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La firma del tratado era un duro golpe de encajar para la delegación alemana.

Tanto
los representantes del país vencido, así como los periódicos y la población general,
entendían que se trataba de un acto de imposición más que de una negociación. Sin
embargo lo que acabó por irritar más a la sociedad alemana manipulada por la derecha fue
la aceptación del artículo 231, el cual consideraron inaceptable y humillante. Este artículo
era introductorio a la parte VIII del tratado, sobre las indemnizaciones, y lo introdujeron los
negociadores estadounidenses. Sabían que los alemanes no podrían pagar (como querían
principalmente franceses e ingleses) indemnizaciones que cubrieran todos los costes de
la guerra. Así pues el artículo 231 reconocía la responsabilidad moral de Alemania por
la guerra y su imputabilidad legal por los daños ocasionados. Pero por otra parte, el
artículo 232 reconocía implícitamente su incapacidad económica para satisfacerlos. Pero
desde la derecha alemana se utilizó este artículo como el elemento central de la campaña
contra el tratado.
Destacados oficiales del Ejército y sectores conservadores de la sociedad alemana
se mostraron reacios a firmar las condiciones impuestas por los vencedores, aun a
sabiendas de que la alternativa era la reanudación de las hostilidades y la invasión del
suelo alemán. Una humillación todavía mayor. En esa tesitura, los partidarios de la firma
adujeron que no había otro remedio, y finalmente Alemania tuvo que renunciar a todas sus
colonias y acceder a la entrega de los territorios invadidos a países como Francia,
Dinamarca o Polonia.

EL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

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Los "Cuatro Grandes" en la Conferencia de Paz de París de 27 de mayo de 1919. De izquierda a derecha
David Lloyd George, Vittorio Orlando, Georges Clemenceau y Woodrow Wilson.
Foto: PD

EL PERIODO DE ENTREGUERRAS
Pero aquellas condiciones no fueron lo único a lo que Alemania tuvo que enfrentarse tras la
firma del Tratado de Versalles. Se incluyeron asimismo una serie de cláusulas militares que
obligaban a reducir drásticamente el Ejército alemán y se puso fin al servicio militar
obligatorio. También se suprimió la aviación, la artillería pesada y los submarinos.

Además se pusieron ciertas condiciones económicas a Alemania como perdedores de


la Primera Guerra Mundial. El tratado no establecía una cantidad a pagar, sino que se
dejaba para una comisión que la fijaría en 1921, pero sí se haría antes un pago de
20.000 millones de marcos oro, que por otra parte incluía los alimentos que los Aliados
tendrían que suministrar a una Alemania famélica y el coste de la ocupación de Renania
por los aliados, todo lo cual sumaba unos 8.000 millones. Gran parte de este pago se hizo
en especia. Los vapores y barcos de pesca que entregaron los alemanes en los dos años
siguientes como parte del pago sumarían más de 2,6 millones de toneladas, pero los
británicos había perdido más de 8 en la guerra.

En el Tratado de Versalles se incluyeron una serie de


cláusulas militares que obligaban a reducir
drásticamente el Ejército alemán.

Posteriormente, la cantidad establecida por la Comisión de Reparaciones fue de 132.000


millones de marcos de oro (unos 33.000 millones de dólares). El sistema de pagos se
dividió en bonos A y B, que sumaban unos 50.000 millones, y bonos C, que sumaban
el resto (82.000 millones), a empezar a pagar al cabo de 36 años. Los miembros de la
Comisión sabían que probablemente nunca se pagarían, como así fue. En cuanto a los
50.000 millones iniciales, en la conferencia de Lausana de 1932 quedó claro que Alemania
ya no haría más pagos, ascendiendo el total efectuado hasta el momento a entre 20.000 y
21.000 millones. Por entenderlo en contexto, menos de lo que Francia había pagado como
indemnización por la guerra francoprusiana. Los pagos totales durante los 13 años de la
República de Weimar supusieron una carga del 2,72% para la economía alemana.

Así pues, en realidad, las indemnizaciones no frenaron la reactivación, y la


hiperinflación no tuvo que ver con ellas, sino con el hecho de que Alemania había
financiado tanto la guerra y la posguerra como la resistencia a la ocupación del Ruhr por
franceses y belgas entre 1923 y 1925 emitiendo papel moneda (en lugar de acudir a
impuestos). De hecho, lo que provocó el ascenso del nazismo (y del comunismo) en
Alemania fueron las consecuencias de la crisis de 1929, que llegó después que un período
de estabilidad política, económica y social.

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El Lebensraum se convirtió en un principio ideológico del nazismo que justificaba su expansión territorial
por Europa Central y Europa del Este.

Foto: Cordon Press

En Alemania, en aquel contexto tan sumamente complicado, los militares y la derecha


conservadora empezaron a soliviantar a la población con un claro mensaje: "Los
demócratas nos han traicionado en Versalles". Así, con el único fin de revertir el giro
revolucionario demandado por la clase trabajadora, llegaron a afirmar que las condiciones
impuestas al pueblo alemán no eran ni mucho menos las que tradicionalmente se habían
impuesto en Europa, menos duras y más respetuosas, a los perdedores de una guerra.
Fue entonces cuando empezó a surgir una lectura geopolítica y en clave racial del
desarrollo de los pueblos que y la necesidad de espacio vital para expandirse. Conocido
como Lebensraum (espacio vital) fue una expresión acuñada por el geógrafo alemán
Friedrich Ratzel, que estaba muy influido por el biologismo y el naturalismo del siglo XIX.
Así, el este de Europa y el mundo eslavo se veían como el Lebensraum propio de una
Alemania a la que el tratado de Versalles había impuesto unos límites que hacían inviable
el desarrollo del pueblo alemán.

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¿CUÁNTO SABES SOBRE EL ASCENSO DE HITLER AL PODER?

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EL ASCENSO DE HITLER AL PODER


A finales de la década de 1920, los países del centro de Europa empezaron a experimentar
una gran inestabilidad política provocada por la inestabilidad económica, especialmente
devastadora para Alemania. Esta inestabilidad acabó convirtiéndose en un terreno fértil
para que movimientos políticos de índole extremista y con ánimo de revancha lograrán un
importante eco entre la población. Entre todos aquellos grupos sobresalió el Partido
Nacional Socialista Obrero Alemán, dirigido por Adolf Hitler, que poco a poco iba
sumando simpatizantes y seguidores deseosos de revertir lo firmado en Versalles y situar a
Alemania en el sitio que consideraban que le correspondía.

A partir de entonces, los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Hitler fue nombrado
canciller de Alemania el 30 de enero de 1933 por el presidente Paul von Hindenburg, el 27
de febrero tuvo lugar el famoso incendio del Reichstag y al día siguiente Hindenburg firmó
el "Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y del Estado", por
el cual las libertades individuales quedaban totalmente suspendidas "hasta nuevo aviso".
Se restringió la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de reunión y se estableció
el secreto de las comunicaciones.

Concentración del partido nazi tras ganar las elecciones del año 1933.

Foto: CC

Una vez en el poder, Hitler contravino lo pactado en el Tratado de Versalles y ordenó de


inmediato el rearme del país. De hecho, incrementó el gasto armamentístico hasta los
18.000 millones de marcos entre 1934 y 1938. Así, habiéndose asegurado la ayuda
militar, Hitler empezó su política expansionista con la anexión de Austria en marzo de 1938,
el episodio conocido como Anschluss, y durante el cual tuvieron lugar unas elecciones con
el propósito de legalizar la anexión.

Pero el "espacio vital" de Hitler no terminó allí. A Austria le siguieron los Sudetes,
una zona fronteriza de Checoslovaquia habitada por tres millones de alemanes, una idea
con la que Francia y el Reino Unido transigieron con los Acuerdos de Múnich, en
septiembre de 1938, pensando que así aplacarían a Hitler. Nada más lejos de la realidad.
Hitler en vez de amilanarse, decidió invadir Checoslovaquia en marzo de 1939.

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Una vez ocupada aquella región, Hitler exigió también el corredor de Danzig, un
territorio creado tras el Tratado de Versalles que se extendía por la desembocadura del río
Vistula, y que servía para que Polonia tuviera acceso al mar Báltico. Cabe destacar que en
ese momento Polonia era un Estado que, tras desaparecer en el siglo XVIII había sido
impulsada su restauración por parte de Francia y el Reino Unido en los acuerdos de paz
como parte de la creación de un "cordón sanitario" de países de Europa Central que
contribuyeran a frenar la expansión de la Rusia revolucionaria.

Tras la negativa del gobierno polaco a ceder su soberanía, y después de que Alemania y
Rusia firmasen un pacto de no agresión el 23 de agosto de 1939, Alemania invadiría
Polonia una semana después.

LA INVASIÓN DE POLONIA, COMIENZA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


"Esta noche, soldados regulares polacos han disparado por primera vez contra nuestro
territorio”. Con esta mentira, Adolf Hitler intentaba justificar que al ejército alemán no le
quedaba más remedio que invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939. En realidad, el plan
para llevar a cabo la invasión de Polonia se esbozó el 31 de agosto de 1939 en el marco de
la Operación Himmler, cuando media docena de miembros de las SS, fingiendo ser unos
agitadores, irrumpieron por la fuerza en una emisora de radio de Gleiwitz, una región
de la alta Silesia, realizando disparos al aire.

Una vez los tres empleados y el policía que se encontraban en el interior fueron reducidos,
los asaltantes lanzaron violentas proclamas en contra del führer y del Tercer Reich. Fue
entonces cuando conectaron el micrófono para que un interprete empezara a lanzar
proclamas patrióticas y antialemanas en polaco: "¡Atención! Esto es Gleiwitz. La emisora
está en manos polacas".

El plan para llevar a cabo la invasión de Polonia se


esbozó el 31 de agosto de 1939 en el marco de la
Operación Himmler.
Tropas alemanas retiran la barrera fronteriza entre Polonia y Alemania el 1 de septiembre de 1939.

Foto: Cordon Press

Para hacer que la escena fuera aún más creíble, los asaltantes llevaron hasta allí a un
nacionalista polaco llamado Franz Honiok al que las SS había detenido el día
anterior. Honiok era un agricultor de 43 años al que seleccionaron por haber participado en
otras revueltas similares. Lo arrastraron hasta la emisora completamente drogado y, nada
más llegar, le pegaron un tiro en la entrada de la emisora para que todo el mundo pudiera
verlo. Para que no hubiera ningún tipo de confusión, vistieron a Honiok con un uniforme
del ejército polaco que previamente habían robado y tras permanecer tan solo 15
minutos en la emisora de radio, el comando huyó sin darse cuenta de que solamente había
podido emitirse una parte del falso discurso a causa de un problema técnico.

A pesar de que la parte de la emisión que pudo escucharse no anunciaba la falsa invasión
de Alemania, aquello fue suficiente para que Adolf Hitler tuviera su tan deseado casus
belli y así justificar la invasión del país vecino. Antes de escapar de la emisora, el comando
de las SS subió el cadáver de Franz Honiok a la sala de retransmisión, donde le tomaron
unas fotos que posteriormente serían publicadas en toda la prensa.

La invasión de Polonia que daría comienzo a la Segunda


Guerra Mundial ya había sido anunciada días antes por
Adolf Hitler.

A pesar de las argucias del ejército alemán para encontrar un motivo para la invasión de
Polonia, esta ya había sido anunciada días antes por Adolf Hitler. Como explica Richard
Lukas en su libro Out of the Inferno: Poles Remember the Holocausten el Discurso de
Obersalzberg pronunciado el 22 de agosto de 1939, justo antes de la invasión de
Polonia, Hitler dio permiso explícito a sus comandantes para asesinar "sin piedad ni
pena, a todos los hombres, mujeres y niños de ascendencia o lengua polaca".
Finalmente, la mañana del 1 de septiembre de 1939, y con la justificación de lo que había
ocurrido el día anterior, el poderoso ejército alemán avanzó hacia Polonia a través de
distintos puntos fronterizos.

Polonia tenía un ejército fuerte y sus efectivos eran superiores en número a los invasores,
pero no había decretado la movilización general a petición de franceses y británicos, que
creía que eso podía ser la excusa para que Hitler atacara. Esta incapacidad de defenderse
fue todavía mayor cuando el 17 de septiembre la URSS invadió Polonia, lo que hizo
imposible toda resistencia, repartiéndose el país entre la URSSS y Alemania.

Hitler deseaba iniciar la guerra contra este país desde hacía mucho tiempo, pero lo que no
previó es que en cuestión de pocos días Gran Bretaña y Francia se pondrían del lado
polaco y le declararían la guerra. La Segunda Guerra Mundial había empezado.

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ASÍ EMPEZÓ HITLER LA II GUERRA MUNDIAL

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LA BLITZKRIEG, LA EXITOSA ESTRATEGIA DE HITLER


Durante la primera fase de la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo, Alemania
buscaba por todos los medios evitar un conflicto que se alargara en el tiempo. Su
estrategia era derrotar por la vía rápida a todos sus oponentes en una serie de campañas
cortas. Gracias a aquella táctica denominada Blitzkrieg, el ejército alemán invadió gran
parte de Europa y salió victorioso durante varios años.

El término Blitzkrieg es un vocablo alemán que literalmente se traduce como "guerra


relámpago" y se usa para referirse a una táctica militar que está basada en desarrollar una
campaña rápida y contundente. La táctica Blitzkrieg requería de una gran concentración de
armas ofensivas como tanques, aviones y artillería pesada. La velocidad era el distintivo
más característico de la Blitzkrieg. Tras el bombardeo inicial de la aviación, los carros de
combate atacaban el objetivo rápidamente y de manera autónoma, lo que acababa
causando una gran desorganización en las líneas defensivas enemigas.

Como apunta Martin H. Folly en su Atlas de la Segunda Guerra Mundial "El ejército polaco
no era una fuerza insignificante, pero no estaba preparado para el nuevo tipo de guerra que
los alemanes practicaban. Esta era la Blitzkrieg, la guerra relámpago». La punta de lanza
era la división Panzer, una concentración de vehículos blindados, con infantería
totalmente motorizada y un apoyo aéreo cercano proporcionado por la Luftwaffe y
materializado por los temibles bombarderos en picado, los stukas.

Alemania sólo disponía de tanques ligeros y el ejército no estaba totalmente preparado


para la guerra, pero la clave de la Blitzkrieg era la rapidez, que arrollaría a las defensas
enemigas antes de que éstas pudieran organizar sus fuerzas, o antes de que se
descubrieran los puntos débiles ocultos de las fuerzas atacantes. El uso de la fuerza aérea
contra objetivos civiles llenaría las carreteras de refugiados y contribuiría a la
desintegración de la moral, un componente fundamental de toda Blitzkrieg eficaz.

Los polacos eran superiores en número, con 30 divisiones y diez en la reserva, pero sus
equipos y su doctrina estratégica estaban desfasados. Sus fuerzas estaban desplegadas
en sus fronteras. Desgraciadamente para los polacos, sus principales áreas industriales se
hallaban en Silesia, justo en sus fronteras, lo que les hacía extremadamente vulnerables a
la Blitzkrieg.

Gracias a la táctica denominada Blitzkrieg, o guerra


relámpago, el ejército alemán invadió gran parte de
Europa.

Los Stuka fueron una parte importantísima de la guerra relámpago (Blitzkrieg).


Foto: Cordon Press

Alemania usó la Blitzkrieg durante la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, así


como en otros frentes como en Dinamarca (abril de 1940), Noruega (abril de 1940), Bélgica
(mayo de 1940), Holanda (mayo de 1940), Luxemburgo (mayo de 1940), Francia (mayo de
1940), Yugoslavia (abril de 1941) y Grecia (abril de 1941). El poderío aéreo alemán eran
tan abrumador que no permitía a los defensores ni reabastecerse, ni organizar sus
efectivos, ni tampoco enviar refuerzos que pudieran defender las brechas abiertas
por los carros de combate.

Sin embargo, y a pesar de la evidente efectividad de la Blitzkrieg, hubo algunos países a


los que Alemania no pudo derrotar con este sistema: Gran Bretaña, gracias a que las islas
contaban con la inestimable ayuda del canal de la Mancha y de la eficaz Marina Real
Británica, y la Unión Soviética, a pesar de que la Blitzkrieg había logrado empujar a los
efectivos soviéticos hasta las puertas de Moscú en 1941.

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LA "GUERRA DE BROMA" Y LA HUIDA DE DUNKERQUE


Tras la invasión de Polonia, en septiembre de 1939, se sucedieron ocho meses de la
conocida como drôle de guerre (la guerra de broma o guerra falsa), que acabaría con la
invasión de Dinamarca y Noruega en abril de 1940. En realidad, lo que desconocían los
Aliados era que, tras aquella supuesta calma, la idea de Hitler era avanzar hacia el oeste
para asestar el primer gran golpe de la contienda: la toma de París.
Envalentonado por la rápida caída de Polonia, Hitler pretendía hacer uso de la Blitzkrieg
para hacer lo propio con Francia, a pesar de la mayor envergadura del rival y de la
dificultad de tener que sortear la histórica línea Maginot para entrar en París de manera
triunfal.

Lo que desconocían los Aliados era que la idea de Hitler


era avanzar hacia el oeste para asestar el primer gran
golpe de la contienda.

Soldados británicos disparan contra aviones alemanes durante la evacuación de Dunkerque.

Foto: PD

Los alemanes atacaron Bélgica haciendo creer que desde allí invadirían Francia, mientras
que en realidad el ataque principal a Francia tuvo lugar cruzando la zona boscosa de las
Ardenas, entre Bélgica y el extremo norte de la línea Maginot, cogiendo completamente por
sorpresa a los franceses. Estas tropas avanzaron hasta el canal de La Mancha,
acorralando a franceses, británicos y belgas contra el mar. Aunque Hitler contaba con
sufrir un millón de bajas entre sus efectivos, cuando el ejército nazi desfiló por los campos
elíseos de París se estimaba que las bajas entre sus filas habían sido de 27.000 hombres.

Pero a pesar del éxito obtenido, el gran triunfo del ejército alemán debe buscarse en un
lugar imprevisto por todos dado lo inesperado de su trascendencia: las playas de
Dunkerque, en el norte de Francia, donde terminaron acorralados más de 338.000
soldados Aliados, que vieron en el puerto galo la única vía de escape. Sería el general
Gort, al mando de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB), el responsable de
organizar la llamada Operación Dinamo, que consistía en la evacuación de las tropas
aliadas en territorio francés, y que se llevó a cabo entre el 26 de mayo y el 4 de junio de
1940.
En las playas de Dunkerque, en el norte de Francia,
terminaron acorralados más de 338.000 soldados
Aliados.

Aglomeraciones de soldados británicos en las playas de Dunkerque.

Foto: PD

En realidad, la operación no habría tenido éxito no habría tenido lugar si el 24 de mayo


Hitler no hubiera ordenado detener sus divisiones blindadas. La decisión obedecía a la
voluntad de poder utilizarlas contra las fuerzas francesas que se hallaban más al sur si
estas conseguían reagruparse, y a la idea de Herman Göring, el jefe de las fuerzas aéreas
alemanas, la Luftwaffe, de que podía frustrar cualquier intento de evacuación de los
británicos.

Ello permitió a los cercados preparar un perímetro defensivo que consiguió una
eficaz resistencia. El fuego de la artillería alemana no logró detener la operación, y
tampoco la actuación de los bombarderos alemanes, que no contaron con un apoyo
efectivo de sus cazas que despegaban desde bases en Alemania frente a los Spitfire
aliados llegados de bases mucho más cercanas, como Kent. A ello se sumó un mar en
calma, lo que facilitó la evacuación.

La operación de retirada no habría tenido éxito si Hitler


no hubiera frenado el avance de sus tropas, algo que
aún hoy en día es motivo de debate entre los
historiadores.
Soldados británicos esperando para desembarcar en Dover.

Foto: PD

La mayoría de efectivos aliados escaparon en barcos de la Royal Navy, como el crucero


ligero HMS Calcutta o alguno de los más de 30 destructores desplegados en la zona, pero
otros lo hicieron a bordo de embarcaciones civiles, que acudieron en su ayuda viendo que
la marina no daba abasto para transportar a tantos hombres. El 4 de junio, el primer
ministro británico Winston Churchill se dirigió a la nación con un mensaje muy claro: las
guerras no se ganan con evacuaciones.

El premier británico ofreció su discurso más recordado con frases tan famosas como
"we shall go on to the end" (seguiremos hasta el final) o "we shall never surrender"
(nunca nos rendiremos). Lo conseguido en Dunkerque sirvió para que Gran Bretaña se
mantuviera en la lucha y, algo mucho más importante, sumase el reconocimiento y la
simpatía de la opinión pública y la prensa norteamericana.

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CHURCHILL, EL POLÍTICO DECISIVO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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INGLATERRA ENTRA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


En el verano de 1940, la Alemania nazi se tenía en su poder, en un tiempo de récord de
Polonia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia con la inestimable
ayuda de la Italia de Mussolini, que se acababa de sumar a las potencias del Eje con
todos sus dominios en el mar Mediterráneo y África.

Ante esta nueva situación estratégica en Europa, tras la gravísima derrota sufrida en las
playas de Dunkerque y tras la ruptura de las conversaciones de paz entre diplomáticos
ingleses y alemanes en Suiza, Inglaterra estaba a punto de enfrentarse a una nueva
ofensiva por parte de Alemania: la Operación León Marino, que tenía la intención de hacer
un uso masivo de la Fuerza Aérea Alemana, al mando del mariscal del aire Hermann
Göring, con el objetivo de destruir a la Real Fuerza Aérea británica (RAF) y de esta
manera lograr la superioridad aérea necesaria para invadir Gran Bretaña.

Tras la gravísima derrota sufrida en las playas de


Dunkerque, Inglaterra estaba a punto de enfrentarse a
una nueva ofensiva.

Un bombardero alemán Heinkel He 111 sobrevuela los muelles comerciales de Surrey en el sur de Londres
el 7 de septiembre de 1940.

Foto: PD

El 30 de junio, el comandante Alfred Jodl y el mariscal de campo Wilhelm Keitel, haciendo


gala de un optimismo desmedido, argumentaron que la victoria sobre Inglaterra era
cuestión de tiempo, aunque no todos pensaban igual. Había otros, como Erich Raeder,
comandante en jefe de la Marina alemana hasta el año1943, que habían advertido de la
insensatez de aquel plan por carecer de embarcaciones capaces de acometer un
desembarco de tal magnitud. A favor de los alemanes, tres flotas fondeadas en Francia,
Noruega y los Países Bajos (La 5.ª Flota Aérea (Luftflotte 5) tenía el cuartel general en
Oslo; la Luftflotte 3, en parís, y la Luftflotte 2, en Bruselas) y 3.600 aviones contra los
apenas 870 aparatos con los que contaba la RAF.
Pero el principal obstáculo para llevar a buen puerto la operación era el uso del radar
por parte de los británicos y las limitaciones de los cazas alemanes, menos
maniobrables que los Spitfire y Hurricane británicos. Durante el mes de julio, los BF109
bombardearon las defensas costeras y a los convoyes británicos en el canal de la Mancha,
sin embargo la producción armamentista británica no cesó en ningún momento por
temor a una completa aniquilación.

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LAS VÍCTIMAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: EL COSTE HUMANO POR


PAÍSES

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La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en aquellos momentos la actuación


del primer ministro británico Winston Churchill fue providencial para convertir el miedo de
los británicos en esperanza. Su trabajo incansable en ese sentido se vio recompensado en
el hemiciclo de Westminster donde era aplaudido por laboristas y conservadores. El
premier puso asimismo los cimientos para recibir ayuda de los Estados Unidos
gracias a su amistad con el presidente Roosevelt y su vigilancia en el océano
Atlántico.

En realidad, podría decirse que Churchill, con su carisma, se convirtió en un antídoto


contra el derrotismo que empezaba a hacer mella en la sociedad. Además, hizo gala de
su astucia engañando a los alemanes, durante el mes de agosto, con falsos hangares para
de este modo lograr evitar la destrucción masiva de los aeródromos británicos. El 20 de
agosto, y como agradecimiento al trabajo llevado a cabo por los pilotos de la RAF,
Churchill pronunciaría su legendaria frase "nunca tantos debieron tanto a tan pocos".
La mayoría de historiadores coinciden en afirmar que en
aquellos momentos la actuación del primer ministro
británico Winston Churchill fue providencial.

Imagen de una de las calles de Londres tras un bombardeo.

Foto: PD

De hecho, algunos historiadores también consideran que el mariscal Keitel fue un ingenuo
al querer comparar Inglaterra con Polonia. Así, el 25 de agosto, las tornas empezaron a
cambiar cuando la RAF se vengó del bombardeo alemán al East End londinense haciendo
lo propio en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín y en la fábrica de Siemens. Los daños
fueron mínimos, pero suficientes para que Hitler se pusiera furioso y modificara todo lo
planeado hasta el momento. El 17 de septiembre se pospone León marino y a partir de
entonces, Hitler dio la orden de llevar a cabo los Blitz, unos bombardeos aéreos
indiscriminados y sostenidos por parte de la Luftwaffe que tuvieron lugar desde
septiembre a noviembre de 1940 contra Londres y otras ciudades industriales como
Coventry.

La RAF se vengó del bombardeo alemán al East End


londinense haciendo lo propio en el aeropuerto de
Tempelhof en Berlín y en la fábrica de Siemens.

La ciudad de Coventry tras uno de los devastadores bombardeos alemanes.


Foto: PD

Aquellos tiempos fueron duros para los británicos, y de hecho el cine se ha encargado de
mitificar aquellos meses en los que es fácil imaginar a los londinenses refugiándose en el
metro. Churchill vislumbraba, impotente, una capital en ruinas, pero conservaba la
tranquilidad al saber que sus radares se encontraban a salvo del fuego nazi.

A mediados de septiembre, justo cuando los alemanes tenían previsto asestar el


golpe definitivo y pisar suelo británico, la Royal Navy bombardeó los principales
puertos de invasión como Calais, Cherburgo o Boulougne, apoyada por la RAF. Al
parecer, las pérdidas en ambos bandos se exageraron por motivos propagandísticos y al
final la Batalla de Inglaterra acabaría en tablas. Poco después, el 17 de septiembre, Hitler
daría por finalizada la Operación León Marino y dirigió su mirada hacia un nuevo objetivo:
la Unión Soviética.

Cabe destacar además que tanto la Operación León Marino como la operación Día del
Águila y el Blitz forman parte de la conocida como Batalla de Inglaterra.

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LOS NAZIS INVADEN LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA OPERACIÓN


BARBARROJA
Durante la Navidad de 1940, Adolf Hitler llegó a la conclusión de que para deshacerse
definitivamente de la amenaza que representaba Winston Churchill para los intereses de
Alemania era necesario llevar a cabo una gran demostración de fuerza. Para ello el
dictador nazi concibió la Directiva 21, conocida más tarde como Operación Barbarroja,
bautizada así en honor al emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja.

El objetivo de esta operación era atacar a la Unión Soviética, acabar con el


comunismo y desintegrar aquel país para lograr el tan ansiado Lebensraum (espacio
vital), expulsando a la población eslava y ocupando el territorio soviético hasta los Urales,
colonizándolo con alemanes y convirtiendo a la población local en siervos a su servicio. A
los países vecinos, como Ucrania o la Confederación de Estados Bálticos, se les otorgaría
una independencia tutelada desde Berlín.

El dictador nazi Adolf Hitler concibió la Directiva 21,


conocida más tarde como Operación Barbarroja.

Al principio, el avance alemán fue imparable y sin oposición.

Foto: CC

Y es que en la génesis de la Operación Barbarroja también se escondía el profundo


desprecio que Adolf Hitler sentía por los los eslavos, a quienes la doctrina nazi consideraba
Untermenschen, "infrahombres". De este modo, a pesar del pacto de no agresión
germano-soviético, firmado durante el mes de agosto de 1939, Hitler y Stalin sabían
que esta "paz" no podía ser duradera y que su enfrentamiento era inevitable.

La Operación Barbarroja abrió, así, un segundo frente para la Alemania nazi, que llevó a la
guerra a unas cotas de barbarie nunca vistas hasta entonces. Pero en realidad aquella
operación no solamente representaría el principio del fin para Adolf Hitler, sino que además
sería el inicio en toda Europa de la terrible persecución y asesinato sistemático de los
judíos: el Holocausto.

Hasta aquel momento la guerra iba viento en popa para los nazis, y tras la abrumadora
conquista de Francia, Hitler supuso, erróneamente, que hacerse con la Rusia europea solo
le llevaría unos tres o cuatro meses. Para llegar a Moscú, Hitler planteó una ofensiva en
tres frentes: el frente norte atacaría por la costa báltica hacia Lituania y tomaría
Leningrado (la actual San Petersburgo); en el centro operaría un ejército que se dirigiría
primero a Minsk (la capital de la actual Bielorrusia), luego a Moscú, la capital soviética;
finalmente, otro en el sur atacaría Ucrania, donde se encontraban las tierras más fértiles de
la URSS; avanzaría luego hacia las principales regiones industriales soviéticas, las cuencas
de los ríos Don y Donets, después ocuparía los campos petrolíferos del Cáucaso.

Visto en retrospectiva, los especialista militares opinan


que dividir la ofensiva en tres frentes fue un error crucial
para Alemania.

Una vez asegurada la zona, aquel mismo ejército sería el encargado de tomar la base
naval de Crimea y los campos petrolíferos del Cáucaso. Pero visto en retrospectiva, los
especialista militares opinan que dividir la ofensiva en tres frentes fue un error crucial. A su
juicio, el objetivo principal tendría que haber sido la propia Moscú por ser esta el eje
principal de comunicaciones además de un importante centro industrial. De esa manera,
Hitler habría logrado dividir a la Union Soviética en dos y hubiera sido mucho más fácil
conquistarla.

El alto mando alemán, con Hitler a la cabeza, siguiendo las operaciones.

Foto: CC

Asimismo, una muestra más de la excesiva confianza con que los alemanes afrontaron la
campaña es que solo un quinta parte de sus fuerzas disponía de ropa de abrigo para hacer
frente al crudo invierno ruso, y es que en su mente Hitler albergaba el convencimiento de
que para el mes de diciembre ya habría una nueva frontera oriental del Reich marcada por
el río Volga. Pero con lo que no contaban ni Hitler ni su Estado Mayor era con no estar
ocupando Moscú antes de que la meteorología se volviera más adversa.

Las crecidas de los ríos tras las lluvias de primavera habían convertido todo el territorio en
un autentico lodazal, lo que obligó a retrasar la invasión hasta el tórrido verano. Finalmente,
a los casi cuatro millones de efectivos que luchaban del lado de la Alemania nazi, se
unieron 3.400 tanques que se debían ver las caras frente a casi 11.000 tanques y tres
millones de soldados soviéticos.

Pero ¿por qué motivo emplearon los nazis tan pocos blindados? Según los
especialistas fue debido a la escasez de combustible, que en aquellos momentos estaba
bloqueado por los Aliados, algo que también obligó a los alemanes a hacer uso de
animales de tiro para el transporte.

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La ofensiva del ejército alemán en territorio soviético empezó el 22 de junio de 1941 con un
intenso bombardeo de la artillería pesada y de la Luftwaffe sobre las posiciones soviéticas.
Su principal objetivo eran los aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio aéreo
durante los primeros meses de la invasión. Tras cuatro días de violentos combates, las
tropas del general Hoth entraron en Minsk, donde apresaron a 324.000 soldados y
capturaron 2.500 tanques. Los ejércitos del norte y del sur iban progresando de manera
similar, y el ejército del general Hoth, que avanzaba una media de 32 kilómetros diarios,
llegó a Smolensk (a 369 kilómetros de Moscú) el 18 de julio.
El principal objetivo de la aviación alemana eran los
aeródromos, algo que les podía asegurar el espacio
aéreo durante los primeros meses de la invasión.

Pero a pesar del éxito momentáneo de la operación, el dictador alemán ordenó priorizar la
toma de Ucrania y de Leningrado. Así, desoyendo los consejos de sus generales, el 19 de
julio, Adolf Hitler cursó la Directriz 33, por la que se ordenaba a los tanques del
ejército central reforzar los otros dos frentes: el general Hoth cambiaría de rumbo para
asegurar el cerco de Leningrado y el general Guderian haría lo propio parar invadir Kiev, las
regiones carboníferas ucranianas y tomar la península de Crimea.

Aquel cambio de estrategia facilitó que los soviéticos tuvieran tiempo para reorganizarse y
rehacer sus defensa, contra las que se acabaría estrellando el ejército nazi. Por su parte,
en la retaguardia, las SS alemanas ejercían una dura y cruel represión sobre la
población civil, mientras los atentados perpetrados por grupos de partisanos organizados
por la NKVD (la policía secreta rusa) convirtieron las calles de las ciudades tomadas
en lugares muy peligrosos, lo que impedía a los alemanes consolidar sus conquistas y
ralentizaba también el transporte de suministros.

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En realidad, con la puesta en marcha de la Directriz 33 los alemanes habían perdido más
de dos meses, cruciales para el desarrollo con éxito de la Operación Barbarroja. Y los
elementos parecieron también aliarse en su contra. El 15 de octubre, el ejército alemán se
encontraban a tan solo 105 kilómetros de Moscú, dispuestos al asalto de la capital en la
que llamaron Operación Tifón, cuando una fuerte tormenta, junto con la llegada de las
primeras nevadas, dejaron las carreteras impracticables. Los soviéticos aprovecharon
aquella circunstancia para reforzarse con efectivos procedentes de Siberia, y con un
numero significativo de tanques y aviones al mando del general Gueorgui Zhúkov.

A pesar de la llegada del frío, los alemanes no variaron su actuación y siguieron con sus
tácticas habituales, pero los soviéticos les hicieron retroceder cuando estaban tan solo a
ocho kilómetros de la capital. Las bajas temperaturas terminaron por dar al traste con
la estrategia alemana en una de las campañas militares más sangrientas de la Segunda
Guerra Mundial.

Las nieves frenaron el avance alemán hacía Moscú.

Foto: CC

PEARL HARBOR Y LA ENTRADA DE ESTADOS UNIDOS EN LA SEGUNDA


GUERRA MUNDIAL
Mientras la Alemania nazi seguía con su imparable conquista de Europa, Estados Unidos
era oficialmente neutral ante los conflictos que mantenían los japoneses en su expansión
por China y ante la actitud de la Alemania de Hitler en Europa. Sin embargo, en 1940,
Estados Unidos empezó a considerar amenazadora para sus intereses la expansión de
Japón, y el Gobierno estadounidense decidió proporcionar ayuda a los chinos y sancionar a
los japoneses. Así, tras la firma del pacto Antikominternen noviembre de 1941 entre la
Alemania nazi, Italia y Japón, Estados Unidos congeló los activos japoneses y
prohibió todas sus exportaciones al país del Sol naciente.

En 1940, Estados Unidos empezó a considerar


amenazadora para sus intereses la expansión de Japón.
El USS Arizona se hunde tras el ataque japonés a Pearl Harbor.

Foto: PD

De este modo, a medida que Japón continuaba con su guerra con China, el conflicto con
Estados Unidos se hizo inevitable. Ante el peligro que esto representaba, el alto mando
japonés evaluó sus opciones, pero no tuvo más remedio que reconocer la superioridad de
la Armada estadounidense, que les superaba en número, por lo que Japón carecía de los
recursos necesarios para hacer frente al coloso americano.

Fue entonces cuando Japón pensó que tenía un as en la manga: podía atacar a
Estados Unidos utilizando el factor sorpresa. Así, el almirante Yamamoto convenció al
alto mando japonés de que en lugar de declarar la guerra a Estados Unidos lo mejor sería
causarles el mayor daño posible atacando a su flota fondeada en el Pacífico.

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LAS ESPECTACULARES IMÁGENES DEL ATAQUE A PEARL HARBOR

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El día escogido por los japoneses para realizar uno de los ataques más famosos de la
Segunda Guerra Mundial, y que al final resultaría definitivo para el desarrollo de la
contienda, fue el domingo 7 de diciembre de 1941. Poco antes del amanecer, la Armada
Imperial Japonesa atacaba por sorpresa la base militar de Pearl Harbor, en Hawái, donde la
Armada de Estados Unidos tenía el cuartel general de la flota del Pacífico. Para llevar a
cabo el ataque, 353 aeronaves, entre cazas de combate, bombarderos y torpederos,
atacaron sin una previa declaración de guerra con la única misión de borrar de la
región a la flota estadounidense.

En pocos minutos, gran parte de la flota norteamericana había sido gravemente dañada o
completamente destruida. El ataque japonés se produjo en dos oleadas, en la primera
los bombardeos destruyeron a los acorazados Oklahoma y Arizona, y dañaron
seriamente al resto de naves. El segundo objetivo de los japoneses era destruir los
aeródromos más cercanos. Pero aunque el ataque pilló por sorpresa a los estadounidenses
estos consiguieron defenderse con sus cañones antiaéreos, e incluso lograron que algunos
aviones despegaran y finalmente consiguieran derribar 29 aeronaves japonesas.

Sin embargo, el ataque no fue tan efectivo como el ejército nipón hubiera deseado y la
suerte quiso que el grueso de la flota naval estadounidense no se encontrara
fondeada en el puerto en aquellos momentos. Aunque no fue este el único error
cometido por los japoneses, que dejaron intactos varios enclaves estratégicos de la base
de Pearl Harbor, como la central eléctrica, el astillero, los depósitos de combustible y
torpedos, los muelles de submarinos, y los edificios del cuartel general y la sección de
inteligencia estadounidense.

Los japoneses dejaron intactos varios enclaves


estratégicos de la base naval de Pearl Harbor.

El bombardeo de Pearl Harbor supuso la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Foto: CC
Aunque el ataque fue un duro golpe para Estados Unidos, al día siguiente los
norteamericanos declararon la guerra a Japón con lo que la gran potencia entró de lleno en
el conflicto. Tres días después, el 11 de diciembre de 1941, la Alemania de Hitler y la
Italia de Mussolini, las otras dos potencias del Eje, respondían a Estados Unidos con
su propia declaración de guerra. Sin pretenderlo, el Ejército Imperial Japonés había
despertado al gigante dormido. De hecho, el bombardeo de Pearl Harbor enfureció a la
opinión pública estadounidense y aquel acto acabaría resultando decisivo en el desenlace
de la mayor guerra de la historia de la humanidad.

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LA DECISIVA BATALLA DE STALINGRADO


Primavera de 1942. La Segunda Guerra Mundial continuaba en el frente oriental, pero la
escasez de recursos, el agotamiento de ambos bandos y un invierno especialmente duro,
al que seguiría el deshielo y el fenómeno conocido por los rusos como raspútitsa (un
fenómeno estacional que convierte la tierra firme en un auténtico barrizal) hicieron que la
guerra se ralentizarse.

No obstante, en el año 1942 Hitler se planteó dar el golpe de gracia la Unión Soviética
antes de que Estados Unidos pudiera movilizar todos sus recursos económicos y
militares para la guerra. Así pues, el 28 de junio Hitler puso en marcha la llamada
Operación Azul, cuyo objetivo era apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso, ya
que la escasez de petróleo podía detener la maquinaria bélica alemana. Pero en su camino
se encontraba Stalingrado. Hitler pensó que una vez conquistada esta ciudad se podría
cortar el suministro de recursos al Ejército Rojo.

El 28 de junio Hitler puso en marcha la llamada


Operación Azul, cuyo objetivo era apoderarse de las
riquezas mineras y petrolíferas de Ucrania y el Caúcaso.

Bombardeo aéreo de la Luftwaffe alemana sobre Stalingrado en septiembre de 1942.

Foto: CC / German Federal Archives

La Operación Azul (Fall Blau en alemán), la ofensiva estratégica de verano de 1942, se


desarrollaba en dos direcciones: hacia el sur, donde estaban los campos petrolíferos; y
hacia el este, en dirección a Stalingrado, siguiendo el río Don, para proteger el avance
hacia el sur.

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LAS IMÁGENES DE LA BATALLA DE STALINGRADO

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Así pues, el control de Stalingrado se había convertido en un punto clave de la ofensiva
nazi en el frente oriental, y el 23 de agosto de 1942 empezaron los combates para hacerse
con una ciudad que poseía una potente industria militar y era un importante nudo de
comunicaciones ferroviarias. Un mes antes, Stalin había dado la orden de iniciar los
preparativos para hacer frente a un más que posible ataque alemán no dejando salir a los
civiles. Preocupado por que los alemanes pudieran partir al país en dos, el 28 de julio
Stalin emitió la famosa orden 227, más tarde conocida como la orden "¡Ni un paso
atrás!", por la que cualquier militar o civil que se rindiera sería fusilado al instante por
traición.

En este contexto, las tropas del fürher llegaron a una ciudad defendida contra viento y
marea por los generales Emerenko y Chuikov. Así, los alemanes no podían saber que
ambos militares les tenían reservada una sorpresa en forma de violenta lucha callejera en
el escenario de una ciudad completamente en ruinas y contra un enemigo que conocía
perfectamente cada rincón. Además, a pesar de las muchas bajas que había sufrido el
Ejército Rojo, cada noche llegaban refuerzos nuevos a orillas del Volga. Sin embargo, y
aunque el ejército alemán sufría el mismo número de bajas, parecía que lograba
hacer retroceder al ejército soviético, lo que provocó el anunció de la conquista de
Stalingrado el 8 de noviembre por parte de Hitler.

Los alemanes no podían saber que los soviéticos les


tenían reservada en Stalingrado una sorpresa en forma
de violenta lucha callejera.

Soldados de la Wehrmacht tirando de un coche embarrado por la terrible Raspútitsa en el mes de


noviembre de 1941.

Foto: CC / German Federal Archives


Pero aquella alegría se revelaría prematura. Lo que Hitler no sabía es que Stalin había
dado orden de iniciar la Operación Urano, justo en mitad de la batalla de Stalingrado
y cuyo objetivo era embolsar al Sexto ejército alemán, el Tercer y el Cuarto ejército
rumano y partes del Cuarto ejército Panzer. Aquellos movimientos estratégicos de los
soviéticos, unidos al error de cálculo de Hermann Göring, que aseguró que la Luftwaffe
podría dar soporte aéreo a las tropas, aisló al Sexto Ejército alemán. Con la orden de Hitler
de mantener sus posiciones, los alemanes vieron cómo el ejército rojo los iba cercando
poco a poco. Así, finalmente, sin otra opción que la rendición, el 2 de febrero de 1943, el
Mariscal Paulus desobedeció las ordenes directas de Adolf Hitler y se rindió.

Tras perder la batalla de Stalingrado hay quien piensa que el frente oriental empezó a
desequilibrarse en favor de los soviéticos, sin embargo no fue exactamente así. Stalingrado
fue el primer gran triunfo soviético pero no fue una batalla decisiva. Sí que lo fue, sin
embargo, la batalla de Kursk en julio de 1943, la mayor batalla de tanques de la historia,
que marcó un punto de inflexión en la guerra en el Este. Hasta entonces, los alemanes
había logrado mal que bien estabilizar el frente.

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EL PAPEL DE ESPAÑA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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DÍA D: EL DESEMBARCO DE NORMANDÍA


Durante la Conferencia de Teherán, celebrada en la capital iraní a finales de 1943, a la
que acudieron Stalin, Churchill y Roosevelt, los soviéticos ya habían solicitado que se
abriera un nuevo frente occidental que aliviara la presión que estaban sufriendo sus tropas
en el sector oriental. Finalmente los Aliados decidieron organizar la invasión de Europa
a través de las playas de Normandía, la llamada Operación Overlord, cuyo inicio
estaba previsto el 6 de junio de 1944 y su nombre en clave sería Día D.

Aquel desembarco fue uno de los acontecimientos militares más importantes de la


Segunda Guerra Mundial, que marcaría un antes y un después en el desarrollo de la
contienda. La Operación Overlord empezó con una gigantesca maniobra militar terrestre,
aérea y naval (Operación Neptuno), que dejó miles de muertos en tan solo unos pocos
metros de playa entre las defensas alemanas conocidas como Muralla Atlántica y las aguas
del canal de la Mancha. El desembarco de todos aquellos soldados estadounidenses,
británicos y canadienses, muchos de los cuales dejaron su vida en la arena, permitió a
los Aliados abrir un segundo frente en Europa que, sumado al avance soviético en el Este,
contribuiría a cambiar que cambiaría definitivamente el rumbo de la guerra.

La Operación Overlord empezó con una gigantesca


maniobra militar terrestre, aérea y naval (Operación
Neptuno), que dejó miles de muertos.

Soldados estadounidenses a bordo de una lancha de desembarco mientras se aproximan a la playa


Omaha, en Normandía.

Foto: PD

Pero planificar la Operación Overlord fue una tarea sumamente compleja. Todo debía
estar perfectamente planificado y tenía que ser llevada a cabo meticulosamente, como si
de una operación quirúrgica se tratara, con el objetivo de conquistar Normandía para
posteriormente avanzar hacia el centro de Europa. Adolf Hitler sabía que algo se estaba
tramando, pero estaba convencido de que la invasión aliada tendría lugar a través de
Calais y no en Normandía.
Así, el despliegue del ejército aliado durante la Operación Overlord se efectuó durante las
primeras horas del 6 de junio sobre una línea de 80 kilómetros de playa de este a oeste
abarcando las siguientes cinco playas: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. En un mensaje
transmitido a las tropas antes de partir, el general Eisenhower les dijo: "¡La marea ha
cambiado! Los hombres libres del mundo marchan juntos hacia la victoria.... No
aceptaremos nada menos que la victoria total".

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LAS FOTOS DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA

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La noche previa a los desembarcos anfibios, alrededor de 23.000 paracaidistas aliados se


lanzaron detrás de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas y planeadores, con la
misión de evitar que los alemanes pudiesen contraatacar durante la mañana del
desembarco. La misión de este grupo de paracaidistas era conseguir accesos
seguros a las playas, destruir puentes y establecer cabeceras de playa (líneas
defensivas para dar tiempo a la llegada refuerzos que permitieran avanzar a las tropas) a la
espera de que el grueso de los efectivos desembarcara.

Alrededor de 23.000 paracaidistas aliados se lanzaron


detrás de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas
y planeadores.
En las fauces de la Muerte, fotografía de Robert F. Sargent que muestra a las tropas estadounidenses
desembarcando en la playa Omaha el 6 de junio de 1944.

Foto: CC / Robert F. Sargent

Para llevar a cabo una operación de aquella envergadura, las cadenas de fabricación
aumentaron la producción de armamento, y durante la primera mitad de 1944, alrededor
de 9 millones de toneladas de suministros y equipos cruzaron el Atlántico desde
Estados Unidos hasta Gran Bretaña. Por otra parte, se sumó al contingente una
importante dotación de soldados canadienses que se había estado entrenando en Gran
Bretaña desde diciembre de 1939, y más de 1,4 millones de soldados estadounidenses
llegaron a Europa entre los años 1943 y 1944 para tomar parte en los desembarcos.

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De este modo, el Día D se convirtió en la mayor operación naval, aérea y terrestre


coordinada de la historia, ya que el desembarco en las playas de Normandia requirió de
una cooperación total entre las fuerzas armadas que participaron en el operativo.
En 1944, más de 2 millones de soldados de más de 12 países se encontraban en Gran
Bretaña a la espera de recibir la orden de invasión. El día del desembarco, las fuerzas
aliadas que participaron fueron fundamentalmente tropas estadounidenses, británicas y
canadienses con el apoyo naval, aéreo y terrestre de tropas australianas, belgas, checas,
holandesas, francesas, griegas, neozelandesas, noruegas y polacas.

A menudo, el Día D, debido a su espectacularidad, ha eclipsado la importancia que tuvo en


general la campaña de Normandía. Durante los tres meses posteriores al desembarco,
los Aliados lanzaron una serie de ofensivas que les permitieron avanzar hacia las
fronteras de Alemania. Aunque no todas las operaciones tuvieron éxito.

Las tropas aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura resistencia por parte de los
alemanes y también con el bocage, una peculiaridad del paisaje de Normandía que se
caracteriza por la presencia de senderos hundidos bordeados por setos altos y gruesos,
algo que los alemanes utilizaron para hacerse fuertes. Pero a pesar de todas las
dificultades, aquel sangriento 6 de junio y todos los días que le siguieron acabarían
en una victoria decisiva para los Aliados que contribuiría a la liberación de una gran
parte de Europa noroccidental.

Las tropas aliadas tuvieron que enfrentarse con una dura


resistencia por parte de los alemanes y también con el
bocage.

Desembarco de suministros en la playa Omaha en junio de 1944 durante el Día D.

Foto: PD

Tras el Día D, las campañas en Italia llevadas a cabo por los Aliados alejaron a las tropas
alemanas de los frentes occidental y oriental, al mismo tiempo que la Operación Bagration,
una dura ofensiva emprendida por los soviéticos en el centro de Europa, logró mantener
inmovilizadas a las fuerzas alemanas en el este. Finalmente, diez semanas después del
Día D, los Aliados lanzaron una segunda invasión en la costa sur de Francia para
avanzar hacia el corazón de Alemania. Con un frente tan dividido, las fuerzas de Adolf
Hitler no podían hacer nada más que resistir en una guerra en la que la suma de graves
errores de cálculo y el desgaste les acabaría por pasar una terrible factura.

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LA CAÍDA DE BERLÍN Y EL FINAL DEL NAZISMO


Primavera de 1945. La situación de Alemania en este momento de la Segunda Guerra
Mundial era un auténtico infierno. Invadido por las fuerzas de la Unión Soviética desde el
este y por los Aliados por el oeste, el Tercer Reich no podía contar prácticamente para
nada con la ayuda que le pudieran ofrecer sus aliadas Italia y Hungría, que ya habían sido
ocupadas, ni por Japón, acorralado por los estadounidenses en el Pacífico. Este sería uno
de los últimos y más sangrientos capítulos de la Segunda Guerra Mundial, el que a la
postre conduciría al final del dictador nazi Adolf Hitler.

El Tercer Reich no podía contar prácticamente para nada


con la ayuda que le pudieran ofrecer sus aliadas Italia y
Hungría, ni por Japón.
Soldados soviéticos izan una bandera desde el balcón del famoso Hotel Adlon en Berlín.

Foto: Cordon Press

Aunque el alto mando militar nazi había asegurado que Berlín sería la tumba del Ejército
Rojo, aquella predicción nunca se iba a cumplir. En esos días, Hitler se encontraba oculto
en su búnker y había perdido por completo la noción de la realidad. El Tercer Reich
que debía de durar mil años carecía de los medios necesarios para defenderse y se
desmoronaba a ojos vistas. Para todos aquellos que habían estado en el frente (y que
ahora se hallaban heridos o mutilados), las detonaciones que se escuchaban en la periferia
de Berlín aquel 19 de abril de 1945 sonaban de manera muy distinta. Aquel sonido lo
producían los obuses de la artillería soviética; no se parecía en nada al ruido de las
bombas de la aviación aliada al que estaban acostumbrados. Eso solo podía significar una
cosa: Berlín ya estaba al alcance de los cañones soviéticos y el fin se acercaba. En
efecto, no iban desencaminados.

A pesar de la superioridad del ejército atacante, las órdenes de Hitler eran claras: había
que resistir hasta el final. El führer, refugiado en su búnker junto con otros jerarcas
nazis, como Martin Borman, Albert Speer o Joseph Goebbels, no quería ni oír hablar
de rendición. Al final, presa de los nervios, Hitler estaba dispuesto a sacrificar inútilmente
a toda la población de Berlín: rendirse y mostrar la bandera blanca era castigado con la
muerte, y quien desertaba o se escondía para evitar el combate era colgado sin
contemplaciones. Hubo un momento en que los rusos ofrecieron una breve pausa en su
avance, pero los alemanes no podían aprovechar aquella circunstancia para preparar la
defensa de la ciudad. Berlín tan solo contaba con algunas unidades antiaéreas de las
SS y la milicia popular (volkssturm), y a pesar de ello se decidió no emprender ninguna
obra de fortificación.

Hitler se mostraba intratable, sumido constantemente en largas e infructuosas


divagaciones. Pero su poder aún seguía intacto, hasta el punto de que promulgó la
llamada Orden Nerón, por la que se establecía una política de tierra quemada frente el
enemigo. En esencia se trataba de destruir cualquier infraestructura (de transporte,
industrial, de comunicaciones, ...) que pudiera favorecer al enemigo, lo que suponía en la
práctica la destrucción de Alemania. La orden no llegó a aplicarse.

El führer alternaba estados de euforia con estallidos de ira incontrolada contra todo y contra
todos, en especial contra todos sus generales, a los que tachaba de ineficaces y de
traidores. Abrumado por la situación, culpó a sus generales de no haber tomado las
decisiones correctas en lo que respectaba a la defensa de Berlín, por lo que otorgó un
permiso por mala salud al general Guderian, lo reemplazó como Jefe del Estado Mayor y
nombró en su lugar al general Hans Krebs.

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EL BOMBARDEO DE DRESDE EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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El 20 de abril de 1945, justo el día en el que Hitler cumplía 56 años, aviones B-17
estadounidense y Lancaster británicos bombardearon el centro urbano de Berlín arrasando
numerosos edificios, forzando la evacuación de 2.000 berlineses y dejando la ciudad sin
electricidad. Dos días después, el 22 de abril, durante una reunión en el búnker de
Hitler alguien alabó la excelente labor del 12º Ejército comandado por el general
Walther Wenck que luchaba contra los norteamericanos en Magdeburgo. Al oír la noticia,
los temblores que aquejaban al führer parecieron desaparecer y en uno de sus habituales
cambios de humor pareció haber encontrado por fin la solución: el general Wenck daría
media vuelta y salvaría Berlín. Evidentemente, Wenck no pudo conseguir aquel objetivo
imposible: Berlín estaba cercada y agonizaba.

Finalmente, el general Helmuth Weidling intentó establecer una defensa operativa de la


ciudad, pero solo podía contar con el apoyo de algunas tropas en descomposición.
Junto a miembros del volkssturm, las Hitlerjugend y la policía, estos hombres construyeron
barricadas con tranvías y llenaron los muros que aún quedaban en pie de pintadas con
eslóganes que animaban a la resistencia y a la victoria final. Pero todo resultó en vano.

Los proyectiles soviéticos empezaban a caer sobre el mismo centro de Berlín. A


pesar de ello, la capital resistió con la determinación del que sabe que no tiene otra opción.
Inútilmente. Uno a uno, los barrios de Berlín fueron ocupados por los soviéticos, mientras la
población civil se refugiaba en los túneles del metro invadidos por el humo.

La capital alemana resistió el ataque soviético con la


determinación del que sabe que no tiene otra opción,
aunque todo fue en vano.

La tarde del 30 de abril de 1945, un disparo de revólver procedente del dormitorio del
führer rompió el impenetrable silencio del búnker. Tras haber ingerido una cápsula de
cianuro, Hitler se acababa de pegar un tiro. Junto a él, Eva Braun, con quien se había
casado el día anterior, yacía sin vida en el sofá. Los oficiales trasladaron ambos cuerpos
hasta el jardín de la Cancillería, una operación complicada debido a los continuos
bombardeos soviéticos.

Tras arrojar los cadáveres a una fosa previamente excavada les prendieron fuego, y acto
seguido, mientras los restos del dictador nazi se consumían entre las llamas, en el exterior,
Goebbels, Bormann, Burgdorf y Krebs realizaron el último saludo nacionalsocialista en su
honor. De esta manera, Adolf Hitler, el fundador del Tercer Reich, desaparecía para
siempre.

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El 2 de mayo, Berlin estaba a punto de caer, y muchos seguidores del régimen, entre los
que se contaban numerosos miembros de las SS, prefirieron suicidarse antes que caer en
manos de los soviéticos. El 7 de mayo de 1945, Alemania se rendía incondicionalmente
ante los Aliados occidentales en Reims y el 9 de mayo hacía lo propio ante los
soviéticos en Berlín. En la capital, el caos en la capital era total, ya que tras la victoria
vino el pillaje.

Los soldados rusos, procedentes en su mayor parte de las estepas y de las montañas del
Cáucaso, nunca habían visto una ciudad como aquella y no conocían nada parecido al lujo
berlinés. Robaron todo lo que pudieron, y tras el saqueo empezaron las violaciones
masivas (un tema del que se habló poco durante la Guerra Fría). Aunque los medios
rusos calificaron estos hechos como "inventos" de Occidente, muchas de las pruebas
proceden del diario de un joven teniente judío originario de la región central de Ucrania
llamado Vladimir Gelfand.

La Puerta de Brandeburgo, en Berlín, arrasada por las bombas.

Foto: CC / German Federal Archives

En realidad, todavía hoy se desconoce el número exacto de mujeres que fueron violadas
tras la caída de Berlín. Algunos historiadores hablan incluso de unas cien mil. En cualquier
caso, muchas de ellas, jóvenes y adultas, pero también niñas y ancianas, se suicidaron o
murieron a causa de la brutalidad del trato recibido. Las madres ocultaban a sus hijas
para protegerlas, y los hombres que intentaban evitarlo lo pagaban con sus vidas, así
como las mujeres que se resistían.
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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CONTINÚA EN JAPÓN


Mientras en Europa, con la caída y muerte de Adolf Hitler y el régimen nazi, empezaba a
vislumbrarse un final a la Segunda Guerra Mundial, en el Pacífico Estados Unidos había
liberado prácticamente todas las islas que se encontraban en poder de los japoneses y los
norteamericanos estaban decididos a desembarcar en Japón. Así, tras las sonadas
derrotas en Midway (junio de 1942) y Guadalcanal (noviembre de 1942), la flota nipona fue
destruida en la batalla del golfo de Leyte (octubre de 1944), por lo que Japón ya no era rival
en el mar y su rendición se preveía inminente. Con todo, Japón estaba dispuesto a
negociar la paz con Estados Unidos mediante la cesión de territorios, pero sin que
ello supusiera alterar el carácter divino del emperador, pero el objetivo final de los
estadounidenses no era ese, sino lograr la rendición incondicional y total del Ejército
Imperial japonés.

Estados Unidos había liberado prácticamente todas las


islas que se encontraban en poder de los japoneses y los
norteamericanos estaban decididos a desembarcar en
Japón.
El USS Yorktown es alcanzado por torpedos japoneses en Midway.

Foto: PD

De hecho, la guerra del Pacífico fue larga y cruenta. Uno de sus enfrentamientos más
simbólicos fue el que tuvo lugar en Iwo Jima, y no solo por la fotografía de los soldados
norteamericanos alzando la bandera de su país, tomada por el fotógrafo Joe Rosental y
que fue difundida como un icono de la propaganda de los Aliados, sino también por su
ferocidad y violencia. Esta campaña, que tuvo lugar entre febrero y marzo de 1945, no
tuvo parangón hasta la fecha, pues los soldados japoneses, agazapados entre los volcanes
y las galerías subterráneas, masacraron a miles de soldados norteamericanos que
desembarcaron en las playas de arena negra durante su avance por las escarpadas
montañas. Por ese motivo la campaña recibiría el macabro nombre de la "picadora de
carne".

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LA BATALLA DE IWO JIMA EN IMÁGENES

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Otra fecha clave del conflicto que mantuvieron Estados Unidos y Japón sería el 9 de marzo
de 1945 en las islas Marianas. Se trataba de la puesta en marcha de la Operación
Meetenghouse, una misión que tenía como objetivo borrar Tokio de la faz del a Tierra en
menos de veinticuatro horas. La primera oleada del ataque norteamericano la formaron
54 aviones y la segunda, 271 bombarderos más. La operación estaba diseñada para
que empezara a las doce de la noche del 9 al 10 de marzo, ya que, según el alto mando
estadounidense, sorprender dormidos y desprevenidos a los habitantes de la ciudad era la
manera más fácil y segura de causar un gran número de víctimas.

La Operación Meetenghouse era una misión que tenía


como objetivo borrar Tokio de la faz del a Tierra en
menos de veinticuatro horas.

La operación Meetenghouse arrasó Tokio y provocó miles de muertos entre sus habitantes.

Foto: PD

Durante la mortífera descarga sobre la capital nipona, los aviones lanzaron bombas de
racimo que los estadounidenses rebautizaron como "tarjetas de visita de Tokio". Una
vez tocaban tierra, estos artefactos derramaban su contenido letal de fósforo blanco y
napalm, un pegajoso gel de gasolina que los laboratorios de la Universidad de Harvard
habían desarrollado. La atmósfera en Tokio llegó a alcanzar los 980 grados, haciendo hervir
el agua de ríos y canales y fundiendo los cristales de las ventanas.

El fuego consumió con rapidez muchas casas que estaban construidas con madera y
papel, pensadas tan solo para resistir a los terremotos. Unos 260.000 hogares fueron
arrasados hasta los cimientos y al menos 105.400 personas murieron en una ciudad
de tres millones de habitantes. Se fundieron, literalmente. En total quedó arrasada una
cuarta parte de la ciudad. Curtis LeMay, el general norteamericano que organizó la
operación, se jactó del éxito obtenido con estas palabras: "Los hemos tostado y horneado
hasta la muerte".
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EL DEVASTADOR BOMBARDEO DE TOKIO

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Antes de morir, en 2009, Robert S. McNamara, responsable intelectual de la Operación


Meetenghouse y que era secretario de Defensa en el momento de los bombardeos, pidió
disculpas por el ataque, aunque, sin dejar de justificarlo declaró: "Para hacer el bien, a
veces tienes que hacer el mal". Por su parte, el general Curtis LeMay, comandante del
Comando de Bombarderos XXI y responsable material de los ataques, consideraba que lo
inmoral no era haber matado a unas 100.000 personas en una sola noche lanzando
bombas incendiarias, sino que lo realmente imprudente hubiera sido no hacerlo y perder a
miles de soldados norteamericanos en la batalla: "Creo que si hubiéramos perdido yo
sería tratado como un criminal de guerra", declaró.

Mientras tenía lugar el bombardeo de Tokio, en el Pacífico los Aliados seguían con su
imparable avance hasta llegar a la isla de Okinawa, la mayor de las islas Ryukyu (al sur de
las cuatro grandes islas de Japón). Los japoneses ya no podían ofrecer resistencia y
decidieron lanzar un desesperado ataque suicida contra la flota norteamericana, la
llamada Operación Ten-Gō. El acorazado japonés Yamato, el más grande del mundo
durante la Segunda Guerra Mundial, zarpó junto con otras nueve naves de guerra desde
Japón para realizar un ataque suicida contra las Fuerzas Aliadas que estaban luchando en
Okinawa. Pero las fuerzas japonesas fueron interceptadas y destruidas casi por
completo por la supremacía aérea estadounidense. De hecho, el Yamato y otros cinco
barcos japoneses fueron hundidos. Aquella acción en la etapa culminante de la guerra
confirmó la decisión de las autoridades japonesas de llevar al extremo los ataques
kamikazes para intentar detener el imparable avance aliado hacia el archipiélago japonés.
Finalmente Okinawa cayó en manos estadounidenses y fue declarada zona segura el
21 de junio de 1945.

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KAMIKAZE JAPONESES, LOS PILOTOS SUICIDAS DE LA SEGUNDA GUERRA


MUNDIAL

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LAS BOMBAS NUCLEARES DE HIROSHIMA Y NAGASAKI


El ataque por sorpresa a Pearl Harbor fue suficiente para que, tan solo un día después, el 8
de diciembre de 1941, Estados Unidos, hasta el momento nominalmente neutral, tomara
partido de forma activa y definitiva en el terrible conflicto que asolaba al mundo declarando
la guerra a Japón. Durante los siguientes cuatro años, los estadounidenses libraron
una dura lucha contra los japoneses, tanto en territorio chino como en aguas del
Pacífico, donde la conquista de cada una de las islas se convirtió en una guerra a pequeña
escala.

El 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos, hasta el


momento nominalmente neutral, tomara partido de
forma activa en la guerra.
Detonaciones de las bombas lanzadas sobre Hiroshima (izquierda) y Nagasaki (derecha).

Foto: PD

Si bien es cierto que el enfrentamiento entre ambos países fue bastante equilibrado, la
caída de la Alemania nazi pondría las cosas mucho más difíciles al ejército japonés. Sin
embargo, lo que acabaría por decantar la balanza en favor de los Aliados sería el
desarrollo y fabricación de una terrorífica arma secreta, un proyecto que los
estadounidenses bautizarían con el nombre en clave de Proyecto Manhattan. Aquella
arma definitiva fue desarrollada por Estados Unidos con la ayuda del Reino Unido y de
Canadá. El proyecto, que agrupó a una gran cantidad de eminentes científicos como
Robert Oppenheimer, Niels Böhr o Enrico Fermi, tenía como objetivo desarrollar la
primera bomba atómica antes que pudieran hacerlo los nazis.

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La investigación culminó con Trinity, nombre que se daría al primer ensayo atómico
realizado en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945.
Finalmente, la bomba no sería usada contra los alemanes, sin embargo, aquella iba a
ser el arma definitiva que utilizarían los estadounidenses para acabar de una vez con la
guerra.
La madrugada del 6 de agosto de 1945, entre las 1:12 y 1:15 horas, el bombardero B-29
Enola Gay, al mando del coronel Paul Tibbets, despegaba del aeródromo de Tinian, en las
islas Marianas, rumbo a Hiroshima. A bordo iba un artefacto nuclear cargado de
Uranio-235 bautizado como Little Boy, que en pocas horas debía hacer blanco en el
centro de aquella poblada ciudad japonesa. A las 7:09 horas de la mañana, las alarmas
antiaéreas de Hiroshima alertaron a la ciudadanía cuando el Straight Flush, un B-29 al
mando del comandante Claude Eatherley, efectuó un vuelo de reconocimiento sobre la
ciudad. Sorprendentemente no fue interceptado ni por las baterías antiaéreas ni por los
cazas japoneses, por lo que pudo avisar al Enola Gay de que todo estaba despejado.

Replica de la bomba nuclear Little Boy lanzada sobre Hiroshima.

Foto: P

Aquel lunes 6 de agosto de 1945, en Hiroshima amaneció como cualquier otro día
hasta las 8:11 horas de la mañana, cuando sus habitantes vieron aparecer por el
horizonte tres bombarderos norteamericanos B-29, entre los que se encontraba el Enola
Gay con su mortífera carga. Minutos después se abrieron las compuertas de carga del
bombardero mientras los otros dos aparatos dejaban caer unos calibradores de onda
expansiva en paracaídas (con la misión de comprobar posteriormente el efecto del arma).
Little Boy empezó a descender en caída libre sobre Hiroshima. Era el principio del fin
para todos quienes allí vivían.

A las 8:11 de la mañana, los habitantes de Hiroshima


vieron aparecer por el horizonte tres bombarderos
norteamericanos B-29, entre ellos el Enola Gay con su
mortífera carga.
El coronel Paul Tibbets posando junto al Enola Gay.

Foto: Cordon Press

Tres días después, el jueves 9 de agosto de 1945,el B-29 Bockscar pilotado por el mayor
Charles Sweeney fue el encargado de transportar una segunda bomba nuclear llamada
Fat Man con la intención de lanzarla sobre la ciudad de Kokura. En realidad, Nagasaki era
un objetivo secundario y solo estaba previsto dejar caer la mortal carga en la ciudad en el
caso de que el primer objetivo no pudiera cumplirse. El plan para la misión fue
prácticamente idéntico al de Hiroshima.

Cuando el avión llegó a Kokura, la ciudad estaba cubierta por las nubes, y después de
sobrevolarla tres veces con el combustible bajo mínimos, el piloto decidió poner rumbo a
Nagasaki. El indicador de combustible señalaba que el bombardero no tendría
suficiente carburante como para llegar hasta Iwo Jima y se vería obligado a desviarse
hacia Okinawa. Sweeney decidió entonces que si Nagasaki presentaba las mismas
condiciones meteorológicas que Kokura regresarían con la bomba a Okinawa e intentarían
lanzarla al mar.

Sweeney decidió que si Nagasaki presentaba las mismas


condiciones meteorológicas que Kokura regresarían con
la bomba a Okinawa e intentarían lanzarla al mar.

Pero en el último instante se abrió una brecha entre las nubes que también cubrían el
cielo de Nagasaki, lo que permitió al avión estadounidense establecer contacto
visual con el objetivo, por lo que al final pudieron soltar la bomba a las 11:01 de la mañana.
Cuarenta y tres segundos después, Fat Man explotó a 469 metros de altura sobre la ciudad
y a casi 3 kilómetros de distancia del objetivo original. La detonación fue de 22 kilotones y
generó una temperatura estimada de 3.900 grados y vientos de 1.005 kilómetros por hora.
La detonación de la bomba que cayó sobre Nagasaki fue
de 22 kilotones y generó una temperatura estimada de
3.900 grados y vientos de 1.005 kilómetros por hora.

Portada del 15 de agosto de 1945 del Jacksonville Daily Journal informando de la rendición de Japón.

Foto: Cordon Press

La tragedia humana que se abatió sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki se saldó
con la vida de unas 140.000 víctimas en Hiroshima y unas 70.000 en Nagasaki, lo que
incluye las víctimas directas del bombardeo y las que fallecieron a consecuencia de la
radiación hasta finales de 1945. La noticia de la destrucción total de Nagasaki por una
segunda bomba atómica fue un durísimo varapalo para el Imperio Japonés, que ese mismo
día, 9 de agosto de 1945, sufría la inesperada agresión de la Unión Soviética en
Manchuria. Aquello acabaría por precipitar los acontecimientos y el emperador Hiro-Hito
anunció la rendición incondicional de Japón ante los Aliados el 15 de agosto de
1945.

La capitulación se hizo efectiva el 2 de septiembre con la firma de la paz a bordo del


acorazado USS Missouri en la bahía de Tokyo. La Segunda Guerra Mundial había
terminado.

RENDICIÓN Y FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más destructivo y
sangriento de la historia de la humanidad. Millones de personas perdieron la vida, sobre
todo en Europa y Asia, en el oscuro período que abarcó los años 1939 a 1945. Todo ese
baño de sangre tuvo su culminación con la caída de las bombas atómicas sobre las
ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, un acontecimiento que obligó al
emperador Hiro-Hito a anunciar la capitulación de Japón y a firmar la paz de manera
definitiva con los Aliados.
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más
destructivo y sangriento de la historia de la humanidad.

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de Rendición de Japón a bordo del
USS Missouri.

Foto: PD

El año 1945 supondría un punto de inflexión. Ese año había tenido lugar la caída de la
Alemania nazi tras el suicidio de Adolf Hitler, la destrucción del corazón del Tercer Reich y
la firma del Armisticio de Reims el 8 de mayo de 1945. Aquel también fue el año de la
muerte del dictador fascista Benito Mussolini y la disolución de la Italia fascista
(República de Saló). Junto a la Alemania nazi y a la Italia fascista cayeron otras otros
regímenes afines como los de Hungría, Eslovaquia y Croacia, a pesar de que esta última
resistiría hasta mediados de junio, cuando fue absorbida por Yugoslavia.

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Portada de The Montreal Daily Star anunciando la rendición alemana.

Foto: PD

La Segunda Guerra Mundial también fue el escenario de tremendas atrocidades. Durante el


conflicto se produjeron ataques indiscriminados sobre la población civil y la persecución
sistemática de diversos grupos por motivos políticos, de raza o religión. Con el final del
conflicto salieron a la luz los horrores perpetrados por la Alemania nazi en los
campos de concentración y de exterminio construidos a lo largo y ancho de toda la
Europa conquistada y la llamada "solución final de la cuestión judía", que desembocaría en
el Holocausto. Estremece escuchar nombres como Auschwitz, Belzec, Bergen Belsen,
Buchenwald, Dachau, y así una larga lista de campos del horror que obligaron a los
Aliados a poner en marcha toda una maquinaria judicial para procesar a los autores y
a los cómplices del régimen nazi, acusados de delitos contra la paz, crímenes de guerra
y crímenes contra la humanidad. La ciudad escogida para celebrar estos juicios fue
Núremberg, la emblemática ciudad en la que el partido nacionalsocialista (NSDAP) había
celebrado en el pasado sus multitudinarios congresos.

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LOS JUICIOS DE NÚREMBERG

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Conocidos como los Juicios de Núremberg, estos históricos procesos, sentaron las bases
para el desarrollo de una justicia internacional y la creación de una nueva legislación que
fuera más allá de la justicia propia de cada país. Las sesiones de estos juicios, en los que
fueron encausados desde varios de los jerarcas nazis, como Göering, Hess o
Ribbentrop, hasta simples funcionarios del régimen, duraron poco menos de un año (que
tuvieron lugar desde el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946) y se impusieron
una duras condenas en las que se incluía la pena de muerte para doce de los acusados.

Los Juicios de Núremberg tuvieron lugar en esta ciudad


alemana desde el 20 de noviembre de 1945 al 1 de
octubre de 1946.

Pero Núremberg no fue el único tribunal que se formó para juzgar los crímenes cometidos
durante la Segunda Guerra Mundial. También se estableció un tribunal para juzgar los
crímenes perpetrados por los japoneses, el conocido como Tribunal Militar Internacional
para Extremo Oriente (1946-1948), en el que se llevaron a cabo los Juicios o Procesos
de Tokio. Sin embargo, allí no se aplicó el mismo rasero que en Núremberg. Un
ejemplo de ello fue que el emperador Hiro-Hito no fue juzgado, sino que, por el contrario, se
mantuvo en el cargo, y muchas de las penas que se dictaron terminaron siendo reducidas e
incluso conmutadas. La situación política estaba cambiando. Japón ya no era el enemigo
a batir, sino que iba a convertirse en un aliado imprescindible para hacer frente a la
amenaza creciente del comunismo.

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