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AUTORES
CARLOS AGUILAR BLANC
CARLOS ALARCÓN CABRERA
JOSÉ CEPEDELLO BOISO
FERNANDO LEÓN JIMÉNEZ
MANUEL JESÚS LÓPEZ BARONI
ISABEL VICTORIA LUCENA - CID
FERNANDO MARTÍNEZ CABEZUDO
RAFAEL RODRÍGUEZ PRIETO
JOSÉ MARÍA SECO MARTÍNEZ
RAMÓN LUIS SORIANO DÍAZ
MARÍA LUISA SORIANO GONZÁLEZ
Índice
PRÓLOGO
CRÉDITOS
PRÓLOGO
COORDINADORES
CAPÍTULO I
FUENTES INTELECTUALES DEL
TERROR DE ESTADO
REVOLUCIONARIO. UNA
PERSPECTIVA DESDE LA FILOSOFÍA
JURÍDICA Y POLÍTICA
CARLOS AGUILAR BLANC
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
cagubla@gmail.com
8. CONCLUSIONES
Los hechos y argumentos expuestos en las líneas precedentes
nos indican que los líderes revolucionarios franceses pensaron que
podrían realizar una suerte de experimento de ingeniería social
avanzada que llevase a la sociedad francesa a convertirse en
virtuosa, es decir que el Terror tuvo un claro carácter teleológico y
utópico. Para ello se planeó la regeneración forzosa de la sociedad
en su conjunto, lo cual vino a justificar la retórica de la violencia y de
la sangre. La base teórica utilizada para realizar tal operación fue la
supuesta incompatibilidad de la existencia del Estado, encarnación
de la virtud, con la del sujeto disconforme con la supuesta voluntad
general. De ese modo se excluyó al individuo de su condición de
ciudadano para convertirlo en un enemigo. Este planteamiento fue
una constante en el desarrollo del terror francés y también lo será en
los terrores posteriores. La cuestión es que aun considerando las
posibles buenas intenciones de algunos de sus dirigentes, y sus
loables deseos de crear un mayor bienestar social basado en una
economía más justa, lo cual es mucho suponer, y pese a ser
proclamados solemnemente los valores de la libertad, la igualdad y
la fraternidad, la revolución trajo consigo el Terror político legal e
ideológicamente fundamentado.
Más adelante el proceso revolucionario en Rusia fue
probablemente la gran ocasión perdida. Quizás las cosas hubieran
sido de otro modo si la minoría bolchevique no hubiera accedido al
poder violentamente y hubieran gobernado otras facciones
mayoritarias como las de los kadetes, los socialistas revolucionarios
o los mencheviques. Los bolcheviques, inspirados e influidos por las
teorías de los revolucionarios franceses y en el marxismo más
violento, desarrollaron un Terror de masas de proporciones
desconocidas hasta entonces. Bajo el poder soviético asistimos a la
negación de la subjetividad del otro, del tercero considerado
meramente como perteneciente a una clase social enemiga.
Desde la teoría jurídica y política soviética se realizó una
construcción teórica del derecho y de la sociedad, que a la postre
vendría a rechazar la existencia del individuo moral autónomo de
corte kantiano, del sujeto creador de valores morales propios y
portador de derechos subjetivos convergentes en ese concepto que
en la actualidad conocemos como Dignidad Humana.
En definitiva, podríamos decir que la gran enseñanza a extraer de
estos procesos historicos es que la asunción del dogma ilusorio del
catecismo revolucionario, que afirma en su gran relato de carácter
utópico, que la salvación personal del individuo debe quedar
subordinada a la salvación del colectivo social, dio lugar y aun hoy
puede dar vida a diversos totalitarismos políticos, sociales o de
carácter ideológico. La consecuencia inevitable de dicha
subordinación del individuo ante el colectivo en la esfera de los
derechos y libertades, será la negación estatal o social de la
mismísima idea de la dignidad humana, así como la manifestación
de la misma en lo que comúnmente conocemos como los derechos
humanos más básicos.
4LOWIE, Robert H., The Melanesians. Studies in their Anthropology and Folk-Lore,
Oxford, 1891.
5 CARO BAROJA, Julio, «El terror desde un punto de vista histórico», en Terror y
terrorismo, Plaza y Janés/Cambio 16, Barcelona, 1989, pp. 51 a 56.
6 Vid. CARO BAROJA, Julio, «El terror desde un punto de vista histórico», en Terror y
terrorismo, op. cit., pp. 16 a 29.
7 Vid. LEFEBVRE, Georges, El gran pánico de 1789, Paidós, Barcelona, 1986.
8 Vid. CALVERT, Peter, «El terror en la teoría de la revolución», en O’SULLIVAN, Noel
y otros, Terrorismo ideología y revolución, Alianza, Madrid, 1987, p. 47. Para este
autor el «terror» es el uso sistemático del temor en circunstancias revolucionarias
para ayudar al establecimiento de un nuevo gobierno.
9 VOVELLE, Michel, «El miedo», en La mentalidad revolucionaria, Crítica,
Barcelona, 1989, p. 66.
10 AGUILAR BLANC, Carlos, «El influjo del pensamiento de Rousseau, Marat y
Robespierre, en los fundamentos intelectuales, ideológicos y jurídicos del Terror
de revolucionario francés», en Revista Internacional de pensamiento Político, I
Época, vol. 5, 2010, pp. 211-237.
11 Vid. MONTESQUIEU, Charles Louis de Secondat, «Libro X, “De las leyes que dan
origen a la libertad política en su relación con la constitución”; Capítulo VI, “De la
constitución de Inglaterra”», en Del Espíritu de las Leyes, Tecnos, Madrid, 1987, p.
107.
12Vid. JAMET, Dominique, «La fiesta de Henriette», en Robespierre y Sait-Just o el
Terror sin la virtud, Luis de Caralt Editor, Barcelona, 1990, p. 97.
13 Vid. JAMET, Dominique, «Prairial, la edad de oro», en Robespierre y Sait-Just o
el Terror sin la virtud, op. cit., p. 247.
14ROUSSEAU, Jean-Jacques, «Libro II, Capítulo VIII, “Del pueblo”», en El contrato
social, Edaf, 1982, p. 93.
15 ROUSSEAU, Jean-Jacques, «Libro II, Capítulo IV, “De los límites del poder
soberano”», en El contrato social, op. cit., p. 74.
16ROUSSEAU, Jean-Jacques, «Libro II, Capítulo V, “Del derecho de vida y
muerte”», en El contrato social, op. cit., p. 80.
17 ROUSSEAU, Jean-Jacques, «Libro II, Capítulo I, “La soberanía es inalienable”»,
en El contrato social, op. cit., pp. 67 y 68.
18 Vid. JAMET, Dominique, «El desorden y la noche», en Robespierre y Sait-Just o
el Terror sin la virtud, op. cit., p. 343.
19 Éste fue calificativo que les dio La Montaña después de las jornadas de enero
de 1793 y sobre todo tras el 12 de febrero, en las que el movimiento popular
reclamó a la Convención el control de los precios del grano. Los montañeses
consideraron, en ese momento, que era un movimiento peligroso y anárquico. El
propio Marat pidió el arresto de los líderes por considerarlos subversivos.
20 Este término vendría a significar «fanático, rabioso, implacable» en lengua
española. Vid. GARCÍA-PELAYO, Ramón, Dictionnaire Français-Espagnol, Librairie
Larousse, Paris, 1971.
21 Vid. BOULOISEAU, Marc, La República Jacobina: 10 de agosto – 9 termidor año
II, Ariel, Barcelona, 1980, p. 13.
22 MARAT, Jean Paul, «Un nuevo ideal político», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos: prólogo, selección y notas de Michel Vovelle, Labor–las ediciones
liberales, Barcelona, 1973, p. 164.
23MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 168.
24MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., pp. 182-183.
25MARAT, Jean Paul, Texto perteneciente al Plan de législation criminelle, Paris,
1790, pp. 16-19 en Textos Escogidos, op. cit., p. 88.
26MARAT, Jean Paul, «Marat teórico de la sociedad», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., pp. 89 y 90.
27MARAT, Jean Paul, «Marat visto por sí mismo», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 120.
28MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 198.
29MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 187.
30MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 188.
31MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., p. 206.
32MARAT, Jean Paul, «Una teoría de la revolución», en Jean-Paul Marat Textos
Escogidos, op. cit., pp. 204-205.
33ROBESPIERRE, Maximilien, «Los principios del gobierno revolucionario», en La
Revolución Jacobina, traducción: Jaume Fuster, Península, Barcelona, 1973, p.
124.
34ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre el gobierno representativo», en La Revolución
Jacobina, op. cit., p. 122.
35 Ibídem.
36 Ibídem.
37 ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre los principios de la moral política», en op. cit.,
p. 146. Discurso pronunciado el 18 de lluvioso, año II (5 de febrero de 1794), cuyo
título completo es el de Sobre los principios de la moral política que deben guiar a
la Convención Nacional en la administración interna de la República.
38ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre los principios del gobierno revolucionario», en
La Revolución Jacobina, op. cit., p. 125.
39 ROBESPIERRE, Maximilien, «El discurso del 8 de Termidor», en La Revolución
Jacobina, op. cit., p. 190. Éste fue el último discurso de Robespierre, pronunciado
ante la Convención el 26 de julio de 1794, el día anterior a su caída y arresto y
según la corriente mayoritaria causa de su caída política al anunciar nuevas
medidas de terror sobre los convencionales pero sin citar a sus objetivos lo que
desencadenó un miedo general que se volvió en su contra.
40 Discurso pronunciado el 18 de lluvioso, año II (5 de febrero de 1794), cuyo
título completo es el de Sobre los principios de la moral política que deben guiar a
la Convención Nacional en la administración interna de la República.
41 ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre los principios de la moral política», en op. cit.,
p. 143.
42 ROBESPIERRE, Maximilien, «El discurso del 8 de Termidor», en op. cit., p. 196.
43 ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre los principios de la moral política», en op. cit.,
p. 142.
44 ROBESPIERRE, Maximilien, «Sobre los principios de la moral política», en op. cit.,
p. 143.
45 BURKE, Edmund, «7. “Análisis crítico de la Revolución Francesa”», en
Reflexiones sobre la Revolución en Francia, Alianza, Madrid, 2003, p. 135.
46GAXOTTE, Pierre, «El Terror Comunista», en La Revolución Francesa, Áltera,
Barcelona, 2005, p. 248.
47 AGUILAR BLANC, Carlos, «El Terror de Estado francés una perspectiva jurídica»,
en Revista Internacional de Pensamiento Político, vol. VII (2012), pp. 207-243.
48KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, «V La Tradición del Terror», en Terrorismo y
Comunismo, Biblioteca Jucar, Madrid, 1977, p. 39.
49CONQUEST, Robert, El Gran Terror: Las purgas stalinistas de los años treinta,
Ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1974, p. 9.
50 Vid. Pravda, 26 de octubre de 1918, texto completo traducido al español en
BAYNAL, Jacques, SKIRDA, Alexandre y URJEWICZ, Charles, El terror bajo Lenin,
Tusquets Editor, Barcelona, 1978.
51 JIMÉNEZ LOSANTOS, Federico, Memoria del Comunismo, 3. «Lenin. La tortuosa
personalidad de Lenin», Kindle Edition, basado en la edición impresa de La
Esfera. Impresionante y monumental estudio sobre la mentalidad comunista y su
peculiar visión acerca de la sociedad, una obra que bien podríamos encuadrar en
el campo de los estudios de la Historia de las mentalidades por su utilización de
elementos propios de la filosofía, la psicología y la antropología.
52 LENIN, Vladimir Ilich Uliánov, «Política tradeunionista y política socialdemócrata.
¿Qué hay de común entre economismo y terrorismo?», en ¿Qué hacer?:
problemas candentes de nuestro movimiento, Ed. Lenguas Extranjeras, Pekín,
1975, pp. 97 y 98.
53 ROJAS, Mauricio, «El implacable y la construcción del partido totalitario», en
Lenin y el Totalitarismo, Versión Kindle, Debate, 2017.
54 LENIN, Vladimir Ilich Uliánov, «Política tradeunionista y política socialdemócrata.
¿Qué hay de común entre economismo y terrorismo?», en ¿Qué hacer?, op. cit.,
p. 101.
55 ANDICS, H., «The infernal machine», en Rule of Terror: Russia under Lenin and
Stalin, Ed. Holt, Reinhart and Winston, New York, Chicago, San Francisco, 1969,
p. 71.
56 STUCKA, Piotr Ivánovich, «Tribunal viejo y tribunal nuevo», en La función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, Península, Barcelona, 1974, p. 230.
57 Vid. KURSKY, D. I., Izbrannye stati I rechi (Discursos escogidos), Moscú, 1958,
p. 67. Citado en COURTOIS, Stéphane, WERTH, Nicolas, PANNÉ, Jean-Louis,
PACZKOWSKI, Andrej, BARTOSEK, Karel y MARGOLIN, Jean-Louis, El libro negro del
comunismo, Espasa Calpe y Planeta, Madrid y Barcelona, 1998, p. 71.
58Vid. STUCKA, Piotr Ivánovich, «Tribunal viejo y tribunal nuevo», en La Función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, op. cit., p. 231.
59 STUCKA, Piotr Ivánovich, «Tribunal viejo y tribunal nuevo», en La función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, op. cit., p. 237.
60 Vid. Diario Investia, n.º 248, de 10 de diciembre de 1918, texto completo
traducido al español, en BAYNAL, Jacques, «La checa. Decretos, artículos y
documentos oficiales», en El terror bajo Lenin, op. cit., p. 51.
61Vid. STUCKA, Piotr Ivánovich, «Tribunal viejo y tribunal nuevo», en La Función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, op. cit., p. 231.
62 Vid. LENIN, Vladimir Ilich Uliánov, Polnoe sobranie sochineii, Moscú, 1958-1966,
vol. XXXV, p. 311; citado en COURTOIS, Stéphane, El libro negro del comunismo,
op. cit., p. 75.
63 Vid. STUCKA Piotr Ivánovich, «Que es el Derecho», en La Función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, op. cit., p. 257.
64 Vid. Ivestia, n.º 195, 10 de diciembre de 1918, texto completo traducido al
español, en BAYNAL, Jacques, «La checa. Decretos, artículos y documentos
oficiales», en El terror bajo Lenin, op. cit., pp. 52 y 53.
65 Vid. Periódico de la Cheka, n.º 1, p. 11, de 22 de septiembre de 1918. Texto
completo traducido al español en BAYNAL, Jacques, «La checa. Decretos, artículos
y documentos oficiales», en El terror bajo Lenin, op. cit., p. 58.
66Vid. STUCKA, Piotr Ivánovich, «Tribunal viejo y tribunal nuevo», en La Función
Revolucionaria del Derecho y del Estado, op. cit., pp. 234 y 235.
67MELGOUNOV, Sergei Petrovich, «Estadística sangrienta», en El terror rojo en
Rusia, op. cit., p. 78.
68 Vid. Severnaya Kommuna, n.º 109, de 19 de septiembre, citado por COURTOIS,
S., «El terror rojo», en El libro negro del comunismo, op. cit., p. 93.
69Vid. MELGOUNOV, Sergei Petrovich, «El terror impuesto», en El terror rojo en
Rusia, Caro Raggio, Madrid, 1927, p. 69.
70 Vid. LENIN I VCHK, Sbornik dokumentov (1917-1922), Moscú, 1975, p. 122,
citado por COURTOIS, S., «El terror rojo», en El libro negro del comunismo, op. cit.,
p. 97.
71 Vid. SOLZHENITSYN, Alexandr, Archipiélago Gulag, vols. 1, 2 y 3, Tusquets,
Barcelona, 2005-2007.
72 CASSIDAY, Julie A., «The Trial of the Socialist Revolutionaries», en The Enemy
on Trial: Early soviet Courts on stage and screen, Northern Illinois University
Press, 2000, pp. 42-50. Si bien citamos sólo la parte referente a los SRs es un
libro que no tiene desperdicio.
73 BAYNAL, Jacques, El terror bajo Lenin, op. cit., p. 173.
74Vid. SOLOMON, Jr., Peter H., «The design of an experiment», en Soviet Criminal
Justice under Stalin, Cambridge University Press, 1996, p. 36.
75 Vid. WOITINSKY, W., «Los doce condenados a muerte: El proceso de los
socialistas revolucionarios en Moscú», en BAYNAL, Jacques, El terror bajo Lenin,
op. cit., p. 190. Texto originalmente publicado por la Delegación en el extranjero
del Partido Socialista Revolucionario Ruso en Berlín en el año 1922 con prefacio
de Karl Kautsky.
76 Vid. WOITINSKY, W., «Los doce condenados a muerte: El proceso de los
socialistas revolucionarios en Moscú», en BAYNAL, Jacques, El terror bajo Lenin,
op. cit., pp. 205-206.
77 Vid. PIPES, Richard, Russia under the Bolchevisk regime, Vintage Books, a
Division of Random House, New York, 1995, pp. 403-409.
78 Vid. GETTY, J. Arch y NAUMOV, Oleg V., La lógica del Terror: Stalin y la
autodestrucción de los bolcheviques 1932-1939, Yale University, Crítica,
Barcelona, 2000, p. 9. Impresionante monografía que recoge un total de 161
documentos desclasificados y la correspondiente reflexión crítica sobre los
mismos de los autores.
79 VIDAL, César, «Lenin lleva a Marx a la práctica», en Paracuellos-Katyn un
ensayo sobre el genocidio de la izquierda, Libros Libres, Madrid, 2005, pp. 51-53.
80 Vid. SOLOMON, Peter H. Jr., «Returning to traditional legal order», en Soviet
Criminal Justice under Stalin, op. cit., pp. 153-195.
81 Vid. RAYFIELD, Donald, Stalin y los Verdugos, Santillana Ediciones Generales,
Taurus, 2003, pp. 358-372.
82 Vid. RAYFIELD, Donald, Stalin y los Verdugos, op. cit., pp. 381-440.
83 LAQUEUR, Walter, «Por qué confesaron», en La Estrategia del Terror, Ediciones
B, Vergara Grupo Z, Barcelona, 2003, pp. 145-170.
84 ROJAS, Mauricio, «El Gran Terror y el misterio de la confesión», en Lenin y el
Totalitarismo, Versión Kindle, Debate, 2017.
85 FASSÒ, Guido, «Las teorías políticas de los regímenes totalitarios», en Historia
de la Filosofía del Derecho, Vol. III, Siglos xix y xx, Pirámide, Madrid, 1988, p. 253.
86Vid. PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «The Marxist Theory of Law and the
Construction of Socialism», en Pashukanis: Selected Writings on Marxism and
Law, Academic Press Inc. A subsidiary of Harcourt Brace Jovanovich, Publishers,
London, 1980, pp. 189-190.
87Vid. PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «A Course on Soviet Economic Law»,
en Pashukanis: Selected Writings on Marxism and Law, op. cit., pp. 316 y 308.
88PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «The Marx Theory of State and Law», en
Pashukanis: Selected Writings on Marxism and Law, op. cit., p. 289.
89Vid. PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «A Course on Soviet Economic Law»,
en Pashukanis: Selected Writings on Marxism and Law, op. cit., p. 307.
90Vid. PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «A Course on Soviet Economic Law»,
en Pashukanis: Selected Writings on Marxism and Law, op. cit., p. 313.
91PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «State and Law under Socialism», en
Pashukanis: Selected Writings on Marxism and Law, op. cit., pp. 348-356.
92PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «Soviet State and the Revolution in Law:
The situation on the legal theory front», en Soviet Legal Philosophy, Harvard
University Press, Cambrige-Massachusetts, 1951, pp. 278-280.
93 PASHUKANIS, Evgueni Bronislávovich, «Derecho y violación del derecho», en
Teoría General del Derecho y Marxismo, Labor Universitaria, Barcelona, 1976.
Traducida por ZAPATERO, Virgilio, p. 149.
109 KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, Terrorismo y Comunismo, op. cit., p. 169.
110 AGUILAR BLANC, Carlos, «La fundamentación teórica del Terror de Estado en la
filosofía jurídica nacionalsocialista de Karl Larenz», en Revista Internacional de
Pensamiento Político, I Época, vol. 9, 2014, pp. 231-248.
111 KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, Terrorismo y Comunismo, op. cit., pp. 181-183.
114 KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, Terrorismo y Comunismo, op. cit., p. 201.
115 KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, Terrorismo y Comunismo, op. cit., p. 201.
116 KAUTSKY, Karl y TROTSKY, Leon, Terrorismo y Comunismo, op. cit., p. 202.
CAPÍTULO II
LOS SISTEMAS ELECTORALES Y LA
JUSTICIA
CARLOS ALARCÓN CABRERA
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
calacab@upo.es
Primer Segundo
Fecha Primer Partido Segundo Partido
Partido Partido en
elecciones en escaños en escaños
en votos votos
2.2. FRANCIA
Elecciones 1951
Elecciones Presidenciales
1 circunscripción de 1 escaño
1 circunscripción de 3 escaños
1 circunscripción de 4 escaños
2 circunscripciones de 8 escaños
2 circunscripciones de 9 escaños
1 circunscripción de 12 escaños
1 circunscripción de 13 escaños
2 circunscripción de 14 escaños
1 circunscripción de 15 escaños
4 circunscripciones de 16 escaños
2 circunscripciones de 18 escaños
2 circunscripciones de 19 escaños
1 circunscripción de 21 escaños
1 circunscripción de 22 escaños
2 circunscripción de 23 escaños
1 circunscripción de 25 escaños
1 circunscripción de 28 escaños
1 circunscripción de 27 escaños
1 circunscripción de 29 escaños
1 circunscripción de 38 escaños
1 circunscripción de 39 escaños
1 circunscripción de 52 escaños
1 circunscripción de 55 escaños
2 circunscripciones de 1 escaño
8 circunscripciones de 3 escaños
7 circunscripciones de 4 escaños
9 circunscripciones de 5 escaños
4 circunscripciones de 6 escaños
5 circunscripciones de 7 escaños
3 circunscripciones de 8 escaños
3 circunscripciones de 9 escaños
1 circunscripción de 10 escaños
1 circunscripción de 11 escaños
1 circunscripción de 12 escaños
1 circunscripción de 16 escaños
1 circunscripción de 31 escaños
1 circunscripción de 35 escaños
2.4. ALEMANIA
2.6. ESPAÑA
20 16
19 15
18 14
17 13
16 12
15 12
14 11
13 10
12 9
11 8
10 8
9 7
8 6
7 5
6 4
5 4
4 3
3 2
2 1
1 1
P. Comunista – 1 14
P. Socialista 116 59 88
Esquerra Republicana de Cataluña 36 22 22
Izquierda Republicana – – 79
Acción Republicana 26 5 –
Unión Republicana – – 34
ORGA (Nacionalistas gallegos) 15 3 3
Acciò Catalana – – 5
Radical-socialistas y otros izquierda 70 3 18
Total Izquierda 263 93 263
P. Radical 90 102 9
P. Republicano Conservador – 16 –
Agrupación al servicio de la 16 – –
República
Lliga Catalana 3 26 12
Otros centro 4 14 21
Total Centro 113 158 42
CEDA – 115 101
Renovación Española 1 15 13
Agrarios 26 32 11
Derecha liberal republicana 22 – –
PNV y tradicionalistas 14 33 25
Otros derecha 14 28 18
Total derecha 63 223 168
Andalucía
Almería 5 414.000 82.800
Cádiz 9 926.000 102.600
Córdoba 7 630.000 90.000
Granada 7 680.000 97.600
Huelva 5 379.000 75.800
Jaén 6 525.000 87.500
Málaga 10 1.025.000 102.500
Sevilla 12 1438.000 119.800
Aragón
Huesca 3 176.000 58.600
Teruel 3 115.000 38.300
Zaragoza 7 729.000 104.100
Asturias
Asturias 8 934.000 116.700
Baleares
Baleares 8 701.000 87.600
Comunidad Valenciana
Alicante 11 1.156.000 105.100
Castellón 5 404.000 80.800
Valencia 16 1.883.000 116.600
Canarias
Las Palmas 8 731.000 91.300
Tenerife 7 692.000 98.800
Cantabria
Cantabria 5 473.000 94.600
Castilla-La Mancha
Albacete 4 299.000 74.700
Ciudad Real 5 395.000 79.000
Cuenca 3 166.000 55.300
Guadalajara 3 152.000 50.600
Toledo 5 452.000 90.400
Castilla-León
Ávila 3 141.000 47.000
Burgos 4 302.000 75.500
León 5 428.000 85.600
Palencia 3 151.000 50.300
Salamanca 4 299.000 74.700
Segovia 3 125.000 41.600
Soria 3 78.000 26.000
Valladolid 5 434.000 86.800
Zamora 3 175.000 58.300
Cataluña
Barcelona 31 3.976.000 128.200
Girona 6 469.000 78.100
Lleida 4 304.000 76.000
Tarragona 5 514.000 102.800
Ceuta
Ceuta 1 55.000 55.000
Extremadura
Badajoz 6 538.000 89.600
Cáceres 4 340.000 85.000
Galicia
La Coruña 9 964.000 107.100
Lugo 4 315.000 78.700
Ourense 4 293.000 73.200
Pontevedra 7 111.000 777.000
Madrid
Madrid 35 4.307.000 123.000
Melilla
Melilla 1 47.000 47.000
Murcia
Murcia 9 938.000 104.200
Navarra
Navarra 5 476.000 95.200
País Vasco
Álava 4 256.000 64.000
Guipúzcoa 6 623.000 103.800
Vizcaya 9 1.008.000 112.000
La Rioja
La Rioja 4 333.000 83.200
La desviación del valor del voto alcanza así hasta el 393 por 100,
como se puede comprobar al analizar el aumento de dicho valor a partir
del cociente electoral de la provincia más infravalorada, Barcelona, con
128.200 electores por escaño:
Provincia Electores/Escaño Porcentaje de desviación (%)
Barcelona 128.200
Madrid 123.000 4,2
Sevilla 119.800 7
Valencia 117.600 9,1
Asturias 116.700 9,8
Vizcaya 112.000 14,4
Pontevedra 111.000 15,4
La Coruña 107.100 19,7
Alicante 105.100 21,9
Murcia 104.200 23
Zaragoza 104.100 23,1
Guipúzcoa 103.800 23,5
Tarragona 102.800 24,7
Cádiz 102.600 24,9
Málaga 102.500 25,1
Tenerife 98.800 29,7
Granada 97.600 31,3
Navarra 95.200 34,6
Cantabria 94.600 35,5
Las Palmas 91.300 40,4
Toledo 90.400 41,8
Córdoba 90.000 42,4
Badajoz 89.600 43,1
Baleares 87.500 46,5
Jaén 87.500 46,5
Valladolid 86.800 47,6
León 85.600 49,7
Cáceres 85.000 50,8
La Rioja 83.200 54,1
Almería 82.800 54,8
Castellón 80.800 58,6
Ciudad Real 79.000 62,2
Lugo 78.700 62,8
Girona 78.100 64,1
Lleida 76.000 68,6
Huelva 75.800 69,1
Burgos 75.500 69,8
Albacete 74.700 71,6
Salamanca 74.700 71,6
Ourense 73.200 75,1
Álava 64.000 100,3
Huesca 58.600 118,7
Zamora 58.300 119,8
Cuenca 55.300 131,8
Ceuta 55.000 133,1
Guadalajara 50.600 153,3
Palencia 50.300 154,8
Melilla 47.000 172,7
Ávila 47.000 172,7
Segovia 41.600 208,1
Teruel 38.300 234,7
Soria 26.000 393,8
1. INTRODUCCIÓN
Desde el punto de vista de la teoría política, la concepción del
Estado elaborada en la mayor parte de los países de raíz islámica,
en el momento en que fue necesario desarrollarla, para asentar los
diversos procesos de constitución de los Estados-nación
poscoloniales, tenía un carácter excesivamente formalista e
instrumental (AYUBI, 1998, 27). Basándose en la «teoría general del
Estado», en su versión más clásica, el Estado era concebido, de
manera general, como una entidad con naturaleza política propia
que se caracterizaba por su externalidad en relación con la
población o sociedad civil. En este contexto teórico, la creación de la
estructura de poder estatal tendría como misión política esencial el
control externo normativo de una determinada población en un
concreto territorio. Al mismo tiempo, tal y como había ocurrido en
Occidente, durante el siglo XIX, eran constantes las apelaciones al
concepto de nación, como sustrato último y necesario para la
constitución de un Estado. Ahora bien, es indudable que la
asimilación de conceptos ideológicos y políticos, en principio,
extraños a la tradición propia, ya que habían ido madurando en
paralelo a una experiencia histórica diversa a la de los territorios con
población de raíz islámica, conllevó innumerables dificultades para
consolidar las estructuras estatales creadas bajo un férreo y estricto
control de las antiguas potencias coloniales.
Uno de los mayores obstáculos estaba representado por la
dificultad para unificar los vínculos en las relaciones entre el Estado,
la población y el territorio. En la medida en que la inmensa mayoría
de los límites territoriales fueron creados, de manera arbitraria, bajo
el influjo de los intereses de las potencias colonizadoras, las
estructuras estatales se asentaron sobre profundos desequilibrios
entre la población y el territorio, de tal forma que los medios de
imposición directa del poder estatal, excesivamente formalista e
instrumental, se constituían como los garantes, casi exclusivos, de
la unidad entre ambos. Pero, dado que esa unidad no existía en el
estricto plano del conjunto de la población, articulada aún, en su
mayor parte, alrededor de vínculos más anclados en la tradición
tribal, los distintos Estados se configuraron, desde su inicio, como
«Estados policías y corporativistas». Sólo el control autoritario y
despótico sobre la población y el territorio permitía mantener la
ficción de la unidad y sólo la creación de vínculos privilegiados con
determinados sectores estratégicos de la sociedad conseguía
complementar, con relativa eficacia, el control policial.
El paulatino fortalecimiento de los mecanismos de control de los
diversos Estados policías y corporativistas provocó la consecuente
debilidad progresiva de la población, en tanto que sociedad civil
activa. Ahora bien, este debilitamiento social dificultaba, al mismo
tiempo, sobremanera, el asentamiento y consolidación de los
necesarios vínculos que permitieran forjar un principio de unidad
entre la población y el territorio. Los Estados, por tanto, debían
controlar, al unísono, la población y el territorio, con diversas
estrategias, en muchos casos, difíciles de unificar, dado que no
existía unión real entre ambos elementos. Una de las consecuencias
más palpables de esta situación de crisis permanente fue la
consolidación progresiva de los problemas derivados de las
dificultades para unificar la población y el territorio que acabaron
manifestándose, entre otros, en los fenómenos, a veces simultáneos
de la reterritorialización y la desterritorialización (CHANDLER, 2007,
116). De forma constante, los Estados acudían a prácticas de muy
diverso tipo para evitar perder el control de la población o la
soberanía sobre los límites territoriales establecidos durante los
distintos procesos de independencia o de liberación de los diversos
mecanismos de control o tutela de la actividad estatal. Pero, para
ello, debían, en muchos casos, luchar en dos frentes. Por un lado,
enfrentarse a las demandas territoriales de países limítrofes que
denunciaban la arbitrariedad de las fronteras y exigían su
modificación (reterritorialización) y, por otro, a distintas
comunidades, con fuertes lazos de identidad y cuya población había
sido dividida entre distintos Estados, que intentaban crear
estructuras paralelas de organización política al margen de las
fronteras establecidas (desterritorialización).
En su política interna, los Estados se consolidaron a través de
gobiernos autoritarios y despóticos cuyo principal objetivo no era
otro sino el control civil de la población a través de las medidas
policiales, así como el dominio sobre la estructura política
sustentadora de las relaciones socioeconómicas existentes en la
sociedad, mediante el fortalecimiento de las prácticas
corporativistas. Por otro lado, en relación con la política exterior, se
multiplicaban los conatos de guerras fronterizas para reafirmar tanto
el control sobre el territorio como sobre la población, tal y como
podemos ver reflejado, de manera paradigmática, en la tortuosa
historia, interna y externa, del Estado iraquí bajo el gobierno de
Sadam Husein. La posibilidad, además, de iniciar conflictos
fronterizos era constante, entre otras razones, debido a que existían
importantes comunidades arraigadas desde antiguo en
determinados territorios cuya integridad había sido cercenada por la
delimitación territorial impuesta por las potencias coloniales, como
ocurría con pueblos de origen étnico, cultural o religioso tan diverso
como el armenio o el kurdo, por sólo citar dos de los ejemplos más
representativos.
Desde un punto de vista ideológico, las carencias detectadas,
desde el inicio, propiciaron el desarrollo de diversas estrategias
políticas sustentadas en el concepto de nación que cristalizaron con
el movimiento panarabista. Para algunos, era justamente la
ausencia de un sentimiento nacionalista lo que impedía fortalecer y
unificar los vínculos entre la población, el territorio y el Estado. Pero,
de igual forma, este componente nacionalista adolecía de los
mismos rasgos de excesiva formalidad e instrumentalización y, en
lugar de emerger como fenómeno surgido en el seno de una
población especialmente vinculada con un territorio específico, se
constituyó como una construcción ad hoc, dirigida y controlada por
distintos gobiernos con la intención de fortalecer su situación de
poder dentro de la estructura estatal. Se configuró, así, un
nacionalismo que sólo respondía a los intereses estatales y que, por
tanto, se manifestaba, de igual manera, bajo la forma del control
estatal policial y corporativo, en tanto que nacionalismo impuesto, en
gran medida, por la fuerza y defendido por aquellos sectores
sociales específicos que eran beneficiados, constantemente, por las
decisiones del Estado. En esta coyuntura, el movimiento
panarabista seguía manifestando serias dificultades para consolidar
las estructuras estatales de gobierno y mantener los límites
territoriales establecidos, por lo que, entre sus propuestas, se
incluían dos principales en relación con la población y el territorio.
Por un lado, respecto a la población, se defendió la lengua árabe
como el principio de unidad que podía sustentar la construcción de
una única nación árabe. Pero, esto, al mismo tiempo, suponía el
inicio de un intento progresivo de ruptura del mapa territorial
establecido y, por lo tanto, el desarrollo de estrategias políticas de
reterritorialización, como el intento de crear la República Árabe
Unida, entre 1958 y 1961, que suponía la unión de dos territorios no
fronterizos, Egipto y Siria, como primer paso para la creación de un
Estado único para toda la población y los territorios árabes. La
existencia efímera de la República Árabe Unida supuso la primera
manifestación palpable del posterior fracaso colectivo del proyecto
panarabista.
Sin embargo, décadas antes, las doctrinas reformistas del islam
habían iniciado su propio camino teórico hacia la unidad política. En
este caso, el sustento de la unidad no sería la lengua, ni las
necesidades pragmáticas específicas de unas estructuras estatales
en situación constante de debilidad, sino la elaboración de una
teoría política propia que, enraizada en la tradición islámica,
permitiera la implantación de un modelo político que surgiera
mediante un proceso de identificación absoluta con los principios de
la religión. Además, se trataba de un proyecto mucho más
elaborado, en el plano teórico, y con fuertes raíces no sólo en la
tradición islámica, sino, al igual que en el caso del panarabismo, en
los principios que, en Occidente, habían inspirado el desarrollo de la
doctrina nacionalista. De esta forma, la caída del panarabismo
supuso la revitalización política de un fenómeno ideológico iniciado
en las últimas décadas del siglo XIX: el panislamismo. El
panislamismo se originó con la intención de trasladar los conceptos
esenciales de la doctrina islámica al ámbito político. En esta línea,
considera que el primer paso para conseguir la necesaria unidad
política entre población y territorio debe realizarse mediante la
apelación al principio doctrinal islámico del tawhid (unidad). El
principio del tawhid, que es un dogma religioso que, en puridad,
hace referencia a la unidad indisoluble de la creación, derivada de la
existencia de un único creador, es trasladado, por los autores
reformistas, hacia el terreno social y político. Posteriormente,
autores fundamentalistas, como Sayyid Qutb, sustentarán, en este
principio, su teoría política basada, en exclusiva, en los principios y
dogmas de la religión islámica. Frente a las debilidades
manifestadas por las propuestas panarabistas para crear un
principio de unión territorial que superara los límites impuestos en el
período poscolonial, el panislamismo lleva al extremo la ruptura
entre Estado, población y territorio, al plantear la existencia de una
nación, la islámica, cuya unidad, inspirada por la voluntad del propio
creador, está por encima de cualquier límite territorial establecido.
En último término, el panislamismo supone la creación de un
sustrato ideológico que facilite la creación de una estructura política
de gobierno que suponga un considerable aumento en la extensión
e intensión tanto de la población como de los territorios vinculados
entre sí y gobernados por ésta. En relación con la extensión, por un
lado, la población concernida abarcaría a la totalidad de los
creyentes en esta fe y, por otro, el territorio afectado sería todo
aquél habitado por alguna comunidad conformada por estos
creyentes. Respecto a la intensión, al sustentarse en la fe de los
creyentes, el vínculo de la población respecto a la estructura de
gobierno se consideraría como una manifestación de la relación de
éstos con la propia divinidad. De igual forma, el dominio político de
los territorios se entendería como un paso imprescindible para el
cumplimiento de la misión encomendada por la propia divinidad,
cuyo control sobre lo creado es absoluto. Además, en tanto que
construcción, en un primer momento, puramente ideológica, los
principios del panislamismo radical se van construyendo con altas
dosis de idealismo que lo alejan del pragmatismo político tan
marcado característico de las doctrinas panarabistas, en la medida
en que el primero, el panislamismo, es desarrollado por pensadores,
con escasa o nula capacidad de decisión política, que se sienten
depositarios de una misión divina, mientras que el segundo, el
panarabismo, está muy determinado por la necesidad de los
gobernantes de tomar decisiones políticas que permitan la
supervivencia de los Estados recién creados. Paradójicamente, el
fracaso del panarabismo y la consecuente revitalización del
panislamismo conducirán, de forma paulatina, a un progresivo
acercamiento de estos dos polos de referencia en el actuar político
de las corrientes defensoras del radicalismo y del fundamentalismo
islámico, el idealista y el pragmático, que conformarán una singular
mezcla en los principios ideológicos y de acción cristalizados con la
creación del Estado islámico.
En estas coordenadas, en el presente capítulo, tras analizar los
problemas teóricos inherentes a todos los intentos de articular
conceptos ajenos a la tradición política islámica como Estado y
nación, trataremos de demostrar de qué manera la situación
permanente de crisis del Estado-nación, manifestada, de forma
especial, en las dificultades para articular sus relaciones con la
población y el territorio, ha facilitado el surgimiento y la posterior
consolidación, en las primeras décadas del siglo XXI, de uno de los
fenómenos más relevantes, desde el punto de vista de la teoría
política, en el mundo contemporáneo: el Estado islámico. En esta
línea, estudiaremos de qué forma tanto la situación permanente de
crisis del Estado-nación como el resurgimiento del panislamismo
han facilitado, en nuestros días, a lo largo de la amplia geografía de
raíz islámica, la multiplicación e intensificación de sucesivos
procesos de desterritorialización o ruptura continua, por múltiples
vías, tanto internas como externas, de los límites territoriales
establecidos bajo la soberanía de cada Estado. Por un lado, porque
la mayor parte de los Estados son incapaces de mantener íntegra su
soberanía en la totalidad de su territorio y, por otro, porque una
nueva realidad política, el Estado islámico, impulsado
ideológicamente por el panislamismo, no considera dignos de
ningún respeto los límites territoriales. No ya tan sólo los impuestos
durante el período poscolonial en los territorios de tradición islámica,
sino cualquier otro límite fronterizo, dado que la unidad (tawhid) de
la creación no entiende de fragmentaciones arbitrarias realizadas
por aquellos que no siguen los dictados de la fe islámica. En esta
línea, por último, reflexionaremos sobre las consecuencias que el
Estado islámico, como manifestación política más reciente del
panislamismo radical y fundamentalista, pueda acarrear, por un
lado, en las ya de por sí débiles estructuras estatales, sociales y
territoriales en los países de raíz islámica y, por otro, en la
organización territorial global, constituida, desde la modernidad,
sobre las bases de una progresiva consolidación de las estructuras
estatales de gobierno.
1. INTRODUCCIÓN
La Teoría del Derecho clásica ha excluido el tratamiento del
problema de la amenaza que el hombre supone para el medio
ambiente. Una razón lo justifican: el hombre no tenía una capacidad
de influencia decisiva sobre aquél, y por ello no era una amenaza
grave. El Derecho se centraba en la realidad humana, atendiendo al
entorno de forma muy puntual y en tanto que podía verse afectada
la persona (desvío de cauces de ríos, envenenamiento de pozos,
protección de zonas verdes de recreo…). Por ello, el sujeto de
atención era la persona, que por razones de principio siempre
aparecía con una ventaja natural sobre el medio en sí.
Pero la realidad ha cambiado, y la Filosofía del Derecho debe
atender a la nueva situación dada. El hombre ha desarrollado una
capacidad tecnológica que puede devastar la naturaleza y, con ello,
las propias condiciones materiales de su existencia. Esta nueva
posibilidad no puede estar ayuna de respuesta jurídica, so pena de
dejar un flanco abierto a una amenaza que puede comprometer la
propia existencia de la humanidad.
Es tan cierto lo que decimos que los movimientos ecologistas han
sido un signo diferenciador de la historia de Occidente en el último
medio siglo. Estos movimientos han apoyado sus reivindicaciones
en verificaciones científicas sólidas y en comprobaciones empíricas
que miembros de estos grupos realizaban en zonas específicas.
Estos esfuerzos científicos han ido creando poco a poco unos
contenidos que han superado el ámbito de las ciencias exactas,
para terminar alcanzando relieve ético, político y jurídico.
En esos años se evidenció que la raíz del problema no era
técnica, opinión que era la mayoritaria cuando se fue tomando
conciencia ecologista. A través de estos movimientos se descubrió
que los verdaderos fundamentos del problema eran éticos y, en
consecuencia, que el enfoque moral de los asuntos ambientales era
crucial. Pero tampoco la ética era por sí sola bastante. Era también
necesario que la Política promoviera cambios en la acción
gubernamental, y el Derecho nuevos principios y legislaciones
adecuadas para una eficaz protección coactiva del medio
amenazado. Así, poco a poco fueron creándose ideas y principios
éticos, políticos y jurídicos que, con las naturales diferencias y
matizaciones pero íntimamente relacionados, han terminado por
conformar una auténtica doctrina general más allá de aspectos
meramente técnicos.
Seguidamente, vamos a centrarnos en los principios jurídicos de
proyección a otros campos que defiende el pensamiento ecologista,
conformando lo que podría denominarse una auténtica «Ecosofía
del Derecho» o una «Teoría Jurídica Verde».
2. PRINCIPIO I: PRINCIPIO DE PRIORIDAD DEL
ENFOQUE ÉTICO-EDUCATIVO SOBRE EL
MERAMENTE TÉCNICO
Un postulado clave del pensamiento verde es que es
imprescindible afrontar el problema ambiental desde una
perspectiva esencialmente ética. Este enfoque ético asume un
carácter prioritario y preferente (esto es: anterior y superior) a
cualquier perspectiva. Y es que realmente toda medida política o
jurídica medioambiental precisa reestructurar de sus bases éticas
para que sean realmente eficaces y reorientadas en un sentido
ecológico. La necesidad de este enfoque ético primario la ha
fundamentado de forma concisa y atinada el pensador Erich Fritz
Schumacher:
El problema del deterioro ambiental no es principalmente un problema
técnico; si lo fuera, no habría surgido de un modo tan agudo en las
sociedades tecnológicamente avanzadas... Se origina en el estilo de vida
del mundo moderno, que a su vez surge de las creencias básicas: su
metafísica o su religión (la cursiva es nuestra) 1 .
12. CONCLUSIONES
La ecosofía supone el nacimiento de un nuevo paradigma. En lo
esencial, supone un cambio transcendental en la mentalidad de
enfoque exclusivamente humanista y social que predominaba hasta
entonces en todas las escuelas de pensamiento. Implica, por tanto,
un esfuerzo intelectual de adaptación mucho mayor que el necesario
para abordar otros enfoques filosóficos que parten de un
planteamiento común.
La ecosofía, por definición, no es antropocéntrica. Tampoco
excluye al ser humano. Es una doctrina integradora, que permite
combinar ambas dimensiones. De un lado, todo enfoque humano es
antropocéntrico per se, en tanto que es imprescindible que así sea
para preservar los propios intereses, y siendo un planteamiento que
ontológicamente viene dado como ser vivo. De otro, se trata
solamente de ver al ser humano como otro ser vivo que se integra e
interacciona con la naturaleza, siendo este enfoque imprescindible
para que pueda gestionar la defensa de su supervivencia como
especie.
Esta particularidad del enfoque, y la correlativa necesidad de que
sea ubicuo e integrador, es la primera gran dificultad para acercarse
a la nueva filosofía. Y, sin embargo, es fácil apreciar una gran
necesidad de abrazarla, porque trata de asuntos que a la fuerza son
de enorme trascendencia para el destino de la humanidad. El reto
es necesario asumirlo: si se le vuelve la espalda, el deterioro
ambiental será inevitable y cada vez más acelerado, hasta que la
vida humana está comprometida y sea tarde para ponerle remedio.
Todos los principios desarrollados arriba tienen importancia
crucial. Pero deben actuar a la vez para que la eficacia sea la que
se pretende. Querer centrarse solamente en algunos de los
principios será beneficioso, pero insuficiente para conseguir el
objetivo de redirigir la acción humana hacia una coexistencia con el
ecosistema.
Aunque es difícil encajar que los problemas ambientales tienen
una génesis ética, éste es el postulado central de la ecosofía.
Parece de entrada que fuera un problema técnico, pero solamente lo
es en una pequeña parte. En estas páginas las referencias a los
valores han sido permanente: valores humanos y valores
estrictamente ambientales. Sin un cambio en lo que primero inspira
al ser humano, es imposible del todo llegar a una solución
adecuada. La técnica tiene su ámbito de competencia, pero es la
concienciación ambiental la que resulta decisiva en términos de
eficacia. De ahí que la educación ambiental sea primordial: sin
ciudadanos cultivados en la necesidad de proteger el medio, nunca
será pleno el cambio ético necesario para conseguir una protección
de la naturaleza sólida.
La Política, en tanto que instrumento de gestión de lo público, es
igualmente fundamental para lograr el objetivo de mantener unas
condiciones de vida idóneas en el medio. Tradicionalmente el
ámbito de lo político era lo social en sentido estricto. La ecosofía
política quiere, ante todo, trascender este ámbito, convertir en sujeto
político al medio natural, y que sea un elemento esencial en los
procesos de toma de decisiones. La información de los técnicos, los
estudios de impacto ambiental o los planteamientos integrales
deben ser herramientas esenciales que se vuelvan cotidianas en
todo proceso de toma de decisiones políticas.
El Derecho, como marco de convivencia que establece las
conductas prohibidas y sanciona las intolerables, también asume un
papel primordial. El principal lo anunciamos ya: desarrollar un
sistema jurídico positivo que permita dotar de verdadera
personalidad jurídica a la naturaleza, y articular los medios
procesales para que pueda intervenir en los tribunales y ante las
administraciones como si de una persona jurídica se tratara. Desde
luego esta creación no es suficiente. Pero sí es necesaria, y lo será
más en casos graves, cuando sea preciso que agentes sociales y
entes del Estado asuman esa defensa. De la misma forma, merecen
ser retocados algunos principios procesales para que la defensa del
medio pueda ser más eficaz, evitando los abusos y ventajas de
quiénes con frecuencia actúan escudándose en ellos, con grave e
impune lesión a los intereses ambientales y públicos.
No estaría completa esta breve exposición aproximativa a los
principios de la ecosofía jurídica si no la redondeáramos con una
reflexión que entendemos crucial. Nos referimos a la emergencia en
su aplicación. Todos estos principios van perdiendo eficacia
conforme pasa el tiempo, hasta el punto de que pueden devenir
inútiles cuando se ha rebasado cierto umbral de deterioro ambiental.
De las medidas preventivas y armonizadoras habría que pasar a las
medidas reparadoras, que no son igual de eficaces, ni pueden
revertir en la mayoría de los casos el daño causado. Sin prisa el
fracaso está garantizado.
1. INTRODUCCIÓN
¿Debemos regular la sexualidad con los robots?; ¿se puede
engendrar un ser humano a partir de las células de la piel, sin
necesidad de espermatozoides y óvulos propiamente dichos?; ¿y
sin necesidad de una mujer?; ¿debemos desarrollar órganos
humanos en el interior de los cerdos para trasplantarlos después?;
¿podrá un robot tomar conciencia de sí mismo?; ¿debemos
modificar la línea germinal de la especie humana, aunque sólo sea
para curar enfermedades?; ¿debemos mejorar la especie humana?;
¿qué significa mejorar?; ¿qué diferencia hay entre curar y mejorar?;
¿puede fraccionarse la especie humana en varias como
consecuencia de la edición genómica?; ¿puede una Inteligencia
Artificial superar nuestra capacidad de razonamiento, adoptando
objetivos y estrategias que no podamos comprender, intuir, explicar
ni predecir, con consecuencias funestas para nuestra supervivencia
a medio plazo?; ¿sustituirá la comida sintética, creada en
laboratorio, a toda la ganadería, la agricultura y la pesca?;
¿debemos mejorar la capacidad cognitiva de los animales mediante
la ingeniería genética?; ¿debería ser obligatorio tener los hijos
siempre por fecundación in vitro para eliminar determinadas
enfermedades de la especie humana?; ¿debemos introducir
nanorrobots en nuestros cuerpos para que suministren información
que pueda ser monitorizada de forma permanente?; ¿puede la
neurotecnología condicionar el libre albedrío humano?; ¿debemos
sustituir a todos los seres vivos que hay en el planeta por otros
adaptados a nuestra necesidades?; ¿puede la biología sintética dar
lugar a formas de vida incompatibles con las ya existentes, por
ejemplo, dextrógiras (la vida en la Tierra es levógira)?; ¿es la
materia viva basada en el carbono, como la nuestra, una fase previa
para otras formas de vida basadas en otros elementos químicos?;
¿se puede patentar una especie animal, incluidos sus
descendientes?; ¿y los genes que compartimos todos los seres
humanos?; ¿por qué es éticamente superior el azar inherente a la
naturaleza que el diseño propio de un laboratorio?; ¿cómo impedir
que cualquier joven emplee un kit de ingeniería genética en su casa
y experimente consigo mismo?; si se recupera a los neandertales,
¿cuál será su estatuto jurídico? ¿Son cosas? ¿Se puede
experimentar con ellos?; si una parte de la especie humana toma
demasiada ventaja tecnológica con respecto al resto, ¿sustituirá
dicha población a las demás, como ya sucedió en el pasado?; ¿nos
salvará la tecnología de la extinción que ya sufrieron las especies
homínidas que coexistieron con nosotros durante milenios?; o, por el
contrario, dado el imponente desarrollo de la tecnología en las
últimas décadas, ¿nos acabaremos extinguiendo?
Pues bien, el crecimiento exponencial de las tecnociencias en las
últimas décadas ha provocado que determinados escenarios, hasta
hace poco tiempo bajo la cobertura de la ciencia ficción, sean objeto
hoy de un especial seguimiento desde el bioderecho y la bioética.
En este contexto, impredecible y a la vez fascinante, la función de
la bioética debe ser desarrollar la capacidad para calcular, predecir y
anticiparse a las implicaciones de las tecnologías contemporáneas,
con objeto de que el bioderecho cuente con instrumentos
conceptuales y axiológicos para regular estos hipotéticos
escenarios. No se trata de impedir o retrasar, ni mucho menos, el
avance de la ciencia, sino de encauzar sus progresos para que los
beneficios repercutan en toda la humanidad y, sobre todo, no
perdamos el control de la tecnociencia.
A principios del siglo XX nadie se planteaba si el ser humano iba
a ser diferente en el siglo siguiente. Hoy, nadie que haga un mínimo
seguimiento a las denominadas tecnologías disruptivas 1
(biotecnología, nanotecnología, biología sintética, neurotecnología,
Big Data e inteligencia artificial), puede estar seguro de que la
especie humana no tome un rumbo insospechado, inesperado e
impredecible en las próximas décadas.
Pues bien, en las siguientes páginas vamos a desgranar algunas
de las desconcertantes preguntas que hemos formulado, con objeto
de poder tomar una visión de conjunto sobre a qué nos
enfrentamos 2 .
4. ¿QUÉ ES CLONAR?
Como hemos citado, en 1997 se firmó en Oviedo el Convenio
europeo de bioética. Pues bien, el año anterior se clonó a la oveja
Dolly. Resulta difícil explicar por qué el citado convenio no prohibió
directamente la clonación humana. Quizá nadie comprendió el
alcance de Dolly, básicamente, que si es posible clonar a un
mamífero, y los humanos somos mamíferos, los siguientes somos
nosotros. El caso es que en 1998, un año después de la firma del
Convenio, hubo que crear con urgencia un Protocolo que prohibiese
expresamente la clonación 6 . El olvido se subsanó a tiempo, pero
nos muestra la distancia que hay a veces entre los avances
científicos y su regulación jurídica.
En nuestro país, el Código Penal no tipificó como delito la
clonación hasta el año 2004 7 , probablemente porque nadie cayó en
la cuenta de la relación existente, vía placentaria, entre Dolly y los
españoles. De esta forma, la clonación humana no fue punible en
nuestro país durante ocho años, entre 1996, año en que, al menos
teóricamente, ya se podía técnicamente conseguir, y 2004, año en
que entró en vigor la reforma. O, examinado desde otra perspectiva,
firmamos un protocolo que prohibía la clonación, pero no
establecimos una consecuencia práctica en caso de incumplimiento
hasta cuatro años más tarde 8 .
Por otro lado, en 1998 se descubrió la utilidad de las células
madre de origen embrionario (THOMSON et al., 1998). Su interés
reside en que estas células pueden ser cultivadas para que den
lugar a cualquiera de las más de doscientas células que conforman
a los seres humanos. Para poder obtener dichas células resulta
necesario destruir el embrión, lo que lleva a algunos sectores
sociales a considerar que estamos ante una forma de aborto, hasta
el punto de que en algunos países se ha prohibido este tipo de
investigaciones (por ejemplo, en España, durante la época de Aznar,
1996-2004; y en Estados Unidos, durante la etapa de Bush 2000-
2008 9 ).
Si dejamos de lado la perspectiva religiosa, podemos comprender
su utilidad en plenitud, ya que estas células pueden ser utilizadas
para trasplantes que no planteen problemas de compatibilidad.
Nuestra esperanza reside, además, en que no sólo se logren células
de cualquier tipo, sino también órganos.
Pues bien, el protocolo europeo sobre clonación llegó tarde con
respecto a la oveja Dolly, pero demasiado pronto con respecto al
descubrimiento de Thomson. En efecto, se prohibió la clonación sin
más matices, con lo que no se pudieron prever los beneficios de las
células madre embrionarias.
Imaginemos que logramos un embrión creado de la siguiente
forma: a) un óvulo al que se le quita el núcleo; b) una célula
somática (del cuerpo) a la que se le extrae el núcleo; c) introducimos
el núcleo de dicha célula somática en el óvulo sin núcleo
(transferencia nuclear). El resultado es un clon de una persona. La
utilidad de este mecanismo de obtención de embriones es que
permite obtener células madre de origen embrionario.
¿Prohibía el protocolo al convenio europeo este mecanismo de
creación de embriones? El protocolo establece que se prohíbe la
clonación, sin más distinciones. Por ese motivo, los investigadores y
legisladores se dividieron en dos bandos.
Un sector de la comunidad científica y jurídica consideró que no
se podían desaprovechar los beneficios de las células madre
embrionarias. Por ello, propusieron distinguir: a) clonación
reproductiva, esto es, transferir a una mujer un embrión resultante
de un proceso de clonación, que es lo que realmente estaría
prohibido; b) clonación terapéutica, esto es, crear un embrión (un
clon de una persona, mediante transferencia nuclear), para
investigar y/o conseguir células madre embrionarias (por ejemplo,
para un trasplante). Esta distinción es la que se recogió en las leyes
de Investigación Biomédica (2007) y de Reproducción Asistida
(2006) de nuestro país, permitiendo a nuestros científicos proseguir
con las investigaciones.
Otro sector, envuelto en la bandera de la pureza religiosa,
considera que el protocolo al convenio europeo prohíbe todo tipo de
clonación, tanto la reproductiva como la terapéutica (es más,
rechazan esta distinción, clonar es clonar, sin más matices).
Para terminar de complicar las cosas, el artículo 18.2 del
Convenio europeo de bioética prohíbe la creación de embriones
«con fines de investigación». En teoría, prohíbe la creación de
clones, ya que un óvulo eunucleado al que se ha transferido el
núcleo de una célula somática también es un embrión debido a que,
si se transfiriera a una mujer, podría, al menos en el plano teórico,
dar lugar a una persona. De hecho, por eso se prohíbe la clonación
reproductiva, porque en efecto, puede ser «reproductiva».
Quienes están a favor de la clonación terapéutica argumentan
que los clones creados para este tipo de investigaciones no se
deben considerar propiamente embriones porque no se van a
transferir. Obviamente, hay una contradicción en esta
argumentación, ya que los clones son embriones, se transfieran o
no. Es decir, su cualidad de embrión no depende del uso que se le
dé finalmente, sino de si potencialmente pueden generar un ser
humano o no. Sin embargo, para subsanar dicha contradicción
habría que modificar el Convenio europeo de bioética, y como no
hay acuerdo sobre estas cuestiones, se ha dejado así, entre otras
cosas, porque casi nadie entiende realmente esta mezcolanza entre
términos biológicos y jurídicos.
En resumen, quienes están en contra del aborto niegan que
exista clonación terapéutica y reproductiva, y quieren prohibir
ambas; y quienes estamos a favor de la investigación con células
madre embrionarias nos tragamos la contradicción que acabamos
de narrar porque no tenemos más remedio 10 .
Este contexto tan confuso explica que la Carta de los Derechos
Fundamentales, de la Unión Europea, no se atreviera a posicionarse
con claridad. Así, prohibió la clonación reproductiva, pero permitió a
los Estados miembros legalizar o no la clonación terapéutica, algo
que depende en última instancia del grado de presión que pueda
ejercer la Iglesia Católica en sus respectivos países. Polonia o
Irlanda, por ejemplo, no admiten ni siquiera la reproducción artificial,
en línea con sus políticas sobre el divorcio, el aborto o los
anticonceptivos; y España, después de duras pugnas que acabaron
en el Tribunal Constitucional, permite tanto dicha forma de
reproducción como la clonación terapéutica. La Carta europea no
dice nada acerca de si se pueden crear embriones para investigar o
no.
Por si no fuese suficientemente compleja esta situación, en 2006
se descubrieron las células IPS (TAKAHASHI et al., 2006/2007).
Básicamente, la idea es que una célula del cuerpo humano (de la
piel, del pelo, etc.) puede desdiferenciarse hasta una fase de célula
madre embrionaria, y después cultivarse para lograr cualquier tipo
de célula.
El descubrimiento es sensacional, ya que no sería necesario
destruir embriones para conseguir células madre embrionarias, y
cualquier célula podría ser reprogramada en la dirección deseada.
El problema es que la desdiferenciación no es todavía perfecta (es
como si la célula recordara quién fue en el pasado…), y puede dar
lugar a mutaciones cancerígenas.
La pregunta clave es: ¿puede una célula IPS desdiferenciarse
hasta conseguir, no ya células madre embrionarias (que pueden dar
lugar a cualquier célula del cuerpo humano), sino una célula
totipotente (esto es, un embrión, que puede dar lugar a un ser
humano 11 )? Dicho de otra forma, si arranco un trozo de piel a
alguien, ¿puedo clonar a esa persona sin necesidad de un óvulo?
Carecemos de la tecnología para algo así, pero en el plano
teórico no parece que se viole ninguna ley de la naturaleza, ya que,
en puridad, toda célula contiene la información necesaria para crear
una persona. Además, recientemente se han conseguido embriones
de ratón mediante células IPS, en concreto, de la piel (SANDERS,
2017), así como embriones viables a partir de dos hembras (Li et al.,
2018. El intento con dos machos no resultó viable…). Esto nos
devuelve a la oveja Dolly: si es posible en mamíferos, ¿por qué no
en nosotros?
Pues bien, como casi nadie se ha dado cuenta de este matiz, el
ordenamiento jurídico todavía no regula esta posibilidad. Así que
habrá que esperar a los acontecimientos.
Por último, para poder investigar en embriones con la técnica de
edición genómica CRISPR parece que será necesario crear
embriones específicamente para la investigación (se empleaban los
sobrantes de la fecundación in vitro, ya que el Convenio europeo de
bioética, art. 18.2, prohíbe crear embriones única y exclusivamente
para investigar, como ya hemos explicado) 12 . Esto nos obligaría, o
bien a no investigar, o bien a modificar el Convenio, algo que va a
resultar inviable por falta de consenso. La paradoja de este conflicto
es que los investigadores de países como España no podrán
investigar, ya que hemos firmado el Convenio, y por ende, nos
vincula, mientras que los investigadores de países que no lo han
firmado, como Gran Bretaña, sí podrán hacerlo. De hecho, justo eso
es lo que están haciendo, junto a los chinos y a los
norteamericanos, aplicar CRIPSR a embriones humanos (aunque
sin la intención de transferirlos a una mujer, al menos por ahora),
mientras que nuestros investigadores se quedan rezagados.
7. CONCLUSIONES
Ricoeur acuñó la expresión «filósofos de la sospecha» para
referirse a los pensadores que derribaron los cimientos de
civilización occidental. Marx cuestionó las bases de su sistema
económico y político; Freud, de la familia y la moral burguesa; y
Nietzsche, de la religión cristiana. Su pensamiento trituró sin
consideración alguna las bases sobre las que nuestra confiada
cultura había construido sus ideas de lo que era el bien, el progreso
y la cultura.
Pues bien, parafraseando a Ricoeur hemos empleado la
expresión «tecnologías de la sospecha» para referirnos a la
biotecnología, la nanotecnología, la biología sintética, la Inteligencia
Artificial, los Big Data y la cognotecnología. Por separado, pueden
remover de forma inmisericorde los cimientos de nuestra civilización.
Pero de forma conjunta, pueden sustituirla.
En efecto, los cambios que pueden emerger de dichas
tecnologías pueden alterar estructuralmente el futuro de la
civilización humana, incluidos nuestros valores, vertebración social y
relación con el ecosistema, del que formamos parte.
Frente a estos escenarios se sitúan el bioderecho y la bioética,
disciplinas que reflejan las contradicciones humanas, nada
halagüeñas, por otro lado. Así, por ejemplo, en algunos países
occidentales está prohibido cortar el rabo a los perros, pero no
modificar la línea germinal humana; talar arbitrariamente árboles,
pero no modificarlos genéticamente; vender alcohol a los menores,
pero no el acceso a un kit de ingeniería genética para que
practiquen con sus propios cuerpos; plagiar una obra literaria, pero
no patentar los genes del autor; maltratar a los pulpos, pero no
recuperar a los neandertales en un contexto ambiental y cultural
completamente diferente al que disfrutaban cuando se extinguieron;
destruir embriones con dinero público, pero no alumbrar una especie
humana completamente nueva, como sucederá si tiene éxito el
proyecto de George Church de recrear un ser humano en un
laboratorio.
El tablero internacional tampoco es para el optimismo. China y
Estados Unidos libran una soterrada Guerra Fría en la que compiten
por avanzar en biotecnología e Inteligencia Artificial, equivalente
contemporáneo al poderío nuclear durante la época soviética. Los
mayores progresos tecnológicos, incluido la biomedicina, se han
producido en contextos bélicos, cuando la supervivencia de los
pueblos dependía de su inventiva aplicada a la guerra. Los mayores
retrocesos morales y jurídicos, también.
Google ya no es una empresa informática, como aparenta, sino
una empresa biotecnológica. En efecto, los ingresos que logra con
la publicidad los invierte en CALICO, una empresa biotecnológica
que financia las investigaciones más punteras en este campo. El
razonamiento de los fundadores para justificar esta inversión es muy
sencillo: si ya tienes más dinero del que puedes gastar en tu vida,
¿en qué invertirías tu tiempo, tu energía o tu esfuerzo? En terapias,
programas e investigaciones que puedan alargar la vida, esto es, en
biotecnología. La Singularity University responde a este esfuerzo.
Pues bien, en este contexto, esperanzador y casi utópico para
muchas cosas, pero turbador y desasosegante como pocos, hemos
de situar la bioética y el bioderecho contemporáneo. Encauzar la
tecnociencia, sin retrasarla ni detenerla, pero impedir al mismo
tiempo que se generen nuevas formas de poder, monopolio y
control, sin precedentes en la historia humana, es el gran reto, con
el telón siempre de fondo de la posible extinción de la especie
humana como consecuencia de estos avances.
2 Por motivos de espacio, sólo nos vamos a centrar en las preguntas relacionadas
con la biotecnología.
3 Sin duda, sería un gran avance porque permitiría crear células que servirían de
modelos para la aplicación de fármacos. El problema reside en si dicha entidad
biológica podría, si se transfiere a una mujer, dar lugar a un ser humano (no
significa que lo vaya a hacer dicho equipo de investigadores, sino que pueda
hacerlo cualquier otro apoyado en las mismas técnicas), en cuyo caso tendríamos
a un miembro de nuestra especie diseñado completamente en un laboratorio.
4 Unión Europea. Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
Acuerdo de 7 de diciembre de 2000. DOC n.º 83, de 30 de marzo de 2010 [p. 1].
La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea fue aprobada en
Niza, en 2000, de forma simbólica y sin valor vinculante para los países de la
Unión Europea. Sin embargo, la Constitución europea incluyó en su articulado
dicha Carta, con lo que, de haberse aprobado, su contenido habría tenido el
mismo rango normativo que el resto de la constitución. Al fracasar la aprobación
de la Constitución, el Tratado de Lisboa, de 2007, efectuó una remisión expresa a
la Carta, otorgándole valor vinculante. Por ese motivo, al día de hoy es un
documento jurídico de enorme relevancia para todos los países de la Unión
Europea (LÓPEZ BARONI, 2018a).
1. INTRODUCCIÓN
En la actualidad, el estudio de los derechos humanos ha de ir
acompañado de una concienzuda reflexión y análisis del proceso de
globalización cuyos profundos cambios ponen de manifiesto no sólo
las consecuencias de las crisis financiera y económica, sino que
proporciona un serio desafío a los Estados, a los organismos
internacionales y a la sociedad en general. En este nuevo escenario
mundial se han cronificado y han aparecido un gran número de
cuestiones que comparten una característica común: son problemas
que tienen un alcance mundial. El desgobierno de los mercados
financieros, la amenaza terrorista, las guerras multinacionales, el
agotamiento de los recursos naturales, la pobreza y la desigualdad,
el cambio climático, la degradación ambiental, etc., representan
viejos y nuevos desafíos que hay que abordar desde una
perspectiva local, nacional y supranacional; invocan la necesidad de
algún mecanismo efectivo a nivel internacional como prerrequisito
para alcanzar la justicia global. El papel que desempeñan los
derechos humanos y el derecho al desarrollo en este contexto es
esencial para responder ante las demandas de las personas y
colectivos más desfavorecidos y para consolidar los valores que
representan estos derechos en los sistemas de garantías jurídicas
para todos los seres humanos.
Existe un amplio consenso en torno a la caracterización de los
derechos humanos como derechos universales, indivisibles e
interdependientes. Como tendremos oportunidad de ver en este
texto, el derecho al desarrollo, de acuerdo con la Declaración sobre
el Derecho al Desarrollo, es un derecho universal e inalienable y una
parte integrante de los derechos humanos fundamentales. En el
artículo 6, párrafo 1, de la Declaración se establece que todos los
Estados deben cooperar con miras a promover, fomentar y reforzar
el respeto de «todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales». En el párrafo 2 del mismo artículo 6, se pone de
relieve la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos
humanos y se afirma que «debería examinarse con la misma
atención [...] la aplicación, promoción y protección de los derechos
civiles, políticos, económicos, sociales y culturales». Aunque la
Declaración y los tratados internacionales de derechos humanos se
alinean en los principios y valores sobre los que se sustentan, «la
Declaración añade valor de varias maneras, por ejemplo: a)
reconociendo explícitamente la indivisibilidad, la interdependencia y
la necesidad de que se examinen con la misma atención y urgencia
todos los derechos humanos y las libertades fundamentales —
civiles, culturales, económicos, políticos y sociales— (preámbulo,
arts. 1 y 6); b) integrando como obligación jurídica en el proceso de
desarrollo los principios de derechos humanos de igualdad, no
discriminación, participación, responsabilidad y transparencia (arts.
2, párr. 3; 3, párr. 3; 5; y 8, párr. 2); c) subrayando las dimensiones
de las obligaciones de los Estados a nivel nacional e internacional,
que son paralelas, simultáneas y se refuerzan mutuamente, incluida
la obligación de crear un entorno propicio para la realización del
derecho al desarrollo (art. 3, párr. 1); d) reconociendo los derechos
de los “pueblos” y de la “población entera” (arts. 1, 2 y 5); y e)
asociando los tres pilares de la Carta de las Naciones Unidas —la
paz y la seguridad (art. 7), el desarrollo y los derechos humanos—».
El propósito de este trabajo es abundar en el vínculo indivisible
que existe entre la Declaración Universal de los Derechos Humanos
y la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo y el papel que tiene
la cooperación para el desarrollo en el cumplimiento de los
compromisos adquiridos por los Estados y la comunidad
internacional en la construcción de un mundo más justo, equitativo y
sostenible.
La primera parte de este capítulo tiene como finalidad hacer un
breve análisis de la Declaración Universal de Derechos Humanos de
1848 y la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de 1986.
Ambas se sustentan en los acontecimientos históricos, las ideas, los
valores y los textos jurídicos desarrollados y consolidados durante el
siglo XX y el XXI. En el caso de la Declaración del 86, ésta se nutre
también de la experiencia en materia de cooperación para el
desarrollo de los Estados, los organismos internacionales y la
sociedad civil. Exploraremos los aspectos esenciales que articulan
ambas declaraciones y los principios que podemos extraer de ellas
para el objeto de este trabajo.
En segundo lugar, exponemos la dificultad que existe para
ofrecer un único concepto y fundamento de los derechos humanos.
Nos plantearemos algunas cuestiones básicas para bosquejar,
posteriormente, el horizonte hacia donde nos dirigimos. ¿Qué
entendemos por desarrollo?, ¿existe una concepción unívoca de
desarrollo?, ¿qué papel desempeñan los derechos humanos?
Posteriormente, nos centraremos en los agentes de desarrollo,
actores públicos y privados que a lo largo de más de sesenta años
están desplegando políticas y proyectos de cooperación para el
desarrollo. Necesariamente nos preguntaremos sobre lo que
entendemos por cooperación para el desarrollo, ¿cuáles son los
instrumentos de la cooperación?, ¿ha contribuido la cooperación
para el desarrollo en la disminución de la pobreza y la desigualdad?
Finalmente, en la última parte de este capítulo, nos centraremos
en los desafíos a los que se enfrentan la cooperación para el
desarrollo teniendo presente los derechos humanos y la Declaración
del 86. Esbozamos las transformaciones que se están produciendo
y la contribución que ambos instrumentos deben arbitrar para
fortalecer la dimensión moral universal y la dimensión normativa
internacional que permita lograr la eficacia de la cooperación y un
mundo más justo.
2. DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE
DERECHOS HUMANOS DE 1948 A LA
DECLARACIÓN SOBRE EL DERECHO AL
DESARROLLO DE 1986
Como hemos señalado en la introducción, en este apartado
realizaremos un breve análisis de la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 1848 y la Declaración sobre el Derechos al
Desarrollo de 1986. Ambas se sustentan en los acontecimientos
históricos, las ideas, valores y textos jurídicos desarrollados y
consolidados durante el siglo XX y el XXI. En el caso de la
Declaración del 86, ésta se nutre también de la experiencia en
materia de cooperación para el desarrollo de los Estados, los
organismos internacionales y la sociedad civil. Exploraremos los
aspectos esenciales que unen ambas declaraciones y los principios
que podemos extraer de ellas para el objeto de este trabajo.
2.1. DERECHOS HUMANOS Y DERECHO AL DESARROLLO:
INTERCONEXIÓN E INDIVISIBILIDAD
3. EL CONCEPTO DE DESARROLLO Y DE
COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL
DESARROLLO
En este apartado abordaremos algunas cuestiones básicas sobre
el concepto de desarrollo y el de cooperación. Al respecto nos
preguntamos: ¿qué entendemos por desarrollo?, ¿existe una
concepción unívoca de desarrollo?, ¿qué papel desempeñan los
derechos humanos? Posteriormente, nos centraremos en los
agentes de desarrollo, actores públicos y privados que a lo largo de
más de sesenta años están implementando políticas y proyectos de
cooperación para el desarrollo. La historia de la cooperación
internacional para el desarrollo es muy reciente y suscita múltiples
cuestiones: ¿qué es la cooperación para el desarrollo?, ¿cuáles son
los instrumentos de la cooperación?, ¿ha contribuido la cooperación
para el desarrollo a la disminución de la pobreza y la desigualdad?
FUENTE: Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Preguntas
frecuentes sobre el Derecho al Desarrollo.
Tal y como se manifiesta en el primer punto de cuadro, la persona
humana es el sujeto central del derecho al desarrollo y debe ser el
participante activo y el beneficiario del derecho al desarrollo (art. 2,
párr. 1). Es necesario tener presente que se trata tanto de un
derecho individual como colectivo, como ya hemos subrayado. Esto
se traduce en que las políticas y los programas de desarrollo deben
centrarse en los seres humanos, orientándose a su beneficio y a la
mejora constante de su bienestar. Igualmente, «este derecho
también exige una distribución equitativa de los beneficios del
desarrollo, a fin de que se hagan efectivos todos los derechos
humanos para todos (en lugar de que se persiga únicamente el
objetivo del crecimiento económico)». La Declaración hace
referencia a la «libre y plena realización del ser humano» (art. 2,
párr. 2) (ALTO COMISIONADO PARA LOS DDHH).
El derecho al desarrollo de los pueblos puede encontrarse
también en el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales (n.º 169)
de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y en la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas, así como en la Carta Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos, como vimos anteriormente. La
Declaración señala, de manera explícita, la necesidad de lograr que
la mujer «participe activamente en el proceso de desarrollo» (art. 8,
párr. 1), y se pide la eliminación de la discriminación sexual en el
acceso a todos los derechos humanos y libertades fundamentales
(art. 6, párr. 1). Estos apartados reflejan el enfoque con respecto a
las mujeres, al igual que se recoge en la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(art. 14). El derecho de la mujer al desarrollo también se enuncia en
el Protocolo de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los
Pueblos relativo a los Derechos de la Mujer en África.
Como contraparte, los garantes del derecho al desarrollo son los
Estados, la comunidad internacional, así como todos los agentes y
actores cuyas acciones u omisiones tengan repercusiones en los
derechos humanos y en el entorno en el que estos derechos deben
hacerse efectivos. Los Estados tienen la obligación contraída a
través de los tratados internacionales de respetar, proteger y hacer
efectivos los derechos humanos, entre otras cosas creando
condiciones nacionales e internacionales favorables para el ejercicio
del derecho al desarrollo (art. 3, párr. 1). Además, los Estados tienen
el deber de formular políticas nacionales de desarrollo adecuadas
con el fin de mejorar constantemente el bienestar de la población
entera y de todos los individuos (art. 2, párr. 3). Asimismo, los
Estados deben trabajar conjuntamente para reforzar la realización
de los derechos humanos (art. 6), y «tienen el deber de cooperar
mutuamente para lograr el desarrollo y eliminar los obstáculos al
desarrollo. Los Estados deben realizar [...] sus deberes de modo
que promuevan un nuevo orden económico internacional basado en
la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la
cooperación entre todos los Estados» (art. 3, párr. 3).
En un primer momento, tras la revisión y análisis de la
Declaración y otros instrumentos conexos, parece que podríamos
estar de acuerdo con el concepto de desarrollo que nos ofrece; no
obstante, hay factores que quedan fuera de las formulaciones
formales que hemos encontrado en estos textos. Se tratan de
intereses geopolíticos y económicos que son el contexto en el que
se planifican las políticas estatales de cooperación al desarrollo y se
ejecutan los proyectos que obtienen financiación para su
implementación en muchos países en desarrollo. De acuerdo con
Delgado Baena, es necesario reformular el concepto de desarrollo
tal y como se ha venido entendiendo y poner las bases teóricas e
ideológicas que faciliten los procesos de desarrollo acorde a las
necesidades de los seres humanos en los espacios y los territorios
en los que se desenvuelven sus vidas (DELGADO BAENA, 2015). Las
bases constitutivas del concepto de desarrollo y del derecho al
desarrollo están claras, entonces: ¿dónde está el problema?, ¿a qué
se debe el fracaso de la cooperación al desarrollo?, ¿cómo se
justifica la creciente desigualdad y pobreza, ya sea en el interior de
los países industrializados como entre países a nivel mundial?
No es éste el lugar para investigar sobre estas cuestiones, sin
embargo, creemos que deben quedar claro dos aspectos sobre lo
tratado; por un lado, el concepto de desarrollo como derecho
humano, y, por el otro, la necesidad de implantar mecanismos
nacionales e internacionales que permitan una efectiva política de
cooperación al desarrollo coherente con los compromisos adquiridos
por los Estados a través de la adhesión a los tratados
internacionales sobre la materia.
Con relación al primer punto, debemos entender por desarrollo
humano la creación de un entorno en el que las personas puedan
desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida
productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses.
Por lo tanto, el desarrollo implica ampliar las oportunidades para que
cada persona pueda acceder a las condiciones necesarias para una
vida digna. Esto, ineludible, implica comprender que el desarrollo es
mucho más que el crecimiento económico, que constituye sólo un
medio —si bien muy importante— para que cada persona tenga
más oportunidades. Para alcanzar este objetivo es esencial
desarrollar las capacidades humanas y las condiciones de
posibilidad que permitan una vida sana, el acceso a la educación a
los bienes y servicios necesarios para lograr un nivel de vida digno y
poder participar activamente en la vida de la comunidad,
especialmente, en aquellos aspectos que afectan a sus vidas. Éste
es el punto de encuentro entre el desarrollo humano y los derechos
humanos: disfrutar de las libertades cívicas y políticas, económicas,
sociales y culturales, para desarrollar las capacidades y ejercer los
derechos. «El desarrollo humano y los derechos humanos se
reafirman mutuamente y ayudan a garantizar el bienestar y la
dignidad de todas las personas, forjar el respeto propio y el respeto
por los demás» (PNUD). En lo que respecta a la segunda cuestión,
tendremos que superar los obstáculos que están lastrando el
desarrollo individual y colectivo de muchas personas en el mundo
debido a la dejadez de los Estados y los organismos internacionales
garantes de los derechos humanos en general y del derecho al
desarrollo en particular. A continuación, presentamos un cuadro, no
exhaustivo, sobre los principales obstáculos con los que se han
encontrado los distintos agentes en la aplicación de la Declaración
desde su aprobación.
CUADRO 2
Instrumentos del sistema de cooperación internacional
Instrumento Descripción
5. REFLEXIÓN FINAL
Con la experiencia de saber lo que escribe, Woodhatch señala
que la mayoría de las personas que trabajan en la cooperación para
el desarrollo se han sentido profundamente inspiradas en una etapa
de su carrera por el ideal de alcanzar una mayor equidad global, por
contribuir a construir un mundo en el que todos tengan acceso a una
educación adecuada, atención médica de calidad y justicia, con
oportunidades de un empleo decente, y gobiernos que trabajen
efectivamente para el beneficio de todos los ciudadanos y sus
pueblos y no sólo para unos pocos privilegiados. En connivencia con
Alexander Solzhenitsyn y Dostoievski concluye diciendo que «la
belleza salvará al mundo» aunque en la historia de la humanidad no
parezca que haya evidencia de ello. Para nuestro autor, en esta
expresión podría haber una pista sobre cómo la comunidad
internacional y aquellos que se dedican a trabajar en materia de
desarrollo, puede cooperar de manera que nos acerquemos a ese
hermoso ideal de la justicia e igual mundial (WOODHATCH, 2013).
El valor de la solidaridad se presenta junto al de la libertad y la
igualdad como un elemento esencial con una gran incidencia social,
económica y cultural ampliado por las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. Los cambios y los desafíos a los que
hemos aludidos anteriormente ponen de manifiesto que vivimos en
un mundo global con problemas que desconocen las fronteras, y
revelan situaciones de insolidaridad materializadas en forma de
pobreza, desigualdad, degradación de los ecosistemas, pérdida de
la diversidad cultural, inseguridad, etc. Los nuevos derechos que se
demandan son: el derecho a la paz y a la intervención por parte de
un poder legítimo mundial en los conflictos armados, en los
genocidios y crímenes contra la humanidad; el derecho a un orden
internacional justo que garantice una vida digna a todas las
personas; el derecho al desarrollo humano sostenible y al comercio
justo; el derecho a la libre circulación de las personas; el derecho al
medio ambiente; el derecho a la información y al desarrollo
tecnológico, etc. Esta nueva categoría de derechos son aspiraciones
morales con vocación jurídica que van ampliando su campo y
encuentran en el valor solidaridad un marco adecuado para
armonizar igualdad y diferencia; desarrollo individual y colectivo; la
protección del medio ambiente y garantizar las condiciones para la
vida de generaciones futuras.
Llegados a este punto, no podemos obviar el factor ético al que
hace referencia Adela Cortina al escribir sobre una ética para el
desarrollo. Para ella, los agentes que trabajan en el desarrollo de los
pueblos no están legitimados «para imponer concepciones de vida
buena, ni tampoco para arrasar las que existen en los distintos
pueblos». Más bien, su tarea debe estar enfocada a «proporcionar
más y mejores medios para sustentar la vida de los miembros de las
sociedades; crear mejores condiciones en relación con la necesidad
de estima; liberar a hombres y mujeres de las servidumbres
opresivas (de la naturaleza, de la ignorancia y de los demás
hombres) y empoderarlos para que lleven adelante los planes de
vida que elijan, en una sociedad en la que no se intenta arrasar las
propuestas existentes de vida buena, siempre que cumplan unos
mínimos de justicia» (CORTINA, 2014).
Cerramos estas páginas con las palabras de Tom Woodhatch:
«Predicting the future is, at best, a hazardous undertaking. But if
there is one certainty, it is that international development cooperation
must be inspirationally innovative if it is to be effective in achieving
the goal of a juster, more equitable world» (WOODHATCH, 2013), y en
esta certeza subyace la idea de que los derechos humanos han de
inspirar el cambio de paradigma de la cooperación internacional
para el desarrollo en el futuro.
1. INTRODUCCIÓN
En este capítulo trataremos de investigar el desarrollo y la
adecuación al contexto actual del Derecho de Autor. Vivimos en
medio de un profundo cambio social, internet ha traído herramientas
que están cambiando la propia sociabilidad. Es tan importante este
efecto que lo podríamos asemejar al impacto que tuvo la imprenta
en la Europa del medievo.
El sistema de Propiedad Intelectual se va construyendo en todo
occidente durante el siglo XVIII. Los importantes cambios sociales a
nivel político, social y filosófico quedarán patentes en la legislación y
marcarán una impronta indeleble en toda la normativa. Sin embargo,
la actualidad nos obliga a replantearnos la conveniencia del sistema
y pensar si su desarrollo a través de dos siglos de existencia está
agotado o no. Las nuevas capacidades que nos brinda la Red hacen
que el ejercicio de las facultades del Derecho de Autor empiece a
generar voces que piden cambios al respecto desde diferentes
sectores sociales. Con un avance lento pero continuo desde finales
del siglo pasado se han ido construyendo proposiciones alternativas
que desafían la lógica común que hasta ahora se desarrollaba en el
seno del mercado cultural. El surgimiento del copyleft como
propuesta que se ubica precisamente en el mundo global que la Red
ha ayudado a crear está ganando fuerza y hace que crezca el
debate público.
En una etapa histórica que podemos calificar de Sociedad del
Conocimiento el cómo sea el sistema a través del cual fijemos la
vida social de las obras culturales resulta básico. Esto es
determinante no sólo a nivel de quién y por cuánto accede, también
habla de cómo se produce y se distribuye socialmente el mismo.
En este capítulo empezaremos trazando una caracterización
conceptual de los rasgos del Derecho de Autor que serán más
importantes durante nuestra exposición. En segundo lugar,
realizaremos un breve recorrido histórico por los conceptos y
eventos que ayudaron a conformar la normativa que se acabaría
imponiendo globalmente. En el tercer epígrafe nos referiremos a los
problemas específicos que nos encontramos entre el crecimiento del
régimen de la Propiedad Intelectual y el mundo de la Redes.
Finalmente, analizaremos la propuesta alternativa que significa el
copyleft para terminar con un análisis crítico de los problemas y
aportaciones que nos podemos encontrar en este campo.
2. CARACTERIZACIÓN CONCEPTUAL
Aunque por Propiedad Intelectual entendamos una serie de
derechos que van más allá de los Derechos de Autor, como las
patentes o marcas, en el presente capítulo sólo nos concentraremos
en éstos. De esta manera, centramos el tema en un apartado más
concreto y evitamos el riesgo de dispersarnos demasiado.
La primera tarea que tenemos que desarrollar es ofrecer una
caracterización conceptual de Derechos de Autor. Podríamos
definirlos como un conjunto de facultades que se conceden a los
autores de obras originales para determinar su accesibilidad o para
hacer efectivo cualquier rendimiento económico descubierto o por
descubrir 1 . Ahora surge la duda de qué se entiende por obra,
siguiendo al profesor Bercovitz, podríamos decir que se trata de un
bien inmaterial de creación original por parte del autor que es
independiente del soporte en que se encuentre. Por lo tanto, se
distingue entre:
2.1. AUTOR
2.2. ORIGINALIDAD
Podríamos decir que los dos primeros son los nucleares de esta
relación mientras que los comercializadores son circunstanciales.
Éstos sólo son necesarios debido al tipo de sistema de circulación
del conocimiento que se estableció en la legislación y por las
necesidades que conlleva la producción industrial de ejemplares, al
menos en el mundo analógico.
3. CARATERIZACIÓN HISTÓRICA
Para poder entender de una manera más profunda los problemas
que aparecerán en un futuro hay que tener en cuenta el desarrollo
histórico de los Derechos de Autor. En esta pregunta vamos a
realizar este recorrido hasta llegar a su formación definitiva que
situamos en el sistema global que crea el Convenio de Berna a
finales del siglo XIX, si bien, podremos ver importantes
modificaciones posteriormente.
Aunque nuestro Derecho de Autor parte del concepto de
copyright y éste viene de la tradición jurídica anglosajona hay que
situar el origen más allá de ésta. Así, debemos de realizar un rastreo
histórico buscando la formación de los elementos fundamentales de
este derecho, para ello marcaremos tres etapas:
4. HIPERTROFIA DE LA PROPIEDAD
INTELECTUAL: TRASFORMACIONES DEL
MERCADO CULTURAL
Habiendo situado nuestro objeto de estudio podemos elaborar
una visión crítica de los problemas que empieza a dar el sistema
debido a las transformaciones sociales que ha creado la llamada
Sociedad del Conocimiento y la implementación a la vida cotidiana
de las diversas tecnologías de la comunicación.
Para nuestro estudio dos factores serán determinantes: en primer
lugar, el cambio del modelo social ha supuesto una profunda
reformulación de los sectores productivos. De la preeminencia del
sector industrial que forjó las naciones occidentales desde los
albores de la Modernidad, pasamos a un escenario global donde la
deslocalización y la pérdida de centralidad de este sector será
reemplazada por el trabajo intelectual. Las políticas proteccionistas
basadas en las escuelas keynesianas van dando paso a la doctrina
neoliberal y en la década de los ochenta el movimiento de las
fábricas para buscar rentabilidad cambiará de manera radical la
propia vida social. En la medida en que sólo las partes que
requieren trabajo altamente cualificado permanecían en las
sociedades occidentales, las necesidades de educación más
especializada y el mayor desarrollo de los conocimientos técnicos
empiezan a ser el centro de la producción en occidente. En segundo
lugar, desde la Segunda Guerra Mundial la importancia de la
tecnología de la comunicación ha ido en aumento y desde los años
setenta del siglo pasado la aceleración en este sentido ha ido
incrementando constantemente. Desde el establecimiento de la
primera internet a la llegada de la Web, pasando por la irrupción de
la telefonía móvil, el ritmo de penetración social de cada una de
estas invenciones ha sido mayor. Con la unión de la sociabilidad
online a través de las redes sociales, y la permanencia en la vida
cotidiana que viene con los llamados teléfonos inteligentes, esta
implementación se ha hecho más profunda si cabe.
Con estos dos factores corriendo paralelos, a partir de 1950
podemos observar cómo se va construyendo una fuerte industria
cultural que tendrá en el sector académico y, sobre todo, en el del
entretenimiento sus patas más fuertes. De acuerdo con las
investigaciones del economista austriaco Fritz Machlup 8 el peso de
este sector en los Estados Unidos estaba empezando a vencer al
potente sector industrial cambiando la realidad económica del país
al mover por completo sus estructuras productivas. La entrada del
nuevo milenio implicará la maduración de todo el conjunto de
elementos que hemos presentado generando un mercado cultural
en el que la reglamentación sobre la propiedad intelectual será la
piedra angular. Al igual que pasaba con la Iglesia en el Medievo, en
los inicios de este mercado una parte del control sobre el mismo se
realizaba en base a la naturaleza física de las obras, es decir, no
sólo la ley protegía la explotación exclusiva, sino también el hecho
de que copiar un libro o una película era realmente difícil. Sin
embargo, la irrupción y desarrollo de la tecnología acabará por
derribar esos controles materiales.
Las posibilidades que ofrece la digitalización de las obras
respecto a su facilidad de copia son tan grandes que mueven la
industria entera. Ya no hacen falta fábricas dedicadas a la impresión
de libros o redes de distribución que lleven los ejemplares a través
de países enteros hasta las tiendas. En un ordenador personal, en
un teléfono o en una tablet se pueden hacer copias infinitas sin
perder calidad, y si se tiene acceso a internet, se puede ofrecer la
obra a todo el mundo con un tiempo de entrega cero y sin costes
adicionales. Antes de centrarnos en la propuesta alternativa que
nace dentro de este nuevo entorno es necesario que nos paremos
en los elementos que implican la transformación del conocimiento
en el seno de este crecimiento exponencial del mercado cultural.
5CASTILLO GÓMEZ, A., «En el viñedo del texto. Libro y lectura en la Universidad
Medieval», en Cuadernos del Instituto Antonio Nebrija, n.º 5, pp. 223-252,
Dykinson, 2002, p. 251.
6 MEZA, M. y MARTIN, Z., «Por una crítica al copyright y al rol de policías del
copyright de los bibliotecarios», en Actas de 2.º Foro Social de Información,
Documentación y Biblioteca, UNAM, 2006, p. 3.
7 SÁBADA, I., Propiedad Intelectual. ¿Bienes Públicos O Mercancías Privadas?,
Los Libros de la Catarata, Madrid, 2008; BOYLE, J., The Public Domain. enclosing
the Commons of the mind, Yale University Press, New Heaven y London, 2008.
8 MACHLUP, F., The production and distribution of knowledge in the United States,
Princeton University Press, New Jersey, 1962.
9 POLANYI, K., La gran transformación. Crítica del liberalismo económico,
Traficantes de Sueños, Madrid, 2016.
10 Para ver una completa estadística al respecto véase:
https://filmora.wondershare.com/youtube-video-editing/mind-blowing-youtube-
stats-facts-2017.html
11MARTÍNEZ CABEZUDO, F., Copyright y Copyleft. Modelos para la ecología de los
saberes, Aconcagua Libros, Sevilla, 2014, pp. 78-83.
12 CASTELLS, M., Comunicación y Poder, Alianza, Madrid, 2009.
13 DOVERSPIKE, R. D., RAMAKRISHNAN, K. K. y CHASE, C., «Chapter 2: Structural
overview of ISP networks», en KALMANEK, C. R. et al. (eds.), Guide to reliable
Internet services and applicacitions, Computer Communications and Networks,
Springer-Verlag, Londres, 2010.
14RAYMOND, E. S., The cathedral and the bazaar: musings on Linux and Open
Source by an accidental revolutionary, [Mass.], O’Reilly, Beijing, Cambridge, 1999.
15STALLMAN, R., Software libre para una sociedad libre, Traficantes de Sueños,
Madrid, 2004, pp. 45-47.
16 Véase: https://www.gnu.org/philosophy/free-sw.es.html
CAPÍTULO VIII
DERECHO, PODER E INTERNET
RAFAEL RODRÍGUEZ PRIETO
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
rrodpri@upo.es
I. INTRODUCCIÓN
Internet se ha convertido en parte de nuestras vidas. No es difícil
que mientras que lee este texto mire de reojo su teléfono móvil en
busca de algún mensaje de última hora o lo utilice para ampliar los
ejemplos que se usarán a lo largo de estas páginas. Internet está en
nuestro móvil, pero también lo usamos en nuestra computadora o
tableta y cada vez más serán los electrodomésticos y aparatos
conectados a la Red, en lo que se ha denominado como el internet
de las cosas.
Existe la posibilidad de que su nevera se ponga de acuerdo con
el supermercado para que le hagan un envío cuando comience a
escasear su cerveza favorita o quede poco pescado o verdura. Este
internet de las cosas implica que un aparato electrónico pueda tener
más información sobre usted que algunos de sus familiares. Este
hecho, las facilidades que esta prodigiosa tecnología nos ofrece
(comunicarnos con extrema facilidad, ampliar conocimientos o,
incluso llenar nuestra nevera) plantea a la vez relevantes desafíos
que deben ser críticamente evaluados desde una óptica
jurídicopolítica. El primero de ellos, y que se deriva de lo señalado,
es el procesamiento, almacenamiento y utilización de los datos
recabados por las grandes empresas o por los Estados. Cuando
alguien sabe tanto sobre nosotros, no es difícil entender que es
necesaria una cierta prudencia y unas garantías que nos protejan de
posibles abusos.
En este capítulo se plantea el trabajar con tres niveles diversos
del impacto de internet en el Derecho y en los procesos que
generan relaciones de poder y dominio. El primer nivel sería aquél
vinculado a los derechos fundamentales, donde incluimos los
sociales por ser la «parte más avanzada de los derechos
fundamentales de nuestra época» (SORIANO, 1999, 160) y su
tratamiento en la Red. El segundo nivel sería el de principios
fundamentales y básicos en el Derecho y cómo se encuentran en un
proceso de mutación y transformación, que precisan de análisis que
tengan presente nuevas realidades tecnológicas y comunicativas. Y,
finalmente, un tercer nivel del impacto de internet en las relaciones
sociales. Estos tres niveles no pueden reducirse a meros epígrafes.
Las conexiones entre ellos son tan evidentes que precisamos
comprenderlos en su complejidad. Es por ello que los analizaremos
de forma relacional.
No podemos olvidar algo muy importante: internet es uno de los
inventos más relevantes de la historia. Una plataforma que nos
ayuda y nos enriquece. En consecuencia, vamos a tratar de analizar
las posibilidades de internet para mejorar y desarrollar nuestros
derechos fundamentales y sociales. Pero también se evaluarán las
amenazas que emergen en un contexto de elevada tecnificación,
donde pueden existir controles que erosionen gravemente garantías
tradicionalmente vinculadas a bienes jurídicos básicos. No es
cuestión de ser alarmistas, pero es imprescindible un cierto grado de
prudencia y de consciente defensa de derechos fundamentales,
para cuya garantía se ha precisado de décadas de luchas.
Otra cuestión, ligada a la anterior, que no puede ser soslayada es
la percepción que se tiene en la actualidad de conceptos básicos en
el mundo del Derecho y la influencia que internet ha tenido en los
mismos o en la actualidad tiene. No podemos entender o analizar lo
jurídico o lo político desde una óptica ligada a cómo eran los
procesos sociopolíticos o jurídicos en el siglo XX. Las cosas están
cambiando mucho y a un ritmo muy elevado. Pero, al fin y al cabo,
el ser humano sigue siendo el mismo que descubrió la forma de
hacer pirámides o se lanzó a la conquista del mar y se encontró con
todo un continente. Como señala Stefan Zweig, desde el invento de
la máquina de vapor la humanidad ha dado un paso de gigante en la
comunicación (ZWEIG, 2015, 189). La diferencia entre una galera
romana o un galeón no significaba demasiado, al igual que el
movimiento de las tropas a pie. Fueron inventos como éstos o el
propio telégrafo, los que marcaron una diferencia que hoy se ha
ampliado con internet. Pero todas estas mejoras no nos deben
obnubilar. Los que pensaron alguna vez que el telégrafo o el
teléfono acabarían con las guerras y ayudarían a cambiar la vis
agresiva del ser humano erraron en sus pronósticos. Autores como
Vicent Mosco, llamaron a este ingenuo optimismo que se ha
extendido a las últimas conquistas tecnológicas, sublimación de lo
digital (MOSCO, 2005). Somos los mismos. Los que abrazaban a sus
hijos cuando tenían frío en las cavernas y los que rompían la cabeza
al vecino por envidia. Sólo que ahora somos capaces de privarnos
de comida para que nuestros hijos tengan calefacción o usaremos
una pistola para matar al vecino al que envidiamos por recorrer
nuestro barrio en su coche nuevo. Somos los mismos. Al igual que
los problemas tecnológicos, son los de nuestra sociedad; nosotros
somos homo sapiens en proceso de mejora.
5. CONCLUSIONES. LO PERSONAL ES
CIBERNÉTICO
Hay una anécdota que siempre me ha llamado la atención
referida a internet y su lugar en la vida de los niños. Contaba el
periódico New York Times en la casa de los grandes gurús de la
tecnología no hay tabletas, computadoras o teléfonos inteligentes
para sus hijos o nietos. Todo haría presagiar que esos hogares
serían entornos repletos de aparatos de última tecnología. Pues no.
Y además asisten a escuelas en las que se usan pizarras y
borradores como antaño.
Todos hemos salido a un restaurante y hemos visto la escena de
una familia o un grupo de amigos están juntos pero cada uno
observando la pantalla de su teléfono móvil. Hay veces incluso en
que la gente va por la calle con la mirada fija en la pantalla del
teléfono completamente divorciado de su entorno y no digamos los
conductores que mientras conducen se dedican a leer o revisar su
red social favorita.
Los problemas que puede generar un mal uso de la Red ya se
dejan sentir en muchas personas. Hay menores que han visto
escenas pornográficas que les hacen tener una idea distorsionada
de la sexualidad. Esta influencia implica la cosificación del cuerpo de
las mujeres. Todo ello redundaría negativamente en una necesaria
educación que promocione valores no sexistas. También
observamos preocupantes cifras vinculadas a un auge de la
ludopatía por el juego a través de internet. No es fácil gestionar una
plataforma tecnológica con tan buena ima- gen —cercana al mito—,
sobre la que no se nos ofrece la más mínima formación —nadie nos
enseña a usarla— y con una influencia tan creciente en nuestras
vidas. Las relaciones con las administraciones públicas se hacen
cada vez más por la Red, pero qué podemos decir de operaciones
que llevamos a cabo en el sector privado, como, por ejemplo,
manejar nuestra cuenta bancaria. De hecho, las empresas se
ahorran millones en salarios por trabajos que al final realiza el
cliente del servicio. Es como si todos, de un día para otro, nos
hubiéramos convertido en empleados de las empresas que, se
supone, nos deberían ofrecer unos servicios integrales. Ahora hay
que pagar más para lo que antes era gratis.
Junto con este trabajo extra, no se puede olvidar que internet ha
facilitado que haya gente que pueda trabajar en casa, lo cual ha
tenido ventajas. Pero tampoco ha quedado exenta de
inconvenientes. No es difícil conocer a alguien que contesta correos
del trabajo a las 11 de la noche. Ese tipo de dedicación, fuera del
horario laboral establecido, puede generar problemas familiares, es
decir dificultades para conciliar las vertientes profesionales y
personales.
Internet es una plataforma tecnológica con unas características
intrínsecas que potencia unas habilidades y limita otras. Es por ello,
que se debe prestar atención a aquéllas, como la concentración,
que se ven erosionadas por la Red. Todo puede tener sus pros y sus
contras, lo que deben hacer las democracias es tratar de establecer
una serie de directrices que fortalezca los lazos entre los
ciudadanos y la calidad de vida. Pongamos un ejemplo que todos
podamos entender.
Las redes sociales nos permiten compartir nuestros gustos, a la
vez que conocemos a multitud de personas. Son «amigos» con los
que compartimos tiempo, pero que pueden vivir a miles de
kilómetros (aunque habitualmente se sitúan cerca) pero que no
hemos visto nunca en persona. Podemos decir, que este
conocimiento superficial es bastante general. Pero eso no significa
que sea prescindible. Comentamos nuestra película favorita o
conseguimos claves para avanzar en el videojuego de moda o
incluso comentamos un problema personal con alguien que ha
pasado por una situación semejante. Todo ello es positivo. Pero a la
vez, puede generar cierto aislamiento respecto a nuestra realidad
más inmediata. Por tanto, y sin despreciar esas oportunidades, se
deberían desarrollar oportunidades que generen vínculos
significativos entre las personas. Hay encuestas en las que se
afirma que la Red provoca aislamiento o incluso depresión. Hay un
toque humano, que la pantalla no puede reproducir y deberíamos
ser conscientes de ello. Vivir toda una vida en redes sociales no es
una buena idea.
En noviembre de 2018 un padre demandó al Estado francés y a
varias conocidas redes sociales (YouTube, Whatsapp y a la web
‘rencontre-ados.com), después de que su hijo se suicidara. Una de
las principales razones que alegaba era que el Estado se había
desentendido de la regulación de determinadas prácticas que
podían entrañar un serio peligro para los ciudadanos y en concreto
del peligro potencial que tenían para los jóvenes. En España
tenemos casos de acoso a través de redes sociales que han
provocado terribles consecuencias.
Internet nos abre muchas puertas. Algunas de ellas deseadas y
otras indeseables. Al comienzo de este capítulo se señalaba que la
Red es parte de nuestras vidas. Se trata de una herramienta
tecnológica con unas características intrínsecas que debemos saber
aprovechar. Podemos comunicarnos, aprender, desarrollar ideas y
proyectos, cooperar con otros a miles de kilómetros para crear
maravillas que hagan un mundo mejor. Podemos también
divertirnos, jugar a distancia o hacer un curso de casi cualquier
cosa. Mostrarnos al mundo y que el mundo nos exponga sus
bellezas. Internet también es un vehículo para la participación y la
mejora de la democracia. Pero también puede ser un vehículo para
reducirnos como ciudadanos a meros consumidores o minas de
datos. La cosificación absoluta del ser humano. Como se ha dicho a
lo largo de estas páginas, las consecuencias de internet son las de
una sociedad atravesada de relaciones de poder y dominación. El
Derecho es una buena herramienta para regular en favor de
aquellos que no tienen millones en el banco, de aquellos que
carecen de influencia, de los que pretenden que internet les abra
camino, no que se los cierre entre un puñado de aplicaciones que
controlan todo. Usemos la democracia para regular internet. Para
que su desarrollo se haga en la dirección de la mejora de la libertad
y la igualdad.
1. INTRODUCCIÓN
En este trabajo nos proponemos básicamente elucidar
críticamente la conexión entre derecho y democracia, como una
relación de fines-medios. No en vano la experiencia nos enseña que
el problema de la relación derecho-democracia, en la práctica, se
transforma en un problema de «medios-fines». ¿Qué significaría la
democracia, si el orden de los fines no influyera en los medios, esto
es, en el orden de su propio derecho? El fin sugiere siempre los
medios. Si el poder reside en el fin, también lo encontraremos en los
métodos. Por eso, si el derecho no es un fin en sí mismo, sino que
es útil a la consecución de fines —lo que le confiere ese carácter
pragmático que tanto lo define y que se sintetiza en la idea de
operatividad 1 —, no cabe otra cosa que admitir su carácter dinámico
y, por tanto, histórico e inserto en el mundo que viven y constituyen
los seres humanos. El derecho no tiene realidad sustancial, pese a
los afanes del iusnaturalismo. Sí, claro que se constituye de manera
sustantiva, pero como experiencia jurídica. Luego, siendo esto así,
es posible pensar el derecho de otra forma, esto es, re-situando al
ser humano, que hace (y vive) la historia, como la referencia ética
básica; como el fundamento inmediato de todo el fenómeno jurídico,
frente —también—, a la escisión radical entre la teoría y la praxis
jurídica, entre lo axiológico y lo normativo, entre la realidad y lo
objetivo, que propone la argumentación kelseniana.
Por otra parte, si la democracia, como proyecto histórico, siempre
se ha significado en el campo político por la búsqueda de la justicia
social y por la distribución del poder entre las personas, el análisis
que ahora se propone dista bastante de solidarizarse con la defensa
de la democracia liberal y parlamentaria, si bien refrenda la
necesidad de asumir las conquistas y los principios que propiciara
como democracia moderna. Pero no como el gran objetivo a batir,
sino como el punto de partida de un proceso más extenso. No se
trata de remozarlo todo, sino de profundizar en el autogobierno y en
la recuperación de espacios comunes. Veamos por qué.
1 No en vano «la actividad del jurista está dirigida no al simple conocer, sino al
conocer para actuar». ORESTANO, R., Introducción al estudio del derecho romano,
Universidad Carlos III de Madrid-BOE, Madrid, 1997, p. 364.
2 V. MOUNIER, E., «Manifiesto al servicio del personalismo», en Obras Completas,
tomo I, Sígueme, Salamanca, 1992, p. 717.
3 «[…] Toda timidez al respecto debe ser denunciada como proveedora de
fascismo», ídem, Réponse a l’Enquête philosophique sur les conflits actuels
d’ideologies (Texto original mecanografiado), UNESCO PHS/W/68z), 1949, pp. 1-
2.
4 «Revolución Personalista y Comunitaria», en Obras Completas, op. cit., p. 427.
5 Esta línea es sostenida por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos
«La modernidad no presuponía el capitalismo como modo propio de producción.
En verdad, concebido como modo de producción, el socialismo marxista es
también, al igual que el capitalismo, parte constitutiva de la modernidad». SOUSA,
B., Crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia, Desclée
de Brouwer, Bilbao, 2003, p. 51. Pero, el hecho es que convergieron. V. asimismo
a FERRAJOLI, L., Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, Trotta, Madrid,
1995.
6 MOUNIER, E., «Revolución Personalista y Comunitaria», op. cit., pp. 335 y 336.
25 «En cuanto teoría (se refiere a la Teoría pura del Derecho) pretende, exclusiva
y únicamente, distinguir su objeto. Intenta dar respuesta a la pregunta de qué sea
el derecho, y cómo sea; pero no, en cambio, a la pregunta de cómo el derecho
deba ser o debe ser hecho. Es ciencia jurídica; no, en cambio, política jurídica».
KELSEN, H., Teoría pura del Derecho, op. cit., p. 15.
1. INTRODUCCIÓN
El objeto de este capítulo es desarrollar mi idea de una
democracia armónica concebida como relación equilibrada de tres
modelos de democracia: la democracia representativa, la
democracia directa y la democracia participativa. La democracia
armónica, tal como aquí la planteo y diseño, no parte de cero ni es
un modelo totalmente nuevo, sino que se construye sobre modelos
históricos experimentados, residiendo su novedad e innovación en
la forma de relacionarlos. Quiero no obstante destacar la relevancia
que en mi idea de una democracia armónica tiene la democracia
participativa, cuyas señas de identidad expongo en el apartado
correspondiente. La resultante sería un nuevo marco político con
menos democracia representativa (la de los partidos políticos y los
representantes electos), que actualmente es la democracia
exclusiva y excluyente en las sociedades políticas avanzadas, más
democracia directa (la de los ciudadanos que sin intermediarios
votarían políticas y no sólo a sus representantes) y un nuevo
espacio político ocupado por los ciudadanos-actores políticos sin
militancia partidista.
La estructura del trabajo es sencilla. Dedico a cada uno de los
tres modelos democráticos señalados tres apartados: a) definición,
b) escenario actual, y c) propuestas de cambios. Qué significa cada
uno de estos modelos, cuál es su actual situación y qué cambios
deben producirse en cada uno de ellos para alcanzar como
resultante la que denomino democracia armónica.
2. LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA: LA
NECESARIA AMINORACIÓN DE UN MODELO
DEMOCRÁTICO EXCLUSIVO Y EXCLUYENTE
4. LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA: LA
INEXISTENTE POLÍTICA DE LOS CIUDADANOS
1. INTRODUCCIÓN
El presente capítulo va a tratar de los derechos de los pueblos y
comunidades indígenas de América Latina, en un sentido general,
abordando los caracteres distintivos de estos derechos y el análisis
de los principales derechos reivindicados, con mayor o menor
intensidad, en los pueblos y comunidades del Continente americano
caracterizado por su extraordinario pluralismo étnico. No es un
estudio de los derechos indígenas en sí mismos considerados, sino
en relación con los derechos de la cultura occidental, con los que
muestran grandes diferencias.
33 Ídem, p. 66.
34 Es frecuente la exigencia de estas mediaciones además de los principios de
territorialización —delito dentro de una comunidad indígena— personalización —
todas las partes pertenecientes a la misma comunidad— y consensual —
aceptación de todas las partes de la jurisdicción indígena y no de la estatal—.
35 LÓPEZ BÁRCENAS, Francisco, Autonomía y derechos indígenas en México, ob.
cit., 2006, p. 43.
36 LÓPEZ BÁRCENAS, Francisco, Autonomía y derechos indígenas en México, ob.
cit., 2006, p. 42.
37 BERRAONDO, Michel, «Tierra y territorios como elementos sustantivos del
derecho humano al medio ambiente», en vol. col. de BERRAONDO, Mikel (coord.),
Pueblos indígenas y derechos humanos, Instituto de Derechos Humanos,
Universidad de Deusto, Bilbao, 2006, p. 482.
38STAVENHAGEN, Rodolfo, Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, Comisión
Nacional de Derechos Humanos, México, 2000, p. 14.
39 LÓPEZ BÁRCENAS, Francisco, Autonomías y derechos indígenas en México, ob.
cit., 2006, p. 45.
40 Ramón Soriano ha señalado las características de las culturas en su evolución
histórica: son híbridas, evolutivas, curvilíneas, inconmensurables y
discriminatorias. Esta concepción de las culturas le lleva a defender lo que
denomina «interculturalismo» o coexistencia de las culturas en un plano de
igualdad. Cfr. SORIANO, Ramón, Interculturalismo. Entre liberalismo y
comunitarismo, Almuzara, Córdoba, 2004, pp. 125-131.
Diseño de cubierta: J. M. Domínguez y J. Sánchez Cuenca