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Esta historia con moraleja comenzó en un lejano lugar, precisamente allí

donde se levantaba un monasterio de sacerdotes budistas. Al lugar llegó un día


un inquieto joven que quería aprender de los maestros. Su deseo era hacerse sabio
y conocer los mecanismos por los que se regían las vidas que llevaban. Los
sacerdotes y maestros lo recibieron complacidos.

El joven estuvo un tiempo realizando actividades de servicio para todos. Limpiaba


los establos, servía la comida y no dejaba que el polvo se acumulase. También se
encargó de dar de comer a los animales y de cuidarlos y velar por su bienestar.
Pasado un tiempo, los más sabios del lugar se dieron cuenta de que era un joven
humilde y obediente, así que decidieron que había llegado el momento de
ascenderle.

Cuenta la historia con moraleja que le asignaron a uno de los sacerdotes más
sabios para que se hiciera cargo de su formación. El discípulo estaba feliz. El
maestro le dijo que debían partir a recorrer el mundo, ya que los grandes
secretos de la vida se encontraban recorriendo el camino. Alistaron unas
cuantas provisiones y algo de ropa y partieron muy de madrugada con un destino
incierto.

“No podemos convertirnos en lo que queremos ser, permaneciendo en lo que


somos en la actualidad”.

-Max De Pree-

Un encuentro que dejó huella

Pasaron los días, y junto a la poca ropa que llevaban se fue acumulando el
cansancio. Un día, cuando la noche ya amenazaba con darle relevo al día, a lo
lejos divisaron una casa y se dirigieron allí para solicitar comida y abrigo. Sin
embargo, los habitantes de aquella humilde casa con poco contaban. Las
paredes apenas se mantenían en pie y los campos a su alrededor estaban
desiertos. Aún así el maestro le dijo al discípulo que tocara a esa puerta y solicitara
ayuda. El joven lo hizo.
La familia les recibió con los brazo abiertos. Les advirtieron que eran muy pobres,
pero que de todos modos les harían un lugar para que durmieran. También
compartieron su cena. Cuando todos estaban a la mesa, el maestro les preguntó
de qué vivían. Ellos respondieron que tenían una vaca. Ella les daba leche.
Con esta hacían quesos y mantequilla. Vendían todo en la aldea y así
conseguían para vivir.

El maestro guardó silencio. Luego les informó que él, junto con su discípulo, se
iría muy temprano. Agradeció por su amabilidad, la cena y por el refugio.
Después se retiró a dormir hasta que salieron las primeras luces del alba. Maestro y
alumno se levantaron y se dispusieron a marchar.

Una orden insólita

Según dice esta historia con moraleja, tan pronto salieron de la humilde casa, el
maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas tu primera gran lección”.
Luego le pidió que fuera hasta el establo, desamarrara la vaca y la tomara para
llevarla con ellos. El discípulo dudó. ¿Cómo era posible que su maestro le
estuviera pidiendo algo semejante? ¿Qué clase de lección era esa de robarle a una
familia humilde? Sin embargo, como era su costumbre, obedeció.

Los dos partieron con la vaca. Habían caminado un par de millas cuando llegaron a
un lugar lleno de riscos y en donde también había un barranco. Entonces el
maestro le pidió al discípulo que arrojara a la vaca por el barranco.
Nuevamente el discípulo dudo. ¿Era malo su maestro? ¿Qué sacaba con hacerle
semejante daño a esa familia? En ese momento el alumno ignoraba el sentido de
esta historia con moraleja.

El joven hizo lo que le pidió su maestro. Tomó a la vaca, que se resistía, y


haciendo un gran esfuerzo cumplió con las ordenes de su maestro. La vaca
cayó y los dos prosiguieron su camino. El maestro sonreía y el discípulo no
sabía por qué. Tampoco entendía qué clase de lección le estaba dando.

Una historia con moraleja

Maestro y discípulo recorrieron después muchos lugares. En cada uno de


ellos, el joven alumno aprendió muchas lecciones sobre los secretos de la
vida. Pasaron varios años y el sabio a quien había sido encomendada su
educación, pensó que la etapa de formación ya había terminado. Según cuenta la
historia con moraleja, los dos volvieron al monasterio.

El joven estaba muy tranquilo y muy feliz. Se sentía otro. Sin embargo, lo
atormentaba el recuerdo de esa humilde familia a la que habían despojado de
su sustento. Por más que lo pensaba, no lograba encontrar el sentido de esa
lección. Por eso, tan pronto tuvo la oportunidad, regresó al lugar en donde había
sucedido todo. Quería pedir perdón.

Al llegar, el sitio poco se parecía al de sus recuerdos. En el lugar de la humilde


casa de antaño, ahora había una hermosa vivienda. Los campos abandonados
de antes eran ahora fértiles y llenos de vida. Con sigilo, el joven tocó a la puerta y le
abrieron sus anfitriones del pasado, que ahora se veían muy felices.

Estaban contentos de verlo. Le contaron que la vaca había desaparecido, justo


después de que ellos habían pasado por allí. La necesidad les había obligado a
trabajar los campos para sembrarlos y a establecer nuevas relaciones de
comercio. Les había ido bien y así era como habían logrado progresar. El joven
entendió entonces la enseñanza de su maestro. Supo que esta historia con moraleja
era en verdad era una gran lección.

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