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Resumen de las ménades

El relato comienza cuando el narrador lee el programa de la función de esa noche en el teatro
Corona. Considera, por las piezas que había elegido el Maestro tocar, que demostraba una
“insolente arbitrariedad estética” . Dice que el Maestro conocía a su público que era habitué
del teatro: “gente tranquila y bien dispuesta”. El narrador tiene a su izquierda a la señora de
Jonatán, a quién no conoce mucho pero que considera melómana (fanática). Ella le habla de su
fanatismo por el Maestro y le cuenta que esa noche cumplía las bodas de plata con la música y
la orquesta festejaba su quinto cumpleaños.

El narrador lee el programa. Descubre que el público está eufórico y se pregunta si la puesta
justificaba esta reacción. Se encuentra con las hijas del doctor Epifanía y las encuentra sobre
excitadas. Encuentra en el público una “fraternidad en la admiración” por el Maestro de la que
él queda afuera. Se encuentra con Guillermina Fontán y la describe con el mismo estado de
éxtasis que el resto.

El narrador considera que mira al público desde afuera y admite que “me dolía un poco no
estar del todo en el juego”. Encuentra a una hombre ciego que, como él, no estaba
aplaudiendo con exageración.

Ve en el centro de la platea a una mujer vestida de rojo que se acerca al escenario corriendo y
aplaudiendo y que se detiene cerca de los pies del Maestro. Comienza a oir gritos y
convulsiones. Se pregunta si el Maestro estaba ignorando estos ruidos o si no los podía
escuchar. La gente era indiferente a los gritos.

El público comienza a pararse y a abalanzarse hacia el escenario. La mujer de rojo se dirige al


escenario. Los gritos y los aplausos generan un bullicio enorme, la sala se descontrola. El
Maestro saluda al público pálido hasta que un hombre se sube al escenario. Intentan bajarlo y
él lucha por soltarse. La gente se confunde y ya no se puede identificar quién es del público y
quién de la orquesta. El cuerpo del Maestro se pierde en la masa de personas que lo buscan.

El narrador ve una transformación colectiva que magnetiza a la audiencia y exacerba las


ovaciones hasta el punto de subirse al escenario como una manada. Escucha zapateos contra
el piso. Describe un ambiente húmedo y caluroso, con un aire que parecía incendiado. La
manada humana estaba bloqueando las salidas del escenario. El narrador piensa que todos
habían enloquecido y lo sorprende su indiferencia.

Repentinamente, el clamor desesperado decrece en intensidad, los gritos se callan y comienza


la retirada. Ve salir a la mujer vestida de rojo lamiéndose los labios.

Análisis del cuento respecto al autor

Las Ménades relatan una historia sobre un hombre que vive en un pueblo pequeño y va a
disfrutar el concierto de un Maestro muy querido porque ha traído “buena música a esta
ciudad sin arte”. El concierto termina en lo que nadie esperaba al leer los primeros párrafos del
relato: una irresistible euforia colectiva lleva al público a atacar a los músicos y el Maestro que
intentó llevar a cabo un concierto que los complaciera termina devorado por una mujer de
rojo.

Cortázar no reside solamente en el tema, sino en los pequeños detalles, en esa maravillosa
forma de narrar pasajes de la vida que todos en algún momento hemos experimentado,
haciendo que vivamos la historia y la sintamos real. La caracterización de los personajes, los
diálogos, los pensamientos del narrador, no hay nada que haya dejado suelto. En la mitología
griega las Ménades son seres femeninos divinos estrechamente relacionados con el dios
Dioniso o Baco, el dios del vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Literalmente
Ménades puede traducirse por “las que desvarían”. Se las conocía como mujeres en estado
salvaje y de vida insana con las que era imposible razonar. Se supone también que llegaban a
practicaren su éxtasis el desgarro de sus víctimas en trozos tras lo que ingerían su carne cruda.

Justamente la línea final es impactante: “Pero la mujer vestida de rojo iba al frente, mirando
altaneramente, y cuando estuve a su lado vi que se pasaba la lengua por los labios, lenta y
golosamente se pasaba la lengua por los labios que sonreían.”

El Maestro conoce a su público, escoge a los compositores de manera que complazca,


satisfaga, enloquezca a la masa. La controla porque la conoce y sabe lo que necesita, lo que
desea. Incluso él mismo reconoce que su concierto no tiene nada de extraordinario como para
enloquecer de esa manera al público. Sin embargo, el público no puede contenerse y, en su
euforia, lo destruye.

Deteniéndonos en el cuento relata un suceso de una ceremonia social como es un concierto de


música a una ceremonia ritual de éxtasis colectivo que termina devorando a los héroes -el
Maestro y los músicos. Esta transición también nos lleva de un cuento realista a uno fantástico.

El relato plantea las consecuencias más graves del fanatismo y de los efectos que la música
puede tener en un grupo humano. Es interesante cómo el hilo de la narración y la secuencia de
ejecución de la música avanzan en el mismo ritmo acelerado. El narrador testigo en primera
persona mira desde afuera el frenesí del público e insiste en resaltar cómo él no forma parte
de la masa enloquecida: mira a su alrededor con “una especie de espanto lúcido”. Aunque
descubre que el hombre ciego tampoco participa en la acción, no le da lástima verlo tirado en
el piso. Remarca cierta indiferencia que le genera culpa “como si mi conducta fuera el
escándalo final y absoluto de aquella noche”.

Este cuento pone en escena, en el plano de lo social, uno de los temas presentes en todo el
libro de Cortázar que es la metamorfosis. En este caso, el sujeto inicial una masa de personas
que se comporta de acuerdo a las convenciones sociales estipuladas para un concierto: hace
silencio, aplaude cuando debe, etc. Son habitués del teatro Corona, “gente tranquila y bien
dispuesta”. Con el correr de la velada, aparecen las primeras descripciones animalizadas: “los
abonados le gruñeron” , la comparación de las hijas del doctor con “gallinitas cacareantes”, la
caracterización del ruido humano como “un enorme zumbido de colmena alborotada” y de la
mayoría de los asistente con “langostinos sudorosos”. El sujeto final de la metamorfosis es en
realidad una manada, un sujeto colectivo y animal que busca destruir lo que ama y lo que
admira. La música los inyecta de euforia y los aleja de los comportamientos esperables de un
público.

También puede analizarse este cuento en clave de género. En el primer párrafo se enuncia que
el teatro Corona “tiene caprichos de mujer histérica. Se piensa en una separación entre el
cuerpo masculino de la orquesta y “la enorme hembra de la sala entregada”. No es casual que
las víctimas pertenezcan a los artistas en escena y los victimarios sean del público, la fuerza
supuestamente femenina. El narrador hace otros comentarios machistas como, cuando piensa
en pedir ayuda a una mujer luego de los primeros gritos y convulsiones, lo hace porque “las
mujeres son las indicadas para atender esa clase de ataques” reforzando la idea patriarcal de
que las mujeres se desempeñan mejor que los varones en las tareas de cuidado.

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