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Motivan la intervención de esta sala los recursos de apelación interpuestos, contra el auto
de fs. 1/130 (13.513/13.641 y 12.098/12.162) de la causa 26.555 de esta Alzada: por el Dr.
Albino José Stefanolo, fs.137/154 (14.187/14.204 y 12.542/12.550), defensor de Raúl
Alcides Villarreal, en relación a los puntos I y V, por los que se decretó el procesamiento
con prisión preventiva del mencionado por considerarlo coautor del delito de homicidio
simple, ciento noventa y tres hechos, que concursan entre sí en forma ideal, y se dispuso el
embargo de sus bienes hasta alcanzar la suma de $57.600.000; por los Drs. Adrián Malone
y y Mariano Silvestroni, fs. 155/176 (14.218/14.239 y 12.559/12.569), defensores de Diego
Marcelo Argañaraz, en cuanto a los puntos II y V, por los que se dispuso el procesamiento
sin prisión preventiva del mencionado por estimárselo autor del delito de homicidio culposo
y el embargo de sus bienes hasta cubrir la suma de $20.000.000; por las Dras. Silvana
Miriam Collard y Graciela Bernal, fs. 177/192 (14.291/14.307 y 12.603/12.611), defensoras
de Lorenzo Fredy Bussi, con respecto al punto III, por el que se dictó el procesamiento sin
prisión preventiva del nombrado en orden al delito de homicidio culposo en calidad de
autor; contra el auto de fs.2/282 (22.694/22.975 y 18.675/18.815) de la causa 27.262 de esta
Alzada: por el Dr. Elías Ricardo Arditi, fs. 375/380 (23.855/23.860 y 19.426/19.428),
defensor de Gabriel Sevald, en relación a los puntos XXV y XXVI, por los que se dictó su
procesamiento por considerárselo coautor del delito de cohecho pasivo y se dispuso la traba
de embargo sobre sus bienes por la suma de $500.000; por los Dres. Raúl Oscar Bednarz y
Marcelo Julián Orlando, fs. 385/393 (23.866/23.874 y 19.432/19.436), defensores de Oscar
Ramón Sosa y Cristian Angel Villegas, con respecto a los puntos XXVII, XXVIII, XXIX y
XXX, por los que se dictó el procesamiento de ambos por el delito de incumplimiento de
los deberes de funcionario público y se dispuso el embargo de sus bienes hasta cubrir la
suma de $100.000; por el Dr. Pedro Antonio D´Attoli, fs. 394/405 (23.875/23.886 y
19.437/19.442), defensor de Omar Emir Chaban, en cuanto a los puntos XVI, XVII y
XVIII, por los que: se modificó la calificación legal escogida en el decisorio de
fs.7361/7474 (en el que se decretó el procesamiento del nombrado con prisión preventiva
por el delito de homicidio simple cometido en forma reiterada en ciento noventa y dos
oportunidades en concurso real), debiendo concurrir las muertes entre sí, incluyendo la que
fue motivo de tratamiento en este nuevo pronunciamiento, en forma ideal; se amplió su
procesamiento con prisión preventiva por considerarlo coautor del delito de cohecho activo
y autor de homicidio simple, que concurren en forma material entre sí y con el ilícito
atribuido en el auto de fs.7361/7474; y se amplió el embargo de sus bienes en $800.000;
por el Dr. Hugo F. Germaná, fs. 406/408 (23.887/23.889 y 19.443/19.444), defensor de
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Miguel Angel Belay, en relación a los puntos XXIII y XXIV, por los que se dictó el
procesamiento de éste como coautor del delito de cohecho pasivo y se dispuso la traba de
embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de $500.000; por el Dr. Albino José
Stefanolo, fs.409/414 (23.891/23.896 y 19.446/19.448), defensor de Raúl Alcides
Villarreal, respecto de los puntos XIX y XX, por los que se dispuso el procesamiento del
nombrado por considerarlo coautor del delito de cohecho activo en concurso material con el
ilícito atribuido en el decisorio de fs.12.098/162 y se ordenó la ampliación de su embargo
en la suma de $500.000; por los Dres. Armando José Murature y Armando Francisco
Murature, fs. 325/337 (23.580/23.592 y 19.245/19.251), defensores de Carlos Rubén Díaz,
en relación a los puntos XXI y XXII, por los que se dispuso el procesamiento de este último
como coautor del delito de cohecho pasivo y se dispuso la traba de embargo sobre sus
bienes hasta cubrir la suma de $500.000; contra el auto de fs.1bis/55 (26.777/26.831 y
21.332/21.359) de la causa 27.347 de esta Alzada: por el Dr. Mariano H. Sivestroni,
fs.57/66 (27.239/27.248 y 21.626/21.630), defensor de Patricio Rogelio Santos Fontanet,
Juan Alberto Carbone, Daniel Horacio Cardell, Maximiliano Djerfy, Christian Eleazar
Torrejón, Elio Rodrigo Delgado y Eduardo Arturo Vázquez en relación a los puntos I, II,
III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII y XIV, por los cuales se decretó el
procesamiento de los nombrados como coautores del delito de homicidio culposo agravado
y se dispuso la traba de embargo sobre los bienes de cada uno de ellos hasta cubrir la suma
de $10.000.000.
En su oportunidad, la querella representada por los Dres. José Ignacio Iglesias y Beatriz M.
E. Campos, mejoró fundamentos en las audiencias fijadas al efecto.
Cabe aclarar que pese a que las resoluciones fueron dictadas en diferentes momentos se ha
decidido abordarlas de manera conjunta a fin de evitar tanto una reiteración innecesaria de
argumentos que son comunes a las tres como las posibles inconsecuencias que podría
acarrear el tratamiento por separado de cuestiones tan directamente vinculadas entre sí.
En segundo lugar, por estar íntimamente vinculado con el primer tema, se tratarán los
agravios presentados por las respectivas defensas contra la resolución por la que se procesó
a los imputados Chaban, Villarreal, Sevald, Belay y Díaz por el delito cohecho, y de Sosa y
Villegas por el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público (capítulo II).
Luego de ello, se tratarán las apelaciones efectuadas respecto de los embargos dispuestos en
la instancia anterior (capítulo III).-
1) Los hechos que se tuvieron por probados en primera instancia y los cuestionamientos de
la defensa a las imputaciones.
Tras ello, a las 22.57 hs., se hizo presente en el lugar la primer dotación de bomberos que
observaron que las personas que se encontraban del otro lado de la puerta de emergencia
trataban de abrir la misma, que tiene dos hojas, dejándose constancia que merced a su
pronta intervención se logró abrir, por la fuerza el portón de emergencia del local, por
donde lograron salir varias personas por sus propios medios, a la vez que otras fueron
evacuadas por personal policial, de bomberos y/o particulares.
Otros de los asistentes lograron salir por aquellas puertas, que como antes se refirió, habrían
ingresado, y algunos otros lo hicieron a través del hotel contiguo, al que habrían accedido
por intermedio de una puerta que se encontraba en el primer piso del local bailable y que
habría sido violentada a tal fin. El restante sitio por el que habrían logrado salir algunas
personas resultó una puerta de pequeñas dimensiones que se hallaba junto al escenario y
que conducía tanto a los camarines como al garage del hotel lindero.
Así, gran cantidad de personas que no lograron salir del recinto, sea porque se encontraba
la puerta de emergencia cerrada y la restante era de pequeñas dimensiones o por el tumulto
producido a raíz de esa situación particular de las puertas, fallecieron en su interior, como
otras tantas que, pese haber salido del recinto por sus medios y/o con asistencia, fallecieron
posteriormente.
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Alicia Santonocito, María Belén Santonocito, Leandro Schpak, Sofía Mariana Segovia
Ríos, Nicolás Adrián Sillak, Alejandra Marina Silva, Mariana Sirota, Walter Abel
Maximiliano Solís, Pablo Mariano Soraire, Romina Stempler, Marcelo Alejandro Taborda,
Roberto Fabián Tolosa, Pablo Leonardo Torba, Jonathan Iván Torres, Mario Abel Torres,
Mario Ramón Torres, Alejandra María Trujillo, María Sol Urcullo, Verónica Laura
Valsangiacomo, Mariano Leonel Valsangiacomo, Facundo Vazquez, Javier Andrés Vera,
Cristian Mariano Viegas Méndez, Viviana Natalia Villalba, María Lidia Vitale, Barbara
Daniela Yanni, Darío Sebastián Yanni, Walter Eduardo Zacarías, Pablo Adrián Zalazar,
Hugo Alejandro Zamudio, Osvaldo Oldemar Zapata, José Luis Zarate y Gustavo Zerpa.
Sentado ello, pasaremos a detallar cuáles fueron las acciones y/u omisiones que los
magistrados de primera instancia le atribuyeron a cada uno de los imputados que aquí nos
ocupan y, luego, los planteos formulados por las respectivas defensas.
Puntualmente, se le atribuyó:
3) "[N]o haber, en esa misma calidad de organizador, dispuesto lo necesario para establecer
un cacheo eficiente y minucioso en la entrada del local para impedir que los asistentes,
conocidos y distinguidos en el ambiente por la habitual utilización de pirotecnia, ingresaran
con elementos de esas características, teniendo en cuenta que se trataba de un lugar cerrado,
en el que se reunirían muchas personas, teniendo en cuenta que había ocurrido
anteriormente un incendio de similares características, y que, en sus techos y estructuras
presentaba materiales altamente combustibles que no se ajustaban a las normas
reglamentarias para el caso de incendios."
condiciones de abrirse desde el interior del mismo -accionando la barra antipánico que tenía
colocada- se hallaba sellada con un candado y alambre, no habiendo dispuesto lo necesario
para que ella se encontrase habilitada durante la permanencia del público en el lugar por si
se sucedía un siniestro y pudiera ser utilizada para que el público saliera del lugar y de esta
forma salvaran sus vidas, teniendo además en cuenta que sabía que en el lugar había más
personas que las permitidas por la habilitación municipal."
6) "[N]o haber dispuesto lo necesario, en la calidad antes apuntada, para que, una vez
comenzado el siniestro, se abriese la única puerta/salida de emergencia con que contaba el
lugar."
Contra esta imputación, la defensa sostuvo básicamente que: i) la calificación legal del
hecho que se le atribuye a Chaban no es la correcta, ya que la máxima imputación que le
podría llegar a corresponder en esta instancia a su defendido sería, al igual que en el caso
del resto de los imputados, una a título de imprudencia; ii) cuestionó que se le reprochara el
hecho de que la puerta alternativa estuviera cerrada y con alambre cuando esa puerta ni
siquiera tendría que haber existido, iii) se agravió por la responsabilidad que se le adjudicó
en relación al vencimiento del certificado de incendios de la Superintendencia de Bomberos
ya que ese era un tema que le correspondía a "Lagarto S.A"; iv) cuestionó que se le
reprochara la existencia de la media sombra y de la espuma de poliuretano porque la media
sombra ya estaba en el local cuando llegó Chaban y, sobre la espuma de poliuretano, señaló
que no era previsible que ese material generara cianuro de hidrógeno al entrar en
combustión, agregando, con relación a esto último, que ni siquiera existen normas en
nuestro país que obliguen a incorporar óxido de cobre en la elaboración de este material
para neutralizar el cianuro de hidrógeno.
En relación a Villarreal, el juez de instrucción tuvo por probado que era la mano derecha de
Omar Chaban, su persona de confianza, y por ello se manejaba con un alto grado de
independencia para la adopción de decisiones en lo que respecta al funcionamiento de
"Cromañón". Según el juez, Villarreal: "sin encargarse de nada en particular, estaba al tanto
de todo y tenía injerencia en cualquiera de los aspectos del negocio, pero no era un
empleado más. Era un activo organizador y partícipe, y por ende responsable, de muchas de
las decisiones vinculadas al desarrollo de la actividad en `República Cromañón´".
Según el a quo "si estaban dadas todas esas condiciones, si el riesgo se hacía evidente a sus
ojos, su conducta ilícita finca, justamente, en haber desoído esas advertencias y haber hecho
el aporte que le correspondía para que el espectáculo se llevase adelante de todos modos"
Aclaró que Villarreal, en virtud del papel que desempeñaba en el giro del negocio, tenía
conocimiento de los riesgos que generaba el funcionamiento del local en esas condiciones,
"[s]abía todo cuanto ocurría en el comercio y por ello también supo de la ´clausura´ de la
puerta de emergencia y de lo que ello implicaba, ya que debió ser muy consciente del
riesgo existente y ante él fue absolutamente indiferente. Debió preveer un resultado que ya
había sido hasta anunciado por CHABAN".
infundada para quien sólo trabajaba en el lugar y lejos estaba de poder tomar las decisiones
referentes a entradas (cantidad, comercialización, etc.); seguridad; qué grupo soporte
actuaría, etc.; ii) aclaró que su defendido no se ocupaba de tomar decisiones para concretar
los eventos; en el de "Callejeros" específicamente, sólo se limitó a estar en el área externa
con la gente de seguridad del grupo pero desconociendo si hubo deficiencias de control; no
tenía dominio ni posibilidad de definir la cantidad de público que iba a ingresar. La
colaboración que brindaba Villarreal en diversas áreas lo hacía participar en algo
organizado previamente, no por él, razón por la cual su colaboración en nada incidía en ese
espectáculo que continuaría con las pautas que tanto músicos, manager y el dueño del local
habían predeterminado.
Tampoco tenía control sobre las cuestiones edilicias; no manejaba las llaves ni las
cuestiones relativas al mantenimiento del local. Al igual que en el caso de los músicos,
creía que el lugar era seguro y que Chaban había contratado un sistema de acustización
ignífugo. No manejaba las cuestiones de habilitación de Cromañón y, por lo tanto, no tenía
conocimiento respecto a la cantidad de público que podía ingresar al lugar. En cuanto a los
incendios anteriores, fueron controlados por personal del lugar y los organizadores de esos
eventos tomaron las decisiones que les parecieron prudentes, controlando los sucesos.
iii) También remarcó que dado que la seguridad estaba a cargo del grupo Callejeros, las
deficiencias de control que permitieron el ingreso de pirotecnia no podían serle imputadas.
2) "[H]aber omitido adoptar las medidas de prevención necesarias para contar con una
adecuada dotación de personal de seguridad que garantizase la integridad de las personas y
los bienes que concurrieron esa noche al lugar."
características, como así también que, en sus techos y estructuras, presentaba materiales
altamente combustibles que no se ajustaban a las normas reglamentarias para el caso de
incendios."
6) "[N]o haber dispuesto lo necesario para que, una vez comenzado el siniestro, se abriese
la única puerta/salida de emergencia con que contaba el lugar."
Según lo manifestado por el juez: "Argañaraz, al igual que los demás imputados, aún
previendo que todas esas circunstancias podrían desencadenar en un suceso como el
finalmente acontecido, prefirieron seguir adelante con el espectáculo y llevarlo a cabo, sin
importarle aquellas circunstancias apuntadas y los previsibles resultados que a partir de
ellas resultaban esperables; máxime cuando ese mismo día Chaban había advertido a los
presentes acerca del peligro que generaba la pirotecnia y que, en caso de producirse un
incendio, no alcanzarían a salir todos de allí, como así también que ya había ocurrido un
incendio por el uso de pirotecnia días antes del recital".
Asimismo, el Sr. Juez de grado tuvo por acreditado que: Diego Marcelo Argañaraz era el
manager del grupo "Callejeros"; en ese carácter contrató con Chaban; vendió entradas en
un número cercano a 3500, excediendo el autorizado por la habilitación del local; contrató
y supervisó el personal denominado de control que hizo un cacheo deficiente; si bien se
preocupó por las formas de ingreso no fue así con las de egreso, es decir, con una forma de
evacuación en una emergencia; sabía de la existencia de incendios anteriores; superados por
la situación y pese a los dichos del organizador en cuanto a la probabilidad de incendios no
tomó mayores recaudos; sabía que el público que asiste a los recitales del grupo
acostumbraba utilizar pirotecnia y era consciente de los probables efectos que (en recintos
cerrados) su utilización puede causar.
Por su parte, en lo que respecta a las funciones que desarrollaba específicamente como
manager del grupo "Callejeros", el juez sostuvo que: a) era quien representaba a la banda
para arreglar las fechas de los recitales, para acordar las condiciones del show, para
organizar la venta de entradas; b) fue quien contrató al grupo de empleados que se ocupaba
del control de ingreso de concurrentes al recital.
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En base a los extremos que tuvo por acreditados, el a quo arribó a la conclusión de que "el
encartado actuó en forma imprudente y negligente, lo cual facilitó la producción del
siniestro que terminó con la vida de 193 personas y produjo centenares de heridos. (...) Si
de acuerdo a la función que le fue encomendada, Argañaraz hubiera actuado diligentemente
y en forma responsable, tomando los recaudos correspondientes, el incendio no se hubiera
producido y, por ende, tampoco las muertes y lesiones".
Se le reprocha, en su calidad de jefe de seguridad del grupo "Callejeros" a cargo del control
de las vías de ingreso y egreso del local, el haber provocado, con las siguientes acciones y/u
omisiones la muerte de las 193 personas detalladas al inicio del presente, y diversas
lesiones a varios centenares más que a la fecha no se determinaron con precisión:
2) "[H]aber omitido adoptar las medidas de prevención necesarias para contar con una
adecuada dotación de personal de seguridad que garantizase la integridad de las personas y
los bienes que concurrieron esa noche al lugar."
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6) "[N]o haber dispuesto lo necesario para que, una vez comenzado el siniestro, se abriese
la única puerta/salida de emergencia con que contaba el lugar."
Según lo manifestado por el a quo, Bussi, al igual que los demás imputados: "aún previendo
que todas esas circunstancias podrían desencadenar en un suceso como el finalmente
acontecido, prefirieron seguir adelante con el espectáculo y llevarlo a cabo, sin importarle
aquellas circunstancias apuntadas y los previsibles resultados que a partir de ellas
resultaban esperables; máxime cuando ese mismo día Chaban había advertido a los
presentes acerca del peligro que generaba la pirotecnia y que, en caso de producirse un
incendio, no alcanzarían a salir todos de allí, como así también que ya había ocurrido un
incendio por el uso de pirotecnia días antes del recital".
Sostuvo el a quo que Bussi, en su calidad de integrante del grupo de control: tenía autoridad
sobre el grupo que estaba a cargo de la actividad de control; su tarea era incautar elementos
de pirotecnia de los asistentes al show; sabía que los asistentes a este tipo de eventos
utilizaban pirotecnia.
A criterio del magistrado, la conducta de Bussi debe ser considerada como homicidio
culposo pues, los elementos señalados demuestran un cuadro de negligencia concreta del
encargado del grupo de control que, además, influyó directamente en la producción de las
muertes. Claramente incumplió su rol.
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Siguió señalando el magistrado que así y, aún cuando todas esas circunstancias podrían
desencadenar en un suceso como el finalmente acontecido, prefirieron seguir adelante con
el espectáculo, máxime cuando Chaban había advertido instantes antes acerca del peligro
que generaba la pirotecnia y que en caso de producirse un incendio no podrían salir todos
de allí.
con la inutilización de la salida alternativa, el juez se limita a afirmar que ellos, por haber
estado allí en otras oportunidades, debieron haber visto el candado, sin valorar ninguna
prueba que así lo demuestre; v) que vincula al grupo con el cacheo deficiente pasando por
alto aquella prueba que demuestra que el personal de control era contratado por Chaban; vi)
que ellos no tenían la obligación de chequear las condiciones de seguridad del lugar, ni de
verificar la normativa determinante de la habilitación, ni de asegurarse que Chaban hubiese
optado por la forma jurídica adecuada para que el lugar pudiese albergar a 4.000 personas;
vii) que se pasó por alto el principio de confianza ya que, en realidad, los integrantes de
Callejeros tenían derecho a confiar en el dueño del lugar y en los funcionarios públicos que
debían controlarlo; ix) que el auto recurrido no describe la conducta que se le atribuye a
cada uno de los integrantes de la banda para luego establecer la relación de ello con la
presunta violación del deber de cuidado, limitándose sólo a afirmar que las decisiones se
tomaban en conjunto y que por ello deben responder todos; x) que el procesamiento analiza
inadecuadamente la imputación objetiva del resultado y de la misma manera afirma la
previsibilidad del resultado; xi) que el embargo decretado es manifiestamente improcedente
y desproporcionado porque no se encuentra debidamente fundado y no pueden ser
jurídicamente responsables por el compromiso patrimonial que se les pretende asignar.
Más allá de las consideraciones que luego se harán acerca de las particulares imputaciones
que se hicieran en los procesamientos, el punto de partida de éstos es que los imputados
habrían causado la muerte de 193 personas y lesiones a un número aún no determinado de
concurrentes, no por haber generado el incendio ellos mismos, sino por haber realizado una
conducta equivalente a ello, cual es la organización del recital del 30 de diciembre de 2004
sin haber tomado las medidas de seguridad correspondientes para evitar que se produjera
ese incendio y la consecuentes muertes y lesiones.
De esta manera, la primera pregunta que cabría efectuarse para abordar el análisis del caso
sería: ¿cuál es la razón por la que los imputados estaban obligados a impedir el incendio?
Para responder a este interrogante deben considerarse los presupuestos necesarios para que
exista una posición de garante en el omitente. Si bien tradicionalmente se ha sostenido que
dicha posición está generada por la ley, el contrato y la conducta precedente (injerencia),
hoy se discute que la ley y el contrato puedan generar responsabilidad penal, y existe un
amplio consenso en que dicha responsabilidad sí puede ser generada por dos grandes
grupos de casos, que son aquéllos en donde existe la asunción de una función de protección
y aquellos en los que hay un deber de vigilancia de fuentes de peligro. El primer caso se da,
por ejemplo, con relación a los padres respecto de sus hijos o a los médicos respecto de sus
pacientes; y el segundo grupo de casos, se fundamenta en la idea de que la creación de
peligros trae en sí la obligación de prevenir sus consecuencias dañosas .
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Ahora bien, un punto a aclarar es el vinculado a las características que debe tener la
conducta precedente para generar una obligación de responder por las posibles afectaciones
a bienes jurídicos que de ella se puedan desprender, hallándose posturas que van desde la
mera adecuación de la conducta precedente hasta el requisito de la antijuridicidad, pasando
por una serie de casos intermedios en los que la conducta resulta ser más que causalmente
adecuada pero menos que antijurídica. Roxin sostiene al respecto que: "la condición
decisiva para la fundamentación de una posición de garante es la posibilidad de imputación
objetiva del comportamiento precedente causante del peligro. Pues sólo aquél a quien se
puede imputar conforme a parámetros jurídicos el peligro creado tiene la responsabilidad de
ello, y, llegado el caso, debe prevenir la transformación de la puesta en peligro en una
lesión diferente o en otra más grave. Al respecto, deben tenerse en cuenta todas las
circunstancias que también, en todo caso, son determinantes para la imputación objetiva
(...)[:] 1. No hay posición de garante si el comportamiento precedente no ha creado un
riesgo jurídicamente relevante para la víctima (...)2. No hay posición de garante si el
comportamiento precedente se mantiene dentro del riesgo permitido (...) 3. No hay posición
de garante si falta una relación de fin de protección entre el comportamiento precedente y el
resultado inminente".
Más allá de estos principios generales, en el caso que nos ocupa, puede entenderse que
también el Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, promulgado
con fecha 25 de octubre de 2004, en su artículo 96, genera una posición de garante en los
organizadores de un espectáculo público al establecer la responsabilidad de los
organizadores por "omitir los recaudos de organización o seguridad imprescindibles para el
buen desarrollo del espectáculo deportivo o artístico masivo".
De esta forma, si la posición de garante depende de una conducta previa que implique la
creación de un riesgo relevante derivado de una organización defectuosa y de una ley que
atribuye exclusiva responsabilidad a los organizadores de espectáculos de concurrencia
masiva sobre cuestiones como las descriptas, referidas a la protección de la salud y la
integridad física de los concurrentes, previo a cualquier análisis habrá que determinar quién
desempeña el rol de organizador en el contacto social que nos ocupa, que no es otro que el
recital del grupo "Callejeros" llevado a cabo el 30 de diciembre de 2004 en el local bailable
conocido como "República Cromañón", y quién o quiénes han creado un riesgo
jurídicamente relevante que obligue a impedir un resultado típico que derive directamente
de él.
Las pruebas incorporadas a la causa permiten sostener, con el grado de certeza propio de
esta etapa procesal, que la organización de los recitales de los días 28, 29 y 30 de diciembre
del grupo "Callejeros" en "República Cromañón" estuvo a cargo tanto del imputado Omar
Chaban -explotador del local- como de los integrantes del grupo musical.
En efecto, al prestar declaración testimonial, Aldana Julia Aprea (fs. 9367/72), encargada
de prensa de la banda, manifestó que: "[e]n cuanto al manejo y administración de la banda
refiere que todos los integrantes decidían por igual. (...) Argañaraz era ´la cara visible´ del
grupo. Si alguien los quería contratar para un show, hablaban con Diego, quien además
estaba a cargo de todo el manejo y movimiento de la banda, como ser pagarle a quien
declara. (...) si bien Diego era la ´cara del grupo´, cualquier decisión respecto de algún
punto en particular, éste la debía consultar con la banda, él no decidía de manera arbitraria.
Si había que hacer alguna nota o llamaba gente de algún medio, la compareciente le
consultaba a Diego y éste le decía que tenía que preguntarle a la banda si se hacía o no,
luego de lo cual aquél le contestaba por sí o por no. (...) [P]or lo que le decía Diego, las
decisiones que se adoptaban eran discutidas por todos los integrantes de la banda y así se
arribaba a una conclusión final. Que en estas decisiones participaban seis integrantes de
"CALLEJEROS", el manager Diego y Daniel Cardell."
Esta forma de manejarse, en cuanto a la toma de decisiones, no fue desmentida por ninguno
de los integrantes del grupo musical en sus respectivas declaraciones indagatorias, razón
por la cual, en lo que sigue de la resolución no se hará ninguna distinción entre los
integrantes del grupo en cuanto a la responsabilidad individual por la toma de decisiones
relevantes.
Asimismo, indicó Aprea que Callejeros no solía llevar bandas soporte a sus shows, "salvo
algunas excepciones como los shows de ´REPÚBLICA CROMAÑÓN´ que fueron
invitadas por la misma banda de ´CALLEJEROS´. Que no sabe cómo se instrumentaron
esas invitaciones ni tampoco quien las dispuso, presumiendo que fue ´CALLEJEROS´".
Así fue que se acordaron las fechas en las que se realizarían los recitales, los horarios en los
que se llevarían a cabo, el precio de las entradas, quién se encargaría de la publicidad, de la
seguridad o control, de las luces, del sonido, etc.
Todo lo señalado forma parte de la organización de un recital, donde cada parte acordó con
la otra cuáles serían sus aportes. No intervino para este evento una productora que se
encargara de la organización del espectáculo y en quien se podría deslindar o compartir la
responsabilidad en ese sentido.
En ese aspecto, resultan ilustrativos los contratos incorporados a la causa, que fueron
celebrados para los recitales que se llevaron a cabo en "Corazón de María" y
"Excursionistas", que demuestran cómo cuando intervenía una productora era ésta la que se
encargaba de alquilar el lugar y firmar el correspondiente contrato con su propietario,
contratar al personal de seguridad, el sonido y las luces, pagar impuestos, contratar personal
policial y bomberos, asistencia médica, vender las entradas, etc. En definitiva, cuando
interviene, es la productora la que realiza todos los trámites y contrataciones necesarios
para que el show se lleve a cabo. Éstos son los casos en los que verdaderamente lo único
que le corresponde a la banda es ir a tocar en el lugar y momento en que se lo piden. Así lo
confirma el testimonio de Alberto Fabián Lillo, que fue el encargado de producir los
recitales que el grupo realizó en la ciudad de Córdoba y en Gálvez, pcia. de Santa Fe (fs.
12.814/16).
Pero en los recitales de "Callejeros" que se llevaron a cabo los días 28, 29 y 30 de
diciembre de 2004 en el local "República Cromañón", no intervino una productora ni
tampoco una persona determinada que se encargara de organizar el evento.
Consecuentemente, las tareas de organización se habrían dividido entre el explotador del
local y los integrantes de la banda.
Ello así porque, fue la banda musical "Callejeros" la que eligió tocar en un lugar como
"República Cromañón" y lo hizo, justamente, a sabiendas de las características de ese lugar.
Entre esas características existe coincidencia entre los integrantes de la banda acerca de que
"República Cromañón" era un buen lugar para brindar recitales, por su amplitud, por la
vista que se tenía desde el escenario, por las amplias entradas, etc. También influyó para su
elección la relación de los músicos con Omar Chaban, quien los venía apoyando, desde sus
comienzos, habiendo efectuado anteriores presentaciones en "Cemento", que es otro lugar
también administrado por Chaban, donde muchos grupos de rock nacional se iniciaron,
especialmente en los ´80. En este sentido, y para aproximarnos a su trayectoria y
trascendencia en la cultura del rock nacional, vale reproducir los dichos de Gustavo Napoli
-"Chizzo"-, cantante y guitarrista de "La Renga", cuando en una entrevista expresó que
"Cemento fue como un templo para el rock argentino, la historia del rock pasó por ahí." .
Sin embargo, también se encuentra entre las características del lugar tanto la posibilidad de
manejar la seguridad -lo que no ocurría en lugares como "Obras Sanitarias", el "Luna Park"
o "El Teatro"-, como la falta de controles por parte de funcionarios del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, de integrantes de la Justicia Contravencional y/o de la Policía
Federal Argentina, al contrario de lo que ocurría en lugares como "Excursionistas" u "Obras
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Por su parte, Omar Emir Chaban tuvo como actuación más relevante la de aportar el lugar
en el que se llevaría a cabo el recital y todo lo que ello implicaba. Debió hacerse cargo de
todo lo que era la puesta en marcha del predio, determinando cuándo se abrían las puertas,
la forma en que ingresaría el público, etc. También era responsable de las condiciones de
seguridad del lugar, entre las que se encuentra el estado en que se encontraban las vías de
salida, los matafuegos, las condiciones legales para el funcionamiento de "República
Cromañón"; la seguridad interna; la organización de las barras; de los baños; etc.
Compartía con la banda la decisión acerca de la cantidad de entradas que se pondrían a la
venta y el costo que tendrían; se encargaba de remover todo tipo de obstáculos para el
funcionamiento del lugar -entre los que se hallaba el control policial-, compartía las
ganancias del recital con la banda, dividiéndolas en un 70% para la primera y el 30 restante
para él.
Este esquema de organización responde, por otra parte, a la forma habitual que Chaban
tenía de manejarse con otras bandas. Así, Marcelo Francisco Caputo, manager de
"Almafuerte", a fs. 15.230/31 (fs. 13.335), señaló que arreglaba personalmente con Chaban
las fechas en que el grupo tocaba, en tanto lo relacionado a la iluminación, el sonido y la
seguridad, se encontraba a cargo de la banda. En el mismo sentido declararon Carlos
Fernando Tórtola, manager de "Tren Loco" a fs. 15.232/34 (fs. 13.336/37). En igual sentido
se manifestaron Andrés Pedro Vignolo, representante artístico, que llevó grupos como "Los
Tipitos", "Violadores", "Ataque 77", "Memphis", "King Diamont", "999", etc. a fs.
15.241/15.243 (fs. 13.341/42); Sergio Alberto Moreno, productor y manager de "Los
Brujos", representante de "Cadena Perpetua" a fs. 15.361/63 (fs. 13.442/43); Fernando
Héctor Ramon Gonzalez Dego, manager de "Las Manos de Fillippi" a fs. 15.364/65 (fs.
13.444) y Ernesto Alejandro Taranto, productor discográfico y de espectáculos a fs.
15.366/67 (fs. 13.445).
En lo que hace al reparto de las ganancias, la modalidad era que una vez que se descontaran
los gastos que demandaba la organización, correponderían el 70% para el grupo y el 30%
para Chaban, lo cual es relatado en los testimonios de Eduardo Exequiel Sempe, fs.
12.542/45 (11.455/56) -manager del grupo "La Covacha"-, de Mauricio Lescano, fs.
12546/49 (11.457/58) -integrante del grupo "La 25"- y de Christian Daniel Nicolini, fs.
12703/05 (11.541/42) -manager de "Jóvenes Pordioseros"-.
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Con respecto a los aportes que realizó Villarreal, existen numerosos testimonios que dan
cuenta de que era la persona de confianza de Omar Chaban, su "mano derecha" tanto en
"Cemento" como en "República Cromañón", y al momento de indicar cuál era
concretamente su función se destacó que era quien: a) "daba puerta", es decir, ordenaba que
se comenzara con el ingreso del público al lugar; b) ordenaba o daba instrucciones de cómo
debían hacerse las filas de ingreso; c) indicaba cuáles serían las vías de ingreso; d) se reunía
con Chaban y las bandas al finalizar el show para "hacer las cuentas", o cuando no estaba
Chaban, era quien se encargaba de controlar y repartir las ganancias; e) permitía el ingreso
de determinadas personas vinculadas al ambiente musical.
Según lo manifestado por Mauricio Lescano, Villarreal "sería el encargado de todo después
de CHABAN. Sería un encargado general, tenía la voz de mando, estaba en las boleterías y
en los arreglos después que terminaba el show", y, "[d]espués del show se juntaban con
CHABAN y con él, y si no estaba CHABAN estaba sólo VILLARREAL. Ahí se sacaban
los gastos y se dividía el dinero para cada uno. Si no estaba CHABAN, él tomaba
decisiones, como por ejemplo daba entrada de prensa a la gente de prensa y no recuerda
qué otras". Puntualmente, en cuanto a permitir el ingreso de determinadas personas, agregó
que: "cuando iba a ver a otra banda observaba que él era el que daba la orden para que
entres. Él anda por ahí. A veces lo hacíamos llamar porque estábamos invitados y él, o
CHABAN, nos hacían pasar gratis."
No obstante, tanto Sempe como Lescano y Nicolini, manifestaron que cuando tuvieron que
"arreglar" las fechas para que las bandas tocaran hablaban directamente con Chaban.
Por su parte, Villarreal aclaró que: "[r]elaciones públicas es la persona que contacta las
bandas y los artistas, yo hablaba con ellos proponiéndole hacer shows en Cemento y/o
Cromañón. Si me daban el okey, hablaba con Chaban y éste arreglaba directamente con los
grupos, aunque en algunas negociaciones yo estaba presente. Esto generalmente lo
arreglaba en forma telefónica, nunca se firmaron contratos, todo se arreglaba de palabra,
tanto las fechas, como los gastos y los porcentajes. En otras contadas ocasiones, estando yo
presente, los días de las reuniones, se trataban esos temas. Yo recibía mucha de la gente que
venía al local, pero el que cerraba todo era Omar".
Asimismo, dijo que: "[y]o no manejaba la agenda de fechas de Cemento o Cromañón, por
lo que cuando había una oferta tenía que preguntarle a Omar. A veces éste me decía que
armase algo para una fecha determinada. Omar era el que tenía la centralización de todo.
Omar decidía si las bandas tocaban en Cemento o Cromañón dependiendo de la cantidad de
gente que metía".
19
En lo que respecta a las reuniones de los días martes, expresó que: "nos juntábamos ahí y
atendía a alguna gente, que después los pasaba para Omar, porque mi trabajo es muy social.
Allí Omar cerraba las fechas para los shows de los dos locales. En algunas de estas yo
participaba por la confianza. En concreto escuchaba el arreglo que hacía Chaban con la
banda y a veces me daba un grado de opinión, pero las tratativas las hacía Chaban con la
banda. Yo estaba a veces, no siempre. Además aprovechaba para hablar con los manager o
productores de las bandas para conseguirles un lugar en el interior para tocar, en mi carácter
de productor independiente."
Ahora bien, más allá del reconocimiento realizado por Villarreal y lo declarado por los
testigos mencionados, en cuanto a que en determinadas ocasiones funcionaba como nexo
entre Chaban y las bandas, en el caso concreto de los recitales que nos ocupan, estas
tratativas quedaron exclusivamente en cabeza de Chaban y Argañaraz, y ninguna
participación le cupo en ellas a Villarreal, porque la relación fue directa entre aquéllos.
Se puede sostener de esta forma que, en lo que hace a la organización del recital, si bien no
habría intervenido en su concreción, queda aún por determinar cuál habría sido su actuación
como jefe de seguridad; es decir: en el desarrollo del recital.
Al momento de prestar declaración testimonial, Alfredo Mario Díaz, fs. 4812/20 (5588/96),
empleado de Cromañón dijo que Villarreal: "(...) era como si fuese el coordinador general
del local, porque muchas veces hasta que él no llegase no se abría la puerta para que
ingresara el público. Además entregaba las entradas a las bandas para que vendiesen en la
boletería, se reunía con las bandas para hablar de la organización de los recitales, salía a la
calle y coordinaba si la gente hacía bien la fila, muchas veces daba órdenes al personal de
seguridad, entre otras cosas."
Por otra parte, explicó que su actividad, mientras se llevaban a cabo los recitales, era: "(...)
estar en el lugar y realizaba todo tipo de tareas, como ayudar al personal de seguridad,
ocuparse de que estuvieran prendidos los extractores del aire, controlar que no pintaran las
paredes, meterse en el medio del público para sacarle los elementos de pirotecnia, etc. (...)
Que respecto a la pirotecnia que fue secuestrada en la oficina del local, consiste en la
incautada por el dicente al público el día anterior al hecho, cuando también tocó ´Callejeros
´. El día del episodio trágico no secuestró ninguna, porque estuvo en la puerta que da a la
calle".
Otro empleado del lugar, Juan Carlos Bordón, fs. 4823/27 (5599/5603) indicó que: "(...)
casi siempre, la seguridad en la zona de ingreso -cacheos- dependía de la banda, si el grupo
no llevaba seguridad la contrataba Omar para el caso concreto. Cromañón no tenía
empleados de seguridad permanentes. Que cuando la banda no llevaba su propia seguridad
20
y Omar debía contratar gente al efecto, lo hacía según recomendación de la propia banda.
Esto es, escogía al grupo que se encargaría de la seguridad, de acuerdo a lo que la banda
concreta le solicitaba".
Héctor Damián Albornoz, fs. 3850/56 (4189/92), con relación a los recitales de "La 25" y
"Callejeros" que se realizaron en diciembre, señaló que: "(...) en todos estos recitales
CHABAN pedía que se controle a la gente y que traten de impedir que entren con
pirotecnia. Respecto a la seguridad de los eventos de "CALLEJEROS" dice que la mayoría
era seguridad del grupo. El jueves hubo 25 hombres y 3 mujeres de "CALLEJEROS", a
quienes sólo conocía de vista. También había 4 hombres de CHABAN, quienes no estaban
en la entrada, sino que cuidaban los baños y la pista. La función de ellos era controlar de
que no tiren pirotecnia, que no ocurran peleas en los baños y de que no molesten en las
barras. Que era un control general, es decir, dar ´vueltas´ por el local para que no pase
nada."
Hernán Gustavo Albornoz, fs. 3858/63 (4197/99), agregó que en los recitales de Cromañón
la seguridad estaba a cargo de la banda. Asimismo, señaló que cuando la seguridad quedaba
a cargo del local el que se encargaba de coordinarla era Mario Díaz. Particularmente, indicó
que él era quien llamaba a los que cumplirían ese tipo de funciones y luego los organizaba
dentro del local. Por otra parte, manifestó que Villarreal: "(...) trabaja desde hace años con
Chaban y generalmente se encuentra en las boleterías."
Luciano Gonzalo Otarola, fs. 3864/70 (4200/02), también expresó que el encargado de la
seguridad del lugar era Mario Díaz.
Ana María Sandoval, fs. 3871/77 (4204/07), manifestó que en el recital del 26 de
diciembre, trabajó realizando control de cacheo a las mujeres recibiendo indicaciones de
Mario Díaz. Con relación a Villarreal, declaró que su función "era vender entradas, y podía
ser que organizara algún que otro aspecto del show pero ello no lo puede asegurar. Que el
sujeto no tenía una función específica y, podía ser, que se colocara en la puerta a observar
como ocurrían, por ejemplo, los ingresos; si veía que fallaba en algo, podía dar alguna
indicación para solucionar el problema y debía cumplirse. Ello era accidental, no era que él
dijera qué hacer a la gente de seguridad. Que según cree, quien estaba más al tanto de ello
era Mario Díaz".
Agregó que: "(...) por encima de todos como organizador del lugar y dando órdenes al resto
sin recibirlas de nadie se ubicaba Omar Chaban, debajo de éste, su hermano Yamil que
daba órdenes a Raúl que era una especie de mano derecha de esos dos hermanos.
Inmediatamente debajo de Raúl ubicaría a Mario Díaz, quien seguía las órdenes de este
último y de todo el resto que mencionó."
Siguiendo con su testimonio, señaló que Chaban "no contaba con empleados fijos para la
cuestión de seguridad, que el único que tenía algún conocimiento en el tema era Mario Díaz
porque en ´Cemento´ había actuado en esa cuestión. En realidad, no tenía ningún empleado
fijo por lo que sabe, dado que todos estaban en negro pero, sin perjuicio de ello, ninguno,
salvo Mario estaba vinculado al tema de la seguridad exclusivamente."
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El papel de Villarreal en ambos casos sería, básicamente, determinar por qué puertas se
ingresaba, dónde y cómo se efectuaban las filas de ingreso y, en algunos casos, hacer algún
tipo de observación y/o indicación en relación con la forma en que se efectuaba la labor del
personal de seguridad. Pero esto último, también lo podían hacer, y de hecho así habría
sucedido en los recitales de "Callejeros", Chaban y la gente de la banda.
Pero aclaró que cuando trabajaba en Cromañón estaba bajo las órdenes de Villarreal. Sin
embargo, al momento de indicar cuáles eran las directivas que le habría dado el nombrado,
dijo que: "(...) Raúl nos indicaba, en primer medida hacia el lugar que debía formarse la
fila. (...) Los accesos para el ingreso del público los determinaba Raúl. Los dos primeros
días (28/29 de diciembre) el público entraba todo por las dos entradas violetas. El 30 fue
distinto, los varones entraron por una puerta con persiana y las personas que tenían que
sacar entradas y mujeres lo hacían por la grande que está a la izquierda de aquella. Nosotros
éramos 25 y Raúl nos pidió cinco personas más para el día 30 de diciembre pasado".
Asimismo, si bien señaló que Cromañón tenía personal de seguridad que estaba bajo las
órdenes de Villarreal, también dijo que se trataba de dos personas que estaban en las barras,
los de los baños y Mario Díaz. Precisó que: "(...) hasta que Raúl no llega no, ´pasa nada´, es
decir, no se habilitaban las puertas de ingreso ni se venden entradas. Cuando llegó Raúl
ellos ya habían ubicado a la gente acorde a lo ya hablado los otros días."
Agregó que: "Raúl nos ´cagó a pedos´ porque ya en la primer banda había gente en el salón
con bengalas encendidas."
También manifestó que las indicaciones para que no se efectuara el cacheo a determinadas
personas las daba Villarreal. Sin embargo, ello no se encontraría respaldo con lo
manifestado por diversos testigos que dijeron que Villarreal no estaba a cargo de la
seguridad.
En ese sentido se expresó Marcelo Frasncisco Caputo, fs. 15.230/31 (13.335), manager de
"Almafuerte", quien sostuvo que Villarreal siempre estuvo con él en la boletería vendiendo
entradas y que la función de jefe de seguridad le era asignada por el testigo a "Chiquito" o a
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"Pochola". Agregó, asimismo, que Villarreal nunca realizó un cacheo o control, y que su
única función era "hacer números".
Por su parte, a fs. 15.232/34 (13.336/37), declaró Carlos Fernando Tórtola, manager de
"Tren Loco", quien, al ser preguntado sobre cuál era la actividad de Villarreal, sostuvo que
en los shows a porcentaje vende tickets y luego liquida la caja. Precisó también que no era
el encargado de seguridad y que la banda arreglaba ese aspecto con una persona del
ambiente a quien le decían "Chiquito".
En idéntico sentido se expresó Andrés Pedro Vignolo, fs. 15.241/43 (13.341/42), quien se
desempeña como representante artístico y, en tal calidad, organizó aproximadamente unos
250 eventos junto a Chaban en el local "Cemento". Al respecto, sostuvo que a Villarreal lo
conocía como aquella persona que vendía los tickets en "Cemento" y que la seguridad
siempre la llevaba el declarante y, generalmente, contrataba a "Chiquito". Agregó que
Villarreal, en sus recitales, se dedicaba a abrir las boleterías con las personas que él ponía y
estaba encargado de la venta de entradas. Finalmente, dijo que durante los 17 años en que
organizó recitales en "Cemento" nunca vio a Villarreal encargarse del tema de la seguridad.
En cuanto al modo en que se efectuaba el cacheo del público, Bussi explicó que "consistía
en revisar los breteles de los corpiños, los cintos, las zapatillas, bolsos, bolsillos ´todo, todo
´ para evita que pasen bengalas, tres tiros o candelas. Omar Chaban y la banda les pidió que
intensifiquen el control. El 29 le dijeron que tenían que actuar igual, que así había menos
bengalas." (el resaltado nos pertenece).
Ahora bien, de lo expuesto se desprendería que las órdenes que recibiría el personal de
seguridad, o particularmente Lorenzo Bussi, podían provenir tanto de Chaban como de la
banda pero, aún cuando fuera cierto que determinadas órdenes relevantes en cuanto a la
cantidad de personal de seguridad requerido o la intensidad del cacheo las hubiera
transmitido Villarreal a la gente de control, éstas no eran decisiones exclusivas del
nombrado como para poder sostener que formaban parte de su función.
Asimismo, la forma o la intensidad con que se realizaba el cacheo tampoco habría sido
determinada por Bussi, quien habría recibido indicaciones en relación a ello y, a lo sumo,
las habría hecho conocer al resto del personal a cargo del control del ingreso del público. Él
no decidiría si alguien podía pasar sin que se le realizara el cacheo o si éste debía ser más o
menos estricto. Se le daban indicaciones generales o particulares y actuaba en
consecuencia.
Ello no obsta a que, ante la imposibilidad de hacer el cacheo de manera personal, alguno de
los integrantes del grupo de control coordinado por Bussi haya tomado decisiones tales
como no hacer el cacheo a una u otra persona; mas ello escaparía a su responsabilidad, e
implicaría, de determinarse, la ampliación del espectro de responsabilidades, pero de
momento no hay constancias de ello.
De lo expuesto hasta ahora, y tal como se lo adelantó al comienzo de este punto, puede
sostenerse que fueron co-organizadores del recital los imputados Omar Emir Chaban y los
integrantes de la banda musical "Callejeros": Diego Marcelo Argañaraz, Patricio Rogelio
23
Santos Fontanet, Juan Alberto Carbone, Daniel Horacio Cardell, Maximiliano Djerfy,
Christian Eleazar Torrejón, Elio Rodrigo Delgado y Eduardo Arturo Vazquez. Por esta
razón, solamente de ellos se puede decir, conforme las definiciones que se hicieran en la
introducción de este apartado, que tienen una posición de garante respecto a la evitación de
resultados lesivos para los concurrentes al recital.
Siendo ello así, le asistiría razón, en principio, a las defensas de los imputados Bussi y
Villarreal cuando sostienen que no existe para ellos una posición de garante que justifique
la imputación del homicidio al primero, a título de culpa y al segundo a título de dolo. Ello
es así porque para que puedan ser autores de un delito bajo la modalidad de comisión por
omisión, debe existir una obligación de resguardar a un determinado bien jurídico de
posibles daños, la cual puede emanar de una ley, un contrato, una comunidad de vida o una
actuación precedente que ponga al bien jurídico en una situación de peligro tal que genere
la obligación legal de sacarlo de ella.
Con respecto a Villarreal, si bien pudo haber participado de las distintas reuniones para
organizar el recital, o pudo haber tomado alguna decisión en ese sentido, no se encuentra
probado que esas decisiones hayan sido relevantes para la configuración del hecho tal como
se la conoce. Lejos de ello, las decisiones que el nombrado habría tomado, tendrían que ver,
de acuerdo a lo que surge de la prueba recolectada hasta ahora en el sumario, con la puesta
en marcha del recital -momento de ingreso del público, forma de ingreso, distribución de
funciones del personal, etc.- y también, aunque ello merecerá un análisis aparte, con los
arreglos económicos con el personal policial de la comisaría 7ma. para que no labrara
actuaciones contravencionales ante infracciones que aparecerían como evidentes ante los
ojos de esos funcionarios.
En virtud de ello, no puede imputarse -tal como lo hizo el a quo- una responsabilidad
solamente por el conocimiento que pudo haber tenido el nombrado sobre los factores que
componen el "síndrome de riesgo". Dicho conocimiento no sería, en principio, distinto al
que tenían otros empleados del lugar que no fueron responsabilizados por la tragedia; y ello
no significa que haya que implicarlos, sino, por el contrario, que el conocimiento de los
factores de riesgo no alcanza en sí mismo, como tampoco alcanza que, pese a ese
conocimiento, se haya efectuado un aporte causal que no fuera relevante a la hora de
analizar la configuración del riesgo creado en el caso.
Para poder imputar las acciones efectuadas con ese conocimiento debería existir
previamente una razón objetiva que determine la responsabilidad del imputado por la
creación de un peligro relevante para los bienes jurídicos afectados; o en caso de que esos
peligros no fueran creados directamente por el autor, debe existir una razón para obligarlo a
evitar resultados lesivos para el bien jurídico protegido. Sin esas razones, el conocimiento
del peligro no puede ser fuente de reproche penal si se produce un resultado a causa de ese
riesgo, de la misma manera que no podría serlo en el caso de quien, sin relación alguna con
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el cuidado de una playa, sabe que el mar está peligroso y no le avisa a alguien que pretende
bañarse y que finalmente termina ahogándose. Un posible reproche moral no
necesariamente coincide con un reproche legal.
Por esta razón, parece más moral que jurídico el reproche de haber "avalado" la actuación
de Chaban; "no haber hecho nada" para modificar la situación de la salida de emergencia;
"no haber hecho nada para facilitar el egreso de los concurrentes"; no haber hecho lo
necesario para que no ingresara pirotecnia pese a tener amplia capacidad de acción, etc. La
fuente de obligación no puede ser, como lo sostiene el a quo que Villarreal tenía más
posibilidades que otros de ser escuchado por Chaban y de influir sobre él; ese criterio
llevaría a responsabilizar a cualquier persona que conociera las condiciones de seguridad de
"República Cromañón" y pudiera tener un vínculo de amistad con Chaban. Si ese es el
criterio, corresponde preguntarse por qué no se imputó también a cualquiera de sus
allegados con conocimientos sobre el tema y posibilidades de ser oídos por aquél; sucede
que, de haberlo hecho, se advertiría una clara extensión de la responsabilidad penal a
sucesos ajenos a su incumbencia.
Los argumentos esgrimidos llevan a concluir la inexistencia de una posición de garante por
parte de Villarreal y, en consecuencia, a negar una responsabilidad del nombrado a título de
autor, tal como lo sostiene el a quo.
Más clara todavía es la falta de posición de garante por parte de Bussi quien, en primer
lugar, nada habría tenido que ver con la organización del recital. Bussi habría sido llamado
por los organizadores para coordinar las tareas de control del ingreso del público, pero no
habría tenido el poder de decidir sobre cuestiones de relevancia para el caso como lo eran
las condiciones en que se haría el cacheo, el alcance de éste y las excepciones. En
definitiva, no habría tenido una verdadera posibilidad de dominar este factor de riesgo, en
virtud de que, por definición, un cacheo que esté sometido a excepciones tales como las que
se hacían sobre los invitados o sobre los mismos integrantes de la banda, o condicionado a
cuestiones de tiempo para empezar el espectáculo, está condenado, prácticamente, al
fracaso.
Por su parte, tampoco fue él el encargado de llevar adelante el cacheo de manera personal,
razón por la cual, no se le pueden reprochar las falencias en el control que se puedan
detectar del personal por él coordinado, si ellas aparecen como decisiones autónomas.
Mucho menos, por supuesto, pueden reprochárseles las cuestiones vinculadas a factores
sobre los que no tenía ningún tipo de incidencia, tales como la cantidad de gente que podía
entrar al lugar, sus condiciones de seguridad, el estado de las puertas de emergencia, etc,
cuestiones sobre las que, a diferencia de lo ocurre en el caso de Villarreal, ni siquiera puede
decirse que exista un conocimiento acabado de Bussi que pudiera llevar a reprocharle
penalmente algún tipo de responsabilidad.
Hasta aquí han sido desarrollados principalmente los argumentos por los que en algunos de
los imputados existiría una posición de garante derivada de su condición de organizadores
del evento que llevó a la muerte de 193 personas.
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En lo que sigue se detallarán los riesgos más relevantes para la generación del resultado,
siendo que quienes resultan autores de su creación también deben responder por la
evitación de consecuencias en virtud de una posición de garante por injerencia.
Para poder afirmar que se ha creado un riesgo jurídicamente relevante con la organización
que nos ocupa, corresponde en primer término delimitar los contornos de lo que hubiera
sido una actividad realizada bajo un riesgo permitido.
En el caso concreto, la realización de una actividad dentro de esos límites hubiera sido sin
lugar a dudas el uso del lugar de acuerdo a los términos de la habilitación: capacidad
máxima de 1031 personas, salidas habilitadas, actividad bailable y no recitales, lo que
además implicaba, entre otras cosas, no utilizar pirotecnia como manifestación de apoyo a
las canciones de la banda.
Esta organización estaría dentro del riesgo permitido porque, si bien es cierto que en sí
misma la realización de un baile con gran cantidad de personas, en un lugar cerrado, con
material inflamable recubriendo las paredes y con gran cantidad de equipos de música y
luces podría generar mayores riesgos que otro tipo de actividades, esos riesgos se
encontrarían contemplados en las medidas de seguridad exigidas por la normativa vigente
para habilitar los locales de baile clase "C" (Ordenanza 24.347, Código de Edificación y
ordenanza 50.250).
Con respecto a la cantidad de gente que puede ingresar al lugar, cabe aclarar que luego de
la producción del hecho que nos ocupa, se dictó el decreto 2-GCBA/05 que establece que la
cantidad máxima que puede entrar a un local de baile clase "C" es la menor que resulte de
aplicar la normativa vigente respecto del número de ocupantes por superficie de piso neta,
de los medios de salida y de las instalaciones complementarias. Por su parte, ya el decreto
1-GCBA/05, había establecido que en los locales de baile de clase "C" no se podrá exceder
un factor de ocupación superior a dos personas por metro cuadrado de superficie destinada
a los concurrentes, es decir, que duplicó la cantidad de gente que puede entrar a este tipo de
locales, siempre y cuando permitan esa cantidad los metros de salida, para evacuar el lugar.
un total de 2000 personas (61 menos de las que podrían entrar como máximo conforme la
nueva normativa), son necesarios 14 metros de salida.
De ello se desprende que aún se mantendría dentro del riesgo permitido, a lo sumo, y de
acuerdo a la nueva normativa, la realización de una actividad con un máximo cercano a las
1800 personas, con todas las salidas libres de obstáculos y con los mecanismos de
prevención y extinción de incendios en perfecto funcionamiento.
Cabe consignar aquí que no hay ninguna razón consistente para afirmar que cuando la
actividad que se realiza no es la bailable, sino un recital, la cantidad de gente que puede
entrar sea mayor. Lejos de ello, el decreto 2/GCBA/05 por el que se reguló específicamente
este aspecto, no efectúa ninguna distinción entre la cantidad de gente que puede entrar para
una u otra actividad.
Sin embargo, como se verá a partir de ahora, lejos estuvo la organización del recital del 30
de diciembre de mantenerse dentro de estos límites.
El recital llevado a cabo el 30 de diciembre de 2004, tuvo como mínimo 2811 personas -
aunque las entradas puestas a la venta habrían sido aproximadamente 3500 y habría habido
gran cantidad de invitados-, con lo que, aún bajo la hipótesis de mínima, fue superado con
creces el máximo de personas que podían entrar según los términos de la habilitación,
quedando para una etapa posterior del proceso la determinación exacta de la cantidad de
personas que ingresaron.
A ello indudablemente apuntan las fórmulas que establecen una relación entre metros de
salida y cantidad de gente; o entre metros y sistemas de detección y extinción de incendios;
o requisitos de ventilación e instalación eléctrica; luces de emergencia; etc.
Como prueba de la cantidad de gente que concurrió la noche del hecho al lugar, pueden
mencionarse, por un lado, aquellas declaraciones de los asistentes al recital que afirmaron
que escucharon cuando Chaban refirió "No tiren bengalas ni tres tiros porque el techo es de
material inflamable, son seis mil personas y no se venden más entradas porque si se
provoca un incendio no van a salir. Son muchos, tienen que festejar, no quiero una masacre
como la de Paraguay..."; como Gustavo Facundo Orazi a fs. 397/404 (fs. 518/21), Estella
Maris Visconti a fs. 513/14 (fs. 723), Sergio Bogochwal a fs. 892/96 (fs. 1521/23), Ricardo
David Vazquez a fs. 1056/59 (fs. 1642/3), Diego Ariel Monges Torres a fs. 1252/54 (fs.
1781/82), María Soledad Gomez Casalicio a fs. 2058/59 (fs. 2565), Adrián Matías Ramirez
a fs. 3057/64 (fs. 3510/13), Lucas Ezequiel Pereyra a fs. 3105/11 (fs. 3544/47), Diego
27
Alberto Roldan a fs. 3115/18 (fs. 3551/52), Marcelo Daniel Hervida a fs. 3537/40 (fs.
3935/36), Héctor Damián Albornoz a fs. 3850/56 (fs. 4189/92), Hernán Gustavo Albornoz
a fs. 3858/63 (fs. 4197/99), Gustavo Martín Pascual a fs. 4786/89 (fs. 5562), María Belén
Varela Galvan a fs. 14.108/110 (fs. 12.486), María de los Angeles Mata a fs. 17.065/67 etc.
Por su parte, Luis Eduardo Tabera a fs. 147/51 (fs. 126/28) indicó que el 30 de diciembre
fue con unos amigos al local y que al ingresar constató que había muchas personas y que
estaba superpoblado, porque no se podía mover, declarando en igual sentido Gustavo
Facundo Orazi a fs. 397/404 (fs. 518/21), Juan Ignacio Paz a fs. 475/76 (fs.665), María Sol
Aguilera a fs. 480/481 (fs.669), Julia Pamela Fernández a fs. 483/85 (fs. 672/73), Gastón
Maximiliano Basualdo a fs. 1045/47 (fs. 1633/34), Nadia Sandoval a fs. 1379/85 (fs. 1982),
Hernán Gustavo Albornoz a fs. 3858/63 (fs. 4197/99), etc.
Juan Domingo Ledesma a fs. 246/51 (fs. 237/39), empleado de seguridad en República de
Cromañon, señaló, entre otras cosas, que había en el lugar como unas seis mil personas y
que el local no tenía capacidad para toda la gente que se encontraba en ese momento.
Cabe destacar que de los propios dichos del imputado Omar Chaban a la prensa y de la
cobertura periodística que se hiciera de diversos shows efectuados en el predio; como así
también de la consideración que tenían de éste los integrantes de la Comisaría 7ma., había
una creencia de que la gente que podía ingresar oscilaba entre las 4000 y 5000 personas -
como punto de referencia puede tomarse en este sentido que cuando se presentó el cantante
Rodrigo en lo que antes era "El Reventón" ingresaron cerca de cinco mil personas, lo que,
en principio, parece ser la cifra máxima manejada-.
Corresponde también aquí mencionar las declaraciones de los empleados de los locales
"Locuras" quienes detallan la cantidad de entradas que vendieron para el recital del día de
los hechos, indicando: Martín Alejandro Hasmat a fs. 5546/5550 (fs. 6432/4) del local sito
en Cabildo 2606 que tenía para la venta 500 entradas y que sólo vendieron 300,
devolviendo 200, Ezequiel Martín Orlandi a fs. 5551/5554 (fs. 6435/6) manifestó que en el
local de "Flores" se vendieron unas 700 entradas, a la vez que había unas 50 para invitados,
en el local de "Once" se vendieron "1.200 y algo", mientras que en el local de "Morón" se
vendieron unas 500, aclarando que fue también contratado para vender entradas en la
boletería de la puerta en donde vendieron las 347 que no pudieron ser comercializadas
anticipadamente, lo que sumaría un total de 3.097 entradas vendidas.
Asimismo, Daniel Vicente Giménez, a fs. 2643/47 (fs. 2159/67), empleado de SADAIC,
precisó que esa noche estuvo en el lugar y contabilizó unas 2.811 personas.
Cualquiera sea el caso, lo cierto es que prácticamente se triplicó la cantidad de gente que
podía ingresar conforme la normativa vigente al momento del hecho, y se duplicó de
acuerdo a las modificaciones efectuadas por los decretos dictados con posterioridad a él.
Esta circunstancia, tal como se expresó al comienzo de este punto, elevó el riesgo para la
vida y la integridad física de las personas que concurrieron al recital, que vieron dificultada
o impedida su salida cuando comenzó el siniestro, debiendo en este punto remitirnos a la
posterior descripción de los efectos concretos que este incremento tuvo cuando se haga
referencia en esta resolución a la concreción del incremento del riesgo en el resultado.
Desde que comenzó a ser gerenciado como "República Cromañón", el local del barrio de
Once fue utilizado para llevar a cabo recitales de bandas de rock. Sin embargo, el lugar
estaba habilitado como local de baile clase "C", motivo por el cual las normas de seguridad
exigidas para su habilitación estaban pensadas para minimizar los riesgos que se
desprendían del tipo de actividad para la que estaba autorizado y no otros mayores o
distintos a él, como era un recital.
Siendo ello así, la desnaturalización del objeto de la habilitación, constituida por haber
utilizado un lugar habilitado para que la gente bailara y/o viera espectáculos de variedades
como un lugar para hacer recitales, implicó una considerable elevación del riesgo para los
concurrentes al evento.
La diferencia con los locales de baile clase "A" y clase "B" consiste en que, en los
primeros, existen empleadas contratadas para alternar o bailar con los concurrentes y se
permite el ingreso de público femenino, con la condición de que estén acompañadas por
hombres; el local esté habilitado, a su vez, para realizar números de transformistas y cuente
con los servicios sanitarios correspondientes para el público femenino.
Los locales clase "B" se caracterizan por no permitir el ingreso de mujeres que no vayan
acompañadas por hombres.
Con respecto a los locales clase "C", nada dice la ordenanza acerca de la posibilidad de
realizar recitales en vivo; aunque la ambigüedad que genera la expresión "ejecutar" música
y/o canto, podría dar lugar a alguna duda. También lo generaría el hecho de que en estos
locales puedan ejecutarse espectáculos de variedades.
29
Sin embargo, esas dudas quedan saldadas por distintas razones. En primer lugar, porque el
espectáculo de variedades debe ser un complemento del baile, que sería el objeto principal;
todo lo contrario a lo que ocurría en este caso, en el que la actividad era directamente el
recital y no había baile simplemente porque no quedaba espacio para ello, ni era esa la
finalidad que generaba las actividades que realizaban.
En segundo lugar, porque la concepción que se tiene sobre este tipo de espectáculos dista
mucho del contenido de los recitales como los que llevan a cabo las bandas de rock, en
virtud de que están pensados como entretenimientos, generalmente de corta duración, que o
bien hacen que la gente baile (como, por ejemplo, las orquestas de tango) o sirven para
variar durante unos instantes el tipo de actividad que se lleva a cabo durante el resto de la
noche (presentación de cómicos, transformistas, etc.)
En tercer lugar, y esto es lo más importante, porque la normativa específica que existe para
la organización de recitales como los que se daban en "República Cromañón", contempla
una serie de medidas de seguridad que no se le exigen a los locales de baile clase "C",
siendo incoherente una interpretación tal del alcance "espectáculo de variedades" que le
permita al dueño de un comercio de esta clase eximirse de las exigencias que otros tienen
para hacer recitales, si ellas no están contempladas en la normativa para habilitarlos y
tampoco se exige en ella medidas de seguridad que permitan reemplazar a las requeridas
para quienes pretendan organizar un recital en vivo.
Si un lugar que no está habilitado específicamente para ello -como sucedía con "República
Cromañón"- pretendiera llevar a cabo un recital como el que motivó el hecho que nos
ocupa, debe obtener, en primer lugar, lo que se conoce como una "compatibilidad de uso y
permiso especial previo", que es otorgada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a
partir de una solicitud que el interesado debe presentar con treinta días de anticipación a la
realización del evento.
En esa presentación, que tiene el carácter de declaración jurada, debe especificarse el tipo
de evento, la fecha y el horario programado; un croquis de las instalaciones a habilitar; el
detalle del operativo preventivo de seguridad y de asistencia médica; copia de la póliza de
seguro contratada; una certificación firmada por el responsable de las instalaciones
eléctricas, convenio celebrado entre el organizador del espectáculo y la Policía Federal
Argentina por custodia adicional a efectos de garantizar la seguridad.
rijan la actividad que efectivamente se llevaba a cabo en el local, sino que implica, lisa y
llanamente, la violación de las normas que la regían.
Esa violación habría significado también la de formas de control especiales para los
recitales en vivo, tendientes a evitar riesgos para la vida e integridad física de los
concurrentes que, en caso de haber existido, probablemente hubieran impedido el resultado.
También resultarán ilustrativas en este punto las referencias que luego se harán a la hora de
analizar la manera en que este riesgo se realizó en el resultado, como así también las que se
desprenderán de los fundamentos para la imputación de diversas conductas típicas a los
integrantes de la Comisaría 7ma. que omitieron llevar a cabo controles a los que se hallaban
obligados para evitar la desnaturalización del objeto de la habilitación.
En ese sentido, las probanzas obrantes en el expediente no permiten hasta ahora acreditar
una razón coherente y verosímil por la que Omar Chaban le deba algo a los Ripa; ni
siquiera se podría argumentar la existencia de una deuda por el pago del fondo de comercio,
ya que, según las constancias de la mediación llevada a cabo entre Rafael Levy en su
condición de dueño del comercio y Daniel Ripa, como deudor del nombrado por la falta de
pago de alquileres, los bienes que componían ese fondo pasaron a pertenecer al primero
(ver acta de mediación en la que participaron Ana Celia Rothfeld por Nueva Zarelux S.A. y
Raúl Oscar Lorenzo por Lagarto S.A., fs. 1544/46).
En consecuencia, deberá ventilarse oportunamente en el juicio oral cuál era la relación entre
los hermanos Ripa y el imputado Chaban, o cuál era el motivo por el que a Chaban le
convenía más pagarle una suma mensual a los Ripa que hacer el trámite de cambio de
titularidad dentro de los treinta días, tal como estaba obligado por la normativa vigente.
2.b.iii. El uso de pirotecnia en el interior del local y la actitud adoptada por la banda
musical al respecto. El cacheo deficiente.
31
El cambio de destino que implicó la realización de recitales de rock, trajo consigo factores
que, por las características del público seguidor de las bandas -propias de la cultura del
rock-, incrementaron de manera determinante el riesgo que podía soportar el lugar en los
términos de la habilitación.
Según una nota de Eduardo Fabregat, publicada en el diario Página 12 del 8 de febrero de
este año, el uso de bengalas viene desde el año 1999. En ella, se hace referencia a un recital
del grupo "Los Piojos" en el estadio de Atlanta, donde el cantante habría dicho "Che,
aflojen con las bengalas, que casi le pegan a Dani [el baterista]", pero el recital continuó y
esporádicamente, también las bengalas. Dice la nota "los trapos y las bengalas ya habían
aparecido en las citas multitudinarias de los Redondos, y las canciones de Los Piojos
siempre resultaron más interesantes que las banderas colgadas en la tribuna. Lo curioso es
que ni siquiera esa bengala, que puso en peligro a uno de los verdaderos protagonistas de la
fiesta, sirvió como llamado de atención. De ese fin de década para acá, la intervención del
público se multiplicó, ganó cada vez más relevancia, pasó a ser un ingrediente ´necesario´,
aun cuando ya no se tratara de un espacio abierto sino de lugares donde el mínimo sentido
común indica que el fuego no es buena compañía: si la hinchada no agitaba, no era rock (...)
Frente a una sociedad que los expulsaba de mil maneras, los pibes encontraron un refugio
en la música y lo que la música les decía, pero llevaron la identificación a un extremo de
pasión tan irracional como la que produce la violencia crónica en las canchas." (fs.
23.167/68 -18.936/37-).
Y a tal punto era importante el "espectáculo paralelo" que daba el público, que había una
suerte de competencia para determinar cuál era la banda de rock "más bengalera", e incluso,
había una competencia interna entre los diferentes grupos de seguidores de la banda
"Callejeros", entre los que se encuentran los conocidos como "El fondo no fisura" y "La
familia piojosa" para ver cuál se hacía notar más, entre otras cosas, por el uso de bengalas y
la cercanía al escenario que lograban con el "pogo" (esa forma de de "baile" o de
participación en la que el público que interviene salta golpeándose unos con otros).
En tal sentido, según se expresa en la nota señalada anteriormente, "(...) en los shows del
grupo de El Palomar ["Los Piojos"] se forjó la Familia Piojosa, un grupo de fieles que
empezó a ´seguir a todas partes´ a las bandas del palo, recolectando dinero para el traslado
en colectivos, la confección de banderas y la compra de pirotecnia. Un problema de dinero,
precisamente, provocó encontronazos con otro grupo habitué de los shows de Callejeros, El
fondo no fisura (...) tras contar que ´en Obras la Familia Piojosa pudo entrar con todas sus
banderas y bengalas, pero El Fondo tuvo que dejar afuera la mayor parte de su arsenal´".
Tanto era así, y tan conocido era esto por todos los que formaban parte del ambiente, que a
fin de reducir los riesgos generados por el uso de la pirotecnia en los recitales de rock,
muchos de los locales que organizaban este tipo de recitales, o que alquilaban sus
32
En los recitales llevados a cabo por la banda musical en el estadio de Obras los días 30 y 31
de julio de 2004, a pesar del intenso cacheo realizado por parte del personal de seguridad,
se prendieron más de 100 bengalas. Por esta razón, según surge del expediente nº 15.822 de
la Fiscalía Contravencional nº 8 los inspectores del Área Contralor de Espectáculos del
G.C.B.A. sugirieron que se intensificaran los controles a las mujeres, a los invitados y a los
discapacitados, teniendo la segunda presentación el mismo inconveniente. Finalmente y,
teniendo en cuenta que en esa oportunidad se constató que detrás del vallado gente allegada
a la banda consumía cerveza pasando botellas hacia el público -estando prohibido el
33
ingreso y la venta de bebidas alcohólicas-, los inspectores señalaron que presumían que la
mayoría de los elementos pirotécnicos no pasaban por los controles sino que eran
suministrados por allegados o por terceros relacionados con el espectáculo que no eran
controlados. Es decir: allegados a la banda Callejeros.
En su primer declaración indagatoria, Villarreal manifestó que: "(...) Diego me decía que si
no hay bengalas no es show de Callejeros (...) la banda había gastado 6.000 pesos en
pirotecnia para Excursionistas (...)".
en la tragedia que nos ocupa, por lo que se simuló que el recital ya había ocurrido. En el
reportaje, el baterista Vázquez refirió, al ser preguntado sobre el tema de las bengalas, que
hubo muchísimas y que eran "la frutilla de la torta" (sic).
Ahora bien, entre las medidas de seguridad que generalmente los organizadores adoptan
para evitar el ingreso de pirotecnia, está la de llevar a cabo un minucioso cacheo de los
asistentes a efectos de detectar el material que pudieran llevar consigo e incautarlo, razón
por la cual, la forma en que ese cacheo se hace resulta un factor decisivo para dominar,
dentro de lo posible, un factor de riesgo de esta importancia.
El cacheo del 30 de diciembre, si bien pudo haber sido más intenso que en otras ocasiones,
no impidió el ingreso de pirotecnia por parte de un sector del público que, o bien
directamente no fue revisado por el personal de control o si fue revisado, lo fue en menor
medida que los demás.
Si bien es cierto que difícilmente pueda haber un cacheo que impida totalmente el ingreso
de pirotecnia, porque para ello debería prácticamente desnudarse a cada concurrente y
revisarse la totalidad de sus pertenencias - además de controlar a los organizadores del
evento, las instalaciones y a los protagonistas para que no se dé lugar a comentarios como
los que en el expediente contravencional hicieron los inspectores-, también es cierto que no
es de ninguna forma lo mismo llevar a cabo ese cacheo que, directamente, no hacerlo.
No puede negarse que a mayor cantidad de pirotecnia que ingrese al lugar mayores
posibilidades existen de que se produzcan accidentes. Siendo ello así, más allá de que haya
sido una sola la candela que dio en el techo y no corresponda analizar los efectos de la
acumulación de pirotecnia, el facilitar el ingreso de ese tipo de material aumenta de manera
relevante el riesgo para los bienes jurídicos protegidos.
Más allá de ello, está probado que la noche del hecho, parte de los asistentes al recital no
fueron cacheados, y sobre todo, parte de los invitados de la banda. Corresponde referir al
respecto que, según la prueba incorporada en autos, el cacheo tuvo tres modalidades
distintas en relación a los asistentes al lugar.
Un primer grupo formado por la mayoría de la gente que fueron cacheados en la entrada,
previo ser divididos en hombres y mujeres, a los cuales se los palpó, se les revisó el
contenido de lo que portaban, ya sea mochilas, riñoneras, etc. y se les hizo sacar incluso las
zapatillas; entre otros, ellos fueron: Sebastián Alberto Sandoval a fs. 856/57 (fs. 1272/73),
Paula Sanchez a fs. 2069/70 (fs. 2577), Juan Daniel Bazan a fs. 212/14 (fs. 208/09), Daniel
Viggiano a fs. 473/74 (fs. 654), Julia Pamela Fernandez a fs. 483/85 (fs. 672/73), Andrea
Lopez a fs. 2803/08 (fs. 3283/85), Graciela Acuña a fs. 2911/12 (fs. 3359), Amelia Ramella
a fs. 2897/902 (fs. 3349/51), Carla Gabriela Preiti a fs. 3448/50 (fs. 3865/66), María Belén
Varela Galvan a fs. 14.108/10 (fs. 12.486), Daniel Christian Perez a fs. 14.118/20 (fs.
12.493), Dolores Mercedes Silva a fs. 15.194/97 (fs. 13.314/16), Sonia Elizabeth Cancinos
a fs. 16.199/202 (fs. 14.049/50), etc.
Un segundo grupo integrado por las personas que figuraban en las listas de invitados, que
en su gran mayoría no fueron cacheadas de ninguna manera; entre ellos: Iván Emmanuel
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Leiva a fs. 3764/72 (fs. 4124/28), Laura Andrea Barrios a fs. 4455/56 (fs. 4844), Laura
Mirta Fernández a fs. 14.752/55 (fs. 13.011/13), Paola Vanesa Nieto a fs. 14.757/60 (fs.
13.015/17), etc.
Un tercer grupo de personas que llegó al recital muy sobre la hora de su inicio que provocó
que, ante la avalancha de gente que intentaba ingresar y la ansiedad que demostraban,
alguien diera la orden de que se prescindiera del cacheo y sólo se cortaran entradas,
declarando al respecto Marcos Maximiliano Alvarez a fs. 16.798/804 (fs. 14.439/43),
Mauro Federico Veloso a fs. 16.822/23 (fs. 14.459), etc.
Ahora bien, de lo expuesto hasta ahora se desprende que, en el mejor de los casos, la
pirotecnia ingresó al local "República Cromañón" el día de los hechos por la realización de
un cacheo defectuoso.
En cuanto al uso de la pirotecnia la noche de los hechos pueden citarse gran cantidad de
declaraciones. Así, Darío Andrés Farinella a fs. 14/15 (fs. 6) dio cuenta de que, apenas
comenzado el primer tema de la banda, el público comenzó a tirar bengalas, una de las
cuales provocó que el techo se prendiese fuego, a consecuencia de los cual se produjo un
humo negro y espeso, a la par que comenzó a caer una "lluvia de fuego". En igual sentido
declaró, Juan Daniel Bazan a fs. 212/14 (fs. 208/09), Luis Eduardo Tabera a fs. 147/51 (fs.
126/28), Juan Domingo Ledesma a fs. 246/51 (fs. 237/39), Maria Victoria Arana a
fs.455/57 (fs. 585/89), Sergio Fernando Piñeiro a fs. 2060/61 (fs. 2566) iluminador de
"Callejeros",
Leandro Adrián González, a fs. 5616/18 (fs. 4840/45), expresó que cuando la banda
comenzó a tocar, la gente empezó a usar pirotecnia y vio una candela (no pudiendo dar
cuenta de quién la sostenía), de la que salían chispas que iban golpeando en la media
sombra y rebotaban. Pocos instantes después, luego de distraerse circunstancialmente, vio
que en ese mismo sector de la media sombra se había prendido fuego y caía una "lluvia de
plástico prendido". En igual sentido declaró Gerardo Ezequiel Carrizo a fs. 2857/60 (fs.
3321/22).
Las referencias, entre otros, de Cristian Ariel Navarro a fs. 145/46 (fs.120), Luis Eduardo
Tabera a fs. 147/51 (fs. 126/28), María Florencia Briones Panizza a fs. 185/86 (fs.176),
Cristian Juan Domingo Ledesma a fs. 246/51 (fs.237/39), Gustavo Facundo Orazi a fs.
397/404 (fs.518/21), María Sol Aguilera a fs. 480/81 (fs.669), Sergio Bogochwal a fs.
892/96 (fs.1521/23), Eibón Nicolás Da Rosa Mederos a fs. 1456/58 (fs.2028/29), Fabián
Ariel Carranza a fs. 1487/89 (fs.2049/50), Carlos Ezequiel Romero a fs.3314/15 (fs.
2848/50), Lucas Ezequiel Pereyra a fs.3544/47 (fs. 3105/11), Alfredo José Balderramo a
fs.4145/47 (fs. 3795/99), María Laura González a fs.4158/59 (fs. 3813/16), Hernán Gustavo
Albornoz a fs.4197/99 (fs. 3858/63), Héctor Damián Albornoz a fs.4189/92 (fs. 3850/56),
Luciano Otarola a fs.4200/02 (fs. 3864/70), Ana María Sandoval a fs. 4202/04 (fs.
3871/77), Gascón Amor a fs.4970/73 (fs. 4540/46), confirman que efectivamente desde el
inicio del espectáculo el público encendió bengalas y tres tiros.
Las manifestaciones de Gerardo Ezequiel Carrizo a fs. 3321/22 (fs. 2857/60), Victoria
Elena García a fs.3393/96 (fs. 2955/61), Lucas Ezequiel Pereyra a fs.3544/47 (fs. 3105/11),
36
Diego Alberto Roldán a fs.3551/52 (fs. 3115/18), Samanta Estefanía Mohnen a fs.3558/61
(fs. 3124/30), Marcelo Daniel Hervida a fs.3935/36 (fs. 3537/40) y Alfredo José
Balderrama a fs.4145/79 (fs. 3795/99), dieron cuenta de que el propio 30 de diciembre, con
antelación a que Chaban hablara al público, cuando se encontraban haciendo fila para entrar
o presenciando el show de "Ojos Locos", se arrojaron bengalas de humo, se prendieron
fuegos de artificio y bombas de estruendo en forma constante.
A su vez, todo ello sería conocido por los integrantes de la banda musical, que en reiteradas
oportunidades -sobre todo antes del recital brindado en "Obras Sanitarias" el 30 de julio de
2004- debieron pedirle al público que no llevara pirotecnia a ese recital porque podrían
aplicarles multas o sancionarlos. También en el video-tape que da cuenta de ese recital se
puede ver al cantante Fontanet pidiéndole al público que deje de prender pirotecnia porque
los representantes de la justicia contravencional que había allí lo habían intimado para que
así lo hiciera (lo que también surge del expediente contravencional referido previamente).
Con lo expuesto queda demostrado, con el grado de certeza que esta etapa requiere, que,
por un lado, en los recitales brindados por el grupo "Callejeros" se usaba gran cantidad de
pirotecnia pese a que ello estuviera prohibido por el Código Contravencional de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, y, por otro, que los integrantes de la banda consentían ese uso
y facilitaban el ingreso de ese material cuando intervenían en la organización del
espectáculo.
Convengamos de momento con la defensa de los integrantes de la banda en que, aún con
las características específicas del ambiente de rock, organizar un recital constituye un
riesgo permitido.
Incluso más, se podría sostener que organizar un recital a sabiendas de que el público
indefectiblemente llevará y tratará de usar pirotecnia, podría ser todavía un supuesto de
riesgo permitido, pero para ello sería necesario que se supiera que la realización de un
cacheo dominable por el organizador, aseguraría que ese material no ingrese al predio
donde se realizará el evento.
Ahora, si se flexibilizan los controles para evitar ese ingreso haciendo distinciones en la
forma de cachear según la calidad del asistente, o se deja de cachear ante la cercanía del
horario de inicio del show, o no se pone la cantidad de personas necesarias para hacerlo, no
se puede sostener que haya una forma de asegurar que el contacto social se mantenga
dentro de los límites del riesgo permitido, motivo por el cual, se ingresa en el ámbito de lo
jurídicamente relevante.
totalmente su ingreso, entonces, para mantener la organización dentro de los límites del
riesgo permitido, se deberá buscar la manera en que, pese al uso de ese material, se puedan
reducir al máximo posible los riesgos que de él se deriven. Entre esos riesgos,
indudablemente está el de incendio, y una clara manera de evitarlo era realizando el recital
en un lugar abierto, tal como el propio Patricio Santos Fontanet lo manifestó en la
entrevista que brindó a la revista "Si se calla el cantor".
Sin embargo cuando es visible que ello no será así, y que no puede esperarse una conducta
razonable del tercero, decae el principio de confianza. Así, si una persona conduce un
vehículo y advierte que a contramano viene otro conductor visiblemente borracho, no podrá
argumentar, para deslindar la responsabilidad sobre un eventual choque, que no frenó
porque pensó que el otro iba a hacerlo.
En consecuencia, por un lado, el hecho de que los policías o el propio Chaban no cumplan
con su deber no le quita ni le pone nada a las características que presenta, en cuanto a
generación de riesgos para terceros, alentar el uso indebido de pirotecnia; y en segundo
lugar, justamente porque una vez sabido -como lo sabían los integrantes de "Callejeros" y
el imputado Omar Chaban- que el uso de pirotecnia es una conducta indebida, y sabido que
hay funcionarios que debiendo impedirlo no lo hacen, desaparece el principio de confianza,
porque desaparecen las razones para confiar en que quien tiene que cumplir con su deber lo
hará.
Esta cuestión es central para la imputación, porque más allá del conocimiento pleno de las
condiciones de habilitación, en particular en cuanto a la salida de emergencia y la cantidad
de público que podía alojar el local, es un dato concreto y objetivo que "Cromañón" era un
lugar cerrado, donde mínimas previsiones referidas a la experiencia general, indican
claramente que el uso de pirotecnia, ya peligrosa y prohibida a cielo abierto, aumenta
considerablemente, el riesgo permitido en un lugar cerrado.
Si no se optó por un lugar abierto, consciente de los peligros implicados, se debieron haber
extremado los cuidados para que no ingresara pirotecnia a un lugar como "República
Cromañón" que ya se había incendiado otras veces a causa del uso de candelas. Por esta
razón es reprochable la realización de un cacheo deficiente, no resultando obstáculo para
ese reproche que nunca se pueda evitar totalmente el ingreso de pirotecnia, porque sostener
ello sería lo mismo que decir, por ejemplo, que el Estado no tiene que preocuparse por la
seguridad porque igualmente habrá delitos.
para evitar tanto el ingreso del material como su posterior uso por parte de sus seguidores.
Aquí vuelven las palabras de Argañaraz, antes reproducidas, volcadas en un programa de
radio de importante audiencia afín: "cuando nosotros tocamos tratamos de que puedan
pasar las bengalas, pero esta vez no menajoms la seguridad y se complica el tema de
pasarlas".
2.b.iv. Las condiciones de las vías de salida y de los medios de extinción y prevención de
incendios.
El segundo medio de salida (lateral izquierdo visto desde afuera hacia adentro) lo
constituye un portón de doble hoja con barral antipánico con un ancho total de 4,90 metros,
con sentido de apertura hacia la evacuación, el cual comunica con el ingreso al garage,
encontrándose sectorizado de este último con un portón de seguridad contra incendio y
cortina de agua conocido como "puerta alternativa de emergencia".
A partir de esta descripción de los medios de salida y las medidas útiles que poseen, los
bomberos efectuaron un cálculo que permite determinar la relación entre metros de salida y
personas que podían entrar al local según la habilitación. Este cálculo se toma de lo
normado en el capítulo 4.7 del Código de Edificación.
Según ese informe, conforme la normativa que rige el caso, para la cantidad de 1031
personas el local debía tener 9,21 metros de salida, siendo el ancho acumulado con todas
las salidas de 12,70 metros (este cálculo se obtiene de multiplicar 1,30 x 6 más los 4,90
metros de la puerta alternativa).
Con las medidas indicadas por el Cuerpo de Bomberos, nunca se podría haber habilitado el
local sin contar con la salida alternativa de emergencia, dado que la multiplicación de 1,30
x 6 da un total de 7,80. Para llegar a los 9,21 le hacían falta 1,41 metros que, sí o sí, debían
computarse con esa salida.
Ahora bien, la defensa del imputado Omar Chaban pretende relativizar la importancia de
que estuviera cerrada, con un candado, la puerta alternativa de emergencia, en virtud de que
habrían existido irregularidades en la habilitación del local, conforme las cuales se permitió
que se mantuviera esta puerta, que jamás debió haber estado porque comunicaba al local de
baile con el garage del hotel.
Como ya se vio, el local que nos ocupa está habilitado como un local de baile clase "C". El
artículo 10.2.20 de la Ordenanza 24.347 establece que para los locales de este tipo regirán
los artículos 10.2.3 inciso c, que determina que "tendrán medio de salida propio e
independiente a la vía pública", e inciso d, que establece que "no contarán con
comunicación de ninguna naturaleza con otros locales".
La única excepción establecida a estas reglas, se da para el caso en que el local de baile
funcione como anexo o complemento a hoteles. De acuerdo a lo que surge del trámite de
habilitación (expediente nro. 42.855/97 del G.C.B.A.), al comienzo se intentó habilitar al
local bailable como anexo al hotel, pero ello no pudo ser llevado a cabo porque los
inspectores verificaron en el lugar que los diferentes locales no se relacionaban
funcionalmente entre sí, sino que funcionaban de manera independiente, salvo algunas
excepciones (casa de servicio de lunch y hotel).
Una vez rechazado el intento de habilitar el complejo como tal, no debería haber ningún
tipo de comunicación entre los diferentes locales que componen el complejo y el local
bailable.
Por este motivo, existieron diversas clausuras del local en concreto y del complejo en sí;
clausuras estas que fueron levantadas de forma poco clara de acuerdo a las constancias del
expediente y la normativa vigente, ya que la puerta alternativa nunca se eliminó y el lugar
se habilitó con ella pese a la irregularidad que implicaba. Ya podemos adelantar que todos
los pormenores de la habilitación serán analizados en otra ocasión, en su relevancia para el
caso, pero es necesario señalar algunas cuestiones.
40
Más allá de los motivos por los que la puerta no debió haber existido por la comunicación
de las distintas partes del complejo, la habilitación se hizo con esa puerta, a la que se refiere
la "plancheta de habilitación" -que no es otra cosa que una síntesis de sus términos que obra
en la primera hoja del libro de inspecciones que debe presentar el explotador del local
cuando es solicitado por un inspector del GCBA- en los siguientes términos: "Déjase
expresa constancia que de conformidad con la aprobación efectuada por la división
seguridad contra incendio de la Dirección General de Fiscalización de Obras y Catastro y la
Superintendencia de Bomberos el local posee una salida alternativa que se activa solamente
en caso de producirse un siniestro permitiendo la evacuación del público concurrente por
un corredor que sirve en casos normales para la entrada y salida de vehículos
considerándose cumplimentado el artículo 10.2.3 inc. d) del Código de Habilitaciones y
verificaciones dado que por sus características el sistema de seguridad alternativo reduce
los riesgos en forma cualitativa del público concurrente no considerándose de esta forma
una comunicación permanente con las otras actividades del complejo".
Una explicación de la necesidad de contar con la puerta alternativa pese a los problemas
que ella generaba, se puede encontrar en la declaración brindada a fs. 20.426/29 (17052/53)
por Jorge Luis Pérez, director adjunto de la Dirección General de Habilitaciones y Permisos
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pérez manifestó que, de acuerdo a la
normativa vigente, República Cromañón no podía tener comunicación alguna con otros
locales dentro del complejo. Precisó que si bien se hallaba prevista la posibilidad de que los
comercios de esa índole funcionaran como actividad complementaria o anexa a otros
rubros, éste no era el caso porque el local bailable era una actividad principal. Agregó que
al momento de la inspección previa por parte del GCBA, necesariamente, la puerta ubicada
junto al escenario debió estar cerrada, ya que de lo contrario no podría haber sido
habilitado.
En cuanto a las vías de salida expuso que, a su entender, la que tenía comunicación directa
con la calle Mitre, no podría tratarse de la puerta de emergencia, puesto que no comunicaba
directamente con el salón de baile sino con su hall de acceso. En cambio sí podía ser una
salida de emergencia la salida alternativa, en tanto tenía contacto directo con el local de
baile. No obstante ello, indicó que no podía ser considerada como medio de escape habida
cuenta que no era exclusiva del comercio en cuestión, sino que era compartida con otros
establecimientos.
Ahora bien, más allá de los motivos por los cuales se autorizó el lugar con esa puerta, lo
cierto es que estaba habilitado con ella, y su presencia era tan importante que mereció una
referencia expresa en la referida plancheta, debiendo enfatizarse que en este documento se
mencionan sólo las características más relevantes de la habilitación, en la que se hace
expresa referencia a esta puerta para la eventualidad de un siniestro.
Resumiendo: existe una importante contradicción en las condiciones en que fue habilitado
el local; por un lado, conforme la comunicación de locales dentro del complejo, la puerta
alternativa de emergencia no podía existir; pero a los efectos de habilitar el local bailable
como requisito en punto a la seguridad del lugar para permitir el egreso del público en caso
de siniestros, ella era necesaria, fundándose la habilitación, precisamente, en su existencia
como surge de la "plancheta".
Si a criterio de Chaban esa puerta no debió haber existido, o no cumplía ninguna función,
existían mecanismos establecidos por el propio Código de Edificaciones en su artículo
4.7.1.7, que permitían, en caso de corresponder modificar los términos de la habilitación.
Resulta evidente que esas modificaciones, cuando se trata de cuestiones tan relevantes para
la seguridad de los concurrentes a los espectáculos que se brindaron, no pueden ser
efectuadas a su conveniencia por quien explota el local.
Los peritajes realizados por la Superintendencia de Bomberos demuestran que esa puerta
mejoraba enormemente las posibilidades de evacuar el lugar en menor tiempo ante casos de
siniestro, razón por la cual, a los efectos de la evaluación de la creación de un riesgo
prohibido al clausurarla, en nada influyen las posibles irregularidades de la habilitación.
Igualmente, no se puede dejar de recordar que todo este análisis podría tener alguna
relevancia solamente en caso de que al recital del 30 de diciembre de 2004 hubieran
concurrido 1031 personas, y se hubiera efectuado un baile y no un recital, porque solamente
en ese caso, y siempre que el lugar pudiera haber sido habilitado igualmente sin contar con
la puerta de emergencia, se estaría ante un problema relevante a los efectos de la
imputación, cual es el que se plantea cuando no es exigible al autor mantener un aporte que
si bien mejora la situación del bien jurídico no le es exigible.
Por lo demás, resulta ilógico haber violado prácticamente todos los términos de la
habilitación y, a su vez, pretender valerse de ella para justificar esas mismas violaciones.
42
Se encuentra probado, con la entidad correspondiente para esta altura del proceso, que
durante el desarrollo del recital la mayoría de las puertas estaban cerradas y ni siquiera
fueron abiertas cuando se advirtió el inicio del foco ígneo.
Así tenemos, la declaración prestada por Julio César Fretes a fs. 25/27 y 9369/65 (12/3 y
9047/48), empleado del restaurante "Brasa" ubicado en Bartolomé Mitre 3063, quien se
acercó al lugar cuando se percató que de allí salía humo y vio, a través del playón, cuando
unos jóvenes intentaban abrir la puerta de emergencia que, cuando 30 minutos después fue
finalmente abierta, pudo observar que se hallaba trabada con candado y alambres.
Coincidiendo con ésta última circunstancia, es decir, "que la puerta de emergencia estaba
cerrada con alambre y candados", entre otros, Gabriel Alejandro García a fs. 8/9 (fs. 3),
Maximiliano Ramón Chaparro, conserje del hotel lindero del local a fs. 233/34 (fs. 220),
Sargento Miguel Navarro a fs. 534/39 y 7623/27 (fs. 741/43 y 7817), Jorge Fabián Leggio a
fs. 582/88 (fs. 836/39), Darío Salgado, ayudante de Superintendencia de Bomberos a fs.
628 y 666/67 (fs. 871 y 901), Cabo Luis Areco a fs. 719/20 (fs. 940) quien señaló, además,
que dicha puerta tenía un cartel verde que rezaba "Salida", Cabo 1ro. José Ojeda a fs.
723/24 (fs. 942), Cabo Juan Gaggiotti a fs. 725/26 (fs. 943), Sargento Ricardo Hermann a
fs. 729/30 (fs. 945), Cabo David Coronel a fs. 734/35 (fs. 948), Agente Cristián Acosta a fs.
736/37 (fs. 949), Ricardo David Vazquez a fs. 1056/59 (fs. 1.642) persona ésta que
concurrió al lugar como empleado del sonidista Jorge Leggio antes mencionado en unas
nueve oportunidades y no pudo ingresar los equipos por dicha puerta cuando a principios de
marzo del 2004 sí lo había podido hacer, agregando que pudo ver cómo el día del hecho los
muchachos trataban de abrirla sin resultado.
María Sol Demergassi a fs. 828/29 (fs. 1069/70), Sebastián Alberto Sandoval a fs. 858/57
(fs. 1272/73), Lucas Mariano Rios a fs. 2311/12 (fs. 2938/39), Laura Andrea Barrios a fs.
3132/33 (fs. 3563), Alfredo José Balderramo a fs. 3795/99 (fs. 4145), María Laura
González a fs. 3813/16 (fs. 4158/59), y Nicolás y Enzo Pappolla a fs. 3567/68 y 3569/70
(fs. 3956 y 3957), respectivamente, expresaron que la puerta alternativa de emergencia
estaba cerrada el día del hecho.
Por su parte, Héctor y Hernán Albornoz -fs. 3850/56 (4189/92) y 3858/63 (4197/99),
respectivamente-, manifestaron que la puerta en cuestión siempre estuvo atada con
alambres y con candado.
Mención aparte merece la declaración prestada por Alfredo Mario Diaz a fs. 4812/4820 (fs.
5588/5603), empleado de Chaban que hacía las veces de casero del local, quien señaló que
la puerta en cuestión siempre estuvo cerrada, incluso el día del hecho. Que Chaban la había
hecho "acuatizar" para evitar inconvenientes por el sonido con la gente del hotel lindero,
cerrándola en forma definitiva con un candado que sujetaba la palanca antipánico para que
no se pudiera accionar. Agregó que también ataron esa palanca con alambre y agregaron
alambre en la parte superior.
Asimismo son numerosos los relatos de aquellas personas que, pese a no haber estado en el
recital del 30 de diciembre del 2004, advirtieron que la puerta alternativa de emergencia se
43
encontraba anulada y no cumplía con su función por estar trabada con alambres y candado,
a saber: Juan Carlos Olmos a fs. 59/61 (fs. 40/41), empleado de ventas del hotel lindero de
Rafael Levy quien le había alquilado el local a Omar Chaban, pudo observar, en las
oportunidades en que fue al lugar, que la puerta alternativa de emergencia se encontraba
cerrada con un candado. Sergio Gustavo Romero, a fs. 1317/18 (fs. 1830), quien trabajó
para García Aibenbaum en el proyecto "Rockmañon", explicó que le constaba que Chaban
había decidido y dispuesto "cerrar" la salida de emergencia con candado y alambre.
En relación a las seis puertas por las cuales entró el público, ubicadas luego de las
boleterías y antes del ingreso al lugar en donde se llevó a cabo el recital, muchos fueron
contestes en referir que todas, excepto dos, estaban cerradas. Al respecto ver declaración de
Gustavo Facundo Orazi a fs. 397/404 (fs. 518/21), del Inspector Mariano Lopez a fs.
662/64 (fs. 898/99), integrante del Cuartel IV de la Superintendencia de Bomberos de la
Policía Federal, del Cabo 1ro. José Marcelo Diaz a fs. 668/70 (fs. 902/03), el Cabo 1ro.
Hugo Argañaraz a fs. 681/83 (fs. 909/10), del Cabo 1ro. Hernán Fracuelli a fs. 686/88 (fs.
915/16), del Agente Cristal Biscaini a fs. 689/90 (fs. 917), del Sargento Arnaldo Paez a fs.
710/11 (fs. 934), de Daniel Vicente Giménez a fs. 2643/47 (fs. 2159/67) -empleado de
SADAIC-, de Facundo Fernando Tolosa a fs. 2828/34 (fs. 3300/03), de Victoria Elena
García a fs. 2955/61 (fs. 3393/96), declaración de Hernán Gustavo Albornoz a fs. 3858/63
(fs. 4197/99), empleado de Cromañon, etc.
Asimismo, la puerta metálica ubicada sobre la línea municipal, también habría estado
cerrada teniendo sólo habilitada una puerta más pequeña empotrada en ella, lo cual fue
acreditado con el testimonio, entre otros, de Gustavo Facundo Orazi a fs. 397/404 (fs.
518/21).
Por otro lado, corresponde aquí mencionar la "reseña preliminar" realizada por la División
Siniestros de la Superintendencia Federal de Bomberos de la P.F.A., obrante a fs. 1/8 del
legajo respectivo que corre por cuerda, que da cuenta que al momento del evento la puerta
alternativa o de emergencia ubicada sobre el lateral derecho y que daba a la entrada
vehicular del hotel de pasajeros lindero, se encontraba cerrada (ver fotografía de fs. 6 del
mismo legajo). Asimismo señala que las puertas dispuestas hacia el lateral izquierdo (seis
puertas metálicas de hoja doble), también se encontraban cerradas, presentando todas ellas
cerrojos conformados por pasadores metálicos dispuestos en la cara interna, con secuelas de
haber sido forzados.
Además del estado de las salidas, los matafuegos no estaban en condiciones de ser
utilizados para su función específica. Se halla verificado por el estudio de la División
Siniestros de la Superintendencia de Bomberos sobre el particular (fs. 72/73 del Legajo
respectivo), que los 15 extintores manuales, distribuidos en dos niveles del salón y en el
sector externo y aledaño a la puerta de emergencia (sobre el ingreso al garage), se
encontraban -diez de ellos- despresurizados, cinco cargados, sólo tres tenían precinto
plástico y dos habían vencido en octubre de 2004; todos ellos carecían de la tarjeta
municipal de control de carga.
De hecho, Sergio Fernando Piñeiro, fs. 2060/61 (2566/67), iluminador de "Callejeros", Iván
Emmanuel Leiva, fs. 3764/72 (4124/28) y María Laura González, fs. 3813/16 (4158/59),
coincidieron en afirmar que cuando se los quiso utilizar la noche del 30, no funcionaron.
Con un cuadro como el descripto hasta ahora en lo que se refiere a las condiciones de
seguridad y los riesgos creados con la organización del recital cobra particular relevancia,
entre tantas otras cosas, el material con que se encontraba revestido el techo para evitar que
el sonido generado en el interior del local de baile pasara a las propiedades linderas.
El integrante del cuerpo de Bomberos Corbellini, fs. 1319/30 (1864/69), manifestó que no
habría al momento del hecho ninguna normativa que impidiera el uso de espuma de
poliuretano para revestir techos y paredes, salvo que ese material, definido como altamente
inflamable, se encontrara cerca de instalaciones eléctricas o recubriendo puertas de salida.
Tal impedimento no existía según el testigo porque, entre los riesgos que puede evitar una
correcta instalación del sistema de prevención y extinción de incendios establecido por la
ordenanza 50.250 y exigido para la habilitación de los locales de baile clase "C", está el que
puede desprenderse de las características de ese tipo de material y los efectos de un
eventual contacto con el calor de una llama o chispas.
En ese sentido, las demostraciones que se efectuaron en el informe pericial llevado a cabo
por la Superintendencia de Bomberos pusieron en evidencia que si hubiera habido una
cantidad de gente como la que permitía la habilitación, y se hubiera llevado a cabo una
actividad del tipo de la autorizada por ese acto, probablemente se hubieran evitado los
riesgos generados por una expansión de las llamas.
Sin embargo, el riesgo que generó el uso de pirotecnia, más el generado por la
incorporación de la media sombra como elemento decorativo y la guata como elemento que
estaba por encima de la espuma de poliuretano, implicó un alejamiento del riesgo permitido
de tal magnitud que lo transformó en un riesgo intolerable.
El peritaje llevado a cabo por el INTI da cuenta que el material extraído en el lugar y que
estaba colocado en el techo del sector en donde se produjo el incendio resultó ser espuma
de poliuretano "guata" y fibra sintética denominada "media sombra". Que esta última es un
material combustible de baja propagación cuya muestra gotea ardiendo y se consume por
45
completo, generando gran cantidad de humo. Mientras que la guata, que también es
material combustible de muy baja propagación de llama, se encendió y consumió por
completo al alejarse la fuente de radiación.
Corresponde también mencionar en este punto, que al cuadro expuesto debe agregarse, que
el cartel reglamentario de "Salida" que tenía la puerta anulada permaneció activo la noche
del hecho.
A través de la versión de los nombrados Balderramo, González, Carlos Alberto Dojorti -fs.
14.113/15 (12.489/91)-, Daniel Cristian Perez -fs. 14.118/20 (12.493)-, y Paola Vanesa
Nieto -fs. 14.757/60 (13.015/17)-, Cristian Hugo Acosta -fs. 21.930/32 (18.098/99), se
conoció que ese día la puerta señalada tenía encendido el cartel luminoso que decía
"Salida" (ver fotografía del diario "Clarín" del 21 de junio del 2005, página 27, y CD
reservado en Secretaría), lo que hizo que, tal como se verá en el próximo punto, la gente
que estaba más cerca de esa abertura se dirigiera directamente a ella, como una trampa
mortal, porque las salidas idóneas en ese momento para retirarse del lugar eran otras.
Aun cuando pueda afirmarse que la conducta del autor ha creado un riesgo jurídicamente
relevante no cubierto por el riesgo permitido, puede fracasar la imputación al tipo objetivo
si el riesgo creado por la acción del autor no es el que finalmente se realiza en el resultado
típico.
Así, se sostiene que faltará la realización del riesgo no permitido si el peligro creado por la
acción del autor sólo produce el resultado por una conexión casual con él, si el resultado no
es la realización del riesgo no permitido, si la realización del riesgo no permitido no está
cubierta por el fin de protección de la norma de cuidado limitadora del riesgo permitido o,
si la conducta alternativa conforme a derecho no hubiera evitado con seguridad la
producción del resultado.
Corresponde entonces ahora analizar si los riesgos creados con la organización del recital
en las condiciones ya conocidas se han concretado en el resultado.
Todos estos factores, confluyeron en la producción del resultado que ahora nos toca
considerar, y en ese análisis, no pueden ser tomados cada uno de ellos como autónomos ya
que se enlazaron entre sí de tal forma que convirtieron al lugar, como ya dijimos, en una
"trampa mortal".
Con dichos ensayos se determinó, entre otras cosas, que al contacto con la llama los
materiales toman fuego y comienzan a generar humo. Al finalizar el informe, y a raíz del
resultado arrojado por cada prueba, se concluyó que la totalidad de los materiales "podrían
ser clasificadas como materiales ´MUY COMBUSTIBLES´, según se establece en el
CAPITULO 18 ´PROTECCION CONTRA INCENDIOS´, del decreto 351/79,
Reglamentario de la LEY Nº 19.587 de HIGIENE Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO.
Estos materiales expuestos al aire pueden ser encendidos y continúan ardiendo una vez
retirada la fuente de ignición.".
Sólo dos de las ocho muestras sometidas a prueba se pueden "calificar (...) como ´POCO
COMBUSTIBLES´, toda vez que estos materiales se encienden al ser sometidos a altas
temperaturas, pero cuya combustión cesa invariablemente al ser apartada la fuente de
calor." Sin embargo, se aclara que esas muestras se hallaban húmedas al ser sometidas a las
pruebas.
Asimismo, de las pruebas realizadas por el Laboratorio Químico sobre las muestras de
materiales similares a la guata y a la espuma de poliuretano tomados del techo del local,
surge que los materiales analizados no poseen tratamiento ignífugo ya que al contacto con
la llama arden y se mantiene la llama hasta su total destrucción. Si tuvieran algún tipo de
tratamiento ignífugo, tardaría como mínimo 12 segundos
de HCN (ácido cianhídrico) en el local vacío sería de 180 ppm (partes por millón de partes
de aire), pero calculando que la gente ocupaba una quinta parte del volumen total del lugar,
la concentración de HCN ascendería a 225 ppm.
Según las consideraciones efectuadas por los profesionales, estos valores "están entre los
indicados en la bibliografía como peligrosos, y como letales para ratas de laboratorio (150-
220 ppm) en el estudio del NIST" (National Institute of Standars and Technology de
EE.UU.).
Por otra parte, señalaron que, en una concentración de HCN de entre 120 a 150 ppm,
resulta peligrosa la exposición entre los 30 minutos y 1 hora. Explicaron, además, que el
HCN "es letal para los seres vivos ya que inhibe el uso de oxígeno por las células vivas de
los tejidos corporales".
En cuanto al tiempo que tardó en generarse el HCN, se expresó que "si no hubiera estado
colocada la media sombra, y la bengala o fuego de artificio hubiera impactado en el centro
de un cuadrado de espuma de poliuretano de 177 m2 de área de superficie, éste hubiera
tardado aproximadamente 13 minutos en incendiarse. Como en el local estaba colocada la
media sombra, ésta se incendió y propagó el fuego en múltiples focos a la espuma de
poliuretano. Por ello, el tiempo real de propagación del fuego afectando la espuma de
poliuretano podría haber sido considerablemente menor que el calculado."
En este sentido, también corresponde destacar que en la mayoría de las autopsias realizadas
a las víctimas fatales, se determinó que la causa de la muerte había sido la intoxicación con
monóxido de carbono. Y en efecto, si se observan los exámenes de laboratorio se verifica
que en la mayoría de los casos los valores oscilan entre el veinte y el treinta y cinco por
ciento de monóxido de carbono en sangre (ver pruebas de laboratorio de Mariela Arnaldo,
Roberto Ibañez, Mariano Benítez, José Luis Gambaccini, Esteban Rodrigo Lucas, Federico
Mastrangello, Maximiliano Luparello, Martín Arias Juillerat, Sebastián Bonomini y Lucas
Pérez, entre muchos otros)
Entonces, hasta ahora se puede afirmar que el techo del local se encontraba recubierto con
material muy combustible que al entrar en contacto con el fuego desprendido por el uso,
prohibido y altamente peligroso en lugares cerrados, de un elemento pirotécnico, se
48
Ahora bien, como ya se dijo, existieron otros factores que convergieron en la producción
del resultado dado que aumentaron el tiempo de exposición a los gases tóxicos que
debieron soportar las personas que se encontraban en el lugar.
En este sentido cobran especial relevancia las consideraciones finales del informe técnico
efectuado por la División Siniestros de la Superintendencia Federal de Bomberos (fs. 172/6
del legajo ´Superintendencia de Bomberos´), donde se destacó que "el agente productor del
siniestro en estudio se relaciona con la transmisión del potencial térmico de elementos
pirotécnicos que tomaron contacto con los materiales revestivos del plano cobertor entre los
que se hallaban el tendido de media sombra, espuma de poliuretano y la ´guata´,
iniciándose de esta forma un evento ígneo que culminó con los resultados conocidos."
Esta "saturación del recinto con gases de combustión, propició que quienes se hallaban en
el interior del local hayan sufrido las consecuencias propias de la gestación de un proceso
combustivo que al no ser prontamente controlado, derivó por parte del público en el intento
de desalojar intempestivamente el local, el cual se hallaba superado ampliamente en su
capacidad permitida para su uso, encontrándose con que el lugar más apto para la
evacuación se hallaba obstruido; destacándose el hecho de que la salida [alternativa] de
emergencia se hallaba cerrada mediante la disposición de un candado en el sistema de
accionamiento de apertura (barral antipánico), al igual que un pasador en la parte superior
de una de las hojas de la puerta."
"Sumado a esto, se presentó otra circunstancia, cuatro de las seis puertas dispuestas en la
entrada-salida principal, se hallaban trabadas con pasadores, ocasionando esto una
reducción en los anchos de salida".
cualquier caso, la salida se hubiera logrado en menos de cinco minutos y, por lo tanto, los
gases tóxicos probablemente no hubieran llegado a causar sus efectos mortales.
Según lo manifestado por Claudio Edgardo Curcuy, fs. 77/80 (51/53), mientras se
encontraba haciendo el cacheo del público en la entrada de la puerta de emergencia,
habiendo comenzado ya a tocar la banda "Callejeros", escuchó gritos en el interior del local
y vio que la gente comenzó a salir apresurada y al mirar hacia el interior del lugar observó
un denso humo. En razón de ello se dirigió hacia la entrada principal que estaba cerrada y
junto con otras personas "comenzaron a empujar insistentemente hacia adentro dado que
por el sistema de bisagras solo abren hacia adentro, hasta que en un momento dado fue
tanta la presión ejercida que esta sede y logran abrir la misma notando [que] las personas
salían como podían pisoteando a los cuerpos de los jóvenes supuestamente desmayados o
muertos, notando que había gran cantidad de personas amontonadas" (también en este
sentido se expresó Nadia Sandoval, fs. 1379/85 -1982-).
Por su parte, Gustavo Facundo Orazi, fs. 397/404 (518/23), dijo que cuando la gente se
percató de lo que estaba sucediendo y comenzó a intentar salir del lugar "se agolparon
muchas personas que quedaron apoyadas en las puertas [las que separan el hall del salón],
siendo que inmediatamente se abren, y estas personas tropiezan y caen al suelo, empujadas
por la multitud. Asimismo observa que el portón que da a la calle, posterior a la galería,
también estaba cerrado. En ese momento, pasa el guardarropas y se topa con cuerpos caídos
que obstruían la salida izquierda antes mencionada, quedando parado, siendo que hasta la
altura de su pecho había cuerpos apilados, uno encima del otro. En ese momento observa
que una persiana metálica que da a la calle, que poseía una puerta de ingreso de las típicas
de comercio, estaba cerrada, y con la puerta pequeña solamente abierta, y al instante
comenzaba a ser abierta. Allí queda atrapado por el grueso de la gente que lo empujaba
desde atrás".
María Victoria Arana, fs. 455/7 (588/89) expresó que llegó a Cromañón aproximadamente
a las 22.30, "entrando por la puerta que ingresaban las mujeres con entradas y los que se
encontraban en la lista de invitados, siendo dicha puerta un portón de chapa de color violeta
50
de unos 5 metros aproximadamente con otra puerta más chica por donde ingresaban,
encontrándose dicha entrada a unos 5 metros de la puerta principal. Que cuando se
encontraban esperando para ingresar la declarante escucha a dos personas del sexo
masculino quienes vestían remeras negras con dibujos en el centro, (...) y que uno de ellos
le decía al otro que tenían que abrir el portón, refiriéndole el otro que no porque si no se
iban a meter los que no tenían entrada."
Carina Soledad Blanco, fs. 468/70 (986/87), manifestó que "mientras la banda continuaba
tocando, pudo observar c[ó]mo esta media sombra comenzaba derretirse y caer sobre las
personas allí presentes. Que en ese preciso momento se cortó la electricidad, divisando
como comenzaba a entrar en pánico todas las personas allí presentes, las cuales intentaban
dirigirse hacia las puertas de salida al hall, observando que las mismas se encontraban
cerradas desde afuera. En ese momento ya casi era imposible respirar, comenzando a
ahogarse y desvanecerse, pudiendo sentir una corriente de aire, y notando la apertura de la
puerta que se encontraba frente a ella y su novio, la cual da a un hall, divisando que las
personas que se encontraban delante de ellos cayeron al suelo." (el resaltado nos pertenece).
Por otra parte, resulta sumamente relevante la cantidad de gente que había en el lugar. Ello
así, toda vez que si en el lugar hubiera habido menos gente, la posibilidad de acceder a los
medios necesarios (incluso los más precarios) para poder apagar el fuego ni bien se inició
hubiera sido mayor y, por lo tanto, la generación y concentración de gases tóxicos en el
lugar hubiera sido menor. Pero, aún en el caso en que no se pudiera apagar el fuego, y aún
con la puerta alternativa inutilizada, a menor cantidad de personas menor sería el tiempo
necesario para la evacuación y, también, por lo tanto, el tiempo de exposición a los gases
tóxicos.
Con relación a este punto cabe citar el testimonio de Juan Facundo Diana, fs. 1435/41
(2015/18), quien señaló que el 1º de mayo de 2004 había concurrido a otro recital que se
había realizado en Cromañón y, "en esa oportunidad, mientras estaba tocando el grupo
´Sexto Sentido´ ocurrió un hecho similar al que aquí se investiga. Dice que con el mismo
artefacto que fue utilizado esta vez, se prendió fuego la media sombra, pero como había
muchísima menos gente, pudieron ingresar para apagar el fuego". Asimismo, dijo que en
esa oportunidad el fuego se apagó con una manguera (en el mismo sentido, entre otros,
Jorge Fernando Prieto Enrich, fs. 4844/54 -5633/38- y María Candelaria Saggin, fs.
4859/63 -5643/45-).
En este sentido, Sergio Fernando Piñeiro, fs. 2060/2061 (2566/67), quien se encontraba a
cargo de la iluminación del recital, expresó que el fuego se propagó rápidamente, "cayendo
la media sombra encendida como lluvia sobre la gente y luego los colchones. Que
seguidamente y casi al mismo tiempo el fuego despedía un humo negro, con el que era
imposible ya respirar. Que en un primer momento el dicente opta por querer retirarse para
luego no hacerlo, tomando un matafuego que allí se hallaba, a fin de poder combatir el
fuego, determinando que este no funcionaba. Que se sacó la remera con el que empezó a
51
apagar el fuego que había alrededor de la consola y sus alrededores. Que mientras hacía
ello observaba como la gente en un estado de desesperación intentaba salir, dirigiéndose
hacia la puerta. Que terminado lo que estaba haciendo intentó dirigirse hacia la puerta y al
ver que no podía salir, ya que todo era un caos, intentó dirigirse hacia la otra salida, por
donde salen los músicos y al ir en camino se cortó la luz, por lo que regresó nuevamente
hacia la puerta principal, donde permaneció unos instantes para luego caer al suelo, no
pudiendo ya respirar".
De suma importancia también resulta tener en cuenta el efecto inmediato que la inhalación
de los gases tóxicos producidos por la combustión genera en el ser humano. Para ello,
resulta ilustrativo el artículo de un consultor sobre riesgos de toxicidad en incendios,
Gordon E. Hartzell, que se encuentra agregado al legajo de la Superintendencia de
Bomberos.
Según señala ese autor en cuanto a los efectos inmediatos de los productos de la
combustión, entre los más importantes "se encuentran los efectos del calor, visión limitada
por la opacidad del humo o la irritación de los ojos, narcosis debida a la inhalación de
asfixiantes e irritación de las vías respiratorias. Estos efectos, a menudo simultáneos en un
incendio, originan incapacidad física, pérdida de coordinación motriz, visión reducida,
desorientación, falta de juicio y pánico. El consiguiente retraso o imposibilidad de escapar,
provoca lesiones o muertes debidas a la inhalación de gases tóxicos y a las quemaduras
sufridas." (el resaltado nos pertenece).
Asimismo, explica que los efectos aumentan a medida que aumenta el tiempo de exposición
a los productos de la combustión y al grado de concentración de humo o gases tóxicos.
Luego de indicar que los gases más comunes que se producen en un incendio son el
monóxido de carbono (CO) y el cianuro de hidrógeno (HCN), explica que los gases
asfixiantes, entre otras cosas, producen narcosis, esto es, "afectan al sistema nervioso
central, provocando la pérdida del conocimiento y finalmente la muerte. La gravedad de los
efectos depende (...) de la concentración y tiempo de exposición". (el resalta nos pertenece).
También señala que, la irritación de los ojos es un efecto inmediato que sólo depende de la
concentración y a veces se subestima el perjuicio que supone para escapar.
Otro de ellos, en este caso Federico Antón Diana Tedeschi, fs. 1405/09 (1997/99), expresó
que se encontraba muy cerca del escenario cuando comenzó el incendio y "cuando la gente
que estaba sobre las vallas comenzó a abrirse para buscar las salidas comenzó a toser,
caminó hacia el fuego y vio que toda la gente se amontonaba en la salida, regresó sobre sus
pasos y vio que los músicos se estaban sacando los instrumentos y se iban, saltó las vallas y
en ese momento una chica lo tomó del brazo y le pidió ayuda. Que logró pasar a la chica
para el lado donde se encontraba él, es decir del otro lado de las vallas y le dijo que se
52
tapara la boca con la remera porque no se podía respirar. Que en ese momento se cortó la
luz y como no encontraba una salida se acostó en el piso rendido, luego reacciona cuando
una persona (...) lo está sacando a la calle".
Por su parte, Leandro Adrián González, fs. 4840/45 (5616/18), expresó que "observ[ó] que
en el sector de la media sombra donde habían estado rebotando las chispas se había
prendido fuego y caía como ´lluvia de plástico prendido´(sic). Ahí atinó a bajar, se sacó la
remera para colocársela sobre la boca, porque se estaba generando mucho humo, pero en
ese momento se le vino encima toda la gente que lo llevó a introducirse en el fondo del
baño de las mujeres, sin que el dicente pudiera siquiera apoyar los pies sobre el piso. Allí
abrió la canilla como pudo, para mojar la remera, pero no salía agua. Entonces intentó salir
del baño pero era imposible, porque estaba lleno y la gente que estaba afuera quería entrar.
Por eso se arrodilló, se tapó la cara con una remera y se quedó sin moverse por unos
minutos, mientras iba sintiendo que las personas que lo rodeaban de a poco se caían al piso,
desvaneciéndose. (...) Aclaró que además de que estaba todo oscuro no podía abrir los ojos
porque el humo lo quemaba. Mientras iba caminando muy despacio se le quedó trabado el
pie entre la gente y perdió a Patricia que lo soltó. Quiso agarrarla devuelta pero no la
encontraba, al tiempo que el deponente le costaba cada vez más respirar."
Darío Marcelo Echevarría, fs.4985/88 (5728/29) manifestó que "la gente comenzó a
desesperarse, y correr hacia la salida -lado de la calle por donde entraron-, habiéndose
cortado la luz, es decir que todo estaba a oscuras con el denso humo irrespirable. Que al ver
en penumbras que la masa corría hacia el lateral derecho del escenario, el dicente también
lo hizo, sintiendo un fuerte mareo que le hizo perder fuerzas hasta desvanecerse, no
recordando más nada, sólo que se despertó en la calle cuando le mojaron la cabeza."
Continuando con el desarrollo del tema, y relacionado con los testimonios mencionados,
explica Hartzell respecto del monóxido de carbono, que, si bien no es el gas más tóxico
entre aquellos que suelen generarse en un incendio, sí es el que se presenta en mayor
cantidad y, por lo tanto, el que genera mayor riesgo para la persona ya que reduce el
transporte de oxígeno. Asimismo, destaca que los efectos negativos de la inhalación de CO
aumentan en niños, personas bajo los efectos del alcohol, drogas o medicamentos, enfermos
cardíacos y ancianos.
En relación con el cianuro de hidrógeno refiere que "[e]l cianuro de hidrógeno (HCN) se
produce por la combustión de materiales que contienen nitrógeno .(...) [E]s un producto
tóxico que actúa rápidamente. Es aproximadamente 20 veces más tóxico que monóxido de
carbono. (...) A medida que aumenta la concentración, disminuye el valor de la dosis
tolerada.(...) [S]uele aceptarse que las concentraciones de cianuro en la sangre superiores a
1 microgramo por mililitro son indicativas de posibles efectos tóxicos importantes
53
originados por cianhídrico. Niveles superiores a 3,0 microgramos por mililitro son, en
general mortales."
Para finalizar, traeremos el testimonio de Juan Manuel Ledesma, fs. 246/51 (237/39),
empleado de seguridad de Cromañón que el día del hecho se encontraba cumpliendo sus
funciones en una de las escaleras del local y realizó un claro relato de cómo se fueron
sucediendo los hechos. En ese sentido, manifestó que "vio como un muchacho joven tiró
una bengala de luces de colores hacia arriba. Son bolas de luces, como fuego de colores.
Una de estas bolas de fuego de colores quedó enganchada en la tela mediasombra que
adorna el techo para que no se vea la lana de vidrio que está colocada para amortiguar el
ruido. En un instante agarró la lana de vidrio como si fuese nafta, pues se prendió todo de
golpe. Ahí la gente se alborotó y comenzaron a correr, algunos a tirarse desde arriba, donde
esta la bandeja, a unos diez (10) metros de altura y caían sobre el escenario o sobre la
misma gente que estaba sobre la pista. Todos comenzaron a desesperarse por salir hacia la
puerta. (...) Como todo estaba oscuro y había un humo tremendo, la gente empezó a
desesperarse."
Más allá de las irregularidades que giran en torno a esa habilitación para un local de baile
clase "C", lo cierto es que el lugar no funcionaba como un local de baile sino como un lugar
destinado a realizar recitales a los que concurrían gran cantidad de personas y, siendo así,
debía cumplir, como ya fuera mencionado, con una serie importante de requisitos
destinados a permitir el correcto funcionamiento del espectáculo.
"República Cromañón" fue concebido desde el inicio del proyecto comercial como un
microestadio para recitales de bandas de rock (así se referían al lugar los policías de la
Seccional 7ma. y el propio Chaban en reportajes periodísticos), sin embargo, no se cumplía
con los requisitos que este tipo de eventos demandan para garantizar la seguridad del
público que a ellos concurre, como ya se indicó.
54
En efecto, tal como se vio a la hora de analizar la creación de este riesgo, si el lugar hubiera
estado efectivamente habilitado como un microestadio, para realizar los recitales hubiera
requerido contar con autorización del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, personal
médico, personal de seguridad, personal de bomberos y personal policial, en cada uno de
los recitales que se realizaran. Asimismo, antes de iniciarse cada espectáculo, los
funcionarios del GCBA controlarían que el lugar se hallara en condiciones para que las
personas pudieran ingresar, y, junto con la justicia contravencional, controlarían que el
espectáculo se desarrollara en forma correcta.
Según se desprende de las copias del expediente nro. 15.822 de la Fiscalía Contravencional
nro. 8, los representantes del Área de Control de Espectáculos de la Subsecretaría de
Justicia y Trabajo del GCBA llegaban al lugar antes de que comenzara el espectáculo y
verificaban las condiciones de seguridad, higiene y funcionamiento. Durante el show
recorrían el interior y exterior del lugar y controlaban los medios de ingreso y egreso.
Pero nada de ello ocurrió aquí, dado que no se solicitó la autorización correspondiente para
realizar el espectáculo al GCBA; no se contó con el personal del Área de Control de
Espectáculos que podría haber impedido que los recitales se llevaran a cabo al constatar que
la puerta alternativa de emergencia se encontraba cerrada con candado y alambre y la
mayoría de los matafuegos no estaban en condiciones de ser.
Asimismo, se obvió contar con la presencia de personal de bomberos en el lugar que podría
haber apagado el fuego de manera inmediata disminuyendo la generación de tantos gases
tóxicos.
Por otra parte, se evitó la presencia de personal médico que podría haber socorrido
prontamente a algunos de los asistentes, logrando, cuanto menos, mejorar su situación de
peligro ante la inhalación de los gases tóxicos generados por el incendio.
De ello se desprende que, no sólo se crearon innumerables riesgos sino que además, no se
tomó ninguna de las medidas que podrían haber, si no evitado totalmente, al menos
haberlos disminuido.
Está probado, con el grado de certeza que esta etapa requiere, que Chaban sabía que a causa
del uso de pirotecnia se habían producido dos incendios anteriores en el local "República
Cromañon".
En forma inmediata puso música y fue entonces que vio a una persona apuntar hacia el
escenario con una candela encendida, frente a lo cual Chaban lo increpó en los siguientes
términos: "Hijo de puta, pelotudo de mierda, pendejo, no ves que nos vamos a morir todos,
que querés, matarnos" (Leggio). "Sos un pendejo pelotudo, un rockero puto, que los débiles
no le ganen a los fuertes, hoy acá hay 6000 personas, no se vendieron más entradas por
temas de seguridad, el día que tocó la 25 y en mayo tuvimos que evacuar el lugar por un
problema similar, no arruinen la fiesta de rock" (Sergio Bogochwal). Orazi y otros
refirieron que, por su parte, Fontanet dijo a continuación: "Lo que dice Omar es que no
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jodan más con la pirotecnia porque puede pasar algo muy grave y podemos morir todos, es
muy serio, está claro..."
Nicolás Saleh, Fernando Javier Frenkel, fs. 3536/37 (3095/99), y Guillermo Armago, fs.
235/37 (225/26), dieron cuenta además de que, iniciado el incendio del techo, el mismo
locutor -Chaban- sentenció: "(...) yo les avisé que esto podía pasar, ahora jódanse."
Por su parte, los resultados de uno de los anteriores incendios estaban a su vista. Así, la
División Siniestros de la Superintendencia de Bomberos dictaminó -luego de corroborarse
que el suceso del 30 no produjo detrimentos severos en el edificio, porque la perdurabilidad
ígnea no fue suficiente para provocar esas secuelas ni siquiera en el propio sector del fuego-
que existía una oquedad del material con signos evidentes de combustionamiento, entre los
ductos de aireación, determinándose que ese particular indicio "(...) sugiere a nuestro
entender técnico que podría ser la resultante de un suceso anterior al siniestro (...)",
calificándose el hallazgo como proveniente de un proceso independiente (fs. 162/63 del
Legajo respectivo), cuestión que no resulta menor en el análisis que se formula.
Asimismo, no existirían dudas sobre el conocimiento efectivo que Chaban tenía sobre el
estado de los matafuegos.
En primer término, porque el nombrado estuvo al frente del local en las dos ocasiones
anteriores en que se verificaron sendos incendios, el 1° de mayo (en que tocaron "Sexto
Sentido" y "Jóvenes Pordioseros") y el 25 de diciembre (en que tocó "La 25"), constándole,
por tanto, que su uso fue infructuoso y debieron ser apagados por otros medios.
Héctor Damián Albornoz, fs. 3850/56 (4189/92), relacionado con Chaban y su hermano,
para quienes trabajó alternativamente como empleado de seguridad o "barman" desde 1991,
dio cuenta de que el 1° de mayo se prendió fuego la media sobra y fue él quien la apagó
con la manguera, pese a que ésta se hallaba sin enroscar y con pinchaduras. También estuvo
presente en los incendios del 25 de diciembre; ocasión en la que también fue en busca de la
manguera, no hallándola en la boca, porque estaba guardada en un cuartito debajo del
escenario. Al serle alcanzada por Raúl Bordón, notó que no había mariposa, por lo que
debió accionarla con una pinza, hasta finalmente ponerla en funcionamiento. Mientras
ocurrió esto, Chaban llenó dos vasos a los que les cabían casi un litro de cerveza y se los
fue pasando al público de mano en mano, hasta que alguien lo pudo apagar. También la
gente se valió de las banderas para ayudar a la extinción
pisaban; cuando ya se estaba apagando, Chaban se la sacó y les dijo que no tenían que
usarla y él mismo, con un matafuego, terminó de apagar los restos.
Existe un dato puntual sobre el particular que revela el conocimiento que tenía Chaban
sobre "(...) la necesidad y obligación de que las puertas deben encontrarse totalmente
abiertas y los medios de salida del local expeditos durante las horas en que se desarrollo de
la actividad del mismo para una rápida evacuación en caso de producirse un siniestro(...)"
en los locales de baile clase "C", cual es la notificación personal que en tales términos se le
hizo el 5 de agosto de 2004, con motivo de la entrega de una copia actualizada del
certificado contra incendios del otro local de su, "Cemento".
Dada su larga experiencia en la actividad, puede afirmarse que conocía los parámetros bajo
los cuales la División Prevención de la Superintendencia Federal de Bomberos aprobaba los
sistemas de seguridad contra incendios -factor de ocupación en relación a la superficie útil
del local en función de su uso y, subsiguiente cálculo del ancho mínimo de las salidas, para
permitir el egreso del número de personas determinado en la ecuación anterior-, de lo cual
cabe colegir al menos que no le era desconocida la relación proporcional directa
público/metros de vías de egreso indispensables, como así también que todas las puertas
que hubieran resultado habilitadas se debían encontrar, concretamente durante el lapso de
uso específico del lugar, en condiciones de ser fácilmente abiertas para una eventual
emergencia.
A ello se agregó que no todas las puertas doble hoja ("cine"), que en número de seis
existían en el frente del lugar, estaban abiertas al desencadenarse el siniestro, habida cuenta
de que los especialistas de Bomberos determinaron que poseían secuelas de haber sido
forzadas.
Sobre el particular, Jorge Fabián Leggio, indicó que en el estacionamiento del hotel había
un portón grande (salida de emergencia) cerrado y que la gente del otro lado intentaba
abrirlo para poder salir, lo que recién ocurrió cuando llegaron los bomberos, para lo cual
debieron violentarlo. Recordó que, en un evento meses antes, Chaban le dijo a uno de sus
empleados que esa puerta estaba rota y que no se podía abrir.
Ricardo David Vázquez, fs.1056/66 (1642/43), empleado de Leggio, indicó que la primera
vez que concurrió a República Cromañón fue para "pasar" música en marzo de 2004; en esa
oportunidad logró ingresar con el camión para descargar los equipos de sonido hasta el
interior del local bailable, llegando hasta el escenario. Entró el vehículo por el portón
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En junio o julio de 2004 volvió al local con "Callejeros", ocasión en la que "Mario", un
empleado de Chaban le dijo: "la otra vez la quisimos abrir y casi se cae, así que la tuvimos
que soldar y, además, molesta a la gente del hotel", agregando que "esa puerta no se puede
abrir más." De tal modo que debieron descargar los equipos en la vereda y entrarlos a mano
por la puerta donde se encontraban las boletería. Llegado Chaban a eso de las 14:00, les
dijo que no hicieran ruido durante la descarga para no molestar a la gente del hotel y, al
preguntarle por la puerta de emergencia, les confirmó: "No, esa puerta no se puede usar
más, así que olvídense" y se retiró sin mayores explicaciones.
En las seis o siete veces en que concurrió al lugar en ese lapso, siempre la vio cerrada y en
la primera de ellas la observó asegurada con alambre. El 30 de diciembre, iniciada la
tragedia, logró salir por la puerta del camarín en dirección al estacionamiento y desde allí se
dirigió por fuera del local a la puerta de emergencia -cerrada y con alambres- donde se
encontraban unos muchachos que trataban de abrirla. En esa circunstancia vio a Chaban
irse, sin prestarles ayuda alguna para ello.
Por su parte, Salvatore Albano, fs.1503/08 (2060/62), consultado por Chaban para el
acondicionamiento acústico del local, dijo que al visitarlo en febrero y marzo del 2004
pidió abrir la puerta de emergencia y que tardaron más de veinte minutos en traer la llave
del candado que tenía colocado, lo cual hizo una persona que estaba en el predio limpiando
o arreglando algo.
También sabía Omar Chaban que pese a que la puerta estaba cerrada se mantuvo el cartel
luminoso de salida, ya que ello era obvio para quien permanecía en el lugar muchas horas y
con diversas condiciones de luz.
La representación del imputado en cuanto al uso de pirotecnia por parte del público se
halla probada por los siguientes extremos:
Su propia experiencia con el grupo "Callejeros", quienes tocaron en dicho local en seis
ocasiones, los días 10 de abril, 28 y 29 de mayo y 28, 29 y 30 de diciembre de 2004,
oportunidades todas en que se usaron bengalas y otros elementos del pirotecnia, tal como
también lo ratifican sus propios empleados y quienes trabajaron en el lugar ese día: Luciano
Gonzalo Otarola; Sergio Fernando Piñeiro -iluminador-; Fabián Ariel Carranza -de Sadaic-,
entre otros; "(...) siempre antes de comenzar el recital Omar Chaban tomaba el micrófono y
pedía al público que no utilizasen pirotecnia, les decía que era peligroso y se podían
lastimar. Esto lo decía en tono alto y gritando un poco, ante lo cual la gente lo silbaba y lo
insultaba (...)", explicó Albornoz.
Tampoco desconocía Chaban la relación entre número de personas para las que el local
estaba habilitado y la cantidad de gente que había el día 30 de diciembre de 2004.
La prueba rendida en autos ha demostrado que el lugar se hallaba habilitado como local de
baile clase "C" y con capacidad para recibir un máximo de 1031 personas, tal como resulta
expresamente de la plancheta de habilitación que encabeza el Libro respectivo.
Evidentemente, tanto esa circunstancia puntual cuanto la amplia experiencia del nombrado
en la explotación de locales -Café Einstein, Die Schulle, La Flor y, en especial, los
dedicados según sus intenciones específicamente a recitales, Cemento y República
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Sus propias palabras, ya referenciadas en párrafos anteriores, revelan sin duda alguna que
así fue, especialmente cuando resaltó la cantidad de gente presente en ese momento como
uno de los elementos del aumento del riesgo en el interior de Cromañón frente al uso de
pirotecnia.
De hecho, lo había vivido en forma personal en el incendio del 1° de mayo del 2004, pues
como lo han señalado varios, entre ellos Héctor Damián Albornoz y María Candelaria
Saggin, fs. 4859/63 (5643/45), cuando se prendió fuego parte de la media sombra se la
pudo apagar con la manguera, habiendo favorecido esa acción el hecho de que "(...) esa
noche no había mucha gente -menos de dos mil personas-, por lo que la mayoría salió a
tomar un poco de aire, se quedó en la barra y se colocó una toalla en la boca por la gran
cantidad de humo que se había originado y que luego de unos minutos, cuando el humo
menguó, la gente volvió a ingresar y el recital continuó (...)".
También puede sostenerse que Chaban sabía que el techo estaba revestido por material
sumamente inflamable, a lo que se le sumó la "media sombra", que frente a la acción de la
pirotecnia, facilitó la combustión.
En este sentido, es claro que a través de la relación que trabó con el mencionado Salvatore
Albano tomó conocimiento, ya en febrero/marzo del 2004, que el sistema de ventilación en
"U" que estaba sobre el escenario y la pista de baile estaba recubierto por guata pintada de
negro (un material inflamable), contrariamente a lo que suponían aquellos con los que se
entrevistó, entre ellos el propio Chaban, que pensaban que se trataba de lana de vidrio
ignífuga. En esa misma circunstancia, dijo haber recomendado al imputado la colocación de
puertas a los costados del escenario para poder evacuar más rápido el lugar, ya que podrían
salir directamente al estacionamiento del hotel, frente a lo cual Chaban le respondió que se
limitara a lo que se le encomendó, relacionado con el tema acústico por el que había sido
consultado.
También el propio Albano señaló que la media sombra que decoraba el techo para ese
momento no era ignífuga sino que, por el contrario, se trataba de un plástico inflamable de
alto poder conductor de fuego.
Nuevamente en este caso cabe señalar que la experiencia de los incendios de los días 1° de
mayo y 25 de diciembre de 2004, estando presente Chaban, ocasiones en que la media
sombra entró en combustión en la parte delantera, desde la columna de la mitad del techo
hacia el escenario y en el sector contrario al escenario, junto con los paneles de espuma (de
acústica) pegados al techo, no hizo más que confirmarle aquello de lo que había sido
impuesto meses antes en cuanto a que el material del techo era fumígero y que la media
61
Bajo tales datos y experiencia precedente, Chaban enfrentó la organización del recital del
30 de diciembre en un ámbito colmado en exceso de personas, en un contexto artístico
donde la pirotecnia era el distintivo esencial y con las puertas de egreso inhábiles al efecto -
por anulación en un caso y por cierre con pasadores en el otro-.
En primer lugar porque, es muy difícil no advertir desde el escenario que dicha puerta
estaba cerrada, ya que si se concurre al lugar, tal como tuvo oportunidad de hacerlo este
Tribunal en la inspección ocular oportunamente llevada a cabo, y el observador se ubica
arriba del escenario, lugar en el que necesariamente estuvieron los integrantes de la banda
musical, no se puede dejar de ver la puerta.
Así, teniendo en cuenta que el grupo "Callejeros" no era la primera vez que tocaba en
"República de Cromañon" -hubo conciertos el 10 de abril, el 28 y 29 de mayo del 2004 y el
28 y 29 de diciembre del mismo año-, que incluso para éstos últimos se alojaron en el hotel
lindero, que realizaron varios ensayos en el lugar durante el día, puede presumirse que
pudieron ver desde el escenario que la puerta alternativa de emergencia se encontraba no
sólo cerrada sino también "asegurada" con candado y alambres.
Ello demuestra que el control para evitar el ingreso de pirotecnia fue deficiente, lo que se
debió, entre otras cosas, a que el mismo grupo habría flexibilizado los controles, en parte,
por la actitud que tenían respecto al ingreso de ese material por parte del público. Y no
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obsta a ello que durante el transcurso de los recitales de los días 28, 29 y 30 de diciembre
de 2004 el cantante Fontanet haya pedido al público que deje de prender bengalas porque
no podía respirar; dicha petición era una constante -entre otros, Paula Gisela Pérez, a fs.
12.784/84bis (11.591)- y también se produjo en recitales, como el que se hizo en Obras
Sanitarias.
Esta anterior afirmación se puede realizar luego del análisis que se ha hecho de la gran
cantidad de material gráfico, visual y de audio incorporado en autos, que dan cuenta de la
actitud adoptada por la banda en cuanto al uso de pirotecnia y al que se ha hecho particular
referencia a la hora de analizar este punto en el apartado 2.b. de esta resolución.
Al respecto y, para mencionar algunos ejemplos, entre muchos otros, podemos transcribir
un apartado de la entrevista que a Santos Fontanet se le hizo en la revista "Si se calla el
cantor" cuando manifestó: "La organización de lugar [en referencia a Obras] es distinta a la
nuestra. Nosotros queremos que la gente se divierta y no echamos a trompadas a un pibe
porque prende una bengala como hacen ahí". Luego señaló que: "Existe una necesidad de
tocar en un lugar abierto para que no haya problemas con las bengalas porque ya nos
estamos empezando a intoxicar con toda la humareda (...)" y, por otro lado, la entrevista
grabada -ya citada- que el periodista Juan Di Natale le realizó a uno de los integrantes del
grupo el 30 de diciembre del 2004, que iba a ser emitida al día siguiente por lo que se
simuló que el recital ya había ocurrido, cuando el baterista Vázquez hizo mención a la
cantidad de gente que fue a verlos (4.000 personas) y al ser preguntado sobre el tema de las
bengalas dijo que había habido muchísimas y que eran "la frutilla de la torta" (sic).
Los integrantes de la banda, sin perjuicio de que advertían algunos de los riesgos que
implicaba el uso de pirotecnia en un lugar cerrado, nada hicieron para intensificar el cacheo
sin distinción de personas, al tiempo que aprobaban e incluso estimulaban con sus
manifestaciones, y para no ir en contra de su público, su uso.
Lejos de hacer algo para evitar el ingreso de pirotecnia, o para brindar un recital en el que
no se utilizara ese material pese a la representación que efectivamente tenían acerca de su
prohibición y del perjuicio que su uso podría causarle al público y a ellos mismos, buscaron
puntualmente un lugar en el que pudieran manejar la seguridad para evitar conflictos con el
público a raíz del ingreso de ese material. Pretendían la posibilidad de no molestar al
público con un personal de seguridad estricto al respecto, como lo era en lugares tales como
"El Teatro" u "Obras Sanitarias".
Pero además, ellos sabían que también podrían tener consecuencias judiciales y económicas
por el uso de pirotecnia por parte del público y con el ingreso de ella que debía ser
impedido por los imputados en su condición de organizadores. Y lo sabían, porque ya
habían sido intimados en el recital de Obras Sanitarias del 30 de julio de 2004 por la
Justicia Contravencional, lo que obligó al músico Fontanet a pedirle al público que dejara
de prender bengalas, tras lo cual dejó entrever su posición al respecto y la posibilidad de
cambiar eso cuando estuvieran en otro sitio.
63
Sin embargo, pese a la representación que los integrantes del grupo musical tendrían de la
inexistencia de funcionarios que controlaran, no se puede acreditar que supieran
fehacientemente cuál era el destino para el que estaba habilitado el lugar; qué significaba
que estuviera habilitado como "local de baile" y no como "microestadio", o cuáles eran los
trámites que debían hacerse ante el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para regularizar
la situación y permitir que esos espectáculos se brindaran.
Más dudoso resulta sostener el desconocimiento por parte de la banda del pago de sobornos
a los integrantes de la Comisaría 7ma., ya que la prueba obrante en el sumario demuestra
que las ganancias se repartían entre la banda y Chaban una vez descontados todos los
gastos, entre los cuales también se encontraba el pago a la policía. Empero, no puede
descartarse que los imputados asignaran dicho pago al concepto de "policía adicional" que
era un rubro que generalmente se pagaba en la organización de los recitales, al menos en
los que se realizaban en los microestadios.
En relación a la gran cantidad de gente que el grupo permitió que asistiera y cómo ello
incidió en los hechos, hemos de referir que, se encuentra acreditado en autos, que los
integrantes de "Callejeros" eran quienes estaban encargados de la emisión de las entradas
para los distintos shows y también, en base a las declaraciones prestadas por los encargados
de los locales de la empresa "Locuras", que para el 30 de diciembre tenían para la venta
3.500 entradas de las cuales debieron devolver 347.
Asimismo, corresponde sumar a ello la gente que ingresó sin entradas por figurar en las
listas de invitados y las entradas que se vendieron en las boleterías el mismo día del recital.
Asimismo, Callejeros brindó a lo largo de su carrera artística una gran cantidad de recitales
en los más variados lugares y llevó a cabo en "República de Cromañón" otros espectáculos,
como ya se indicó antes, con lo cual pudieron observar el local con distintas cantidades de
personas y cómo ello incidía en el aire que se respiraba, en la manera en que la gente podía
moverse, en cómo podían desplazarse para salir cuando finalizaba el show, etc.
El 30 de diciembre, como también se encuentra probado en esta etapa, fue el día que más
gente hubo, con lo cual puede concluirse que se pudieron representar el riesgo que ello
implicaría ante una eventual situación que conllevaría a la necesidad de evacuar el lugar y,
no obstante, nada hicieron para evitarlo.
Sin perjuicio de ello, no se puede afirmar categóricamente que los integrantes del grupo
musical supieran qué cantidad de personas podían entrar en "República Cromañón" de
acuerdo a los términos de la habilitación municipal; razón por la cual si bien sí se puede
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Otro tema a tratar resulta ser aquél relacionado con la existencia de material inflamable en
el local y el conocimiento que tenían de ello los integrantes del grupo.
Este tipo de acontecimientos -que se produzca un incendio durante un recital que provoque
la interrupción momentánea del show e incluso, como ocurrió en uno de los casos, la salida
de la gente al exterior-, son noticias que corren en el ambiente y se comentan de "boca en
boca" no sólo entre los que asiduamente concurren a éste tipo de espectáculos sino también
entre los grupos musicales.
También se ha corroborado a través de los testimonios de los que fueron a los espectáculos
de los días anteriores al suceso, que el mismo Chaban, ante la utilización de pirotecnia por
parte de algunos, advirtió la posibilidad de que se produjera un incendio, comentarios éstos
que, obviamente, fueron escuchados por los integrantes de Callejeros.
Asimismo, una de las personas que tomó conocimiento del incendio del 1° de mayo fue la
agente de prensa del grupo Callejeros, Aldana Aprea, lo que hace suponer que se lo
comunicó a los integrantes del grupo.
En definitiva, todas estas circunstancias, a las que corresponde sumar lo referido por el
mismo cantante del grupo Santos Fontanet en su presentación espontánea de fs.
13.186/13.195 (11.885/9) al señalar que se enteró del incendio ocurrido cuando tocó
"Jóvenes Pordioseros" el 1 de mayo del 2004, permiten asegurar que los integrantes del
grupo sabían de la ocurrencia de incendios anteriores y, por ende, de la existencia en el
lugar de material no ignífugo.
Empero, no puede soslayarse que conocer la existencia de incendios anteriores no puede ser
equiparado en cuanto a la representación y/o conocimiento efectivo de sus causas y
consecuencias a haber vivido y experimentado de manera personal lo que significaron
dichos incendios en cuanto a dimensión, posibilidades de apagarlos, confianza en que no se
expandan o no tengan mayores efectos, conocimiento de la existencia de mecanismos de
seguridad contra incendios en condiciones de ser utilizados si son necesarios; etc.
5) La calificación legal.
temas más problemáticos del derecho penal moderno; y lo es, sobre todo, por la falta de
claridad de las fórmulas que permiten llevarla adelante y por los problemas que acarrea la
utilización de aquéllas en los casos concretos.
Las fórmulas para distinguir si existe dolo eventual o culpa con representación están de por
sí frecuentemente compuestas por términos demasiado abiertos, que a la hora de su
aplicación a un caso concreto permiten al intérprete darles un rendimiento tal que el mismo
caso puede ser visto como cometido con o sin dolo.
Asimismo, la mentada amplitud, lleva más de una vez a una manipulación en función de
objetivos de política criminal o de incorporación de factores que tienen que ver con la
discrecionalidad, o arbitrariedad del juzgador, muchas veces producto de intenciones
vindicativas que dejan de lado un análisis adecuado a las categoría e instituciones
elaboradas por la dogmática penal, en sus diferentes manifestaciones.
que había dolo eventual, sino que era imposible que no lo hubiera .
Esta clase de casos, generalmente son, por ejemplo, del tipo del ladrón que dispara para
generar una vía de huída, o el de quien le clava a otro un cuchillo en el estómago de manera
repentina sin reflexionar sobre el alcance de su conducta.
Sin embargo, a poco que se empiecen a presentar variantes de esos casos, la solución
empieza a ser más discutible, y en esa discusión cobran un papel fundamental no los hechos
en sí, sino el propio contenido de las fórmulas utilizadas para afirmar o negar el dolo, que
obran como tamiz en la interpretación de aquéllos
Piénsese, por ejemplo, en el caso de quien contagia a su pareja el virus HIV y no le avisó
antes que estaba infectado. Si alguna doctrina exige que el autor acepte la producción del
resultado como consecuencia de su actuar, ¿se puede pensar que quien ama a su pareja
acepte realmente las consecuencias de un posible contagio?
Se podrá sostener que no importa que el autor acepte o no el resultado, sino que solamente
interesa que se lo represente como muy posible. Pero entonces, imaginemos que el autor no
le informó de su condición a la pareja porque tenía miedo de ser abandonado: ¿pudo ese
miedo generar algún mecanismo inconsciente que le permita al autor quitar esa
representación de su mente? Y si ello ocurre, ¿tiene alguna relevancia para el análisis del
caso?.
Con situaciones de hecho no tan claras como aquellas sobre las que ha existido el mentado
consenso de doctrina y jurisprudencia, empiezan a abrirse interrogantes que van poniendo
en crisis la distinción que nos ocupa, y a medida que esos interrogantes afloran, las
66
respuestas comienzan a resultar menos aceptables para un interlocutor crítico -y sin ninguna
decisión valorativa del caso tomada de antemano-.
Si a este tipo de casos se le suman las problemáticas propias del delito de omisión, y en
particular, las que derivan de los casos de omisión fundados en una posición de garante por
organización, el problema empieza a ser cada vez más difícil de resolver.
El caso que nos ocupa es sin dudas, aparte de extremadamente complicado desde el punto
de vista de la teoría del delito, emblemático en cuanto a los paradigmas actualmente
vigentes, porque presenta todos los ingredientes que nos alejan de los asuntos sobre los que
recae el consenso referido: se trata de un caso de omisión con posición de garante por
organización; en el que los autores no dominan todos los riesgos que llevan al resultado; en
el que aparecen varias personas interactuando con distintos niveles de responsabilidad; en
el que hay un componente de poena naturalis para el/los autor/es y, otros vinculados a la
competencia de la víctima, porque es importante y significativo recordar en todo momento,
que ninguno de los que pueden ser considerados organizadores del recital fueron los que
encendieron la pirotecnia que originó en forma directa el foco ígneo, sino alguno de los
asistentes, es decir, alguna o algunas de las propias víctimas.
Y además de todo ello, resulta un caso con un contenido emocional casi sin precedentes.
Este panorama, lleva sin dudas a que cualquier decisión que se tome con respecto a la
adopción de una u otra solución, sea cuestionada por las expectativas que se tienen sobre
una retórica que exprese la ira y el resentimiento públicos en la toma de decisiones en
materia penal, que constituyen objetivos desacreditados por la ciencia penal
contemporánea. La función de la justicia penal no es la de expresarse de esa manera a
través de sus fallos, apelando exclusivamente al carácter simbólico del castigo y al
endurecimiento de las condiciones procesales en contra del imputado, sino de otorgarle al
caso en análisis la solución que se considere correcta que, iura novit curia mediante, no
siempre habrá de ser aquella que las partes tienen en expectativa, porque es función de los
jueces interpretar y decir el derecho en forma imparcial.
Por esta razón, lo que sigue será un análisis de los problemas que la subsunción típica de
este caso plantea, y de sus posibles soluciones, todo lo que finalmente será evaluado a la luz
del alcance del recurso de apelación y de la etapa instructoria que, es conveniente
recordarlo, no resuelve en forma definitiva el asunto.
5.b. La postura de la jueza de primera instancia con respecto al imputado Omar Chaban:
dolo eventual de homicidio.
Tal como surge de los elementos de prueba obrantes en esta causa, Omar Chaban, en su
calidad de explotador comercial y responsable de "República Cromañón", organizó el
recital de la banda "Callejeros" del 30 de diciembre de 2004 sabiendo:
- que el local estaba habilitado como de baile clase "C" y no para realizar recitales.
67
- que el lugar en el cual se llevó a cabo estaba habilitado para 1031 personas y que esa
noche ingresaron, en el mejor de los casos, cerca de 3000; al menos 2811, de acuerdo al
informe del representante de SADAIC.
-que más allá de los problemas técnicos para habilitar el predio con la denominada "puerta
alternativa de emergencia", Cromañon se habilitó con esa puerta que, como tal, debía estar
expedita ante la posibilidad de producirse una tragedia; lo que era sabido por Chaban quien
conocía los términos de la "plancheta de habilitación" en la que constaban sus
características y, particularmente, sus funciones.
-que el día de los hechos, la puerta estaba cerrada con alambres, un candado y un pasador
que desnaturalizaron totalmente su función e impidieron que fuera abierta por el público,
conforme su finalidad.
-que en caso de emergencia el público acudiría directamente a ella para tratar de salir, ya
que poseía un cartel luminoso en perfecto funcionamiento que la indicaba como salida, y
que nada se hizo para desactivar esa indicación pese a haberse anulado la puerta ya hacía
mucho tiempo.
-que tenía la obligación de supervisar que se mantuvieran sin trabas tanto las puertas que
comunicaban el salón con el hall, como las que comunicaban el hall con la calle; y pese a
ello, había pasadores en cuatro de los seis pares de las primeras, y los portones que
comunicaban la calle con el hall estaban cerrados para impedir el ingreso de la gente que
quería entrar y no podía hacerlo porque se había colmado la capacidad física del lugar.
-que había una relación directa entre cantidad de gente y salidas disponibles a los efectos
de evitar las consecuencias de un posible incendio a causa del uso de pirotecnia, relación
ésta que surge de los mismos planos de habilitación de cualquier local bailable Clase "C",
por lo que, multiplicar casi por tres las personas que entraron, y, a su vez, reducir casi en un
tercio los metros de salida que debía haber ya para un tercio de esas personas (1031),
potenciaba enormemente los riesgos de que el público no pudiera salir en caso de siniestro.
-que esa pirotecnia era encendida por el público -porque en eso radicaba el "show de
bengalas" que acompaña a la banda "Callejeros" y a cualquier otra de rock-, y por sus
características, era muy probable que llegara al techo, sobre todo, en los lugares donde éste
era más bajo.
-que a la falta de altura del techo para no ser alcanzado por la pirotecnia, se le sumó la
presencia decorativa de una tela conocida como "media sombra" que facilitaba, aún más, el
posible contacto de aquélla con el material inflamable.
68
-que a causa del uso de pirotecnia se habían producido con anterioridad, al menos, dos
incendios los días 1° de mayo y 25 de diciembre de 2004 (este día se produjeron focos
ígneos en dos momentos distintos).
-que los incendios mencionados se produjeron habiendo mucha menos gente en el lugar
que la existente el día de los hechos, y que es previsible que a mayor cantidad de gente
hubiera más posibilidades de incendio. Del mismo modo, a menor cantidad de personas
menor es la dificultad para apagar posibles incendios y mayor la de evitar consecuencias ya
que la poca cantidad de gente de esos días facilitó considerablemente la evacuación del
público y el acceso a los medios para apagar el fuego.
-que los matafuegos no funcionaban, y que por esa razón el incendio del 25 de diciembre
debió ser apagado con vasos de agua y con el auxilio del público presente.
Ahora bien, conforme se desprende del auto de procesamiento de Omar Emir Chaban,
obrante a fojas 6329/7158, el nombrado fue considerado autor del delito de homicidio,
tipificado por el artículo 79 del Código Penal. Esta figura, presupone la existencia de dolo,
extremo que para los jueces Crotto y Lucini concurre en el caso en la modalidad de dolo
eventual.
Sostuvo la jueza que: "en el dolo eventual el autor se representa el resultado y lo acepta,
mientras que en la culpa con representación lo rechaza, confiando en que se podrá evitar.
Ahora bien, nada permite sostener que O. E. Chaban ‘confiaba’ en que ante la ocurrencia de
un incendio podría controlarlo y no sucedería lo que aconteció la noche del 30 de
diciembre, aún cuando los días 1 de mayo y 25 de diciembre de 2004 pudo hacerlo [pero es
importante destacar que esos focos ígneos fueron sofocados de forma más que precaria,
pues -por ejemplo- se efectuó con vasos de cerveza]"
Por su parte, a la hora de referirse a los elementos de prueba que respaldan su conclusión,
dijo que: "en este caso, sin hesitación, la acreditación de este extremo no ofrece mayores
inconvenientes en tanto O. E. Chaban hizo públicos sus pensamientos en varios eventos
acontecidos en el comercio que regenteaba. (...) Con ello si sus palabras fueron ‘nos vamos
a morir todos’ (sic), allí mismo queda en evidencia su dolo -eventual- pues demuestra que
en el mismo momento de la acción, el autor juzgó que la realización del tipo del art. 79 CP
(homicidio, dar muerte) no era improbable como consecuencia de las condiciones del lugar
que el acusado había impuesto, ante un siniestro".
69
De esta manera, habría dolo eventual de homicidio, según la a quo, porque el imputado se
representó como probable la realización del tipo penal -contó con ella-; pese a esa
representación no adoptó ninguna medida para neutralizar el riesgo creado; y no había
razones serias para que confiara en la no producción del siniestro.
Esta concepción del dolo eventual es la que fuera sostenida, palabras más o menos, entre
otros, por el autor alemán Hans Welzel, para quien, cuando de acuerdo a la representación
del autor, una consecuencia concomitante está unida sólo de manera posible al fin o a los
medios, habrá que distinguir si aquél cuenta con que se produzca o si, por el contrario,
confía en que no acontezca. Si el autor cuenta con que las consecuencias se produzcan,
tiene que haberlas querido realizar eventualmente al emprender la acción, caso en el cual
habrá dolo eventual. Si, por el contrario, el autor confía en que esos resultados posibles no
se produzcan, no los querrá realizar, motivo por el cual, solamente cabría plantearse el
problema de la culpa, al igual que en los casos en los que el autor directamente no ha
pensado en los resultados .
Para Welzel, que en esto sigue a H. Mayer, el ‘contar con’ se inicia cuando el autor otorga a
la realización del resultado más que una simple posibilidad y menos que una probabilidad
absoluta. Dice Welzel que: "aquel que cuenta con que el resultado concomitante se
produzca, bien puede ‘esperar’ pero no ‘confiar’ en que no se produzca. A contrario sensu,
la precaria confianza en que el resultado concomitante no se realice significa por lo general
que el autor cuenta con que se realice" .
Finalmente, el autor agrega algunas definiciones que permiten contar con más elementos
para hacer la distinción entre el actuar doloso y el imprudente: "si el autor considera que la
(posible) producción del resultado concomitante depende de su propio modo de proceder,
no estamos en presencia de voluntad de realización (dolo) en cuanto al resultado
concomitante, cuando el autor actúa en la confianza de que podrá evitar el resultado
concomitante gracias a su destreza, su presencia de ánimo, su cuidado o prudencia, en
resumen, en razón del rumbo concreto que imprima a su actuar. En cambio, actúa con
(eventual) voluntad de realización (dolo) si no se atribuye (esto es, a su poder) chance
‘efectiva’ alguna de evitar el resultado sino que lo deja al azar" .
Para Jescheck "[d]olo eventual significa que el autor considera seriamente como posible la
realización del tipo legal y se conforma con ella (...) Pertenecen al dolo eventual, de un
lado, la consciencia de la existencia del peligro concreto de que se realice el tipo, y de otro,
la consideración seria de este peligro por parte del autor. Considerar en serio el peligro
quiere decir que el autor calcula como relativamente alto el riesgo de la realización del tipo
(...) A la representación de la seriedad del peligro debe añadirse, además, que el autor se
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conforme con la realización del tipo. Se entiende por ello que se decida, para el logro de la
meta de la acción que se propuso, por asumir la realización del tipo y soportar el estado de
incertidumbre existente en el momento de la acción" .
Entre los autores argentinos, Zaffaroni adhiere a esta fórmula cuando sostiene que: "habrá
dolo eventual cuando, según el plan concreto del agente, la realización de un tipo es
reconocida como posible, sin que esa conclusión sea tomada como referencia para la
renuncia al proyecto de acción, dejando a salvo, claro está, que esa posibilidad se
corresponda con los datos de la realidad. Se trata de una resolución en la que se acepta
seriamente la posibilidad de producción del resultado" .
Según surge del sumario, Chaban explotaba "Cromañon" desde comienzos del año 2004, y
ya en mayo se produjo un incendio. Luego, en diciembre, el día 25 se produjeron dos
incendios. Es indiscutible que el hecho de que en tan poco tiempo el local haya estado
expuesto a este tipo de siniestro en dos recitales, y, en uno de ellos dos veces, hizo que el
imputado se representara, cuanto menos, que el riesgo de incendios en el lugar era muy
superior al normal. En el esquema de Welzel, la representación de esta probabilidad es
equiparable a decir que el autor ‘cuenta con que el resultado se produzca’ y, aquel que
cuenta con ello, puede esperar o desear que el resultado no ocurra, pero de ninguna manera
puede confiar.
Para la jueza esa confianza no puede darla el hecho de que los incendios anteriores se hayan
apagado, y uno de ellos, con vasos de agua y cerveza. Una confianza de este tipo sería
sumamente precaria, y no se trataría de la confianza requerida para descartar el dolo
eventual.
Como vimos, Welzel sostiene que no puede hablarse de la existencia de una confianza en
evitar cuando el autor deja el resultado librado al azar y no tiene una chance efectiva para
evitar lo que él mismo no pueda dominar.
Entonces, en el esquema de la jueza, Chaban no hizo nada para neutralizar el riesgo creado
para los bienes y las personas con la organización del recital en las condiciones en que
estaba el local el 30 de diciembre de 2004, y no pudo por ello confiar en que no se
produjeran resultados perjudiciales.
Hasta aquí las razones que llevaron a la jueza a sostener la calificación de homicidio
doloso.
71
Sin embargo, a poco que se avance en el análisis de las fórmulas que hemos visto,
rápidamente se podrá observar que las afirmaciones efectuadas hasta ahora, que de manera
inequívoca permiten a la a quo imputar el hecho como cometido con dolo eventual, pueden
al menos ser puestas en duda desde distintos aspectos.
El primer motivo por el cual se puede cuestionar la solución dada al caso por la jueza es
que ésta en su razonamiento trató de igual manera la representación de Chaban sobre el
incendio y sus posibles consecuencias y la representación del nombrado sobre el resultado
de muerte de los asistentes, porque no se hace cargo de la distinción entre el dolo de peligro
-que recaería sobre el incendio- y el dolo de lesión -referido al resultado de muerte-, que no
son lo mismo.
El art. 186 inc 1º reprime la conducta de quien "causare incendio (...) si hubiere peligro
común para los bienes", previendo una pena que va de 3 a 10 años de reclusión o prisión.
Por su parte, en el inciso 4º se agrava la pena en su máximo a 15 años, en caso de que el
peligro fuera de muerte para alguna persona, y en el inciso 5º "si el hecho fuere causa
inmediata de la muerte de alguna persona", las escalas son de 8 a 20 años de reclusión o
prisión.
Al respecto, señala Creus que "el incendio sólo se pune como delito contra la seguridad
común, si es un medio empleado o que haya repercutido en la creación de un peligro
común." . En este sentido, explica que el incendio típico es aquel que por sí mismo puede
expandirse de manera incontrolable, aún cuando pueda ser detenido por la intervención de
terceras personas o por causas de la naturaleza. No obstante, aclara que "[n]o basta (...)
cualquier expandibilidad del fuego, sino la que se traduce en la posibilidad de su extensión
a bienes distintos de aquel en el que se originara y que sean indeterminados, tenga esa
posibilidad origen en la propia entidad o calidad del fuego, ya lo tenga en las particulares
circunstancias o condiciones del bien amenazado." .
Por su parte, los ensayos realizados por el INTI con relación a la propagación superficial de
llamas en la guata y la espuma de poliuretano concluyeron que el primero de estos podía ser
considerado como material combustible de muy baja propagación de llama y, el segundo,
de baja propagación.
De los croquis realizados por esa dependencia para observar el modo en el que se propagó
el fuego y el humo, se puede advertir que la expansión del foco ígneo se limitó a un área
determinada del local (fs. 159/61 del Legajo de la Superintendencia de Bomberos). Tal
delimitación obedecería a la existencia perimetral de pequeñas paredes similares a vigas no
recubiertas con materiales combustibles que impidieron la continuidad del proceso con el
sector en el cual se encontraba la media sombra.
Los resultados arrojados por los peritajes mencionados permitirían concluir que se trató de
un incendio, en el sentido jurídico penal del término, capaz de producir un peligro común.
Ahora bien, como se expuso anteriormente, el art. 186 del C.P. contiene tanto figuras
básicas como las agravadas que se exponen a continuación.
En el inciso 4 del art. 186 se trata un supuesto específico de peligro con relación al del
inciso 1. Soler sostiene que en este caso se requiere "un peligro real y corrido y no
solamente posible." , es decir, un peligro concreto.
En el caso del inciso 5, por su parte, se requiere que el peligro creado por el incendio se
haya concretado en el resultado de muerte. En este caso, el resultado debe ser una
consecuencia directa del riesgo creado por el incendio. En este sentido, se explica que
"[e]ntre el hecho punible y el resultado debe haber existido una relación causal directa, sin
interferencias de factores extraños, por ejemplo, la acción de la propia víctima o de un
73
tercero, que interrumpen el nexo causal. La muerte, en la medida que sea el efecto directo
del incendio, puede provenir del hecho mismo o de alguna consecuencia del desastre, por
ejemplo, de un derrumbe, de un caso de asfixia por el humo, etcétera." .
Como ya se dijo, si se repara en los incisos 4 y 5 del art. 186, se verá que se tratan de
figuras agravadas, en el primer caso, por la producción de un riesgo particular y, en el
segundo, por la producción de un resultado determinado. Se trata, en ambos casos, de
delitos preterintencionales.
Por su parte, a fin de determinar cuándo el resultado es la realización del riesgo típico,
Jakobs sostiene que deberá tenerse en cuenta para ello, si el resultado es una consecuencia
directa o una consecuencia característica del riesgo básico .
En ese sentido, explica que, por lo general, en los supuestos de delitos agravados por el
resultado se trata de casos en los que "el autor se entromete en los bienes de la víctima de la
consecuencia cualificante ya mediante el delito base (...), errando sobre la medida de la
lesión que el riesgo que ha conocido le ocasiona. (...) El fundamento de la agravación reside
en la circunstancia de que el riesgo a partir del cual se concreta el delito base a menudo no
es cuantitativamente controlable, es decir, se trata de un peligro significativo." .
De las autopsias realizadas a las víctimas fatales se desprende que las muertes, en la
mayoría de los casos se produjeron por "asfixia por inhalación. Intoxicación con monóxido
de carbono", ninguna referencia específica se hace al cianuro de hidrógeno.
Esta conclusión, a su vez, se ve reforzada por el resultado de los peritajes realizados por el
INTI en relación a los gases desprendidos por la combustión. En efecto, del informe de ese
organismo surge que una concentración superior a 4000 ppm en el aire, resulta fatal en una
exposición de menos de una hora. Por los estudios realizados, se determinó que en el local -
con un quinto de su volumen ocupado-, se generó una concentración de monóxido de
carbono de 4350 ppm.
monóxido de carbono en el local el día del hecho investigado se realizó sin tener en cuenta
el monóxido de carbono aportado por el incendio de la guata y de la media sombra.
Así las cosas, conviene recordar las herramientas teóricas que brinda la teoría de la
imputación objetiva en lo relativo a la realización del riesgo en el resultado. Un supuesto en
el que se excluye la imputación objetiva del resultado es aquel en el que el resultado no se
presenta como la realización del riesgo creado por el autor sino que sólo se vincula a él de
manera casual.
Para ilustrar este caso, Roxin trae el ejemplo de la persona que recibe un disparo pero no
muere como consecuencia de él sino de un accidente sufrido por la ambulancia que lo
trasladaba al hospital. En este supuesto, la producción del resultado sólo se vincula con el
riesgo creado por el autor del disparo de manera casual y, por tanto, no le puede ser
imputado. Distinto sería el caso de que la víctima muriera por una infección producto del
disparo, ya no importa que esa infección se produzca por una bacteria más o menos
conocida concretamente por el autor, siendo el déficit de conocimiento irrelevanet. El
riesgo de muerte por una infección, en este caso, se presenta como un peligro
completamente adecuado al peligro creado por el autor .
El art. 189 del C.P. reprime la conducta del que "por imprudencia o negligencia, por
impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los reglamentos u ordenanzas,
causare un incendio" y agrava la pena en el caso de que "el hecho u omisión culpable
pusiere en peligro de muerte a alguna persona o causare la muerte de alguna persona".
Así las cosas, de lo expuesto con respecto al funcionamiento de las figuras descriptas por el
artículo 186 del Código Penal, puede sostenerse que se trata de tipos de peligro (concreto) y
no de lesión, y cuando se produce un resultado, éste agrava la figura básica.
75
A su vez, en cuando al aspecto subjetivo de los tipos, la doctrina exige dolo en cuanto a la
producción del peligro, y no así con respecto al resultado que, en caso de producirse, puede
ser imputado solamente a título de imprudencia; circunstancia ésta que lo diferencia del
tipo penal escogido por la a quo, que considera que tanto el peligro como el resultado
concurrirían en el caso de manera dolosa.
Sentado ello, puede sostenerse, en principio, que en lo que respecta al tipo objetivo del
delito tipificado por el artículo 79 del Código Penal y el del artículo 186 inc. 5 de ese
cuerpo legal serían prácticamente idénticos, ya que describirían la conducta de quien
produjera la muerte de una persona, siendo el último más específico en cuanto al medio,
que debe ser uno que genere un peligro común para los bienes y las personas.
Tal como se expuso al comienzo, Chaban, dada su posición de garante, habría creado un
peligro para las personas que la noche del 30 de diciembre concurrieron al recital de la
banda "Callejeros" y, a consecuencia de ese peligro, se habría producido la muerte de 193
personas, por lo que sería aplicable hasta aquí tanto la figura de homicidio como la de
estrago (incendio) con peligro para las personas agravado por el resultado de muerte.
Para determinar qué tipo penal debe aplicarse al caso, queda por analizar entonces, en
primer término, si el delito de peligro fue llevado a cabo de manera intencional o
imprudente. Si se llega a la conclusión de que fue llevado a cabo de manera imprudente, no
se aplicará ya ni el artículo 79 ni el 186, sino el artículo 189 del Código Penal. En cambio,
si se sostiene que el incendio fue llevado a cabo de manera dolosa, habrá que verificar si
ello se extiende al resultado de muerte, supuesto afirmado por la jueza, o si corresponde
que se realice alguna diferenciación en la forma de representación que el autor tuvo del
incendio y la que tuvo con respecto al resultado de muerte fruto de aquél.
Ya vimos cómo a partir del uso de la fórmula "de la restricción por la confianza" la jueza de
primera instancia arribó a la, para ella, inequívoca conclusión de que el resultado de muerte
es doloso: el autor se representó como probable la producción del resultado (de muerte) y
pese a ello actuó; además no existió ningún motivo razonable para creer que el imputado
tenía alguna razón para confiar en que el resultado de muerte no se produjera, único
supuesto que excluiría el dolo eventual.
Sin embargo, como ya se dijo, la amplitud de cada uno de los términos que componen la
fórmula utilizada por la jueza debería llevar a cualquier intérprete crítico -y más allá de la
conclusión a la que finalmente se arribe con respecto a la existencia o no de dolo eventual-,
a buscar respuestas a algunos interrogantes que aparecen como determinantes para resolver
el caso tomando en cuenta todas sus variables.
condiciones a las del 30 de diciembre, pudieron hacer desaparecer de su mente una seria
representación de la posibilidad de que el peligro se produzca efectivamente -y ello,
incluso, más allá de sus propios dichos-; c) la incidencia en el caso del contenido de poena
naturalis para el autor; d) la circunstancia de que se encontraba dentro del local cuando
ocurrieron los hechos, que ubica el caso en un supuesto de tentativa de suicidio, a estar a la
forma en que la imputación global se traslada a su persona; y e) los componentes de
competencia de la víctima que este caso plantea.
Con respecto a los mecanismos inconscientes que puede generar una persona para excluir
de su mente la representación de las consecuencias de su actuar, Roxin sostiene que este
tipo de autores obra imprudentemente, con culpa con representación, y no con dolo
eventual, porque le falta una decisión a favor de la posible lesión de bienes jurídicos .
También Jakobs sostiene algo similar cuando dice que debe haber un juicio serio de que la
realización del tipo no es improbable y que este juicio puede directamente faltar, o puede
reprimirse un juicio ya surgido, a causa de la propia actitud del autor, caso en el cual,
faltaría el dolo eventual .
Es dable agregar que para este último autor la imprudencia se caracteriza porque en ella no
está dilucidada la verdadera aceptabilidad de las consecuencias al momento del hecho, a
diferencia del dolo eventual, en el que si el autor no aceptara las consecuencias no obraría.
En la imprudencia el autor soporta un riesgo natural que no es común en el dolo: el riesgo
de que incluso él pueda resultar dañado, u otra persona cuyo daño el autor padecería como
propio; la imprudencia se caracteriza, por el peligro de una poena naturalis .
Chaban no organizó los recitales desde lejos; él mismo estuvo allí al momento de su
realización y corrió los mismos riesgos que las otras personas presentes; pero además, con
su actuar corrieron riesgos sus bienes y sus allegados: un análisis de los daños que el hecho
produjo y pudo haber producido al propio imputado, no permitiría descartar, al menos no
liminarmente, que Chaban, de habérselas representado, haya generado alguno de esos
mecanismos inconscientes a los que se refieren Jakobs y Roxin que importarían la
exclusión de una verdadera decisión a favor de la lesión del bien jurídico.
La cultura del rock ya hace tiempo, importó del futbol, como forma de celebración, el uso
de pirotecnia. Que luego del 30 de diciembre de 2004 todo el ambiente se encuentre
conmovido por lo ocurrido, no puede hacer olvidar que esa práctica, por acción u omisión,
fue alentada o consentida por la casi totalidad de los que forman parte de ese medio. Tanto
actores como espectadores de esa manifestación trascendente de la cultura nacional que es
el "rock argentino" convivieron gustosos y vieron con simpatía el uso de pirotecnia, como
una nota de color, dentro de ese folklore. Luego de lo ocurrido, todos realizan un mea culpa
77
por no haber previsto las consecuencias que se podían producir y se podrían haber evitado,
sumado a las condiciones de precariedad y falta de profesionalismo con las que muchas
bandas actuaron, incentivando actitudes irresponsables de cierta parte del público, a punto
de generar hasta competencias y rivalidades acerca de quiénes eran los que mayor cantidad
de pirotecnia usaban en cada espectáculo.
Finalmente, corresponde señalar que Chaban no les pidió que se abstuvieran de encender
pirotecnia a inimputables que no entendían lo que hacían, se lo pidió, en líneas generales, a
personas que, aunque en muchos casos eran menores, eran conscientes, o debían ser
conscientes, del peligro que corrían y hacían correr a quienes las rodeaban con el uso de
pirotecnia, máxime, tratándose de un lugar cerrado.
Siendo ello así, podría sostenerse que, una vez ingresada pirotecnia al lugar del hecho, y
verificado su uso por parte de Chaban, parece razonable llamar al público a reflexionar
sobre el riesgo que puede significar para sus propias vidas el uso de ese material en un
contexto como el que existía al momento de la tragedia. En ese sentido, esos dichos que
para la jueza son una muestra inequívoca de la representación del resultado, y los valora en
su contra, pueden ser tomados como un intento de evitar el uso de pirotecnia por parte de
aquellos que tenían en sus manos la posibilidad de crear el más relevante de los riesgos.
Debemos insistir con esta cuestión: no fueron, hasta donde hay constancias en el
expediente, ninguno de los organizadores los que arrojaron la pirotecnia que dio origen a la
tragedia; fueron integrantes del público.
En ese marco, es ilógico ignorar que el llamado a la reflexión puede ser visto como un
medio idóneo para neutralizar el riesgo de que se trata; máxime cuando no había razones
para pensar que quienes estaban disfrutando de un espectáculo tuvieran intención de
exponer sus vidas de la manera en que lo vaticinaba en sus dichos Chaban.
También otros elementos pueden hacer pensar en este contexto en que no hubo una
verdadera aceptación de las consecuencias de lesión por parte del autor. Cabe preguntarse
aquí por la relevancia que en su representación tuvieron los dos incendios anteriores
producidos el 1° de mayo y el 25 de diciembre.
Para la jueza, el hecho de que una vez producidos los incendios se hayan apagado no puede
generar en el imputado una confianza en que el resultado típico (de homicidio doloso) no se
78
produzca, porque la forma precaria con que se apagaron impediría tener este tipo de
expectativas.
Ahora bien, podría ser cierto lo sostenido por la jueza en cuanto a que esa forma precaria e
improvisada no podría implicar, en principio, una confianza seria en evitar el resultado; o,
al menos, no la podría generar en un tercer observador objetivo.
Sin embargo, se puede sostener que el haber apagado dos incendios anteriores echando al
fuego agua con una manguera contra incendios o echándole vasos de cerveza con agua,
pudo haberle generado al imputado un mecanismo psíquico que le permitía creer que si
bien era cierto el riesgo de incendio, éste podría neutralizarse siempre de alguna forma,
incluso con vasos de cerveza llenos de agua.
Ya se verá más adelante la forma en que estos factores inciden sobre el análisis del caso
que efectuará este tribunal, mas no puede avanzarse en dicho análisis, sin hacer referencia a
otras teorías diferenciadoras entre dolo e imprudencia, surgidas a raíz de las críticas que
merece la teoría de la restricción por la confianza y que también aportan criterios para
abordar el caso.
Al respecto sostiene Sancinetti que la fórmula es bien insegura, porque ocurre que la
presencia de dolo parece definida por la teoría de la representación, o bien por la
representación de cierta probabilidad de que se produzca el resultado. Pero la exclusión de
dolo, es decir, la contrapartida de su existencia, queda decidida por la confianza interior del
autor, en un desenlace favorable. Es decir, que el elemento positivo del dolo parece residir
en la presencia de la representación de una posibilidad no remota (‘contar con’,
probabilidad), pero el elemento negativo, es decir, su exclusión, puede originarse no sólo en
un error, sino también en una ‘confianza’, por más emocional que ésta sea .
En su obra más reciente, este autor manifiesta también como crítica a las teorías que
diferencian el aspecto cognitivo y volitivo del dolo, entre las que están la teoría de la
restricción por la confianza, que: "se dice que el autor puede conocer una posibilidad de
realizar el tipo, pero confiar en que el resultado no se produzca por alguna razón, siendo
que, entonces, le faltaría al dolo su elemento ‘volitivo’. Sin embargo, esto implica darle al
dolo el contenido propio de un derecho penal de ánimo. Lo determinante, antes bien, es
fijar cuál es el riesgo característico del tipo objetivo de un delito doloso; si el autor sabe que
existe la posibilidad de que se produzca el resultado típico, en el contexto de un riesgo
característico, no puede desgravarse invocando que ‘confió en que el resultado no se
produciría’" .
Sin embargo, tal como se adelantó en la introducción a este punto, la crisis de la distinción
entre dolo e imprudencia no pasa solamente por las dificultades teóricas que las fórmulas
pueden generar, sino también por el uso que de estas fórmulas se hace en la práctica que,
además de resultar a veces arbitrario, pone de relieve lo obsoleto de su contenido para
responder a nuevas fenomenologías de riesgo bien distintas a los casos típicos usados en el
ámbito académico para diferenciar la comisión dolosa de la imprudente.
79
Así las cosas, verificadas que fueran las dificultades generadas por esta fórmula para
diferenciar claramente el dolo eventual de la culpa consciente, en la actualidad hay un
intento de acudir a otras nuevas basadas no tanto en la evaluación del aspecto subjetivo de
la conducta, sino en las propias características objetivas de ésta.
Al respecto sostiene Sancinetti, como exponente en nuestro país de esta tendencia, que: "la
explicación divergente del dolo, es decir, contrapuesta a esa [restricción por la confianza],
se ciñe a su elemento ‘cognitivo’; ella presupone que el tipo objetivo del delito doloso y el
tipo objetivo del delito imprudente básicamente se distinguen en grado de concreción del
riesgo ex ante. Y así, si se trata de un peligro concreto, hay dolo ya en la medida en que el
autor se representa el riesgo típico (p. ej., si dispara hacia un animal percibiendo que podría
también matar a una persona que se halla cerca); mientras que, a la inversa, si el riesgo es
abstracto, no puede haber dolo ya por el marco indeterminado de ese riesgo. Hacer
depender la imputación por dolo de ‘actitudes subjetivas extras´, es decir, que vayan más
allá del conocimiento del riesgo característico, conduce a la posibilidad de que dos autores
que ‘hicieran lo mismo’ y que ‘fuesen conscientes de crear el mismo riesgo’... obrará uno
sin dolo y otro con él según un componente del ánimo: el ‘confiar en’" .
Sin dudas, será un problema de tan difícil resolución como los que presentaban las tesis
basadas en el aspecto volitivo, el diferenciar cuándo objetivamente se está ante un peligro
concreto para el bien jurídico.
Se entiende por "peligro concreto", según Jescheck a: "un anormal estado antijurídico en el
que, para un juicio conforme a la experiencia, ‘la producción de daño aparece como
probable según las concretas circunstancias existentes, y la posibilidad del mismo resulta
obvia´" .
80
Por su parte, Mir Puig dice que para el delito de peligro concreto, la ley requiere "una
efectiva situación de peligro (resultado de peligro), mientras que en los delitos de peligro
abstracto no es preciso que en el caso concreto la acción cree un peligro efectivo: solo
serían delitos de peligro en el sentido de que la razón de su castigo es que normalmente
suponen un peligro". Luego el autor efectúa una aclaración que resulta de utilidad para el
caso: "por mucha peligrosidad ex ante que tenga la conducción en estas circunstancias
[conducción bajo los efectos de bebidas alcohólicas, con alto nivel de alcohol en sangre, y
un exceso desproporcionado de velocidad], si no ha habido ninguna persona que haya
estado próxima a la lesión o muerte, no existe un delito de peligro concreto, sino de un
peligro abstracto más elevado" .
Teresa Rodríguez Montañés sostiene, tras hacer una evaluación crítica de las distintas
posturas que permiten diferenciar un peligro concreto de uno abstracto, que: "...el elemento
esencial del peligro es que el bien jurídico se encuentra en una situación en la que su lesión
no puede ser evitada con seguridad a través de los medios normales, en la que se deja la
existencia del bien jurídico a merced de un curso causal que el sujeto ya no puede controlar.
Los conceptos claves son (...) el no dominio de la situación por el autor y la ‘casualidad’
como factor decisivo: el bien jurídico es puesto en una situación de crisis, perturbado en su
seguridad, dejando su integridad en manos del azar"
Empero, para algunos autores no alcanzaría con dejar librada al azar la suerte del bien
jurídico, porque ello hablaría de una falta de dominio de la situación de peligro por parte
del autor, que impediría la imputación de las consecuencias a título doloso.
Ahora bien, es cierto que no es lo mismo decir que el autor sabía efectivamente que tal
persona, en tal momento, iría a prender una bengala del tipo de las que podían pegar en el
techo y causar un incendio, que decir que el autor sabía que durante el transcurso del recital
del día 30 de diciembre alguna persona podría prender una bengala del tipo mencionado, o
que fuera él mismo el que prendiera la bengala. Ahora ¿cuál es el efecto de que al autor le
falte la concreción o el dominio personal de esos detalles?.
81
Un caso de peligro claramente determinado es, por ejemplo, aquél de la persona que le
clava un cuchillo en el abdomen a otra sin reflexionar mucho sobre las consecuencias de su
acción. Aquí no habría nada más que aclarar, tenemos el medio, la forma y el objeto de
agresión totalmente definidos.
Por el contrario, uno en el que no habría ningún tipo de determinación que permita imputar
un resultado como derivado de un riesgo concreto, y por tanto, a título de dolo es, por
ejemplo, el de la ambulancia que debe ir a excesiva velocidad para salvar a alguien que
había sido previamente herido por un tercero mediante un disparo de arma de fuego; la
ambulancia sufre un accidente y la víctima muere. El accidente solamente interrumpiría la
imputación objetiva del resultado de muerte por disparo de arma de fuego, pero no la de las
consecuencias derivadas de una conducción temeraria para llegar a tiempo al hospital, que
sí serían imputables al autor del disparo como resultado previsible de su actuar. Sin
embargo, esa imputación sería solamente a título de culpa, y no de dolo, porque, tal como
lo sostiene Sancinetti: "esto sería imposible, aun cuando el autor deseara el curso
aventurado de una muerte posterior ‘por accidente automovilístico’, porque -de nuevo- la
concreción de ese riesgo ulterior no es ‘dominable’ para el autor, no puede ‘ser perseguida
objetivamente’" .
Hasta aquí los extremos: en el primer caso el autor domina todo y en el segundo no domina
absolutamente nada -no se sabe a qué velocidad manejará exactamente el conductor; si
violará algún semáforo en rojo; si tomará calles muy transitadas o pasará por delante de una
escuela a la hora de salida de los alumnos, etc.-.
Sin embargo, hay muchos casos que están en medio de estos dos extremos. Tal es, por
ejemplo, el famoso caso "Contengan", en el que se suministró esa droga o talidomida a
mujeres embarazadas, que habría generado graves deformaciones congénitas en los niños
después nacidos de esas madres, algunos de los cuales, además, habrían muerto por esa
causa. Supongamos que no estuviera en discusión la calidad de persona del niño por nacer,
o que hubiera un tipo penal que describiera específicamente la producción de lesiones al no
nacido, supóngase también -como lo hace Sancinetti- que no se pudiera tener por segura la
relación causal entre el suministro de la droga y el resultado, pero que sí estuviera clara la
plena consciencia de los responsables del laboratorio de la posibilidad del riesgo por el
aumento estadístico considerable de lesiones de esa clase desde que apareció la droga.
Dice el mencionado autor: "acreditado el dolo ¿qué sentido tendría supeditar la punición a
la demostración causal ‘real’ entre el empleo de la droga y las lesiones ... Parece claro que
la ley penal podría prohibir también la realización de un hecho que quizás se pudiera
revelar después como inofensivo. Es lo que sucede en las aplicaciones experimentales de
drogas en grandes laboratorios. Si la duda de la posibilidad de los perjuicios es fundada,
esto es suficiente para el dolo eventual; y, por más que la imputación objetiva no pudiera
ser acreditada, habría ya, al menos, tentativa inidónea de lesiones" .
En este caso, los dueños del laboratorio que pusieron a la venta la droga peligrosa
permitieron que mujeres embarazadas la consumieran por prescripción de sus médicos.
Indudablemente, muchos detalles escapaban a los primeros: ante qué casos iba a ser
medicada la droga, si las mujeres que las consumirían tenían alguna particularidad que las
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hacía más proclives que otras a sus efectos, en qué momento del día la mujer iba a
consumirla, cuál era el alcance concreto de esos efectos, etc.
Empero, pese a todo ello, es el propio Sancinetti quien no solamente no pone en crisis la
imputación dolosa si el autor tuvo consciencia del riesgo que para la salud del niño por
nacer tenía el consumo de aquélla, sino que tampoco la pondría en crisis en caso de no estar
acreditada la existencia de un nexo causal entre la muerte del niño y el consumo de la
droga, si el autor se representa el riesgo estadístico y no concreto que genera para el bien
jurídico; o si se descartara ese nexo causal, porque ante la representación de un riesgo
estadístico, no importaría que finalmente la acción haya sido ‘inofensiva’.
Evidentemente, y más allá de que se esté o no de acuerdo con las soluciones dadas a los
casos que vimos tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, esas soluciones denotan
que el riesgo puede seguir siendo concreto pese a que algunos detalles no puedan conocerse
desde un comienzo o pese a que la efectiva puesta en peligro del bien dependa de un
tercero. En ellos, sólo importaría que el resultado se haya producido a modo de desenlace
normal o previsible de los sucesos conocidos por el autor.
Así, en el caso de la droga, si se pone a la venta y tiene por objeto su consumo por parte de
mujeres embarazadas, ninguna sorpresa causa que éstas la consuman, y por tanto, pese a
que la acción final con la que se va a generar el peligro efectivo para el niño por nacer
quede en manos de otro, ello no quitará la responsabilidad de quien puso las condiciones
necesarias para que el resultado se produzca.
En el caso de Chaban y los organizadores del recital del 30 de diciembre, si todos saben
que, pese a los esfuerzos para evitar el ingreso de pirotecnia, es imposible que ella no sea
ingresada -y solo podría, en el mejor de los casos, disminuirse la cantidad que ingresa-, y a
su vez, saben que esa pirotecnia necesariamente será encendida porque esa es la esencia del
"show de bengalas" que acompañó siempre a la banda "Callejeros", bien podría decirse que
nada pondría o quitaría al caso el desconocimiento de los "detalles" mencionados al
comienzo de este análisis: alguno de los integrantes del público que entró con bengalas,
durante el transcurso del recital, y muy probablemente, cuando la banda comenzase a tocar,
prendería alguna de ellas.
Sentado lo expuesto, queda por analizar solamente la posibilidad de que el autor haya
errado sobre la valoración de los riesgos, considerando remoto un riesgo que es concreto .
Este error bien podría producirse por los mecanismos inconscientes a los que nos referimos
anteriormente, en los que el autor quita de su mente las posibles consecuencias dañosas de
su actuar.
Ahora bien, de poder afirmarse la presencia de este tipo de error, su aceptación como
circunstancia para desgravar al imputado, ya dependerá de decisiones que tienen que ver
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con la aceptación de un error de esa naturaleza a los efectos de excluir sin más el dolo por
defecto de conocimiento, o de la evaluación por parte del juzgador en el caso concreto de la
posibilidad que el autor tenía de evitarlo. Este no es otro que el tan discutido problema de
los efectos de la "ceguera ante los hechos", y de la aceptación, como propone Jakobs, de la
traslación de las reglas flexibles del error de prohibición al error de tipo .
Una vez expuesto en líneas generales el panorama teórico, corresponde expedirse respecto
a la existencia o no de dolo de peligro en este caso concreto.
Tal como se dejara sentado desde un comienzo, el imputado Omar Chaban se representó
cada uno de los factores que componían el síndrome de riesgo: sabía que el lugar estaba
excedido en la cantidad de gente que podía entrar; sabía que las salidas de emergencia no
eran suficientes para esa gente; sabía que se podían prender bengalas; sabía que podían dar
en el techo que estaba recubierto con material inflamable; etc.
Ese conocimiento sobre los factores que componían el mencionado síndrome, y que, si se
quiere, podría ya llevarlo a la representación de un posible incendio con consecuencias para
los bienes y personas que hubiera en el lugar, se actualizó con la ocurrencia de los
incendios del 1° de mayo y el 25 de diciembre de 2004. Es decir, Chaban sabía que aquello
que en teoría podría ser peligroso, lo era también en la práctica, y que más allá de las dudas
que el caso presenta sobre la creencia del imputado en la condición de ignífugo del material
que recubría el techo, existieron razones más que suficientes para que éste no pudiera
confiarse en esa condición del material. Entre esas razones pueden citarse los incendios
mismos que refutaron en los hechos dicha creencia y, antes, los dichos del testigo Salvatore
Albano, que le había advertido al imputado sobre la necesidad de cambiar el material que
recubría el techo para mejorar la seguridad.
Cabe remarcar que las dudas recaían sobre las placas de poliuretano, mas ninguna duda
quedaba sobre la calidad de altamente combustibles de la media sombra y la guata, que
cubrían el techo al igual que las placas de poliuretano.
sostener que el imputado debió contar con la producción de un nuevo incendio en caso de
repetirse las circunstancias que dieron lugar a otros anteriores.
Ya se dijo anteriormente que podría haber factores que generen dudas sobre la
representación del imputado, empero con respecto a ellos cabe manifestar, analizados a la
luz de la representación del riesgo, no de las lesiones, que:
-No puede hablarse de una habituación al riesgo que le haga suponer al imputado que no
habrá consecuencias de ningún tipo con ese riesgo: la realidad le demostró que existen
consecuencias y que no solamente son estadísticas, son reales y cercanas. Piénsese que un
caso de referencia para analizar cuando la habituación al riesgo puede tener consecuencias
sobre la representación del resultado, es aquél en el que un conductor de vehículos, por
ejemplo, frena a una distancia menor de la que debe mantener con el coche de adelante,
pero como lo hace todos los días sin consecuencias ya cree que no las hay, o que, en todo
caso, no integrará justamente él la cifra estadística.
Chaban experimentó las consecuencias de la situación de riesgo más de una vez; no le eran
desconocidas ni lejanas; sabía que si nada cambiaba, así como se produjeron una vez
podrían repetirse.
-El llamado a la reflexión del público, que en algunos casos puede ser un medio efectivo,
fue experimentado en este caso, como en otros, por el imputado como un recurso inútil, ya
que cada vez que se prendía pirotecnia y salía al escenario para increpar y reconvenir al
público, éste reaccionaba, a veces, hasta prendiendo más.
En conclusión, pese a las dudas y debates que el caso puede plantear, este tribunal, en base
a la prueba obrante en el sumario hasta este momento, no encuentra razones para descartar
que el imputado haya actuado con dolo eventual de incendio. Empero, las conclusiones son
otras al tratarse el dolo del imputado con respecto al resultado de muerte.
En efecto, si a fin de afirmar que el imputado obró con dolo eventual de incendio se sostuvo
que era relevante la experimentación previa dada por los dos incendios anteriores, no puede
omitirse en la valoración, justamente esa experimentación, le demostró al imputado que,
pese a que el lugar se incendiara, no había ningún perjuicio para las personas que estaban
en él.
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Ello así porque, los incendios fueron de una dimensión pequeña que permitieron al
imputado y sus colaboradores evacuar el lugar y apagar el fuego rápidamente, tras lo cual,
incluso, se continuó con el espectáculo como si nada hubiera pasado. En este sentido,
varios testigos han manifestado, a propósito de los incendios anteriores, que pensaron que
se apagaría rápidamente como ya había ocurrido y, en algunos casos que, por ese motivo,
no era conveniente retirarse del lugar, debido a que, por los controles de entradas, después
no podrían volver a ingresar.
Asimismo, el imputado vivenció que, en caso de prenderse fuego el techo por acción de las
bengalas, las llamas no se expandían de manera tal de abarcar rápidamente todo el lugar,
sino que se apagaban cuando el material combustible se consumía, lo que no tardaba mucho
en ocurrir.
Con respecto al humo que el material que recubría el techo emanaba tras su contacto con el
fuego, que desprendió tanto el 30 de diciembre como en los incendios anteriores, el
imputado no pudo experimentar sus consecuencias tóxicas para la salud de las personas,
dado que la rápida evacuación del lugar impidió que los gases surtieran efecto sobre
aquéllas.
En ese marco, los dichos de Chaban aparecen más como una exageración tendiente a lograr
de manera más efectiva la reacción del público, generándole una imagen de tragedia para
hacerlo poner en esa situación, que como un verdadero vaticinio de lo que él creía que iba a
suceder. Aquí nuevamente: Chaban se encontraba dentro del lugar, ¿su intención era
suicidarse?, porque al afirmar un nivel subjetivo en un sentido lo debemos trasladar en otro,
lo que no tiene lógica.
Aquí es, por otra parte, donde toman relevancia los planteos de la defensa vinculados a los
efectos del cianuro de hidrógeno y al desconocimiento que de éstos tenía tanto Chaban
como la mayoría de la población, que es de venta libre y que, principio de confianza
mediante, al ser adquirido para su colocación, y controlado por el organismo respectivo, no
fue objetado como isonorización.
El imputado no tuvo entre sus cálculos las dificultades que podrían generar para la
evacuación del público no las llamas, sino los efectos de los gases tóxicos, que fueron
debilitando a los asistentes de manera tal que se produjeron desmayos que generaron un
taponamiento de las salidas por amontonamiento de cuerpos, lo que concluyó de la manera
en que se desencadenaron los hechos.
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No se puede ignorar en ese sentido que el incendio del 30 de diciembre fue efectivamente
muy parecido a los anteriores, no solamente en lo que hace a su origen, sino también en lo
que respecta a su desarrollo y extinción. La gran diferencia fue, obviamente, la
imposibilidad de evacuar el lugar de la misma manera en que se lo hizo en las anteriores
ocasiones, ya que la cantidad de gente y la falta de luz imposibilitó que se produjera de la
misma manera.
Es así que, si se sostiene, tal como este tribunal lo entiende, que el dolo de peligro y el de
lesión no son idénticos, y que si bien el segundo puede abarcar al primero, no ocurre lo
mismo a la inversa, una vez determinado como se lo hizo que el dolo eventual abarca
solamente la situación de peligro, y no así el resultado, que se produjo -de acuerdo al
desarrollo de las teorías diferenciadoras entre uno y otro supuesto-, con culpa con
representación, debe descartarse la figura descripta en el artículo 79 del Código Penal y
aplicarse al caso la del artículo 186 inciso 5°, es decir, la del incendio doloso agravado por
el resultado de muerte, siendo la especie que concurre en el caso la del dolo eventual, en
calidad de autor (art. 45, C.P.).
5.d. La situación de los imputados Argañaraz, Fontanet, Djerfy, Vazquez, Carbone, Cardell,
Torrejón y Delgado.
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Tal como se ha visto, hasta aquí fue considerada solamente la situación del imputado Omar
Emir Chaban, motivo por el cual queda por analizar la del resto de los imputados.
Organizar el recital significó tomar decisiones sobre el lugar; la fecha y hora en que se
realizaría; la cantidad de entradas que se venderían y la cantidad de personas cuyo ingreso
se permitiría; el precio de las entradas; la elección de los responsables de la seguridad; la
determinación de la forma en que se realizaría el cacheo al público; la división de las
ganancias; los encargados de las luces y el sonido; etc.
Ya hemos visto que tanto Omar Emir Chaban como los integrantes de la banda musical
poseen una posición especial derivada de su condición de co-organizadores que los hacen
garantes de la evitación de riesgos para el público concurrente que deriven de los defectos
de la organización.
Si bien, tal como luego se verá, existiría alguna duda sobre el conocimiento efectivo que los
integrantes del grupo musical tenían sobre cada uno de estos factores de riesgo, no puede
negarse, por un lado, que todos estuvieron de acuerdo en la realización del recital que llevó
al incendio que produjo la muerte de parte del público que concurrió a él; y por el otro, que
el deceso de esas personas no se produjo por una fatalidad, sino como consecuencia de una
serie de irregularidades que tornaban predecible el resultado de incendio que las provocó en
sus efectos.
Ahora bien, si tanto Chaban como los integrantes del grupo Callejeros se hallaban en
posición de garante y nada hicieron para evitar el incendio del lugar, evitando así el
resultado de muerte que se produjo a causa de él, cabe determinar ante qué caso de autoría
múltiple nos hallamos.
En general existe consenso sobre la existencia de dos tipos de autoría múltiple: la coautoría
y la autoría colateral. La coautoría exigiría una realización en común mediante un acuerdo
que distribuya las funciones de quienes toman parte; el segundo supone sólo que cada autor
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Según el a quo nos hallaríamos ante un supuesto de autoría paralela porque: "lo que
generaliza la atribución del resultado es el acuerdo criminal y si no hay acuerdo debemos
considerar por autoría paralela la situación concreta de cada uno de los autores en la
causación del resultado".
Difícilmente pueda decirse que no haya existido en el caso un plan previo conforme al cual
cada uno de los autores se dividió la tarea para la realización del recital que nos ocupa. Lo
que ocurre, es que ante un esquema en el que se sostiene, como lo hace el a quo, que no
todos los autores obraron dolosamente, presentaría alguna dificultad sostener la existencia
de una coautoría, que presupone, de acuerdo a la doctrina dominante, el acuerdo de todos
los partícipes en la realización de un hecho doloso.
Sin embargo, en el caso parece menos sostenible decir que no hubo plan previo ni división
de tareas que hacer lo contrario.
En efecto, el plan previo es en este caso la organización del recital que, objetivamente,
generó un riesgo tal que produjo la muerte de las 193 víctimas. En este sentido, resulta
hasta contradictorio decir que fueron co-organizadores del recital y sostener al mismo
tiempo que no hubo plan previo, atribuyéndoles responsabilidad sólo a título de
imprudencia.
También resulta difícil sostener que no hubo división de tareas, cuando del análisis de la
causa surge claramente que Chaban se encargó de todo lo relativo al funcionamiento del
lugar; la banda se ocupó de todo lo atinente al concierto y su seguridad, compartiendo
decisiones y tareas.
Sostener aquí que no hay plan previo, es partir de la base de que sólo puede haber este tipo
de plan en los delitos dolosos, lo cual no necesariamente es así, en virtud de que la
distinción entre el dolo y la culpa tiene que ver, tal como se dijo, con la representación del
autor sobre los factores que componen el síndrome de riesgo y no con la configuración
objetiva del hecho que puede ser planificado con una base común pese a los distintos
niveles de conocimiento.
De esta manera, incluso en caso de mantenerse la calificación legal dada a los hechos por el
a quo, puede sostenerse que existiría al menos una base común entre los autores dolosos e
imprudentes, cual es la organización del recital sabiendo que se permitiría el ingreso de
muchas más personas que las que admite el lugar; que se iba a prender pirotecnia; que hubo
incendios anteriores a causa del uso de pirotecnia y que la puerta alternativa de emergencia
estaba cerrada.
La organización del recital en estas condiciones alcanzó al a quo para imputarle a los
integrantes del grupo "Callejeros" la autoría, aunque culposa, del homicidio de 193
personas, lo que implicaría que si Omar Chaban comparte tanto la calidad de organizador
como el conocimiento de esos factores de riesgo y, a su vez, existe una división de tareas
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entre ellos, no existirían obstáculos para hablar de un plan común al menos en lo que hace a
los aspectos conocidos por todos.
Ahora bien, el requisito de acuerdo común que exige la coautoría es lo que permite vincular
el aporte que realiza cada autor con el que realizan los otros. Sin embargo, y tal como lo
expresa Stratenwerth, es problemática la cuestión de cómo debe estar configurada esta
decisión común al hecho, ya que el sólo acuerdo no alcanzaría para sostener la coautoría en
virtud de que también éste es un requisito establecido para la participación. Por ello, para el
autor "sólo es de utilidad recurrir a la idea básica de la responsabilidad por autoría: comete
el hecho quien tiene en sus manos el curso del acontecer que cumple el tipo (...). Por ello, la
cuestión de si alguien toma parte en la decisión común al hecho tiene que ser resuelta,
principalmente, en vista del rol que él asume (voluntariamente) para la ejecución del
hecho" .
Esta idea lleva al concepto de dominio del hecho, que merece una aclaración cuando se
trata de supuestos de omisión. Según Roxin "el omitente no llega a ser autor por el dominio
del hecho, sino por el quebrantamiento de su deber de evitar el resultado" .
En esa inteligencia, se puede concluir, conforme lo expuesto hasta ahora, que existió un
plan previo; que hubo división de tareas y que en función de ser los únicos que actuaron
con posición de garante, tanto Omar Chaban como los integrantes de la banda musical
"Callejeros", resultarían coautores del hecho que generó la muerte de 193 personas.
La pregunta obligada es ¿de qué delito son coautores? Es recién aquí donde cobra
relevancia el conocimiento que cada uno de los coautores poseía del denominado
"síndrome de riesgo".
Este no es un tema novedoso. Tal como establece Stratenwerth: "el alcance del acuerdo
recíproco es significativo sólo en el sentido de que jalona el marco de la responsabilidad
por coautoría. Si lo concertado consiste en matar en común a un hombre, y uno de los
intervinientes actúa a ese respecto con la intención, desconocida por el otro, de desvalijar a
la víctima acto seguido, se cometerá en coautoría sólo el delito de homicidio, no el robo. Se
habla aquí de un exceso, por el cual tiene que responder como autor quien actúa por su
propia cuenta" .
Algo parecido sucede en este caso. Tanto Chaban como los integrantes de la banda musical
"Callejeros" generaron las condiciones para que se produjera un incendio como
consecuencia del cual se produjo la muerte de 193 personas, y lo hicieron, con todos los
requisitos de la coautoría. La diferencia entre ambos es que, en principio, los imputados
Fontanet, Argañaraz, Vazquez, Djerfy, Carbone, Cardell, Torrejón y Delgado habrían
90
Puede sostenerse, con el grado de certeza exigido para esta etapa del proceso, que los
imputados integrantes del grupo musical conocían efectivamente que estaban dejando
entrar pirotecnia a un lugar cerrado; que el público que los seguía encendía gran cantidad
de pirotecnia durante el desarrollo de los recitales y que parte de ella podía impactar en el
resto de la gente o en el techo, que ese techo estaba revestido con un material que, ignífugo
o no, se había prendido en dos ocasiones anteriores; que era probable la producción de un
incendio porque ya hubo dos incendios anteriores a causa del uso de pirotecnia; que más
allá de la cantidad exacta de gente que admitía, el lugar estaba colmado de público, a punto
tal, que se debieron cerrar las puertas y dejar gente afuera; que, según lo manifestado por
Chaban en el recital del 30 de diciembre y en los dos anteriores del 28 y 29, no alcanzarían
las salidas para la cantidad de gente que había si se producía un incendio.
Sin embargo, el hecho de que carecieran de algunos conocimientos específicos que Chaban
sí tenía, como los vinculados a los términos de la habilitación en cuanto a cantidad de gente
y objeto de la explotación comercial; estado de las condiciones de seguridad para evitar
incendios, entre las que se encontraba la existencia de matafuegos listos para ser accionados
en caso de ser necesario; la condición del material que revestía el techo; las cosas que sobre
el lugar les pudo haber dicho Chaban para que hicieran allí los recitales; el desconocimiento
sobre la forma concreta que tendría Chaban para apagar incendios si estos se producían; y,
principalmente, la falta de una experiencia como la que tuvo Chaban con los incendios
anteriores que le permitió conocer que todo aquello que podría ser considerado en teoría
como peligroso, también lo era en la práctica, pudieron haber llevado a los imputados a una
valoración errónea del alcance del riesgo creado, donde adquiere relevancia, a su vez, lo
sostenido por su defensa en punto al principio de confianza, pero no en cuanto al uso de
pirotecnia, que era estimulado por ellos, y que es fundamental en el origen del resultado.
Sostiene Mirentxu Corcoy Bidasolo que: "el error, como elemento esencial del tipo
subjetivo imprudente, puede recaer: 1) sobre la valoración del autor acerca de su capacidad
para evitar la lesión cuando tiene el control del riesgo; 2) sobre el desconocimiento de la
efectiva peligrosidad de la conducta, en los casos en que no mantiene el control del riesgo,
siempre que ese desconocimiento tenga un fundamento racional y en todos los supuestos de
culpa inconsciente" .
Sin embargo, la propia existencia de un error, del alcance de ese error y de la posibilidad de
evitarlo son cuestiones que no han encontrado hasta el momento en el contenido del
sumario elementos de prueba suficientes que permitan expedirse inequívocamente respecto
a ellas y que podrán ser dilucidadas a lo largo de un eventual juicio oral.
valorar correctamente el alcance del riesgo que creaban, razón por la cual, pese a ser
coautores junto a Chaban, su conducta debería ser encuadrada en el supuesto de hecho
descripto por el artículo 189 segundo párrafo del Código Penal del cual resultan coautores
(art. 45 C.P.).
Cabe destacar en ese sentido que, si bien es cierto que la aceptación de la coautoría en
hechos imprudentes resulta un tema sobre el que no existe consenso, también lo es que, a
diferencia de lo que ocurre en otras legislaciones , no habría obstáculos de derecho positivo
para sostener esa solución que es la que se presenta como más adecuada a la configuración
de los hechos objeto de análisis.
5.f. La relación concursal entre la figura de estrago seguido de muerte y otras figuras de
posible aplicación al caso.
Para finalizar, y antes de pasar al capítulo siguiente, cabe consignar que la circunstancia de
subsumir, tal como lo hace en esta oportunidad el tribunal, los hechos bajo la figura del
estrago seguido de muerte tiene relevancia también sobre la forma en que tanto las lesiones
cuya determinación aún no fue posible, como las ciento noventa y tres muertes concurren
entre sí y con el incendio.
En efecto, a la hora de mencionar las características que debía reunir la acción susceptible
de ser subsumida en el delito de estrago, se dijo que en el caso de incendio éste debería ser
de tal naturaleza que produzca una situación de peligro para bienes indeterminados,
distintos de aquéllos afectados por el origen del fuego. En consecuencia, el incendio exige
que se haya creado una situación de peligro común para bienes o cosas.
92
Por su parte, la figura de estrago seguido de muerte (art. 186 inc.5) es, tal como se expuso
oportunamente, una figura agravada con respecto al estrago simple (art. 186 inc.1) y al
estrago con peligro para la vida, sin resultado de muerte.
Es así que puestos a analizar el tipo de concurso que existe entre las diferentes modalidades
de estrago, podría decirse, en principio, que entre el estrago seguido de muerte, el estrago
con peligro para las personas y el estrago con peligro para los bienes existiría un concurso
aparente por especialidad, en el que la figura que resulta más amplia, en este caso el estrago
seguido de muerte, encerraría formalmente a las otras dos figuras.
Por otro lado, el hecho de que se hayan producido ciento noventa y tres muertes no genera
que haya una reiteración de conductas o un concurso ideal entre cada una de las muertes,
porque, por un lado, es una misma acción la que causa los distintos resultados -lo cual
generaría la exclusión de un supuesto de concurso real-, y por otro, cada uno de esos
resultados afectaría al mismo bien jurídico, a lo que hay que agregar que el propio tipo
penal no hace referencia alguna a la cantidad de muertes, que bien podrían ser una o varias
-motivo por el cual se descartaría la existencia de un concurso ideal entre cada muerte-.
Empero, el caso que nos ocupa también trajo aparejado la producción de diferentes tipos de
lesiones (arts. 89, 90, 91 y 94 del CP), y que son, al igual que la muerte, un resultado
producido como consecuencia del estrago, pero que, a diferencia de aquélla, no fue
contemplado expresamente por el legislador como causa de agravamiento del tipo básico.
Ahora bien, así como existiría entre los distintos tipos de estrago un encierro formal que
daría lugar a un concurso aparente por especialidad, entre las lesiones y el estrago seguido
de muerte con el que se calificó la conducta, habría una relación de inclusión material que
permitiría afirmar la
existencia de un concurso aparente por consunción. Ello sería así porque, en la lógica de
los tipos penales que se aplican al caso, un incendio seguido de muerte es, a la vez, uno que
generó un peligro para los bienes y para las vidas; peligro éste que, por otra parte, bien
pudo haberse concretado por una lesión.
En conclusión, si el incendio fue apto para producir una muerte, también lo fue para
generar cualquier peligro para la vida de las personas que no murieron, incluso el de
diversos tipos de lesiones. Ahora, si pese a esa aptitud, el legislador no decidió agravar la
pena cuando ese peligro se plasma efectivamente en un resultado, como sí lo hizo con el
resultado de muerte, debe entenderse que esas lesiones ya se encontrarían abarcadas por el
tipo penal del art. 186 inc. 5, que no solamente no haría distinciones entre la producción de
una o más muertes, sino tampoco entre el grado de afectación del bien jurídico tutelado.
Es que, como lo señala gran parte de la doctrina "[l]a acción constitutiva de un delito que
asume el rol de principal consume o absorbe la constitutiva de otro, que forma parte o
integra su ejecución, pues aquella implica necesaria o frecuentemente la realización de la
otra, en forma previa, coetánea o posterior, de modo que la sanción de la primera tiene en
cuenta a la segunda, abarcando también su específico contenido de injusto y de
culpabilidad" .
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Sentado ello, resta aclarar que en el caso no cabría efectuar un impulso autónomo del
proceso en orden a las lesiones sufridas por los asistentes al recital y que aún no fueron
fehacientemente determinadas. Ello es así, y sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 416 del
C.P.P.N., en virtud de que su diferenciación con respecto al hecho aquí analizado solamente
hallaría sentido en miras a la eventual acción civil que los damnificados podrían iniciar a
los efectos del reclamo de una indemnización por parte de los responsables de la tragedia
en esa materia, y no en miras a la imputación penal, que ya contemplaría esas lesiones en el
reproche del estrago seguido de muerte.
Capítulo II- El pago de sobornos a los funcionarios de la Comisaría 7ma. como forma de
facilitar la organización del recital.
A Carlos Rubén Diaz el magistrado le imputó el haber recibido diversas sumas de dinero de
manos de Omar Chabán y Raúl Alcides Villarreal, con el objeto de que, a través suyo y de
otros responsables de la Seccional se omitiera, luego del pertinente acuerdo y a cambio de
ese dinero, hacer cesar las contravenciones en que incurría el local "República de
Cromañón" emplazado en la jurisdicción en la que prestaban funciones. Dichas
infracciones estaban establecidas en el Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y, de haber actuado conforme la Ley de Procedimiento Contravencional,
según el a quo se habrían iniciado las actuaciones pertinentes que, en su caso, hubieran
provocado la clausura preventiva del establecimiento, al constatarse un grave e inminente
peligro para la salud de los asistentes al predio.
En el auto recurrido el a quo sostuvo que Díaz, en persona, habría tenido a su cargo la
recepción de ese dinero, para lo cual se habría presentado, al menos en seis oportunidades,
en el local de marras, recibiendo de manos de Chaban o bien del empleado Villarreal,
sumas que oscilarían entre $ 100 y $ 600, debiendo destacarse que parte de ese dinero
obedecía al excesivo número de concurrentes al show (se presume que se abonaban 100
pesos cada 500 asistentes), verificándose en concreto dicho accionar en las siguientes
oportunidades: el 24 de septiembre del 2004, a fines de noviembre del 2004, oportunidad en
la que se presentó el grupo musical "Carajo"; el 10 de diciembre del 2004, cuando brindó
un recital el grupo "Los Gardelitos"; el 25 ó 26 de diciembre del 2004, en la presentación
del grupo musical "La 25"; y el 28 y 29 de diciembre del 2004, días en que brindó sendos
recitales el grupo "Callejeros".
En suma, se les atribuyó a Omar Emir Chaban, Raúl Alcides Villarreal y a Carlos Rubén
Diaz el haber celebrado un pacto espurio, verbal, en virtud del cual los dos primeros, a
partir de septiembre del 2004, habrían entregado al funcionario público sumas de dinero
que habrían sido recibidas por Díaz quien, aunque contaba con competencia y capacidad
funcional para actuar en materia de contravenciones, a cambio de la contraprestación,
omitió realizar todo acto tendiente a hacer cesar tales infracciones, labrar las actuaciones
pertinentes y darle intervención a la Justicia Contravencional, con facultad para disponer la
inmediata clausura del local.
Por su parte, en la resolución se les reprochó a Miguel Angel Belay y a Gabriel Ismael
Sevald, en su carácter de Comisarios de la Policía Federal Argentina, con funciones
asignadas como titulares de la Seccional 7ma.. de la fuerza, durante el período comprendido
entre el 14 de mayo del 2004 y el 12 de noviembre de ese año y entre el 13 de noviembre y
el 30 de diciembre del año pasado, respectivamente, haber incumplido con los deberes a su
cargo, que imponían ejercer acciones en materia de prevención y, en su caso, en forma
directa sobre el local denominado "República Cromañon", que funcionaba en la
jurisdicción cuya vigilancia y control se hallaba bajo su responsabilidad desde principios de
mayo del 2004 hasta el 30 de diciembre de ese mismo año.
Los funcionarios habrían omitido actuar, pese a que el local bailable incurría en diversas
conductas previstas en el Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, entre las que se encuentra la modificación del destino del lugar que se encontraba
habilitado para funcionar como local clase "C" y, en realidad, hacía las veces de "estadio"
para recitales con concurrencia masiva de público, la que excedía con creces la capacidad
del establecimiento conforme a la habilitación municipal.
Señaló el a quo que el despliegue de las medidas pertinentes, tales como las previstas en la
Ley de Procedimiento Contravencional, o bien aquellas que surgen de la orden del día nº
150 bis, sobre los cuales tenían ambos aptitud y competencia funcional, dado su carácter de
miembros de las fuerzas de seguridad y de contar con el llamado "poder de policía",
tendrían que haber dado lugar a la iniciación de las actuaciones contravencionales
respectivas y, en su caso, a la clausura preventiva del establecimiento, por parte del órgano
judicial competente, al constatarse un grave e inminente peligro para la salud de los
asistentes al predio.
Esa omisión funcional habría obedecido al beneficio de índole patrimonial que habrían
recibido de manos de su inferior jerárquico -el subcomisario Carlos Rubén Diaz- o bien de
cualquier otro subordinado- y, como consecuencia del acuerdo celebrado con Omar Emir
Chaban y/o con Raúl Alcides Villarreal que justamente tenía por objeto la aludida postura
inactiva por parte de la Comisaría 7ª.
Cuestiona también la defensa el hecho de que el acto de indagatoria, lejos de ser una
ocasión de defensa para el imputado, frente a un cúmulo de probanzas incorporadas, se
transformó en un acto previo, necesario desde una perspectiva cronológica, para el dictado
de auto de procesamiento. Ello así por cuanto, elementos probatorios que fueron valorados
como trascendentes para la atribución de responsabilidad en el auto de mérito en particular,
la documentación incautada en el allanamiento realizado en la Seccional 7ª., fueron
incorporados a la causa con posterioridad a la declaración mencionada y, por tanto, no tuvo
oportunidad de realizar el descargo correspondiente.
En relación al testimonio de Héctor Damián Albornoz, único que daría cuenta de la entrega
efectiva de dinero por parte de Chaban a un funcionario de la Seccional 7ª que resultaría ser
el subcomisario Díaz, se señaló que, enfrentado con la negativa del imputado, dejaría la
cuestión reducida a un supuesto de "dichos contra dichos", con escasa entidad probatoria.
En suma, indicó que se trata de indicios equívocos a los cuales se les ha pretendido atribuir
un sentido único en base a una decisión previa. Así, por la circunstancia de haberse
determinado anteriormente que el encausado había incurrido en un incumplimiento de los
deberes de funcionario público omitiendo hacer cesar algunas contravenciones en que
incurría el local, se atribuyó ello a la existencia de un acuerdo ilícito. Bajo tal hipótesis
predispuesta, según la defensa, se habría relacionado la presencia de Díaz -ocurrida seis
veces, en ocasión de cada uno de los recitales celebrados en el lugar- con las ocasiones en
que habría concurrido a buscar las remesas de dinero aludidas cuando, en realidad, se
cuenta con el testimonio de una sola persona que afirma que en una sola ocasión vio la
entrega de dinero al nombrado por parte de Chaban.
Por otra parte, se cuestionó la interpretación del a quo relativa a que la realización de un
recital en un local clase "C" constituye una contravención y que ello debe ser conocido por
la Policía Federal en el ámbito de esta ciudad, correspondiendo, por tanto, su actuación en
consecuencia.
Según la defensa, en base a las manifestaciones del propio Jefe de Gobierno en la Sesión
Extraordinaria del día 28 de enero de 2005 en relación a la normativa vigente para los
locales bailables clase "C" -reconocida por el funcionario como obsoleta, arcaica, absurda y
contradictoria porque bajo el concepto de "variedades" se admitía de hecho y como normal
que en tales lugares se desarrollaran recitales con concurrencia masiva de personas-, se
adujo que, más allá del acierto o desacierto de tal evaluación, la Policía Federal -a través de
96
los mecanismos legales predispuestos para actuar en el ámbito de la Ciudad- actúa en base
a la inteligencia e interpretación que de las normas efectúan sus superiores, entre los cuales
se encuentra el propio Ibarra. Por tanto, se sostuvo que el encausado pudo haber obrado con
un error de carácter insuperable.
Al momento de alegar agregó que, incluso el mismo magistrado se había hecho cargo de la
complejidad para comprender el sistema normativo en materia de habilitaciones y control al
señalar que había superposiciones, modificaciones y excepciones que terminan superando a
las reglas por lo que, si el magistrado y el propio Jefe de Gobierno reconocían éstos
inconvenientes, no puede concluirse que Díaz sí sabía cuál era la normativa aplicable y, por
ende, que el local en cuestión se encontraba en infracción.
Cuestiona por infundada (art. 123 del CPPN) la decisión de embargo, atento a que no se
hizo referencia a cuál es la razón que sustenta ese elevado monto, agregando que era
arbitraria esa determinación toda vez que el magistrado había señalado que el motivo era
garantizar la pena pecuniaria, la indemnización civil y las costas cuando el delito que se le
atribuía a Diaz era un delito contra la administración pública que no da lugar a
indemnizaciones civiles.
Refiere el letrado que -al tiempo del auto de mérito- no se encontraban reunidos elementos
probatorios de peso que justifiquen el reproche dirigido a su asistido.
Puntualmente señaló que los testimonios de Ana María Sandoval, Viviana Cozodoy y
Héctor Albornoz no son prueba alguna de su responsabilidad. Respecto de la primera, dijo
que el juez instructor no determinó los motivos por los cuales guardó el "papel" que
"desinteresadamente" aportó y del que surgen circunstancias incriminantes, ni
consecuentemente los evaluó. Que cuando la nombrada fue preguntada respecto de la fecha
en que tuvo lugar dicha anotación, no pudo precisarlo, deduciendo el magistrado que si el
recital que daba cuenta la publicidad del papel había sido en septiembre, la anotación de su
reverso correspondía a la misma fecha, considerando así probada en un sólo hecho la
participación de Belay.
Por otra parte, se adujo que el juez tampoco tomó en cuenta las explicaciones de Villarreal
sobre "Polo", "Poli" o "Polito", a quien describió fisonómicamente y ofreció aportar los
datos necesarios para su individualización.
Por último, apeló el dispositivo por el cual se decretó el embargo de sus bienes.
La defensa manifestó que la frase mediante la cual se afirmó que el local de Chaban era una
"verdadera zona liberada" es una manifestación insostenible y que demuestra una
inocultable parcialidad, inadmisible para un tribunal. Agregó que en la resolución se
presume la existencia de un pacto venal, el que ni el fiscal ni el juez han probado ni por
entrecruzamiento de llamadas ni por reconocimiento directo. Se calificó a las aseveraciones
sobre su comprobación o demostración como producto de puro voluntarismo y vacías de
contenido.
Indicó el Dr. Arditi que esa misma falta de prueba campea cuando el a quo le atribuye la
comisión del delito de cohecho por actos correspondientes a una época en que no se
encontraba a cargo de la dependencia, cuando no se determinan las infracciones al Código
Contravencional que habría omitido sancionar, cuando se desconocen las presuntas sumas
de dinero abonadas y cuando, a modo de colofón, se mencionan las puertas de emergencia
cerradas, los materiales altamente combustibles o los matafuegos despresurizados o
vencidos.
Respecto del auto de procesamiento, el letrado señaló que la falta de probanzas se pretende
compensar con exceso de teoría o haciendo correr por cuerda un proceso que posee
sobreseimientos firmes pasados en autoridad de cosa juzgada.
En dicho proceso no sólo se han sobreseído a los imputados que oportunamente revistaron
en la Seccional 7ma., sino que la investigación versó sobre cohechos y exacciones ilegales
que de ninguna manera fueron imputadas a Sevald ya que, justamente, para la fecha en que
éstos tuvieron lugar él no se desempeñaba en la comisaría.
solicitado para los tres locales que se encontraban en Once y, en ningún caso, determinó
qué cantidad de público concurría a dichos comercios.
Otro elemento mencionado como prueba por el tribunal resulta ser el documento en el que
se asentara la leyenda "Poli 100", al cual se le asigna fecha del 24 de septiembre de 2004.
La defensa señala que ésto no prueba nada relacionado con su defendido, porque Sevald
ingresó a la 7ma. a mediados de noviembre. Sostuvo además que el magistrado, tomando
los testimonios de Albornoz y de Cozodoy, intenta acreditar que la liquidación con la
inscripción "Poli 100" se habría repetido, como conducta, en tres oportunidades más: a
fines de noviembre, el 10 de diciembre, el 25 ó 26 de diciembre y el 28 de diciembre
cuando, ninguno de los testigos reconoció a Sevald justamente porque no visitó el local, ni
conoció a Chaban ni a Villarreal.
Se cuestionan, a su vez, por dogmáticas y sin asidero, las afirmaciones referentes a que el
personal del servicio externo de la comisaría, y mucho más sus autoridades, se enrolaban en
una actitud pasiva; que no sólo se está en presencia de una situación de desidia en materia
de prevención sino ante una clara connivencia entre el responsable del comercio, su
principal colaborador y el personal policial, y que Belay y Sevald eran los protagonistas
indispensables del acuerdo delictivo. Al respecto, al momento de alegar dijo que a
principios de julio del 2005 fueron clausurados todos los comercios de la Estación Once,
entre otras razones por carecer de las medidas de seguridad exigidas o no tener los papeles
de habilitación en regla, con lo cual, siguiendo la lógica del magistrado, deberían
procesarse a todos los oficiales jefes de la Seccional 7ma. por los delitos de cohecho pasivo
o, al menos, por incumplimiento de los deberes de funcionario público respectivamente.
juicio de reproche, citando en ese sentido lo resuelto en la causa "Loguinov, Sergei", con
voto del Dr. Bruzzone, de la Sala I del 22 de abril del 2004.
Respecto del monto del embargo, se adujo que es absurdo en un delito que corresponde al
título de los delitos contra la administración pública y que carece del menor asidero.
La defensa del imputado sostiene que no existen pruebas suficientes para enrostrar a su
defendido el cohecho y que, en realidad, se trata de un complot pergeñado entre Ana María
Sandoval, Viviana Cozodoy, Héctor Damián Albornoz y Hernán Gustavo Albornoz ya que,
Alfredo Mario Diaz, Juan Carlos Bordon, Luciano Gonzalo Otarola, Oscar Alberto Castro y
Ezequiel Martin Orlandi nada dijeron al respecto, a excepción de Otarola quien señaló que
Albornoz se lo contó.
Agregó que Villarreal había explicado que la palabra "Poli" se había puesto en referencia a
quien llevaba las entradas a los distintos puntos de venta.
Señaló que las contravenciones de las que habla el magistrado, que debieron hacer cesar el
personal policial y que no lo hicieron a cambio de dinero, se encuentran fuera de la
jurisdicción de la fuerza policial ya que existen otros organismos encargados de dicha tarea.
Que el ámbito jurisdiccional de la Policía Federal es la vía pública.
Finalmente, señaló que no se podía imponer la suma señalada como embargo toda vez que
no se habían explicado los parámetros por los cuales se había llegado a dicha suma.
Indicó el Dr. Stefanolo que no existen pruebas reales y contundentes que fundamenten el
auto recurrido conforme las reglas de la sana crítica y la experiencia común, ya que el
magistrado lo ha fundado sólo en su libre convicción.
Así señaló que, teniendo por probada la imputación que se hace a su defendido con las
declaraciones de Sandoval y Cozodoy, quienes manifiestan haber presenciado supuestos
hechos antijurídicos que podrían encuadrarse en la figura del cohecho, sin haber dado la
posibilidad a Villarreal de confrontarse con las mismas en un careo, se violenta su derecho
de defensa en juicio.
En cuanto a la frase "Poli 100" el letrado señaló que su defendido explicó que dicha suma
era la que se abonaba a una persona que respondía al apodo de "Poli, "Polito" o "Polo", que
era quien se encargaba de llevar las entradas a los distintos puntos de venta, agregando que
no podía brindar mayores datos para identificarlo porque no los sabía. En suma, al respecto
el Dr. Stefanolo dijo que el magistrado no tenía presente el principio in dubio pro reo
Respecto del personal policial, al cual habrían cohechado su defendido y Villarreal, señaló
que quienes podrían "pasar por alto las contravenciones" deberían haber sido funcionarios
municipales y no la Policía Federal que, en realidad, no tiene obligación ni de inspeccionar
ni de cerrar el lugar. Así, precisó, mal podría su pupilo haber coaccionado a la policía para
ese fin, siendo entonces su accionar atípico.
Finalmente, el letrado indicó que, menos aún estaban probados los hechos del 24 de
septiembre; fines de noviembre; 10, 25 ó 26, 28 y 29 de diciembre del 2004, siendo
insuficiente, a su criterio, la atribución sobre la base de los testigos que dijeron que ésos
días vieron policías en el lugar que estuvieron hablando, o con Chaban o con su defendido,
ya que ninguno de ellos indicó cuál fue el tema de conversación o si hubo intercambio de
dinero entre ellos.
Por último, apeló el punto XX por el cual se amplía el embargo trabado en la suma de
quinientos mil ($ 500.000).
En primer término, surge de los elementos de prueba obrantes hasta el momento, que
integrantes de la Comisaría 7ma. se habrían presentado asiduamente en el lugar donde
funcionaba "República Cromañón", haciéndolo principalmente los días en que en ese lugar
se llevaban a cabo recitales, y habrían tenido contacto directo con Omar Chabán, en su
calidad de responsable de ese lugar o con Raúl Villarreal que, como ya se vio, era su
empleado de confianza.
Varios fueron los testigos que manifestaron que el funcionario de mención se hizo presente
en el local bailable. En tal sentido Ana María Sandoval, empleada de Cromañon, dijo haber
observado que todos los días que había espectáculos iban policías tanto en patrulleros como
en autos particulares y recordó que uno de ellos era de unos cuarenta o cuarenta y cinco
años, morocho, de bigotes y de baja estatura (cfr. fs. 13.850/1- 12.310)
101
Otro empleado del local, de nombre Héctor Damián Albornoz, prestó declaración
testimonial a fs. 13.899/13.901 (fs. 12.348/12.349) e indicó que era habitual que se hiciera
presente personal policial en el lugar antes de iniciarse cada evento para preguntar sobre las
características del recital que se iba a llevar a cabo y, luego de comenzado, que se hiciera
presente el subcomisario o el comisario y conversara con Chaban. El testigo hizo además
una descripción física de la persona que se presentaba, quien según el acta de
reconocimiento en rueda de personas obrante a fs. 14.269 (fs. 12.590) resultó ser el
subcomisario Carlos Rubén Diaz.
Por su parte, el también empleado del local Cromañon, Alfredo Mario Dáaz, se manifestó
en idéntico sentido a fs. 13.913/13.919 (fs. 12.357/12.360), y señaló que en unas seis o siete
oportunidades vio a una persona presentarse en el local durante los recitales y pedir hablar
con Chaban. El sujeto al que se refirió el testigo, fue luego reconocido por éste en rueda de
personas como Carlos Rubén Díaz, conforme surge del acta de fs. 14.265 (fs. 12.588).
En efecto, la testigo Ana María Sandoval a fs. 13.850/13.851 (fs. 12.310) aportó un volante
de promoción de "Rockmañon", del 24 de septiembre del 2004, en cuyo reverso está escrito
en forma manual un listado de gastos entre los que se encuentra una leyenda que reza "Poli.
100". Aclaró que lo encontró, cuando limpiaba, tirado en el piso del hall ubicado entre la
boletería y las oficinas del local. Manifestó que sabe, por comentarios, que Chaban para
poder realizar los recitales en "República Cromañon" pagaba a los policías cien pesos por
cada quinientas personas que ingresaban al lugar. Precisó que nunca había visto a Chaban
entregar dinero alguno pero aclaró que su compañero, Damián Albornoz, le había contado
que en una oportunidad vió como Chaban le entregaba dinero a un policía cuando lo
saludaba. Agregó que quien podía dar más información al respecto era Viviana Cozodoy,
porque trabajaba en las boleterías y por ello tenía conocimiento de los distintos gastos que
Chaban realizaba.
del evento, que en este caso habrían sido el 24, 25 y 26 de septiembre (viernes, sábado y
domingo respectivamente). Luego del detalle de los ingresos, en la parte inferior se
encuentra el detalle de los gastos, entre los que aparecen los rubros "SADAIC - 250+";
"SADEM- 100-", "seg-480-", "luces- 500-"; "sí - 2400+"; "radio-1800-"; "entr.- 600-"; vol-
300-"; "recor-50-"; "Poli-100+", "sonido-1100-"; "viernes- 2590-". Asimismo, en el resto
del volante puede leerse luego de la realización de la suma de los ingresos y la resta de los
gastos, una alusión al "70%" y al "30%", que parece referirse a la forma en que se
distribuiría lo que finalmente quedaba como resultado económico del evento.
El volante detallado, evidentemente responde, como se dijo, a la organización del recital del
fin de semana que va desde el 24 al 26 de septiembre, y da cuenta del pago a la policía, tal
como lo expresó la testigo que lo aportó, de cuanto menos la suma de $100.
Es importante destacar aquí que este elemento de prueba ilustraría el modo en que los
managers de diferentes bandas musicales que tocaron en "República Cromañón"
manifestaron repartirse el dinero que restaba después de descontados los gastos de la
organización del recital, del cual se quedaba un setenta por ciento la banda musical y el
treinta restante Chabán. Así lo expresaron, entre otros, Marcelo Francisco Caputo, manager
de la banda "Almafuerte" (fs.15.230/1- 13.335); Carlos Fernando Tórtola, manager de la
banda "Tren Loco" (fs.15.232/4- 13.336/7)); Andrés Pedro Vignolo, representante artístico
(fs. 15.241/3- 13.341/2); Sergio Alberto Moreno (fs.15.361/3- 13.442/3); Fernando Héctor
Ramón González Dego (fs.15.364/5- 13.444).
En ese sentido el manager del grupo "La Cobacha", Eduardo Exequiel Semple, manifestó
que una vez descontados los gastos "sonido, luces, publicidad, policía, personal de control",
Chabán le decía que descontaba $100 por cada 500 para la policía (cfr. fs. 12.542/5 -
11.455).
En consecuencia, lejos de tratarse de un caso aislado, este elemento de prueba daría cuenta,
por un lado, de ese modo de repartirse el dinero, pero también resulta ilustrativo en lo que
respecta al tipo de gastos que, en general, se descontaban aparentemente de la organización
de un recital en "República Cromañón", entre los cuales estaría el del pago a SADAIC,
SADEM, luces, sonido, etc; y también el pago a la policía.
Esta conclusión se ve por otra parte claramente respaldada con el aquí también esclarecedor
relato de la testigo Viviana Cozodoy, quien comenzó a trabajar en el local el 6 de
noviembre de 2004 y manifestó que, al finalizar los recitales, ella tomaba la recaudación
junto con Raúl Villarreal y se juntaban en la oficina del local con el manager de la banda
que había tocado. Allí, se realizaba una especie de rendición de cuentas, en donde se
anotaban todos los gastos, pudiendo observar, al menos en los recitales llevados a cabo por
"Carajo" a los quince días de su ingreso, por los "Gardelitos" el 10 de diciembre y por el
grupo "La 25" en uno de los recitales que dieron el 25 ó el 26 de diciembre, que Villarreal
asentaba como gasto el dinero que debía abonarse a la policía. El importe se sacaba de la
ecuación de cien pesos cada quinientas personas que concurrían al recital. Agregó también
que el 29 de diciembre, cuando tocó el grupo "Callejeros", pudo escuchar que Chaban le
decía a Villarreal: "¿Cómo arreglaste ayer con el comisario?", contestándole Villarreal
"Igual que siempre, pero le dí doscientos más porque cortaron la calle por los autos...".
103
Ante ello, Chaban le indicó a Villarreal que esa noche le entregara al comisario lo mismo
que el día anterior, para evitar problemas.
En esta misma línea, resulta otra vez importante el testimonio brindado por Héctor Damián
Albornoz a fs. 13.899/13.901 (fs. 12.348/12.349) quien indicó que, una de las noches que
tocó "Callejeros", no recordando si fue el 28 ó el 29 de diciembre, como se habían quedado
sin vino para vender en la barra, se dirigió al depósito que se encuentra pegado a la oficina
del salón para proveerse de botellas, pudiendo observar cómo el Comisario o el
Subcomisario de la Seccional 7ma. recibía dinero de manos de Chaban, llegando a
distinguir sólo el color violeta que poseen los billetes de cien pesos.
Hasta aquí, los elementos de prueba reunidos permiten sostener con el grado de certeza
propio de esta etapa del proceso, que el personal de la Comisaría 7ma. se habría presentado
en "República Cromañón" los días que había recitales y habría recibido dinero de manos de
los imputados Chabán y/o Villarreal. En lo que sigue se analizarán los elementos de prueba
que permiten sostener que ese dinero era recibido a los efectos de permitir que los recitales
se llevaran a cabo pese a la existencia de numerosas infracciones que justificaban la
intervención policial.
Tal como se verá, la conducta de los funcionarios policiales imputados habría permitido, no
solamente que se cometieran diversas faltas y contravenciones, sino que, además, habría
facilitado a los organizadores el mantener en orden tanto el ingreso como el egreso del
público, a la par de asegurar que el desarrollo del evento se hiciera sin inconvenientes, todo
lo que resultó, junto a otros factores que luego se analizarán, un importante aporte para el
desenlace de la tragedia ocurrida el 30 de diciembre de 2004.
Efectivamente, fue una forma de facilitar la organización del recital el hecho de haber
cortado el tránsito a cambio de la suma de dinero que el imputado Villarreal decidió, por sí
mismo, entregar al funcionario recaudador en esa oportunidad, que según uno de los
testigos referidos previamente habría sido de $200.
Tampoco el personal policial objetó ni intentó evitar el ingreso de una cantidad de público
que excedía con creces aquella que, según la habilitación de "República Cromañón", podía
ingresar. Y probablemente no lo hizo porque, como lo dice otro de los testigos
104
mencionados, habría cobrado una parte del dinero en relación directa con la cantidad de
gente que excedía la permitida.
Este factor constituiría una de las infracciones más ostensibles por parte de los
organizadores del recital, a la vez que resultaría una de las más fáciles de evitar, ya que un
control policial efectivo aunque sea en algunos de los recitales, muy probablemente,
hubiera hecho que se pusieran en venta sólo la cantidad de entradas que la habilitación
permitía.
Empero, este factor que generaría ingresos para la repartición, fue a la par, la infracción
consentida por el personal policial que generó, tal como fue analizado en el capítulo
anterior, uno de los riesgos más relevantes para la producción del resultado de muerte y de
lesiones de los damnificados.
Tal como se vio, ese factor impidió, principalmente, que se pudiera llevar a cabo una
evacuación en el menor tiempo posible, lo que motivó un mayor nivel de exposición de las
víctimas a los gases tóxicos desprendidos por el incendio, lo que equivale a decir que habría
aumentado uno de los riesgos que la tarea policial estaba obligada a neutralizar con su labor
preventiva en pos de la seguridad ciudadana.
Y con respecto a este punto no hay error posible por parte del personal policial, que tenía
minuciosamente registrado en la Seccional la cantidad de personas que en teoría podía
entrar a "República Cromañón" y la cantidad de gente que el lugar, permítase la expresión,
aguantaba. El personal policial sabía qué cantidad ingresaba por noche, y lo sabía
simplemente por el hecho de estar allí y porque su experiencia y entrenamiento le permitía
efectuar un cálculo aproximado de las personas que se hallaban haciendo cola para entrar.
de fecha 1 de agosto de 1997, a nombre de Lagarto S.A., en el rubro "Local de Baile Clase
C" donde consta que el local tiene una capacidad máxima de 1.031 personas; y un oficio del
18 de agosto de 1998, dirigido a la Dirección General de Policía Municipal del Gobierno
Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, en el cual el Comisario Alfredo Héctor Salomone
informa que, en virtud de haberse observado una considerable afluencia de concurrentes al
local bailable denominado "Reventón" sito en Bartolomé Mitre 3060 de esta ciudad y por
razones de seguridad, solicita se verifique si la concurrencia de público se condice con la
habilitación del comercio, ante una eventual emergencia (cfr. acta de fs. 18.700/18.702).
Cabe mencionar en este aspecto que el conocimiento al que nos referimos no lo habría
tenido solamente Díaz, sino también los titulares de la dependencia, en este caso los
comisarios Miguel Angel Belay y Gabriel Ismael Sevald en los momentos en que
respectivamente prestaron servicios allí, y ello se puede sostener porque se trataba de una
cuestión que cualquier conocedor de la zona debería tener en cuenta en razón del foco de
conflictos que dicha cantidad de gente puede acarrear.
Con respecto al desempeño de esos funcionarios, el oficio agregado a fs. 13.996 (fs.
12.409) enviado por la División Judiciales de la Policía Federal, da cuenta que Miguel
Angel Belay cumplió funciones como Comisario de la Seccional 7ma.. desde el 14 de mayo
hasta el 12 de noviembre del 2004; que Gabriel Ismael Sevald fue ascendido a Comisario
en la misma dependencia el 13 de noviembre de ese mismo año y que Carlos Rubén Diaz
fue designado Subcomisario en ese destino el 31 de diciembre de 2003.
Ahora bien, el permitir el ingreso de una cantidad de gente mucho mayor a la que
correspondía de acuerdo a los términos de la habilitación, si bien fue una de las infracciones
más importantes que se dejó de evitar, no fue la única. Los aquí imputados, habrían
permitido:
a) Que ingresaran menores de edad en horarios en que de acuerdo a la normativa que rige la
actividad de los locales de baile clase "C", categoría a la que, como ya se vio, pertenecía
"República Cromañón" y que surge no solamente de la plancheta de habilitación que en
copia tenía la comisaría, sino también de una placa de considerable tamaño que quienes
integramos el Tribunal pudimos observar en la pared del frente al momento de efectuar la
inspección ocular del lugar y que difícilmente podría pasar inadvertida por ninguna persona
que se parara en el frente del predio, tal como lo hicieron en reiteradas ocasiones los
integrantes del plantel de la comisaría 7ma. aquí imputados.
La normativa vigente al respecto al momento del hecho establece que sólo puede permitirse
el ingreso de menores entre quince y dieciocho años los sábados, domingos y feriados entre
106
las 16 y las 22 horas; fuera de ese horario, solamente pueden ingresar acompañados de sus
padres.
Pero por otra parte, el tipo de recitales que se hacía en "República Cromañon" y su
acompañamiento con bengalas era publicitado en el el diario "Clarín" que es el de mayor
circulación en el país, con lo que resultaba difícil que pasara inadvertido por quienes se
dedican a hacer, como parte de sus funciones de prevención del delito, tareas de
inteligencia sobre los posibles focos de peligro de la jurisdicción a su cargo.
A lo expuesto hay que agregar que en el local se habían producido incendios anteriores
justamente a causa del uso de pirotecnia, lo cual motivó, como se vio en el capítulo
anterior, que se llegara a evacuar a la totalidad de los asistentes, tal como ocurrió el 1° de
mayo, situación que, por lo atípica, debió al menos haber despertado la curiosidad del
personal policial, que se habría encontrado una vez, y en horarios atípicos, con más de mil
personas en la calle.
En lo que a este punto respecta, los mismos imputados dijeron no desconocer que allí se
realizaban recitales; incluso Díaz precisó que, cuando se presentó por primera vez en el
lugar, debido a que Chaban iba a gerenciar el local bajo el nombre de fantasía de
"Cromañon", éste le dijo, expresamente, que se iba a dedicar a brindar recitales de rock.
Como ya se vio, la normativa vigente al tiempo de los hechos establecía que para la
realización de recitales de este tipo era necesario obtener un permiso especial y previo por
parte de la Dirección General de Habilitaciones y Permisos del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, lo que generaba una actuación administrativa que derivaba en un control en
el lugar durante el recital por parte de inspectores, más la exigencia de que se contara con
servicio de ambulancias, bomberos y personal policial.
Sevald, Belay y Díaz eran quienes, como funcionarios policiales con alta jerarquía, estaban
encargados de ejercer, en su jurisdicción, el poder de policía. A ellos les tocaba controlar
que no se cometieran infracciones al código contravencional o que no se cometieran faltas.
107
La posibilidad de evaluar el error alegado, por lo expuesto, supera los efectos que ello
pueda tener en esta etapa para que sea en la de juicio donde se ventile adecuadamente. Ello,
precisamente, porque lo que se imputa es el conocimiento que tendrían del acuerdo
celebrado con Chaban para permitirle gerenciar el local sin atender a las irregularidades que
hacían al carácter de la habilitación.
d) Que se vendieran bebidas alcohólicas antes, durante y después de los recitales, lo cuál se
encuentra prohibido para el caso de los microestadios, aprovechándose esta vez para
justificar esa posibilidad, de la habilitación del local como de baile clase "C", y
desconociendo el verdadero uso de microestadio que se le daba.
En ese aspecto, asistiría razón al a quo cuando sostiene que, según la conveniencia,
"República Cromañón" funcionaba como un local de baile clase "C" o como un
microestadio, lo cual evidentemente habría sido permitido por el personal policial en
función del pacto que se viene analizando.
f) Que se mantuvieran cerrados durante el desarrollo del evento, con la finalidad de evitar el
ingreso de la gente que quedaba fuera del recital, los portones de ingreso al predio que
daban directamente a la calle y que abrían para adentro del local, lo cual estaba prohibido
por ser un supuesto de obstrucción de las vías de salida para casos de emergencia.
Es dable aclarar aquí que parte de las conductas facilitadas por los funcionarios policiales a
cambio de una suma dineraria constituyen contravenciones o faltas, motivo por el cual, no
se pueden escudar Sevald y Díaz en la afirmación de que ellos no tenían facultades para
intervenir cuando, justamente, la ley que regula el procedimiento contravencional es clara
en ese sentido al regular la actividad policial en los artículos 16, 18 y 19 de la ley 12 del
G.C.B.A-.
A efectos informativos cabe consignar que en su artículo 16 la norma dice que: "La
prevención de las contravenciones está a cargo de la autoridad que ejerza funciones de
policía de seguridad o auxiliares de justicia en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires"; en
108
su artículo 18 estipula que: "Las autoridades preventoras sólo pueden adoptar medidas
precautorias en los siguientes casos: a) Aprehensión..., b) Clausura preventiva, en caso de
flagrante contravención que produzca grave e inminente peligro para la salud o seguridad
pública...".
Se impone, en caso de advertirse que se está ante una contravención, que el funcionario
público actúe para hacerla cesar, labrando las actuaciones y dando intervención al fiscal
contravencional (art. 36), teniendo incluso facultades precautorias, tales como la clausura
de un local, en caso de grave e inminente peligro para la salud o seguridad pública (art. 18
inc. b)).
En lo que se refiere a los planteos de la defensa de Carlos Rubén Díaz, señala el letrado
defensor que no se ha determinado en forma precisa el tiempo de ocurrencia y objeto de las
contravenciones que su defendido no hizo cesar como contrapartida del acuerdo, no
pudiéndosele imputar cuestiones que resultan ser de competencia de otras reparticiones de
mayor especialidad.
Por su parte, Viviana Cozodoy fue clara al señalar cómo pudo advertir, en la liquidación de
gastos que se efectuaba al finalizar cada recital, que se consignaba una suma para la policía
con la leyenda "Poli", directamente relacionada con la cantidad de público que ingresaba al
lugar, recordando que ello ocurrió exactamente quince días después de su ingreso a
Cromañon, el 10 y el 25 ó 26 de diciembre, precisando en relación al día 29 que pudo
escuchar cómo Chaban le preguntaba a Villarreal cuánto dinero le había dado al personal
policial el día anterior, es decir el 28 de diciembre, y Villarreal contestaba que le había
entregado lo mismo de siempre, más doscientos pesos debido a que habían cortado la calle.
En suma, con estos elementos se ha determinado, con el grado de certeza que esta etapa
requiere, cuándo ocurrieron las contravenciones que el imputado no hizo cesar como
contrapartida del acuerdo, correspondiendo sumar lo ocurrido el día 30, oportunidad en la
cual advirtió las contravenciones previstas por el art. 57 (exceso de asistentes a
espectáculos) y 61 (elementos pirotécnicos) de la ley 10 de la Ciudad de Buenos Aires y la
falta estipulada en la ordenanza 24.347 que regula todo lo relacionado con los locales
bailables clase "C" y dispone que no pueden ingresar menores de 18 años sin la compañía
de sus padres luego de las 22:00 horas.
109
Por otro lado, no se puede sostener, como pretende la defensa, que la competencia que se le
atribuyó se superpone con otras reparticiones de mayor especialidad, cuando como ya se
señaló, con la sola consulta de la ley 12 de la Ciudad de Buenos Aires se puede concluir
todo lo contrario.
Finalmente, es importante mencionar aquí a los fines de descartar otro de los argumentos de
la defensa, conforme al cual Díaz se veía impedido de actuar en la calle por una orden
superior en virtud de una causa penal en trámite, que el oficio agregado a fs. 16.960 (fs.
14.544) aclara esta cuestión, determinando que el único tipo de restricción para ese
funcionario era la de intentar obstaculizar las tareas de investigación que llevaba a cabo la
jueza Bértola en la causa penal mencionada, cuyo detalle surge del oficio en cuestion, y que
tenía por objeto la investigación de hechos de corrupción en la jurisdicción de la comisaría
7ma. Ello indica que de manera alguna se veía restringida la competencia ni las
posibilidades de actuar en todo aquello que resultaba propio de sus funciones y que nada
tenía que ver con esa investigación.
En lo que hace a la defensa del imputado Miguel Angel Belay , ésta señaló que las pruebas
no eran suficientes para acreditar la responsabilidad de su asistido en el hecho imputado,
cuestionando los testimonios de Ana María Sandoval, Viviana Cozodoy y Héctor Albornoz.
110
Sobre la rendición de gastos aportada por Sandoval, precisó que el magistrado, para
incorporar al proceso a Belay, sostuvo que el pago de la suma consignada en el reverso del
panfleto que anuncia el recital del 24 de septiembre del 2004, había tenido lugar el día en
que se había llevado a cabo el recital.
Así, esta falta de actividad por parte de la seccional, frente a las irregularidades
mencionadas, y los antecedentes existentes del lugar, resulta ser un elemento más que,
sumado a los ya mencionados, permiten presumir que si no hubo actividad prevencional
alguna fue porque habría existido el pacto espúreo que se le reprocha.
Por su parte, la defensa del imputado Gabriel Ismael Sevald señala que no hay elementos
que prueben el "pacto" y permitan señalar que su defendido formaba parte de ese acuerdo.
Pero lo cierto es que, en realidad, sí son suficientes los elementos para la etapa procesal en
la que nos encontramos y corresponde, como hicimos, que sean tratados en forma conjunta
y estudiados a la luz de la sana crítica, ello a pesar de que la defensa señale que no
contemos con la prueba directa respecto de la cual, insistimos, resultan contados los casos
en que se logra obtenerla debido al tipo de delito que nos ocupa.
Otro cuestionamiento resulta ser aquél que indica que en ningún momento se tuvo en
cuenta el testimonio del titular de la División Asuntos Judiciales, Jerónimo Alberto Molina,
cuando dijo que se requería de, aproximadamente, treinta días, para poder llegar a conocer
la jurisdicción cuando, en realidad, el tiempo que Sevald llevaba allí fue de 47 días. Aquí
corresponde indicar que, si bien es cierto que Sevald llevaba unos cuarenta y siete días en la
seccional, y que él mismo señala que cuando se hizo cargo tuvo en cuenta la problemática
111
planteada por los vecinos, el mapa del delito, los vendedores ambulantes, los robos a
comercios y la prevención sobre las entidades bancarias, no se puede dejar de señalar que
resulta inverosímil que, en ningún momento, se le haya planteado la necesidad de consultar
el bibliorato que tenía a la vista en la seccional y que estaba titulado "Locales Bailables.
Charter" en donde estaba la información relacionada con los tres locales bailables que
existían en ese radio, máxime cuando él mismo dice que sí tenía conocimiento de la
existencia de Cromañon; de haber obrado de otra forma se habrían podido detectar las
irregularidades que hacían a su funcionamiento. Escudarse en ese supuesto
desconocimiento, frente a la imputación dirigida, es de momento irrelevante.
Finalmente, y ya dejando de lado la discusión sobre la habilitación, podemos dar por cierto
que Sevald sabía perfectamente qué es y qué no es una contravención, y que en el lugar se
habrían cometido varias contravenciones que el personal policial a su cargo debió hacer
cesar; así, el exceso de gente previsto en el art. 57, la tenencia de pirotecnia tipificada en el
art. 61, ambos de la ley 10 de la Ciudad de Buenos Aires y el ingreso al local de menores de
18 años luego de las 22.00 horas sin compañía de los padres reprimida en la ordenanza nº
24.347.
La defensa del imputado Omar Emir Chaban sostiene que corresponde descartar los
testimonios de los empleados porque sólo se trata de un complot por ellos pergeñado,
resaltando la explicación que oportunamente Villarreal dió respecto del significado de la
palabra "Poli.". Por último, adujo que las contravenciones que no se hicieron cesar se
encuentran fuera de la "jurisdicción" de la fuerza policial y que competen a otros
organismos.
Poco resta por agregar luego del relato de las pruebas que ameritan que se confirme el
procesamiento dictado y de contestar los cuestionamientos realizados por la defensa de los
otros imputados. Sólo se dirá que hablar de un complot es un argumento que busca
deslindar su responsabilidad frente a un cuadro de elementos que justamente evidencian,
para este estado de investigación, su activa intervención en el hecho imputado referido a las
entregas de dinero.
Finalmente la defensa del imputado Alcides Villarreal cuestiona que las pruebas reunidas
no son suficientes para dar por probado el hecho imputado a su defendido y, para no ser
reiterativos, al respecto basta con volver a dar una lectura de las argumentaciones arriba
realizadas para concluir que el planteo debe ser rechazado.
112
Sin perjuicio de ello, la situación de Villarreal merece una serie de aclaraciones que versan
por un lado, sobre el tipo de responsabilidad que le cupo en el delito de cohecho y las
eventuales diferencias que pueden efectuarse entre su responsabilidad y la del imputado
Omar Chabán; y por el otro, sobre la relación que tiene su participación en el cohecho con
la producción del delito de estrago doloso por el cual se responsabiliza en esta resolución al
imputado Omar Chabán como autor.
En efecto, tal como se vio hasta ahora, Omar Chaban, en su condición de explotador del
local denominado "República Cromañon", habría entregado al personal policial de la
Comisaría 7ma., en este caso a dos comisarios y un subcomisario, diversas sumas de dinero
para que no intervinieran ante la comisión de variadas irregularidades, algunas de las cuales
eran consideradas faltas o contravenciones, según sea el caso, conforme lo regulado por la
normativa vigente para la Ciudad de Buenos Aires.
De esta manera, se hallarían reunidos, en lo que respecta a Díaz, Belay y Sevald, los
extremos establecidos por el artículo 256 del CP que describe la conducta del funcionario
público que "por sí o por persona interpuesta, recibiere dinero o cualquier otra dádiva o
aceptare una promesa directa o indirecta, para hacer, retardar o dejar de hacer algo relativo
a sus funciones".
Por su parte, en lo que al imputado Omar Chaban respecta, se encontrarían reunidos los
requisitos establecidos por el artículo 258 del CP, que describe la conducta del que "directa
o indirectamente diere u ofreciere dádivas en procura de alguna de las conductas reprimidas
por los artículos 256 y 256 bis primer párrafo".
Ahora bien, la forma en que el tipo penal se encuentra previsto genera, en lo que hace a
Villarreal, y conforme la descripción de su conducta que hasta ahora se hiciera, la
necesidad de diferenciar entre la situación de Omar Chaban y el del primero, porque
solamente Chaban se benefició directamente con el actuar de los funcionarios.
En efecto, el local era explotado exclusivamente por Chaban quien, a su vez, se beneficiaba
económicamente con su funcionamiento y sería quien habría, oportunamente, "acordado"
con el personal policial la contraprestación a cambio de la conducta de los funcionarios; por
ello, debe ser considerado autor (art. 45 C.P.)
Villarreal, en cambio, era un empleado que sólo cumplía las órdenes y directivas que
Chaban le daba, y que si bien tenía cierta autonomía para decidir algunos aspectos
vinculados a la materialización del acuerdo, éste se mantenía en lo general dentro del marco
fijado entre Chaban y los integrantes de la Comisaría 7ma.; en conclusión, Villarreal habría
prestado una colaboración tal que permite asegurar que su intervención fue necesaria (art.
45 del C.P.), y que si no llega a ser una coautoría es, principalmente, por su condición de
empleado.
Las pruebas ya enumeradas serían demostrativas de la afirmación que se hace. En efecto los
testigos indicaron que Villarreal luego de los recitales realizaba una especie de "rendición"
en donde incluía el "gasto" relacionado con el pago al personal policial, siendo controlado
el importe que se asignaba por Chaban, pero con cierta autonomía en la toma de decisiones
113
en ese sentido como lo indica el diálogo que la testigo Cozodoy pudo oír en cuanto al pago
extra que se habría realizado por cortar la calle.
Si se hace un repaso de las infracciones que el personal policial habría dejado de controlar a
modo de supuesta contraprestación del pago efectuado por Chaban con la necesaria
colaboración del imputado Villarreal, se puede advertir que muchas de ellas tuvieron que
ver con los riesgos que se crearon con la organización del recital y que, conforme se
analizara en el capítulo anterior, se vieron realizados en el resultado.
Entre ellas, cobran particular importancia la cantidad de personas que entraron al recital; la
posibilidad de que se desnaturalizara el destino para el cual "República Cromañón" estaba
habilitado, haciéndose recitales en lugar de bailes; el ingreso de pirotecnia y el hecho de
que estuvieran cerradas las puertas que daban a la calle durante del desarrollo del
espectáculo.
Ahora, si Villarreal intervino de la forma indicada a los efectos de que esas infracciones
fueran posibles y, a su vez, esas infracciones generaron un riesgo relevante para la
configuración del estrago, el imputado, con el aporte al cohecho, también colaboró a la vez
con la creación de un riesgo determinante para la configuración del hecho, motivo por el
cual, debe ser considerado como partícipe de ella.
a) Respecto de Chaban, debe ser considerado autor del delito de cohecho activo que
concurre materialmente con el de estrago doloso seguido de muerte, también en calidad de
autor (arts. 45, 55, 186 inc. 5, y 258 del C.P.).
c) Los tres funcionarios policiales deben ser considerados como coautores del delito de
cohecho pasivo (arts. 45 y 256 del C.P.).
Finalmente, resta aclarar que de la forma en que fue resuelto por el a quo, y en base a la
prueba reunida, no se ha computado cada entrega de dinero como hechos independientes
que podrían concurrir entre sí, sino como una maniobra general, continuada, que puede ser
vista como una suerte de "abono" para obtener el fin que se perseguía que era la ausencia
de controles de los que era competente la Policía Federal.
114
En lo atinente a las situaciones procesales de Oscar Ramón Sosa y Cristian Angel Villegas -
como integrantes de la Policía Federal Argentina y con funciones asignadas en la Comisaría
7ma.- a quienes se les imputó el haber incumplido, la noche del 30/12/2004, con los
deberes a su cargo que le imponían ejercer acciones en materia de prevención y, en su caso,
de coacción directa sobre el local "República de Cromañón" ubicado en Bartolomé Mitre
3060/66/70 de esta ciudad. En el comercio, mientras los nombrados se desempeñaban en el
lugar el 30 de diciembre del 2004, se cometieron infracciones estipuladas como
contravenciones en el Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya
que se había modificado su destino, puesto que si bien se hallaba habilitado para funcionar
como local de baile clase "C", en realidad, y esa noche en particular, hizo las veces de
"estadio" para llevar adelante un recital, con concurrencia masiva y excesiva de público
según su capacidad y conforme su habilitación municipal.
Así, agregó el magistrado, esa noche Sosa y Villegas habrían sido desplazados por la
Comisaría a la puerta del local en cuestión con antelación a que comenzara el espectáculo
de los grupos musicales "Ojos Locos" y "Callejeros", lo que les habría permitido tomar
conocimiento de las siguientes circunstancias: 1) el ingreso al comercio de que se trata de
aproximadamente 3.000 personas, cifra que casi triplicaba el número de concurrentes
permitidos -1.031- conforme el expediente de habilitación municipal-, 2) el ingreso, entre
ellos, de menores de edad, 3) la omisión por parte del explotador del local Omar Emir
Chaban de los recaudos básicos de organización y seguridad indispensables para el normal
desarrollo del evento, 4) la tenencia y detonación de elementos pirotécnicos "per se" lesivos
por parte del público tanto en el interior como en las inmediaciones del comercio, 5) el
suministro de bebidas alcohólicas y, 6) la obstrucción de la vía de egreso del local ubicada
en la calle Bartolomé Mitre 3038/50 de esta ciudad.
Finalmente, señaló el magistrado que, una de las causas que llevó al desenlace de lo
ocurrido el 30 de diciembre del 2004 fue que una importante vía de egreso (justamente
alternativa para casos de siniestro) se hallaba cerrada con candado, a lo cual se sumó la
cantidad de asistentes al local y el uso de elementos pirotécnicos en su interior que habrían
encendido el techo del comercio, dando lugar así al incendio.
Por último, el a quo precisó que restaba agregar que se corroboró en el sumario que el
comercio presentaba materiales altamente combustibles que no se ajustaban a las normas
reglamentarias; que la mayoría de los matafuegos existentes en el predio se hallaban
despresurizados y/o vencidos y que el certificado de incendios expedido por la
Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal Argentina que se exigía para funcionar
-ordenanza 50.250- había vencido el 24 de noviembre del 2004. El despliegue de las
medidas pertinentes, tales como las previstas en la ley de procedimiento contravencional,
sobre las cuales tenían aptitud y competencia funcional, dado su carácter de miembros de
las fuerzas de seguridad y al hecho de contar con el llamado "poder de policía", habrían
dado lugar a la iniciación de las actuaciones contravencionales respectivas y, en su caso, a
la clausura preventiva del establecimiento en forma directa por ellos, al constatarse un
grave e inminente peligro para la salud de los asistentes al predio.
115
Contra la imputación sostenida por el juez de instrucción, los defensores de los imputados
Oscar Ramón Sosa y Cristian Angel Villegas interpusieron sendos recursos de apelación.
En ellos, se cuestionan las afirmaciones volcadas en el auto de mérito, a través de las cuales
se tienen por ciertas circunstancias fácticas sin que se mencione probanza alguna de
sustento, tratándose de generalidades que constituyen un verdadero prejuzgamiento, dicen
en ése sentido que:
- La hipótesis de que ambos pudieron advertir las "flagrantes contravenciones", incluso las
del interior del local, habida cuenta de que de ningún modo se ha probado que los
imputados hayan ingresado, cuestión que tampoco hubiera sido prudente para personal que
en ese momento se hallaba uniformado. Por otra parte, las condiciones de habilitación,
seguridad y concurrencia del público a un local son de competencia exclusiva de las
autoridades del Gobierno de la Ciudad.
- Asimismo, al momento de presentar el memorial ante esta Sala, la defensa agregó que
ambos imputados estaban sometidos al cumplimiento del servicio que en cada caso se les
asignaba, el cual, el día de los hechos, consistió en desplazarse a Bartolomé Mitre y Jean
Jaurés por vigilancia externa y general con el objetivo de prevenir incidentes en la vía
pública entre los concurrentes a "República de Cromañon y "Latino Once". En ningún
momento recibieron la orden de ingresar ni de hacer un relevamiento de la cantidad de
concurrentes.
- Agregaron, por otro lado, que de ninguna manera debían controlar la tenencia y
detonación de elementos pirotécnicos en el interior del local, o el suministro de bebidas
alcohólicas, o la obstrucción de las vías de egreso por Bartolomé Mitre 3038/50, o que la
vía de egreso alternativa se pudiera encontrar cerrada con candado, o de la existencia en el
local de materiales altamente combustibles que no se ajustara a la normativa reglamentaria,
o la existencia de matafuegos vencidos y certificado de incendio de bomberos vencidos,
toda vez que no eran cuestiones atribuibles a su competencia. Que la Policía Federal sólo
debe actuar para prevenir y reprimir los delitos, y para ejercer la coacción estatal en las
contravenciones, dentro del ámbito de su accionar y en la vía pública, pudiendo actuar del
mismo modo en el interior de las moradas sólo en los supuestos del art. 227 del Código
Procesal Penal de la Nación.
- Finalmente, señaló la defensa que el recital de ese día había comenzado muy temprano en
las primeras horas de la tarde, de modo que el acceso del público se fue desarrollando en el
tiempo hasta la hora de la noche en que comenzaría el recital del grupo "Callejeros". Ello
116
explica que no pudiera determinar la cantidad de asistentes, menos aún en el período en que
estuvieron presentes en las cercanías sus defendidos.
Por último, apelaron los puntos XXIX y XXX que disponen el embargo de los bienes.
Ahora bien, tal como se advierte de la compulsa del libro oportunamente secuestrado en la
Seccional 7ma. relacionado con los asientos de los partes del móvil 307, a fs. 77 se dejó
constancia que el 30 de diciembre del 2004, estando éste a cargo del cabo 1ro. Oscar Sosa,
a las 19:20 se desplazaron a Bmé. Mitre y Jean Jaurés en "República de Cromañón"; que a
las 20:00 hs. se practicó un control automotor en Avda. Pueyrredón y Sarmiento y a las
20:30 hs. se trasladaron nuevamente hasta el local "República Cromañon". Luego de ello,
se dejó constancia que se cargó gasoil y a las 22:40 hs. se moduló, en prioridad al Comando
Radioeléctrico por un incendio en el local bailable.
Asimismo, conforme surge de las actuaciones el día de los hechos, en el móvil 307
estuvieron tanto el Cabo 1ro. Oscar Ramón Sosa como el Agente Cristian Angel Villegas.
En suma, se encuentra probado que el 30 de diciembre del 2004 el móvil a cargo de los
imputados Sosa y Villegas estuvo a las 19:20 hs. en Bartolomé Mitre y Jean Jaurés en el
local "República Cromañón" hasta las 20:00 hs. Nuevamente a las 20:30 volvió al local de
"República Cromañón", cargó combustible y a las 22:40 se comunicaron con el Comando
Radioeléctrico por el incendio que diera origen a las actuaciones.
Analizada la cuestión, con el grado de certeza que esta etapa requiere, podemos señalar que
ambos funcionarios policiales pudieron tomar conocimiento de que estaban en presencia de
contravenciones y, sin perjuicio de ello, incumplieron con su deber de actuar en
consecuencia.
Así, ante el exceso de público que estaba ingresando, que muchos de ellos llevaran
pirotecnia y que entre la gente ingresaran menores de 18 años luego de las 22:00 sin
compañía de sus padres (arts. 57 y 61 de la ley 10 de la Ciudad de Buenos Aires, las dos
primeras, y ordenanza nº 24.347 la última), debieron actuar haciendo cesar esas
contravenciones, tal como lo prevee el artículo 16 de la ley 12 de la Ciudad de Buenos
Aires o al menos debieron controlar que estas irregularidades no se produjeran.
117
A su vez, sin perjuicio de que el desplazamiento al lugar tenía por objeto que el personal
policial vigilara que no se produjeran incidentes entre los concurrentes y que la
desconcentración fuera ordenada, ambos eran funcionarios policiales y debieron cumplir
con su función de prevención, no sólo en base a la legislación ya citada sino, incluso,
conforme lo establece la ley para el personal de la Policía Federal Argentina n¬ º 21.965 en
su artículo 9º a) que indica "El estado policial impone las siguientes obligaciones esenciales
para el personal en situación de actividad: a) Mantener el orden público, preservar la
seguridad pública, prevenir y reprimir toda infracción legal de su competente, aún en forma
coercitiva y con riesgo de vida...".
Por esta razón, y ante la infracción a los deberes que debían cumplir de acuerdo al rol que
desempeñaban, los que fueron omitidos en forma dolosa y, probablemente, a causa de las
instrucciones de sus superiores en razón del pacto que tenían con Chaban, los imputados
Sosa y Villegas resultan ser autores del delito de incumplimiento de los deberes de
funcionario público, tipificado por el artículo 258 del Código Penal.
2.-En relación a la apelación del embargo decretado a Diego Marcelo Argañaraz (por la
suma de $20.000.00), al que se tildó de desproporcionado e inmotivado, hácense constar las
siguientes circunstancias:
En segundo término, teniendo en cuenta que -tal como se ha fijado en el apartado II.5.d. de
los Considerandos- el grado de compromiso jurídico derivado de la conducta de Argañaraz
resulta idéntico al atribuido a los integrantes de la banda "Callejeros", la imposición a aquél
de un monto ostensiblemente superior deviene injustificada, razón por la cual se
homologará la disposición de embargo, reduciéndose el monto.
4.- En cuanto a las apelaciones dirigidas a los embargos decretados con relación a Oscar
Ramón Sosa y Cristian Angel Villegas (por $100.000, respecto de cada uno), en razón de
carecer de fundamentación (art. 438 del CPPN), no habrán de proceder.
5.- En relación a la apelación relacionada con la ampliación del embargo decretado a Omar
Emir Chaban (por la suma de $800.000), fundada en que el juez "...enuncia al decretar el
embargo el 518 del CPP, pero no establece los parámetros y distintos items para llegar a
dicha suma, por lo que entiende esta defensa que la simple enunciación no es suficiente,
sino que deben expresarlos considerandos en ese decreto de cómo se llega a dicha suma...",
es dable señalar:
6.- En relación a la apelación dirigida por la defensa de Miguel Angel Belay contra el
embargo que se le decretara ($500.000), en razón de carecer de fundamentación (art. 438
del CPPN), no resulta procedente.
8.- En orden a los embargos decretados respecto de Patricio Rogelio Santos Fontanet, Juan
Alberto Carbone, Maximiliano Djerfy, Eduardo Arturo Vázquez, Christian Eleazar
Torrejón, Daniel Horacio Cardell y Elio Rodrigo Delgado (por $10.000.000, respecto de
cada uno de ellos), cuestionados por desproporcionados e infundados en las circunstancias
de la causa y el derecho aplicable, cabe señalar que la responsabilidad atribuida a los
nombrados en párrafos precedentes justifica acabadamente la confirmación de la cautela
real dispuesta y del monto seleccionado para asegurar la ejecución de la pena pecuniaria, la
indemnización civil derivada del delito y las costas del proceso.
III) Revocar el punto III de la resolución de fs. 1/130 (fs. 13.513/13.641 y 12.098/12.162)
de la causa nº 26.555 de esta alzada, en cuanto decretó el procesamiento de Lorenzo Fredy
Bussi, de las demás condiciones personales obrantes en autos y, por los argumentos
vertidos en los considerandos, sobreseer al nombrado en orden al delito por el que fuera
indagado, debiéndose dejar a salvo que la formación de la presente causa en nada ha
afectado el buen nombre y honor de los que gozare (arts. 336 inc. 4° del Código Procesal
Penal de la Nación).
VII) Confirmar los puntos XVI y XVII de la resolución de fs. 2/282 (fs. 22.694/22.975 y
18.675/18.815) de la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decreta el procesamiento de
120
Omar Emir Chaban, de las restantes condiciones personales obrantes en autos, con la
salvedad expresada en los considerandos, que se refiere a la calificación legal del hecho que
debe reputarse, al menos en el presente estadio, como constitutiva del delito estrago doloso
seguido de muerte y cohecho activo, por los que habrá de responder como autor, los que
concurren en forma real (arts. 45, 55, 186 inc. 5º y 258 del Código Penal).
menos en el presente estadio, como constitutiva del delito de estrago culposo, por el que
deberá responder como coautor (arts. 45 y 189 segundo párrafo del Código Penal).
XVII) Declarar mal concedido el recurso de apelación interpuesto por la defensa de Raúl
Alcides Villarreal contra el punto V de la resolución de fs. 1/130 (fs. 13.513/13.641 y
12.098/12.162) de la causa nº 26.555 y contra el punto XX de la resolución de fs. 2/282 (fs.
22.694/22975 y 18.675/18.815) de la causa nº 27.262, ambas de esta alzada, que decretaron
el embargo sobre los bienes personales o dinero por las razones referidas en el
considerando correspondiente (art. 438 del Código Procesal Penal de la Nación).
XX) Declarar mal concedido el recurso de apelación interpuesto por la defensa de Oscar
Ramón Sosa contra el punto XXVIII de la resolución de fs. 2/282 (fs. 22.694/22.975 y
122
18.675/18.815) de la causa nº 27.262 de esta alzada, que decretó el embargo sobre los
bienes personales o dinero por las razones referidas en el considerando correspondiente
(art. 438 del Código Procesal Penal de la Nación).
XXI) Declarar mal concedido el recurso de apelación interpuesto por la defensa de Cristián
Angel Villegas contra el punto XXX de la resolución de fs. 2/282 (fs. 22.694/22.975 y
18.675/18.815) de la causa nº 27.262 de esta alzada, que decretó el embargo sobre los
bienes personales o dinero por las razones referidas en el considerando correspondiente
(art. 438 del Código Procesal Penal de la Nación).
alzada, que decretó el embargo sobre los bienes personales o dinero de Maximiliano Djerfy
hasta cubrir la suma de diez millones de pesos ($ 10.000.000).
XXXII) Toda vez que en las presentes resoluciones no se tratan las apelaciones referidas a
la situación procesal de los funcionarios del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, cuestión que se mantiene a estudio del Tribunal, dispóngase, por Secretaría, la
formación de un nuevo testimonio que se integrará con las piezas pertinentes en este legajo.
XXXIV) Tener presentes las reservas de casación y caso federal realizadas por las partes.
Rodolfo Pociello Argerich - Gustavo A. Bruzzone - María Laura Garrigós de Rébori - Ante
mí: Fernando Collados Storni