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1° año
Uno de aquellos días, Laura, de diez años de edad, amaneció sintiendo presión en la
frente y dolor en la zona de los senos paranasales. También presentó congestión nasal
y secreción espesa. Preocupada por Laura, su mamá, Rosa, la llevó al CAPS. Cuando llegó
la sala de espera estaba colmada de chicos con los mismos síntomas de Laura. Cuando
la pediatra la examinó le diagnosticó sinusitis aguda. En la conversación con la pediatra
explicó que hay irritantes ambientales que pueden haber irritado las vías respiratorias y
las membranas de los senos paranasales, dificultando el drenaje adecuado y
favoreciendo el desarrollo de una infección sinusal. Además, dijo que la exposición
continua a este tipo de ambientes podría exacerbar los síntomas y prolongar la duración
de la sinusitis. Le recetó descongestivos, lavados nasales y analgésicos para aliviar los
síntomas de la sinusitis, también indicó un antibiótico. Al salir, apuradas del consultorio,
porque eran muchísimos los pacientes que debía atender la médica, Rosa no había
entendido la explicación, solo sabía que tenía que ir a la farmacia a sacar fiados los
remedios para que Laura esté mejor. Al llegar a su casa y contarle a su marido lo que la
doctora les dijo, juntos pensaron que quizás un “irritante ambiental” podría ser el
brasero pero con el frío que estaba haciendo no tenían posibilidad de calentar la casa
de otra manera.