Está en la página 1de 10

ARISTÓTELES, "METAFÍSICA", Libro Alfa, Caps.

I y II

Editorial Gredos, Madrid, 2000.

L IB R O P R IM E R O (A)

C éλ í* ■1γ λ | »' Z | γ

(EL CONOCIM IENTO DE LAS CAUSAS Y LA SA B ID U R ÍA )1

Todos los hom bres por naturaleza desean saber. Señal de


ello es el am or a las sensaciones. Éstas, en efecto, son am adas
por sí m ism as, incluso al margen de su utilidad y más que to­
das las dem ás, las sensaciones visuales. Y es que no sólo en
orden a la acción, sino cuando no vam os a actuar, preferim os 25

' T odo este capítulo constituye una introducción encam inada a fundam en-
Inr la concepción aristotélica de la sabiduría (sophía) com o «ciencia acerca de
ciertos principios y causas» y, m ás p recisam ente aún, com o cien cia que se
ocupa de «las causas prim eras y de los principios».
La arg um entación, a lo largo de todo el capítulo, com bina dos tipos de
<onsideraciones. De una parte, A ristóteles propone una gradación en el cono -
1 ¡miento estableciendo los siguientes niveles: 1) sensación. 2) experiencia. 3)
mtc y ciencia; d entro de la ciencia distingue, a su vez. Ires niveles: 3) ciencias
prácticas orientadas a satisfacer necesidades; 4) ciencias prácticas orientadas
til placer y a la calidad de la vida, y 5) ciencias teóricas o teoréticas. De otra
(•ene. A ristóteles recurre al uso norm al, en griego, de las palabras sophía ( ‘sa ­
biduría’) y sophós ( ‘sa b io ’), m ostrando cóm o estos térm inos se aplican más
plenamente a m edida que se asciende en la escala propuesta: se considera que
la visión a todas — digám oslo— las dem ás. La razón estriba en
que ésta es, de las sensaciones, la que más no$ hace conocer y
m uestra m últiples diferencias.
Pues bien, los anim ales tienen por naturaleza sensación y a
partir de ésta en algunos de ellos no se genera la m em oria,
980b m ientras que en otros sí que se genera, y por eso estos últimos
son más inteligentes y*más capaces de aprender que los que no
pueden recordar: inteligentes, si bien no aprenden, son aquellos
que no pueden percibir sonidos (por ejem plo, la abeja y cual­
quier otro género de anim ales sem ejante, si es que los hay);
aprenden, por su parte, cuantos tienen, adem ás de m em oria,
25 esta clase de sensación. C iertam ente, el resto (de los anim ales)
vive gracias a las im ágenes y a los recuerdos sin participar ape­
nas de la experiencia, m ientras que el género hum ano (vive),
adem ás, gracias al arte y a los razonam ientos. Por su parte, la
experiencia se genera en los hom bres a partir de la memoria:
en efecto, una m ultitud de recuerdos del m ism o asunto acaban
por constituir la fuerza de una única experien cia2.

saben m ás, que son más sabios (obsérvese el uso insistente del com parativo en
el texto) los que poseen experiencia que los que poseen sólo sensación, los
que p o seen arte y ciencia que los que poseen m eram ente e xperiencia, etc.,
puesto que «la sabiduría acom paña a cada uno según el nivel de su saber»
(981a27). 1.a conclusión del argum ento y del capítulo será, naturalm ente, que
la sabiduría es una ciencia teorética y. entre las teoréticas, la de m ayor rango.
Esto m ism o se viene a afirm ar en la Ét. Nic. VI 7: «es evidente que la sabidu-
ría es la m ás perfecta de las ciencias» (1 1 4 la 16).
2 La experiencia (em peiría) se constitu y e por el recuerdo de casos p arti­
culares sem ejantes, viniendo a ser algo así com o una regla de carácter p rác­
tico que perm ite actuar de m odo sem ejante ante situaciones particulares se­
mejantes. La in feren cia basada en la ex periencia va, po r tanto, de algunos
casos p articulares recordados a algún otro caso particular, sin q u e llegue a es­
tablecerse explícitam ente una regla general (kathólou) aplicable a todos los
casos.
^ La experiencia parece relativam ente semejanteva la ciencia w u
y aT a r te 3, pero el hecho es que, en los hom bres, la ciencia y el
arte resultan de la experiencia: y es que, com o dice Polo, y
dice bien, la experiencia da lugar al arte y la falta de experien­
cia al azar. El arte, & su vez, se genera cuando a partir de múlti- 5
pies percepciones de la experiencia resulta una única idea ge­
neral acerca de los casos sem ejantes. En efecto, el tener la idea
de que a C alías tal cosa le vino bien cuando padecía tal enfer­
m edad, y a Sócrates, e igualm ente a m uchos individuos, es
algo propio de la experiencia; pero la idea de que a todos ellos, 10
delim itados com o un caso específicam ente idéntico, les vino
bien cuando padecían tal enferm edad (por ejem plo, a los fle­
m áticos o biliosos o aquejados de ardores feb riles); es algo
propio del arte.
, A efectos prácticos, la experiencia no parece diferir en ab­
soluto del arte, sino que los hom bres de experiencia tienen más
éxito, incluso, que los que-poseen la teoría, pero no la expe- 15
rie n d a (la razón está en que la experiencia es el conocim iento

En las líneas siguientes A ristóteles subraya el valor práctico de la expe­


riencia: a) en general, gracias a ella el hom bre deja de estar a m erced del puro
azar. (Para la referencia a Polo. cf. P 1 é * ó < , Corgias 448c); b) a m enudo el
hom bre de experiencia acierta m ejor y tiene m ás éxito que el de ciencia.
* En este capítulo, A ristóteles no distingue explícita y sistem áticam ente el
alte (téchné) de la ciencia (epistem i), ya qu e aquí interesa solam ente lo que
tienen de com ún frente a la m era experiencia, a saber, la universalidad de la
regla y •el conocim iento de las causas.
La palabra ‘a rte ’ no traduce adecuadam ente el sentido del térm ino griego
téchné. Una téchné es un saber especializado, un oficio basado en el conoci­
miento: de ahí su posible sinonim ización (com o en este capítulo) con epistéme
(ciencia), así com o los ejem plos de artes aducidos por A ristóteles (m edicina,
arquitectura). P or lo dem ás, este su carácter productivo es lo que perm ite opo­
nerla, en otros casos, a la ciencia (epistéme), la cual com porta, m ás bien, el
rasgo de un saber teorético, no orientado a la producción, sino al m ero conoci­
miento.
de cada caso individual, m ientras que el arte lo es de los gene­
rales, y las acciones y producciones todas se refieren a lo indi­
vidual: desde luego, el m édico no cura a un hom bre, a no ser
accidentalm ente, sino a C alías, a Sócrates o a cualquier otro de
20 los que de este modo se nom bran, al cual sucede accidental­
m ente que es h o m b re4; así pues, si alguien tuviera la teoría ca­
reciendo de la experiencia, y conociera lo general, pero desco­
n ociera al individuo contenido en ello, errará m uchas veces en
la cura, ya que lo que se trata de curar es el individuo). Pero no
25 es m enos cierto que pensam os que el saber y el conocer se dan
m ás bien en el arte que en la experiencia y tenem os por más
sabios a los hom bres de arte que a los de experiencia, com o
que la sabiduría acom paña a cada uno en m ayor grado según
(el nivel de) su saber. Y esto porque los unos saben la causa y
los otros no. Efectivam ente, los hom bres de experiencia saben
3o el hecho, pero no el porqué, m ientras que los otros conocen el
porqué, la causa. Por ello, en cada caso consideram os que los
que dirigen la obra sorT m ásT ígños^e^¿S lim ar y saben más, y
wib son íM s la b io s que los obreros m anuales: porque saben las
causas de lo que se está haciendo (a los otros, por su parte, (los
consideram os) com o a algunos seres inanim ados que tam bién
hacen, pero hacen lo que hacen sin conocim iento com o, por

4 E sta expresión según la cual a Sócrates o a C alías «le sucede accidental­


m ente que es hom bre» (hói sym bébéken anthrdpdi einai) no debe ser sacada
de contexto ni interpretada en un sentido estricto. En general, la fórm ula kaiú
sym bebékós (accidentalm ente) se opone a la fórm ula k a th ’autó (por sí). De
acuerdo con el sentido de esta oposición. C alías (y cualquier individuo hum a­
no) no es hom bre accidentalm ente, sino que lo es por sí. ya que su ser consiste
en ser-hom bre. (Para el sentido de estas fórm ulas y su oposición, cf. infra, V
18, I022a24 ss. y tam bién, An. Post. I 4, 73b34 ss. Para las distintas acepcio­
nes de sym bebekós («accidente»), tam bién infra, V 30, 1025a 14-34.)
Lo que A ristóteles quiere subrayar aquí (y en esta explicación sigo a Ross.
1, 118) es que la ciencia se ocupa directamente de lo universal (del «hom bre»)
y sólo indirectamente del individuo (del hom bre concreto, Sócrates o C alías).
ejem plo, quem a el fuego, si bien los seres inanim ados hacen
cosásTaT^s~^por cierta d isp o sició n natural, m ientras que los
obreros m anuales las hacen por hábito). C o n q u e ro se consider
ra que aquéllos son más sabios por su capacidad práctica, sino
porquéjposeen la teoría y conocen las causas.;
En general, el ser capaz de enseñar es una señal distintiva
del que sabe frente al que no sabe, por lo cual pensam os que el
arte es m ás ciencia que la experiencia: (los que poseen aquél)
son capaces, mientras que los otros no son capaces de enseñar.
A dem ás, no pensamos que ninguna de las sensaciones sea
sabiduría, por más que éstas sean el modo de conocim iento por
excelencia respecto de los casos individuales: y es que no d i­
cen el porqué acerca de nada, por ejem plo, por qué el fuego es
caliente, sino solam ente que es caliente. Es, pues, verosím il
que en un principio el que descubrió cualquier arte, más allá de
los conocim ientos sensibles com únm ente poseídos, fuera ad­
m irado por la hum anidad, no sólo porque alguno de sus descu­
brim ientos resultara útil, sino com o hom bre sabio que desco­
llaba entre los dem ás; y que, una vez descubiertas m últiples
artes, orientadas las unas a hacer frente a las necesidades y las
otras a pasarlo bien, fueran siem pre considerados más sabios
estos últim os que aq uéllos, ya que sus ciencias no estaban
orientadas a la utilidad. A partir de este m om ento y listas ya
Unías las ciencias tales, se inventaron las que no se orientan al
placer ni a la necesidad, prim eram ente en aquellos lugares en
que los hom bres gozaban de ocio: de ahí que las artes m atem á­
ticas se constituyeran por prim era vez en Egipto, ya que allí la
casta de los sacerdotes gozaba de ocio.
En la Ética está d ic h o 5 cuál es la diferencia entre el arte y
l¿i ciencia y los dem ás (conocim ientos) del m ism o género: la
finalidad que perseguim os al explicarlo ahora es ésta: (m os-

' La referencia es a Ét. N ii\ VI 3-7. 1 1 3 9 b l3 -l I4IH22.


trar) cóm o todos opinan que lo que se llam a «sabiduría» se
o cu p a de las cau sas p rim eras y de los p rin cip io s. C onque,
com o antes se ha dicho, el hom bre de experiencia es conside­
ro rado más sabio que los que poseen sensación del tipo que sea,
y el hom bre de arte m ás que los hom bres de experiencia, y
el director de la obra m ás que el obrero m anual, y las ciencias
teoréticas más que las productivas.
982· Es obvio, pues, que la\sabiduría esjoiencia acerca de cier­
tos principios y causas. f

C é λ í r i l o se g u n d o

(C A R A C T E R ÍST IC A S D E LA S A B ID U R ÍA )6

Puesto que andam os a la búsqueda de esta ciencia, ‘ brá


5 de investigarse acerca de qué causas y qué principios es en­
cía la sabiduría. si se tom an en consideración las ideas que
tenem os acerca del sabio, es posible que a partir de ellas se
aclare m ayorm ente esto. En prim er lugar, solem os opinar que
el sabio sabe todas las cosas en la m edida de lo posible, sin te­
ner, desde luego, ciencia de cada una de ellas en p artic u la r
A dem ás, W n síd érám o s sabio a aquel que es capaz de tener co-
o nocim iento de las cosas difíciles, las que no son fáciles de

6 Si en el capítulo anterior A ristóteles recurría ai uso com ún de la palabra


‘sa b io ’ (sophós), en este capítulo toma como punto de partida las opiniones
com unes acerca del sabio. De acuerdo con éstas, sabios son aquellos cuyo co­
nocim iento: I ) es m ás universal, 2) alcanza a las cosas m ás difíciles de co n o ­
cer. 3) es m ás exacto respecto de las causas. 4) se escoge po r sí m ism o y no en
función de utilidad alguna, y 5) le están subordinados lo s dem ás saberes y co­
nocim ientos. A ristóteles m ostrarf^que todas estas características, atribuidas
com únm ente a la sabiduría, se cum plen en la ciencia de las causas y princi­
pios prim eros.
conocer para el hom bre (en efecto, el conocim iento sensible
es com ún a todos y, por tanto, es fácil y nada tiene de sabidu­
ría). ^Además y respecto de todas las ciencias, que es más sa­
bio el que es más exacto en el conocim iento de las causas y
más capaz de enseñarlas.^ Y que, de las ciencias, aquella que
se escoge por sí m ism a y por am or al conocim ienlo es sabidu­
ría en m ayor grado que la que se escoge po r sus efectos. Y
q u e ja m ás d o m in a n te -^ s a b id u ría en mayor, grado qu ería su­
bordinada: que, desde luego, no corresponde al sabio recibir
rtfdeiíésT^íno darlas^ ai obedecer a otro, sino a él quien es me-
ñoTsabioT^
Tantas y tales son las ideas que tenem os acerca de la sabi­
duría y de los sabios. Pues bien, de ellas, ejjsaberlo todo ha de
darse necesariam ente en quien posee en grado sum o la ciencia
universal (éste, en efecto, conoce en cierto m o d o 7 todas las
cosas). Y, sin duda, lo universal en grado sum o es tam bién lo
m ás difícil de conocer "para los hom bres (pues se encuentra
m áxim am ente alejado de las sensaciones). Por otra parte, las
más exactas de las ciencias son las que versan m ayorm ente
sobre los prim eros principios: en efecto, las que parten de m e­
nos (principios) son m ás exactas que las denom inadas «adi-
cio n ad o ras» , por ejem p lo , la aritm ética que la geom etría 8.

7 «En cierto m odo»: pos, a saber, en lanto que conectadas con lo univer­
sal. lo cual im plica que no las conoce ni en sus detalles particulares ni actual­
m ente, sino sólo virtualm ente.
«T odas las cosas»: pánta tú hypokeímena. En su sentido técnico aristotéli­
co, la palabra hypokeimenon (lit., «lo que está debajo») significa el sujeto (de
la predicación) y el sustrato (de las determ inaciones reales). Lo he traducido
ru m o «cosas» porque el térm ino no está aquí tom ado en su acepción técnica.
A lguna razón hay, sin em bargo, para usarlo: todas las cosas, desde luego.
<tirn bajo lo m áxim am ente universal.
■ La geom etría es «adicionadora» (ek prosthéseós) respecto de la aritm éti-
i ti porque a los principios de ésta añade el principio de la extensión. En los
Λμ Post. se dice: «por f'jL' 1 q uiere decir, por ejem plo,
Pero, adem ás, es ca p az de en señ ar aq u e lla que estu d ia las
causas (pues los que enseñan son ios que m uestran las causas
30 en cada caso) y, por otra parte, el saber y el conocer sin otro
fin que ellos m ism os se dan en grado sum o en la ciencia de lo
cognoscible en grado sum o (en efecto, quien escoge el saber
982b por el saber escogerá^ en grado sum o, la que es ciencia en
gradó SUffto, y ésta no es otra que la de lo cognoscible en gra­
do sum o). A hora bien, ^co g n oscibles en g rado sum o son los
prim eros principios y las causas (pues por éstos y a partir de
éstos se conoce lo dem ás, pero no ellos por m edio de lo que
5 estS d e b a jo X d e ^ d l^ ^ jrT ^ ^ m S F d ó rn in a n te de las cíenciáfTy
mtfcrtfómínante que la subordinada, es la que conóctTaquélTo
para lo cual fia d e h a c e rS e c a d á cosa éñ p a rtic u la r esto es^ el
bien de cada cosa en particular y, en general, el bien suprem o
de la naturaleza en su totalidad. Así pues, por todo lo dicho,
el nom bre en cuestión corresponde a la m ism a ciencia. Ésta,
en efecto, ha de estudiar los prim eros principios y causas y,
io desde luego, el bien y «aquello para lo cual» son una de las
causas.
Q ue no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde
los prim eros que filosofaron: en efecto, los hom bres — ahora y
desde el principio— com enzaron a filosofar al quedarse m ara­
villados ante algo, m aravillándose en un prim er m om ento ante
lo que com únm ente causa extrañeza y después, al progresar
15 poco a poco, sintiéndose perplejos tam bién ante cosas de m a­
yor im portancia, por ejem p lo , ante las pecu liarid ad es de la
luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora
bien, el que se siente perplejo y m aravillado reconoce que no
sabe (de aiií que el am ante del mito sea, a su modo, «amante

que la unidad es una entidad que carece de posición, m ientras que el punto es
una en tid a d que tiene p o sició n . É ste resulta, pues, de una adición» (I 27.
87a35-37).
de la sab id u ría» 9: y es que el mito se com pone de m aravillas).
Así. pues, sifilo so fa ron por huir de la ignorancia, es obvio que 20
perseguían el sa b e f por afán de conocimiento~yiH) por utilidad y
alguna. Por otra parte, así lo atestigua el m odo en que sucedió:
y es^qüe un conocim iento tal com enzó a buscarse cuando ya
existían todos los cortócifitíentos necesarios, y tam bién los re­
lativos al placer y al pasarlo bien. Es óbvT^ p n e s r q W no la
büscánw s^pórningtm a Otra utilidad, sino que, al igual que un 25
hom bre lib re es, decim os, aquel cuyo fin es él m ism o y no
otro, así tam bién consideram os que ésta es la única ciencia li­
bre: solam ente ella es, efecto, su propio fin.
Por ello cabría considerar con razón que el poseerla no es
algo propio del hombre, ya que la naturaleza hum ana es esclava
en m uchos aspectos, de m odo que — según dice Sim ónides—

sólo un dios tendría tal privilegio l0, 30

sj bien sería indigno de un hom bre no buscar la ciencia que*


por sí m ism o^le corresponde^A hora bien, si los poetas tuvie­
ran razón y la divinidad fuera de natural envidioso, lo lógico 983a
sería que (su envidia) tuviera lugar en este caso más que en
ningún otro y que todos los que en ella descuellan fueran unos
desgraciados. Pero ni la divinidad puede ser en v id io sa sino
que, com o dice el refrán,

los poetas dicen m ucha s m entiras,

ni cabe considerar a ninguna otra (ciencia) más digna de esti­


ma que ésta. Es, en efecto, la más divina y la más digna de es- 5
tima y lo es, ella sola, doblem ente. En efecto, la divina entre

w Philósophos; en este caso lo traduzco por m edio de la expresión «am an­


te de la sabiduría» para destacar el paralelism o con philóm ythos que traduzco
com o «am ante del mito».
10 Fg 3 H »1 1 ” | Cf. tam bién P la tó n , Prologaras 3 4 le. 344c.
las ciencias es o bien aquella que poseyera la divinidad en gra­
do sum o, o bien aquella que versara sobre lo divino. Pues bien»
solam ente en ella concurren am bas características: todos^en
efecto, opinan que Dios es causa y principio, y tal ciencia la
10 posee Dios, o sólo él, o él en grado sumo. Y, ciertam ente, todas
las dem ás (ciencias) serán más„aece>sarias que ella, p e ro níñgu-
Ra~es~fnejer.
La posesión de esta ciencia ha de cam biarnos, en cierto
sentido, a la actitud contraria (de la que corresponde) al estado
inicial de las investigaciones. Y es que, com o decíam os, todos
com ienzan m aravillándose de que las cosas sucedan com o su*
ceden: así ocurre, por ejem plo, en relación con los autóm atas
de los teatros de m arionetas [eso les pasa a los que no han vis-
15 to la causa], o en relación con las revoluciones del sol, o con la
inconm ensurabilidad de la diagonal (a todos, en efecto, m ara­
villa [a los que no han visto la causa] que algo no pueda m edir­
se ni con la más pequeña de las m edidas). Es preciso, sin em ­
bargo, que se im ponga la actitud contraria y que es la mejor,
según el refrán, com o ocurre incluso en estos casos, una vez
que se ha aprendido: nada, desde luego, m aravillaría tanto a un
20 geóm etra com o que la diagonal resultara conm ensurable.
Q ueda dicho, pues, cuál es la naturaleza de la ciencia en
cuya búsqueda andam os y cuál es el objetivo que ha de alcan­
zar la búsqueda y el proceso de investigación en su c o n ju n to 11.

11 De lo expuesto en todo el capitulo se desprende una concepción de la


sabiduría com o conocim iento 1) de lo m áxim am ente universal. 2) de las cau­
sas y los principios prim eros y 3) de la divinidad. La articulación de estos tres
aspectos (a cuya afirm ación se ha llegado a partir de las «opiniones com u­
nes») en un saber unitario constituye el m ás difícil problem a del proyecto me-
tafísico de A ristóteles.

También podría gustarte