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Dos DEFINICIONES DE LA_ ACCIÓN SOCIAL

A este fin, dos deñnícíones sociológicas de la acción social nos


servirán de guía: una, la de Max Weber, define la acción social
de un modo subjetivo, es decir, según criterios interiores a los su—
jetos activos ; la otra, de Emile Durkheim, puede caliñcarse de
objetiva, por oposición a la primera, ya que determina el carácter
social de la acción a partir de coacciones ejercidas desde fuera
sobre la acción de los sujetos. Consideremos sucesivamente ambas
deñniciones. …

La definición subjetiva de Max Weber

Para Max Weber, <<la acción (humana) es social siempre que el


sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo.
La “acción social”, por tanto, es una acción en donde el sentido
mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros,
orientándose por ésta en su desarrollo» 5.
Esta breve definición permite establecer tres criterios para la
determinación del carácter social de la acción. En primer lugar,
laé personas deben tener en cuenta el comportamiento de los demás,
como también la presencia o la existencia de los mismos. Losvniños
pequeños que juegan uno al lado del otro, ocupándose cada uno en
una actividad totalmente independiente de la ejercida por el otro,
no han alcanzado todavía un estadio de sociabilidad suficientemen—
te avanzado como para cómpartir los mismos juegos. A lo más, puede
decirse que la presencia y la actividad del otro alientan a ambos
a permanecer allí y proseguir sus juegos solitarios: a este respecto,
cabría hablar de una interacción muy elemental. También puede
darse el caso de que uno de los dos se aleje sin que el otro pa—
rezca advertido: la acción social era pues nula. El distraído que
pasa por mi lado sin verme, por estar totalmente absorto en sus

5. Max WEBER, Theory of Social and Economic Organization, Oxford University Press,
Nueva York 1947. Cita extraída de la edición Free Press Paperback, 1964, p. 88. Versión cas—
tellana: Economía y Sociedad. Esbozo de Sociología Comprensiva, vol. 1, Fondo de Cultura
Económica, México 1964, p. 5.

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pensamientos, tal vez mantenga una ¿onversación interior con un
mterlocutor invisible, pero su acción" no es social en el medio am—
biente inmediato que le rodea. Sefá preciso detenerle, darle una
palmadita, lográr que ¿<aterrice», como dice la expresión popular,
a En de que cobre conciencia de mi presencia y me tenga en cuenta.
Son harto conocidas las abundantes caricaturas del marido que des—
ayuna ante su mujer, oculto tras las hojas de su periódico: no
.desayuna con ella, aunque se encuentren físicamente juntos. La pan—
talla del periódico simboliza realmente la ausencia e incluso la
negativa a comunicarse con la otra persona. ',
En todos estos ejemplos, el carácter social de la acción resulta
o muy limitado o inexistente, por cuanto uno de los dos sujetos o
ambos actúan sin tener en cuenta la presencia o la acción del otro.
El segundo criterio atribuido por Weber a la acción social es
el de la significación. Hay que entender este término en su sentido
más literal, a saber, en el sentido de que la acción del sujeto debe
tener su valor de signo o de símbolo para los demás, y de que la
acción de los demás debe asimismo tener valor de_ signo o de sím-
_ bolo para el sujeto. En otras palabras, tener en cuenta a los demás
no basta para que una acción sea social. También es necesario que
el Sujeto indique por su acción que ha comprendido las expectativas
de los otros y que su acción está destinada a responder a las mismas,
o evidencie su negativa a responder. Cuando dos personas se abor—
dan en la calle y una de ellas tiende su mano, la que ejecuta esta
acción indica claramente por este signo (al menos en la civilización
occidental) que espera de la otra idéntico gesto, de acuerdo con
la costumbre vigente en materia de saludos. Si el segundo interlo-
cutor no estrecha la mano que se le tiende, el primero sabrá com—
prender muy pronto, por otros signos derivados del comportamiento
del otro, si se trata de una simple distracción o de una negativa
Voluntaria. Prestar un signiñcádo a la propia conducta y a la con-
ducta de los demás equivale a atribuirles un sentido simbólico sus—
ceptible de ser transmitido y comprendido gracias a un código de
indicios o signos; equivale, más exactamente aún, a inscribir esas
conductas en un sistema de comunicación. Más adelante analizare-
mos extensamente el papel de la comunicación en la Vida social._ Sea
suñ_ciente aquí la observación de que, ya en los animales y mucho
más aún en el hombre, la actividad colectiva exige 'la transmisión

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de mensajes a sujetos capaces de captarlos, interpretados y com-
prenderlos. Lo que constituye la superioridad de la sociedad huma—
na sobre la sociedad animal, aquello que confiere a la primera su
poder y su riqueza, radica en el hecho de que el sistema de comu—
nicación es en ella infinitamente más_ desarrollado y refinado que
en las sociedades animales, y en el hecho _también de que puede
revestir múltiples formas. Si, hasta el momento, los psicólogos se
v han interesado más que los sociólogos por la actividad social de los
animales, es porque ésta obedece más directamente al instinto y a
los imperativos biológicos. En el hombre, las posibilidades de co-
municación han permitido la creación y acumulación de una inmensa
reserva de conocimientos, tradiciones y costumbres que han. con—
ferido a la vida social una dimensión nueva ignorada por cualquier
otra especie animal. ,
Preciso es admitir, qué duda cabe (volveremos también sobre
este punto), que la comunicación humana no es _siempre eñcaz. El
sentido .atribuido a unos signos (palabra escrita o hablada, gesto,
mímica) por parte de quienes los interpretan no es necesariamente
idéntico al pretendido por el agente emisor del mensaje. El quid
pro quo constituye precisamente el caso extremo de un tremendo
error sobre el significado de unas 'palabras o de unos gestos. Sin
llegar tan lejos, la interpretación imperfecta.del sentido de los signos.
es cosa corriente en la vida social. Puede incluso afirmarse que
la ecuación <<objetivamente» perfecta entre las significaciones que di-
versas personas atribuyen a una misma acción, en la que están todas
ellas implicadas, es relativamente rara. En realidad, la acción so-
cial no suele exigir semejante adecuación. Es suñciente que la dis-
tancia entre el significado atribuido pºr. cada uno de los sujetos y
la significación <<subjeti_va» de que habla Weber no resulte tan exce- _
siva que entorpezca toda acción colectiva o común.-
Finalmente, el tercer Criterio invocado en la deñnición de We-
ber indica que la conducta de las personas implicadas en una acción
social viene influida por la percepción que cada una de ellas tiene
de la signiñcación de la acción de las demás y de su propia acción.
Es preciso, en otras palabras, que los sujetos cumprueben, con su
comportamiento, que han comprendido las expectativas de los demás
y que aceptan o no responder a _las mismas. Epsté“tercerl criterio es
de algún modo el complemento exterior de los dos criteriós pre—

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cedenfes, siendo estos últimos internos a los sujetos afectados. En
efecto, mediante la conducta observable desde el exterior, es po-
sible juzgar acerca de las dos condiciones subjetivas precedentes.
En' los sujétos, en su percepción y en su comprensión de la
conducta de los demás sitúá Max Weber'los caracteres esenciales
de una acción propiamente social. El comportamiento externo obje-
tivamente observable sirve de indicio para apreciar esa percepción
y esa Comprensión: en este sentido" bien preciso hay que entender
el carácter <<subjetivo» que atribuimo's a la definición de Max Weber.

La definición objetiva de Emile Durkheim

La deñnición que Emile Durkheim ha dado de la acción social


difiere considerablementc de la de Max ¡Weber. Para Durkheim,
la acción social consiste <<en unas maneras de obrar, de pensar y de
sentir, externas al individuo y dotadas de un poder coercitivo en
cuyá virtud se imponen a él» º. De esta definición se desprende
claramente que Durkheim no busca las características de la acción
social en los estados subjetivos de las personas, como hacía Max
Weber, sino 'más bien en unas realidades externas a las personas,
realidades que constríñen a éstas. Durkheim recurre a dos criterios
<_<objetivos» para determinar el carácter social de la acción humana:
la exterioridad de las <<maneras de obrar, de pensar y de sentir»
con respecto a las personas, y la coacción que estas últimas sufren
por párte de aquéllas.
Para comprender el sentido que Durkheim atribuye a estos dos
criterios, debemos remontamos & su teoría de las <<dos concien—
cias». La conciencia colectiva está constituida por' el conjunto de
maneras de obrar, de pensar y de sentir que integran la herencia
común de una sociedad dada. Establecidas en el curso de la historia,
dichas maneras se tránsmiten de generación en generación, y son
admitidas y practicadas por la mayoría o por el porcentaje medio
de las personas que integran esa sociedad. Son externas a las per—
sonas, por cuanto las han precedido, las trascienden _y sobrevivírán
a ellas. La conciencia colectiva, para tomar la analogía de Dur-
6. Les régles de la métbode sociologique, Félix Alcan, París 31904, p." .8. Versión4castella-
na_: Las reglas del método sociológico, Jorro, Madrid 1912, y Schapire, Buenos Aires 1965.

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kheim, es <<el tipo psíquico»_ de una sociedad determinada. La con—
ciencia colectiva es la que confiere a una sociedad sus características
distintivas y singulares. Esá conciencia es la que distingue a un
francés de un belga, a un canadiense de un norteamericano.
La conciencia individual, por el contrario, comprende 10 que
cabría denominar el universo privado de cada persona: sus rasgos
caracteriales o temperamentales, su herencia, sus experiencias per—
sonales, que hacen de ella un ser único, singular. La conciencia.
individual es también, en opinión de Durkheim, la autonomía perso-
nal relativa" de que goza cada individuo en el uso y adaptación
que puede hacer de las maneras Colectivas de obrar, de pensar y de
sentir.
En cada persona, la conciencia individual puede estar más o
menos desarrollada, puede ser más o menos fuerte. Pero lo que
ante todo intefesa a Durkheim, como veremos más adelante, es el
hecho de que, de una sociedad a otra, la conciencia colectiva no
se impone a las personas con la misma…fuerza ni con idéntico peso.
Las sociedades varían según el grado de coacción que la conciencia
colectiva ejerce sobre las personas y según el grado de autonomía
permitida a las conciencias individuales. Pero, cualquiera que sea
el grado de coacción ejercido, la conciencia colectiva se caracteriza
por el hecho de ser siempre necesariamente constriñente, coactiva:
. para pertenecer a una sociedad, no importa cuál, hay que plegarse
a las maneras colectivas de obra;, de pensar y de sentir propias de
esa sociedad, y es preciso aceptadas y practicadas.
Evidentemente, la coacción ejercida por la conciencia colectiva
no suele experimentarse como tal por parte de los miembros de
una sociedad. Estos han absorbido y asimilado la conciencia colec—
tiva, sobre todo mediante la educación recibida. La han hecho suya,
ha llegado a convertirse en su propia conciencia moral. De ahí que
el carácter externo y constriñente de la conciencia colectiva no
aparezca como tal a los ojos de los miembros de una sociedad, pues-
to que la conciencia colectiva ¡se encuentra a la vez fuera de las
personas y en el interior de dada una de ellas. La coacción que
ejerce es sustituida por el hábito y por la conciencia moral desarro-
llada en cada persona. De este modo restablece Durkheim la conti—
nuidad, que parecía romper en un primer momeriió, entre el indivi—
' duo y la sociedad, entre 10 psíquico y lo social.

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' La definición durkheimiana contribuye ' al. ensanchamiento de la
noción de acción sócial en dos puntos importantes. En primer lugar,
está claro que dicha definición no es exclusivamente <<ínteraccio—
nista» como la de Weber. Durkheim engloba en la acción social
actividades individuales, íntimas incluso, pensamientos y sentimien-
tos, en la medida misma en que tales actividades, pensamientos y
sentimientos corresponden a las maneras colectivas de obrar, de
pensar y de sentir. La interacción entre personas, físicamente pre—
sentes o no, se nos revela ahora como una parte solamente de la
realidad de' la acción social, dado que la acción individual puede
también venir influida por el medio. social sin que se dé una intér—
acción efectiva. Y no por esto dicha acción individual es menos ac—
ción social.
En segundo lugar, la de£nición de Durkheim emplaza mucho
más la acción social en su medio, en su entorno. Invoca, en efecto,
una realidad externa e interna a la vez a las personas, que las
trasciende y que ellas asimilan: es lo que Durkheim da en llamar
conciencia colectiva. Los ¿ prókimos capítulos evidenciarán la impor-
tancia de esta consideración. *

DOS TRADICIONES COMPLEMENTARIAS

La tradición <<gºomprensz'va»

No hay oposición ni contradicción entre las dos definiciones


que acabamos de - transcribir. La diferencia de perspectivas entre
ambos autores releva primordialmente del contexto y de la tradi-
ción intelectual que inñuyeron Sobre ellos. Historiador, jurista y eco-
norr_1ista tanto como sociólogo, Max Weber hubo de luchar contra
una corriente de pensamiento muy pqderosa en Alemania, corriente '
que establecía una oposición radical entre las ciencias de la natura--
leza y las ciencias del hombre( El orden de la… náturaleza, se decía,
está sujeto al reino del determinismo, releva del universo de la
necesidad: si las condiciones no se alteran, un mismo fenómeno se
reproducirá indefinidamente; además, siempre es posible determinar
el nexo causal que vincula un acontecimiento físico o qu1m1co a las
“condiciones o acontecimientos anteriores. Esa constancia y esa con—

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