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La Segunda Guerra Mundial al

completo, historia del conflicto que


cambió el mundo

Foto: PD

El origen de la Segunda Guerra Mundial

Sin lugar a dudas, la Segunda Guerra Mundial ha sido el


conflicto armado más devastador de la historia de la
humanidad. Las pérdidas en vidas fueron tremendas. Se
calcula que entre 55 y 60 millones de personas murieron
durante los seis años que duraron los enfrentamientos
armados que se extendieron por todo el mundo, desde Europa
hasta Asia y desde África hasta Oceanía. Sin embargo, para
entender los orígenes de la Segunda Guerra Mundial debemos
retroceder a finales de la Primera Guerra Mundial
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/cuanto-sabes-
sobre-primera-guerra-mundial_10254), también conocida
como Gran Guerra, que culminó con la firma del Tratado de
Versalles el 28 de junio de 1919 (a pesar de que el armisticio
había sido firmado meses antes, el 11 de noviembre de 1918
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/final-primera-
guerra-mundial_14888), para poner fin a las hostilidades en el
campo de batalla). Este hecho sería, al menos en parte, el
detonante de los acontecimientos que se desarrollaron
durante los años siguientes y que acabarían por llevar a Adolf
Hitler
(https://historia.nationalgeographic.com.es/personajes/hitler)
al poder y terminar desencadenando un nuevo conflicto que
acarrearía episodios tan terribles como el Holocausto
(https://historia.nationalgeographic.com.es/temas/holocaust
o).

La firma del tratado era un duro golpe de encajar para la


delegación alemana. Tanto los representantes del país
vencido, así como los periódicos y la población general,
entendían que se trataba de un acto de imposición más que
de una negociación. Sin embargo lo que acabó por irritar más
a la sociedad alemana manipulada por la derecha fue la
aceptación del artículo 231, el cual consideraron inaceptable
y humillante. Este artículo era introductorio a la parte VIII del
tratado, sobre las indemnizaciones, y lo introdujeron los
negociadores estadounidenses. Sabían que los alemanes no
podrían pagar (como querían principalmente franceses e
ingleses) indemnizaciones que cubrieran todos los costes de
la guerra. Así pues el artículo 231 reconocía la
responsabilidad moral de Alemania por la guerra y su
imputabilidad legal por los daños ocasionados. Pero por otra
parte, el artículo 232 reconocía implícitamente su
incapacidad económica para satisfacerlos. Pero desde la
derecha alemana se utilizó este artículo como el elemento
central de la campaña contra el tratado.

Destacados oficiales del Ejército y sectores conservadores


de la sociedad alemana se mostraron reacios a firmar las
condiciones impuestas por los vencedores, aun a sabiendas
de que la alternativa era la reanudación de las hostilidades y
la invasión del suelo alemán. Una humillación todavía mayor.
En esa tesitura, los partidarios de la firma adujeron que no
había otro remedio, y finalmente Alemania tuvo que renunciar
a todas sus colonias y acceder a la entrega de los territorios
invadidos a países como Francia, Dinamarca o Polonia.

Para saber más

El periodo de entreguerras

Pero aquellas condiciones no fueron lo único a lo que


Alemania tuvo que enfrentarse tras la firma del Tratado de
Versalles (https://historia.nationalgeographic.com.es/foto-
del-dia/fin-guerra_17705). Se incluyeron asimismo una serie
de cláusulas militares que obligaban a reducir drásticamente
el Ejército alemán y se puso fin al servicio militar obligatorio.
También se suprimió la aviación, la artillería pesada y los
submarinos.
Además se pusieron ciertas condiciones económicas a
Alemania como perdedores de la Primera Guerra Mundial
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/origenes-
causas-y-efectos-primera-guerra-mundial-2_18350). El tratado
no establecía una cantidad a pagar, sino que se dejaba para
una comisión que la fijaría en 1921, pero sí se haría antes un
pago de 20.000 millones de marcos oro, que por otra parte
incluía los alimentos que los Aliados tendrían que suministrar
a una Alemania famélica y el coste de la ocupación de
Renania por los aliados, todo lo cual sumaba unos 8.000
millones. Gran parte de este pago se hizo en especia. Los
vapores y barcos de pesca que entregaron los alemanes en
los dos años siguientes como parte del pago sumarían más
de 2,6 millones de toneladas, pero los británicos había
perdido más de 8 en la guerra.

En el Tratado de Versalles se incluyeron una serie de


cláusulas militares que obligaban a reducir drásticamente el
Ejército alemán.

Posteriormente, la cantidad establecida por la Comisión de


Reparaciones fue de 132.000 millones de marcos de oro
(unos 33.000 millones de dólares). El sistema de pagos se
dividió en bonos A y B, que sumaban unos 50.000 millones, y
bonos C, que sumaban el resto (82.000 millones), a empezar
a pagar al cabo de 36 años. Los miembros de la Comisión
sabían que probablemente nunca se pagarían, como así fue.
En cuanto a los 50.000 millones iniciales, en la conferencia de
Lausana de 1932 quedó claro que Alemania ya no haría más
pagos, ascendiendo el total efectuado hasta el momento a
entre 20.000 y 21.000 millones. Por entenderlo en contexto,
menos de lo que Francia había pagado como indemnización
por la guerra francoprusiana. Los pagos totales durante los
13 años de la República de Weimar supusieron una carga del
2,72% para la economía alemana.
Así pues, en realidad, las indemnizaciones no frenaron la
reactivación, y la hiperinflación no tuvo que ver con ellas,
sino con el hecho de que Alemania había financiado tanto la
guerra y la posguerra como la resistencia a la ocupación del
Ruhr por franceses y belgas entre 1923 y 1925 emitiendo
papel moneda (en lugar de acudir a impuestos). De hecho, lo
que provocó el ascenso del nazismo (y del comunismo) en
Alemania fueron las consecuencias de la crisis de 1929
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/crack-1929-
imagenes_14851), que llegó después que un período de
estabilidad política, económica y social.

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En Alemania, en aquel contexto tan sumamente complicado,


los militares y la derecha conservadora empezaron a
soliviantar a la población con un claro mensaje: "Los
demócratas nos han traicionado en Versalles". Así, con el
único fin de revertir el giro revolucionario demandado por la
clase trabajadora, llegaron a afirmar que las condiciones
impuestas al pueblo alemán no eran ni mucho menos las que
tradicionalmente se habían impuesto en Europa, menos duras
y más respetuosas, a los perdedores de una guerra. Fue
entonces cuando empezó a surgir una lectura geopolítica y en
clave racial del desarrollo de los pueblos que y la necesidad
de espacio vital para expandirse. Conocido como
Lebensraum (https://historia.nationalgeographic.com.es/foto-
del-dia/expansion-alemana_16544) (espacio vital) fue una
expresión acuñada por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel,
que estaba muy influido por el biologismo y el naturalismo del
siglo XIX. Así, el este de Europa y el mundo eslavo se veían
como el Lebensraum propio de una Alemania a la que el
tratado de Versalles había impuesto unos límites que hacían
inviable el desarrollo del pueblo alemán.

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El ascenso de Hitler al poder


A finales de la década de 1920, los países del centro de
Europa empezaron a experimentar una gran inestabilidad
política provocada por la inestabilidad económica,
especialmente devastadora para Alemania. Esta inestabilidad
acabó convirtiéndose en un terreno fértil para que
movimientos políticos de índole extremista y con ánimo de
revancha lograrán un importante eco entre la población. Entre
todos aquellos grupos sobresalió el Partido Nacional
Socialista Obrero Alemán, dirigido por Adolf Hitler, que poco
a poco iba sumando simpatizantes y seguidores deseosos de
revertir lo firmado en Versalles y situar a Alemania en el sitio
que consideraban que le correspondía.

A partir de entonces, los acontecimientos se sucedieron con


rapidez. Hitler
(https://historia.nationalgeographic.com.es/personajes/hitler)
fue nombrado canciller de Alemania el 30 de enero de 1933
por el presidente Paul von Hindenburg, el 27 de febrero tuvo
lugar el famoso incendio del Reichstag y al día siguiente
Hindenburg firmó el "Decreto del Presidente del Reich para la
Protección del Pueblo y del Estado", por el cual las libertades
individuales quedaban totalmente suspendidas "hasta nuevo
aviso". Se restringió la libertad de expresión, de prensa, de
asociación, de reunión y se estableció el secreto de las
comunicaciones.
Concentración del partido nazi tras ganar las elecciones del año 1933.
Foto: CC

Una vez en el poder, Hitler contravino lo pactado en el Tratado


de Versalles y ordenó de inmediato el rearme del país. De
hecho, incrementó el gasto armamentístico hasta los 18.000
millones de marcos entre 1934 y 1938. Así, habiéndose
asegurado la ayuda militar, Hitler empezó su política
expansionista con la anexión de Austria en marzo de 1938, el
episodio conocido como Anschluss, y durante el cual tuvieron
lugar unas elecciones con el propósito de legalizar la anexión.
Pero el "espacio vital" de Hitler no terminó allí. A Austria le
siguieron los Sudetes, una zona fronteriza de
Checoslovaquia habitada por tres millones de alemanes, una
idea con la que Francia y el Reino Unido transigieron con los
Acuerdos de Múnich, en septiembre de 1938, pensando que
así aplacarían a Hitler. Nada más lejos de la realidad. Hitler en
vez de amilanarse, decidió invadir Checoslovaquia en marzo
de 1939.

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Una vez ocupada aquella región, Hitler exigió también el


corredor de Danzig, un territorio creado tras el Tratado de
Versalles que se extendía por la desembocadura del río
Vistula, y que servía para que Polonia tuviera acceso al mar
Báltico. Cabe destacar que en ese momento Polonia era un
Estado que, tras desaparecer en el siglo XVIII había sido
impulsada su restauración por parte de Francia y el Reino
Unido en los acuerdos de paz como parte de la creación de un
"cordón sanitario" de países de Europa Central que
contribuyeran a frenar la expansión de la Rusia revolucionaria
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/revolucion-
rusa-1917_16494).
Tras la negativa del gobierno polaco a ceder su soberanía, y
después de que Alemania y Rusia firmasen un pacto de no
agresión el 23 de agosto de 1939
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/pacto-
antikomintern-fragil-amistad_15848), Alemania invadiría
Polonia una semana después.

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ographic.com.es/a/segun

La invasión de Polonia, comienza la Segunda Guerra


Mundial

"Esta noche, soldados regulares polacos han disparado por


primera vez contra nuestro territorio”. Con esta mentira, Adolf
Hitler intentaba justificar que al ejército alemán no le quedaba
más remedio que invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939.
En realidad, el plan para llevar a cabo la invasión de Polonia
se esbozó el 31 de agosto de 1939 en el marco de la
Operación Himmler, cuando media docena de miembros de
las SS, fingiendo ser unos agitadores, irrumpieron por la
fuerza en una emisora de radio de Gleiwitz, una región de la
alta Silesia, realizando disparos al aire. Una vez los tres
empleados y el policía que se encontraban en el interior
fueron reducidos, los asaltantes lanzaron violentas proclamas
en contra del führer y del Tercer Reich. Fue entonces cuando
conectaron el micrófono para que un interprete empezara a
lanzar proclamas patrióticas y antialemanas en polaco:
"¡Atención! Esto es Gleiwitz. La emisora está en manos
polacas".
El plan para llevar a cabo la invasión de Polonia se esbozó el
31 de agosto de 1939 en el marco de la Operación Himmler.

Tropas alemanas retiran la barrera fronteriza entre Polonia y Alemania el 1 de


septiembre de 1939.
Foto: Cordon Press

Para hacer que la escena fuera aún más creíble, los


asaltantes llevaron hasta allí a un nacionalista polaco
llamado Franz Honiok al que las SS había detenido el día
anterior. Honiok era un agricultor de 43 años al que
seleccionaron por haber participado en otras revueltas
similares. Lo arrastraron hasta la emisora completamente
drogado y, nada más llegar, le pegaron un tiro en la entrada de
la emisora para que todo el mundo pudiera verlo. Para que no
hubiera ningún tipo de confusión, vistieron a Honiok con un
uniforme del ejército polaco que previamente habían robado
y tras permanecer tan solo 15 minutos en la emisora de radio,
el comando huyó sin darse cuenta de que solamente había
podido emitirse una parte del falso discurso a causa de un
problema técnico. A pesar de que la parte de la emisión que
pudo escucharse no anunciaba la falsa invasión de Alemania,
aquello fue suficiente para que Adolf Hitler tuviera su tan
deseado casus belli y así justificar la invasión del país vecino.
Antes de escapar de la emisora, el comando de las SS subió
el cadáver de Franz Honiok a la sala de retransmisión, donde
le tomaron unas fotos que posteriormente serían publicadas
en toda la prensa.

La invasión de Polonia que daría comienzo a la Segunda


Guerra Mundial ya había sido anunciada días antes por Adolf
Hitler.

A pesar de las argucias del ejército alemán para encontrar un


motivo para la invasión de Polonia, esta ya había sido
anunciada días antes por Adolf Hitler. Como explica Richard
Lukas en su libro Out of the Inferno: Poles Remember the
Holocausten el Discurso de Obersalzberg pronunciado el 22
de agosto de 1939, justo antes de la invasión de Polonia,
Hitler dio permiso explícito a sus comandantes para asesinar
"sin piedad ni pena, a todos los hombres, mujeres y niños de
ascendencia o lengua polaca". Finalmente, la mañana del 1
de septiembre de 1939
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/comienzo-
segunda-guerra-mundial-invasion-polonia_14585), y con la
justificación de lo que había ocurrido el día anterior, el
poderoso ejército alemán avanzó hacia Polonia a través de
distintos puntos fronterizos. Polonia tenía un ejército fuerte y
sus efectivos eran superiores en número a los invasores, pero
no había decretado la movilización general a petición de
franceses y británicos, que creía que eso podía ser la excusa
para que Hitler atacara. Esta incapacidad de defenderse fue
todavía mayor cuando el 17 de septiembre la URSS invadió
Polonia, lo que hizo imposible toda resistencia, repartiéndose
el país entre la URSSS y Alemania,

Hitler deseaba iniciar la guerra contra este país desde hacía


mucho tiempo, pero lo que no previó es que en cuestión de
pocos días Gran Bretaña y Francia se pondrían del lado
polaco y le declararían la guerra. La Segunda Guerra Mundial
había empezado.
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La blitzkrieg, la exitosa estrategia de Hitler

Durante la primera fase de la Segunda Guerra Mundial en el


continente europeo, Alemania buscaba por todos los medios
evitar un conflicto que se alargara en el tiempo. Su estrategia
era derrotar por la vía rápida a todos sus oponentes en una
serie de campañas cortas. Gracias a aquella táctica
denominada Blitzkrieg, el ejército alemán invadió gran parte
de Europa y salió victorioso durante varios años. El término
Blitzkrieg es un vocablo alemán que literalmente se traduce
como "guerra relámpago" y se usa para referirse a una táctica
militar que está basada en desarrollar una campaña rápida y
contundente. La táctica Blitzkrieg requería de una gran
concentración de armas ofensivas como tanques, aviones y
artillería pesada. La velocidad era el distintivo más
característico de la Blitzkrieg. Tras el bombardeo inicial de la
aviación, los carros de combate atacaban el objetivo
rápidamente y de manera autónoma, lo que acababa
causando una gran desorganización en las líneas defensivas
enemigas.

Como apunta Martin H. Folly en su Atlas de la Segunda


Guerra Mundial "El ejército polaco no era una fuerza
insignificante, pero no estaba preparado para el nuevo tipo de
guerra que los alemanes practicaban. Esta era la Blitzkrieg, la
guerra relámpago». La punta de lanza era la división Panzer,
una concentración de vehículos blindados, con infantería
totalmente motorizada y un apoyo aéreo cercano
proporcionado por la Luftwaffe y materializado por los
temibles bombarderos en picado, los stukas. Alemania sólo
disponía de tanques ligeros y el ejército no estaba totalmente
preparado para la guerra, pero la clave de la Blitzkrieg era la
rapidez, que arrollaría a las defensas enemigas antes de que
éstas pudieran organizar sus fuerzas, o antes de que se
descubrieran los puntos débiles ocultos de las fuerzas
atacantes. El uso de la fuerza aérea contra objetivos civiles
llenaría las carreteras de refugiados y contribuiría a la
desintegración de la moral, un componente fundamental de
toda Blitzkrieg eficaz. Los polacos eran superiores en número,
con 30 divisiones y diez en la reserva, pero sus equipos y su
doctrina estratégica estaban desfasados. Sus fuerzas
estaban desplegadas en sus fronteras. Desgraciadamente
para los polacos, sus principales áreas industriales se
hallaban en Silesia, justo en sus fronteras, lo que les hacía
extremadamente vulnerables a la Blitzkrieg.

Gracias a la táctica denominada Blitzkrieg, o guerra


relámpago, el ejército alemán invadió gran parte de Europa.
Los Stuka fueron una parte importantísima de la guerra relámpago (Blitzkrieg).
Foto:
Cordon Press

Alemania usó la Blitzkrieg durante la invasión de Polonia el 1


de septiembre de 1939, así como en otros frentes como en
Dinamarca (abril de 1940), Noruega (abril de 1940), Bélgica
(mayo de 1940), Holanda (mayo de 1940), Luxemburgo (mayo
de 1940), Francia (mayo de 1940), Yugoslavia (abril de 1941)
y Grecia (abril de 1941). El poderío aéreo alemán eran tan
abrumador que no permitía a los defensores ni
reabastecerse, ni organizar sus efectivos, ni tampoco enviar
refuerzos que pudieran defender las brechas abiertas por los
carros de combate. Sin embargo, y a pesar de la evidente
efectividad de la Blitzkrieg, hubo algunos países a los que
Alemania no pudo derrotar con este sistema: Gran Bretaña,
gracias a que las islas contaban con la inestimable ayuda del
canal de la Mancha y de la eficaz Marina Real Británica, y la
Unión Soviética, a pesar de que la Blitzkrieg había logrado
empujar a los efectivos soviéticos hasta las puertas de
Moscú en 1941.

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La "guerra de broma" y la huida de Dunkerque

Tras la invasión de Polonia, en septiembre de 1939, se


sucedieron ocho meses de la conocida como drôle de guerre
(la guerra de broma o guerra falsa), que acabaría con la
invasión de Dinamarca y Noruega en abril de 1940. En
realidad, lo que desconocían los Aliados era que, tras aquella
supuesta calma, la idea de Hitler
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/cuanto-sabes-
sobre-hitler_15299) era avanzar hacia el oeste para asestar el
primer gran golpe de la contienda: la toma de París.
Envalentonado por la rápida caída de Polonia, Hitler pretendía
hacer uso de la Blitzkrieg para hacer lo propio con Francia, a
pesar de la mayor envergadura del rival y de la dificultad de
tener que sortear la histórica línea Maginot para entrar en
París de manera triunfal.
Lo que desconocían los Aliados era que la idea de Hitler era
avanzar hacia el oeste para asestar el primer gran golpe de la
contienda.

Soldados británicos disparan contra aviones alemanes durante la evacuación de


Dunkerque.
Foto: PD

Los alemanes atacaron Bélgica haciendo creer que desde allí


invadirían Francia, mientras que en realidad el ataque
principal a Francia tuvo lugar cruzando la zona boscosa de las
Ardenas, entre Bélgica y el extremo norte de la línea Maginot,
cogiendo completamente por sorpresa a los franceses. Estas
tropas avanzaron hasta el canal de La Mancha, acorralando a
franceses, británicos y belgas contra el mar. Aunque Hitler
contaba con sufrir un millón de bajas entre sus efectivos,
cuando el ejército nazi desfiló por los campos elíseos de
París se estimaba que las bajas entre sus filas habían sido de
27.000 hombres.

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Pero a pesar del éxito obtenido, el gran triunfo del ejército
alemán debe buscarse en un lugar imprevisto por todos dado
lo inesperado de su trascendencia: las playas de Dunkerque,
en el norte de Francia, donde terminaron acorralados más de
338.000 soldados Aliados
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/dunkerque-
batalla-desconocida-segunda-guerra-mundial_11729), que
vieron en el puerto galo la única vía de escape. Sería el
general Gort, al mando de la Fuerza Expedicionaria Británica
(FEB), el responsable de organizar la llamada Operación
Dinamo, que consistía en la evacuación de las tropas aliadas
en territorio francés, y que se llevó a cabo entre el 26 de mayo
y el 4 de junio de 1940.

En las playas de Dunkerque, en el norte de Francia, terminaron


acorralados más de 338.000 soldados Aliados.
Aglomeraciones de soldados británicos en las playas de Dunkerque.
Foto: PD

En realidad, la operación no habría tenido éxito no habría


tenido lugar si el 24 de mayo Hitler no hubiera ordenado
detener sus divisiones blindadas. La decisión obedecía a la
voluntad de poder utilizarlas contra las fuerzas francesas que
se hallaban más al sur si estas conseguían reagruparse, y a la
idea de Herman Göring, el jefe de las fuerzas aéreas
alemanas, la Luftwaffe, de que podía frustrar cualquier intento
de evacuación de los británicos. Ello permitió a los cercados
preparar un perímetro defensivo que consiguió una eficaz
resistencia. El fuego de la artillería alemana no logró detener
la operación, y tampoco la actuación de los bombarderos
alemanes, que no contaron con un apoyo efectivo de sus
cazas que despegaban desde bases en Alemania frente a los
Spitfire aliados llegados de bases mucho más cercanas,
como Kent. A ello se sumó un mar en calma, lo que facilitó la
evacuación.

La operación de retirada no habría tenido éxito si Hitler no


hubiera frenado el avance de sus tropas, algo que aún hoy en
día es motivo de debate entre los historiadores.
Soldados británicos esperando para desembarcar en Dover.
Foto: PD

La mayoría de efectivos aliados escaparon en barcos de la


Royal Navy, como el crucero ligero HMS Calcutta o alguno de
los más de 30 destructores desplegados en la zona, pero
otros lo hicieron a bordo de embarcaciones civiles, que
acudieron en su ayuda viendo que la marina no daba abasto
para transportar a tantos hombres. El 4 de junio, el primer
ministro británico Winston Churchill se dirigió a la nación con
un mensaje muy claro: las guerras no se ganan con
evacuaciones. El premier británico ofreció su discurso más
recordado con frases tan famosas como "we shall go on to
the end" (seguiremos hasta el final) o "we shall never
surrender" (nunca nos rendiremos). Lo conseguido en
Dunkerque sirvió para que Gran Bretaña se mantuviera en la
lucha y, algo mucho más importante, sumase el
reconocimiento y la simpatía de la opinión pública y la prensa
norteamericana.

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Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial

En el verano de 1940, la Alemania nazi se tenía en su poder,


en un tiempo de récord de Polonia, Noruega, Dinamarca,
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia con la inestimable
ayuda de la Italia de Mussolini
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/fusilamiento-
mussolini_15259), que se acababa de sumar a las potencias
del Eje con todos sus dominios en el mar Mediterráneo y
África. Ante esta nueva situación estratégica en Europa, tras
la gravísima derrota sufrida en las playas de Dunkerque y tras
la ruptura de las conversaciones de paz entre diplomáticos
ingleses y alemanes en Suiza, Inglaterra estaba a punto de
enfrentarse a una nueva ofensiva por parte de Alemania: la
Operación León Marino, que tenía la intención de hacer un uso
masivo de la Fuerza Aérea Alemana, al mando del mariscal
del aire Hermann Göring
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/hermann-
goring-nazi-bon-vivant-que-fundo-gestapo_18047), con el
objetivo de destruir a la Real Fuerza Aérea británica (RAF) y
de esta manera lograr la superioridad aérea necesaria para
invadir Gran Bretaña.

Tras la gravísima derrota sufrida en las playas de Dunkerque,


Inglaterra estaba a punto de enfrentarse a una nueva
ofensiva.

Un bombardero alemán Heinkel He 111 sobrevuela los muelles comerciales de Surrey


en el sur de Londres el 7 de septiembre de 1940.
Foto: PD

El 30 de junio, el comandante Alfred Jodl y el mariscal de


campo Wilhelm Keitel, haciendo gala de un optimismo
desmedido, argumentaron que la victoria sobre Inglaterra era
cuestión de tiempo, aunque no todos pensaban igual. Había
otros, como Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina
alemana hasta el año1943, que habían advertido de la
insensatez de aquel plan por carecer de embarcaciones
capaces de acometer un desembarco de tal magnitud. A favor
de los alemanes, tres flotas fondeadas en Francia, Noruega y
los Países Bajos (La 5.ª Flota Aérea (Luftflotte 5) tenía el
cuartel general en Oslo; la Luftflotte 3, en parís, y la Luftflotte
2, en Bruselas) y 3.600 aviones contra los apenas 870
aparatos con los que contaba la RAF.

Pero el principal obstáculo para llevar a buen puerto la


operación era el uso del radar por parte de los británicos y
las limitaciones de los cazas alemanes, menos maniobrables
que los Spitfire y Hurricane británicos. Durante el mes de julio,
los BF109 bombardearon las defensas costeras y a los
convoyes británicos en el canal de la Mancha, sin embargo la
producción armamentista británica no cesó en ningún
momento por temor a una completa aniquilación.

Para saber más


La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en
aquellos momentos la actuación del primer ministro británico
Winston Churchill fue providencial para convertir el miedo de
los británicos en esperanza. Su trabajo incansable en ese
sentido se vio recompensado en el hemiciclo de Westminster
donde era aplaudido por laboristas y conservadores. El
premier puso asimismo los cimientos para recibir ayuda de
los Estados Unidos gracias a su amistad con el presidente
Roosevelt y su vigilancia en el océano Atlántico.

En realidad, podría decirse que Churchill, con su carisma, se


convirtió en un antídoto contra el derrotismo que empezaba
a hacer mella en la sociedad. Además, hizo gala de su astucia
engañando a los alemanes, durante el mes de agosto, con
falsos hangares para de este modo lograr evitar la
destrucción masiva de los aeródromos británicos. El 20 de
agosto, y como agradecimiento al trabajo llevado a cabo por
los pilotos de la RAF, Churchill
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/winston-
churchill-politico-que-cambio-rumbo-segunda-guerra-
mundial_15053) pronunciaría su legendaria frase "nunca
tantos debieron tanto a tan pocos".

La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en


aquellos momentos la actuación del primer ministro británico
Winston Churchill fue providencial.

Imagen de una de las calles de Londres tras un bombardeo.


Foto: PD

De hecho, algunos historiadores también consideran que el


mariscal Keitel fue un ingenuo al querer comparar Inglaterra
con Polonia. Así, el 25 de agosto, las tornas empezaron a
cambiar cuando la RAF se vengó del bombardeo alemán al
East End londinense haciendo lo propio en el aeropuerto de
Tempelhof en Berlín y en la fábrica de Siemens. Los daños
fueron mínimos, pero suficientes para que Hitler se pusiera
furioso y modificara todo lo planeado hasta el momento. El 17
de septiembre se pospone León marino y a partir de entonces,
Hitler dio la orden de llevar a cabo los Blitz, unos
bombardeos aéreos indiscriminados y sostenidos por parte
de la Luftwaffe que tuvieron lugar desde septiembre a
noviembre de 1940 contra Londres y otras ciudades
industriales como Coventry.
La RAF se vengó del bombardeo alemán al East End
londinense haciendo lo propio en el aeropuerto de Tempelhof
en Berlín y en la fábrica de Siemens.

La ciudad de Coventry tras uno de los devastadores bombardeos alemanes.


Foto: PD

Aquellos tiempos fueron duros para los británicos, y de hecho


el cine se ha encargado de mitificar aquellos meses en los
que es fácil imaginar a los londinenses refugiándose en el
metro. Churchill vislumbraba, impotente, una capital en ruinas,
pero conservaba la tranquilidad al saber que sus radares se
encontraban a salvo del fuego nazi. A mediados de
septiembre, justo cuando los alemanes tenían previsto
asestar el golpe definitivo y pisar suelo británico, la Royal
Navy bombardeó los principales puertos de invasión como
Calais, Cherburgo o Boulougne, apoyada por la RAF. Al
parecer, las pérdidas en ambos bandos se exageraron por
motivos propagandísticos y al final la Batalla de Inglaterra
acabaría en tablas. Poco después, el 17 de septiembre, Hitler
daría por finalizada la Operación León Marino y dirigió su
mirada hacia un nuevo objetivo: la Unión Soviética.
Cabe destacar además que tanto la Operación León Marino
como la operación Día del Águila y el Blitz forman parte de la
conocida como Batalla de Inglaterra.

Para saber más

Los nazis invaden la Unión Soviética, la Operación


Barbarroja

Durante la Navidad de 1940, Adolf Hitler llegó a la conclusión


de que para deshacerse definitivamente de la amenaza que
representaba Winston Churchill para los intereses de
Alemania era necesario llevar a cabo una gran demostración
de fuerza. Para ello el dictador nazi concibió la Directiva 21,
conocida más tarde como Operación Barbarroja
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/operacion-
barbarroja-y-defensa-moscu-durante-ii-guerra-
mundial_15825), bautizada así en honor al emperador del
Sacro Imperio, Federico I Barbarroja. El objetivo de esta
operación era atacar a la Unión Soviética, acabar con el
comunismo y desintegrar aquel país para lograr el tan
ansiado Lebensraum (espacio vital), expulsando a la
población eslava y ocupando el territorio soviético hasta los
Urales, colonizándolo con alemanes y convirtiendo a la
población local en siervos a su servicio. A los países vecinos,
como Ucrania o la Confederación de Estados Bálticos, se les
otorgaría una independencia tutelada desde Berlín.

El dictador nazi Adolf Hitler concibió la Directiva 21, conocida


más tarde como Operación Barbarroja.

Al principio, el avance alemán fue imparable y sin oposición.


Foto: CC
Y es que en la génesis de la Operación Barbarroja también se
escondía el profundo desprecio que Adolf Hitler sentía por los
los eslavos, a quienes la doctrina nazi consideraba
Untermenschen, "infrahombres". De este modo, a pesar del
pacto de no agresión germano-soviético, firmado durante el
mes de agosto de 1939, Hitler yStalin
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/cuanto-sabes-
sobre-stalin_15919) sabían que esta "paz" no podía ser
duradera y que su enfrentamiento era inevitable. La Operación
Barbarroja abrió, así, un segundo frente para la Alemania nazi,
que llevó a la guerra a unas cotas de barbarie nunca vistas
hasta entonces. Pero en realidad aquella operación no
solamente representaría el principio del fin para Adolf Hitler,
sino que además sería el inicio en toda Europa de la terrible
persecución y asesinato sistemático de los judíos: el
Holocausto
(https://historia.nationalgeographic.com.es/multimedia/recor
rido-historico-por-6-campos-concentracion-nazis_17125).

Para saber más


Hasta aquel momento la guerra iba viento en popa para los
nazis, y tras la abrumadora conquista de Francia, Hitler
supuso, erróneamente, que hacerse con la Rusia europea solo
le llevaría unos tres o cuatro meses. Para llegar a Moscú,
Hitler planteó una ofensiva en tres frentes: el frente norte
atacaría por la costa báltica hacia Lituania y tomaría
Leningrado (la actual San Petersburgo); en el centro operaría
un ejército que se dirigiría primero a Minsk (la capital de la
actual Bielorrusia), luego a Moscú, la capital soviética;
finalmente, otro en el sur atacaría Ucrania, donde se
encontraban las tierras más fértiles de la URSS; avanzaría
luego hacia las principales regiones industriales soviéticas,
las cuencas de los ríos Don y Donets, después ocuparía los
campos petrolíferos del Cáucaso.

Visto en retrospectiva, los especialista militares opinan que


dividir la ofensiva en tres frentes fue un error crucial para
Alemania.
Una vez asegurada la zona, aquel mismo ejército sería el
encargado de tomar la base naval de Crimea y los campos
petrolíferos del Cáucaso. Pero visto en retrospectiva, los
especialista militares opinan que dividir la ofensiva en tres
frentes fue un error crucial. A su juicio, el objetivo principal
tendría que haber sido la propia Moscú por ser esta el eje
principal de comunicaciones además de un importante centro
industrial. De esa manera, Hitler habría logrado dividir a la
Union Soviética en dos y hubiera sido mucho más fácil
conquistarla.

El alto mando alemán, con Hitler a la cabeza, siguiendo las operaciones.


Foto: CC

Asimismo, una muestra más de la excesiva confianza con que


los alemanes afrontaron la campaña es que solo un quinta
parte de sus fuerzas disponía de ropa de abrigo para hacer
frente al crudo invierno ruso, y es que en su mente Hitler
albergaba el convencimiento de que para el mes de diciembre
ya habría una nueva frontera oriental del Reich marcada por el
río Volga. Pero con lo que no contaban ni Hitler ni su Estado
Mayor era con no estar ocupando Moscú antes de que la
meteorología se volviera más adversa.

Las crecidas de los ríos tras las lluvias de primavera habían


convertido todo el territorio en un autentico lodazal, lo que
obligó a retrasar la invasión hasta el tórrido verano.
Finalmente, a los casi cuatro millones de efectivos que
luchaban del lado de la Alemania nazi, se unieron 3.400
tanques que se debían ver las caras frente a casi 11.000
tanques y tres millones de soldados soviéticos.

Pero ¿por qué motivo emplearon los nazis tan pocos


blindados? Según los especialistas fue debido a la escasez
de combustible, que en aquellos momentos estaba bloqueado
por los Aliados, algo que también obligó a los alemanes a
hacer uso de animales de tiro para el transporte.

Para saber más

La ofensiva del ejército alemán en territorio soviético empezó


el 22 de junio de 1941 con un intenso bombardeo de la
artillería pesada y de la Luftwaffe sobre las posiciones
soviéticas. Su principal objetivo eran los aeródromos, algo
que les podía asegurar el espacio aéreo durante los primeros
meses de la invasión. Tras cuatro días de violentos
combates, las tropas del general Hoth entraron en Minsk,
donde apresaron a 324.000 soldados y capturaron 2.500
tanques. Los ejércitos del norte y del sur iban progresando de
manera similar, y el ejército del general Hoth, que avanzaba
una media de 32 kilómetros diarios, llegó a Smolensk (a 369
kilómetros de Moscú) el 18 de julio.

El principal objetivo de la aviación alemana eran los


aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio aéreo
durante los primeros meses de la invasión.

Pero a pesar del éxito momentáneo de la operación, el


dictador alemán ordenó priorizar la toma de Ucrania y de
Leningrado. Así, desoyendo los consejos de sus generales, el
19 de julio, Adolf Hitler cursó la Directriz 33, por la que se
ordenaba a los tanques del ejército central reforzar los otros
dos frentes: el general Hoth cambiaría de rumbo para
asegurar el cerco de Leningrado y el general Guderian haría lo
propio parar invadir Kiev, las regiones carboníferas ucranianas
y tomar la península de Crimea. Aquel cambio de estrategia
facilitó que los soviéticos tuvieran tiempo para reorganizarse
y rehacer sus defensa, contra las que se acabaría estrellando
el ejército nazi. Por su parte, en la retaguardia, las SS
alemanas ejercían una dura y cruel represión sobre la
población civil, mientras los atentados perpetrados por
grupos de partisanos organizados por la NKVD (la policía
secreta rusa) convirtieron las calles de las ciudades tomadas
en lugares muy peligrosos, lo que impedía a los alemanes
consolidar sus conquistas y ralentizaba también el transporte
de suministros.

Para saber más


En realidad, con la puesta en marcha de la Directriz 33 los
alemanes habían perdido más de dos meses, cruciales para el
desarrollo con éxito de la Operación Barbarroja. Y los
elementos parecieron también aliarse en su contra. El 15 de
octubre, el ejército alemán se encontraban a tan solo 105
kilómetros de Moscú, dispuestos al asalto de la capital en la
que llamaron Operación Tifón, cuando una fuerte tormenta,
junto con la llegada de las primeras nevadas, dejaron las
carreteras impracticables. Los soviéticos aprovecharon
aquella circunstancia para reforzarse con efectivos
procedentes de Siberia, y con un numero significativo de
tanques y aviones al mando del general Gueorgui Zhúkov
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/batalla-jaljin-
gol-derrota-obligo-japon-expansion-pacifico_16013).

A pesar de la llegada del frío, los alemanes no variaron su


actuación y siguieron con sus tácticas habituales, pero los
soviéticos les hicieron retroceder cuando estaban tan solo a
ocho kilómetros de la capital. Las bajas temperaturas
terminaron por dar al traste con la estrategia alemana en una
de las campañas militares más sangrientas de la Segunda
Guerra Mundial.

Las nieves frenaron el avance alemán hacía Moscú.


Foto: CC

Pearl Harbor y la entrada de Estados Unidos en la


Segunda Guerra Mundial

Mientras la Alemania nazi seguía con su imparable conquista


de Europa, Estados Unidos era oficialmente neutral ante los
conflictos que mantenían los japoneses en su expansión por
China y ante la actitud de la Alemania de Hitler en Europa. Sin
embargo, en 1940, Estados Unidos empezó a considerar
amenazadora para sus intereses la expansión de Japón, y el
Gobierno estadounidense decidió proporcionar ayuda a los
chinos y sancionar a los japoneses. Así, tras la firma del
pacto Antikomintern
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/pacto-
antikomintern-fragil-amistad_15848)en noviembre de 1941
entre la Alemania nazi, Italia y Japón, Estados Unidos
congeló los activos japoneses y prohibió todas sus
exportaciones al país del Sol naciente.
En 1940, Estados Unidos empezó a considerar amenazadora
para sus intereses la expansión de Japón.

El USS Arizona se hunde tras el ataque japonés a Pearl Harbor.


Foto: PD

De este modo, a medida que Japón continuaba con su guerra


con China, el conflicto con Estados Unidos se hizo inevitable.
Ante el peligro que esto representaba, el alto mando japonés
evaluó sus opciones, pero no tuvo más remedio que
reconocer la superioridad de la Armada estadounidense, que
les superaba en número, por lo que Japón carecía de los
recursos necesarios para hacer frente al coloso americano.
Fue entonces cuando Japón pensó que tenía un as en la
manga: podía atacar a Estados Unidos utilizando el factor
sorpresa. Así, el almirante Yamamoto convenció al alto
mando japonés de que en lugar de declarar la guerra a
Estados Unidos lo mejor sería causarles el mayor daño
posible atacando a su flota fondeada en el Pacífico.

Para saber más


El día escogido por los japoneses para realizar uno de los
ataques más famosos de la Segunda Guerra Mundial, y que al
final resultaría definitivo para el desarrollo de la contienda,
fue el domingo 7 de diciembre de 1941. Poco antes del
amanecer, la Armada Imperial Japonesa atacaba por sorpresa
la base militar de Pearl Harbor, en Hawái, donde la Armada de
Estados Unidos tenía el cuartel general de la flota del
Pacífico. Para llevar a cabo el ataque, 353 aeronaves, entre
cazas de combate, bombarderos y torpederos, atacaron sin
una previa declaración de guerra con la única misión de
borrar de la región a la flota estadounidense.

Poco antes del amanecer, la Armada Imperial Japonesa


atacaba por sorpresa la base militar de Pearl Harbor, en
Hawái.
En pocos minutos, gran parte de la flota norteamericana
había sido gravemente dañada o completamente destruida. El
ataque japonés se produjo en dos oleadas, en la primera los
bombardeos destruyeron a los acorazados Oklahoma y
Arizona, y dañaron seriamente al resto de naves. El segundo
objetivo de los japoneses era destruir los aeródromos más
cercanos. Pero aunque el ataque pilló por sorpresa a los
estadounidenses estos consiguieron defenderse con sus
cañones antiaéreos, e incluso lograron que algunos aviones
despegaran y finalmente consiguieran derribar 29 aeronaves
japonesas.

Para saber más

Sin embargo, el ataque no fue tan efectivo como el ejército


nipón hubiera deseado y la suerte quiso que el grueso de la
flota naval estadounidense no se encontrara fondeada en el
puerto en aquellos momentos. Aunque no fue este el único
error cometido por los japoneses, que dejaron intactos varios
enclaves estratégicos de la base de Pearl Harbor, como la
central eléctrica, el astillero, los depósitos de combustible y
torpedos, los muelles de submarinos, y los edificios del
cuartel general y la sección de inteligencia estadounidense.

Los japoneses dejaron intactos varios enclaves estratégicos


de la base naval de Pearl Harbor.

El bombardeo de Pearl Harbor supuso la entrada de Estados Unidos en la Segunda


Guerra Mundial.
Foto: CC

Aunque el ataque fue un duro golpe para Estados Unidos, al


día siguiente los norteamericanos declararon la guerra a
Japón con lo que la gran potencia entró de lleno en el
conflicto. Tres días después, el 11 de diciembre de 1941, la
Alemania de Hitler
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/42-vidas-
adolf-hitler-2_17807) y la Italia de Mussolini
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/marcha-sobre-
roma-mussolini-toma-poder_15791), las otras dos potencias
del Eje, respondían a Estados Unidos con su propia
declaración de guerra
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/alemania-
declara-guerra-a-estados-unidos_17459). Sin pretenderlo, el
Ejército Imperial Japonés había despertado al gigante
dormido. De hecho, el bombardeo de Pearl Harbor enfureció a
la opinión pública estadounidense y aquel acto acabaría
resultando decisivo en el desenlace de la mayor guerra de la
historia de la humanidad.

Para saber más

La decisiva batalla de Stalingrado

Primavera de 1942. La Segunda Guerra Mundial continuaba


en el frente oriental, pero la escasez de recursos, el
agotamiento de ambos bandos y un invierno especialmente
duro, al que seguiría el deshielo y el fenómeno conocido por
los rusos como raspútitsa (un fenómeno estacional que
convierte la tierra firme en un auténtico barrizal) hicieron que
la guerra se ralentizarse. No obstante, en el año 1942 Hitler
se planteó dar el golpe de gracia la Unión Soviética antes de
que Estados Unidos pudiera movilizar todos sus recursos
económicos y militares para la guerra. Así pues, el 28 de junio
Hitler puso en marcha la llamada Operación Azul, cuyo
objetivo era apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso,
ya que la escasez de petróleo podía detener la maquinaria
bélica alemana. Pero en su camino se encontraba
Stalingrado. Hitler pensó que una vez conquistada esta
ciudad se podría cortar el suministro de recursos al Ejército
Rojo.

El 28 de junio Hitler puso en marcha la llamada Operación


Azul, cuyo objetivo era apoderarse de las riquezas mineras y
petrolíferas de Ucrania y el Caúcaso.

Bombardeo aéreo de la Luftwaffe alemana sobre Stalingrado en septiembre de 1942.


Foto: CC / German Federal Archives

La Operación Azul (Fall Blau en alemán), la ofensiva


estratégica de verano de 1942, se desarrollaba en dos
direcciones: hacia el sur, donde estaban los campos
petrolíferos; y hacia el este, en dirección a Stalingrado,
siguiendo el río Don, para proteger el avance hacia el sur.

Para saber más


Así pues, el control de Stalingrado se había convertido en un
punto clave de la ofensiva nazi en el frente oriental, y el 23 de
agosto de 1942 empezaron los combates para hacerse con
una ciudad que poseía una potente industria militar y era un
importante nudo de comunicaciones ferroviarias. Un mes
antes, Stalin había dado la orden de iniciar los preparativos
para hacer frente a un más que posible ataque alemán no
dejando salir a los civiles. Preocupado por que los alemanes
pudieran partir al país en dos, el 28 de julio Stalin
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/masacre-
bosque-katyn_15327) emitió la famosa orden 227, más tarde
conocida como la orden "¡Ni un paso atrás!", por la que
cualquier militar o civil que se rindiera sería fusilado al
instante por traición.

El 23 de agosto de 1942 empezaron los combates para


hacerse con una ciudad que poseía una potente industria
militar y era un importante nudo de comunicaciones.
En este contexto, las tropas del fürher llegaron a una ciudad
defendida contra viento y marea por los generales Emerenko
y Chuikov. Así, los alemanes no podían saber que ambos
militares les tenían reservada una sorpresa en forma de
violenta lucha callejera en el escenario de una ciudad
completamente en ruinas y contra un enemigo que conocía
perfectamente cada rincón. Además, a pesar de las muchas
bajas que había sufrido el Ejército Rojo, cada noche llegaban
refuerzos nuevos a orillas del Volga. Sin embargo, y aunque el
ejército alemán sufría el mismo número de bajas, parecía que
lograba hacer retroceder al ejército soviético, lo que provocó
el anunció de la conquista de Stalingrado el 8 de noviembre
por parte de Hitler.

Los alemanes no podían saber que los soviéticos les tenían


reservada en Stalingrado una sorpresa en forma de violenta
lucha callejera.

Soldados de la Wehrmacht tirando de un coche embarrado por la terrible Raspútitsa en


el mes de noviembre de 1941.
Foto: CC / German Federal Archives

Pero aquella alegría se revelaría prematura. Lo que Hitler no


sabía es que Stalin había dado orden de iniciar la Operación
Urano, justo en mitad de la batalla de Stalingrado y cuyo
objetivo era embolsar al Sexto ejército alemán, el Tercer y el
Cuarto ejército rumano y partes del Cuarto ejército Panzer.
Aquellos movimientos estratégicos de los soviéticos, unidos
al error de cálculo de Hermann Göring, que aseguró que la
Luftwaffe podría dar soporte aéreo a las tropas, aisló al Sexto
Ejército alemán. Con la orden de Hitler de mantener sus
posiciones, los alemanes vieron cómo el ejército rojo los iba
cercando poco a poco. Así, finalmente, sin otra opción que la
rendición, el 2 de febrero de 1943, el Mariscal Paulus
desobedeció las ordenes directas de Adolf Hitler y se rindió.

Stalingrado fue el primer gran triunfo soviético pero no fue


una batalla decisiva.

Tras perder la batalla de Stalingrado hay quien piensa que el


frente oriental empezó a desequilibrarse en favor de los
soviéticos, sin embargo no fue exactamente así. Stalingrado
fue el primer gran triunfo soviético pero no fue una batalla
decisiva. Sí que lo fue, sin embargo, la batalla de Kursk en
julio de 1943, la mayor batalla de tanques de la historia, que
marcó un punto de inflexión en la guerra en el Este. Hasta
entonces, los alemanes había logrado mal que bien estabilizar
el frente.

Para saber más


Día D: el desembarco de Normandía

Durante la Conferencia de Teherán


(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/conferencia-
teheran-principio-fin-segunda-guerra-mundial_15870),
celebrada en la capital iraní a finales de 1943, a la que
acudieron Stalin, Churchill y Roosevelt, los soviéticos ya
habían solicitado que se abriera un nuevo frente occidental
que aliviara la presión que estaban sufriendo sus tropas en el
sector oriental. Finalmente los Aliados decidieron organizar
la invasión de Europa a través de las playas de Normandía, la
llamada Operación Overlord, cuyo inicio estaba previsto el 6
de junio de 1944 y su nombre en clave sería Día D. Aquel
desembarco fue uno de los acontecimientos militares más
importantes de la Segunda Guerra Mundial, que marcaría un
antes y un después en el desarrollo de la contienda. La
Operación Overlord empezó con una gigantesca maniobra
militar terrestre, aérea y naval (Operación Neptuno), que dejó
miles de muertos en tan solo unos pocos metros de playa
entre las defensas alemanas conocidas como Muralla
Atlántica y las aguas del canal de la Mancha. El desembarco
de todos aquellos soldados estadounidenses, británicos y
canadienses, muchos de los cuales dejaron su vida en la
arena, permitió a los Aliados abrir un segundo frente en
Europa que, sumado al avance soviético en el Este,
contribuiría a cambiar que cambiaría definitivamente el
rumbo de la guerra.

La Operación Overlord empezó con una gigantesca maniobra


militar terrestre, aérea y naval (Operación Neptuno), que dejó
miles de muertos.

Soldados estadounidenses a bordo de una lancha de desembarco mientras se


aproximan a la playa Omaha, en Normandía.
Foto: PD

Pero planificar la Operación Overlord


(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/batalla-
normandia-11-magnificas-robert-capa-unicas-imagenes-
desembarco_14326) fue una tarea sumamente compleja.
Todo debía estar perfectamente planificado y tenía que ser
llevada a cabo meticulosamente, como si de una operación
quirúrgica se tratara, con el objetivo de conquistar Normandía
para posteriormente avanzar hacia el centro de Europa. Adolf
Hitler sabía que algo se estaba tramando, pero estaba
convencido de que la invasión aliada tendría lugar a través
de Calais y no en Normandía. Así, el despliegue del ejército
aliado durante la Operación Overlord se efectuó durante las
primeras horas del 6 de junio sobre una línea de 80 kilómetros
de playa de este a oeste abarcando las siguientes cinco
playas: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. En un mensaje
transmitido a las tropas antes de partir, el general Eisenhower
les dijo: "¡La marea ha cambiado! Los hombres libres del
mundo marchan juntos hacia la victoria.... No aceptaremos
nada menos que la victoria total".

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La noche previa a los desembarcos anfibios, alrededor de


23.000 paracaidistas aliados se lanzaron detrás de las líneas
de defensa alemanas, en paracaídas y planeadores, con la
misión de evitar que los alemanes pudiesen contraatacar
durante la mañana del desembarco. La misión de este grupo
de paracaidistas era conseguir accesos seguros a las playas,
destruir puentes y establecer cabeceras de playa (líneas
defensivas para dar tiempo a la llegada refuerzos que
permitieran avanzar a las tropas) a la espera de que el grueso
de los efectivos desembarcara.

Alrededor de 23.000 paracaidistas aliados se lanzaron detrás


de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas y
planeadores.

En las fauces de la Muerte, fotografía de Robert F. Sargent que muestra a las tropas
estadounidenses desembarcando en la playa Omaha el 6 de junio de 1944.
Foto: CC /
Robert F. Sargent

Para llevar a cabo una operación de aquella envergadura, las


cadenas de fabricación aumentaron la producción de
armamento, y durante la primera mitad de 1944, alrededor de
9 millones de toneladas de suministros y equipos cruzaron el
Atlántico desde Estados Unidos hasta Gran Bretaña. Por otra
parte, se sumó al contingente una importante dotación de
soldados canadienses que se había estado entrenando en
Gran Bretaña desde diciembre de 1939, y más de 1,4 millones
de soldados estadounidenses llegaron a Europa entre los
años 1943 y 1944 para tomar parte en los desembarcos.

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De este modo, el Día D se convirtió en la mayor operación


naval, aérea y terrestre coordinada de la historia, ya que el
desembarco en las playas de Normandia requirió de una
cooperación total entre las fuerzas armadas que participaron
en el operativo. En 1944, más de 2 millones de soldados de
más de 12 países se encontraban en Gran Bretaña a la espera
de recibir la orden de invasión. El día del desembarco, las
fuerzas aliadas que participaron fueron fundamentalmente
tropas estadounidenses, británicas y canadienses con el
apoyo naval, aéreo y terrestre de tropas australianas, belgas,
checas, holandesas, francesas, griegas, neozelandesas,
noruegas y polacas.

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A menudo, el Día D, debido a su espectacularidad, ha
eclipsado la importancia que tuvo en general la campaña de
Normandía. Durante los tres meses posteriores al
desembarco, los Aliados lanzaron una serie de ofensivas que
les permitieron avanzar hacia las fronteras de Alemania.
Aunque no todas las operaciones tuvieron éxito. Las tropas
aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura resistencia por
parte de los alemanes y también con el bocage, una
peculiaridad del paisaje de Normandía que se caracteriza por
la presencia de senderos hundidos bordeados por setos altos
y gruesos, algo que los alemanes utilizaron para hacerse
fuertes. Pero a pesar de todas las dificultades, aquel
sangriento 6 de junio y todos los días que le siguieron
acabarían en una victoria decisiva para los Aliados que
contribuiría a la liberación de una gran parte de Europa
noroccidental.
Las tropas aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura
resistencia por parte de los alemanes y también con el
bocage.

Desembarco de suministros en la playa Omaha en junio de 1944 durante el Día D.


Foto:
PD

Tras el Día D, las campañas en Italia llevadas a cabo por los


Aliados alejaron a las tropas alemanas de los frentes
occidental y oriental, al mismo tiempo que la Operación
Bagration, una dura ofensiva emprendida por los soviéticos en
el centro de Europa, logró mantener inmovilizadas a las
fuerzas alemanas en el este. Finalmente, diez semanas
después del Día D, los Aliados lanzaron una segunda invasión
en la costa sur de Francia para avanzar hacia el corazón de
Alemania. Con un frente tan dividido, las fuerzas de Adolf
Hitler no podían hacer nada más que resistir en una guerra en
la que la suma de graves errores de cálculo y el desgaste les
acabaría por pasar una terrible factura.

Para saber más


La caída de Berlín y el final del nazismo

Primavera de 1945. La situación de Alemania en este


momento de la Segunda Guerra Mundial era un auténtico
infierno. Invadido por las fuerzas de la Unión Soviética desde
el este y por los Aliados por el oeste, el Tercer Reich no podía
contar prácticamente para nada con la ayuda que le pudieran
ofrecer sus aliadas Italia y Hungría, que ya habían sido
ocupadas, ni por Japón, acorralado por los estadounidenses
en el Pacífico. Este sería uno de los últimos y más
sangrientos capítulos de la Segunda Guerra Mundial, el que a
la postre conduciría al final del dictador nazi Adolf Hitler.

El Tercer Reich no podía contar prácticamente para nada con


la ayuda que le pudieran ofrecer sus aliadas Italia y Hungría,
ni por Japón.
Soldados soviéticos izan una bandera desde el balcón del famoso Hotel Adlon en
Berlín.
Foto: Cordon Press

Aunque el alto mando militar nazi había asegurado que Berlín


sería la tumba del Ejército Rojo, aquella predicción nunca se
iba a cumplir. En esos días, Hitler se encontraba oculto en su
búnker y había perdido por completo la noción de la realidad.
El Tercer Reich que debía de durar mil años carecía de los
medios necesarios para defenderse y se desmoronaba a ojos
vistas. Para todos aquellos que habían estado en el frente (y
que ahora se hallaban heridos o mutilados), las detonaciones
que se escuchaban en la periferia de Berlín aquel 19 de abril
de 1945 sonaban de manera muy distinta. Aquel sonido lo
producían los obuses de la artillería soviética; no se parecía
en nada al ruido de las bombas de la aviación aliada al que
estaban acostumbrados. Eso solo podía significar una cosa:
Berlín ya estaba al alcance de los cañones soviéticos y el fin
se acercaba. En efecto, no iban desencaminados.

Para saber más


A pesar de la superioridad del ejército atacante, las órdenes
de Hitler eran claras: había que resistir hasta el final. El führer,
refugiado en su búnker junto con otros jerarcas nazis, como
Martin Borman, Albert Speer o Joseph Goebbels, no quería ni
oír hablar de rendición. Al final, presa de los nervios, Hitler
estaba dispuesto a sacrificar inútilmente a toda la población
de Berlín: rendirse y mostrar la bandera blanca era castigado
con la muerte, y quien desertaba o se escondía para evitar el
combate era colgado sin contemplaciones. Hubo un
momento en que los rusos ofrecieron una breve pausa en su
avance, pero los alemanes no podían aprovechar aquella
circunstancia para preparar la defensa de la ciudad. Berlín tan
solo contaba con algunas unidades antiaéreas de las SS y la
milicia popular (volkssturm), y a pesar de ello se decidió no
emprender ninguna obra de fortificación.
Hubo un momento en que los rusos ofrecieron una breve
pausa en su avance, pero los alemanes no podían aprovechar
aquella circunstancia para preparar la defensa de Berlín.

Hitler se mostraba intratable, sumido constantemente en


largas e infructuosas divagaciones. Pero su poder aún seguía
intacto, hasta el punto de que promulgó la llamada Orden
Nerón, por la que se establecía una política de tierra quemada
frente el enemigo. En esencia se trataba de destruir cualquier
infraestructura (de transporte, industrial, de comunicaciones,
...) que pudiera favorecer al enemigo, lo que suponía en la
práctica la destrucción de Alemania. La orden no llegó a
aplicarse.

El führer alternaba estados de euforia con estallidos de ira


incontrolada contra todo y contra todos, en especial contra
todos sus generales, a los que tachaba de ineficaces y de
traidores. Abrumado por la situación, culpó a sus generales
de no haber tomado las decisiones correctas en lo que
respectaba a la defensa de Berlín, por lo que otorgó un
permiso por mala salud al general Guderian, lo reemplazó
como Jefe del Estado Mayor y nombró en su lugar al general
Hans Krebs.

Para saber más


El 20 de abril de 1945, justo el día en el que Hitler cumplía 56
años, aviones B-17 estadounidense y Lancaster británicos
bombardearon el centro urbano de Berlín arrasando
numerosos edificios, forzando la evacuación de 2.000
berlineses y dejando la ciudad sin electricidad. Dos días
después, el 22 de abril, durante una reunión en el búnker de
Hitler alguien alabó la excelente labor del 12º Ejército
comandado por el general Walther Wenck que luchaba contra
los norteamericanos en Magdeburgo. Al oír la noticia, los
temblores que aquejaban al führer parecieron desaparecer y
en uno de sus habituales cambios de humor pareció haber
encontrado por fin la solución: el general Wenck daría media
vuelta y salvaría Berlín. Evidentemente, Wenck no pudo
conseguir aquel objetivo imposible: Berlín estaba cercada y
agonizaba.
Hitler pensó que el general Wenck daría media vuelta y
salvaría Berlín. Evidentemente, Wenck no pudo conseguir
aquel objetivo imposible.

Finalmente, el general Helmuth Weidling intentó establecer


una defensa operativa de la ciudad, pero solo podía contar
con el apoyo de algunas tropas en descomposición. Junto a
miembros del volkssturm, las Hitlerjugend y la policía, estos
hombres construyeron barricadas con tranvías y llenaron los
muros que aún quedaban en pie de pintadas con eslóganes
que animaban a la resistencia y a la victoria final. Pero todo
resultó en vano.

Los proyectiles soviéticos empezaban a caer sobre el mismo


centro de Berlín. A pesar de ello, la capital resistió con la
determinación del que sabe que no tiene otra opción.
Inútilmente. Uno a uno, los barrios de Berlín fueron ocupados
por los soviéticos, mientras la población civil se refugiaba en
los túneles del metro invadidos por el humo.

La capital alemana resistió el ataque soviético con la


determinación del que sabe que no tiene otra opción, aunque
todo fue en vano.

La tarde del 30 de abril de 1945, un disparo de revólver


procedente del dormitorio del führer rompió el impenetrable
silencio del búnker. Tras haber ingerido una cápsula de
cianuro, Hitler se acababa de pegar un tiro. Junto a él, Eva
Braun (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/eva-
braun-mujer-a-sombra-hitler_15081), con quien se había
casado el día anterior, yacía sin vida en el sofá. Los oficiales
trasladaron ambos cuerpos hasta el jardín de la Cancillería,
una operación complicada debido a los continuos
bombardeos soviéticos. Tras arrojar los cadáveres a una fosa
previamente excavada les prendieron fuego, y acto seguido,
mientras los restos del dictador nazi se consumían entre las
llamas, en el exterior, Goebbels
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/goebbels-
temido-ministro-propaganda-hitler_14181), Bormann,
Burgdorf y Krebs realizaron el último saludo
nacionalsocialista en su honor. De esta manera, Adolf Hitler,
el fundador del Tercer Reich, desaparecía para siempre.

Para saber más

El 2 de mayo, Berlin estaba a punto de caer, y muchos


seguidores del régimen, entre los que se contaban numerosos
miembros de las SS, prefirieron suicidarse antes que caer en
manos de los soviéticos. El 7 de mayo de 1945, Alemania se
rendía incondicionalmente ante los Aliados occidentales en
Reims y el 9 de mayo hacía lo propio ante los soviéticos en
Berlín. En la capital, el caos en la capital era total, ya que tras
la victoria vino el pillaje. Los soldados rusos, procedentes en
su mayor parte de las estepas y de las montañas del
Cáucaso, nunca habían visto una ciudad como aquella y no
conocían nada parecido al lujo berlinés. Robaron todo lo que
pudieron, y tras el saqueo empezaron las violaciones
masivas (un tema del que se habló poco durante la Guerra
Fría). Aunque los medios rusos calificaron estos hechos
como "inventos" de Occidente, muchas de las pruebas
proceden del diario de un joven teniente judío originario de la
región central de Ucrania llamado Vladimir Gelfand.

La Puerta de Brandeburgo, en Berlín, arrasada por las bombas.


Foto: CC / German
Federal Archives

En realidad, todavía hoy se desconoce el número exacto de


mujeres que fueron violadas tras la caída de Berlín. Algunos
historiadores hablan incluso de unas cien mil. En cualquier
caso, muchas de ellas, jóvenes y adultas, pero también niñas
y ancianas, se suicidaron o murieron a causa de la brutalidad
del trato recibido. Las madres ocultaban a sus hijas para
protegerlas, y los hombres que intentaban evitarlo lo
pagaban con sus vidas, así como las mujeres que se
resistían.

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La Segunda Guerra Mundial continúa en Japón

Mientras en Europa, con la caída y muerte de Adolf Hitler y el


régimen nazi, empezaba a vislumbrarse un final a la Segunda
Guerra Mundial, en el Pacífico Estados Unidos había liberado
prácticamente todas las islas que se encontraban en poder de
los japoneses y los norteamericanos estaban decididos a
desembarcar en Japón. Así, tras las sonadas derrotas en
Midway
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/batalla-
midway-japoneses-contra-norteamericanos-segunda-guerra-
mundial_15370) (junio de 1942) y Guadalcanal (noviembre de
1942), la flota nipona fue destruida en la batalla del golfo de
Leyte (octubre de 1944), por lo que Japón ya no era rival en el
mar y su rendición se preveía inminente. Con todo, Japón
estaba dispuesto a negociar la paz con Estados Unidos
mediante la cesión de territorios, pero sin que ello supusiera
alterar el carácter divino del emperador, pero el objetivo final
de los estadounidenses no era ese, sino lograr la rendición
incondicional y total del Ejército Imperial japonés.

Estados Unidos había liberado prácticamente todas las islas


que se encontraban en poder de los japoneses y los
norteamericanos estaban decididos a desembarcar en Japón.

El USS Yorktown es alcanzado por torpedos japoneses en Midway.


Foto: PD

De hecho, la guerra del Pacífico fue larga y cruenta. Uno de


sus enfrentamientos más simbólicos fue el que tuvo lugar en
Iwo Jima, y no solo por la fotografía de los soldados
norteamericanos alzando la bandera de su país, tomada por
el fotógrafo Joe Rosental y que fue difundida como un icono
de la propaganda de los Aliados, sino también por su
ferocidad y violencia. Esta campaña, que tuvo lugar entre
febrero y marzo de 1945, no tuvo parangón hasta la fecha,
pues los soldados japoneses, agazapados entre los volcanes
y las galerías subterráneas, masacraron a miles de soldados
norteamericanos que desembarcaron en las playas de arena
negra durante su avance por las escarpadas montañas. Por
ese motivo la campaña recibiría el macabro nombre de la
"picadora de carne".

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Otra fecha clave del conflicto que mantuvieron Estados


Unidos y Japón sería el 9 de marzo de 1945 en las islas
Marianas. Se trataba de la puesta en marcha de la Operación
Meetenghouse, una misión que tenía como objetivo borrar
Tokio de la faz del a Tierra en menos de veinticuatro horas. La
primera oleada del ataque norteamericano la formaron 54
aviones y la segunda, 271 bombarderos más. La operación
estaba diseñada para que empezara a las doce de la noche
del 9 al 10 de marzo, ya que, según el alto mando
estadounidense, sorprender dormidos y desprevenidos a los
habitantes de la ciudad era la manera más fácil y segura de
causar un gran número de víctimas.
La Operación Meetenghouse era una misión que tenía como
objetivo borrar Tokio de la faz del a Tierra en menos de
veinticuatro horas.

La operación Meetenghouse arrasó Tokio y provocó miles de muertos entre sus


habitantes.
Foto: PD

Durante la mortífera descarga sobre la capital nipona, los


aviones lanzaron bombas de racimo que los estadounidenses
rebautizaron como "tarjetas de visita de Tokio". Una vez
tocaban tierra, estos artefactos derramaban su contenido
letal de fósforo blanco y napalm, un pegajoso gel de gasolina
que los laboratorios de la Universidad de Harvard habían
desarrollado. La atmósfera en Tokio llegó a alcanzar los 980
grados, haciendo hervir el agua de ríos y canales y fundiendo
los cristales de las ventanas. El fuego consumió con rapidez
muchas casas que estaban construidas con madera y papel,
pensadas tan solo para resistir a los terremotos. Unos
260.000 hogares fueron arrasados hasta los cimientos y al
menos 105.400 personas murieron en una ciudad de tres
millones de habitantes. Se fundieron, literalmente. En total
quedó arrasada una cuarta parte de la ciudad. Curtis LeMay,
el general norteamericano que organizó la operación, se jactó
del éxito obtenido con estas palabras: "Los hemos tostado y
horneado hasta la muerte".
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Antes de morir, en 2009, Robert S. McNamara, responsable


intelectual de la Operación Meetenghouse y que era
secretario de Defensa en el momento de los bombardeos,
pidió disculpas por el ataque, aunque, sin dejar de justificarlo
declaró: "Para hacer el bien, a veces tienes que hacer el mal".
Por su parte, el general Curtis LeMay, comandante del
Comando de Bombarderos XXI y responsable material de los
ataques, consideraba que lo inmoral no era haber matado a
unas 100.000 personas en una sola noche lanzando bombas
incendiarias, sino que lo realmente imprudente hubiera sido
no hacerlo y perder a miles de soldados norteamericanos en
la batalla: "Creo que si hubiéramos perdido yo sería tratado
como un criminal de guerra", declaró.

Mientras tenía lugar el bombardeo de Tokio, en el Pacífico los


Aliados seguían con su imparable avance hasta llegar a la isla
de Okinawa, la mayor de las islas Ryukyu (al sur de las cuatro
grandes islas de Japón). Los japoneses ya no podían ofrecer
resistencia y decidieron lanzar un desesperado ataque
suicida contra la flota norteamericana, la llamada Operación
Ten-Gō. El acorazado japonés Yamato, el más grande del
mundo durante la Segunda Guerra Mundial, zarpó junto con
otras nueve naves de guerra desde Japón para realizar un
ataque suicida contra las Fuerzas Aliadas que estaban
luchando en Okinawa. Pero las fuerzas japonesas fueron
interceptadas y destruidas casi por completo por la
supremacía aérea estadounidense. De hecho, el Yamato y
otros cinco barcos japoneses fueron hundidos. Aquella
acción en la etapa culminante de la guerra confirmó la
decisión de las autoridades japonesas de llevar al extremo los
ataques kamikazes para intentar detener el imparable avance
aliado hacia el archipiélago japonés. Finalmente Okinawa
cayó en manos estadounidenses y fue declarada zona segura
el 21 de junio de 1945.

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Las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki

El ataque por sorpresa a Pearl Harbor fue suficiente para que,


tan solo un día después, el 8 de diciembre de 1941, Estados
Unidos, hasta el momento nominalmente neutral, tomara
partido de forma activa y definitiva en el terrible conflicto que
asolaba al mundo declarando la guerra a Japón. Durante los
siguientes cuatro años, los estadounidenses libraron una
dura lucha contra los japoneses, tanto en territorio chino
como en aguas del Pacífico, donde la conquista de cada una
de las islas se convirtió en una guerra a pequeña escala.

El 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos, hasta el momento


nominalmente neutral, tomara partido de forma activa en la
guerra.

Detonaciones de las bombas lanzadas sobre Hiroshima (izquierda) y Nagasaki


(derecha).
Foto: PD

Si bien es cierto que el enfrentamiento entre ambos países


fue bastante equilibrado, la caída de la Alemania nazi pondría
las cosas mucho más difíciles al ejército japonés. Sin
embargo, lo que acabaría por decantar la balanza en favor de
los Aliados sería el desarrollo y fabricación de una terrorífica
arma secreta, un proyecto que los estadounidenses
bautizarían con el nombre en clave de Proyecto Manhattan.
Aquella arma definitiva fue desarrollada por Estados Unidos
con la ayuda del Reino Unido y de Canadá. El proyecto, que
agrupó a una gran cantidad de eminentes científicos como
Robert Oppenheimer
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/robert-
oppenheimer-padre-bomba-atomica_16642), Niels Böhr o
Enrico Fermi, tenía como objetivo desarrollar la primera
bomba atómica antes que pudieran hacerlo los nazis.

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La investigación culminó con Trinity, nombre que se daría al


primer ensayo atómico realizado en el desierto de
Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945.
Finalmente, la bomba no sería usada contra los alemanes, sin
embargo, aquella iba a ser el arma definitiva que utilizarían
los estadounidenses para acabar de una vez con la guerra.

La madrugada del 6 de agosto de 1945, entre las 1:12 y 1:15


horas, el bombardero B-29 Enola Gay
(https://historia.nationalgeographic.com.es/foto-del-
dia/mision-nefasta_15186), al mando del coronel Paul
Tibbets, despegaba del aeródromo de Tinian, en las islas
Marianas, rumbo a Hiroshima. A bordo iba un artefacto
nuclear cargado de Uranio-235 bautizado como Little Boy,
que en pocas horas debía hacer blanco en el centro de
aquella poblada ciudad japonesa. A las 7:09 horas de la
mañana, las alarmas antiaéreas de Hiroshima alertaron a la
ciudadanía cuando el Straight Flush, un B-29 al mando del
comandante Claude Eatherley, efectuó un vuelo de
reconocimiento sobre la ciudad. Sorprendentemente no fue
interceptado ni por las baterías antiaéreas ni por los cazas
japoneses, por lo que pudo avisar al Enola Gay de que todo
estaba despejado.

Replica de la bomba nuclear Little Boy lanzada sobre Hiroshima.


Foto: PD

Aquel lunes 6 de agosto de 1945, en Hiroshima amaneció


como cualquier otro día hasta las 8:11 horas de la mañana,
cuando sus habitantes vieron aparecer por el horizonte tres
bombarderos norteamericanos B-29, entre los que se
encontraba el Enola Gay con su mortífera carga. Minutos
después se abrieron las compuertas de carga del bombardero
mientras los otros dos aparatos dejaban caer unos
calibradores de onda expansiva en paracaídas (con la misión
de comprobar posteriormente el efecto del arma). Little Boy
empezó a descender en caída libre sobre Hiroshima. Era el
principio del fin para todos quienes allí vivían.

A las 8:11 de la mañana, los habitantes de Hiroshima vieron


aparecer por el horizonte tres bombarderos norteamericanos
B-29, entre ellos el Enola Gay con su mortífera carga.

El coronel Paul Tibbets posando junto al Enola Gay.


Foto: Cordon Press

Tres días después, el jueves 9 de agosto de 1945,el B-29


Bockscar pilotado por el mayor Charles Sweeney fue el
encargado de transportar una segunda bomba nuclear
llamada Fat Man con la intención de lanzarla sobre la ciudad
de Kokura. En realidad, Nagasaki era un objetivo secundario y
solo estaba previsto dejar caer la mortal carga en la ciudad en
el caso de que el primer objetivo no pudiera cumplirse. El plan
para la misión fue prácticamente idéntico al de Hiroshima.

Cuando el avión llegó a Kokura, la ciudad estaba cubierta por


las nubes, y después de sobrevolarla tres veces con el
combustible bajo mínimos, el piloto decidió poner rumbo a
Nagasaki. El indicador de combustible señalaba que el
bombardero no tendría suficiente carburante como para
llegar hasta Iwo Jima y se vería obligado a desviarse hacia
Okinawa. Sweeney decidió entonces que si Nagasaki
presentaba las mismas condiciones meteorológicas que
Kokura regresarían con la bomba a Okinawa e intentarían
lanzarla al mar.

Sweeney decidió que si Nagasaki presentaba las mismas


condiciones meteorológicas que Kokura regresarían con la
bomba a Okinawa e intentarían lanzarla al mar.

Pero en el último instante se abrió una brecha entre las


nubes que también cubrían el cielo de Nagasaki, lo que
permitió al avión estadounidense establecer contacto visual
con el objetivo, por lo que al final pudieron soltar la bomba a
las 11:01 de la mañana. Cuarenta y tres segundos después,
Fat Man explotó a 469 metros de altura sobre la ciudad y a
casi 3 kilómetros de distancia del objetivo original. La
detonación fue de 22 kilotones y generó una temperatura
estimada de 3.900 grados y vientos de 1.005 kilómetros por
hora.

La detonación de la bomba que cayó sobre Nagasaki fue de


22 kilotones y generó una temperatura estimada de 3.900
grados y vientos de 1.005 kilómetros por hora.
Portada del 15 de agosto de 1945 del Jacksonville Daily Journal informando de la
rendición de Japón.
Foto: Cordon Press

La tragedia humana que se abatió sobre las ciudades de


Hiroshima y Nagasaki se saldó con la vida de unas 140.000
víctimas en Hiroshima y unas 70.000 en Nagasaki, lo que
incluye las víctimas directas del bombardeo y las que
fallecieron a consecuencia de la radiación hasta finales de
1945. La noticia de la destrucción total de Nagasaki por una
segunda bomba atómica fue un durísimo varapalo para el
Imperio Japonés, que ese mismo día, 9 de agosto de 1945,
sufría la inesperada agresión de la Unión Soviética en
Manchuria. Aquello acabaría por precipitar los
acontecimientos y el emperador Hiro-Hito anunció la
rendición incondicional de Japón ante los Aliados el 15 de
agosto de 1945.

La capitulación se hizo efectiva el 2 de septiembre con la


firma de la paz a bordo del acorazado USS Missouri en la
bahía de Tokyo. La Segunda Guerra Mundial había terminado.

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Rendición y final de la Segunda Guerra Mundial

No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial fue el


conflicto más destructivo y sangriento de la historia de la
humanidad. Millones de personas perdieron la vida, sobre
todo en Europa y Asia, en el oscuro período que abarcó los
años 1939 a 1945. Todo ese baño de sangre tuvo su
culminación con la caída de las bombas atómicas sobre las
ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, un
acontecimiento que obligó al emperador Hiro-Hito a anunciar
la capitulación de Japón y a firmar la paz de manera definitiva
con los Aliados.

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más destructivo y


sangriento de la historia de la humanidad.

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de Rendición de


Japón a bordo del USS Missouri.
Foto: PD

El año 1945 supondría un punto de inflexión. Ese año había


tenido lugar la caída de la Alemania nazi tras el suicidio de
Adolf Hitler, la destrucción del corazón del Tercer Reich y la
firma del Armisticio de Reims el 8 de mayo de 1945. Aquel
también fue el año de la muerte del dictador fascista Benito
Mussolini
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/fusilamiento-
mussolini_15259) y la disolución de la Italia fascista
(República de Saló). Junto a la Alemania nazi y a la Italia
fascista cayeron otras otros regímenes afines como los de
Hungría, Eslovaquia y Croacia, a pesar de que esta última
resistiría hasta mediados de junio, cuando fue absorbida por
Yugoslavia.
Para saber más

La Segunda Guerra Mundial también fue el escenario de


tremendas atrocidades. Durante el conflicto se produjeron
ataques indiscriminados sobre la población civil y la
persecución sistemática de diversos grupos por motivos
políticos, de raza o religión. Con el final del conflicto salieron
a la luz los horrores perpetrados por la Alemania nazi en los
campos de concentración y de exterminio construidos a lo
largo y ancho de toda la Europa conquistada y la llamada
"solución final de la cuestión judía", que desembocaría en el
Holocausto. Estremece escuchar nombres como Auschwitz
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/rudolf-hoss-el-
animal-auschwitz_14949), Belzec, Bergen Belsen,
Buchenwald, Dachau, y así una larga lista de campos del
horror que obligaron a los Aliados a poner en marcha toda
una maquinaria judicial para procesar a los autores y a los
cómplices del régimen nazi, acusados de delitos contra la
paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La
ciudad escogida para celebrar estos juicios fue Núremberg
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/leyes-
nuremberg-legislacion-contra-judios-alemanes_15656), la
emblemática ciudad en la que el partido nacionalsocialista
(NSDAP
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/cuanto-sabes-
sobre-ascenso-hitler-poder-2_17708)) había celebrado en el
pasado sus multitudinarios congresos.

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Conocidos como los Juicios de Núremberg, estos históricos


procesos, sentaron las bases para el desarrollo de una
justicia internacional y la creación de una nueva legislación
que fuera más allá de la justicia propia de cada país. Las
sesiones de estos juicios, en los que fueron encausados
desde varios de los jerarcas nazis, como Göering, Hess o
Ribbentrop, hasta simples funcionarios del régimen, duraron
poco menos de un año (que tuvieron lugar desde el 20 de
noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946) y se impusieron
una duras condenas en las que se incluía la pena de muerte
para doce de los acusados.

Los Juicios de Núremberg tuvieron lugar en esta ciudad


alemana desde el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de
1946.

Pero Núremberg no fue el único tribunal que se formó para


juzgar los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra
Mundial. También se estableció un tribunal para juzgar los
crímenes perpetrados por los japoneses, el conocido como
Tribunal Militar Internacional para Extremo Oriente (1946-
1948), en el que se llevaron a cabo los Juicios o Procesos de
Tokio (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/juicios-
tokio-nuremberg-japones_14889). Sin embargo, allí no se
aplicó el mismo rasero que en Núremberg. Un ejemplo de ello
fue que el emperador Hiro-Hito no fue juzgado, sino que, por
el contrario, se mantuvo en el cargo, y muchas de las penas
que se dictaron terminaron siendo reducidas e incluso
conmutadas. La situación política estaba cambiando. Japón
ya no era el enemigo a batir, sino que iba a convertirse en un
aliado imprescindible para hacer frente a la amenaza
creciente del comunismo.

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