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EL PERIODO DE ENTREGUERRAS
Pero aquellas condiciones no fueron lo único a lo que Alemania tuvo que
enfrentarse tras la firma del Tratado de Versalles. Se incluyeron
asimismo una serie de cláusulas militares que obligaban a reducir
drásticamente el Ejército alemán y se puso fin al servicio militar
obligatorio. También se suprimió la aviación, la artillería pesada y los
submarinos.
Además se pusieron ciertas condiciones económicas a Alemania como
perdedores de la Primera Guerra Mundial . El tratado no establecía una
cantidad a pagar, sino que se dejaba para una comisión que la
fijaría en 1921, pero sí se haría antes un pago de 20.000 millones de
marcos oro, que por otra parte incluía los alimentos que los Aliados
tendrían que suministrar a una Alemania famélica y el coste de la
ocupación de Renania por los aliados, todo lo cual sumaba unos 8.000
millones. Gran parte de este pago se hizo en especia. Los vapores y
barcos de pesca que entregaron los alemanes en los dos años siguientes
como parte del pago sumarían más de 2,6 millones de toneladas, pero
los británicos había perdido más de 8 en la guerra.
Posteriormente, la cantidad establecida por la Comisión de
Reparaciones fue de 132.000 millones de marcos de oro (unos 33.000
millones de dólares). El sistema de pagos se dividió en bonos A y B,
que sumaban unos 50.000 millones, y bonos C, que sumaban el
resto (82.000 millones), a empezar a pagar al cabo de 36 años. Los
miembros de la Comisión sabían que probablemente nunca se pagarían,
como así fue. En cuanto a los 50.000 millones iniciales, en la conferencia
de Lausana de 1932 quedó claro que Alemania ya no haría más pagos,
ascendiendo el total efectuado hasta el momento a entre 20.000 y
21.000 millones. Por entenderlo en contexto, menos de lo que Francia
había pagado como indemnización por la guerra francoprusiana. Los
pagos totales durante los 13 años de la República de Weimar
supusieron una carga del 2,72% para la economía alemana.
Así pues, en realidad, las indemnizaciones no frenaron la
reactivación, y la hiperinflación no tuvo que ver con ellas, sino con el
hecho de que Alemania había financiado tanto la guerra y la posguerra
como la resistencia a la ocupación del Ruhr por franceses y belgas entre
1923 y 1925 emitiendo papel moneda (en lugar de acudir a impuestos).
De hecho, lo que provocó el ascenso del nazismo (y del comunismo) en
Alemania fueron las consecuencias de la crisis de 1929, que llegó
después que un período de estabilidad política, económica y social.
En Alemania, en aquel contexto tan sumamente complicado, los
militares y la derecha conservadora empezaron a soliviantar a la
población con un claro mensaje: "Los demócratas nos han traicionado en
Versalles". Así, con el único fin de revertir el giro revolucionario
demandado por la clase trabajadora, llegaron a afirmar que las
condiciones impuestas al pueblo alemán no eran ni mucho menos las
que tradicionalmente se habían impuesto en Europa, menos duras y
más respetuosas, a los perdedores de una guerra. Fue entonces cuando
empezó a surgir una lectura geopolítica y en clave racial del desarrollo
de los pueblos que y la necesidad de espacio vital para expandirse. Conocido
como Lebensraum (espacio vital) fue una expresión acuñada por el
geógrafo alemán Friedrich Ratzel, que estaba muy influido por el
biologismo y el naturalismo del siglo XIX. Así, el este de Europa y el
mundo eslavo se veían como el Lebensraum propio de una Alemania a la
que el tratado de Versalles había impuesto unos límites que hacían
inviable el desarrollo del pueblo alemán.
Las crecidas de los ríos tras las lluvias de primavera habían convertido
todo el territorio en un autentico lodazal, lo que obligó a retrasar la
invasión hasta el tórrido verano. Finalmente, a los casi cuatro millones
de efectivos que luchaban del lado de la Alemania nazi, se unieron 3.400
tanques que se debían ver las caras frente a casi 11.000 tanques y
tres millones de soldados soviéticos.
Pero ¿por qué motivo emplearon los nazis tan pocos
blindados? Según los especialistas fue debido a la escasez de
combustible, que en aquellos momentos estaba bloqueado por los
Aliados, algo que también obligó a los alemanes a hacer uso de animales
de tiro para el transporte.
La ofensiva del ejército alemán en territorio soviético empezó el 22 de
junio de 1941 con un intenso bombardeo de la artillería pesada y de la
Luftwaffe sobre las posiciones soviéticas. Su principal objetivo eran los
aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio aéreo durante los
primeros meses de la invasión. Tras cuatro días de violentos combates, las
tropas del general Hoth entraron en Minsk, donde apresaron a 324.000 soldados
y capturaron 2.500 tanques. Los ejércitos del norte y del sur iban
progresando de manera similar, y el ejército del general Hoth, que
avanzaba una media de 32 kilómetros diarios, llegó a Smolensk (a 369
kilómetros de Moscú) el 18 de julio. Pero a pesar del éxito momentáneo
de la operación, el dictador alemán ordenó priorizar la toma de Ucrania
y de Leningrado. Así, desoyendo los consejos de sus generales, el 19 de
julio, Adolf Hitler cursó la Directriz 33, por la que se ordenaba a los tanques del
ejército central reforzar los otros dos frentes : el general Hoth cambiaría de
rumbo para asegurar el cerco de Leningrado y el general Guderian haría
lo propio parar invadir Kiev, las regiones carboníferas ucranianas y
tomar la península de Crimea. Aquel cambio de estrategia facilitó que los
soviéticos tuvieran tiempo para reorganizarse y rehacer sus defensa,
contra las que se acabaría estrellando el ejército nazi. Por su parte, en la
retaguardia, las SS alemanas ejercían una dura y cruel represión sobre la
población civil, mientras los atentados perpetrados por grupos de
partisanos organizados por la NKVD (la policía secreta rusa) convirtieron las
calles de las ciudades tomadas en lugares muy peligrosos, lo que impedía a
los alemanes consolidar sus conquistas y ralentizaba también el
transporte de suministros.
En realidad, con la puesta en marcha de la Directriz 33 los alemanes
habían perdido más de dos meses, cruciales para el desarrollo con éxito
de la Operación Barbarroja. Y los elementos parecieron también aliarse
en su contra. El 15 de octubre, el ejército alemán se encontraban a tan
solo 105 kilómetros de Moscú, dispuestos al asalto de la capital en la que
llamaron Operación Tifón, cuando una fuerte tormenta, junto con la
llegada de las primeras nevadas, dejaron las carreteras
impracticables. Los soviéticos aprovecharon aquella circunstancia para
reforzarse con efectivos procedentes de Siberia, y con un numero
significativo de tanques y aviones al mando del general Gueorgui
Zhúkov.
A pesar de la llegada del frío, los alemanes no variaron su actuación y
siguieron con sus tácticas habituales, pero los soviéticos les hicieron
retroceder cuando estaban tan solo a ocho kilómetros de la capital. Las
bajas temperaturas terminaron por dar al traste con la estrategia
alemana en una de las campañas militares más sangrientas de la
Segunda Guerra Mundial.
PEARL HARBOR Y LA ENTRADA DE ESTADOS UNIDOS EN LA
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Mientras la Alemania nazi seguía con su imparable conquista de Europa,
Estados Unidos era oficialmente neutral ante los conflictos que
mantenían los japoneses en su expansión por China y ante la actitud de
la Alemania de Hitler en Europa. Sin embargo, en 1940, Estados Unidos
empezó a considerar amenazadora para sus intereses la expansión de
Japón, y el Gobierno estadounidense decidió proporcionar ayuda a los
chinos y sancionar a los japoneses. Así, tras la firma del
pacto Antikominternen noviembre de 1941 entre la Alemania nazi,
Italia y Japón, Estados Unidos congeló los activos japoneses y
prohibió todas sus exportaciones al país del Sol naciente.
De este modo, a medida que Japón continuaba con su guerra con China,
el conflicto con Estados Unidos se hizo inevitable. Ante el peligro que
esto representaba, el alto mando japonés evaluó sus opciones, pero no
tuvo más remedio que reconocer la superioridad de la Armada
estadounidense, que les superaba en número, por lo que Japón carecía
de los recursos necesarios para hacer frente al coloso americano. Fue
entonces cuando Japón pensó que tenía un as en la manga: podía atacar a
Estados Unidos utilizando el factor sorpresa. Así, el almirante Yamamoto
convenció al alto mando japonés de que en lugar de declarar la guerra a
Estados Unidos lo mejor sería causarles el mayor daño posible atacando
a su flota fondeada en el Pacífico. El día escogido por los japoneses para
realizar uno de los ataques más famosos de la Segunda Guerra Mundial,
y que al final resultaría definitivo para el desarrollo de la contienda, fue el
domingo 7 de diciembre de 1941. Poco antes del amanecer, la Armada
Imperial Japonesa atacaba por sorpresa la base militar de Pearl Harbor,
en Hawái, donde la Armada de Estados Unidos tenía el cuartel general
de la flota del Pacífico. Para llevar a cabo el ataque, 353 aeronaves, entre
cazas de combate, bombarderos y torpederos, atacaron sin una previa
declaración de guerra con la única misión de borrar de la región a la flota
estadounidense.