenía a una
temperatura cálida. En cada tubo, Gey colocó una muestra de tejido y la
bañó con un caldo nutritivo que había diseñado para conservar las
células. Sin embargo, tubo tras tubo, los tejidos sobrevivían y crecían
sólo por 20 a 25 generaciones antes de finalmente morir.
En el tubo que contenía la muestra del tumor de Henrietta Lacks, Gey
observó algo que nunca antes había visto. Las células crecieron en
abundancia formando una gruesa hoja en el interior del tubo. Gey
dividió las células en tubos adicionales, donde continuaron con la
división y crecimiento. Pasó mucho tiempo antes de que Gey notará que
había creado la primera línea de células humanas inmortales, a las que
denominó HeLa, por el nombre de la paciente de la cual se obtuvieron
dichas células.