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5. Max WEBER, Theory of Social and Economic Organization, Oxford University Press,
Nueva York 1947. Cita extraída de la edición Free Press Paperback, 1964, p. 88. Versión cas—
tellana: Economía y Sociedad. Esbozo de Sociología Comprensiva, vol. 1, Fondo de Cultura
Económica, México 1964, p. 5.
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pensamientos, tal vez mantenga una ¿onversación interior con un
mterlocutor invisible, pero su acción" no es social en el medio am—
biente inmediato que le rodea. Sefá preciso detenerle, darle una
palmadita, lográr que ¿<aterrice», como dice la expresión popular,
a En de que cobre conciencia de mi presencia y me tenga en cuenta.
Son harto conocidas las abundantes caricaturas del marido que des—
ayuna ante su mujer, oculto tras las hojas de su periódico: no
.desayuna con ella, aunque se encuentren físicamente juntos. La pan—
talla del periódico simboliza realmente la ausencia e incluso la
negativa a comunicarse con la otra persona. ',
En todos estos ejemplos, el carácter social de la acción resulta
o muy limitado o inexistente, por cuanto uno de los dos sujetos o
ambos actúan sin tener en cuenta la presencia o la acción del otro.
El segundo criterio atribuido por Weber a la acción social es
el de la significación. Hay que entender este término en su sentido
más literal, a saber, en el sentido de que la acción del sujeto debe
tener su valor de signo o de símbolo para los demás, y de que la
acción de los demás debe asimismo tener valor de_ signo o de sím-
_ bolo para el sujeto. En otras palabras, tener en cuenta a los demás
no basta para que una acción sea social. También es necesario que
el Sujeto indique por su acción que ha comprendido las expectativas
de los otros y que su acción está destinada a responder a las mismas,
o evidencie su negativa a responder. Cuando dos personas se abor—
dan en la calle y una de ellas tiende su mano, la que ejecuta esta
acción indica claramente por este signo (al menos en la civilización
occidental) que espera de la otra idéntico gesto, de acuerdo con
la costumbre vigente en materia de saludos. Si el segundo interlo-
cutor no estrecha la mano que se le tiende, el primero sabrá com—
prender muy pronto, por otros signos derivados del comportamiento
del otro, si se trata de una simple distracción o de una negativa
Voluntaria. Prestar un signiñcádo a la propia conducta y a la con-
ducta de los demás equivale a atribuirles un sentido simbólico sus—
ceptible de ser transmitido y comprendido gracias a un código de
indicios o signos; equivale, más exactamente aún, a inscribir esas
conductas en un sistema de comunicación. Más adelante analizare-
mos extensamente el papel de la comunicación en la Vida social._ Sea
suñ_ciente aquí la observación de que, ya en los animales y mucho
más aún en el hombre, la actividad colectiva exige 'la transmisión
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de mensajes a sujetos capaces de captarlos, interpretados y com-
prenderlos. Lo que constituye la superioridad de la sociedad huma—
na sobre la sociedad animal, aquello que confiere a la primera su
poder y su riqueza, radica en el hecho de que el sistema de comu—
nicación es en ella infinitamente más_ desarrollado y refinado que
en las sociedades animales, y en el hecho _también de que puede
revestir múltiples formas. Si, hasta el momento, los psicólogos se
v han interesado más que los sociólogos por la actividad social de los
animales, es porque ésta obedece más directamente al instinto y a
los imperativos biológicos. En el hombre, las posibilidades de co-
municación han permitido la creación y acumulación de una inmensa
reserva de conocimientos, tradiciones y costumbres que han. con—
ferido a la vida social una dimensión nueva ignorada por cualquier
otra especie animal. ,
Preciso es admitir, qué duda cabe (volveremos también sobre
este punto), que la comunicación humana no es _siempre eñcaz. El
sentido .atribuido a unos signos (palabra escrita o hablada, gesto,
mímica) por parte de quienes los interpretan no es necesariamente
idéntico al pretendido por el agente emisor del mensaje. El quid
pro quo constituye precisamente el caso extremo de un tremendo
error sobre el significado de unas 'palabras o de unos gestos. Sin
llegar tan lejos, la interpretación imperfecta.del sentido de los signos.
es cosa corriente en la vida social. Puede incluso afirmarse que
la ecuación <<objetivamente» perfecta entre las significaciones que di-
versas personas atribuyen a una misma acción, en la que están todas
ellas implicadas, es relativamente rara. En realidad, la acción so-
cial no suele exigir semejante adecuación. Es suñciente que la dis-
tancia entre el significado atribuido pºr. cada uno de los sujetos y
la significación <<subjeti_va» de que habla Weber no resulte tan exce- _
siva que entorpezca toda acción colectiva o común.-
Finalmente, el tercer Criterio invocado en la deñnición de We-
ber indica que la conducta de las personas implicadas en una acción
social viene influida por la percepción que cada una de ellas tiene
de la signiñcación de la acción de las demás y de su propia acción.
Es preciso, en otras palabras, que los sujetos cumprueben, con su
comportamiento, que han comprendido las expectativas de los demás
y que aceptan o no responder a _las mismas. Epsté“tercerl criterio es
de algún modo el complemento exterior de los dos criteriós pre—
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cedenfes, siendo estos últimos internos a los sujetos afectados. En
efecto, mediante la conducta observable desde el exterior, es po-
sible juzgar acerca de las dos condiciones subjetivas precedentes.
En' los sujétos, en su percepción y en su comprensión de la
conducta de los demás sitúá Max Weber'los caracteres esenciales
de una acción propiamente social. El comportamiento externo obje-
tivamente observable sirve de indicio para apreciar esa percepción
y esa Comprensión: en este sentido" bien preciso hay que entender
el carácter <<subjetivo» que atribuimo's a la definición de Max Weber.
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kheim, es <<el tipo psíquico»_ de una sociedad determinada. La con—
ciencia colectiva es la que confiere a una sociedad sus características
distintivas y singulares. Esá conciencia es la que distingue a un
francés de un belga, a un canadiense de un norteamericano.
La conciencia individual, por el contrario, comprende 10 que
cabría denominar el universo privado de cada persona: sus rasgos
caracteriales o temperamentales, su herencia, sus experiencias per—
sonales, que hacen de ella un ser único, singular. La conciencia.
individual es también, en opinión de Durkheim, la autonomía perso-
nal relativa" de que goza cada individuo en el uso y adaptación
que puede hacer de las maneras Colectivas de obrar, de pensar y de
sentir.
En cada persona, la conciencia individual puede estar más o
menos desarrollada, puede ser más o menos fuerte. Pero lo que
ante todo intefesa a Durkheim, como veremos más adelante, es el
hecho de que, de una sociedad a otra, la conciencia colectiva no
se impone a las personas con la misma…fuerza ni con idéntico peso.
Las sociedades varían según el grado de coacción que la conciencia
colectiva ejerce sobre las personas y según el grado de autonomía
permitida a las conciencias individuales. Pero, cualquiera que sea
el grado de coacción ejercido, la conciencia colectiva se caracteriza
por el hecho de ser siempre necesariamente constriñente, coactiva:
. para pertenecer a una sociedad, no importa cuál, hay que plegarse
a las maneras colectivas de obra;, de pensar y de sentir propias de
esa sociedad, y es preciso aceptadas y practicadas.
Evidentemente, la coacción ejercida por la conciencia colectiva
no suele experimentarse como tal por parte de los miembros de
una sociedad. Estos han absorbido y asimilado la conciencia colec—
tiva, sobre todo mediante la educación recibida. La han hecho suya,
ha llegado a convertirse en su propia conciencia moral. De ahí que
el carácter externo y constriñente de la conciencia colectiva no
aparezca como tal a los ojos de los miembros de una sociedad, pues-
to que la conciencia colectiva ¡se encuentra a la vez fuera de las
personas y en el interior de dada una de ellas. La coacción que
ejerce es sustituida por el hábito y por la conciencia moral desarro-
llada en cada persona. De este modo restablece Durkheim la conti—
nuidad, que parecía romper en un primer momeriió, entre el indivi—
' duo y la sociedad, entre 10 psíquico y lo social.
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' La definición durkheimiana contribuye ' al. ensanchamiento de la
noción de acción sócial en dos puntos importantes. En primer lugar,
está claro que dicha definición no es exclusivamente <<ínteraccio—
nista» como la de Weber. Durkheim engloba en la acción social
actividades individuales, íntimas incluso, pensamientos y sentimien-
tos, en la medida misma en que tales actividades, pensamientos y
sentimientos corresponden a las maneras colectivas de obrar, de
pensar y de sentir. La interacción entre personas, físicamente pre—
sentes o no, se nos revela ahora como una parte solamente de la
realidad de' la acción social, dado que la acción individual puede
también venir influida por el medio. social sin que se dé una intér—
acción efectiva. Y no por esto dicha acción individual es menos ac—
ción social.
En segundo lugar, la de£nición de Durkheim emplaza mucho
más la acción social en su medio, en su entorno. Invoca, en efecto,
una realidad externa e interna a la vez a las personas, que las
trasciende y que ellas asimilan: es lo que Durkheim da en llamar
conciencia colectiva. Los ¿ prókimos capítulos evidenciarán la impor-
tancia de esta consideración. *
La tradición <<gºomprensz'va»
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