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Stroessner en Paraguay: la dictadura más larga de América del Sur

Ni Argentina ni Chile ni Brasil: la dictadura más larga en América del Sur fue la de Alfredo
Stroessner, quien gobernó Paraguay entre 1954 y 1989. El militar Stroessner se mantuvo en el
poder mediante un fuerte aparato represivo y un elaborado sistema de corrupción. Stroessner
llegó al poder después de unas décadas convulsas. La guerra del Chaco (1932-1935), que
enfrentó a Paraguay y Bolivia por una región fronteriza que se pensaba que albergaba recursos
naturales, se saldó con 30.000 bajas paraguayas y el doble en el bando boliviano. Doce años más
tarde, estalló una guerra civil cuando los partidos de izquierdas se levantaron contra el Gobierno
de derechas y con vestigios dictatoriales de Higinio Morínigo. Solo duró unos meses, pero dejó
otros 30.000 muertos según algunas fuentes y afianzó en el poder al Partido Colorado, que
apoyó a Morínigo y que poco después se convertiría en el hegemónico.
A pesar de la victoria de Morínigo, Paraguay no logró la estabilidad. Un año después de la
guerra, el país vivió un golpe de Estado que desencadenó un carrusel de presidentes y
levantamientos militares que no paró hasta el golpe de Estado de Alfredo Stroessner en 1954.
Stroessner tuvo un ascenso meteórico en las Fuerzas Armadas a raíz de su participación tanto en
la guerra del Chaco como en la guerra civil del 47. En 1951 se convirtió, con solo 39 años, en el
comandante en jefe del Ejército. A partir de ahí, empezó a movilizar apoyos dentro de los
colorados y las Fuerzas Armadas para dar el golpe de Estado que terminaría llevándolo al poder.
Sin embargo, Stroessner no accedió directamente a la presidencia, sino que convocó unas
elecciones para llegar al poder de una manera aparentemente democrática: colocó primero a un
presidente provisional, Tomás Romero, y luego se presentó a los comicios como candidato
único del Partido Colorado. Así es como en agosto de 1954 el militar llegó al Gobierno
paraguayo y empezó lo que históricamente se llama el Stronato.
Ejército y partido, las dos patas del régimen
Stroessner basó su régimen en un discurso de exaltación de la identidad paraguaya reforzado con
un duro discurso anticomunista. Empezó su Gobierno con unas medidas económicas,
impulsadas mediante un plan de estabilización del Fondo Monetario Internacional, que
profundizaron las diferencias entre las élites económicas y la población rural. Como
consecuencia, enfrentó en los primeros años de su mandato varias huelgas de trabajadores,
campesinos y estudiantes que sacaron a relucir la política represiva del dictador. Stroessner
impuso un sindicato afín al Gobierno en las organizaciones laborales y fue especialmente
violento contra las oposiciones populares. También castigó duramente a las voces críticas dentro
del propio partido. En 1959 la Cámara de Diputados condenó la brutalidad policial en una
moción apoyada por algunos políticos colorados. Stroessner respondió de manera contundente:
disolvió el Congreso y envió la caballería a Asunción, la capital. Además, arrestó a unos 300
disidentes del Partido Colorado, que fueron deportados a Argentina.
Los primeros años de Stroessner en el poder marcaron el tono de las tres décadas siguientes.
Una vez purgado el Partido Colorado de las voces críticas, se convirtió en uno de los principales
aparatos de control y de perpetuación del mandatario en el poder. La afiliación al partido era
obligatoria para los funcionarios públicos y tener el carné se convirtió en algo casi indispensable
para la vida diaria. El número de afiliados alcanzó supuestamente los 1,3 millones miembros en
1986, una cifra que contrasta con el tamaño del electorado dos años más tarde —cerca de 1,45
millones de electores—. Además, mantuvo fieles a los miembros del partido y del Ejército
mediante la corrupción: entregó grandes extensiones de tierras a oficiales y dirigentes del
partido por precios irrisorios a través del Instituto de Bienestar Rural, que en principio debía
promover la reforma agraria.
También los oficiales de las Fuerzas Armadas debían tener el carné colorado. Con el tiempo,
muchos militares llegaron a ocupar puestos de poder tanto en el Gobierno como en la dirección
del partido, lo que estrechó una alianza entre el Partido Colorado y el Ejército que sería una de
las claves para la perpetuación en el poder de Stroessner. De hecho, la Armada se pronunció a
favor del mandatario en todas las elecciones presidenciales que ganó Stroessner, siempre con un
margen de victoria sospechosamente amplio y raras veces enfrentado a una oposición real. El
mandatario fue elegido siete veces presidente de Paraguay con un apoyo promedio del 88,7%.
Prisión, torturas y exilio
Stroessner puso en marcha un amplio aparato represivo para controlar a la disidencia política.
Para empezar, limitó la libertad de prensa. A lo largo de la dictadura fue estrechando el cerco
sobre los medios de comunicación hasta que cerró el principal diario, ABC Color, en 1984, y el
semanario de la oposición, El Pueblo, en 1987. Los dos principales canales privados de
televisión pertenecían a parientes o políticos cercanos a Stroessner. El Partido Colorado también
se extendió como aparato represivo: sus organizaciones territoriales contaban con redes de fieles
—llamados pyragues, ‘espías’ en guaraní— que se dedicaban a observar a sus vecinos y
denunciarlos a las autoridades ante cualquier indicio de actividad opositora. Con estos
mecanismos, la censura y la autocensura se acrecentaron.
A quienes se opusieron a la dictadura los esperaron detenciones arbitrarias, torturas,
desapariciones forzadas y el exilio. La Comisión de Verdad y Justicia calcula que hubo un total
de 20.090 víctimas directas de violaciones de derechos humanos y 107.987 víctimas indirectas.
Entre las primeras, la mayoría fueron víctimas de detenciones arbitrarias, de las cuales el 94,5%
sufrieron torturas durante su detención.; también se cuentan exiliados, desapariciones forzadas y
ejecuciones extrajudiciales. El número total de personas que vieron violados sus derechos, según
la comisión, es de 128.077 en un país con 6,8 millones de habitantes, es decir, una de cada 53
personas. Los sectores más perseguidos fueron los movimientos campesinos, que sufrieron el
24% de las violaciones de derechos; el Partido Liberal —19,29%— y el propio Partido Colorado
—14,21%—. El Partido Comunista sufrió el 10% de las agresiones; teniendo en cuenta que era
el más pequeño, fue el que se vio proporcionalmente más afectado.
Para hacer posible esta violación continuada de los derechos humanos, el Ejecutivo tuvo al país
bajo permanente estado de excepción, una medida que suprimió las garantías recogidas en el
habeas corpus y limitó la capacidad de control de la rama legislativa del poder. Bajo este estado,
se aprobaron leyes que contemplaban el “delito ideológico” y que ampararon la arbitrariedad del
poder ejecutivo. Este también controlaba el poder judicial, ya que sus miembros eran designados
por el Gobierno. El aparato represivo, con el Ejecutivo en la cúspide, coordinó tanto a los
cuerpos de policía como de militares, que fueron el brazo ejecutor de la represión. Es
especialmente espeluznante corroborar que las detenciones, desapariciones y torturas las
llevaron a cabo las estructuras oficiales del Estado y no grupos militares o policiales
clandestinos, como sí sucedió en otros regímenes dictatoriales de la región. Tampoco hubo
centros de detención y tortura clandestinas: los delitos se perpetraron “de manera visible y
publicitada” en dependencias policiales, militares y gubernamentales, según la Comisión de
Verdad.
La base de operaciones de la derecha internacional
Uno de los factores que estabilizó el país tras el golpe de Estado de Stroessner fue la ayuda que
brindó Estados Unidos a Paraguay de manera sostenida durante gran parte de la dictadura. A
través del programa Alianza para el Progreso, un proyecto para impulsar el desarrollo en
América Latina, el país norteamericano inyectó dinero al Gobierno de Stroessner hasta el punto
de que Paraguay se convirtió en el tercer destinatario de esta ayuda. La relación entre los dos
países tomó un cariz cada vez más político: Paraguay abrazó la Doctrina de Seguridad Nacional,
la doctrina militar que Estados Unidos exportó a muchos países de América Latina en un
contexto de Guerra Fría para reforzar la lucha anticomunista tanto a nivel internacional como
interno. De hecho, la Comisión de Verdad constata que el aparato represivo paraguayo “recibió
un permanente asesoramiento norteamericano” desde 1956, especialmente para armar la
Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, un organismo dependiente del Ministerio de Interior
que era “un siniestro centro de tortura”.
Sin embargo, el entramado represivo internacional primordial en el que participó Paraguay fue
la Operación Cóndor, el acuerdo de colaboración entre varias dictaduras del Cono Sur
latinoamericano para luchar contra cualquier disidencia política bajo la premisa de la lucha
anticomunista. Fue en Asunción donde se encontraron los documentos bautizados como
“Archivos del Terror”, una abrumadora cantidad de información sobre este plan de
coordinación. A pesar de que el papel de Estados Unidos en la Operación Cóndor siempre ha
sido controvertido, los documentos confirmaron que, como mínimo, el Gobierno estadounidense
financió y apoyó el entramado dictatorial.
La Operación Cóndor nació en 1975 en un contexto de proliferación de las dictaduras de
derechas en el continente. Al temprano Stroessner se le añadió el golpe de Estado de Brasil en
1964, la llegada al poder de Hugo Banzer en Bolivia en 1971, la de Augusto Pinochet en Chile
en 1973 y la de Rafael Videla en 1976 en Argentina. Sus Gobiernos acordaron ayudarse en
materia de persecución de sus respectivas oposiciones. Los efectos fueron devastadores: se
calcula que causó 50.000 muertos, 30.000 desaparecidos y alrededor de 400.000 presos. Para
muchos paraguayos que se habían exiliado en los países vecinos tras la victoria de Stroessner,
fue como caer en una trampa, ya que volvieron a estar en peligro cuando la operación se puso en
marcha. Solo en Buenos Aires desaparecieron 71 paraguayos entre 1976 y 1978, según la
Comisión de Verdad.
Paraguay se convirtió en una base de operaciones óptima por su localización geográfica, ubicado
en medio del continente, y por los altos niveles de impunidad de los que gozaban los cuerpos de
seguridad. Los Archivos del Terror revelan, entre otras cosas, que el Gobierno de Stroessner
jugó un papel especialmente determinante a la hora de proporcionar documentación a agentes de
las dictaduras vecinas para facilitar su tránsito entre países.
De hecho, esta fue una práctica común en Paraguay no solo para facilitar operativos de las
fuerzas de seguridad dictatoriales, sino también para refugiar a otros actores de extrema derecha.
A pesar de no haber sido reconocido nunca públicamente, varias investigaciones apuntan a que
Stroessner otorgó la nacionalidad paraguaya a Joseph Mengele, el médico nazi conocido como
“Ángel de la muerte”. Tras vivir varios años en Argentina, Mengele se instaló en Paraguay,
donde pudo establecerse económica y socialmente al amparo del stronismo. También se tiene
constancia de que Eduard Roschmann, el “Carnicero de Riga”, murió en un hospital de
Asunción.

Una dictadura impune


El stronato empezó a debilitarse en la década de los ochenta. Una crisis económica alcanzó
Paraguay y el descontento no solo creció entre la población, sino en el seno del Partido Colorado
y las Fuerzas Armadas, cuyos miembros empezaron a ver disminuir los ingresos que les
llegaban gracias a la corrupción. En 1984 se hizo visible la primera fisura dentro del engranaje
de poder de Stroessner: propuso como vicepresidente del partido a uno de sus seguidores más
fieles, Mario Abdo Benítez, secretario privado del dictador. El nombramiento levantó ampollas
y por primera vez se hizo público el descontento del Partido Colorado. Dos años después, una
facción de la organización pidió un candidato civil para las elecciones presidenciales.
Las fracturas coloradas coincidieron con posiciones cada vez más tibias de Estados Unidos hacia
el stronato. En 1985 el presidente Ronald Reagan se refirió a Paraguay como una “dictadura”: su
apoyo a Stroessner era cada vez más difícil de justificar en un contexto de lucha abierta contra
los Gobiernos de Cuba y Nicaragua bajo la bandera de la democracia. A través de su embajador
en Paraguay, Clyde Taylor, el país norteamericano intentó favorecer un diálogo entre Gobierno
y oposición para lograr una transición calmada, pero el Ejecutivo paraguayo se cerró en banda y
alejó aún más a Estados Unidos, que dejó de prestarle apoyo económico y diplomático.
El general Andrés Rodríguez fue quien se encargó finalmente de poner fin al Stronato.
Rechazaba que el poder estuviese reservado a los pocos fieles que le quedaban a Stroessner,
cada vez más apartado de las otras facciones del Partido Colorado. Ante un Gobierno y un
presidente debilitados, el general decidió atrincherarse en sus oficinas con una considerable
representación del Ejército. La noche entre el 2 y el 3 de febrero de 1989 se alzó en armas y
depuso a Stroessner con enfrentamientos que dejaron al menos 200 muertos.
A partir de ese momento, Paraguay inició su transición hacia la democracia, una transición
ampliamente cuestionada. Para empezar, los principales responsables de la dictadura y de las
violaciones de derechos humanos gozaron de una impunidad que se extiende hasta hoy.
Stroessner se exilió en Brasil, donde murió en 2006 sin haber rendido cuentas, y nadie ha sido
procesado por los casos de torturas. En gran parte, esto se debe a que el fin del régimen vino de
la mano de las propias Fuerzas Armadas y el Partido Colorado, que buscaban recobrar el poder
que habían perdido en los últimos años del Stronato, y no de la población civil ni de los partidos
de la oposición. Rodríguez había sido la mano derecha de Stroessner durante gran parte de la
dictadura y era, además, su consuegro.
A pesar de que en 1992 se aprobó una nueva Constitución que recuperaba derechos civiles y
políticos y que volvía a limitar el poder del Ejecutivo, muchos problemas quedaron sin resolver.
La hegemonía del Partido Colorado ha sido prácticamente inquebrantable, incluso en el periodo
democrático. Solo entre 2008 y 2013 hubo un partido distinto en la presidencia: Fernando Lugo
ganó las elecciones por la Alianza Patriótica por el Cambio. Lugo fue destituido en 2012 por un
juicio político que muchos tacharon de poco garantista y que llevó a la suspensión de Paraguay
del Mercosur. Con esa pequeña excepción, el Partido Colorado ha gobernado Paraguay desde
1948. El actual presidente, el conservador Mario Abdo Benítez, quien ganó las elecciones en
agosto de 2018, no es otro que el hijo del secretario privado de Stroessner cuya designación
como vicepresidente del partido desencadenó el golpe de Estado contra Stroessner.

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