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LA POLITICA DEL GRAL EJ ALFREDO STROESSNER MATIUDA.

Durante casi 35 años, Paraguay vivió bajo la


dictadura del militar de Alfredo Stroessner. Es el
período de tiempo más largo en que una sola
persona tuvo el poder en un país de América del
Sur.  La persecución política y las violaciones de
derechos humanos dejaron una herida que el país
aún no ha terminado de sanar. El militar Alfredo
Stroessner se mantuvo en el poder mediante un
fuerte aparato represivo y un elaborado sistema de
corrupción.
Stroessner llegó al poder después de unas décadas convulsas. La guerra del Chaco (1932-
1935), que enfrentó a Paraguay y Bolivia por una región fronteriza que se pensaba que
albergaba recursos naturales, se saldó con 30.000 bajas paraguayas y el doble en el bando
boliviano. Doce años más tarde, estalló una guerra civil cuando los partidos de izquierdas
se levantaron contra el Gobierno de derechas y con vestigios dictatoriales de Higinio
Morínigo. Solo duró unos meses, pero dejó otros 30.000 muertos según algunas fuentes y
afianzó en el poder al Partido Colorado, que apoyó a Morínigo y que poco después se
convertiría en el hegemónico.
A pesar de la victoria de Morínigo, Paraguay no logró la estabilidad. Un año después de la
guerra, el país vivió un golpe de Estado que desencadenó un carrusel de presidentes y
levantamientos militares que no paró hasta el golpe de Estado de Alfredo Stroessner en
1954. Stroessner tuvo un ascenso meteórico en las Fuerzas Armadas a raíz de su
participación tanto en la guerra del Chaco como en la guerra civil del 47. En 1951 se
convirtió, con solo 39 años, en el comandante en jefe del Ejército. A partir de ahí, empezó a
movilizar apoyos dentro de los colorados y las Fuerzas Armadas para dar el golpe de
Estado que terminaría llevándolo al poder. Sin embargo, Stroessner no accedió
directamente a la presidencia, sino que convocó unas elecciones para llegar al poder de una
manera aparentemente democrática: colocó primero a un presidente provisional, Tomás
Romero, y luego se presentó a los comicios como candidato único del Partido Colorado.
Así es como en agosto de 1954 el militar llegó al Gobierno paraguayo y empezó lo que
históricamente se llama el Stronato.
Stroessner basó su régimen en un discurso de exaltación de la identidad
paraguaya reforzado con un duro discurso anticomunista. Empezó su Gobierno con unas
medidas económicas, impulsadas mediante un plan de estabilización del Fondo Monetario
Internacional, que profundizaron las diferencias entre las élites económicas y la población
rural. Como consecuencia, enfrentó en los primeros años de su mandato varias huelgas de
trabajadores, campesinos y estudiantes que sacaron a relucir la política represiva del
dictador. Stroessner impuso un sindicato afín al Gobierno en las organizaciones laborales y
fue especialmente violento contra las oposiciones populares. También castigó duramente a
las voces críticas dentro del propio partido. En 1959 la Cámara de Diputados condenó la
brutalidad policial en una moción apoyada por algunos políticos colorados. Stroessner
respondió de manera contundente: disolvió el Congreso y envió la caballería a Asunción, la
capital. Además, arrestó a unos 300 disidentes del Partido Colorado, que fueron deportados
a Argentina.
Los primeros años de Stroessner en el poder marcaron el tono de las tres décadas
siguientes. Una vez purgado el Partido Colorado de las voces críticas, se convirtió en uno
de los principales aparatos de control y de perpetuación del mandatario en el poder. La
afiliación al partido era obligatoria para los funcionarios públicos y tener el carné se
convirtió en algo casi indispensable para la vida diaria. El número de afiliados alcanzó
supuestamente los 1,3 millones miembros en 1986, una cifra que contrasta con el tamaño
del electorado dos años más tarde —cerca de 1,45 millones de electores—. Además,
mantuvo fieles a los miembros del partido y del Ejército mediante la corrupción: entregó
grandes extensiones de tierras a oficiales y dirigentes del partido por precios irrisorios a
través del Instituto de Bienestar Rural, que en principio debía promover la reforma agraria.
También los oficiales de las Fuerzas Armadas debían tener el carné colorado. Con el
tiempo, muchos militares llegaron a ocupar puestos de poder tanto en el Gobierno como en
la dirección del partido, lo que estrechó una alianza entre el Partido Colorado y el
Ejército que sería una de las claves para la perpetuación en el poder de Stroessner. De
hecho, la Armada se pronunció a favor del mandatario en todas las elecciones
presidenciales que ganó Stroessner, siempre con un margen de victoria sospechosamente
amplio y raras veces enfrentado a una oposición real. El mandatario fue elegido siete veces
presidente de Paraguay con un apoyo promedio del 88,7%.
Stroessner puso en marcha un amplio aparato represivo para controlar a la disidencia
política. Para empezar, limitó la libertad de prensa. A lo largo de la dictadura fue
estrechando el cerco sobre los medios de comunicación hasta que cerró el principal
diario, ABC Color, en 1984, y el semanario de la oposición, El Pueblo, en 1987. Los dos
principales canales privados de televisión pertenecían a parientes o políticos cercanos a
Stroessner. El Partido Colorado también se extendió como aparato represivo: sus
organizaciones territoriales contaban con redes de fieles —llamados pyragues, ‘espías’ en
guaraní— que se dedicaban a observar a sus vecinos y denunciarlos a las autoridades ante
cualquier indicio de actividad opositora. Con estos mecanismos, la censura y la autocensura
se acrecentaron.
A quienes se opusieron a la dictadura los esperaron detenciones arbitrarias, torturas,
desapariciones forzadas y el exilio. La Comisión de Verdad y Justicia calcula que hubo un
total de 20.090 víctimas directas de violaciones de derechos humanos y 107.987 víctimas
indirectas. Entre las primeras, la mayoría fueron víctimas de detenciones arbitrarias, de las
cuales el 94,5% sufrieron torturas durante su detención.; también se cuentan exiliados,
desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. El número total de personas que
vieron violados sus derechos, según la comisión, es de 128.077 en un país con 6,8 millones
de habitantes, es decir, una de cada 53 personas. Los sectores más perseguidos fueron los
movimientos campesinos, que sufrieron el 24% de las violaciones de derechos; el Partido
Liberal —19,29%— y el propio Partido Colorado —14,21%—. El Partido Comunista
sufrió el 10% de las agresiones; teniendo en cuenta que era el más pequeño, fue el que se
vio proporcionalmente más afectado.
Para hacer posible esta violación continuada de los derechos humanos, el Ejecutivo tuvo al
país bajo permanente estado de excepción, una medida que suprimió las garantías recogidas
en el habeas corpus y limitó la capacidad de control de la rama legislativa del poder. Bajo
este estado, se aprobaron leyes que contemplaban el “delito ideológico” y que ampararon la
arbitrariedad del poder ejecutivo. Este también controlaba el poder judicial, ya que sus
miembros eran designados por el Gobierno. El aparato represivo, con el Ejecutivo en la
cúspide, coordinó tanto a los cuerpos de policía como de militares, que fueron el brazo
ejecutor de la represión. Es especialmente espeluznante corroborar que las detenciones,
desapariciones y torturas las llevaron a cabo las estructuras oficiales del Estado y no grupos
militares o policiales clandestinos, como sí sucedió en otros regímenes dictatoriales de la
región. Tampoco hubo centros de detención y tortura clandestinas: los delitos se
perpetraron “de manera visible y publicitada” en dependencias policiales, militares y
gubernamentales, según la Comisión de Verdad.

Uno de los factores que estabilizó el país tras el golpe de Estado de Stroessner fue la ayuda
que brindó Estados Unidos a Paraguay de manera sostenida durante gran parte de la
dictadura. A través del programa Alianza para el Progreso, un proyecto para impulsar el
desarrollo en América Latina, el país norteamericano inyectó dinero al Gobierno de
Stroessner hasta el punto de que Paraguay se convirtió en el tercer destinatario de esta
ayuda. La relación entre los dos países tomó un cariz cada vez más político: Paraguay
abrazó la Doctrina de Seguridad Nacional, la doctrina militar que Estados Unidos exportó a
muchos países de América Latina en un contexto de Guerra Fría para reforzar la lucha
anticomunista tanto a nivel internacional como interno. De hecho, la Comisión de Verdad
constata que el aparato represivo paraguayo “recibió un permanente asesoramiento
norteamericano” desde 1956, especialmente para armar la Dirección Nacional de Asuntos
Técnicos, un organismo dependiente del Ministerio de Interior que era “un siniestro centro
de tortura”.
Sin embargo, el entramado represivo internacional primordial en el que participó Paraguay
fue la Operación Cóndor, el acuerdo de colaboración entre varias dictaduras del Cono Sur
latinoamericano para luchar contra cualquier disidencia política bajo la premisa de la lucha
anticomunista. Fue en Asunción donde se encontraron los documentos bautizados
como “Archivos del Terror”, una abrumadora cantidad de información sobre este plan de
coordinación. A pesar de que el papel de Estados Unidos en la Operación Cóndor siempre
ha sido controvertido, los documentos confirmaron que, como mínimo, el Gobierno
estadounidense financió y apoyó el entramado dictatorial.
La Operación Cóndor nació en 1975 en un contexto de proliferación de las dictaduras de
derechas en el continente. Al temprano Stroessner se le añadió el golpe de Estado de Brasil
en 1964, la llegada al poder de Hugo Banzer en Bolivia en 1971, la de Augusto Pinochet en
Chile en 1973 y la de Rafael Videla en 1976 en Argentina. Sus Gobiernos acordaron
ayudarse en materia de persecución de sus respectivas oposiciones. Los efectos fueron
devastadores: se calcula que causó 50.000 muertos, 30.000 desaparecidos y alrededor de
400.000 presos. Para muchos paraguayos que se habían exiliado en los países vecinos tras
la victoria de Stroessner, fue como caer en una trampa, ya que volvieron a estar en peligro
cuando la operación se puso en marcha. Solo en Buenos Aires desaparecieron 71
paraguayos entre 1976 y 1978, según la Comisión de Verdad.
Paraguay se convirtió en una base de operaciones óptima por su localización geográfica,
ubicado en medio del continente, y por los altos niveles de impunidad de los que gozaban
los cuerpos de seguridad. Los Archivos del Terror revelan, entre otras cosas, que el
Gobierno de Stroessner jugó un papel especialmente determinante a la hora de proporcionar
documentación a agentes de las dictaduras vecinas para facilitar su tránsito entre países.
De hecho, esta fue una práctica común en Paraguay no solo para facilitar operativos de las
fuerzas de seguridad dictatoriales, sino también para refugiar a otros actores de extrema
derecha. A pesar de no haber sido reconocido nunca públicamente, varias investigaciones
apuntan a que Stroessner otorgó la nacionalidad paraguaya a Joseph Mengele, el médico
nazi conocido como “Ángel de la muerte”. Tras vivir varios años en Argentina, Mengele se
instaló en Paraguay, donde pudo establecerse económica y socialmente al amparo del
stronismo. También se tiene constancia de que Eduard Roschmann, el “Carnicero de Riga”,
murió en un hospital de Asunción.
El stronato empezó a debilitarse en la década de los ochenta. Una crisis económica alcanzó
Paraguay y el descontento no solo creció entre la población, sino en el seno del Partido
Colorado y las Fuerzas Armadas, cuyos miembros empezaron a ver disminuir los ingresos
que les llegaban gracias a la corrupción. En 1984 se hizo visible la primera fisura dentro del
engranaje de poder de Stroessner: propuso como vicepresidente del partido a uno de sus
seguidores más fieles, Mario Abdo Benítez, secretario privado del dictador. El
nombramiento levantó ampollas y por primera vez se hizo público el descontento del
Partido Colorado. Dos años después, una facción de la organización pidió un candidato
civil para las elecciones presidenciales.
Las fracturas coloradas coincidieron con posiciones cada vez más tibias de Estados Unidos
hacia el stronato. En 1985 el presidente Ronald Reagan se refirió a Paraguay como una
“dictadura”: su apoyo a Stroessner era cada vez más difícil de justificar en un contexto de
lucha abierta contra los Gobiernos de Cuba y Nicaragua bajo la bandera de la democracia.
A través de su embajador en Paraguay, Clyde Taylor, el país norteamericano intentó
favorecer un diálogo entre Gobierno y oposición para lograr una transición calmada, pero el
Ejecutivo paraguayo se cerró en banda y alejó aún más a Estados Unidos, que dejó de
prestarle apoyo económico y diplomático.
El General Andrés Rodríguez fue quien se encargó finalmente de poner fin al Stronato.
Rechazaba que el poder estuviese reservado a los pocos fieles que le quedaban a Stroessner,
cada vez más apartado de las otras facciones del Partido Colorado. Ante un Gobierno y un
presidente debilitados, el general decidió atrincherarse en sus oficinas con una considerable
representación del Ejército. La noche entre el 2 y el 3 de febrero de 1989 se alzó en armas y
depuso a Stroessner con enfrentamientos que dejaron al menos 200 muertos.
A partir de ese momento, Paraguay inició su transición hacia la democracia, una transición
ampliamente cuestionada. Para empezar, los principales responsables de la dictadura y de
las violaciones de derechos humanos gozaron de una impunidad que se extiende hasta hoy.
Stroessner se exilió en Brasil, donde murió en 2006 sin haber rendido cuentas, y nadie ha
sido procesado por los casos de torturas. En gran parte, esto se debe a que el fin del régimen
vino de la mano de las propias Fuerzas Armadas y el Partido Colorado, que buscaban
recobrar el poder que habían perdido en los últimos años del Stronato, y no de la población
civil ni de los partidos de la oposición. Rodríguez había sido la mano derecha de Stroessner
durante gran parte de la dictadura y era, además, su consuegro.
A pesar de que en 1992 se aprobó una nueva Constitución que recuperaba derechos civiles
y políticos y que volvía a limitar el poder del Ejecutivo.
La hegemonía del Partido Colorado ha sido prácticamente inquebrantable, incluso en el
periodo democrático. Solo entre 2008 y 2013 hubo un partido distinto en la
presidencia: Fernando Lugo ganó las elecciones por la Alianza Patriótica por el Cambio.
Lugo fue destituido en 2012 por un juicio político que muchos tacharon de poco garantista
y que llevó a la suspensión de Paraguay del Mercosur. Con esa pequeña excepción, el
Partido Colorado ha gobernado Paraguay desde 1948. El actual presidente, el conservador
Mario Abdo Benítez, quien ganó las elecciones en agosto de 2018, no es otro que el hijo del
secretario privado de Stroessner cuya designación como vicepresidente del partido
desencadenó el golpe de Estado contra Stroessner.

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