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Uno de los factores que estabilizó el país tras el golpe de Estado de Stroessner fue la ayuda
que brindó Estados Unidos a Paraguay de manera sostenida durante gran parte de la
dictadura. A través del programa Alianza para el Progreso, un proyecto para impulsar el
desarrollo en América Latina, el país norteamericano inyectó dinero al Gobierno de
Stroessner hasta el punto de que Paraguay se convirtió en el tercer destinatario de esta
ayuda. La relación entre los dos países tomó un cariz cada vez más político: Paraguay
abrazó la Doctrina de Seguridad Nacional, la doctrina militar que Estados Unidos exportó a
muchos países de América Latina en un contexto de Guerra Fría para reforzar la lucha
anticomunista tanto a nivel internacional como interno. De hecho, la Comisión de Verdad
constata que el aparato represivo paraguayo “recibió un permanente asesoramiento
norteamericano” desde 1956, especialmente para armar la Dirección Nacional de Asuntos
Técnicos, un organismo dependiente del Ministerio de Interior que era “un siniestro centro
de tortura”.
Sin embargo, el entramado represivo internacional primordial en el que participó Paraguay
fue la Operación Cóndor, el acuerdo de colaboración entre varias dictaduras del Cono Sur
latinoamericano para luchar contra cualquier disidencia política bajo la premisa de la lucha
anticomunista. Fue en Asunción donde se encontraron los documentos bautizados
como “Archivos del Terror”, una abrumadora cantidad de información sobre este plan de
coordinación. A pesar de que el papel de Estados Unidos en la Operación Cóndor siempre
ha sido controvertido, los documentos confirmaron que, como mínimo, el Gobierno
estadounidense financió y apoyó el entramado dictatorial.
La Operación Cóndor nació en 1975 en un contexto de proliferación de las dictaduras de
derechas en el continente. Al temprano Stroessner se le añadió el golpe de Estado de Brasil
en 1964, la llegada al poder de Hugo Banzer en Bolivia en 1971, la de Augusto Pinochet en
Chile en 1973 y la de Rafael Videla en 1976 en Argentina. Sus Gobiernos acordaron
ayudarse en materia de persecución de sus respectivas oposiciones. Los efectos fueron
devastadores: se calcula que causó 50.000 muertos, 30.000 desaparecidos y alrededor de
400.000 presos. Para muchos paraguayos que se habían exiliado en los países vecinos tras
la victoria de Stroessner, fue como caer en una trampa, ya que volvieron a estar en peligro
cuando la operación se puso en marcha. Solo en Buenos Aires desaparecieron 71
paraguayos entre 1976 y 1978, según la Comisión de Verdad.
Paraguay se convirtió en una base de operaciones óptima por su localización geográfica,
ubicado en medio del continente, y por los altos niveles de impunidad de los que gozaban
los cuerpos de seguridad. Los Archivos del Terror revelan, entre otras cosas, que el
Gobierno de Stroessner jugó un papel especialmente determinante a la hora de proporcionar
documentación a agentes de las dictaduras vecinas para facilitar su tránsito entre países.
De hecho, esta fue una práctica común en Paraguay no solo para facilitar operativos de las
fuerzas de seguridad dictatoriales, sino también para refugiar a otros actores de extrema
derecha. A pesar de no haber sido reconocido nunca públicamente, varias investigaciones
apuntan a que Stroessner otorgó la nacionalidad paraguaya a Joseph Mengele, el médico
nazi conocido como “Ángel de la muerte”. Tras vivir varios años en Argentina, Mengele se
instaló en Paraguay, donde pudo establecerse económica y socialmente al amparo del
stronismo. También se tiene constancia de que Eduard Roschmann, el “Carnicero de Riga”,
murió en un hospital de Asunción.
El stronato empezó a debilitarse en la década de los ochenta. Una crisis económica alcanzó
Paraguay y el descontento no solo creció entre la población, sino en el seno del Partido
Colorado y las Fuerzas Armadas, cuyos miembros empezaron a ver disminuir los ingresos
que les llegaban gracias a la corrupción. En 1984 se hizo visible la primera fisura dentro del
engranaje de poder de Stroessner: propuso como vicepresidente del partido a uno de sus
seguidores más fieles, Mario Abdo Benítez, secretario privado del dictador. El
nombramiento levantó ampollas y por primera vez se hizo público el descontento del
Partido Colorado. Dos años después, una facción de la organización pidió un candidato
civil para las elecciones presidenciales.
Las fracturas coloradas coincidieron con posiciones cada vez más tibias de Estados Unidos
hacia el stronato. En 1985 el presidente Ronald Reagan se refirió a Paraguay como una
“dictadura”: su apoyo a Stroessner era cada vez más difícil de justificar en un contexto de
lucha abierta contra los Gobiernos de Cuba y Nicaragua bajo la bandera de la democracia.
A través de su embajador en Paraguay, Clyde Taylor, el país norteamericano intentó
favorecer un diálogo entre Gobierno y oposición para lograr una transición calmada, pero el
Ejecutivo paraguayo se cerró en banda y alejó aún más a Estados Unidos, que dejó de
prestarle apoyo económico y diplomático.
El General Andrés Rodríguez fue quien se encargó finalmente de poner fin al Stronato.
Rechazaba que el poder estuviese reservado a los pocos fieles que le quedaban a Stroessner,
cada vez más apartado de las otras facciones del Partido Colorado. Ante un Gobierno y un
presidente debilitados, el general decidió atrincherarse en sus oficinas con una considerable
representación del Ejército. La noche entre el 2 y el 3 de febrero de 1989 se alzó en armas y
depuso a Stroessner con enfrentamientos que dejaron al menos 200 muertos.
A partir de ese momento, Paraguay inició su transición hacia la democracia, una transición
ampliamente cuestionada. Para empezar, los principales responsables de la dictadura y de
las violaciones de derechos humanos gozaron de una impunidad que se extiende hasta hoy.
Stroessner se exilió en Brasil, donde murió en 2006 sin haber rendido cuentas, y nadie ha
sido procesado por los casos de torturas. En gran parte, esto se debe a que el fin del régimen
vino de la mano de las propias Fuerzas Armadas y el Partido Colorado, que buscaban
recobrar el poder que habían perdido en los últimos años del Stronato, y no de la población
civil ni de los partidos de la oposición. Rodríguez había sido la mano derecha de Stroessner
durante gran parte de la dictadura y era, además, su consuegro.
A pesar de que en 1992 se aprobó una nueva Constitución que recuperaba derechos civiles
y políticos y que volvía a limitar el poder del Ejecutivo.
La hegemonía del Partido Colorado ha sido prácticamente inquebrantable, incluso en el
periodo democrático. Solo entre 2008 y 2013 hubo un partido distinto en la
presidencia: Fernando Lugo ganó las elecciones por la Alianza Patriótica por el Cambio.
Lugo fue destituido en 2012 por un juicio político que muchos tacharon de poco garantista
y que llevó a la suspensión de Paraguay del Mercosur. Con esa pequeña excepción, el
Partido Colorado ha gobernado Paraguay desde 1948. El actual presidente, el conservador
Mario Abdo Benítez, quien ganó las elecciones en agosto de 2018, no es otro que el hijo del
secretario privado de Stroessner cuya designación como vicepresidente del partido
desencadenó el golpe de Estado contra Stroessner.