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Alberto Daniel Garnica Hernández

Manuel José Othón: el ciclo de un poema

En San Luis Potosí, en el año de 1858, nació el poeta Manuel José Othón, en medio de una
época donde convivían tres corrientes literarias: una clásica, una romántica y otra
premodernista. Este período abarca los años de 1856 a 1910 (Renteria). Othón fue un poeta
que predominantemente se inspiró de los paisajes de su estado natal. En este trabajo vamos
a hacer una revisión breve de su vida y de una serie de sonetos que se publicaron en
Poemas rústicos (1890-1902).

Manuel José Othón fue hijo de "don José Guadalupe Othón, de origen alemán, y de
doña Prudencia Vargas" (Renteria). Aunque sus padres de modesta posición pudieron darle
una educación esmerada. Durante sus primeros años Othón cursos sus estudios en el
colegio del profesor Luis G. Toro, y más tarde ingresaría al Seminario Conciliar
Guadalupano Josefino. Estudió retórica y latín con el presbítero don Jesús Crezco. A muy
temprana edad ya mostraba habilidad para la poesía, uno de sus primeros versos fue
"Tristeza a mi madre" que escribiría en 1875 cuando él tenía trece años. Pero, según el
historiador presbítero Rafael Montejano y Aguiñaga, Othón careció de verdaderos maestros
en su formación básica, "más allá de los clérigos del seminario, con sus clases y consejos"

"Era la época en que la eficacia de la pedagogía dependía en proporción


directa de la aplicación del férreo principio: 'La letra, con sangre entra' (...) El
licenciado Zavala dice que Manuel José Othón ´se distinguió por su
aplicación y calara inteligencia´ (...). Como quiera que sea, la instrucción
primera de Othón se quedó en lo rudimentario" (Montejano, 45)

La vida de Othón estuvo desde el principio marcada por la fe católica, y ésta se verá
reflejada en su obra poética. Profundamente católico y guadalupano, pero también, por su
línea paterna germana, se puede notar un " profundo lirismo, un desusado amor a la
naturaleza y una pasión por la buena música, virtudes que sólo por excepción se encuentran
entre los poetas hispanos" (González). Su preparación universitaria la cursó en la
Universidad Potosina Autónoma en donde estudió jurisprudencia y se recibió en 1881 de
abogado. En aquellos tiempos no abundaban los cursos literarios, pero Othón, mientras
cursaba la universidad se cultivó leyendo a los clásicos griegos y latinos: Horacio y Virgilio
en particular; y, también leía a Alighieri, Shakespeare y a Cervantes, y "asimilo de raíz a
Alberto Daniel Garnica Hernández

varios autores clásicos del siglo de oro, o mejor, de los siglos de oro (San Juan de la Cruz y
Santa Teresa, Fray Luis de León y Jorge Manrique, Garcilaso y Lope)" (Campos). Incluso
llegó a mencionaba que nadie había leído como él a Cervantes, "con cuyo personaje célebre
debió identificarse hondamente" (Campos). También sus lecturas estuvieron influidas por
Byron y Víctor Hugo; asimismo, leyó a los románticos españoles (desde Espronceda hasta
Bécquer); y, por supuesto, a los románticos mexicano; lo mismo que a sus compañeros de
generación, como Gutierrez Najera, Nervo y Díaz Mirón. En suma, se cultivó con los
clásicos, con los románticos y también con los modernistas. De estos últimos, hay que
mencionar algunas características importantes. Según el modernismo "el hombre es el
centro de todo, y el poeta es el hombre superior" (Renteria).

Por su superioridad aristocrática, los modernistas desprecian a la burguesía social y


literaria. Desprecian al pueblo y tienen la seguridad de que la masa es insensible;
como "todo proceso del modernismo está en la obra de Rubén Darío" es de
importancia notar que estas ideas se hallan en las obras de Othón años antes que en
las de Darío (Renteria).

Esta visión se verá reflejada en los poemas y hasta en el prologo de Poemas Rústicos,
dirigido "Al lector" (que por otra parte puede ser considerado como un manifiesto) señala:

el Arte ha sido y debe ser impopular, inaccesible al vulgo. Cuando más se ha


extendido o se extienda su culto, será porque el vulgo ha ido o irá ascendiendo,
abandonando, por lo mismo, su naturaleza; mas no porque el arte baje, pues es
imposible que pierda su sustantividad (...). Fuera de allí es preferible que nadie
(hablo del vulgo, del vulgo vestido, entiéndase bien) absolutamente nadie comprenda
a los artistas a tener la irreparable desgracia de saber que una estrofa, una melodía,
un cuadro o un bloque nuestros, están en los labios, en los oídos, en la memoria, en
la oficina o en el boudoir de damas frívolas, de letrados indoctos, de escritores
ignaros y de jóvenes sentimentales, susceptibles de conmoverse hasta las lágrimas,
ante las insipientes manifestaciones de un arte espurio (Othón)

En su vida publicó tres libros de poesía. Aunque también cultivó los géneros novelesco y
dramático, sobresalió en la poesía y sus primeras composiciones están fechadas en 1875 y
la última en 1906, días antes de su muerte (Renteria). Publicó: Poesías (San Luis 1880),
Nuevas poesías (San Luis Potosí, 1885); y, el último, con el cual obtuvo mayor
reconocimiento fue Poemas Rústicos (1902, México). En este último sobresalen poemas
como "Himno de los bosques", "El idilio Salvaje" y "Noche de Walpurgis". Poema de
Alberto Daniel Garnica Hernández

Vida" es uno que tal vez no se ha abordado por los othonista tanto como los anteriores.
Vamos enseguida a analizar el contenido de los sonetos del “Poema de vida”

Está dividido en tres cantos: canto primero: “Idilio”, canto segundo: “Epitalamio”,
canto tercero: “Elegía”. Cada canto tiene está organizado por tres sonetos con rima
consonántica, en su forma tradicional: A, B, B, A A, B, B, A C, D, C D, C, D.

En el cato primero expresa la llegada de la primavera. Pero el invierno deja sus


huellas sobre ella, es una relación de las dos estaciones. En invierno se hielan la punta de la
sierra, y cuando llega la primavera el deshielo crea un nuevo paisaje:

"Ya de la sierra en el crestón gigante


desbaratóse el gélido turbante
que el invierno formó con sus neblinas"
En el segundo soneto, por todas partes, surge la vida, el viento que todo lo muevo hace que
las semillas caigan; y, el sol hace un suelo más frondoso:

Al tronco de los árboles se prende


de la hiedra la azul y verde malla,
que en el bardal su pabellón extiende.
(…)
Y, empapada del éter en las ondas,
del sol al fuego, la campiña estalla
en explosión de pétalos y frondas.
Si en el primer soneto hay una relación "amorosa" entre dos estaciones: el invierno y la
primavera. El segundo es la consecuencia de éstas: el surgimiento la vida. Pero no la vida
animada, por decirlo de un modo, sino la vida elemental, la que crece en la tierra, la vida
vegetal. El tercer soneto es la siguiente escala de la vida. La de las criaturas animadas: "oye
el ave el reclamo, deja el cielo/ y acude al nido que el ramaje oculta/". El polluelo ensaya su
primer vuelo, y de su pico comienza a nacer el ruido. Y, a su vez, también la vaca muge y
balan el cordero y la oveja.

Muge la vaca en tanto que se aleja


la cría por las quiebras del camino
y, al blando són de la amorosa queja,

tiembla, cual amapola sobre el lino,


la roja lengüecilla de la oveja
del cordero en el blanco vellocino.
Alberto Daniel Garnica Hernández

Después de la vida viene el movimiento y con él el ruido. Todo es representación de vida.

El canto dos está dividido también por tres sonetos. El titulo de estos es
“Epitalamio”, que son cantos nupciales. La vida “todo lo enciende: al hongo en el pantano,/
al ave y al cuadrúpedo en el llano/ y en el huerto a la humilde bellorita".

Vemos las bodas de las flores, los insectos en el polen: "Son las bodas campestres
de las flores./ (...) Se impregnan los insectos zumbadores/ en el polen de oro refulgente" La
primavera canta sus nupcias de vida.

"Posad sobre el cáliz que el deseo


desflora, mientras canta Primavera
los eróticos cantos del Himineo"
Pero como en todo ciclo de la vida, todo lo que vive algún día tendrá que morir. El poeta al
ver la majestuosidad de la vida no quiere que termine nunca.

Nada tu fuerza poderosa trunca,


pues, renaciendo tú de las ruinas
¡oh, fecundante Amor, no mueras nunca!
El canto tercero es la “Elegía”, la muerte de este paisaje que ha brotado desde el hielo,
desde el invierno, para expresarse en la primavera con todas sus manifestaciones de vida.
Con el tiempo no queda nada de ese paisaje:

"En la intrincada senda, y en el rojo


peñón, y en la monótona llanura,
no queda ya ni un resto de verdura,
ni una brizna de hierba, ni un abrojo".
(...)
Nada se oye vivir. Sólo en la hora
del declinar tristísimo del día,
la parda grulla en el erial crotora.
Casi nada se oye vivir, pero queda el germen congelado. El germen que dará de nuevo vida
y paisaje.

"¡ah! no pensemos que la vida muera:


amortajada con su blanco velo,
bajo la opaca crústula del hielo
una inmortal resurrección espera."
Y es sonido tenue que aún permanece de la vida quién será capaz de escúchalo, a ese ruido
de un paisaje distinto. De los instantes de la vida.
Alberto Daniel Garnica Hernández

Mas ¿quién puede escuchar las misteriosas


voces que eleva en místico munnullo
el más oculto seno de las cosas?

Nada sucumbe: el escondido germen,


la crisálida envuelta en su capullo,
la célula y el grano ... ¡todos duermen!
Nada muere, y si seguimos la explicación de la conservación de la energía, todo se
transforma. Para volver a tomar forma el germen de la vida se quedará en estado de
hibernando. Envuelto en un capullo para volver a tomar su lugar en el paisaje que Othón
nos está mostrando en su ciclo de vida.

Manuel José Othón, sí, es un poeta casi modernista, pero alejado también modernismo. Es
el primer poeta mexicano, que no era totalmente romántico ni modernista. Igualmente
religioso sin dejar de lado la herencia grecolatina. Es un poeta con una formación primara
“rudimentaria” según Rafael Montejano, aunque ya vimos que eso es sólo un calificativo
que sólo habla de conocimiento escolar y no literario. Pero también conocedor de los
movimientos romántico y modernista y al mismo tiempo respetuoso de lo clásico.

Es sugerente afirmar que Othón es un poeta dinámico, dinámico en su contexto,


haciendo uso de todo los recursos de que disponía en su época, enfocado en una sola cosa:
la contemplación del paisaje, contemplación de un mundo físico pero siempre viendo en él
un dimensión metafísica: la manifestación de la vida. En suma, Othón en el “Poema de
vida” nos está enseñando un mundo que sería imposible ver sólo con nuestros propios ojos,
nos dice cómo escuchar el paisaje, escuchar la vida entendida en su modo cíclico; o, mejor
dicho, contemplar la vida en todas sus manifestaciones. Es curioso comparar que el poeta
que nació en San Luis Potosí, que se cultivo de los grandes clásicos, y también de sus
contemporáneos, que viajó, que padeció también por una enfermedad grave, en suma, que
vivió; en sus últimos días, haya regresado a su ciudad natal, como si fuera un ciclo de su
propia vida. Volver al principio de donde comenzó (el 28 de noviembre de 1906 muere).
Morir y dejar el germen de su poesía para que cada nuevo lector se acerque a ella y reviva
su voz y sus paisajes, la vida que él vivió. Es como un ciclo infinito que nos permite
recordar que aunque mueran el poeta nunca morirá su poesía.

Bibliografía
Alberto Daniel Garnica Hernández

González, Manuel Pedro: “Algunas Influencias Perceptibles En La Obra de Manuel José


Othón”. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, Enero. 1935. Catálogo
Bibliográfico, (digital) Web 13 abr. 2022
<https://www.bcn.cl/catalogo/detalle_libro?bib=192318.>

Montejano y Aguiñaga, Rafael: Manuel José Othón y su ambiente . Universidad Autónoma


de San Luis Potosí 1984, pp 1-44. (digital) Web 14 abr. 2022
<https://repositorioinstitucional.uaslp.mx/xmlui/handle/i/2537>

Othón, Manuel José: Poemas rústicos. Fondo de cultura económico, 2000. Impreso

Renteria, Raymond Saavedra: “Algunos aspectos de la poesía de Manuel José Othón”.


Texas Tech University, 1972. (digital) Web 16 abr. 2022
<http://hdl.handle.net/2346/10306>

Reyes, Alfonso: Alfonso Reyes, "un hijo menor de la palabra". selec., pról. y semblanza de
Javier Garciadiego. Antología México: Fondo de cultura económico, 2015 pp. 312-
324. (Libro digital)

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