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Aleksandra
Aleksandra
de las diferentes repúblicas, ya sea con una autonomía o queriendo seguir el régimen
socialista, como fuere, Rusia siguió en guerra. Y aunque podría ser considerada una película
de guerra, no lo es, en lo que propiamente conocemos como películas de guerra, como
Pelotón, Apocalipsis Now, Rescatando al soldado Ryan. Va más por la estética de hablar de
la guerra sin presentarla fielmente, recordemos Buenos Días Vietnam o El cementerio de las
luciérnagas, que aunque si tiene escenas donde se ve y se siente los estragos de la guerra,
es el protagonista ausente. En Aleksandra la guerra está siempre presente, en los soldados,
en los habitantes del pueblo, pero nunca aparece de manera literal en la pantalla. Sokurov,
digno representante del cine ruso postsocialista, busca capturar las imágenes en lo que
considera un plano bidimensional, al cual pertenece el cien, sin preocuparse por el fondo o
la profundidad y a partir de ello darle preponderancia a lo que le interesa. Los planos son
fijos y largos dando relevancia a los personajes, los momentos y las acciones. La
protagonista, Galina Vishnévskaya, es soprano catalogada la Maria Callas rusa, da una
representación de la desolación que suscita la guerra en la sociedad, en los ciudadanos que
no están involucrados, los que tienen afectos en el frente, pero que no sabe ni entiendo el
conflicto que inicio la guerra. Chechenia como campo de batalla, con heridas y
resentimientos abiertos, pero también con humanidad, comunidad y unión ante la
adversidad, porque los únicos que saben que bando juegan son los soldados.
Sokurov presenta desde el título a la protagonista, una mujer mayor que toma un
tren para reunirse con su nieto, al cual lleva años sin ver, los mismos que tiene la guerra. En
sí misma Alexandra es la visita incómoda de todos, extranjera en su propio país, que ya no
sería su país. En lugar de recibir la visita del nieto a modo de despedida, un último adiós,
ante la inminencia del tiempo y la llegada de la muerte. Aquí, Sokurov, nos traslada al
campamento, porque la guerra no perdona, no da tregua y va acabando y desgastando a
sus participantes, al final, que el nieto sale al campo de batalla, queda la sensación del
último adiós, de la despedida final, Alexandra regresa a su casa a morir y su nieto morirá en
el campo de batalla.
Desde el inicio Sokurov plantea la narrativa del filme, siguiendo su sello que ha
permitido ser incisivo en aspectos puntuales que le interesa resaltar, como la indefensión
de Alexandra en todo su trayecto hasta poder encontrarse con su nieto. Las secuencias
muestran su desolación, tristeza y, hasta, desesperanza. Una incertidumbre se plantea,
porque no sabemos cuál es la razón por la que la abuela tiene la necesidad de visitar al
nieto, es conveniente ir, después de tanto tiempo, porque así la historia tiene el sentido de
inicio a fin. Puesto que iniciamos y terminamos en el tren con la desolación y la certeza de
que la situación en guerra no es deseable ni humanitaria.