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I

II
EL
TAROT
MÍTICO
UNA NUEVA APROXIMACIÓN A
LAS CARTAS DEL TAROT
JULIET SHARMAN-BURKE
Y LIZ GREENE
CARTAS ILUSTRADAS POR TRICIA NEWELL

III
A Emily Kate, con amor.

Für Alois, der die besten Eigenschaften der Könige


der Kelche und Münzen in sich vereint, in Liebe.

Título del original inglés:


THE MYTHIC TAROT

© De la traducción: Felicitas di Fidio


© 1986. Texto, Juliet Sharman-Burke y Liz Greene
© 1986. Ilustraciones, Tricia Newell
© 1986. Eddison/Sadd Editions Limited
© 1998. De esta edición. Editorial EDAF, S. A., por acuerdo con EDDISON/
SADD EDITIONS LIMITED. Londres (Inglaterra)

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10ª edición, abril 2001

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I.S.B.N.: 84-7640-242-2

PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA


Anzos, S. L. – Fuenlabrada (Madrid)

IV
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 1 LOS ARCANOS 103


Los orígenes de las 1 MENORES
cartas del Tarot Los cuatro palos de la 103
El Tarot Mítico 6 baraja
EL PALO DE COPAS 111
LOS ARCANOS 11 Las cartas numeradas 111
MAYORES Las figuras 127
El Loco 15 EL PALO DE BASTOS 141
El Mago 19 Las cartas numeradas 141
La Emperatriz 23 Las figuras 158
El Emperador 27 EL PALO DE ESPADAS 171
La Suma Sacerdotisa 31 Las cartas numeradas 171
El Hierofante 35 Las figuras 189
Los Enamorados 39 EL PALO DE 203
El Carro 43 PENTÁCULOS
La Justicia 47 Las cartas numeradas 203
La Templanza 51 Las figuras 221
La Fuerza 55
El Ermitaño 59 LECTURA DE LAS 233
La Rueda de la Fortuna 63 CARTAS
El Colgado 67 Lo que el Tarot puede y 233
La Muerte 71 lo que no puede hacer
El Diablo 75 Cómo relacionar las 235
La Torre 79 cartas entre sí
La Estrella 83 Cómo echar las cartas 236
La Luna 87 Cómo leer las cartas 239
El Sol 91 echadas
El Juicio 95 Dos ejemplos de cartas 242
El Mundo 99 echadas
Conclusión 253

BIBLIOGRAFÍA 255
RECONOCIMIENTOS 256

V
VI
INTRODUCCIÓN

Los Orígenes
de las Cartas del Tarot

Los orígenes de las cartas del Tarot –quien las diseñó primero,
dónde, cuándo y con qué objeto– siguen siendo vagos y escurridi-
zos, a pesar de los innumerables libros y artículos que a través de los
años han intentado iluminar la oscuridad en la que están envueltas
las cartas. El perenne encanto de las cartas queda patente no sola-
mente por estos escritos, a veces cuerdos y eruditos, a veces dispara-
tadamente místicos; sino también por la fascinación que las cartas
del Tarot siguen ejerciendo sobre el profano, a pesar de que los es-
cépticos pretendan burlarse de ellas y relegarlas al contenedor gene-
ral de las lecturas superficiales para la hora del té, de las bolas de
cristal y otras rarezas. Sea como sea, las cartas del Tarot han ocupa-
do la imaginación humana durante quinientos años por lo menos, y
puede que mucho más, y desde luego no parece que vayan a desapa-
recer.
¿Que son estas extrañas cartas dibujadas que siguen ejerciendo
una misteriosa llamada precisamente sobre aquellos individuos que
se consideran sensibles y que no suelen ser propensos a creer en los
misterios ocultos? En parte, la respuesta puede ser que las cartas del
Tarot no son «ocultas» –es decir, no son sobrenaturales y mágicas
en el sentido en que generalmente se usan estas palabras, y no son
de exclusiva propiedad del iniciado esotérico, aunque a muchos es-
tudiantes del Tarot les gustaría pensar eso–. Parece ser que en la
mitad del siglo XV –los eruditos del momento creen que las cartas
han aparecido por primera vez en Europa– ellas podían servir a
cualquiera que pudiera hacerse con una baraja y que quisiera esfor-
zarse por entenderlas y usarlas. Con este libro tenemos la intención

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de devolver a las cartas del Tarot su accesibilidad primitiva, para
que no tengan que seguir siendo propiedad del erudito o del ocultista
que deliberadamente oscurece su simbolismo.
Todos los que han escrito sobre el tema del Tarot han atribuido
en algún momento el invento de las cartas a una extensa gama de
fuentes. Algunos aseguran que sus orígenes se encuentran en los
rituales religiosos y en los símbolos de los antiguos Egipcios; otros
sugieren que proceden de los cultos arcanos de Mitra, en los prime-
ros siglos después de Cristo. Otros más encuentran coincidencias
con las religiones paganas de los Celtas, o con los ciclos de la le-
yenda romántica del Santo Grial que surgieron en Europa Occiden-
tal durante la Edad Media. Otros eruditos serios, basándose en lo
que se puede ver y tocar en los museos, se centran en las cartas más
antiguas que tenemos, y creen que han sido pintadas en el Renaci-
miento. En efecto, si queremos basar nuestra investigación de los
orígenes del Tarot exclusivamente en las pruebas reales, las prime-
ras barajas documentadas de cartas del Tarot –las que incluyen no
solamente los cuatro palos ordinarios de las cartas de juego, sino
también lo que ahora se conoce como los Arcanos Mayores o Triun-
fos del Tarot– surgieron en la segunda mitad del siglo XV y fueron
pintadas en Italia. Hay dos barajas de esta clase, la primera es cono-
cida como la baraja de Carlos VI, y la segunda como la baraja de
Visconti-Sforza. Pero, en realidad, la existencia de estas dos barajas
de cartas del Tarot, muy bien dibujadas, no nos dicen nada seguro.
Lo que pasa es que es todo cuanto tenemos en nuestras manos. Y si
verdaderamente son el primer invento del Tarot, este documento
histórico no puede revelar por qué en la era moderna nosotros, que
hemos dejado atrás hace mucho tiempo las creencias y los conceptos
peculiares del Renacimiento, tendríamos que encontrar que los sím-
bolos y las imágenes de las cartas tienen semejante aspecto de pro-
funda significación. Estas cartas ilustradas parecen evocar vagos
recuerdos y asociaciones poco conocidas con los mitos, las leyendas
y el folclor, y significan, pese a toda objeción racional, una especie
de historia o secreto que no puede ser formulado totalmente y que se
nos escapa en el momento en que pretendemos definirlo con dema-
siado rigor.
2
El Renacimiento italiano supuso un resurgimiento del pensa-
miento Griego clásico con su espíritu dinámico de experiencia,
aventura y acción. Desde la gris, rígida y melancólica visión del
mundo de la Edad Media, el brillante espíritu animador de la Grecia
antigua estalló sobre el mundo Occidental con una enorme energía y
unas consecuencias incalculables. Los manuscritos griegos –sobre
todo los escritos de Platón y de los filósofos Neoplatónicos y Her-
méticos de Alejandría y de Oriente Medio– se abrieron camino en
Occidente tras el saqueo de Constantinopla realizado por los turcos
en 1453. Estos manuscritos, que no habían sido utilizados en Europa
Occidental desde que los godos invadieron Roma, llegaron a Flo-
rencia en un momento en que los gobernantes de esa ciudad simpa-
tizaban con semejantes escritos heréticos, y el nuevo espíritu de ex-
tensión rápidamente gracias al reciente invento de la imprenta. Ese
movimiento Neoplatónico-Hermético desafiaba descaradamente las
creencias que, durante muchos siglos, se habían considerado sacro-
santas, porque desobedecía abiertamente a la autoridad de la Iglesia,
censurando la obediencia ciega al dogma, y fomentando el desarro-
llo psicológico del individuo. Esa nueva visión del mundo era tan
pagana como lo fue cristiana, y las imágenes de los antiguos dioses
y diosas empezaron a aparecer en el arte renacentista allá donde
antes solo había habido temas religiosos convencionales. Esto se
extendió por Europa Occidental justo cuando se empezaron a utili-
zar las primeras cartas del Tarot que se conocen.
Tenemos que conocer un poco lo que esta nueva visión del
mundo Neoplatónico-Hermético defendía, para que podamos enten-
der mejor el significado de las cartas del Tarot. Podemos también
empezar a vislumbrar precisamente por qué las cartas cayeron en tal
descrédito y fueron asociadas a la labor del Diablo. Fundamental-
mente, la nueva visión del mundo desafiaba la vieja idea medieval
de que el hombre era una pobre criatura pecadora que solo podía
conocer a Dios a través de su intermediaria, la Iglesia. «¡Qué gran
milagro es el hombre!» fue el grito unánime del Renacimiento, por-
que en la nueva visión el hombre era un orgulloso co-creador en el
cosmos de Dios. El movimiento Neoplatónico-Hermético creía que
el ser humano era en esencia un microcosmos del universo, y que,
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por lo tanto, el autoconocimiento –conocimiento del alma– era el
único verdadero camino religioso a través del cual el ser humano
puede volver a conectar con sus orígenes divinos. El autoconoci-
miento era, por cierto, la primera sentencia de los griegos; el «conó-
cete a ti mismo» fue grabado en la entrada del templo de Apolo en
Delfos. Y conocimiento de uno mismo quiere decir conocimiento de
las muchas y variadas tendencias e impulsos del interior del hombre
o de la mujer, algunas de ellas oscuras y luminosas a la vez, como el
conocimiento de los ciclos del desarrollo que tiene lugar en la vida
humana. La multiplicidad de los dioses Griegos para la mente rena-
centista que acababa de despertar era una analogía mejor y más ver-
dadera de los complejos modelos del universo que el mundo más
bien estático de la trinidad con su deidad exclusivamente masculina
y bienhechora. Además, si el hombre era un gran milagro y un co-
creador en el cosmos, tenía derecho a influir en sí mismo y en su
mundo, perfeccionando la creación no tan perfecta de Dios, en vez
de aceptar su suerte con sumisión según el dogma religioso. No es
de extrañar que la Iglesia se haya vengado con tanta saña, obligando
incluso a esta nueva visión del mundo a ocultarse en los dos siglos
siguientes.
Junto con los brillantes y polifacéticos dioses griegos, el Rena-
cimiento adoptó también un método griego de aproximación a los
dioses: el arte de la memorización, que en un principio desarrolló
como una especie de clave pictórica para la meditación. Tanto si el
individuo deseaba simplemente recordar el texto de una oración o
un poema, como si quería experimentar la percepción de la conexión
del alma con el universo, estos sistemas comprendían el estudio o la
meditación sobre una serie de imágenes mágicas, cada una de las
cuales era un símbolo y, por lo tanto, tenía muchos significados. Un
ejemplo de sistema de memorización que aún se utiliza en las igle-
sias Católicas es el Vía Crucis, que pretendía recrear en la mente y
en el corazón del observador todas las etapas de la vida de Cristo, su
muerte y su resurrección. Durante el Renacimiento, los sistemas
memorísticos fueron asociados a los talismanes o emblemas mági-
cos, estampas o amuletos dirigidos a evocar en el observador el sen-
timiento de un determinado poder que actúa en la vida a muchos
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niveles. La finalidad de dicha meditación era la de formar una espe-
cie de escalera para alcanzar niveles más altos de conciencia y pene-
trar en el mundo divino. Las imágenes de los dioses griegos que
aparecen en pinturas, como en los cuadros de Botticelli o en las pri-
meras barajas del Tarot, no son simples renacimientos del culto pa-
gano. Se consideraban símbolos de las grandes leyes que funcionan
en toda la creación. La meditación en estas imágenes estaba dirigida
a restaurar el «recuerdo» de la vida divina del alma, elevando la
conciencia individual que está entrampada en las frivolidades mun-
danas del mundo material y volviendo a conectar a la persona con su
fuente real.
La Iglesia naturalmente consideraba que semejante comercio
con las imágenes paganas era obra del Diablo, y prohibió drásti-
camente que se estudiaran esos temas heréticos. Luego surgió la
llamada Ilustración, que introdujo la visión «científica» del mundo y
aparentemente puso fin a la necesidad mística de los siglos anterio-
res, y las cartas del Tarot fueron condenadas a vivir en el mundo
sombrío de los ocultistas de los siglos XVIII y XIX. Las cartas ya no
eran accesibles al público ni tenían importancia para ninguna idea
filosófica o espiritual que se aceptara en sociedad, y fueron progre-
sivamente amañadas y cambiadas de acuerdo con las particulares
creencias espirituales del grupo o de la orden que había conseguido
tenerlas. De modo que las cartas del Tarot que nosotros vemos nor-
malmente son interesantes híbridos, y están influenciadas por todas
estas cosas, desde la Cábala hasta las leyendas del rey Arturo, desde
las prácticas mágicas de nuestros días hasta el simbolismo de los
Rosacruces. Estos híbridos son interesantes, aunque hayan perdido
su original universalidad, y el lector medio, que desea aprender más
sobre las cartas, se echa muchas veces atrás debido al oscuro simbo-
lismo y quizá a la rígida moral y a la doctrina espiritual que ha sido
inyectada en ellas por una determinada escuela esotérica.

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El Tarot Mítico

Hemos tratado de devolver a las cartas del Tarot algo de su ori-


ginal sencillez y accesibilidad, volviendo a dibujar la baraja según
las imágenes de los dioses griegos tan queridos por los artistas y
escritores del Renacimiento, y que forman el puntal cultural de la
vida de Occidente. Los dioses griegos no son propiedad exclusiva de
ninguna escuela esotérica particular, de ninguna doctrina religiosa,
de ningún camino espiritual. Son amorales, aunque contienen ver-
dades morales profundas, e impregnan nuestros modernos símbolos
religiosos judeo-cristianos, así como el arte y la literatura de toda la
cultura occidental; y siguen siendo las imágenes más importantes y
concretas que sirven para describir las obras polifacéticas y multico-
lores del alma humana. Son símbolos de la naturaleza tal y como es,
nuestra propia naturaleza humana tal y como es, con su profunda
ambivalencia de cuerpo y espíritu, y sus tendencias, recíprocamente
contradictorias, hacia la autorrealización y hacia la inconsciencia.
Nuestro entendimiento de nuestra propia ambivalencia solo recien-
temente ha empezado a despertar para su antiguo objetivo, gracias a
la moderna psicología de lo profundo, que inevitablemente ha tenido
que volver al origen –los dioses paganos– para comprender el com-
portamiento humano. Así que, tanto en el texto como en las cartas,
nos hemos adherido a los significados tradicionales de las cartas,
resucitando al mismo tiempo los viejos dioses que durante siglos
habían sido ocultados por adornos.
¿Qué es el mito? Nuestros diccionarios nos ofrecen varias defi-
niciones. Una de ellas es que el mito es una historia falsa –una pers-
pectiva que, por una parte, es válida sin duda, pero que, por la otra,
es desgraciadamente inadecuada Desde luego, no ha habido ningún
arqueólogo que haya encontrado los huesos de Edipo o de Hércules.
Pero lo que puede ser falso desde el punto de vista práctico, puede
ser verdadero en un nivel íntimo, como una especie de experiencia
subjetiva. La palabra mito puede significar también un esquema o
plan, y es este el sentido que debemos tener en cuenta a la hora de

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mirar las cartas del Tarot. Las imágenes míticas son ilustraciones
verdaderamente espontáneas, surgidas de la imaginación humana,
que describen en lenguaje poético las principales experiencias hu-
manas y las principales tendencias humanas de desarrollo. La psico-
logía ahora utiliza el término «arquetipo» para describir estas ten-
dencias. Arquetipo quiere decir una tendencia que es universal y
está presente en todos los pueblos, en todas las culturas, en todas las
épocas de la historia.
El nacimiento, por ejemplo, es una experiencia arquetípica. Esto
obviamente es cierto en un nivel concreto –todos, en algún momen-
to, hemos nacido–. Pero es también una experiencia psicológica de
una clase arquetípica, ya que cada vez que empezamos algo nuevo o
entramos en una nueva fase de nuestra vida, se produce una especie
de nacimiento. Y el nacimiento implica también otros estados subje-
tivos, porque haber nacido significa haber dejado las aguas confor-
tables y tranquilas del vientre materno, tanto en un nivel físico como
en un nivel psicológico. La muerte es también una experiencia ar-
quetípica: todos vamos a morir algún día. Pero la muerte es también
psicológica, puesto que la vida cambia y nosotros mismos cambia-
mos, y cada vez que se produce un final de algún tipo, una separa-
ción o el fin de una fase de la vida, hay una especie de muerte. La
pubertad, cuando el niño o la niña se transforma en hombre o mujer,
es otro arquetipo. Todos pasamos por las profundas etapas físicas y
emocionales de la pubertad aproximadamente entre los doce y los
quince años. Pero podemos también pasar por ello muchas veces a
lo largo de la vida, en un nivel interior y subjetivo, cada vez que
pasamos de un modo de ver las cosas fundamentalmente infantil e
ingenuo a una comprensión plena de la vida que penetra y pro-
fundiza en ella. Por este motivo, un mito como el de la joven Persé-
fone arrebatada a su madre por el dios subterráneo Hades es a la vez
una imagen del proceso de la pubertad con su aterradora separación
del confortable mundo familiar y la irrupción de la vida desconoci-
da, y una imagen de una experiencia psicológica que puede ocurrir
cada vez que nos aferramos a unas formas de ver la vida ingenua y
virginales y nos vemos forzados por la experiencia a descubrir pro-
fundidades desconocidas en la vida y en nosotros mismos.
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El mito retrata las tendencias arquetípicas en la vida humana a
través de ilustraciones e historias. El mito griego es una descripción
sofisticada y de una creatividad constante de cómo estamos hechos
por dentro. Esto es lo que comprendió la mentalidad del Renaci-
miento, y es lo que asoma detrás de la imaginería, siempre descon-
certante, de las cartas del Tarot, que trascienden los cambios cultu-
rales y la conciencia de los últimos cuatro milenios y nos vuelve a
conectar –como los viejos sistemas memorísticos– con los antiguos
y eternos designios.
Vemos, pues, que hay dos caminos para acercarse a las cartas
del Tarot. Podemos coger el camino histórico, que es fundamen-
talmente práctico, y podemos coger el camino psicológico, que es
fundamentalmente arquetípico. Con el primero podemos explicar –o
podemos al menos intentar explicar– los orígenes y las intenciones
iniciales de las cartas. Pero el segundo descubre la fuente de su fas-
cinación eterna, a pesar de que ahora estamos más preparados cientí-
ficamente y sabemos más. En el mundo imaginario del alma, las
experiencias no están relacionadas con la causalidad, sino con el
significado. En nosotros funcionan tendencias distintas a las tenden-
cias concretas, y, a menos que entendamos algo del alma, las extra-
ñas coincidencias de las cartas del Tarot pueden parecer espantosas
o molestas. Las relaciones entre los acontecimientos externos de la
vida y las imágenes de las cartas del Tarot no se producen porque
las cartas sean «mágicas», sino porque hay un significado en común.
Eso es lo que entendemos por nacimiento, muerte y pubertad, que
son experiencias internas tanto como externas. Encontramos estas
experiencias una y otra vez en diferentes niveles y en distintos mo-
mentos de la vida, y así habrá una carta del Tarot que describirá
cada una de ellas, y que de algún modo aparecerá, misteriosamente,
sin «causa» aparente, cuando nos echen las cartas en un momento en
que estemos experimentando interiormente dicho acontecimiento
arquetípico. Así pues, el modo en que el Tarot «trabaja» en un sen-
tido predictivo es como una especie de espejo del alma. La naturale-
za arquetípica de las imágenes toca en secreto los acordes incons-
cientes del que lee la carta, y refleja el conocimiento o discernimien-
to, desconocido hasta entonces, en relación con la situación del
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cliente –y así revelan claramente cosas que quizá no podrían ser
descubiertas de un modo racional. Por eso los poderes «clarividen-
tes» y «psíquicos» no son un requisito previo para un lector sensi-
ble, sino más bien un conocimiento de las tendencias o corrientes
que actúan en la vida y que las imágenes de las cartas reflejan.
Ahora podemos volver a nuestras cartas, y entender mejor el
gran diseño arquetípico, la historia o el mito que están retratados en
sus viejas imágenes.

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LOS ARCANOS MAYORES

Las 22 cartas que se llaman los Arcanos Mayores del Tarot son
una serie de imágenes que retratan las diferentes etapas de un ca-
mino. Este camino es algo que tienen en común muchos mitos, le-
yendas y cuentos de hadas, así como las grandes enseñanzas religio-
sas del mundo. Se trata del camino de la vida que todos los seres
humanos han de recorrer, desde el nacimiento, pasando por la infan-
cia y el poder y la influencia de los padres, pasando por la adoles-
cencia con sus amores, conflictos y rebeliones, pasando por la ma-
durez con sus pruebas mundanas y sus desafíos éticos y morales,
pasando por los fracasos y las crisis, la desesperación y la transfor-
mación, y el despertar de una nueva esperanza, hacia una eventual
victoria y el alcance de la meta –que a su vez lleva a otro camino.
Este ciclo no es tan solo un ciclo de edad cronológica, sino también
un ciclo que se produce muchas veces en una vida, porque todo lo
que nos sucede tiene un comienzo, una mitad y un fin. Puesto que el
camino retratado por los Arcanos Mayores es arquetípico, lo cual
quiere decir que no importa cuáles sean los detalles concretos de una
vida determinada, larga o corta, banal o dramática, buena o mala,
ciertas etapas del desarrollo psicológico nos aguardan a todos. To-
dos hemos sido niños y hemos tenido padres, y todos tenemos den-
tro de nosotros un lado infantil y estamos preparados a empezar de
nuevo. Todos hemos experimentado fracasos y triunfos, grandes o
pequeños, y todos crecemos, aunque a veces lo hacemos con desga-
na. Por eso el camino arquetípico de la vida, que es, en realidad, un
camino interior y se produce en muchos niveles diferentes, se ha
podido hallar a lo largo de los milenios en tanto derroche de creati-
vidad. La antigua epopeya Babilónica Gilgamesh, con su héroe que
ha de luchar contra las fuerzas del mal, en realidad no es muy distin-
ta a nuestra Guerra de las Galaxias.
Los cambios internos apresuran los acontecimientos externos, y
los acontecimientos externos fomentan los cambios internos. A ve-
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ces es difícil decir si, por ejemplo, una aventura amorosa ha origina-
do una explosión de actividad creativa y un nuevo discernimiento, o
si un nuevo discernimiento y una manera más creativa de mirar la
vida nos han arrastrado hacia una aventura amorosa. Es difícil decir
también si una quiebra en los negocios origina amargura y descon-
fianza en los demás, o si una innata desconfianza y recelo apresuran
la quiebra financiera debido al alejamiento de los socios. Por eso, las
imágenes de los Arcanos Mayores describen ambas cosas, el estado
interno del individuo en un momento determinado de su vida, y la
clase de experiencias que el individuo es probable que encuentre en
la vida externa. Lo interno y lo externo van juntos, porque el mismo
individuo está en el centro de ambos. Como escribió una vez el gran
psiquiatra suizo Carl Jung, la vida de una persona es característica
de la persona. La adivinación y el discernimiento psicológico van
parejos a las imágenes de los Arcanos Mayores, porque lo que nos
ocurre por fuera está ligado a lo que nos ocurre por dentro. El miste-
rio del porqué una determinada carta del Tarot tiene que aparecer
cuando nos echan las cartas, como si «por casualidad» misteriosa-
mente tuviera algo que ver no solamente con la situación psicoló-
gica del «consultante» (la persona que solicita la consulta), sino
también con sus circunstancias en ese momento, es inexplicable en
términos causales corrientes. Por este motivo, mucha gente se ha
asustado de las cartas y cree que hay algo mágico o sobrenatural en
ellas. Pero no es así, es el alma humana que contiene profundidades
de las que sabemos poco y que parece que está conectada con el
mundo «externo» por medio de acordes significativos. De alguna
manera, entender el sentido interno de una experiencia particular –
¿Qué tiene que ver esto conmigo?– nos puede ayudar a hacer frente
mejor a esa experiencia y a responder a ella de un modo más rico y
creativo, ya que dicha experiencia ya no se vive como una casuali-
dad o la mala suerte o el destino ciego. Podemos ver las huellas de
nuestra propia forma de ser en cualquier cosa que nos ocurra.
El camino de los Arcanos Mayores es, en realidad, el camino
del Loco, que es la primera de las veintidós imágenes. Seguimos al
Loco, y en algún sentido profundo somos el Loco, que emerge de la
oscuridad del vientre de la madre y salta a lo desconocido. Encon-
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tramos las experiencias principales de la niñez –los padres biológi-
cos y los padres internos del espíritu y de la imaginación– en las
cartas del Mago, la Emperatriz, el Emperador, la Suma Sacerdotisa
y el Hierofante. Reconocemos los conflictos y las pasiones de la
adolescencia en las cartas de los Enamorados y del Carro. Encon-
tramos las pruebas sociales y los desafíos morales de la vida en las
cartas de la Justicia, la Templanza, la Fuerza y el Ermitaño. Pasa-
mos por las crisis, las pérdidas y las desgracias repentinas retratadas
por la Rueda de la Fortuna, y sufrimos el desamparo y la desespe-
ranza del Ahorcado y de la Muerte. Hallamos al Loco encarado con-
sigo mismo como el secreto artífice de su propio destino en el Dia-
blo y en la Torre. De esta oscuridad ha nacido la esperanza en las
cartas de la Estrella, la Luna y el Sol; y la victoria sobre las tinieblas
y la reconciliación con la vida llega con las cartas del Juicio y del
Mundo.
Las imágenes de los Arcanos Mayores son antiguos y evoca-
dores símbolos de las experiencias de la vida que pertenece a nues-
tra condición humana y a nuestro humano destino. Símbolos como
estos confieren dignidad a la vida, porque descubrimos que ha habi-
do otros antes que nosotros, y hemos hallado un camino a recorrer,
hemos crecido y nos hemos enriquecido. Todas las cartas tienen
significados ambivalentes, de modo que pueden sugerir las dos di-
mensiones de la experiencia la positiva y la negativa. Ninguna de las
veintidós cartas es totalmente «buena» o totalmente «mala», aunque
hay algunas más fáciles o más difíciles, según la calidad de la expe-
riencia que retratan. Por eso nosotros no utilizamos el método de
poner las cartas al revés (interpretándolas como «buenas» si al
echarlas aparecen al derecho, y como «malas» si aparecen al revés).
Esta técnica de las inversiones es un invento relativamente moderno,
y más que aclarar el sentido de la carta puede crear confusión. La
«importancia» de una carta, para bien o para mal, se hace más inte-
ligible en el contexto de la tendencia global de las cartas echadas,
cosa de la que hablaremos más ampliamente en el capítulo corres-
pondiente. Pero una experiencia arquetípica y, por lo tanto, la ima-
gen arquetípica que la encarna, es una mezcla tan sutil de positivo y
negativo que es imposible separar totalmente lo uno de lo otro.
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Todas las cartas de los Arcanos Mayores son ritos de tránsito –
etapas o procesos, más que resultados finales o situaciones estáticas
que son invariables–. Cada etapa de la vida conduce a la siguiente,
y, aunque intentáramos comprensiblemente detener el tiempo y
permanecer en una situación confortable, no está en nuestro poder
como mortales volver del revés el ciclo progresivo de la vida y de-
tenerlo en un lugar recóndito. De modo que al final del camino el
Loco vuelve a empezar, porque cuando nos damos cuenta de que
hemos alcanzado la meta y que hemos conseguido lo que nos ha-
bíamos propuesto, otra meta, más profunda y más elevada, se mate-
rializa tras la primera, de modo que cada final en realidad es una
preparación para algo más, y empezamos otra vez el ciclo.
Vamos a analizar ahora cada una de las veintidós cartas de los
Arcanos Mayores más detalladamente.

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EL LOCO

La carta del Loco, el primero de los Arcanos Mayores,


retrata a un joven montaraz, vestido con pieles de animales
deshilachadas y de distintos colores; bailando al borde del
precipicio en una actitud de abandono estático. Lleva en su
pelo castaño una guirnalda de hojas de parra y tiene unos
pequeños cuernos, como los de una cabra, en la frente. Sus
ojos se elevan hacia la aurora que apunta en el horizonte,
justo donde el sol se puede ver. A su alrededor se encuentra
un paisaje árido, de rocas marrones y grises. A su izquier-
da, oculta en las sombras de la noche que se aleja, está la
boca de la cueva de la que él ha salido. Encima de ella, so-
bre una rama pelada, está encaramada un águila.

El águila es el pájaro Los cuernos de cabra


de Zeus, rey de los sobre la frente del
dioses, que vela sobre Loco sugieren, al
el Loco, que se igual que las pieles de
prepara a arrojarse a animal que lleva, que
lo desconocido. él es como un animal
joven, que ha sido
La cueva de la que conducido a la vida
sale el Loco es el por instinto, sin tener
pasado, la masa aún conciencia ni
oscura e poseer entendimiento.
indiferenciada de la
que va a tomar
forma el comienzo de
un verdadero sentido
de individualidad.

Aquí nos encontramos con el héroe de nuestro camino a la ma-


nera del misterioso dios Dionisos, el que Nació Dos Veces. Era hijo
del gran Zeus, rey de los dioses, y de Semele, una mujer mortal,

15
princesa de Tebas. La esposa de Zeus, Hera, furiosa por la infideli-
dad del marido, se disfrazó de niñera y susurró a Semele que tenía
que probar su devoción de amante pidiendo a Zeus que se le mani-
festara en toda su divina gloria. El dios, que había prometido a Se-
mele cualquier cosa que deseara su corazón, se vio obligado por su
promesa cuando ella insistió en que le revelara su divinidad. Con
disgusto, se manifestó como trueno y relámpago y Semele ardió en
llamas. Pero Zeus logró rescatar al niño que iba a nacer. Hermes, el
mensajero de los dioses y protector de la magia, cosió el feto en el
muslo de Zeus; así nació Dionisos.
Hera seguía persiguiendo al extraño niño con cuernos, y mandó
a los Titanes, los dioses de la tierra, a que lo hicieran pedazos. Pero
Zeus rescató el corazón del niño, que aún latía. A este corazón lo
transformó en una pócima de semillas de granada, y esta bebida
mágica fue ofrecida a la virgen Perséfone por Hades, el dios oscuro
del mundo subterráneo, cuando la raptó. Perséfone quedó embara-
zada, y así Dionisos volvió a nacer en el mundo subterráneo. Por eso
se llamó Dionisos Yaco, el Nacido Dos Veces, dios de la luz y del
éxtasis. Su padre Zeus le ordenó vivir entre los hombres y compartir
sus sufrimientos, Hera le hirió con la locura, y él vagó por todo el
mundo, seguido por sátiros silvestres, muchachas y animales. Obse-
quiaba con vino al género humano, y llevaba el éxtasis de la ebrie-
dad y la redención espiritual a los que estaban dispuestos a renunciar
a su apego al poder mundano y a la riqueza. De vez en cuando, su
padre celestial, Zeus, lo elevara al Olimpo, donde tomaba su asiento
a la derecha del rey de los dioses.

A nivel interior, Dionisos, el Loco, es una imagen del misterioso


impulso que tenemos dentro de arrojarnos a lo desconocido. Nuestra
parte conservadora, prudente y realista contempla con horror este
espíritu salvaje y juvenil, que, confiando en la providencia, se dis-
pone a caminar sobre el borde del precipicio sin un momento de
vacilación. La locura de Dionisos parece locura solo a esa parte de
nosotros que está constreñida al mundo de la forma, los hechos y el
orden lógico. Pero en un sentido más profundo no es locura, ya que
es el impulso hacia el cambio que cae sobre nosotros «del cielo»,
16
que no tiene una base racional ni un programa de acción prefijado.
El dios está retratado en pieles de animal, porque, de alguna manera,
esta dimensión intuitiva e irracional de la personalidad humana es
una especie de sexto sentido, un instinto animal que oye una música
con la que las orejas, cansadas y acostumbradas a la realidad concre-
ta, no están armonizadas. Dionisos es el hijo del rey de los dioses, y
está en armonía con el espíritu de su padre, aunque este le haya or-
denado vivir en la tierra con los mortales: pero cuando este impulso
nos hiere, es difícil saber si procede de la morada celeste de Zeus o
de un lugar más oscuro, más subterráneo.
Por eso, Dionisos, el Loco, representa el impulso irracional ha-
cia el cambio y hacia los horizontes de la vida, abiertos a lo des-
conocido. El Loco está en el comienzo de su camino, y cuando no-
sotros somos heridos por el misterioso impulso que él representa,
estamos también en el umbral de un camino. Estos impulsos irracio-
nales en ocasiones pueden ser destructivos, en otras creativos; y
muchas veces son ambas cosas juntas. El dios silvestre puede a ve-
ces saltar al borde del precipicio en situaciones penosas y perjudi-
ciales que pueden también dar lugar a unos comienzos maravillosa-
mente creativos, y el individuo sentirse inundado por un extraño e
inexplicable deseo de un determinado alimento espiritual que él o
ella no puede comprender del todo. Pero si nunca contestamos a
estas llamadas del otro mundo, entonces nos hundimos en vidas
monótonas, banales y sin sentido, y al final de nuestra vida nos sor-
prendemos de lo que nos hemos perdido y de que el mundo nos pa-
rezca tan vacío. Por eso el Loco es una figura absolutamente ambi-
valente, porque al comienzo de un camino así no hay ninguna garan-
tía de que lleguemos del todo sin peligro. No comenzarlo significa
negar al dios, que en un nivel interno quiere decir negar todo cuanto
hay en nosotros de juvenil, de creativo, y que está en contacto con lo
que está por encima de nosotros mismos.

A nivel adivinatorio. Dionisos, el Loco, predice la llegada de un


nuevo capítulo de nuestra vida cuando aparece al echar las cartas. Se
precisa algún tipo de riesgo, y tener ganas de dar un salto hacia lo
desconocido. El Loco es ambiguo, igual que Dionisos, porque no
17
podemos saber si vamos a entrar en la percepción que el Loco tiene
de lo divino o si vamos a acabar simplemente haciendo el ridículo.
Así comienza, entre la ambigüedad, la emoción y el temor, el gran
camino de la vida retratado por los Arcanos Mayores del Tarot.

18
EL MAGO

La carta del Mago retrata a un joven fuerte y delgado,


de pelo moreno y rizado, que está mirando hacia nosotros
en un cruce. Va vestido para el camino con una túnica cor-
ta, blanca, y con una capa de viaje, de color rojo oscuro.
Con su mano izquierda señala hacia el cielo. Con la dere-
cha señala a una roca lisa que está ante él en el centro de
la convergencia de los caminos. Sobre la roca hay cuatro
objetos juntos: una copa, una espada, una vara flamante o
caduceo, rodeada de dos culebras y una bolsa de monedas
de oro. Detrás de él se puede observar un paisaje yermo, de
rocas marrones y grises –una continuación del paisaje que
encontramos en la carta del Loco. Dos ramas del camino
desaparecen en la lontananza rocosa.

La capa representa la La bolsa de


Copa de la Fortuna, pentáculos o monedas
entendida señala a Hermes como
principalmente como el dios de la buena
Suerte en el amor, suerte inesperada y
porque Hermes es un como el protector de
sabio en el conoci- mercaderes y hombres
miento del corazón. de negocios.

La espada representa El caduceo es la vara


el filo cortante de la mágica de Hermes,
mente y su poder, rodeada de dos
que ha sido dado a Culebras que
Hermes por su padre representan a todos los
Zeus. contrarios: el bien y el
mal, el masculino y el
femenino, la oscuridad
y la luz.

19
Aquí encontramos al dios Hermes, guía de caminantes, protec-
tor de ladrones y embusteros, soberano de la magia y la adivinación,
y el que trae la buena suerte inesperada y los cambios de fortuna. Se
llama el Tramposo, porque es falso y ambiguo, no obstante, es el
mensajero acreditado de los dioses y el que guía a las almas al mun-
do subterráneo. En la mitología Griega Hermes era hijo de Zeus, rey
de los dioses, y de la misteriosa ninfa Maia, que se llamaba también
Madre Noche. Por eso él es hijo tanto de la luz espiritual como de
las tinieblas primordiales, y sus colores –rojo y blanco– reflejan la
mezcla de las pasiones terrenales y de la claridad espiritual que for-
man parte de su naturaleza.
Cuando Hermes era tan solo un niño, salió de la cuna con paso
vacilante y le robó una manada de vacas a su hermano Apolo, el
dios-sol. Para engañar a Apolo se puso las sandalias al revés, para
que el dios airado fuera en dirección contraria a la del culpable.
Cuando Apolo al final se enfrentó con él y le preguntó quién había
robado su ganado, Hermes se presentó ante él con un regalo: una lira
hecha de concha. Hermes hizo alabanzas a su hermano con un len-
guaje adulador y melifluo, diciéndole al viejo dios que el regalo era
en honor de la extraordinaria habilidad de Apolo para la música.
Apolo quedó tan seducido que se olvidó del ganado, y a cambio le
otorgó a Hermes un regalo propio: el don de la adivinación. Hermes
se convirtió así en el maestro de los cuatro elementos, con el poder
de enseñar a los hombres las habilidades de la geomancia (la adivi-
nación a través de la tierra), la piromancia (adivinación por el fue-
go), la hidromancia (adivinación por el agua) y la aeromancia (adi-
vinación por el aire). Él fue siempre adorado en los cruces, donde se
erigían en su honor estatuas llamadas Hermes y se invocaban sus
bendiciones sobre el caminante, el vagabundo y el que no tenía ho-
gar.

En un nivel interior, Hermes, el Mago, es el guía. Eso quiere


decir que en alguna parte de nosotros, por muy perdidos y confusos
que podamos estar en algún momento de nuestra vida, a menudo
tenemos en el subconsciente una perspicacia y unos recursos por los
que podemos adivinar cuál es la dirección a tomar y qué alternativas
20
nos quedan. El Mago no viene cuando le llaman, porque Hermes es
un dios astuto y juguetón, y no siempre responde a la que conside-
ramos una situación importante. Él tiene sus propias ideas sobre
aquello que puede ser importante. Viene por la noche, muchas veces
disfrazado en las pesadillas, o a través del encuentro con otra perso-
na que de algún modo hace de catalizador por el camino. Hermes
puede aparecer también como un repentino presentimiento, o el des-
cubrimiento que uno hace, más que un pensamiento. El libro que
uno lee «por casualidad», o la visita casual de un amigo, o una de
las infinitas pequeñas «vueltas del destino», son obra del Mago, el
guía interior. En cierto sentido el Mago es el maestro espiritual y el
protector del Loco, justo como en el mito el dios Hermes mandó
coser el no-nacido Dionisos en el muslo de Zeus y cuidó al niño
hasta que nació. Hermes, el Mago, es ese poder inconsciente que
cuida de nosotros aunque no podamos verle, y que aparece como
por arte de magia en los momentos más críticos y difíciles de nues-
tra vida para ofrecernos orientación y sabiduría.
Hermes no era un dios con el que se pudiera contar para las de-
cisiones corrientes de la vida diaria. Podía ser intrincado y trai-
cionero, y a menudo sus caminos hacían que los hombres y las mu-
jeres se extraviaran en la noche, por sendas retorcidas que dejaban
atrás el paisaje conocido y trillado y conducían al caminante hacia
parajes extraños y desconcertantes. Seguir nuestra intuición no
siempre quiere decir tomar opciones seguras y que den resultado.
Muchas veces es todo lo contrario. Pero como Hermes es el maestro
de los cuatro elementos, su sabiduría puede penetrar en todas las
esferas de la vida: la mente, la imaginación, el corazón y el cuerpo.
Sin él no tenemos ningún resorte, y nos vemos obligados a contar
con direcciones de los demás, y estamos condenados a caminar co-
mo ovejas sobre las mismas huellas gastadas como todo el mundo.
El Loco encuentra al Mago solo después de haber desafiado al pre-
cipicio, porque la guía interior no se manifiesta cuando uno está
cobijado en el vientre materno.

A nivel adivinatorio, el Mago, Hermes, apunta hacia los talentos


potenciales y las habilidades creativas que aún no se han mani-
21
festado. Puede aparecer como una oleada de energía y una intuición
que pone en marcha nuevas oportunidades. El Loco es ciego, solo
posee su instinto animal que le sirve para hallarse en alguna parte,
de alguna manera. Pero, tras su encuentro con Hermes, el Mago, ve
claro que el camino es posible, y que posee unas capacidades que
aún no han sido desarrolladas.

22
LA EMPERATRIZ

La carta de la Emperatriz retrata una hermosa mujer


mortal con una abundante y ondulada cabellera de color
castaño, evidentemente embarazada y de pie en un campo
de cebada a punto de siega. Su vestido está entretejido de
muchas plantas diferentes, y bordado con ramas frondosas.
Alrededor de su cuello hay un collar de doce piedras pre-
ciosas. Ella está coronada con una diadema de castillos y
torres. Detrás de ella, al fondo de fértiles campos, el agua
corre hacia un estanque.

La cascada sugiere el La diadema de


flujo de la castillos y torres que
sensibilidad y de la Deméter lleva
fertilidad del mundo representa su
de Deméter. Ella soberanía sobre el
preside los ritos de la instinto, para
boda y bendice los construir hogares
frutos de su unión. Seguros, en piedra y
en madera, lugares de
cobijo y de paz.

El collar de doce
piedras simboliza los
doce signos del
zodíaco. Como
soberana de la
naturaleza, Deméter
gobierna el ciclo
ordenado de las
estaciones y las leyes
del cosmos.

Encontramos aquí a la gran diosa Deméter, que es la Madre Tie-


rra, soberana de toda la naturaleza y protectora de las pequeñas cria-
23
turas indefensas. En la mitología griega. Deméter hacía madurar
cada año el trigo dorado, y al final del verano el pueblo le daba las
gracias por la generosidad de la tierra. Deméter gobernaba los ciclos
ordenados de la naturaleza y la vida de ludas las cosas que crecen –
de ahí el vestido que lleva. Ella presidía la gestación y el nacimiento
de una nueva vida, y bendecía los ritos de la boda como un vaso
para la continuidad de la naturaleza. Deméter es una diosa matriar-
cal, una imagen del poder dentro de la misma tierra, que no necesita
confirmación espiritual del cielo. Decían que ella había enseñado a
los hombres las artes de arar y cultivar la tierra, y a las mujeres las
artes de moler el trigo y cocer el pan.
Deméter vivió con su hija Perséfone, protegidas de los conflic-
tos y querellas del mundo. Pero un día esa vida pacífica y feliz fue
violentamente transformada. Perséfone se había ido a pasear y no
había vuelto. Deméter, angustiada, buscó a su hija por todas partes,
pero Perséfone había desaparecido sin dejar rastro. Por casualidad,
después de años de búsqueda sin esperanza, se enteró de lo que le
había pasado a Perséfone. Parece ser que Hades, el oscuro señor del
mundo subterráneo, arrastrado por el deseo de la muchacha, la había
montado en su carro conducido por dos caballos negros y la había
raptado.
Deméter en su ira hizo que la tierra se volviera estéril, y se negó
a devolverle su anterior abundancia. Puesto que no pudo aceptar el
cambio que había ocurrido –aunque Perséfone había comido de
buena gana la granada, el fruto del mundo subterráneo, y Hades la
había tratado con honor y la había hecho su reina– fue como si la
humanidad entera hubiera parecido por falta de alimento. Por casua-
lidad, gracias a la intercesión del inteligente dios Hermes que todo
lo ve, se llegó a un acuerdo. Durante nueve meses al año, Perséfone
viviría con su madre, pero en los tres restantes tenía que volver con
su tenebroso esposo.
Deméter nunca estuvo de acuerdo con esta resolución. Cada
año, cuando su hija se iba, la Madre Tierra se ponía de luto. Las
flores se marchitaban, los árboles dejaban caer sus hojas, y la tierra
se volvía inanimada y fría. Pero cada año, a la vuelta de Perséfone,

24
volvía otra vez la primavera.

A nivel interior, la imagen de Deméter, la Emperadora, refleja la


experiencia de la maternidad. Eso no quiere decir solamente el pro-
ceso físico de la gestación, el parto y la lactancia de la pequeña e
indefensa criatura. Es también la experiencia íntima de la Gran Ma-
dre: el descubrimiento del cuerpo como algo valioso y precioso que
merece cuidados, la experiencia del ser como parte de la naturaleza
y arraigado en la vida natural, la apreciación de los sentidos y los
placeres sencillos de la existencia diaria. Si no estuviera esta Gran
Madre dentro de nosotros, no podríamos hacer nada provechoso,
porque esta es la parte de nosotros que tiene la paciencia y la delica-
deza de aguardar hasta que el tiempo esté maduro para la acción. Sin
ella no podríamos apreciar nuestro yo físico, sino que viviríamos
desconectados, en un mundo puramente intelectual sin ningún fun-
damento, sin ninguna relación con la realidad. La experiencia que
un niño tiene de la Madre está relacionada con la sensación de segu-
ridad y confianza en la vida, y la imagen de la Emperatriz está
igualmente relacionada con la sensación interna de seguridad y pro-
tección en el presente. Ella es sabia, pero no en un sentido cerebral.
Su sabiduría es la sabiduría de la naturaleza, que entiende que todas
las cosas avanzan por ciclos y maduran a su debido tiempo.
Pero como todas las imágenes de la baraja del Tarot, Deméter
tiene su lado oscuro. No hay nada como la naturaleza que signifique
estancamiento del espíritu, y una apatía y un embotamiento que
aplasta toda posibilidad de cambio. Deméter no es solamente la Ma-
dre Buena; es también la Madre del Luto, que no puede renunciar a
sus posesiones y que se venga de toda intrusión de los conflictos de
la vida en su mundo ordenado y paradisíaco. Esta Madre del Luto
puede estar llena de amargura y de resentimiento porque la vida
precisa el cambio y la separación, y tienen que producirse los desen-
laces. Por eso, cuando el Loco en su camino arquetípico se encuen-
tra con Deméter, la Emperadora, es empujado hacia las dimensiones
oscuras y luminosas de su propia naturaleza instintiva.

A nivel adivinatorio, cuando al echar las cartas aparece la Em-


25
peradora, eso sugiere el principio de una fase más terrenal de la vi-
da. Se puede producir una boda o el nacimiento de un niño; o el na-
cimiento de un hijo de la creación, es decir, un producto artístico,
porque eso también necesita la paciencia y los cuidados de la Gran
Madre. A través de esta carta entramos en el campo del cuerpo y de
los instintos, que es un lugar de paz y también de estancamiento,
que da la vida y a la vez la ahoga. Por eso el Loco, el hijo del cielo,
descubre que vive en un cuerpo físico y no es solamente una criatura
espiritual, sino también material.

26
EL EMPERADOR

La carta del Emperador retrata a un hombre maduro,


con unos hombros y un tórax anchos y musculosos. Su
abundante y ondulada cabellera y su barba son de un bri-
llante castaño rojizo, y sus ojos azul celeste. Él nos mira
sentado en un trono de oro, en la cima de una montaña. Su
vestimenta es de púrpura bordada en oro, y en la cabeza
tiene una corona de oro. En su mano derecha lleva tres ra-
yos luminosos; en su mano izquierda descansa la bola del
mundo. Un águila está encaramada en su hombro. Detrás
de él, se extiende la ladera de una montaña cuyos picos es-
tán cubiertos de nieve.

El rayo luminoso es el Zeus puso su morada


símbolo del poder en los picos de la
de Zeus no solamente montaña, porque es
a causa de su un dios de altura
imponente grandeza, mental y espiritual, y
sino también porque su voluntad se levanta
alumbra el cielo. Zeus sobre lo esclavitud del
es un dios de cuerpo y las
inspiración y de visión limitaciones de la
creativa repentina, y naturaleza.
la luminosidad
simboliza su El águila es el
revelación de la emblema de Zeus a
verdad. causa de su vista
aguda y de su poder
para volar más alto
que los otros pájaros.
Como pájaro de presa,
expresa también
la agresividad y el
instinto de conquista
del dios.
27
Aquí encontramos al gran Zeus, rey de los dioses, al que los
griegos llamaban Padre-de-Todo, creador del mundo y soberano
tanto de los dioses como de los hombres. En la mitología, Zeus era
el hijo más joven de los Titanes Cronos y Rea. Cronos recibió una
profecía: que algún día uno de sus hijos le derrocaría y tomaría su
puesto. Prevenido contra eso, decidió destruir a sus hijos y, durante
cinco años, en cuanto Rea daba a luz, hijos e hijas, él los arrebataba
de sus brazos y los devoraba antes de que abrieran los ojos.
Eso naturalmente no agradaba a Rea, quien, cuando supo que
iba a nacer un sexto hijo, huyó secretamente a Arcadia y dio a luz a
Zeus en una cueva. Luego envolvió en pañales una piedra grande y
se la presentó a Cronos como hijo suyo. Él se la arrebató inmedia-
tamente. Con el tiempo, Zeus llegó a la edad viril y fue donde Cro-
nos disfrazado de copero preparó una pócima para su padre, que lo
puso gravemente enfermo, y por la boca del viejo dios salieron los
cinco niños que él había devorado, totalmente ilesos. También salió
la piedra. Entonces Zeus indujo a sus hermanos y hermanas a rebe-
larse contra Cronos y lo derrocó, e inauguró un nuevo gobierno.
El nuevo rey de los dioses hizo de la montaña del Olimpo su
hogar, y estableció una jerarquía de dioses que obedecieran su ley
fundamental. Sus símbolos de poder eran el trueno y los rayos. Su
espíritu ligero, ardiente y libertino se manifestaba no solamente en
la tormenta, sino también en las muchas amantes que persiguió y en
los muchos niños que engendró. Entre ellos estaban Atenea (diosa
de la justicia), Dike (diosa de la ley natural), Moira (diosa del des-
tino) y las nueve Musas (protectoras de las artes). Su esposa fue
Hera, diosa del matrimonio y del alumbramiento, que gobernaba
como consorte suya. Zeus administraba el bien y el mal según las
leyes que él mismo establecía. Era también dios de la tierra y de la
amistad, y el protector de todos los hombres.

A nivel interior, Zeus, el Emperador, es una imagen de la expe-


riencia de la paternidad. Es el padre que encarna nuestros ideales
espirituales, nuestros códigos morales, la autosuficiencia con la que
nos defendemos en este mundo, la autoridad y la ambición que nos
lleva a triunfar, y la disciplina y la perspicacia necesarias para cum-
28
plir con nuestros propósitos. Este principio masculino, que está pre-
sente tanto en los hombres como en las mujeres, difiere del cuidado-
so e incondicional amor de la madre que encontramos en la carta de
la Emperatriz. Aquí es al espíritu, no al cuerpo, al que se le otorga el
valor más alto, y la acción, más que la intuitiva corriente con la na-
turaleza, es lo que se nos pide.
El padre que hay en nosotros fomenta el autorrespeto, porque es
el lado nuestro que puede tomar una resolución por la cual ir al en-
cuentro de los restos de la vida. Zeus podría compadecerse del débil
y del desposeído y defenderle. Pero también podría ser cruel y ven-
gativo si su autoridad fuera desafiada y sus leyes quebrantadas. Por
eso Zeus, el Emperador, tiene una cara más oscura, que se manifies-
ta en un nivel interior como una rigidez y una rectitud implacable.
Estar en comunicación con el padre interior significa poseer un sen-
tido de poder, de capacidad para tener ideas y llevarlas a cabo en
este mundo. Estar dominados por el padre interior significa ser es-
clavos de una serie de convicciones que aplastan todo sentimiento
humano con su inflexibilidad y arrogancia. Por eso. como el propio
Zeus, debemos derrocar al viejo gobierno e inaugurar otro más nue-
vo y más creativo, para que no nos convirtamos también en peque-
ños tiranos o caigamos bajo el maleficio de fecundo, de las necesi-
dades y los placeres del cuerpo, el Loco debe encontrar ahora los
principios éticos sobre los que basar su vida: porque sin el Empera-
dor no somos más que peones en la vida, conducidos, por dentro y
por fuera, por el instinto ciego, echando la culpa de nuestros pro-
blemas y de nuestras dificultades a otras personas y a la sociedad,
porque no podemos hallar la experiencia interna de fortaleza que el
padre encarna.

A nivel adivinatorio. Zeus, el Emperador, presagia una con-


frontación con el resultado de los principios del padre, en las dos
formas, positiva y negativa. Se nos desafía a hacer algo manifiesto,
a concretar una idea creativa, a construir algo en este mundo, tal vez
montar un negocio, formar un hogar, una familia. Se nos invita a
tomar una decisión, a ser eficientes y poderosos, a formular nuestras
ideas y nuestra ética. Se nos invita también a considerar en qué mo-
29
mento el joven rey creativo se ha convertido en el tirano rígido y
opresor, y en qué momento nuestras ideologías están interfiriendo
en nuestra vida y en nuestro desarrollo. Cuando el Loco encuentra al
Emperador después de su estancia en el mundo de los instintos,
aprende a comparar la vida social con sus propios recursos, solo, de
acuerdo con la ética que debe desarrollar por sí mismo. Entonces
podrá avanzar en su camino con la certeza de que podrá ser eficiente
en su vida porque hay algo más elevado en lo que cree, y cuya auto-
ridad ahora encarna él mismo.

30
LA SUMA SACERDOTISA

La carta de la Suma Sacerdotisa retrata a una joven


esbelta y vaporosa, pálida, con una larga cabellera morena
y unos ojos oscuros, vestida con un sencillo traje blanco.
En su cabeza hay una corona de oro. En su mano derecha
lleva una granada partida, para mostrar la cantidad de se-
millas que lleva en su interior. En su mano izquierda, un
ramillete de narcisos blancos se esparce hasta el suelo. A
ambos lados de la escalera donde está ella de pie hay una
columna; la de la izquierda es negra, la de la derecha es
blanca. Detrás de la mujer, en lo alto de la escalera, hay
una puerta abierta sobre el rico paisaje verde que aparece
en la carta de la Emperatriz.

La granada es a la Las columnas negra y


vez el fruto de los blanca reflejan la
muertos y del amor dualidad contenida en
conyugal, a causa de el mundo subterráneo.
sus muchas semillas. En la oscuridad del
Por eso el mundo subconsciente están
escondido de escondidas ambas
Perséfone es fértil y cosas, las
lleno de potencial Potencialidades
creativo sin creativas y los
desarrollar. impulsos destructivos.

El narciso, que
Perséfone recogía
cuando Hades la
raptó, estaba asociado
con los muertos a
causa de su color
fantasmal y debido a
que florecía cada año
en invierno.
31
Encontramos aquí a Perséfone, reina del mundo subterráneo, hi-
ja de la Madre Tierra, Deméter, y guardiana de los secretos de los
muertos. Hemos visto ya, en la carta de la Emperatriz, como, según
la mitología, Hades, señor del mundo subterráneo, fue inundado por
el deseo de la muchacha cuando ella vagaba por los campos reco-
giendo flores, y la arrebató a la tierra para llevársela. Cuando la
condujo a su oscura morada, le ofreció una granada, que ella comió,
tras tomar el fruto de los muertos, ella quedó vinculada a él para
siempre.
Perséfone gobernaba el mundo subterráneo junto con su marido
durante tres meses al año. A pesar de que los nueve meses restantes
los pasaba en el mundo de la luz con su madre Deméter, jamás po-
dría hablar de los secretos aprendidos en la tierra de los muertos. El
reino de Hades, lleno de misterios y riquezas, era circundado por el
terrible río Estigia, que ningún hombre o mujer viviente podía cru-
zar sin el permiso del mismo Hades; aunque Hermes, mensajero de
los dioses y guía de las almas, podía introducir a esos héroes excep-
cionales que habían ganado el consentimiento del dios. Ni siquiera
las almas de los muertos podían cruzar sin pagar una moneda a Ca-
ronte, el viejo barquero que conducía el bote a través del Estigia,
porque en la entrada al reino de Hades estaba agazapado Cerbero, el
terrible perro de tres cabezas que devoraba a todo el que traspasaba,
vivo o muerto, y que no respetara las leyes del reino invisible. Por
ello, al comer la granada, Perséfone dejó atrás su niñez inocente, y
se convirtió en la guardiana de este reino tenebroso y guardiana de
sus secretos.

A nivel interno, Perséfone, la Suma Sacerdotisa, es una imagen


del vínculo con ese misterioso mundo interior al que la psicología
de lo profundo ha dado el nombre de «el subconsciente». Es como
si, más abajo y más arriba del mundo visible, que nosotros creemos
que es la realidad, hubiese otro, un mundo oculto, lleno de riquezas
y de potencialidades, en el que no podemos penetrar sin el consen-
timiento de sus soberanos invisibles. Este mundo contiene nuestras
potencialidades sin desarrollar, así como las facetas más oscuras y
primitivas de nuestra personalidad. Posee también el secreto del
32
destino del individuo, que se gesta en la oscuridad hasta que se
cumple el tiempo de su manifestación. Perséfone, la Suma Sacerdo-
tisa, es una encarnación de esa parte nuestra que conoce los secretos
del mundo interior. Pero solo puede ser percibida a medias por la
conciencia despierta, y aparece a través de los fragmentos fugaces
de los sueños, o a través de esas extrañas coincidencias que nos ha-
cen sospechar que pueda haber alguna tendencia oculta funcionando
en nuestras vidas.
Perséfone es una imagen seductora y fascinante, pero no habla
de sus secretos. Del mismo modo, el mundo nocturno del sub-
consciente, entrevisto en los sueños, las fantasías y las intuiciones,
es también seductor y fascinante, pero cuando intentamos abarcarlo
con el intelecto y «dominarlo» para nuestros propios fines, perma-
nece callado y se escabulle. El mundo oscuro de Perséfone propor-
ciona tan solo unas vagas visiones de las tendencias y movimientos
que funcionan en el interior del individuo, y hace falta paciencia y
que el tiempo pase antes de que puedan ser sacadas a la luz del día.
El mito de Perséfone enfatiza el movimiento cíclico del tiempo, al
retratar un ritmo misterioso, un constante ir y venir de algo. Las
semillas del cambio y las nuevas potencialidades aguardan en silen-
cio en el vientre del mundo subterráneo antes de ser ofrecidas al
cuidado de la Madre Tierra y sacadas a la luz en el mundo material.
Perséfone, la Suma Sacerdotisa, es una imagen de esa ley natural
que funciona en las profundidades del alma que gobierna la revela-
ción del destino desde una fuente invisible, y que se manifiesta solo
a través de la sensación, la intuición y el mundo nocturno de los
sueños.

A nivel adivinatorio, la aparición de la Suma Sacerdotisa al


echar las cartas, presagia el aumento de los poderes de la intuición,
y significa que se va a producir un encuentro de algún tipo con el
secreto mundo interior que Perséfone gobierna. El individuo puede
ser conducido inexplicablemente a este mundo por medio de un in-
terés hacia lo oculto o lo esotérico, o por los efectos de un sueño
poderoso o de una sensación sobrenatural de que «algo» está fun-
cionando en nuestra vida. Por eso el Loco, tras haber aprendido algo
33
sobre su naturaleza y sus necesidades físicas y su puesto en el mun-
do por medio de sus padres terrenales, la Emperatriz y el Empera-
dor, ahora entra en el mundo nocturno, y llega, muchas veces de
forma confusa y desorientada, hasta esa imagen silenciosa que en-
carna la Madre en otro nivel, más profundo y más sutil –el vientre
del subconsciente, en el que está guardado el secreto de su verdade-
ro propósito y la tendencia de su destino.

34
EL HIEROFANTE

La carta del Hierofante retrata una extraña figura, un


Centauro, con el torso, los brazos y la cabeza de un hombre
y el cuerpo de un caballo. Su larga cabellera de color cas-
taño, su barba y su rostro afable, de hombre maduro, sugie-
re un sacerdote o un profesor. En su mano izquierda tiene
un rollo que contiene sabiduría escrita. Su mano derecha
está levantada haciendo el gesto de bendecir. A ambos la-
dos, tiene una columna de piedra. Detrás de él, se puede
observar la roca áspera de la cueva que es a la vez, su ho-
gar y su templo. Una luz se derrama sobre su cabeza coro-
nada desde una apertura circular en el muro de la cueva.

La cueva que es el Las dos columnas son


templo de Quirón es las columnas de la
una formación natural antecámara del
de la tierra. no es un conocimiento por la
lugar de culto hecho que el discípulo entra
por el hombre, ya a recibir la enseñanza
que solo se puede de Quirón.
considerar válido si se
aplica la enseñanza El rollo que lleva el
espiritual en la vida Centauro es el rollo de
física ordinaria. la ley, la palabra
escrita que a través
de la revelación
comunica la voluntad
divina.

Aquí encontramos a Quirón, rey de los Centauros, el que cura,


el sacerdote y el maestro sabio de todos los héroes jóvenes de la
mitología. El nacimiento de Quirón fue también muy misterioso,
porque nació de la unión de Ixión, hijo de Ares, el dios de la guerra,
y de una nube que Zeus formó con la apariencia de su esposa Hera,

35
para evitar que Ixión hiciera el amor con la diosa en persona. El
Centauro fue educado por Apolo, el dios-sol, y Artemisa, la diosa-
luna, y a causa de su gran sabiduría y espiritualidad fue elegido rey
de los Centauros y se le asignó la tarea de inculcar en los jóvenes
príncipes griegos de las casas nobles los valores espirituales y el
respeto a la ley divina que necesitaban, antes incluso de aprender el
arte de gobernar y el manejo de las armas.
Quirón era también un gran curandero, y conocía los secretos de
las hierbas y la ciencia de las plantas. Pero era incapaz de curarse a
sí mismo. Un día, su amigo, el héroe Hércules, le visitó en su cueva
después de matar a la monstruosa Hidra con sus nueve cabezas ve-
nenosas. Hércules rozó accidentalmente al Centauro en el muslo con
una de las flechas que habían sido mojadas en la sangre del mons-
truo. Esa sangre era un veneno mortal, y el caso es que Quirón no
pudo sacarse el veneno de la herida. Como era inmortal, no podía
morir, y de ese modo se vio obligado a vivir sufriendo, renunciando
a toda la felicidad del mundo y dedicando su tiempo a la enseñanza
de la sabiduría espiritual.

A nivel interior, Quirón, el Hierofante, es una imagen de esa


parte de nosotros que se eleva hacia el espíritu, con el fin de com-
prender qué es lo que Dios quiere de nosotros. Él es el maestro espi-
ritual interior, el sacerdote que establece un vínculo entre la con-
ciencia ordinaria del mundo y el conocimiento intuitivo de la ley de
Dios. Mientras que el mundo de Perséfone, la Suma Sacerdotisa, es
oscuro y escurridizo, y no puede ser comprendido por el intelecto, el
mundo de Quirón puede ser aclarado e interpretado por la mente. La
antigua palabra que se usaba para el sacerdote, pontifex, quiere decir
«constructor de puentes», porque la labor del sacerdote, dentro y
fuera de nosotros, es la de servir como un padre espiritual, estable-
ciendo una relación entre el hombre y Dios y aclarando la naturaleza
de las leyes según las cuales hemos de vivir para estar en amistad
con Dios. Las leyes del Emperador, que encarnaban el principio del
padre en la tierra, están relacionadas con el comportamiento correc-
to dentro de este mundo. En cambio, las leyes del Hierofante se re-
fieren al comportamiento correcto a los ojos de Dios. Sin embargo,
36
Quirón no simboliza ningún sistema religioso ortodoxo. Es una cria-
tura silvestre, medio hombre y medio animal, y su templo no está
hecho por el hombre, más bien es una cueva en la montaña. Por eso
la ley espiritual que transmite no es un hecho colectivo derivado en
un dogma, sino un hecho individual que solo se puede encontrar
entrando en contacto con el sacerdote interior. Por eso cada persona
experimenta a Dios de forma diferente, y nosotros llegamos a nues-
tro propio entendimiento espiritual según la relación particular que
tengamos con lo que «Dios» pueda significar realmente.
La lesión de Quirón le convierte en el Curandero Herido, el que,
a través de su propio sufrimiento, puede comprender y apreciar el
sufrimiento de los demás y puede, por lo tanto, ver más lejos y más
alto que los que tienen la vida resuelta. Por eso Quirón, el Hierofan-
te, representa una parte herida de nosotros mismos, donde algún
problema insoluble, alguna limitación, nos hace más hondos y com-
pasivos, mientras que de otra manera hubiéramos sido superficiales
y hubiéramos dicho algún tópico sobre la bondad, sin ningún senti-
do real de lo que eso significa. El verdadero sacerdote está abierto al
sufrimiento del mundo y a su ansia, porque él mismo sufre. La ima-
gen de Quirón nos recuerda el valor de esas limitaciones insupera-
bles, de esas heridas que tenemos dentro, que, aunque puedan ha-
cernos padecer en nuestra vida normal, sin embargo, nos cuestionan
y nos abren el camino hacia un mayor entendimiento de las leyes
más altas de la vida. Esta paradoja es sugerida por el mismo Centau-
ro, porque al ser medio dios y medio caballo participa a la vez, de
los instintos y del espíritu, y tiene una dualidad que forma parte de
nuestra condición humana. Nosotros no somos ni del todo animales
ni del todo divinos, sino una mezcla de ambas cosas, y tenemos que
aprender a vivir con ambas. Fuera de esta mezcla llega la sabiduría
del Centauro, que participa a la vez del conocimiento de Dios y del
conocimiento de la ley natural: Dios manifestándose en el mundo de
la forma.

A nivel adivinatorio, Quirón, el Hierofante, cuando aparece al


echar las cartas, significa que el individuo va a empezar a buscar
activamente respuestas de tipo filosófico. Eso puede surgir como el
37
estudio de una determinada filosofía o sistema de fe, o como una
profunda misión hacia la búsqueda de un sentido en la vida. El Hie-
rofante puede aparecer como un psicoanalista, un psicoterapeuta, un
sacerdote o un guía espiritual en nuestra vida exterior, al que acudi-
mos para recibir consuelo y ayuda. Por eso el Loco sale de su des-
cubrimiento del mundo subterráneo y de los poderes ocultos del
subconsciente en busca de respuestas a su propio enigma y al signi-
ficado de su vida. Cuando encuentra al Hierofante, encuentra esa
parte de sí mismo que puede empezar a formular y expresar una
filosofía personal, una visión individual del espíritu, que le guíe en
cuanto deje atrás su niñez y se arriesgue en los desafíos de la vida.

38
LOS ENAMORADOS

La carta de los Enamorados retrata a un joven hermo-


so, rubio, vestido con un sencillo traje de pastor, que lleva
un báculo en su mano derecha. En su mano izquierda lleva
una manzana de oro. Tres mujeres se exhiben ante él, pues
se trata de un concurso de belleza, y la manzana de oro se-
rá adjudicada a la ganadora. La mujer de la izquierda es
regia y madura, tiene una flamante cabellera de color cas-
taño rojizo y los ojos azules, viste púrpura imperial y lleva
una diadema de oro. Ofrece al joven la bola del mundo. La
mujer del centro es joven, seductora y de pelo moreno. Su
ropa diáfana, de color de rosa, enseña más que tapar. Ella
ofrece una copa de oro. La mujer de la derecha es fría y
casta, viste una armadura completa; su pelo rubio está me-
dio tapado bajo un casco de guerrero. Ofrece una espada.
Detrás de las cuatro figuras se entrevé un paisaje ondulado
de lozanas colinas verdes.

La diosa Hera, esposa Atenea ofrece una es-


y portavoz de Zeus, pada, que encontrare-
ofrece la bola del mos más tarde en el
mundo que representa Palo de Espadas, y que
la autoridad mundana simboliza el poder
y la perspectiva ética cortante de la mente, la
de Zeus, el visión aguda y la fir-
Emperador. meza, propias del reino
mental.
La diosa Afrodita ofre-
ce la copa del amor,
que encontraremos más
tarde en el Palo de
Copas, y que es un
símbolo de la comuni-
cación entre personas.

39
Aquí encontramos al príncipe Troyano París, al que Zeus enco-
mendó arbitrar en un concurso de belleza entre tres diosas: Hera.
Afrodita y Atenea. Cuando París nació, un oráculo declaró que al-
gún día sería la ruina del reino de su padre. Su padre, el Rey Príamo
de Troya, lo sentenció a muerte abandonándolo en la ladera de una
colina, pero el niño fue rescatado por un buen pastor. París se hizo
hombre cuidando el rebaño y llenando sus horas libres de románti-
cas conquistas, ya que era un joven muy hermoso y atractivo. Cuan-
do estalló una disputa en el Monte Olimpo entre Hera (reina de los
dioses), Afrodita (diosa del amor sensual) y Atenea (diosa de la jus-
ticia), sobre quién era la más encantadora, Zeus decidió que Paris,
con su experiencia rica y variada sobre las mujeres, sería el mejor
juez de la contienda. Hermes fue enviado a informar al joven de ese
dudoso honor que le había sido concedido por el rey de los dioses.
Paris, como es lógico, en principio rechazó la petición, sabiendo
muy bien que cualquiera que fuese la diosa que escogiera, las otras
dos jamás se lo perdonarían. Pero Hermes le amenazó con la ira de
Zeus. Entonces Paris se ofreció amablemente a partir la manzana en
tres trozos, porque ¿cómo iba a poder escoger entre tres diosas tan
radiantes? Pero Hermes tampoco quería aceptar esa excusa. Así que
las diosas se exhibieron ante el joven. Hera le ofrecía el gobierno del
mundo si la escogía a ella. Atenea le ofrecía convertirle en el más
fuerte y más justo de los guerreros. Afrodita simplemente se desta-
pó, y le ofreció la capa del amor, y le prometió como esposa a la
más hermosa de las mujeres mortales.
El resultado era de prever. Paris, que era joven y, por lo tanto,
no tenía aún muy claros sus valores internos, escogió a Afrodita sin
vacilar. Su recompensa fue la famosa Helena, reina de Esparta que,
desgraciadamente, estaba casada con otro. Hera y Atenea sonrieron
y prometieron que no tomarían a mal su elección, y luego se fueron
cogidas del brazo a planear la destrucción de Troya. Por eso estalló
la guerra de Troya, que empezó con la cólera del marido burlado de
Helena y acabó con la destrucción de la ciudad y de toda la casa
real. Y así se cumplió el oráculo.

A nivel interno, el Juicio de Paris, tal y como se conoce en la


40
mitología, es una imagen de los primeros grandes desafíos de la vida
para el desarrollo del individuo: el problema de la elección en el
amor. Este dilema no consiste solamente en tratar de decidir entre
dos mujeres, o dos hombres. Refleja también nuestros valores, por-
que nuestras elecciones nos muestran la clase de persona que que-
remos llegar a ser. Paris, a causa de su juventud y de la fuerza im-
pulsora de sus necesidades sexuales, no puede realmente escoger
desde una perspectiva madura. Su elección se debe a sus deseos,
más que a él mismo. Aquí está el problema del libre albedrío contra
la compulsión de los instintos.
Las consecuencias de las elecciones en el amor son enormes, ya
que afectan a todos los niveles de la vida. La elección compulsiva de
Paris tiene como resultado final el gran conflicto de la Guerra de
Troya. No es que él haya hecho la elección «equivocada», porque no
está todavía lo suficientemente centrado como para comparar las
atracciones eróticas de Afrodita con el resultado de la acción de lle-
varse a la mujer de otro. Tampoco se conoce a sí mismo lo suficien-
te como para averiguar si el poder mundano o la carrera militar pue-
den ser igualmente importantes para él. La contienda le urgía, así
como la vida nos viene con tales desafíos antes de que nos sintamos
preparados, y en cierto aspecto su «equivocación» es inevitable. El
deseo de otra persona acelera el desarrollo de los valores individua-
les y del autoconocimiento a través de los enredos y conflictos que
surgen de la elección que uno ha hecho. Dicha situación no se puede
evitar, porque es arquetípica. Paris es una imagen de esa parte de
nosotros que, gobernada por la incontenible necesidad de satisfacer
el deseo, no puede ver todavía que cualquier elección tiene unas
consecuencias de las que al final tendremos que hacernos responsa-
bles. Si no pasamos por este bautismo de fuego, no podemos com-
prender cómo creamos nuestro propio futuro, sino que, por el con-
trario, echamos la culpa de los resultados al destino, a la fatalidad, o
al error de otra persona, más que a nuestra propia falta de reflexión.

A nivel adivinatorio, la carta de los Enamorados, cuando apa-


rece al echar las cartas, presagia la necesidad de una elección de
algún tipo, generalmente en el amor. El Loco, tras haberse enterado
41
de su propia cualidad, ahora debe poner a prueba sus valores. Puede
que esto signifique un triángulo amoroso, pero también puede tratar-
se del problema de un matrimonio demasiado precipitado, o de tener
que elegir entre el amor y una carrera o alguna actividad creativa.
Esta carta implica la necesidad de examinar cuidadosamente las
implicaciones de nuestras elecciones, más que dejarnos llevar cie-
gamente, generando de ese modo, como París, una gran guerra.

42
EL CARRO

La carta del Carro retrata a un hombre hermoso y viril,


con un pelo rizado de color castaño rojizo, los ojos azules y
la tez colorada, conduciendo un carro de guerra de bronce
y una túnica roja como la sangre. En su cadera hay un es-
cudo de bronce, y en su costado se balancea una gran lan-
za. Él empuña las riendas de los dos caballos, uno blanco y
otro negro, que tiran hacia direcciones opuestas ante él. El
camino polvoriento por el que viaja serpentea hacia un pai-
saje rojizo, como un desierto, mientras que el cielo amena-
za con una tormenta inminente.

El paisaje desértico La lanza de Ares es el


que atraviesa Ares símbolo tradicional de
carece de agua: una la masculinidad: una
imagen de la falta de imagen del poder
sentimiento y fálico y de la potencia,
comunión en la que tanto en los hombres
prosperan los como en las mujeres.
impulsos agresivos.
Ares y Afrodita no se El caballo negro y el
han atraído aún mu- caballo blanco, como
tuamente, como quiera las dos columnas en la
que los instintos de carta de la Suma
lucha y de unión Sacerdotisa, reflejan
están de algún modo la potencialidad, tanto
secretamente para el bien como
relacionados. para el mal, contenida
en el instinto agresivo.

Aquí encontramos a Ares, dios de la guerra, que, según la mito-


logía, fue concebido por Hera, reina de los dioses, sin semen mascu-
lino. Como dios de la guerra, Ares disfrutaba peleando. Sus dos es-
cuderos, Deimos (Miedo) y Fobos (Terror) –posiblemente sus hijos–

43
le acompañaban en el campo de batalla. A diferencia de la diosa
Atenea, que, como divinidad de la guerra, representaba la estrategia
fría y la logística. Ares amaba el ardor y la gloria de la batalla en sí
misma, y el desahogo exultante de su fuerza al desafiar a los enemi-
gos.
Ares era, en muchos aspectos, un dios que no despertaba sim-
patías, porque se le asociaba con la lucha y con el derramamiento de
sangre, y el Olímpico Zeus y Atenea le detestaban por su fuerza
bruta y por su falta de finura. Pero Afrodita, diosa del amor, tenía
diferentes gustos. Impresionada por el vigor del hermoso guerrero,
al que sin duda comparaba con su repulsivo esposo Hefesto, dios del
fuego, se enamoró de Ares. Muy pronto el sentimiento fue recípro-
co. Ares aprovechó sin escrúpulos la ausencia de Hefesto para des-
honrar el lecho marital. Pero el marido descubrió el adulterio y pla-
neó una venganza ingeniosa. Forjó en secreto una malla tan fina que
no se podía ver, pero tan fuerte que no se podía romper. Colocó esta
red encima de la cama donde los amantes solían retozar. Cuando la
pareja volviera a hacer el amor y posteriormente se quedaran dormi-
dos, la red invisible se extendería sobre ellos, y Hefesto llamaría a
todos los dioses para que presenciaran la vergüenza de su esposa y
de su amante. Pero el ardor de Ares no fue extinguido por su turba-
ción y más tarde de su unión con Afrodita, nació una hija, Armonía,
cuya cualidad, como su nombre indica, era un armonioso equilibrio
de amor y lucha.

A nivel interno, Ares, el conductor del Carro, es una imagen de


los instintos agresivos guiados y dirigidos por la voluntad de la con-
ciencia. Los caballos que tiran del Carro en direcciones opuestas son
retratos de los impulsos animales que están en pugna dentro de no-
sotros, impulsos llenos de vitalidad y reacios todavía a trabajar en
armonía. Deben ser manejados con fuerza y con firmeza, sin repri-
mirlos ni forzarlos, o perderemos el poder y la fuerza para defender-
nos en la vida y seguir nuestro camino. Ares, el dios sin padre, es en
cierto aspecto una imagen de la agresividad natural y de los instintos
competitivos del propio cuerpo, porque él carece del padre espiritual
arquetípico que podía proporcionarle la visión y el significado. Pero
44
su voluntad férrea y su gran valor son una dimensión necesaria de la
forma de ser humano, porque la visión espiritual por sí sola no es
suficiente para sobrevivir en un mundo competitivo y difícil.
Tras haber suscitado un conflicto como resultado de sus elec-
ciones en amor, el Loco ha de enfrentarse ahora con la segunda gran
lección de la vida: el aparato creativo de los violentos y turbulentos
impulsos de la naturaleza instintiva. Por eso, a través de la figura de
Ares, el conductor del Carro, llega a la madurez. En la carta de los
Enamorados, el Loco es todavía un adolescente, impulsado por ro-
mánticos sueños y por el deseo de poseer un objeto bonito. Pero a
través del Carro aprende a hacerse responsable de sus acciones co-
mo un hombre, y afronta la cólera y el conflicto que ha generado
tanto dentro como fuera de sí mismo. Como el Loco, nosotros –
hombres y mujeres– tenemos que aprender a luchar con nuestros
enemigos y con los impulsos guerreros que hay en nosotros mismos,
si queremos sobrevivir en la jungla de la vida. En la mitología, Ares
siempre se mete en líos, bien por una disputa enojosa con alguien,
bien por la cruel persecución de un objeto amoroso. Pero él sobrevi-
ve a todas sus humillaciones y derrotas, y sale fortalecido. Por fin
engendra una criatura que encarna la serenidad que se puede encon-
trar al final de un conflicto que ha sido llevado de forma creativa. La
lucha que Ares encarna es una experiencia necesaria. Aunque inten-
temos llegar a estar espiritualmente comprometidos o a amar gene-
rosamente, las tendencias agresivas que hay en nosotros no mueren.
Pueden ser rechazadas y relegadas al subconsciente, donde vuelven
a surgir como enfermedad o son proyectadas sobre otros que enton-
ces desatan agresividad sobre nosotros. Pero si conseguimos hallar
el reto de Ares, entonces podemos ser más honrados con esta fuerza
vital que tenemos dentro, y la lucha por aprender a contenerla y di-
rigirla fomenta el desarrollo de toda la personalidad.

A nivel adivinatorio, cuando aparece al echar las cartas el Carro


presagia conflicto y lucha que puede dar como resultado una perso-
nalidad más fuerte. Uno puede llegar a enfrentarse no solamente con
la agresividad de los demás, sino con las tendencias competitivas y
agresivas propias. Este conflicto no se puede evitar, sino que hay
45
que afrontarlo con fuerza y con tesón. Por eso el Loco llega a la ar-
monía aprendiendo a manejar sus propias contradicciones, y pasa
del mundo de la adolescencia a la siguiente etapa de su camino.

46
LA JUSTICIA

La carta de la Justicia retraía a una joven de belleza


severa, con un casco de plata y una armadura, sentada en
un trono de plata. En su mano derecha sostiene una espada
enhiesta. En la izquierda sostiene dos platillos. Su cabello
rubio y su vestido blanco imitan la pureza de las dos co-
lumnas blancas y del pórtico que la enmarcan. Bajo sus
pies hay un suelo de mármol negro y blanco. Un búho está
encaramado en su hombro izquierdo.

El suelo dibujado en El búho, el pájaro de


blanco y negro sugiere Atenea, refleja su
la capacidad de la claridad de visión, ya
mente para integrar a que puede ver y cazar
la vez la oscuridad y a su presa en la
la luz en un diseño oscuridad.
ordenado y
coherente. Los platillos
simbolizan la
capacidad para
sopesar las cosas unas
con otras a fin de
llegar a un juicio
imparcial. En la
mitología, se dice que
Atenea inventó el
primer jurado
humano.

Aquí encontramos a Atenea, diosa de la Justicia, a la que antes


vimos en la carta de los Enamorados. Según la mitología, su padre
era Zeus, rey de los dioses, que había sido advertido por Urano que
si tenía un hijo con su primera mujer, Metis, diosa de la Sabiduría,
este sería más poderoso que él. Para prevenir esa eventualidad, de-
voró a Metis antes de que hubiera dado a luz a la criatura que lleva-
47
ba. Algún tiempo después. Zeus fue atormentado por un insoporta-
ble dolor de cabeza. Para curarle, Hefesto, el dios del fuego, partió
su cabeza con un hacha de bronce, y de la herida abierta saltó Ate-
nea, completamente armada, lanzando un triunfante grito de victo-
ria. Al verla, todos los Inmortales no salían de su asombro y se lle-
naron de temor. La diosa se convirtió en la preferida de los hijos de
Zeus, y su predilección por ella era tan marcada que suscitaba los
celos de los otros dioses.
Las inclinaciones guerreras de Atenea aparecieron inmedia-
tamente en su nacimiento, aunque ella era distinta a Ares, el dios de
la guerra, en muchos aspectos. Las artes de la guerra que Atenea
cultivaba no se basaban en el deseo de lucha y de derramamiento de
sangre. Surgían más bien de altos principios y del reconocimiento
frío de la necesidad de defender y conservar la verdad. Ella era una
estratega más que una brutal luchadora, y equilibraba la agresividad
y la fuerza física de Ares con la lógica, la diplomacia y la destreza.
Ella protegía al bravo y al valiente, y se convirtió en la guardiana de
muchos héroes. Pero la protección que ofrecía a Perseo, Ulises y
otros famosos guerreros consistía siempre en armas que tenían que
ser usadas con inteligencia, prudencia y planificación.
Atenea era una excepción sorprendente en la sociedad Olímpica,
debido a su castidad. Ella también rindió un notable servicio a la
humanidad. Enseñó el arte de domar a los caballos y fomentó habi-
lidades y destrezas tales como tejer y bordar. Sus actividades no se
referían solamente al trabajo útil, sino también a la creación artísti-
ca. Por eso era una diosa civilizadora, aunque se convertía en gue-
rrera cuando era preciso para proteger la civilización pacífica que
ella había creado.
A nivel interior, Atenea, diosa de la Justicia, es una imagen de
la facultad únicamente humana del juicio reflexivo y del pensa-
miento racional. Para los griegos, esta facultad era divina, ya que
diferenciaba al hombre de los animales. Por eso representaban a
Atenea nacida de la cabeza del gran Zeus, incontaminada por una
madre corporal que pudiera atarla al mundo físico e instintivo que
compartimos con los animales. Los juicios de Atenea no se basan en

48
sentimientos personales, sino en una valoración imparcial y objetiva
de todos los datos contenidos en una situación, y en unos principios
éticos que se mantienen como constantes líneas de conducta a se-
guir. La castidad de Atenea puede ser tomada como un símbolo de
la entereza y de la pureza de esta facultad reflexiva, que no está in-
fluenciada por el deseo personal. Su enseñanza de las artes civiliza-
das refleja también la capacidad de la mente para domeñar a la natu-
raleza indómita y transformarla a través de la claridad y de la plani-
ficación objetiva. Su inclinación hacia la lucha por los principios
más que por las pasiones emana de la capacidad de la mente para
tomar decisiones basadas en la reflexión, controlando los instintos.

La carta de la Justicia es la primera de las cuatro cartas de los


Arcanos Mayores que fueron tradicionalmente llamadas las Cuatro
Lecciones Morales. Estas cartas –la Justicia, la Templanza, la Fuer-
za y el Ermitaño– están todas relacionadas con el desarrollo de estas
facultades del individuo, que necesitamos para funcionar efectiva-
mente en la vida. Todas ellas contribuyen a lo que la psicología lla-
ma la formación del ego, que quiere decir el sentido del «Yo» que
cada uno de nosotros ha de tener para experimentar un sentimiento
de importancia y de valor en la vida, y para hacer frente a los desa-
fíos de la vida desde una base estable y verdaderamente individual.
El Loco, después de haber pasado por los dos grandes desafíos de la
juventud –el deseo erótico y la agresividad– ahora afronta la necesi-
dad de formar su carácter y desarrollar facultades que le ayudarán a
desenvolverse ante la larga lista de experiencias de la vida. Por eso,
cuando el Loco encuentra a Atenea, la diosa de la Justicia, tiene que
aprender a pensar con claridad y a cultivar la facultad de una mente
equilibrada. Tiene que aprender a calibrar las cosas –lo que no podía
hacer todavía en la carta de los Enamorados–y llegar a formular un
juicio lo más imparcial posible. La justicia no se puede dar a menos
que respetemos la honradez y la verdad como principios éticos im-
portantes más que como un modo de conducta exquisito que adop-
tamos porque queremos agradar a los demás. Atenea nos eleva por
encima de la naturaleza, y representa nuestro esfuerzo hacia una
perfección concebida por la mente humana y el espíritu.
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A nivel adivinatorio, la carta de la Justicia, cuando aparece al
echar las cartas, implica la necesidad de un pensamiento equilibrado
y de una resolución imparcial. Pero, como la espada de Atenea, esta
carta puede ser de doble filo. Hay esferas de la vida en las que la
reflexión fría de Atenea es demasiado abstracta, demasiado idealis-
ta, y demasiado destructiva para el calor de las relaciones persona-
les. Su espada puede partir el corazón con las verdades generales
que resultan ser inadecuadas para una situación particular. Por eso la
Justicia es, como todos los Arcanos Mayores, una figura ambivalen-
te. El Loco tiene que desarrollar lo que Atenea representa, pero no
puede estar siempre en su templo inmaculado, tiene que pasar a la
siguiente Lección Moral.

50
LA TEMPLANZA

La carta de la Templanza retrata a una hermosa joven


morena, ataviada con los colores del arco iris, y con alas
de muchos matices. Está con un pie en el arroyo claro y
otro pie en la tierra seca. A lo largo de las orillas del arro-
yo crecen lirios de color púrpura. Detrás de ella, en el cie-
lo, se extiende un arco iris. En sus manos sostiene dos co-
pas, una de oro y otra de plata, y echa agua de una a otra.

El arco iris, que Las copas de oro y de


aparece cuando ha plata reflejan el
dejado de llover y el sol y la luna, el
sol brilla, simboliza la masculino y el
promesa y renovación femenino, la
de la comunión. Es conciencia y el
también un puente subconsciente, unidos
entre el cielo y la por el fluir de la
tierra, y sugiere de sensación.
nuevo la comunión.
La polaridad del agua
y de la tierra sobre la
que se apoya el arco
iris refleja de nuevo
su capacidad para
unir los opuestos
dentro del individuo.

Aquí encontramos a Iris, diosa del arco iris y mensajera de He-


ra, reina de los dioses. Iris era el duplicado en femenino de Hermes,
el emisario de Zeus, y era amada tanto por los dioses como por los
mortales, a causa de su naturaleza buena y cariñosa. Si Hera o Zeus
deseaban dar a conocer su voluntad a los hombres. Iris bajaba a la
tierra como un rayo, y allí tomaba aspecto mortal o se aparecía en su
forma divina, la de una hermosa mujer alada. A veces hendía el aire

51
tan suavemente como el viento del oeste. Céfiro, que era su esposo.
Otras veces deslizaba hacia abajo el arco iris que unía el cielo con la
tierra. Corría por las aguas con igual facilidad. Incluso el mundo
subterráneo se abría ante ella cuando, por orden de Zeus, iba a llenar
de nuevo su copa de oro con las aguas de Estigia, que los inmortales
tomaban para comprometerse con terribles juramentos. Cuando los
dioses volvían al Olimpo de sus viajes, Iris tenía que desenganchar a
los corceles de sus carros y dar a los viajeros néctar y ambrosía.
Iris no solamente entregaba los mensajes de Hera, también lle-
vaba a cabo su venganza, aunque lo que hacía más a menudo era
ofrecer ayuda y cuidado. Ella preparaba el baño de Hera, la ayudaba
en su aseo, y día y noche estaba a los pies del trono de su señora.
Según una versión del mito, fue Iris, en vez de Afrodita, la que dio a
luz a Eros, el dios del amor.

A nivel interno. Iris, la diosa del arco iris, es una imagen de la


segunda de las cualidades o facultades que el Loco debe aprender
para formar una individualidad estable: un corazón equilibrado.
Mientras que Atenea, que encarna la Justicia, es honrada y objetiva,
Iris, que encarna la Templanza, es buena y dadivosa, aunque su
simpatía no es ni sensiblera ni sentimental. Iris está relacionada con
la función del sentimiento, que es distinto a lo que llamamos emo-
ción, porque la emoción es una reacción visceral ante una situación,
mientras que el sentimiento es una facultad decisoria activa e inteli-
gente. La función del sentimiento es un puente; que cambia conti-
nuamente, entre los contrarios, una percepción atenta de las necesi-
dades de una situación determinada, teniendo como objetivo final la
armonía y la comunión. Por eso Iris vierte agua incesantemente, por
detrás y por delante, de una copa a otra, porque el sentimiento tiene
que fluir constantemente y renovarse según las necesidades de cada
momento. Mientras que los principios éticos de Atenea eran necesa-
riamente estáticos y universales, el objetivo de Iris, la armonía, re-
quiere un ajuste continuamente fluido del sentimiento, a veces posi-
tivo y a veces negativo. Por eso ella puede ofrecer un cuidado solíci-
to o ejecutar la venganza de Hera. Pero fundamentalmente sirve al
reino femenino, más que al masculino, y cualesquiera que sean las
52
respuestas cambiantes del flujo –incluso la ira y el conflicto– el ob-
jetivo es siempre el de la cooperación, la armonía y una mayor co-
munión.
Nosotros no solemos pensar en el sentimiento como una función
inteligente como el pensamiento racional. Las dos cartas de la Justi-
cia y de la Templanza están situadas como contrarias y como com-
plementarias. Atenea e Iris son dos imágenes contradictorias, la una
sirviendo al Padre, de cuya cabeza ha salido, la otra a la Madre, la
una defendiendo una verdad abstracta incluso a costa del corazón de
uno, la otra protegiendo el corazón del individuo incluso a costa de
la verdad abstracta. Aunque estas diosas no eran enemigas en la
mitología –porque Iris no era enemiga de nadie–; sin embargo, pue-
den ser enemigas dentro de nosotros, porque muchas veces quieren
ofrecer diferentes soluciones al mismo problema. Cuando tomamos
una decisión, ¿nos basamos en el pensamiento racional, o en los
dictados de lo que nuestro sentimiento nos dice que es el camino
más adecuado para preservar la comunión? La presencia de estas
dos figuras en la sucesión de los Arcanos Mayores sugiere que el
Loco, que es en realidad cada uno de nosotros, tiene que integrar a
ambas. Por eso, tras haber aprendido por medio de Atenea a pensar
con claridad, el Loco se encuentra con Iris, diosa del arco iris, y
debe aprender la delicada valoración del sentimiento, que se dife-
rencia tanto de la impetuosa emoción reactiva como del sentimenta-
lismo hipócrita.
Pero incluso Iris, diosa del arco iris, puede ser ambivalente. El
constante fluir del sentimiento para preservar la comunión puede
producir estancamiento, porque no hay nada que impida respirar
como el sentimiento. No se puede hablar de nada, no se pueden dis-
cutir diferencias, no se pueden tener roces, porque la armonía es lo
más importante. Semejante estado no da lugar a la separación, por-
que la separación trae consigo la soledad, e Iris, que es amiga de los
dioses y de los mortales a la vez y puede funcionar en todos los ni-
veles de la vida, sin embargo, tiene que servir siempre devotamente
a alguien, y no puede tener derecho propio. Por eso, la Templanza
sin la Justicia se vuelve agua estancada, donde no se produce cam-
bio, y la mente se asfixia por puro aburrimiento.
53
A nivel adivinatorio, cuando la Templanza aparece al echar las
cartas, implica la necesidad de un flujo de sentimiento en nuestras
relaciones. Iris, guardiana del arco iris, sugiere el potencial de ar-
monía y cooperación que se puede dar en una buena relación o en un
matrimonio feliz. Se nos reta a aprender a desarrollar un corazón
equilibrado, al tiempo que se nos recuerda amablemente que el Loco
no ha de quedarse siempre, ni siquiera con la bella Iris, y tiene que
pasar a la siguiente Lección Moral.

54
LA FUERZA

La carta de la Fuerza retrata a un hombre musculoso y


poderosamente constituido, de pelo castaño y rizado, cu-
bierto solo por un taparrabos. Está empeñado en una lucha
salvaje con un león, y ha conseguido enroscar sus manos
fuertes alrededor del cuello de la fiera, en el momento críti-
co de la lucha sale ganador. Alrededor del hombre y del
león se vislumbran las paredes rocosas de una cueva oscu-
ra. A través de la boca de la cueva se puede ver un paisaje
yermo de colinas pardas.

El león puede ser Hércules tiene el color


vencido solo con tus rojo-sangre de Ares,
manos desnudas: no que encontramos en
sirven instrumentos la carta del Carro,
hechos por el hombre porque ha aprendido
ni atajos, sino tan ya la lección de
solo los recursos de dominar su
uno mismo. La agresividad y dirigirla
oscuridad de la hacia una finalidad
cueva es como la creativa.
oscuridad del
subconsciente en el
que habitan los
instintos primarios,
invisibles al
conocimiento
ordinario.

Aquí encontramos al gran guerrero Heracles, llamado Hércules


por los romanos, que según la mitología era el más invencible de los
héroes. Era hijo de Zeus, rey de los dioses, y de una mujer mortal
llamada Alcmene. Hera, la esposa de Zeus, como siempre, estaba
celosa del niño nacido del adulterio de su marido, y perseguía al

55
héroe con terribles castigos. Ello lo volvió loco, y él en su locura
mató sin querer a su mujer y a sus hijos. Hércules rogó a los dioses
que le dieran algún trabajo para expiar sus crímenes, y el oráculo de
Delfos le ordenó que se sometiera a doce años de trabajos forzados
al servicio del malvado Rey Euristeo, al que Hera favorecía. Por eso
el héroe se sometió voluntariamente al servicio de la diosa que le
persiguió, para expiar un crimen del que ella era principalmente
responsable.
El primero de los famosos Doce Trabajos que el Rey Euristeo le
exigió a Hércules fue el de cimentarse con el León de Nemea, una
enorme fiera con el pellejo duro como el hierro, el bronce y la pie-
dra. Puesto que el león había asolado al vecindario. Hércules no
encontró a nadie que pudiera llevarle hasta su cubil. Encontró a la
fiera por casualidad, manchada con la sangre de la última víctima.
Él le disparó una lluvia de flechas, pero estas rebotaron indemnes
del pellejo grueso del león. A continuación utilizó su espada, que se
torció, y después su garrote, que se hizo astillas sobre la cabeza del
león. Entonces Hércules cubrió con una red una de las dos bocas de
la cueva en la que el león se ocultaba, y se deslizó por la otra entra-
da. El león sacó una de sus garras, pero Hércules consiguió agarrarle
del cuello y le apretó hasta matarle con sus propias manos. Entonces
despellejó al león con sus propias garras, afiladas como navajas, y
desde entonces usó siempre la piel como armadura y la cabeza como
casco, llegando a ser así tan invencible como la misma fiera.

A nivel interior, la lucha de Hércules con el León de Nemea es


una imagen del problema que supone contener a la fiera poderosa y
salvaje que hay en nosotros, pero conservando todavía esas cualida-
des animales que son creativas y vitales. El león es una fiera espe-
cial, y refleja un aspecto de la psique humana diferente al de los
testarudos caballos de la carta del Carro. El león en la mitología ha
sido siempre asociado a la realeza, incluso cuando está en su mayor
destructividad, y este rey de las fieras es una imagen de los comien-
zos infantiles, salvajes y totalmente egocéntricos de una individuali-
dad única. Por eso el León de Nemea no es totalmente malo, sino
que posee una piel mágica que puede ofrecer invencibilidad. Esta
56
invencibilidad está relacionada con el sentido de permanencia in-
terno que procede de un sólido sentido del «mí». Cuando llevamos
la piel del león al que hemos dominado, las opiniones de los demás
–el gran Ellos que tanto temor produce en los corazones de los tími-
dos– importan poco, porque estamos armados en nuestro propio
indestructible sentido de identidad.
Por muy prometedor que sea su potencial, el león es salvaje y
sañudo. Este rasgo desatado de una persona es la tendencia «primero
yo», que quiere destrozar alegremente todo cuanto se le pone por
delante, con tal que esté asegurada su propia satisfacción. La ira es
una de las manifestaciones de esta tendencia –no la cólera saludable
que podría ser apropiada a una situación, sino un ataque furioso,
explosivo, demoledor, que nos da cuando no conseguimos lo que
queremos–. La soberbia implacable es otra de sus facetas –no el
respeto a uno mismo, sino una autovaloración ampulosa e hinchada
que puede volvernos salvajes e inflexibles hacia aquellos a los que
estamos subordinados y que nos roban la fama. El león es, en mu-
chos aspectos, como el niño enfadado que hay en nosotros, que pre-
tende que el mundo gire a su alrededor y destroza ciegamente y sin
pensar cuando eso no se produce. Pero si esta fiera es dominada,
entonces podemos apoderarnos de su mágica piel, que en términos
psicológicos, quiere decir integrar el poder vital de la fiera y hacer
que sirva a un ego consciente y responsable. Por eso la conquista del
león por parte de Hércules no es, en realidad, una carnicería, sino
una especie de transformación, para que la fuerza y determinación
del animal sean expresadas por un humano y no por una bestia. En
esto consiste la ambivalencia de la carta de la Fuerza, porque Hércu-
les pudo limitarse a destrozar a la bestia sin sacar provecho alguno
de la matanza. Esta es la cara negativa de Hércules dentro de noso-
tros: esa especie de fuerza que refrena todos los instintos sin ningu-
na transformación, dejando atrás una concha fuerte dentro de la cual
vive un alma sin pasión, sin cólera, y sin una verdadera identidad.

A nivel adivinatorio, la carta de la Fuerza, cuando aparece al


echar las cartas, implica una situación en la que se hace inevitable
un enfrentamiento con el león, por dentro, y en la que es de desear
57
una dirección creativa de la ira y del absurdo orgullo de uno mismo.
El valor, la fuerza y la autodisciplina son necesarias para luchar con-
tra esta situación. Por medio de una experiencia de este tipo, pode-
mos entrar en contacto con la fiera, pero también con esa parte de
nosotros que es Hércules, el héroe que puede sojuzgarla. Por eso el
Loco, tras haber desarrollado las facultades de la mente y del senti-
miento, ahora aprende a tratar con su propio egoísmo feroz, saliendo
de esta contienda lleno de confianza en sí mismo y de integridad
hacia los demás.

58
EL ERMITAÑO

La carta del Ermitaño retrata a un viejo con una barba


gris, vestido con una túnica gris, con la cara medio tapada
por una capucha. En su mano derecha sujeta una lámpara
que se enciende con una brillante luz dorada. En su mano
izquierda empuña una guadaña. Un cuervo está encarama-
do sobre su hombro. Detrás de él, un frío paisaje brumoso
de montañas grises vierte en un agobiante cielo gris.

El cuervo es el pájaro La lámpara que sujeta


de Cronos porque se Cronos es lo lámpara
pensaba que era la del discernimiento y
encarnación del del entendimiento,
espíritu del viejo rey rebuscada por la
que fue muerto para soledad y la paciencia
dejar paso al nuevo que implica la carta
ciclo. del Ermitaño.

La hoja creciente de
la guadaña es también
la luna creciente,
otorgada a Cronos
por su madre Gea, y
que simboliza las
fluctuaciones eternas y
los cielos del tiempo.

Aquí encontramos al anciano dios Cronos, cuyo nombre signifi-


ca Tiempo. Según la mitología. Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) se
casaron y formaron la primera raza, la de los Titanes o dioses de la
tierra, de la que Cronos fue el más joven. Pero Urano contemplaba a
sus hijos con horror, porque eran muy feos e imperfectos y hechos
de carne. Por eso encerró a los Titanes en las profundidades del
mundo subterráneo para que no pudieran ofender a sus ojos. Pero

59
Gea se enfadó y meditó una terrible venganza contra su esposo. Sa-
có de su seno un pedernal, fabricó una guadaña afilada y se la dio al
astuto Cronos, su último retoño. Cuando por la tarde bajó Urano,
fue, como de costumbre, a reunirse con su esposa. Mientras dormía
tranquilo, Cronos, que con la ayuda de su madre estaba agazapado,
se armó con una guadaña, castró a su padre, y echó sus genitales
sangrantes al mar.
Luego Cronos liberó a sus hermanos y se convirtió en el sobe-
rano de la tierra. Bajo su largo y paciente reinado, la labor de la
Creación llegó a su término. Este tiempo en la tierra llegó a cono-
cerse como la Edad de Oro, a causa de la abundancia que Cronos
presidió. Como dios del tiempo, presidía el paso ordenado de las
estaciones, el nacimiento y el crecimiento seguido de la muerte, y la
gestación y el renacimiento, y era adorado tanto como un inflexible
segador que fijaba los límites que el hombre y la naturaleza no po-
dían sobrepasar, que como dios de la fertilidad. Pero Cronos no po-
día aceptar él mismo las leyes cíclicas que había inaugurado, por-
que, cuando le profetizaron que algún día su propio hijo le destrona-
ría como hizo él con su padre Urano, devoró a sus hijos tan pronto
como nacían, para poder preservar su gobierno sin cambios. De este
modo sigue la historia de Zeus, el más joven de los hijos de Cronos.
al que encontramos en la carta del Emperador y que, según la mito-
logía, destronó a Cronos e introdujo a los dioses en el reino del
Olimpo. Cronos fue desterrado, algunos dicen que a las profundida-
des del mundo subterráneo, pero otros dicen que a las Islas Benditas,
donde duerme, aguardando el comienzo de una nueva Edad de Oro.

A nivel interno, Cronos, el Ermitaño, es una imagen de la última


de las cuatro Lecciones Morales que el Loco debe aprender: la lec-
ción del tiempo y de las limitaciones de la vida mortal. Nada puede
vivir más allá de su espacio, y nada permanece inmutable, y esta es
una faceta sencilla y evidente de la vida, que, a pesar de su sencillez
y su evidencia, nos es difícil aprender y muchas veces solo con la
edad y la dureza de las experiencias conseguimos comprenderla.
Cronos es un dios que lo mismo encarna el sentido del tiempo como
se rebela contra él. Así él es humillado y destronado, y aprende la
60
sabiduría en la soledad y en el silencio. En muchos aspectos es una
imagen del mismo cuerpo, que inexorablemente se hace viejo, aun-
que se rebela contra su destino mortal. El problema de la soledad y
el descubrimiento de que uno es fundamentalmente solo y mortal
son los dilemas que todos los seres humanos deben afrontar. Acep-
tar esta condición es también, en un sentido misterioso, una verda-
dera separación interior de los padres y de la niñez, porque significa
renunciar a la fantasía de que algún día, en alguna parte, alguien
llegue y por arte de magia lo haga todo mejor. «Y entonces vivieron
felices para siempre» es un sentimiento que no puede sobrevivir en
el mundo de Cronos. La juventud da paso a la madurez, y no se
puede nunca recobrar en ningún aspecto concreto; pero el recuerdo
y la sabiduría han destilado del paso del tiempo, como también el
regalo de la paciencia.
La lección del Ermitaño es de las que no se pueden aprender por
la lucha y la conquista. Por eso Cronos está en contraposición con
Hércules, porque la lucha no debe parar el tiempo. Solo la acepta-
ción del tiempo otorga los premios de la Edad de Oro de Cronos. A
través de la limitación impuesta y a través de las circunstancias que
solo el tiempo, no la lucha, puede aliviar, el Loco desarrolla la pos-
tura reflexiva, introvertida y solitaria, de Cronos, el Ermitaño. Por
eso Cronos es, en ciertos aspectos, una imagen de la humildad, que
muchas veces empieza con la humillación ante aquello que no po-
demos cambiar, pero que puede dar como resultado una cualidad de
tranquilidad y serenidad sin la cual no podemos soportar los obs-
táculos y contratiempos que la vida a veces acarrea. Por muy listo
que sea el intelecto, por muy caliente que sea el corazón, por muy
fuerte que sea el sentido de identidad, las vicisitudes de la vida nos
harían pedazos si lucramos incapaces de encontrar en alguna parte
de nuestro interior la paciencia y la prudencia del Ermitaño, que nos
enseña cómo aguantar y esperar en silencio. El lado negativo de
Cronos es la calcificación, una obstinada resistencia al cambio y al
paso del tiempo. En cambio, el lado creativo de este dios anciano y
ambivalente es la agudeza para cambiar lo que podemos cambiar,
aceptar lo que no podemos cambiar y aguardar en silencio hasta que
podamos distinguir la diferencia.
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A nivel adivinatorio, la carta de Cronos, el Ermitaño, presagia
un tiempo de aislamiento o retiro de las actividades sociales, para
que se pueda adquirir la sabiduría de la paciencia. Se presenta una
oportunidad para construir sólidos cimientos si estamos dispuestos a
esperar. Por eso el Loco al final llega a la madurez, tras haber desa-
rrollado una mente y un corazón, un sentimiento de identidad firme
y finalmente un respeto profundo hacia sus propias limitaciones en
el gran paso del recorrido del tiempo.

62
LA RUEDA DE LA FORTUNA

La carta de la Rueda de la Fortuna retrata a tres muje-


res sentadas en una cueva oscura. La primera es joven e hi-
la un hilo con un huso de oro. La segunda es hermosa y
madura y mide un trozo de hilo entre sus manos. La tercera
es vieja y sujeta un par de tijeras. En el centro, entre ellas,
hay una rueda de oro, alrededor de la cual se pueden ver
cuatro figuras humanas en distintas posturas. A través de la
boca de la cueva se observa un fértil paisaje verde.

La cueva sugiere a la El hilo que las


vez el vientre del que Moiras hilan, miden y
sale la vida y la cortan está
tumba a la que relacionado con la
vuelve: el principio y trama de los tejidos
el fin del destino. del cuerpo que tiene
lugar en el útero,
Las tres edades de las sugiriendo de ese
Moiras reflejan las modo que el destino
fases lunares: luna está sujeto a la
creciente, luna llena herencia y al propio
y, finalmente, la que cuerpo.
no se ve, las tres
etapas de cada vida
humana.

Aquí encontramos a las tres diosas del Destino, que los griegos
llamaban Moiras. Según la mitología, las Moiras eran hijas de la
Madre Noche y habían sido concebidas sin padre, Cloto era la que
hilaba, Láquesis la que medía y Atropos, cuyo nombre quiere decir
«la que no se puede evitar», la que cortaba. Las tres Parcas urdían el
hilo de una vida humana en la oscuridad secreta de su cueva, y su
trabajo no lo podía hacer ningún dios, ni siquiera el gran Zeus. Una
vez que se urdía el destino de un individuo, eso era irrevocable, y no

63
podía ser alterado, y la longitud de la vida y el tiempo de la muerte
eran la parte y el lote del cupo que las Moiras adjudicaban. Si un
individuo intentaba desafiar al destino, como a veces hacían los hé-
roes, entonces padecía de lo que llamaban ubris, que quiere decir
arrogancia, ante los dioses. Dicho individuo no podía, naturalmente,
escapar a su destino, y a veces era castigado severamente por los
dioses por intentar transgredir los límites establecidos por las Moi-
ras. En una versión de la mitología, se dice que Apolo, el dios-sol,
en una ocasión se burló de las Moiras y maliciosamente las embo-
rrachó para salvar a su amigo Admetus de la muerte. Pero se creía
normalmente que el mismo Zeus tenía miedo de las Parcas, porque
no eran hijas de ningún dios, pero descendían de las profundidades
de la Noche, que era el poder más antiguo del universo.

A nivel interno, las tres Moiras que tienen la Rueda de la Fortu-


na son imagen de una ley profunda y misteriosa que funciona en el
individuo, que no se conoce ni se ve, pero que al parecer apresura
los cambios repentinos de la fortuna que dan un vuelco al proyecto
de vida establecido. Las cuatro figuras humanas sobre la Rueda re-
presentan diferentes experiencias de la Fortuna, porque, cuando la
vida se atraviesa de este modo, nosotros en un principio no miramos
detrás de la rueda para ver qué es lo que ha originado el cambio,
sino que estamos preocupados con nuestras propias reacciones. El
hombre que está arriba ha sido catapultado al éxito por la vuelta de
la Rueda, mientras que el hombre que está abajo ha sido arruinado
por la que él cree que es la «mala suerte» –no la suerte del todo, sino
más bien la firma visible de algún plan misterioso que está funcio-
nando–. El hombre de la derecha ha empezado su ascenso, ayudado
por ese mismo poder oculto que ha encumbrado a una persona y ha
arruinado a otra; mientras que el hombre de la izquierda, en contra
de su voluntad, ha iniciado su descenso, porque la Rueda ha dado la
vuelta y su «suerte» se está viniendo abajo.
Pero la carta de la Rueda de la Fortuna no significa en realidad
las vueltas de la muerte, una casualidad o un accidente. Detrás de la
Rueda están las Moiras, y detrás de los cambios aparentemente for-
tuitos de la vida hay un plan inteligente y ordenado. Estas figuras
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antiguas están dentro de nosotros, hundidas en el vientre del sub-
consciente, aunque no forman parte de la personalidad consciente.
Nosotros llegamos a darnos cuenta de ellas a través de sus efectos
externos, que sentimos como el Destino, aunque no proceden de
ningún poder externo, sino de dentro, de las profundidades del alma.
La experiencia de la Rueda de la Fortuna es, en realidad, una
experiencia de ese «Otro» que está en nosotros, que normalmente
proyectamos en el mundo de fuera, echando así la culpa de nuestros
repentinos cambios de fortuna a alguien o a algo fuera de nosotros
mismos. La vuelta de la Rueda de la Fortuna nos fuerza a darnos
cuenta de este Otro, el movimiento inteligente detrás de la rueda,
que es el destino que llevamos cada uno dentro de nosotros. La ima-
gen de la misma Rueda es algo profundo, porque el aro en movi-
miento de la Rueda es como el panorama en movimiento de la vida
con que tropezamos: pero el eje queda justo en el centro, una esen-
cia o fuente constante e inmutable. Por eso el eje es como el Yo
oculto que «decide» (aunque no es una decisión del yo consciente)
dirigirse hacia distintas situaciones, acontecimientos, caminos y
personas. No es el destino el que viene a buscarnos: más bien somos
nosotros los que vamos a buscar nuestro destino. En la carta de la
Suma Sacerdotisa, el Loco encuentra esta facultad intuitiva en sí
mismo, personificada por Perséfone, que puede vislumbrar este plan
funcionando. Aquí, en la carta de la Rueda de la Fortuna, el Loco se
encuentra con lo que hila el designio, la fuente de la vida misma,
apartada e invisible, más vieja que el más viejo de los dioses, con un
poder absoluto que ni siquiera el rey de los dioses se atreve a desa-
fiar. Incluso el espíritu está sometido a las órdenes de este centro
invisible que los griegos imaginaban como las tres Parcas, y que nos
sacude de nuestra complacencia y de nuestra ilusión de control.
La dificultad y hasta el temor que algunas personas sienten ha-
cia estudios tales como el Tarot, la astrología y otras artes mánticas
puede que proceda en parte de la inquietud que se produce cuando la
personalidad consciente, acostumbrada a las decisiones y a la ima-
ginación de la voluntad omnipotente, se enfrenta al Otro en las pro-
fundidades. Por mucho que nos afecte, no está en nuestro poder con-
trolarlo, igual que Zeus tiene que temer a las Moiras. Por eso la
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Rueda de la Fortuna es más que un indicador de cambio. Es un he-
raldo de un profundo camino interior a través del cual el Loco, la
imagen de nosotros mismos, poco a poco llega a ceder ante su pro-
pio destino.

A nivel adivinatorio, la Rueda de la Fortuna presagia un cambio


repentino de suerte. Esto puede ser «bueno» o «malo», pero, cuales-
quiera que sean las vueltas de la Rueda, da origen a un crecimiento
y a una nueva fase de la vida. No podemos predecir qué es lo que
nos va a llegar –o, mejor dicho, qué es lo que nosotros estamos des-
tinados a encontrar–. Pero detrás de estos cambios están las Moiras,
una imagen de nuestro centro interior. Por eso el Loco es derribado
de su complacencia, y empieza el descenso hacia su propia fuente.

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EL COLGADO

La carta del colgado retrata a un hombre maduro, de pelo y


barba color castaño. A pesar de estar aherrojado en una postura
incómoda, justo ante un precipicio, y casi desnudo, sin embargo,
tiene una expresión serena en el rostro. Detrás de él se asoma un
paisaje oscuro de rocas ásperas, mientras que una puesta de sol
lanza una luz roja como la sangre a través de su cuerpo e ilumina
su cabeza. Un águila se abalanza sobre él.

La puesta del sol El hígado, que según


sugiere el declinar de la mitología fue
la luz brillante de la atacado por el águila
consciencia y de la de Zeus, era asociado
voluntad. al espíritu y a la
esperanza. Por eso el
La postura de tormento de Prometeo
Prometeo implica que es una imagen de la
la cabeza –la mente pérdida de la fe que,
racional– ya no según la mística, se
controla. Como la llama la "noche
puesta de sol, esta oscura del alma», en
imagen simboliza el la que, lo único que
descenso del espíritu a se puede hacer es
la obscuridad del esperar, sin tener una
subconsciente. visión segura de cómo
va a acabar todo.

Aquí encontramos a Prometeo, el Titán que desa-


fió la ley de Zeus y robó el fuego de los dioses para dárselo al hom-
bre, sabiendo muy bien que iba a sufrir por su acción. El nombre de
Prometeo significa «vidente», y el Titán poseía el don de la profecía.
Se decía también en la mitología que había cerrado al hombre, fuera
de la tierra y del agua, con sus propias lágrimas, mientras que Ate-

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nea infundía la vida en la creación. Por eso Prometeo tenía una pro-
funda simpatía por toda la humanidad, porque él los había hecho.
Pero Zeus afirmó su divina supremacía sobre los hombres ne-
gándoles el fuego. Eso quería decir que no podía haber progreso ni
iluminación, porque sin el fuego el hombre estaba condenado a vivir
como los animales, comiendo carne cruda y ocultándose en cuevas.
Prometeo cogió un poco de fuego sagrado de la forja de Hefes-
to, lo ocultó en un tallo hueco de hinojo, y lo llevó a la tierra. Zeus,
ultrajado por el robo, decidió aniquilar a la humanidad por medio
del diluvio para destruir a sus ofensores, porque no solamente fue
injuriado su orgullo, sino que el hombre, con el fuego, podía intentar
ser como dios. Pero Prometeo advirtió a su hijo Deucalión, que
construyó un arca y subió a bordo junto a su esposa, Pirra. El dilu-
vio duró nueve días y nueve noches, pero en el décimo día la inun-
dación cesó y Deucalión ofreció un sacrificio a Zeus. El rey de los
dioses, conmovido por su piedad, accedió a su petición de renovar la
raza humana.
Pero Prometeo no pudo librarse tan alegremente. Como era de
imaginar, Zeus lo agarró y lo ató con unas cadenas indestructibles
en lo alto de un precipicio en las montañas del Cáucaso. Un águila
bajaba cada día a devorar el hígado de Prometeo: cada noche el hí-
gado volvía a crecer y la tortura continuaba. Después de 30 años,
Zeus permitió que el héroe Hércules lo rescatara, quien mató al
águila y rompió las cadenas del prisionero. Prometeo recibió la in-
mortalidad, al tiempo que la humanidad, agradecida, levantó altares
en su honor y por primera vez usó los anillos, en recuerdo a su es-
clavitud.

A nivel interno, Prometeo, el Colgado, es imagen de un sacri-


ficio voluntario para un bien mayor. Este sacrificio puede ser de una
cosa externa o puede ser una actitud interior, pero ha de hacerse de
buena gana y con una aceptación plena del sufrimiento que se nos
puede exigir. En la carta de la Rueda de la Fortuna, el Loco encon-
traba estos golpes repentinos de la suerte que inauguran los cambios
de mucha trascendencia en la vida. Pero nosotros, como el Loco,

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podemos responder de muchas maneras a estos cambios. Hay perso-
nas que no pueden adaptarse y se aferran al pasado que han perdido.
Otras se vuelven amargadas y le echan la culpa a la vida, a Dios, a la
sociedad o a otra persona. La imagen de Prometeo es un símbolo de
esa parte de nosotros que tiene la perspicacia necesaria como para
comprender que determinados cambios pueden ser necesarios para
descubrir un designio interno que aún no tenemos claro. Por eso, el
Titán representa una actitud de sumisión voluntaria a ese misterioso
centro cuyas obras están detrás de las vueltas de la Rueda.
Prometeo, el Colgado, implica una aceptación de la espera en la
oscuridad. Está colgado torturado por la inquietud y el miedo de que
su sacrificio al final pueda ser baldío: tiene aún una expresión llena
de paz. Y su suspensión al final se acaba, modificándole a él y a su
relación con los dioses, puesto que se le da la inmortalidad. En mu-
chos aspectos, Prometeo es una imagen de la renuncia al control,
para que pueda salir a flote un nuevo y más grande sentido de la
vida. Puesto que Prometeo ha hecho al hombre, se puede decir que
es hombre «una especie de espíritu visionario» dentro de nosotros,
que ve posibilidades superiores, y está dispuesto a dejar todo lo que
antes considerábamos sagrado, para poder conseguir una conciencia
mayor. Como resultado, Prometeo en un principio se hace terrible-
mente vulnerable, porque si estamos decididos a realizar un sacrifi-
cio semejante por fe, entonces nos abrimos a la vida, y la vida puede
herirnos. Pero este precio, de entregar nuestras defensas y hacer el
camino en la soledad y la duda, parece necesario para todo sentido
real de aquello que nos sostiene cuando nosotros no podemos soste-
nernos a nosotros mismos. Es lo que las religiones entienden por
verdadera fe, y solo se puede ganar arriesgándose en la vida. La
carta del Colgado es una consecuencia natural de la vuelta de la
Rueda de la Fortuna, ya que implica una voluntad de creer en ese
Otro que sabe mejor que el ego lo que puede ser justo y necesario
para el desarrollo de uno.

A nivel adivinatorio. Prometeo, el Colgado, presagia la necesi-


dad de un sacrificio voluntario a fin de conseguir algo de más valor.
Esto puede ser el sacrificio de una cosa externa, que antes nos daba
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seguridad, con la esperanza de que pueda quedar sitio para el desa-
rrollo. O puede ser el sacrificio de una actitud que cultivamos, co-
mo, por ejemplo, la superioridad intelectual, o el odio implacable, o
una persecución obstinada de algún sueño inalcanzable. Por eso el
Loco responde al desafío de la vuelta de la Rueda con una voluntad
de poner su fe en las obras ocultas del subconsciente, y aguarda –
muchas veces con temor y preocupación– en la esperanza de una
vida nueva y mejor.

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LA MUERTE

La carta de la Muerte retrata a una figura de negro,


con la cara tapada por un casco negro. Sus manos están
abiertas para recibir los dones que le ofrecen las diminutas
figuras humanas que están de rodillas ante él. Una le da
una corona de oro, otra un montón de monedas. La terce-
ra, un niño, le entrega una flor. Detrás de esta figura oscu-
ra corre un río pesado. Al lado del río, la tierra está res-
quebrajada y estéril. En la orilla lejana, la tierra lentamen-
te cobra brillo y se vuelve verde bajo el sol naciente.

El rio Estigia, que El sol naciente sugiere


quiere decir un nuevo futuro,
«aborrecido», estaba aunque las almas que
considerado como un se arrodillan ante
rio pesado y Hades lo ignoran por
prohibido, ya que completo.
representa una etapa
por la que tenemos El niño que ofrece la
que pasar para flor es una imagen de
alcanzar las riquezas la fe infantil en el
del mundo cambio que puede
subterráneo. Este es el ayudarnos a afrontar
estado de tristeza y el proceso del luto.
luto, que es tan Solo el niño no tiene
necesario para la vida miedo de expresar el
como la alegría y la dolor.
celebración.

Aquí encontramos al tenebroso dios Hades, señor del mundo


subterráneo, que encontramos primero en la carta de la Emperatriz,
como raptor de Perséfone, hija de Deméter. Según la mitología, Ha-
des era conocido como el invisible. Le llamaban también Plutón,
que quiere decir «opulencia», ya que su reino estaba lleno de rique-

71
za oculta. Hades era hijo del Titán Cronos y de Rea, y fue rescatado
por su hermano Zeus cuando Cronos vomitó a sus hijos. Zeus en-
tonces entregó a Hades el reino del mundo subterráneo como su
parte de la herencia. En ese campo el dios tenebroso gobernó como
amo absoluto. Cuando salía a la luz, su casco le hacía invisible, para
que ningún mortal pudiera verle. Los ritos de la muerte exigían que
se metiera una moneda de oro en la boca del cadáver, ya que, si no
ofrecía a Hades este tributo, el alma se veía obligada a vagar para
siempre en las orillas del río Estigia, que circunscribía el reino del
mundo subterráneo.
Aunque a Hades se le concediera una condición inferior a la de
su hermano celestial Zeus, él poseía el poder más grande, ya que su
ley era irrevocable. Una vez que un alma entraba en el reino de Ha-
des, no había dios, ni siquiera el rey de los dioses, que pudiera recu-
perarla. Aunque algunos héroes como Orfeo y Teseo entraran de
forma ilícita en el reino de Hades, engañando al viejo barquero Ca-
ronte y consiguieran escapar al terrible Cerbero, el perro de tres ca-
bezas que custodiaba las puertas, ninguno de ellos volvió al mundo
superior del mismo modo. El poder de Hades era tan irrevocable que
los dioses prestaban sus juramentos con las aguas del río Estigia,
que era a la vez un veneno mortal y otorgaba la inmortalidad.

A nivel interno. Hades, el señor de la Muerte, es una imagen del


final permanente y definitivo de un ciclo de la vida. Cuando cam-
biamos, puede producirse una nueva actitud o nuevas circunstancias,
pero el antiguo camino ha muerto y jamás volverá en su forma ori-
ginal. Por eso Hades es un símbolo de esa sensación de término que
experimentamos cuando algo se nos acaba, y también, por su atuen-
do oscuro, un símbolo de la experiencia de luto que es necesaria
para preparar un nuevo ciclo. En la carta del Ahorcado, encontramos
la experiencia de la sumisión voluntaria a las leyes ocultas del alma
–la decisión de abandonar algo en la esperanza de que pueda mani-
festarse una nueva fase de la vida–. Hades, el señor de la Muerte,
representa ese estado intermedio en el que se nos pone cara a cara
con la completa irrevocabilidad de nuestra pérdida, y ante la sensa-
ción de que ha empezado un nuevo crecimiento.
72
La carta de la Muerte no simboliza necesariamente un final
«malo». La experiencia de un final irrevocable puede acompañar
acontecimientos tan alegres como el matrimonio o el nacimiento de
un niño. Pero estos acontecimientos no indican solamente un nuevo
comienzo; significan también la muerte de un viejo modo de vida, y
esa pérdida ha de ser reconocida y lamentada. Por eso tenemos ri-
tuales modernos como las «despedidas de solteros» para reconocer
la pérdida del estado de soltero. Las mujeres (y los hombres, según
el caso) a menudo sienten una inexplicable depresión después de
tener un hijo, porque aún no han llegado a reconocer que una fase de
la vida ha muerto al tiempo que ha nacido una cosa nueva. Por eso
hay que pagarle una moneda a Hades, porque él preside todos los
finales y los nuevos comienzos, y el final es tan importante como el
principio, y ha de ser reconocido y experimentado. Al mundo subte-
rráneo vamos desnudos, porque no podemos llevar con nosotros
nuestros proyectos y nuestras actitudes que nos han proporcionado
seguridad. Por eso la carta de la Muerte no es una descripción de la
muerte física, sino más bien una imagen de los inevitables ciclos
cambiantes de la vida que siempre contienen finales. A través de los
ojos de Hades, la vida se puede ver como una constante procesión
de muertes, empezando por tener que dejar las aguas confortables
del vientre materno y acabando con la dura realidad de tener que
separarnos de la existencia física. Jamás volveremos a vivir en el
paraíso dichoso del cuerpo de la madre. La infancia debe morir para
dar paso a la adolescencia y al desarrollo sexual, y, en cuanto a la
juventud, por mucho que nos esforcemos en prolongarla a base de
dietas, ejercicios y cosméticos, con el tiempo tendrá que morir para
ir hacia la madurez y la mediana edad. Cada relación, incluso la
mejor, tiene sus ciclos de finales y de comienzos, porque nuestros
sentimientos cambian conforme pasa el tiempo y nuestra compren-
sión de otra persona crece. Dejamos atrás nuestro estado de solteros
cuando nos casamos, y dejamos atrás nuestra eterna juventud con el
nacimiento de los hijos que nos recuerda nuestra propia mortalidad.
Por eso Hades, el señor de la Muerte, es nuestro compañero invisi-
ble a lo largo de la vida, y a él hemos de pagar nuestro tributo.

73
A nivel adivinatorio, la carta de la Muerte implica que algo se
tiene que acabar. Que esta experiencia sea penosa o no depende de
la capacidad de la persona para aceptar y reconocer la necesidad de
los finales. La carta de la Muerte puede presagiar una oportunidad
para una nueva vida, si conseguimos desprendernos de la vieja. Por
eso el Loco entra en el mundo subterráneo, dejando tras él su vida
anterior, para prepararse a un futuro desconocido.

74
EL DIABLO

La carta del diablo retrata a un Sátiro, una criatura


que es medio hombre y medio macho cabrío, bailando al
son de la flauta que tiene en su mano izquierda. Con la de-
recha agarra dos trozos de cadena, cada uno de ellos atado
al cuello de una figura humana desnuda. Las figuras –un
hombre y una mujer– llevan unos cuernos diminutos como
los del Sátiro. Aunque sus manos y sus pies están libres pa-
ra bailar, las cadenas del miedo y la fascinación por la mú-
sica les retienen. A su alrededor se divisan las oscuras pa-
redes de una cueva.

El macho cabrío en La cueva oscura y sin


la mitología estaba puerta significa que
asociado a la lujuria Pan habita en el reino
y a la indecencia y se más inaccesible
consideraban un del subconsciente.
animal impuro y Solo una crisis puede
lujurioso. Pero el romper el muro y
macho cabrío penetrar en su cámara
simboliza también el secreta.
chivo expiatorio, la
persona o cosa sobre Las figuras de los
la que la gente bailarines son libres,
proyecta la parte si así lo desean, de
inferior de sí misma, sacudirse las cadenas,
para sentirse más ya que sus manos no
limpia y más recia. están atadas. Ser
Por eso. Pan, el esclavos del Diablo,
Diablo, es el chivo en definitiva, es una
expiatorio al que cuestión voluntaria de
echamos la culpa de la que, la consciencia
nuestros problemas. se puede librar.

Aquí encontramos al gran dios Pan, que los griegos adoraban


75
como el Gran Todo. Según la mitología, Hermes engendró a Pan en
la ninfa Dryope. El niño era tan horroroso al nacer –con cuernos,
barba, rabo y patas de cabra– que su madre se marchó aterrorizada,
y Hermes se lo llevó al Olimpo para diversión de los dioses. Pan
frecuentaba los bosques y pastos de Arcadia y personificaba el espí-
ritu fértil y fálico de la naturaleza salvaje y bravía. Pero en ocasio-
nes también sabía ser amable con los hombres guardando rebaños,
manadas y colmenas, tomaba parte en las juergas de las ninfas del
bosque y ayudaba a los cazadores a encontrar su presa. En una oca-
sión persiguió a la casta ninfa Siringa hasta el río Ladón, donde ella
se transformó en junco para escapar a sus desagradables e hirsutos
abrazos. Allí, puesto que no podía distinguirla de los demás juncos,
cortó unos cuantos al azar, e hizo con ellos una flauta, la flauta de
Pan.
Del nombre de Pan deriva la palabra «pánico», porque él se di-
vertía dando sustos de repente al viajero solitario. Era despreciado
por los otros dioses, aunque se aprovechaban de sus poderes. Apolo,
el dios-sol, consiguió de él el arte de la profecía por medio de hala-
gos, y Hermes emitió una flauta que él había dejado abandonada, la
reivindicó como si fuera su propio invento, y se la vendió a Apolo.
Por eso el brillante dios-sol recibió su música y su profecía de forma
ilícita del macho cabrío, el horrible y bravío dios de la naturaleza.

A nivel interno, Pan, el Diablo, es una imagen de la servi-


dumbre al aspecto más crudo e instintivo de la naturaleza humana.
Como el dios era adorado en cuevas y grutas, rodeado de miedo, su
imagen en nosotros sugiere algo que a la vez nos da miedo y nos
fascina –los brutales, cabrunos e incivilizados impulsos sexuales
que experimentamos como algo malo, a causa de su naturaleza
compulsiva–. A partir del comienzo de la era Cristiana, el dios Pan
ha sido asignado a la figura del Diablo, con su mueca maligna, sus
cuernos de cabra y todo, y es despreciado por la gente «espiritual»,
así como una vez le despreció Apolo en la mitología Griega. Plutar-
co relata cómo, durante el reinado del Emperador Tiberio, un mari-
nero que navegaba cerca de las Islas Equínadas escuchó una voz
misteriosa que le llamó tres veces, diciendo: «cuando llegues a Pa-
76
lodes proclama que el dios Pan ha muerto». Eso sucedió al tiempo
que el Cristianismo nacía en Judea. Pero la presencia de esta carta
entre los Arcanos Mayores del Tarot sugiere que Pan no ha muerto.
Lo que pasa es que ha sido relegado a los escondites más bajos del
subconsciente, y representa aquello que nosotros tememos, aborre-
cemos y despreciamos en nosotros mismos, y que incluso nos escla-
viza a través de nuestro mismo miedo y de nuestra misma repugnan-
cia.
El problema de la vergüenza respecto al cuerpo y a los impulsos
sexuales, sobre todo esos impulsos que el psicoanálisis ha sacado
tanto a la luz en este siglo –las fantasías incestuosas, la atracción
hacia las funciones corporales y las excreciones, la sensación de que
se trata de algo sucio y perverso, cabruno e hirsuto, horroroso e infe-
rior– es el problema que personifica Pan, el Diablo. Incluso el hom-
bre y la mujer más «liberados» sexualmente pueden experimentar
esta secreta vergüenza respecto al cuerpo. Podemos hallar algo no-
ble y romántico en el león rabioso de la carta de la Fuerza, o en los
caballos testarudos del Carro. Pero es más difícil percibir la nobleza
en Pan. No obstante, en la mitología él no era malo, simplemente era
bravío, amoral y natural. Es el estancamiento de los humanos que
están sometidos al terror y a la fascinación lo que crea el problema.
La carta del Diablo significa bloqueos e inhibiciones, generalmente
de tipo sexual, que surgen de nuestra incapacidad de entender a Pan.
Es verdad que es horroroso, pero es el Gran Todo: la vida brutal del
propio cuerpo, amoral y crudo, pero no por eso menos dios. La
energía que gastamos manteniendo al Diablo en su cueva, aver-
gonzado y escondido, es una energía perdida para la personalidad,
pero que puede ser rescatada con un resultado inmensamente pode-
roso si queremos mirar a Pan a la cara. Por eso el Loco tiene que
aprender a enfrentarse con los aspectos más bajos y más vergonzo-
sos de sí mismo, o será siempre esclavo de su propio miedo. Enton-
ces, para ocultar su secreto vergonzoso, puede querer ser superior y
proyectar su propia bestialidad en otros, arrastrándolos al prejuicio,
a la intolerancia c incluso a la persecución de individuos y razas que
le parecen «malas».

77
A nivel adivinatorio, la carta de Pan, el Diablo, sugiere la nece-
sidad de afrontar todo lo que tenemos de sombrío, vergonzoso y
bajo en nuestra personalidad. El Loco debe liberarse alcanzando el
conocimiento y la aceptación honrada y humilde de Pan, entonces
podrá rescatar el poder creativo que está encadenado por su propio
pánico y asco de sí mismo. Así llegará al centro del laberinto y mi-
rará a la cara su propia oscuridad en la sustancial oscuridad de su
cuerpo, para llegar a ser lo que siempre ha sido: puramente natural.

78
LA TORRE

La carta de la Torre retrata un edificio de piedra edifi-


cado sobre una roca alta que daba al mar. De las profundi-
dades del agua emerge una figura poderosa y amenazado-
ra, con una corona de oro, cabello castaño ondeando con
alga marina, con la cola de un pez que se puede observar
entre las olas embravecidas. Él apunta su tridente hacia el
edificio, que es alcanzado por un relámpago y unos truenos.
El mar hierve y el cielo es negro y presagioso, iluminado
por violentos relámpagos rojos.

El tridente es el Aunque Poseídon es


atributo del poder de un dios de tierra, está
Poseidón, y refleja la retratado con la cola
luna creciente que le de un pez. Eso le une
une con el reino de a las criaturas del
los instintos y de la mar, de sangre fría,
noche. muy lejos de la vida
humana, de sangre
La salida del dios del caliente, que
mar subiere una corresponde al mundo
poderosa fuerza arcaico de los
instintiva que emerge instintos.
del subconsciente, más
fuerte que los
esfuerzos de la
voluntad para
reprimirla.

Aquí vemos al famoso Laberinto del rey Minos, que fue alcan-
zado por un terremoto cuando el dios Poseidón, enfadado, salió de
las aguas para derribar al reino. Según la mitología, Minos era el
rico y poderoso rey de Creta. Recibió este poder de Poseidón, dios
del terremoto y de las profundidades del océano, que consintió en

79
hacer a Minos soberano de los mares si el rey ofrecía un hermoso
toro blanco al dios en sacrificio. Pero el rey Minos no quería dar el
toro, y lo escondió en su manada, poniendo en su lugar un animal
más pequeño. Poseidón, furioso con Minos por haber sido arrogante
y haber rechazado el pacto, pidió la ayuda de Afrodita, la diosa del
amor. Ella inspiró a la esposa de Minos, Pasífae, una pasión ardiente
por el toro blanco. La reina sobornó a Dédalo, artesano de palacio,
para que le hiciera una vaca de madera. Pasífae entró en la vaca, el
toro penetró a Pasífae, y de esta unión de la reina y la bestia nació el
Minotauro, la vergüenza de Minos, una horrible criatura con cuerpo
de hombre y cabeza de toro, que se alimentaba de carne humana. El
rey, aterrorizado, escondió esta criatura en el interior de un gran
Laberinto de piedra que mandó construir a Dédalo.
Pero el reino no podía quedar para siempre en esta situación es-
tancada, con un secreto tan infamante en su interior. Con la ayuda
de Ariadna, la hija de Minos, el héroe Teseo, hijo de Poseidón, vino
y mató al Minotauro, y el dios en ese momento salió airado de su
lecho en el fondo del mar y atacó al Laberinto. El edificio fue redu-
cido a escombros por el terremoto, que enterró a la vez al rey Minos
y al cadáver del Minotauro, al tiempo que todos los esclavos que
habían estado sometidos al poder de Minos fueron puestos en liber-
tad. Teseo fue proclamado rey de Creta, una nueva era fue inaugu-
rada y el Laberinto no fue levantado nunca más.

A nivel interno, la Torre atacada por el dios es una imagen del


derrumbamiento de las viejas formas. La Torre es la única estructura
hecha por el hombre en los Arcanos Mayores y por eso es una repre-
sentación de las estructuras, internas y externas, que nos hacemos
nosotros mismos, como Minos, como defensas contra la vida y co-
mo escondite para ocultar nuestros lados menos agradables a los
demás. En muchos aspectos, la Torre es una imagen de las fachadas
socialmente aceptables que nosotros adaptamos para ocultar a la
bestia que llevamos dentro. Entonces utilizamos nuestras profesio-
nes, nuestras buenas credenciales, nuestras afiliaciones a institucio-
nes y compañías respetables, nuestros papeles sociales cuidadosa-
mente educados, nuestras sonrisas más corteses y nuestros saludos
80
más diplomáticos, nuestro aspecto inspirado en las revistas de moda
y nuestra moral inculcada por la familia, para ocultar ese secreto
vergonzoso que en la carta del Diablo aguarda al Loco en el mundo
subterráneo. La Torre es una estructura de valores falsos o demasia-
do grandes, esas actitudes hacia la vida que no salen de la integridad
del ser, sino que son «puestas» como si fueran trajes en un juego
que sirve para impresionar a la audiencia. La Torre representa tam-
bién las estructuras que construimos en el mundo externo para en-
carnar nuestras personalidades incompletas.
Por eso, cuando el Loco se enfrenta al gran dios Pan en el centro
del Laberinto, es transformado por el encuentro. Es más humilde,
más completo y más real. Inevitablemente, este cambio dará lugar a
transformaciones en la vida externa. Del mismo modo que nuestras
actitudes se ven alteradas por cualquier encuentro que tengamos con
lo que está en el subconsciente, así también son los modos de vida
que elegimos, una de las razones por las que mucha gente tiene mie-
do a este proceso de autoanálisis es que intuye que, si descubre su
verdadera naturaleza, ya no va a poder fingir ante los ojos del mun-
do. Un encuentro honrado con el Diablo necesita una profunda inte-
gridad interior, y por eso la Torre, el edificio que representa los va-
lores del pasado, puede venirse abajo. El Loco se da cuenta de qué
manera ha traicionado su propia esencia, y este trauma es como el
tridente de Poseidón atacando al Laberinto: resquebraja las defensas
y rescata esas partes de nosotros mismos que han sido esclavizadas.
En muchos aspectos, el Minotauro es como el Diablo, porque ambos
representan un secreto bestial relacionado con el cuerpo y con las
sensaciones sexuales vergonzosas que han de ser ocultadas incluso a
nosotros mismos, si queremos aparecer sin tacha y «decorosos» a
los ojos de la sociedad.

A nivel adivinatorio, la carta de la Torre, cuando aparece al


echar las cartas, presagia el derrumbamiento de las formas exis-
tentes. Depende mucho de la actitud del individuo que el que pueda
ser difícil y penoso aceptar esta carta, como las cartas de la Muerte y
del Diablo. Obviamente es más creativo preguntarse a uno mismo
dónde estamos atados o limitados por una personalidad o por una
81
imagen falsa, porque un esfuerzo de voluntad para romper con este
fingimiento nos puede ahorrar mucha angustia. Pero parece ser que
la Torre va a caer de todos modos, tanto si queremos como si no, no
porque algún maligno destino externo lo mande, sino porque algo
dentro del individuo ha alcanzado el punto de ebullición y no puede
vivir por más tiempo con tales límites.

82
LA ESTRELLA

La carta de la Estrella retrata a una hermosa joven con


una cabellera larga y bonita, arrodillada ante un cofre
abierto. Del cofre sale un enjambre nocivo de criaturas vo-
ladoras que llenan el aire de tinieblas. Pero los ojos de la
mujer joven están fijos en una estrella luminosa que se
cierne sobre ella, y en la que se puede ver una figura feme-
nina luciendo un traje blanco.

Pandora es, como El cofre que Zeus


Eva, una mujer. Es el envía a la humanidad
lado femenino de la con Pandora es como
naturaleza humana la manzana del jardín
–sentimiento, instinto, del Edén: algo que
imaginación, está prohibido, pero a
intuición– que tiene lo que es imposible
que sondear la verdad resistir. Contiene el
a pesar de las conocimiento de la
consecuencias. realidad de la vida
humana, es decir, la
Los insectos, a muerte de la
diferencia de las ingenuidad y de la
criaturas de sangre fantasía infantil:
caliente, están lejos de aunque también
la conciencia humana contiene el atributo
y de la comunión. más precioso del
No podemos espíritu humano.
comunicarnos con
dios, sino que son
aguijoneados y
picados por su misma
naturaleza.

Aquí encontramos a Pandora, que según la mitología abrió el

83
cofre que Zeus había dado maliciosamente a la humanidad, y soltó a
todas las plagas. Después que el Titán Prometeo robara el fuego
sagrado de los dioses para dárselo a la humanidad, el rey de los dio-
ses decidió infligir a la raza humana severos castigos, que culmina-
ron en el gran diluvio descrito en la carta del Ahorcado. Antes de
este diluvio, sin embargo, su ira era más sutil, aunque no se había
saciado todavía. Zeus ordenó a Hefesto, el dios del fuego, que hicie-
ra un cuerpo con barro y agua, le diera fuerza vital y voz humana, e
hiciera a una virgen cuya belleza deslumbradora fuera igual a la de
las diosas inmortales. Todas las divinidades colmaron esta nueva
criatura con sus regalos especiales, y le dieron el nombre de Pando-
ra. Hermes, sin embargo, puso perfidia en el corazón de Pandora y
mentiras en su boca. Zeus envió esta mujer a Epimeteo, hermano de
Prometeo, junto con un gran cofre. Pero Epimeteo, habiendo sido
advertido por su hermano de que no aceptara regalos de Zeus, se
disculpó respetuosamente. Pero luego, al ver la terrible venganza
que el rey de los dioses infligió a Prometeo, Epimeteo (cuyo nombre
significa «que ve por detrás») se apresuró a casarse con Pandora.
Prometeo, antes de ser agarrado y aprisionado en su solitario pi-
co de la montaña, logró advertir a Epimeteo de que no tocara el co-
fre, y Epimeteo comunicó esta advertencia a Pandora con espantosas
amenazas. Pero Hefesto había hecho a Pandora tan loca, traviesa y
holgazana como hermosa. Al poco tiempo abrió la tapadera del co-
fre, y las terribles plagas que Zeus había juntado –la Vejez, el Tra-
bajo, la Enfermedad, la Demencia, el Vicio y la Pasión– escaparon y
se esparcieron sobre la tierra, infectando a toda la humanidad. Solo
la esperanza, que de algún modo consiguió encerrarse en el cofre
junto con las Plagas, no se fue volando.

A nivel interior, la imagen de Pandora y la Estrella de la Espe-


ranza es un símbolo de esa parte de nosotros que, a pesar de un con-
tratiempo, una depresión o una pérdida, puede aferrarse todavía a un
sentido y a un futuro que podría sobreponerse a las desgracias del
pasado. La Estrella no representa un convencimiento totalmente
formado de futuros planes, o una solución a los problemas de uno, o
una guía para la acción. Como las cartas del Ermitaño y del Colga-
84
do, la carta de la Estrella es una carta de espera, porque el sentido de
la esperanza es una luz frágil que alumbra y guía, pero no disipa las
tinieblas enteramente. La esperanza aparece, pues, como una figura
femenina, porque es el lado irracional de nosotros –la intuición– el
que percibe la Estrella en medio del enjambre nocivo de Plagas. La
esperanza no hace que las Plagas se marchen, ni deshace la vengan-
za que Zeus ha desatado. Pero, sea como sea, de alguna manera mis-
teriosa, proporciona la fe y por eso en la imagen los ojos de Pandora
están fijos no en las desgracias de la condición humana, sino en esa
vaga, irracional, inexplicable sensación de que pronto llegará la au-
rora.
Esta clase de esperanza no tiene nada que ver con las expec-
tativas planeadas. Está relacionada con algo profundo que hay den-
tro de nosotros, que a veces llamamos la voluntad de vivir, y que –a
pesar de ser una experiencia subjetiva, sin ninguna razón visible y
concreta– muchas veces puede marcar la diferencia entre la vida y la
muerte. Los médicos saben que esto pasa con sus pacientes –que el
individuo que tiene esperanza y voluntad de vivir puede encontrar a
menudo el recurso interno para luchar con una enfermedad que de
otra manera lo mataría–. Asimismo, individuos que han sufrido cir-
cunstancias trágicas o se han tenido que enfrentar a desafíos supe-
riores a lo que soporta normalmente la capacidad humana –como
aquellas personas que han estado en los campos de concentración de
Alemania y Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, o que vie-
ron a sus familias destrozadas en las invasiones rusas de Checoslo-
vaquia en 1948 y Hungría en 1956– han dicho muchas veces que
tenían fe y ese sentido de la diferencia entre la supervivencia y el
derrumbamiento completo y la muerte. La esperanza es una cosa
profunda y misteriosa, porque parece como si pudiera trascender
todo aquello que la vida nos presenta en el camino de la catástrofe.
Sin embargo, no surge por un acto de voluntad, aunque la Estrella
de la Esperanza aparezca en el mito de Pandora tras una acción deli-
berada por su parte. Simplemente está allí, misteriosamente encerra-
da en el cofre junto con todas las calamidades, y si el individuo sabe
percibir su delicado resplandor, entonces su respuesta ante las difi-
cultades quedará radicalmente transformada. Por eso la Estrella, la
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visión de la esperanza y de la promesa que nos guía, no surge de la
intención, sino de las cenizas de la Torre que ha sido destruida. El
Loco espera entre los escombros, sin ninguna idea clara de cómo o
qué reedificar. En medio de esta confusión y derrumbamiento de las
actitudes y estructuras viejas surge la tenue, impalpable pero pode-
rosa Estrella de la Esperanza.

A nivel adivinatorio, la carta de la Estrella, cuando aparece al


echar las cartas, anuncia la experiencia de la esperanza, el sentido y
la fe en medio de las dificultades. Sin embargo, la Estrella también
puede ser ambivalente, y puede poner en guardia contra la esperanza
ciega que se niega a realizar la acción necesaria para construir sobre
ella, pero la carta de la Estrella es el anuncio de una promesa, una
experiencia absolutamente agradable para el Loco que ha pasado por
el derrumbamiento de algo que él consideraba valioso para su vida.

86
LA LUNA

La carta de la Luna retrata una misteriosa figura feme-


nina con tres caras, coronada con una diadema de la luna
en sus tres fases. Sus cabellos son de plata, ella lleva un
vestido blanco que cae en un charco a sus pies. A su lado
hay un perro con tres cabezas, mientras que desde las pro-
fundidades del charco un cangrejo intenta arrastrarse fuera
del agua. El cielo tras ella es oscuro, iluminado tan solo
por la luminosidad de su corona.

Las tres caras de El cangrejo es una


Hécate, como las tres criatura que no
caras de las Moiras, pertenece totalmente
reflejan las ni al reino acuático
inevitables facetas ni al reino terrestre,
cambiantes de tu sino que vive entre
vida. ambos. Por eso el
cangrejo es una
El color blanco y el imagen del mundo de
color plata, los los sueños, que surge
colores del vestido y de las profundidades
del pelo de Hécate, desconocidas, pero se
se asocian con la mete en el mundo
luna, porque se decía visible a través de
que contenían en sí poderosas imágenes y
todos los colores en sentimientos que no
un estado incipiente. pueden ser
ignorados.

Aquí encontramos a la anciana Hécate, diosa del mundo subte-


rráneo, soberana de la luna, la magia y el encantamiento. Según la
mitología, Hécate a veces se alternaba con Artemisa, la diosa del
amor, aunque era una divinidad mucho más vieja, y era poderosa
tanto en el cielo como debajo de la tierra. Hija de Zeus y de Hera,

87
suscitó la cólera de su madre por robarle un frasco de colorete. Ella
huyó a la tierra y se ocultó en casa de una mujer que acababa de dar
a luz un niño. El contacto con el parto la hizo impura, y por eso fue
llevada al mundo subterráneo, para lavar su mancha. Pero resulta
que se convirtió en uno de los soberanos del mundo subterráneo, y
se llamó a la Reina Invencible, la que presidía las purificaciones y
las expiaciones. Como era una diosa de encantamiento, enviaba a la
tierra demonios que atormentaban a los hombres en sus sueños. Iba
acompañada por Cerbero, el guardián de la entrada al mundo subte-
rráneo, que tenía tres cabezas, y que era su forma animal y su espíri-
tu familiar. Los sitios que solía frecuentar más a menudo eran los
cruces de los caminos, las tumbas y los lugares de crímenes, y le-
vantaban en su honor imágenes sagradas de tres cabezas en los cru-
ces de los caminos y era adorada en vísperas de luna llena.
El mismo Zeus honró tanto a Hécate que nunca le negó el anti-
guo poder del que ella siempre había disfrutado: el de conceder o
denegar a los mortales cualquier deseo. Sus compañeras en el mun-
do subterráneo eran las tres Erinias o Furias, que castigaban las
ofensas contra la naturaleza y representaban de una forma más ame-
nazadora a las tres Moiras o Parcas. Por eso Hécate es una de las
imágenes más arcaicas de la mitología, y preside la magia, el parto,
la muerte, el mundo subterráneo y el destino.

A nivel interior, Hécate, la diosa de la luna, es una imagen de


las misteriosas profundidades acuosas del subconsciente. Ya hemos
encontrado este reino extraño e impalpable en las otras dos cartas de
los Arcanos Mayores: la Suma Sacerdotisa y la Rueda de la Fortuna.
Estas tres cartas están vinculadas en su significado y representan
una progresión en la comprensión profunda y en la experiencia del
mundo del subconsciente. Por medio de Perséfone, la Suma Sacer-
dotisa, el Loco empezó a estar atento a sus propias profundidades
personales, a tener un yo secreto que estaba por debajo de la vida
corriente. Por medio de las Moiras, que presiden la Rueda de la For-
tuna, experimentó el poder que llamamos Destino, a través de los
cambios repentinos de la suerte que revelan una ley invisible o un
plan determinado por dentro. Aquí, en la carta de la Luna, encontra-
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mos en la imagen de Hécate una experiencia del gran mar colectivo
del subconsciente del que ha surgido no solamente el individuo, sino
la totalidad de la vida. Hécate es más que el retrato de las profundi-
dades personales. Ella encarna el principio femenino en la vida
misma, y las tres caras y las tres fases lunares reflejan su poder poli-
facético sobre el ciclo, la tierra y el mundo subterráneo. En términos
psicológicos, en este reino oceánico de la imaginación humana es
donde han nacido los grandes mitos y los símbolos religiosos, y las
obras de arte a lo largo de los siglos. Es un mundo caótico, confuso,
ilimitado, del que los individuos, con su camino personal y la bús-
queda de sí mismos, no son más que una parte pequeñita.
El encuentro con Hécate, la diosa-luna, es el enfrentamiento con
un mundo transpersonal, donde los límites personales se borran y el
sentido de la dirección y el ego se han perdido. Es como si tuviéra-
mos que esperar sumergidos en las aguas de este mundo a la vez que
surgen las nuevas posibilidades que con el tiempo se van a convertir
en nuestro futuro. Pero las aguas oscuras del subconsciente colecti-
vo contienen a la vez lo positivo y lo negativo, y a veces es difícil
distinguir sus movimientos cambiantes de la locura y el engaño.
Puede ser un mundo espantoso, que produce ansiedad, ya que vivir
en el reino que preside Hécate significa vivir sin conocimiento ni
claridad. Sobre nosotros ha corrido algo que limpia el pasado y pre-
para el camino para el futuro, pero debemos esperar como el feto
espera en el vientre. El único camino que lleva al mundo de Hécate
es el «camino real» de los sueños, que, al igual que el cangrejo, nos
atormenta con una rápida visión y luego se desliza otra vez en el
agua. La carta de la Luna es una carta de gestación, llena de confu-
sión, ansiedad y aturdimiento. No tenemos nada que nos guíe, ex-
cepto el mundo de los sueños y la Estrella de la Esperanza, porque
esta imagen de lo femenino no es una imagen personal como la de la
Suma Sacerdotisa. Es vaga, impalpable e impersonal, y se encarna
como humores cambiantes y confusión. Hécate nunca se puede asir
realmente, porque es una diosa de magia, e inicia al Loco en un
mundo más grande que el suyo, ese agua original de la que procede
toda vida.

89
A nivel adivinatorio, la carta de Hécate, la diosa-luna, presagia
un periodo de confusión, fluctuación e incertidumbre. Estamos en
poder del subconsciente y lo único que podemos hacer es esperar y
aferramos a las impalpables imágenes de los sueños y a la vaga per-
cepción de esperanzas y fe. Por eso el Loco aguarda su renacimiento
en las aguas de un útero más grande, vagamente consciente de que
su camino de desarrollo personal no es más que un pequeño frag-
mento de una vida amplia, inabarcable, que se extiende a lo largo de
milenios y que permanece eternamente fértil, aunque eternamente
informe.

90
EL SOL

La carta del Sol retrata a un hombre de una belleza


clásica y bien proporcionada, con cabellos de oro, con una
corona de hojas de laurel y que lleva en su cabeza el disco
dorado del sol. Tiene alas doradas y lleva una túnica corta
de un blanco deslumbrante. En su mano derecha sostiene
un arco y una aljaba llena de flechas; en su mano izquierda
mece una lira. Le hacen de marco dos columnas y un pórti-
co hecho de piedra de oro claro. Tras él, un paisaje oro y
verde, con olivos, brilla bajo un cálido cielo azul.

Si los pesares y los Las flechas de Apolo,


miedos eran llevados de largo alcance, le
a Apolo en una merecieron el epíteto
canción, él se los de «Apolo el de la
llevaba. La música, Vista Larga«,
como expresión del significando con eso
dios-sol, transforma que es una imagen de
nuestra oscuridad en esa parte de nosotros
luz y sentido. que puede ver el
propósito y la razón,
La guirnalda de laurel porque los
se utilizaba para experimenta mucho
coronar a los antes de que los
vencedores de las hayamos procesado
competiciones emocionalmente y
atléticas y artísticas. dejado atrás.
El espíritu esforzado y
la corona de la
victoria son ambos
aspectos del dios sol.

Aquí encontramos al radiante dios-sol Apolo, el caballero del


Olimpo y señor de la profecía, la música y el conocimiento. Su apo-

91
do era el de Febo, que quiere decir «el brillante», y, según la mito-
logía, se recreaba en lo alto de los picos de la montaña. Era hijo de
Zeus y de Leto, la diosa de la Noche. Al igual que otros niños, Apo-
lo no fue alimentado con la leche de su madre. Se hartó de néctar y
de dulce ambrosía, e inmediatamente el recién nacido arrojó sus
pañales y fue dotado de fuerza viril. Con el arco y las flechas de
largo alcance que Hefesto, el dios del fuego, había hecho para él,
salió en busca de un lugar para su santuario. Pero el lugar que esco-
gió fue la garganta de una montaña, que era la madriguera de la ma-
ligna serpiente femenina Pitón, una bestia enviada por Hera, fuera
de sí por los celos, para destruir a Leto, la madre de Apolo. El dios
mató a Pitón con una de sus flechas y se coronó a sí mismo con el
laurel sagrado, y llamó a su nuevo santuario Delfos.
En el santuario de Delfos estableció su oráculo, que se expre-
saba a través de una sacerdotisa que fue conocida como la Pitonisa.
Mientras tanto, él dejaba Delfos cada año en otoño y viajaba a la
misteriosa tierra de los Nórdicos, donde podía disfrutar de un cielo
eternamente brillante. Apolo era enemigo de toda oscuridad, y podía
quitar a los hombres la maldición del asesinato y las fatigas del do-
lor. Pero era una divinidad tramposa, porque su oráculo era de doble
sentido y evasivo, y sus flechas podían matar no solamente a los
monstruos, sino también a los hombres. Por eso era el dios de la
muerte repentina lo mismo que era un senador que se llevaba las
enfermedades y las sombras. Respecto a la profecía, que normal-
mente era el don de las divinidades del mundo subterráneo, Apolo
fue adueñándose de ella poco a poco hasta que llegó a encarnar en sí
mismo la visión trascendental.

A nivel interno, Apolo, el dios-sol, es una imagen del poder de


la conciencia para disipar la oscuridad. Como Hécate, que bajo el
nombre de Artemisa era la hermana gemela de Apolo según la mito-
logía, el dios personifica algo más que la capacidad de un individuo
para alcanzar el conocimiento y la clarividencia. Apolo es una ima-
gen del impulso hacia la conciencia que existe en toda vida, y, por
tanto, es el complemento natural y la antítesis de Hécate. A lo largo
de muchos siglos y a través del surgimiento y la caída de muchas
92
culturas y civilizaciones, el impulso de conocer y el deseo de librar-
se de la esclavitud de la naturaleza oscura y desconocida, ha condu-
cido a la humanidad hacia alturas impresionantes aunque peligrosas.
Apolo representa espíritu del esfuerzo intelectual, combinando con
una visión del futuro que abarca un ideal de perfección.
Por eso el encuentro del Loco con Apolo, el dios-sol, le trae la
esperanza y la claridad de la luz del día después de la larga noche de
espera en el vientre de Hécate. A través de muchas pruebas y pérdi-
das el Loco ha conservado su meta y su integridad, pero la carta de
la Luna es un sitio oscuro donde, a pesar de que el final del camino
está cerca, el Loco ha perdido a la vez su confianza y su poder de
acción. Pero Apolo es el que disipa el miedo, y su luz brillante se
lleva las sombras. Las sombras de la Luna son como los terrores
nocturnos de la infancia, en la que nos sentimos pequeños e insigni-
ficantes ante la inmensidad de lo desconocido, amenazados por gi-
gantescas serpientes que se asoman en la oscuridad. Apolo es una
imagen de esa esperanza y de esa fe que no surge de ningún esfuer-
zo personal de nadie, sino del esfuerzo de todos nosotros, una he-
rencia humana de nobleza y determinación que puede devolverle al
Loco la fe en sí mismo, porque es también una fe en el significado y
el propósito del camino humano. La carta del Sol simboliza ese es-
píritu indomable que ha luchado siempre contra la superstición, la
impotencia, la ignorancia y la servidumbre al fatalismo y a la deses-
peración.
Este es el espíritu que lucha con la serpiente Pitón, la encar-
nación del poder negativo del instinto ciego y del miedo primitivo.
La música de Apolo nos saca también de nosotros mismos, porque
la música habla con una voz interpersonal, atravesando culturas y
siglos y encarnando la tragedia y el triunfo humano. Por eso Apolo
es una gran divinidad, respetada por todos los dioses, e incluso las
Moiras se sometieron una vez a su voluntad –aunque solo fue una
vez–. Pero el dios-sol es también ambivalente, porque demasiada luz
demasiado pronto puede matar si el conocimiento es prematuro y
destruye el tiempo necesario y la oscuridad necesaria para que las
cosas se gesten. Por tanto, la carta del Sol va después de la carta de
la Luna. El calor abrasador del sol puede quemar, porque no respeta
93
las leyes de la naturaleza. Por eso Apolo, según la mitología, mu-
chas veces era rechazado por las mujeres a las que se acercaba, por-
que su luz era demasiado brillante.

A nivel adivinatorio, la carta de Apolo, el dios-sol, presagia un


tiempo de claridad, optimismo y confianza renovada. Se puede en-
tender el proyecto de la vida, hacer planes para el futuro, dar un pa-
so hacia delante. Las maldiciones de la noche se disipan, y el Loco
se encuentra ahora armado de perspicacia, propósito y una fe en el
espíritu de lucha del hombre. Por eso encuentra este gran principio
masculino en la vida, que funciona tanto en los hombres como en las
mujeres, y que da un paso adelante hacia la meta.

94
EL JUICIO

La carta del Juicio retrata a un joven moreno, de pelo


rizado, vestido con una túnica blanca y una capa de viaje
roja como la sangre. Sobre su cabeza tiene un casco alado,
y sus pies calzan sandalias aladas. En su mano derecha tie-
ne el caduceo, el báculo de la magia rodeado de dos cule-
bras. A ambos lados de su persona, medio visibles, hay dos
columnas, una negra y otra blanca. Las escaleras en las
que está él, suben hasta una puerta a través de la cual se
puede divisar un paisaje verde y fértil sobre el que acaba de
levantarse el sol. Delante de él hay muchos ataúdes talla-
dos, y de estos sarcófagos se están levantando los muertos,
incorporándose hacia él tal y como están, recién salidos de
las mortajas de su entierro.

Las columnas negra y Ahora podemos


blanca reflejan una entender a las dos
vez más la culebras enroscadas
ambivalencia del alrededor del báculo
subconsciente con sus de la magia de
dos potencialidades, Hermes como
la destructiva y la emblemas del mundo
creativa. subterráneo femenino
de los instintos, que
Los muertos están Apolo, el dios-sol,
momificados porque conquista, pero con el
las experiencias del que Hermes se
pasado permanecen relaciona de una
olvidadas e manera distinta,
inalteradas en el utilizándolo para
subconsciente, hasta servir a sus propósitos
que de repente su más elevados en el
significado sale a designio del camino
la luz. de la vida.

95
Aquí, como nos estamos acercando al final del ciclo de los Ar-
canos Mayores, encontramos a ese dios que vimos al principio –
Hermes el Psicopompo, Guía de las Almas–. En la carta del Mago,
Hermes aparece como el guía interior del Loco al comienzo del ca-
mino de la vida –un tramposo, un protector de los viajeros perdidos
y un mago que puede encauzar el camino a través de las intuiciones
misteriosas que en la mitología se decía que dispensaba el dios.
Ahora se revela como una poderosa divinidad del mundo subterrá-
neo, emisario de Hades, que llama a los moribundos de forma ama-
ble, y elocuente posando su báculo de oro sobre sus ojos. Pero Her-
mes puede también llamar otra vez a la vida las almas de los muer-
tos, así como puede introducirlas en el reino de Hades. Según la
mitología, cuando Tántalo, el rey de Lidia, hizo pedazos a su propio
hijo y lo sirvió en banquete a los dioses, Hermes volvió a juntar los
pedazos y devolvió la vida al joven. Como heraldo de los dioses
celestes, Hermes también liberó a héroes como Teseo, que entraron
en el reino de Hades de forma ilícita y luego se quedaron allí deteni-
dos. Guió también a Orfeo hasta el reino de las tinieblas a buscar a
su perdida esposa Eurídice, y le condujo otra vez fuera cuando la
perdió por segunda vez. Por eso, el Hermes de la carta del Juicio no
es solamente Hermes el Guía, sino Hermes el Convocante, el que
conduce a las almas de los muertos a rendir cuentas y las prepara
para una nueva vida.

A nivel interior, Hermes el Psicopompo es una imagen del pro-


ceso que se produce en determinados momentos críticos de la vida:
es una recapitulación, cuando las experiencias del pasado se recogen
y se ven como parte de un plan inteligente, y las consecuencias de
estas experiencias deben ser entendidas y aceptadas. Este proceso de
recapitulación no es una función intelectual, sino más bien una es-
pecie de guiso que se produce en el mundo subterráneo del subcons-
ciente. Es una llamada a los muertos para que se levanten –para que
las muchas y variadas acciones y decisiones que realizamos se jun-
ten entre sí y produzcan un fruto. El artista experimenta este proceso
cuando, después de muchas horas o semanas o incluso años de in-
tentar formular, buscar, practicar una técnica y dar forma a una idea
96
o imagen impalpable, al final algo «ocurre» y nace una nueva crea-
ción. Este mismo proceso se puede observar en psicoterapia, donde
un individuo puede luchar durante muchos meses con los recuerdos
incoherentes y con las sensaciones del pasado y del presente, dete-
nido y bloqueado, y de repente se produce una especie de cohesión,
y al final el proyecto de la vida de uno cobra sentido. Este proceso
puede producirse en cualquier campo de la vida en el que escarba-
mos, ciegos como topos, y al final nuestro esfuerzo se ve recompen-
sado y se produce una síntesis y un nuevo desarrollo. Este es Her-
mes, en su mayor parte mágico, que se revela al final como el ver-
dadero señor de todo el camino del Loco, enlazando, a través de
algún misterioso proceso de la intuición, las experiencias y el dis-
cernimiento alcanzados en cada una de las etapas del camino, y
combinándolos mágicamente para formar los comienzos de una
nueva personalidad más amplia.
Por eso, la figura de Hermes conduciendo a las almas de los
muertos a juicio encarna un proceso de nacimiento. Es el nacimiento
de una personalidad más completa, que se levanta de un modo irra-
cional de las experiencias combinadas del pasado, mezcladas por el
discernimiento y la sensación de que los acontecimientos aparente-
mente fortuitos y las opciones en realidad están secretamente rela-
cionados. El juicio de los muertos decide cuál es el futuro que he-
mos merecido por los esfuerzos del pasado, y sobre los esfuerzos de
las cartas pasadas se construye el futuro del Loco. La carta del Jui-
cio simboliza las recompensas por los esfuerzos hechos, aunque el
juicio está en nosotros, no está en el mundo externo. También pa-
gamos por nuestros pecados de irresponsabilidad, y recogemos la
cosecha de habernos negado a responsabilizarnos de nuestras pro-
pias decisiones en cada etapa del camino. El juicio es una imagen no
solamente de un nuevo comienzo, sino de un comienzo que sale del
pasado. En la filosofía oriental, esto se llama karma. Cada persona
siembra las semillas en su propio campo, y al final ha de recoger la
cosecha que ha dado su propia siembra. A pesar de que Hermes es
retratado muchas veces como un tramposo y un embustero, aquí,
como Psicopompo, no permite que las almas mientan. Hay que dar
cuenta de cada cosa, y el Loco encuentra al final las consecuencias
97
de todas sus elecciones en la vida.

A nivel adivinatorio, la carta del Juicio, cuando aparece al echar


las cartas, presagia un tiempo en el que aparecen las recompensas de
los esfuerzos del pasado. Este es un periodo de revisión de todo lo
que hemos estado haciendo, y en el que nosotros mismos hemos
creado el futuro que ahora nos aguarda. Es una carta ambigua, ya
que implica también una confrontación molesta con todas nuestras
omisiones y las traiciones que nos hemos hecho a nosotros mismos.
La recompensa no siempre es agradable. El Loco tiene que rendir
cuenta de su camino, porque ha llegado el tiempo de la mies, y los
errores y los esfuerzos creativos del pasado se han juntado para for-
mar el futuro. Cualesquiera que sean las experiencias que el indivi-
duo ha tenido, la carta del Juicio anuncia el fin de un capítulo de
nuestra vida. Pero, a diferencia de la carta de la muerte, no implica
el luto. Por el contrario, es una percepción clara de la magnitud con
la que hemos podido ser sinceros con nosotros mismos.

98
EL MUNDO

La carta del Mundo retrata una serpiente de oro enros-


cada en forma de huevo, comiendo su propio rabo. Dentro
de su circunstancia baila una extraña figura, medio macho
y medio hembra, alada coronada con hojas de laurel, y lle-
vando en cada mano un báculo de oro. Alrededor de la
forma de huevo de la serpiente se pueden ver; surgiendo de
las nubes, una copa, una espada, un flamante basto y un
pentáculo de oro.

La Serpiente del Los cuatro símbolos


Mundo, llamada que presiden los
Ouróboros en griego, reinos del agua, el
se decía que era fuego, el aire y la
macho y hembra a la Tierra, reflejan las
vez. que se potencialidades que
autopreñaba, aguardan el
se autoalimentaba, era desarrollo de la nueva
inmortal y completa. personalidad.
Por eso es la imagen
mítica a la vez de Dios Los báculos de oro
y de la naturaleza, están relacionados
encarnada aquí en un con la vara mágica de
símbolo. Hermes, ya que la
personalidad que ha
renacido puede crear
con más fuerza en los
campos del
sentimiento, de la
imaginación, de la
mente y de la materia.

Aquí encontramos a Hermafrodito, que según la mitología era


hijo de Hermes y de Afrodita. En una versión del cuento, Hermafro-
dito había nacido con los dos sexos. Pero, según otra versión, esa
99
dualidad o unidad no fue por nacimiento, sino que fue creada. Her-
mafrodito en un principio era un niño, y para ocultar su nacimiento
ilícito Afrodita lo entregó inmediatamente a las ninfas del Monte
Ida, que se lo llevaron a los bosques. A la edad de quince años era
un muchacho montaraz y salvaje, cuyo principal placer consistía en
cazar en los bosques. Un día llegó hasta las orillas de un límpido
lago en cuyas aguas frescas le dieron ganas de tomarse un baño. La
ninfa Salmacis, que gobernaba el lago, lo vio y se enamoró de su
belleza. Ella le habló, y el tímido muchacho trató de rechazarla, pero
en vano. Salmacis lo rodeó con sus brazos y lo cubrió de besos. Él
seguía resistiéndose, y la ninfa gritó: «¡Oh Dioses! ¡Concededme
que nada pueda jamás separarlo de mí, ni a mí de él!» Inmediata-
mente sus dos cuerpos fueron unidos y llegaron a ser uno solo.
Los cuatro inventos que rodean la imagen de Hermafrodito en la
carta del mundo corresponden a las cuatro divinidades: Afrodita, la
diosa del amor; Zeus, el rey de los dioses; Atenea, la diosa de la
sabiduría, y Poseidón, el dios de los terremotos. Hemos encontrado
ya estos símbolos en la carta del Mago: la copa del amor, la vara de
la imaginación creadora, la espada del intelecto y el pentáculo de la
realidad física. Volveremos a encontrar estos cuatro objetos al exa-
minar los cuatro Palos de los Arcanos Menores. La serpiente que
rodea a Hermafrodito es la antigua Serpiente del Mundo, que, como
ya hemos visto, encarna el brutal poder instintivo de la vida misma,
siempre devorándose y recreándose.

A nivel interior, la imagen de Hermafrodito es una imagen de la


experiencia de todo el ser. El masculino y el femenino son más que
las identificaciones sexuales limitadas a los órganos genitales. Son
grandes polaridades que comprenden a todos los opuestos de la vida.
El ser bisexuado, que según una versión de la mitología nació así y
en la otra fue creado, es un símbolo de la potencial integración de
los contrarios en una personalidad. En un sentido Hermafrodito na-
ció así, porque el potencial para esa integración es inherente a todos
nosotros. Pero en el otro sentido, Hermafrodito es creado, ya que es
la suma de todas las experiencias del camino de los Arcanos Mayo-
res la que le llevan al final a este ser completo. Las cualidades del
100
cuidado materno y de la ética paterna, la intuición y la expresión
física, la mente y el sentimiento, la relación con los demás y la sole-
dad, el conflicto y la armonía, el espíritu y el cuerpo; todos estos
contrarios que se pelean dentro de nosotros y que crean tanta lucha
en nuestras vidas, están retratados en esta carta viviendo gozosos y
en armonía dentro del gran círculo de la Serpiente del Mundo que es
una imagen de la vida inagotable.
La imagen del conjunto, tal y como está retratada en la carta del
Mundo, es una meta ideal, más que algo que podemos poseer total-
mente. Somos humanos y, por tanto, imperfectos, y el divino andró-
gino está más allá de nuestro alcance. Pero tenemos que vislumbrar
este estado cada vez que hay una sensación de curación interna, en
la que dos partes de nosotros mismos que están en pugna al final
llegan a juntarse, y alguna resolución interior trae la paz. Por lo ge-
neral, cuando encontramos a estos contrarios en la vida y en noso-
tros mismos, negamos la existencia de semejante conflicto, repri-
miendo una mitad del mismo y echándola al mundo subterráneo del
subconsciente. O bien proyectamos la mitad incómoda en otra per-
sona, o en algo del mundo externo, y gastamos nuestra energía lu-
chando con algo que, en realidad, está dentro de nosotros. El estado
de la ambivalencia es parte de la condición humana: sin embargo,
¿cuántos de nosotros tienen el valor de admitir su ambivalencia?
«¡Por supuesto que quiero casarme!» decimos, o «¡por supuesto que
quiero tener un hijo!» o «¡por supuesto que me gusta mi trabajo!»
Pero como seres humanos somos complicados, y el camino del Loco
es en el fondo un camino de descubrimiento a través de nuestros
contrarios, de la conciencia y del subconsciente juntos. La carta del
Mundo es la última carta de los Arcanos Mayores, y el final de ca-
mino del Loco. Sin embargo, es también un huevo, es decir, la semi-
lla de un nuevo camino. Por eso, cada vez que sentimos que hemos
«llegado» y hay un momento de realización y de curación, surge un
nuevo reto, un nuevo descubrimiento desde el antiguo camino que
se desenvuelve en espiral. Por eso seguimos creciendo y cambiando.
tendiendo siempre hacia Hermafrodito la imagen de la totalidad, sin
conseguirla nunca, excepto de un modo insignificante y a veces su-
til.
101
A nivel adivinatorio, la carta del mundo, cuando aparece al
echar las cartas, presagia un tiempo de realización y de integración.
Este es un periodo de triunfo, en la conclusión satisfactoria de un
asunto, o en la consecución de una meta que había sido muy traba-
jada. Pero esta cima no es más que un destello de algo misterioso e
impalpable, y el Hermafrodito danzante se convierte en el feto que
con el tiempo saldrá de la cueva como el Loco. Por eso, el gran ciclo
de los Arcanos Mayores acaba donde empieza, porque tenemos que
ponernos en marcha con Hermafrodito como el potencial futuro de
la personalidad que al final conduce al nacimiento del Loco. Y así,
el círculo, igual que la Serpiente del Mundo, es completo.

102
LOS ARCANOS MENORES

Los Cuatro Palos

Los cuatro Palos del Tarot –simbolizados por la copa, el basto,


la espada y el pentáculo– son descripciones, en forma pictórica, de
las experiencias en cuatro dimensiones o esferas distintas de la vida.
Como los cuatro elementos antiguos de la filosofía griega, de lo que
antaño se creía que estaban hechas todas las cosas visibles, los cua-
tro Palos comprenden todas las facetas de las experiencias de la vi-
da. En un sentido, descubren con mayor detalle y a un nivel más
personal el camino arquetípico retratado por las veintidós cartas de
los Arcanos Mayores. Cada Palo enfoca una faceta particular del
ciclo completo y lo analiza a través de muy diferentes y detalladas
fases de su desarrollo.
Cada Palo de los Arcanos Menores se puede dividir en dos gru-
pos: las cartas numeradas, de las que hay diez en cada Palo, y las
figuras, de las que hay cuatro en cada Palo. A través de las cartas
numeradas podemos vislumbrar las experiencias corrientes de la
vida, que vienen a nuestro encuentro a través de acontecimientos,
pactos con los demás, y a través de estados pasajeros de la mente o a
través del sentimiento. Cada una de las cartas numeradas refleja una
experiencia típica o arquetípica, y más pronto o más tarde durante el
curso de la vida nos encontramos en cada uno de estos pequeños
paisajes. Por eso las cartas numeradas se suelen interpretar desde un
punto de vista adivinatorio, como reflexiones de los acontecimientos
o sucesos del otro mundo, aunque en realidad son tan «psicológi-
cas» como las cartas de los Arcanos Mayores.
Las figuras que corresponden a cada Palo –la Sota, el Caballo,
la Reina y el Rey– se distinguen de las cartas numeradas porque no
describen realmente acontecimientos o experiencias típicas. Más
bien encarnan tipos de carácter, o dimensiones de una determinada
103
esfera de la vida que se pueden retratar como figuras humanas.
Aunque estas figuras aparezcan como una jerarquía, en realidad
tienen el mismo valor, pero sus distintos grados de poder mundano
indican sus distintos grados de consolidación en el otro mundo. Las
Sotas en los cuatro Palos de los Arcanos Menores son imágenes de
los juveniles y delicados comienzos de las cualidades del Palo en
cuestión. En otras palabras, es el material en bruto de esta esfera de
la vida en su forma más juvenil, grácil e incipiente, que necesita
cuidado y protección para que sus cualidades se desarrollen plena-
mente. Los Caballos en los cuatro Palos son imágenes de la fase
adolescente, ágil y enérgica de las cualidades del Palo en cuestión.
Este es el espíritu juvenil, indagador y enérgico, que nos hace querer
explorar y experimentar con una determinada esfera de la vida. Las
Reinas en los cuatro Palos son imágenes de las cualidades estables,
receptivas, contenidas, del Palo en cuestión. Aquí la energía y la
ambición ya no inundan el ambiente con tanto desenfreno –en psico-
logía se tiene que llamar «el que obra hacia fuera»–, sino que, por el
contrario, son recogidas hacia dentro, almacenadas, concentradas y
enfocadas, para que de ellas pueda salir un poder más grande. Aquí
los valores de una persona ya están formados, encarnados en las
figuras exclusivamente femeninas de las figuras. Los Reyes en los
cuatro Palos son imágenes de las cualidades dinámicas, extroverti-
das, directivas del Palo en cuestión. Estas poderosas figuras mascu-
linas representan la utilización plena de las energías de esta esfera
de la vida construidas y concretadas en el otro mundo.
Los caracteres arquetípicos de las figuras no describen cuali-
dades que sean limitadas solo a los hombres o a las mujeres, aunque
las imágenes están definitivamente sexuadas. Al contrario, estas
facetas masculinas y femeninas indican cualidades directivas o re-
ceptivas de la energía: masculina y femenina en un nivel más pro-
fundo, y aprovechable tanto para los hombres como para las muje-
res. Estas figuras son superiores a las cartas numeradas de los Arca-
nos Menores, aunque no son tan amplias y profundas con las figuras
de los Arcanos Mayores. Si acaso quedan en medio. La Reina de
Pentáculos, por ejemplo, comparte algunas de las cualidades terres-
tres de la Emperatriz, Deméter; aunque Deméter es superior, porque
104
no es solo terrestre, sino que encarna todas las dimensiones amplias
e insondables de la Madre Tierra. La Reina de Copas comparte al-
gunos de los atributos intuitivos tanto de la Suma Sacerdotisa como
de la Luna; pero estas últimas son superiores, porque las profundi-
dades del subconsciente contienen más que las simples intuiciones y
los sentimientos apasionados encarnados por la Reina de Copas.
Las figuras contienen su propio misterio, porque casi siempre
penetran en la vida de una persona no solamente como una expe-
riencia interna, sino como persona actual. Aquí volvemos al enigma
de lo que la psicología llama sincronía, ya que, cuando algo está a
punto de desarrollarse en nosotros, entonces a menudo lo encontra-
mos en la vida externa: y cuando en nuestro camino estamos a punto
de convertirnos en una cierta clase de persona y necesitamos desa-
rrollar determinadas cualidades internas, con frecuencia ocurre que
aparece «por fuera» una persona con esas características, como un
catalizador del que podemos aprender más acerca de nosotros mis-
mos. Muchas amistades llegan a nuestra vida porque la otra persona
encarna algo que con el tiempo podemos aprender a interiorizar. Por
eso, las figuras abarcan a la vez los campos del alma y de la materia,
de una forma molesta, ya que estos tipos de carácter pueden penetrar
en nuestras vidas como personas, además de describir cualidades
que nosotros mismos estamos a punto de desarrollar.
El Palo de Copas corresponde al antiguo elemento del agua, del
que se decía que surgía toda vida. El agua es fluida, informe, cam-
biante e impalpable, aunque es tan real y poderosa en su propia for-
ma como una sólida roca. Los ritmos y las profundidades del mar
son a la vez hermosas y peligrosas. Así también es el mundo del
sentimiento, porque, aunque los sentimientos varían y toman su co-
lor de la forma de la situación que los rodea, sin embargo, tienen su
propio ritmo, su propia realidad y su propia forma de poder. Las
catorce cartas que corresponden al Palo de Copas describen el desa-
rrollo de los sentimientos a través de la vida, las maneras típicas en
las que nuestras emociones varían y se intensifican a través de unas
experiencias humanas características y del catalizador de otra perso-
na, y los tipos de carácter que encarnan el mundo del sentimiento en
su forma más pura. El símbolo de la copa ha sido siempre asociado
105
al corazón, ya que el fluido que contiene es el mundo fluido del sen-
timiento. Tanto si se trata del agua clara del amor espiritual como si
se trata del vino, rojo como la sangre, de la pasión, la copa de la que
bebemos es el vaso a través del cual nos comunicamos.
El Palo de Bastos corresponde al antiguo elemento del fuego,
que, según se decía, salía espontáneamente de la nada y podía alterar
y transformar cualquier cosa que tocara sin ser transformado él
mismo. El fuego es volátil, cambia de forma, no es ni sólido ni lí-
quido, es un catalizador que reduce los objetos a sus componentes
más básicos y transforma su naturaleza. Así es también el mundo de
la imaginación creadora, que puede sacar imágenes de la nada, y que
transforma los objetos en el concreto mundo «real», llenándolos de
sentido. Aunque la imaginación en si permanece inasible. El símbo-
lo del basto está relacionado con la vara del mago, que, por medio
del misterioso poder de la imaginación, puede dar vida a las cosas y
percibir conexiones que la mente normalmente no puede ver. Las
catorce cartas que corresponden al Palo de Bastos describen el desa-
rrollo de la imaginación creadora y los desafíos que encuentra en el
mundo externo; los usos que se pueden hacer de ella, y los peligros
de una imaginación excesiva sin sentido común; y los caracteres
típicos que encarnan de forma más pura el campo de la imaginación.
El Palo de Espadas corresponde al antiguo elemento del aire,
que, al ser invisible, se creía que era el soplo del espíritu que conce-
bía la idea de la creación antes de que esta se manifestara. La mora-
da del cielo era la residencia de Zeus, rey de los dioses, desde donde
él dictaba sus leyes y administraba su plan para la evolución del
hombre. Por eso, el elemento del aire simboliza el reino de la mente,
las facultades de la conceptualización y el pensamiento abstracto
que ha de preceder a todo acto de creación y que da estructura y
sentido a la vida. La espada, con su doble filo cortante, es una ima-
gen adecuada para el poder ambivalente de la mente, que puede pe-
netrar con su agudeza en el objeto o situación más oscura e incom-
prensible, pero que puede también cortar, herir y dividir con su filo
inflexible. Las catorce cartas que corresponden al Palo de Espadas
describen el desarrollo de esta facultad racional en sus dos formas,
la oscura y la luminosa, a través de los conflictos, de las disputas y
106
de las divisiones que los pensamientos y las palabras pueden provo-
car, a través de los tipos característicos que encarnan el mundo de la
mente en su forma más pura.
El Palo de Pentáculos corresponde al antiguo elemento de la tie-
rra, el barro primordial del que hemos sido formados y al que al
final tendremos que volver. La tierra es a la vez nuestro comienzo y
nuestro final, y la experiencia de cuerpo es la realidad original que
existe antes de que cualquier sentimiento, imagen o espíritu pueda
habitar en ella. La tierra puede ser cultivada y modelada, casas cons-
truidas, obras creadas, y el quehacer de la vida que ha de ajustarse a
las necesidades de nuestros cuerpos por medio de la comida, la vi-
vienda, el vestido, y el dinero que simboliza el precio, el valor y el
pago por las energías gastadas. El símbolo del pentáculo, la moneda
de oro que lleva la estrella de cinco puntas de Hermes, dios de la
magia, de los comerciantes y de la economía, significa el dinero.
Pero el dinero en sí mismo es uno de los símbolos más profundos, y
está íntimamente relacionado con nuestro sentido de autovaloración
y con el precio que fijamos a lo que adquirimos en la vida. El pen-
táculo es también un plato sobre el que se puede servir la comida, un
contenedor de cualquier cosa que se cree. Las catorce cartas que
corresponden al Palo de Pentáculos describen el desarrollo de la
«función de la realidad» y la adaptación gradual, a través de la vida,
a las necesidades, a los desafíos, a las contrariedades y recompensas
del mundo material; lo mismo que los tipos característicos que en-
carnan el mundo de la tierra en su forma más pura.
Nosotros participamos de los cuatro elementos, como declara-
ron los filósofos de la antigüedad, y en un sentido interior poseemos
estas cuatro dimensiones diferentes de la vida y cuatro maneras dis-
tintas de adaptarnos a ella. Todos nosotros tenemos que tener expe-
riencias en los cuatro campos, y nuestras experiencias son arquetípi-
cas, es decir, tienden a seguir determinados modelos humanos bási-
cos. El curso de las relaciones humanas, por ejemplo, es un camino
muy trillado, aunque a uno le parezca que es el primero en experi-
mentarlo en un determinado modo. Nuestra herencia de mitos, fol-
clor y cuentos de hadas, por no mencionar a las grandes obras litera-
rias y artísticas del mundo, se nos presenta con todas las situaciones
107
humanas típicas de amor: separación, idealismo, contrariedad, re-
chazo, conquista, realización, unión y pérdida. Puesto que nuestras
experiencias en cada uno de los cuatro campos son típicas, tenemos
que analizar cada una de las cartas numeradas de los cuatro Palos a
través de un mito determinado que se extiende por las diez cartas y
que encarna estas experiencias características. Tenemos que analizar
las cuatro figuras de cada Palo a través de las figuras humanas de la
mitología que personifican los tipos característicos de este Palo. Por
eso debemos analizar con detalle los modelos humanos fundamenta-
les de desarrollo que tienen lugar desde el punto de vista emocional,
creativo, intelectual y físico.
Para las cartas numeradas del Palo de Copas, vamos a consi-
derar el mito de Eros y Psique, ya que esta es una historia de amor
arquetípica, cuyo proceso es similar a todas las principales expe-
riencias que encontramos en nuestras relaciones con los demás. Para
las cartas numeradas del Palo de Bastos vamos a analizar el mito de
Jasón y el Vellocino de Oro, porque esta es una historia arquetípica
de aventura y el triunfo de la imaginación creadora sobre las limita-
ciones de la materia. La marcha de esta historia tiene que ver con
todas las principales experiencias que encontramos en el esfuerzo
que hacemos por ensanchar nuestras vidas de forma creativa. Para
las cartas numeradas del Palo de Espadas vamos a seguir el mito de
Orestes y la Maldición de la Casa de Atreo, puesto que esta es una
historia arquetípica de los usos y abusos de la mente y los conflic-
tos, las disputas y las reconciliaciones que encontramos a través de
nuestra ética y nuestros principios. Y para el Palo de Pentáculos
vamos a investigar el mito de Dédalo a través de las cartas numera-
das, porque esta es una historia arquetípica del destino del espíritu
encarnado en una carne imperfecta, y el desarrollo de las artes y las
habilidades en el mundo de la forma.

108
109
110
EL PALO DE COPAS

Las Cartas Numeradas

La leyenda de Eros y Psique es, en realidad, la historia del desa-


rrollo y de la maduración de los sentimientos y la capacidad para
relacionamos con otra persona. En su mismo sentido es un camino,
aunque difiere del gran camino del Loco a través de los Arcanos
Mayores, porque se trata de una aventura especial que gira alrededor
del motivo central del corazón humano.
Psique (en griego la palabra quiere decir «alma») era una prin-
cesa de una belleza tan extraordinaria que la misma diosa Afrodita
estaba celosa de ella. Afrodita ordenó a su hijo Eros, el dios del
amor, que castigara a la atrevida mortal. Por eso, algún tiempo des-
pués, un oráculo mandó al padre de Psique, bajo la amenaza de una
terrible calamidad, que llevara a su hija a una roca solitaria donde
sería devorada por un monstruo. Pero el dios Eros, cuando vio a la
muchacha que tenía que morir en la boca del monstruo que la espe-
raba abajo, quedó tan impresionado por su belleza que tropezó y se
pinchó con una de sus propias flechas –esas flechas que utilizaba de
manera tan eficaz para llevar el amor súbito tanto a los mortales
como a los dioses–. Así fue como Eros se enamoró de la persona
que su madre le había mandado eliminar.
Temblando, pero resignada, Psique estaba esperando en su roca
solitaria la ejecución del oráculo, cuando de repente se sintió sua-
vemente elevada por los vientos, que la llevaron a un magnífico
palacio. Cuando cayó la noche y Psique estaba a punto de dormirse,
un misterioso ser la abrazó en la oscuridad, explicándole que él era
el esposo para el cual estaba destinada. Ella no conseguía ver sus
rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura. Su
matrimonio se consumó, pero antes de que volviera la aurora, el
extraño visitante desapareció, haciéndole prometer primero a Psique
111
que jamás intentaría ver su rostro.
Psique no estaba descontenta de su nueva vida. No le falta de
nada, excepto su encantador esposo, que solo iba a visitarla en la
oscuridad de la noche. Su felicidad hubiera continuado así si sus dos
hermanas –que estaban devoradas por la envidia– no hubieran sem-
brado en su corazón las semillas de la sospecha, diciéndole que su
esposo debía ser un horrible monstruo para esconderse así de ella.
La criticaron tanto que una noche Psique, a pesar de su promesa, se
levantó de la cama que compartía con su esposo, con disimulo en-
cendió una lámpara y la sostuvo encima del misterioso rostro. En
vez de un espantoso monstruo, contempló al joven más hermoso del
mundo –el propio Eros–. A los pies de la cama estaban su arco y sus
flechas. En su conmoción y su gozo, Psique tropezó y se pinchó con
una de las flechas, y por eso acabó por enamorarse profundamente
del joven dios que antes había aceptado por haberse enamorado él
de ella. Pero su movimiento hizo que una gota de aceite caliente
cayera sobre el hombro desnudo del dios. El se despertó en seguida,
regañó a Psique por su falta de palabra e inmediatamente desapare-
ció.
El palacio desapareció también, y la pobre Psique se encontró
en la roca solitaria otra vez, en una espantosa soledad. Al principio
pensó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí, pero las
aguas la llevaron suavemente a la otra orilla. Desde entonces ella
vagó por el mundo en busca de su perdido amor, perseguida por la
ira de Afrodita y obligada por la diosa a someterse a una serie de
terribles pruebas. Pero ella consiguió superarlas una tras otra, gra-
cias a la ayuda de las criaturas de la naturaleza –las hormigas, los
pájaros, los juncos–. Tuvo que descender incluso al mundo subte-
rráneo, adonde ningún mortal puede ir. Al final, conmovido por el
arrepentimiento de su infeliz esposa, a la que nunca había dejado de
amar y proteger. Eros fue a ver a Zeus y le pidió permiso para que
Psique se reuniera con él. Zeus se lo concedió y otorgó a Psique la
inmortalidad. Afrodita olvidó su rencor y la segunda boda de los dos
enamorados se celebró en el Olimpo con gran regocijo.

112
El As de Copas
La carta del As de Copas retrata a una hermosa mujer
morena que sale de la espuma del mar sujetando una sola
copa de oro.

En esta carta encontramos a la diosa que inicia y pone en mo-


vimiento el poder que está detrás de la historia de amor de Eros y
Psique: Afrodita, la que ha Nacido en la Espuma, la diosa del amor
en sus aspectos más nobles y más degradantes. Según la mitología,
el nacimiento de Afrodita fue extraño. Cuando el astuto Cronos,
inducido por su madre Gea, castró a su padre celestial Urano, echó
sus genitales seccionados al mar. Estos flotaron en la superficie de
las aguas, produciendo una espuma blanca de la que salió Afrodita.
Empujada por el aliento de Céfiro, el Viento del Oeste, la diosa na-
ció a lo largo de la costa de Citera y al final aterrizó en las orillas de
Chipre. Fue acogida por las Horas, las diosas de las estaciones, que
la vistieron suntuosamente, la adornaron con piedras preciosas y la
llevaron a la asamblea de los Inmortales.
Afrodita fue una diosa compleja. La esencia de la belleza feme-
nina, toda ella era puro encanto y armonía. Sin embargo, podía ser
celosa, rencorosa, vanidosa, falsa, traicionera, ociosa y vengativa.
Ella difundía su alegría de vivir por toda la naturaleza; pero era
también la temible divinidad que llenaba los corazones humanos con
el frenesí de la pasión. Las víctimas que Afrodita escogía eran casi
siempre desgraciadas: eran capaces de traicionar a sus propios pa-
dres, de abandonar sus hogares, de dejarse dominar por sus pasiones
incestuosas o bestiales, y, no obstante, la misma Afrodita protegía
las uniones legítimas y presidía la santidad del matrimonio.
En una palabra, Afrodita es una imagen de una fuerza de la na-
turaleza. El significado de los Ases en los cuatro Palos de los Arca-
nos Menores es una irrupción inicial de la energía bruta, y la diosa
morena que sale del mar llevando su única copa de oro representa
una oleada de sentimiento primitivo. Este es el impulso hacia la
unión, que ha de preceder todo encuentro actual con otra persona;
113
porque si no estamos preparados, entonces el otro no aparecerá. En
el cuento, Eros y Psique jamás se habrían encontrado de no haber
sido por Afrodita; puesto que fue su capricho el que inauguró su
acción en la historia. Por eso el As de Copas indica el comienzo del
gran camino a través del reino del corazón, donde la abundancia del
sentimiento irrumpe y lleva al individuo hacia una unión.

En un nivel adivinatorio, el As de Copas anuncia una efusión de


sentimiento, aunque este sentimiento no está aún diferenciado y
emerge como algo primitivo, vital y casi siempre irresistible. El po-
tencial indica el comienzo de una relación, aunque muchas veces
ésta no se haya manifestado aún. El individuo está preparado para
emprender el camino del amor.

El Dos de Copas
La carta del Dos de Copas retrata el encuentro inicial
entre Eros y Psique. Psique, vestida de blanco para indicar
su virginidad, es confinada por orden de Afrodita a una ro-
ca alta rodeada por el mar. A sus pies hay una copa de oro.
Ella mira hacia el horizonte, aguardando su muerte segura
en la boca del monstruo que está agazapado bajo el mar.
Detrás de ella, Eros revolotea en el cielo, al tiempo que su
caballo de oro y sus alas doradas desprenden su leve res-
plandor. En su mano derecha sostiene una copa de oro. En
su mano izquierda lleva la flecha con la que acaba de pin-
charse accidentalmente, quedando así enamorado, sin que-
rer, de la mujer que le habían ordenado matar.

Los Dioses en los cuatro Palos de los Arcanos Menores repre-


sentan una polarización de la primitiva energía inicial de los Ases.
Aquí, en el Dos de Copas, esta polarización indica la atracción entre
el varón y la hembra. El sentimiento primitivo que irrumpió en el As
ahora ha encontrado un objeto, y Eros ha encontrado a otra persona

114
a la que puede unirse. Según la antigua fábula de Platón acerca de
los orígenes de la humanidad, el alma humana fue una vez perfec-
tamente esférica y contenía a la vez lo masculino y lo femenino.
Pero esta alma andrógina fue dividida, y por eso la raza humana,
hecha de hombres y mujeres, se ve impulsada ciegamente a buscar
su mitad perdida. Para la mentalidad griega, la atracción erótica re-
presentaba algo que era a la vez sensual y espiritual, porque al tiem-
po que proporcionaba un placer físico era también una búsqueda del
alma para su propio complemento.
Cuando una nueva potencialidad empieza a surgir del sub-
consciente en la vida del individuo, empieza a ponerse en marcha
proyectándose en algo o en alguien de fuera. Por eso, cuando la po-
tencialidad para la realización indicada por el As de Copas empieza
a moverse en el interior de la persona, la primera indicación de este
movimiento es la atracción hacia otra persona, en la que vemos un
destello de lo que nosotros mismos estamos a punto de llegar a ser.
En la Psique mortal, el dios Eros ve una oportunidad para la huma-
nización, porque él es un espíritu de amor desencarnado que no se
ha encarnado en una relación humana. En el dios Eros, la mortal
Psique, con el tiempo –aunque todavía no– ve la oportunidad para la
inmortalidad, que puede elevar su amor humano a un nivel más alto
y más espiritual. El Dos de Copas nos introduce en los protagonistas
de la historia, y el poder primordial de Afrodita se ha convertido en
el poder de la atracción.

A nivel adivinatorio, el Dos de Copas presagia el comienzo de


una relación. Puede sugerir también una reconciliación, si se trata de
una relación ya existente que ha experimentado una dificultad o la
separación. Puede incluso indicar el encuentro y el arreglo contrac-
tual de dos socios en un negocio, porque también en eso hace falta
el elemento de la relación.

115
El Tres de Copas
La carta del Tres de Copas retrata la boda de Eros y
Psique. De pie sobre una roca rodeada por el agua, Psique
nos mira en traje de novia, con el pelo adornado de flores.
Tiene un ramo de lirios blancos. Detrás de ella está el no-
vio al que no puede ver –Eros, el radiante dios del amor,
armado con su arco y su aljaba de flechas de oro–. Alrede-
dor de ellos danzan en un círculo tres ondinas o ninfas del
agua, cada una de ellas saliendo del agua y sujetando hacia
arriba una copa de oro para celebrar la boda.

Los Treses de cada Palo de los Arcanos Menores representan


una etapa de cumplimiento inicial. Una nueva dimensión de la vida
se abre, y se ha conseguido ahora la primera parte del camino. El
Tres de Copas es, por tanto, una carta de celebración, ya que repre-
senta una experiencia de realización emocional y el cumplimiento
de la atracción inicial. La pareja acaba de unirse, y hay un senti-
miento de gozo y de promesa. Pero la historia de Eros y de Psique
nos dice algo muy importante acerca de la etapa inicial de realiza-
ción y cumplimiento. Psique no ha visto todavía a su esposo, y, se-
gún la mitología, ni siquiera pone en duda esta falta de verdadero
encuentro. En un principio se conforma con vivir con Eros en una
especie de ensoñación en la que él se acerca a ella solo por la noche,
bajo la cubierta de la oscuridad. Por tanto, junto con el gozo y la
celebración de la boda, hay una cierta ingenuidad latente. Esta for-
ma de ser se puede reconocer inmediatamente, es la de cuando es-
tamos «enamorados» y estamos deslumbrados por la imagen que
tenemos del otro, pero nuestra verdadera pareja aún no se nos ha
manifestado. Este comienzo de vida en común es una experiencia
gozosa, una celebración de amor y de vida, un comienzo excitante.
Hay mucha literatura en este mundo y muchos dramas que retratan
precisamente la bienaventuranza de este estado. Pero el mensaje es
el siguiente: Disfrútalo mientras puedas. Tienen que ocurrir muchas
más cosas, felices y penosas, antes que el camino a través del Palo

116
de Copas sea completo y el amor de Eros y de Psique se manifieste
con todas sus posibilidades humanas y divinas. El Tres de Copas es
una iniciación a la vida, llena de promesa. La virgen se convierte en
novia, y deja atrás para siempre su virginidad y su inocencia. Pero
esta es una carta de transición, que anuncia ulteriores desarrollos. El
camino no se ha acabado todavía, y queda una dura labor por delan-
te.

A nivel adivinatorio, el Tres de Copas sugiere la celebración de


una boda, la puesta en marcha de un asunto amoroso, el nacimiento
de un niño, o alguna otra situación de realización emocional y de
promesa. Pero cada una de estas situaciones es también un comien-
zo, una iniciación a niveles más profundos de la experiencia del
corazón y el anuncio de ulteriores exploraciones en el futuro.

El Cuatro de Copas
La carta del Cuatro de Copas retrata a Psique, sentada
en el bonito palacio del dios Eros. A través de las columnas
blancas se puede entrever el mar. A ambos lados de Psique
están sentadas sus odiosas hermanas, vestidas de rojo y de
negro. Le están diciendo al oído que su esposo tiene que ser
un monstruo horrendo; ¿si no por qué iba a ocultarse a la
luz del sol y visitarla solo de noche? Psique tiene el rostro
preocupado. Ante ella hay cuatro copas de oro.

Los Cuatros, en todos los Palos de los Arcanos Menores, son las
cartas del divino descontento. Aunque parezca que todo va bien y
que todo es reconfortante, sin embargo, existe la duda y la sospecha.
El Cuatro de Copas retrata este descontento a nivel de sentimiento.
Psique vive en la abundancia y es visitada de noche por su esposo
amante y tierno, pero a pesar de eso ella no está satisfecha. Las her-
manas, envidiosas y poco atractivas, son en cierto aspecto el impul-
so interno del alma de la propia Psique, porque, aunque ellas sean
malévolas y negativas y la hagan dudar, después de todo analizan un
117
problema real: la ceguera de Psique y su ignorancia respecto a lo
que es, en realidad, su compañero. Por eso, la realización inicial del
Tres ya ha demostrado ser una contrariedad, ya que hay una con-
ciencia cada vez mayor de que algo va mal, de que algo no se ha
hecho bien. Cada uno de nosotros tiene dentro esas odiosas herma-
nas, una especie de lado sombrío de la personalidad que tiene mala
intención, pero que en el fondo da buen resultado, porque nos fuerza
a examinar más profundamente nuestras relaciones emocionales con
los demás y a exigir más honradez. Si Psique hubiera permanecido
en su estado, ciego y dichoso, de ignorancia, nunca habría crecido,
ni habría alcanzado jamás la potencialidad plena tanto en su relación
con Eros como consigo misma. Por eso, el Cuatro de Copas, la carta
de los sentimientos descontentos y de la insatisfacción emocional
por un motivo no aparente, es negativa y positiva a la vez. Retrata
todas nuestras sospechas bajas y mezquinas y todas nuestras dudas
respecto al otro; y esto constituye la semilla de toda traición. Aun-
que retrata también una misteriosa tuerza inteligente que funciona
en el individuo, y que sabe de alguna manera que hay mucho más
camino que recorrer.

A nivel adivinatorio, el Cuatro de Copas presagia un tiempo de


insatisfacción, tedio y depresión en una relación. Tenemos la sensa-
ción de haber sido humillados y estafados, aunque el que hace la
estafa generalmente es uno mismo, a causa de sus expectativas irrea-
les.
Esta insatisfacción puede conducir a un resentimiento largo y
contenido; o puede hacer que analicemos en profundidad nuestra
relación, lo cual es un camino más arduo, porque va a ser un desafío
a nuestras anteriores suposiciones y fantasías.

El Cinco de Copas
La carta del Cinco de Copas retrata las consecuencias
de la traición que Psique le hace a Eros. Sus hermanas ha-

118
bían despertado sus temores hasta tal punto que rompió la
promesa hecha a su esposo y encendió una lámpara para
ver su rostro dormido. Aquí vemos a Psique de pie, trastor-
nada, ante el lecho nupcial vacío, la lámpara en una mano,
la otra mano buscando desesperadamente la figura de Eros
que se retira y que podemos entrever mientras desaparece
tras las columnas de mármol de su bonito palacio. En pri-
mer plano, hay cuatro copas volcadas, con sus contenidos
derramados por el suelo. Al lado de ellas queda una quinta
copa de pie, totalmente intacta.

El Cinco de Copas representa el tiempo de prueba en una rela-


ción cuando uno siente remordimiento por las acciones pasadas.
Esta carta plantea el difícil problema de la traición, que, como parte
del Palo de Copas, es presentada como una experiencia necesaria y
potencialmente creativa. A pesar de ser penosa, la traición rompe el
mágico capullo ciego del «enamorado» que está totalmente fundido
con el otro, porque, a veces, traicionar puede significar ser uno
mismo. La traición de Psique no está exenta de irreflexión y de avi-
dez; surge de su deseo de conocer a su compañero, y el dios, en cier-
to modo, es malo al negarle este conocimiento. Por eso es un acto de
honradez, al provocar un conflicto inevitable que, sin embargo, es
necesario porque cada nueva acción constituiría una traición a uno
mismo.
La traición a la exigencia o expectativa irracional de otra per-
sona es un aspecto difícil pero frecuente en la profundización de una
relación. El enamorado, marido o mujer, que dice: «No intentes co-
nocerme realmente, sigue estando enamorado de la imagen que yo
quiero que tengas de mí», lo que provoca es la traición, y el que la
comete, como Psique, casi siempre ha de sufrir sus consecuencias.
Pero la presencia de una copa intacta en la imagen nos dice que no
está todo perdido; algo queda por reconstruir. Psique ahora sabe
quién es su esposo, y sabe que le quiere a él, no a la imagen que
tenía de él. Sin este rito de tránsito ella se hubiera quedado atascada
en la ansiedad y en el resentimiento del Cuatro de Copas. Ahora ella
siente arrepentimiento, pero hay algo que queda por hacer.
119
A nivel adivinatorio, el Cinco de Copas indica arrepentimiento
por las acciones pasadas. Algo ha salido mal, se ha producido una
traición, y hay tristeza y remordimiento. Puede haber separación en
una relación. Pero esta carta no presagia un final definitivo. Queda
algo que se puede trabajar, y le toca al individuo recoger el desafío y
descubrir el compromiso para el futuro.

El Seis de Copas
La carta del Seis de Copas retrata a Psique sentada en
una roca, detrás de la cual se puede ver un mar tranquilo.
En su mano izquierda lleva una copa de oro, que ella con-
templa pensativa. En su mano derecha lo que queda de su
ramo nupcial de lirios blancos, más bien enlodados. Alre-
dedor de ella, en los arrecifes de la roca, hay otras cinco
copas de oro.

El Seis de Copas es una carta de nostalgia. Aquí vemos a Psique


abandonada; su misterioso esposo se ha ido, el bonito palacio en el
que vivían se ha desvanecido, y a ella no le han quedado más que
sus recuerdos agradables. Sin embargo, a pesar de esta catástrofe,
Psique aparece tranquila, porque el Seis de Copas no es una carta
desdichada. Con el pasado, Psique ha conseguido algo muy valioso.
Ha visto de verdad a Eros, y ahora sabe que le ama por sí mismo
más que por la comodidad y el placer que él le ha proporcionado.
Por eso, a pesar de su pérdida, ella se conoce un poco a sí misma, y
es esta verdad la que alienta la armonía que vemos en la carta.
La quietud y la serenidad que casi siempre se producen después
de una crisis en nuestras vidas, están relacionadas con la etapa de
esta historia. Aquí los sueños irreales y las expectativas del pasado,
por medio de la prueba y la contrariedad, de algún modo cristalizan
en algo sólido y real. Psique ha recogido el desafío de recuperar su
perdido amor después del arrepentimiento y el remordimiento del
Cinco de Copas, y, por tanto, está en paz consigo misma. Su amor

120
se ha hecho realidad: por eso ella tiene algo que construir. La nos-
talgia del pasado siempre nos ronda en momentos así, pero siempre
hay una punta de verdad en ello. No se trata de una fantasía pura-
mente sentimental y sin fundamento. Después de la autorrecrimina-
ción del Cinco, el Seis de Copas representa un giro positivo en el
camino de Psique hacia su meta.

A nivel adivinatorio, el Seis de Copas presagia un tiempo de se-


renidad que ya no tiene nada que ver con los sueños del pasado. A
veces vuelve del pasado un antiguo amor, o un sueño que acariciá-
bamos en el pasado puede convertirse en realidad en un futuro cer-
cano. El estado del enamoramiento ciego se ha solidificado, y, aun-
que el pasado tiene que parecer hermoso e irrevocablemente perdi-
do, algo surge de su promesa, templado y fortalecido, en el presente.
Esta carta indica nostalgia del pasado, pero con una diferencia: el
pasado puede llevar al futuro, y el sueño aún puede llegar a realizar-
se, incluso puede que esté muy cerca.

El Siete de Copas
La carta del Siete de Copas retrata a la diosa Afrodita
enfrentándose a Psique con los trabajos que esta tiene que
realizar para conquistar de nuevo a Eros. Psique está arro-
dillada encima de una roca ante la diosa, y reconoce su di-
vina soberanía en todos los asuntos de amor. Afrodita, sa-
liendo del agua, señala hacia la séptima copa de oro que
flota en las nubes ante ella.

El Siete de Copas representa el privilegio –y el problema– de


ser enfrentados a demasiadas posibilidades en asuntos del corazón.
Esta es la carta de «los castillos en el aire». La intuición percibe
todas las clases de potencialidades para el futuro, pero estas posibi-
lidades teóricas deben realizarse y concretarse a través de un trabajo
largo y duro. Psique ha salido de su reflexión nostálgica, retratada

121
en el Seis de Copas, con un compromiso firme hacia su amor, y hu-
mildemente pide ayuda a Afrodita, a pesar de que ahora sabe muy
bien que fue la caprichosa diosa la que dio comienzo a su suerte
catastrófica. Afrodita, es respuesta, garantiza su futura reunión con
Eros, y augura un final feliz para esta unión. Para Psique ahora todo
es posible. Pero Afrodita pide su precio: trabajos duros que necesi-
tan tiempo y esfuerzos atroces, cuidado y previsión, y que la expon-
drán a la humillación y al sufrimiento. Pero Psique no puede conse-
guir a Eros sin pasar antes por estas fatigas.
El ímpetu de los sueños felices sobre un futuro maravilloso en el
que todo es posible en el amor, es una consecuencia natural del
compromiso interno que ha tenido lugar en el Seis. Cuando hemos
alcanzado una profunda realización de nuestros sentimientos, o he-
mos conectado con una parte importante de nosotros mismos como
Psique ha hecho con su amor por Eros, el futuro se nos antoja de
color de rosa. «Ahora sé lo que ha ocurrido realmente», decimos con
confianza, porque ahora sabemos que las posibilidades son ilimita-
das. Pero el tiempo, unas decisiones meditadas y un trabajo duro,
son necesarios ahora para que estas posibilidades se hagan realidad.
La relación profunda y honrada que Psique ahora sabe que quiere,
promete un futuro feliz. Pero ella ha de aceptar primero las limita-
ciones de la realidad: que su esposo es demasiado inmaduro todavía
para aceptar esta honestidad, y que ella ha de aprender a tener pa-
ciencia, fe y perseverancia antes de poder conquistarlo otra vez.

A nivel adivinatorio, el Siete de Copas presagia una situación


emocional en la que aparecen muchas posibilidades, pero en la que
el individuo se enfrenta al desafío de decidir y actuar en términos
realistas para manifestar estas potencialidades.

El Ocho de Copas
La carta del Ocho de Copas retrata a Psique realizan-
do la última labor que Afrodita le ha asignado: meterse en

122
el mundo subterráneo para traer un frasco de belleza de
Perséfone. Psique aparece con las manos varías, mientras
desciende los peldaños hacia la oscuridad del mundo subte-
rráneo, y su cara está triste y resignada porque ha cogido
un camino del que no sabe si va a salir viva. Detrás de ella,
se quedan ocho copas de oro, ordenadas en fila.

El Ocho de Copas representa la etapa más difícil del camino de


Psique hacia su objetivo de relación: la entrega voluntaria de la es-
peranza en el futuro. Ningún mortal puede descender al reino de
Hades, y, por lo que respecta a Psique, esta última fatiga que Afrodi-
ta le ha asignado puede significar para ella la muerte. A pesar de
todo, ella obedece a la diosa, porque es leal a su compromiso con el
amor. Por eso se trata de un adiós a la esperanza. Todas las fatigas
tan meticulosamente realizadas, sugeridas por las ocho copas bien
ordenadas, no han servido para nada. Ella ve la situación tal y como
es –que Afrodita jamás se ablandará– y así, desesperada, vuelve la
espalda a sus pasadas esperanzas y se aleja de ellas.
Esta etapa de relación es una de las más penosas, porque sig-
nifica que ya no hay nada que hacer. Todos los esfuerzos han sido
inútiles; tenemos que entregarnos y arrancar de nuevo. Mucha gente,
cuando se tiene que enfrentar con el dilema planteado por el Ocho
de Copas, se niega a reconocer que está en un callejón sin salida, y
sigue discutiendo, amenazando, intimidando o chantajeando a su
pareja, con la esperanza de una respuesta que ya no es posible a las
circunstancias actuales. El mundo subterráneo, como vimos en la
carta de la Muerte, en los Arcanos Mayores, es un símbolo del luto y
de la pérdida del control; es el lugar de la muerte y transformación
de nuestras viejas actitudes. Por tanto, cuando no adelantamos nada,
tenemos que estar dispuestos a dejarlos, no como una especie de
«trato» para garantizar una futura reconciliación –puesto que esta no
es una verdadera renuncia–, sino porque no podemos hacer otra co-
sa. Es ceder a lo que parece ser el destino, la aceptación de un fin.
Pase lo que pase, esta renuncia nos transformará, ya que se trata de
una sumisión a algo superior –no la terquedad de la pareja, sino la
voluntad divina, imaginada aquí como la gran diosa del amor.
123
A nivel adivinatorio, el Ocho de Copas indica la necesidad de
entregar algo. Tenemos que afrontar la verdad de la situación; la
acción ya no sirve, y lo único que podemos hacer es dejarlo. Casi
siempre esta situación es acompañada por una depresión, porque el
mundo subterráneo es un lugar de luto. El futuro no se puede mani-
pular, tenemos que ir hacia lo desconocido con las manos vacías.

El Nueve de Copas
El Nueve de Copas retrata el momento de gozo en el
que Psique es rescatada de las tinieblas del mundo subte-
rráneo y se reúne con Eros. Psique y Eros están cara a cara
abrazándose, adornados con guirnaldas de flores, encima
de una roca que se levanta sobre el mar. Cada uno sostiene
una copa de oro. De pie, junto a ellos, está Afrodita, com-
placiente, levantando una copa para bendecir su unión.
Debajo de ellos hay seis copas de oro cuidadosamente or-
denadas para celebrar el reencuentro de los enamorados.

El Nueve de Copas es la carta del querer, porque representa la


satisfacción y la realización de un sueño emocional. Psique y Eros al
final se reúnen en un amor honrado por ambas partes, y están de pie
cara a cara. Cada uno ha traicionado al otro; cada uno sabe, en un
nivel profundo, quién es su pareja, y los dos se han comprometido y
se han perdonado mutuamente. Gracias a eso, la caprichosa Afrodita
bendice la unión, porque el poder del amor humano incondicional
puede doblegar hasta a los dioses. El momento extático de la culmi-
nación, a diferencia de la celebración inicial del Tres de Copas, ha
sido verdaderamente ganado, no con la fuerza, o la voluntad, o la
manipulación emocional o la amenaza encubierta de un autosacrifi-
cio proclamado en voz alta, sino con el firme compromiso interno
de la única persona mortal en esta historia. Desde el principio hasta
el fin, Psique ha hecho lo que ha hecho siendo fiel a su propio sen-
timiento. Por eso ha merecido el derecho a reclamar a su divino es-

124
poso y deja avergonzados a los mismos dioses.
Este segundo encuentro es el verdadero matrimonio de Eros y
Psique, y sugiere lo que puede significar una unión así. No sale del
enamoramiento, sino de un compromiso para amar que incluye el
resentimiento, la traición, la separación, la desesperación y la dis-
posición a dejarlo si es preciso. Es raro, porque el camino de las
Copas no trata de unos enamorados que viven felices y luego se
marchan cuando se presenta una contrariedad. Es realmente un ca-
mino interno hacia un compromiso con los valores del sentimiento
de uno mismo, y por eso se trata de una unión interna y externa a la
vez.

A nivel adivinatorio, el Nueve de Copas anuncia un tiempo de


placer y satisfacción, y el cumplimiento de un deseo acariciado.
Representa la recompensa por los esfuerzos realizados y la con-
firmación del compromiso de uno mismo.

El Diez de Copas
La carta del Diez de Copas retrata la elevación de Psi-
que al estado divino, para que pueda entrar en el mundo de
los dioses con su esposo. La pareja está otra vez en el boni-
to palacio de Eros, con las manos unidas. Psique ya no lle-
va su blanco vestido virginal, ahora lleva un vestido dora-
do, con su suave resplandor; y sobre sus hombros, igual
que su marido, luce un par de alas de oro. Ante ellos hay
diez copas de oro.

El Diez de Copas representa un estado de permanencia y con-


tentamiento en marcha. El éxtasis de la reunión de los enamorados
en el Nueve de Copas no se ha disipado, como la celebración del
Tres que acabó en el descontento del Cuatro, porque este matrimo-
nio está edificado sobre una unión consciente de dos personas aman-
tes, pero diferentes. Por eso pueden disfrutar de un futuro que va a

125
resistir a todos los desafíos que la vida o los dioses les ofrezcan.
El que Psique sea elevada al estado inmortal indica que su amor
por Eros ahora no abarca solamente una dimensión personal y sen-
sual, sino también una dimensión espiritual. Eros ha sido humaniza-
do por el amor de Psique; ya no necesita esconderle el rostro. Psi-
que, por otro lado, siente esa sensación de conexión con lo divino
que a veces puede proporcionar un amor profundo. Se ha dicho al-
guna vez que amar a otra persona abre el corazón al amor hacia la
vida misma; la vida tiene un sentido y un objetivo, y un mundo más
ancho y brillante aparece ante nuestros ojos. Platón escribió una vez
que, cuando miramos a la cara a nuestro ser querido, vemos en ella
el reflejo del dios a cuyo coro hemos pertenecido una vez. Es como
si el amor, cuando ha pasado por muchas pruebas y ha sido edifica-
do sobre la honradez y la humildad, nos conectara con nuestras pro-
pias almas, y con un sentimiento de permanencia, significado y rec-
titud de la vida. Esta es la promesa que contenía el As de Copas, que
culmina en el Diez. No todas las relaciones pueden alcanzarla, y
ninguna relación puede alcanzarla continuamente. Parece, no obs-
tante, que los humanos seguimos intentándolo.

A nivel adivinatorio, el Diez de Copas augura satisfacción dura-


dera y permanencia en el reino del corazón.

126
Las Figuras

La Sota de Copas
La Carta de la Sota de Copas retrata a un niño de unos
doce años, moreno, con una túnica de color lila claro,
arrodillado al borde de un estanque azul oscuro. En el sue-
lo, junto al estanque, hay una copa de oro, en la que el mu-
chacho se fija atentamente, porque está estudiando el refle-
jo de su propio rostro y está impresionado por su belleza. A
su alrededor crecen montones de lirios y narcisos, en capu-
llo, aún sin florecer. Un paisaje silvestre oculta un cielo
azul celeste.

Las figuras del Palo de Copas están representadas por figuras


míticas que encarnan las características típicas del Palo. Aquí, en la
carta de la Sota de Copas, encontramos los comienzos mudables,
vulnerables y dulces del elemento del agua: la primera manifesta-
ción de la capacidad de sentir. Eso está encarnado en la mítica figura
del hermoso muchacho Narciso, que se enamora de su propio reflejo
en el agua. Narciso era de Tespia, y era hijo de Cefiso, dios del río,
y de una ninfa. Todo el mundo podía, justificadamente, enamorarse
127
de Narciso, a pesar de ser un niño, y su camino estaba realmente
sembrado de ardientes seguidores de ambos sexos que estaban ena-
morados de la belleza del chico. Pero su madre, advertida por el
profeta Tiresias, jamás había permitido al muchacho ver su propio
reflejo. Por eso, él ignoraba totalmente su propia identidad.
Un día, mientras vagaba por el campo de Tespia, Narciso llegó a
un estanque. Este estanque estaba alimentado por un manantial claro
como la plata, y nunca había sido perturbado por reses, pájaros, bes-
tias salvajes, hombres, ni siquiera por ramas caídas de los árboles
que le hacían sombra. Cuando el muchacho se echó, exhausto, en la
orilla herbosa, para apagar su sed, se enamoró de su reflejo. Al prin-
cipio intentó abrazar y besar al hermoso muchacho que tenía de
frente, pero al momento se reconoció a sí mismo, y se quedó embe-
lesado, contemplándose en el estanque, horas y horas.
A la larga, Narciso no pudo soportar más la agonía de su amor
inalcanzable. Se clavó el puñal en el pecho, gritando: «¡Ah, mucha-
cho, amado en vano, adiós!», y expiró. Su sangre empapó la tierra, y
de ella brotó un narciso blanco con las corolas rojas.
Narciso, la Sota de Copas, en un principio parece que es sim-
plemente una imagen del vano amor a sí mismo. Pero también se
puede ver como una imagen del autodescubrimiento, porque el amor
a otra persona ha de brotar primero del reconocimiento y el valor de
uno mismo; de otro modo es un triste y casi siempre infructuoso
ejercicio de búsqueda en el otro de aquello que uno ha descubierto
todavía en sí mismo. Este tipo de relaciones tienden a ser condena-
das, y el aparente egoísmo de Narciso es, en realidad, el comienzo
del descubrimiento de la capacidad de uno mismo para ser amado.
Este es casi siempre el arranque de una genuina capacidad para amar
a otro como una persona distinta, más que como una posibilidad de
proporcionar esas cualidades que uno necesita para sentirse comple-
to.
Por eso Narciso, la Sota de Copas, es una figura ambigua. Por
una parte, la Sota de Copas, como imagen de los dulces comienzos
de la vida afectiva, sugiere el nacimiento de algo nuevo –una capa-
cidad para amar, o la renovación de la fe en el amor que puede ha-

128
berse deteriorado anteriormente o puede haber sido machacada por
una relación desgraciada, entonces la sensación de amor a sí mismo,
que encarna Narciso, es el comienzo de la curación, por muy vano e
infantil que eso pueda parecer. Mucha gente, tras una separación
traumática o la pérdida de un ser querido, pasa mucho tiempo en una
especie de crepúsculo emocional, en el que siente que no tiene nada
que dar a nadie. Muchas veces, durante este tiempo, uno ya no se
ocupa de sí mismo. Pero los suaves y delicados despertares de esta
renovación de la capacidad de amar a menudo se manifiestan en un
lento y gradual interés en uno mismo –el cuerpo de uno, el ambien-
te–, tratando de agradar y de alimentarse con cosas que proporcio-
nan placer más que dolor o recuerdos de dolor. Este es un proceso
que se tiene que dar antes de que el individuo esté preparado para
afrontar otro encuentro emocional. La Sota de Copas, igual que las
otras Sotas de los Arcanos Menores, sugiere algo frágil y delicado,
que se puede malinterpretar y aplastar con facilidad. Así es también
nuestro incipiente amor propio que al final puede conducir a una
vida de relación más realizada. También podemos decir fácilmente
que Narciso es duro y egoísta, porque no tiene ojos más que para sí
mismo. Pero él tiene que empezar a verse a sí mismo antes de poder
ver a alguien más – y es interesante observar que en la mitología es
su madre la que intenta mantenerle alejado del conocimiento y de la
aceptación de sí mismo.
El final más bien triste de la historia de Narciso puede tener
también muchas lecturas. En cierto aspecto, la Sota de Copas y todo
lo que encarna tiene que transformarse –o «morir»– antes que el
amor de otra persona pueda desarrollarse plenamente. Pero esto se
tiene que producir con el sacrificio de uno mismo, o un genuino
desplazamiento desde la preocupación por uno mismo al reconoci-
miento de los demás. Por eso, en cierto aspecto, es conveniente y
correcto que Narciso ponga fin a su propia existencia, para trans-
formarse en el Caballo de Copas, donde la vida sentimental puede
moverse ya libremente hacia fuera, de cara a los demás.

Cuando la Sota de Copas aparece al echar las cartas, sugiere el


nacimiento de algo nuevo a nivel sentimental. Puede que se trate de
129
una nueva relación, de una nueva calidad de sentimiento dentro de
una relación, podría ser incluso el nacimiento de un niño. Casi
siempre la Sota de Copas presagia una renovación de la capacidad
de amar, empezando por el amor a uno mismo, después de un tiem-
po de dolor y de retiro. Esta delicada cualidad ha de ser cultivada, de
lo contrario puede desaparecer rápidamente.

El Caballo de Copas
La carta del Caballo de Copas retrata a un joven páli-
do y hermoso, de pelo negro y mirada espiritual, montado
en un elegante caballo blanco. Viste una túnica violeta y
una armadura de plata con escamas de pez, y lleva un cas-
co de plata coronado con una cola de pez, también de plata.
Conduce con garbo su caballo a través de un arroyo burbu-
jeante, donde los peces saltan del agua. A su alrededor, hay
un romántico paisaje de bosques y verdes colinas, mientras
que en el horizonte se puede divisar el mar bajo el cielo
azul celeste. El Caballero sujeta con una mano una copa de
oro.

Aquí, en la carta del Caballo de Copas, encontramos la volátil,


sensible dimensión del elemento del agua, que, como el arroyo, está
llena de vida y siempre en movimiento. Esta carta está encarnada
por el mítico héroe Perseo, que en todas sus aventuras es motivado
por el amor de las mujeres, y en sus caminos tiene que enfrentarse a
muchos rostros femeninos, oscuros y luminosos, antes de reunirse
con su amor. Perseo era hijo de Zeus y de una mujer mortal llamada
Dánae, a la que el dios se apareció en forma de lluvia de oro. El pa-
dre de Dánae, Acrisio, había sido advertido por el Oráculo de Delfos
que su hija tendría un hijo que le mataría, de modo que él encerró a
Dánae y a su niño en una cesta, que echó al mar. Protegidos por las
divinidades del agua, fueron arrastrados a tierra por Céfiro y fueron
acogidos bajo la protección del Rey Polidectes. Pero Polidectes se

130
enamoró de Dánae, y la persiguió durante todos los años de su in-
fancia y la adolescencia de Perseo. Con el tiempo Polidectes decidió
malar a Perseo, porque el joven se oponía al casamiento, creyendo
que su madre merecía algo mejor. Por tanto, el rey envió al joven a
una misión aparentemente sin esperanza: conseguir la cabeza de la
terrible Medusa Gorgona.
Perseo fue ayudado por las diosas a cada paso de su camino. Las
Greas, tres viejas arrugadas que tenían un ojo entre las tres y que
conocían los secretos del futuro, le dijeron dónde encontrar a la
monstrua, y Atenea proporcionó al héroe un escudo mágico. Por
eso, Perseo consiguió matar a la Gorgona, aguardando su reflejo en
el espejo del escudo, con el fin de proteger a su madre. Cogió la
cabeza de la Gorgona con él y, de vuelta a Serifo, pasó por Etiopía,
y tuvo que rescatar a la hermosa virgen Andrómeda de las garras de
un monstruo marino. Mató al monstruo, liberó a la muchacha y se
casó con ella. Entonces volvió a Serifo, mató a Polidectes, que
mientras tanto había intentado atacar a Dánae, y se hizo ver con su
madre y su esposa en el lugar donde nació, donde su abuelo Acrisio
una vez intentó matarlo. Aunque no trataba de vengarse de Acrisio
deliberadamente, lo mató por accidente, y por eso se convirtió en el
rey de Argos. Pero el lugar le traía tristes recuerdos, de modo que
viajó a Tirinto, donde fundó una gloriosa ciudad.
Perseo, el Caballero de Copas, es una imagen del espíritu ver-
daderamente romántico, el campeón de las mujeres en apuros, el
creyente del amor, la belleza y la verdad, y el defensor de altos idea-
les, que busca incesantemente ese amor perfecto que en el fondo
solo existe en el espíritu, aunque siempre parece que está a la vuelta
de la esquina más próxima, en el ser querido más cercano. El espíri-
tu romántico del Caballero de Copas encarna todo lo que es dulce,
idealista y bueno, aunque no es un carácter débil y es capaz de sacri-
ficar cualquier cosa en nombre de su ideal o de su amada. Este es,
en cierto sentido, el cuadro del estado de «enamoramiento», una
experiencia que cualquier persona realista puede afirmar que muere
pronto, con la familiaridad del matrimonio, los niños y las obliga-
ciones familiares, pero que cualquier romántico cree que puede y
debe permanecer siempre. Cuando eso no se produce, el Caballero
131
de Copas puede ir todavía en busca de la última experiencia del
amor sagrado. La santidad del Caballero de Copas no excluye, por
supuesto, el sexo. Pero la relación sexual para esta figura ha de estar
en armonía con el amor y una especie de éxtasis del espíritu. La
«mera» satisfacción corporal no le interesa. Desde el punto de vista
histórico, los ideales del amor cortés que florecieron en la Edad Me-
dia reflejan el espíritu del Caballero de Copas. El joven caballero
adoraba siempre a su bienamada desde lejos; él no la hubiera man-
chado nunca con bajos deseos, sino que le escribía poesías y muchas
veces arriesgaba su vida para protegerla.
Perseo es diferente a los otros héroes, precisamente por su ele-
vado idealismo y por su culto de las mujeres. A diferencia de figuras
como Hércules, que se tiene que enfrentar a sus desafíos para inten-
tar expiar un pecado, o Teseo, que los encuentra porque estos le
excitan. Perseo sigue su destino a causa del amor –en un principio,
el amor por su madre–. Esta clase de adoración e idealización de la
madre es característica del Caballero de Copas, ya que, a pesar de su
fuerza, él se arrodilla a los pies de una reina –una mujer más elevada
y más poderosa que él. La clase de amor representada por el Caba-
llero de Copas contiene casi siempre este elemento de adoración de
alguien ante el cual uno se siente indigno y despreciable –o alguien
que ya está casado–. No es todavía un amor entre iguales: lo que
vamos a encontrar más tarde en la Reina y el Rey de Copas. Pero es
amor, a su manera, y no se le podría tachar de adolescente e inmadu-
ro. Sin el Caballero de Copas, viviríamos en un mundo realmente
desierto y descolorido.

Cuando el Caballero de Copas aparece al echar las cartas, ha


llegado el momento para el individuo de experimentar esta dimen-
sión impetuosa y romántica del amor. Muchas veces el Caballero
anuncia una propuesta de matrimonio, o un enamoramiento. A ve-
ces, en otro nivel, indica una propuesta artística, una relación de otra
clase que es no menos exaltada e idealista. O bien puede entrar en la
vida de uno como un joven poético y sensible –un heraldo de nues-
tro propio romanticismo incipiente.

132
La Reina de Copas
La carta de la Reina de Copas retrata a una mujer pá-
lida, de una belleza misteriosa, con un pelo negro, largo y
abundante, con un vestido azul-verdoso y una corona de
oro. Está sentada en un trono de oro cuyos brazos están es-
culpidos con serpientes de oro. Sus ropas se extienden has-
ta un estanque azul oscuro que está a sus pies. En una
mano sujeta una manzana de oro; en la otra, una copa de
oro en la que se fija con una mirada de concentración pro-
funda. Tras ella, más allá de unos campos fértiles y verdes,
se puede vislumbrar un mar azul oscuro, bajo un cielo in-
tenso.

Aquí, en la carta de la Reina de Copas, encontramos las profun-


didades estables, contenidas, introvertidas, del elemento del agua –el
mundo íntimo y privado del sentimiento que es insondable y funda-
mentalmente impenetrable–. Esta carta está encarnada en la mítica
figura de Helena, que encontramos en la carta de los Arcanos Mayo-
res de los Enamorados, y cuya belleza era tan grande que a causa de
ella empezó la Guerra de Troya. Helena era hija de Zeus y de Leda,
y cuando se hizo mujer en el palacio de su padre adoptivo, el rey
Tíndaro de Esparta, todos los príncipes de Grecia vinieron a pre-
tenderla con ricos dones. Con el tiempo, se casó con Menelao, que
se convirtió en rey de Esparta tras la muerte de Tíndaro. Pero el ma-
trimonio estaba condenado al fracaso, porque Afrodita le prometió a
París, el príncipe troyano, la mujer más hermosa del mundo si con-
cedía a la diosa el premio en el concurso de belleza que encontra-
mos en la carta de los Enamorados; y Helena era esa mujer.
A su debido tiempo, Paris y Helena se encontraron y se ena-
moraron, y Helena se fugó con él, y este insulto al Rey Menelao dio
como resultado la Guerra de Troya, en la que Paris fue asesinado.
Pero la belleza de Helena con el tiempo le trajo tres amantes más –
por no hablar del héroe Teseo, que la sedujo cuando eran tan solo
una adolescente. Estos últimos amantes eran todos hombres que

133
alcanzaban sus favores estando ella detrás de los muros de Troya, de
modo que Helena lo pasó bien durante unos diez años de guerra
llenos de acontecimientos. Cuando los troyanos fueron derrotados,
Menelao fue a buscar a Helena, a la que había jurado matar por su
adulterio. Pero al ver su belleza se enamoró de ella otra vez, y la
llevó de vuelta a Esparta. Si ella permaneció fiel a Menelao durante
el resto de su vida, es una pregunta a la que la mitología no contesta.
Helena, la Reina de Copas, es más que una imagen de seductora
belleza femenina. Ella encarna el poder hipnótico del mundo feme-
nino de los sentimientos, un poder que es mágico y magnético y
desafía una perfección meramente física. A través de la historia de
Helena, parece ser que innumerables hombres la persiguen; sin em-
bargo, no sabemos nunca realmente qué es lo que quería la misma
Helena, o qué clase de mujer era en realidad. Es como si ella misma
fuera agua, y todos los hombres vieran en ella el reflejo de las pro-
fundidades de sus propias almas. Ella es una cifra, un misterio, mo-
tivado por sus secretos propósitos y sus sentimientos. Se podría to-
mar por una ramera, dado que aparentemente otorga sus favores a
tantos hombres –algunos de ellos son enemigos de su propia patria–.
Sin embargo, tenemos la sensación de que Helena, por muy apasio-
nada que sea, no hace nada que no quiera hacer. Incluso la elección
de su esposo fue realmente una elección libre, porque, según la his-
toria, ella indicó su preferencia por Menelao colocándole una guir-
nalda en la cabeza –una cosa inusual para una mujer de su tiempo,
que generalmente era forzada a casarse con cualquier marido que su
padre o sus hermanos quisieran darle–. Cuando se cansa de Mene-
lao, persigue sin miedo su gran aventura amorosa con Paris, en vez
de recurrir a tímidos encuentros clandestinos. A quienquiera que
ame, Helena se entrega con todo su corazón. Ella conquista a los
hombres sin querer, por ser la encarnación de todas las fantasías
secretas c inconscientes de la mujer perfecta que los hombres han
intentado articular a lo largo de los siglos. La figura de Helena es a
la vez virgen y ramera, calculadora y víctima. En una palabra, es un
conjunto de paradojas, porque, a pesar de que la lógica del corazón
es indiscutible, sin embargo, desafía el análisis racional, y muchas
veces desobedece abiertamente a la moral. La Reina de Copas es
134
impalpable como un carácter, crea problemas dondequiera que vaya,
movilizando las profundidades en los demás y promoviendo acción
y conflictos sin hacer nada en absoluto. Por eso, se puede ver como
una imagen del subconsciente, que persigue sus secretos propósitos
que la mente consciente desconoce, aunque atrae al individuo hacia
una crisis, un conflicto, una pasión intensa, un destino, por medio de
su misterioso poder seductor.

Cuando la Reina de Copas aparece al echar las cartas, ha lle-


gado el momento para el individuo de encontrar el profundo, desco-
nocido, paradójico mundo del sentimiento en uno mismo o en una
misma. La Reina de Copas puede entrar en nuestra vida como una
mujer misteriosa, hipnótica, no necesariamente muy seductora, aun-
que extrañamente perturbadora, y un catalizador para la aparición de
sentimientos profundos y fantasías que han sido previamente ocul-
tadas por la conciencia. Puede aparecer como un ser querido o como
un rival, pero en ambos casos un encuentro no es pura casualidad.
Es más bien el anuncio de la aparición de estas cualidades del alma
dentro del individuo. Para la mujer que ignora a la Helena que tiene
en sí misma y se identifica con los lados maternales o prácticos de la
feminidad, la Reina de Copas indica que ha llegado el momento de
encontrarla, aunque el catalizador sea la «otra mujer». Para el hom-
bre que ignora las profundidades de su alma y base su realidad en el
pensamiento racional y en hechos concretos, la Reina de Copas
anuncia una profundización y un desarrollo de la vida interior, tanto
si el catalizador está en una mujer concreta como si no.

El Rey de Copas
La carta del Rey de Copas retrata a un hombre pálido,
de pelo negro y barba negra, con unos ojos negros y simpá-
ticos, vestido con una ropa azul oscuro, y con una corona
de oro. Está sentado en un trono de oro cuyos brazos están
esculpidos con cangrejos de oro. En una mano sostiene una
copa de oro; en la otra, una lira. A sus pies, hay unos pel-
135
daños que descienden al agua de un puerto, de la que se ve
salir un cangrejo. Tras él, al otro lado del promontorio de
la tierra en la que está asentado su trono se puede vislum-
brar un mar turbulento.

Aquí, en la carta del Rey de Copas, encontramos la dimensión


activa y dinámica del agua, que abiertamente busca hacer relaciones
e incluso guía y ayuda a otros a conseguirlas. Esta carta está encar-
nada en la mítica figura de Orfeo, el cantor, que era a la vez sacer-
dote y curandero, aunque su historia es triste y solitaria, a pesar de
que él consolaba a sus semejantes. Orfeo era hijo del Rey Fagro de
Tracia y de la Musa Calíope, y era el poeta y músico más famoso
que vivió jamás. Apolo lo presentó con una lira y las Musas le ense-
ñaron a tocarla, de tal forma que no solamente amansaba a las fieras,
sino que hacía incluso que los árboles y las rocas se movieran de su
sitio para seguir el sonido de su música. Se unió a los Argonautas en
su búsqueda del Vellocino de Oro, y su música les ayudaba a sopor-
tar muchas dificultades. A su vuelta, se casó con Eurídice, y se esta-
bleció en Tracia.
Pero su vida no estaba destinada a ser feliz. Un día un hombre
intentó atacar a Eurídice en el valle del Río Peneo, y ella pisó una
serpiente al huir y murió por su mordedura. Pero Orfeo, intrépido,
descendió al mundo subterráneo, con la esperanza de llevársela otra
vez. No solamente encantó al barquero Caronte, a Cerbero, el perro
de tres cabezas, y a los tres Jueces de la Muerte con su música triste,
sino que temporalmente suspendió las torturas de los condenados, y
hasta tal punto ablandó el tenebroso corazón de Hades que consi-
guió el permiso para devolver a Eurídice al mundo de los vivos.
Pero Hades le impuso una condición: que Orfeo no podía mirar atrás
hasta que ella no estuviera a salvo en la luz del sol. Eurídice siguió a
Orfeo a través de los pasajes oscuros, guiada por el sonido de su lira.
Pero en el último momento él perdió la confianza, y miró atrás para
ver si ella estaba allí todavía; y así la perdió para siempre.
Después de esto, Orfeo desenvolvió el papel de sacerdote, ense-
ñando los misterios y predicando que era malo el sacrificio cruento
de los hombres de Tracia. Pero el dios Dionisos empezó a sentir
136
celos de él, porque su fama se difundía y los hombres comenzaban a
adorarle como si fuera divino. El dios lanzó encima de Orfeo a sus
bacantes locas, que en su frenesí le hicieron pedazos. Las Musas
recogieron sus miembros llorando y los enterraron al pie del Monte
Olimpo, donde ahora los ruiseñores cantan más dulcemente que en
ningún sitio del mundo.
Orfeo, el Rey de Copas, es una imagen del sanador herido, la
persona que por compasión y empatía puede curar a otras, pero que
no puede curar su propia herida en el terreno del corazón. En ciertos
aspectos es el equivalente antiguo de muchos asistentes sociales y
psicoterapeutas de hoy en día –el individuo que anhela estar en con-
tacto con el mundo del sentimiento, y trata constantemente de ayu-
dar a los demás a relacionarse, pero que a veces carece de esperanza
en su vida personal y, por tanto, no puede alcanzar al final la rela-
ción satisfactoria que tanto deseaba–. El Rey de Copas sitúa a la
relación humana y al amor humano por encima de cualquier otra
cosa, y quiere hacer todo cuanto está en su mano para iniciar y pre-
servar este contacto emocional. Aunque él se queda intrigado y tiene
que resistir la tentación de volverse, para ver si lo que él ha iniciado
sigue allí, intacto, detrás de él. Por eso, muchas veces pierde lo que
más desea. Esta figura es profundamente paradójica, como si el ele-
mento del agua –que en muchos aspectos es una imagen del mundo
femenino del sentimiento– estuviera incómodo con la imagen mas-
culina y dinámica del Rey. Los dos aspectos se sienten encogidos
juntos, y crean una extraña ambivalencia. El Rey de Copas es una
figura irritable y sensible, dotada de una gran profundidad de senti-
miento y un don extraordinario para comunicar este sentimiento con
el fin de influir en los demás. Pero esta es la relación del artista con
el público. Él nunca pierde el control completamente. Por eso. las
bacantes de Dionisos, el tropel de mujeres frenéticas que estaban en
la comitiva del dios, lo descuartizaron, porque, por un lado, él, en un
principio, tiene que ser privado de su poder y metafóricamente he-
cho pedazos antes de que llegue a ser algo más que el sabio conseje-
ro para el problema de otra persona. Orfeo en sí no llega a realizarse
en la vida, puesto que ha perdido su oportunidad de felicidad perso-
nal por haber desconfiado de la palabra de Hades. Esto nos dice mu-
137
cho sobre el Rey de Copas, porque, aunque pueda iniciar una rela-
ción y hablar constantemente de ello, al final no confía en el mundo
del subconsciente, que él no puede ver. Por eso es entronizado junto
al agua, pero no puede sumergirse en ella, porque teme que la in-
mersión le conduzca hacia otro vínculo fuerte.

Cuando el Rey de Copas aparece al echar las cartas, ha llegado


el momento para el individuo de experimentar su lado ambivalente –
el inspirado consejero y sanador que sabe ponerse en el lugar de los
demás y ayudarles, pero que no consigue confiar del todo en su vida
como para dirigir su rumbo. Es característico el hecho de que mu-
chas de las personas que escogen profesiones de tipo vocacional, lo
hacen porque han tenido problemas en sus relaciones personales,
casi siempre con sus padres; y por eso forman relaciones en las que
nunca se abandonan del todo, para que la herida profunda no se
vuelva a producir. Aunque esta especie de dinámica puede ayudar
en gran medida a los demás, uno se engaña a sí mismo. Si el Rey de
Copas entra en la vida de un individuo bajo el aspecto de una perso-
na que encarna estas cualidades, entonces esto se puede tomar como
una indicación de que ha llegado el momento de encontrar esta di-
mensión de uno mismo.

138
140
EL PALO DE BASTOS

Las Cartas Numeradas

La historia de Jasón y los Argonautas, y su expedición en busca


del Vellocino de Oro, es un cuento heroico característico, lleno de
aventuras y con un viaje valiente hacia lo desconocido. Como la
historia en realidad es una búsqueda, en la que el héroe tiene que
contar con facultades distintas a la voluntad y al pensamiento racio-
nal, la leyenda de Jasón se puede ver como un retrato de la imagina-
ción creadora y su misterioso poder para mover cosas y aportar so-
luciones desde niveles internos que escapan a nuestro entendimiento
consciente. Por eso, la historia de Jasón es una aventura concreta
que se mueve alrededor del motivo central de la imaginación huma-
na.
El origen del Vellocino de Oro, el objetivo mágico de la bús-
queda, fue este: Frixo y Hele, los dos hijos de Atamas, el de Eolia,
eran odiados por su madrastra Ino. Su misma vida peligraba, y ellos
huyeron montados en un fabuloso carnero que fue regalo de Zeus,
rey de los dioses. Este carnero estaba dotado de razón y de palabra;
tenía una lana dorada y podía moverse por el aire lo mismo que so-
bre la tierra. Durante su vuelo Hele cayó al mar, que después se lla-
mó Helesponto. Frixo tuvo más suerte, y llegó hasta Cólquide, en el
Mar Negro. Allí sacrificó el carnero a su protector Zeus, y ofreció su
Vellocino al rey de ese país, Eetes, que lo colgó de un árbol y puso
un dragón que nunca dormía para custodiarlo.
Mientras tanto, en Yolcos, Tesalia, reinaba el Rey Pelias, que
había arrebatado el trono a su hermano Esón. A Jasón, hijo de Esón,
lo habían encomendado al cuidado del Centauro Quirón cuando era
un niño, para protegerle de la cólera de su tío Pelias, el usurpador.
Quirón, con el tiempo, cuando el niño se hizo hombre, le reveló el
secreto de su origen, y Jasón fue a ver a su tío y le reclamó el puesto
141
que le correspondía en el reino. Pelias se asustó, porque un oráculo
le había advertido que tuviera cuidado de un hombre con una sola
sandalia: y este Jasón había aparecido con un solo calzado, ya que
había perdido la otra sandalia al cruzar el río. Por tanto, Pelias pro-
metió a Jasón que cumpliría escrupulosamente su reclamación, pero
con una condición: que Jasón fuera a Cólquide, en el Mar Negro, y
trajera al Vellocino de Oro, que pertenecía por derecho al santuario
de Zeus en Yolcos.
Así que Jasón se puso a construir un barco con cincuenta remos,
el Argo, en el que había puesto una rama del roble profètico de Zeus
desde Dodona. Reunió también a los héroes más famosos, entre los
que estaban Castor y Pólux (los Gemelos Guerreros), Hércules,
Orfeo el Cantor y el Rey Teseo de Atenas. Entonces los intrépidos
aventureros se dispusieron a buscar al legendario Vellocino de Oro.
Su viaje fue muy accidentado, y se vieron obligados a luchar contra
monstruos y hombres, y también contra los elementos. Finalmente
llegaron al reino de Eetes, en el que se guardaba el Vellocino. Afor-
tunadamente para Jasón, la hija del Rey Eetes, la hechicera Medea,
se enamoró de él, y le ayudó a vencer al dragón que custodiaba el
precioso trofeo. El Rey Eetes intentó detener a los fugitivos Argo-
nautas con feroces soldados salidos de los dientes del dragón que
Jasón había matado: pero los héroes consiguieron escapar en su bar-
co Argo, mientras Eetes les perseguía furiosamente. Medea, que
había acompañado a Jasón, no se negó a detener a su padre de las
maneras más brutales, y le quitó la vida a su hermano Absirto y dis-
persó los trozos de su cuerpo por el agua. Eetes, acongojado, mandó
a su flota que se detuviera y recogiera el cuerpo descuartizado del
heredero, y Jasón y su séquito consiguieron por fin volver a Yolcos.
Este viaje de vuelta, de todas formas, demostró ser tan peligroso
como el de ida, y Jasón y su séquito una vez más tuvieron que nave-
gar entre las terribles Rocas Chocantes, al extremo norte del Bósfo-
ro, que podían aplastar una nave y que estaban entre él y el puerto
seguro. Al final llegó a Yolcos con el Vellocino de Oro.
Allí descubrió que Pelias había dado muerte a su padre Esón,
pues estaba convencido de que Jasón jamás volvería de su arries-

142
gado viaje. Jasón se vengó de su tío por medio de Medea, quien con
sus palabras mágicas hechizó a las hijas de Pelias para que le mata-
ran. Después de esto. Jasón reinó como rey de Yolcos. Pero parece
ser que la victoria se le subió a la cabeza, porque, insatisfecho con
un solo reino, se buscó otro –la corona de Corinto– casándose con
Creusa, la hija del Rey de Corinto, Creón. Esto, lógicamente, enfu-
reció a Medea, que se vengó matando no solamente a Creusa, sino
también a los niños que había tenido con Jasón.
En cuanto a Jasón, algunos dicen que la vida le empezó a pesar
y que el reinado de Yolcos le parecía una carga. Como un viejo que
considera que los días de gloria se han ido para siempre, se sentó a
soñar a la sombra del casco podrido del Argo, y la popa le cayó en-
cima y lo aplastó hasta matarlo.

El As de Bastos
La carta del As de Bastos retrata a un hombre maduro,
de constitución fuerte, con pelo y barba de color castaño
rojizo, con una corona de oro y una túnica de púrpura im-
perial. Está de pie, con porte regio, ante un paisaje de picos
altos, cubiertos de nieve. Sobre un hombro, arrastrándolo
por el suelo, lleva colgado el vellocino de oro de un carne-
ro. En su mano derecha sostiene el globo del mundo. En su
mano izquierda lleva un flamante bastón.

En el As de Bastos encontramos de nuevo a Zeus, rey de los


dioses, el iniciador y promotor del poder que hay detrás del cuento
de Jasón y el Vellocino de Oro. Es el Vellocino sagrado de Zeus lo
que el héroe tiene que conseguir, y es el Vellocino lo que sirve co-
mo símbolo de la visión creativa que nos incita a marchamos del
mundo seguro y convencional hacia rutas desconocidas que llevan a
una meta soñada.
Zeus es un dios anciano y poderoso, y una de sus representacio-
nes más antiguas era la divinidad con cabeza de carnero, el invisible
143
poder creador que generó el universo visible. Por eso, Zeus encarna
en nosotros el invisible poder creativo de la imaginación, que no
puede ser abarcado en sí, pero que es responsable de todos los es-
fuerzos y de todos los productos concretos de nuestra vida. No es
solo el artista el que utiliza la imaginación creadora, aunque en el
artista vemos su poder –y su furiosa autonomía– con más claridad.
En la carta del Emperador de los Arcanos Mayores, encontramos el
lado patriarcal de Zeus, el Padre de Todo. Aquí, en el As de Bastos,
encontramos su espíritu volátil, y este Zeus, igual que Afrodita, es
una fuerza de la naturaleza. Todos nosotros tenemos su poder en
nuestro interior. Zeus es la capacidad de visualizar una futura posi-
bilidad, distinta a la realidad concreta en la que nos encontramos y
superior a ella –tanto si es un proyecto para cambiar la decoración
del cuarto de estar, como si es una idea para un nuevo negocio–.
Mucha gente no confía en su facultad imaginativa, creyendo que es
una «tontería» o una «niñería», o por temor a atreverse con una nue-
va idea porque podría fallar. Pero el gran Zeus no es ni una tontería
ni una niñería, y el As de Bastos es una carta poderosa, porque retra-
ta un flujo inicial de energía creadora en bruto. La nueva idea aún
no ha sido formulada, pero hay una profunda sensación de inquie-
tud, y un sentimiento de vida que se abre. Es esta sensación la que
lleva a Jasón a ir en busca del Vellocino. Él pudo simplemente de-
poner a su tío Pelias y quedarse en casa, en Yolcos. Por eso el As de
Bastos indica el comienzo del gran camino hacia el mundo de la
visión y la imaginación, donde las limitaciones concretas son desa-
fiadas y superadas, y donde la vida después nunca es la misma.

A nivel adivinatorio, el As de Bastos anuncia un empuje de


energía creativa, aunque esta energía no ha sido aún formulada co-
mo una meta o un proyecto. La inquietud y la insatisfacción con las
circunstancias actuales están acompañadas por un sentimiento fuerte
de que las nuevas cosas son posibles. El individuo está a punto de
embarcarse en una aventura siguiendo alguna visión.

144
El Dos de Bastos
La carta del Dos de Bastos retrata al joven Jasón de pie
ante la cueva del Centauro Quirón, en equilibrio, antes de
emprender su viaje para ir a reclamar su herencia. Quirón
está medio escondido en la oscuridad de la cueva. Jasón,
vestido con una túnica escarlata, empuña firmemente dos
espadas llameantes.

El Dos de Bastos, igual que el otro Dos de los Arcanos Meno-


res, polariza la energía en bruto del As, y aquí esta polarización in-
dica al aventurero y a su meta recién concebida. La inquietud y el
poder informe del As han empezado a fundirse como una visión
particular, aunque lo único que no está claro del todo es cómo se
podría realizar esta visión. Jasón no sabe nada todavía del Vellocino
de Oro; pero sabe ya, porque Quirón se lo ha dicho, que es un prín-
cipe y el auténtico heredero al trono de Yolcos, y que su padre Esón
ha sido derrocado y encarcelado por su malvado tío Pelias. El sen-
timiento de probabilidad se ha cristalizado aquí en algo definido,
aunque la verdadera aventura creativa del futuro de Jasón –la bús-
queda del Vellocino de Oro– solo surgirá una vez que Jasón dé un
paso adelante en la primera etapa de su camino.
Así empiezan todas las hazañas creativas: poco a poco. Una idea
lleva a otra idea, y casi siempre la primera no es la idea final, sino
simplemente un preludio. Sin embargo, el preludio es suficiente para
sacarnos del santuario de la cueva, a causa del sentimiento que po-
dríamos tener más de lo que tenemos, o ser más de lo que somos. El
camino de Jasón hacia Yolcos, el lugar de su legítima herencia, está
lleno de peligro, porque allí tiene un enemigo que con mucho gusto
le quitaría la vida. Él no puede predecir si lo superará, y si va a
triunfar o fracasar. Pero él cree en su visión lo suficiente como para
intentarlo, y agarra firmemente las varas que simbolizan el fuego de
la imaginación. De lo contrario, él –o nosotros– se hubiera quedado
tranquilamente, pero ahogado para siempre, en la cueva, seguro,
pero sin realizar jamás esas posibilidades que son un derecho de

145
nacimiento, pero que requieren la visión para llevarlas a una sustan-
cia concreta.

A nivel adivinatorio, el Dos de Bastos anuncia la elaboración de


una nueva mira, de una nueva idea, de una nueva meta, de un nuevo
proyecto creativo. Esta nueva idea puede que no sea la forma defini-
tiva del futuro, pero está llena de posibilidades, y es suficiente para
invitar al individuo a salir de sus limitaciones presentes y lanzarse
hacia una nueva hazaña creativa. Todo depende aquí del valor del
individuo para levantar la nueva idea con ambas manos, y creer en
ese invisible poder creativo que ha generado la visión de una nueva
ruta.

El Tres de Bastos
La carta del Tres de Bastos retrata a Jasón recién lle-
gado a la ciudad de Yolcos. Lleva solo una sandalia, ya que
perdió la otra al cruzar el río, confirmando de ese modo el
oráculo que ha profetizado su llegada. Está de pie, triun-
fante, llevando en su mano derecha tres varas llameantes. A
sus pies se arrodilla el usurpador, el Rey Pelias, de pelo
negro y barba negra, vestido de púrpura real y le ofrece
con aparente humildad la corona de oro que él ha robado
ilegalmente.

El Tres de Bastos, como el otro Tres de los Arcanos Menores,


representa una etapa de realización inicial. Aquí es la realización
aparente de la original idea creativa. Hay motivo para celebrarlo, y
parece que todas las cosas se están poniendo de acuerdo para el
plan. Jasón ha llegado al lugar de su herencia, y ¡fíjate!, no ha en-
contrado resistencia aparente. Pelias, asustado por el oráculo, parece
que está dispuesto verdaderamente a entregar el trono que ha arreba-
tado. Por eso, la obra creativa muchas veces parece que tiene una
facilidad inicial; los contactos adecuados aparecen como por arte de

146
magia, los bocetos preliminares caen bien, y la idea parece cobrar
realidad en sí misma como si hubiera sido clavada por intervención
divina.
Pero tiene que llegar el trabajo duro, y a menudo surgen nuevas
ideas en esta etapa –cosas que al principio no habíamos tenido en
cuenta, pero que requerirán dilaciones, alteraciones de planes y mu-
cho más esfuerzo de lo que parecía al principio. El Tres de Bastos
indica un punto elevado, pero hay más cosas después. Pelias le va a
decir a Jasón lo del Vellocino de Oro que está en Cólquide, signifi-
cando así –y él tenía sus propios motivos sucios– que ser rey de
Yolcos quiere decir muy poco si el valioso Vellocino de Zeus no es
devuelto al santuario del dios. Es en este momento, tras la celebra-
ción inicial, cuando se vienen abajo muchas posibilidades creativas,
porque la etapa de realización inicial no es el resultado final, y, a
menos que el individuo esté dispuesto a arriesgar de nuevo, la idea
no se puede llevar a cabo totalmente. El mundo está lleno de novelas
inacabadas que están en los cajones de los escritorios, cuando resul-
ta que las primeras veinte páginas empezaron bien. El mensaje es el
siguiente: disfruta de tu satisfacción mientras puedas, porque no
estás acrisolado todavía. La verdadera confianza creativa solo se
puede tener si la idea es sometida a prueba y el individuo lo fuerza
al máximo.

A nivel adivinatorio, el Tres de Bastos indica una etapa de rea-


lización inicial de la idea creativa o proyecto. Se han puesto unos
buenos cimientos, el entusiasmo es grande y hay un sentimiento de
satisfacción y optimismo respecto a la futura posibilidad del proyec-
to. Pero también hay un duro trabajo por delante, y nuevos planes
que se han de poner en marcha antes de que la promesa total se pue-
da cumplir.

147
El Cuatro de Bastos
La carta del Cuatro de Bastos retrata a Jasón cele-
brando con sus compañeros de a bordo la construcción de
la gran nave Argo, que los va a llevar en su viaje a Cólqui-
de para encontrar el Vellocino de Oro. La nave, adornada
con velas escarlata que llevan el emblema de un broche de
oro en figura de sol, espera la marea. Alrededor de la figu-
ra de Jasón, vestida de escarlata, están de pie cinco de sus
heroicos compañeros: Hércules (al que encontramos en la
carta de la Fuerza, en los Arcanos Mayores), con su piel de
león y una vara llameante; Teseo, Rey de Atenas (al que
encontraremos más tarde en la carta del Rey de Bastos, en
los Arcanos Menores), con una corona de oro, vestido de
carmesí y con una vara llameante; Cástor y Pólux, los Ge-
melos Guerreros (a los que encontraremos más tarde en la
carta del Rey de Espadas), ambos con una armadura de
plata y llevando cada uno una vara llameante, y Orfeo el
Cantor (al que hemos encontrado en la carta del Rey de
Copas), vestido de azul y sosteniendo su lira.

El Cuatro de Bastos es una carta de premio y de recompensa.


Nos hemos enfrentado con el desafío de una nueva idea creativa,
hemos hecho un duro trabajo, y ahora el individuo puede recoger la
sólida recompensa que ha sido ganada con esfuerzo. Como el Tres
de Bastos, esta carta indica la celebración de algo importante; pero,
a diferencia del Tres, tiene una base más sólida, y los resultados son
ya evidentes. El reto de capturar el Vellocino de Oro es un reto des-
alentador; ¿cómo puede un hombre solo navegar hasta los confines
de la tierra, y con qué medio? Jasón ha contestado a este desafío
reuniendo a su alrededor a esos amigos que pueden ayudarle a al-
canzar sus objetivos. Todos estos héroes, según la mitología, tienen
diferentes habilidades, según sus naturalezas. Hércules, tiene la
fuerza; Teseo, un fogoso aventurero como Jasón, tiene la visión
creativa; los Gemelos, tienen el hilo cortante de la mente inteligente,

148
y Orfeo, tiene el sentimiento profundo y la empatía para desarmar a
cualquier enemigo. Si tomamos a estos amigos como personas
reales en las que nos podemos apoyar, o como resortes internos que
podemos arrastrar, en esta etapa del proceso de la labor creativa
cabe esperar que la meta se podrá alcanzar. Con tanta tripulación
heroica junta, y con un barco tan espléndido, Jasón tiene motivos
para estar satisfecho.

A nivel adivinatorio, el Cuatro de Bastos presagia un tiempo de


recompensa por los esfuerzos realizados. Una idea creativa ha dado
su primer fruto, y el individuo tiene toda la razón de celebrar los
resultados concretos de sus esfuerzos heroicos. Pero esta es solo una
etapa del camino, y pronto la nave tiene que disponerse a navegar y
a enfrentarse con los desafíos más duros antes de alcanzar la meta
final.

El Cinco de Bastos
La carta del Cinco de Bastos retrata la batalla de Jasón
con el dragón que guarda el Vellocino de Oro. El dragón,
inmenso y cubierto de escamas verdosas, vomita fuego de
su boca mientras aprieta el valioso Vellocino entre sus ga-
rras. Jasón lucha contra él con dos varas llameantes. De
pie, a su lado, está su amante y ayudante, la hechicera Me-
dea, hija del Rey Eetes de Cólquide, que tiene el Vellocino
en su poder. Ella es hermosa y morena, ataviada con un
vestido flamante, y lleva tres varas llameantes.

El Cinco de Bastos representa la lucha. Aquí la visión creativa


ha chocado con la realidad de la vida, en forma de dragón, que en la
mitología ha representado siempre los poderes primitivos de la tierra
que se resisten al cambio. El problema de ajustar las limitaciones de
la vida práctica –y las limitaciones de la inercia regresiva de uno
mismo– es el mayor desafío para un individuo que desea expresar el

149
poder de la imaginación creadora en la vida actual. Si esta lucha con
el dragón adquiere la forma de los problemas económicos (escasez
de fondos, falta de liquidez), medios insuficientes (donde el indivi-
duo tiene que hacer estudios superiores o prepararse para dominar
un arte), la dificultad de un cuerpo que se queja (a través de la fatiga
o la enfermedad, donde nos hemos esforzado demasiado por la im-
paciencia de dominar la inspiración), el dilema de ajustar la inspira-
ción a las exigencias del mercado (que es inevitablemente demasia-
do conservador, prudente o poco comprensivo) –esta carta simboliza
los problemas en un nivel concreto–. Estos problemas concretos
coinciden con, son causados por o causan ellos mismos, un miedo al
fracaso y una profunda apatía que por sí mismos son también parte
de la imagen del dragón. Pero el dragón tiene que ser combatido, si
no Jasón no podrá tener el Vellocino, y los obstáculos que surgen
durante la obra creativa –internos o externos– no podrán ser evita-
dos. La imaginación chocará inevitablemente con la resistencia de la
realidad, y una de las dos se tiene que ajustar.
La figura de Medea, la hechicera, es necesaria para Jasón. Sin
ella, su inspiración y su valor no bastarían. Ella sabe cómo encontrar
la cueva del dragón y cómo vencerle. En ciertos aspectos, ella es
primahermana de la carta de la Suma Sacerdotisa, de los Arcanos
Mayores –el misterioso poder femenino de la intuición y de los ins-
tintos, con el que se puede contar en una crisis así. Por eso, la lucha
encarnada en el Cinco de Bastos requiere algo más que perseveran-
cia y fidelidad a una inspiración; requiere también un «entrañable»
sentido de cuándo es el momento oportuno y de cómo actúan las
leyes del mundo material.

A nivel adivinatorio, el Cinco de Bastos presagia un tiempo de


lucha, en el que el individuo tiene que pelear con el dragón de la
realidad material para alcanzar la meta. Los asuntos materiales pue-
den empezar a ir mal, y debemos prestar más atención a las necesi-
dades y limitaciones de la realidad concreta; de lo contrario, el indi-
viduo caerá en un estado de ánimo depresivo y apático. Se tienen
que hacer arreglos mientras la inspiración original permanece toda-
vía en su integridad.
150
El Seis de Bastos
La carta del Seis de Bastos retrata a Jasón victorioso
después de su lucha con el dragón. El héroe sostiene el Ve-
llocino de Oro en alto, en señal de triunfo. Tras él, seis de
sus compañeros heroicos están de pie, llenos de alegría,
llevando cada uno de ellos una espada llameante.

El Seis de Bastos representa una experiencia de triunfo, recono-


cimiento por parte de los demás, y aclamación pública. La batalla
con el dragón ha sido librada, y Jasón ha ganado su recompensa; el
Vellocino está en sus manos, y su tripulación levanta las varas en
alto en su honor y reconocimiento. Esta carta representa un momen-
to capital para el individuo que se ha esforzado por expresar una
nueva idea o una inspiración creativa a los demás, porque es el mo-
mento en que rccibimos confirmación de la colectividad a nuestros
esfuerzos. La empresa creativa ha recibido el sello de la aprobación
no solamente de sus seres, sino de «los de fuera», que en el Cinco
aparecían inicialmente como el terrible dragón de la tierra que pare-
cía contrarrestar todos los esfuerzos.
La siguiente etapa de embriaguez reflejada por el Seis de Bastos
puede tomar muchas formas, según la elevación de la meta y las
aspiraciones del individuo. El atleta que se ha entrenado y preparado
durante fatigosos meses o incluso años, la conoce cuando gana la
competición; el individuo que aspira a un ascenso, la conoce cuando
al final le ofrecen el nuevo puesto. El escritor la conoce cuando su
libro es publicado y aclamado, y el estudiante la conoce cuando fi-
nalmente se gradúa. Grande o pequeña, la meta es aquí alcanzada y
reconocida por los demás. Por eso el Seis de Bastos es una de las
cartas más satisfactorias de los Arcanos Menores en un nivel indivi-
dual, porque significa la confirmación pública de una inspiración
creativa que empezó en medio de la ansiedad y la incertidumbre.
Pero incluso el Seis de Bastos tiene que pasar a la siguiente car-
ta, porque Jasón no ha devuelto todavía el Vellocino a Yolcos. El
reconocimiento público lleva con él sus propios dilemas, aunque
151
representa una cúspide en la vida creativa, porque la imaginación no
puede estarse quieta, y ulteriores desafíos –sobre todo la envidia y la
competitividad de otros– pueden surgir tras el instante de triunfo.

A nivel adivinatorio, el Seis de Bastos presagia la pública acla-


mación o el reconocimiento de alguna clase. Puede ser un ascenso,
una graduación, o el reconocimiento de alguna obra creativa.

El Siete de Bastos
La carta del Siete de Bastos retrata la lucha de Jasón
con el Rey Eetes de Cólquide, batalla que ha de ganar para
poder llevar el Vellocino a Yolcos. Jasón, sosteniendo dos
varas llameantes, lucha con el rey, que lleva una túnica
flameante y sostiene una vara llameante. Dos de los Com-
pañeros heroicos de Jasón –Hércules y Teseo– pelean con
dos de los guerreros armados que han salido de los dientes
del dragón. Los dos héroes y los dos guerreros de Cólquide
llevan todos varas llameantes.

El Siete de Bastos, como el Cinco, retrata una lucha, pero aquí


es una lucha en igualdad de condiciones, de hombres contra hom-
bres, no es la lucha que el héroe creativo libraba contra el poder
extraño de la tierra. La inspiración creativa del Vellocino, arrancada
triunfalmente de las garras del dragón, aquí nos conduce a la que
podríamos llamar competición obstinada, porque Eetes quiere tam-
bién el Vellocino y está dispuesto a pelear por él. Por eso el recono-
cimiento que llegó con el Seis aquí provoca la inevitable respuesta:
Alguien más quiere lo que nosotros hemos trabajado tan duramente
por alcanzar, y estamos metidos en una contienda que nos desafía a
intentar lo más difícil todavía. El mensaje es que no podemos dor-
mir en los laureles, porque si no alguien se adelantará y nos los ro-
bará. Este problema de la envidia y de la competencia es un hecho
de la vida creativa, algo que todos los que trabajan en esta esfera de

152
la vida tienen que aceptar. La imaginación no conjura la inspiración
solamente en una persona, sino que también estimula del mismo
modo la inspiración de otras personas. La competencia es la compa-
ñera inevitable del éxito creativo y si mucha gente se abstiene de
intentar llegar al primer puesto es casi siempre por miedo a ella.
El desafío del Siete de Bastos es en realidad una prueba de
nuestra fe en nosotros mismos. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos
a luchar por aquello que hemos alcanzado? Este ataque furioso des-
de «fuera» es un estímulo para la individualidad y también para la
misma imaginación, que en ese caso tiene que crear formas nuevas y
mejores. En muchos aspectos el Rey Eetes tiene tanto derecho al
Vellocino como Jasón, porque él lo ha tenido primero; hay tanta
inmoralidad en la plaza del mercado, que es inútil sentarse y gritar:
«¡Pero si yo tuve la idea primero!» Tenemos que limitarnos a luchar
para convertir la idea en obra, y hacerla mejor, ya que nadie conso-
lará al perdedor porque una vez en algún momento tuvo una buena
idea.

A nivel adivinatorio, el Siete de Bastos presagia una lucha con


las ideas creativas de otra persona –competencia sucia–. El indi-
viduo es desafiado a mejorar y desarrollar su proyecto de cara a un
mundo envidioso y competitivo y necesita aprender a valorar su
instinto de ambición y competitividad.

El Ocho de Bastos
La carta del Ocho de Bastos retrata el viaje de Jasón
desde Cólquide tras escapar del enfurecido Rey Eetes. Va-
mos a la nave Argo con las velas desplegadas, con ocho va-
ras llameantes alineadas en cubierta, lanzando fuego al
viento. Siguiendo la estela lisa del barco, unos delfines jue-
gan entre las olas.

El Ocho de Bastos representa una descarga de energía creativa

153
después que las tensiones y las luchas del Siete han sido superadas.
El conflicto estimula la imaginación, y si hemos sido capaces de
afrontarlo y de ver a través de él, hay muchas veces un periodo de
navegación tranquila, en la que nuestros proyectos avanzan hacia la
meta con paso firme y hay un sentimiento de animación y confianza.
Esta apertura de energía solo surge de las tensiones que han sido
descargadas, como si la seguridad solo pudiera conseguirse triun-
fando sobre los obstáculos.
La experiencia de la descarga de la nueva energía creativa se
puede observar en muchas competiciones deportivas, donde, tras un
poco de dificultad, hay una repentina explosión y el individuo o el
equipo salta hacia la meta. Es una experiencia que comparten tam-
bién el pintor, el escritor, el actor y el músico – todo artista creativo
que ha roto un bloqueo y están en «la extensión de la casa». El rego-
cijo de este estado no surge porque sí: se debe al desafío de la com-
petición y de la duda de uno mismo, de la que salimos con renovada
energía. Esto nos explica por qué necesitamos el conflicto en nues-
tras vidas, para crear, y por qué tantos artistas parece que buscan
disputas y competición con otros. Hay una relación misteriosa entre
los trabajadores de la imaginación creadora y la presencia de un
saludable conflicto en su vida. El mito nos habla también de esta
relación, porque el dios Zeus, quien preside la historia de Jasón,
existe en un estado de constante tensión y lucha con su esposa Hera.
Ella, que encarna las leyes del matrimonio y de la vida doméstica, le
reprime constantemente y a la vez le desafía a crear. Por eso, noso-
tros necesitamos represión y desafío a fin de disfrutar del flujo exci-
tante de la energía que el Ocho de Bastos retrata a través de la ima-
gen de Jasón y de su tripulación navegando hacia casa.

A nivel adivinatorio, el Ocho de Bastos indica un periodo de ac-


ción después de un retraso o de una tensión. Tal vez haya un viaje a
la vista, o un claro intervalo de fructífera actividad creativa, donde
la imaginación fluye libre después que las ansiedades y las tensiones
hayan sido superadas o resueltas.

154
El Nueve de Bastos
La carta del Nueve de Bastos retrata la lucha final de
Jasón y sus Argonautas antes de alcanzar la meta: el paso a
través de las Rocas Chocantes. A lo lejos se puede observar
la ciudad de Yolcos, con nueve varas llameantes haciendo
señas en la orilla. Alrededor de la ciudad, el mar está en
calma. La nave Argo pasa con las velas rotas entre las
amenazadoras rocas, aunque todavía no ha llegado a estar
a salvo al otro lado. Alrededor de la nave la tempestad
arrecia y el mar es turbulento.

El Nueve de Bastos es la carta de la fuerza en reserva. Retrata el


tremendo poder de la imaginación creadora, porque justo cuando
sentimos que no podemos luchar es cuando luchamos más o nos
enfrentamos con una dificultad mayor, de alguna manera en medio
de este agotamiento las ideas y la energía pueden ser aprovechadas
en este reto final antes de la meta. Las velas rotas del Argo reflejan
el estado de agotamiento de Jasón y su tripulación, porque han pa-
sado por muchas pruebas y dificultades y están a punto de llegar a
casa con el Vellocino de Oro. Es inevitable, justo en este momento,
que surja tantas veces un reto final con nuestras ideas creativas y
proyectos. En un momento así uno siente simplemente que no puede
continuar; la energía está toda gastada, la fuerza se ha ido, y todo ha
sido en vano.
Pero hay algo misterioso y absolutamente imponente dentro de
nosotros que puede surgir ante el desafío en momentos así, y enton-
ces nos encontramos ante el aspecto más molesto y milagroso de lo
que llamamos el espíritu creativo en los seres humanos. Aunque no
podemos controlarlo o dirigirlo hacia nuestra voluntad –solo un an-
tiguo griego hubiera podido exigirle a Zeus que obedeciera los dic-
tados humanos– nos viene bien cuando estamos en nuestro momen-
to menguante más bajo. Entonces la imaginación de repente nos da
una inyección de nueva vida, de nueva esperanza y de nuevas ideas.
Si estamos dispuestos a intentarlo una vez más, podemos aprovechar

155
la energía, y alcanzar la meta final.

A nivel adivinatorio, el Nueve de Bastos anuncia un tiempo en


el que, cuando ya estamos agotados, surge un último desafío para
impedirnos alcanzar nuestra meta; entonces, de alguna manera, mis-
teriosamente, podemos hallar la fuerza en reserva para enfrentarnos
con el desafío. Esta fuerza solo es aprovechable cuando ya hemos
utilizado todas las demás posibilidades, y parece que es invocada a
la vez por nuestra necesidad y por nuestra disposición, a pesar del
agotamiento, a intentarlo una vez más.

El Diez de Bastos
La carta del Diez de Bastos retrata a Jasón sentado,
lleno de cansancio, ante las ruinas encalladas del Argo. Ha
vuelto triunfante a Yolcos, y le vemos con un traje regio de
color escarlata y una corona de oro. El Vellocino de Oro
está a sus pies. Está agobiado por el fuerte peso de las diez
varas llameantes que le cubren la espalda y los hombros.

El Diez de Bastos retrata un estado de opresión. Jasón ha conse-


guido todo lo que se había propuesto hacer; sin embargo, al final del
cuento es una figura triste, abrumada y llena de preocupaciones,
mientras que el Argo, el que fuera un día un barco glorioso, que
llevó héroes, está allí consumiéndose. En un principio es difícil
comprender por qué este cuento recio, de inspiración y de hazañas
heroicas, tiene que terminar en una imagen que es pesada y agobia-
da por las preocupaciones. Pero esta última carta numerada del Palo
de Bastos dice algo importante acerca de la imaginación creadora:
que ya no puede funcionar cuando está atrapada bajo el peso de las
responsabilidades mundanas.
Esta dura lección le pasa a mucha gente que se ha dedicado a un
negocio, o apunta hacia un éxito creativo. Como el tiempo pasa y el
negocio se ensancha y se consolida, la excitación y el entusiasmo

156
que existían al principio parecen desvanecerse. Jasón, en el proceso
de alcanzar la meta y hacerse con el reino, ha dejado de valorar esos
elementos imprevisibles, como los que personifica Medea, y así los
ha «traicionado», olvidando la osadía y la originalidad que le empu-
jaron hacia la aventura en el primer puesto. El poder volátil de la
imaginación se resiste a ser constreñido en formas pesadas y estruc-
turadas. Cuando se acaba una obra creativa, sobrevienen muchas
veces el tedio y la depresión, porque mientras que la tensión de la
luchas para concretar las ideas creativas genera otras ideas, la con-
creción final de las mismas significa que la imaginación ya no puede
expresarse libremente.
Por eso la imaginación ha de tener pastos frescos, y el individuo
que como Jasón se aferra demasiado a la forma que él mismo ha
construido puede experimentar una sensación de opresión y agota-
miento sin razón aparente. Entonces puede que haya llegado el mo-
mento de abandonar alguna de nuestras seguridades para que la
imaginación pueda despertar otra vez con una nueva meta y una
nueva hazaña.

A nivel adivinatorio, el Diez de Bastos implica que el individuo


está sobrecargado y oprimido por haber abarcado más cosas de las
que puede soportar. La imaginación ha sido ahogada por preocupa-
ciones demasiado mundanas, y corre el riesgo de perder algo de su
osadía juvenil y de su buena voluntad. Puede que sea necesario dejar
ciertas cosas para que el proceso creativo pueda refrescarse y pueda
empezar un nuevo ciclo.

157
Las Figuras

La Sota de Bastos
La carta de la Sota de Bastos retrata a un muchacho de
unos doce años, con el pelo ensortijado, castaño rojizo, y
una túnica anaranjado claro. Cabalga sobre el lomo de un
carnero de vello dorado, que vuela sobre los campos ama-
rillos y verdes sosteniendo una vara flameante que lanza
fuego al viento detrás de él. Delante de él hay un sol na-
ciente que cubre el paisaje de un vivo resplandor anaranja-
do.

Aquí, en la carta de la Sota de Bastos, encontramos el elemento


del fuego en sus comienzos más frágiles y delicados –los primeros
despertares de la inspiración creativa, que suelen manifestarse como
una especie de intranquilidad y desasosiego con las condiciones
existentes–. Esto está encarnado en la mítica figura de Frixo, que
encontramos brevemente en la historia de Jasón y el Vellocino de
Oro, que ilustra las cartas numeradas del Palo de Bastos. Frixo en
realidad es el que empieza este cuento, aunque no es uno de los hé-
roes que participan en él, ni es el dios que lo preside; porque es él el
158
que saca al Vellocino del peligro y se lo lleva, cruzando tierras y
mares, hasta el lejano reino de Cólquide.
Frixo era hijo del Rey Atamas. Este Atamas se casó con una
mujer-fantasma llamada Nefele, por orden de Zeus, y ella le dio dos
hijos: un chico, Frixo, y una chica llamada Hele. Pero la mujer-
fantasma con el tiempo se desvaneció, y Atamas se casó con una
mujer mortal, Ino, que estaba celosa tanto de su predecesora como
de los hijos de ese matrimonio sobrenatural. Ino convenció a las
mujeres del contorno a que quemaran en secreto los granos de trigo
para que la cosecha se malograra, y entonces invocaran al Oráculo
de Delfos pidiendo el sacrificio de Frixo al dios Zeus, para levantar
así la «maldición». Con eso pretendía dejar el camino libre para que
un hijo suyo fuera el heredero del rey.
Pero Zeus se enfadó porque su nombre fuera utilizado para una
complicidad tan vengativa, y mandó un carnero dorado y alado para
rescatar a Frixo. El muchacho subió al carnero y colocó a su herma-
na detrás de él, y el carnero voló hacia el este, hasta la tierra de Cól-
quide. Hele se soltó, y cayó al mar; pero Frixo llegó a Cólquide y
sacrificó el carnero a Zeus el Libertador. Por eso es una especie de
mensajero o que prepara una etapa que abre la acción antes de que
héroes más conocidos entren en la etapa.
Frixo, la Sota de Bastos, es una imagen del delicado comienzo
de la imaginación creadora, que está casi siempre reñida con la gen-
te más realista y con las exigencias y responsabilidades del mundo.
El peligro en el que se encuentra el chico no es característico de la
Sota de Bastos, porque esta figura, aunque promete una posibilidad
futura que aún no ha surgido, en un principio se manifiesta muchas
veces como irritabilidad y una inquietud que a menudo provoca a
los demás y causa problemas en la vida de uno y en el trabajo. Frixo
es inocente todavía y a causa de su inocencia Zeus le favorece y le
agasaja con un gran don. La Sota de Bastos marca solo los comien-
zos de una nueva idea creativa, pero como todas las Sotas de los
Arcanos Menores necesita cuidado, protección y alimento para que
su fuego pequeño y suave no sea apagado por los celos y la ira de
otras personas, o por sus propios defectos y mezquindades. Zeus,

159
rey de los dioses y encarnación del espíritu creativo fogoso, es el
único que le da a Frixo su verdadero valor, y nosotros tenemos que
tener algún contacto con este principio arquetípico dentro de noso-
tros mismos antes de poder valorar estos delicados comienzos de la
expresión imaginativa.
Frixo abre el cuento, pero no permanece en él, y se desvanece
ante el resplandor más grande y el poder del héroe Jasón. Esto dice
mucho acerca de la Sota de Bastos. Las primeras ideas jóvenes que
son reflejadas por esta carta son casi siempre infantiles (o pueriles),
y no representan la forma final que acaba en un mayor esfuerzo
creativo. Muchas veces el primer concepto desaparece, para ser re-
emplazado por algo mejor y más fuerte. Pero el comienzo inicial da
paso a un proceso que lleva a la actividad, y sin este frágil despertar
jamás se podría desarrollar nada en absoluto en el campo de las
nuevas ideas creativas. Y al final no es el carácter de Frixo el que
llega hasta nosotros a través de la mitología –él es demasiado joven
y poco formado para poseer realmente un carácter– sino su papel de
mensajero y guardián inicial del Vellocino de Oro que pertenece a
Zeus y que es el emblema del gran poder creador de dios. Por eso la
Sota de Bastos no puede indicar un nuevo proyecto o una nueva idea
que tenga éxito seguro, y su despertar puede ser fácilmente desecha-
do como «tontería» o «fantasía». Él sirve para indicar el poder de la
imaginación, y nos dice que hay mucho más de donde ha salido la
primera idea.

Cuando al echar las cartas aparece la Sota de Bastos, ha llegado


el momento para el individuo de descubrir un nuevo despertar del
potencial creativo que tiene dentro, listo puede manifestarse muchas
veces como agitación en el trabajo, un vago sentimiento de insatis-
facción que no es todavía lo suficiente fuerte como para motivar un
cambio, y una insinuación o destello que puede ensanchar nuestra
vida de alguna manera. Las fantasías iniciales que acompañan esta
agitación no tienen el poder de empuje del As de Bastos, y al final
puede llegar a ser inviable o imposible. Sin embargo, es importante
tomarlas en serio, porque son los presagios de una fuente de inspira-
ción más fuerte, y necesitan ser cultivadas, no estigmatizadas, como
160
si estas inquietudes no fueran más que una «fase mala» en vez de un
presagio.

El Caballo de Bastos
La carta del Caballo de Bastos retrata o un joven exu-
berante y resplandeciente, con una túnica escarlata y ar-
madura y casco de oro. Monta un caballo alado. Lleva en
bandolera una aljaba llena de flechas, y en su mano sostie-
ne una vara llameante. El caballo blanco vuela por el aire,
mientras que abajo, en la tierra color ocre, yace un mons-
truo muerto, que el joven ha matado con su flecha. Esta
bestia tiene cabeza de leona, cuerpo de cabra y cola de ser-
piente.

Aquí, en la carta del Caballo de Bastos, encontramos la dimen-


sión volátil, cambiante, efervescente, del elemento del fuego, que
siempre está en movimiento y continuamente busca nuevos desafíos.
Esto lo encarna la mítica figura del héroe Belerofonte, que condujo
el salvaje caballo alado Pegaso y mató a la monstrua Quimera, y
luego fue destruido por su propia arrogancia al intentar volar hasta
el Olimpo, la morada de los dioses.
Belerofonte tuvo que abandonar su Corinto natal bajo una nube,
por haber matado a un rival y después a su propio hermano. Estas
acciones no fueron cometidas por malicia, sino por estados de ánimo
demasiado alterados, y entonces Belerofonte pidió asilo al Rey Preto
de Tirinto. Pero la esposa de Preto se enamoró del joven enérgico y
un tanto ambiguo, y, aunque Belerofonte rechazó sus insinuaciones,
el Rey Preto creyó que ella había sido seducida y decidió destruir al
héroe, que por eso fue enviado a una misión aparentemente fatal –la
destrucción de la Quimera, una monstrua que echaba fuego por la
boca. Pero el joven encontró la suerte gracias a un profeta, que le
advirtió que agarrara y domara el caballo alado Pegaso. Belerofonte
encontró el caballo y lanzó sobre su cabeza una brida de oro que

161
Atenea le había dado. Entonces venció a la Quimera volando sobre
ella a lomos de Pegaso, acribillándola a flechazos, e introduciendo
después entre sus mandíbulas un pedazo de plomo que había clava-
do a la punta de su lanza. El aliento de fuego de la Quimera fundió
el plomo, que se derritió en su garganta y la mató.
Belerofonte, en vez de ostentar la modestia que convenía a su
hazaña heroica, se volvió arrogante y jactancioso. En la cumbre de
su fortuna, se atrevió a intentar volar hasta el Olimpo como si él
fuera inmortal. Zeus, enfurecido, envió un tábano que picó a Pegaso
debajo del rabo, haciendo que el caballo se encabritara y tirando al
suelo a Belerofonte de forma nada gloriosa.
Belerofonte, el Caballo de Bastos, es una imagen del deseo de
nuevas y más gloriosas aventuras. Esta figura, profundamente ambi-
valente, es a la vez inmensamente creativa y divorciada de la reali-
dad, porque, aunque él es el primero de «olfatear» nuevas cosas en
el aire y también es el primero en recoger un desafío, por muy difícil
que sea, es también nuestra inclinación a inflarnos y una especia de
suposición infantil de que la vida siempre nos ha de traer buena
suerte, no importa lo que seamos o lo que hagamos. El Caballo de
Bastos es encantador –las mujeres tienden a amarle, como la mujer
del Rey Preto en la mitología–pero él no es de confianza, ya que no
hay mujer que pueda asirle cuando una nueva aventura le llama. Es
intuitivo e imaginativo, y en lenguaje moderno podríamos decir que
está siempre «en la brecha», siendo el primero en recoger una nueva
idea, una nueva moda, un nuevo estilo de vida mucho antes de que
el resto de la humanidad que se afana descubra que esa nueva cosa
podría valer la pena. El Caballo de Bastos no es discípulo, aunque
tampoco es líder, porque está demasiado concentrado en sí mismo y
se aburre demasiado pronto como para adquirir la responsabilidad
de dirigir a otros. Como Don Quijote en la gran novela de Cervan-
tes, arremete contra los molinos de viento, casi siempre por un mo-
tivo o un desafío que en realidad no debe ser importante, pero alre-
dedor del cual está dispuesto a hacer un montón de ruido solo por-
que parece excitante y va a distraerlo y a la vez mantenerlo ocupado
durante un tiempo. El Caballo de Bastos es una figura simpática,
incluso amable, y estamos dispuestos a perdonarle muchas cosas a
162
causa de su alegría natural, su atractivo, su ingenuidad y su buena
intención. Pero el camino hacia el infierno, según dice, está pavi-
mentado de buenas intenciones, y no todas las intenciones de esta
figura tienen una forma concreta. Él es muy creativo hilando nuevas
ideas, que pueden ser tamizadas, consideradas y procesadas, a través
de unas lentes más realistas, o bien por él mismo o bien por otro que
esté más en contacto con la tierra que este volátil y fogoso Caballe-
ro. Entonces puede disfrutar de sus fuerzas mientras sus debilidades
se hacen menos dañinas por la fría consideración de los hechos.

Cuando el Caballo de Bastos aparece al echar las cartas, para el


individuo ha llegado el momento de desarrollar las volátiles, exube-
rantes y emprendedoras cualidades encarnadas en la figura de Bele-
rofonte. Muchas veces, a un nivel adivinatorio, el Caballo de Bastos
se manifiesta como un cambio de residencia, porque el individuo de
repente se siente demasiado sujeto a su entorno y busca pastos más
anchos y más verdes. A veces, el Caballo de Bastos pretende entrar
en la vida de uno en forma de un joven encantador, excitante, aun-
que poco de fiar, lleno de ideas nuevas, que inspira pero que ha de
ser tomado con el proverbial escepticismo, no sea que nos conduzca
hacia una mala caída. Pero si un individuo así entra en nuestra esfe-
ra, se puede ver como un presagio de que estas cualidades están in-
tentando surgir de nosotros mismos.

La Reina de Bastos
La carta de la Reina de Bustos retrata a una mujer bo-
nita y radiante con una abundante cabellera castaño-rojiza,
con un vestido de color azafrán y una corona de oro. Está
sentada en un trono de oro en cuyos brazos hay esculpidas
cabezas de leones, y a sus pies, sobre una cadena de oro,
yace una leona durmiendo. La mujer sostiene una vara lla-
meante. A su alrededor se extiende un paisaje de ricos
campos verdes y dorados bajo un intenso cielo azul.

163
Aquí, en la carta de la Reina de Bastos, encontramos la dimen-
sión estable, vivificadora y fiel, del elemento del fuego, que calienta
y anima, a la vez que inspira. Esto está encarnado en la mítica figura
de la Reina Penélope, la esposa del famoso héroe vagabundo Ulises
de Itaca. Penélope, al nacer, fue arrojada al mar por orden de su pa-
dre Icario, porque él esperaba un varón. Pero una bandada de patos
con rayas de color púrpura la sacaron a flote, la alimentaron y la
depositaron en tierra. Impresionado por este prodigio, Icario se
ablandó, consciente de que su hijita debía tener un destino extraor-
dinario.
Cuando su esposo Ulises embarcó para la Guerra de Troya junto
con los otros príncipes griegos, Penélope quedó a cargo del reinado
de la isla, con la única ayuda de su joven hijo Telémaco. Creyendo
que Ulises había muerto, no menos de ciento veinte jóvenes prínci-
pes insolentes de las islas que rodeaban Itaca empezaron a cortejar a
Penélope, esperando, cada uno de ellos, casarse con ella y tomar el
trono: y entre ellos se pusieron de acuerdo que escogiera entre ellos;
ella estaba segura, porque se lo decían su intuición y su corazón, de
que su esposo vivía, y declaró que él con toda seguridad estaba vivo.
Más tarde, al verse presionada fuertemente, prometió decidirse tan
pronto como terminara un sudario que tenía que tejer para la muerte
de Laertes, su suegro. Pero llevaba tres años en la labor, tejiendo de
día y deshaciendo el trabajo de noche, hasta que al final sus preten-
dientes descubrieron la artimaña. Durante todo ese tiempo estuvie-
ron divirtiéndose en el palacio de Ulises, consumiendo su comida y
su vino y seduciendo a sus sirvientas.
Mientras tanto, Ulises llegó a casa después de diez, años de va-
gabundeo, disfrazado de mendigo, porque había sido informado de
lo que estaba ocurriendo en su palacio. Cuando Penélope mandó
atender al «mendigo», en un principio no le reconoció, pero con el
tiempo él se fue descubriendo, aniquiló a los pretendientes insolen-
tes y se reunió felizmente con su esposa. Algunos niegan, sin em-
bargo, que Penélope permaneciera fiel a Ulises durante su larga au-
sencia, puesto que era una señora llena de ingenio y de inventiva. La
acusan de haber engendrado al dios Pan con Hermes el Mensajero,
lo cual puede ser verdad o no.
164
Penélope, la Reina de Bastos, es una imagen de la fidelidad del
corazón y de la fuerza de la imaginación creadora para defender las
decisiones tomadas por el corazón. Ella es en cierto sentido un retra-
to de la esposa fiel; pero su fidelidad no es necesariamente una fide-
lidad literal, y algunas versiones del mito se cuestionan esta fideli-
dad meramente sexual. La lealtad de Penélope surge de un nivel
mucho más profundo. A lo largo de todos esos años de ausencia de
su esposo ella no consigue saber si está vivo o muerto, y a veces
hubiera sido obviamente más conveniente elegir otro marido y reha-
cer su vida. Sin embargo, ella intuye que Ulises va a volver, y es
esta fe y una lealtad que no surge de una moralidad forzada, sino de
un profundo convencimiento interno de que al final todo saldrá bien,
lo que hace que Penélope sea una figura tan apropiada para ilustrar
la Reina de Bastos. Esta figura es hacendosa, creativa, versátil, con
mucha voluntad y mucho talento, como cabría esperar de cualquiera
de los representantes del Palo de Bastos. Pero ella es también calla-
da y estable, porque su fuego está protegido y se transforma en el
calor del fuego del corazón, un centro hacia el cual muchas personas
se sienten atraídas como los ciento veinte pretendientes que se sien-
ten atraídos no solamente por el reino, sino también por la mujer–.
La Reina de Bastos no va por ahí persiguiendo arco iris o intentado
volar hasta el Olimpo –entretenimiento este más típico del Caballo–.
Ella lleva por dentro su gran fuerza y energía, y las consagra a esas
pocas cosas a las que ha entregado su corazón. En algunos aspectos
Penélope, la Reina de Bastos, es una antigua imagen de esta figura
de la «supermujer» a la que tantas mujeres modernas inspiran: la
mujer que es capaz de lealtad y amor en su relación, pero que tam-
bién tiene fuerza, ingenuidad, creatividad y energía incansable para
dirigir su propio mundo, por derecho propio y sin necesitar ningún
hombre fuerte para apoyarse en él o ninguna etiqueta socialmente
aceptable de «esposa» que haga de ella un individuo valioso y segu-
ro de sí.

Cuando la Reina de Bastos aparece al echar las cartas, ha lle-


gado el momento para el individuo de empezar a desarrollar esas
cualidades de calor, constancia, lealtad y conservación creativa de
165
una visión que Penélope simboliza de forma tan acertada. La Reina
de Bastos puede entrar en la vida de una persona como una mujer
imaginativa y magnética, llena de calor y de vida. Pero si una perso-
na de estas características entra en nuestra esfera no se debe a un
cambio, sino más bien es un presagio de que estamos a punto de
encontrar estos atributos en nosotros mismos.

El Rey de Bastos
La carta del Rey de Bastos retrata a un hombre hermo-
so y fogoso, con el pelo y la barba ensortijados y castaños.
Lleva una rica túnica carmesí y una corona de oro, y está
sentado en un trono de oro en cuyos brazos están esculpi-
das las cabezas de carneros de oro. En su mano sostiene
una vara llameante. A su alrededor hay brillantes campos
verdes en los que se puede observar un carnero con la ca-
beza bien alta. Detrás de él se levantan los pilares blancos
y los pórticos de una hermosa ciudad con una acrópolis en
lo alto.

Aquí, en la carta del Rey de Bastos, encontramos la dimensión


activa, dinámica, señorial, del elemento del fuego, que simboliza la
imaginación creativa. Esto está encarnado en la mítica figura del
Rey Teseo de Atenas, al que encontramos brevemente en las cartas
numeradas del Palo de Bastos como uno de los compañeros de Ja-
són en la aventura que este emprendió para capturar el Vellocino de
Oro. El Rey Teseo personifica todo el espíritu excitante, extraverti-
do, impulsivo, de mal genio y tremendamente contagioso de la
energía fogosa. Su madre, Etra, fue amada tanto por el dios Posei-
dón como por Egeo, Rey de Atenas. Teseo fue engendrado por los
dos juntos pero no conoció sus orígenes hasta los dieciséis años.
Entonces se metió en muchas aventuras peligrosas para reclamar su
puesto como heredero de Egeo. Se ofreció a sí mismo como parte
del tributo de jóvenes y muchachas que fueron enviados a Creta para

166
ser devorados por el terrible Minotauro, convenció a la hija del Rey
Minos, Ariadna, para que le ayudara a eliminar al monstruo, y vol-
vió a Atenas triunfante, pasando por un violento combate no sola-
mente con el monstruo sino también con el fuego, el terremoto, el
tumulto y con terribles mares. Cuando se convirtió en Rey de Ate-
nas en el lugar de Egeo estaba lleno de ideas nuevas y brillantes
sobre cómo unir a las ciudades-estado griegas que estaban constan-
temente en guerra, y por medio de una combinación de atractivo
personal, comercio, destreza física, un instinto para lo dramático y
una mente brillante consiguió persuadir a esos señores independien-
tes y orgullosos a trabajar juntos bajo un yugo sobre el que él go-
bernaba como Alto Rey.
Las aventuras amorosas de Teseo fueron tan accidentadas y tur-
bulentas como sus hechos de armas. Incesante seductor de mujeres,
al final eligió como su reina a la Amazona Hipólita, una mujer gue-
rrera que no se conformó con vivir en la tranquilidad doméstica,
sino que insistió en luchar a su lado en todas sus batallas. Después
de su muerte, él vagó por los mares como un pirata, volviendo pe-
riódicamente a Atenas, pero persiguiendo siempre el siguiente sue-
ño, la siguiente conquista. Con el tiempo se casó con Fedra, una
princesa cretense, que desgraciadamente se enamoró de su hijastro
Hipólito, el hijo que Teseo había tenido con la Amazona. Este enre-
do acabó en el suicidio de Fedra y en la muerte de Hipólito, tras lo
cual Teseo tuvo una profunda depresión y se tiró al mar desde una
roca alta.
Teseo, el Rey de Bastos, es una imagen del entusiasmo fogoso
que convierte a un individuo, hombre o mujer, en un verdadero lí-
der. Este espíritu fogoso no es simplemente un impulso, una inquie-
tud, unas ideas frescas –estas cosas que hemos encontrado en el Rey
de Bastos–, sino que contiene también una nobleza y una fuerza
innatas. Teseo no es solamente un joven desabrido. Es un estratega y
un forjador de acontecimientos externos, ya que no posee tan solo la
inspiración, sino el poder firme para manifestar su inspiración y el
calor y la personalidad contagiosa que puede convencer a otros de
su validez.

167
No tolera la limitación, es impaciente y seguro de que está en lo
cierto, y es, sin duda, un mal perdedor. El Rey Teseo de la mitología
es también el compendio del patriotismo masculino, cualidad que no
es privativa de los hombres, sino que puede encontrarse también en
muchas mujeres. Es un espíritu de exaltación de los deseos masculi-
nos de aventura, de lucha y de conquista, mientras que se infravalo-
ran las dimensiones más tranquilas y más «corrientes» de la vida
material y emocional –que parecen degradantes, aburridas y, por
tanto, no merece la pena gastar tiempo y esfuerzo en ellas–. El Rey
Teseo es irresistible porque es más grande que la vida, y esta cuali-
dad en la naturaleza humana, que tiende a mitificarse a sí mismo y a
la vez a ofrecer una gran visión a los demás, es igualmente irresisti-
ble y dinámica. Estos individuos en los que el espíritu del Rey de
Bastos se expresa fuerte nunca se conforman con ser «simplemente»
mortales. Tiene que haber un motivo para casarse, un dragón para
matar, un reto al que enfrentarse, una imperfección en el mundo que
debe ser corregida. Para el individuo que no tiene un conocimiento
interno del espíritu del Rey de Bastos, estas personas son en el me-
jor de los casos hipnóticas y fascinantes, y, en el peor, impulsivas,
irritantes, ansiosas de poder y dañinas. Sin embargo, sin esta cuali-
dad no hay espíritu de lucha ni capacidad de mejorar la suerte de
uno mismo o de otros, porque no hay inspiración ni seguridad para
convertir la inspiración en realidad. El Rey de Bastos puede ser cá-
lido y excitante, pero es indiscutiblemente egoísta, y su fundamental
egoísmo a mucha gente les parece censurable y «malo». No obstan-
te, el Rey Teseo encarna al verdadero héroe, porque su inspiración
es siempre que la humanidad puede ser mejor de lo que es.

Cuando el Rey de Bastos aparece al echar las cartas, ha llegado


el momento para el individuo de encontrar esta dimensión de la per-
sonalidad que inicia nuevas ideas y las vende a otros, generando, por
consiguiente, un cambio en la propia vida y en su entorno inmedia-
to. Es el espíritu de liderazgo, la creencia de que uno tiene una idea
mejor que merece la pena publicar y trabajar para darla a conocer.
Esta dimensión de la vida puede aparecer en forma de un individuo
fogoso e impulsivo que entra en nuestra esfera, alguien que contagia
168
a los demás con el poder de sus ideas. Pero si una persona así
irrumpe en nuestra vida no es por casualidad, sino más bien es un
presagio de nuestra necesidad de desarrollarnos.

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170
EL PALO DE ESPADAS

Las Cartas Numeradas

La historia de Orestes y la maldición de la casa de Atreo es un


cuento tenebroso, lleno de lucha y derramamiento de sangre, y uno
de los mitos griegos más poderosos. En su centro hay una lucha en-
tre dos grandes principios opuestos –el derecho de la madre y el
derecho del padre– y es este choque de principios lo que hace que el
cuento sea apropiado para ilustrar el pendenciero, turbulento, aun-
que en el fondo inmensamente creativo, Palo de Espadas. Porque
este Palo se ocupa de la mente humana en su aspecto más poderoso:
la capacidad de crear la buena o la mala suerte según la fuerza de lo
que uno cree, de sus convicciones y sus principios.
Todo el cuento de la maldición de la Casa de Atreo es largo y
retorcido, y empezaremos a tratar aquí el capítulo final. Pero, en una
palabra, empieza con el crimen del Rey Tántalo de Lidia, que se
hizo tan arrogante que en su locura se burló de los dioses. Cortó a su
hijito en trozos, los guisó y luego dio un banquete al que invitó a los
dioses del Olimpo para poner a prueba su sabiduría. Por este acto de
salvajismo y arrogancia los dioses maldijeron el linaje de Tántalo.
Por eso la maldición de la Casa de Atreo empieza con el mal uso de
la mente: el don de doble filo del hombre, que le eleva por encima
de las bestias, pero que también le da el poder de destruir por gusto.
Vamos a empezar a analizar el Palo de Espadas por Orestes, el
joven príncipe de Argos, que vio cómo la maldición de la familia le
alcanzaba en forma de una terrible alternativa. Orestes era hijo de
Rey Agamenón y de la Reina Clitemnestra de Argos, y la maldición
llegó a través del padre y el abuelo de Agamenón. Cuando empezó
la gran guerra entre griegos y tróvanos (cuyo comienzo vislumbra-
mos en la historia de Paris en la carta de los enamorados, en los Ar-
canos Mayores), Agamenón fue uno de los guerreros griegos que
171
fue elegido para llevar las armas a Troya por mar. Con su arrogancia
llegó a ofender a la diosa Hécate (Artemisa), vanagloriándose en
uno de sus bosquecillos sagrados, y Hécate, furiosa, envió una terri-
ble borrasca que detuvo a la flota griega en el puerto. El oráculo de
la diosa informó a Agamenón que tenía que hacer un terrible acto de
desagravio a la diosa antes de que ella levantase la tormenta: se le
exigía sacrificar a su propia hija Ifigenia en el altar de la diosa en
Aulis, o de lo contrario tenía que renunciar a la posible gloria de
llevar las armas griegas a Troya. Para Agamenón, la gloria era más
importante que una hija –después de todo tenía otra llamada Electra,
y las hijas eran menos importantes que los hijos– y así engañó a su
esposa Clitemnestra anunciándole que Ifigenia se iba a casar en Au-
lis. La muchacha fue conducida puntualmente desde su casa de Ar-
gos hasta el campo de batalla de Aulis, y allí fue sacrificada. Cuan-
do Clitemnestra descubrió la verdad, Agamenón ya estaba navegan-
do para Troya.
Las armas griegas triunfaron y Troya fue saqueada, y Aga-
menón volvió a casa como un héroe. Pero durante su ausencia Cli-
temnestra tramó la venganza por la muerte de su hija. Se echó un
amante, Egisto, y los dos juntos planearon el asesinato de Agame-
nón. Cuando él llegó a casa, rodeado de soldados que le aclamaban,
ella le dio la bienvenida con dulzura y le llevó hasta el baño; enton-
ces ella y su amante le cortaron en pedazos. Para prevenir cualquier
interferencia a este acto, ella envió a su hijo Orestes a la ciudad de
Focea, para que no supiera nada del asesinato y no intentara salvar o
vengar al padre.
Pero el dios Apolo se apareció a Orestes en Focea y le dijo que
tenía que vengar el asesinato de su padre, pues esa era la obligación
sagrada de un hijo. Orestes protestó, horrorizado, porque evo signi-
ficaba que tenía que convertirse en matricida. Apolo entonces le
amenazó con volverle loco y con espantosos castigos si no obedecía
sus órdenes. El joven príncipe al final aceptó la voluntad del dios
con el corazón apesadumbrado, porque matar a su propia madre –
aunque fuera con razón, según la ley patriarcal de Apolo– quería
decir que sería perseguido hasta la locura y la muerte por las Furias,
las terribles diosas de la venganza, para las que el asesinato de una
172
madre era el peor de todos los crímenes según su ley matriarcal. Por
eso Orestes aceptó su destino, y regresó a Argos en secreto.
Cuando llegó al palacio solo su perro le reconoció; pero poco a
poco empezó a reconocerle también Electra, la hermana que aún
vivía, que también deseaba ardientemente vengar la muerte de su
padre. Orestes, con la ayuda de su hermana, mató primero a Egisto y
después a su madre. Así cumplió la voluntad de Apolo, pero inme-
diatamente aparecieron las Furias con sus rizos de culebras, sus alas
de cuero y sus horribles rostros, y le volvieron loco con horribles
pesadillas y visiones. Le acosaron por toda Grecia, hasta que al fi-
nal, desesperado y exhausto, buscó un santuario de la diosa Atenea.
Atenea tuvo piedad del joven príncipe que, a causa de su falta grave,
estaba cogido entre dos fuerzas tan poderosas y destructivas. Ella
organizó un jurado de doce jueces humanos que tenían que juzgar el
caso. El jurado estaba dividido en sus votos –seis jueces estaban de
parte de Apolo y afirmaban que la vida de un padre era más impor-
tante, y seis estaban de parte de las Furias y aseguraban que la ma-
dre era más importante–. La misma Atenea echó su voto decisivo a
favor de Orestes justo cuanto estaba a punto de expirar. La diosa
entonces hizo las paces con las Furias ofreciéndoles su propio san-
tuario y un culto honorable, y así Orestes quedó libre y la antigua
maldición de la Casa de Atreo fue levantada definitivamente.

El As de Espadas
La carta del As de Espadas retrata a una mujer de se-
vera belleza completamente cubierta por una armadura, y
con un casco de guerra. Ella está de pie, en una postura
amenazadora, y sostiene en alto una espada de plata de do-
ble filo. Tras ella se puede observar una vista de las monta-
ñas cubiertas de nieve y un frío cielo gris lleno de nubes
que se deslizan rápidamente.

En el As de Espadas encontramos otra vez a Atenea, diosa de la

173
Justicia, a la que encontramos por primera vez en la carta de la Jus-
ticia, de los Arcanos Mayores. Aunque Atenea no fue la iniciadora
de la maldición de la Casa de Atreo, no obstante es ella la que la
resuelve cuando Orestes se dirige a ella en su desesperación. La
espada de Atenea es de doble filo, porque el poder cortante de la
mente con su capacidad únicamente humana para formular ideas y
convicciones que estimulan las acciones y las consecuencias a esas
acciones, puede generar a la vez un terrible sufrimiento y nuevas
resoluciones sublimes. Por eso, la espada de Atenea corta de las dos
maneras, porque es la apasionada y hasta rígida adhesión a un prin-
cipio que inaugura el conflicto del cuento, y es el nacimiento de un
principio nuevo y más viable que lo resuelve y le pone fin.
El As de Espadas, como el As de Copas y el As de Bastos,
anuncia una explosión de energía en bruto, y aquí es la erupción
inicial de una nueva visión del mundo. Pero como esta nueva per-
cepción amenaza en seguida el viejo orden, el As de Espadas, aun-
que su energía es poderosa y potencialmente creativa, marca el co-
mienzo de un gran conflicto. El despertar de los poderes mentales
significa casi siempre una inevitable colisión con las creencias que
anteriormente han formado parte de nuestra vida. Tener una nueva
idea de las cosas no es tan simple como suena, porque los seres hu-
manos somos famosos por hacer la guerra y por entregarnos a terri-
bles actos de salvajismo en nombre de un nuevo principio. No te-
nemos más que recordar la Revolución Francesa de 1789 y la Revo-
lución Rusa de 1917 para comprender el poder que tiene una nueva
idea y cómo, casi siempre, suscita un gran conflicto antes de ser
integrada en la vida. Incluso en un nivel más personal, la nueva
energía en bruto de la mente que irrumpe en la vida suele precipitar
argumentos, debates y discusiones, porque primero tenemos que
someter a prueba la nueva cuestión y afirmar nuestra autonomía
mental antes de que se haga posible cualquier diálogo o pacto. Por
eso el As de Espadas es realmente una carta de doble filo: un presa-
gio de una tremenda energía nueva que está a punto de derramarse
en nuestra vida, aunque también es un aviso del conflicto que va a
llegar.

174
A nivel adivinatorio, el As de Espadas indica que, conflictos
aparte, va a surgir un nuevo punto de vista creativo. Los poderes
mentales se están despertando y esto significa un cambio en nuestra
vida; el orden viejo se ve amenazado, y los conflictos están a punto
de surgir. Al final habrá una solución pero es inevitable que se pro-
duzca una colisión y una lucha antes de que la paz aparezca.

El Dos de Espadas
La carta del Dos de Espadas retrata a Orestes, de her-
moso pelo y vestido con una túnica gris, de pie como si es-
tuviera paralizado, con los ojos herméticamente cerrados y
tapándose los oídos con las manos. De pie, a su izquierda,
está su madre, la Reina Clitemnestra, con el cabello de oro
y la corona también de oro, vestida con un traje lila claro.
Ella sostiene una espada con la punta vuelta hacia el joven
príncipe y posa su mirada furiosa sobre su cabeza y sobre
su esposo, el Rey Agamenón, de hermosa cabellera y barba
rubia, vestido con una túnica azul celeste y armado hasta
los dientes. Él también sostiene una espada con la punta
vuelta hacia Orestes. Tras ellos se pueden observar los pi-
cos de la montaña y un cielo tenebroso cubierto de nubes
llenas de presagios.

El Dos de Espadas refleja un estado de parálisis, en el que fuer-


zas opuestas han creado una detención, y no puede haber movimien-
to porque se podría desalar una conflagración. Orestes aparece aquí
cogido entre las fuerzas opuestas de su madre y de su padre. Como
reacción a este estado de tensión que exige una elección de algún
tipo, él ha optado por no ver ni oír nada –y su negativa a enterarse
del conflicto inminente es lo único que sabe hacer en estos momen-
tos. La situación del Dos de Espadas refleja así una tensión en la que
hay que afrontar una realidad desagradable; sin embargo, el indivi-
duo no quiere saber nada de la situación, y cierra los ojos y los oídos

175
al problema. Estando así, ciego, Orestes consigue no ser infeliz,
pero tampoco es feliz, porque no puede moverse ni crecer, tiene
demasiado miedo a que la balanza se altere, aunque esta balanza no
es armoniosa y detrás de las figuras tensas se asoma una tormenta.
La polarización que se produce en todos los Doses de los Arca-
nos Menores aquí se manifiesta como un conflicto entre principios
opuestos. Pero esta balanza no ha surgido del diálogo y del inter-
cambio; es tensa y está llena de una destructividad potencial. Por
eso, cuando una nueva visión de la vida ha empezado a despertar en
nosotros con el As de Espadas, nos inclinamos a ver solo los extre-
mos, y nos vemos cogidos en una especie de parálisis en la que no
podemos movernos ni hacia delante ni hacia atrás. Somos incapaces
de fingir que no ha ocurrido nada; pero no podemos tampoco ir ha-
cia delante, porque si no hay problema. El tono emocional del Dos
de Espadas es un estado molesto, de calma y equilibrio precarios,
debajo del cual hay una gran tensión y ansiedad. Se sabe que algo
tiene que cambiar, pero se tiene miedo de hacer cualquier cosa para
inaugurar el cambio, y uno prefiere estar ciego a correr el riesgo de
desencadenar, antes o después, un conflicto.

A nivel adivinatorio, el Dos de Espadas indica que la balanza


está tensa y que nos negamos a enfrentarnos con una situación inmi-
nente de conflicto. Una manera más creativa de llevar esta situación
podría ser la de intentar enfrentamos con lo que tenemos delante, en
vez de tratar de conservar nuestro «status quo», que antes o después
se va a romper de algún modo.

El Tres de Espadas
La carta del Tres de Espadas retrata al Rey Agamenón
asesinado en el baño. El cadáver del rey yace inerte en el
agua. A la izquierda, Egisto, moreno de pelo y barba, y con
una túnica gris oscura, atraviesa el corazón del rey con una
espada. Otra espada está enhiesta, con la punta oculta en el

176
cuerpo inerte. A la derecha está Clitemnestra, atravesando
también el corazón de su esposo con una espada. Al otro
lado del pórtico de mármol, se puede observar un cielo ne-
gro, melancólico, encapotado, sobre los picos de la monta-
ña.

El Tres de Espadas es una carta dolorosa, porque la lucha o con-


flicto que estaba inminente en el Dos al final ha estallado y ha salido
a la luz. Por eso, el lema de la realización inicial que es común a
todos los Treses de los Arcanos Menores está reflejada aquí en una
situación penosa, en la que se ha manifestado alguna separación o
rotura del corazón. A pesar de ser penosa, esta carta, que sin duda es
una carta difícil, representa una descarga de energía, porque por fin
la tensión paralizadora y desagradable del Dos se ha movido. Lo que
haya sucedido es en cierto aspecto necesario, porque está funcionan-
do algo que necesita este conflicto antes de poder desembocar en su
consiguiente final creativo. Aquí Clitemnestra ha tenido su vengan-
za, y su venganza era inevitable desde el momento en que Agame-
nón escogió su propia gloria por encima de la vida de su hija. Algo
que empezó en el pasado llega a su cumplimiento en el Tres de Es-
padas, y el fruto suele ser desagradable. Este es el sentido más hon-
do de la maldición del mito griego: no se trata de una palabra o de la
mala suerte echada por algún dios caprichoso, sino del resultado
inevitable de las consecuencias de una decisión humana tomada en
el tiempo, que antes o después acabará en una rotura de corazón o
en un conflicto, cuando nos pasen la factura.
La visión dolorosa del Tres de Espadas trae así consigo un sen-
timiento de alivio, porque el veneno ha salido fuera, y, por tanto, se
hace posible una futura curación. Resentimientos que han per-
manecido ocultos porque nos da miedo el conflicto y al final la ira
encuentra la manera de salir, pero casi siempre a través de la nueva
generación, que se ve obligada a hacerse cargo de los problemas con
los que la generación anterior se ha negado a enfrentarse. Aunque el
Tres de Espadas sea desagradable, sin embargo, es un avance creati-
vo respecto al Dos, y ahora se puede dar una solución final.

177
A nivel adivinatorio, el Tres de Espadas presagia lucha, con-
flicto o separación. Este estado penoso es en cierto aspecto nece-
sario, porque nos hemos dado cuenta de que la ceguera y el auto-
engaño ya no pueden continuar. Esto es como reventar un tumor,
para que el cuerpo pueda empezar a curarse.

El Cuatro de Espadas
La carta del Cuatro de Espadas retrata a Orestes exi-
liado a Focea. Está tranquilamente sentado en el suelo,
contemplando cuatro espadas que yacen ante él formando
un dibujo. Tras él, se puede observar un cielo tranquilo y
claro, con algunas nubecillas y una vista de picos nevados.

El Cuatro de Espadas refleja un tiempo tranquilo de retiro y


contemplación. Aquí vemos a Orestes en su lugar de destierro. Aún
no ha recibido la orden del dios Apolo, de modo que él está tranqui-
lo, aunque no le permiten ir a casa. El Cuatro de Espadas sugiere un
periodo de introversión y reflexión, de recuperación emocional des-
pués del estallido del conflicto en el Tres. El veneno ha sido descar-
gado y ahora tenemos la oportunidad de reflexionar sobre cuanto ha
ocurrido. Este es el periodo de preparación antes de la tarea de reali-
zar los cambios que son necesarios en la vida como resultado del
conflicto. Se trata de tomar fuerza, poner en orden las reservas in-
ternas en una situación de quietud e introspección.
Instintivamente buscamos este lugar de quietud después de al-
gún acontecimiento desgarrador o penoso que haya ocurrido en
nuestras vidas. El individuo que ha pasado por la separación o el
divorcio, o incluso por una discusión fuerte, casi siempre necesita de
un tiempo de soledad para analizar el diseño de lo que ha ocurrido;
eso le pasa también a una persona que está desconsolada, o bien
porque se ha quedado sin trabajo, o bien porque se ha separado de
un amigo o de un ser querido. Muchas veces no nos damos cuenta
del valor que tiene el tiempo de quietud, sino que tratamos de salir

178
fuera y rodearnos de gente que nos haga sentir mejor y nos ayude a
olvidar lo que ha pasado. Pero el destierro de Orestes es forzado, y
en ciertos aspectos nosotros también nos vemos forzados a la intro-
versión al descubrir que todo ese ir hacia fuera no nos ha ayudado
en absoluto. Casi siempre nos sentimos peor, hasta que conseguimos
darnos cuenta de la necesidad que tenemos de silencio y soledad
antes de volver a la vida. Esta reflexión nos puede revelar el signifi-
cado que subyace a la separación o al conflicto, porque cualquier
dificultad reflejada por el Palo de Espadas inevitablemente nos lle-
vará hacia atrás, hacia alguna etapa en la que haya empezado a sur-
gir una nueva visión y que ahora está alterando todos nuestros ante-
riores proyectos de vida.

A nivel adivinatorio, el Cuatro de Espadas presagia un tiempo


de recuperación tranquila y de introversión, en el que el individuo
pueda tomar fuerza para prepararse a ulteriores esfuerzos. Si esta
carta aparece al echar las cartas, puede que sea prudente aceptar la
soledad o el retiro, y no tratar de ocupar el tiempo con actividades:
porque necesitamos un poco de tranquilidad para poner en orden
nuestros pensamientos y nuestra vida.

El Cinco de Espadas
La carta del Cinco de Espadas retrata a Orestes, sentado en
el suelo mirando al dios Apolo que se le ha aparecido para hablar
con él de su destino y de su obligación –vengar la muerte de su
padre–. Apolo está de pie a la derecha, y señala severamente a las
cinco espadas que sostiene en su mano derecha. A lo lejos, se
puede ver unas nubes negras que se ciernen sobre los picos de la
montaña.

El Cinco de Espadas representa la aceptación de las limitaciones


del destino. Aquí Orestes tiene que ceder a su maldita herencia fa-
miliar, y aceptar la tarca que le ha sido impuesta. Esta parte que le

179
ha tocado es fea, pero no se trata de eso; él ha de enfrentarse, porque
solo aceptando su propio destino podrá avanzar y reclamar su dere-
cho a ser hombre y con el tiempo a reinar. Es importante también
que Orestes acepte la ley de dios no por temor solamente –aunque
las amenazas de Apolo le están asustando bastante–, sino porque él
mismo reconoce su necesidad. Él es hombre, y, por tanto, la ley pa-
triarcal de Apolo es su ley. Si hubiera sido una hija no le hubiera
tocado a él esa suerte. Pero aquí la implicación consiste en que, des-
pués de enfrentarse con una decisión tan profunda, Orestes al final
tiene que prestar su lealtad a ese principio masculino que está en la
raíz de su propia identidad sexual, sin pensar en las consecuencias.
Las limitaciones y su necesaria aceptación, como retrata el Cin-
co de Espadas, a menudo nos hacen tragar a la vez nuestro falso
orgullo y nuestro miedo. A veces el individuo ha superado sus limi-
taciones, y ha tratado de alcanzar algo que está demasiado arriba. El
reconocimiento de nuestras limitaciones requiere una conciencia y
una mente clara e imparcial. Sabemos lo que somos, y, por tanto, lo
que podemos y debemos hacer; esta es la aceptación de la ley inter-
na. Aunque esto pueda ser doloroso, o incluso deprimente o aparen-
temente despreciable, sin embargo, es una etapa necesaria si el indi-
viduo quiere hacer efectivos los principios en los que se cree. Sin
esta aceptación de nuestra propia suerte, no podemos llevar a cabo
nada.

A nivel adivinatorio, el Cinco de Espadas presagia la necesidad


de enfrentarnos con nuestras propias limitaciones, y reconocer lo
que necesitamos para vivir dentro de los límites de nuestras capaci-
dades. Muchas veces hay una situación en la que el individuo se ha
dado tono, y tiene que tragar su orgullo y retroceder, enfrentándose
honradamente con lo que haga falta antes de dar un paso.

180
El Seis de Espadas
La carta del Seis de Espadas retrata a Orestes de pie,
en una postura llena de dignidad, encima de una barca li-
gera. Va envuelto en una capa de color malva claro y mira
fijamente, a través del agua, hacia la ciudad de Argos, que
podemos divisar a lo lejos. Seis espadas están enhiestas,
con las puntas clavadas en el casco de la barca. En primer
plano, las aguas son turbulentas, y en el cielo se pueden ob-
servar unas nubes tormentosas. Pero conforme Orestes se
va acercando a su ciudad, el agua parece calmarse, y el
cielo sobre la ciudad es claro.

El Seis de Espadas retrata una situación de movimiento desde


unos sentimientos turbulentos y difíciles hacia un estado de ánimo
más calmo y sereno. Hemos adquirido cierta conciencia, cierta paz,
a partir de la aceptación de nuestras limitaciones en el Cinco; y aho-
ra hay un camino hacia adelante, más calmo, de una tranquila me-
lancolía. El Seis de Espadas no es una carta «feliz», pero sugiere
una armonía que surge de la aceptación de nuestras limitaciones y
nuestras tareas. Por eso, el joven príncipe, aunque se dispone a rea-
lizar una terrible acción, sin embargo, está en paz consigo mismo, y
deja atrás el estado de ansiedad, de dolor y de pesadez sugerido por
las aguas picadas que hay detrás de él.
La serenidad que sugiere el Seis de Espadas no es en realidad
agradable como la nostalgia del Seis de Copas; no surge de un cora-
zón tranquilo, sino más bien de una mente tranquila. Aquí la perspi-
cacia y el entendimiento quieren decir todo, porque la serenidad y el
tránsito suave del Seis de Espadas dependen de la visión y compren-
sión que uno tiene de cómo funciona el proyecto de su vida. Es esta
necesidad de ver y comprender lo que lleva a mucha gente a estudiar
temas como el Tarot y la astrología, así como la psicología y las
obras de la mente humana, en momentos de dificultad; porque el
entendimiento ayuda muchísimo cuando estamos agobiados de pro-
blemas, y al ver cómo hemos construido nuestro propio destino po-

181
demos casi siempre descargar la ansiedad y fomentar una tranquila
aceptación que nos permite movernos hacia el futuro. Lo que estos
mapas simbólicos, como el Tarot o el horóscopo, nos regalan no
tiene precio, aunque un mapa no puede tomar decisiones por noso-
tros, o cambiar una situación interna, haciendo que en vez de mala
sea buena. Pero saber que estamos en un determinado camino, y
cómo hemos llegado hasta aquí, y qué sentido puede tener, tal vez
pueda hacer magia; y por eso el mar se transforma y tenemos un
viaje tranquilo y pacífico.

A nivel adivinatorio, el Seis de Espadas sugiere un momento en


el que la capacidad de la mente por comprender ayuda a superar una
dificultad y un momento de tensión facilitando un viaje más pacífi-
co. La perspicacia suaviza las nubes tormentosas, y podemos guar-
dar nuestra dignidad y el respeto a nosotros mismos.

El Siete de Espadas

La carta del Siete de Espadas retrata a Orestes, embo-


zado en su capa, penetrando furtivamente en el palacio de
Argos. Lleva en sus brazos siete espadas. La calle, es oscu-
ra, y la entrada al palacio es un portal negro y desagrada-
ble. A lo lejos, más allá del palacio, podemos ver una sutil
luna creciente qué brilla en un cielo negro sobre los picos
de la montaña.

El Siete de Espadas representa la aplicación de la energía men-


tal de una manera prudente astuta y diplomática, con vistas a conse-
guir el fin deseado. Aquí el mensaje es más cerebral que muscular, y
la vida puede exigirle al individuo que desarrolle la astucia, la agu-
deza y la habilidad. El sentimiento del Siete de Espadas es ambiva-
lente, porque no podemos estar seguros de la rectitud o integridad
moral de nuestro objetivo, y desde luego en el caso de Orestes, el

182
motivo que le ha hecho regresar a Argos de incógnito es un motivo
violento. Aunque él obedece a la voluntad del radiante dios-sol, sin
embargo, está a punto de cometer un matricidio. Hay algo ligera-
mente cuestionable en el Siete de Espadas, aunque el objetivo sea
aparentemente un objetivo «bueno» o justificado, y esto plantea el
problema de la fundamental amoralidad de la mente. El intelecto,
incontaminado por los valores del sentimiento, puede ser frío y cal-
culador, y el fin puede justificar los medios, sobre todo cuando se
trata de un fin noble. Pero esta carta sugiere que la vida puede obli-
garnos a desarrollar estos atributos, aunque nuestras naturalezas no
sean capaces de tener tan obvias habilidades. Para alcanzar una meta
puede que haga falta tener tacto, utilizar deliberadamente nuestro
atractivo personal, e incluso usar el subterfugio, y esto nos hace es-
tar a disgusto si somos profundamente sinceros en nuestro trato con
los demás.
Pero Orestes no llega a Argos a la cabeza de una banda tocando
las trompetas. De haber sido así, Clitemnestra y su amante le hubie-
ran detenido y probablemente le hubieran matado, y él no hubiera
podido llevar a cabo la voluntad del dios. Por tanto, él tiene que
comprometer su carácter, y esta parece ser una exigencia de la etapa
del camino reflejada por el Siete de Espadas. La astucia es uno de
los atributos de la mente, y hay momentos en la vida en los que se
tiene que utilizar. En cada intercambio de opiniones, es necesaria la
astucia; de lo contrario, no haríamos más que intimidar a los demás
y chillarles, y no conseguiríamos nada. Todos los políticos entien-
den esta cualidad de la astucia; lo mismo ocurre con los curas y los
abogados, porque la diplomacia es la cara más bonita de la astucia, y
las ideas tienen que ir envueltas en la diplomacia si quieren llegar a
los demás –tanto para bien como para mal.

A nivel adivinatorio, el Siete de Espadas anuncia un tiempo en


el que es necesario utilizar la astucia, el tacto, la diplomacia y la
agudeza, más que las aguerridas tácticas intimidatorias, para con-
seguir nuestros fines. Esto nos puede dejar un desagradable senti-
miento de falsedad, pero la vida puede exigirlo.

183
El Ocho de Espadas
La carta riel Odio de Espadas retrata a Orestes en un
gesto de temor, con las manos levantadas para defenderse
de su sentencia. Le rodea un círculo de ocho espadas, con
las puntas clavadas en el suelo. De pie, a su izquierda, está
Apolo, mirándolo serio y enfadado. A su derecha se agaza-
pan las tres Furias, vestidas de negro, con unas caras blan-
cas y odiosas, cabellos de serpiente y coriáceas alas de
murciélago. En lontananza, unas nubes amenazadoras pen-
den sobre los picos de la montaña.

El Ocho de Espadas retrata una situación de servidumbre por el


miedo. A diferencia de la paralización del Dos esta esclavitud inclu-
ye un conocimiento pleno de la situación y de las posibles conse-
cuencias de cualquier decisión. Aquí Orestes sabe demasiado bien
todo lo que va a pasar si mata a su madre, o si se niega a matarla;
porque de todas las maneras, él va a perder. Por eso se queda hela-
do, defendiéndose del momento de la decisión. Es verdad que nues-
tras decisiones no suelen ser tan llamativas como la de Orestes, sin
embargo, el Ocho de Espadas refleja una situación de indecisión
paralizante. Parte del malestar se debe a que el individuo sabe exac-
tamente cómo ha llegado a esa situación, pero es demasiado tarde
para echarse atrás y desandar el camino. A diferencia de la ceguera
del Dos, el Ocho retrata una penosa conciencia de nuestra partici-
pación en la creación del presente enredo. Este es el momento en el
que nos encontramos ante una decisión difícil, exacerbada por la
misma situación desagradable que hemos creado.
Hay muchas situaciones típicas de la vida en las que aparecen la
servidumbre y la paralización del Ocho de Espadas. Uno de los pro-
blemas más característicos es el del individuo que ha estado colum-
piándose entre dos personas enfrentadas –una esposa y una amante,
un esposo y un padre, dos amigos en un esfuerzo por defenderse del
día en que se tiene que tomar algún tipo de decisión o compromiso.
Si tratamos de evitar pronunciar un juicio sobre la otra persona,

184
puede que consigamos aplazar nuestra toma de decisión durante un
tiempo; pero antes o después habrá una confrontación, y entonces
llega el trauma, cuando nos damos cuenta de que nuestros subterfu-
gios y nuestras tácticas de dilación han empeorado aún más las co-
sas. Por eso el Ocho de Espadas surge naturalmente del Siete, como
si la astucia y la sutileza, aunque se haya usado por necesidad y con
una buena razón, crearan su propia trampa. En ese caso hemos de
aceptar nuestra responsabilidad en toda esta historia, intentar com-
prender que es lo que queremos realmente y actuar de una vez por
todas. Así se podrá dar una solución.

A nivel adivinatorio, el Ocho de Espadas anuncia una situación


en la que el individuo es incapaz de actuar debido a su temor a las
consecuencias. Se impone una decisión, de lo contrario una de las
dos opciones nos meterá en un apuro. Empezamos a darnos cuenta
de que somos nosotros los que hemos creado el dilema, ya que so-
lemos tener un largo pasado de omisión, de falsedad, de ceguera y
de miedo a la confrontación, casi siempre «por no herir» a alguien,
que está detrás de nuestro bloqueo actual. Es importante que reco-
nozcamos con honradez nuestra parte de responsabilidad en el pro-
blema.

El Nueve de Espadas
La carta del Nueve de Espadas retrata a Orestes de pie,
tapándose los oídos con las manos. Tras él las tres Furias
se ciernen amenazadoras en una masa de nube gris. Cada
una de ellas sostiene tres espadas, y las nueve espadas
apuntan al joven príncipe. Tras ellas, el cielo es negro so-
bre las montañas.

El Nueve de Espadas refleja una experiencia de gran temor y


ansiedad. Esta es la carta de la pesadilla, la fantasía de la sentencia
inminente que no se manifiesta necesariamente como un aconteci-

185
miento concreto, pero que es espantosa y penosa debido simplemen-
te al poder de la imaginación. Aquí Orestes ha llevado a cabo su
misión, ha matado a su padre, y ahora las Furias le persiguen. Pero
ellas, por su misma naturaleza, no son corpóreas; no puede física-
mente hacerle daño o derribarle. Le atormentan por medio de la as-
tucia –a través de sus miedos y fantasías de destrucción–. El Nueve
de Espadas se podría llamar una imagen de lo que la psicología de-
nomina como ansiedad flotante porque refleja un estado de ánimo
en el que el individuo teme que le venga encima un terrible futuro,
incluso cuando actualmente no hay indicios de que un futuro tan
malo se vaya a manifestar realmente.
De todos modos, nuestros temores pueden variar de una persona
a otra, mucha gente –quizá la mayoría– se ve afectada de vez en
cuando por este miedo a un futuro terrible. Para algunos, es el temor
a que una persona querida nos rechace, o se muera, o nos deje por
otra persona. Para muchos es el temor a una quiebra en el negocio o
a una pérdida, o a que un proyecto creativo se venga abajo. El temor
a un futuro fracaso atormenta a mucha gente, así como el terror a la
soledad, a la enfermedad, al aislamiento de la vejez. El problema
que tenemos con visiones tan espantosas del futuro es que, si esta-
mos fuertemente afectados por ellas y empezamos a darles impor-
tancia, actuamos en consecuencia, y nos volvemos desconfiados y
cerrados a la vida, destruyendo así toda posibilidad de felicidad fu-
tura y muchas veces fabricando el mismo destino al que tenemos
miedo, por culpa de nuestras propias sospechas. El Nueve de Espa-
das es una carta profundamente psicológica, ya que estas fantasías
morbosas de un futuro sentenciado surgen muchas veces de la astu-
cia del pasado –como en el caso de Orestes, para el cual las Furias
son una personificación de su astucia corrosiva–. Esta astucia brota
de la decisión que se tomó en el Ocho, que a su vez sale del dilema
que el individuo tenía a causa de las opciones del pasado. Solo la
perspicacia simbolizada por Atenea puede disipar la atormentada
fantasía de las Furias.

A nivel adivinatorio, el Nueve de Espadas anuncia un periodo


de gran ansiedad y terror acerca del futuro. Es importante analizar
186
hasta qué punto la astucia del pasado podría estar detrás de estos
temores, en vez de dejarnos esclavizar por ellos, a expensas de nues-
tro futuro.

El Diez de Espadas
La carta del Diez de Espadas retrata a la diosa Atenea,
de pie, tranquila, sosteniendo en su mano derecha una es-
pada enhiesta. A su derecha están agazapadas las tres Fu-
rias, y su amenaza está contenida en el círculo de nueve es-
padas. A su izquierda, Orestes yace inconsciente en el sue-
lo, a punto de consumirse. El cielo negro sobre las monta-
ñas va dejando paso al sol naciente, que apenas se nota en
el horizonte.

El Diez de Espadas representa un final, y aquí vemos el fin de la


antigua maldición, logrado por medio del juicio y la imparcialidad
de la diosa de la Justicia. Para Orestes, no hay esperanza a la vista;
está a punto de morir por desesperación y agotamiento, y no puede
ver que por fin ha llegado su libertad. Para el individuo que al final
ha alcanzado el fin de algo, cuando ya no queda esperanza y solo
hay desilusión y desengaño hacia el futuro, la experiencia del Diez
de Espadas se parece a la muerte. Es un tiempo negro, en el que
vemos que al final hay algo, pero sentimos que ya no podemos hacer
más. Pero aunque Orestes está demasiado hundido en su desespera-
ción como para presenciarlo, el sol está saliendo poco a poco en la
distancia, y se anuncia un nuevo comienzo en medio de la negrura
de su derrota. La perspicacia y la claridad de Atenea han desarmado
a las Furias, y en el cuento eso se produce por mediación de un jura-
do humano. Eso sugiere que lo que realmente nos redime de nuestro
problema más grave, y más insoluble no es un rayo bajado del cielo,
ni un talismán, sino la profunda reflexión de la mente humana, con
un gran don de imparcialidad. Una maldición familiar como la que
Orestes tiene que llevar encima es una imagen de los conflictos in-

187
ternos que se transmiten de generación en generación, esos proble-
mas de la vida que los abuelos y los padres han sido incapaces de
afrontar con honradez y que los hijos se ven obligados a soportar
hasta que consiguen verlo claro.
Por eso, el Diez de Espadas, sin ser exactamente un cuento bo-
nito con un final feliz, representa el resultado justo e inevitable de
un proceso que empezó con el nacimiento de nuevas ideas y percep-
ciones de la vida en el As. Muchas veces este nacimiento supone
que un viejo problema, que estaba muy metido dentro de nosotros,
se ve forzado a subir a la superficie y al final de nuestra vida se tiene
que desprender de algo; y estas separaciones son penosas y difíciles.
Pero una vez que se ha superado la crisis, el sol puede salir de nue-
vo, y nosotros nos ponemos en marcha, no desilusionados y desen-
gañados, sino liberados de un profundo cáncer que hunde sus raíces
en un pasado más viejo que nosotros mismos, y que nuestro propio
sufrimiento ha aliviado y redimido.

A nivel adivinatorio, el Diez de Espadas presagia el final de una


situación difícil. El final puede ser penoso, pero al fin la situación es
afrontada de verdad y puede comenzar un nuevo futuro con menos
conflictos.

188
Las Figuras

La Sota de Espadas
La carta de la Sota de Espadas retrata a un muchacho,
vestido con una túnica azul claro, arrodillado entre las nu-
bes en un cielo turbulento. Su bonito pelo ondea al viento
que sale de su boca, porque sopla con fuerza. Sostiene en su
mano una espada de plata. Debajo de él se puede ver un
paisaje montañoso gris.

Aquí, en la carta de la Sota de Espadas, encontramos los co-


mienzos, aún informes y primitivos, del elemento el aire: los prime-
ros despertares de la actividad mental independiente y de su forma-
ción. Esto lo encarna la mítica figura del Céfiro, el joven que presi-
de el Viento del Oeste. El Imperio de los Cuatro Vientos surgió de
la unión entre Eos, la diosa de la aurora, y Astreo, una personifica-
ción del cielo estrellado de la noche. Noto era el Viento del Sur y
Euro el Viento del Este, pero los dos hijos más poderosos de la
unión entre la aurora y el cielo de la noche eran Aquilón, el Viento
del Norte y Céfiro. Estos dos hermanos juntos fueron adorados co-
mo fuerzas de la naturaleza salvajes y funestas, inmaduras y desen-
189
frenadas, que disfrutaban amenazando tormentas y agitando las olas
del mar. De humor elemental, Céfiro vivía con su hermano Aquilón
en las cuevas montañosas de Tracia, y se subía a las nubes para so-
plar de su boca el temible Viento del Oeste. El joven tenía una natu-
raleza rencorosa y maligna. De su unión con la horrible Harpía –una
criatura con cabeza y pechos de mujer, y con alas y garras de pája-
ro– nacieron los dos caballos salvajes que llevaron el carro del héroe
Aquiles durante la guerra de Troya.
Pero más tarde el humor de Céfiro se suavizó, que no el de su
hermano. Eso se debió quizá a que el Viento del Oeste se casara con
la hermosa y dulce Iris, mensajero femenino de los dioses y guar-
dián del arco iris, que encontramos en la carta de la Templanza, de
los Arcanos Mayores. Gracias a esta unión. Céfiro se fue transfor-
mando en un viento de suave olor que abanicaba dulcemente las
benditas regiones del Elíseo, donde las almas de los héroes moraban
en eterna quietud.
Céfiro, la Sota de Espadas, es una imagen de los primitivos des-
pertares de una vida mental independiente, que tiene que surgir pri-
mero en su forma infantil antes de que podamos empezar nuestras
propias ideas y conceptos y expresarlos a los demás. Puesto que es
joven y elemental, la Sota de Espadas es quejumbrosa, y, como to-
dos los niños, puede inclinarse hacia la murmuración despiadada,
hacia la burla, la grosería y la malicia en general –una especie de
ejercicio juguetón de los poderes del pensamiento y de la palabra
antes de que cualquier valoración del sentimiento o código moral
intervenga para formar y dirigir la actividad mental. Este primer
despertar del pensamiento original e independiente puede surgir
como una propensión hacia pequeñas disputas, y como una curiosi-
dad entrometida que no respeta la intimidad de su objeto. Solo en
este espíritu, Céfiro, el que preside el Viento del Oeste, disfruta
amenazando tormentas y agitando el mar, no porque sea malo, sino
porque es tan curioso que quiere lo que ocurre. Ya sabemos que las
palabras de los niños son crueles, pero esta crueldad solo es profun-
damente dañina si tenemos algo que ocultar o si nuestro orgullo o la
imagen que queremos dar de nosotros mismos no nos deja coger la
espada por el pomo.
190
La murmuración es verdaderamente el reino de la Sota de Espa-
das, porque la murmuración es nuestro equivalente adulto de este
espíritu infantil que juega con una fuerza elemental funesta. La
murmuración puede herir e incluso con el tiempo, la exageración y
los oídos apropiados llegar a ser poderosamente destructiva de la
reputación y la relación. «¿Has oído...?», dice la murmuración, y
muy poco después el cuento ha sido retorcido, adornado, cebado con
la envidia y la inquina, y con el tiempo se convierte en una gran
tempestad, hasta tal punto que ya no tiene nada que ver con el pe-
queño viento que salió de la boca de Céfiro. Nosotros tenemos den-
tro esta inclinación hacia la murmuración, que brota de una especie
de curiosidad elemental acerca de los demás. La murmuración es
una gran niveladora y nadie se escapa a ella, y menos aún las perso-
nas que se creen intachables, porque si Céfiro no puede encontrar
nada, tened por seguro que se lo inventa. La Sota de Espadas es por
eso una carta altamente ambivalente, ya que su ruda energía infantil
marca el comienzo del verdadero pensamiento independiente; pero,
al mismo tiempo, Céfiro puede ser rencoroso y malicioso, y las pe-
queñas disputas que constituyen su oficio se pueden volver desagra-
dables y transformarse rápidamente en grandes vientos. La energía
de Céfiro necesita ser cultivada y dirigida sin ser aplastada, porque
él encarna nuestra curiosidad infantil acerca de la vida, el mundo y
la gente.

Cuando la Sota de Espadas aparece al echar las cartas, ha lle-


gado el momento de hallar dentro de nosotros mismos la curiosidad
infantil y la capacidad de murmuración maligna que la Sota encarna,
y que marca el comienzo de la utilización de los poderes mentales.
Nosotros mismos podemos ser víctimas de la murmuración, o po-
demos tener tendencia a poner en marcha pequeñas disputas y a ser
irritables y difíciles. Pero estas cosas reflejan el surgir de nuevas,
ideas y de un verdadero pensamiento independiente, muchas veces
esto se produce en una persona que está acostumbrada a aceptar los
puntos de vista de los demás.

191
El Caballo de Espadas
La carta del Caballo de Espadas retrata a dos jóvenes,
gemelos idénticos, vestidos con unas túnicas gris claro y
una armadura de plata, con cascos de plata sobre su her-
moso cabello. Cada uno de ellos sostiene una espada de
plata, y ambos están montados en el dorso de un caballo
gris claro. El caballo está agitado, sus patas delanteras es-
tán estiradas como si estuviera a punto de coger el vuelo, y
los gemelos tienen sus espadas en alto como si estuvieran
preparados para la batalla. Sobre el caballo y los jinetes
hay un turbulento cielo gris, con nubes que se deslizan rá-
pidamente.

Aquí, en la carta del Caballo de Espadas, encontramos la di-


mensión flexible, volátil y cambiante del elemento del aire, que está
constantemente en movimiento. Esta actividad turbulenta en el reino
de la mente está encarnada en las míticas figuras de los pendencie-
ros Dióscoros, los Gemelos Guerreros, que se llamaban Cástor y
Pólux. Su madre era Leda, Reina de Esparta, que fue perseguida por
el enamorado de Zeus, rey de los dioses. Cuando ella rechazó las
insinuaciones del dios, él se transformó en un cisne y la raptó. Ella
había sido ya preñada por su esposo, el Rey Tíndaro, y engendró dos
huevos de su amante el cisne. Del cascarón de uno de ellos salieron
dos hijos mortales, Cástor y su hermana Clitemnestra, a la que he-
mos encontrado ya en la historia de Orestes, en las cartas numeradas
del Palo de Espadas. Del cascarón del otro huevo salieron los dos
hijos divinos de Zeus, Pólux y Helena, a la que hemos encontrado
en la carta de la Reina de Copas de los Arcanos Menores. Por eso
los Dióscoros eran hermanos gemelos, pero Cástor era mortal y Pó-
lux divino.
Los Dióscoros, que nunca se separaban el uno del otro en nin-
guna de sus aventuras, se convirtieron en el orgullo de Esparta. Cás-
tor era famoso como soldado y domador de caballos, Pólux como
boxeador. Ambos eran pendencieros y eran famosos por su inclina-

192
ción a empezar reyertas. Llegaron a pelearse con otro par de geme-
los, llamados Idas y Linceo. Idas mató a Cástor, el gemelo mortal, y
Pólux a su vez mató a Linceo con su lanza. Zeus intervino en nom-
bre de su hijo e hirió mortalmente a Idas con un rayo. Pólux estaba
profundamente dolido por la muerte de su hermano y le dijo a su
padre Zeus que no quería vivir sin él, que rechazaba la inmortalidad
si Cástor no podía compartirla con él. Entonces Zeus permitió que
los dos pasaran sus días alternándose en la divina morada del Olim-
po y bajo tierra, en el reino de Hades, y colocó sus imágenes entre
las estrellas como los Géminis.
Los Dióscoros son imágenes de una energía abrupta y mercu-
rial, la capacidad de la mente humana para recibir una inspiración
repentina o dejarse llevar por una nueva idea que lance el viejo or-
den al caos y deje cambios tras de sí. La dualidad de los Géminis
celestiales sugiere una dualidad o duplicidad en este campo de la
mente, porque casi siempre estas nuevas ideas repentinas que irrum-
pen en nuestras vidas monótonas dan lugar al mismo tiempo a con-
flictos o son ellas mismas ambivalentes y llenas de conflictividad.
La pugnacidad y la insensibilidad de los Dióscoros nos dice algo
también de la cualidad de la energía mental descrita por el Caballo
de Espadas: no tiene en cuenta el sentimiento humano, y muchas
veces es la causa de la ruptura o la desunión de una relación porque
el individuo es poseído de repente por una idea que le pide lastimar
a alguien. Por eso hay una actitud básica en el Caballo de Espadas,
que no es diferente a la figura de Don Juan en la leyenda romántica.
Esta figura es intensamente atractiva a causa de su brillantez, pero
es insensible: no tiene un verdadero sentimiento por la continuidad
del pasado y la integridad de la relación humana, y no está prepara-
do para realizar sacrificios personales o para comprometer su fría y
altanera visión del momento.
En la vida corriente podemos ver la energía de los Dióscoros
funcionando cuando un individuo abandona responsabilidades y
ataduras para perseguir una nueva y juvenil aventura. En psicología,
este impulso se llama el puer aeternus, el niño eterno, y este es un
impulso que en algunas personas es más fuerte que en otras. El espí-
ritu del Caballo de Espadas no puede llegar a viejo o estancarse en
193
demasiada esclavitud. Una intimidad prolongada le hace estar in-
quieto, y él necesita constantes estímulos mentales para tratar de no
aburrirse. Tiene el doble rostro peculiar de ser a la vez destructivo
para las ataduras del sentimiento y de catapultar creativamente a un
individuo del aburrimiento y la servidumbre a nuevas fases de cre-
cimiento, que a menudo dejan un corazón o dos rotos. Por eso cum-
ple al mismo tiempo una función negativa y otra positiva –reflejadas
aquí en la imagen de los Géminis–. Para los Dióscoros, el conflicto
y el movimiento son algo natural, y uno no sabe sentirse demasiado
culpable hacia quien podría ser lastimado cuando la mente brusca-
mente se vuelve y se mueve en una nueva dirección. La cualidad
mercurial de los Géminis está reflejada en la imagen por la agitación
del caballo, que casi no toca el suelo y que no puede estarse quieto,
llevando a sus jinetes gemelos hacia delante, hacia nuevas aventu-
ras.

Cuando el Caballo de Espadas aparece al echar las cartas, ha


llegado el momento para el individuo de prepararse para cambios
repentinos que hacen pedazos los moldes ordinarios de la vida. Es-
tos cambios pueden ser inaugurados por un individuo que llega a
nuestra vida y que posee las cualidades mercuriales, fascinantes y
desgarradoras de los Dióscoros; también puede tomar la forma de
una nueva idea o inspiración que nos sale de dentro y que empuja la
vida ordinaria al desorden durante un tiempo. Por eso, si el Caballo
de Espadas aparece, por fuera o por dentro, su don es la habilidad
para promover cambios, y la turbulencia que trae al final puede con-
ducir a una visión más ancha de la vida.

La Reina de Espadas
La carta de la Reina de Espadas retrata a una mujer
fría, severa de rostro pero hermosa, de pelo rubio, auste-
ramente vestida con un sencillo traje azul claro. Lleva una
corona de oro, y está sentada en un trono de plata. En una
mano sostiene una espada de plata; en la otra, un jarro que
194
echa agua hasta el suelo. Detrás de ella se puede observar
una panorámica de las montañas cubiertas de nieve bajo un
cielo azul, tranquilo y frío.

Aquí, en la carta de la Reina de Espadas, encontramos la dimen-


sión estable, reflexiva, contenida, del elemento del aire. Esto está
encarnado en la mítica figura de Atalanta la Cazadora, que fue de-
sengañada en amor por tener ideales demasiado elevados. Atalanta,
cuyo nombre significa «la que supera a los demás», era hija del Rey
Iasus, que había deseado apasionadamente un heredero varón. El
nacimiento de Atalanta le decepcionó tanto que la abandonó en la
ladera de una colina cerca de Calidonia, pero la niña fue rescatada y
amamantada por una osa que la diosa-luna Artemisa-Hécate envió
en su ayuda. Atalanta se hizo mujer entre un clan de cazadores que
la encontraron y la educaron. Pero ella permanecía virgen y siempre
llevaba armas, y aún no se había reconciliado con su padre, que se
negó a aceptarla.
Atalanta llevó a cabo muchos famosos hechos de armas, inclui-
da la famosa caza al jabalí de Calidonia, en la que compitió al lado
de los hombres y fue la primera que consiguió darle al jabalí. Pero
aunque el joven héroe Meleagro, hijo de Ares, el dios de la Guerra,
que era el mejor lanzador de jabalina de Grecia, se enamorara de
ella. Atalanta se negó a sucumbir al destino de una mujer corriente.
Con el tiempo, su padre, orgulloso de sus proezas, al final la recono-
ció y prometió encontrarle un esposo noble. Pero ella protestó di-
ciendo: «Padre, yo consiento con una condición. Todo el que pida
mi mano tiene que vencerme en una carrera, de lo contrario déjame
matarlo.» Muchos infortunados príncipes perdieron la vida a conse-
cuencia de ello, porque ella era el ser viviente más rápido. Pero un
día un joven llamado Melanio invocó la ayuda de Afrodita. La diosa
le dio tres manzanas de oro y le dijo que entretuviera a Atalanta de-
jándolas caer, una tras otra, durante la carrera. La estratagema tuvo
éxito, y la boda se celebró. Pero fue un matrimonio sentenciado,
porque Melanio convenció a Atalanta a que se acostara con él en el
recinto sagrado de Zeus, y el dios, enfadado por el sacrilegio, los
convirtió a los dos en leones: y como los griegos creían que los leo-
195
nes no se apareaban entre ellos, sino solo con los leopardos, pues
ellos no pudieron jamás volver a gozar el uno del otro.
Atalanta, la Reina de Espadas, es una imagen de lo retraída e in-
tangible que es la mente, que puede observar un ideal hasta el punto
de que todos los afectos sensuales quedan excluidos o desvaloriza-
dos. La figura de la Reina de Espadas es una figura fría, porque su
perfeccionismo y su identificación con el mundo masculino de la
mente y del espíritu la preparan para la amistad pero no para el amor
erótico. Por eso la Reina de Espadas es una figura regia y llena de
dignidad, pero también una figura solitaria, y esta soledad, aunque
muchas veces nace del orgullo y de la integridad, no es hija de las
circunstancias, sino de un temor a dejar que algo demasiado humano
estropee el ideal de perfección. El idealismo de la Reina de Espadas
es elevado y noble, y hay una lealtad que puede resistir a muchas de
las pruebas más difíciles de la vida. Pero es un idealismo que no
consiente el fallo humano. El mito de Atalanta se puede encontrar
en muchos de nuestros populares cuentos de hadas, en la imagen de
la princesa fría que exige que sus pretendientes emprendan tareas
imposibles para conquistarla. Esta exigencia puede ser sutil e inclu-
so inconsciente, y puede echar fuera el amor de la vida de una per-
sona. Puede ser también una exigencia creativa, porque estimula a la
vez al individuo y a los demás a ser más de lo que son. Pero es una
inspiración desalentadora y solitaria, porque ningún pretendiente –o
uno mismo– puede superar al final la prueba imposible excepto en
los cuentos de hadas, y las personas que se identifican con Atalanta
en la vida real tienen la tendencia a esperar indefinidamente mien-
tras la vida mortal se pasa y el agua del sentimiento se derrama del
jarro al suelo, desperdiciándose. Por eso, la Reina de Espadas, que
posee las virtudes incomparables de la lealtad, la integridad y la
capacidad de soportar el dolor sin partirse, en el fondo es una ima-
gen de la frustración emocional y del aislamiento, porque es into-
cable.
Lo mismo que el Rey de Copas es una figura ambivalente por-
que el papel masculino de rey no se siente a gusto junto al elemento
esencialmente femenino del agua, del mismo modo la Reina de Es-
padas es ambivalente porque el papel femenino de reina no se siente
196
a gusto al lado del elemento fundamentalmente masculino del aire.
El mito de Atalanta nos dice algo profundo y sutil sobre la psicolo-
gía de la Reina de Espadas, porque su padre deseaba un hijo varón y
se negaba a aceptar su valor como mujer: solo cuando ella se probó
a sí misma a través de los hechos de armas propios de un hombre,
fue cuando él la aceptó. El esfuerzo de superación que está expre-
sando en la imagen de la Reina de Espadas es de alguna manera un
esfuerzo por probarse a uno mismo ante un dios-padre que en el
fondo siempre está más allá de nuestro alcance, ya que nunca somos
bastante buenos, sencillamente porque estamos hechos de carne. Por
eso, la Reina de Espadas solo aceptará la perfección, porque a ella
misma se le exigió ser perfecta y falló.

Cuando la Reina de Espadas aparece al echar las cartas, ha lle-


gado el momento para el individuo de encontrar esa dimensión de sí
mismo, o de sí misma, que se aferra, superando a los demás, a una
fe inamovible en ideales elevados. Estos ideales pueden ser nobles y
sublimes, y ayudarnos a perfeccionar la conciencia y la calidad de
nuestra vida. Pero también pueden rechazar la vida, y constituir una
defensa contra el temor hacia el ser humano y, por tanto, llegar a ser
vulnerable. El individuo necesita ver dónde podría crear problemas
por exigir una perfección sobrehumana a los demás y a sí mismo. Si
la Reina de Espadas entra en nuestra vida como una mujer fuerte,
idealista, distante, se puede considerar como un catalizador a través
del cual descubrimos este aspecto de nosotros mismos.

El Rey de Espadas
La carta del Rey de Espadas retrata a un hombre her-
moso de rasgos cincelados, bonito pelo y bonita barba, ves-
tido de gris y con una corona de oro. Está sentado en un
trono de plata en cuyos brazos está esculpido el emblema
de una perfecta armonía el triángulo equilátero. En una
mano sostiene una espada de plata, en la otra, una balanza

197
con dos platillos. Tras él se extiende un paisaje de picos de
una montaña bajo un nuboso cielo gris.

Aquí, en la carta del Rey de Espadas, encontramos la dimensión


dinámica, iniciadora y organizadora del elemento del aire. Esto está
encarnado en la mítica figura del héroe Ulises, al que llamaban «El
Astuto», y al que hemos encontrado brevemente en la carta de la
Reina de Bastos de los Arcanos Menores, como esposo de Penélope.
Ulises, rey de Itaca, fue engendrado secretamente por Sísifo en la
hija del ladrón Autólico. Por eso heredó algo de la astucia y de la
habilidad de su padre. Cuando estalló la Guerra de Troya, Ulises se
juntó con los otros príncipes griegos en el asalto a Troya, y demos-
tró abundantemente ser un consejero agudo y un estratega seguro.
Fue Ulises el primero en concebir la idea del Caballo de Troya, la
enorme bestia de madera, hueca por dentro, que fue enviada a la
ciudad como regalo para la diosa Atenea, y que estaba secretamente
llena de tropas griegas. Pero cuando Troya al final fue saqueada,
Ulises siempre se mostró compasivo con los cautivos, y prometió a
los que se rendían pacíficamente que recibirían un buen trato.
A pesar de sus triunfos durante la Guerra de Troya, Ulises no
tuvo tanta suerte en su viaje de vuelta a Itaca. Durante diez años se
vio obligado a vagabundear, conducido por los vientos y forzado a
luchar con extraños y peligrosos enemigos a lo largo de las tierras
que visitaba. Entre estos lugares estaban la Isla de los Lotófagos,
donde los hombres se drogaron y perdieron la memoria: la Isla de
los Cíclopes, donde feroces gigantes de un solo ojo, hijos de Hefes-
to, el dios del fuego, intentaron matarlos, y la Isla de la Aurora, go-
bernada por Circe la hechicera, donde la tripulación de Ulises fue
transformada en cerdos. Tuvo que guiar su nave entre los terrorífi-
cos monstruos marinos Escila y Caribdis, y escapó a las seductoras
llamadas de las Sirenas que con su canto atraían a los hombres al
fondo del mar; y a través de todas estas pruebas él actuó con perspi-
cacia, habilidad, estrategia y astucia, conducido por su determina-
ción a buscar su tierra a pesar de las oportunidades que tuvo para
amar, a pesar de la riqueza y el poder que llegó a tener en un viaje,
durante sus vagabundeos.
198
Ulises, el Rey de Espadas, es una imagen de las habilidades es-
tratégicas, más grandiosas de la mente humana. De todos los héroes
de la mitología griega, Ulises es el más brillante y el más creativo,
aunque no siempre el más honrado, porque sus dones intelectuales le
han hecho ser un embustero con talento. Pero su astucia nunca tenía
malicia; siempre la utilizaba al servicio de esos principios que él
consideraba sagrados: el triunfo de los griegos sobre los troyanos, y
la santidad de su hogar, su esposa y su hijo Telémaco. Este Rey de
Espadas es un hombre de principios, unos principios que a veces
carecen de la profundidad y del sentimiento que corresponderían a
una situación individual más que a una ley general. Por eso Ulises,
en sus tratos con sus compañeros, se hizo muchos enemigos, porque
sus principios no siempre se adaptaban bien a la situación actual que
él afrontaba con sus compañeros. La figura del Rey de Espadas tiene
altos ideales acerca de la decencia, la bondad y la lealtad, y el com-
portamiento de Ulises con los troyanos vencidos refleja estos prin-
cipios. Pero su bondad es fría y no se basa realmente en una verda-
dera respuesta emocional. A pesar de que muchas mujeres se ena-
moraban de Ulises, él no las correspondía más que en el aspecto
sexual. Por eso nos ha llegado en el mito como un estratega brillan-
te, un hábil negociador y manipulador, un hombre bueno con altos
ideales, y una figura fría, que no tiene una verdadera empatia con
los demás individuos. Ulises es la imagen del vagabundo, no en el
sentido de que el Rey de Espadas anda detrás de la aventura, sino en
el sentido de que él no ha echado raíces en el corazón y, por tanto,
no ha echado raíces en su relación con los demás. Sus vagabundeos
se pueden tomar como una especie de falta de hogar interior, una
falta de conexión que está más que compensada por su decencia y su
inteligencia, pero que le aísla de sus compañeros y desengaña a las
personas que le aman.
El Rey de Espadas encarna una cualidad de liderazgo intelectual
que en este mundo resulta atractiva y dinámica. Su ambivalencia se
basa en la tendencia a la disociación del sentimiento, que puede ha-
cer que parezca más bien superficial y poco fiable. Esta es la para-
doja: que se trata de un hombre de unos principios indiscutiblemente
elevados, pero al mismo tiempo es una persona que, como la pro-
199
verbial veleta, puede cambiar inesperadamente de una fidelidad a
otra a fin de preservar la diplomacia y la cooperación. Aunque pa-
rezca una contradicción, ambos aspectos de su naturaleza, el noble y
el astuto, nacen de la misma raíz idealista.

Cuando el Rey de Espadas aparece al echar las cartas ha llegado


el momento de encontrar dentro de nosotros la cualidad ambivalente
del liderazgo intelectual y de la estrategia. La habilidad intelectual y
las ideas inspiradas sobre cómo desarrollar las cosas en el futuro son
cualidades que él posee en abundancia. En ocasiones esta figura
puede aparecer en nuestra vida en forma de un individuo que está
impresionado por el valor de sus dones mentales y por su capacidad
para producir cambios en el mundo. Pero cuando un individuo así
entra en nuestra esfera lo podemos ver como un catalizador a través
del cual podemos tomar contacto con esta dimensión de nosotros
mismos.

200
201
202
EL PALO DE PENTÁCULOS

Las Cartas Numeradas

La historia de Dédalo, el artesano Ateniense que construyó el


Laberinto para el Rey Minos de Creta, es un cuento sutil, y su héroe
es descrito con muchos matices; no es ni un hombre totalmente
bueno ni un bribón, sino uno curioso mezcla de ambos. Esta histo-
ria, con su protagonista ingenioso y amoral, va bien con el Palo de
Pentáculos, porque ilustra los problemas, los desafíos, las aspiracio-
nes, las trampas y la complejo moralidad de los esfuerzos terrenales
con sus fracasos y sus recompensas.
Dédalo descendía de la casa real de Atenas, y era un maravi-
lloso forjador de metales, pues había sido instruido por la misma
diosa Atenea. Empleó sus primeros años perfeccionando sus habi-
lidades, y se decía que inventó la sierra y el hacha, y también que
fue el primer hombre que fijó los brazos y las piernas a las primi-
tivas estatuas informes de los dioses. Aunque en sus comienzos era
famoso por su ingenuidad y su habilidad.
Este primer éxito, sin embargo, fue sentenciado por el propio
carácter defectuoso del artesano. Dédalo tenía un sobrino llamado
Talos, y este Talos, aunque solo tenía doce años, empezó a superar a
su talentoso tío en el arte de crear instrumentos y objetos bonitos.
Talos inventó el torno de alfarero y el compás, siendo niño todavía.
Dédalo empezó a estar insoportablemente celoso y tuvo un conflic-
to, porque él amaba y admiraba a su sobrino, pero era un hombre
ambicioso y no podía soportar que su reputación se viera amenaza-
da de ese modo; así que mató a Talos arrojando al chico desde el
tejado del templo de Atenea. Cogido en el acto de intentar ocultar el
cadáver, Dédalo fue condenado, pero consiguió huir de Atenas antes
de que pudieran darle un castigo.
El forjador de metales se estableció en Creta, y buscó y recibió
203
la protección del Rey Minos. Durante algún tiempo vivió con gran
halago en Knossos, capital de Minos, creando bellezas arquitectóni-
cas para el rey y divirtiendo a los niños del palacio con ingeniosos
juguetes. Pero entonces un destino malo le sobrevino al Rey Minos,
que hemos vislumbrado ya en la historia que hay detrás de la carta
de la Torre de los Arcanos Mayores; porque Minos ofendió al dios
Poseidón al negarse a sacrificar un toro blanco en el altar del dios, y
Poseidón se desquitó afligiendo a Pasifae, esposa de Minos, con una
violenta pasión por el toro; Pasifae, llevada por su vergonzoso de-
seo, llamó a Dédalo y le pidió que inventara algún modo por el cual
ella pudiera encontrarse en secreto con el toro y aparcarse con él.
Así Dédalo se vio metido una vez más en un conflicto, porque Mi-
nos era su protector y patrón, aunque estaba claro que la mano del
dios estaba puesta en Pasifae.
Dédalo eligió al dios, y construyó una vaca de madera en la que
se agazapó Pasifae y se apareó con el toro. Cuando el horrible Mino-
tauro, con cabeza de toro y cuerpo de hombre, nació de su unión, el
Rey Minos, que ignoraba la participación que Dédalo había tenido
en su concepción, le pidió que construyera un escondite en el que
poder ocultar al monstruo. Dédalo, una vez más, sirvió con gusto a
su patrón, y construyó los tortuosos pasillos del Laberinto, en el que,
una vez que un hombre había entrado, estaba irremediablemente
perdido. Pero cuanto el héroe Teseo llegó a Creta a matar al Mino-
tauro, y la hija de Minos, Ariadna, se enamoró de él, fue a Dédalo al
que se dirigió ella para hallar el modo de que Teseo entrara en el
Laberinto y saliera luego sano y salvo. Dédalo traicionó otra vez a
su señor, e hizo para Ariadna un ovillo de hilo de oro, uno de cuyos
cabos sostenía ella, mientras que el joven héroe entraba en los pasi-
llos oscuros sosteniendo el otro, mataba al Minotauro y, siguiendo el
hilo de oro, salía otra vez a la luz del sol.
Mientras tanto, Minos descubrió la traición de su artesano, y en-
cerró a Dédalo en el Laberinto. Pero el artista, ingeniosamente, fa-
bricó un par de alas con cera de abejas, madera y plumas de ave que
le trajo la compasiva Pasifae, y voló desde una de las torres, llevado
por el viento hacia orillas seguras. Finalmente, aterrizó en Cumas,
en la costa de Italia, y desde allí viajó a Sicilia, donde se ganó el
204
favor del Rey Cócalo.
El Rey Minos lo persiguió, y siguió su pista por toda Grecia y
por toda Italia. El Rey llevaba consigo un caparazón de tritón, y en
todos los sitios a donde iba prometía una rica recompensa a todo
aquél que fuera capaz de hacer pasar un hilo de lino por el capara-
zón –una hazaña que él sabía que solo Dédalo podía realizar–. De
ese modo dio con el escondite del artesano, pero el Rey Cócalo se
negó a compartir con él su valioso huésped. Cócalo ordenó a sus
hijas que echaran agua hirviendo en el baño de Minos, y así Dédalo
vivió muchos años rico y feliz.

El As de Pentáculos
La carta del As de Pentáculos retrata la figura de un
hombre moreno y con una larga cabellera rizada y castaña
y una cola de pez, saliendo de las profundidades del mar y
llevando en alto un solo pentáculo de oro. A su alrededor
hay unos arrecifes cubiertos de parras con un montón de
racimos maduros, mientras que se observa en lontananza
un paisaje de fértiles y verdes colinas abierto sobre una
bahía.

Aquí, encontramos al dios Poseidón, al que encontramos antes


en la carta de la Torre de los Arcanos Mayores. Poseidón era hijo de
Cronos y de Rea, y compartió la suerte de sus hermanos y hermanas:
al nacer fue devorado por su padre. Fue vomitado con los demás
cuando Zeus le dio a Cronos el brebaje que le hizo vomitar a sus
otros hijos. Tras su victoria común sobre Cronos, la herencia paterna
fue dividida en tres partes: Zeus se quedó con los amplios cielos;
Hades con el lóbrego mundo subterráneo, y Poseidón con los mares,
lagos y ríos y la superficie de la misma tierra, puesto que la tierra
estaba sostenida por sus aguas y él podía sacudirla a discreción.
Llegó a ser famoso entre los dioses debido a su sed de tierra y tuvo
conflictos con muchos de ellos a causa de sus esfuerzos por apro-

205
piarse de islas y parte de la tierra firme de Grecia.
Poseidón era un dios de la fertilidad, esposo de la gran Madre
Tierra y señor del universo material. Se le honraba en forma de toro
y se le llamaba «terremoto», una gran bestia negra con unos brillan-
tes ojos rojos, que vivía en las entrañas de la tierra y pataleaba, ha-
ciendo que se movieran las montañas y los mares inundaran la tie-
rra. Por eso, Poseidón es una fuerza bruta de la naturaleza, y en el
As de Pentáculos encontramos su poder como una explosión de
nueva energía para la creación material. Mientras el As de Bastos se
levanta hacia arriba como el nacimiento de una nueva visión creati-
va, el As de Pentáculos vuelve su inmensa potencia creadora hacia
abajo, hacia el mundo, y es esta urgente necesidad de concretar y
crear en el mundo visible la que está detrás de todas estas ambicio-
nes materiales. El individuo que puede lucir el dinero y hacer cosas,
resulta que, en un nivel mundano, experimenta algo del poder de
este antiguo dios de la tierra, y el As de Pentáculos presagia la erup-
ción de una fresca ambición hacia la creación material y el éxito.

A un nivel adivinatorio, el As de Pentáculos anuncia la posibi-


lidad de una conquista material, ya que la energía bruta para esta
clase de trabajo es ahora aprovechable para el individuo. Muchas
veces el dinero aparece a través de una herencia o de alguna otra
fuente, junto con la ingeniosidad y la persistencia en la utilización
eficaz de estos recursos.

El Dos de Pentáculos
La carta del Dos de Pentáculos retrata a Dédalo, un
hombre moreno, de pelo castaño, con una túnica color ocre
y un delantal de cuero marrón, en su Taller. Está delante de
su mesa de trabajo, sostenida por dos pentáculos de oro. A
sus dos lados, sobre un enrejado de madera, se agrupan
unos racimos cargados de uvas, y en el fondo se puede ver
un paisaje de ricas colinas verdes. En su mano izquierda,

206
Dédalo sostiene un hacha, que acaba de inventar. En su
mano derecha, una sierra, otro invento suyo. Ante él, enci-
ma de la mesa, están esparcidas las herramientas de su ofi-
cio.

La imagen del Dos de Pentáculos retrata a Dédalo en el comien-


zo de su carrera, en el que desarrolla sus habilidades y se hace con
una reputación entre los atenienses, aplicando su ingeniosidad ocu-
pado y activo y queriendo intentar varias cosas a la vez. Aquí vemos
el retrato de un hombre materialmente ambicioso que, no obstante,
es abierto a las nuevas ideas creativas y está dispuesto a arriesgarse
para utilizar sus talentos. Esta flexibilidad puede desvanecerse tan
pronto como nos hayamos emparedado en una estructura triunfal
que nos hemos construido, pero está siempre allí en el principio, y
puede ser reconquistada cuando aparece el Dos de Pentáculos.
Por eso, el Dos de Pentáculos representa un estado de cambio o
fluctuación en la suerte material. Esta fluctuación, sin embargo, no
significa pérdida, sino más bien un flujo de energía creativa hacia
fuera, hacia muchos proyectos. Aquí el poder bruto del As se ha
polarizado, como todos los Doses de los Arcanos Menores, y el im-
pulso hacia la creación material puede ser cimentado y canalizado.
El viejo dicho: «dinero llama dinero», es sumamente apropiado para
esta carta, porque hay que arriesgarse e invertir capital, para que
pueda producir antes de que se obtenga una ganancia real. El Dos de
Pentáculos exige flexibilidad y ganas de poner dinero y energía a
trabajar, y muchas veces esto supone hacer trampas y cambiar de
dirección, de tal forma que a las personas más serias les parece un
riesgo innecesario y que provoca ansiedad. Sin embargo, el Dos de
Pentáculos se puede considerar una carta «buena» porque, aunque
sugiere la necesidad de una cierta ligereza en asuntos financieros,
promete recompensas, puesto que la energía creadora se ha puesto a
trabajar.

A nivel adivinatorio, el Dos de Pentáculos anuncia un tiempo en


el que el dinero y la energía probablemente estén disponibles para
nuevos proyectos que podrían llevar a un futuro prometedor; pero el
207
individuo ha de estar dispuesto a poner a trabajar sus recursos,
arriesgando e invirtiendo capital, más que acumulando y guardando
en un momento en que surgen nuevas oportunidades. Por eso, el
Dos de Pentáculos probablemente será una carta bien recibida para
los que saben cómo «jugar» con el dinero.

El Tres de Pentáculos
La carta del Tres de Pentáculos retrata a Dédalo de pie
sobre una plataforma elevada o estrado, vestido tan solo
con su túnica ocre y su delantal de cuero. Tres atenienses
están de pie ante él, vestidos con ropas austeras, pero bue-
nas. Cada uno de ellos le ofrece un pentáculo de oro. Alre-
dedor de los cuatro hombres hay racimos cargados de uvas
que cuelgan de una parra, y un fondo de colinas verdes se
puede observar contra un cielo azul claro.

El Tres de Pentáculos, como los demás Treses de los Arcanos


Menores, indica una realización inicial, y aquí vemos a Dédalo reci-
biendo las primeras recompensas por sus trabajos. La realización
inicial representa aquí las primeras etapas de concreción de un pro-
yecto, como si viéramos la estructura completa de un edificio antes
de que haya sido hecha ninguna estructura interna o decoración.
Dédalo ha alcanzado una posición firme al comienzo de su carrera,
aunque queda por ver si sabrá reforzar esta posición y conservarla.
Como sabemos por el mito, no será capaz de hacerlo. Por eso, la
realización inicial del Tres de Pentáculos no es la etapa final de un
proyecto. Tiene que haber un duro trabajo, dificultad y riesgo antes
de que uno pueda considerarse materialmente seguro.
Hay motivo para la celebración en el Tres de Pentáculos, pero
esta celebración se debería hacer con un conocimiento pleno del
trabajo que vamos a tener. En la historia de Dédalo, el factor que
produce la caída de este primer triunfo no es de tipo material, sino
un defecto del propio hombre. Esto hay que tenerlo en cuenta tam-

208
bién a la hora de valorar el significado de las cartas numeradas en el
Palo de Pentáculos, porque las recompensas materiales que este Palo
promete son contingentes no solamente las agudas habilidades para
los negocios y la buena voluntad para trabajar duro, sino también
sobre el carácter. La incapacidad del individuo para conocer sus
propios límites, y el hecho de creer que uno puede hacer cualquier
cosa que le plazca en el mundo material sin tener en cuenta las con-
secuencias para los demás, es casi siempre el fatal defecto que antes
o después lleva al fracaso del primer éxito indicado por el Tres. Por
tanto, el mensaje de esta carta es el siguiente: disfruta de los pri-
meros frutos de tus trabajos, pero ten en cuenta el futuro, no sola-
mente en función del trabajo que han de hacer, sino en función de su
capacidad para llevarlo.

A nivel adivinatorio, el Tres de Pentáculos anuncia un tiempo


de primeros triunfos en algún esfuerzo material. Un proyecto puede
obtener beneficios, o una empresa creativa, como por ejemplo un
libro, puede tener un primer éxito en el mercado. Pero como con
todos los Treses, esta no es una solución final, sino una etapa que
promete llevarnos a través del trabajo duro y de la dificultad a una
recompensa más duradera.

El Cuatro de Pentáculos
La carta del Cuatro de Pentáculos retrata a Dédalo
apretando fuertemente cuatro pentáculos de oro entre sus
brazos. Está mirando enojado a un muchacho ocupado en
su mesa de trabajo –su sobrino Talos, vestido con una túni-
ca verde claro, con el pelo castaño y la tez aceitunada, con-
centrado en un bonito adorno de oro que está a punto de
terminar. Alrededor de ambos, el artesano y su sobrino, se
entrelazan en una parra unos racimos cargados de uvas,
mientras que verdes colinas se pueden ver en lontananza
contra un cielo claro.

209
El Cuatro de Pentáculos a veces se llama la carta del avaro, por-
que indica una forma de ser demasiado apegada al dinero o a la po-
sición social de uno. Debido a este apego tan estrecho, el flujo de
energía que siempre hace falta en el Palo de Pentáculos para llegar
al triunfo material es obstruido y empieza a estancarse. Aquí vemos
a Dédalo reaccionando con enojo y con envidia ante su sobrino su-
perdotado, que ya le ha superado en destreza aunque solo tiene doce
años. En vez de considerar este desafío competitivo en un sentido
más creativo. Dédalo ha preferido reaccionar tratando de aferrarse
con todas sus fuerzas a la situación del pasado. Esto a la larga con-
duce a la destrucción no solamente de Talos, sino del mismo Déda-
lo.
El Cuatro de Pentáculos no se refiere solamente a nuestro apego
exagerado al dinero. El dinero es un símbolo y a la vez una realidad
objetiva, porque es a través del dinero como afirmamos nuestra va-
loración de las cosas. Por eso encarna nuestro propio valor, el precio
que ponemos a nuestra propia expresión. Las recompensas que una
persona espera por sus habilidades representan también una estima-
ción de la cantidad de habilidades que posee en función del valor, y
puesto que fracasamos tantas veces al comprender el significado
más profundo del dinero en nuestras vidas, deducimos que el dinero
en sí es el principal responsable de los males del mundo. Las ense-
ñanzas espirituales y esotéricas sugieren que el dinero es intrínse-
camente malo y corrupto; pero estas enseñanzas no distinguen la
diferencia entre el objeto concreto y el valor emocional que le da-
mos. Por eso la envidia de Dédalo no se refiere en realidad a los
negocios que podría perder porque su sobrino sabe crear objetos
más bonitos, ya que uno podría suponer que el mercado ateniense
era suficientemente grande para los dos; aparte que él podía haber
aprovechado el desafío de Talos como un estímulo para un ulterior
desarrollo de sus propios talentos. Pero la envidia se refiere a un
problema de prestigio, porque la estima que Dédalo tiene de sí mis-
mo se basa en lo que hace, y la pérdida de lo uno es también la pér-
dida de lo otro.
Por eso, el Cuatro de Pentáculos es una carta sutil, porque no se
trata solo de una actitud de avaricia que induce al individuo a afe-
210
rrarse demasiado a sus recursos, provocando de ese modo el estan-
camiento de la energía y la incapacidad para obtener futuras ganan-
cias. Esta carta describe también un problema interno de inseguri-
dad, y un temor a soltar prenda que pueda producir un estancamien-
to no solamente material, sino también emocional. El flujo de ener-
gía emocional que soltamos libremente, va de la mano del flujo de
recursos materiales que soltamos, y la persona que es demasiado
agarrada, que no sabe delegar autoridad, que guarda su fama y su
generosidad, crea un bloqueo interno y externo a la vez.

A nivel adivinatorio, el Cuatro de Pentáculos previene sobre una


actitud de apego exagerado a las cosas que están ligadas a nuestro
sentido del prestigio. El temor a la pérdida puede ser también temor
a la falta de ganancia, porque hay un estancamiento de la energía
creadora que con el tiempo puede bloquear no solamente los cauda-
les, sino también nuestra forma de expresión.

El Cinco de Pentáculos
La carta del Cinco de Pentáculos retrata a Dédalo, en-
vuelto en una capa marrón andrajosa, deslizándose en la
noche fuera de la ciudad donde hacía poco tiempo había
alcanzado tanta fama. En una colina, tras él, está su taller;
su parra adornada de racimos y luciendo cinco pentáculos
de oro –el éxito que ahora Dédalo tiene que dejar atrás–.
El camino por el que viaja le lleva hacia un paisaje yermo
de colinas marrones. En el cielo negro se puede ver una
delgada luna menguante.

El Cinco de Pentáculos es una carta de perdida, y podemos ver


cómo es la consecuencia natural a la reacción negativa al desafío
retratado en el Cuatro. Puesto que Dédalo no supo adaptarse al reto
de la competencia, intentó aferrarse a la posición del pasado, y tuvo
que matar a su talentoso sobrino como única solución. Ahora huye

211
de Atenas como un pordiosero, dejando atrás las recompensas de sus
años de duro trabajo.
El Cinco de Pentáculos indica casi siempre el peligro de un pe-
riodo de pérdida financiera. Pero sobre todo indica una pérdida de fe
en uno mismo. Como tantas veces confundimos el prestigio con la
segundad material, los reveses financieros pueden destruir no sola-
mente la seguridad material, sino también el sentido de dirección del
individuo y la fe en sí mismo o en sí misma. Durante el desastroso
«crac» de 1929 en los Estados Unidos, muchas personas reacciona-
ron a la catástrofe financiera suicidándose –una reacción dura, si
consideramos que la vida humana es preciosa, pero una decisión
comprensible, si pensamos cuántas personas identifican totalmente
su valor con su éxito material–. El mensaje del Cinco de Pentáculos
es que hay que soltar prenda, porque si el desastre material llega,
puede que en cierto modo sea necesario, y sea la consecuencia
inevitable de un error o de una actitud incorrecta. En el mito, el fra-
caso de Dédalo se produce porque hay un defecto fatal en su carác-
ter, y su pérdida puede que sea la única manera posible de que sepa
enfrentarse en sí mismo honradamente con aquello que es su peor
enemigo. Si las dificultades materiales se saben tomar en este senti-
do, entonces los problemas reflejados por el Cinco de Pentáculos al
final pueden producir una transformación del individuo por dentro,
para que el futuro pueda otorgar no solamente renovados éxitos ma-
teriales, sino también un centro interior más sólido que sepa hacer
frente a los desafíos que el éxito trae consigo.

A nivel adivinatorio, el Cinco de Pentáculos presagia un periodo


de dificultad financiera o pérdida. Esto puede ir acompañado por
una pérdida de fe en uno mismo, y es importante tratar de responder
al desafío no solamente resignándose si es necesario y preparándose
a empezar de nuevo, sino también considerando dónde la forma de
ser de uno pudiera haber provocado el problema o haberlo exacer-
bado. Ahora cabe una nueva orientación no solamente a nivel finan-
ciero, sino también a nivel interno.

212
El Seis de Pentáculos
La carta del Seis de Pentáculos retrata a Dédalo arro-
dillado en acto de respeto, con las manos juntas en gesto de
súplica. Sentado ante él en un trono de oro está el Rey Mi-
nos de Creta –un hombre maduro con el pelo y la barba
negros y la tez morena, vestido de púrpura regia y llevando
una corona de oro–. El rey sostiene en sus manos seis pen-
táculos de oro, y se los ofrece a Dédalo como prenda de un
futuro patronazgo. Detrás del artesano arrodillado y del
rey entronizado se pueden ver los muros del palacio de Mi-
nos, decorados con frisos pintados de toros danzantes y
bordes de parras cargadas de racimos.

El Seis de Pentáculos es una carta armoniosa, que refleja la re-


novación de la fe que aquí acompaña la huida venturosa de Dédalo a
Creta, y la recompensa que recibe con el patronazgo del poderoso y
rico Rey Minos. Tras la catástrofe del Cinco de Pentáculos, con sus
implicaciones de pérdida no solamente de las posesiones, sino de la
confianza en la vida y en las capacidades de uno mismo, el Seis de
Pentáculos promete una especie de resarcimiento por medio de la
generosidad o caridad de otros. La atmósfera de esta carta no es una
atmósfera de recompensa por el duro trabajo, sino más bien de be-
nevolencia. Uno puede a veces confiar en la generosidad de la vida,
que no siempre es cruel y que al final, de alguna manera, recompen-
sará al individuo por los esfuerzos realizados. En ocasiones esta
experiencia de la generosidad de la vida surge del interior del indivi-
duo mismo, más que de la caridad de otros; uno descubre que toda-
vía puede dar de sí sin condiciones, aunque haya padecido reveses y
pérdidas. El significado más profundo del Seis de Pentáculos, por
tanto, toca una importante faceta del mundo de la creación en su
forma, ya que no todo es el resultado de una voluntad consciente o
de un error. A veces la buena suerte cruza por un camino, pero uno
no puede planificarla o esperarla, sin embargo, se presenta muchas
veces justo cuando estamos arruinados. Dédalo no es un hombre del

213
todo malo, aunque ha cometido un gran crimen. Es un hombre am-
bivalente, capaz de hacer mucho bien y a la vez mucho mal, y la
vida, por tanto, no le juzga como la sociedad –encarnada en los ai-
rados atenienses– podría juzgarle. Por su crimen, él ha sufrido la
pobreza, el exilio y la humillación, y ahora empieza un nuevo ciclo,
anunciado por uno de esos golpes de la buena suerte que se ponen
de manifiesto en la bondad y la generosidad –la de uno mismo o la
de los demás.

A nivel adivinatorio, el Seis de Pentáculos presagia una situa-


ción en la que hay dinero o bienes para compartir, y en la que el
individuo está llamado a ofrecer su generosidad o a ser receptor de
la generosidad de otro. La fe en la vida y en las capacidades de uno
es recobrada.

El Siete de Pentáculos
La carta del Siete de Pentáculos retrata a Dédalo en el
palacio del Rey Minos. A su derecha, engarzados en una
columna pintada sobre la que su mano se posa con un gesto
de posesión, hay seis pentáculos de oro. A su izquierda, de
pie, está la Reina Pasifae, esposa de Minos, vestida de púr-
pura y con una corona de oro sobre sus largos cabellos
castaños. Ella tiene en su rostro una expresión de angustia
y desesperación, y le ofrece al artesano un solo pentáculo
de oro. Tras ella, se pueden ver la cabeza y los hombros de
un toro blanco.

El Siete de Pentáculos retrata la situación de una decisión difí-


cil. Aquí vemos a Dédalo en una posición de seguridad material y de
favor regio, representada por los seis pentáculos de oro que tiene a
su lado. Él ha trabajado mucho y muy duro para conseguir su puesto
en la corte de Minos, y tiene derecho a estar orgulloso del nuevo
edificio que ha construido sobre las ruinas encarnadas en el Cinco y

214
el venturoso gesto de benevolencia indicado por el Seis. Pero ahora
ha entrado un factor nuevo en la historia: una proposición que po-
dría tener incluso mejor recompensa que la vieja, o que podría pre-
cipitarle en una ruina aún peor. Ponerse de parte de la Reina Pasifae
significa traicionar a su patrón: pero puede significar también seguir
la voluntad del dios Poseidón, que, por ser dios, podría hacer que
fuera una decisión mucho más sensata la de aliarse con él.
Traducido a unos términos más corrientes, la decisión de Déda-
lo retratada en el Siete de Pentáculos refleja una situación en la que
estamos llamados a decidir entre la seguridad de lo que ya hemos
construido y las inseguras e inciertas posibilidades de una nueva
dirección que puede conducimos o no a un futuro éxito. Un polo
representa la decisión segura, aunque en esta seguridad existe el
peligro del estancamiento e incluso de la desgracia si algo «de inspi-
ración divina» es rechazado a favor de lo que es seguro pero carece
de vitalidad. El otro polo representa algo presuntamente arriesgado,
incluso peligroso, quizá «inmoral» en el sentido que desafía la opi-
nión popular. Sin embargo, esta nueva posibilidad peligrosa contie-
ne una fuerza vital y una probabilidad de desarrollo que podría pesar
más que las recompensas del camino seguro. Por eso el Siete encar-
na una situación que antes o después llega a todo el que intenta ex-
presar su energía creadora en este mundo. Se puede conseguir el
triunfo esperado, pero con él se pierde muchas veces el espíritu ju-
venil de la empresa arriesgada, y uno puede verse constreñido a rea-
lizarse a través de un solo canal. El problema es si coger o no la
nueva oportunidad y el nuevo riesgo perdiendo todo lo que ha sido
edificado.

A nivel adivinatorio, el Siete de Pentáculos presagia un tiempo


en el que tenemos que tomar una difícil decisión de trabajo. Hace
falta cuidado y prudencia, y el problema está en si continuar desa-
rrollando lo que uno ha construido ya, o comprometerse en un nue-
vo proyecto.

215
El Ocho de Pentáculos
La carta del Ocho de Pentáculos retraía a Dédalo en su
taller en las inmediaciones del palacio del Rey Cócalo de
Sicilia. A sus dos lados, unas parras cargadas de racimos
trepan por unos postes de madera. Detrás de él, se puede
ver una panorámica de verdes montañas que conducen al
mar. En el suelo, a los pies del artesano, hay siete pentácu-
los de oro, todos ellos inacabados y esperando futuro tra-
bajo. Encima de la mesa de madera que está delante de él,
hay un solo pentáculo de oro, alrededor del cual Dédalo es-
tá cincelando un borde elaborado.

El Ocho de Pentáculos presenta a Dédalo, una vez más de


aprendiz, trabajando duro para desarrollar sus habilidades. La situa-
ción actual es la consecuencia natural del Siete: Dédalo ha elegido al
dios, y por consiguiente se ha abierto ante él una nueva empresa
arriesgada, en la que se precisan nuevas habilidades para que el pro-
yecto pueda florecer y dar fruto. El Ocho de Pentáculos es la carta
del aprendiz pero, a diferencia del Dos, en el que vimos al artesano
hacer malabarismos con sus energías y desarrollar sus talentos por
medio de un cambio inteligente de fondos y recursos, el Ocho no
indica inestabilidad. Aquí vemos un espíritu de dedicación y de
acentuada energía. El espíritu entusiasta acompaña casi siempre una
nueva empresa, sobre todo si esta es una consecuencia de lo que
hemos hecho antes. En muchos aspectos el Ocho coincide con ese
periodo de la vida que sigue a lo que la psicología llama «la crisis de
los cuarenta», porque el Siete de Pentáculos de alguna manera en-
carna precisamente esta crisis: lo que hemos sido ya ha pasado, sin
embargo, el viaje hacia nuevos pastos es esperado siempre con an-
siedad y con el temor de perder toda la estabilidad que hemos cons-
truido. Pero si esta transición se produce satisfactoriamente, enton-
ces vemos la fresca energía del Ocho, que no indica solo el entu-
siasmo por adquirir una nueva habilidad, sino también el alivio de
saber que no hemos agotado todas nuestras posibilidades, sino que

216
podemos todavía seguir creciendo y manifestar nuevas cosas.

A nivel adivinatorio, el Ocho de Pentáculos presagia un periodo


en el que el individuo juega el papel del aprendiz que trabaja duro,
que se esfuerza por adquirir una nueva habilidad. Esta carta puede
sugerir un talento que el individuo acaba de descubrir y que es digno
de desarrollo y de esfuerzo, o puede indicar que una afición podría
convertirse en profesión. El individuo puede experimentar un gran
entusiasmo e interés en un nuevo campo de trabajo que le exige
convertirse en un quinto que trabaja duro, casi siempre en un mo-
mento de la vida en el que uno «debería» estar bien situado.

El Nueve de Pentáculos
La carta del Nueve de Pentáculos retrata a Dédalo de
pie con sus manos enlazadas en un gesto de satisfacción, y
en el rostro una sonrisa autocomplaciente. Ya no se pone la
túnica y el delantal de cuero, ahora se viste con un traje co-
lor ocre con guarniciones de oro. Tiene sobre su cabeza
una guirnalda de laurel. A sus dos lados, unos sarmientos
cargados de uvas trepan por una parra de madera, mien-
tras que en lontananza se pueden ver unas montañas verdes
y un tranquilo mar azul. Junto al artesano, alineados en el
suelo, hay nueve pentáculos de oro.

El Nueve de Pentáculos retrata un estado de gran satisfacción


personal. Dédalo se ha aventurado en una empresa peligrosa, ha
trabajado duro para llevarla a cabo, ha corrido riesgos y ha soporta-
do los peligros correspondientes, y ahora está contemplando las re-
compensas que ha merecido. Lo que es importante y diferente en el
Nueve de Pentáculos es que el gozo que siente el artesano en su ri-
queza no se debe al aplauso o confirmación de nadie. Este es el dis-
frute solitario de las cosas buenas, el placer de la autosuficiencia y la
realización, que solo puede venir de nuestro interior y que nos ofre-

217
cemos a nosotros mismos. Dédalo puede decir aquí con razón: «Yo
me he hecho a mí mismo», ya que su montón de riqueza es en reali-
dad un símbolo del sentido de autovaloración que solo puede adqui-
rirse dentro de uno mismo. El artesano no solamente se ha reconci-
liado con su pasado sombrío y su época de pérdidas y de exilio:
también ha sabido ser más listo que el Rey Minos, que se hizo
enemigo suyo debido a la decisión que él había tomado de ayudar a
la reina y seguir la voluntad del dios Poseidón. El peligro ahora ha
pasado; el artesano puede sentirse satisfecho, porque sus esfuerzos y
sus talentos han asegurado su supervivencia, su riqueza y su posi-
ción para el resto de su vida.
Por eso el Nueve de Pentáculos es una carta de recompensa y de
realización a los ojos de uno mismo, y sabemos que aunque ninguna
otra persona reconozca el valor que hemos alcanzado, vale la pena
porque lo sabemos nosotros desde dentro. En la satisfacción encar-
nada en el Nueve hay una permanencia y una indestructibilidad que
no está presente en ninguna otra carta de los Arcanos Menores. Esta
satisfacción no se la debemos a nada ni a nadie, excepto a nosotros
mismos. Una vez construida, ya no se puede destruir, aunque se
llevaran el montón de riquezas. El Nueve de Pentáculos es más que
una carta de realización social.
A nivel más sutil, indica el encuentro de un sentido de autovalo-
ración profundo y permanente, que ha sido ganado con el duro tra-
bajo de hacer frente a los desafíos de la vida a nivel material y de
sobrevivir a ellos de algún modo.

A nivel adivinatorio, el Nueve de Pentáculos presagia un perio-


do en el que podemos estar justamente complacidos con nosotros
mismos y con lo que hemos sido capaces de alcanzar, hay casi
siempre un fuerte sentido de identidad sólida, una conciencia de las
habilidades que solo uno posee y del valor de la propia vida. No es
un sentimiento de vanagloria, sino que se basa en una apreciación
realista de los talentos que uno tiene. Esta carta refleja el gozo soli-
tario y autosuficiente de las cosas buenas, que no depende de la con-
formidad o de la confirmación de nadie más para proporcionar pla-
cer y una satisfacción profunda.
218
El Diez de Pentáculos
La carta del Diez de Pentáculos retrata a Dédalo como
un viejo, con sus cabellos castaños ahora abundantemente
salpicados de gris. Está cómodamente sentado con sus hijos
y sus nietos a su alrededor, patriarca y fundador de linaje.
A sus dos lados, engarzados en las columnas cubiertas por
parras, hay diez pentáculos de oro, cinco a su izquierda y
cinco a su derecha. En su regazo está recostado un bebé
jugando con un sonajero de oro. De pie, a su izquierda, hay
una mujer de unos treinta años, vestida de verde y con un
bonito collar de oro. A sus pies, un niño de unos diez, años
juega con un caballo de oro de juguete.

El Diez de Pentáculos retrata una situación de permanencia que


dura más que la vida de un solo individuo. Aquí el artesano, seguro
de su posición en la corte del Rey Cócalo de Sicilia, al final ha
echado raíces y ha fundado una dinastía. No solamente ha aumenta-
do su riqueza y su poder, sino que puede dejar a otros sus logros
cuando le llegue el tiempo de morir, sabiendo con toda seguridad
que su trabajo lo sobrevivirá. Los objetos de oro que él ha hecho –el
sonajero, el collar, el caballo de juguete– son sus regalos para el
futuro, para que el proceso de expresión que está encarnado en todas
las cartas del Palo de Pentáculos alcance su conclusión natural en
una imagen de permanencia que constituye el legado del individuo
para las generaciones futuras. En cierto modo este es el significado
más profundo del proceso de manifestación de las ideas creativas en
la forma, porque la vida de toda persona es pasajera, y ningún hom-
bre o ninguna mujer vive para siempre; sin embargo, se puede llegar
a tener un sentimiento de profunda satisfacción y realización al dar-
nos cuenta de que hemos construido algo duradero para las genera-
ciones que vendrán después. Para el Palo de Bastos, la inmortalidad
está en la imaginación; para el Palo de Espadas está en el poder di-
vino de la mente, y para el Palo de Copas está en la experiencia de
amar, que atañe a la relación interpersonal. Pero para el Palo de Pen-

219
táculos solo lo que está aquí es real, y es este sentimiento de que
hemos dejado una impronta de algún tipo –que nuestro paso por la
vida no ha sido una trémula luz sin sentido que se apaga demasiado
pronto– el que forma casi siempre el núcleo de lo que llamamos
ambición mundana. Por eso, el aparente materialismo craso y la
ambición que muchas veces están asociados a los esfuerzos terre-
nales, pueden tener en su centro una profunda necesidad humana de
ofrecer algo de nosotros mismos a la vida, como un mojón per-
manente que indique nuestro paso a través de ella. Una vida ple-
namente vivida, como ha sido la vida de Dédalo, con las dos cosas,
el bien y el mal, y una disposición a asumir los retos de la vida sin
preocuparse en absoluto por las consecuencias, en vez de quedarse
tranquilo en la cama, puede llevar muchas veces a esta experiencia,
de haber realizado un destino y de haber dejado algo que puede ser
transmitido a las futuras generaciones.

A nivel adivinatorio, el Diez de Pentáculos sugiere un periodo


de satisfacción y de seguridad, y la sensación de que tenemos algo
permanente que puede ser transmitido a los demás. Puede tratarse de
una herencia material de riqueza o de propiedad, o un logro artístico,
como por ejemplo un libro o un cuadro, que uno sabe que sobrevivi-
rá y ofrecerá su valor independientemente de la extensión de la pro-
pia vida.

220
Las Figuras

La Sota de Pentáculos

La carta de la Sota de Pentáculos retrata a un mucha-


cho de unos doce años, de pelo castaño oscuro y tez aceitu-
nada, vestido con una túnica clara de color verde-hoja. Es-
tá de pie en un campo en el que las distintas variedades de
vegetales, flores y hierbas que acaban de crecer aparecen
justo encima de los surcos arados del suelo rico y oscuro.
Él sostiene un pentáculo de oro suavemente con ambas ma-
nos. Encima de él, el cielo es de un delicado azul celeste.

Aquí, en la carta de la Sota de Pentáculos, encontramos el ele-


mento de la tierra en sus comienzos más delicados y frágiles –el
naciente despertar de los sentidos de la naturaleza, y de la capacidad
de expresar cosas en el mundo–. Esto está encarnado en la mítica
figura del niño Triptólemo, que era hijo del Rey Celeo de Eleusis.
Un día el niño y sus hermanos atendían a los asuntos de su padre en
los campos, Triptólemo cuidaba el ganado del rey mientras sus her-
manos guardaban las ovejas y los cerdos. Estos tres represenciaron
221
un extraño drama. La tierra se abrió de repente, engullendo a todos
los cerdos del rey Celeo. Entonces apareció un carro conducido por
caballos negros, y se lanzó al abismo. El rostro del conductor del
carro era invisible, pero su brazo derecho sujetaba fuertemente una
muchacha que gritaba.
Lo que los tres hermanos habían presenciado era el rapto de
Perséfone por parte del tenebroso dios Hades, señor del mundo sub-
terráneo, cuya historia hemos encontrado ya en los Arcanos Mayo-
res, en las cartas de la Emperatriz y de la Suma Sacerdotisa. La ma-
dre de Perséfone, Deméter, viajó por todo el mundo buscando fati-
gosamente alguna noticia de la desaparición de su hija. Cuando lle-
gó, disfrazada, a Eleusis, el niño Triptólemo fue el único que la re-
conoció, y le dio la información que necesitaba, y que durante tanto
tiempo se le había negado. Por este acto de bondad la Madre Tierra
recompensó a Triptólemo enseñándole su culto y sus misterios –en
esencia, los misterios de la naturaleza y de la muerte y regeneración
de la vida por ciclos de estaciones–. Entonces suministró al chico
granos de trigo, un arado de madera y un carro arrastrado por una
serpiente, y lo envió por toda la tierra a enseñar a la humanidad el
arte de la agricultura.
Triptólemo, la Sota de Pentáculos, es una imagen de sus pri-
meros y delicados esfuerzos por relacionarnos con el mundo sensual
que tiene que surgir antes de que podamos perseguir ambiciones
más grandes de tipo material. La Sota de Pentáculos, como todas las
Sotas de los Arcanos Menores, es un capullo, un mero comienzo, y,
como todos los capullos, este suave y delicado comienzo de recono-
cimiento del valor del mundo material ha de ser alimentado y prote-
gido, no aplastado con la infravaloración y la negligencia. Muchas
veces la Sota de Pentáculos puede sugerir un comienzo de interés
hacia una nueva afición, que se pone en marcha como simple idea o
entusiasmo, pero si se cuida y se desarrolla, poco a poco y con pa-
ciencia, con el tiempo puede convertirse en una vocación declarada
que produzca frutos desde el punto de vista material y emocional y
lleve a la realización. Todos nosotros hemos experimentado estos
pequeños entusiasmos –¿pero cuántos de nosotros los seguimos
realmente, y tratamos de dar los primeros pasos necesarios que po-
222
drían llevar a algo más grande?– Triptólemo, la Sota de Pentáculos,
es un niño serio, responsable y que trabaja duro, como pocos niños;
siendo aún joven, tiene que cuidar del ganado de su padre, en vez de
jugar como otros chicos. Por eso la energía de la Sota de Pentáculos
necesita ser tratada con suavidad pero con seriedad.
La imagen de Triptólemo puede reflejar también los delicados
comienzos de la sensualidad incipiente, sobre todo si el individuo ha
infravalorado durante toda su vida esta dimensión de la experiencia.
Los comienzos del despertar sensual en un temperamento más inte-
lectual o imaginativo pueden ser pasados por alto o despreciados,
aunque el mito de Triptólemo sugiere que si la vida del cuerpo es
reconocida y valorada como el niño reconoce y valora a la diosa
Deméter, puede haber grandes recompensas en el futuro. Para mu-
cha gente este despertar incipiente del cuerpo puede tomar la forma
de un deseo de cuidarse más, a través de una dieta mejor o de algún
ejercicio, o dedicando más tiempo a la relajación, o interesándose
por la jardinería o el cuidado de los animales –aficiones que llevan a
una relación más profunda y más fuerte con la misma tierra.

Cuando la Sota de Pentáculos aparece al echar las cartas, indica


la acumulación de la energía que con el tiempo puede ser utilizada
para construir cosas en el mundo y para realizar las necesidades del
cuerpo. A veces disponemos de pequeñas cantidades de dinero, que
necesitamos conservar y aumentar, en vez de derrocharlas como
algo insignificante. A veces el individuo adquiere un nuevo
«hobby» que más tarde puede convertirse en una profesión con el
tiempo y con un trabajo esmerado; o puede empezar a cuidar más el
cuerpo e interesarse más por el placer y la realización sensual. El
mensaje aquí, como en todas las Sotas, es este cuidado, esta dulzura
y este tiempo que necesitamos para producir la posibilidad de dis-
frutar.

223
El Caballo de Pentáculos
La carta del Caballo de Pentáculos retrata a un joven
moreno, de pelo castaño oscuro, montado en un caballo re-
choncho de color marrón. Viste una túnica verde-lima y
una armadura de cuero marrón, y lleva un casco de cuero
marrón. En su mano derecha sostiene un pentáculo de oro;
en la izquierda, una gavilla de trigo. A su alrededor hay
unas dehesas onduladas con unas ovejas y un olivar con
colmenas. Encima de él hay un cielo azul brillante.

Aquí en la carta del Caballo de Pentáculos, encontramos la labo-


riosa, versátil y cambiante dimensión del elemento de la tierra, que
está constantemente en movimiento. Esto está encarnado en la míti-
ca figura de Aristeo, al que llamaban «el Guardián de los Rebaños».
Aristeo era hijo de Apolo, el dios-sol, y de una mujer mortal llama-
da Cirene, y siendo niño fue entregado a la Madre Tierra que lo ali-
mentó con néctar y ambrosía. Las dríadas, o ninfas de los árboles,
enseñaron a Aristeo cómo cuajar la leche para hacer queso, cómo
construir colmenas y cómo hacer que el olivo silvestre diera aceitu-
nas. Estas artes útiles él las enseñó a otros, mientras todavía era un
hombre joven, viajando incesantemente por el Norte de África y por
Grecia, recibiendo homenajes por todas partes.
Cuando Aristeo llegó a la madurez, las Musas a su vez le ense-
ñaron las artes de la curación y de la profecía, y le pusieron a cuidar
de sus ovejas que pacían en la Llanura de Ftía. Fue allí donde él
perfeccionó el arte de la caza. Un día, Aristeo consultó el Oráculo
de Delfos de su padre Apolo, que le dijo que visitara la isla de Ceos,
donde sería muy homenajeado. En seguida Aristeo se hizo a la mar,
y encontró que sobre los isleños había caído una plaga a causa de
unos asesinos que ellos mantenían ocultos. Aristeo dio muerte a los
asesinos y la plaga cesó, y los Ceanos le demostraron su gratitud. Él
luego visitó Arcadia, y más tarde Tempe, pero en Tempe todas sus
abejas empezaron a morirse, y él fue advertido por su madre para
que encontrara a Proteo, el viejo dios del mar, que era profeta, y le

224
obligara a explicarle la razón de esa catástrofe. Aristeo, a su debido
tiempo, encontró y capturó a Proteo, que le dijo que la enfermedad
de las abejas se debía a una desgraciada historia de amor que provo-
có accidentalmente la muerte de una mujer, por lo que Aristeo esta-
ba siendo castigado por los dioses. Para expiar su culpa, ofreció va-
rios animales en sacrificio a las divinidades ofendidas, y de las car-
casas de los animales sacrificados salió un enjambre de abejas, que
él capturó y puso en una colmena. Aristeo después continuó sus
viajes a Libia y desde allí a Cerdeña, y con el tiempo a Sicilia. Fi-
nalmente llegó a Tracia, inquieto todavía y en busca de nuevas ta-
reas a realizar. Con el tiempo fundó la ciudad de Aristeum, y murió
allí homenajeado por su sabiduría.
Aristeo, el Caballo de Pentáculos, es una imagen de la capa-
cidad humana para la laboriosidad y el servicio diligente. Él en
realidad no es un héroe, ya que no se enfrenta a dragones o a perse-
cuciones peligrosas, y su mayor reto es el de curar a sus abejas en-
fermas. Pero, a pesar de eso, es una figura poderosa y creativa. El
carácter de Aristeo es el del enamorado del campo y el del amigo de
los animales y de todas las criaturas salvajes, para el que ninguna
tarea es demasiado servil con tal de que sirva a la vida de la natura-
leza. Aunque sus objetivos eran limitados –Aristeo nunca podría ser
acusado del extraordinario orgullo que aflige a tantos héroes griegos
y que es la causa de su gloria y de su caída final–, sin embargo, es
bueno y digno de confianza, y está dispuesto a trabajar mucho y
muy duro para los asuntos que le interesan. A pesar de que en prin-
cipio todas las figuras de la mitología griega son culpables del rapto,
violación, homicidio o algún que otro crimen, es un rasgo peculiar
de Aristeo a que acepte voluntariamente un ritual tan detallado y tan
pesado y lo cumpla de forma impecable con tal de conseguir nuevas
abejas.
Por eso Aristeo encarna ese lado nuestro que es lo sufi-
cientemente humilde como para relacionarse con las formas más
humildes de la vida, y que está siempre dispuesto a seguir apren-
diendo acerca de los aspectos, variados y complejos, de la natu-
raleza. El Caballo de Pentáculos no es una figura fascinante, pero
sabe tener una gran conformidad porque sus logros están siempre
225
circunscritos por el realismo y los objetivos humildes. Esta es la
cualidad que nos permite aceptar con buen ánimo la tarea que puede
ser aburrida pero que no hay más remedio que hacerla, y desempe-
ñar fielmente las labores de la vida diaria. Aristeo no tiene preten-
siones de divinidad, a pesar de que es hijo de un dios, y él mismo es
adorado como dios después de su muerte.

Cuando el Caballo de Pentáculos aparece al echar las cartas, ha


llegado el momento para el individuo de desarrollar esta dimensión
de la personalidad, que está cómoda y firmemente anclada en las
tareas ordinarias de la vida. El Caballo de Pentáculos puede entrar
en la vida de una persona como un hombre joven, laborioso, humil-
de, dulce, muy trabajador, puede que falto de imaginación, pero
lleno de cualidades como la confianza y la dulzura. Pero si una per-
sona así entra en nuestra esfera, puede considerarse como una opor-
tunidad para aprender más sobre este lado de nuestra personalidad a
través del catalizador del otro.

La Reina de Pentáculos
La carta de la Reina de Pentáculos retrata a una mujer
hermosa, de abundante cabellera castaño oscuro y ojos
castaños, con un atractivo vestido bermejo y una corona de
oro. Está sentada en un trono de oro en cuyos brazos están
esculpidas unas cabezas de toros. En su mano derecha, sos-
tiene un pentáculo de oro; en su mano izquierda, un racimo
de uvas de color púrpura. A su alrededor hay unos sembra-
dos en sazón, verde y oro, en los que se puede ver una ma-
nada de vacas pastando.

Aquí, en la carta de la Reina de Pentáculos, encontramos la di-


mensión receptiva, estable y sensual del elemento de la tierra. Esto
está encarnado en la mítica figura de la Reina Onfala, cuyo nombre
significa «ombligo». Onfala aparece en el ciclo de historias sobre el

226
héroe Hércules, que en un momento bajo de su carrera fue conduci-
do a Asia y puesto en venta como esclavo sin nombre –hay mucha
diferencia con el héroe que hemos encontrado en la carta de la Fuer-
za de los Arcanos Mayores–. Fue comprado por Onfala, reina de
Lidia, una mujer que tenía vista para los negocios, y él la sirvió
fielmente durante tres años, limpiando Asia Menor de los bandidos
que infestaban el país.
Onfala había heredado el reino de su último esposo, y lo gober-
naba hábilmente gracias a su carácter pragmático y fuerte. Compró a
Hércules como amante más que como luchador, y él le dio tres hi-
jos. Ella pasaba la mayor parte de su tiempo con el héroe, abando-
nándose completamente al placer. A Grecia llegaron rumores de que
Hércules había dejado de usar su piel de león y en su lugar llevaba
collares con piedras preciosas, brazaletes de oro, un turbante de mu-
jer, un mantón de púrpura y una faja Meonia. Que estaba sentado –
continuaba la historia– cardando lana de una cesta o hilando, y que
se ponía a temblar cuando su ama lo reñía. Que se dejaba peinar y
hacer la manicura por las doncellas de Onfala, mientras que ésta se
ponía su piel de león y utilizaba su garrote y su arco.
Un día la pareja visitó ciertos viñedos, y el dios Pan, al que ya
hemos encontrado en la carta del Diablo de los Arcanos Mayores,
los divisó desde una colina alta. Enamorado de Onfala, el dios con
pata de cabra se despidió de sus ninfas y declaró su amor imperece-
dero por la reina Lidia. Onfala, que se dio cuenta perfectamente de
que Pan la perseguía, sugirió a Hércules que se retiraran por la no-
che a una gruta a cambiarse de ropa. A medianoche Pan se deslizó
en la gruta, se encontró con alguien que él creía que era Onfala que
estaba tumbada durmiendo, y con manos temblorosas intentó abra-
zar algo que resultó ser un furioso Hércules. El héroe le dio un pun-
tapié a Pan echándolo de la gruta, y Onfala y él rieron a carcajadas
al ver al dios-cabra en un rincón curando sus magulladuras. Desde
ese día Pan empezó a detestar las ropas, y exige que sus oficiantes
acudan desnudos a sus ritos.
Onfala, la Reina de Pentáculos, es una imagen de la fuerza fe-
menina y de la sensualidad, que puede esclavizar incluso a un hom-

227
bre tan indómito y tan bruto como Hércules. En cierto aspecto re-
presenta la sensualidad del cuerpo en sí mismo –de ahí su nombre,
porque los griegos creían que esta pasión estaba centrada en el om-
bligo– y que está presente tanto en los hombres como en las muje-
res. No se trata simplemente del deseo de satisfacción física, sino de
una fuerza primordial que tiene dignidad y poder a la vez. Al servi-
cio de la Reina Onfala, Hércules pasa por una especie de iniciación
–y nosotros también, cuando encontramos a la Reina de Pentáculos
en nosotros mismos, debemos sometemos al poder de los instintos y
al reconocimiento de que incluso la mente más elevada y la espiri-
tualidad más exquisita existe en un cuerpo que está hecho de tierra.
De todos modos, Onfala no es meramente sensual. Es una soberana
que actúa en su derecho, y está preparada para ser generosa pero
siempre realista y conservadora de su riqueza y de su territorio. Su
adquisición del héroe como amante no se debe a que no tiene otros
amantes a su disposición, sino a que ella quiere el mejor. Por eso
puede ser tomada también como una imagen de la valoración de uno
mismo, porque Onfala se trata a sí misma y a su cuerpo lo mismo
que a su país, con cuidado y abundante generosidad. Ella tiene la
resistencia y la estabilidad de la misma tierra, y aunque la sensuali-
dad sola no puede llenar una vida, Onfala es una imagen de gran
importancia y valor.

Cuando la Reina de Pentáculos aparece al echar las cartas, ha


llegado el momento para el individuo de aprender algo sobre la ex-
presión plena de su sensualidad, sobre el valor de su cuerpo, y la
importancia de esos placeres que conservan y enriquecen la vida. El
individuo puede ser llamado también a aprender a sostener y con-
servar los recursos materiales, manteniendo las posiciones estables y
seguras y ahorrando dinero y energía. La Reina de Pentáculos puede
entrar en nuestra vida como una mujer fuerte y sensual, autosufi-
ciente, que trabaja duro pero generosa y dispuesta a satisfacerse a sí
misma y a satisfacer a los demás si eso conviene a sus propósitos.
Pero si una mujer así entra en nuestra vida, quiere decir que estas
cualidades están intentando abrirse paso en nuestro interior.

228
El Rey de Pentáculos
La carta del Rey de Pentáculos retrata a un hombre
moreno, de pelo y barba castaño oscuro, de constitución
fuerte, y evidentemente satisfecho de su buena posición so-
cial. Está sentado en un trono de oro en cuyos brazos están
grabadas unas cabezas de cabras. Tras él se levanta un
castillo fortificado, construido en piedra y cubierto de pa-
rras. Frente al castillo sus lacayos y sirvientes están de pie,
preparados para servirle. En sus manos sostiene un pen-
táculo de oro, y a sus pies hay un montón de monedas de
oro –diminutos pentáculos, la acumulación de su riqueza
mundana. Va bien vestido, pero con buen gusto, en brocado
de oro y lleva una corona de oro. A su lado, en la hierba,
pasta una cabra marrón.

Aquí, en la carta del Rey de Pentáculos, encontramos la dimen-


sión activa y dinámica del elemento de la tierra. Esto está encarnado
por el mítico Rey Midas, un rey de Frigia amante del placer. En su
infancia, se observó una procesión de hormigas llevando granos de
trigo al lado de su cuna y depositarlas entre sus labios mientras
dormía –un prodigio que los adivinos interpretaron como un presa-
gio de la gran riqueza que iba a acumular.
Midas gobernó como un rey sabio y piadoso, y su bondad con el
sátiro Sileno beodo, tutor del dios Dionisos, le ganó la gratitud del
imprevisible dios. Dionisos prometió concederle a Midas un deseo,
a lo que Midas replicó sin vacilar. «Te ruego que me concedas que
todo lo que yo toque se convierta en oro.» El rey lamentó pronto
esta indiscreción, porque no solamente las piedras, las flores y el
mobiliario de su casa se transformaban en oro, sino que cuando se
sentaba a la mesa, le pasaba lo mismo con el alimento que comía y
con el agua que bebía. Midas pidió que le libraran de su deseo, por-
que se estaba muriendo de hambre y de sed. Dionisos se estaba di-
virtiendo mucho con él, pero le dio pena y se lo llevó a visitar la
fuente del Río Pactolo, donde Midas se lavó y por fin quedó libre

229
del contacto con el oro, pero las arenas del Río Pactolo brillan toda-
vía como el oro.
Midas, el Rey de Pentáculos, es una imagen de la ambición hu-
mana. Es nuestra aspiración a la situación y a la posición social,
nuestro deseo de poder y de reconocimiento por parte de los demás,
nuestra necesidad de seguridad material y nuestro orgullo por haber
trabajado para conseguir lo que tenemos. Esta ambición es también
un espíritu dinámico, porque no se conforma con la comodidad, sino
que tiene que tener desafíos. Según la mitología, Midas gana el
premio del dios Dionisos gracias a un acto de bondad y de simpatía
hacia el viejo sátiro borracho al que todo el mundo desprecia y pone
en ridículo. Esto alude a una verdad importante sobre el éxito mun-
dano: depende no solamente del trabajo duro y de la destreza, sino
también del reconocimiento y de la comprensión de esos aspectos
del comportamiento humano que son la ociosidad, la indolencia, la
embriaguez y la bestialidad. Solo tolerando y conteniendo estas co-
sas, retratadas en el viejo sátiro, los fundamentos del poder munda-
nos y la autoridad pueden estar seguros, ya que de lo contrario el
individuo puede ser corrompido simplemente porque desconoce sus
propias posibilidades para la corrupción. El Rey de Pentáculos ha
llegado a la cumbre porque posee las cualidades idóneas del lideraz-
go, la autoridad, el realismo y la disciplina para superar los obstácu-
los que se interponen en su contenido. Pero, como sugiere el mito,
tienen que aprender también una dura lección sobre su propia codi-
cia. Midas tiene ya lo suficiente y aún más: es un rey rico y podero-
so, y no va por ahí precisamente desharrapado. Tiene derecho a ser
ambicioso, pero su ambición no la puede anteponer a todo, o morirá
de hambre y de sed. Tras haber aprendido esta lección, el rey se con-
forma con sus galardones. Se trata de un materialista descarado, y
cuando encontramos esta figura en nosotros mismos, encontramos
nuestro propio materialismo, aunque anteriormente nos hayamos
creído unos idealistas y hayamos despreciado semejante grosería.
Este rey es sano y fuerte. Sin embargo, como en todas las cartas del
Tarot, no podemos aferramos a una sola faceta de la vida, el encuen-
tro con la ambición material y sus desafíos y recompensas puede ser
un encuentro productivo y salvador –aunque esto signifique que
230
tenemos que pasar, de alguna manera, por la dura lección de Midas.

Cuando el Rey de Pentáculos aparece al echar las cartas, ha lle-


gado el momento para el individuo de asumir el desafío de las cosas
del mundo. Pero los movimientos internos necesitan siempre un
catalizador, y por eso el Rey de Pentáculos puede entrar en nuestra
vida como un individuo con los pies sobre la tierra, fuerte, triunfante
–que posee el «toque de Midas», que tiene el don de manifestar
ideas creativas en el mundo–. Pero un individuo así es un cataliza-
dor para el desarrollo de nuestra seguridad material.

231
232
LECTURA DE LAS CARTAS

Lo que el Tarot Puede y lo que


No Puede Hacer

Las Cartas del Tarot no pueden predecir un futuro determinado


y predestinado. Son una especie de imágenes que describen las cua-
lidades del momento en que un individuo las consulta con un pro-
blema o una situación particular en su mente. Los griegos, natural-
mente, tenían una palabra para eso: kairos, que quiere decir «el
momento oportuno», y que describe la idea de que cada momento
posee en el tiempo unas características y unas cualidades peculiares
y únicas. Tenemos que prescindir de nuestra típica visión del tiempo
de Occidentales de los últimos veinte siglos para entender lo que
hacen en realidad las cartas del Tarot, y mirar en cambio a la antigua
filosofía y a las antiguas creencias de Oriente, donde el tiempo no se
considera en términos de cantidad (un momento es una medida, la
sexagésima parte de un hora), sino en términos de calidad (un mo-
mento es una cosa viva, que posee su propia identidad y su propio
significado). Vista a través de este cristal, la vida posee un substrato
y unas conexiones o relaciones secretas, y todos los niveles de la
vida, animados e inanimados, conscientes e inconscientes, internos y
externos, forman parte en realidad de un todo vivo. Por tanto, la vida
reflejará, en todos los niveles de su existencia, las mismas cualida-
des en un momento dado del tiempo. Por eso los antiguos métodos
de adivinación, como la astrología, el Tarot y el I Ching, no preten-
den «predecir» un futuro ya escrito, sino ocuparse en cambio de
cómo la verdadera cualidad innata y el significado del momento
podrían ser reflejados y por tanto descifrados a través de formas
simbólicas como los planetas, las monedas o las cartas.
Es un concepto difícil de coger para la mente Occidental, pero si

233
lo intentamos, eso nos ayudará a aclarar un punto sobre el que hay
mucho malentendido entre los estudiantes del Tarot. Un momento
no tiene tan solo propiedades particulares, sino que tiene un pasado
y un futuro que está debajo del paraguas general de estas cualidades.
Hay situaciones y decisiones del pasado que han conducido hasta
este momento, y de las que este momento es consecuencia, y hay
situaciones y decisiones del futuro que salen directamente de nuestra
respuesta a este momento, y están a su vez afectadas por nuestras
decisiones presentes. Por tanto, se trata de entender todo lo posible
cómo hemos llegado a estar en una determinada situación, ya que
este entendimiento a su vez afectará nuestra respuesta a la vida, y
por consiguiente lo que el próximo «momento» va a traer. Sobre las
situaciones y decisiones que pertenecen a un momento dado pende
un determinado significado arquetípico, ya que no hay nada de lo
que hagamos o experimentemos que no haya sido hecho o experi-
mentado antes; y es este significado arquetípico lo que las cartas del
Tarot pueden revelar.
El pasado, el presente y el futuro que están implicados en la lec-
tura de una determinada carta del Tarot, tienden a expresar un pe-
riodo de aproximadamente seis meses. Por eso, el «momento» que
hemos estado considerando es un periodo de tiempo, incluyendo el
pasado –las decisiones, las motivaciones y las experiencias que han
conducido a él– el presente, en el que las cartas son consultadas, y el
futuro –que es el resultado natural de las fuerzas que funcionan en el
presente. Las cartas no describen acontecimientos concretos de un
modo «predestinado», sino que, por el contrario, ilustran influen-
cias, oportunidades y motivaciones ocultas –algo de lo que puede o
no puede cristalizar en acontecimientos o personas externas– que el
individuo puede entonces tratar de entender y trabajar de la manera
más creativa posible. Puesto que es la cualidad del momento que se
describe, el individuo puede, tratando de penetrar en el significado
más profundo del momento, influir de forma más consciente en el
futuro de este momento, afectando así con una mayor conciencia el
futuro que se está revelando. En este sentido creamos nuestro propio
destino, o, mejor dicho, lo que somos ahora influye en nuestro futu-
ro. El destino para los griegos no era una casualidad ni una selección
234
caprichosa de acontecimientos que le ocurrían a una persona, sino
más bien una complicada e infinita trama de decisiones, respuestas y
consecuencias que se extendía a lo largo del tiempo, hacia atrás en
el pasado y hacia adelante en el futuro, una trama que permanecía
casi toda en el subconsciente, a menos que el individuo intentara
llevar un conocimiento más profundo a su vida interior.
Puesto que el «destino» que describen las cartas del Tarot está
ampliamente arraigado en el subconsciente, normalmente no tene-
mos acceso a él. Pero las imágenes de las cartas del Tarot pueden
ayudarnos a conectar con él, y, por tanto, las cartas reflejan para
nosotros a posterior el conocimiento a priori el subconsciente, que
guarda la llave secreta para entender el significado del momento
presente y por eso conoce el posible futuro que sucederá a este mo-
mento. A través de la lectura de las cartas del Tarot, podemos ser
ayudados, leyendo los complicados diseños y movimientos del sub-
consciente, y esta nueva relación entre el yo consciente y el mundo
interior oculto nos permite traer al momento presente –y, por tanto,
a la situación en la que nos encontramos– una comprensión más
profunda y mayores posibilidades de respuesta y decisión.

Cómo relacionar las Cartas entre sí

Por ser las imágenes de las cartas del Tarot tan antiguas y tan
profundamente relacionadas con las tramas más internas del desa-
rrollo humano, las cartas merecen respeto. No son juguetes, sino que
en cierto sentido son imágenes sagradas, no porque sean «sobrenatu-
rales», sino porque, como una gran obra de arte o una gran obra lite-
raria, reflejan nuestros conflictos más profundos, nuestras necesida-
des y aspiraciones. El individuo que desea aprender a trabajar con
ellas y destapar sus posibilidades creativas, necesita, por tanto, cul-
tivar una actitud de respeto hacia la dimensión arquetípica de la vida
que ellas representan, y eso se traduce en la vida corriente en un
respeto por el mundo simbólico, del que las mismas cartas son una

235
representación. El lector inteligente, por tanto, intenta establecer una
especie de «relación» con las cartas, relación en la que ellas tienen
un puesto especial, y no son simplemente unas cartulinas divertidas
que se pueden manchar, mellar y tirar por ahí.
Por este motivo, muchos lectores profesionales guardan sus car-
tas del Tarot en un envoltorio especial y en un sitio especial cuando
no las usan. EL TAROT MÍTICO va con envoltorio incluido, mar-
cado con una muestra de una de las maneras tradicionales de echar
las cartas, que explicaremos después con más detalle. Este envolto-
rio es nuestra manera de ayudar al estudiante a empezar a desarrollar
una relación respetuosa con las cartas. Antaño las cartas del Tarot
solían guardarse envueltas en seda negra, por la sencilla razón de
que el negro es un color neutro, ya que recoge las «vibraciones» –
tanto negativas como positivas– de las cartas. Tanto si es verdad
como si no, hay que reconocer la importancia de una especie de ri-
tual en el uso de las cartas, porque a nivel psicológico el ritual ar-
moniza nuestra mente y permite a la intuición entrar en juego. Como
un ritual religioso, el ritual de guardar las cartas en su sitio especial
y envolverlas y desenvolverlas en su envoltorio especial puede
transformarse en un foco importante de concentración –tanto si uno
cree en las «vibraciones» como si no. Es un símbolo del lugar único
y apreciado que tienen las cartas, y la importancia de las imágenes.

Cómo echar las cartas

El proceso de seleccionar un pequeño número de cartas de las


setenta y ocho que tiene toda la baraja del Tarot, y colocarlas de una
manera determinada para su interpretación, se llama echar las cartas.
La razón de esto es que la baraja, como hemos visto, contiene una
descripción pictórica de la totalidad del complicado camino de la
vida, y, al seleccionar un número mínimo de cartas –normalmente
diez– el consultante está reflejando simbólicamente su paso por una
determinada parte del camino global, en el momento presente. En

236
otras palabras, la situación inmediata, sus orígenes y su posible
desenlace se verán reflejados en esta pequeña porción de toda la
baraja.
Hay muchas maneras distintas de echar las cartas, y diferentes
personas han desarrollado sus métodos favoritos a lo largo de mu-
chos siglos. Al estudiante le remitimos a la Bibliografía para que
disponga de una descripción más completa de todos los métodos que
se utilizan para echar el Tarot. Este método particular que vamos a
ilustrar aquí es uno de los más antiguos y populares, y se conoce
como la Cruz Celta. Este método contiene una selección tanto de los
Arcanos Mayores como de los Arcanos Menores, que el consultante
puede escoger de toda la baraja; por tanto, la selección refleja la
vida tanto en el nivel arquetípico más profundo como en el nivel de
la vida diaria. Como hemos dicho antes, nosotros no utilizamos la
técnica de las cartas puestas al revés, porque cada carta contiene en
sí misma una dimensión oscura y otra clara; y esto por estar deter-
minado por la posición de la carta en la totalidad del diseño.
EL TAROT MÍTICO ilustra la situación de las diez cartas se-
leccionadas en un patrón y numeradas según el orden en que debe-
rían ser escogidas. Para aprender a echar las cartas en el método de
la Cruz Celta, el lector tendrá que tener a la vista la figura de la pá-
gina 238.
El consultante –la persona que desea consultar las cartas– debe-
ría tener una pregunta en su mente, no importa si se trata de una
pregunta vaga y difícil de formular. El lector no tiene por qué cono-
cer necesariamente esta pregunta, pero el consultante sí, porque en
un nivel inconsciente las cartas escogidas reflejarán esta pregunta.
El lector baraja las cartas muy bien, y después extiende las se-
tenta y dos cartas en forma de abanico, boca abajo, sobre la mesa.
El consultante es invitado a escoger diez cartas entre las setenta
y ocho. Como están puestas boca abajo, el consultante no puede
saber de forma consciente qué cartas ha seleccionado.
El lector entonces toma las diez cartas, en el orden seleccionado
pero boca abajo, y las coloca en sus posiciones correctas tal y como
están marcadas en la figura de la página 238. La primera carta esco-
237
238
gida se tiene que poner en la Posición Uno, y así sucesivamente.
Ahora el lector puede poner las cartas boca arriba, empezando
por la Posición Uno, hasta que las imágenes de las diez cartas sean
todas visibles.

Cómo leer las Cartas Echadas

A las diez posiciones de las cartas en la fórmula de la Cruz Cel-


ta se les han dado nombres tradicionales que nos ayudan a compren-
der su significado. Cada situación describe un área concreta de la
vida en la que se están produciendo una determinada influencia y
una determinada situación interna y externa. Vamos a explicar ahora
las diez posiciones y lo que significan.

La POSICIÓN UNO algunas veces se llama la Carta que Cubre


y otras veces el Indicador. Vamos a utilizar el término Indicador
porque la carta que ha sido escogida para esta posición va a reflejar
la situación, interna y externa, en la que se encuentra el consultante
o la consultante en el momento presente.

La POSICIÓN DOS se llama la Carta que Cruza, y describe esa


situación, interna y externa, que está creando conflicto y obstrucción
en el inmediato presente. Es aquello que al consultante se le «atra-
viesa» e indica la naturaleza aparente del problema. De todas for-
mas, la Carta que Cruza no tiene por qué tener necesariamente un
significado negativo, sino que simplemente representa la situación
que está generando el conflicto y suscitando cuestiones. De algún
modo, impide al Indicador que se exprese plenamente, y produce un
bloqueo en la vida.

La POSICIÓN TRES se llama la Carta que Corona. Salta a la


vista que la carta que aparece en esta posición describe la atmósfera

239
y la situación que pende sobre el consultante en el inmediato presen-
te. Lo que está encima de algo es lo que aparece a primera vista; y
por eso la carta que aparece aquí refleja lo que está en la superficie y
aparece inmediatamente en la vida del consultante.

La POSICIÓN CUATRO se llama la Base del Problema. Esta


carta describe la situación interna y externa, el impulso, el instinto a
la aspiración que en realidad está debajo de la situación apa-
rentemente superficial reflejada por la Carta que Corona. Lo que
está en la base es en realidad lo que está en la raíz de la psique y casi
siempre esta carta le llega al consultante como una sorpresa, que
puede no haberse dado cuenta de una motivación inconsciente que
necesita ser traída a la conciencia. No siempre realizamos actos o
sentimos cosas por los motivos que pensamos, y la carta que aparece
en la base del problema muchas veces va a echar abajo la razón apa-
rentemente de nuestras dudas a la hora de consultar las cartas.

La POSICIÓN CINCO se llama Influencias Pasadas. La carta


que aparece en esta posición describe la situación interna y externa
que ahora está fuera de la vida del consultante. Esta situación en el
pasado había sido importante, y había representado tal vez una esfe-
ra de valores que el consultante tuvo en alta estima; pero ahora ha
perdido su fuerza, y el consultante tiene que ser capaz de dejar aque-
llo que esta carta representa, sea lo que sea, antes de que los futuros
nuevos desarrollos puedan ser integrados en la vida de forma creati-
va.

La POSICIÓN SEIS se llama Influencias Venideras. La carta


que aparece en esta posición describe la situación interna y externa
que está a punto de manifestarse en la vida del consultante. No se
trata de un pronóstico a largo plazo de un futuro desenlace, sino más
bien de una descripción de las corrientes en funcionamiento en el
futuro inmediato.

La POSICIÓN SIETE se llama Donde Uno se Encuentra, y es


una especie de futura extensión de la Posición Uno, el Indicador. La
carta que aparece en esta posición, describe la actividad o el estado
240
interno de los asuntos en los que el consultante, o la consultante, se
va a encontrar pronto. Esta carta, como el indicador, describe una
serie de actitudes o cualidades internas, y casi siempre pretende re-
presentar aquello que se necesita desarrollar y también aquello que
probablemente se descubra.

La POSICIÓN OCHO se llama los Puntos de Vista de los De-


más, y describe la imagen que tienen de nuestra situación y de noso-
tros mismos los que nos rodean –los amigos y la familia–. La carta
que aparece en esta posición normalmente pretende indicar la clase
de respuesta a nuestra situación que podemos esperar de los demás,
y también lo que nosotros mismos hemos ido haciendo de manera
inconsciente para proyectar dicha imagen en el mundo externo.
Ocurre muchas veces que un individuo que está pasando por pro-
blemas de alguna clase no recibe de sus amigos y de sus seres queri-
dos la comprensión y simpatía que cabría esperar de ellos, y la carta
que está en la Posición Ocho puede decirnos casi siempre el porqué,
ya que ésta es la visión que la sociedad tiene de nosotros, y puede
que sea distinta a como nosotros vemos reflejada nuestra situación,
aunque lo hagamos honradamente.

La POSICIÓN NUEVE se llama Esperanza y Temores. Ambas


cosas, las esperanzas y los temores, pueden ser descritas por una
sola carta, porque todas las cartas de la baraja del Tarot tienen una
doble cara.

La POSICIÓN DIEZ se llama el Desenlace Final. La palabra


«final» aquí puede inducir a error, ya que no hay nada que sea final
del todo, como hemos visto en el camino circular del Loco; y la car-
ta que aparece en esta posición describe una situación que no va a
durar toda la vida, sino una situación que es la consecuencia natural
de aquello por lo que estamos pasando en el momento presente.
Como hemos dicho, el «desenlace final» puede cubrir un periodo de
seis meses aproximadamente.

Ahora podemos ver un par de ejemplos para analizar con más

241
detalle cómo se deben leer las cartas.

Dos ejemplos de Cartas Echadas

El primer ejemplo que vamos a utilizar para leer las cartas es el


de una mujer de veintiocho años, que quería consultar las cartas
sobre problemas que tenía en su matrimonio y en su trabajo. Ella y
su marido llevaban siete años casados, pero aún no tenían hijos;
vivían en un piso de Londres y los dos trabajaban a tiempo pleno.
Esta mujer, que vamos a llamar Celia, era periodista de moda para
una popular revista femenina, mientras que su esposo trabajaba co-
mo perito mercantil. Ambos estaban cansados de vivir en el piso de
una ciudad y habían estado hablando de la posibilidad de irse a vivir
al campo, en parte por el tedio de sus ocupaciones, y en parte porque
parecía que su matrimonio había llegado a una situación de estan-
camiento. Desde luego era necesario algún cambio: pero Celia esta-
ba confusa y no sabía cómo hacerlo, porque, aunque su esposo habló
de poner en marcha un negocio en el campo, ella no veía claro qué
tipo de trabajo podía hacer lejos de la bulliciosa capital a la que es-
taba acostumbrada y donde podía realizar su creatividad.
Este es el fondo del cuadro de una persona que está en la pro-
verbial encrucijada, que está confusa respecto a la dirección del fu-
turo y que está llena de ansiedad respecto al estado de su vida per-
sonal; sin embargo, está dispuesta a confiar en el futuro si consigue
encontrar un sentido al camino que ha de tomar.
Celia escogió diez cartas que formaron el siguiente esquema:

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La JUSTICIA aparece como el indicador y sugiere que ella ne-
cesita –y es el comienzo– sentarse y aclarar sus ideas, analizando su
problema de manera fría y racional. Como esta es una carta de los
Arcanos Mayores, que retrata la imagen inflexible de la diosa Ate-
nea, indica que hay que desarrollar esta capacidad porque la refle-
xión imparcial es importante no solamente para la situación inme-
diata, sino como una cualidad que tal vez Celia no haya desarrollado
demasiado en el pasado y que ha aparecido ahora como algo muy
necesario para ella, algo que tiene que integrar en su carácter para el
futuro. El hecho de que haya venido a consultar las cartas quiere
decir que está a punto de empezar esta reflexión imparcial.

El NUEVE DE BASTOS aparece en la Carta que Cruza y sugie-


re que Celia ha tenido que enfrentarse a una serie constante de con-
flictos y obstrucciones a sus esperanzas y deseos respecto al futuro,
y ahora está exhausta y no sabe si va a ser capaz de atravesar más
crisis para conseguir lo que ella considera una vida mejor. Sin em-
bargo, esta carta indica también que, en cuanto ella quiera intentarlo,
va a encontrar la fuerza necesaria para resistir la tormenta. Esta carta
retrata la nave de Jasón, Argo, realizando el difícil pasaje final entre
las Rocas Chocantes, antes de llegar sana y salva a casa; y aquí lo
que indica es que Celia tiene que pasar por una última lucha antes de
encontrar lo que anda buscando.

El OCHO DE COPAS aparece como la Carta que Corona y su-


giere que una sensación de frustración emocional le impide a Celia
ver con claridad sus posibilidades. El Ocho de Copas retrata a Psi-
que cuando pierde la esperanza de reconciliarse con Eros, y baja
desesperada al mundo subterráneo: y lo que indica aquí es que Celia
pudo haber llegado al matrimonio con muchas fantasías y expectati-
vas, que luego han demostrado ser invisibles, y ella está padeciendo
todavía un sentimiento de desilusión y desesperanza acerca del futu-
ro de su relación.

El SOL aparece en la Base del Problema y simboliza el deseo


ardiente de Celia de expresar su creatividad personal lo mismo que

244
su deseo de buscar un sentido a la vida. Deseo que actualmente está
frustrado, lo que puede ser el motivo por el cual ella se siente tan
insatisfecha, y quizá sea también el motivo por el cual ha esperado
tanto de su marido y del matrimonio en el pasado. El Sol expresa
algo importante, esperanzador y optimista respecto al carácter de
Celia más allá de la crisis actual: que ella necesita brillar por dere-
cho propio, y ser reconocida como individuo creativo.

El DIEZ DE PENTÁCULOS aparece en la posición de las In-


fluencias Pasadas y sugiere que el apego de Celia a la seguridad
material se le tiene que permitir soltarse si ella encuentra una rea-
lización real en el futuro. Esta carta retrata al artesano Dédalo, rico y
triunfante, a la cabeza de una dinastía feliz a la que puede transmitir
su riqueza. La satisfacción económica y la «respetabilidad» que esta
imagen retrata han sido muy importantes para Celia en el pasado,
pero puede que necesite aprender a dar menos importancia a estas
cosas si tiene que satisfacer su necesidad de expresión creativa per-
sonal.

El REY DE COPAS aparece en la posición de las Influencias


Venideras y sugiere que pronto se va a abrir un nuevo camino, o
bien a través de una persona (tal vez un profesor o alguien que se
dedique a una profesión de tipo social), o por medio de una terapia.
El espíritu masculino de la propia Celia parece inclinarse hacia una
serie de inquietudes más introvertidas e internas. La presencia de
una figura en este puesto sugiere que en estos momentos hay una
persona que puede muy bien hacer de catalizador para el desarrollo
de estos nuevos intereses; pero si una persona de estas característi-
cas entra en la vida de Celia, es porque ella misma se está moviendo
hacia una serie de inquietudes totalmente nuevas.

La SOTA DE ESPADAS aparece en el puesto de Donde Uno se


Encuentra y sugiere que Celia puede encontrarse en un estado de
ánimo agitado e irritable. Las Sotas de los Arcanos Menores indican
todas ellas los comienzos de una nueva cualidad o de un nuevo ca-
mino, y aquí, reflejada por la Sota de Espadas, está la cualidad del

245
intelecto en desarrollo; y Celia está empezando a cuestionarse con-
ceptos que antes había tenido ciegamente, y se está volviendo inte-
lectualmente inquieta, con necesidad de una nueva línea de estudio o
desarrollo. Por eso, en un principio puede ser pendenciera y estar
expuesta a las murmuraciones de los demás –los amigos y los seres
queridos que no pueden entender por qué ella está cambiando y se
sienten ofendidos por sus progresos en aquellas cosas en las que
ellos pueden haberse estancado. Ella puede estar a la defensiva y
buscar camorra porque aún no ha desarrollado la perspicacia y la
seguridad necesarias para seguir cordialmente los nuevos valores
que están surgiendo.

EL EMPERADOR aparece en los Puntos de Vista de los Demás


y sugiere que, para los demás, Celia es una persona triunfante, pode-
rosa y «en la cresta de la ola», por tanto, su insatisfacción puede que
no encuentre mucha simpatía entre sus allegados. Por fuera, parece
que lo tiene todo –un buen matrimonio, una buena casa, una activi-
dad próspera, una posición, prestigio y poder–. Si ella se siente frus-
trada y no se considera realizada, eso no lo saben los demás, que ven
una carta de los Arcanos Mayores que se identifica con el poder y la
posición en sociedad. La misma Celia puede que haya tratado in-
conscientemente de proyectar esta imagen, y puesto que Zeus, el
Emperador, es una imagen del padre arquetípico, puede que a su
padre le guste que ella haya creado esta «persona» para los demás.

EL MUNDO aparece en el puesto de Esperanzas y Temores y


sugiere que Celia está siendo llevada por un impulso arquetípico de
plenitud, y quiere llegar a ser una persona completa. Ya no son las
recompensas materiales lo que ella persigue, sino la sensación de
plenitud –ser una mujer que da todo de sí a la vida. Sus ambiciones
y expectativas, por tanto, son muy altas, y brotan de una raíz pro-
funda, aunque no son necesariamente identificables en términos
materiales. El temor a ser una persona completa puede reflejar al
mismo tiempo la ansiedad de que semejante estado no deje sitio para
su matrimonio; porque una mujer que sabe expresar a la vez su lado
masculino y su lado femenino a menudo espanta a los hombres. Por

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eso. Celia quiere absolutamente todo –pero al mismo tiempo tiene
miedo.

La TEMPLANZA aparece en el puesto del Desenlace Final y


sugiere que la dirección en la que Celia se está moviendo anuncia la
posibilidad de una relación equilibrada en la que hay un arreglo y un
intercambio sincero de sentimientos. Esta carta de los Arcanos Ma-
yores, que retrata a Iris, la diosa del arco iris, indica que está a punto
de producirse un cambio importante en el alma de Celia, por medio
del cual su capacidad de funcionar en la relación va a tomar una
expresión más compasiva y humana, libre de muchas de las rígidas
expectativas que son características del pasado y que han sido la
causa de muchos de los problemas que ha tenido con su marido. Por
eso una carta llena de esperanzas y de promesas resume el rumbo
que está tomando la vida de Celia.

El segundo ejemplo que vamos a utilizar para ilustrar la lectura


de las cartas es el de un hombre de cuarenta y cinco años, médico de
profesión, que ha dejado hace poco a su mujer y a sus hijos y ha
emigrado a Inglaterra desde Australia. Este hombre, al que vamos a
llamar Alan, se interesó por la medicina alternativa, y tenía inten-
ción de practicar la acupuntura u homeopatía y ejercer en Londres
utilizando sus conocimientos de medicina, tanto la ortodoxa como la
alternativa. Él estaba confuso y aún bastante afectado por la separa-
ción de su familia, aunque sentía a nivel profundo que había tomado
la decisión correcta; pero padecía unas depresiones malas y unos
sentimientos de aflicción y soledad, aunque la separación fue amis-
tosa y recientemente otra mujer había entrado en su vida. Él quería
saber si estaba en la pista correcta profesionalmente, y también si
sería capaz de superar sus trastornos emocionales y dar una oportu-
nidad a su nueva relación.
Alan escogió diez cartas que formaron el siguiente esquema:

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El AS DE PENTÁCULOS sugiere que Alan dispone de una
gran cantidad de energía, tanto en el mundo interno como en el
mundo externo porque acaba de hacer un esfuerzo por construir algo
sólido en su vida. Esta carta, puesto que indica recursos y posible-
mente dinero que el individuo va a tener para un proyecto nuevo, es
un buen presagio para el deseo de Alan de escoger la rama de la
medicina alternativa, porque parece probable que vaya a encontrar
soporte material y personal. El As de Pentáculos, retratado por Po-
seidón, el poderoso dios-tierra, es un presagio esperanzador y afir-
mativo del nuevo rumbo que Alan ha decidido tomar en su vida.

El SIETE DE BASTOS sugiere que el problema que se observa


en Alan es el conflicto que inevitablemente va a tener con los
enemigos que tiene en su profesión. Esta es la carta de la «com-
petencia sucia», retratada por Jasón luchando con el Rey Eetes por
la posesión del Vellocino de Oro. Esto indica que Alan tendrá que
estar preparado para hacer frente a los conflictos que va a tener con
sus compañeros, sea porque otros quieren tener el puesto que él tie-
ne, sea porque podría enemistarse con los médicos más conservado-
res y más cerrados a los nuevos métodos de curación. Este conflicto
puede reflejar también una lucha interna de Alan entre su nueva
visión intuitiva, simbolizada por el valiente héroe Jasón, y el «viejo
orden» conservador, simbolizado por el Rey Eetes, que tuvo el Ve-
llocino primero. Por tanto, Alan tendrá que estar preparado a recibir
oposición desde dentro y desde fuera, porque este es el problema
que «cruza» su deseo de comenzar una nueva vida.

LA MUERTE aparece como la Carta que Corona y refleja el es-


tado de depresión e infelicidad en el que ahora se encuentra Alan.
Esta es una carta de los Arcanos Mayores, que sugiere que Alan está
experimentando una dimensión arquetípica de la vida –el luto que
llega cada vez que se cierra un capítulo de la vida y hay que dejar
atrás el pasado para ir desnudo e incierto hacia el futuro–. La pre-
sencia de esta carta indica también que Alan pudiera no haber dedi-
cado el tiempo suficiente a llorar su pérdida. La separación de una
familia no es cosa fácil y, a pesar de que Alan siente que ha tomado

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la decisión correcta, hay que guardar luto por el pasado.

La REINA DE PENTÁCULOS indica la presencia en la vida de


Alan de una mujer, que de alguna manera podría ser un catalizador
para el nuevo rumbo que él quiere tomar. Su nueva relación ha
comprometido a una mujer fuerte y económicamente independiente,
divorciada también, que estaba muy dispuesta a ofrecerle el soporte
emocional y los ánimos que él necesitaba en esta vulnerable etapa
de su vida. Ella podría representar también el desarrollo de una ma-
yor sensualidad dentro del mismo Alan.

El CUATRO DE ESPADAS sugiere que Alan acaba de pasar


por un periodo de retiro y reflexión, y ha estado reuniendo fuerzas
para asumir los desafíos que tenía delante. Pero este periodo está
pasando ya, y pronto estará en condiciones de moverse hacia fuera,
hacia la vida.

El REY DE COPAS sugiere lo mismo que para Celia –que Alan


está siendo conducido hacia el mundo interno de los sentimientos y
del alma, y que su interés por la medicina alternativa podría incluir
perfectamente alguna investigación de psicología profunda como
añadidura a los métodos curativos que él persigue. Un hombre pue-
de entrar en la vida de Alan como catalizador para ayudarle a desa-
rrollar sus inquietudes, tal vez un amigo que esté metido en esas
cosas, o un profesor o un terapeuta. Pero este hombre es también
una imagen de lo que el propio Alan está empezando a ser –ya que
se está acercando más a la realidad interna, habiendo dejado atrás no
solamente su pasado personal, sino también su apego a la medicina
tradicional, que es la curación del cuerpo sin el alma.

EL SOL sugiere que Alan posiblemente vaya a experimentar


una gran explosión de esperanza y optimismo, porque está empe-
zando a conectar con un principio arquetípico. Esta carta de los Ar-
canos Mayores retrata a Apolo, que, entre sus otros atributos, era el
dios de la curación, y eso indica que Alan, al decidir explorar más
en profundidad el significado de la curación, entrará en contacto con
la profunda elasticidad y creatividad del espíritu humano, lo cual
250
será fundamental no solamente para su futuro trabajo, sino también
para su propia curación.

EL COLGADO sugiere que, ante los ojos de los demás. Alan ha


hecho un gran sacrificio a cambio de un futuro desconocido e incier-
to. Esta carta de los Arcanos Mayores, que retrata a Prometeo, el
que robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, represen-
ta la entrega de algo de valor, con la esperanza de algo mejor, más
significativo y más importante que podría llegar a tomar su lugar:
pero el futuro está lleno de incertidumbre, y es esta incertidumbre lo
que perciben los que rodean a Alan. Esto está muy en consonancia
con la experiencia que Alan tiene de sí mismo, aunque la posición
de EL SOL sugiere que él también tiene un convencimiento profun-
do del significado del camino que ha emprendido –cosa que los que
le rodean no podían ver o entender en un principio.

El DOS DE PENTÁCULOS sugiere que Alan se propone desa-


rrollar nuevas habilidades. Puede que pase un periodo de inestabili-
dad económica, en el que tendrá que hacer malabarismos con el
tiempo, la energía y los recursos para realizar todas sus tareas; y
parece ser que él tiene cierta ansiedad respecto a todo esto, ansiedad
que está reflejada por la inestabilidad de la carta en la posición de
Temores y Esperanzas. Pero esta carta de los Arcanos Menores no
es una carta de pérdida. Dédalo está retratado en su taller, al princi-
pio de su carrera, desarrollando sus habilidades e inventando nuevas
herramientas. Si Alan está dispuesto a someterse a un periodo de
movimiento y de cambio en su estado y en su seguridad material,
entonces es probable que encuentre que no está sufriendo en vano,
sino que acabará teniendo una nueva serie de habilidades que le
ayudarán en el futuro.

El CINCO DE BASTOS en la posición del desenlace final es


una carta de indecisión, y refleja la gran lucha de Jasón contra el
dragón para conseguir el Vellocino de Oro. Aquí, por lo visto, sig-
nifica que Alan puede estar reñido con la colectividad, que, puesto
que su colectividad es la de los médicos, muy probablemente se lo

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va a poner difícil –como en general suele hacer con la medicina al-
ternativa–. Él va a tener que acometer una dura lucha y la pregunta
que tiene que hacerse es la siguiente: ¿Estoy dispuesto a luchar? Si
la respuesta a esta cuestión es que sí, entonces deberíamos animar a
Alan a continuar en su decisión, sabiendo que en la sociedad no lo
va a tener fácil durante algún tiempo.

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Conclusión

En este capítulo hemos mostrado cómo las cartas del Tarot no


reflejan solamente el rumbo de la vida de un individuo en el mo-
mento en que consulta las cartas, sino también las motivaciones in-
conscientes más profundas del pasado que han colaborado en la
creación de la situación actual. Aunque todos nosotros somos perso-
nas que tenemos una única personalidad y un único destino, las ex-
periencias que la vida nos ofrece no son infinitamente variadas en su
esencia, sino tan solo en su forma, porque siguen determinados mó-
dulos que son antiguos y están inscritos en todos nosotros, y que
forman parte del proceso de nuestra vida como seres humanos. Estos
esquemas han sido expresados desde tiempos inmemoriales en el
lenguaje de los símbolos –en el rico y hermoso tapiz de los mitos de
muchas naciones y culturas, en las imágenes religiosas que nos ins-
piran, y en los dibujos, también ricos e inspiradores, de los grandes
sistemas simbólicos como el Tarot. Lejos de hacernos sentir como si
únicamente repitiéramos a otros, el conocimiento y la apreciación
del camino de el Loco ofrece un sentimiento de dignidad y da sen-
tido a los retos más difíciles de la vida, porque aprendemos que hay
una belleza, un objetivo y un propósito incluso en la oscuridad, en
los acontecimientos más sórdidos y banales de nuestra vida. Las
imágenes míticas nos ponen en contacto con el mundo ilimitado del
subconsciente, que es la manera que tiene la psicología moderna de
describir lo que antaño –en tiempos menos racionales y científicos–
se entendía como la relación con lo divino.
Por eso las imágenes y el sentido del Tarot, que han sido expre-
sados mejor a través de los antiguos mitos que les han dado vida, no
son ni «sobrenaturales» ni «ocultos», sino profundamente humanos
y naturales, y todos podemos utilizarlos, si dedicamos tiempo a con-
templar y aprender.
Y vamos a terminar nuestra descripción del camino de el Loco
con estos versos del gran poeta T. S. Eliot:

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Y el fin de todo nuestro investigar
será llegar al punto de partida
y conocer el sitio por primera vez.

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BIBLIOGRAFÍA

Douglas, Alfred. El Tarot, Penguin Books Ltd., Harmondsworth,


1972.
Pollack, Rachel. Los Setenta y Ocho Peldaños de la Sabiduría, The
Aquarian Press Ltd., Wellingborough, Northants, 1980.
Waite. A. La Clave Pictórica del Tarot, Rider, London, 1971.
Hudson, Paul. El Libro ilustrado del Diablo, Sphere Books, Lon-
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Yates, Frances. El Arte de la Memoria, Peregrine Books, Har-
mondsworth, 1969.
La Nueva Enciclopedia Larousse de Mitología, Hamlyn Publishing
Group, London, 1959.
Frazer, Sir James. La Rama Dorada, Macmillan, London, 1922.
Graves, Robert. La Mitología Griega, Penguin Books Ltd., Har-
mondsworth, 1972.
Graves, Robert. La Diosa Blanca, Vintage Books, New York, 1961.
Jung, C. G. Los Arquetipos y el Subconsciente Colectivo, vol. 9, part
1, Routledge & Kegan Paul, London, 1959.
Jung, C. G. Los Tipos Psicológicos, vol. 6. Routledge & Kegan
Paul, London, 1971.

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RECONOCIMIENTOS

Las autoras agradecen a Barbara Levy la ayuda y el estímulo


que les prestó mientras trabajaban en este proyecto.
Eddison/Sadd Editions agradece la colaboración de las siguien-
tes personas:

Director Editorial: lan Jackson.


Director Creativo: Nick Eddison.
Impresora y Correctora de Pruebas: Jocelyn Selson.
Diseñadora: Amanda Barlow.
Producción: Bob Towell.

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