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EDITORIAL GREDOS
jarem os de ver que sabe algo? «Pero dinos: ¿el que cono-
—Aquellos que aman las audiciones y los espectácu-
los se deleitan con sonidos bellos o con colores y figu- ce, conoce algo o no conoce nada?» Respóndeme en lu-
ras bellas, y con todo lo que se fabrica con cosas de gar suyo.
esa índole; pero su pensam iento es incapaz de divisar —Responderé que conoce algo.
la naturaleza de lo Bello en sí y de dejeitarse con ella. A7iú —¿Algo que es o algo que no es?
—Así es. en efecto. —Que es; pues, ¿cómo se podría conocer lo que no es ?
— En cambio., aquellos que son capaces de avanzar —Por lo tanto, Leñemos seguridad en esto, desde cual-
hasta lo Bello en sí y contem plarlo por sí mismo* ¿no quier punto de vista que observemos: lo que es plena-
son raros? mente es plenam ente cognoscible, m ientras que lo que
—C ie rta m e n te .
no es no es cognoscible en ningún sentido.
—Pues bien; el que cree que hay cosas bellas, pero —Con la mayor seguridad.
no cree en la Belleza en sí ni es capaz de seguir al que —Sea. Y si algo se com porta de modo tal que es y
conduce hacia su conocimiento, ¿te parece que vive so- no es, ¿ao se situará entrem edias de lo que es en form a
ñando, o despierto? Examina. ¿No consiste el soñar en pura y de lo que no es de ningún modo?
—Entremedias.
que, ya sea m ientras se duerm e o bien cuando se ha
despertado, se toma lo sem ejante a algo, no por seme- —Por consiguiente, si el conocimiento se refiere a
jante, sino como aquello a lo cual se asemeja? lo que es y la ignorancia a lo que no es, deberá indagar-
—En efecto, yo din a que soñar es algo de esa índole. se qué cosa interm edia entre el conocimiento científico
—Veamos ahora el caso contrario: aquel que estima A y la ignorancia se refiere a esto intermedio, si es que
que hay algo Bello en sí, y es capaz, de m irarlo tanto hay algo así.
como las cosas que participan de él, sin confundirlo con —De acuerdo en esto.
las cosas que participan de él, ni a él por estas cosas —Ahora bien, ¿llamamos a algo 'opinión'?
participantes, ¿te parece que vive despierto o soñando? —¡Claro!
—Despierto, con mucho. —¿Es un poder distinto que ei del conocimiento cien-
—¿No denominarem os correctam ente al pensam ien- tífico, o el mismo?
to de éste, en cuanto conoce, 'conocim iento', m ientras —Distinto.
al del otro, en cuanto opina, 'opinión'? —Así pues, la opinión corresponde a una cosa y el
—Completamente de acuerdo. conocimiento científico a otra.
—¿Y sí aquel del que afirm am os que opina se enco- —Así es.
leriza contra nosotros y arguye que no decimos la ver- —Y al corresponder por naturaleza el conocim iento
dad? ¿No tendrem os que apaciguarlo y convencerlo de científico a lo que e s 24, ¿no conoce cómo es el ente?
que se calme, ocultándole que no está sano?
—Convendrá que así lo hagamos. 14 Traducimos en general tó ón por «lo que es» (reservamos «el
—Vamos, pues, examina qué hemos de responderle. ser» para el infinitivo sustantivado to einai). Sólo en frases como la
¿0 prefieres que lo interroguem os, diciéndole que, si que sigue inm cdiatamenie vertimos «el ente», para que n.o parezca un
juego de palabras.
sabe algo, no le tendrem os envidia, sino que nos regoel·
Pero antes me parece, más bien, que debemos distin- — Sí, dislim a.
guir algo. —Por consiguiente, cada una de estas cosas, por te-
—¿Qué? ner un poder distinto, está asignada por naturaleza a
—Afirmamos que los poderes son un género de co- c algo distinto.
sas gracias a las cuales podemos lo que podemos noso- —Neces ariamente.
tros y cualquier oirá cosa que puede. Por ejemplo, cuento —Y tal vez el conocimiento científico está por natu-
entre los poderes la vísta y el oído, si es que com pren- raleza asignado al ente, de modo que conozca cómo es.
des la especie a que quiero referirm e. -S í.
—Sí, comprendo. —La opinión, en cambio, decimos que opina.
—Escucha lo que, con respecto a ellos, cae parece. —Así es.
No veo en los poderes, en efecto, ni color ni figura ni —¿Y conoce lo mismo que el conocimiento científi-
nada de esa índole queihallam os en muchas otras co* co? ¿Y lo mismo será cognoscible y opinable, o es im po-
sas, dirigiendo la m irada a las cuales puedo distinguir sible esto?
por mí mismo unas de btras. En un poder miro sólo d —Es imposible —respondió Glaucón—, dado lo que
a aquello a lo cual está réferido y aquello que produce, hemos convenido. Si un distinto poder corresponde por
y de ese modo denomino a cada uno de ellos 'poder', naturaleza a un objeto distinto, y ambos, opinión y co-
y del que está asignado a lo mismo y produce lo mismo fa nocimiento científico, son poderes, pero cada uno dis^
considero que es el mismo poder, y distinto el que está tinto del otro, como decimos, de allí resulta que no hay
asignado a otra cosa y produce otra cosa. Y tú ¿cómo lugar a que lo cognoscible y lo opinable sean lo mismo.
procedes? —Por lo tamo, si lo que es es cognoscible, lo opina-
—Del mismo modo. ble será algo distinto de lo que es.
—Volvamos atrás, entonces, mi excelente amigo. ¿Di- —Distinto, en efecto.
ces que el conocimiento científico es un poder, o en qué —¿Se opina entonces sobre lo que no es, o es impo-
género lo ubicas? sible opinar sobre lo que no es? Reflexiona: aquel que
—En ése: es el más vigoroso de iodos los poderes. opina tiene una opinión sobre algo. ¿O acaso es posible
—¿Y la opinión es un poder o ta transferirem os a opinar sin opinar sobre nada?
otra especie? —No, es imposible.
—De ningún modo, porque aquello con lo cual pode- —¿No es, más bien, que el que opina opina sobre
mos opinar es la opinión. una cosa?
—Pero hace apenas un m omento convioiste en que -S í.
el conocimiento científico y la opinión no son lo mismo. —Pero lo que no es no es algo, sino nada, si habla-
—¿Y cómo un hombre en su sano juicio adm itiría mos rectam ente.
que es lo mismo lo falible y lo infalible? —Enteram ente de acuerdo.
—Muy bien —asentí—. Es manifiesto que estamos —A io que no es hemos asignado necesariam ente la
de acuerdo en que la opinión es distinta del conocimiento at $<í ignorancia, y a lo que es el conocimiento.
científico. —Y hemos procedido correctam ente.
—En tal caso, no se opina sobre lo que es ni sobre ble, y asignemos las zonas extrem as a Jos poderes extre-
lo que no es. mos y las interm edias a lo intermedio. ¿No es así?
—No, por cieno. —Sí.
—Por ende, la opinión no es ignorancia ni conoci- —Admitido esto, podré decir que me hable y respon-
miento. da aquel valiente que no cree que haya algo Bello en
—Así parece. sí, ηί una Idea de la Belleza en sí que se comporta siem pre
—¿Está entonces más allá de ambos, sobrepasando del mismo modo, sino muchas cosas bellas; aquel amante
al conocimiento en claridad y a la ignorancia en de espectáculos que de ningún modo tolera que se le
oscuridad? diga que existe lo Bello único, lo Justo, etc. «Excelente
—Ni una cosa ni la otra. amigo», le diremos, «de estas múltiples cosas bellas, ¿hay
—¿O te parece que la opinión es más oscura que el alguna que no le parezca fea en algún sentido? ¿Y de
conocimiento y más clara que la ignorancia? las jusias, alguna que no te parezca ¿ajusta, y de las
—Eso sí. santas una que no le parezca profana?».
—¿Yace entre ambos? á b —No, necesariam ente las cosas bellas han de pare-
-S í. cer en algún sentido feas, y así como cualquier o tra de
—¿La opinión es, pues, interm edia entre uno y otro? las que preguntas.
—Exactamente. —¿Y las m últiples cosas dobles? ¿Parecen m eaos la
—¿Y no dijimos anterio rm en te15 que, si se nos apa- m itad que el doble?
recia algo que a la vez fuese y no fuese, una cosa de —No.
tal índole yacería entre medio de to que puram ente es —Y de las cosas grandes y las pequeñas, las livianas
y de lo que por completo no es, y ni le correspondería y las pesadas, ¿las denominarem os con estos nom bres
el conocimiento científico ni la ignorancia., sino, como que enunciamos más que con los contrarios?
decimos, algo que parece interm edio entre la ignoran- —No, cada una contiene siem pre a ambos opuestos.
cia y el conocimiento científico? —¿Y cada una de estas m ultiplicidades es lo que se
—Correcto. dice que es más bien que no es? 2a.
—Pero se ha m ostrado que lo que llamamos 'opinión' —Esto —señaló Glaucón— se parece a los juegos de
es interm edio entre ellos. palabras con doble sentido que se hacen en los banque-
—Ha sido m ostrado. tes, y a la adivinanza infantil del eunuco y del tiro al
—Nos quedaría entonces por descubrir aquello que, e murciélago, en que se da a adivinar con qué le tira y
según parece, participa de ambos, tanto de) ser como sobre qué está posando ” Estas cosas tam bién se pue-
del no ser, y a lo que no podemos denom inar rectam en-
te ni como uno ni como otro en forma pura; de modo 26 Seguim os a Shorcy en la licencia de su b ra y ar e) «es» (y el «no
es») de la o ración principal p a ra a y u d a r al lector a e v ita r la confusión
que, si aparece, digamos con justicia que es opina-
con el «es» de la oración de relativo.
27 Según el escoliasta (Grebne, 235) la adivinanza respectiva po-
dría ser ésla: «adivinanza: un hombre que no era hombre/ vio y no
25 En 477a-b. vio a un pájaro que no era pájaro,/ posado e n un leño que no er a leño,/
den in terpretar en doble sentido, y no es posible conce- —¿Y no añadirem os que éstos dan la bienvenida y
birlas con firmeza como siendo ni como no siendo, ni 4ao<j am an aquellas cosas de las cuales hay conocimiento y
ambas a la vez o ninguna de ellas. aquéllos las cosas de las que hay opinión? ¿O no nos
—¿Sabes entonces qué hacer con tales cosas —pre- acordamos de que decíamos que tales hom bres aman
gunté—, o las ubicarás en un sitio mejor que entre la y contemplan bellos sonidos, colores, etc. pero no tole-
realidad y ei no ser? En efecto, ni aparecerán sin duda ran que se considere como existente lo Bello en sí?
m ás oscuras que el no ser como p ara no ser —Sí, lo recordarem os.
menos aún, ni más luminosas que e] ser como para ser á —¿Y cometeremos una ofensa si los denominamos
más aún. ‘am antes de la opinión' más bien que 'filósofos'? ¿Y se
—Es muy cierto. encolerizarán mucho con nosotros si hablam os así?
—Por consiguiente, hemos descubierto que las m úl- —No, al menos si me hacen caso; puesto que no es
tiples creencias de la m ultitud acerca de lo bello y de- lícito encolerizarse con la verdad.
más cosas están como rodando en un terreno interm e- —Entonces ha de llam arse 'filósofos' a los que dan
dio entre lo que no es y lo que es en forma pura. la bienvenida a cada una de las cosas que son en sí,
—Lo hemos descubierto. y no 'am antes de la opinión'
—Pero hemos convenido anteriormente en que, si apa- —Completamente de acuerdo.
recía algo de esa índole, no se debería decir que es cog-
noscible sino opinable y, vagando en territorio interm e-
dio, es detectable por el poder intermedio.
—Lo hemos convenido.
—En tal caso, de aquellos que contemplan las múlti- ¿
pies cosas bellas, pero no ven lo Bello en sí ni son capa-
ces de seguir a otro que los conduzca hacia él, o ven
m últiples cosas justas pero no lo Justo en sí, ν así con
todo, direm os que opinan acerca de todo pero no cono-
cen nada de aquello sobre lo que opinan.
—Necesariamente.
—¿Qué diremos, en cambio, de los que contemplan
las cosas en sí y que se com portan siem pre del mismo
modo, sino que conocen, y que no opinan?
—También es necesario esto.