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Universidad Autónoma de San Luis Potosí

Facultad del Hábitat


Arquitectura

Para la materia de:

Tecnología, diseño y
participación social

Asesoría por
Arq. Brenilda Ivonne Aguayo Huerta

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CUENTA
cuarentena
Experiencias, poemas, y relatos contados por jóvenes
en cuarentena
Presenta:
Luz Daniela López Rivera

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“La vida no es la que uno vivió, sino
la que uno recuerda y cómo la
recuerda para contarla”

-Gabriel García Márquez

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Índice
1.- ¿Por qué? Daniela López
2.- Al final Laura González
3.- Demesio el gorrión Higinio Rodríguez
4.- La culpa y la ansiosa Paulina Cruz
5.- Deidad Femenina Daniela López
6.- Permuta del amor en 2020 Anónimo
7.- Mis Bagada Daniel Camacho
Ventura
8.-Cuentame tu día Mae de Anda García
9.- Inmortales Dino-Javo
10.- La ultima carta en Isaí de La Fuente
cuarentena
11.- Virginia Melisa Camacho
12.- Nido Isaac Hernández
12.- Mi mundo Julissa Salazar
14 Nuestra pequeña cuarentena Griselda Estrada
15.- Los tramos de luz que Deyanira Albarrán
conocemos
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¿por qué?
El papel de la participación social dentro de cualquier
proyecto produce impactos verdaderamente positivos, el
escuchar las voces de alrededor, tomar en cuenta la opinión
de los demás se ha vuelto primordial para las disciplinas que
realizamos intervenciones de diseño de cualquier tipo, la
arquitectura misma en su esencia superior se apoya en la
dignificación de la voz de quienes estarán involucrados en la
vivencia del diseño.
Actualmente nos enfrentamos a la mayor contingencia
global que hemos visto en los últimos años, es probable que
exista mucha discordia alrededor de la existencia del COVID-
19 pero lo que es verdad es que nuestro estilo de vida se
ha visto afectado de muchas maneras y hay mucho que
discutir al respecto. Está el miedo que se mueve alrededor
de la idea de una enfermedad contagiosa, está la división
social ocasionada por discrepancia de opiniones, está el
encierro que produce ansiedad y estrés, está la diferencia
entre clases sociales que nunca había estado tan notoria
como hoy en día.
De todo esto, miles de jóvenes han tenido mucho que
pensar, destinados por lo pronto al confinamiento y de
acuerdo a las diversas opiniones que estos mismos han
manifestado a través de sátiras y comentarios irónicos en
las redes sociales, me sentí atraída por la opinión formal de
estas mismas personas, decidí pedirla y hacer de ella este
pequeño compendio, a modo de propuesta de proyecto de
participación social.
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Este proyecto surge principalmente de mis intereses por la
literatura, y del deseo de manifestar de un modo más profundo
las emociones por las cuales pasábamos muchos de nosotros
jóvenes durante esta cuarentena. En realidad el modo de
solidificar la idea era lo de menos, siempre y cuando los
participantes sintieran que se les tomaba en cuenta,
fundamentándolo en que su opinión y sobre todo sus
emociones son verdaderamente trascendentes y fuertes y que
pueden llegar a empatizar con las de otras personas no muy
lejos de ellos.
La experiencia de recolectar y leer cada uno de los siguientes
textos ha sido verdaderamente interesante, cada una de las
personas a aportado un poco de este todo que alguien se está
tomando la molestia de leer en este preciso momento, y eso
quizás le otorga ya un poco de trascendencia por pequeño que
parezca, y debo decir que con eso ya se han cumplido parte de
mis objetivos.

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Al final
Érase una vez el mundo, en el habitaban seres humanos que
iban de aquí a allá y de allá a acá, persiguiendo sueños, de vez
en cuando esos sueños se les perdían, zumbaban entres sus
deberes o se hundían ocasionalmente bajo sus noches de
fiesta, otros vivían dentro de ellos cual burbuja, algunos los
sobrevolaban en nubes que no lograban aterrizar. Tenían los
parques y los mares, tenían los bailes, los campos y las
ciudades, un día, sin previo aviso las puertas se les cerraron, los
dejaron en algún ligar al que ellos llaman casa u hogar, y ya que
sus viejos caminos desaparecieron tuvieron que ir en busca de
unos nuevos.
Y los amantes ya no pudieron abrazarse, ni los niños visitar el
parque, terminaron las visitas a los abuelos, con sus regalos,
dulces y caramelos. Dejaron el trabajo y los horarios, ya no
estaban atados a sus horarios. En medio de tanto revuelo,
encontró cada uno la manera de enfrentar su propio duelo, sin
luchar como tal, aunque parezca paradoja. No podían hacer
mas que descubrir día a día nuevas formas de sobrellevarlo. En
ocasiones se ahogaban en el mar, encontrando por fortuna
salvavidas, o siendo el propio. Se volvieron agricultores de sus
propios seres, exploraron nuevos universos internos, cual
astronauta en su órbita, descubrieron sus dragones y los
abrazaron junto con su fuego, encontrando calma.
No estaba planeado por ellos, como muchas veces su vida, y
aunque lo este, frecuentemente no sucede así. Esto nunca se
rearo de inventarse la fantasía de nuevos mundos, no era así
como inicio, en medio del caos, ni de elevarse en la soledad con
nuestros pensamientos, pero me han dicho que eso hacen los
humanos, ellos pueden elegir el final.

Laura Jazmín González Arredondo

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Demesio, el gorrión
Año 2020, gran parte de la población permanece en
cuarentena debido a un virus proveniente de China, dicho virus
rompió la cadena productiva y congeló gran parte de las
economías en el mundo llevándolo a una recesión y
modificando el juego en el mercado.
Demesio, un hombre de 45 años vivía en el apogeo del virus,
dando vueltas en su casa noto lo pequeña que era y al cabo de
pocos días se impaciente por el poco espacio que había en su
casa por lo que decidió meditar. No iba con él y pasaron pocos
días y muchos minutos. No tardo más de 15 días en notar que
su vida había caído en un bucle y poco después tocó los
misterios del deja-vu.
Irritado y después de dormir poco una pesadilla lo despertó -
Tenía 5 años y miraba la televisión en el mismo canal y todo se
repetía infinidad de veces, divertido se agarraba los dedos de
los pies mientras leía y la versión actual mía se encontraba en la
puerta mirando hasta que todo se llenaba de agua y me
despertó- cuenta.
La pesadilla lo acompaño por dos días más y procuro meditar
los días siguientes. En el bucle que sentía algo había cambiado,
no lo identificaba, todo parecía igual.

Alimentaba a su pájaro y como de costumbre abrió la puerta


saco el alimento y sopló para hacer volar los residuos; lleno el
recipiente de agua y en un momento de empatía saco al gorrión
que sin dudarlo quería escapar y errático de un lado a otro
chocaba con todo. La naturaleza del gorrión y del hombre eran
tan diferentes que no le encontró sentido tenerlo ahí, en su
jaula.
-Lo he tenido desde pequeño- medito- liberarlo sería una
condena a muerte, no sabría vivir incluso si estuviese en su
habitad natural- se decía mientras recordaba las atenciones que
le daba. 12
Sé dispuso a cocinar, encendió la estufa y a fuego lento se
derretía la mantequilla sobre la sartén y preparó dos huevos,
uno para él y otro para su perro.
Llegada la madrugada el mismo sueño lo despertó sudoroso y
al llegar el desayuno el chile en la salsa le provocó la sensación
de asfixia recordándole su miedo de morir ahogado.
Corría el medio día y volvió a sacar al gorrión, esta vez al patio,
Le ató hilo en su pata para que no escapará y al poco tiempo lo
devolvió a la jaula temiendo por herirlo y a la mañana siguiente
su canto lo despertó, no durmió lo suficiente, no descanso y
tenía ganas de orinar por lo que bajo al baño - ¿tendrá
emociones? - se preguntó en pleno acto. Pasado un rato volvió
a subir y fue directo al cajón que tenía su cama y de entre las
calderas aparecieron 5 balas de las cuales tomo 3 y un revólver,
bajo con pluma y hojas.
Colocó una bala en su revólver y le dio en la cabeza al gorrión.
Recogió los restos y los colocó en un plato con una nota sobre
su cuerpo que previamente había escrito -de nada me sirve
dejarlo libre si no puede cumplir con algo tan simple como vivir,
lo que tengo en esa jaula ya no es un pájaro dejo de serlo
cuando me gusto su canto, ahora sólo esa una caja musical a la
que mantengo viva por gusto, pero ella dejo de vivir hace
tiempo. - se dijo
El perro asustado ladro y se fue a esconder, Demesio lo saco de
su escondite y lo apoyo en su miedo, subieron al cuarto y fue
por su álbum de fotos viejas. Su familia, amigos y hasta algunos
desconocidos vivían capturados en esas fotos, la nostalgia lo
invadió y para cuando cayó en cuanta descubrió las múltiples
etapas que habían pasado en su vida, los ratos amargos y
dulces, todo eso le recordó lo vacía que se volvía la libertad y
miro a su perro, durante sus días más fríos él estaba ahí, en las
buenas lo acompaño y lo abrazó. Miro el librero y fue por uno,
uno es especial le gustaba y lo sacó…
¿Por qué no te suicidas? ((Víctor Frankl “El hombre en busca
del sentido”))- leyó en su mente, miró al perro. - Porqué existes
tú – le dijo y lo anotó en una hoja para después meter una bala
en el revólver y con un premio lo subió a la cama, le hizo
cariños y le disparó directo en la cabeza, lo cobijó como cuando
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pequeño, metió la nota en la portado del libro y lo
devolvió a su lugar.
Sé miro al espejo con ojos tan rojos de llorar, el alma
partida y sin miedo a morir tomo una ducha, la más
placentera de su vida. Se seco, lavo sus dientes y
directo al escritorio y escribió:
-es asquerosa esta jaula- haciendo referencia a los
roles que cumple en su sociedad y como muchos de
sus ideales se ven afectados por lo mismo. Y la guardo
en su bolsillo izquierdo.
La única forma de escapar del bucle es conociéndose
a uno mismo- escribió en otra dirigiéndose a que
muchas de las veces se crea ese bucle por querer
conseguir lo que deseamos y muchas de las veces nos
hicieron desearlo sin darnos cuenta. Y la colocó en su
bolsillo derecho. Subió y se quitó el pantalón y lo puso
en la ropa sucia. Se fue acostar con su perro no sin
antes meter una bala en el revólver y cuando estaba
cerca de él se disparó en la pierna izquierda
provocándole una hemorragia y el dolor era menos
terrible comparado con su miedo de morir y al cabo de
unos minutos se estaba desangrado y conforme la
sangre se iba una sensación de paz llegaba.

Higinio Rodríguez Paisano

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La culpa y la ansiosa
Paulina Cruz

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Deidad femenina
Toda mi vida se ha tratado de espacios, espacios grandes y
chicos, espacios que huelen, espacios que lastiman, la sombra y
la luz, lo que está seco y mojado, lo prohibido y lo que no, lo
que existe y lo que es mentira, y todo lo que no he visto ha sido
mentira menos Dios.
Mis primeros recuerdos datan de esta misma casa donde hoy
escribo las siguientes y las anteriores líneas, esta casa que
desde siempre no me podía contener.
Crecí en el útero materno mientras mi mamá recogía pedazos
de materiales que luego se harían esta casa y después el hogar,
mi corazón latió por primera vez en un espacio confiscado entre
los cuerpos de mi papá y de mi mamá en una casa a medio
construir, en una casa inventada y fabricada por sus medios
más inmediatos. Toda una vida aquí y aún no la aprendo por
completo, cuanto más estoy aquí menos la entiendo, menos se
asemeja a lo que tengo que entender. ¿No se supone que he
adquirido la capacidad de leer los espacios? Los últimos cinco
años de mi vida los he dedicado a tratar de entender a la
arquitectura, más como un ente que como a un concepto y me
he sofocado del discurso arrogante de los espacios funcionales
y la armonía que se besa con la estética y hace que todo sea
autentico, que algo se vuelva valioso, y aunque en realidad no
he aceptado el discurso más que lo he aborrecido me atrevo a
decir que he llegado a entender menos de lo que me gustaría
admitir. Durante mucho tiempo he generado espacios
inventados para usuarios manipulados en un espacio
inexistente, y durante el mismo tiempo cada uno de ellos me
han llevado lejos de la realidad a la que estoy acostumbrada,
nada se parece a lo que conozco, ninguno de esos espacios
tiene el olor a maíz cocido que tiene la casa de mi abuela, y
ninguno de ellos logró obtener nunca el mosaico dispar del
suelo de la pieza de mamá María, quizás fue por eso que quise
justificar mi discurso diciendo que los espacios adquirían vida
cuando los habitaban pero eso no me ayudó a tener una
verdadera comprensión de la arquitectura y tampoco de mi
hogar.
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Porque todo lo que me decían sobre la arquitectura me parecía
utópico, arrogante e irreal.
Así que un día decidí conversar con ella, “¿con ella?” Dirán
ustedes, “la arquitectura no es una personificación y si lo fuera
¿por qué sería una mujer?” También dirán, a lo que para ambas
cuestiones mi respuesta será la misma “¿por qué no?” La
arquitectura por la fuerza tiene que ser una deidad femenina, y
quien diga lo contrario entonces no la conoce bien.
Charlando con ella le dije que en verdad la apreciaba, aunque
no me sentía apreciada por ella. Cuando me preguntó por qué
le dije que era porque no me dejaba entenderla, o al menos no
la entendía como el resto de las personas, y honestamente le
revelé que para muchos ella no era más que una arrogante,
pretenciosa, elitista e irreal y que yo detestaba esa faceta de su
personalidad, le expliqué que crecí en un contexto donde la
gente fabricaba su casa a las ciegas y esperando lo mejor, que
crecí en el útero mientras los ladrillos de mi hogar se levantaban
sobre el tepetate y entre los muros blancos que mi papá
pintaba con una brocha año tras año, a lo largo de mi calle no
había niños que salieran de vacaciones y contemplaran las
maravillas del mundo, como seguramente los hubo muchos y
los habrá, y no, no estoy hablando de que viviera en la miseria,
fui muy feliz, pero el punto es que lo fui, y que muy a pesar de
ella o su ausencia tuve un hogar como la mayoría de las
personas en el mundo que crecieron como yo, solo una
pequeña porción de la población se preocupa diariamente por
el acabado elegante de ese muro, o el gran vitral que da hacia
el jardín, la mayoría de las personas tienen un hogar porque lo
necesitan y ahí se cumple toda la función, y si yo no era capaz
de ver arquitectura en todo eso, entonces no me interesaba
aprender más de ella, porque a mí me habían instruido sobre la
arquitectura que no tiene replica mientras diariamente caminaba
por calles repletas de pequeñas casas que se espejean a las
varias una tras la otra, y ahora, y hoy, un millón de personas
estaban encerradas en espacios poco convenientes y angostos
mientras otras acomodaban la hamaca junto a la alberca que
algún arquitecto exclamó “pónganla ahí” estaba hablando de
todo eso cuando ella me interrumpió “probablemente ya te
diste cuenta de que lo has entendido todo” me dijo y aquella
tarde, y todas las demás se quedó en mi casa.

Daniela López Rivera 20


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Permuta del amor en
2020
“Tus yaces en mi corazón de la misma manera en la que yo me
hago fuerte en el tuyo” le dijo Samanta a José antes de
despedirse con un beso frente a la parada de autobús, habían
iniciado su romance a expensas del resto de su grupo de
amigos y ahora se la pasaban besándose a la menor
oportunidad y en los lugares menos apropiados, saboreando el
dulce rito del amor fresco y ciego y devorados por la ansiedad
de la provocación física a medias. En realidad, hay que decirlo,
se conocían poco, pero lo mismo les importaba, pues se sentían
invencibles e inseparables. Aquella tarde habían estado en el
parque después de clases, protegidos bajo la sombra de un
árbol se besaron hasta que llegó la hora de que José
acompañara a Samanta a tomar su autobús. Ahí se despidieron
y cada quién tomó el rumbo que debía de tomar para llegar a
descansar. Aquel fue un viernes, estaba a punto de suceder el
puente con motivo del nacimiento del Benemérito de las
Américas así que José y Samanta tenían que esperar a que
fuese martes para volverse a ver, eso no sucedió porque a
menudo las historias de amor se ven interrumpidas por los más
absurdos acontecimientos, en este caso, un murciélago. Si tan
solo ese extranjero no hubiese comido murciélago aquel día, la
historia de amor de Samanta y José no habría sido interrumpida
indefinidamente. Así fue como todo comenzó por terminar,
afortunadamente existían las redes sociales, bendito sea el
señor que las permitió porque de no ser así el mundo habría
dejado de rodar, José le envió a Samanta mensajes todas las
noches, y todas las mañanas y todos los medios días y todas
las tardes, hablaban de todos los pormenores, y sacudían su
amor entre las teclas impresas de sus pantallas, formulando
cada vez pensamientos más profundos, cargados del más ideal
romanticismo, pero nunca hablaron de verdad, por qué,
simplemente no era posible, las palabras que le llegaban a
Samanta de parte de José no tenían el rostro de José y los
pensamientos de Samanta pocas veces conectaban con lo que

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le escribía a José, así que, paulatinamente ambos fueron
olvidando los gestos faciales del otro y sus besos más aún,
que no se compensaban con los emoticones prefabricados,
llegó el día en el que Samanta olvidó el color del cabello de
José y José decidió que prefería a una Samanta morena y
delgada, al día siguiente a Samanta le irritó la personalidad
de Juan así que optó por crearse uno más simpático y
guapo, todos los días algo cambiaba a conveniencia hasta el
punto de estar tan imposiblemente enamorados el uno del
otro por parecerse a toda expectativa imaginada. Nunca
habían estado tan enamorados, ni si quiera cuando pasaban
juntos las tardes en el parque, ni si quiera cuando se fundían
en besos, ni si quiera cuando cedían extasiados al deseo de
comprimirse uno contra el otro, ansiosos esperaron cada
uno de los días de la cuarentena para poder verse de nuevo,
idealizando el momento de su encuentro se removían en la
cama con la pantalla encendida el uno frente al otro.
Después del tiempo cumplido y la desesperación arrasadora
llegó el día, lo vieron en televisión, la cuarentena había
acabado y con ella la espera. Corrieron los dos al parque de
sus agonizantes recuerdos y se sentaron a esperar en la
misma banca a que el otro llegara, un par de veces se
voltearon a ver entre si sin reconocerse y siguieron
esperando, Samanta a un lado de José y José a un lado de
Samanta, pasaron los minutos y un par de horas y nunca
llegó la persona idealizada a encontrarlos. La Samanta con
la que había estado fantaseando José nunca asistió a la cita,
y el José al que Samanta había estado esperando tampoco
apareció, así que, cuando la tarde empezó a caer José
decidió sonreírle a Samanta, empezaron a conversar sobre
su reciente tragedia y poco después a coquetear, así fue
como se olvidaron de que hacían ahí y a quien esperaban, y
olvidándose de ellos mismos se enamoraron también.

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Mis bagada
- Yo vivía encerrado, pero era muy diferente, porque podía salir
cuando quisiera, el solo hecho de no tener algo te hace
quererlo aún más -
Dia: 54
Como todas las mañanas, desperté por mi cuenta; apague mi
alarma hace semanas, no la necesito para despertar antes de
las diez. Aun bostezando, busco mis lentes, desconecto mi
celular y empiezo mi rutina, irrelevante de contar.
Un poco más tarde, me siento a trabajar para mantener las
tareas al margen, cada día me cuesta más, es como querer
parchar el Titánic con cinta adhesiva y periódico, tapas un hoyo
y se han abierto 5 más. Suspiro y sigo trabajando; ¿tengo otra
opción?
Miro el reloj, casi las dos, hora de comer. Hoy mi mama cocino
sopa, no sé por qué la disfruto tanto, hacen 30 grados y mi
plato está caliente como el infierno, pero me sabe a gloria.
Gracias por la comida.

Antes de regresar a trabajar, me distraigo un poco. Sentado en


la sala me abordan de nuevo los demonios, que se han vuelto
personajes recurrentes. Uno se sienta en mi rodilla mientras el
otro se columpia de mi manga tratando de alcanzar mi hombro,
el primero pregunta:
- ¿Cómo estás?
- Hoy ha sido un buen día, ¿sabes? - Le respondo.
- Por eso vinimos - Me dice burlón.
- ¡Acércate viejo! – Le bromeo moviendo los puños en señal de
pelea.
De cierta manera ya me acostumbré a ellos, les llame mis
“bagada”; de niño acostumbraba a ver un programa extraño.
donde escuche ese nombre, pero no importa. Los veo y ya me
resultan familiares, no más altos que 10 cm, forma extraña semi
humana pero completamente negros, parece como que
desprenden algo de su cuerpo, siempre tienen esa aura extraña.
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Me gusta pensar que les gusta la mermelada, no sé por qué
tengo esa idea, nunca les he ofrecido.
- ¿Les gusta la mermelada? – Añadí balbuceando.
El que trepaba por mi manga llega a mi oreja y gozoso celebra
como si hubiera conquistado el monte Everest.
- ¿Mermelada? ¿Qué clase de chico raro eres? – Respondió
agitado.
- No lo molestes, deja que nos ofrezca su mermelada – Dijo el
otro aguantando la risa.
- Cerdos malagradecidos – Les dije entre dientes.
Rápido me incorporé y añadí en voz clara:
- Bueno… Empiecen, que tengo tareas que hacer.
- Tus deseos son ordenes - Susurro a mi oído uno mientras el
otro se ponía de pie y frotaba sus manos como una mosca.
- ¡Que comience el espectáculo! – Dijeron al unisonó.

Súbitamente desperté, me quedé dormido.


¡Maldita sea! Se me hizo tarde para enviar mi trabajo, corre, un
puedes alcanzar, tu siempre puedes, ¡corre!
- CERRADO -
- ¡Mierda! - Me dije a mi mismo.
Desesperado, me lleve las manos a la cabeza, no sabía qué
hacer, me quería morir, ese trabajo era muy importante. Primero
vino la tristeza, sentí como mi promedio se iba entre mis
manos, sabía que sin ese trabajo reprobaría, pero después, vino
la ira, levante la mirada con los ojos llorosos, cerré mi libreta de
golpe y salí corriendo a la terraza.
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Estaba tan molesto, estaba seguro de que habían sido ellos,
esta vez la hicieron buena, me mantuvieron dormido para que
se me hiciera tarde, pensé que la tenía bajo control, incluso creí
tontamente que los distraería con lo de la mermelada, pero
fueron ellos los que jugaron conmigo. Esta vez voy yo por ellos,
esto me lo pagan.
Una vez afuera, inhalé aire fresco y cerré los ojos…
- Ustedes, pequeños bastardos, me durmieron, por su culpa me
tocara repetir “Energías renovables”, ¿saben cuan aburrido
será? Los obligare a ir conmigo todo el semestre - Los aborde
furioso, casi le escupí a uno, creo.
- Púdrete, ¿no estabas ansioso porque empezáramos?
Pareciendo amigable y bromeando, todo afable con tu estúpida
mermelada. Sabias para que estábamos ahí, ahora no me
vengas con los ojos llorosos y tus gritos, porque fuiste tu el que
nos llamó. Todos los días cuando estas tranquilo nos invitas,
admite que no puedes con tu aburrida vida, ahora lárgate y
hazte responsable de tus consecuencias - Me replico.
Eso me pego duro; me agache, estire la mano y lo tome
apretándolo con mi puño, casi hasta dejarlo sin respirar, dios,
quería lanzarlo contra el piso.
- Madura niño - Me dijo con dificultad.
De pronto, salto el otro a su defensa.
- ¡Déjalo en paz! Sabes que lo que dice es verdad, que lo
mates, no te hará aprobar tu tonta materia - Me grito.
Estire mi otra mano para alcanzarlo y también lo levante
apretándolo entre mi puño. Al mismo tiempo reduje la presión
para dejar respirar al primero que dio una bocanada de aire en
seguida.
Con los dos a la altura de mi cara, les volví a reclamar:
- ¡Cállense! Maduren ustedes, me arruinaron el semestre,
cruzaron la línea.
Recuperando el aliento, y un poco más tranquilo, al que casi
ahogo me dijo: 27
- Deja de buscar culpables, nosotros no hicimos nada,
piensas acaso que todo esto es real, que me vas a matar y
eso cambiara algo allá afuera, bájanos y regresa a seguir
con tu vida, preocúpate de lo que aun puedes salvar.
Rápidamente el otro añadió:
- No ves que nosotros estamos para mantenerte alerta, te
recordamos lo que significa perder. Eres un chico inteligente,
pero necesitas esforzarte más, anda, ve y termina tu tarea, si
es que realmente quieres hacer algo, si no… Ríndete, pero
hazlo por tu cuenta, no nos voltees a ver a nosotros.
- ¡Chinguen su madre ustedes y sus aprendizajes de Rufina
la burra! - Les dije con desprecio, los deje caer y me di la
vuelta para irme.
Mientras me alejaba caminando, escuche:
- ¡Hey niño! No te estas enfrentando a nosotros, recuérdalo -
Dijo uno.
- Cuando regreses trae contigo algo de esa mermelada tuya
- Añadió el otro.
Sin voltear a ver, me reí.
Abrí los ojos y exhalé. Se estaba metiendo el sol, volví a
terminar mis deberes.

Daniel Camacho Ventura

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Cuéntame tu día
El día de hoy, me desperté, como de costumbre, a las 5 de la
mañana, aunque mis clases inician en punto de las 8 de la
mañana, me levanté y comencé a hacer tarea, ya que estos
últimos días, los profesores se han emocionado con la cantidad
de tareas que nos encargan, entiendo que “estemos en casa
todo el día”, pero, al menos en mi caso, tengo clase desde las 8
de la mañana hasta las 6 de la tarde, por la cantidad que
materias que metí, y al ser foránea, tengo que cocinar también,
hacer limpieza, lavar ropa, etc., y el día no me alcanza para
terminar todo, preferiría mil veces más las clases presenciales,
era menos difícil, pero, entiendo también que en este momento,
permanecer en casa es primordial para poder frenar el impacto
del COVID-19 y los estragos que este mismo podría causar,
tanto en nuestra salud como en el país, es triste que aunque
muchas personas hacen el esfuerzo para que se disminuyan los
daños, otras no le dan la seriedad que se necesita y toman este
tiempo como “vacaciones”, un claro ejemplo de esto, es el lugar
de donde vengo, El Naranjo, S.L.P., un pueblo pequeño
perteneciente a la Huasteca Potosina, en estos momentos, a
pesar de los parajes turísticos se encuentran cerrados, siguen
llegando turistas, inclusive extranjeros, a vacacionar; lo más
triste es que tal vez es por la ignorancia del pueblo, pero los
habitantes no creen en la existencia de tal virus y por ende no
le dan importancia, llevando a cabo todas sus actividades de la
misma forma que lo hacen siempre, sin respetar una cuarentena
o las medidas de distancia social, que son fundamentales para
evitar que se propague más el virus.

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Considero que, como hermanos, hijos, amigos, tenemos la
responsabilidad de no solo cuidar a los nuestros, sino también a
los demás habitantes de nuestro país, del mundo, podemos
evitar que esto tenga un final fatídico para la mayoría, los días
en casa no son tan complicados, tal vez en mi caso, no salía
mucho antes de la cuarentena, pero, es algo que puedes
sobrellevar, enfocándote en lo importante, y pensando en que
estamos trabajando/luchando juntos para que esto acabe
pronto, porque tal vez a ti “no te pase nada”, o que no estés en
el grupo de riesgo, pero sería muy injusto que se pierdan vidas,
a causa de personas irresponsables que no pudieron acatar
unos cuantos días en casa, es algo muy sencillo a comparación
de todo lo que puede desencadenar.

Mae Carol de Anda García

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Inmortales
El invierno esta por pasar… El tercer mundo es perfecto…
La primavera por comenzar… Aun con pandemia inmortales
Te prometo un hermoso final… nos creemos…
No sé si fue un error o
bendición…
O eso me creía al acostar…
Porque al despertar…
No retrocederé…
El mundo se sacudía en caos…
Y Dios me cuide que eso no
pase…
El año comenzó… Como fantasmas en el cielo…
Esperanza había en el corazón… Aprendí a apreciar el pecado…
Todo parecía ir mejor… Extrañar la rutina…
Hasta que el primer rumor Entender el ocio...
llego…
Saber que no somos
inmortales…
Una guerra, un incendio y un
temblor…
Y vivir con ganas…
Reíamos sin control…
Porque no temo vivir…
Hasta que el virus llego…
No temo morir…
Espero despertar…
Jugamos y nos burlamos…
Y ver a mi mamá…
No medimos el horror…
A quien amo…
Hasta que a mi casa entro…
Y a este mundo resucitar.

Dino-Javo
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La ultima carta en
cuarentena
Y como poder comenzar tan indeciso y con el mismo frío que
recorre mi piel cada vez que vuelvo a escribir, este amor de
cuarentena tan fugaz, tierno y a la vez tan torpe, tan débil y
otros días, por la madrugada, tan fuerte casi como el ir y venir
de las promesas que solo el sol de mañana podrá saber si se
van a cumplir, mensajes tan cortos que parecen anunciar un fin
y llamadas tan largas que parecen abrir una nueva realidad y, es
que, estamos tan acostumbrados a palpar el amor con una
caricia y con un beso que esto nos ha enseñado a apreciar lo
no comercial, esos pequeños gestos, la voz lejana o una
mención en la cita de algún buen escritor. El calendario corre y
más que planear una cita en el parque para apreciar a los patos
ir y venir de un lado a otro, se tiene que imaginar y así mismo
día con día inyectar una dosis de entusiasmo para esperar a
que suceda, es tan crudo, mierda, pero ahora es la realidad.
Tan desorbitado es todo que está carta se escribe con estos
últimos recursos: ese miedo, ese amor y esa ilusión de
sobrevivir al amor en tiempos de cuarentena.

Isaí de la Fuente Ventura

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Virginia
Era una tarde normal de marzo, mis amigos y yo teníamos apenas
una semana de haber regresado de la playa, y como nunca había
ido ahora todo me resultaba simple, estaba recostada en la sala
recordando cómo había sido el viaje, cuando escuché un grito, era
mi mamá:
-Virginia ven a comer.
-No tengo mucha hambre, respondí desganada.
Estaba distraída cuando de pronto, escuché que México se había
declarado en una emergencia sanitaria debido a una peligrosa
enfermedad respiratoria por lo que debíamos permanecer en casa
hasta nuevo aviso, en ese momento no sentí impacto alguno y me
concentré en el vasto mundo de los recuerdos.
Unos días después todo seguía normal, mi mamá y yo
desayunábamos juntas, como de costumbre, mis hermanos, Alex,
María e Isabel, se iban a la escuela y Ana, mi hermana mayor, y mi
papá a trabajar, así siguió todo hasta que cancelaron las clases y a
Ana la mandaron a trabajar desde casa. Entonces todo cambió, mi
mamá estaba acostumbrada a estar sola toda la mañana y ahora
enloquecía con María e Isabel y sus horarios desfasados de sueño y
comida, yo odiaba su desorden y que así podían vivir, Ana se
estresaba trabajando en casa y terminaba de muy mal humor, Alex,
de cierta forma, mantuvo su rutina, pues seguía trabajando, sin
embargo, el tener clases virtuales le molestaba porque a veces no
entendía algunos ejercicios. Mi papá fue el único que seguía
trabajando como normalmente lo hacía, por lo tanto se mantenía
emocionalmente estable.
Así estuvimos un par de semanas, todo nos molestaba del otro, era
como si no nos conociéramos, como si fuera la primera vez que
estábamos juntos, no conocíamos las manías de cada uno, ni sus
gustos o costumbres caseras, porque ahora ya cada quien tenía su
rutina diaria y en ella no estaba incluida pasar tanto tiempo con
toda la familia.
Por lo tanto nos quedaban dos cosas por hacer para sobrevivir a la
cuarentena: tener empatía y paciencia.
Suena terriblemente difícil pero así tenía que ser.

Melisa Camacho Ventura


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Nido
Un día por la mañana Isaac se levantó muy desganado, el
encierro lo tenía malhumorado y preocupado hizo lo de
siempre: levantarse de su cama, mirar por la ventana,
contemplar el cielo y a la vez la nada, estirar los brazos,
ducharse, almorzar etc. Lo cotidiano, lo usual, lo que está de
por más mencionar, lo que tú y otros hacen, pero, algo cambió,
un extraño y lindo suceso aconteció, lo descubrió de la manera
menos extraordinaria
Cepillándose los dientes y mirando por la ventana a su jardín y
ahí, en el guayabo el cual su madre estaba reacia de plantar,
yacía entre las hojas un pequeño colibrí, en su nido aleteando
sin cesar sus pequeñas alas con el sol se veían brillar, una y otra
vez, recordó que alguien, alguna vez menciono que si dejaran
de aletear, su corazón colapsaría dejaría de funcionar, o algo así,
la verdad es que no presto tanta atención. Pero, que tendrá de
extraordinario te estarás preguntando ¿acaso este tipo nunca
ha visto el nido de un ave? y la respuesta es, muchas veces los
ha observado palomas y golondrinas anidan en su tejado, en las
esquinas prefieren las golondrinas entre los recovecos,
escondidas hallarás a las palomas. Pero ¿que estaba
escribiendo yo?, que me desvío, que era lo que te contaba, ah
sí, en aquel nido, un pequeño huevo el colibrí había depositado,
tibio, frágil, desamparado, un pequeño hilo de vapor emanaba
del cascaron como gritándole al gigantesco mundo que le
rodeaba ¡aquí estoy! , se preguntó, ¿cómo se verá cuando
nazca?, al día siguiente la rutina volvía empezar levantarse de la
cama y bla bla bla… mientras desayunaba recordó aquel
suceso y más pronto que tarde se acercó a la ventana ¿Como

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lucirá? el desayuno ahora era un tema trivial, tanto que dejo su
plato a medio terminar y entonces lo vio, un pequeño y verde
amiguito encontró titiritando y chillando de frio , pronto su
madre se acerco para alimentarle y darle cobijo, esa escena lo
dejo maravillado y pronto, una nueva rutina había comenzado
todos los días y tardes le visitaba viéndolo crecer lentamente
añadiéndole alegría a su día dándole fin al hastío .
Como las pequeñas cosas nos dan abrigo en la soledad, o en
la incertidumbre dándonos ese impulso, esas ganas de seguir
vivos. Pero la vida, así como nos otorga nos arrebata y el
estaba por recordarlo, un día común como cualquier otro,
completo su rutina con satisfacción y viendo todo en su lugar se
marchó a trabajar, pero al volver una noticia le esperaba, lo
sospecho desde temprano cuando en la radio anunciaban:
cuídese y guarde su ropa pues según el meteorológico una
fuerte lluvia hoy nos toca,
Su hermana fue la primera en recibirlo y decirle. -el colibrí de su
nido cayó hice lo que pude y lo devolví, pero se ve herido y su
madre no ha vuelto.
Se acerco a observar, el nido estaba algo dañado como pudo lo
arreglo con hilos y un poco de ingenio. Pero a veces por mas
que uno se esfuerce el veredicto se ha dado , una fuerte lluvia
cayo a plantas y árboles lleno de alegría, pero vuelvo a decirlo,
así como la vida da, nos quita y aquel pobre nido no aguanto la
torrentosa lluvia de mayo se lo llevo y al pobre colibrí dejo
desamparado, su madre angustiada volaba y volaba agitada
contra la ventana como pidiendo que alguien le auxiliara y así
hizo el, salió a socorrerle y lo resguardo en una pequeña
manta pero todo fue en vano aquel colibrí ya no respiraba. Y
aquel nido , solitario había quedado una profunda tristeza se
sintió en el ambiente lo frágil de la vida , lo cruel y hermoso
de la naturaleza se hizo evidente … Pero eso mi querido
lector es algo cotidiano, la vida es frágil y no es para
siempre, así que ahora que estas resguardado en tu casa
quizás estés abrumado, cansado de estar encerrado, pero
recuerda que si ese es tu caso corres con suerte pues no
para todos es igual, busca la alegría en tu hogar, te dejo una
pista tal vez en un árbol cercano debas buscar.

Isaac Hernandez Duran 40


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Mi mundo
Salgo a observar el mundo, trato de ver lo más bello de él, pero
no puedo evitar llegar a sentir algo de odio. Es una herida, una
herida que ya lleva tiempo ahí, pero que aún no ha sanado, está
a carne viva y arde, duele. Así está mi mundo en estos
momentos, agonizando; y no solo el mundo, también sus seres.
Y ahora mis sentimientos cambian, toma lugar la tristeza,
porque sé que ya no hay vuelta atrás. En estos momentos se
escuchan los sollozos de aquellos que sufren, en el día, también
en la noche y aún más fuertes a esas horas donde todos
deberían estar durmiendo. No se puede dormir, nadie puede,
porque a todos les duele algo, todos agonizan y sienten el dolor
en su propia piel y en sus propias vidas, en su propia
experiencia.
Igual respiro profundo y trato de ignorar la lágrima que ha
lastimado mis ojos, porque siento el viento, que ahora es fresco,
del que puedo llenar mis pulmones sin remordimientos.
Mi vista se aclara ¡ya lo puedo ver! El mundo arde tanto como
el cielo mismo, como si alguien lo hubiese pintado ahí con
acuarela y del mismo color del sufrimiento, pero dando
pinceladas de esperanza, paz, armonía. El color que más resalta
y que menos encaja, pero que sin embargo es el cielo mismo, el
más puro.
“Mi mundo no duele, mi mundo no entiende de tierras ni de
balas ni guerras, del maltrato a mujeres. Mi mundo no entiende
de la gente mala”
Rupatrupa – Mi mundo

Julissa Salazar Gómez 42


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Nuestra pequeña
cuarentena
Ahí estaba yo parada observando la misma foto que he
observado los últimos años, y es que, aunque uno no quiera
volver al pasado, es inevitable mirar una foto o algún objeto
que te transporta a una época en la que quizás no eras más
feliz pero la añoranza siempre estará ahí, es algo que tienden
hacer los humanos, siempre se aferran al pasado.
En estos días, sobre todo, me da tiempo para pensar, con todo
lo que pasa en el mundo, tengo ganas de salir y de aportar algo
pero me siento atada, me siento inútil, la cuarentena me tiene
así, o eso era lo que pensaba hasta el momento en el que me
quedé mirando esa foto, y como toda gran revelación, es algo
que es muy obvio pero necesita ser dicha.
Las personas no están atadas por la cuarentena, eso es
mentira, todos los días vemos casos de abusos, maltratos,
desigualdad y no había cuarentena, entonces por que ahora,
por que cuesta trabajo asumir la responsabilidad, es como se
hubiera creado una cuarentena permanente, y es un excusa
para no hacer nada al respecto.
Pero aquí va una verdad más dura, cuando te das cuenta de
que si quisieras ayudar no serviría de mucho, como humanos
somos seres corruptibles aunque seamos buenos, para poner
uno ejemplo más claro, si ves a alguien siendo golpeado por un
grupo, “lo más bondadoso” que podrías hacer en ese momento
es llamar a la policía, pero esa es la triste verdad, ¿te sentirás
mal? si, pero que podía hacer uno contra cuatro, y así hay una
larga lista de personas desaparecidas o amenazadas por el
hecho de querer hacer los correcto.
Vivir indignado esta bien, quiere decir que uno es buena
persona, que no seríamos capaces de cometer una atrocidad, al
menos por iniciativa propia, pero compartir imágenes en las
redes sociales no ayuda de mucho, solo a que otras personas
se indignen, y es que el occhiolism de cada persona es tan
corta que cree que el hecho de hacer saber al mundo que no
esta de acuerdo, lo vanagloriara, pero eso no es la piedra con la
que terminaremos con los grandes imperios del mal.
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Hace falta coraje y hace falta dejar a un lado nuestros
sentimientos, ahora mismo, aquí en este instante, al pie de esta
escalera, había entrado en un estado de nodus tollens ya que la
razón de toda esta revelación estaba presionando mi garganta
con su navaja, dicen que cuando alguien muere ve pasar toda
su vida, en parte es cierto pero no es lo más importante, más
que eso, es el conocimiento de saber que nada de eso importa
ya que pudiste haber sido más valiente, generoso o incluso
malévolo.
Y es ahí cuando mueres que viene una revelación incluso más
grande que todo esto, necesitamos ser los mismos monstruos
que cometen todas estas atrocidades, para que dejen de existir
inocentes a los cuales agredir, después de todo yo solo era una
mujer en su casa respetando la cuarentena, cuando mi agresor
entró y decidió acabar con mi vida.
Claro está que el no esperaba que yo ya estuviera muerta y que
ahora fuera un monstruo, uno un poco más literal como en los
cuentos de terror, claro que hay peores en la vida real, así que
no me quedo más que voltear y devorar su rostro.
Yo había muerto mucho antes a manos de un de esos
monstruos reales, había sido una persona inocente, que solo se
quedaba mirando cuando agredían a alguien, que le daba
tristeza el ver una publicación con un niño muriendo de hambre,
pero que nunca tuvo el poder de hacer nada, cuando morí, eso
cambió, el mal que me mato me liberó de la inocencia que
envolvía mi corazón.
Ahora era una asesina, pero no de almas inocentes sino de
aquellos que violan, matan, destrozan y agreden, tu humanidad
te impide cometer estos actos pero es la misma humanidad la
que los provoca, entonces por que no utilizarla para cambiar las
reglas, quizás todos nos convirtamos en monstruos, pero es
nuestra única esperanza de dejar un futuro para las personas
que se conserven puras, de otra manera siempre viviremos con
miedo, y las atrocidades jamás cesaran, pero claro mientras no
te toquen a ti, seguirás viviendo en esta sociedad.
Occhiolism:La conciencia de lo pequeña que es nuestra perspectiva
Nodus tollens: la comprensión de que nuestra vida deja de tener sentido para
nosotros

Griselda Estrada Nieto 45


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Los tramos de luz que
conocemos
El pequeño ser recorre con cuidado los tramos de luz.
“Es tan molesto”, se dice, son pequeños y estrechos pero sabe
que el águila lo atrapará si se le ocurre tocar las sombras.
Conoce, que existen más como él, sin embargo, ahora no puede
ver más que sus propios pies por miedo a caer; eleva la voz y
canta con esperanza de que un sonido regrese pero el camino
de luz parece extenderse como lo haría un hilo y la oscuridad,
inmensa; todos sus intentos se hunden en ella, de manera tan
espantosamente lenta, que le asusta el pensar que alguien
contesta y él no lo escucha.
Decide avanzar lento.
Afuera, el águila ronda.
“¿Qué sería peor?” se pregunta el pequeño ser mientras
contempla el cuestionamiento de sus temores.
¿Por qué lo vigilaría el águila?, ¿se lo comería una vez sin la
protección de la luz o tal vez trataba de evitar que tocara lo que
contuviese la oscuridad?
Y la oscuridad, ¿se hundiría dentro de ella o tal vez pudiese
encontrar “más” una vez que la atravesara?
A pesar de todas las dudas, el pequeño ser conocía lo que
decían era correcto y volvió a mirar sus pies, para no tocar a las
sombras ni que le encontrase ningún águila.
Deyanira Albarrán
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