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Sinopsis Capítulo 21

Capítulo 1 Capítulo 22

Capítulo 2 Capítulo 23

Capítulo 3 Capítulo 24

Capítulo 4 Capítulo 25

Capítulo 5 Capítulo 26

Capítulo 6 Capítulo 27 4
Capítulo 7 Capítulo 28

Capítulo 8 Capítulo 29

Capítulo 9 Capítulo 30

Capítulo 10 Capítulo 31

Capítulo 11 Capítulo 32

Capítulo 12 Capítulo 33

Capítulo 13 Capítulo 34

Capítulo 14 Capítulo 35

Capítulo 15 Capítulo 36

Capítulo 16 Capítulo 37

Capítulo 17 Capítulo 38

Capítulo 18 Capítulo 39

Capítulo 19 Epílogo

Capítulo 20 Sobre la Autora


Él era el marido perfecto. Hasta que no lo fue.

Cuando el matrimonio de Shelly acaba en divorcio, ella queda completamente


devastada y sintiendo como si nunca volverá a encontrar el amor.

Hasta que conoce a Eric.

Shelly no puede creer su suerte. La primera persona que conoce después (de
reticentemente) unirse a las citas en línea, es apuesto, amable, todo lo que siempre
quiso y más. De citas románticas a regalos caros, es como si estuviera en un sueño.

Pero justo cuando Shelly piensa que finalmente ha encontrado sus felices por
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siempre, empieza a darse cuenta que no todo es lo que parece. Cuando las grietas
empiezan a crecer, quizás Eric no es el hombre perfecto que pensó que era. ¿Acaso
su sueño se convertirá en una pesadilla?
A aquellos atrapados en la red de engaños y
mentiras de un psicópata, rezo para que sean
capaces de escapar y encontrar paz, sanar y ser 6
felices. Tú importas.
Me miré en el espejo y ya no me reconocí. Odiaba mi vida y había pensado en
quitármela.

Nadie me extrañaría.

Era un cero.

Nada.

Nada de nada.
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Hace un año

No podía creer que Jackie me hubiera convencido de esto. Después de un


amargo divorcio, provocado por la aventura de mi esposo hace cinco años, juré que
nunca volvería a salir. Pero aquí estaba revisando perfiles en un sitio web de citas
en línea. ¡Debo estar loca! ¿Realmente quería un hombre en mi vida? Había estado
en un par de citas a ciegas desde mi divorcio y ambas terminaron en desastre. El
primer chico escupió salsa de espagueti en mi cara cuando se rió durante la cena y
el segundo pagó la cuenta con tres tarjetas de regalo diferentes. Si alguna vez
volviera a salir con un chico, tendría que ser excepcional.
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Me senté en el sofá con mi gata Izzy acurrucada a mi lado. Comencé a reír y la
cabeza de Izzy se levantó.

—Lo lamento, chica. No quise asustarte, pero este tipo aparentemente piensa
que usar un chaleco de trabajo azul con ‗¿Puedo Ayudarte?‘ impreso en el frente es
sexy. —Ronroneó y le rasqué el cuello—. Sí, lo sé. Ningún hombre es mejor que
algún hombre. —Miré algunos perfiles más, incluido un chico con el torso desnudo
que llevaba una gorra de béisbol con el lema: ‗Vaquero busca a su vaquera‘. Oh no.
No para mí. Tampoco era el tipo cuyo plan era encontrar una ―buena mujer y
construir un imperio a su alrededor‖ o el tipo que señaló ―Tengo una lavadora y
secadora en mi casa, así que no hay una primera cita en la lavandería‖.

—Buen Dios, Izzy, ¿todos los hombres son idiotas?

Justo cuando estaba a punto de rendirme me topé con un perfil que parecía
normal: EricT. Le gustaba el aire libre y se consideraba aventurero, espontáneo y
amante de la diversión. Se veía guapo. A diferencia de la mayoría de los perfiles
que había visto, EricT tenía una cabellera llena y dientes rectos. ¡Diantres! Vivía a
dos horas de distancia. Las relaciones a larga distancia rara vez funcionan. Y
ciertamente no tenía intención de mudarme.

Había pasado los últimos cinco años enfocándome en mi carrera de bienes


raíces. Había recuperado algo de la confianza que había perdido cuando mi
matrimonio de diez años con Scott terminó en una tormenta de fuego después que
lo atrapé engañándome.
Tenía treinta y dos años cuando me casé con Scott. Mis hermanas de
hermandad se burlaron de mí por ser la última en casarse. La mayoría de ellas se
casaron antes de alcanzar la marca de un cuarto de siglo, pero no tenía prisa. No
pensaba casarme más de una vez, así que quería asegurarme de tomar la decisión
correcta. ¡Resultó que era el equivocado!

Ahora tenía cuarenta y siete años y aunque no necesitaba un hombre para ser
feliz, extrañaba la intimidad y la compañía.

Cuando Scott y yo comenzamos a tener problemas en nuestro matrimonio, me


preguntaba si las cosas habrían sido diferentes si hubiera podido darle hijos. Pero
con el tiempo me di cuenta que él era el problema, no yo. Yo fui quien luchó contra
el cáncer cervical un año después de casarnos. Debería haber estado allí para mí en
lugar de rodar entre las sábanas con lo que ahora creo que había sido una larga lista
de mujeres. Era un infiel, y estaba mejor sin él.

Coloqué mi computadora portátil en la mesa de centro y fui a la cocina para


hacer una ensalada para la cena. Había estado tratando de comer más sano. El
cambio de vida llamó a mi puerta y había traído a invitados no deseados: ¡Peso y
presión arterial alta!
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Estaba cargando el lavavajillas cuando llamó mi mejor amiga, Jackie.

—Hola Jack. Iba a llamarte.

—Seguro, seguro.

—No, honestamente. Acabo de terminar de comer.

—¿Comiste algo bueno?

—Lo normal. Una…

—¡No, espera! Déjame adivinar. Una ensalada con pollo, pepinos y aderezo de
vinagreta.

Me reí.

—¿Soy tan predecible?

—Sí. Debes aprender a ser más aventurera cuando se trata de comer... y tener
citas.
—¡Vaya! Espera un minuto. ¿Quién dice que no soy aventurera cuando se trata
de citas? De hecho, me inscribí en ese sitio de citas en línea que has me ha estado
molestando.

—¿Cuándo?

—El otro día.

—¡El otro día! —La voz de Jackie era tan fuerte que tuve que mantener el
teléfono alejado de mi oído—. ¿Y me estás diciendo ahora?

—Te lo iba a decir. De verdad. Solo quería ver si veía algo interesante primero.

—¿Y lo hiciste?

—Realmente no. Bueno, tal vez uno. Al menos tenía dientes rectos y cabello.

Jackie se echó a reír.

—¿De verdad es tan malo? 10


Me acerqué al sofá y me senté.

—Comprar a un chico en línea se siente raro.

—Pero tú haces casi todas tus compras en línea —dijo Jackie.

—Esto es diferente. No es como si estuviera comprando un blazer o una blusa


nueva.

—Pero es eficiente. Mucho más fácil que entablar una conversación con un
extraño en el gimnasio o en la sección de frutas y vegetales de un supermercado.
Los sitios web de citas reúnen a personas de ideas afines.

—Supongo que simplemente no tengo mucha fe en un algoritmo de sitio web


de citas. De alguna manera, creo que la tecnología hace que conocer a alguien sea
más difícil. Seamos realistas, la mayoría de las personas probablemente mienten en
sus perfiles, y es difícil medir la sinceridad cuando no se ven expresiones faciales o
lenguaje corporal.

—Pero si funciona bien en línea, eventualmente te encuentras y ves todo eso —


dijo Jackie.

Noté un hilo suelto colgando de la manga de mi blusa y lo arranqué.


—Sí, ¿y qué pasa? La gente quiere saber si la persona con la que salen es ―la
persona indicada‖ dentro de los diez minutos posteriores a su encuentro. Es en
serio. ¿Cuánto puedes llegar a conocer a alguien en un par de horas cuando estás
nervioso y con tu mejor comportamiento?

—Estoy de acuerdo en que algunos chicos podrían querer esa gratificación


instantánea —dijo Jackie—, y si no obtienen resultados instantáneos pensarán que
la cita es un fracaso y seguirán adelante. Pero estoy segura que no todos son así.

Suspiré.

—Supongo que todo esto me hace sentir como una opción en lugar de una
prioridad. Además, no soy muy buena vendiéndome. Se necesita habilidad para
escribir un perfil de citas convincente.

Jackie se aclaró la garganta.

—Te estás menospreciando, Shelly. Eres una gran escritora. Siempre lo has
sido. Estoy seguro que tu perfil es perfecto.
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—Gracias. No estoy segura que un compañero perfecto esté a un clic de
distancia.

—Bueno, ¿qué hay del perfil que acabas de mencionar? ¿Es una posibilidad?

—¿EricT?

—Suena bien. Eric T. ¿Le has enviado un mensaje?

—Oh, no.

—Deberías hacerlo, totalmente.

—De ninguna manera le enviaré mensajes de texto a un tipo primero. No


quiero parecer desesperada o demasiado ansiosa.

—¡Puaj! Eres imposible —dijo Jackie—. Te hablaré mañana. Recuerda, tacos


en Tony‘s.

—No me lo perdería por nada. Juro que mi piel se está volviendo verde por
comer tantas ensaladas. ¡Un taco grasiento de Tony‘s es justo lo que necesito para
recuperar mi color!

Unos minutos después de terminar la llamada con Jackie, mi teléfono sonó.


Era un mensaje de texto de EricT.
¡Hola! ¿Cómo se llama tu gato?

Me di cuenta que había visto mi foto sosteniendo a Izzy en línea.

Dejé el libro que había recogido para leer y escribí mi respuesta.

Izzy.

Lindo nombre.

Gracias. ¿Tiene mascotas?

No. Aunque tuve un perro mientras crecía.

¿Qué raza?

Golden retriever.

Los golden retrievers son dulces. Buenos con los niños.

¿Tienes hijos?
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No.

Yo tampoco.

Una hora después, ¡había enviado más mensajes de texto en sesenta minutos
que en toda mi vida! No pude recordar lo última vez que me había sentido tan
cómoda hablando con un hombre. Aprendí que EricT era por Eric Talbot. Trabajaba
en ventas y amaba los caballos y la cerveza artesanal.

Cuando me metí en la cama esa noche, con Izzy acurrucada a mi lado, fue la
primera vez en mucho tiempo que pensé en un chico.

s
Me desperté a la mañana siguiente y recordé que iba a pasar el día con una
pareja que se estaba mudando a la zona. Había planeado mostrarles cinco
propiedades. ¡Al final del día, estaría lista para devorar un taco de Tony‘s!
Tomé mi teléfono en mi mesita de noche y me di cuenta que ya había recibido
un mensaje de texto de Eric.

Gracias por hablar anoche. Realmente disfruté nuestra conversación.

Se sentía como si me estuvieran haciendo cosquillas desde el interior. Habían


pasado años desde que sentí mariposas en el estómago. Le respondí el mensaje de
texto:

¡Yo, también!

Tan pronto como recibió mi mensaje, me volvió a enviar otro mensaje de texto.

Tal vez podamos hablar por teléfono más tarde. ¿Puedo llamarte?

Me gustaría eso, le respondí. Debería estar en casa a las nueve y media.

¡Excelente! Te llamo entonces. ¡Que tengas un buen día, Shelly!

¡Igualmente! 13
Salté a la ducha y me vestí para el trabajo. Tenía que llamar a Jackie en mi
camino a buscar a mis clientes y contarle sobre Eric.

s
—¡Espera! ¿Qué? Entonces, EricT te envió un mensaje de texto anoche y ¿me
estoy enterando hasta ahora?

Me reí.

—Y esta mañana. Y me preguntó si podía llamarme más tarde.

—Bueno, bueno, bueno, Shelly. Creo que tienes un admirador.

—Oh, no es nada. Solo algunos mensajes de texto, pero parece agradable.

—Uhmmm.

—¿Qué significa ―uhmmm‖?


—Oh, no lo sé. Solo uhmmm.

—No, conozco ese uhmmm. Significa que estás pensando en algo. ¿Qué es?
¿En qué estás pensando?

—Uhmmm.

—¡Vamos! Dime —supliqué.

—Ah, de acuerdo. Simplemente detecto una chispa de emoción en tu voz. Y,


bueno, ha pasado un tiempo desde que escuché eso.

Me detuve en el hotel donde recogería a mis clientes.

—Me tengo que ir. Voy a buscar a mis clientes ahora.

—El momento perfecto, ¿eh?

Me reí.
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—Te veré más tarde en Tony‘s.

—No puedo esperar.

El día pasó rápido y después de mostrarle a los Randall cuatro propiedades


comencé a pensar que nunca encontraríamos el lugar perfecto. Pero cuando llegué a
la lujosa casa de ladrillos en una nueva comunidad de golf, estaban lo más
emocionados de lo que los había visto todo el día.

Cuando terminé de mostrarles la casa de cuatro habitaciones y tres baños, sabía


que estaban enamorados. Esta casa era perfecta, justo lo que habían estado
buscando.

Me recordó que tan a menudo en la vida no estamos exactamente seguros de


qué estamos buscando. Pero lo sabemos cuando lo vemos. Hay algo al respecto que
dice, esto es adecuado para mí. Sabía que los Randall habían encontrado sus felices
por siempre, solo esperaba que algún día encontrara el mío.
Un par de horas después, entregué la oferta de los Randall al agente del
vendedor en mi camino para encontrarme con Jackie. Tony‘s siempre atraía una
multitud en la noche de tacos, pero era difícil pasar por alto el ardiente cabello rojo
de Jackie. Caminé hacia el bar y me deslicé en el asiento que había guardado a su
lado.

Levantó la vista de su teléfono.

—Ya era hora que llegaras.

Colgué mi bolso en el gancho debajo de la barra. 15


—Lo lamento, tuve que terminar algunos trámites.

Jackie sonrió.

—¿Hiciste una venta?

—Ojalá. A los compradores-de-fuera-de-la-ciudad de los que te conté les


encantó la última propiedad que les mostré.

Jackie sorbió su ron y Coca-Cola.

—¡Excelente!

Pedí un gin-tonic dietético.

—Estoy hambrienta. Apenas comí algo en todo el día.

—Yo, también. ¡He estado ahorrando mis calorías para los tacos!

—No sabía que estabas contando calorías —le dije.

—Una señora en el trabajo lo está haciendo y me convenció de hacerlo con


ella. Aunque, hago trampas muchas veces.

Me reí.
El cantinero deslizó mi bebida frente a mí y tomó nuestros pedidos.

—Entonces, Bruce me preguntó a dónde quería ir para nuestro vigésimo


aniversario —dijo Jackie.

Me giré para mirar a Jackie y casi me caigo del taburete.

—Sí, lo sé. También me sorprendió. Ambos sabemos lo frugal que es. Cuando
dije que quería ir a París, tuvo un ataque de tos tan intenso que pensé que se iba a
desmayar. Tan pronto como se recuperó, dio una docena de excusas por las que no
sería una buena idea. Viajar al extranjero es peligroso. Ninguno de nosotros habla
francés. Bla-bla-bla. Pero la verdadera razón fue que un viaje a París costaba mucho
más de lo que planeaba gastar. Sugirió ir a la playa.

—Pero siempre van a la playa —dije—. Eso no sería tan especial.

—¡Exactamente!

—Bueno, tal vez cambie de idea —le dije.


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—Será mejor si es que quiera ir a Canadá.

—¿Canadá?

—Sí. Unas pocas horas después de la discusión de París, me dice que quiere ir
de pesca a Canadá con sus amigos. Me imaginé que probablemente era por eso que
mencionó un viaje para nuestro vigésimo aniversario en primer lugar. Le dije que si
iba a un viaje de pesca, yo me iría a París, con o sin él.

—Yo iría —dije—. ¿Crees que a Bruce le importaría si fuéramos? Quiero decir,
no serían las vacaciones románticas con las que soñaste, pero...

Jackie rió.

—¿Romántico? La idea de Bruce de ser romántico es comprarme una nueva


linterna para mantenerla en mi auto, que por cierto, hizo el otro día. Seamos
realistas, después de veinte años, el romance no es lo que alguna vez lo fue.

Me reí.

—Tener una linterna en tu auto no es una mala idea.

Jackie asintió con la cabeza.


—Estoy de acuerdo. Pero tener cuatro es un poco innecesario. De todos
modos, suficiente sobre Bruce. Si no quiere ir a París, iremos. Ahora cuéntame
sobre Eric T.

—Parece agradable, pero no estoy segura que esto vaya a algún lado.

Jackie agitó su dedo hacia mí.

—No hagas eso.

—¿Hacer qué?

—Cerrar la puerta antes de explorar qué hay del otro lado —dijo—. Una cita o
dos no van a lastimar nada. Además, la distancia puede ser algo bueno. Lo
suficientemente cerca como para verse los fines de semana, pero no demasiado
cerca como para sentir que deben pasar todas las noches juntos. ¡Nunca se sabe,
podría terminar siendo el indicado para el que te afeites las piernas!

Nos reímos de nuevo.


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Jackie tenía razón en una cosa. Yo no era el tipo de mujer que tenía que estar
con alguien todo el tiempo. Como hija única de una madre soltera alcohólica,
estaba acostumbrada a entretenerme y estar sola. Me gustaba mi espacio.

—¿Algo nuevo con los niños? —pregunté.

—Nick va al baile de graduación. En realidad, déjame mostrarte lo que hizo. —


Jackie agarró su teléfono celular y revisó las fotos hasta que llegó a una de luces
blancas en una pequeña colina.

Me puse las gafas de lectura.

—Oh, qué lindo.

Las luces fueron arregladas para deletrear. ¿Baile?

Jackie se echó a reír.

—Los chicos intentan superarse los unos a los otros cuando se trata de estas
propuestas. Nick me sorprendió. Lo pensó él mismo. Sacó las luces de Navidad y lo
instaló en la casa de su amigo.

Me rasqué la cabeza.

—Pero parece que está en el medio de la nada. ¿Cómo lo hizo funcionar?


—Un generador.

Sacudí mi cabeza.

—Todo es mucho más complicado que cuando éramos jóvenes.

—Cuéntame sobre eso —dijo Jackie—. Y más costoso. Al menos Nick tiene
mis genes románticos y no los de su padre.

Nos reímos.

—Es cierto que Bruce nunca ha sido el señor romántico —dije—, pero tienes
que admitir que el hombre es increíble en muchas otras formas. Y te adora. Nunca
te engañaría. ¡Nunca! Tienes suerte de tenerlo.

—Lo sé. Y no quiero quejarme. Nadie es perfecto. Dios sabe que tengo mis
propios problemas que vuelven loco a Bruce. Y su falta de romance no me
molestaría tanto si no fuera tan tacaño. No es que no tengamos dinero para ir a
París.
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—Pero ya sabes por qué es eso —dije—. Bruce creció sin nada, trabajó duro
para construir su negocio y mantenerte a ti y a los niños.

Dos pedidos de tacos y tres bebidas más tarde, Jackie y yo nos pusimos al día,
al menos por la noche. Me dirigí a casa. Eric llamaría en menos de una hora.

Traté de mantenerme ocupada ordenando mi departamento. Cuando estoy


nerviosa, limpio. Tener cosas en las que concentrarme me calma. Limpié la caja de
arena de Izzy, enderecé la pila de libros sobre la mesa de centro y sacudí los cojines
en el sofá. Cinco minutos antes de que supuestamente llamara, me senté en el sofá
y esperé que sonara. Llamó justo a tiempo. No quería parecer demasiado ansiosa,
así que no respondí hasta el tercer tono.

—Hola.

—¿Shelly? Hola, soy Eric.

—Oh, hola Eric. —Traté de sonar indiferente.

—No suenas como pensé que lo harías.

Me reí.

—¿Cómo pensaste que sonaría?

—Oh, no lo sé.
—Está bien. Sé que mi voz es diferente. Mucha gente pregunta si soy cantante
debido a mi voz ronca.

—¿Lo eres?

—No. No puedo seguir una melodía, aunque desearía poder hacerlo. ¿Qué hay
de ti? ¿Puedes cantar?

—Realmente no. Bueno, tal vez un poco. Tengo una guitarra que toco.

Nuestra conversación pasó de mi voz a nuestras bandas favoritas a las


canciones en nuestras listas de reproducción de aplicaciones. Mis hombros cayeron
y me encorvé en el sofá, sintiéndome más cómoda cuanto más hablábamos.

—¿Puedo decirte algo? —preguntó Eric—. Es personal, pero siento que puedo
confiar en ti.

Me senté derecha.

—Claro, si quieres. 19
—Se trata de mi pasado.

—¿No eras un asesino en serie o algo así? —bromeé.

Eric rió.

—No. Mi ex esposa me engañó. Nuestro matrimonio terminó cuando descubrí


la aventura.

—Oh, Eric. Lo lamento. —Volví a encorvarme en el sofá.

—Estaba devastado, ¿sabes? Era mi todo, y sentí como si me partieran el


corazón en dos. De alguna manera sobreviví, recogí las piezas y seguí adelante. No
voy a mentir. Fue puro infierno por un tiempo. Pero ahora estoy en un lugar mejor.

—Me alegra que estés en un lugar mejor. Todos merecemos ser felices.

—¿Eres feliz? —preguntó.

—En su mayoría —dije—. Al igual que tú, me lastimó alguien que amaba
mucho.

Hubo una considerable pausa.

—Lamento que te hayan herido, Shelly.


Se me formó un nudo en la garganta. ¿De dónde vino este chico? Era muy
abierto y honesto. Sentí que merecía lo mismo a cambio.

—Mi esposo también tuvo una aventura —le expliqué—. Como tú, estaba
devastada. Mi mundo fue destrozado y nunca fui la misma.

—Gracias por decírmelo —susurró.

—No puedo creer que lo haya hecho, pero es tan fácil hablar contigo.

—Bueno, sé todo sobre las lágrimas y los sentimientos de traición. Que alguien
que amas te destruya así es horrible. Lo entiendo completamente. No estás sola.
¿Estás en un lugar mejor ahora?

—Mucho mejor.

—Nunca pensé que usaría un sitio de citas en línea —dijo Eric—. Me tomó un
tiempo reunir suficiente coraje para intentarlo. Nunca pensé que sería capaz de salir
por ahí. No ha sido fácil para mí y no me siento cómodo haciéndolo.
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—¡Cuéntame sobre eso! ¿Has estado en muchas citas?

—Una par. ¿Y tú?

—Aún no.

—Bueno, tal vez podamos cambiar eso.

Me acosté en el sofá.

—Todavía tengo momentos en los que me pregunto por qué me casé con Scott.
Viendo en retrospectiva, no teníamos mucho en común. En ese momento, pensé
que era una ventaja. Ahora no estoy tan segura.

—¿Podemos estar siempre seguros de algo? —preguntó Eric.

—Supongo que no. Al menos no completamente. Crees que conoces a alguien


y luego descubres que la persona que creías conocer no era esa persona en absoluto.

—Me gustaría conocerte mejor —dijo Eric—. ¿Irías a cenar conmigo?

Una parte de mí no podía esperar para conocer a Eric en persona y otra parte
de mí estaba asustada. Es solo la cena. No es como que el chico te estuvieras pidiendo que
viajaran el fin de semana. Vive un poco, Shelly. Toma algunas oportunidades. Él podría ser
el indicado. Es solo una cena. ¿Qué podría salir mal?
Hicimos planes para encontrarnos en Bella‘s, mi restaurante italiano favorito,
la noche siguiente.

Llamé a Jackie tan pronto como terminé la llamada con Eric.

—Cuéntame todo —dijo—. Comenzando con hola.

—Él es asombroso, Jack. Sensible, amable y cariñoso. Me dijo que su primera


esposa lo engañó. Y lo devastado y roto que estaba.

—Guau —dijo Jackie.

—Guau, es correcto. No creo haber conocido a un hombre tan abierto y


honesto. Su voz se quebró y sonó como si estuviera a punto de llorar cuando habló
sobre el engaño de su ex esposa. No estoy acostumbrada a los hombres sensibles.

—Suena increíble —dijo Jackie.

—Sí, es casi una locura.


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—No tengas miedo —dijo Jackie—. Solo mantente alerta. Te mereces ser feliz.
Parece que ustedes han pasado por lo mismo. Quizás Eric tiene razón. Tal vez se
suponía que debían encontrarse. Tal vez esto resulte ser tu ‗felices por siempre‘.

—Tal vez —dije—. Pero casi parece demasiado bueno para ser verdad.

—Por eso conocerlo en persona será algo bueno. Podrás verlo cara a cara.
Mira, es solo cena. Relájate. Intenta disfrutarlo. Llamaré a las ocho para
asegurarme que no necesites ser rescatada.

—¿No lo olvidarás?

—No. Pondré la alarma en mi teléfono. Lo prometo.

s
Antes de acostarme revisé mi armario buscando algo para ponerme en mi cita.
No había comprado ropa nueva en mucho tiempo. La mayoría de la ropa en mi
armario era DM/AD - Después del matrimonio / Antes del Divorcio. Había
planeado donarlos a una tienda de segunda mano, pero aún no lo había hecho.
Me decidí por un vestido de mezclilla que era un poco grande, pero agregué un
cinturón para recoger el exceso de material. Lo colgué en la puerta de mi armario.
Tenía una cita vespertina para mostrarle una propiedad a una pareja que quería
reducir el tamaño de su casa, pero tendría tiempo suficiente para ducharme y
cambiarme de ropa antes de reunirme con Eric para la cena. ¡No podía esperar!

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Tan pronto como llegué a la oficina a la mañana siguiente, descubrí que mi
cliente necesitaba retrasar la visita a la propiedad dos horas. Miré la falda negra y la
blusa blanca que llevaba puesta, sabiendo que ya no tendría tiempo para ducharme
y cambiarme antes de conocer a Eric. No era exactamente el aspecto que estaba
buscando, pero tendría que serlo. El agente del vendedor llamó para decirme que
los vendedores habían aceptado la oferta de los Randall. Llamé a los Randall de
inmediato para darles la buena noticia. Tal vez esto fue una señal de más cosas
buenas por venir.

El día se alargó. Me sorprendí mirando el reloj cada treinta minutos. No podía


recordar la última vez que estaba tan emocionada y nerviosa. 23
Después de mostrarles a mis clientes la propiedad, me dirigí al restaurante y me
deslicé al baño para refrescarme. Saqué la pinza de mi cabello y me incliné,
pasando mis dedos por mis largos mechones castaños. Cuando me enderecé, mi
cabello cayó sobre mi espalda y llevé los lados hacia adelante para que cayeran
suavemente sobre mis hombros.

Me miré en el espejo y retoqué mi sombra de ojos ahumada. Solía odiar mis


ojos ambarinos, deseando en cambio verde o azul. Pero me había encariñado con
ellos a lo largo de los años. Se me ocurrió que me miraba cada vez más como mi
madre con el tiempo. Ella también tenía ojos dorados y cabello castaño rojizo con
matices anaranjados. Nunca conocí a mi padre. Mamá y él nunca se casaron.
Murió en un accidente de motocicleta antes que yo naciera. Le pregunté a mamá
sobre él una o dos veces, pero nunca quiso hablar de él.

Saqué el brillo labial de mi bolso y lo deslicé sobre mis labios, luego los froté
juntos. ¡Esto es lo bien que te verás, Shelly!

Mi corazón latía con fuerza cuando entré en el vestíbulo del restaurante. Sentí
como si las fotos de famosos compositores italianos colgados en las paredes con
paneles de madera me estuvieran mirando. ―O Sole Mio‖ se reproducía
suavemente en el fondo. Miré a mi alrededor, preguntándome si el tipo del traje
negro con el bolso de cuero que se registraba con el maître era Eric. Se dio la vuelta
y sonrió.
—¿Shelly?

Era aún más guapo en persona, alto con cabello rubio arenoso y ojos azul-
plateados, del color de las nubes de tormenta justo antes de los rayos.

Asentí y él se acercó.

—Hola Eric.

Sonrió.

—Finalmente, nos encontramos en persona. Tu foto de perfil en línea no te


hace justicia —dijo.

—Gracias. —Mis entrañas hormiguearon. Me sentí emocionada y asustada al


mismo tiempo. Quería decirle lo mismo, pero no quería que pensara que solo lo
decía porque él lo dijo.

El maître nos acompañó a nuestra mesa, escondida en la esquina trasera del


comedor poco iluminado y Eric sacó la silla para mí. ¡Buenos modales, una ventaja 24
definitiva!

Eric se sentó, colocó su bolso al lado de su silla y pidió una botella de vino.
Toma el control de la situación. Un hombre que sabe lo que quiere.

—No puedo creer que finalmente estamos sentados uno frente al otro —dijo—.
He pensado en este momento desde nuestro primer mensaje de texto.

Sonreí.

—Entonces, ¿cómo fue el viaje hasta aquí?

—No estuvo mal. Dos horas pasaron rápido.

Mi pulso se desaceleró un poco. Estaba en un lugar familiar y sabía que si las


cosas salían mal, sería rescatada en aproximadamente una hora cuando Jackie
llamara. Eric abrió su menú y yo hice lo mismo. Miré a la familiar lista de
aperitivos. Siempre planeo probar algo nuevo cuando como en Bella‘s, pero parece
que siempre recurro a mi favorito: la piccata de pollo.

Levanté la vista del menú y encontré a Eric mirándome.

—Te ves hermosa esta noche.


Mis mejillas se calentaron cuando sentí la oleada de dopamina de un nuevo
romance.

—Gracias.

—¿Sabes lo que quieres? —preguntó Eric.

—Todo aquí es fabuloso, pero elijo la piccata de pollo ¿Qué hay de ti?

—Estaba pensando en probar el sofrito de cerdo. Suena bien.

—Es bueno.

El camarero regresó con la botella de Pinot Grigio que Eric había ordenado y
tomó nuestra orden.

—Comenzaremos con la bruschetta pomodoro y las ensaladas de remolacha —


dijo Eric—. Mi encantadora cita tendrá piccata de pollo y yo tendré el sofrito de
cerdo.
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Nos acomodamos en una conversación fácil y poco a poco mi pulso se
ralentizó.

Después de disfrutar la bruschetta pomodoro, el camarero sirvió nuestras


ensaladas de remolacha.

—Creo que esta es la mejor ensalada de remolacha que he probado —dijo Eric.

Levanté mi copa de vino.

—Es deliciosa pero no tan buena como la de mi abuela. Ella hacía la mejor.

Eric sonrió.

—Háblame de tu familia.

—En realidad no hay mucho que contar. —Bajé mi copa de vino—. No tengo
hermanos y mi madre era madre soltera.

Los párpados de Eric se cerraron por un milisegundo, como si estuviera


tratando de imaginarme como una niña.

—¿Entonces no hay hermanos o hermanas? ¿O papá?

Asentí.
—Eso es correcto. Solo mamá, mi abuela y yo. Ahora se han ido y solo soy yo.
—Parpadeé, tratando de mantener a raya las lágrimas que sentía venir. Usualmente
no lloraba cuando hablaba de mi familia. Tal vez el vino me estaba poniendo un
poco melancólica.

Eric se recostó en su asiento.

—Lamento escuchar eso.

Saqué un pañuelo de mi bolso y me limpié las comisuras de los ojos.

—Pero tengo una mejor amiga y ella es como mi familia. Jackie y yo nos
conocemos desde la guardería.

—Apuesto a que fuiste una niña precoz —bromeó Eric.

Me encogí de hombros.

—Tal vez un poco.


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—Me encantaría escuchar sobre tu infancia. Cómo fue. ¿Cómo fuiste tú en la
infancia?

No esperaba su pregunta, así que no estaba preparada para responder


rápidamente. Tenía que pensarlo. Me mordí el labio inferior.

—Definitivamente una marimacho. Me encantaba jugar baloncesto. Mi madre


me inscribió en clases de ballet, pero fui tan elegante como una marmota. Estaba
más cómoda con una pelota en mis manos.

Eric se rió entre dientes.

—¿Qué deportes jugaste además del baloncesto?

—Béisbol y fútbol. Y fui muy competitiva. Odiaba perder.

—¿Aún juegas?

—Oh Dios no. La última vez que golpeé, pateé o encesté una pelota, llevaba
sostenes de entrenamiento y aparatos en mis dientes.

Eric rió.

—Bueno, deberíamos jugar alguna vez. Si no te importa perder, eso es.

Incliné la cabeza y entrecerré los ojos.


—¿Por qué, señor Talbot, me está desafiando?

—¿Por qué no? Puede ser divertido jugar al juego de Horse 1 y ver quién gana.
Eso es decir, si estás preparada para el desafío.

Le tendí la mano.

—Desafío aceptado.

Sonó mi celular. Era Jackie. Me disculpé y fui al baño.

—¿Y qué tal te va? —preguntó Jackie.

—Hasta aquí todo bien. Es guapo, incluso mejor que su foto en línea.
Simplemente me retó a un juego de Horse.

—¿Horse? ¿Cómo en el baloncesto?

—Sí.
27
—Bueno. Parece que no necesitas ser rescatada. Llámame cuando llegues a
casa. ¡Quiero escuchar todo!

Regresé a la mesa justo cuando el camarero llegó con nuestros platos


principales.

—¿Puedo conseguirle algo más? —preguntó.

Eric me miró y sacudí la cabeza.

—Creo que estamos bien por ahora —dijo Eric—. Gracias.

Nos instalamos nuevamente en una conversación fácil entre bocados.

—Entonces, ahora que sabes que era un marimacho, ¿cómo eras cuando eras
niño?

—No me gustaban los deportes de equipo tanto como a ti —dijo Eric—. No es


que nunca jugué, pero prefería pescar, cazar, montar a caballo y otras actividades al
aire libre. Y me encantaba leer. Hice mucho de eso.

—Un lector, ¿eh? ¿Qué leíste?

1
Juego de tiros en baloncesto donde los jugadores se toman turnos para disparar a la cesta desde
diferentes posiciones. Cada vez que un jugador falle un tiro, se añade una letra a su puntuación,
empezando con H, luego O, R, S, y finalmente, E. Cuando un jugador complete todas las letras
(HORSE), está fuera del juego.
Eric se encogió de hombros.

—Lo de siempre. Me gustaron especialmente los libros de miedo. Todavía me


gustan.

Hice una mueca.

—Odio los libros de miedo. Jackie me dio uno para leer una vez y no pude
pasar del primer capítulo. Odio tener miedo.

—¿Qué tipo de cosas te asustan?

—Odio las serpientes y las arañas, pero sobre todo odio a los payasos.

Eric rió.

—Payasos. ¿De verdad?

—Sí, en serio. Son espeluznantes. —Sentí una gran necesidad de transmitir la


seriedad de mi respuesta, por estúpida que pareciera—. Los payasos tienen pintura 28
en la cara y no tienes idea de quiénes son. Y sus mejillas rojas son las más
aterradoras. Nunca puedes adivinar sus intenciones debido a las máscaras que
llevan.

—¿Alguna vez has ido al circo? —preguntó Eric—. Esos son buenos payasos,
¿verdad? No dan miedo.

—Todos los payasos dan miedo —dije—. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes miedo de
algo?

—Uhmm. Realmente no.

—¿No hay nada que te asuste? —presioné por una respuesta. Eric se frotó el
cuello—. Bueno, tal vez una cosa. Las profundidades.

—¿Las profundidades? ¿Por qué profundidades?

—Cuando era joven, me zambullí por dólares de arena2 en el Caribe. Una vez,
me zambullí demasiado profundo y luché por volver a la superficie. Pensé que iba a
morir. Después de eso, nunca volví a zambullirme. Lo intenté, pero me puse a
sudar solo de pensarlo. Odiaba la idea de no tener el control. Siempre pensé que me
gustaría aprender a bucear, pero de ninguna manera podría hacerlo. Esa
experiencia traumática me arruinó de por vida.

2
Dólares de Arena: También llamados galletas de mar y biscochos de mar, se refiere a especies de
erizos de mar muy aplanados encontrados en varias playas de mundo.
—Suena aterrador.

—Lo fue, especialmente para un niño de diez años.

—¿Fuiste mucho al Caribe mientras crecías?

Asintió.

—Mis padres tenían una casa en la isla de San Juan.

—¡Guau! San Juan tiene hermosas playas. Estuve allí una vez hace mucho
tiempo. ¿Tus padres todavía tienen la casa?

Eric sacudió la cabeza.

—Mis padres murieron hace unos años. Vendieron la casa cuando fui a la
universidad.

—¿Tienes hermanos?
29
—No, hijo único como tú. Mis padres no me tuvieron hasta que cumplieron
cuarenta años. Mamá no creía que pudiera tener hijos y luego vine.

—¡Eso debe haber sido una sorpresa!

—Seguro que lo fue.

Continuamos nuestra conversación tomando un café y cuando revisé mi


teléfono, me sorprendí al darme cuenta de que habíamos estado allí por casi cuatro
horas.

—Debería irme —le dije—. Tengo algo de trabajo que hacer cuando llegue a
casa.

Eric pagó al camarero y salimos juntos del restaurante.

—Gracias por la cena —dije—. Fue genial verte en persona, mucho mejor que
enviar mensajes de texto.

Eric se detuvo.

—¿No te gustan los mensajes de texto?

Me encogí de hombros.
—Están bien. Sé que es la forma en que la mayoría de las personas se
comunican en estos días, pero prefiero hablar por teléfono o en persona.

Eric sonrió.

—Lo tendré en mente. Y espero volver a verte pronto.

Arrastre los dientes delanteros sobre mi labio inferior.

—Me gustaría eso.

Eric me abrazó. No esperaba un abrazo y me tambaleé un poco. Las mariposas


en mi estómago volvieron a volar y por un par de segundos no quise que me
soltara. Me sentí cálida y segura en su abrazo.

Todo mi viaje a casa, no pude dejar de pensar en Eric. La forma en que


aparecieron sus hoyuelos cuando sonrió. La forma en que escuchaba más de lo que
hablaba. Parecía tan gentil y amable. Y era tan fácil hablar con él. Quizás Jackie
tenía razón. Tal vez este sería por el que me afeitaría las piernas.
30
Cuando llegué a casa, me puse el pijama y llamé a Jackie. Levantó el teléfono
antes que lo oyera sonar.

—¡Ya era hora de que llamaras! Me muero por saber de tu noche.

Le conté todo con lujo de detalles.

—Es tan fácil hablar con él, Jack. Tal vez sea porque hemos pasado por
experiencias similares con nuestros ex, pero siento que realmente me entiende. Para
ser sincera, da un poco de miedo sentirse tan cómoda cerca de él tan pronto.

—Creo que eso es lo que llaman química.


31
—Sí. Supongo. —Bostecé.

—Suenas cansada.

—Lo estoy. Necesito dormir. Te hablaré mañana.

Me metí en la cama y escuché mi teléfono sonar. Era un mensaje de texto de


Eric.

Disfruté nuestra cena. Duerme bien.

Le respondí:

¡Tú también!

Aunque tenía toda la cama para mí, siempre dormía del lado izquierdo, tan
lejos como podía sin caerme. Cuando me casé con Scott, él se extendía dejándome
poco espacio. Algunos hábitos tardan en morir, supongo. Es extraño cómo
seguimos haciendo algo incluso cuando ya no tiene sentido.
s
La mañana llegó demasiado pronto. Tenía la esperanza de dormir, pero el
inquilino que vivía encima de mí decidió que las seis de la mañana era el momento
perfecto para pasar la aspiradora. Tropecé hacia la cocina para hacer una taza de
café.

Me senté con mi tableta y leí las noticias. Justo cuando terminé, sonó mi
teléfono celular. Era Eric. Recordó que prefería hablar antes que enviar mensajes de
texto.

—¡Buenos días!

Sonaba demasiado alegre tan temprano en el día.


32
—Solo quería agradecerte nuevamente por una noche fabulosa.

—Debería ser yo quien te agradezca. Realmente lo pasé muy bien.

—Me preguntaba sobre ese juego de horse.

—¿Horse?

Eric me recordó el desafío de baloncesto.

—Entonces, ¿estás lista para perder?

Me reí.

—La única persona que va a perder eres tú.

—Suenas bastante segura de ti misma.

—Lo estoy.

—Parece que tenemos que resolver esto de una vez por todas. ¿Puedes jugar
esta tarde?

—Uh, sí, supongo. —Me sorprendió que quisiera volver a verme tan pronto,
pero la atención me hizo sentir especial—. Pero, ¿de verdad quieres conducir de
nuevo aquí hoy?
—Absolutamente —dijo Eric—. No creo que tengas una cancha de baloncesto
donde vivas.

—En realidad, la tenemos. —Mi complejo de apartamentos tenía canchas de


tenis y baloncesto—. Pero no tengo una pelota de baloncesto.

—Voy a parar y conseguir una —dijo Eric—. ¿Te parece bien temprano en la
tarde?

—¡Perfecto!

Inmediatamente llamé a Jackie para contarle sobre mi cita de domingo por la


tarde para jugar baloncesto

—¡Dios mío, hoy volverá a conducir hasta aquí! Debe estar cautivado.

Eché un vistazo a mi sala de estar.

—Supongo que esto significa que necesito limpiar esta mañana.


33
—¿Viene a tu apartamento?

—Sí, pensé que jugaríamos aquí. Tenemos esas canchas de baloncesto recién
renovadas junto a la piscina.

—Está bien, pero ten cuidado.

—No te preocupes. No es que vaya a dejar que pase nada que no quiere que
pase.

Izzy frotó su cabeza blanca contra mi pierna mientras terminaba la llamada, así
que la levanté.

—Parece que tendremos compañía, Iz. Conocerás a Eric antes que Jackie.

Ella ronroneó y la bajé para poder desayunar. No había planeado pasar la


mañana limpiando, pero tampoco sabía que tendría compañía. Nunca lidié bien
con lo inesperado, pero estaba intentando cambiar eso.

Quería ser más espontánea como Jackie. Un recuerdo me vino a la cabeza


cuando Jackie y yo estábamos planeando un viaje de chicas a Las Vegas. Había
investigado el viaje durante días y se me ocurrió un itinerario que era casi hora por
hora.

—Tienes que estar bromeando. —Había dicho Jackie—. Vamos a hacer este
viaje para relajarnos, Shel. Deshazte del itinerario.
—¿De todo?

—Quédate con una lista de cosas que te gustaría ver, pero parte de la diversión
es descubrirlo en el camino. Sé que eres organizadora y una planificadora. Sé que te
sientes incómoda al no saber todo de antemano. Pero eso es lo que hace que la vida
sea una aventura.

Sonreí al recordarlo. Sabía que Jackie tenía razón y estaba tratando de vivir mi
vida un poco más despreocupadamente. No había tenido mucho éxito, pero aceptar
ver a Eric cuando no había planeado hacerlo era parte de aprender a seguir la
corriente. Jackie estaría orgullosa. Arrojé una carga de ropa a la lavadora, sacudí el
polvo y aspiré mi apartamento. Luego pasé a fregar los pisos del baño y la cocina y
regar mi calathea3.

La planta tenía marcas plateadas y verdes en las superficies superiores de las


hojas y púrpura rojizo debajo. Siempre me sorprendió que una planta pudiera tener
dos lados y verse totalmente diferentes dependiendo de tu perspectiva. Supongo que
si lo pienso, la gente también puede ser así. Quizás es simplemente una parte de la
naturaleza. 34
Un par de horas después, mi departamento estaba más limpio de lo que había
estado en mucho tiempo y me metí en la ducha. ¿Qué debería usar para nuestra cita
de baloncesto? ¿Shorts de nylon para correr de color rosa con forro de malla o un
par shorts de mezclilla? Saqué una camiseta blanca eso iría con cualquiera. Al final,
opté por los shorts para correr porque pensé que al menos daban la ilusión de que
sabía lo que estaba haciendo. Me sonreí a mí misma. Había pasado mucho tiempo
desde que me había preocupado tanto por mi apariencia.

Busqué en Google ―juego de horse en el baloncesto‖ para repasar las reglas.


Habían pasado años desde que sostuve una pelota de baloncesto, así que estaba
segura que sería la primera en deletrear ―horse‖. Pero por otro lado, Eric podría
estar tan fuera de práctica como yo.

Miré dentro del refrigerador y encontré varios huevos, una bolsa de zanahorias,
seis botellas de agua y unas latas de cerveza. No tenía tiempo para correr a la tienda
de comestibles, así que pensé que si jugar al juego de horse iba bien y la hora de la
cena se acercaba, sugeriría pedir una pizza y que la trajeran.

Salté cuando escuché el timbre. Mi estómago empezó a aletear de nuevo. Me


sentí como una adolescente. ¿De dónde venían estos sentimientos? Cuando abrí la

3
Calathea makoyana es una planta de hoja perenne que alcanza un tamaño de hasta 45 cm de
altura, con hojas redondas de un color verde pálido, las superficies superiores marcadas con
manchas de color verde oscuro a lo largo de las venas y las superficies inferiores de color morado
oscuro.
puerta, Eric, vestido con pantalones cortos negros de correr y una camiseta blanca,
sonrió y me entregó un hermoso ramo de girasoles.

—Hola, hermosa.

—Gracias. Por favor entra.

No escapó a mi atención que había traído mi flor favorita, solo una de las
muchas preguntas que había hecho en la cena de anoche.

Me siguió a la cocina y tomé un florero de cristal del armario sobre la estufa.


Puso su bolso de cuero en la silla y giró la pelota de baloncesto en su dedo.

—¿Lista para perder? —Sonrió.

—Ya veremos eso —bromeé.

Eric escaneó mi apartamento.

—Linda casa. ¿Te gusta vivir aquí? 35


Arreglé los girasoles y las hojas.

—Está bien. A veces pienso en comprar un lugar más grande. Quisiera un poco
más de espacio.

—¿Alguna vez considerarías mudarte fuera del área? —preguntó.

Coloqué el jarrón sobre la mesa.

—Probablemente no. Quiero decir, mi trabajo está aquí. ¿Por qué?

Eric se encogió de hombros.

—Sin razón. Simplemente me preguntaba si alguna vez considerarías mudarte.


Parece que podrías hacer tu trabajo en cualquier lugar, ¿verdad?

—Sí y no. Podría vender bienes raíces en cualquier lugar, pero primero tendría
que conocer el mercado. Por ejemplo, el mercado de la vivienda aquí es diferente
del mercado de la vivienda donde vives, a pesar de que estamos a solo dos horas de
distancia.

—Oh ya veo. Supongo que no me di cuenta de eso.


Tomé dos botellas de agua del refrigerador y nos dirigimos a la cancha de
baloncesto a la vuelta de la esquina de mi apartamento. Era un día bañado por el
sol, sin una nube en el cielo, y la ligera brisa hacía que estar afuera fuera cómodo.

—Parece que tenemos las canchas para nosotros solos —dije.

Eric me arrojó la pelota de baloncesto.

—Practiquemos primero.

Reboté la pelota de baloncesto.

—Ha pasado tanto tiempo que pensé que podría haber olvidado cómo driblar.

—Lo estás haciendo genial. Ahora haz un tiro.

Dejé de driblar e hice un tiro. Estaba a unos tres metros de la canasta y rebotó
en el tablero. Eric consiguió el rebote y me pasó la pelota.

—Inténtalo de nuevo. 36
Inhalé profundamente e intenté recordar todas las cosas que hacía mucho
tiempo había olvidado de la forma. Me enderecé en dirección a la canasta,
asegurándome de que mis pies apuntaran hacia ella y que mis caderas estuvieran
alineadas. Mantuve mi codo de tiro apretado contra mi cadera. Levanté la pelota
por encima de mi cabeza para que mi brazo de tiro formara una ―L‖ y doblé mis
rodillas. Podía escuchar a mi maestra de gimnasia decir: Deja que la pelota se deslice
de las puntas de tus dedos al impulsar tu muñeca. Tu mano izquierda solo guía.

Visualicé el disparo, imaginando un bonito arco alto como un arcoíris. Me


concentré en mi forma y solté la pelota, observando cómo navegaba por el aire y
hacia la canasta.

—¡Sí! —Elevé mi puño el aire.

Eric recuperó la pelota.

—Parece que podría tener una dura competencia. ¿Lista para empezar?

—Si estás listo para perder —bromeé.

Se acercó y colocó la pelota en mis manos. Sus ojos soñadores perforaron los
míos.

—Si gano, ¿obtengo algo especial?


Saqué un chicle que había metido en el bolsillo de mis short antes y lo sostuve
en alto.

—El ganador se lleva esto.

Eric rió.

—De acuerdo. Que empiece el juego. Prepárate para renunciar al chicle.


Puedes ir primero.

Sacudí mi cabeza.

—Sin trato especial. ¿Tienes una moneda para tirar?

Sacó una moneda y la lanzó al aire. Ambos nos agachamos para levantarla y
nuestras manos se tocaron, enviando impulsos eléctricos a todo mi cuerpo.

—Parece que ganaste. —Eric sonrió.

Fui a la línea de tiros libres e hice un tiro. Rebotó en el borde. 37


Eric agarró la pelota.

—Buen intento.

Disparó desde la derecha, a cerca de metro y medio de la canasta, y entró.


Recuperó la pelota y me lo pasó.

—Tu turno.

Fui al lugar donde se encontraba y respiré hondo. ¿Debería usar el tablero o


apuntar al aro? En el pasado, era decente en los tiros de rebote, así que elegí eso.
¡Bingo!

—Sí tengo una dura competencia —bromeó Eric—. A ver si puedo hacer este.
—Fue a la línea de tiros libres y logró el tiro. Era mi turno. Respiré hondo e
imaginé la pelota navegando por el aire y hacia la red.

—¡Maldición! —Golpeé mi pie en el suelo—. Supongo que tengo una H.

Una hora después, me encontré sin agua y sin suerte. ¡Y sin un chicle!

—No puedo creer que me hayas vencido tres veces. ¿Estás seguro que no has
jugado en veinte años?
—Honestamente. Lo juro por mi vida. Pero puedo dejar la pelota contigo en
caso que quieras practicar para nuestra próxima competencia —bromeó Eric.

—¿Quién dijo que habrá una revancha? —Sonreí.

—Pensé que querrías la oportunidad de vengarte. Quiero decir, sé lo


competitiva que eres. Quiero darte la oportunidad de vencerme.

Sacudí mi cabeza y sonreí.

—¿Te gustaría volver a mi apartamento y tomar una cerveza?

—Una cerveza suena genial.

Metí la pelota de baloncesto en mi armario y tomé una cerveza del refrigerador.

—Lo lamento, no tengo mucho para comer. No esperaba compañía. Pero si


tienes hambre, podemos pedir una pizza.

—¿La entregan a domicilio? 38


—Sí. Y es bastante decente.

Pedí pizza y Eric y yo llevamos nuestras bebidas a la sala de estar y nos


sentamos en el sofá.

—Cómodo sofá —dijo.

—Gracias. Lo he tenido desde siempre.

Eric se giró hacia mí.

—¿Lo tenías cuando estabas casada?

—Sí. Obtuve la mayoría de los muebles en el divorcio. Lo único que Scott


tomó fue la televisión de pantalla plana.

—¿No te molesta tener una casa llena de cosas que compartieron juntos? —
preguntó.

—No, en realidad no. Me ahorró un montón de dinero. La mayoría de los


muebles los elegí yo de todos modos. Bueno, excepto esa televisión.

El timbre sonó.

—Parece que la pizza está aquí —dije, saltando.


Eric puso su bebida en la mesa de centro y se puso de pie.

—Eso fue rápido.

—Sí, no está lejos de aquí.

Eric me siguió hasta la puerta e insistió en pagarle al repartidor. Le entregó un


billete de cincuenta dólares y le dijo que se quedara con el cambio.

Los ojos del chico se abrieron. La pizza costaba catorce dólares. Estaba segura
que el repartidor nunca había recibido una propina de treinta y seis dólares por una
pizza de catorce dólares. ¡Vaya, es generoso!

—Tenías razón —dijo Eric unos minutos más tarde mientras nos
acomodábamos en el sofá con nuestras rebanadas—. Esta es una excelente pizza.
Pero no tan excelente como la compañía.

—Gracias. ¿Eres siempre tan dulce?

—Intento serlo. 39
Recogí mi servilleta y me limpié la boca.

—Me divertí hoy. Gracias por venir.

—Yo también. Tendremos que hacerlo de nuevo. Quiero decir, después que
practiques. —Eric sonrió—. No en serio. La pasé de maravilla, Shelly. Nadie me ha
hecho tan feliz antes.

—¿Nunca?

—Nunca —dijo.

Sentí mi cara calentarse.

—Pero no soy nadie especial.

Eric me miró a los ojos.

—Sí, eres especial, y me alegra tanto haberte encontrado.

Se inclinó para besarme y me alejé. Quería besarlo, pero me preocupaba que un


beso condujera a algo más, y no estaba segura de estar lista para eso.

—Lo lamento, Eric. Me gustas. Mucho. No he besado a un tipo en mucho


tiempo. ¿Podemos ralentizar un poco las cosas?
—Lo lamento —dijo, reclinándose—. No puedo evitarlo. Siento una conexión
tan intensa contigo. Pero no quiero asustarte. Prometo que nunca haré nada que no
quieras que haga. No te besaré, a menos que quieras que lo haga. Y si nuestra
relación progresa, serás tú quien decida qué tan lejos llega y cuándo.

Mi corazón se derritió mientras escuchaba a Eric. Me valoraba. No iba a


presionarme por algo que no estaba dispuesta a dar. Me di cuenta que me estaba
enamorando de él. Sabía que era demasiado pronto para tener sentimientos tan
profundos y, sin embargo, no pude evitarlo. Ningún hombre había dicho las cosas
que me dijo. Ningún hombre me había hecho sentir tan hermosa y tan deseada.

—Gracias —le dije—. Eso significa mucho para mí.

—Estaba pensando que deberías venir a visitarme. Me encantaría mostrarte la


ciudad.

—Eso suena divertido.

—¿Hay alguna posibilidad de que pueda convencerte que vengas el próximo


sábado? Puedes pasar la noche y regresar a casa el domingo. Tengo una habitación
40
libre.

—Me encantaría, pero antes de darte un sí definitivo, déjame volver a revisar


mi horario de trabajo. ¿Puedo contactarte mañana?

—Seguro.

Caminé con Eric hasta su auto y me abrazó. Me sentí como si estuviera


envuelta en un cálido y acogedor capullo y estaba triste cuando soltó su abrazo. Lo
vi alejarse y volví a mi apartamento. Mientras limpiaba, encontré una nota dirigida
a mí en la mesa de la cocina.

Shelly,

¡Eres especial!

Con amor, Eric.


Le envié un mensaje de texto a Eric.

Encontré la nota. Gracias.

Él respondió:

¿Es demasiado pronto para decirte que te extraño?

Jajaja.

Lo digo en serio, escribió en el mensaje de texto. 41


Hasta luego, Eric.

Y luego llamé rápidamente a Jackie para contarle todo.

—¡Oh,Diosmío! Creo que me estoy enamorando de él —dijo.

Miré las flores que había traído.

—Sí, me sigo pellizcando. ¿Es esto real? ¿Realmente me está pasando esto a
mí? Es como esos romances de cuentos de hadas sobre los que lees, pero nunca
crees que te va a pasar a ti.

Jackie se aclaró la garganta.

—Entonces, ¿cuándo voy a conocerlo? ¿Qué tal una cita doble el próximo fin
de semana?

—Me pidió que lo visitara. Dijo que tenía una habitación de invitados.

—Si vas, asegúrate de darme su dirección. Llamaré para comprobarte.

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos. Eric y yo hablamos durante horas


todas las noches y mis días estuvieron llenos de mensajes detallista de su parte.
El miércoles, entré en el trabajo para encontrar un hermoso arreglo de girasoles
en mi escritorio. Abrí la tarjeta.

Espero que esto te haga sonreír, Eric.

Tomé una foto de las flores y se la envié a Eric junto con un mensaje.

Gracias por las flores. Son preciosas.

Patty, la empleada entrometida de la oficina que siempre parecía estar vestida


para un funeral, se acercó.

—Hermosas flores. ¿Un nuevo admirador? —Guiñó un ojo.

Si le dijera a Patty quién envió las flores, toda la oficina lo sabría para cuándo
cerrara el cajón de mi archivador. No estaba lista para eso. Patty se alejó cuando se
dio cuenta que no iba a divulgar ningún detalle.

Me sorprendí pensando en Eric durante todo el día. Escuchaba una canción en


la radio que me recordaba a él y mis entrañas se convertirían en líquido. Cuando 42
me vestía para el trabajo, me preguntaba qué atuendo le gustaría más a Eric, la
falda o los pantalones y la chaqueta. Y a pesar de mi ajetreada vida, practicaba tiros
a la canasta todos los días en el gimnasio. Estaba decidida a vencerlo la próxima
vez que jugáramos.

El jueves por la mañana me desperté y sentí calor. Al principio pensé que tenía
un sofoco, pero rápidamente me di cuenta que tenía fiebre. Me doblé con dolor de
calambres estomacales y corrí al baño, donde acampé la mayor parte del día. Pensé
que había escapado de la gripe estomacal que había barrido la oficina.
Aparentemente no lo había hecho.

Se suponía que debía encontrarme con Jackie en Tony‘s, pero sabía que tendría
que cancelar. Llamé para decirle.

—No hay forma de que lo logre.

—Así de mal, ¿eh? —dijo Jackie.

—Sí. He estado acampando en el piso del baño la mayor parte del día. No
recuerdo la última vez que me sentí así de enferma.

—También ha estado dando vueltas alrededor de mi trabajo. ¿Hay algo que


necesites?
—No. Mantente alejada. No quiero que te contagies de esto. Supongo que
tendré que llamar a Eric y decirle que no iré este fin de semana.

—Oh, es cierto. Se suponía que ibas a visitar su casa. Eso apesta.

—Seguro que lo hace. Y realmente lo esperaba con ansias, pero todo lo quiero
hacer es dormir. Incluso si me sintiera mejor mañana por la mañana, no iría.

—Bueno, vuelve a la cama y si necesitas algo llámame.

Terminé la llamada y llamé a Eric.

Él respondió antes de que tuviera oportunidad de hablar.

—¿Cómo sabías que estaba pensando en ti? —bromeó Eric—. No puedo


esperar para verte este fin de semana.

—Por eso te estaba llamando.

—Shelly, ¿qué pasa? No suenas como tu normal y alegre ser. 43


—No lo estoy. Estoy enferma. Lo lamento, pero no podré visitarte mañana.

—No tienes de qué lamentarte. Por supuesto que estoy decepcionado de no


poder verte, pero entiendo totalmente. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—No, pero gracias de todos modos. Creo que lo mejor para mí es descansar.

Terminamos la llamada y tomé una botella de agua del refrigerador y me metí


en la cama. Izzy acurrucada a mi lado.

—No sé, Izzy. No me he sentido tan mal desde hace tanto tiempo.

De hecho, la última vez que me sentí así de enferma, estaba casada con Scott.
Fue entonces cuando supe qué tan en serio tomó su voto de amarme en la salud y
en la enfermedad. Estaba tan preocupado como el chinche apestoso que encontré
arrastrándose en mi auto más temprano ese día. Pero cuando Scott estaba enfermo,
volvía a ser infantil. Era el bebé más grande en el mundo y esperaba que estuviera a
su entera disposición.

Me las arreglé para pasar la noche solo vomitando una vez. Por la mañana,
sentí que había estado en una zona de guerra. Me dolía el estómago. Me dolía la
cabeza. Me dolía la espalda. Pensé en comer un plátano, pero solo pensarlo me dio
náuseas. En cambio, llené mi botella de agua. Sabía que era importante mantenerse
hidratado.
Entré al baño y me salpiqué agua fría en la cara. Dios, Shelly. Te ves horrible.
Bolsas grises debajo de mis ojos. Mi cabello estaba enredado. Todo lo que pude
hacer fue cepillarme los dientes. El resto tendría que esperar.

Unas horas más tarde, me despertó mi teléfono celular sonando. Era Eric. No
estaba de humor para hablar, pero no quería ser grosera. Me imaginé que estaba
llamando para ver cómo estaba.

—Hola.

—¿Shelly?

—Sí —gruñí.

—¿Puedes venir a la puerta?

—¿Qué?

—¿Puedes venir a la puerta?


44
—¿La puerta de mi apartamento?

—Sí.

—¿Por qué?

—Dejé algo afuera de tu puerta. No quería acercarme demasiado y


enfermarme. Llámame para que sepa que lo tienes.

¿Qué de…? Me arrastré fuera de la cama, tropecé con la puerta principal y miré
por la mirilla. Nadie estaba allí. Abrí la puerta unos centímetros y miré fuera. No vi
a nadie. Luego miré hacia abajo y vi una enorme bolsa rosa con ‗Mejórate‘ escrito
en el frente.

Recogí la bolsa y la llevé a la mesa de la cocina. Saqué un gran recipiente de


plástico etiquetado como sopa de pollo. Luego una caja de galletas, un montón de
plátanos y un frasco de salsa de manzana. También había un esponjoso oso de
peluche marrón y una nota.

Shelly,

No puedo sacarte de mi mente. Desearía que yo fuera el enfermo y no tú. Espero que
disfrutes la sopa de pollo que hice. Si hay algo que pueda hacer por ti, por favor házmelo
saber. Cuando abraces al oso, espero que pienses en mí.

Con amor, Eric.


No podía esperar para llamar a Eric.

—Muchas gracias. No puedo creer que me hayas hecho sopa y hayas


conducido hasta aquí para entregarla.

—Ninguna distancia podría alejarme de ti.

—¿De verdad?

Eric aclaró su garganta.

—¿Qué quieres decir?

—Es solo que ningún hombre me ha hablado como tú me hablas.

—¿Eso es malo?

—No, simplemente es diferente.

—¿Diferente bueno o diferente malo? 45


—Diferente bueno.

—Eso es un alivio —dijo Eric—. Mira, Shell, no quiero asustarte. Y si ser


amable contigo te está asustando, entonces intentaré reducirlo un poco. Pero es
difícil porque realmente me preocupo por ti y quiero hacerte feliz.

Tomé una respiración profunda.

—Me estás haciendo feliz. Simplemente no estoy acostumbrada, supongo.

—Mira, no puedo cambiar tu pasado y cómo te trataron, pero puedo cambiar


tu futuro si me lo permites. Eres todo lo que he estado buscando en una mujer y
más. Deberías volver a la cama y descansar un poco. ¿Podemos reprogramarlo para
el próximo fin de semana?

—Puedes contar con eso.

Puse la sopa en el refrigerador y volví a la cama. Le envié un mensaje de texto


a Jackie.

Eric me hizo sopa y me la trajo.

Jackie respondió el mensaje de texto.

¿Condujo todo ese camino?


Sí.

Jackie envió una cara sonriente.

Nadie, me ha hecho sopa nunca.

A mí, tampoco.

Parece un buen partido.

Lo sé. ¡Pellizco! ¡Pellizco! ¡Pellizco!

Es real, chica. ¡Disfrútalo!

Pasé la mayor parte del día en la cama. Cuando finalmente me levanté era la
hora de la cena, así que hice un tazón de sopa de pollo de Eric. Estaba delicioso.
Grandes trozos de carne, fideos gordos y resbaladizos y caldo sazonado a la
perfección. Sabía tan bien como la sopa que solía preparar mi abuela.

Tomé una foto del tazón y se la envié por mensaje de texto. 46


¡Delicioso! ¡Gracias de nuevo!

Él respondió en lo que parecían nanosegundos.

¿Te sientes mejor?

Un poco.

Bien. Sigue tomando agua.

De acuerdo. Hablamos luego.

Puedes contar con eso, escribió mensaje de texto

Me duché y me arrastré de regreso a la cama. Izzy se acurrucó a mi lado. No se


había apartado de mi lado en todo el día. Normalmente, rota a diferentes lugares
alrededor del apartamento, pero cuando estoy enferma o molesta, se queda a mi
lado. Me agaché para acariciarla y ronroneó. Encendí la televisión, pensando que
tal vez vería una película. Lo último que recuerdo es el héroe cargando a la chica
fuera de una fábrica. Ella había encontrado su caballero blanco. ¿Lo había hecho
yo?
Los días subsecuentes trajeron más flores, más mensajes de texto y más
llamadas telefónicas. No podía recordar la última vez que me sentí tan feliz. Volví a
sentirme humana otra vez y ocupada en el trabajo. Sin embargo, no iba a quejarme.
El mercado inmobiliario había estado desplomado y yo disfrutaba del repunte. Mi
cuenta bancaria también lo disfrutaba.

Revisé la hora. Ya eran más de las seis y tenía que encontrarme con Jackie en
Tony‘s. Tal vez debería cancelar. Pero esa sería la segunda noche de jueves
consecutiva, y no podría hacerle eso a mi mejor amiga.

Recogí los archivos en mi escritorio y los metí en mi bolso. Le envié un 47


mensaje de texto a Jackie para decirle que estaba en camino. Veinte minutos
después, la encontré en nuestros asientos habituales en el bar con la cara en su
teléfono.

Jackie sorbió su bebida.

—¡Oye, tú!

—Lo lamento. —Estaba sin aliento por la prisa—. Tengo compradores que
vienen de fuera de la ciudad mañana, y tuve que organizar algunas cosas.

—¿Estás emocionada por este fin de semana?

—¡Totalmente! ¡No puedo esperar! Pero no llegaré hasta el sábado por la tarde.
Tengo una cita para el cabello por la mañana con Andre y no quería cancelarla. Ya
sabes lo difícil que es conseguir una cita con él, especialmente una cita en sábado.

Jackie escaneó mi cabeza.

—Tu cabello siempre se ve hermoso.

—Gracias.

—¿Le harás algo diferente?


—No. Solo lo recortaré. —Estiré mi mano y me miré las uñas—. Realmente
podría usar una manicura, también.

Jackie extendió las piernas para que pudiera ver sus pies con sandalias.

—Acabo de hacerme una pedicura.

Bajé la vista hacia sus dedos de los pies que se asomaban por sus sandalias.

—¡Oh! Amo el magenta.

Bajó sus piernas.

—Yo también. No podía decidir entre el azul cobalto, el chartreuse y este.


Supuse que comenzaría con este color y probaría los otros dos después.

El cantinero vino a tomar mi pedido.

—Estoy de humor para algo diferente. ¿Qué tal un orange crush4?


48
—Hablando de enamoramiento5... —Jackie me guiñó un ojo—. ¿Cómo está
Eric?

Me reí.

—Excelente. Es tan extraño cómo podemos hablar durante horas y nunca


quedarnos sin cosas que decir.

—¿Cuándo voy a conocerlo? —preguntó Jackie.

—Veremos cómo sale este fin de semana.

El cantinero regresó y deslizó mi orange crush frente a mí. Tomé un sorbo.

—Me gusta. —Me giré hacia Jackie—. ¿Quieres probarlo?

Tomó un sorbo.

—No está mal. Entonces, ¿recibiste la invitación para nuestra reunión de la


escuela preparatoria?

Puse los ojos en blanco.

4
Orange Crush: Cóctel nacido de la mezcla de zumo de naranja, vodka de naranja, vodka triple
seco y refresco de lima-limón.
5
Enamoramiento: Hace referencia a la palabra crush en el nombre del cóctel.
—¿Es ese tiempo otra vez?

Jackie bombeó su puño.

—Treinta años, bebé.

—¡Ugh! No me lo recuerdes.

Jackie sacudió su dedo hacia mí.

—Será mejor que vayas. Después de plantarme en la última reunión,


prometiste que irías a esta.

—Eso es porque me estaba divorciando y definitivamente no estaba de humor


para mezclarme y actuar como si mi vida fuera genial.

—Pero ahora estás en un lugar mejor, ¿verdad? —Jackie me miró a los ojos.

—Mucho mejor, gracias a Eric.


49
—Tal vez iría contigo.

Arrugué la nariz.

—No estoy segura que sea una buena idea. Eric no conocería a nadie.
Probablemente se sentiría incómodo y yo sentiría que tendría que entretenerlo. Si
voy, quiero poder ponerme al día con compañeros de clase que no he visto desde
hace mucho tiempo y no preocuparme de que Eric se lo pase bien.

Jackie y yo pasamos el resto de la noche charlando sobre compañeros de la


preparatoria, aquellos que nos gustaría ver y aquellos que no quisiéramos.

—¿Te acuerdas de Eddie Nace? —dijo Jackie—. Era sexy. Solía soñar despierta
sobre pasar mis manos por su largo cabello castaño. Era casi demasiado guapo para
ser un hombre.

Me reí.

—No había mucho que me gustara de la preparatoria. Mamá estaba borracha


la mayor parte del tiempo y no podía esperar para ir a la universidad para alejarme
de ella.

—Tuviste a Matt.

—Cierto, tuve a Matt. Y me sentí terrible al romper con él cuando me fui a la


universidad, pero estábamos mejor como mejores amigos que como novios.
—Escuché que se divorció —dijo Jackie.

—¿De verdad? ¿Quién te dijo eso?

—El otro día me topé con Liz, la bocona, en la tienda de comestibles.


Estábamos hablando de la reunión y de diferentes personas. Ella lo mencionó. Tal
vez estará en la reunión.

—Sería bueno verlo. Matt siempre parecía como un chico para siempre. Me
pregunto qué provocó el divorcio.

—Tal vez lo descubras.

Sonreí.

—Tal vez.

No me di cuenta de la diversión que Jackie y yo estábamos teniendo al


recordar, hasta que vi la hora. Le dije a Eric que lo llamaría cuando llegara a casa
alrededor de las nueve y eran las nueve y media. 50
Conduciendo a casa me di cuenta de lo mucho que Jackie y yo habíamos
pasado juntas. Ella estaba allí para mí, cuando mi mamá entraba en una de sus
furias alcohólicas y necesitaba un lugar para escapar. Estuve allí cuando nacieron
sus hijos. Habíamos compartido todo. No había nada que no supiera de ella y que
ella no supiera de mí. Esperaba que eso nunca cambiara.

Llamé a Eric tan pronto como entré en mi apartamento.

Parecía ansioso, hablando a un ritmo rápido.

—¿Está todo bien?

—Oh, sí. ¿Por qué?

—Estaba preocupado.

—¿Por qué?

—Por ti.

—¿Por qué estabas preocupado por mí?

Eric se aclaró la garganta.

—Dijiste que estarías en casa a las nueve. Son las diez.


—Oh, lo lamento. No quise preocuparte. Jackie y yo estábamos reviviendo
nuestros días de preparatoria y perdimos la noción del tiempo. Tenemos una
reunión próxima.

—Las reuniones pueden ser divertidas. Puedes ver personas que no has visto en
mucho tiempo. Fui a un par.

—¿Las disfrutaste? —pregunté.

—No fueron tan malas como pensé que serían. No tenía una cita así que eso
me hizo sentir un poco incómodo. Sentí que la gente me juzgaba por estar soltero.

—¿De verdad?

—Sí. Supongo que me molestó un poco. ¿Necesitas una cita?

—Estaba planeando ir sola.

—Yo iría contigo. Quiero decir, si quieres que lo haga.


51
—Oh, no te haría eso. No conocerías a nadie, y yo no querría que te sientas
incómodo.

—No me sentiría incómodo —insistió—. Me encantaría conocer a tus amigos.

—¿Lo harías?

—Seguro. Quiero saber todo lo que hay que saber sobre ti, Shelly.

—Ah, de acuerdo. Entonces, ¿quieres ir?

—¿Me estás invitando?

—Sí —dije con mi voz más alegre.

—Entonces me encantaría ir. ¿Cuándo es para poder incluirlo en mi


calendario?

Terminé la llamada y me di cuenta que acababa de invitar a Eric a mi reunión


de preparatoria. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado, sería bueno no
aparecer sola. Por otro lado, era algo más de lo que preocuparse.
s
El sábado por la mañana, Andre me estaba esperando cuando entré al salón.
Me senté en su silla. Pasó sus largos dedos por mi cabello.

—¿Solo quieres un corte?

—Sí. Nada drástico.

—Uno de estos días voy a convencerte para que hagas algo un poco diferente.
—Me esponjó el cabello.

Andre era tan diferente como podía ser. Nunca sabía de qué color sería su largo
cabello cuando entraba. Hoy era morado. Era alto, delgado y femenino. Más guapo
que muchas mujeres. Más guapo que yo. 52
Miré mi reflejo en el espejo. Era el mismo peinado que había lucido durante
décadas. Encontré consuelo en lo familiar. No era una de esas personas que ansiaba
un cambio constante. Cuando me enfrenté al cambio, especialmente cuando me
forzaron como mi divorcio, lo hice con temor. Supongo que se remonta a lo que
Jackie había dicho sobre mí siendo una planificadora. Me fue mejor con el cambio
cuando pude planearlo. Cuando me tomó por sorpresa, sentí como si alguien me
hubiera expulsado del avión antes de tener la oportunidad de asegurarme que mi
paracaídas funcionara.

Andre me lavó el cabello y comenzó a recortar.

—Entonces, ¿hay algo nuevo en tu mundo?

—Fui a una cita.

Andre dejó de cortar y pude ver sus ojos ensancharse en su reflejo en el espejo.

—¿Una cita? ¿De verdad?

Sonreí.

—Sí.

Él continuó recortando.
—Guau. No esperaba esa respuesta, ¡pero bien por ti! Así que dame los
detalles.

—Bueno, nos conocimos en línea.

—¿En línea? Pensé que no te gustaba la cosa en línea.

—No lo hacía. Bueno, hasta ahora. Jackie me convenció. La mayoría de los


perfiles me dieron ganas de vomitar. Eran tan falsos y engañosos. Un chico publicó
una foto de su lengua colgando. Parecía un perro en celo.

Andre rió. Había estado arreglando mi cabello durante los últimos veinte años.
Nos habíamos visto en los altibajos de la vida. Además de Jackie, él, probablemente
sabía más sobre mí que nadie. Él estaba allí cuando Scott me dejó y yo estaba allí
cuando él y su esposo trajeron a casa a su pequeño hijo.

—Me voy a visitar a Eric por el fin de semana cuando terminemos aquí —le
dije.

—¿Estás nerviosa? 53
—Un poco.

Andre dejó las tijeras sobre el mostrador y recogió el secador.

—No te pongas nerviosa. Solo sé tú misma y diviértete. —Esponjó mi


cabello—. Ahora, ¿cómo se siente eso?

—Mucho mejor. ¡Gracias!

s
Escuché un audiolibro mientras conducía a la casa de Eric. „A Year of Second
Chances‟ trataba de una mujer que había encontrado una lista que había escrito
cuando tenía diecisiete años. En ella había garabateado todas sus esperanzas y
sueños, algo parecido a una lista de cosas por hacer. Se dio cuenta que todavía
había tiempo para cumplir esos sueños y se propuso hacer exactamente eso. Se me
ocurrió que tenía más o menos la misma edad que el personaje. Si Dios quiere,
todavía me queda mucha vida. No quería pasarla sola. ¿Pero tenía el coraje de
buscar un cambio a propósito? No estaba segura.
Crucé un puente y conduje hacia la ciudad. La casa de Eric fue fácil de
encontrar. Era una hermosa casa adosada del Renacimiento griego ubicada en una
sección más antigua de la ciudad que estaba llena de casas históricas. Eric había
mencionado que había comprado la propiedad hace unos dos años después de la
muerte de sus padres y que obtuvo una herencia considerable. No había dicho
cuánto heredó y no pregunté, pero tuve la sensación que era sustancial por algunas
de las cosas que mencionó. La casa de vacaciones en el Caribe siendo una de ellas.

Lentamente pasé en mi auto; las persianas verdes resaltaban contra la crujiente


casa blanca. Admiré el intrincado trabajo de hierro a lo largo del piso de la sala y la
entrada y las exuberantes cajas de ventanas rebosantes de plantas perennes y verdes.

Siguiendo sus instrucciones, gire a la derecha en Locust Lane. Era estrecho, y


suspiré aliviada que no vinieran coches hacia mí. Giré a la derecha en la señal de
‗alto‘ y conduje unos diez metros antes de entrar en un espacio detrás de su casa.
Estacioné junto a su SUV negro. Le envié un mensaje de texto para hacerle saber
que había llegado.

Estaba en mi puerta en segundos de Superman. Tan pronto como salí del auto,
me envolvió en sus brazos y me apretó con fuerza.
54
—¿Cómo estuvo el viaje?

—No estuvo mal. Escuché un audiolibro.

Dio un paso atrás y sus ojos escanearon mi cuerpo.

—Algo es diferente. Uhmm. Tu cabello. Te hiciste algo en el cabello.

Sacudí mi cabeza, lanzando mi cabello fuera de mis hombros.

—Estaba en el salón de Andre antes de venir aquí.

Eric parecía desconcertado.

—¿Andre?

—Mi estilista.

—Oh, sí. Por supuesto. Mencionaste eso. Te ves increíble.

—Gracias. —Miré hacia la casa—. Tu casa se ve increíble.

Eric agarró mi bolso de noche del asiento trasero y tomó mi mano.

—Déjame mostrarte el lugar.


Caminamos por la acera a través de su patio trasero. Aunque el área era
pequeña, Eric había logrado convertirlo en un oasis privado. Una cerca de madera
rodeaba el patio. Una pequeña pérgola estaba escondida en la esquina. La acera
estaba hecha de grandes piezas de pizarra. Arbustos y árboles enanos junto con
plantas perennes audaces llenaban el espacio.

Me detuve antes de entrar por la puerta trasera y me di la vuelta.

—No tenía idea que fueras un gran jardinero.

Eric rió.

—¡Hay mucho sobre mí que no sabes todavía!

Lo seguí adentro y me dio el gran recorrido.

Miré a mi alrededor, bebiendo cada detalle.

—Me encantan los techos altos, los empotrados y las molduras.


55
—Gracias. La mayor parte de la moldura es original.

Entramos en el comedor, revestidos en mármol clásico blanco y negro.

—¿Es este piso original? —pregunté—. ¡Es absolutamente hermoso!

Eric sonrió.

—Sí. Piso y chimenea original.

Di vuelta en un círculo.

—Tu comedor podría aparecer en una revista de decoración del hogar. Es


espectacular. —Pasé la mano sobre la mesa y el aparador de cerezo—. ¿Son estas
piezas las que compraste?

—Sí. Me gustan las antigüedades, como puedes ver. Toda la casa está llena de
ellas.

Mientras recorría la casa, noté que nada estaba fuera de lugar. Incluso los libros
sobre la mesa de café estaban cuidadosamente apilados, del más grande al más
pequeño, cada uno colocado exactamente en el medio del que está debajo.

Mi vocabulario no era más que ‗ooohs‘ y ‗aaahs‘. El piso de arriba era


igualmente impresionante, desde las vidrieras plomo hasta los azulejos de espejo en
el baño.
—Aquí está la habitación de invitados. —Eric abrió la puerta y entré en la
habitación amarilla.

Giré en un círculo, mis ojos saltaron de la cama de metal al armario de madera


antiguo al lavabo de roble con su toallero al estilo de arpa.

—Todo es tan hermoso.

—Por favor, siéntete como en casa —dijo Eric—. Mi casa es tu casa.

56
Me senté frente a Eric comiendo la ensalada Cobb que había preparado para el
almuerzo.

—No solo eres un hábil decorador, sino que también eres un genio en la
cocina. Esto es delicioso. ¡Gracias!

—Me alegra que te guste. Cada vez que como una ensalada Cobb pienso en el
Derby de Brown6 en Hollywood.

Asentí.

—Ah, sí. El supuesto lugar de nacimiento de la ensalada Cobb. —Me reí.


57
—¿Qué es tan gracioso?

—Solo estaba pensando en esa escena de „I Love Lucy‟. Están comiendo en el


Brown Derby y Lucy inadvertidamente hace que un camarero golpee a William
Holden en la cara con un pastel.

—A mi abuela le encantaba ese programa —dijo Eric—. ¡Eres demasiado joven


para eso!

Sonreí.

—Soy un alma vieja, supongo. Me encantan las viejas películas y programas de


televisión en blanco y negro. Siempre estoy viendo el canal que transmite todos los
viejos pero buenos.

Eric cortó un panecillo por la mitad y untó mantequilla en cada lado.

—Tal vez podamos ver ese canal más tarde. Primero, me gustaría mostrarte la
ciudad. Hay muchas tiendas geniales que te pueden gustar. De todos modos, tengo
que dirigirme cerca de la universidad para comprobar una de mis propiedades.

—¿Tienes propiedades?

6
Derby de Brown: Fue el nombre de una cadena de restaurantes en Los Ángeles, California.
—Solo algunas. Los alquilo a estudiantes universitarios. Está demostrado que
es una buena inversión y un gran ingreso adicional.

Eso explicaba el manojo de llaves que llevaba consigo. Tal vez por eso se
preguntó si alguna vez me mudaría aquí. Probablemente le gustaba vivir cerca de
sus propiedades en caso de emergencia, como una tubería de agua rota.

Terminé mi ensalada y me puse de pie para llevar mi plato al fregadero.

—¡Siéntate! —gritó Eric. Tenía los ojos y la boca bien abiertos como si mi
comportamiento lo hubiera sorprendido.

Salté y casi dejo caer mi plato. Estoy segura que notó la mirada horrorizada en
mi cara. ¿Qué acababa de pasar? Me sentí como una niña regañada por un padre.

Levantó la mano.

—Lo lamento. Lo lamento mucho. No quise asustarte. —Saltó y corrió hacia


mí, frotando mi brazo—. No quise asustarte, pero quiero cuidarte. Eres mi invitada.
Por favor siéntate. Relájate. 58
—No estoy acostumbrada a que me mimen. —Me volví a sentar—. Pasé la
mayor parte de mi vida cuidando de mí misma.

—Bueno, quiero cuidarte. Quiero que este fin de semana sea perfecto para ti.

—Ha tenido un gran comienzo. —Tomé un sorbo de vino.

Eric sonrió.

Terminé mi vino mientras él limpiaba. Fue muy minucioso, limpiando la


botella de aderezo para ensaladas y el recipiente de mantequilla antes de ponerlos
en el refrigerador. Enderezó el juego de recipientes que estaba junto a la estufa y
limpió todas las encimeras, incluso las que no había usado.

—¿Hay algo que no puedas hacer? —pregunté—. Cocinas, limpias, construyes,


decoras.

Eric sonrió y tomó mi copa de vino vacía y la colocó en el lavavajillas antes de


encenderla.

—¿Estás lista para ir al centro?

Seguí a Eric hasta su auto y él abrió mi puerta y entré.

—Ya vuelvo —dijo—. Me olvidé de algo.


Cuando Eric regresó, llevaba su bolso de cuero. Lo tiró en el asiento trasero y
se deslizó. Estiré la mano para recogerlo y volver a colocarlo en el asiento.

—¡No! —gritó.

Me estremecí. Era la segunda vez en menos de una hora que me hacía saltar de
mi asiento.

—Lo lamento —dijo—. Lo hice de nuevo, ¿no? No quise asustarte. Por favor
perdóname. Solo soy quisquilloso con mi bolso. Para mí es como una cartera.

—No iba a abrirlo ni nada —le expliqué—. Solo iba a volver a ponerlo en el
asiento.

—Lo sé —dijo Eric—. Me siento como un imbécil por hacer un gran problema
al respecto, pero es muy personal para mí.

Asentí.

—No hay problema. Entiendo. También tengo cosas sobre las que soy 59
particular.

Su reacción al bolso me había sorprendido, pero después de ver cuán ordenado


estaba su hogar y cómo todo era tan perfecto, no me sorprendió. Sin embargo, tenía
curiosidad sobre lo que contenía, especialmente porque él lo protegía tanto.

Eric condujo por la calle principal de la ciudad hacia el campus en las afueras
de la ciudad.

—¿Quieres ver el campus?

—Seguro. Me encantaría. No he estado en un campus universitario en años.


En realidad, desde que me gradué.

Eric me miró.

—¿Nunca has vuelto a visitarlo?

Miré por la ventana, inspeccionando los alrededores.

—No, pero podría este año. Mi hermandad va a tener una reunión.

—No sabía que estuviste en una hermandad —dijo Eric.

Lo miré y sonreí.
—Probablemente hay muchas cosas sobre mí que no sabes.

—¿Cómo qué?

—Uh, no lo sé. Cosas Pequeñas.

—¿Por ejemplo?

—Odio los números impares y las joyas de camafeo y cualquier programa que
contenga la palabra ―realidad‖.

—¿De verdad?

—Sí. Y odio hacer clic en un video de veintidós segundos y tener que ver un
comercial de cuarenta y cinco segundos primero.

Eric asintió con la cabeza.

—Estoy contigo en los comerciales. También me vuelven loco.


60
—¿Qué te molesta? Además de los visitantes que ayudan a limpiar después de
la cena o que tocan tu bolso —bromeé.

Me miró y sonrió.

—Me va a tomar mucho tiempo hacer que olvides esas cosas, ¿no?

—Ya veremos —bromeé—. Depende de lo bueno que seas el resto de la visita.

—Oh, estaré en mi mejor comportamiento —me aseguró—. ¡Puedes contar con


ello!

—Bueno. Ahora dime qué te molesta.

Eric miró su manga.

—Odio ponerme un abrigo sobre una camisa de manga larga y que las mangas
de la camisa se suban hasta mi codo.

—Buena.

—Y odio leer los perfiles de citas en línea en los que la mujer dice que le gusta
divertirse, en lugar de qué, ¿odiar la diversión y ser miserable?

Me reí.
—Sí, también he leído algunos perfiles en línea deslumbrantes.

Eric se acercó y me tocó el brazo.

—Gracias a Dios, mis días de leer perfiles en línea han terminado. Encontré mi
pareja.

Se me calentó la cara y estalló un hormigueo dentro de mí. Es tan dulce. Amable


y gentil. Y atento. Muy considerado.

Salimos del campus y giramos a la derecha, conduciendo unas tres cuadras


antes de detenernos frente a una casa de dos pisos con revestimiento gris y
persianas negras. Eric apagó el auto.

—Ya vuelvo. Solo tengo que comprobar algo.

No es que quisiera ir con él, pero Eric no preguntó, lo que parecía extraño dado
lo educado que era.

Eric agarró su bolso y saltó fuera del auto. Vi como corría hacia la parte trasera 61
de la casa. Pasé el tiempo mirando fotos en mi teléfono. Tenía un montón de
imágenes de Izzy. Luego había muchas fotos de casas que había vendido y un buen
número de fotos de Jackie y yo, en su mayoría selfies tomadas en Tony‘s.

Unos veinte minutos después, Eric regresó. Puso el bolso en el asiento trasero.
Esta vez no se deslizó.

—Lo lamento, eso tomó un poco más de lo que esperaba.

Me preguntaba qué tenía que hacer, pero pensé si quería que supiera, me lo
diría.

Condujimos al centro y estacionamos en un garaje cerca del distrito comercial.


Las calles estaban llenas de boutiques y tiendas pintorescas que vendían de todo,
desde tés especiales hasta jabones hechos a mano.

Revisamos todas las tiendas y me encontré saliendo de la mayoría de ellas con


una bolsa de compras.

—Si veo algo que me gusta, puedo comprarlo yo misma —le dije a Eric.

—Lo sé —dijo—. Pero quiero comprarlo para ti. Te mereces ser mimada,
¿recuerdas?

Eric señaló una joyería a unos seis metros de distancia.


—A ver qué tienen.

Lo seguí a la pequeña tienda. Una vitrina de cristal a la derecha me llamó la


atención. Me acerqué y me incliné para ver mejor.

—Estas piezas son preciosas.

La vendedora me escuchó y se acercó.

—Estoy de acuerdo. Toda esta sección es de joyas que provienen de ventas


inmobiliarias.

Eric, que se inclinaba sobre la vitrina a mi lado, preguntó:

—¿Hay algo que te gustaría probarte?

—Oh, no podría permitirme nada en este caso.

Eric me frotó la espalda y se inclinó para que su boca estuviera a centímetros de


mi oreja. 62
—No tienes que comprarlo. Pruébate algo por diversión.

Señalé al brillante anillo de cóctel oval de topacio azul.

La vendedora retiró el anillo de la vitrina.

—Este es uno de mis favoritos. Es oro blanco de 14 quilates y el topacio está


rodeado por veinticuatro diamantes diminutos.

Me entregó el anillo, y lo deslicé en mi dedo.

—Queda perfecto.

La vendedora sonrió.

—Acaba de llegar de una venta de bienes la semana pasada. Cuando lo vi por


primera vez, pensé que parecía como si no hubiera sido usado.

—¿Te gusta? —preguntó Eric.

Estiré mi brazo y levante mi muñeca.

—Es absolutamente hermoso, pero me temo que no está en mi presupuesto. —


El precio en el anillo decía $ 1,895.
—Lo tomaremos —dijo Eric.

Mi mano voló a mi corazón.

—No. No puedo permitir que me compres algo tan caro.

—No tienes otra opción. —Se giró hacia la empleada—. Por favor, limpie el
anillo y envuélvalo.

Juguetonamente golpeé el brazo de Eric.

—Tienes que dejar de comprarme cosas.

Eric sonrió.

—Me gusta hacerte feliz. Además, es solo dinero.

Sacudí mi cabeza.

—¡Eres imposible! Pero gracias. Nunca he estado con un hombre que me haya 63
tratado tan bien.

—¿Incluso tu ex marido? —preguntó Eric.

—Incluso él.

Eric me rodeó con el brazo y me apretó con fuerza.

—Me alegro que te guste. Te mereces todo la felicidad que la vida tiene para
ofrecer.

La empleada regresó y me entregó una pequeña bolsa blanca. Ella le sonrió a


Eric y luego a mí.

—Eres una mujer afortunada.

Asentí.

—Lo sé.

Después de salir de la tienda, me paré en la acera y me giré hacia Eric.

—No me vas a comprar otra cosa hoy. ¡Eso es todo! Ya hemos terminado.

Señaló una heladería.


—¿Ni siquiera un cono de helado?

—Ni siquiera un cono de helado. Yo lo compraré.

Diez minutos después salimos de la heladería. Eric con un cono de chocolate y


yo con un pequeño cono de vainilla.

—¿Alguna vez has hecho esas pruebas de personalidad? —le pregunté a Eric.

—No estoy seguro de saber qué son.

—Ya sabes. Del tipo en el que respondes un montón de preguntas y, en función


de tus respuestas, ofrece un resultado. Por ejemplo: ¿Qué tipo de sabor de helado
eres?

—No, pero supongo que tú lo has hecho.

Me reí.

—Soy vainilla. Sin sorpresa allí. El cuestionario decía que era idealista y 64
crédula, amorosa y solidaria. Esas pruebas son tan tontas.

—¿Me pregunto qué significa el chocolate?

—Lo sé porque Jackie era chocolate. Decía que era agresiva, competitiva y
decidida.

—¿Ella es así?

—Más o menos. Digámoslo de esta manera, cuando se enoja no quieres estar


cerca de ella. ¡Te asesinará!

Eric rió.

—Gracias por la advertencia. Definitivamente me quedaré en sus buenas


gracias.
Cuatro horas después de que salimos de la casa de Eric, regresamos cargados
con bolsas. Después de comprar un helado, compramos en esta tienda de
comestibles parecida al Taj Mahal. Eso fue increíble. Debe haber habido una
docena de buffets que servían de todo, desde sushi y sándwiches hasta pizza y
pasta. Incluso había un mostrador para hacer tu propia mezcla de frutos secos.

Terminamos comprando varias cosas para comer más tarde: queso, aceitunas y
algunas carnes italianas. Eric también compró dos filetes para asar a la parrilla,
pero después de todo lo que había comido, no podía imaginar tener tanta hambre
como para comer un filete.
65
Revisé mi teléfono y vi varios mensajes de texto de Jackie y un mensaje de voz.

¿Cómo te va?

¿Todo bien?

Envíame un mensaje de texto, para saber que estás bien.

Llámame.

Levanté mi teléfono.

—¿Te importa si llamo a Jackie?

Eric sacudió la cabeza y caminé hacia el patio trasero y me senté en la silla


verde Adirondack, acurrucada en un rincón acogedor y rodeada de rudbeckias. Era
temprano en la noche y el pálido brillo de la luna comenzaba a mostrarse.

—Ya era hora que llamaras —dijo Jackie—. ¡Estaba preocupada por ti!

Le conté mi día al sonido de varios jadeos desde el otro extremo.

—¿Qué? ¿Te compró un anillo de $ 2,000 dólares? —preguntó Jackie.

—Sí. Obviamente no quería que lo hiciera, pero él insistió. Dijo que le gusta
mimarme.
—Tal vez debería darle lecciones a Bruce —dijo Jackie—. Su idea de mimarme
es mantener la puerta abierta cuando estoy descargando víveres. De todos modos,
estás bien, ¿verdad? No me tengo que preocupar.

—No, estoy bien. Voy a pasar la noche. En la habitación de invitados, por


supuesto.

—Por supuesto —dijo Jackie con una voz que no sonaba convincente.

Me moví en la silla.

—¿Qué? ¿No crees que lo haré?

—No lo sé. Tal vez. ¿No crees que podría estar esperando algo? Quiero decir, él
acaba de gastar un montón de dinero en ti.

—No, él no es así.

—Bueno, de acuerdo. Bien. ¿Qué tienen planeado para el resto de la noche?


66
—Hablamos de jugar al baloncesto, pero creo que ambos estamos un poco
cansados, así que podríamos ver una película. Le dije que amo las películas en
blanco y negro y sugirió ver una juntos.

—Bueno. Llámame cuando llegues a casa mañana. ¡Y diviértete!

Una mariquita aterrizó en mi muslo. En muchas culturas, las mariquitas son


signos de buena suerte. La tomé y suavemente la coloqué sobre la hierba.

Cuando entré, encontré a Eric tumbado en su sillón reclinable de cuero.

—¿Está todo bien con Jackie?

—Sí, está genial.

—Ustedes dos son muy cercanas, ¿verdad?

Asentí y me senté en el sofá.

—¿Qué hay de ti? ¿Tienes amigos cercanos?

—Realmente no. Quiero decir, tengo amigos, pero nada como tú y Jackie.

Bostecé.

—¿Estás cansada?
Me recosté en el sofá.

—Definitivamente no creo tener fuerza para aplastarte en el baloncesto.

Eric rió.

—Has estado practicando, ¿eh?

Sonreí.

—Correcto. Odio perder.

Eric se levantó de su sillón, se acercó y se sentó a mi lado.

—Yo también estoy cansado. Miremos una película en su lugar.

Eric encendió la televisión.

—¿Cuál es ese canal con todas las viejas películas en blanco y negro que te
gustan? 67
Le dije y encontró el canal.

—Mi favorita absoluta —grité—. Casablanca.

Eric dejó el control remoto.

—Casablanca será. Por ti, pequeña.

Me reí.

—De todos los locales, ¿por qué ella tenía que entrar en el mío?

—Siempre tendremos París —dijo Eric, levantando el reposapiés e inclinándose


hacia atrás.

—Siempre quise ir a París —le dije.

—Yo te llevaré. Y tal vez podamos visitar las playas de Normandía. Ese es un
lugar en el que nunca he estado.

Me acurruqué junto a él, descansando mi cabeza sobre su hombro, y él deslizó


su brazo a mí alrededor.

No recuerdo quedarme dormida, pero dos horas después desperté para ver los
créditos de la película rodando en la pantalla del televisor y Eric dormido. No
quería despertarlo, pero tenía que ir al baño. Me las arreglé para escapar sin que
despertara.

Me lavé las manos y me miré en el espejo del baño. La persona que me


devolvió la mirada era alguien que había olvidado. Ella estaba feliz. Por primera
vez en mucho tiempo, estaba disfrutando de la vida y divirtiéndose. Todo gracias a
Eric.

Escuché a Eric llamándome, y salí del baño y casi me tropecé con él en el


pasillo.

—Lo lamento, me quedé dormido —dijo Eric.

—No te preocupes. Yo, también me quedé dormida. Me desperté cuando la


película había terminó.

—¿Puedo conseguirte algo para beber?

—Una cerveza sería genial.


68
Seguí a Eric a la cocina y agarramos dos cervezas, el queso y las galletas
saladas y otros aperitivos que habíamos comprado anteriormente. Los llevamos a la
sala de estar y él los extendió sobre la mesa de centro.

—Al crecer —dijo Eric—, nunca se me permitió comer en la sala de estar. Mis
padres no me permitieron comer en ningún otro lugar que no fuera la cocina o el
comedor.

—¿En serio? —Tomé un trozo de queso y metí en mi boca.

Eric apuñaló una aceituna con un palillo de dientes.

—¿Qué hay de ti?

—A mi mamá no le importó. Mientras ella tuviera alcohol podría hacer casi


cualquier cosa. Cuando era pequeña, me encantaba construir tiendas en la sala de
estar. Colocaría una manta o sábana sobre los muebles y usaría almohadas para
mantenerlo en su lugar. Mamá me dejaba comer en mi tienda.

Eric se levantó de un salto.

—Construyamos una tienda. —Parecía un niño de ocho años.

—¿Hablas en serio? —Yo también salté.

—¿Por qué no? Traeré algunas mantas.


Eric regresó con una par de mantas.

—Me muestras qué hacer.

Por unos minutos, me sentí como una niña otra vez. Tomé una de las mantas y
la extendí sobre las dos sillas, una al lado de la otra.

—Mueve el escabel frente a las dos sillas, luego estira la manta hasta el escabel
y fíjala con almohadas del sofá.

Eric hizo lo que le dije. Tomé la otra manta.

—Con esta cubramos la distancia desde el sofá hasta la silla más cercana a ti.

Cuando terminamos, nos arrastramos adentro.

—¡Lo hicimos! —Eric rió.

—Creo que te mantendré como mi compañero de fabricación de tiendas —


bromeé. 69
Se inclinó hacia mí y levantó mi barbilla. Nuestras narices casi se tocaron y
sentí su aliento en mi labio superior.

—¡Seré tu compañero cualquier día! —Nuestros labios se tocaron y mi interior


se convirtió en líquido. El beso fue todo lo que había imaginado y más, lleno con
pasión y urgencia. Tenía hambre de más y él siguió mi ejemplo. Sentí las mantas
caer y cubrirnos. Pero no me importó. Eric me estaba haciendo cosas con las que
solo había soñado. Me estaba haciendo sentir cosas que nunca antes había sentido.
Y allí, en ese momento, cubierta por sus cálidos besos y su tierno amor, sentí que
estaba en el cielo y sabía que nunca sería la misma. Quería a este chico más de lo
que alguna vez había querido a alguien en toda mi vida. Mi cabeza dijo: No, es
demasiado pronto. Pero mi corazón dijo: Sí. No te detengas Nadie te ha hecho sentir de
esta manera. Disfrútalo.

Seguí a mi corazón.
70
A la mañana siguiente, me desperté enredada en una manta en el piso de la
sala. Seguí el olor a tocino hasta la cocina, donde encontré a Eric haciendo huevos,
vestido con bóxers blancos con caras sonrientes amarillas.

—Huele delicioso.

Se giró hacia mí.

—Bienvenida a la cocina del chef Eric, ma chérie. —Intentó sonar francés—.


¿Puedo servirte algo de desayuno?

—S'il vous plaît, monsieur Talbot. —También intenté sonar francés.


71
Nos reímos.

—Eso es todo el francés que conozco —dijo Eric—. Bueno, excepto por el
francés que usé anoche—. Sonrió.

—Y el francés que usaste anoche fue mucho mejor que el francés que estás
usando esta mañana —bromeé.

—Bueno, la mañana es joven —bromeó juguetonamente—. Ahora, ¿cómo te


gustarían tus huevos?

—Revueltos, estaría genial.

Señaló el armario al lado del fregadero.

—Las tazas están ahí. Sírvete café. Hay crema en el refrigerador.

Tomé una taza de café y me senté a la mesa del desayuno.

—¿Estás seguro que no quieres que haga pan tostado?

Se inclinó hacia la izquierda y alcanzó la tostadora, ya cargada de pan, y bajó


la palanca.
—Ya me encargué de eso. Solo relájate y disfruta de tu café.

Eric terminó de revolver mis huevos y los sirvió en un plato junto con unos
trozos de tocino y un par de tostadas.

—Se ve delicioso —dije—. No estoy acostumbrada a comer tanto para el


desayuno.

Arregló su plato y se sentó frente a mí.

—Desearía que pudieras pasar el día.

—Yo, también. Ayer fue muy divertido.

Eric guiñó un ojo.

—Especialmente anoche.

—Sí, eso tampoco estuvo mal. —Sonreí.


72
—¿Tal vez podamos hacerlo de nuevo? —Eric pinchó sus huevos con su
tenedor.

—¿Qué? ¿Hacer una tienda? —Me reí.

—Eso y algunas otras cosas. —Guiñó un ojo—. ¿Crees en el destino?

—No estoy segura. ¿Tú sí?

—Sí. Creo que hay un poder superior que une a las personas con un propósito.
Tal vez tú y yo nos encontramos por alguna razón. Había docenas de perfiles en ese
sitio de citas y aun así fuiste a la única que le envié un mensaje de texto. ¿Por qué?

—Te gustó mi gata —me reí.

—Pero había otras mujeres cuyas fotos incluían gatos. No les envié mensajes de
texto. Solo a ti. Ambos hemos tenido malas experiencias. Tal vez se suponía que
nos encontraríamos. Tal vez este fue el plan de Dios todo el tiempo. Te mereces
una pareja amorosa y de confianza. Y yo, también.

—¿Por qué no vienes a visitarme el próximo fin de semana? Realmente quiero


que conozcas a Jackie y a su esposo. Tal vez podría cocinar la cena para todos
nosotros.

—Suena genial, pero no te preocupes por cocinar. Yo nos llevaré a todos a


cenar. Solo elige el lugar, algún lugar donde no nos sintamos apurados.
Terminé mi café y me duché, deseando no tener que irme y pasar el día con
Eric. Pero tenía que llegar a casa con Izzy, y había dejado una montaña de papeles
en la mesa de la cocina.

Eric ya se había duchado, y lo escuché tocar su guitarra mientras me vestía.


Empaqué mis maletas, incluidas todas las cosas que Eric me había comprado el día
anterior, y me uní a él en la sala de estar.

—Suenas genial. —Me senté en el sofá a su lado.

—Giró la cabeza y sonrió.

—¿Quieres intentarlo?

—Seguro.

Me di vuelta para que mirara mi espalda. Puso la guitarra en mi regazo y me


abrazó para demostrarme cómo debía sostenerla. Su aliento me hizo cosquillas en
el cuello mientras hablaba. Al sentirlo tan cerca de mí, las mariposas en mi
estómago se volvieron frenéticas y me resultó difícil concentrarme. Sentí sus labios 73
sedosos en mi cuello mientras lo besaba suavemente, comenzando desde detrás de
mi oreja y terminando en la base de mi cuello.

—Te deseo —susurró mientras retiraba mi camiseta y besaba mi hombro.

Su voz era tan suave como el whisky en una fría noche de invierno e igual de
bienvenida. Gemí.

—¿Me deseas? —preguntó.

Giré la cabeza y nos besamos. Levantó la guitarra y la colocó en el suelo. Esta


vez no había tienda. Me llevó a su cama y me acostó suavemente. Me quité la ropa
mientras él se quitó la suya. Acarició cada centímetro de mi cuerpo antes que
nuestros cuerpos se fundieran y mis entrañas explotaran. Después, me sostuvo en
sus brazos.

—Desearía que pudieras quedarte —susurró.

—Desearía poder hacerlo.

—Podrías mudarte conmigo —dijo, medio burlón y medio serio.

Sonreí.
—En serio, Shelly. —Acarició mi mejilla—. No me he sentido así por nadie en
mucho tiempo. No quiero asustarte, pero puedo verme construyendo un futuro
contigo. Nunca nada se ha sentido tan bien.

Estaba empezando a sentirse así también. Me encantó cómo me sentía cuando


estaba con Eric. La forma en que me miró con esos ojos penetrantes me hizo sentir
como si fuera lo único en el mundo que importaba. Por primera vez en mucho
tiempo, mudarse no parecía una mala idea.

s
Llamé a Jackie en cuanto llegué a casa.

—Es increíble, Jackie.


74
—Lo hiciste, ¿no es así?

Me reí.

—Sí. Y ningún hombre me ha hecho sentir de la forma en que él me hace


sentir.

—Así de bueno, ¿eh?

—El mejor que he tenido. No es que haya tenido mucho, pero ya sabes a qué
me refiero.

Le conté a Jackie sobre la tienda y el intento de aprender a tocar la guitarra.

—Suena muy romántico. ¡No puedo esperar para conocerlo!

—Lo harás la próxima semana. Viene de visita el fin de semana. ¿Están Bruce y
tú libres para cenar el sábado?

—Sí. Eso suena divertido. ¿Quieres que cocine?

—No, Eric quiere invitarnos a cenar fuera. Dijo que debería encontrar un lugar
donde no nos sintiéramos apurados.

—¿Y qué hay de Alfred‘s?


—Eso es perfecto. Llamaré y haré una reserva. ¿Vas a ir al gimnasio mañana?

—Sí, te veré entonces.

Terminé la llamada con Jackie y leí los textos que Eric me había enviado desde
que nos despedimos.

¡Ya te extraño!

¿Diste la vuelta? Ojalá pudieras.

No puedo dejar de pensar en ti.

El próximo fin de semana no puedo venir lo suficientemente rápido.

Buenas noches, mi amor.

Todavía no habíamos dicho te amo, pero sabía que era solo cuestión de tiempo.

75
Cuando entré en la oficina al día siguiente, había un paquete esperándome.
Había sido entregado en la noche. No había ordenado nada y cuando lo hacía,
nunca pagaba extra por una entrega durante la noche.

Sacudí la caja. Sonaba como libros. Lo llevé a mi escritorio y lo abrí.

¡Oh! ¡Mi Dios! ¡No lo hizo!

Eric había enviado una caja de clásicos del cine en blanco y negro. Ciudadano
Kane, Casablanca, El ocaso de una vida, Pacto de sangre, Cómo aprendí a dejar de
preocuparme y amar la bomba, Matar a un ruiseñor, ¡Qué bello es vivir! y otros. 76
Le envié un mensaje de texto de inmediato.

Recibí las películas. ¡Muchas gracias!

Él inmediatamente respondió el mensaje de texto.

Me alegra que te haya gustado la sorpresa. Me encanta hacerte feliz.

Tendremos que ver una el próximo fin de semana cuando me visites.

¡Seguro! ¡Que tengas un gran día!

¡Igualmente!

Sentí como si fuera un globo de helio flotando hacia el cielo, impulsado por el
viento, dejando atrás todas mis preocupaciones y molestias. Nunca esperé cuando
Eric y yo nos empezamos a enviar mensajes de texto hace un mes que me sentiría
así tan rápido, pero lo hice.

Le conté a Jackie sobre la sorpresa después de la clase de ejercicios esa noche.


Ella apretó su corazón.

—Es muy romántico.

Abrí mi casillero.
—¿Verdad que sí lo es? A veces pienso que todo es un sueño y voy a despertar y
él no estará allí.

Jackie sacó sus cosas de su casillero.

—No parece que tengas que preocuparte por eso.

—No puedo esperar a que lo conozcas —le dije mientras salíamos del
gimnasio.

Caminamos hacia nuestros autos y llegamos al mío primero. Abracé a Jackie.

—Gracias por estar siempre ahí. Te quiero.

—Yo también te quiero. Nos vemos más tarde.

Esa noche, después de hablar con Eric durante una hora, vi una de las películas
que envió: ¡Qué bello es vivir! Todos los años en Navidad, la abuela y yo solíamos
verla juntas. Siempre traía lágrimas a mis ojos. Tantos personajes memorables,
líneas y momentos memorables. Especialmente me encantó el final cuando George 77
Bailey se da cuenta que no es un fracaso sino que es rico más allá de sus sueños más
salvajes, gracias a sus grandes amigos y familiares. Esa noche, mientras me
acurrucaba en la cama con Izzy a mi lado, se sentí rica.

La semana pasó zumbando y cuando llegó el sábado estaba lista para


relajarme. Me desperté temprano para correr a la tienda de comestibles. Quería
comprar algunos artículos para el almuerzo y tal vez un poco de queso y aceitunas
para aperitivos más tarde. Eric había enviado un mensaje de texto diciendo que
estaba en camino y que llegaría a mi apartamento a las once.

Cuando llegué a casa, salté a la ducha y me afeité. Me alegré de que mi


manicurista me pudiera atender a última hora el viernes. Quería lucir lo mejor
posible para Eric.

Sonó el timbre y esperaba que fuera Eric, pero era un niño que vendía golosinas
para una recaudación de fondos de la escuela. Corrí a buscar dinero para comprar
dos, pero cuando regresé, el niño ya no estaba y Eric sostenía un ramo de girasoles
y toda la caja de golosinas.

—¿Adónde fue el niño?

Eric me entregó la caja.

—Compré todas sus golosinas.


Mis ojos se abrieron.

—Pero debe haber cincuenta barras en esa caja.

Eric recogió su bolso de cuero y su bolso de viaje.

—Llévalos a la oficina para que tus compañeros de trabajo los disfruten.

—¡Eres demasiado!

Eric me siguió a la cocina y observó cómo ponía las flores en un florero.

—Creo que he recibido más flores de ti en el poco tiempo que nos hemos
conocido que en toda mi vida. Realmente no tienes que traerme flores cada vez que
te veo.

Besó la parte posterior de mi cuello haciéndome sentir mareada de deseo.

—Pero me gusta comprarte flores.


78
Giré el cuello.

—Eric, detente. Déjame terminar de arreglar estas flores.

—Pero he esperado tanto tiempo para estar contigo de nuevo. —Continuó


plantando besos suaves en mi cuello.

Puse el último girasol en el florero.

—Solo han pasado seis días.

—Pero se sintió como seis años.

Levanté el jarrón.

—Terminé. ¿Qué piensas?

—Creo que quiero devorar cada centímetro de tu cuerpo.

Bajé el jarrón. La verdad era que, yo también, había estado contando los
minutos hasta que estuviéramos juntos de nuevo. Me levantó, me cargó a mi
habitación y me bajó. Empecé a quitarme la blusa.

—No —dijo—. Déjame hacerlo.


Me acosté en la cama y él me desnudó lentamente. Mi interior retorciéndose en
anticipación, lo cual, por la sonrisa en su rostro, parecía disfrutar. Lentamente
removió cada pieza de ropa como si estuviera desenvolviendo un regalo y quisiera
prolongar la sorpresa todo el tiempo que pudiera. Besó cada área de mi cuerpo: mi
cuello, mis senos, mi ombligo, mi muslo interno. Pensé que iba a morir, lo deseaba
tanto.

—Por favor, Eric.

—¿Me deseas?

—Sí. Mucho.

—¿Eres mía?

—Sí.

—Di que eres mía.

Gemí. 79
—Soy tuya.

—¿Me perteneces?

—Sí, te pertenezco. Creo que te amo.

—Dilo otra vez.

—Te amo.

—¡Oh, Shelly, yo también te amo!

Y con eso Eric se desnudó y me consumió por completo. Pensé que nuestro
sexo del fin de semana pasado fue genial, pero hoy lo superó. Nunca había estado
con alguien tan hábil para saber cómo complacerme y amarme. Entonces supe que
nunca querría vivir sin él.

—¿A quién perteneces? —preguntó Eric después.

—A ti.

—Dilo.

—Te pertenezco.
80
Nos encontramos con Jackie y Bruce en Alfred‘s a las seis. Eric insistió en
detenerse para comprarle a Jackie un ramo de flores. Cuando entramos en el
vestíbulo, nos estaban esperando.

De pie junto a Bruce, que era del tamaño de un liniero defensivo, Jackie
parecía una niña. Era treinta centímetros más baja que Bruce, por lo que cerró la
brecha al usar tacones de diez centímetros. Se veía impresionante en su vestido rojo
de longitud media que acentuaba sus curvas. Y Bruce tampoco se veía tan mal. No
estaba acostumbrada a verlo con saco y corbata, pero Alfred‘s era el tipo de lugar
para el que tenías que vestirte.
81
Jackie me abrazó.

—Estás preciosa. ¿Eso es nuevo?

Llevaba un vestido negro simple pero elegante con mangas cortas y una blusa
acampanada. Le susurré al oído de Jackie.

—Lo encontré en la sección de ofertas ventas de Piccolo‘s. ¡Pagué diez dólares!

—Genial. —Jackie asintió con la cabeza—. Y el anillo. —Ella levantó mi mano


para mirar más de cerca—. Es hermoso.

—No es tan hermoso como la mujer que lo lleva puesto. —Eric besó mi
mejilla.

—En eso, podemos estar de acuerdo —dijo Jackie, tomando el ramo de flores
que Eric le había entregado—. Son hermosas. Gracias.

Después de las presentaciones, seguimos al maître hasta nuestros asientos, a


través de un laberinto de mesas vestidas de lino blanco a la esquina más lejana. Eric
sacó mi silla y me senté. Jackie estaba parada en su silla esperando que Bruce
siguiera su ejemplo. En cambio, sacó su silla y se sentó.

Jackie me miró y suspiró, murmurando algo que no pude entender pero


imaginé que eran más que unas pocas palabras de elección para Bruce.
Eric pidió una botella de champán. Era caro y podía decirlo por la forma en
que los ojos de Jackie saltaron, estaba sorprendida que él gastara tanto en una
botella.

—Entonces, Eric —dijo Bruce—. ¿En qué tipo de ventas estás?

—Vendo equipos de interfaz electrónica para redes informáticas de


automoción. —Abrió su menú.

—¿Cómo han estado los negocios?

Eric levantó la vista.

—Excelente. ¿Qué hay de ti?

—Soy dueño de una empresa de techado. Y también hemos estado ocupados.


Tuvimos una gran tormenta de granizo hace dos meses, y muchos techos fueron
dañados.

—Supongo que la tormenta fue buena para los negocios entonces —dijo Eric. 82
—Muy buena.

Me sentí aliviada que Bruce y Eric se hicieran amigos. Si Eric iba a estar en mi
vida, era importante para mí que se llevara bien con mis amigos.

El camarero abrió la botella de champán y nos sirvió una copa a cada uno. Eric
levantó su vaso.

—¡Un brindis por los grandes amigos, buenos momentos y mucho más por
venir!

Después de un aperitivo de cóctel de camarones, Jackie y yo nos excusamos


para ir al baño.

Abrí mi bolso y saqué el brillo labial.

—¿Entonces, qué piensas?

—Es increíble —dijo Jackie, empolvándose la frente—. Ciertamente puedo ver


por qué te estás enamorando de él. Es muy generoso y tiene buenos modales.

Abracé a Jackie.

—No puedo creer que me haya elegido. De todas las mujeres en ese sitio web
de citas en línea, ¿por qué yo?
—¿Qué quieres decir, con por qué tú? —Jackie volvió a poner su compacto en
su bolso—. Eres un ser humano maravilloso. Eres hermosa por dentro y por fuera.

Las lágrimas se formaron en el rabillo de mis ojos.

—No me he sentido tan especial en mucho tiempo. No quiero perderlo.

Ella me frotó el hombro.

—¿Qué te hace pensar que lo harás?

—Por nada que él hubiera hecho, eso es seguro. Supongo que no tengo la
confianza que una vez tuve.

Jackie me agarró por los hombros y me giró para mirarme al espejo.

—Mírate. Sonrisa radiante, piel radiante, ojos felices. Nunca te has visto más
hermosa o has parecido tan feliz. Disfruta cada momento. Te lo mereces.

Cuando volvimos a la mesa, Eric y Bruce estaban hablando de fútbol 83


americano universitario. Estaban riendo y muy animados, fingiendo lanzar y
atrapar el balón. Eric pidió una botella de vino para acompañar nuestra cena y
después de la primera copa, me sentí un poco borracha.

—Esto es delicioso —dijo Eric mientras cortaba otro pedazo de su costilla—.


Muy tierno y sabroso. ¿Qué tal el pastel de cangrejo?

—Muy bueno —dije—. Alfred‘s nunca decepciona.

Hablamos durante la comida sobre deportes, nuestros trabajos, los hijos de


Bruce y Jackie y otros temas que llegaron a la cima. Para el final de la comida, me
sentía un poco mareada y llena.

—¿A alguien le gustaría un cóctel después de la cena? —preguntó Eric.

Jackie y yo lo rechazamos, pero los hombres pidieron un vaso de sambuca7.


Cuando llegó la cuenta, el camarero se la entregó a Eric como le había instruido
que hiciera cuando llegamos al restaurante.

Bruce sacó su billetera.

Eric levantó la mano.

—Yo me encargo.

7
Sambuca: Licor dulce y fuerte basado en el anís, típico de Italia.
Bruce extendió algunos billetes.

—Déjame ayudar.

Eric sacudió la cabeza.

—Esto va por mi cuenta. Insisto.

Bruce miró a Jackie, que se encogió de hombros, antes de guardar los billetes
de vuelta en su billetera.

—Gracias, la próxima correrá por mi cuenta.

Salimos del restaurante.

—Gracias por invitarnos —dijo Jackie, abrazándome a mí y luego a Eric.

Bruce estrechó la mano de Eric.

—Sí, gracias de nuevo por la cena. —Y luego me abrazó. 84


—Los veo pronto. —Me despedí de Bruce y Jackie, y Eric y yo caminamos
hacia su auto.

—Realmente me agradan Jackie y Bruce —dijo Eric mientras me abría la


puerta del auto—. Son divertidos.

Eric se metió en el auto.

—¿Hay algún lugar en el que te gustaría parar de camino a casa?

Sacudí mi cabeza.

—Pensé que podríamos ir a casa y ver una de las películas que enviaste.

—Eso suena como un final perfecto para una noche perfecta.

Cuando llegamos a casa, nos cambiamos a ropa más cómoda. Eric se puso
pantalones de chándal y una camiseta y yo me puse unos pantalones de yoga y una
blusa.

—¿Qué película quieres ver? —Las puse en la mesa de centro para que él
pudiera escoger.

—Esa.
Recogí Ciudadano Kane y lo puse en el reproductor de DVD.

—¿Habías visto esta antes?

—No.

—Te advierto que es triste, pero es una de las mejores películas jamás hechas.
—Me acurruqué en el sofá junto a Eric, enterrando mi cabeza en su pecho.

—¿Qué la hace tan triste?

Miré a Eric.

—Orson Welles interpreta a un personaje incapaz de sentir empatía por otras


personas. Anhela y exige atención del mundo entero, abusando tanto de su riqueza
como de su poder. Es un narcisista que se enfurece cuando no consigue lo que
quiere. Y muere solo.

—¿Sabes qué? —dijo Eric—. No quiero ver una película triste. ¿Te importa si
vemos algo más? 85
Vimos Roman Holiday en su lugar.
—Dime que estoy loca para siquiera considerar mudarme después de solo tres
meses de estar saliendo —le dije a Jackie cuando nos reunimos para nuestra
habitual noche de jueves en Tony‘s.

Jackie sorbió su ron y Coca-Cola.

—No estás loca; estás enamorada. Odio que te estés mudando, pero me alegro
de que Eric se haya comprometido y esté dispuesto a mudarse también. Una hora
de distancia es mejor que dos.

—Eso es seguro. Y una hora de viaje es mejor que un viaje de dos horas. 86
—Cuando estás enamorado, haces que las cosas funcionen —dijo Jackie—.
Además, siempre tengo una habitación extra si necesitas quedarte.

Saqué mi teléfono celular para mostrarle a Jackie algunas de las casas que
teníamos previsto ver ese sábado.

—Todas se ven hermosas —dijo Jackie—. ¿Tienes una favorita?

Sacudí mi cabeza.

—Sin embargo, me gustaría vivir en una urbanización más que en el campo. Es


agradable estar cerca de las tiendas, de los consultorios médicos y del dentista.

Jackie agarró unos cacahuetes del tazón de la barra y se los arrojó a la boca.

—¿Eric cree que tendrá problemas para vender su casa?

—No. —Puse el teléfono en la barra del bar—. El letrero de venta apareció ayer
y hoy la va a mostrar.

—¡Guau! Eso es rápido. Podría vender su casa antes que ustedes dos compren
una casa.

—Lo sé, pero eso es mejor que al revés.


Vinieron nuestros tacos y comimos.

—O estos tacos están súper deliciosos esta noche o estoy súper hambrienta —
dijo Jackie.

Me reí.

—Yo, también.

Terminamos nuestros tacos y realizamos otro pedido. Estábamos hambrientas.

Jackie tomó algunas servilletas del dispensador en la barra y se limpió los


dedos.

—¿Estás planeando pasar la noche después de ver las casas?

—Sí. Eric hizo una reserva de hotel. Pensó que nos daría más tiempo para
revisar la zona.

—Él piensa en todo, ¿no? —dijo Jackie—. ¿Tiene algún defecto? 87


—Estoy segura que sí —dije—. Simplemente no los he visto todavía. A veces
me pellizco para asegurarme de no estar imaginando todas las cosas maravillosas
que han sucedido desde que lo conocí. Es como estar en una montaña rusa y
subiendo poco a poco la colina ascendente. Mi corazón late tan rápido que creo que
saldrá de mi pecho. Llego a la cima y miro por encima de la barandilla. Quiero
regresar pero no puedo. Es demasiado tarde, así que solo tiro mis brazos al aire y
disfruto el viaje. Y cuando llega el final, me alegro de no haber podido presionar el
botón de parada y quiero hacerlo una y otra vez. Todo es tan perfecto. Él es
perfecto.

—Ningún tipo es perfecto —advirtió Jackie.

—Lo sé, pero sabes a lo que me refiero. Es lo más cercano a perfecto que he
tenido nunca.

—Bueno, espero que aún podamos encontrarnos en Tony‘s, al menos


ocasionalmente.

—Por supuesto. No renunciaría a nuestras noches de chicas por nada.

—¿Alguna vez has tenido la historia completa de su ex?

Asentí.
—Sí. Eric me dijo que la encontró teniendo sexo con su jefe en la fiesta de
navidad de su trabajo.

—¡Auch! Eso tuvo que doler.

—Estoy segura que así fue. Y oye esto, los atrapó porque lleno de guacamole
su camisa.

—¿Qué?

—Sí. Eric dijo que reservó una habitación en el hotel donde se celebró la fiesta
para que pudieran beber y no tener que preocuparse por conducir a casa. Después
de llenar su camisa blanca con un poco de guacamole, regresó a la habitación del
hotel para cambiarse y los encontró en la cama. Inmediatamente se fue a casa y un
compañero de trabajo llevó a Lisa a casa al día siguiente.

—Entonces, si no hubiera sido por el guacamole, no lo habría descubierto.

—Exactamente. —Tomé un sorbo de mi bebida, sopesando si hacerle a Jackie


la pregunta de la que no estaba segura si quería saber la respuesta—. Jackie, ¿crees 88
que mi relación con Eric se está moviendo demasiado rápido?

—Tal vez un poco, pero tampoco te he visto así de feliz. Nunca. Y quiero que
seas feliz, pero no quiero que te lastimen. Supongo que solo soy protectora.

—Cierto, lo eres. Recuerdo la vez que una niña mayor me intimidó en el patio
de recreo. Debíamos tener alrededor de ocho años en ese momento. Marchaste y le
diste un buen golpe.

Nos reímos.

—Sí, y nunca más te molestó después de eso —dijo Jackie.

—Cierto. Y siempre he apreciado cuán protectora has sido de mí. Al no tener


hermanos, tú eras la que siempre me respaldaba. Y estoy agradecida por eso.
Simplemente no puedo explicar cómo Eric me hace sentir. Es como si conociera a
Eric durante años en lugar de unos pocos meses. Nada se ha sentido tan bien.
Espero sus alegres mensajes de texto matutinos y nuestros chats de dos horas por la
noche. Sinceramente, no puedo imaginar la vida sin él.

—Bueno —dijo Jackie—. No parece que tengas que hacerlo.

El cantinero regresó con más tacos y renovó nuestras bebidas. Cuando llegué a
mi apartamento, la luna estaba alta en el cielo: flotante, brillante y grande.
Después de llegar a casa, llamé a Eric tal como lo prometí.

—¿Cómo estuvo tu tiempo con Jackie? —preguntó.

—Excelente.

—¿Conociste a algún chico allí?

—No, claro que no.

Detecté una pizca de celos en su voz.

—Mira, Eric, no tienes de qué preocuparte.

Eric suspiro.

—Lo lamento. ¡Solo me pongo un poco celoso cuando pienso en que estás en
un bar lleno de tipos a los que les gustaría tener sexo contigo! No estoy allí para
protegerte ni para demostrarles que eres mía.
89
—Ah, eso es muy dulce. Gracias por amarme, por hacerme sentir tan especial.
Eres el único chico que quiero.

—¿Estás segura?

—Absolutamente. Si no lo fueras, ¿cree que habría aceptado mudarme contigo?

Hablamos durante unos cinco minutos y luego me metí en la cama. Me sentí


culpable por no haber pasado mucho tiempo con Izzy últimamente. Creo que se
sentía un poco descuidada, así que cuando saltó a mi lado, la acaricié hasta que me
quedé dormida.

No tenía ganas de ir al gimnasio a la mañana siguiente, pero me obligué a ir.


Me había perdido muchos días de gimnasio últimamente y mi ropa se sentía un
poco apretada. Estaba trabajando en la máquina elíptica cuando un viejo
compañero de la preparatoria se acercó. Jeff estaba en una forma increíble. Él y su
esposa generalmente se ejercitaban juntos.

—Parece que estás trabajando duro —dijo Jeff.

—Tratando de hacerlo. Puedo decir que no he estado aquí en un tiempo.


¿Dónde está Alice?

—Ella y sus hermanas fueron a un viaje de hermanas.

Sonreí.
—Eso es genial.

—Sí, le dije que se fuera. Pensó que tal vez estaría molesto porque iba a ir a un
crucero sin mí, pero pensé que era genial.

Hablamos un poco más sobre nuestra próxima reunión antes que Jeff se fuera.
Jeff y Alice comenzaron a salir en sexto grado. Todavía recuerdo el día en que Jeff,
un chico alto y delgado con pies del tamaño de un bote, me pasó una nota para que
se la entregara a Alice. Se sentaban a cada lado de mí en filas adyacentes. Alice
leyó la nota, la marcó con su lápiz y me la devolvió.

—Señorita Post —dijo nuestro maestro, el señor Billet—. ¿Le gustaría


compartir esa nota con el resto de la clase?

Me deslicé hacia abajo en mi asiento, esperando que se olvidara de la nota y


siguiera adelante. Pero no lo hizo. Él retrocedió y se paró frente a mí, su cuerpo de
ciento cincuenta kilos prácticamente sofocándome.

Lo miré.
90
—Uh, bueno. No es mi nota.

Extendió su mano, sus dedos de salchicha me indicaron que entregara la nota.


No tenía idea de lo que decía la nota, pero sabía que era un mensaje privado. Había
considerado romperlo y tragarlo, pero la idea de tener que tragar tanto papel me dio
náuseas.

Jeff se puso de pie.

—Es mi nota, señor.

Jeff siempre decía señor y señora. Su padre estaba en el ejército y era conocido
por ser extra cortés.

El señor Billet miró a Jeff.

—Entonces, ¿tal vez le gustaría leerlo a la clase? Mejor aún, escríbalo en la


pizarra.

No podía ver la cara de Alice, pero estaba segura que estaba tan roja como una
frambuesa. Jeff se acercó a la pizarra y escribió:

Alice, ¿serías mi novia? Marca una casilla:

Sí.
No.

Lo pensaré.

La clase se rió. El señor Billet se dirigió al frente de la habitación y se paró


junto a Jeff.

—Entonces, clase, ¿cuál creemos que fue la respuesta de Alice?

Hubo silencio.

—Señorita Post, ¿cuál cree que fue la respuesta de Alice?

Miré a Alice, que estaba tan encorvada en su asiento que la parte superior de su
frente estaba alineada con la parte superior del escritorio.

Tomé una respiración profunda.

—No tengo idea.


91
El señor Billet se giró hacia Jeff.

—¿Te gustaría saber cuál es la respuesta de Alice?

Jeff sacudió la cabeza, sí.

El señor Billet le entregó la nota a Jeff.

—Adelante. Ábrelo.

Jeff abrió lentamente la nota, lo suficiente como para poder leerla.

—¿Qué dice? —preguntó el señor Billet.

Jeff volvió a mirar a Alice, que ahora estaba sentada derecha en su escritorio y
mirándolo.

—Bueno, si el gato te comió la lengua, escríbelo en la pizarra —bramó el señor


Billet.

Jeff tomó un trozo de tiza, dibujó otro pequeño cuadrado y escribió al lado:
Nunca. Luego marcó esa casilla.

La clase se rió. Solo años después supe que Jeff había inventado la respuesta.
No quería avergonzar a Alice marcando la casilla sí.
Nunca he olvidado esta historia. Entonces, cuando encontré una nota que Eric
había metido en mi bolso el fin de semana pasado y la leí, me puse a llorar. Decía:

¿Serás mía? Marque una casilla:

Sí.

No.

Tal vez.

Marqué sí.

92
93
Eric y yo desayunamos en una pequeña cafetería a la vuelta de la esquina de la
oficina de bienes raíces donde nos reuniríamos con Kathleen, la agente que nos
mostraría las propiedades. Kathleen sabía que yo era una agente de bienes raíces y
había aceptado tomar una comisión más pequeña. Habíamos planeado visitar cinco
casas, así que sabía que iba a ser un día largo.

Tomé un sorbo de mi café.

—Deja de mirarme y come tus huevos.

Eric pinchó un trozo de salchicha de su desayuno con su tenedor. 94


—Lo lamento, pero ha pasado una semana desde que te vi.

Puse los ojos en blanco.

—Más bien como cinco días.

Eric miró su reloj.

—En realidad, cinco días, catorce horas y... —Volvió a mirar su reloj—.
Veintitrés minutos.

Sacudí mi cabeza.

—¡Eres imposible!

Terminamos el desayuno, Eric pagó la cuenta y nos fuimos a encontrarnos con


Kathleen. La primera casa que visitamos era de ladrillo tradicional colonial en un
barrio de lujo. Me encantó todo, pero Eric quería una propiedad que tuviera un
poco más de privacidad.

Miró por la ventana del dormitorio.

—Estamos demasiado cerca de nuestros vecinos. ¡Prácticamente puedo ver por


su ventana!
Sacudí mi cabeza.

—Pero vivías en una casa adosada urbana, chocabas contra vecinos a ambos
lados.

—Lo sé, lo sé. Sueno loco. Pero supongo que solo esperaba un poco más de
espacio. Algo que fuera un poco más privado. Algo diferente.

Kathleen nos mostró dos casas más en desarrollos cercanos. Todas ellas eran
hermosas y estaban en condiciones de mudarse, pero me di cuenta que no tenían la
privacidad que Eric tenía en mente.

La cuarta casa era una moderna cabaña de troncos situada en dos acres al
borde de un parque estatal. Tenía solo unos años y era enorme: cinco dormitorios,
tres baños y medio, una cocina de ensueño y una gran sala con una chimenea de
piedra de piso a techo.

—Solo imagínate —dijo Eric—, toda la vida salvaje que veríamos.

Sabía que ya se había decidido. Amaba la propiedad. No me gustaba la idea de 95


estar tan lejos de la ciudad. En este momento, me tomaba cinco minutos llegar al
supermercado. Me tomaría unos treinta si nos mudábamos aquí. Además, agregaría
unos quince minutos a mi viaje al trabajo.

Salimos a un patio de piedra que estaba cubierto con un toldo retráctil. Los
propietarios tenían una gran mesa rectangular con seis asientos en un extremo y un
patio seccional de mimbre para todo clima ubicado en el otro.

Eric se acercó y se sentó en la sección.

—¿Se quedan los muebles del patio?

Kathleen miró la hoja de ventas.

—No, pero siempre puede pedirlo si hace una oferta.

Eric palmeó el cojín junto a él.

—Pruébalo.

Me acerqué y me senté a su lado.

—Es cómodo.

—¿No te imaginas sentarte aquí de noche mirando las estrellas? —Levantó la


vista hacia el cielo—. Sería genial.
Justo en ese momento un ciervo salió del bosque hacia el claro. Varios
segundos después cuando el ciervo se dio cuenta que no estaba sola, se fue
corriendo.

—Eso es algo que no se ve en la ciudad —dijo Eric—. O un desarrollo de


viviendas.

Suspiré.

—Pero hay muchas otras ventajas de vivir en un desarrollo.

—Nombra uno.

—Cuando vives en un desarrollo, tienes vecinos cercanos que pueden ayudarte


y todos se cuidan unos a otros. Una vez, cuando Scott y yo estábamos de
vacaciones, nuestro vecino notó un auto extraño en nuestra entrada. Ella investigó
y descubrió que pertenecía a nuestra señora de la limpieza. Los vecinos hacen ese
tipo de cosas.

Tan pronto como mencioné el nombre de Scott, noté un ligero cambio en Eric. 96
Su sonrisa desapareció, echó los hombros hacia atrás y sacó el pecho, como si se
estuviera preparando para pelear.

Kathleen miró su reloj.

—Bueno, ciertamente no tienen que decidir en este momento. Tenemos una


casa más para ver. ¿Por qué no vamos allí?

La casa final no estaba en un desarrollo, sino ubicada en un ventoso camino


rural. Salí del auto.

—¿Qué es ese olor?

Kathleen señaló en la dirección del campo al otro lado de la carretera.

—Creo que tu vecino cría ganado y cerdos. Parece que están esparciendo
fertilizante.

Arrugué la nariz y me di giré hacia Eric.

—¿No te molesta eso?

Asintió.

—Es un poco fuerte.


Miramos la casa pero la descartamos bastante rápido.

Kathleen nos llevó de regreso a la oficina. Acordamos discutir las casas y


contactarla al día siguiente.

—¿Están seguros que no tienen otras preguntas? —preguntó Kathleen.

Levanté los papeles que me había dado.

—Creo que tenemos todo lo que necesitamos para tomar una decisión.

Después, al registrarnos en nuestro hotel, me dejé caer en la cama.

—Estoy totalmente exhausta. ¿Te importa si cierro los ojos por unos minutos?

—Yo, también —dijo Eric, quitándose las zapatillas—. Ha sido un largo día.
Hablaremos más tarde.

Eric y yo nos quedamos dormidos a los pocos minutos de subir al colchón. Una
hora después, me desperté y encontré a Eric sentado en el escritorio mirando los 97
papeles. Me escuchó agitarme y se dio la vuelta.

—¿De verdad, no crees que serías feliz viviendo en un hogar donde puedes ver
ciervos y otros animales salvajes en tu patio trasero?

—No es que no sería feliz, pero hay claramente desventajas, sobre todo quince
minutos extra para mi viaje al trabajo.

Me arrastré fuera de la cama y fui al baño para refrescarme. Cuando regresé,


Eric se había ido. Había una nota en el escritorio. Vuelvo enseguida. Tenía que buscar
algo en el auto.

Recogí los papeles que había estado mirando y noté el bolso de cuero de Eric
en el suelo apoyado contra la pata del escritorio. Por una fracción de segundo,
consideré mirar dentro de él. La obsesión de Eric con su bolso me ponía un poco
incómoda. ¿Qué había en él que tenía que ser tan reservado? Intenté sacar el tema
una o dos veces, pero siempre tuve que dejarlo ir porque era muy vago.

Me agaché para tocarlo cuando la puerta de la habitación se abrió y salté.


Pensé que mi corazón saldría de mi pecho.

Eric entró con una gran caja envuelta en papel rosa y rematada con un lazo
blanco.

—Tengo algo para ti. —Colocó el regalo en la cama.


—Eric, te dije que dejaras de comprarme cosas —lo regañé juguetonamente.

—No es mucho. Solo un poco de algo.

Me senté en la cama y abrí el regalo, sacando un hermoso vestido negro con


cuello y mangas de encaje y un cierre de gancho en la espalda.

—Es hermoso. —Pasé la mano sobre la tela y lo admiré.

—¿Es del tamaño correcto? —preguntó Eric.

Miré la etiqueta.

—¡Perfecto!

—Hay algo más en la caja —dijo Eric.

Sacudí mi cabeza.

—Has pensado en todo. —Levanté los zapatos negros con tiras y el bolso 98
negro.

—Pensé que podrías usarlo en la reunión de tu preparatoria.

Asentí.

—Ya veo.

—¿Estás molesta? —preguntó.

—No, es solo que estaba planeando usar otro vestido. Pero puedo usar este si
eso te hace feliz. Solo déjame probarlo primero para asegurarme que me queda.

Me probé el vestido y la tela, una mezcla de poliéster y licra, abrazó mi cuerpo.


Metí el estómago y salí para mostrarle a Eric.

Hizo un movimiento de giro con la mano.

—Date vuelta. Déjame echar un vistazo.

—Soy demasiado curvilínea para usar algo tan ajustado —dije.

—¡Disparates! Te ves increíble. Lo único que te haría ver aún más fabulosa
sería más escote.

Ahuequé mis pechos.


—¡Típico hombre!

Eric rió.

Me acerqué y lo miré a los ojos.

—Dime la verdad, ¿crees que mis senos son pequeños?

—Son normales —dijo Eric—. Pero si me preguntas si disfrutaría de senos más


grandes, por supuesto que sí. Soy un hombre. Pero te amo sin importar el tamaño
de tus senos. Lo importante es lo que piensas, cómo te hacen sentir.

Mis inseguridades se desvanecieron cuando me tomó en sus brazos. Me


encantaba que me quisiera, que me considerara suya. Ningún hombre me había
deseado tanto como Eric. Scott eligió a alguien más joven y más guapa. Eric podría
tener a alguien más joven y más guapa, pero me eligió a mí. Finalmente, era
alguien especial para alguien.

El vestido negro cayó al suelo y para el final de la noche, había aceptado


comprar la cabaña de troncos. 99
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Eric mencionó la combinación de
nuestros dos hogares. Nos sentamos uno frente al otro en el comedor del hotel y él
tomó mi mano entre las suyas.

—¿Te importaría si usáramos mis muebles y te deshicieras de los que tenías


cuando te casaste con Scott?

Ni siquiera había pensado en qué muebles tomaría y cuales abandonaría, si es


que lo hacía.

—Yo... no había pensado en eso. Algunos de mis muebles son realmente buenos
muebles.

Eric levantó la mano.

—Y nunca quise dar a entender lo contrario. Solo pensé que con todas mis
antigüedades tenemos muchos muebles y realmente no necesitaremos los tuyos.

—¿Es Scott? —pregunté—. ¿Es porque él y yo lo compramos juntos?

La cara de Eric era un río rojo.

—Para ser honesto, sí. Te amo. Quiero estar contigo, y no quiero sentir que
hay otro hombre en nuestras vidas. Cada vez que entro en una habitación, no
quiero que me recuerden que fuiste amada por otro, sostenida en sus brazos. Quiero
ser el centro de tu mundo. No quiero competir con un fantasma de tu pasado.

—Oh, Eric. No tienes que competir. Eres más maravilloso de lo que podrían
ser un millón de Scotts. Si te molesta tanto, se los daré a Jackie o a mi ahijada
Lucy. Son solo muebles, después de todo.

100
Tres meses después
Jackie entró en mi apartamento con una enorme bolsa de papel llena de
periódicos.

Levanté la vista de la mesa de la cocina donde estaba empacando los platos.

—Gracias por traer los periódicos. Ya no me quedaban.

Jackie agarró un montón y los dejó sobre la mesa. Señaló los platos que había
apilado en el mostrador de la cocina. 101
—¿Debería empacar esos?

Sacudí mi cabeza.

—No voy a llevar esos. Eran míos y de Scott.

Jackie tomó uno de los platos que había estado envolviendo y caminó hacia el
mostrador y recogió un plato apilado junto a la tostadora. Levantó ambos platos.

—¿Estás segura que no quieres llevarte estos platos en su lugar? Son un poco
más agradables.

—No. Me gustan más estos.

Jackie regresó a la mesa y envolvió el plato en su mano.

—¿Estás bien? Pareces un poco gruñona.

Suspiré.

—Solo cansada. No me había dado cuenta de cuántas cosas necesitaba


deshacerme.

Jackie miró a su alrededor.


—Sí, supongo que combinar dos hogares puede ser una tarea difícil. No es que
me queje porque consigo tu hermosa mesa de comedor y gabinete. ¿Estás segura
que no quieres tomarlos? Se verían geniales en una cabaña de troncos.

Sacudí mi cabeza.

—Todavía puedo recordar cuándo Scott y tú lo compraron. Buscamos durante


meses la mesa perfecta y tú y yo nos topamos con esa tienda cuando estábamos
conduciendo por el campo Amish, ¿recuerdas?

Sonreí.

—Tienda de sillas de Martin. —Me acerqué y froté mi mano sobre el


gabinete—. Bueno, si no puedo quedármelo, al menos sé que va a estar en un buen
hogar.

Jackie parecía perpleja.

—¿Qué quieres decir con que no puedes quedártelo?


102
Agité mi mano.

—Lo que quise decir es que me alegro que lo tomes, ya que no tendré espacio
para eso. Lo veré cuando te visite.

—Y si alguna vez cambias de opinión —dijo Jackie—, puedes recuperarlo.

—No voy a cambiar de opinión. —Regresé a la mesa donde Jackie acababa de


terminar de envolver el último plato.

—¿Qué es lo siguiente? —preguntó Jackie.

—El conjunto de porcelana en el armario. Quiero dárselo a Lucy.

Los ojos de Jackie se abrieron.

—¡Pero te dieron ese juego de porcelana como un regalo de bodas!

Asentí.

—Sí. Quiero que mi ahijada lo tenga.

Jackie se acercó al armario, abrió la puerta y sacó una taza de té de porcelana


adornada en oro con flores rosadas.

—No sé qué decir. Este es un conjunto precioso.


—Solo di gracias.

Jackie me abrazó y envolvimos la porcelana, colocando cuidadosamente las


piezas en una caja de cartón resistente.

Dos horas después, terminamos. Tomé una botella de agua del refrigerador y se
la di a Jackie.

—No sé tú, pero estoy exhausta.

—¿Eric tiene tantas cosas como tú? —preguntó Jackie.

Miré alrededor de mi apartamento.

—Más.

—¿Quién lo está ayudando a empacar?

—Contrató una empresa para empacar, etiquetar y mover todo.


103
—Genial.

—Se ofreció a pagarles para hacer lo mismo por mí, pero quería hacerlo. No
me había dado cuenta de lo difícil que sería, emocionalmente, esta mudanza para
mí.

Jackie se sentó en el sofá.

—Eso es comprensible. Reemplazar una vida que conoces por una que no, es
estresante. Pero debes recordar por qué estás haciendo este movimiento. Amas a
Eric, ¿verdad?

—Sí. Nunca he conocido a nadie como él. Cariñoso, amable. A veces se siente
demasiado bueno para ser verdad. Y sé que todo sucedió muy rápido.

—Estoy de acuerdo. Tu relación progresó rápidamente. Seis meses después de


conocerlo, están comprando una casa juntos. Pero debo admitir que nunca te había
visto tan feliz, incluso cuando las cosas estaban bien entre Scott y tú. Y el trabajo
también va bien, ¿verdad?

Me senté a su lado.

—Ha sido un gran año hasta ahora. ¿Recuerdas esa casa de un millón de
dólares de la que te hablé?

Jackie asintió con la cabeza.


—Tengo a alguien interesado. Sería una gran comisión si eso se cumpliera.

Me puse de pie y caminé hacia una caja cerca de la estantería.

—¡Mira lo que he encontrado! —Le di a Jackie nuestro anuario de la


preparatoria.

Ella se rió y lo hojeó.

—Éramos bastante fashionistas.

Me reí.

—¿Qué usarás para la reunión del próximo sábado?

—Un vestido que Eric me compró. ¿Quieres verlo?

Jackie me siguió hasta la habitación y le mostré el vestido.

—Eso es hermoso. Pruébatelo. Quiero verlo en ti. 104


Me puse el vestido y di vueltas.

—¿Qué piensas?

—Creo que llamarás la atención. Te ves hermosa en él.

Ahuequé mis pechos.

—¿Crees que mis senos son demasiado pequeños?

—¡Oh no! ¡No, esto otra vez! Pensé que habías superado tu inseguridad sobre
tus senos. ¿Eric dijo algo?

Sacudí mi cabeza.

—Dijo que me ama tal como soy.

—Bueno. Me alegra ver que no está alimentando tu inseguridad, la que, debo


agregar, has tenido desde la secundaria. Te lo dije antes y lo diré de nuevo, tus
chicas son perfectas. Pero, si tener senos más grandes es importante para ti y
quieres hacerlo, entonces hazlo. Por supuesto, podrías ganar algo de peso como yo
y tus senos se llenarán junto con el estómago y los muslos. Simplemente aumenta
tu ingesta calórica y concéntrate en alimentos más grasosos como los quesos y
alimentos azucarados como las galletas.
Puse los ojos en blanco.

—¡Estás loca!

Jackie tenía razón en una cosa. Siempre me sentí inferior cuando se trataba de
mis senos. Me desarrollé tarde y llené mi sostén con pañuelos en la secundaria. Un
día en la clase de gimnasia, me incliné y un pañuelo se cayó. Liz, la bocazas, lo
recogió y lo agitó, diciéndole a todos lo que había hecho. Estaba mortificada.
Después de eso, intenté abrazar mi físico de gimnasta, pero todavía me molestó.
Algo así como una astilla que no puedes sacar de debajo de tu piel. Hay un dolor
sordo y cuanto más intentas desenterrarlo, más profundo es.

s
Llamé a Eric cuando Jackie se fue. 105
—Te dije que te habría ayudado a empacar —dijo Eric.

—Lo sé, pero Jackie quería hacerlo. Y no hemos pasado mucho tiempo juntas
últimamente, así que fue genial ponerse al día.

—¿Qué decidiste hacer con tus muebles?

—Jackie está tomando la mesa y el gabinete del comedor y he donado los


muebles de la habitación de invitados a un refugio para mujeres local.

—Excelente. No puedo esperar para despertar a tu lado todos los días.

—Eres tan dulce.

—Es fácil cuando tengo a alguien como tú. Por cierto, he arreglado que tengas
un día en el spa que vimos en la ciudad.

—¡Guau! No tenías que hacer eso.

—Has estado trabajando duro. Y como insististe en empacar tu misma, quería


darte una tarde en el spa para relajarte.

—Gracias. Creo que nunca he conocido a una persona más considerada.


Al día siguiente fui al gimnasio después del trabajo. Quería entrenar con Jackie
una vez más antes de mudarme. Eric y yo nos unimos a un gimnasio en nuestra
nueva ciudad y planeamos ir juntos.

Me estaba vistiendo cuando Jackie entró en el vestuario. Tiró su bolso de


gimnasia al suelo.

—¡No puedo creer que esté perdiendo a mi amiga de gimnasio!

Me senté en el banco para ponerme las zapatillas.

—Estoy segura que sobrevivirás.


106
Jackie se sentó a mi lado y abrió su bolso de gimnasia. Sacó una caja envuelta y
me la entregó.

—Solo algo para tu nuevo hogar.

—Gracias, Jack. —La abracé. Rompí el papel de regalo y levanté la tapa de la


caja. A la izquierda había una foto de Jackie y de mí cuando éramos adolescentes.
A la derecha había una foto actual.

—Es hermoso, Jackie. —Las lágrimas se formaron en las esquinas de mis ojos.

Jackie sonrió.

—Sé que no nos veremos tan a menudo, pero quería que supieras que siempre
estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Una cálida lágrima se deslizó por mi mejilla. Abracé a Jackie nuevamente.

—Gracias por cuidarme siempre.

—Siempre te apoyaré. Ahora, déjame ponerme la ropa del gimnasio para que
no llegue tarde a clase.
Después de una clase de Zumba y un entrenamiento de circuito de pesas,
Jackie y yo fuimos al sauna.

Jackie extendió una toalla en el banco y se sentó frente a mí.

—¿A qué hora vendrán los de la mudanza mañana?

Suspiré.

—A las ocho. También me tomé el lunes libre.

—Un fin de semana de cuatro días será bueno. ¿Estás segura que no quieres
que te ayude?

Incliné mi botella de agua y tomé un sorbo.

—Creo que todo está arreglado. Eric se mudó hoy; yo me mudaré mañana.
Dijo que los de la mudanza eran excelentes y que no debería preocuparme por
nada.
107
Miré el temporizador en la pared.

—Siento que hemos estado aquí por siempre y solo han pasado un par de
minutos.

—Si estás lista para salir, avísame —dijo Jackie secándose la cara con una
toalla pequeña.

Sacudí mi cabeza.

—Un par de minutos más.

—Sabes, hubo un tiempo en que no pude meterte en un sauna.

—Tienes razón. Nunca me gustó estar atrapada en espacios pequeños. Tenía


tanto miedo que la puerta no se abriera y estaría atrapada dentro y moriría.

Jackie se echó a reír.

—Entonces, supongo que no te gustaría tener una de esas habitaciones de


pánico.

—Nunca pensé en eso. Tal vez. Quiero decir, sería útil si alguien entrara a la
casa. Podía arrastrarme adentro y esconderme y nadie podría llegar a mí. Me gusta
la idea de poder esconderme.
Jackie miró el temporizador.

—Se acabó el tiempo. Salgamos de aquí.

Revisé mi teléfono tan pronto como terminé de ducharme. Había cuatro


mensajes de texto de Eric.

¡No puedo esperar a verte mañana!

¡Finalmente, nos despertaremos juntos todos los días!

¿Dónde estás?

Llámame. Estoy preocupado.

Lo llamé camino a casa.

—Estoy segura que te dije que iba a encontrarme con Jackie.

—Debería descargar una aplicación de rastreo GPS en tu teléfono celular para 108
poder vigilarte.

—¿Estás bromeando, verdad?

—Realmente no. Quiero decir, me preocupo por ti. No puedo evitarlo. No


quiero que te pase nada. Te quiero demasiado para perderte.

—¿Estás diciendo que si descargo la aplicación de seguimiento, no te


preocuparás tanto?

—Sí. Y lo descargaré también. De esa manera, ambos podemos saber dónde


está el otro. No se trata de mantenerte vigilada. Se trata de tener la tranquilidad de
saber que estás a salvo.

Parecía una solicitud razonable. Y para ser sincera, me gustó la idea que
alguien me cuidara y me mantuviera a salvo. No estoy segura de haber sentido que
alguien quisiera mantenerme a salvo. Quizás mi abuela. Ciertamente nunca mamá
o Scott. Fue agradable que alguien se preocupara tanto por mi bienestar. Al final de
la noche había descargado la aplicación.

s
Eric tenía razón sobre los de la mudanza. Fueron cuidadosos y rápidos. Me
paré en medio de mi sala vacía y examiné las paredes vacías. Había algunos
agujeros donde colgaban cuadros y hendiduras en la alfombra donde había
muebles.

Jackie y Bruce acababan de sacar mi juego de comedor en un camión que


habían alquilado. Lo que no había regalado se dirigía a mi nuevo hogar donde Eric
me estaba esperando.

Sentí como si tuviera una sandía alojada en mi garganta. Fue más difícil
abandonar el lugar al que había escapado después de que terminó mi matrimonio
de lo que esperaba.

Escuché a Izzy ronronear y la recogí.

—Lo sé, Iz. Es difícil decir adiós, pero creo que te encantará nuestro nuevo
hogar. —Le rasqué la cabeza—. Estoy segura que encontrarás un gran lugar para
observar a los ciervos, conejos y ardillas en el patio trasero.

Puse a Izzy dentro de su caja de viaje y revisé cada armario y habitación para
109
asegurarme que no había dejado nada atrás. Noté una media barra de jabón en la
ducha y la dejé caer en la bolsa de basura que había puesto en el contenedor de
basura afuera antes de irme.

Le envié un mensaje de texto a Eric.

Estoy en camino.

Cuando salí del complejo de apartamentos, miré por el espejo retrovisor.


Todavía podía recordar el día en que me mudé a mi apartamento. Tenía miedo de
comenzar de nuevo mi vida, de estar sola, preguntándome si alguna vez volvería a
amar.

Cuando llegué a la autopista en dirección sur, por primera vez en mucho


tiempo, estaba entusiasmada con mi futuro. No estaba segura de lo que traería,
pero estaba segura que sería genial. Después de todo, había encontrado a Eric. Era
lo mejor que me había pasado.

Aproximadamente veinte minutos en el camino, sentí punzadas de hambre y


me di cuenta que no había desayunado ni almorzado. Ahora eran las dos. Noté una
señal de gasolina y comida y decidí detenerme en la próxima salida. Me metí en
una hamburguesería. Normalmente no comía comida rápida, pero era eso o un
sándwich de la estación de servicio.
En lugar de conducir y comer, me estacioné en un estacionamiento y engullí mi
comida. Lo seguí con dos analgésicos para aplacar el dolor de cabeza que mi falta
de alimentación había causado. Eric envió un mensaje de texto.

¿Hambrienta, eh?

Salté, pensando que él también debía estar aquí. Entonces recordé que sabía
dónde estaba por la aplicación de seguimiento. Qué dulce de su parte vigilarme. Le
respondí el mensaje de texto:

Sí. Muy hambrienta. Me dolía la cabeza. Te veo pronto.

Me preguntaba si alguna vez habría un momento en que tener la aplicación de


seguimiento sería más una maldición que una bendición. Por ejemplo, había estado
pensando en comprarle a Eric un reloj nuevo. Hace un par de semanas, me mostró
una que le gustaba mientras mirábamos los anillos en la joyería al lado del centro
comercial. Si revisaba constantemente la aplicación, podría ver que yo estaba allí y
mi sorpresa se arruinaría.

Cuando las millas cayeron detrás de mí, la realidad de estar tan lejos del trabajo
110
me golpeó. Le dije a mi jefe que la distancia no sería un problema, y estaba
decidida a que no lo fuera. Planeaba mantener una bolsa de viaje en mi auto en
caso que tuviera que quedarme inesperadamente. Además de Jackie, algunos
compañeros de trabajo también me ofrecieron una habitación si alguna vez la
necesitaba.

Cuando llegué a la nueva casa, los de la mudanza estaban descargando el


camión. Eric estaba en la puerta de mi auto tan pronto como me estacioné. Salí y
me abrazó.

—¡Bienvenida a casa!

Recogí la caja de Izzy del auto y caminamos dentro. Había torres de cajas por
todas partes.

Suspiré.

—Me alegro de tener un largo fin de semana. Tenemos mucho que


desempacar.

—Quiero mostrarte el dormitorio y ver si te gusta dónde coloqué la cama y las


cómodas.
Eric había decidido que pondríamos los muebles de mi habitación, que compré
después de dejar a Scott, en la habitación de invitados y usaríamos los suyos. Entré
en la habitación.

—Se ve genial.

—¿Te gusta dónde está tu tocador? —preguntó—. Si no, podemos moverlo a la


otra pared.

Sonreí.

—No, es perfecto. ¡Gracias!

Me gustaban más los muebles de mi dormitorio de caoba, pero a Eric le


complació que aceptara usar su juego de roble, y me gustó hacerlo feliz. Después de
todo, solo eran muebles de dormitorio.

Después que los de la mudanza se fueron, Eric y yo comenzamos a


desempacar. Empezamos en la cocina, donde Eric ya había alineado los gabinetes y
guardado sus platos. 111
Abrí el armario donde había apilado los platos, tazas y cuencos.

—¡Guau! Tienes muchas cosas. No estoy segura que realmente necesitemos los
míos.

Revisé el resto de los armarios y cajones. Todos ellos estaban llenos de sus
cosas.

—¿Por qué no guardamos mis artículos de cocina en el sótano? Realmente no


creo que necesitemos usar los mío y los tuyos, y como los tuyos ya están guardados.
Puedo almacenar los míos.

Miró la caja que acababa de abrir.

—¿Estás segura?

Asentí.

—O… —Comenzó a decir, pero se detuvo abruptamente.

—¿O qué?

Echó un vistazo a las cajas de cocina apiladas en la mesa del comedor, que
también eran suyas, y al suelo.
—Podrías donarlos a la caridad. No es que los necesitemos. Como dijiste,
tengo todas las cosas de cocina que necesitamos.

Mis hombros se hundieron. Había tenido algunas de mis tazas de café desde la
universidad. Por un momento, se me ocurrió que estaría rodeada principalmente
por las cosas de Eric. Sentí una punzada de pesar por haberme mudado en segundo
lugar. No necesitábamos múltiples ollas de cocción lenta o juegos de recipientes.

—O, si lo prefieres, puedo regalar los míos —dijo Eric.

—No, los míos están empacados. No tiene sentido desempacar los míos y
empacar los tuyos. Son solo cosas.

Llevamos las cajas al garaje y Eric dijo que las dejaría en la tienda de Goodwill.

—Déjame llamar a Jackie primero para ver si los quiere —le dije—. Podemos
guardar las sábanas y las toallas y usarlas cuando las tuyas se desgasten.

Esa noche, Eric hizo hamburguesas a la parrilla y nos sentamos en el patio con
vistas al jardín trasero. Me alegré que los vendedores nos hubieran vendido sus 112
muebles de patio. Podríamos haber comprado nuevos, pero comprar los suyos fue
más fácil. Fue una noche perfecta, lo suficientemente cálida como para sentarse
afuera sin un suéter.

—Hermosa noche, ¿no? —dije, mirando como la luz del día se desvanecía
lentamente.

—No tan hermosa como tú. —Eric retiró las hamburguesas de la parrilla y
abrió una botella de vino. Me entregó una copa y levantó la suya. ¡Por nosotros!

Jadeé. Mi mano libre voló a mi corazón latiente. Una colgante de plata colgaba
del tallo de cristal. Las lágrimas llenaron mis ojos.

—¡Oh, Eric!

Eric colocó su copa sobre la mesa y removió el anillo de platino solitario de 1.5
quilates y se arrodilló.

—Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Shelly. ¿Me honrarás y amarás al


convertirte en mi esposa?

Las lágrimas corrían por mis mejillas. ¡Eric me quería! ¡Me amaba! ¡Quería que
fuera suya para siempre!

—¡Sí! ¡Sí! ¡Mil sí! —Lloré cuando me tomó en sus brazos.


—Te amo más de lo que nunca sabrás —dijo.

—Te amo más.

Esa noche, bajo el brillo de la luna, hicimos el amor en una manta en el patio
trasero. Fue el final perfecto para una noche perfecta.

113
A la mañana siguiente, Eric insistió en servirme el desayuno en la cama. Hizo
huevos revueltos, tocino y tostadas. Incluso había recogido una flor silvestre
púrpura del jardín trasero y la había colocado en la bandeja.

—No pude encontrar un jarrón —dijo Eric—. Supongo que eso es algo que
ninguno de nosotros tenía.

Me senté para que pudiera colocar la bandeja sobre mis piernas.

—Sabes que no estoy acostumbrada a comer tanto para el desayuno, si es que


como en absoluto. 114
Eric sacudió su dedo.

—Chica traviesa.

Pasé los dientes delanteros sobre mi labio inferior.

—Me gusta ser traviesa.

—Deja de provocarme —dijo Eric.

—No estoy provocándote.

La bandeja terminó en el suelo y Eric terminó en la cama. Una hora después,


los dos estábamos hambrientos, así que comimos el desayuno frío, alimentándonos
el uno al otro con huevos revueltos y tocino.

Eric se metió en la ducha y yo llamé a Jackie. Tan pronto como dije me


propuso matrimonio, ella gritó en mi oído y tuve que mantener el teléfono alejado.

—¡Detalles, detalles! Quiero todos los detalles y no omitas ninguno.

Le conté sobre asar hamburguesas y el colgante de la copa de vino.

—Eso es muy romántico —dijo Jackie—. Toma una foto del anillo y
envíamela.
—Lo haré.

—Entonces, ¿cómo vas desempacando?

—Despacio. Decidí que no necesitaba mí utensilios de cocina. Eric ya había


puesto los suyo en los armarios y cajones y no necesitamos dos de todo. En lugar de
conservarlo, pensé en donarlos a organizaciones benéficas, pero primero quería
consultar contigo. ¿Lo quieres?

—Definitivamente no lo necesito, pero tienes cosas realmente buenas. Podría


guardarlos en el sótano para Lucy para que los tenga cuando se mude.

—Excelente. Haré que Eric los ponga en mi auto y te los llevo la próxima
semana.

Terminé mi llamada con Jackie y le envié una foto de mi anillo.

Me respondió el mensaje de texto en segundos.

¡GUAUU! Precioso. 115


Eric entró en la habitación con una toalla envuelta alrededor de su cintura.

—Tu turno.

Después de ducharnos, Eric y yo pasamos el día desempacando. El marco de


fotos que me había dado Jackie se veía genial encima de mi tocador. Estaba
poniendo lencería en un cajón cuando Eric caminó detrás de mí y envolvió sus
brazos alrededor de mi cintura y besó mi cuello.

—Detente. Casi termino. Esta es mi última caja. —Coloqué el sujetador de


encaje en el cajón.

—Si te pones implantes de senos, tendrás que comprar sostenes más grandes —
dijo Eric.

—Cierto.

—Los compraré para ti.

Me di la vuelta.

—Me puedo permitir nuevos sostenes.

Eric me quitó el pelo de la cara.


—Oh, sé que puedes, pero me gustaría ayudarte a elegirlos.

—¿Lo harías? —Me sorprendió. A ningún chico que conocía le gustaba


comprar, y mucho menos comprar sujetadores. Pero entonces Eric no era un tipo
ordinario.

—Sí. Me encantaría comprar lencería contigo.

Lancé mis brazos alrededor de su cuello, nos besamos y terminamos en la


cama.

Más tarde esa noche, me quedé desnuda frente al espejo del baño tratando de
imaginarme con los senos dos veces más grandes que los 36B que tenía ahora. Eric
había encontrado un cirujano en el área y me sorprendió al hacer una cita para la
semana siguiente.

—Te quiero en las mejores manos. —Había dicho.

Me lavé los dientes y me metí en la cama. Eric se giró hacia mí.


116
—Entonces, ¿qué tipo de boda quieres? ¿Grande? ¿Pequeña?

—Definitivamente pequeña. Tal vez podríamos hacer una boda de destino8.


Como Jamaica o algo así.

—O simplemente podríamos ir al juzgado —dijo Eric con indiferencia.

—Cierto.

—Casémonos en el juzgado. La próxima semana. —Sonaba definitivo.

Levanté la cabeza de su pecho para poder mirarlo.

—¿La próxima semana? ¿Cuál es la prisa?

Me besó la nariz.

—Porque te amo y quiero que seas mi esposa.

—Bueno, no podemos el próximo fin de semana. Es mi reunión de


preparatoria, ¿recuerdas?

—Oh. Lo olvidé. ¿Qué tal la semana después?

8
Boda Destino: Tipo de boda que se realiza en un lugar lejos del área de residencia de las parejas
(generalmente un país extranjero y exótico), especialmente en playas o caros centros turísticos.
Mi cuerpo entero hormigueó. Me sentí halagada que Eric tuviera tanta prisa
por casarse conmigo. Nunca había conocido a nadie que me adorara tanto como él.
Los obsequios constantes y la atención exagerada eran un poco demasiado en
ocasiones, pero me di cuenta de cuánto había llegado a necesitar su amor y
adoración. Si casarse en el tribunal lo hacía feliz, entonces eso es lo que haríamos.
Nunca quise complacer a ningún hombre tanto como quería complacerlo.

Empezamos a besarnos y en segundos los dos estábamos desnudos debajo de la


sábana.

—¿Tienes alguna fantasía sexual? —preguntó Eric.

Me las arreglé para decir ―no‖ mientras Eric devoraba cada centímetro de mi
cuerpo.

—Me gustaría atar tus muñecas a la cama —me susurró al oído—. ¿Me lo
permitirías?

—Nunca he estado atada antes. —Me las arreglé para responder entre gemidos.
117
—No te muevas. Ya vuelvo.

Eric regresó con dos corbatas de seda y las sostuvo en alto.

—No los ataré ajustadamente.

Asentí, queriendo que continuara donde lo había dejado. Ligeramente ató mis
muñecas en su cabecero de roble y encendió una vela que había encontrado
convenientemente en el cajón de la mesita de noche. La llama parpadeó,
proyectando la luz suficiente para que pudiera verlo claramente mientras estaba
parado junto a la cama mirándome. No estaba segura que me gustara estar atada,
pero él parecía disfrutarlo. Sus ojos perforaron los míos y sonrió tímidamente,
tocando su dureza.

Levanté el torso y le hice señas para que se uniera a mí. Se detuvo hasta que
pensé que me volvería loca. Luego cubrió cada centímetro de mi cuerpo con su
boca. Su lengua acarició todos los lugares correctos. Entró en mí suavemente,
lentamente al principio, luego más rápido. Se retiró, burlándose de mí. Gemí y le
rogué que continuara. Tiré contra las restricciones, queriendo arrojar mis brazos
alrededor de su cuello.

—Relájate, mi amor —susurró mientras me llevaba al cielo y de regreso dos


veces.

Desató las restricciones y besó cada una de mis muñecas.


—Ves, eso no fue tan malo, ¿verdad?

—No —le susurré, apoyando mi cabeza en su pecho—. No estuvo tan mal.

A la mañana siguiente, me desperté con el olor a tocino. Encontré a Eric en la


cocina preparando el desayuno nuevamente.

—Huele delicioso.

Dio la vuelta.

—Esperaba volver a servirte el desayuno en la cama.

Sonreí y me serví una taza de café.

Se acercó y me besó.

—Gracias por lo de anoche.

—Uh, sí, sobre eso. ¿De dónde vino eso? 118


Eric se encogió de hombros.

—Supongo que siempre ha sido una fantasía mía. ¿Te gustó?

—Estuvo bien. No me gustó no poder abrazarte, pero me encantó todo lo


demás.

Regresó a la estufa para revolver los huevos revueltos.

—Me gusta que quieras hacerme feliz, que estés dispuesta a hacer concesiones.
Eres maleable.

Tomé un sorbo de mi café.

—¿Maleable? ¿Qué significa eso?

—Ya sabes, abierta a probar cosas nuevas. Muestra cuánto me amas que estás
dispuesta a complacerme haciendo algo que creo que es excitante, incluso si no te
excita.

Me preguntaba si tenía otras fantasías, si había otras cosas que él quisiera


hacerme. Lo deseaba más de lo que nunca había deseado a ningún hombre. Y
estaba dispuesta a hacer lo que él quisiera que hiciera a cambio del éxtasis que me
proporcionaba. Yo le pertenecía a él. Él estaba en control.
119
Patty fue la primera en notar el anillo cuando entré en la oficina el martes.

—¡Diosmío! ¡Diosmío! —Agitó los brazos. Su docena de brazaletes plateados


cayeron por sus extremidades deteniéndose a centímetros de su codo—. Nuestra
Shelly se va a casar.

Pronto todos en la oficina se aglomeraron a mi alrededor queriendo ver el


anillo y escuchar todos los detalles.

—Esa es una piedra enorme —dijo Daphne, la recepcionista—. ¿Hay otro de


dónde él vino? 120
—Tal vez sea uno de esos falsos —dijo Stan, quien se sienta en el cubículo a mi
lado—. Mi esposa compró una circonita cuando visitamos St. Thomas y todos
piensan que es real.

Le dirigí una mirada cruel a Stan cara de bebé.

—Confía en mí, Stan, es real.

No estaba lista para la tormenta de fuego de las preguntas. De hecho, había


considerado quitarme el anillo antes de entrar para evitar la conmoción. No estaba
de humor para el aluvión de atención que sabía que recibiría. Logré esquivar la
mayoría de las preguntas cuando sonó mi teléfono celular. Era un cliente con el que
había estado trabajando. El Sr. Beach me había contactado unos meses antes.
Había perdido a su esposa de cincuenta y cinco años por cáncer hace un año y
acababa de celebrar su septuagésimo quinto cumpleaños. Quería una casa más
pequeña y estaba a punto de firmar el contrato en un modelo de un piso cuando de
repente se puso nervioso. No estaba listo para salir de la casa donde él y Dorothy
habían criado a su familia y pasaron la mayor parte de su vida.

—Lo lamento chicos. Necesito atender esto. —Me senté en mi escritorio—.


Hola, señor Beach. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Dios, maldita sea —dijo—. Me resbalé la otra semana bajando las escaleras y
me hizo pensar que tal vez debería haberme mudado cuando tuve la oportunidad.
—Oh ya veo. ¿Está bien?

—Sí, me torcí el tobillo y ahora está bien. Pero me preguntaba si podrías venir
a verme. Creo que estoy listo para mudarme.

Revisé mi calendario.

—¿Qué tal hoy a las cuatro?

—Gracias, nos vemos entonces.

Terminé la llamada con el señor Beach y noté que había recibido un mensaje
de texto de Eric.

Veo que llegaste al trabajo. ¿Alguien se dio cuenta?

Le envié un mensaje de texto.

Sí. ¡Todo el mundo!


121
Me envió varios emojis de corazón.

Que tengas un gran día. ¡Te amo!

¡Gracias! ¡También te amo!

El día pasó rápido y me di cuenta que no había almorzado. Encontré un


paquete de almendras en el cajón de mi escritorio y las engullí. En mi camino para
ver al señor Beach, me detuve para llenar mi tanque de gasolina y pedí un sándwich
de pollo del quiosco.

El señor Beach estaba trabajando en un macizo de flores en el jardín delantero


cuando llegué. Me recordó a Santa Claus con atuendo de verano, vestido con
pantalones marrones y una camisa polo azul. La misma barba blanca y tupida y
cabello y una barriga que parecía haberse beneficiado de una buena cocina a lo
largo de los años.

Escaneé el macizo de flores, lleno de plantas perennes vibrantes que


aparecieron con color: púrpura, rosa y amarillo.

—Sus flores se ven hermosas.

Él sonrió.

—Dorothy siempre fue quisquillosa sobre sus flores. Pasaba horas podando las
flores marchitas de las plantas para que siguieran floreciendo. Supongo que no
quiero decepcionarla. —Señaló al cielo—. Podría desquitarse conmigo cuando
llegue allí.

Miré instintivamente al cielo. Si tuviera un padre, me hubiera gustado que


fuera como el señor Beach. Sentí pena por él porque sus dos hijos no vivían más
cerca. Ambos vivían fuera del estado y aunque lo habían invitado para que viviera
con ellos, rechazó sus ofertas.

—Nací en esta ciudad y moriré en esta ciudad —dijo.

Lo seguí al interior de la cocina azul turquesa, y me sirvió una limonada fría.

Tomé un sorbo.

—Gracias. ¡Está deliciosa!

—La hice yo mismo. Tal como solía hacerla Dorothy. ¿Ves ese exprimidor de
limón metálico en el mostrador?

Miré en la dirección que él señalaba. 122


—Lo obtuve como un regalo de bodas de mi madre. Ella nos dijo que cuando
la vida te dé limones, haz limonada. Hemos hecho mucha limonada a lo largo de
los años, Dorothy y yo.

—La extraña mucho, ¿no?

—¡No tienes idea! —Sacó una silla, se sentó y me invitó a hacer lo mismo.

Después de escuchar la historia del Sr. Beach, la limonada sabía aún más dulce.
Me preguntaba si Eric me amaría así algún día. Levanté mi vaso para hacer un
brindis.

—En honor a Dorothy y a la vida que compartieron en esta hermosa casa


grande. Que encontremos una nueva generación para que sea su hogar y la valoren
tanto como este.

Tintineamos nuestros vasos y el Sr. Beach sacó un pañuelo de algodón blanco


del bolsillo de su pantalón y se sonó la nariz. Era el único hombre que conocía que
todavía usaba pañuelos de algodón.

—Entonces, ¿cuánto tiempo crees que tomará venderla? —Se reclinó en su


silla.

Abrí mi cuaderno y saqué un bolígrafo.


—El mercado está bien ahora. Las casas de menos de trescientos mil se venden
rápidamente. No anticipo ningún problema. Esta es una de los mejores casa
coloniales de ladrillos en el vecindario y la ha cuidado muy bien durante años.
Además, tiene mucho atractivo exterior.

Asintió.

—¿Tienes idea de si la casa que mostraste hace unos meses todavía está
disponible?

Sacudí mi cabeza.

—No, pero hay otra igual en la calle. Para estrenar. Acaban de terminar de
instalar el piso. Déjeme enseñársela.

Saqué mi iPad de mi bolso y me incliné hacia señor Beach para poder mostrarle
las fotos.

—Realmente me gustan los pisos y gabinetes de madera oscura.


123
—¿Y cuánto costará agregar la terraza acristalada como había en el otro lugar?

—Unos cuarenta mil adicionales.

—¿Y podrían agregar eso a esta casa?

—Sí, o podría construir lo que quiera desde cero. Elegir el piso, gabinetes,
accesorios. Todo.

Él agitó su mano.

—Eso es demasiado problema.

—Me gustaría mostrarle la propiedad. ¿Cuándo estará libre?

—Bueno, juego golf los miércoles y viernes. A veces los sábados. Pero
generalmente termino a la una y puede ir en cualquier momento los otros días.

Revisé el calendario en mi teléfono.

—¿Qué tal mañana a las tres?

—Funciona para mí.

—Mientras tanto, comenzaré los trámites para poner esta casa en el mercado.
Después de terminar nuestra limonada y resolver los detalles de venta, seguí al
señor Beach afuera.

—Gracias por ponerse en contacto conmigo de nuevo. —Le estreché la


mano—. Le conseguiré el mejor precio que pueda.

Cuando me metí en el auto para conducir a casa, el señor Beach volvió a la


jardinería. Sonreí. Dorothy estaría feliz.

Había olvidado enviarle un mensaje de texto a Eric para decirle que tenía una
cita tardía, así que cuando revisé mis mensajes de texto antes de encender el auto,
había varios de él.

¿Dónde estás?

Revisé el GPS. ¿La casa de quién?

Preocupado. Envía un mensaje de texto tan pronto como recibas esto.

Suspiré. Por un lado, deseé que no se preocupara por mí tanto. Por otro lado, 124
fue genial que le importara y cuidara de mi bienestar. Escribí:

Tenía una cita tardía. Lamento no haberte enviado un mensaje de texto.


Dirigiéndome a casa ahora.

De acuerdo. Vi que estabas en una casa fuera de la ciudad.

Respondí.

Sí. ¡Nos vemos pronto!

Encendí el auto y continué escuchando el audiolibro que Eric me había


comprado.

—Quiero que tu viaje sea lo menos doloroso posible. —Había dicho.

Una hora y media después, me detuve en el camino de entrada. Tan pronto


como salí del auto, olí filetes chisporroteando en la parrilla. Caminé hacia la parte
trasera para encontrar a Eric abriendo la tapa de la parrilla y metiendo papas al
horno con un tenedor.

—Huele delicioso —dije—. Y tengo mucha hambre.

Levantó la vista.

—Finalmente, estás en casa.


—Sí, lamento llegar tarde. ¿Pensé que ibas al gimnasio esta noche?

Eric cerró la tapa de la parrilla.

—Iba a hacerlo, pero como no ibas a poder llegar temprano, decidí prepararte
la cena.

Me acerqué y él me besó y abrazó con fuerza durante lo que parecieron horas.

—Además —susurró—. Tengo una sorpresa para ti más tarde.

Me aparté para poder mirarlo a los ojos.

—Sigue así y nunca voy a querer dejarte. —Me reí.

Me atrajo de nuevo.

—Eso es con lo que cuento.

Una botella de vino, filetes, papas al horno y ensalada más tarde, pensé que iba 125
a estallar.

—Estabas hambrienta —dijo Eric.

Le expliqué que me salté el almuerzo, que encontré almendras y el sándwich de


pollo.

—Oh —dijo—. No te vi detenerte por un sándwich de pollo.

Arrugué la nariz.

—¿Qué? ¿Revisas mi ubicación constantemente? Cuando paré por gasolina,


compré un sándwich de pollo.

Supongo que se dio cuenta que estaba un poco molesta.

—Mira, solo me preocupo por ti. Lo reviso durante todo el día para asegurarme
que estás a salvo. He esperado toda mi vida por ti y ahora que te he encontrado,
nunca quiero perderte.

Mi corazón se derritió.

—Gracias, eso es muy dulce. Pero por favor no te preocupes tanto por mí.

Lágrimas se formaron en las esquinas de sus ojos y sentí que estaba flotando en
el aire. ¿Cómo alguien podría amarme tanto como Eric?
Esa noche, después de ducharme, encontré la última sorpresa de Eric en la
cama. Había una nota encima.

Ponte esto. Sube a la cama y extiende las piernas. Estaré ahí.

¿Qué de…? Miré hacia el baño donde Eric se estaba bañando. Levanté el
conjunto de sujetador negro sexy con bragas de cintura alta que se ataban en la
parte delantera y tenían ligas ajustables. También había comprado medias de rejilla
hasta el muslo con puntas de encaje. Supongo que para eso estaban las ligas.
También noté que el set incluía restricciones para las muñecas.

¿Otra de sus fantasías? Me puse el sujetador y las bragas de encaje y me miré en


el espejo. Me sentí como una tonta modelo de Victoria‟s Secret. Escuché que la
ducha se detenía, así que rápidamente me puse las medias de red y las até a las
ligas. Fue entonces cuando noté el par de tacones rojos con púas acomodados en el
suelo. Levanté uno y verifiqué el tamaño. Eran de mi talla. Supongo que se supone que
debo usar estos, también. Me puse los zapatos y me arrastré hasta el centro de la cama
y extendí las piernas, como me había ordenado que hiciera. Segundos después,
salió del baño. 126
—Veo que encontraste mi sorpresa. —Sonaba como un niño pequeño en la
mañana de Navidad.

Alcé mi cabeza.

—Sí. Aunque me siento ridícula en eso.

Se acercó a la cama.

—Eres hermosa. Justo como quería.

—¿Es esta otra de tus fantasías? —pregunté.

Se arrastró encima la cama y comenzó a besarme.

—Te importa si uso las restricciones de muñecas.

Sacudí mi cabeza.

—Pero no apretado.

—No, no apretado. Flojo como anoche.

Se sentó a horcajadas sobre mí y ató mis muñecas a la cama.


—Eres absolutamente hermosa.

—Me siento como una puta al usar esto.

Besó mi brazo, comenzando con mi muñeca y bajando hacia mi hombro.


Luego me susurró al oído.

—Entonces eres mi puta.

Pensé que se estaba entusiasmando mucho con el escenario de juego de roles de


puta, pero no pude resistir las cosas que me estaba haciendo. Si se excitaba al fingir
que yo era su puta, ¿qué daño podría hacer? Lo que él ordenaba, yo lo hacía. E hice
cosas que nunca antes había hecho. Al final de la noche, sabía que habría muchas
noches más en las que me querría así.

—¿Estás dormida? —me susurró al oído.

Bostecé.

—Casi. ¿Por qué? 127


—Gracias por esta noche. Escuchas bien.
Eric y yo habíamos reservado una habitación en el hotel donde se realizaba mi
reunión de preparatoria. Queríamos poder disfrutar y no tener que preocuparnos
por conducir.

Terminé de maquillarme y salí del baño.

—¿Qué piensas? —Giré en círculo mostrando el vestido negro y los tacones


negros con tiras que había comprado.

—Estás estupenda. Casi tan genial como te veías en la lencería que te pusiste
anoche. —Guiñó un ojo. 128
La semana pasada, Eric me había sorprendido con más lencería sexy. Estaba
más cómoda durmiendo en pantalones de chándal y una camiseta, pero usar la
lencería lo hacía feliz, así que lo hice. Cuando abrí nuestra maleta, noté que había
empacado un conjunto de estampado de leopardo que aún no había usado.

Se acercó y me besó.

—Vas a ser la mujer más bella de la sala. —Dio un paso atrás—. Pero falta
algo.

Metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una larga caja blanca con un
lazo de lavanda en la parte superior.

—Creo que esto servirá. —Me entregó la caja.

—Eric, eres imposible. —Desenvolví la caja y me quedé boquiabierta—. Es


absolutamente hermoso. —Removí cuidadosamente el colgante en forma de
corazón con un diamante en el medio.

—Busqué en todos los lugares por el collar adecuado que captura lo que siento
por ti —dijo.

Parecía que estaba a punto de llorar.


—Cuando vi esto, supe que lo había encontrado. El diamante en el medio te
representa y el corazón es mi corazón. Siempre te tendré en mi corazón.

Tomé una respiración profunda. No quería llorar y arruinar mi maquillaje.


Acababa de pasar una hora poniéndolo.

—Eso es lo más hermoso que alguien me ha dicho, Eric. —Lo abracé y nos
besamos.

—Bueno, lo digo en serio. Aquí, déjame ponértelo.

Me di la vuelta y me colocó el collar alrededor del cuello y lo abrochó en la


parte posterior

—Allí. —Plantó besos en mi cuello y el calor se extendió por todo mi cuerpo—.


Un collar hermoso para una mujer hermosa.

Me di la vuelta y nos besamos otra vez. Él quería llevarlo más lejos pero le
había dicho a Jackie que la veríamos a las seis y ya llegábamos diez minutos tarde.
129
Cuando entramos al salón de baile, Jackie corrió y me abrazó.

—Te ves hermosa, Shel. —Dio un paso atrás y me escaneó de pies a cabeza—.
En serio, amiga. Te ves increíble. Tu cabello, tu vestido, tu... oye, ¿es un collar
nuevo? —Se inclinó para mirar más de cerca.

Toqué mi collar y lo levanté un poco para que Jackie pudiera verlo mejor.

—Eric me lo acaba de dar. ¿No es hermoso?

—El diamante que cuelga de tu cuello es dos veces el tamaño del que tengo en
mi dedo. —Jackie se giró hacia Eric—. Es hermoso, Eric.

—No es tan hermoso como la mujer que la lleva puesto.

La mano de Jackie voló a su corazón.

—¡Ahh! Eso es muy dulce, creo que voy a llorar.

—No te atrevas —le dije—. Si comienzas a llorar entonces yo lo haré.

Bruce se acercó con una cerveza en cada mano.

—¿Quién va a llorar?

Jackie agitó la mano.


—Te lo perdiste, cariño. Mira el hermoso collar que Eric le dio a Shelly.

Bruce miró el collar.

—Se parece a uno que obtuve una vez en una caja de Cracker Jack9.

Nos reímos.

Jackie señaló las manos de Bruce.

—¿Me trajiste una cerveza?

Bruce hizo una mueca.

—Uh, ¿querías una?

—Solo pensé que como tenías dos, podrías haber traído una para mí, ya que
eres un marido tan atento.

—Traje dos para no tener que hacer un segundo viaje por un tiempo, pero si 130
quieres una puedes tenerla. —Le entregó una cerveza a Jackie.

Escaneé la habitación.

—¿Dónde está el bar?

Bruce señaló el extremo más alejado del salón de baile y Eric y yo nos
dirigimos en esa dirección.

Tan pronto como escuché su voz, supe que Tommy Fitzgerald estaba detrás de
mí. Me di la vuelta y me encontré con un gran abrazo de oso que casi me derriba.

—Sigues siendo la chica más bonita de la clase —dijo Tommy.

Estaba segura que mi cara estaba roja como el rábano.

—Gracias, Tommy.

Eric se aclaró la garganta.

—Oh, Tommy. Este es mi prometido, Eric. Eric, este es Tommy Fitzgerald.

Se dieron la mano.

9
Cracker Jack: Marca estadounidense de bocadillos que consiste en palomitas de maíz y maní con
sabor a melaza, cubiertas de caramelo, bien conocidas por estar empacadas con un premio de valor
trivial en su interior.
—Siempre quise tener una cita con Shelly —dijo Tommy—. Pero cada vez que
intentaba reunir el valor para preguntarle, otro tipo me había ganado.

Me reí pero no pude evitar notar que la risa de Eric parecía forzada. Hablamos
unos minutos más antes de alejarnos. Chico, necesitaba un trago. Llevar a Eric a mi
reunión de preparatoria fue estresante. Estaba segura que era solo mi imaginación,
pero parecía que todos los ojos estaban puestos en nosotros.

Me preguntaba si vería a Matt. Después de la bienvenida que recibí de Tommy,


estaba un poco nerviosa por ver a Matt. No le había dicho a Eric sobre mi amor de
la preparatoria.

Eric y yo finalmente llegamos al bar. Jeff y Alice estaban en línea frente a


nosotros y los presenté.

—Encantado de conocerte —dijo Eric. Se giró hacia mí—. ¿Es esta la pareja
que pasó la nota y fue atrapada por tu maestro?

—Sí. —Me reí y le expliqué a Jeff y Alice que había compartido esa historia
con Eric.
131
—El viejo señor Billet —dijo Jeff—. Juro que tenía ojos en la parte posterior de
la cabeza.

Se rieron y hablamos un poco más.

Tomé un sorbo de mi gin-tonic y examiné la habitación mientras Eric pagaba al


cantinero. Jackie me había dicho que estábamos sentados en la mesa 30 frente al
escenario.

—¿Quieres ir a nuestra mesa? —le pregunté a Eric.

Eric hizo un gesto con su brazo.

—Tú guías, yo te seguiré.

Estábamos a medio camino al otro lado de la sala cuando volví a escuchar la


voz de Tommy.

—¡Matt! —Me detuve abruptamente y Eric chocó conmigo, derramando un


poco de su bebida sobre su camisa.

Me di la vuelta.

—Oh, lo lamento mucho, Eric.


Saqué un pañuelo de mi bolso y se lo entregué. Cerré mi bolso y miré en
dirección a la voz de Tommy justo a tiempo para verlo abrazar a Matt como me
había abrazado. Aparte de su cabello de sal y pimienta, Matt se veía como lo había
hecho en la preparatoria. Alto, delgado y una sonrisa asesina que ocupaba la mitad
inferior de su cara cincelada.

—¿Shelly? —Eric sonaba desconcertado—. Pensé que íbamos a nuestra mesa.

Eric me había sorprendido mirando a Matt. Tenía la sensación que estaba más
molesto por eso que por haberle derramado algo de su bebida en su camisa.

—Uh, lo lamento. Acabo de ver a alguien que no he visto en mucho tiempo. —


Lideré el camino y caminamos hacia el escenario y encontramos nuestra mesa. Me
deslicé en el asiento al lado de Jackie. Se inclinó y susurró—: ¿Has visto a David?

—Aún no.

—Es aún más guapo de lo que era en la escuela.

David era el ligue estable de Jackie y ella estuvo destruida cuando él lo terminó 132
para salir con alguien que había conocido en la universidad.

—¿Este asiento está ocupado?

No había visto a Tommy Fitzgerald acercarse a la mesa, por lo que su voz


retumbante me sorprendió.

Levanté la vista y sonreí.

—¡Es todo tuyo!

La esposa de Tommy había fallecido hace unos años por cáncer uterino. Ella
era tan ruidosa y adorable como él.

—Entonces, Eric, ¿Shelly te contó sobre la vez que un grupo de nosotros


fuimos a las montañas y nos emborrachamos? Era el día de escapada de los de
último año.

Eric me miró.

—No, no creo que lo haya hecho.

Toqué juguetonamente el brazo de Tommy.

—Estoy segura que Eric no quiere escuchar nada de eso.


—Bueno, fue muy gracioso, mirar cómo te emborrachabas y vomitabas sobre
Matt.

Sacudí mi cabeza, dándome cuenta que Tommy ya estaba borracho.

—No es más divertido que besarte con un árbol que creías que era tu novia —
intervino Jackie—. ¿Recuerdas eso?

Todos nos reímos, excepto Eric. No parecía encontrarlo divertido.

Charlamos durante la cena, reviviendo nuestros días de gloria cuando nuestra


mayor preocupación era despertarnos con un grano el día del baile. Traté de incluir
a Eric en las conversaciones, pero parecía distante.

—Ya vuelvo. —Empujé mi silla—. Voy al baño.

Después de usar el baño, me encontré con Matt en el pasillo.

—¡Shelly! —Sonrió—. ¡Te ves genial! —Me abrazó.


133
—Gracias. Igualmente.

Echó un vistazo a mi dedo anular.

—Escuché que estás comprometida.

Levanté la mano.

—Esa es una gran roca —dijo.

—Bueno, tengo a un gran hombre.

—Y es un hombre afortunado.

Transcurridos unos cinco minutos, escuché la voz de Eric.

—¡Ahí estás! Te estaba buscando por todas partes. —Eric me besó en la mejilla
y me rodeó con el brazo como si dijera: Ella es mía. ¡Retrocede, amigo!

—Solo le estaba diciendo a Shelly lo afortunado que eres —dijo Matt—. No


seas el tonto que yo fui y dejar que esta se te escape.

Sentí mi cara calentarse.

—¡Nunca! —dijo Eric, poniendo su brazo a mi alrededor—. Ella es mía. Para


siempre.
Eric hizo hincapié en ―para siempre‖.

Matt sonrió.

—Fue genial verte, Shel. Y fue un placer conocerte, Eric.

Me alegré cuando terminó la reunión. Me dolía la boca de sonreír tanto. Me


dolían los pies por usar tacones de tiras que agregaban 6 centímetros a altura de un
metro con sesenta y tres centímetros y se sentían como zancos. Y me dolía la
cabeza por beber demasiado alcohol y no suficiente agua.

Eric estaba callado mientras caminábamos de regreso a nuestra habitación de


hotel.

—¿Estás bien? —pregunté.

Él no respondió y me di cuenta que estaba molesto.

Cuando volvimos a la habitación, se desnudó y se fue a la cama. Me duché y


me puse en la lencería sexy que había empacado, pero cuando me metí en la cama, 134
se dio la vuelta.

—Eric, ¿qué pasa? ¿Qué hice?

—¿Realmente tengo que decírtelo?

Estaba estupefacta.

—Sí. Puedo ver que estás molesto, pero no tengo idea de por qué.

Se sentó y se inclinó hacia mí, por lo que su rostro estaba a solo centímetros del
mío.

—Coqueteaste con todos los chicos de ese salón esta noche.

—Oh vamos. No lo hice. Ni siquiera hablé con todos los chicos del salón de
baile. Solo los que...

Me interrumpió.

—Solo con los que tuviste sexo.

—Nunca tuve sexo con Tommy o Matt. Matt y yo nos acercamos, pero nunca
lo hicimos. Además, eso fue hace treinta años.

—Pero apuesto a que te gustaría follarlo, ¿no?


Nunca escuché a Eric decir la palabra con F, así que escucharlo decirlo ahora
me sorprendió. Por un segundo volví a tener trece años y ser la recepcionista de una
de las furias borrachas de mamá, cuando cada otra palabra era ―joder‖. Y, al igual
que cuando era niña, me disculpé por algo que no hice. Cualquier cosa para
mantener la paz y evitar una pelea.

—Lo lamento. No quise molestarte. No lo volveré a hacer.

—¿Lo prometes?

—Sí.

—Bueno. De ahora en adelante cada vez que estemos en reuniones públicas,


voy a calificar tu atención hacia mí. Esta noche, tienes una F. Espero que tu
calificación mejore.

—¿Qué? No hablas en serio, ¿verdad?

—¿Y si lo hago? Dijiste que harías cualquier cosa por mí. —Se recostó y se dio
vuelta. 135
Suspiré. Estaba cansada de pelear por algo tan estúpido. Traté de cambiar de
tema.

—Estoy usando la lencería que me compraste. ¿No quieres ver?

—La vi —murmuró Eric.

Le toqué la espalda y me incliné para que mi boca tocara su el lóbulo de su


oreja.

—¿Te gustó lo que viste? —bromeé

—Estuvo bien.

Besé su cuello.

—¿Solo bien?

Me miró por encima del hombro.

—Mira, Shelly. Estoy cansado. Todo lo que quiero hacer es irme a dormir.

—Pero…

—Dije que no. Por favor, solo déjame en paz.


Me sentí como una puta barata rogando por sexo. Corrí al baño, me quité la
lencería sexy y vomité en el inodoro. Pasé la noche desnuda en el piso de baño.

136
La cabeza me latía a la mañana siguiente cuando Eric me encontró al lado del
baño.

—Debo haber bebido más de lo que pensaba —gemí, volviendo a la cama.

—Pedí el desayuno —dijo secamente—. Debería estar aquí pronto. Mientras


tanto, bebe agua. —Se fue y regresó con un vaso de agua fría.

—Gracias. —Tomé un sorbo de agua—. Lamento lo de anoche.

Se sentó en la cama. 137


—No te preocupes por eso. Era nuestra primera vez en una gran reunión
pública. Serás más sensata la próxima vez.

Todavía no estaba completamente segura de lo que había hecho que constituía


el coqueteo. No pensé que coqueteé con nadie, pero luego no pensé que estaba
borracha y lo estaba.

Hubo un golpe en la puerta.

—Debe ser el servicio de habitaciones. —Eric abrió la puerta y regresó con una
bandeja llena de desayuno.

—¿Crees que estás preparada para sentarte a la mesa a comer? —Colocó la


bandeja sobre la mesa.

Me arrastré fuera de la cama. No recuerdo la última vez que tuve resaca. Han
pasado muchos años. Tal vez mi graduación universitaria.

Eric sacó mi silla y me senté.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste borracho?

—Nunca me emborracho. —Sonaba tenso—. Cuando bebes demasiado pierdes


el control y no me gusta perder el control.
Probé los huevos revueltos y el jamón.

—Esto está delicioso, pero hay mucha comida aquí.

Además de los huevos y el jamón, había papas, tostadas, pasteles, fruta, jugo de
naranja y café.

—Ahora estás criticando mis habilidades para ordenar comida.

Había un filo en su voz. Supongo que todavía estaba molesto por lo de anoche.

Él pinchó sus huevos con su tenedor.

—Deberías estar agradecida que estoy cuidando de ti.

—Oh, lo estoy. Definitivamente lo estoy. Solo decía que hay mucha comida.
Lamento si te molesté. No quise hacerlo. Aprecio todo lo que has hecho por mí.
Eres maravilloso y estaría perdida sin ti.

Sus hombros se relajaron. 138


—¿Hay algún lugar al que quieras ir hoy mientras estamos en la ciudad? —
pregunté.

—Sí —dijo—. Tengo que hacer algunos recados. ¿Crees que puedas pasar
tiempo con Jackie?

—Oh. —Bajé la mirada.

—¿Hay algún problema? —preguntó—. Pensé que te divertirías pasando el día


con ella.

—Oh, me divertiría. Es solo que pensé que íbamos a pasar el día juntos.

Eric cortó un trozo de jamón.

—Mira, para ser honesto, me he sentido culpable por hacerte cancelar la cena
con Jackie la semana pasada para estar conmigo. Pensé que ya que estamos en la
ciudad, ustedes chicas podrían pasar el rato mientras yo hago lo mío.

—A Jackie no le importó que cancelara. Además, quería estar contigo.

Tomó un sorbo de café.


—Lo sé, pero me haría sentir mejor si pasaras tiempo con tu mejor amiga. Creo
que Jackie se ha sentido un poco abandonada. Incluso me regañó anoche por
llevarte lejos.

—Solo estaba bromeando.

—Tal vez, pero creo que había algo de verdad en sus sentimientos. Te recogeré
a las ocho en la casa de Jackie.

Se fue a duchar y yo me arrastré de regreso a la cama. Llamé a Jackie y le


pregunté si podía venir.

—Tengo una idea mejor —dijo—. ¿Qué tal si vamos de compras? No hemos
ido de compras en mucho tiempo y quiero elegir algo nuevo para tu boda.

—Te dije que no gastaras dinero en nada nuevo. Solo iremos al juzgado. No es
la gran cosa.

—Tiene mucha importancia para mí. Además, me dará una excusa para
derrochar dos veces en algo nuevo en un mes. 139
—¿Estás segura que Bruce no se enojará?

—¿A quién le importa? —dijo Jackie—. Lo superará. Tu mejor amiga solo se


casa dos veces.

La última declaración de Jackie me hizo rodar de la risa en la cama.

—¡Gracias!

—¿Por qué?

—Por solo ser tú. —Terminé la llamada con Jackie justo cuando Eric entraba a
la habitación vestido en pantalones de mezclilla y una camisa Oxford blanca de
botones.

—¡Te ves genial! —le dije.

—¡Gracias!

—Llamé a Jackie y decidimos ir de compras.

Asintió.

—De acuerdo. Te recogeré en su casa a las ocho.


Me besó antes de salir por la puerta, pero no antes de tomar el bolso.

Me acosté en la cama otra hora, repitiendo la noche una y otra vez en mi


mente. Bailando con música que había sido popular cuando estaba en la
preparatoria, reconectándome con personas que había conocido desde el jardín de
infantes y que no había visto en años. Fue una noche divertida, hasta que Eric y yo
volvimos a nuestra habitación y me acusó de cosas que nunca haría. Pensé que era
inseguro. Supongo que tendría que hacer un mejor trabajo mostrándole que él era el
indicado para mí.

s
Un par de horas después, Jackie y yo fuimos al centro comercial, visitando
todas nuestras tiendas favoritas. Nos detuvimos para comer algo en el patio de
comidas y encontramos una mesa en la esquina. 140
Recogí un montón de papas fritas y las metí en mi boca.

—No recuerdo la última vez que comí papas fritas. Había olvidado lo bien que
saben.

Jackie sorbió su refresco.

—Por eso te ves tan bien. ¿Cómo no puedes comer papas fritas?

—Es difícil, pero estoy tratando de reducir los carbohidratos.

—Entonces, ¿a Eric le gustó la reunión? —preguntó Jackie.

—Oh, ya sabes cómo es cuando vas a un evento donde solo conoces a un par
de personas.

Jackie asintió con la cabeza.

—Bueno, si no se divirtió, ciertamente es bueno fingiendo.

No estaba lista para contarle a Jackie lo que había sucedido. Todavía estaba
tratando de procesarlo por mí misma.

Después de comer, terminamos en nuestra boutique favorita de todos los


tiempos. La dejamos para el final porque sabíamos que si íbamos allí primero,
gastaríamos todo nuestro dinero. Nunca tuvimos problemas para encontrar algo
que amamos en esta tienda.

Jackie llevó una pieza de lencería.

—¿No es sexy?

Tragué saliva. Era el conjunto de leopardo que había tenido puesto la noche
anterior.

Jackie sacudió la lencería.

—Tu cara está roja. Tienes esto, ¿no?

Asentí.

—Lo sabía. ¿Siempre te pones sexy para Eric?

—Bueno, él los compra para mí.


141
—¿Te compra lencería sexy? Necesito que hable con Bruce. Bruce es tan
romántico como... —Miró por encima de mi hombro—. Como ese tipo pasándose
la mano por los pantalones para reposicionar sus bienes.

Me di la vuelta para ver a quién se refería Jackie y miré a un hombre calvo de


mediana edad que compraba con su esposa, quien se veía como si pudiera ser su
hija.

—Y eso es otra cosa —dijo Jackie.

Me volví para mirarla.

—De ninguna manera llevaría a Bruce cuando fuera a comprar ropa. Odia ir de
compras. Lo llevé una vez cuando comenzamos a salir y nunca lo volví a hacer.
¿Qué hay de Eric? ¿Es un fastidio cuando se trata de ir de compras?

—Scott lo era. Pero no Eric. Le encanta ir de compras conmigo. De hecho, la


semana pasada me llevó de compras y se paró afuera de la sala de espera. Me probé
unos seis vestidos y los modelé para él. Insistió en comprarlos a todos.

—Vaya —dijo Jackie—. Qué tipo tan increíble. Y pensar que casi no hiciste
todo el asunto de las citas en línea.

—Sí, lo sé.
Eran las seis cuando Jackie y yo volvimos a su casa. Bruce estaba cocinando
unas hamburguesas.

—¿Hay suficiente para nosotras? —preguntó Jackie.

—Suficiente —dijo Bruce—. Fui a la tienda y compré más solo en caso. Nick
invitó algunos amigos, así que pensé que haría suficiente para todos.

Le di un codazo a Jackie.

—Mira lo genial que es Bruce.

—Sí, puede que no sea el Sr. Pantalones sexy, pero es considerado.

Eric llegó a la casa de Jackie un poco antes de las ocho. No lo sabía, pero lo
había vigilado a través de la aplicación GPS de mi teléfono. Había pasado todo el
día en una parte sórdida de la ciudad, o al menos su teléfono lo hizo.
Normalmente, nunca prestaba atención a la aplicación. Pero me extrañó cuando
me dijo que tenía planes para el día. Él no era de aquí. Nunca había vivido aquí.
Aparte de Jackie y Bruce, no conocía a nadie en esta ciudad, ni a nadie que yo 142
conociera. Sin embargo, había pasado todo el día haciendo Dios sabe qué.

Eric le entregó a Jackie un colorido arreglo floral en un florero de vidrio.

Ella tomó las flores.

—¿Son para mí?

Eric asintió.

—Es solo un pequeño gesto de agradecimiento por ser tan buena amiga de
Shelly. Sé que ella realmente valora tu amistad, y aprecio que siempre estés ahí para
ella.

Jackie sonrió.

—Gracias, pero no tenías que comprarme flores. Shelly siempre ha estado ahí
para mí también. Eso es lo que hacen las mejores amigas.

En el camino a casa, Eric estaba un poco callado.

—¿Tuviste un día divertido? —pregunté.

—Sí. Hice lo que tenía que hacer.


Debatí si preguntarle qué necesitaba hacer en una de las peores partes de la
ciudad, pero no quería entrar en otra pelea.

—Fue amable de tu parte comprarle flores a Jackie —le dije.

—Bueno, ella es una buena amiga y los buenos amigos deberían ser
recompensados. ¿Te divertiste comprando hoy?

—Sí, Jackie se compró un atuendo para la boda y compré un par de blusas para
el trabajo.

—Tendrás que mostrármelas cuando lleguemos a casa. Tendré que aprobarlas.

Juguetonamente le golpeé el brazo.

—Para. Sabes que no me visto de manera inapropiada para el trabajo.

—No, pero algunas de tus blusas exponen demasiado tus senos. Me pongo
duro solo mirándote.
143
Miré mis senos para ver si la blusa que llevaba puesta exponía demasiado.

—Esa blusa está bien —dijo Eric—. Pero cuando te pongas tus implantes
mamarios, podría ser demasiado ajustado. Entonces te llevaré a comprar ropa
nueva.

Esa noche, modelé las blusas que había comprado.

—Te ves hermosa en ellas —dijo Eric—. Hiciste buenas elecciones. Lo


apruebo.

Me puse el camisón y me fui a la cama. Quince minutos después, Eric se unió a


mí.

—¿Estás dormida? —preguntó.

Abrí los ojos.

—Más o menos.

Él comenzó a besar mi hombro y luego bajó por mi espalda. Me di vuelta para


enfrentarlo.

Levantó un nuevo conjunto de lencería sexy.

—Ponte esto.
—¿Podemos tener sexo una noche sin que me vista como una prostituta? —
pregunté cansadamente.

—Pero pensé que te gustaba el juego de roles.

—Me gusta. Es diferente. Pero no todo el tiempo. A veces solo quiero que me
hagan el amor.

—Pero sabes que no me pongo tan duro cuando no te pones la lencería sexy.

—Te pones lo suficientemente duro —le dije.

Estaba equivocada. Después de pasar lo que pareció una eternidad tratando de


excitarlo, me puse el atuendo, completo con un sombrero de vaquera, botas blancas
y un látigo.

144
A primera hora del lunes por la mañana, el hijo del señor Beach llamó para
decirme que su padre había fallecido. Había sufrido un ataque al corazón mientras
trabajaba en el jardín. Un vecino lo encontró desplomado en la hierba con un
puñado de vainas de semillas derramadas en el suelo junto a él. Al menos estaba
con su amada Dorothy. Ahora podían cultivar juntos.

Estaba tan disgustada que llamé a Jackie.

—Aquí un día, muerto al siguiente. La vida es tan incierta.

—Es por eso que debes ser feliz mientras puedas porque nunca sabes cuándo 145
podría terminar —dijo.

—Me hizo pensar en Eric. Si bien tiene sus peculiaridades, realmente me quiere
y me ama. ¿Qué tengo que perder, excepto el tiempo dedicado a construir una vida
con él?

—Cierto —dijo Jackie—. La vida está llena de incertidumbre. Hay riesgos


involucrados en cualquier relación. Ningún matrimonio es perfecto. Nadie es
perfecto. Pero si se aman, encontrarán una manera de resistir los malos tiempos y
salir más fuertes.

—Gracias, Jackie, por hacerme sentir mejor.

A mediados de semana empecé a ponerme nerviosa por la boda. En dos días


diríamos esa palabra mágica: acepto.

Cuando entré en el salón de belleza de Andre el jueves, él comenzó a tararear


la canción “Here Comes the Bride”.

Me reí y colgué mi bolso y mi chaqueta.

—¿Estás nerviosa por la boda? —preguntó Andre.

—Un poco.
—No lo estés. Serás una novia hermosa. —Él movió los dedos y puso una cara
malvada—. Ahora métete en mi silla. He estado esperando poner mis manos en tu
cabello.

Me senté y él tiró una cubierta alrededor de mi cuello y la cerró en la espalda.


Me esponjó el cabello.

—¿La misma vieja cosa? —Sonaba aburrido—. ¿O eres lo suficientemente


valiente como para probar algo diferente? —dijo con una voz mucho más alegre.

Me mordí el labio inferior. Había estado pensando en la sugerencia de Eric


toda la semana.

—¿Qué tal si me das algunos reflejos rubios?

Andre se llevó la mano a la oreja.

—¿Puedes repetir eso?

Me reí. 146
—Pensé que tal vez era hora de un cambio. ¿Cómo crees que se verían los
reflejos rubios?

Andre estrechó sus dos manos.

—¡Impresionantes! Absolutamente impresionantes.

—Entonces, ¡hagámoslo!

Unas horas después, tomé una selfie y se la envié a Jackie.

¡Me encanta! Envió en un mensaje de texto.

Pensé en enviarle un mensaje de texto a Eric con la foto, pero decidí


sorprenderlo.

Cuando llegué a casa, él estaba tocando su guitarra en el patio. La fogata estaba


encendida y una botella de vino y dos copas de vino estaban sobre la mesa.

Abrí la puerta corrediza de cristal y salí. Eric se veía increíblemente guapo


sentado en frente de la fogata. Las llamas parpadearon, proyectando sombras sobre
su cuerpo.

—Suenas genial.
Eric dejó de tocar y me miró.

—Ah, te hiciste reflejos en el cabello. Estás preciosa. Date vuelta.

Me di la vuelta y luego me acerqué y nos besamos.

Levantó la botella de vino.

—¿Qué tal una copa de vino?

—Eso suena maravilloso.

Bebimos el vino y Eric tocó una canción en la que había estado trabajando. Su
guitarra sonaba mejor que su voz, pero no iba a decirle eso.

Eric bajó la guitarra y se palmeó los muslos.

—Ven aquí.

Me acerqué y me senté en su regazo. Eric me apartó el cabello de la cara. 147


—Te ves tan hermosa con esta luz.

Nos besamos e hicimos el amor allí mismo. No había lencería sexy. Sin
ataduras. Sin juegos de rol. Solo dos cuerpos desnudos entrelazados en éxtasis.
Fueron momentos como este que hicieron que valiera la pena soportar sus
fantasías.

—Te amo —dijo.

—Yo te amo más.

Finalmente fuimos a la cama y nos quedamos profundamente dormidos.


Cuando me desperté por la mañana, me levanté de la cama, no queriendo despertar
a Eric. Jackie y Bruce llegarían al mediodía. Eric había arreglado una limusina para
llevarnos a la corte para la boda y luego al Top of the World10, un restaurante muy
caro a una hora de distancia.

Habíamos decidido posponer la luna de miel hasta el próximo año, ya que


acabábamos de comprar una casa. Eric prometió llevarme a París.

Entré en la cocina y preparé café. Izzy ronroneó, la levanté y le rasqué la


espalda.

10
Top of the World: Se traduce como Cima del mundo.
—Mami se va a casar hoy. ¿Qué piensas sobre eso?

Esta boda sería muy diferente a la primera. Scott y yo nos casamos en la iglesia
a la que asistía su familia y la recepción fue en un hermoso salón de banquetes
cercano.

Después de poner crema en mi café, salí a sentarme en el patio. Eché un


vistazo al pozo de fuego recordando lo maravillosa que había sido la noche
anterior. Entonces noté los tallos marrones en los lirios que crecían al lado del
patio. Recordé lo que el Sr. Beach había dicho sobre podar las flores muertas.

—Tienes que arrancar las cosas muertas para que crezcan las cosas nuevas. —
Me acerqué, arranqué las vainas de semillas y saqué los tallos marrones. Quizás la
vida era igual. Tenías que arrancar las cosas podridas para que brotaran nuevos
brotes.

La puerta se abrió y me sorprendió.

—Lo lamento —dijo Eric—. No quise asustarte.


148
Se acercó y me besó.

—En cinco horas serás mi esposa.

Sonreí.

—Y tú serás mi esposo. Sin embargo, no creo que cambie mucho las cosas.

Eric sacó una silla y se sentó.

—No sé sobre eso. Quiero decir, estamos haciendo un compromiso el uno con
el otro. En este momento, uno de nosotros podría levantarse e irse si quisiera. Una
vez que nos casemos, no será tan fácil. Ambos sabemos lo que es estar casado con
alguien que no te honra y cuida tu corazón. Siempre te cuidaré mientras tú me
cuides a mí. Te lo prometo.

s
Jackie y Bruce llegaron un poco temprano y les dimos un recorrido por la casa.
—No puedo creer que me haya tomado tanto tiempo verla —dijo Jackie—. Es
hermosa. Amo todas las antigüedades.

Sonreí.

—Gracias. ¿Quieres ayudarme a prepararme? Eric y Bruce pueden pasar el rato


en la gran sala.

Jackie me siguió a la habitación y levantó la foto de nosotras.

—Hemos pasado por mucho juntas, ¿no?

Me reí.

—Absolutamente. Y nunca pensé que eso incluiría otra boda.

Levanté mi vestido de novia.

—Es hermoso —dijo Jackie—. Las fotos que enviaste no le hicieron justicia.
149
El vestido crema de longitud media presentaba una superposición transparente
con encaje romántico Chantilly debajo y un corpiño fruncido.

—Gracias. Eric lo escogió.

—De ninguna manera confiaría en que Bruce elija algo por mí. ¡Pero Eric
obviamente tiene buen gusto!

Me senté en el tocador del baño para que Jackie pudiera maquillarme. Podría
hacerlo yo misma, pero ella quería hacerlo. Levantó la base.

—¿Recuerdas la primera vez que usamos maquillaje?

Sonreí.

—Sí. Fue una fiesta de pijamas en tu casa y nos metimos en el cajón de


maquillaje de tu madre. ¡Estaba enojada!

Jackie mezcló la base.

—Éramos toda sombra de ojos azul y lápiz labial rojo rubí.

Nos reímos.

Jackie aplicó el delineador y la sombra de ojos ahumada.


—¿Y cuándo nos afeitamos las piernas por primera vez? Nos cortamos
muchísimo y prácticamente utilizamos una caja entera de vendajes que cubrían
todos los cortes desagradables.

Señalé mi ceja.

—Y luego llevaste la maquinilla de afeitar a tu ceja y te quitaste la mitad.

Jackie se miró en el espejo.

—Y nunca volvió a crecer correctamente. Tengo que colorearlo con lápiz.

Levantó dos labiales.

—¿Qué color? ¿Rojo o pasa?

—Pasa.

Ella aplicó el labial.


150
—Frota tus labios. —Dio un paso atrás y sonrió—. Te ves absolutamente
hermosa, Shel. Ahora por el vestido.

Con cuidado entre en el vestido y tiré hacia arriba. Jackie subió la cremallera y
dio un paso atrás. Me di la vuelta para mirarla. Nunca me había sentido más feliz.

—Estás hermosa —dijo Jackie—. Absolutamente hermosa. Has tenido cierto


brillo desde que conociste a Eric. Es tu turno para tener un ‗felices para siempre‘.

Abrí mucho los ojos y abaniqué mi cara.

—Detente. No me hagas llorar y arruinar mi cara. —Guardé el maquillaje y me


giré hacia Jackie.

—Por mucho tiempo, había mirado a otras parejas y deseado tener lo que
tenían. Bruce y tú llevan casados veinte años y, aunque han tenido dificultades,
siempre lograron salir más fuertes y mejores que antes. Quiero eso. Quiero un
hombre que me quiera y que quiera construir una vida juntos. Y Eric me ha dado
eso.

Ahora podía ver que era Jackie la que tenía ojos llorosos. La abracé.

—Gracias Jack. Por estar aquí, por ser mi mejor amiga desde el jardín de
infantes, por apoyarme siempre, sin importar que.

Nuestro abrazo fue interrumpido por un golpe en la puerta de la habitación.


—¿Ya están listas, chicas? —preguntó Eric—. La limusina está aquí.

Sorbí mi nariz y Jackie me entregó un pañuelo.

—Estaremos allí.

Eric y Bruce nos esperaron en la sala de estar. Tan pronto como entré, Eric se
acercó y se abrazó.

—Te ves preciosa.

—Gracias. Tú, también, te ves muy bien.

Eric llevaba un traje negro a rayas con una camisa blanca y corbata negra.

—¿Estás lista?

Asentí y caminamos de la mano a la limusina.

Nunca antes había estado en una limusina, así que cuando entré y descubrí que 151
Eric había arreglado tenerla abastecida con champán, entremeses y flores, sentí lo
que Cenicienta debió sentir montada en su carruaje de calabaza.

Nos sirvió a cada uno de nosotros un brindis previo a la boda.

—Soy el hombre más afortunado del mundo —dijo.

Cuando llegamos al juzgado, Eric salió primero y luego me ayudó a salir. Se


giró hacia el conductor, quien le entregó un hermoso ramo de girasoles.

—¿Estás lista para convertirte en mi esposa? —Me entregó el ramo y me besó.

—Pero no ordené una flor para ti. Pensé que no íbamos a llevar flores.

—Quería que tuvieras los girasoles. —Me besó y entramos al juzgado tomados
de la mano, junto con Jackie y Bruce.

El juez estaba llegando un poco tarde, así que esperamos en un área de reunión
cerca de la sala del tribunal hasta que fue nuestro turno. Unos diez minutos
después, fuimos convocados.

Eric y yo caminamos lado a lado por el pasillo hacia el juez, un hombre mayor
con cabello blanco y gruesas gafas negras. Jackie y Bruce nos siguieron.

—Hola, soy el juez Thompson. Es genial teneros a los dos aquí hoy. ¿Están
listos para comenzar?
Eric y yo nos miramos y asentimos. No me di cuenta de lo nerviosa que estaría.
Mis palmas estaban sudorosas y mi corazón se aceleró como si estuviera corriendo
por mi vida.

—Estamos reunidos aquí para la boda de Michele Kathryn Post y Eric James
Talbot —dijo el juez Thompson. Él me miró—. ¿Estás aquí, Michele, por tu propia
voluntad, y tienes la intención de casarte con Eric?

—Lo estoy.

El juez Thompson se giró hacia Eric.

—¿Estás, Eric, aquí por tu propia voluntad y tienes la intención de casarte con
Michele?

—Lo estoy.

Hoy celebran uno de los mejores momentos de la vida al unirse en votos


matrimoniales. Por favor repita después de mí.
152
—¿Eric, aceptas a Michele como tu esposa?

Eric me sonrió.

—Acepto.

—¿Prometes amarla, honrarla, apreciarla y protegerla, abandonando a todas las


demás y serle fiel?

—Lo prometo.

Respiré profundamente cuando el juez Thompson se volvió hacia mí.

—¿Y tú, Michele, aceptas a Eric como tu esposo?

—Acepto.

—¿Prometes amarlo, honrarlo, apreciarlo y protegerlo, abandonando a todos


los demás y serle fiel?

—Lo prometo.

El juez esperó que Bruce y Jackie le entregaran los anillos de boda y luego
habló.
—El anillo de bodas es un símbolo de unidad, un círculo ininterrumpido, sin
principio ni fin. Y hoy, Eric y Michele dan y reciben estos anillos como
demostraciones de sus votos para hacer que su vida sea una, trabajar en todo
momento para crear un amor que sea completo e ininterrumpido, y para amar al
otro sin fin.

—Eric, toma este anillo y ponlo en el dedo de Michele y dile tu promesa,


repitiéndome después de mí. ―Este anillo lo doy como un signo de nuestra fe
constante y amor perdurable‖.

Eric me miró mientras hablaba.

—Michele, toma este anillo y colócalo en el dedo de Eric y dile tu promesa,


repitiendo después de mí. ―Este anillo lo doy como un signo de nuestra fe constante
y amor perdurable‖.

Empujé el anillo sobre el dedo de Eric.

—Eric y Michele, que han acordado vivir juntos en matrimonio y han


prometido su amor mutuo a través de estos votos, ahora los declaro marido y
153
mujer. Felicidades, puedes besar a tu novia.

Eric y yo nos besamos y luego abracé a Jackie y Bruce y le agradecí al juez. La


boda fueron los seis minutos más rápidos de mi vida.

Una hora después, llegamos al restaurante Top of the World. En el camino,


nos las arreglamos para tomar dos botellas de champaña y comenzamos una
tercera.

El maître nos llevó a una mesa junto a la ventana. Girasoles en un jarrón de


cristal estaban en el medio. Me giré hacia Eric.

—Has pensado en todo.

Me besó y sacó mi silla. Teníamos una vista panorámica de la extensa ciudad


abajo.

—Apuesto a que esto es hermoso por la noche con todas las luces —dijo
Jackie.

Eric se sentó.

—Lo es. Estuve aquí una vez hace mucho tiempo. Tendremos que volver en
algún momento durante la noche.
Eric había pedido por adelantado nuestra cena de cuatro platos con vino
combinado. Comenzamos con una sopa de brócoli acompañada de un bocadillo de
queso Gruyère. Esto fue seguido por un pequeño bocadillo de pastel de cangrejo y
luego una rica sopa de langosta con curry.

El camarero trajo tazones a la mesa con un generoso montón de suculenta


carne de cola de langosta con aceite de arugula en el fondo del tazón. Vimos cómo
vertía la sopa alrededor de la langosta y luego nos sirvió.

Respiré profundamente, disfrutando los aromas de curry, jerez y crema. Probé


la suave sopa aterciopelada. Gemí.

—Esto es absolutamente increíble.

Toda la cena fue increíble, desde el salmón escocés hasta el lomo de res. Para
cuando el mesero sirvió el plato de queso y pequeños postres, no pensé que podría
comer otro bocado.

Jackie levantó su copa.


154
—¿Qué tal un brindis más?

Todos levantamos nuestras copas.

—Por Eric y Shelly, una pareja increíble con un futuro increíble.

Chocamos suavemente nuestras copas y tomamos un sorbo de vino. Eric se


inclinó y me besó en la mejilla.

—Gracias por incluirnos a Bruce y a mí en la celebración de su boda —dijo


Jackie—. Ha sido increíble.

—Tengo una sorpresa más —dijo Eric.

Lo miré ¿Qué más podría hacer?

Él sonrió.

—Jackie y Bruce regresarán en la limusina en la que entramos. Por favor,


disfruten las bebidas y la comida. —Les entregó una llave—. Aquí está la llave de la
casa. Me aseguré que la habitación de invitados estuviera lista para ustedes. No
quiero que conduzcan a casa. Quédense a pasar la noche.

Se giró hacia mí.


—Tú, mi amor, vendrás conmigo en otra limusina. Nos reservé una noche en
la suite Luna de Miel en Le Grand Hotel.

—Pero no empacamos nada —le dije.

—Tú no lo hiciste pero yo sí. Lo tengo todo cubierto.

Podía sentir las lágrimas y no pude detenerlas. Estaba tan feliz de haber
encontrado a este hombre. Era todo lo que siempre quise y más.

—Me amas más de lo que pensé que alguien podría —susurré.

Eric pasó su pulgar por mi mejilla, limpiando una lágrima.

—No sabes lo feliz que me haces.

—Pasaré el resto de mi vida asegurándome de hacerte feliz —le dije.

¡Era mi caballero blanco y estaba segura que había encontrado mi feliz para
siempre! 155
Después de registrarnos en el hotel, Eric y yo tomamos el elevador hasta el piso
doce donde se encontraba la suite Luna de Miel. Cuando nos acercábamos a las
puertas dobles de nuestra habitación, bajó su bolso de cuero y el bolso de viaje y me
cargó.

—¿Qué estás haciendo? —Me reí.

—Cargándote a través del umbral —dijo, abriendo la puerta y llevándome


adentro. Me colocó en la cama, al lado de dos cisnes hechos de toallas uno frente al
otro rodeados de pétalos de rosas rojas. Rápidamente recuperó las bolsas en el
pasillo. 156
Un hermoso arreglo de girasol estaba colocado en la pequeña mesa en la
esquina junto con una botella de champán en hielo.

—Pensaste en todo —dije.

—Quería hacer que nuestra noche de bodas fuera especial para ti —dijo—. Y
hasta te compré algo especial para ponerte.

Abrió el bolso de viaje y sacó un vestido de baby doll semi-transparente con


una tanga.

—Pero primero, bañémonos juntos. Pedí un baño de burbujas especial y


podemos remojarnos y disfrutar del champán.

Nunca había conocido a un hombre tan romántico como Eric, y no podía creer
que lo hubiera encontrado y que fuera mío.

Observé mientras agregaba burbujas de baño a la bañera grande y la llenaba.


Pétalos de rosa como los de la cama decoraban los azulejos que rodeaban la bañera.
Luego abrió la botella de champán, llenó las dos copas y las colocó en los azulejos.

—¿Lista?

Asentí. Me puse de pie para desvestirme.


—Espera. Déjame hacerlo.

Eric se acercó y me desnudó lentamente, deteniéndose para besar mis senos.


Me temblaba todo el cuerpo y no estaba segura de llegar a la bañera. Lo deseaba
tanto. Sentí como si mi cuerpo fuera a colapsar de tanto deseo. Eric me levantó y
me llevó a la bañera, sumergiéndome en el agua caliente y jabonosa.

—Ah, puro cielo —suspiré.

Eric me entregó una copa de champán y la bebí mientras se desnudaba y se


deslizaba en la bañera, sentado frente a mí. Levantó su copa de champán.

—Por la esposa más bella del mundo. Por toda una vida de amor y risas.

—Y por el esposo más maravilloso en el mundo —dije—. Espero pasar el resto


de mi vida contigo.

Esa noche fue la noche más mágica de todas. Nos sumergimos en la bañera
durante mucho tiempo y después de terminar la botella de champán Eric me secó y
me llevó a la cama. 157
—¿Qué hay del camisón de encaje que me compraste? —susurré.

—Olvídate del camisón esta noche.

Nos quedamos dormidos en los brazos del otro y cuando desperté, todavía
estábamos retorcidos como un pretzel y Eric me estaba mirando.

—Gracias por hacer que la noche anterior fuera tan maravillosa —dije.

—Me alegra que te haya gustado. Desearía que no tuviéramos que ir a casa.

—Yo, también.

Pedimos servicio a la habitación y desayunamos en la cama. Como no


teníamos que estar fuera del hotel hasta el mediodía, aprovechamos el tiempo. Nos
dimos otro baño juntos e hicimos el amor antes de volver a casa en la limusina.

Cuando entramos en la limusina, mi teléfono salió de mi bolso. Eric lo recogió


y miró la pantalla.

—¿Sabías que tienes una llamada perdida?

Sacudí mi cabeza.
—Mi teléfono ha estado actuando raro últimamente. Las llamadas han ido
directamente al correo de voz.

Me entregó el teléfono.

Miré el número. No lo reconocí.

Eric entrecerró los ojos.

—¿Quién te llamó?

Me encogí de hombros.

—Él no dejó un mensaje.

—Entonces, ¿era un hombre?

—No. Quiero decir que no lo sé. Podría haber sido un hombre o podría haber
sido una mujer.
158
—Pero tú dijiste hombre primero —gruñó.

—Lo estaba usando para referirme a ambos sexos. No reconozco el número.

Eric sacudió su dedo hacia mí cuando su rostro se puso rojo furioso y la vena
en el costado de su cuello se hinchó.

—Me estás mintiendo. Estas viendo a alguien a mis espaldas. No hubieras


dicho ―él‖ si no estuvieras segura que era un hombre.

—¡No, Eric, no! ¡Nunca!

Él era como un fósforo que acababa de encenderse, ¡su rabia simplemente


explotó! Nunca lo había visto tan molesto.

—Eso es. Me caso contigo, te trato como a una reina y estás hablando con otro
hombre a mis espaldas. ¿Lo estás follando? Apuesto que lo estás. —Me arrojó una
botella de agua, me incliné a un lado y falló por centímetros.

Mi mano voló a mi pecho.

—Por favor, Eric. Probablemente fue alguien llamando por una propiedad. Te
amo. ¿Cómo puedes acusarme de tal cosa después de anoche y esta mañana?

Movió su rostro tan cerca del mío que nuestras narices casi se tocaron.
—Se supone que debes honrarme y obedecerme.

Mis labios temblaron.

—Nunca prometí obedecerte. Dije amar, honrar, apreciar y proteger.

Tomó mi blusa y me sacudió.

—¡Vas a obedecerme! Juro que si alguna vez te encuentro con otro hombre, los
mataré a los dos.

Tragué fuerte. Me estaba asustando y sentí que me iba a golpear en cualquier


momento.

—Honestamente, Eric. No quiero a nadie más que a ti. Si no te quisiera, no me


habría casado contigo. Lo siento si te molesté. Aquí... —Le di mi teléfono—.
Llama al número. Asegúrate quién está en el otro extremo.

Me arrojó el teléfono.
159
—Déjame en paz. No me mereces.

No pude dejar de temblar. No entendía lo que acababa de pasar. Era como si


Eric se hubiera convertido en alguien completamente distinto. Había visto
vislumbres de su naturaleza celosa la noche de mi reunión de la escuela, lo que
atribuí a la inseguridad provocada por el comportamiento de su ex esposa. Pero
nunca lo había visto actuar así. En un momento era el hombre que conocía y
amaba y al siguiente un extraño que temía. Era como estar con mamá de nuevo.
Solo que en lugar de arrojarme una botella vacía de vodka, fue un teléfono celular.
Con ella, podía escapar a casa de Jackie o encerrarme en mi habitación.
Instintivamente, quería alejarme lo más posible de él. Me acurruqué junto a la
puerta y lloré.

Cuando el conductor de la limusina entró en nuestro camino de entrada y


estacionó, agarré mis cosas. Quería salir corriendo tan pronto como el conductor
abriera la puerta. Estaba avergonzada por el comportamiento de Eric y estaba
segura que el conductor había escuchado todo.

Entré corriendo a la casa y observé desde la ventana cómo la limusina se


alejaba, con Eric adentro.

Seguí repasando el incidente, preguntándome cómo algo tan inocente podría


volverse tan volátil. Llamé y le envié mensajes de texto a Eric varias veces pero no
respondió. Revisé la aplicación en mi teléfono y parecía que estaba en su propiedad
de alquiler. Pensé en conducir a la propiedad y tratar de hablar con él, pero temía
que eso empeorara las cosas. Tal vez solo necesitaba tiempo para calmarse y darse
cuenta de lo ridículas que eran sus acusaciones. Así que en vez de eso me di una
ducha, jugué con Izzy y me fui a la cama.

Al día siguiente, intenté ponerme en contacto con Eric nuevamente, pero


continuó ignorándome. La aplicación mostró que todavía estaba en su propiedad
de alquiler, así que decidí ir allí antes de ir a trabajar.

Me estacioné frente a la casa y caminé hacia la puerta principal. Respiré hondo


y llamé. Nadie respondió. Miré por cada ventana del primer piso pero no vi a
nadie. De hecho, lo único que vi fue una escalera de madera y una caja de
herramientas en medio de una de las habitaciones.

s
160
—¿Estás bien? —preguntó Patty cuando entré en la oficina—. Para acabar de
casarte pareces deprimida.

Odiaba ser tan fácil de leer, pero ciertamente no iba a confiar en Patty.

—No me he sentido muy bien últimamente. —Puse mi bolso en mi escritorio y


recogí mi correo.

—¿Estás tomando vitaminas? —preguntó Patty—. Deberías tomar vitaminas.

Realmente no quería entablar una larga conversación con Patty sobre vitaminas
o cualquier otra cosa, así que entré en una pequeña sala de conferencias para
trabajar.

Aproximadamente una hora después, Patty llamó a la puerta de la sala de


conferencias. La hice un gesto para que entrara.

—Luke Crenshaw ha estado tratando de contactarte sobre una propiedad que


vio. Dijo que ha estado llamando a tu número pero va directamente al correo de
voz.

—Estúpido teléfono no ha funcionado bien —le dije a Patty—. Supongo que


tendré que comprobarlo. ¿Tienes su número?
Patty me entregó un pequeño trozo de papel con su número. Me encontré con
el señor Crenshaw en una reunión de la asociación de constructores hace un
tiempo, y me dijo que estaba buscando una propiedad. Le di mi tarjeta esperando
que me llamara si encontraba algo que le llamara en serio la atención.

Miré el número de teléfono del señor Crenshaw. Era el mismo de la llamada


perdida del día anterior por la que Eric se volvió loco.

Llamé al señor Crenshaw de inmediato.

—Lamento no haber devuelto su llamada, señor Crenshaw. No reconocí el


número y pensé que podría ser el teleoperador que me ha estaba molestando.

—No se preocupe, querida —dijo el señor Crenshaw con voz de abuelo—.


¿Podría ser capaz de reunirme con usted para discutir la venta de mi casa?

—Sí. Absolutamente. ¿Cuándo piensa que sería un buen momento?

—¿Qué tal mañana por la mañana? ¿A las diez?


161
Revisé mi horario.

—A las diez es perfecto.

Tuve problemas para concentrarme y me fui a casa temprano, usando la excusa


de no sentirme bien.

s
Cuando llegué a casa y entré por la puerta, grité. No estaba preparada para
encontrarme cara a cara con Eric.

—¡OhmiDios! Me asustaste.

Eric saltó. No creo que esperara que me sorprendiera verlo. Probablemente


pensó que revisaría la aplicación, pero no la había revisado desde esa mañana, así
que no tenía idea que volvería a casa.

—Eric, lo lamento. No quiero pelear. Te quiero mucho. Por favor, créame que
no estoy hablando con otro hombre. De hecho, me acabo de enterar que la llamada
perdida fue un cliente que ha estado tratando de comunicarse conmigo para vender
su casa. Te quiero. ¿Me perdonarás?

Me tomó en sus brazos y me apretó con fuerza.

—Simplemente no hagas eso de nuevo.

Quería preguntar qué había hecho mal, pero quería mantener la paz más. Crecí
disculpándome con mi madre por cosas que nunca hice. La vida era más fácil de
esa manera. Esto no fue diferente. Quería recuperar a mi caballero blanco, del que
me había enamorado. Esa noche, él regresó y estuve feliz en sus brazos una vez
más.

162
Eric tomó mi mano mientras el cirujano explicaba el procedimiento.

El doctor Curry, calvo y de constitución como un apoyador, recogió el modelo


de senos en su escritorio.

—Haré una incisión muy pequeña en el pliegue inferior del seno. —Señaló el
pliegue debajo del seno—. Insertaré el implante a través de la incisión. Una vez que
esté en posición, lo llenaré con una solución salina estéril. Entonces cerraré la
incisión. Todo esto se realiza bajo anestesia general.

—¿Cuánto dura el procedimiento? —pregunté. 163


El doctor Curry colocó el modelo de pecho en su escritorio.

—Alrededor de una hora.

Eric me apretó la mano.

—¿Cuál es el tiempo de recuperación?

—La mayoría de las mujeres pueden regresar a actividades no extenuantes en


cinco o siete días y a su gama completa de actividades físicas, incluido el ejercicio,
en tres o seis semanas.

Después de discutir el procedimiento durante más de una hora, durante el cual


el doctor Curry respondió a todas nuestras preguntas y compartió fotos de antes y
después de sus pacientes, nos fuimos.

—¿Tienes hambre? —preguntó Eric.

—Un poco. ¿Qué hay de ti?

—Pasamos un restaurante en el camino aquí. Está a un par de cuadras de


distancia. Vamos para allá.

El restaurante parecía un retroceso a los años cincuenta con sus reservados


retro rojos y negros con encimeras laminadas con bandas de metal.
Incluso la camarera parecía haber salido de los años cincuenta. Llevaba un
vestido negro con cuello blanco y un delantal blanco festoneado.

Recuerdo haber visto algunos de los viejos programas de televisión en blanco y


negro populares en los años cincuenta en un canal de clásicos cuando era joven. El
restaurante me recordó esos programas, que parecían seguir las normas sociales que
alentaban a las mujeres a permanecer en el hogar y fuera del lugar de trabajo.
Nunca me gustó cómo los hombres siempre tenían razón y las mujeres, que siempre
usaban vestidos, parecían sumisas.

Nos deslizamos en el reservado y pedimos café mientras mirábamos los menús.

Miré a mi alrededor y noté la máquina de discos anticuada que estaba en la


esquina.

Eric levantó la vista de su menú.

—Espero que la comida sea decente. Estoy hambriento.

Pedimos el especial de sándwich de rosbif y estaba delicioso. Eric incluso 164


ordenó tarta de manzana para el postre.

—¿Solo una mordida? —preguntó.

Levanté la mano.

—No puedo comer otro bocado.

Bebí mi café mientras Eric terminaba su tarta.

Eric se limpió la boca con la servilleta y la dejó sobre la mesa.

—¿Entonces, en qué estás pensando?

No había hablado mucho desde que salí de la oficina del cirujano.

—¿Crees que una copa doble D será demasiado grande?

Sacudió la cabeza.

—De ningún modo. —Sacó su teléfono celular para revisar las fotos que había
tomado durante la sesión de para comprobar el tamaño. Pasó a la foto mía usando
el sostén deportivo con las tallas más grandes que había probado—. Creo que te ves
fenomenal en este tamaño.

—No quiero parecer una stripper.


—No lo harás, cariño —dijo Eric—. Te verás fenomenal. Ya eres hermosa.
Esto solo te hará más bella.

—¿Qué tal el tamaño debajo de eso?

Eric pasó a la foto mía con un tamaño más pequeño.

Señalé la foto.

—Sí, ¿qué hay de ese tamaño?

—También están bien.

—¿Pero no te gustan tanto?

Él guardó su teléfono.

—Me gustan más los más grandes.

Suspiré. 165
—Está bien, iré más grande por ti.

La mesera regresó para llenar nuestras tazas de café.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Eric.

Sonreí. Me preguntaba si lo olvidaría. Era el aniversario de un mes de casados.


Extendió la mano sobre la mesa y me tomó las manos.

—Gracias por cuidar mi corazón, por siempre querer complacerme.

s
Llamé a Jackie más tarde esa noche para contarle sobre la cita. Eric estaba en la
oficina poniéndose al día con algo de trabajo.

—Entonces, ¿realmente vas a hacer eso? —preguntó Jackie—. ¿Por qué es que
siempre queremos lo que no tenemos? Quieres senos más grandes y a mí me
gustarían que los míos sean más pequeños. Es en serio. ¡Mis senos rebotan cuando
corro, y siento que en cualquier momento una de mis chicas se soltará y me
golpeará en el ojo!

Me reí.

—Eres la única persona que conozco que puede describir correr como un
deporte de contacto completo.

—Mañana es jueves. Vamos a reunirnos para tacos como solíamos después del
trabajo. Necesito algo de tiempo para chicas.

—Me parece bien. Tengo un acuerdo a las cuatro y puedo ir después de eso.
Hasta entonces.

Durante el día siguiente, cada vez que usaba el baño, me sorprendía


mirándome al espejo mientras me lavaba las manos, preguntándome qué aspecto
tendría con los senos más grandes. El cirujano me sugirió que probara varios
tamaños para ver con cuál me sentía cómoda antes de tomar la decisión final.

Pedí los sacos de neopreno rellenos de cuentas en dos tamaños. Según la 166
confirmación del pedido, se enviaron hoy, lo que significa que deberían estar en la
puerta de mi casa en dos días. Rellenaría mi sujetador con ambos tamaños y vería
cuál prefería. Esta era una gran decisión para mí y quería asegurarme de tomar la
correcta.

Jackie estaba en su asiento habitual cuando llegué a Tony‘s. Me deslicé a su


lado y pedí una bebida.

—Dios, siento que ha pasado una eternidad desde que tuvimos una noche de
chicas.

Jackie sorbió su ron y Coca-Cola.

—Odio que vivas tan lejos.

—Yo también. Pero me encanta la casa y nunca pensé que diría esto, pero vivir
en una zona boscosa aislada tiene sus ventajas.

—¿Cómo cuáles? —Jackie sonrió.

—Como poder caminar por la casa desnuda y no preocuparte que un vecino te


vea.

—¡Vaya! Shelly. —Jackie se rió—. ¿Caminas mucho por la casa desnuda?


—A veces a Eric le gusta pasar el día desnudo.

Jackie se pellizcó la grasa del estómago.

—¿De verdad? Definitivamente no me siento cómoda haciendo eso incluso si


viviera en el campo.

—Al principio tampoco lo hice, pero me gusta hacer feliz a Eric.

El cantinero deslizó nuestros platos de tacos delante de nosotros.

—¿Algo más?

—No en este momento —dijo Jackie. Él se alejó y ella se giró hacia mí—. Pero
eres feliz, ¿verdad? —Sonaba seria.

—Estoy más feliz de lo que pensé que estaría. ¿Por qué preguntaste?

—Solo quiero asegurarme. Me lo dirías si no fuera así, ¿verdad?


167
—Sí, por supuesto. Quiero decir que no siempre es perfecto. Ningún
matrimonio lo es. Viví sola mucho tiempo y ha sido un ajuste vivir con alguien otra
vez, especialmente cuando estás casada e irse no es una opción.

—¿Nunca has pensado en irte, verdad? —preguntó Jackie.

—No, no. Lo estoy diciendo mal. Solo quería decir que cuando estás casado y
tienes una discusión, necesitas encontrar una manera solucionarlo y seguir
adelante.

Salimos del bar una hora más tarde y cuando llegué a casa estaba lista para
acostarme, pero Eric me estaba esperando. Tan pronto como entré pude ver por la
expresión de su rostro que estaba enojado.

—Ya es hora que llegaras a casa. —Su voz era severa.

—Lo lamento, supongo que se nos pasó el tiempo hablando. Pero no nos
vemos mucho.

—Entonces, ¿preferirías pasar tiempo con Jackie que conmigo?

—No, no dije eso. Es solo que te veo todos los días y a ella no la veo tan a
menudo.

—Soy tu marido. Deberías verme todos los días.


—Pero anoche te dije que me reuniría con Jackie después del trabajo para
tacos.

Tiró la revista que sostenía al suelo.

—Y eso es otra cosa: no me preguntaste si estaba bien. Solo lo decidiste.

—No sabía que necesitaba tu permiso.

—Bueno, hubiera sido agradable si me hubieras preguntado si me importaba.

—Lo lamento, prometo que lo haré la próxima vez.

—Bien.

Se dirigió hacia la habitación de invitados.

—¿A dónde vas?

—Voy a dormir en la habitación de invitados esta noche. 168


—Eric, por favor. Fue solo una noche fuera con Jackie. Lo lamento.

Cerró la puerta de golpe e Izzy se escabulló debajo de la mesa del comedor.

Me duché y me metí en la cama. Sentí el espacio vacío a mi lado. Pensé que


Eric estaba molesto porque me amaba mucho y quería pasar tanto tiempo como
podía conmigo. ¿Por qué seguía metiendo la pata?

s
A la mañana siguiente, se había ido antes que despertara. Busqué una nota,
pero no dejó.

—Bueno, Izzy. Supongo que realmente la cagué.

Durante todo el viaje al trabajo, pensé en lo que podría hacer para compensar a
Eric. Tenía un par de ideas, pero no estaba segura de cuál sería el mejor. Tal vez le
compraría el reloj que quería.

Le envié mensajes de texto cuando llegué a la oficina.


Te extrañé esta mañana.

Te amo.

Él no respondió.

169
Tuve el día más horrible de todos. Además de no tener noticias de Eric, un
acuerdo con el que no esperaba tener problemas había fracasado y otro parecía
encaminarse hacia ese camino. Pero las peores noticias llegaron a media tarde. Uno
de mis compañeros de trabajo que había estado luchando contra el cáncer había
muerto, dejando atrás una esposa amorosa y dos niños pequeños.

Y aquí estaba discutiendo con Eric sobre lo que ahora parecían asuntos
triviales. Mi vida podría terminar mañana. Me esforzaría más por complacerlo.

Cuando entré en el camino de entrada vi el auto de Eric y suspiré aliviada. No


podía creer cuánto lo había extrañado. Estaba trabajando en su oficina y entré. 170
—Sobre anoche —le dije—. Lo lamento. Realmente lo lamento. No volverá a
suceder.

Se levantó.

—Ven acá. —Me abrazó—. Ojalá no me hicieras gritarte. No me gusta gritarte.

—Lo lamento. Intentaré hacerlo mejor. Lo prometo.

Eric sonrió.

—Entonces, ¿cómo estuvo tu día?

—Para nada bien. —Le expliqué sobre el fracaso del contrato y sobre la muerte
de mi compañero de trabajo.

—Lo lamento —dijo Eric—. ¿Quieres ir al gimnasio?

Sacudí mi cabeza.

—Simplemente no me siento con ganas esta noche.

—¿Qué tal si vamos por algo para comer? He estado queriendo probar ese
nuevo restaurante mexicano en la ciudad.
—Suena genial. Déjame refrescarme primero.

Me cambié de ropa y regresé unos minutos después.

—¿Listo?

Eric agarró su bolso de cuero y nos fuimos.

—Me acabo de dar cuenta que no hemos hablado de tu día. ¿Cómo estuvo? —
pregunté de camino al restaurante.

—Muy bien. No me puedo quejar en absoluto.

Quería decirle lo herida que estaba, no había respondido a mis múltiples


mensajes de texto, pero temía otra discusión, así que no dije nada.

Fuimos recibidos por una pared de sombreros mexicanos cuando entramos al


restaurante. El lugar era alegre y brillante, con paredes amarillas, rosadas, azules y
verdes cubiertas con canastas mexicanas brillantes y otros artículos. Nos sentamos
en un reservado. 171
—Amo todos los colores —dije.

Eric miró a su alrededor.

—Definitivamente es colorido. Espero que la comida sea buena.

Un joven se acercó a nuestra mesa. Era muy guapo, alto y delgado con una
sonrisa que estoy segura le costó a sus padres miles de dólares.

—Hola, me llamo Josh. Seré tu mesero esta noche.

—Hola, Josh —dije, notando que llevaba una camiseta de mi alma mater—.
¿Eres estudiante en Penn State?

Él sonrió.

—Sí.

—Yo estudie ahí. ¿Qué año?

—Soy de último año. Soy estudiante de matemáticas enseñando en la


Northeastern High School.

—Buena suerte.
—Gracias.

Ordenamos margaritas y cuando Josh regresó con nuestras bebidas, tomó


nuestro pedido de comida.

Tomé un sorbo de mi margarita mientras mi mente se desplazaba hacia los


pensamientos de mi compañero de trabajo y su familia.

—No puedo creer que Andy haya muerto.

Eric no dijo nada. Pensé que al menos trataría de consolarme. Obviamente


estaba molesta por la muerte de Andy. Josh regresó con nuestras comidas.

—Eso fue rápido —comenté.

—Nuestro objetivo es complacer —dijo Josh mientras deslizaba los platos


frente a nosotros—. Ten cuidado, los platos están calientes. ¿Puedo conseguirte
algo más?

Sonreí. 172
—Creo que estamos bien por ahora. Gracias.

Agregué un poco de salsa de salsa encima de mis enchiladas de pollo. Eric


mordió sus burritos de carne.

—¿Cómo están los burritos? —pregunté, probando mis enchiladas.

—Bien. —No me miró.

—¿Solo bien? —pregunté.

Esta vez me miró.

—Están bien, ¿de acuerdo?

Por el tono de su voz y expresión molesta, me di cuenta que estaba disgustado.

—¿Está todo bien? —le pregunté—. Estás callado.

Apuñaló su burrito con el tenedor.

—Simplemente no tengo ganas de hablar.

Definitivamente estaba irritado, pero no tenía idea de por qué. Tan pronto
como nos subimos al auto, enloqueció. Sus brazos se agitaron y comenzó a gritar.
—¡Cómo te atreves a coquetear con el camarero!

—¿Qué? Solo estaba siendo amable.

Metió las llaves en el encendido.

—Estabas coqueteando con él. Justo en frente de mis ojos.

—Eric, no lo estaba. Llevaba una camiseta de mi alma mater. Solo intentaba


ser amable.

—Bueno, no me pareció así. —Salió a toda velocidad del estacionamiento.

Suspiré. Estaba empezando a sentir que nada de lo que hacía estaba bien.

—Eric, te amo. No estaba coqueteando con el camarero. No quiero a nadie


más que a ti. Además, era solo un niño. Podría haber sido mi hijo.

Golpeó el tablero con el puño y salté en mi asiento.


173
—No volverás a hacer eso.

Me quedé helada. Estaba empezando a sentir como si volviera a tratar con mi


madre alcohólica. Crecí caminando sobre cáscaras de huevo, sin saber cuándo algo
que hice o dije la provocaba. Entonces, traté de ser buena todo el tiempo y, cuando
se volvía loca, me acurrucaba en un rincón y me encerraba en mí misma. O me
escapaba a la casa de Jackie. Fue más fácil de esa manera. Estuve callada el resto
del camino a casa. Eric tampoco dijo nada. Esa noche, dormimos en camas
separadas, nuevamente.

s
Por la mañana, me vestí para el gimnasio. Antes de pelear la noche anterior,
habíamos hecho planes hacer ejercicio juntos por la mañana. No estaba segura si
Eric todavía iría, pero no quería perderme la clase de ciclismo.

Terminé mi batido de proteínas y estaba a punto de salir por la puerta cuando


Eric entró en la cocina.

—¿A dónde crees que vas? —gruñó.


—Uh, al gimnasio.

—Estás equivocada —dijo con firmeza—. No vas a ir al gimnasio vestida así.

Bajé la vista a mi ropa. Tenía shorts negros de ciclismo y una camiseta sin
mangas.

—No entiendo. ¿Qué tiene de malo lo que llevo puesto?

—Pareces una puta esperando que la recojan para tener sexo en la esquina de la
calle. Ponte una camiseta.

—Pero hace mucho calor en la sala de ciclismo —supliqué.

—No discutas conmigo. ¡Hazlo! —Sus dientes se apretaron con ira y fui a
ponerme una camiseta.

Cuando llegamos al gimnasio, fui directamente a la clase de ciclismo dentro y


Eric se dirigió al vestuario para ponerse sus zapatos de ciclismo. Estaba ajustando
mi asiento cuando un hombre que nunca había visto antes se sentó en el asiento 174
frente a mí.

—Disculpa —dijo el hombre—. Mi nombre es Ed. Esta es mi primera clase.


¿Me puede mostrar cómo cambiar la altura del asiento y levantar el manillar?

Mi corazón comenzó a acelerarse. Entre Eric acusándome de coquetear con el


camarero del restaurante mexicano, la noche anterior y vistiéndome
provocativamente para atraer hombres en el gimnasio esta mañana, estaba
aterrorizada de lo que haría si me veía ayudar a Ed. Eché un vistazo a la puerta. No
quería ser grosera. Recordé mi primera clase y cómo me ayudó el instructor.
Desafortunadamente, el instructor aún no había llegado.

—Seguro. —Me acerqué y volví a mirar la puerta—. ¿Ves este botón debajo del
asiento? Solo jala hacia fuera para mover el asiento hacia arriba y hacia abajo. La
silla debe estar paralela al hueso de tu cadera. Por lo general, me paro al lado del
asiento cuando lo ajusto para obtener la altura correcta.

—¿Qué hay de estas otros botones? —preguntó Ed.

Una vez más, miré a la puerta, deseando que llegara el instructor para poder
ayudar a Ed en su lugar.

Respiré hondo y señalé el botón sobre el manillar.


—Este lo mueve de un lado a otro. El que está debajo del manillar lo mueve
hacia arriba y hacia abajo.

—Entendido —dijo Ed.

Estaba demostrando una postura correcta cuando escuché a Eric aclararse la


garganta. Me di la vuelta.

—Oh, Eric. Este es Ed. Ed, este es Eric, mi esposo. —Hice énfasis en esposo.

Ed estrechó la mano de Eric y estoy segura que también notó su cara amarga.

—¿Entonces tenemos un novato esta noche? —El instructor entró por la puerta
y se acercó a nosotros—. Hola, soy Jim. Bienvenido a clase. Veo que Shelly te
ayudó a empezar.

Bajé de la bicicleta.

—Pero estoy más que feliz de dejar que el profesional lo maneje. —Sentí una
oleada de alivio cuando Jim se hizo cargo. 175
Regresé a mi bicicleta y terminé de ajustar mi asiento y el manillar. Le había
guardado a Eric un asiento a mi lado, pero él fue y se sentó al otro lado de la
habitación. Lo miré pero él miraba fijamente hacia la pared.

Eric y yo normalmente hacíamos algo de entrenamiento con pesas después de


la clase de ciclismo, pero él me dijo que nos íbamos a casa.

Tan pronto como nos subimos al auto, comenzó a atacarme.

—Pensé que no ibas a coquetear con más hombres —dijo.

Podía sentir que mi presión sanguínea aumentaba.

—Lo lamento. No estaba coqueteando. Era su primera clase.

—¿Y por qué tuviste que ser tú quien lo ayudó?

—Él me lo pidió.

—Déjame entenderlo —dijo en un tono condescendiente—. ¿Te pidió a ti que


lo ayudaras cuando podría haberle pedido ayuda a una de las hermosas mujeres de
la clase? ¿Por qué elegiría una bestia sobre una belleza?

Mi barbilla tembló. No pude evitar llorar y lloré todo el camino a casa.


s
Durante las siguientes dos semanas, tuve miedo de mirar o hablar con otro
hombre cuando estaba con Eric por temor a que malinterpretara mis acciones.
Tampoco me había encontrado con Jackie para comer tacos en Tony‘s porque no
quería que Eric pensara que Jackie era más importante que él.

Hubo días en que era una belleza y días en que era una bestia. Sentía como si
estuviera caminando sobre hielo delgado y que en cualquier momento iba a caer y
ahogarme. Me puse mucho más ansiosa. Pero cuando Eric me amaba, me amaba
total y completamente. Viví por esos momentos, cuando mi caballero blanco
reapareció.

Era la noche antes de mi cirugía de senos y me duché, pensando en el día


siguiente. Pasé mis manos sobre mis senos. Encajaban perfectamente en las palmas 176
de mis manos. Me imaginé tratando de tomar mis nuevos senos dobles D y
derramándose como un montón de masa de pizza.

Eric estaba en la cama leyendo cuando entré envuelta en una toalla secándome
el cabello. Colocó el libro en la mesita de noche. Hizo un gesto para que me
acercara.

—Déjame verte.

Me acerqué

—Deja caer la toalla.

Solté la toalla.

—Eres la mujer más bella que he conocido. Ven, déjame mostrarte.

—¿No quieres que me ponga lencería sexy?

—No esta noche. Te daré un descanso.

Me acosté a su lado y él apagó la pequeña lámpara de la mesita de noche. Se


volvió hacia mí y besó y acarició todo mi cuerpo. No pude recordar la última vez
que no había sujetado mis muñecas. Se sintió tan bien poder envolver mis brazos
alrededor de él mientras me llevaba tan alto que pensé que moriría.
Después, me acurruqué junto a él y puse mi cabeza sobre su pecho.

—¿Estás nerviosa por lo de mañana? —preguntó Eric.

—Un poco, supongo.

—No lo estés. Estaré allí. Todo estará bien. Te verás genial. Y después que
sanes, te llevaré de compras por algunos sujetadores y ropa nueva.

—Me amas, ¿verdad?

—¿Por qué preguntarías eso después de lo que acabamos de hacer? —Eric besó
la parte superior de mi cabeza.

Dibujé círculos en su pecho con mi dedo índice.

—Creo que quiero decir que todavía me amarías si no me pusieran implantes


mamarios.

Besó mi cabeza otra vez. 177


—Sí, por supuesto. Ya hablamos sobre esto antes. Te amaré de cualquier
manera. Solo creo que te verías mejor teniendo senos más grande. Piensa en la
diversión que tendremos con ellos.

—Dios mío, Eric. No es como si fueran algún tipo de juguete.

—Sí, por supuesto. No quise decir eso así. Y supongo que los disfrutaré más
que tú. Y me encanta que me ames lo suficiente como para hacer esto por mí.
Muestra tu lealtad.

Lealtad parecía una palabra extraña, pero no desafié a Eric. Había dejado de
desafiarlo en cosas con las que hubiera tenido problemas hace meses. Simplemente
no quería entrar en otra pelea. Era más fácil dejarlo ganar y salirse con la suya.
Quería hacerlo feliz. Y aprendí que cuando lo hacía feliz, él me hacía feliz.

En el camino a mi cirugía, Eric preguntó si había algo especial que quisiera.

—Probablemente no comeré mucho hoy —dije.

Se rió entre dientes.

—No estaba hablando sobre después de la cirugía. Estaba hablando sobre la


vida. ¿Hay algo especial que quieras? ¿Cómo un auto nuevo?

Sacudí mi cabeza.
—No, en realidad no. Me gusta mi sedán y solo tiene dos años. ¿Por qué?
¿Estás cansando de tu SUV?

—Más o menos —dijo—. Siempre he querido un BMW.

Conocía a Eric lo suficientemente bien como para saber que si mencionara


algo, lo hubiera estado pensando por un tiempo.

—Son caros, ¿no?

Estacionó en el estacionamiento del centro quirúrgico.

—Sí, pero seguro que sería bueno tener uno. Algo así como tú teniendo senos
más grandes.

Quería decirle que una de las razones, tal vez la razón principal por la que
estaba obteniendo senos más grandes era para lucir mejor para él. Pero no quería
hacer una escena en el medio del estacionamiento ni estresarme antes de la cirugía.
Así que, en cambio, le dije que hablaríamos eso más tarde.
178
Salimos del auto y entramos. Mi teléfono sonó y lo saqué de mi bolso. Era un
mensaje de texto de Jackie.

Pensando en ti. Buena suerte. Llámame luego.

Me registré con la recepcionista, confirmando toda mi información médica. Era


la primera cita del día y la sala de espera estaba vacía. Eric y yo nos sentamos cerca
del televisor de pantalla plana montado en la pared para poder ver las noticias de la
mañana. No esperaba estar tan ansiosa. No podía dejar de sacudir la pierna.

—¿Estás bien? —Eric me rodeó con el brazo.

—Supongo que estoy un poco asustada —le dije, retorciéndome las manos.

Eric tomó mis manos entre las suyas.

—No lo estés. El doctor Curry es el mejor en el negocio. Nunca dejaré que te


pase nada malo.

Salté en mi asiento cuando se abrió la puerta y salió una mujer con uniforme
azul.

—¿Shelly Talbot?

Respiré hondo y me puse de pie.


—¿Puedo ir con ella? —preguntó Eric.

La enfermera asintió.

—Puedes quedarte con ella hasta que vaya a la cirugía.

Eric me ayudó a ponerme la bata rosa de hospital que la enfermera había


dejado junto con un par de medias suaves. Besó mi frente.

—Vas a estar bien. Lo prometo.

Sabía que Eric estaba tratando de tranquilizarme, pero también sabía que cada
cirugía implicaba riesgo. Había leído historias en línea sobre infecciones de
implantes y lo dolorosa que es la recuperación. Tenía miedo de terminar peor que
cuando empecé. No le había dicho a nadie, ni siquiera a Jackie, pero había tenido
una pesadilla de que mis senos se volvían negros y se marchitaban como ciruelas
pasas. Solo quería terminar con la cirugía.

Me alegré que el doctor Curry pudiera colocar el implante sobre el músculo del
pecho. Eso significaba menos dolor y una recuperación más rápida. Eric sostuvo mi 179
mano mientras esperaba, constantemente tranquilizándome. Cuando las
enfermeras vinieron a llevarme al quirófano, me besó.

—Te amo y estaré aquí cuando te despiertes.


Tan pronto como entré a recuperación, sentí como si un elefante estuviera
sentado en mi pecho. Mis senos estaban cubiertos con vendajes de gasa y atados
por un sostén de compresión. Comencé a llorar.

—¿Qué pasa? —dijo Eric, besando mi frente. Había estado sentado junto a mi
cama esperando que despertara.

Mis labios temblaron.

—¿Estás seguro que no voy a parecer una prostituta?

—No, cariño, no. Eres hermosa y ahora serás aún más hermosa.
180
La enfermera se acercó.

—¿Está todo bien?

—Creo que sí —dijo Eric.

—Podría estar un poco confundida —dijo la enfermera—, y todavía sentir los


efectos de la anestesia.

Me sentí atontada. No pude mantener los ojos abiertos. Me dormí otra vez y la
enfermera regresó unos treinta minutos después.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó.

Bostecé.

—Cansada y dolorida.

Revisó mis signos vitales.

—Todo se ve bien. ¿Estás lista para repasar tus instrucciones para ser dada de
alta?
Asentí y escuché mientras ella repasaba mi cuidado postoperatorio. Habló
sobre compresas frías, no ducharme hasta que mis incisiones estuvieran cerradas y
mis suturas fueran removidas, evitando la actividad extenuante y muchas otras
cosas.

—Todo lo que acabo de decir está en esta hoja. Llame al número que figura
abajo si tienes algún problema o pregunta.

—Gracias —dije, sintiendo remordimientos por la cirugía.

Eric tomó el pedazo de papel.

—¿Puedo llevarla a casa?

—Sí —dijo la enfermera—. Traiga su auto hasta la entrada y yo la sacaré en


una silla de ruedas y le ayudaré a subirla al auto.

Eric me ayudó a vestirme y luego se fue a buscar el auto. La enfermera me sacó


en silla de ruedas justo cuando Eric se detenía. Dormí todo el camino a casa y
luego Eric me ayudó a acostarme. Al menos siempre dormía de espaldas, así que 181
no tendría problemas para seguir esas instrucciones.

—Recuerda lo que dijo la enfermera sobre elevar la parte superior de la espalda


y la cabeza —dijo Eric, deslizando otra almohada debajo de mi cuello para
apoyarla—. Conseguiré las bolsas de hielo. ¿Cualquier otra cosa que necesites?

—Tal vez un poco de agua helada. Y una pastilla para el dolor.

Eric regresó con un vaso de agua helada y una de las pastillas para el dolor que
me recetó el médico.

—Intenta descansar un poco y te veré más tarde.

Cuando me desperté dos horas después, había un hermoso jarrón de girasoles


colocado en mi tocador. Me levanté de la cama y me acerqué para ver quién los
había enviado.

¡Pensando en ti! Con amor, Jackie.

Encontré mi teléfono celular y le envié un mensaje de texto.

Acabo de despertarme. Gracias por las hermosas flores. Te llamo cuando me sienta
con ganas.

De acuerdo. Te quiero. Respondió de vuelta.


¡También te quiero!

Eric entró en la habitación.

—¿Estás despierta? ¿Cómo te sientes? —Se acercó y me besó.

—Creo que necesito tomar otra pastilla para el dolor, pero primero quiero
comer algo.

—Hice una olla de sopa de pollo. ¿Quieres un tazón?

—Eso suena delicioso.

Caminé hacia la cocina, deteniéndome en la sala de estar para acariciar a Izzy,


que estaba acurrucada en el sofá.

Saqué una silla de la cocina y me senté mientras Eric me esperaba.

—¿Quieres unas galletas? —preguntó.


182
—Sí por favor.

Probé la sopa.

—Está deliciosa, Eric. Gracias.

Me había tomado un par de semanas libres del trabajo, pero no le dije a nadie
por qué. Me preguntaba si notarían que tenía los senos más grandes cuando
volviera.

No me emocionaba no ser capaz de ducharme hasta que me quitaron las


suturas o no ser capaz de lavar mi cabello durante una semana porque no podía
levantar las manos sobre mi cabeza. Pero hasta entonces me recogería el cabello en
una coleta, con la esperanza de evitar que me molestara.

Durante la semana siguiente, Eric estuvo muy atento. No peleamos en


absoluto, pero no fui a ningún lado, así que no podía acusarme de coquetear con
nadie o elegir estar con alguien más (como Jackie) en lugar de él.

—Realmente me gustó tenerte en casa todo el tiempo —dijo Eric una noche
mientras veíamos una de las viejas películas que había comprado—. He estado
pensando. Gano suficiente dinero para que vivamos. ¿Por qué no dejas de trabajar?

Me giré para mirarlo.

—No —dije con firmeza—. Me gusta mi trabajo.


Tomó su iPad de la mesa de centro.

—Vi este trabajo en línea el otro día y pensé en ti. Solo míralo, ¿por favor?

Encontró el anuncio y me entregó el iPad.

—Asistente administrativa ejecutiva —Leí. Era para una empresa


manufacturera ubicada en la ciudad.

—No tendrías que conducir mucho —dijo Eric—. Sé que no te gusta manejar
por tanto tiempo al trabajo.

Le devolví el iPad.

—No me gusta el viaje al trabajo, pero no estoy lista para hacer un cambio en
este momento. —No estaba de humor para hablar de conseguir un nuevo trabajo y
estaba un poco irritada porque lo había mencionado. ¿No sabía que tenía suficiente
en mi mente?

—Mira, lo lamento —dijo—. La verdad es que me preocupa que conduzcas al 183


trabajo este invierno. Tu auto no tiene tracción en las cuatro ruedas como mi SUV.
Pero podríamos...

—¿Podríamos qué?

—Bueno, solo estaba pensando que no me preocuparía tanto si manejaras mi


SUV. Podríamos cambiar tu coche por un BMW.

Eric había estado hablando de conseguir un BMW durante semanas. Todas las
noches buscaba en línea y me mostraba fotos de los que le gustaban.

—No quiero que te preocupes. Si cambiar mi auto por un BMW y que yo


conduzca tu SUV te hace feliz, lo haré. —Eric me estaba cuidando muy bien y
aprecié su preocupación. Escuché la emoción en su voz cada vez que hablaba sobre
conseguir un BMW. Quería que fuera feliz.

Esa noche, hicimos el amor y fue mejor de lo que pensé, considerando que mis
senos todavía estaban hinchados y mis pezones sensibles. Pero Eric fue gentil y me
complació de otras maneras.

Al día siguiente, Eric y yo fuimos de compras. Nos dirigimos a un


concesionario a unos treinta kilómetros de distancia. Mientras caminábamos por el
estacionamiento mirando los autos, un vendedor se nos acercó.

—¿De vuelta? —le preguntó a Eric.


Miré a Eric.

—¿Has estado aquí antes?

El vendedor se echó a reír.

—Ha estado aquí tantas veces que bromeamos que debería conseguir un trabajo
aquí.

—Uhmm —dije, molesta porque Eric no me lo había dicho.

—¿Todavía estás interesado en el auto que probaste a conducir el otro día? —


preguntó el vendedor.

—Sí. Me gustaría llevar a mi esposa a dar un paseo.

El vendedor le dio las llaves a Eric y ambos nos metimos en el coupé deportivo
negro.

—¿Por qué no me dijiste que habías estado en este concesionario antes? —le 184
pregunté a Eric cuando salió del estacionamiento y se dirigió a la carretera.

—¿Por qué eso importa?

—A mí me importa. Pensé que íbamos a elegir este auto juntos.

—Lo estamos haciendo. Por eso te llevo a una prueba de manejo. ¿Qué opinas
del interior rojo?

Me encogí de hombros.

—Me gusta más el negro.

—¿No puedes ser alguna vez feliz? —gritó—. Estoy comprando un auto para
que no tengas que conducir al trabajo en un auto inseguro este invierno. Estoy
haciendo esto por ti; no por mí.

—Sé que lo estás haciendo por mí y lo aprecio.

—Bueno, no actúas así.

—Lo lamento. Lo aprecio. Te amo. Si te gusta el interior rojo, consíguelo.

—¿Estás segura que te gusta? —preguntó.


—Positivo. Tú eres el que lo conducirá, así que necesitas ser feliz. Si eres feliz
con eso, yo soy feliz.

Salimos en mi auto y volvimos a casa en su nuevo BMW.

185
Odio mis senos. Le envié un mensaje de texto a Jackie.

¿Dónde estás? Respondió el mensaje de texto.

Comprando ropa con Eric. ¿Se parecen a las pelotas de voleibol? Sé honesta.

No. Te ves fabulosa. ¡No te preocupes!

s 186

Me quedé desnuda en el vestuario preparándome para probarme la ropa y


comencé a llorar. Mis senos parecían dos puntas de torpedo soldadas a mi pecho.
Nunca pensé que pensaría esto, pero extrañaba mis senos pequeños. Puede que no
hayan sido mucho, pero al menos eran todos míos.

Logré controlarme y modelé la ropa que Eric había elegido. Me daba un pulgar
arriba o hacia abajo cuando salía del vestidor para mostrárselo. Primero fue un
vestido de suéter negro con cuello en V.

Pulgares abajo.

—Demasiado ajustado.

Falda lápiz negra y blusa blanca. Pulgares hacia arriba.

—Estás preciosa.

Pantalones marrones, blazer y blusa floral. Pulgares hacia arriba.

—Cambia la blusa a un color sólido. Las flores parecen algo que una anciana
usaría.
Siguió y siguió hasta que tuve cinco vestidos, tres pantalones, tres blusas y un
blazer que pasó la prueba de Eric. Obviamente no modelé la lencería, pero Eric
había elegido eso.

—No puedo esperar para verte en la nueva lencería —dijo camino a casa—.
¿Me la modelarás cuando lleguemos a casa?

Realmente no estaba de humor para usar la lencería sexy, pero Eric me había
llevado de compras y compró toda mi ropa, así que era lo menos que podía hacer.

Se sentó en la cama y esperó a que saliera del baño. Me puse cuidadosamente


la lencería que quería que modelara. Era una pieza de encaje negro con partes
recortadas en los senos y en el área inferior.

Me miré en el espejo. Mis senos se veían un poco altos, pero mi cirujano me


había dicho que eso podría durar unos meses hasta que mi cuerpo tuviera la
oportunidad de adaptarse al cambio de tamaño. Me sentí como una estrella porno
preparándose para rodar una nueva película. Shelly, ¿qué has hecho?

Salí de la habitación y me acerqué a Eric. Se puso de pie y miró fijamente, sus


187
ojos se posaron en mis senos.

—Te ves absolutamente hermosa —dijo—. Date vuelta.

Lentamente me di la vuelta para que mi trasero lo mirara. Tocó mi trasero


desnudo a través de la abertura en la parte de atrás.

—Lo único que te haría aún más bella es un implante de glúteos.

Me di la vuelta para mirarlo, sorprendida que hubiera tenido tal pensamiento.

—No hablas en serio, ¿verdad?

Me miró a los ojos.

—Te amo. Eres hermosa tal como eres. Olvida que lo mencioné.

Pero no pude olvidar y sabía que él tampoco lo haría. Si lo mencionaba, lo


había estado pensando. ¡Un maldito implante de glúteos!

Me quedé de pie mientras besaba cada uno de mis senos, bajando hacia el otro
recorte. Estaba feliz que la sensibilidad en mis pezones hubiera regresado. Mi
cuerpo tembló ante su toque y mi deseo por él creció. Minutos después, estaba
desnuda y en la cama. No podía atar mis muñecas a la cabecera porque el doctor
me había indicado que no levantara los brazos por encima de los hombros. Pero no
pareció molestarlo. Estaba disfrutando sus nuevos juguetes.

A la mañana siguiente, Eric preparó el desayuno, pero no eran los huevos y el


tocino habituales. Fue avena.

—Pensé que sería bueno si perdíamos algunos kilos. —Se palmeó el estómago,
que era tan plano como un camino de Texas.

Me serví una taza de café, imaginando que este último movimiento fue dirigido
a mí.

—No creo que tengas que preocuparte por perder peso, Eric. No hay una onza
de grasa en ti.

—Aun así —dijo—. Creo que deberíamos comer más sano. Empezando hoy.

Me senté a la mesa de la cocina y él me sirvió un plato de avena. Lo probé.

—¿Qué piensas? —preguntó Eric, sentándose a mi lado. 188


—Es demasiado insípido. Sería mejor con algo de fruta.

Eric saltó y sacó un plátano del mostrador y lo cortó, poniendo la mitad en mi


tazón y la otra en el suyo.

Le di un mordisco.

—Sí, definitivamente mejor con la fruta.

Levantó una tableta.

—Planeé nuestro menú de cena para la semana. Yo me encargaré de las


compras.

Miré el menú. Estaba lleno de pollo y ensaladas. Él hablaba en serio sobre


nuestra o, más bien, mi pérdida de peso.

—¿Estás nerviosa por volver al trabajo hoy? —preguntó.

—Un poco, supongo. Me preguntaba si te importaría si ceno con Jackie


después del trabajo.

Tomó un sorbo de café.

—Eso estará bien. Solo llega a casa a las nueve.


Me puse los pantalones y la chaqueta para trabajar. Cuando entré, había un
ramo de girasoles en mi escritorio. Abrí la tarjeta.

Pensando en ti. Buena suerte en tu primer día de regreso. Con amor siempre, Eric.

Patty se acercó.

—Ese hombre tuyo debe gastar una fortuna en la floristería.

Sonreí. ¡Sí, y una fortuna con estos implantes!

—Bienvenida de vuelta —dijo Patty, entregándome una carpeta—. Te ves


diferente.

Escaneó mi cuerpo de pies a cabeza.

—No es tu cabello. Es algo más.

Recé para que no notara mis senos más grandes, pero también sabía que era
solo cuestión de tiempo. No puedes esconder que tus senos pasen del tamaño de 189
clementinas a pomelos súper grandes. Solo tenía unos cuantos blazers y abrigos que
ocultaban mi nuevo físico.

Patty se fue y le envié un mensaje de texto a Eric.

¡Gracias por las flores!

Pasé el día poniéndome al día y tuve una cita con los vendedores de una
propiedad anterior a la Guerra Civil al final de la tarde para discutir la reducción
del precio en diez mil dólares. Planeaba encontrarme con Jackie después en Tony‘s.
No era noche de tacos, pero me conformaría con una buena comida de bar.
Después de mirar el menú de la cena de Eric para la semana, parecía que mis días
de comer papas fritas y hamburguesas habían terminado.

s
Jackie me esperaba afuera de Tony‘s y cuando llegué al estacionamiento, se
acercó y me abrazó suavemente.

—Te he extrañado.
—Igualmente.

—Déjame ver.

Aparté los lados de mi chaqueta.

—¡Guau! Son aún más grandes en persona.

—Vamos al baño. Te mostraré.

Jackie me siguió al baño, me quité la chaqueta y me desabotoné la blusa.

—Se ven geniales —dijo Jackie—. Entiendo lo que quieres decir con que están
un poco altos, pero se acomodarán.

Mi barbilla comenzó a temblar y pude sentir las lágrimas saliendo de las


esquinas de mis ojos.

—¿Estás segura que no parezco una puta?


190
—¡Oh, no, Shel, no! Te ves fenomenal. Honestamente. Desearía no haber
estado de vacaciones cuando lo hiciste. Me siento mal por no haber estado allí para
ti.

Me abroché la blusa.

—No lo pienses más. Tenías tus vacaciones planeadas desde hace un año.

Nos dirigimos al bar donde pedimos fajas de pollo y papas fritas y las devoré.
Eric había empacado mi almuerzo y la ensalada y el huevo duro no me habían
llenado.

Jackie y yo pasamos las siguientes tres horas poniéndonos al día. Después de


unos dos tragos, me animé a preguntarle a Jackie algo en lo que había estado
pensando desde que Eric lo mencionó.

—¿Crees que mi trasero está plano?

Jackie se atragantó con el agua que acababa de tomar y le entregué una


servilleta. Ella me miró y dijo muy severamente:

—No. Tu trasero está bien. ¿Por qué?

Me encogí de hombros.
—Pensé que tal vez debería ponerme un implante de glúteos para ir con mi
aumento de senos.

Jackie sacudió la cabeza.

—No. No lo hagas. Eres genial tal como eres.

—Gracias.

—Lo digo en serio —dijo Jackie—. No quieres volverte adicta a la cirugía


estética. Una cirugía solo conducirá a otra y a otra.

—Tienes razón. Olvida que lo mencioné.

Saqué mi celular.

—¡OhmiDios! Ya son las nueve. ¿Dónde se fue el tiempo?

Tenía un mensaje de texto mensaje de Eric.


191
¡¡¡¡¡¡Llegas tarde!!!!!!

Le respondí el mensaje de texto.

Lo lamento. El tiempo voló. Yéndome ahora.

Jackie y yo salimos juntas.

—Gracias por la cena —dijo Jackie—. La próxima vez va por mi cuenta.


Eran casi las diez y media cuando entré en la casa. Eric me siguió a la
habitación.

—Te dejé encontrarte con una amiga para cenar y ¿cómo me pagas? Al llegar
tarde. ¡Casi dos horas tarde!

Su cara parecía una bola de fuego y su temperamento era igual de caliente.

Pensé que estaría enojado porque llegué tarde, pero nunca esperé que estuviera
tan indignado.

—Eric, por favor. —Me acobardé—. No había visto a Jackie en mucho tiempo.
192
Teníamos mucho de qué hablar.

Me miró con sus ojos penetrantes.

—Tal vez no te encontraste con Jackie. Quizás te encontraste con otro hombre.
Eso es. Estás follando a alguien a mis espaldas.

Sacudí mi cabeza.

—No, Eric. Nunca haría eso.

—Pagué los implantes de senos que querías —gritó—. Compré un BMW para
que pudieras tener mi SUV para conducir al trabajo en la nieve. Te compré un
armario lleno de ropa nueva y malditos girasoles, que, por cierto, odio, solo para
hacerte feliz. Pero no hay forma de hacerte feliz. Eres solo una gran decepción.
¡Eres una perra! ¡Una puta! No eres nada. ¡Cero! ¡Nada de nada!

Se me doblaron las rodillas y caí al suelo sollozando, fuera de control. Me


rodeó como un violento tornado destruyendo todo a su paso. Sus ojos brillantes
estaban llenos de rabia y sus fosas nasales se dilataron. Todo mi cuerpo se sacudió.
Temía que me golpeara.

Se detuvo frente a mí y se inclinó. Su rostro estaba tan cerca que olí su aliento a
café rancio y sentí que su calor sofocaba mi rostro. Miré hacia abajo para evitar el
contacto visual y escapar de la mezquindad y el odio que brotaban de sus poros.
—Mírame, perra. Mírame cuando te estoy hablando.

Levanté la mirada, incapaz de hablar. Mis labios temblaron. Me señaló con el


dedo.

—No me has honrado. No has cuidado mi corazón. Lo único que te pedí que
hicieras y ni siquiera puedes hacerlo bien. No vales nada. Siempre arruinas todo.
Nunca haces nada bien. ¿Y quién queda limpiando tu desorden? ¡Yo! Me quedo
recogiendo las piezas. No eres nada, nada, sin mí. Y yo decidiré a dónde vas y a
quién ves. ¿Me entiendes?

Me las arreglé para asentir, sabiendo que si no le daba una señal de que
entendía, la bestia se enojaría y se volvería más violenta. Apuntó con su dedo a su
pecho.

—Soy tu esposo. Me honrarás y me obedecerás. ¿Me has entendido?

Mi voz se quebró cuando le respondí. Volvió a rodearme.

—¿Sabes qué, perra? He decidido que ni siquiera eres un cero. Eres menos de 193
un cero. Te llevaría una eternidad incluso llegar a cero. No, tacha eso. Nunca serás
un cero. No importa cuánto lo intentes, nunca serás un cero. Mírate. Eres
lamentable.

Se acercó, tomó el espejo de mi tocador y lo empujó en mi cara.

—Mírate. Una puta. Tengo una puta por esposa. Debería golpearte ahora
mismo. No, no vales la pena.

Escupió en mi cara y salió de la habitación. Me desplomé en un montón sobre


la alfombra, sollozando en las fibras. Desearía estar muerta. En ese momento, lo
odiaba, pero me odiaba más por ser tan débil. Durante semanas, había estado
lidiando con su personalidad de Jekyll y Hyde. En un momento me adoraba, al
siguiente no valía nada. Pero había alcanzado un nuevo mínimo. Escuché la puerta
del garaje subir y bajar. Él se había ido. Estaba a salvo, por ahora. Aun así, no pude
moverme. Era como si me hubieran encadenado al suelo. Bien podría haberlo
estado. Era su prisionera. Un cero. Indigna de su amor. No merecía ser su esposa.

Había soportado lo que pareció una hora de sus gritos y la migraña resultante
me paralizó. Me las arreglé para pararme pero mis piernas se sentían tan débiles
como mi corazón roto. Me tambaleé al botiquín y arrojé dos pastillas en mi boca.
Abrí el grifo y llené mi mano ahuecada con agua. Bebí el agua y volví a llenar mi
mano ahuecada. Me miré al espejo y ya no reconocí a la mujer que me devolvía la
mirada. Solía ser hermosa. Solía ser extrovertida. Solía ser más que un cero.
Me las arreglé para caminar por el pasillo hasta su oficina, donde guardaba su
bolso de cuero. Los acontecimientos de la noche se habían vuelto tan feos que
pensé que tal vez estaba tomando algún tipo de droga. Tal vez eso es lo que había
en su bolso. Fui a su oficina para ver si lo había dejado.

No se me permitía entrar en la oficina de Eric a menos que él me invitara, así


que me quedé en la puerta y miré. El bolso estaba allí. Sería muy fácil entrar a su
oficina y mirar dentro. Él no estaba en casa. No lo sabría. Levanté el pie para
cruzar la pared imaginaria, pero no pude hacerlo. La línea formada por la alfombra
marrón del pasillo que chocaba contra la alfombra azul de la oficina también podría
haber sido una pared de ladrillos. Como un perro entrenado para aprender sus
límites, temía que cruzar esa línea tuviera terribles consecuencias para mí.

Escuché la puerta del garaje subir. Él estaba en casa. Volví corriendo a mi


habitación y me acurruqué en el suelo, fingiendo estar dormida. Unos minutos
después, lo escuché irse nuevamente. Regresé corriendo a la oficina. El bolso de
cuero marrón se había ido.

194
Tomé mi teléfono celular para contarle todo a Jackie. Cómo había cometido el
mayor error de mi vida. Cómo el hombre de mis sueños se había convertido en el
hombre de mis pesadillas. Cómo mi vida se había convertido en un círculo vicioso
del cielo y el infierno, y más infierno que cielo en estos días. Empecé a marcar el
número y paré. No pude. Me sentí avergonzada y estúpida.

En cambio, fui a la cocina y caminé hacia el bloque de madera que sostenía los
cuchillos. Todo mi cuerpo se sacudió cuando saqué uno y examiné la hoja. Era
brillante y filoso. Por un segundo, consideré cortarme la muñeca. Temblé y dejé
caer el cuchillo.
195
Me sentí como la mayor perdedora y no sabía qué hacer. ¿Cómo podría romper
mis votos? ¿Cómo podría solucionarse esto? ¿Cómo podría estar con un hombre
que encontraba fallas en todo lo que hacía y quién obviamente me odiaba tanto a
pesar de abrazarme por la noche y decirme cuánto me amaba?

Pero no podía dejarlo. Si dejara a Eric, tendría menos que cuando me casé con
él. Usé todos mis ahorros para comprar esta casa. Ni siquiera tenía un auto a mi
nombre. Había regalado mis muebles y la mayoría de las pertenencias de mi casa.
Estaría comenzando de nuevo por completo.

Tenía que hacer que este matrimonio funcionara. Había invertido demasiado y
me iría sin nada.

Tomé el cuchillo y lo volví a meter en el bloque. Izzy me siguió hasta la


habitación, donde lloré hasta quedarme dormida. Me desperté en medio de la
noche y mi corazón se aceleró. Eric estaba de pie al lado de la cama, mirándome.

—¿Estás despierta? —susurró con voz gentil.

—Sí, me asustaste.

—Lo lamento —dijo—. No quise hacerlo.

Me senté.

—Lamento llegar tarde a casa. No había visto a Jackie en mucho tiempo.


Eric me peinó con la palma de la mano.

—Lo sé, cariño. Es solo que cuando te doy una hora para estar en casa y no
estás, creo lo peor.

—Pero tienes la aplicación en tu teléfono —le dije—. Podías ver dónde estaba.

—Pero es posible que hayas olvidado tu teléfono. Podrías haber ido a casa a
tiempo y tenido un accidente. No podría soportar perderte. ¿Lo sabes, verdad? Eres
todo lo que siempre he querido en una mujer. Eres la mujer más hermosa que
conozco.

Se inclinó para besar mi cabeza.

—¿Puedo abrazarte?

—Sí —susurré.

Se arrastró a mi lado.
196
—Odio cuando me haces enojar tanto. No me hagas enojar así de nuevo. No
me gusta lastimarte, lo sabes, ¿verdad?

—Sí.

—Te amo.

No quería decirle que lo amaba, pero sabía que si no lo hacía, podría


provocarlo.

—Yo te amo más.

—Esa es mi amor. Buena niña. Ahora ve a dormir. Te prepararé el desayuno


por la mañana.

Esto se había convertido en mi vida ahora, una puerta giratoria de altibajos,


amor y odio. Los arrebatos locos de Eric crecieron exponencialmente en las
semanas siguientes. Hice todo lo que estaba en mi poder para evitarlos pero a veces
comenzaba conmigo, sin provocación.

Me adoraría, me compraría regalos y me haría el amor increíblemente, y


creería que todo estaba genial y lo siguiente que sabía era que me estaba llamando
una perra desagradecida y que desaparecía durante días a la vez sin comunicación,
solo regresando para comenzar el ciclo nuevamente.
Cuando era una buena chica, como Eric me llamaba, era recompensada.
Cuando me portaba mal, era castigada. Gritaría por horas, luego me ignoraba por
días. Entonces, intenté ser una buena chica todo el tiempo.

A la mañana siguiente, me estaba preparando para el trabajo cuando Eric


entró.

—¿Estás gastando toda tu asignación? —preguntó.

—¿Sí, por qué?

—No te has hecho manicura y pedicura en mucho tiempo.

Eso era cierto. No lo había hecho. Y mentí sobre gastar toda la asignación que
me daba. La verdad era que había estado ahorrando dinero. Poco después de
casarnos, Eric había propuesto vivir de su salario y depositar mis cheques. Tenía
sentido. Ganaba lo suficiente para cubrir nuestros gastos de vivienda y, si
pudiéramos ahorrar lo que ganaba, tendríamos buenos ahorros en unos pocos años.
Parte del acuerdo era que Eric me daría una cantidad fija cada semana, suficiente
para cubrir gasolina, comida y otros imprevistos. Él pagaría por todo lo demás.
197
Las primeras semanas, funcionó bien. Todos los viernes, me entregaba un fajo
de billetes cuando llegaba a casa del trabajo. Pero últimamente, había tenido que
pedirle dinero y no me gusta sentir como si estoy rogando. Sabía que podía sacar
dinero del banco si lo necesitaba, pero no quería hacerlo, porque él enloquecería.
Entonces, una vez más, hice oídos sordos para evitar su ira.

—Simplemente no pensé que fuera necesario —le dije—. Además, no me has


dado dinero en mucho tiempo.

Sacó su billetera.

—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.

Me mordí el labio inferior, pensando si decir lo que estaba en la punta de mi


lengua.

—Pero no debería tener que pedirlo. Ese fue nuestro acuerdo. —Tragué
pesadamente mientras veía que su rostro se contorsionaba y sus fosas nasales se
dilataban—. ¿No fue así? —Me las arreglé para chillar.

Me tiró el dinero.

—Arréglate, Shelly. Empiezas a parecerte a una vieja desaliñada.


Se fue, recogí los billetes y los guardé en mi billetera. Luego llamé para hacer
una cita con mi manicurista.

Cuando entré en la oficina, todas las mujeres vinieron corriendo hacia mí.

—¿Adivina qué hizo Eric? —dijo Patty.

—¿Mi Eric?

Patty asintió.

—Nos envió a cada una de nosotras un arreglo floral.

Mi mano voló a mi pecho.

—¿Lo hizo? —Eric nunca hacía nada a menos que lo beneficiara. Supuse que
este último movimiento era un intento de apuntalar la imagen que otros veían.
Quería ser visto como un esposo amoroso.

Patty me entregó la tarjeta adjunta al arreglo. 198


Gracias por cuidar tan bien a Shelly en el trabajo. Con cariño, Eric Talbot.

—Vaya, eso fue amable.

—También hay uno en tu escritorio —dijo Patty—. Has ganado el premio


gordo con ese hombre, Shelly. Definitivamente es un buen partido.

Sí claro. ¡Si supieras!

Me acerqué a mi escritorio y encontré un hermoso jarrón de cristal lleno de


rosas. Abrí la tarjeta. Pensando en ti, cariño. Con amor, Eric.

Saqué mi teléfono para enviarle un mensaje de texto. Sabía que estaría


esperando saber de mí. Necesitaba adoración como un adicto necesita drogas. Una
parte de mí no quería enviar un mensaje, pero temía que si no lo hacía enfurecería
cuando llegara a casa porque era una perra desagradecida.

Todos aman sus flores. Yo, también. ¡Gracias!

Él respondió el mensaje de texto.

Me alegro. ¡Que tengas un gran día!


s
Ese fin de semana, Eric me sorprendió ordenando un almuerzo de picnic de
Charlotte‘s Place, algo que le había sugerido anteriormente pero que había
descartado abruptamente.

—Pensé que lo recogeríamos e iríamos al parque —explicó—. No tenemos que


comer de inmediato, sin embargo. Podríamos caminar por un sendero o
simplemente observar a la gente.

Sonreí.

—Suena divertido.

Esperé en el auto mientras Eric entraba a Charlotte‘s para recoger el paquete de 199
picnic.

Le envié un mensaje de texto a Jackie.

Eric me lleva al parque. Compró un almuerzo de picnic.

Ella respondió el mensaje de texto.

¡Qué romántico! ¡¡¡¡Ojalá tuviera tu vida!!!!

Quería escribir No, no lo quieres. En cambio, escribí:

¡Te quiero! ¡Hablaré contigo más tarde!

Levanté la mirada después de enviar el mensaje de texto y reconocí a un


hombre de la iglesia que salía del restaurante. Eric estaba justo detrás de él.
Inmediatamente bajé la mirada esperando que el hombre no me viera. No quería
que Eric me acusara de coquetear con él si el hombre se detenía a charlar. A veces,
creía que Eric fabricaba infracciones solo para ver cómo reaccionaría.

Esta no era la verdadero yo. La verdadera yo era extrovertida y habladora, o


solía serlo. Pero lentamente me estaba convirtiendo en un caparazón de mi antiguo
yo. Sabía que estaba sucediendo, pero puse la felicidad de Eric por encima de la
mía. Después de todo, me había casado con él para bien o para mal. Pensé que las
cosas no podrían empeorar mucho, por lo que pronto tenían que mejorar. Al menos
eso esperaba.
200
El clima era inusualmente cálido, por lo que el parque estaba abarrotado para
un día de otoño. Eric recuperó la cesta de picnic del asiento trasero y una manta del
baúl del auto. Encontramos un lugar sombreado debajo de un gran árbol de arce.
Eric extendió la manta sobre la hierba y nos sentamos a mirar los veleros en el lago.

—Deberíamos conseguir un velero —dijo Eric—. Siempre parece que todo el


mundo está divirtiéndose.

—Sabes que no me entusiasma estar en aguas profundas —le dije a Eric.

Desde que era una niña, siempre tenía que poder tocar la piscina o el fondo del 201
lago y tener los hombros y la cabeza expuestos.

—Pero usarías un chaleco salvavidas —dijo Eric—. Y yo cuidaría de ti.

No dije nada. Recordé lo que Eric me había dicho sobre tener miedo a las
profundidades después que casi se ahogara buscando dólares de arena cuando era
niño, pero no lo mencioné por temor a que lo hiciera estallar. Aun así, me
preguntaba qué haría si me zambullía en el agua. ¿Vendría a buscarme?

—Bueno, es algo en lo que pensar —dijo.

Bostecé.

—Dios, estoy cansada.

Eric palmeó la manta.

—Adelante. Acuéstese y toma una siesta.

Me acosté debajo del dosel frondoso que había comenzado a cambiar de color.
Salpicaduras de naranja, rojo y amarillo se fundieron el uno con el otro. Por
supuesto, pequeñas cantidades de estos colores habían estado en las hojas todo el
tiempo, pero no podemos verlas en verano porque están cubiertas por la clorofila
verde. Es curioso cómo me hizo pensar en Eric. ¿Había habido indicios del mal que
acechaba dentro de él, cubierto por la imagen que presentó antes de casarnos?
Ahora era tiempo de que los árboles descansaran y vivieran de la comida que
habían almacenado durante el verano cuando había suficiente luz y agua para la
fotosíntesis. ¿Podría hacer lo mismo? ¿Podría sobrevivir el invierno de mi
matrimonio aferrándome a los días dorados de sol y felicidad que me había
proporcionado mi caballero blanco?

No estaba segura. Cuando tememos, perdemos la libertad. Estaba perdiendo la


mía.

Me quedé dormida unos quince minutos y cuando desperté, encontré a Eric


dormido a mi lado. La luz del sol cruzaba sobre su camisa. Parecía un niño
pequeño, y me preguntaba si lamentaba no haber tenido hijos. Sus hijos habrían
sido hermosos.

Se movió, abrió los ojos y sonrió.

—Me encanta despertar y ver tu hermoso rostro. —Se sentó—. ¿Aun


hambrienta?

—Un poco.
202
Eric se sentó y abrió la caja de picnic de cartón. Estaba lleno de todo tipo de
golosinas. Noté un brownie y lo recogí.

Eric me lo arrebató.

—Eso es mío. No está en tu dieta. Puedes comer pollo, ensalada y fruta. Sin
queso ni pan. También son míos.

Suspiré y abrí la ensalada. Había pasado mucho tiempo desde que me permitió
comer pan y queso en casa. Tomé un sorbo de mi botella de agua con gas.

—Esta fue una gran idea. ¡Gracias!

—¿Tienes ganas de ir a una caminata?

—Sí. Quiero encontrar algunas bellotas para la corona de otoño que estoy
haciendo.

Empacamos el almuerzo de picnic y nos dirigimos a Lakeside Trail. Lo había


caminado antes y sabía que había muchos robles a lo largo de su camino.

El sendero de un par de kilómetros de largo era plano y lo suficientemente


ancho como para que pudiéramos caminar uno al lado del otro. Las ramas y las
hojas crujían bajo nuestros pies y de vez en cuando me detenía y levantaba una
bellota. Había recogido alrededor de una docena cuando Eric se detuvo
abruptamente.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Sus ojos se entrecerraron y me miró.

—Quiero follarte aquí mismo.

—Eric, para. Estamos en un lugar público. ¿Y tienes que ser tan vulgar?

Siempre podía decir cuándo estaba emergiendo el lado oscuro de Eric. Soltaría
la palabra con F, se volvería vulgar y me exigiría ciertas cosas sexualmente. Al
principio, solo pensé que estaba haciendo el juego de rol de un chico malo, pero
con el tiempo me di cuenta que necesitaba alimentar sus desviados deseos sexuales.
Principalmente había seguido sus demandas. Nuevamente, fue más fácil de esa
manera. Pero no iba a tener sexo en un parque público.

Hizo un puchero el resto del camino y para cuando volvimos a la manta, estaba
lista para irme. 203
—¿Por qué siempre tienes que arruinar todo? —dijo—. Hago mucho por ti y
siempre tienes que arruinarlo.

Su voz se hizo cada vez más fuerte hasta que estaba gritando tan fuerte que
todos los que estaban cerca de nosotros se detuvieron y miraron. Sentí que me ardía
la cara y corrí en dirección al auto. Eric no me siguió.

No tenía las llaves para entrar al auto. Intenté la entrada sin llave, pero Eric
aparentemente había cambiado la combinación. Mi corazón se aceleró cuando me
deslicé al lado del auto, esperando que Eric viniera pronto. Todo lo que quería
hacer era irme a casa.

Veinte minutos después, apareció, su rostro retorcido en una máscara de odio.

—Entra al auto. ¡Ahora!

Sus ojos emitieron rayos de odio y sentí mi corazón en mi garganta. Mis ojos se
movieron en todas direcciones, avergonzada que alguien nos viera. Me deslicé en el
auto cuando él tiró la canasta de picnic y la manta en el maletero. Tan pronto como
nos subimos al auto, continuó hablando en voz fuerte. Bueno, fue más como gritar.

—Eres tan desagradecida. He hecho mucho por ti y no has hecho nada por mí.
¡Perra! —Golpeó el tablero con el puño. Me quedé helada, mirando al frente,
tratando de evitar que las lágrimas vinieran. Había sido un día tan hermoso. ¿Por
qué tuvo que terminar así?

—Cuando lleguemos a casa, te someterás a mí —dijo—. Si no.

Eric estacionó el auto en el garaje.

—Entra en la habitación.

—Por favor, Eric, no. Lo lamento. No quise molestarte.

—Cállate, perra. Sal del auto. ¡Ahora!

Salté fuera del auto y corrí hacia la casa. Sabía que si intentaba escapar, Eric
me atraparía. En cambio, me encerré en la habitación y me agaché en la esquina del
armario. Oh, cómo deseaba tener una habitación de pánico.

Él golpeó la puerta de la habitación.

—¡Maldita sea, Shelly! Abre esta jodida puerta. Juro que si no lo abres, la 204
romperé.

Me arrastré hasta la puerta. Sabía que rompería la puerta. Tal vez si la abriera,
podría calmarlo. Me puse de rodillas y abrí la puerta. Atravesó la puerta y me
agarró.

—No me dejarías follarte en el parque, pero voy a follarte en mi propia casa. —


Sus ojos eran rayos gemelos de odio.

Me arrancó la ropa y se forzó sobre mí.

—Por favor, Eric, no. —Me retorcí, tratando de salir de debajo de él.

Me abofeteó y grité. El dolor recorrió mi cuerpo cuando me tomó con fuerza.

Lo odiaba.

Odiaba mi vida.

Me odiaba.
Quería escaparme en medio de la noche, pero temía que Eric se despertara y
me atrapara. En cambio, me acerqué al borde de la cama, me puse de lado para no
mirarlo y empapé mi almohada con lágrimas.

Como una película de terror que perdura mucho después del último cuadro,
reproduje nuestra relación en mi mente, desde el momento en que nos conocimos
hasta este mismo momento. Cerré los ojos, recordando cada detalle. Nuestra
primera conversación. Nuestra primera cena. Nuestro primer beso. La primera vez
que dijo te amo, fue cuando realmente creí que había encontrado a mi alma
gemela, por la que había estado orando, a pesar de lo pronto que había sucedido.
Las flores que enviaba todas las semanas. La forma en que hacía sopa y me cuidaba 205
cuando estaba enferma. El toque de su cuerpo contra el mío y la pasión que sentía.
Y como todo cambió una vez que nos casamos.

No fue todo a la vez, sino poco a poco. Al igual que la arena llevada al mar por
las violentas olas y el viento, no te das cuenta de que la playa se está erosionando
hasta que se va.

Un golpe verbal aquí, otro allá. Demandas crecientes. Control más estricto
enmascarado como preocupación. Luego gritos e insultos. Horror y humillación.

Mirando en retrospectiva, pude ver cómo cada uno de sus movimientos


apretaba los tornillos en la caja en la que me había colocado. Y me sentí mal. Me
sentí atrapada dentro de un ataúd e incapaz de salir. Arañando la tapa, sofocante.
Casi muerta.

Tenía que alejarme de él. No podía soportar el abuso por más tiempo. De
alguna manera necesitaba escapar mientras aún podía.

Enterré mi cara más profundamente en mi almohada y cuando sonó la alarma,


no me moví. Escuché a Eric levantarse y ducharse. Siempre me despertaba después
de terminar, para que pudiera ducharme y prepararme para el trabajo. Mientras
estaba en la ducha, agarré la botella rosa de medicina para un malestar estomacal y
la coloqué en la mesita de noche. Sabía que la vería cuando volviera a la
habitación.
Cerré los ojos y fingí estar dormida.

—Shelly. —Sentí su mano en mi brazo—. Hora de levantarse. ¿Te sientes bien?

—No voy a ir a trabajar —murmuré—. Estoy enferma del estómago.

—¿Puedo traerte algo? —preguntó con una voz súper dulce.

—No. Solo necesito dormir.

Me acarició el cabello y luego se alejó. Su toque me enfermó. ¿Recordó que me


había violado la noche anterior? ¿No sentía remordimiento por lo que había hecho? Me
repugnaba cada ruido que hacía. Abriendo y cerrando el cajón de su cómoda.
Aclarándose la garganta. Poniéndose los pantalones. Sonándose la nariz.

Finalmente, el momento que había estado esperando. El bastardo se había ido.


Después de escuchar que la puerta del garaje subía y bajaba, lo vi salir de la entrada
y dirigirse a sus propiedades. Me había dicho que se había tomado el día libre para
arreglar un grifo con goteras y ocuparse de otros problemas de mantenimiento en
una de sus casas de alquiler. Quería que los inquilinos se alinearan para el semestre 206
de primavera.

Llamé Jackie enseguida y sollocé en el teléfono.

—Shel, no te entiendo. ¿Estás bien?

Me sorbí la nariz.

—Lo lamento. Necesito hablar contigo. Necesito tu ayuda. No sé a quién más


llamar.

—¿Estás en tu casa?

—Sí.

—Estaré ahí.

Me metí a la ducha y conté mi dinero secreto. Quinientos dólares era todo lo


que tenía. Si decidiera correr, eso no me llevaría lejos.

No tenía hambre pero me obligué a comer un poco de cereal. No esperaba que


Jackie llegara por otros veinte minutos, así que salté cuando escuché el timbre. Casi
al mismo tiempo, recibí un mensaje de ella:

Aquí.
Corrí hacia la puerta, la abrí y abracé a Jackie. Sentí como si me estuviera
ahogando y alguien me hubiera tirado una soga. ¡De ninguna manera estaba
soltando esa cuerda! Sollocé en su hombro.

—Shel, está bien. Estoy aquí. Hablemos.

Se las arregló para guiarme al sofá y nos sentamos.

Jackie me entregó la caja de pañuelos en la mesa de centro. Me soné la nariz.

—No estoy segura por dónde empezar.

—¿Qué tal del principio?

Entonces, eso fue lo que hice. Empecé con Antes del Matrimonio. Jackie
estaba familiarizada con el comportamiento de Eric antes del matrimonio, pero
había algunas cosas que no sabía.

—No se me permitió conservar ningún mueble de los que tenía con Scott —
expliqué. 207
—¡OhporDios! —dijo Jackie—. Por eso me diste tu mesa y a Lucy tu
porcelana. Ese imbécil.

—Al principio, todo fue genial. Hizo y dijo todas las cosas correctas. Bueno, ya
sabes. Quiero decir, incluso tú dijiste que era increíble. Y lo era. Hasta que nos
casamos. Fue entonces cuando las cosas se pusieron mal. No fue todo a la vez, sino
poco a poco.

Jackie recogió un cojín y clavó las uñas en ello. Las lágrimas se formaron en las
esquinas de sus ojos y supe que estaba a punto de hacerla enojar aún más.

—Sus celos eran tan extremos que en cualquier reunión social me decía que lo
estaba ignorando y que era una esposa terrible. Tenía que quedarme a su lado e
incluirlo en cualquier conversación que tuviera con alguien más. Cuando estaba en
grupos, toda mi atención tenía que estar en él o solo se enfurecería más adelante.
Calificaría mi ―desempeño‖ y si estuviese atenta a él durante todo el evento, me
haría saber que estaba satisfecho. Si percibía que lo ignoraba en cualquier momento
(incluso durante unos minutos), los gritos y las acusaciones seguirían.

—¿Estaba celoso de mí? ¿Es por eso que dejaste de verme en Tony‘s?

Asentí.
—Sí, le dolió que te eligiera a ti sobre él. Traté de explicar que no fue una
elección, que tenía suficiente tiempo para ustedes dos. Pero él hizo un puchero, y
finalmente cedí. Y eso es todo, siempre cedí. Él estallaría y se volvería loco y yo
sería la que pediría perdón. Cristo, soy una gran perdedora.

Jackie me abrazó.

—No eres una perdedora. Me siento tan mal por no haber estado allí para ti.

—No podrías haberlo sabido. Nadie podía. Solo sabías lo que quería que
vieras, lo que era un gran matrimonio. Pero todo fue una mentira. Y luego, cuando
comenzó a abusar de mí, lo acepté, pensando que mejoraría. Pero anoche... —
Tragué pesadamente—. Anoche me violó.

Jackie golpeó el sofá.

—Ese hijo de puta. Mataré a ese hijo de puta. ¿Dónde está?

—Está haciendo reparaciones en una de sus propiedades de alquiler. Al menos


eso es lo que dijo que iba a hacer, pero ¿quién sabe? 208
—Bueno, no puedes quedarte aquí.

—Pero a donde quiera que vaya me encontrará.

—Puedes ir a la cabaña de mis padres. Nunca le has mencionado la cabaña,


¿verdad?

Sacudí mi cabeza.

—Puedes quedarte allí unos días hasta que resolvamos las cosas. Hagamos las
maletas y vayamos allí ahora. ¿Todavía tienes la aplicación GPS en tu teléfono que
me contaste? Asentí.

—Bórrala.

—No puedo. Si Eric va a revisar mi paradero y ve que he eliminado la


aplicación, se pondrá furioso.

—Entonces, que se vaya a la mierda. No vas a volver con el hombre. ¿A quién


mierda le importa lo que piensa?

Me di cuenta que Jackie estaba furiosa por la cantidad de improperios que


arrojó.
—Pero solo tengo quinientos dólares y no puedo sacar dinero del banco o Eric
también lo sabrá. Comprueba las cuentas bancarias varias veces al día.

—No te preocupes sobre eso —dijo Jackie—. Bruce y yo ayudaremos. Vamos a


alejarte de aquí.

Jackie me ayudó a empacar algunas bolsas. También tomé unas latas de sopa y
una bolsa de pretzels.

—¿Hay algo más que necesites? —preguntó Jackie.

—Me llevo a Izzy. —Fui al sótano para agarrar su caja de viaje mientras Jackie
fue a buscarla. La cargamos en mi auto y seguí a Jackie en mi auto, dejando mi
desastre de una vida detrás.

209
Una sensación de alivio se apoderó de mí cuando salí del camino de entrada.
Sentí como si me hubiera hundido rápidamente en arenas movedizas y alguien
finalmente me hubiera arrojado una soga.

La cabaña estaba a cinco horas de viaje. Jackie y yo nos detuvimos a mitad de


camino para llenar nuestros tanques de gasolina. Me aseguré de pagar en efectivo
porque no quería que Eric pudiera rastrear mi tarjeta de crédito.

Revisé mi teléfono celular para ver cuántos mensajes había recibido. Había
varios.
210
10:00: Espero que te sientas mejor.

11:10: Fuiste una buena chica anoche.

11:15: ¿Por qué no me estás respondiendo? ¿Duermes?

No idiota. ¡Te dejé! Pensé esto para mí misma, pero evité enviarle mensajes de
texto.

Jackie vio que estaba revisando mi teléfono.

—¿Cuántos mensajes?

—Cuatro mensajes y tres mensajes de voz.

—¿Qué te parece comer algo en el restaurante de al lado? —preguntó Jackie.

Asentí. No tenía hambre, pero podía usar una taza de café.

Entramos en el restaurante y nos sentamos en un reservado cerca de la parte de


atrás.

—La última vez que estuve en un restaurante de aspecto retro fue con Eric. —
Suspiré.

—Si quieres comer en otro lugar, podemos —dijo Jackie.


—Está bien.

Se acercó una camarera.

—Hola, damas. —Nos entregó a cada una un menú—. ¿Puedo traerles algo
para beber?

—Me encantaría un café y un vaso de agua —le dije.

Jackie abrió el menú.

—Haz eso dos.

No abrí mi menú.

—¿Has comido algo hoy? —preguntó Jackie.

—No mucho. No puedo comer cuando estoy deprimida.

—Pero tienes que mantener tu fuerza. Los restaurantes tienen buena comida 211
reconfortante. —Miró su menú—. ¿Qué tal sopa de tomate y queso asado? ¿O
macarrones y pastel de carne?

La mesera regresó con vasos de agua y una jarra de café y llenamos nuestras
tazas.

—¿Están listas para ordenar?

Jackie pidió una hamburguesa y papas fritas y me decidí por una taza de sopa
de tomate y queso asado.

Jackie sorbió su café.

—Estaba pensando en todo lo que me dijiste y me siento terrible, fui yo quien


te animó a hacer todo el asunto de las citas en línea. Tal vez si no lo hubiera hecho,
nada de esto habría sucedido.

—Jackie, no es tu culpa. Eric se presentó como el Gran Oz y todos nos


enamoramos. Fue solo después de que nos casamos y que se abrió el telón cuando
salió el verdadero hombre. Lo conocí en un momento de mi vida cuando estaba
sola y rota. No creo haber superado el rechazo que sentí cuando terminó mi
matrimonio con Scott. Si soy sincera, no tenía mucha autoestima.

—Entonces vino Eric, el hombre de tus sueños —dijo Jackie.


—Exactamente. Fui presa fácil. Hizo y dijo todas las cosas correctas. Y el sexo
no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Realmente pensé que era mi
caballero blanco, el alma gemela por la que había estado orando.

Dejé de hablar mientras la camarera volvía a ver si necesitábamos algo.

—Lo que lo hizo aún más difícil es que me trataba como a una reina en público
—continué—. ¿Quién me creería? Todos lo amaban y ellos también pensaban que
había encontrado mi feliz para siempre.

—Sé que yo lo hice —dijo Jackie—. ¿Recuerdas cómo te dije que necesitaba
darle algunos consejos a Bruce?

Asentí.

—Intenté hacer que el matrimonio funcionara, pensando que si hacía lo que él


quería que hiciera, las cosas cambiarían. Pero solo empeoraron.

—Deberías haberme dicho antes.


212
—Quería hacerlo. Me fue difícil admitir que había cometido un error tan
grande, y me preocupaba que la gente no me creyera. Él enviaba flores a todas las
mujeres en el trabajo y escuché durante días qué gran hombre tenía. Si tan solo
hubieran sabido cómo era realmente mi vida.

Llegaron nuestras comidas y comí más de lo que pensaba.

—¿Llamaste a Bruce?

—Lo hice pero entró en su correo de voz. Dejé un mensaje diciéndole que algo
ocurrió y que estaría contigo todo el día. Pronto debería estar en casa, así que lo
llamaré entonces. Pensé que pasaría la noche contigo.

—No tienes que hacer eso. Ya has hecho suficiente.

—Disparates. Ya llamé al trabajo y les dije que necesitaba unos días libres para
ocuparme de algunos asuntos personales.

—Jack, lamento haberte arrastrado a todo este desastre, pero no tenía a nadie
más en quien pudiera confiar.

—Para eso están las mejores amigas. ¿Recuerdas que cuando éramos
adolescentes teníamos una palabra clave secreta?

Sonreí.
—No he pensado en eso en años.

A Jackie y a mí se nos ocurrió una palabra que usaríamos cuando


necesitáramos ayuda. Fue idea de Jackie. Íbamos a nuestra primera fiesta de
preparatoria y ella insistió en que tuviéramos una palabra secreta que si alguna de
nosotras decía en voz alta la otra sabría que algo no estaba bien. Nos decidimos por
la pizza, nuestra comida favorita. Nunca la usé, pero Jackie la usó una vez cuando
un chico se estaba volviendo demasiado amigable y no quería que la dejara sola con
él.

—Deberíamos tener una palabra clave ahora —dijo Jackie—. Por si acaso.

Empujé mi plato a un lado.

—Bueno. ¿Alguna idea de lo que debería ser?

—No puede ser algo que normalmente dirías y, sin embargo, tendría que serlo
para encajar en la conversación. O sentirse natural si lo dices.

—¿Qué hay sobre una oración o frase? —dije—. Como, tal vez, me torcí el 213
tobillo.

—Eso podría funcionar. No te tuerces el tobillo a menudo, ¿verdad?

—No, por eso nunca uso tacones altos, excepto cuando Eric me obligó a
usarlos junto con lencería sexy, que se volvió más atrevida con el tiempo.

—Deberías haberle clavado los tacones en los testículos —dijo Jackie.

—Créeme, lo pensé una o dos veces.

Nos reímos y me di cuenta de lo ridículo que se sentía, considerando el desastre


en el que estaba mi vida. Y, sin embargo, reír fue bueno. Fue un rayo de luz en un
día de lo contrario oscuro y estaba agradecida por Jackie, en quien confiaba con mi
vida.

Terminamos nuestro almuerzo y volvimos a la carretera. Una hora después,


sentí que mi auto se hacía a un lado y escuché un sonido de aleteo. Me estacioné en
el lado de la carretera y Jackie, que no estaba tan lejos de mí, también lo hizo.
Encendí mis luces de emergencia y salí del auto.

¡Maldita sea! Tenía un neumático desinflado.


El neumático desinflado me envió nuevamente al modo de pánico. Comencé a
sudar, imaginando que Eric había descubierto de alguna manera hacia dónde me
dirigía. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

No había arreglado un neumático desinflado desde mi último año de


preparatoria. El señor Little, mi maestro de conducción, solo nos pasaría si
pudiéramos cambiar un neumático pinchado. Entonces lo odiaba y estaba segura
que mi actitud no había cambiado. Mi única gracia salvadora fue que estaba
usando viejos pantalones de mezclilla y una camiseta, así que si mi ropa se
ensuciara, no sería gran cosa.
214
Jackie regresó caminando. Empecé a hiperventilar. Me faltaba el aliento y
sentía que me iba a desmayar.

—Vaya, Shel. —Jackie me estabilizó—. Cálmate. Eric no está aquí. Él no sabe


dónde estás. Inhala lentamente por la nariz y luego exhala lentamente por la boca.
Eso es. Lentamente. Estás bien. Estoy aquí contigo. Estás a salvo.

Hice lo que me ordenó Jackie, respiré por la nariz y luego apreté los labios y
exhalé por el pequeño agujero. Finalmente, mi corazón dejó de latir rápidamente y
pude sentir que mi respiración volvía a la normalidad.

—Eso es —dijo Jackie—. Estás bien. Cambiaremos el neumático y seguiremos


nuestro camino.

Asentí.

—Gracias. —Logré decir—. No sé dónde estaría sin ti.

Jackie y yo abrimos el maletero y sacamos la llanta de repuesto y el gato. Jackie


sacó su teléfono celular y escribió mientras hablaba.

—Cómo. Cambiar. Una. Llanta. Lo encontré. Dice que coloque el gato debajo
del cuadro cerca de la llanta que desea cambiar.

Hice lo que Jackie había instruido.


—Levante el gato hasta que esté apoyando el auto —continuó.

Justo cuando estaba levantando el auto, un hombre conduciendo una


camioneta roja con un estante de armas en la parte trasera se detuvo. Bajó la
ventanilla del pasajero y se inclinó.

—¿Ustedes, señoras, necesitan ayuda?

—¡Eso sería genial! —dijo Jackie—. Si no te importa.

El hombre, que parecía tener más de setenta años, se detuvo frente al auto de
Jackie y regresó a donde estábamos paradas. Llevaba un pantalón de mezclilla
grueso, un overol y una camisa de franela verde y marrón claro.

—¿Por qué, ustedes damas, no dan un paso atrás? Arreglaré esto en poco
tiempo.

Veinte minutos después, el hombre, cuyo nombre supimos era Jerry, tenía
puesto el repuesto.
215
—Eso te aguantará por un rato. —Señaló la rueda pinchada—. Ese ha sido
perforado por un clavo. Sin embargo, debería ser reparable.

Saqué un billete de cincuenta dólares de mi billetera y extendí mi mano.

—Aquí hay algo por las molestias.

Él agitó su mano.

—No fue ninguna molestia, en lo absoluto. Además, no todos los días


encuentro damiselas en apuros a lo largo de la carretera. Valió la pena solo ver sus
caras bonitas.

Regresé los cincuenta a mi billetera y ofrecí mi mano.

—Bueno, gracias, Jerry. Fuiste mi salvador hoy.

Jackie también le dio las gracias.

Vimos a Jerry irse.

—¿Alguna idea de dónde puedo arreglar la llanta desinflada o comprar una


nueva?

—Sé con seguridad que hay un lugar en la ciudad, no lejos de la cabaña. ¿Crees
que puedes cubrir esa distancia conduciendo con el repuesto?
—Bueno, la calcomanía en ella decía que debería estar bien por ochenta
kilómetros y generalmente son conservadores cuando se trata de ese tipo de cosas.
Tenemos alrededor de ochenta kilómetros por recorrer, ¿verdad? Creo que puedo
lograrlo. Vamos a intentarlo. Simplemente no conduciré tan rápido como antes.

Jackie y yo volvimos a la carretera y más o menos una hora más tarde llegué al
taller. El pueblo era tan pequeño que solo tenía un semáforo. Además del taller,
había una pequeña tienda de comestibles y una pequeña pizzería, propiedad de
toda una familia.

Un hombre alto y calvo con barba de chivo, vestido con un overol azul de
mecánica nos atendió.

—Hola, Paul —dije.

Entrecerró los ojos.

—¿Cómo sabías que mi nombre es Paul?

—Está cosido en tu traje. —Sonreí. 216


Paul sintió las costuras en el lado superior izquierdo de su pecho.

—Oh sí. Pensé que tal vez eras uno de esos lectores de la mente.

¡Si solo lo fuera, me habría salvado de casarme con Eric!

—Lamento decepcionarte. No soy una lectora de mente, pero tuve una rueda
pinchada y creo que sé lo que pasó con el neumático. El tipo que cambió la llanta
dijo que tenía un pinchazo por un clavo.

Paul asintió con la cabeza.

—Bueno, lo sabré pronto. Lo comprobaré y arreglaré la llanta de inmediato.

Jackie me tocó el hombro.

—Vayamos a la tienda de comestibles y compremos algunas cosas.

—Buena idea. Necesito leche y café. No puedo vivir sin café.

Jackie y yo fuimos a la tienda de comestibles y me dirigí directamente al café


instantáneo. Jackie fue al deli a conseguir algo de fiambre. También tomé cereal,
leche, un par de latas de sopa y pan. Pensé que las compras, junto con lo que había
traído de casa, me ayudarían durante unos días, lo suficiente como para aclarar mi
mente y descubrir qué quería hacer a continuación.
Sabía una cosa, no iba a volver con Eric. Durante el viaje de cinco horas, tuve
mucho tiempo para pensar en nuestro romance vertiginoso. Mirando en
retrospectiva, no puedo creer lo crédula que fui. Y estúpida.

Me encontré con Jackie en la caja registradora y se rió cuando vio el cereal en


mi carrito de compras.

—No he comido cereal con malvaviscos desde que era una niña.

—Yo tampoco, pero ese cereal siempre fue uno de mis alimentos
reconfortantes. Eric se horrorizaría si viera que lo compré, lo que me hace querer
comprarlo aún más. —Sonreí y estaba feliz que aún pudiera—. Él solo compraba
este cereal alto en fibra que sabía a basura de cartón.

Jackie levantó las baterías.

—Te voy a dar un par de linternas que tengo en mi auto y pensé en comprar
algunas baterías adicionales en caso que las necesites.

Sonreí. 217
—¿Qué es tan divertido?

—Oh nada. Solo recuerdo que te burlaste de Bruce por comprarte linternas
como regalos.

Jackie puso los ojos en blanco.

—Sí, sí, sí. Está bien, hiciste tu punto. Bruce es un buen chico.

—¡Es un gran tipo!

Jackie insistió en pagar los comestibles y cargamos las bolsas en su auto y


regresamos al garaje.

Paul estaba apretando las tuercas cuando nos detuvimos. Se dio la vuelta.

—Debería ser tan bueno como uno nuevo.

—Gracias, Paul. ¿Cuánto te debo?

—Yo pago —dijo Jackie.

—Pero…

Jackie entrecerró los ojos y sentí como si mi madre me estuviera regañando.


La abracé.

—Gracias. No sé qué hubiera hecho sin ti.

218
Cuando salí del camino y giré por el camino de piedra que conducía a la
cabaña, sentí como si hubiera viajado en el tiempo. No había estado en la cabaña
desde que Jackie y yo éramos adolescentes, pero a medida que me acercaba, todo
era tal como lo recordaba.

La estructura de troncos de dos pisos era más casa que cabaña. El padre de
Jackie lo había construido e incluía todas las comodidades modernas.

Estacioné el auto y levantó la mirada hacia la enorme chimenea de piedra y el


amplio porche delantero. Sonreí cuando noté el columpio del porche. Jackie y yo
habíamos pasado muchos días de verano allí. Y las mecedoras todavía estaban una 219
al lado de la otra, donde sus padres se sentaban y nos miraban jugar.

Escuché que la puerta del auto de Jackie se cerró de golpe y me devolvió al


presente. Salí del auto y la seguí a la cabaña.

Entré en la sala de estar y giré en un círculo.

—Todo es como lo recuerdo. —Señalé el sofá y la silla de cuadros marrones—.


Incluso los muebles no han cambiado.

Jackie rió.

—Papá finalmente tuvo que conseguir un nuevo sillón reclinable. Charlie, el


labrador negro que adoptaron hace unos años, saltó sobre él y lo rompió. Déjame
mostrarte el lugar.

Seguí a Jackie a la cocina y luego por el pasillo hasta el baño y las habitaciones.

—¿En qué habitación te gustaría dormir?

Señalé a la que estaba detrás de ella.

—¿Qué tal esa? ¿No dormíamos allí cuando éramos niñas?

Jackie abrió la puerta.


—Claro que sí, y todavía tiene las mismas dos camas individuales. Siempre
dormí en la de la derecha y tú siempre tomaste la izquierda.

Sonreí.

—¿Dormirás aquí conmigo esta noche?

—Por supuesto que sí.

Descargamos el resto de nuestras cosas y Jackie llenó la tetera en la estufa para


hacer café instantáneo.

—¿Vas a estar bien quedándote aquí sola?

—Creo que sí. Me dará el espacio y el tiempo que necesito para pensar. Y
tendré a Izzy para que me haga compañía.

Izzy ya estaba explorando la cabaña y supuse que buscaría algunos lugares para
sentarse.
220
Revisé mi teléfono celular y le mostré a Jackie los últimos mensajes de texto de
Eric. Me di cuenta que se estaba enojando cada vez más. Ya se habría vuelto loco
conmigo si estuviera en casa. Solo de pensar en él volviéndose caballero oscuro con
sus fosas nasales dilatadas y sus ojos brillantes en mi cara me hizo estremecer.

Jackie leyó los textos en voz alta.

¿Dónde estás? Te llamé cuatro veces. ¡¡Respóndeme!!

Me acabo de dar cuenta que borraste el rastreador de tu teléfono.

Llegando temprano a casa. Necesitamos hablar.

Jackie me devolvió el teléfono.

—¡Qué idiota!

Preparamos café instantáneo, salimos y nos sentamos en el columpio del


porche.

—No querías senos más grandes, ¿verdad?

Suspiré.

—Sí y no. No puedo culpar por completo a Eric por eso. Sabes que siempre me
he sentido inferior en ese departamento. Eric me aseguró que me amaba tal como
era, pero sabía que pensaba que me vería mejor con los senos más grandes. Quería
hacerlo feliz, así que lo hice. Solo desearía no haberlo dejado convencerme de que
fueran tan grandes. Sabía que me sentiría incómoda teniendo senos tan grandes, y
lo hago. Mirando en retrospectiva, no puedo creer que lo amaba tanto que estaba
dispuesta a cambiar mi cuerpo por él. ¿Qué tan enfermo es eso?

—No seas tan dura contigo misma —dijo Jackie—. Al menos ahora estás lejos
de él y a salvo.

Tomé un sorbo de mi café.

—Sabes que he esperado toda mi vida por ―el indicado‖. Pensé que Scott era el
indicado, pero no lo era. Cuando apareció Eric, pensé que mi oportunidad de
encontrar el indicado se había ido hace mucho tiempo. Pero allí estaba, todo lo que
quería en un hombre. Amoroso, cariñoso. Compartimos los mismos sueños,
queríamos las mismas cosas, o al menos eso pensaba. O me hizo creer.

Jackie y yo nos balanceamos en silencio por un minuto.

—¿Alguna vez te conté sobre el bolso? —Finalmente hablé.


221
—¿El que lleva? Quiero decir lo he visto con eso. Más hombres parecen
llevarlos hoy en día, aunque Bruce no sería atrapado con uno.

—Sí, ese. Me molesta. Siempre lo ha hecho.

Le expliqué que Eric siempre tenía que llevar el bolso con él.

—¿Alguna vez le preguntaste al respecto? —preguntó Jackie.

—Lo hice. Algo así. Fui a tocarlo y él enfureció. Dijo que era como mi cartera
y que nunca buscaría en ella sin preguntarme primero. Del mismo modo, nunca
debía buscar en su bolso.

—Eso es extraño.

—Cuéntame sobre eso. Al principio, no me molestó. Pero cuanto más tiempo


pasaba fuera de casa, más obsesionada me volvía con lo que podría estar dentro de
ese bolso.

—¿Y nunca miraste dentro?

—¿Estás bromeando? Tenía miedo de hacerlo. Hace poco pensé que había
reunido suficiente coraje para hacerlo, pero él volvió a casa y nunca tuve la
oportunidad.
Lloré mientras revivía esa horrible noche. Él empujando el espejo en mi cara,
obligándome a arrodillarme en el suelo. El horror se derramó de mí en un largo
monólogo. Era como si tuviera que contarle todo a Jackie para purgar las toxinas
de mi alma para que pudiera sanar.

Jackie me tomó de la mano pero no me interrumpió. En un momento, me di


cuenta que habíamos dejado de balancearnos.

—Fue una de las peores noches —continué—. Bueno, hasta anoche.

Miré a Jackie y su cara estaba húmeda de lágrimas.

—Lo lamento mucho, Shel, no estuve allí para ti antes.

—No lo sabías. Creíste lo que quería que creyeras, viste lo que quería que
vieras. Pero todo fue una mentira, una ilusión para disfrazar la realidad.

—El disfraz funcionó. Pensé que tenías el matrimonio perfecto. Tenías todo lo
que quería, o eso pensaba. Un hombre que te llevaba de compras, te compraba
flores todas las semanas y se esforzaba por mostrar su amor. Dios, este mundo está 222
tan jodido.

—No, Jack, la gente lo está. Eric lo está. Lo juro, si alguna vez salgo de este
desastre…

—¿Quieres decir cuándo?

—Sí, cuando salga de este desastre, nunca voy a mirar a otro hombre. Seremos
solo Izzy y yo.

Jackie y yo hablamos durante la noche, deteniéndonos solo para hacer


sándwiches. En algún momento nos tropezamos hacia nuestras camas. Metí la
linterna que Jackie me había dado debajo de la almohada.

—Buenas noches, Jackie.

—Buenas noches.
La tetera de la estufa silbó y Jackie llenó nuestras tazas con agua caliente. Ella
estaba tomando té. Quería, no, necesitaba, mi café de la mañana.

—¿Algo especial que te gustaría hacer hoy? —preguntó Jackie.

Vertí un poco de leche en mi café y lo revolví.

—¿Recuerdas ese sendero que solíamos caminar cuando éramos niñas?

—¿El del afloramiento rocoso?

—Sí, ese. Caminemos por ese sendero hoy. No creo que sea tan largo, pero me
223
gustaría sentarme en las rocas como solíamos hacerlo cuando éramos niñas.

—Suena bien para mí.

Llené un tazón con el cereal de malvavisco que había comprado.

—¿Cuándo piensas irte?

—Probablemente justo después del almuerzo. Tengo una reunión en la escuela


de Nick esta noche que realmente no debería perderme. Caminemos después del
desayuno.

Me senté a la mesa para desayunar.

—No tengo platos.

—¿De qué estás hablando?

—La mayor parte de lo que hay en la casa es de Eric. Los muebles, los
electrodomésticos, incluso los platos, ollas, sartenes y utensilios. Lo regalé todo
cuando me mudé, ¿recuerdas? Voy a tener que comenzar literalmente de nuevo.

—No del todo —dijo Jackie—. Te devolveré todo lo que me diste, y


resolveremos el resto juntas.
Justo cuando pensaba que no podía haber posiblemente más lágrimas en mí,
me inundaron la cara.

Jackie me abrazó.

—Superarás esto.

Eric había dejado de enviar mensajes de texto, así que pensé que cuando llegó a
casa y vio que no estaba allí, se dio cuenta que me había ido. Aun así, no era nada
como él, no responder. Siempre tenía que tener la última palabra.

Las hojas crujieron bajo nuestros pies mientras caminábamos por el estrecho
sendero que serpenteaba por el bosque hacia el lago.

—Eric quería tener sexo en el parque el otro día cuando estábamos caminando
por el sendero. Me negué. Se enojó mucho. Esa es la noche, que bueno, ya sabes...
la noche en que me violó.

Jackie dejó de caminar.


224
—Oh, Shel. Si tan solo pudiera hacer que el dolor desapareciera.

Miré a los ojos de mi mejor amiga.

—Le rogué que se detuviera, pero no lo hizo. Dijo que no era más que una puta
y que podía hacer lo que quisiera a su puta.

Jackie me abrazó y lloré en su hombro.

—Dime que no soy una puta. Dime que no soy un cero. Por favor, dime que
importo.

Jackie se apartó para poder mirarme a la cara cuando habló.

—Eres una mujer increíble, mucho más fuerte que cualquiera que yo conozca.
Eres hermosa e inteligente, y eres una sobreviviente. Y superarás esto. Te ayudaré,
y que me ayude Dios, si ese hijo de puta te vuelve a poner las manos encima, lo
mataré.

Abracé a Jackie.

—Gracias por estar aquí.

—No hay otro lugar en el que prefiera estar. ¿Te gustaría volver?

Saqué un pañuelo de mi bolsillo y me soné la nariz.


—No. Si no recuerdo mal, el afloramiento rocoso no está tan lejos.

Caminamos aproximadamente unos cuatrocientos metros más.

—Ahí está. —Señalé el agua.

Rocas de varios tamaños abrazaban el borde de la tierra y se adentraban en el


reluciente lago. Tal como lo hicimos cuando éramos niñas, Jackie y yo trepamos las
rocas, navegando hacia la más grande en la punta.

—Ten cuidado. —Señalé la roca cubierta de musgo detrás de mí que acababa


de resbalar.

Demasiado tarde. Jackie también se había resbalado.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Sí. ¡Hombre! ¡Me estoy haciendo demasiado vieja para esta mierda!

Finalmente llegamos a la gran roca y nos sentamos una al lado de la otra, 225
nuestros pies colgando sobre el agua abajo.

—Esto me trae muchos buenos recuerdos —dije.

Jackie suspiró.

—¿A dónde se fue el tiempo, Shel? No siento que tenga cuarenta y siete.
¿Recuerdas cuando alguien de cuarenta y siete años parecía tan anciano?

Me reí.

—Bueno, si te sirve de consuelo, parece que tienes treinta años.

—Dios, cuando tenía treinta años estaba persiguiendo a Lucy y amamantando


a Nick.

Nos reímos.

—Es muy tranquilo aquí —le dije—. Gracias por venir conmigo. Me encanta
mirar el sol de la mañana brillando en el agua.

—Parece miles de diamantes —dijo Jackie.

Nos sentamos unos minutos en silencio, del tipo que proviene de amigos que se
conocen tan bien que no se sienten obligados a hablar solo para evitar sentirse
incómodos.
—¿Estás lista para regresar y almorzar? —preguntó Jackie—. Comeré contigo
antes de irme.

Abrí una lata de sopa e hice sándwiches de jamón y queso para el almuerzo
mientras Jackie llamaba a Bruce. Ella entró en la cocina.

—Bruce dijo que Eric no ha llamado, lo que parece un poco extraño, ¿no te
parece?

Me encogí de hombros.

—Tal vez un poco. Pensé que llamaría a mi mejor amiga para ver si ella sabía
dónde estaba. Por otro lado, probablemente se dé cuenta que si sabías no se lo
dirías. Por supuesto, otra posibilidad es que no le importe.

—No lo creo —dijo Jackie—. Por lo que me has dicho, es un verdadero


fanático del control. Y sería un gran golpe para su ego si te alejaras. Desearía poder
quedarme.

Le di a Jackie un plato de sopa. 226


—No, ya has hecho suficiente. Estaré bien por un par de días. No tiene idea de
dónde estoy. No hay forma posible que pueda encontrarme. Ve a casa y cuida a tu
familia.

Jackie suspiró.

—Volveré el viernes. Eso está a solo tres días de distancia. Y llamaré por la
mañana y por la noche. Estoy muy contenta que nuestros teléfonos celulares
funcionen aquí. Estaba un poco preocupada por eso, pero mamá me recordó que
recientemente habían erigido una torre celular cerca.

Almorzamos y luego acompañé a Jackie a su auto. Tiró su bolso en el asiento


trasero y me abrazó.

—Todo va a estar bien. Recuerda la frase – código

Asentí.

—Me torcí el tobillo.

—Si escucho eso, vendré.

—Estoy segura que no la oirás —dije—. No hay absolutamente ninguna


manera de que Eric pueda rastrearme.
Observé a Jackie bajar por el camino de piedra y me despedí hasta que ya no
pude ver su auto.

Miré al cielo y nubes negras y ondulantes habían entrado. Parecía que iba a
haber una tormenta. El sol de la mañana se había ido.

227
Pasé la tarde haciendo algo que raramente hacía: leer. Los padres de Jackie
tenían una enorme estantería llena de libros. Parecían leer todos los géneros, desde
el romance hasta el misterio, y encontré muchos títulos de los que había oído hablar
pero que no había leído. Elegí un romance Harlequín, uno que sabía que tendría un
final feliz para siempre, que realmente necesitaba en este momento.

Me senté en una de las sillas mecedoras del porche para leer. Era el típico chico
conoce a chica, chico pierde chica, chico y chica se reúnen. Aunque sabía lo que iba
a suceder, todavía disfrutaba leyendo cómo sucedió.

Me preguntaba si la historia de mi vida sería un buen libro. Ciertamente no 228


tuvo un final feliz, y no estaba segura que la gente lo leyera. Probablemente no
entenderían cómo una mujer exitosa como yo podría enamorarse de un tipo como
Eric. Mirando hacia atrás, apenas yo lo entendía.

Sacudí la cabeza tratando de limpiar las telarañas de mi mente. Vi un destello


de relámpago, me metí y cerré las ventanas.

Jackie me había mostrado dónde guardaban las velas sus padres y coloqué
varias en la mesa de la cocina junto con el encendedor por si las necesitaba.

Izzy me siguió hasta el sillón reclinable y saltó a mi lado. Una tormenta y tres
horas después, terminé el libro.

Acaricié la espalda de Izzy.

—¿Por qué siempre elijo al tipo equivocado, Iz? ¿Qué pasa conmigo?

Encontré un bloc de notas e hice una lista de cosas que necesitaba hacer.

Hacer cita con un abogado.

Copia de documentos (es decir, estados financieros).

Encontrar un lugar para vivir.


Me di cuenta que no había cambiado mi testamento. Si algo me sucediera, todo
iría a Jackie. También me di cuenta lo tonto que había sido agregar a Eric a mi
cuenta bancaria (él me agregó a la suya) y poner las tarjetas de crédito a ambos
nombres. En ese momento, todo parecía tan natural, una parte de nosotros
convirtiéndonos en uno. Pensé que era otra forma de mostrar nuestro amor y
compromiso mutuo. Y, por supuesto, hizo feliz a Eric.

No me preocupaba poder vivir por mi cuenta. Sabía que sobreviviría. Mi mayor


preocupación era cómo Eric reaccionaría. Había visto al demonio oscuro que
habitaba dentro de él, y temía lo que pudiera hacer. Estaba preparada para obtener
una orden de restricción. Agregué eso a la lista.

Obtener orden de restricción.

Pensé que Eric no cooperaría en el proceso de descubrimiento11. No me


sorprendería si hubiera escondido o desviado activos. Siempre tenía que tener el
control, y había visto lo agresivo que podía ser cuando las cosas no siguen su
camino.

Mi estómago retumbó e hice un sándwich. Pensé que Jackie llamaría pronto,


229
así que me metí en la ducha y me puse unos pantalones de chándal y una camiseta
vieja. Estaba cansada y planeaba acostarme temprano.

Estaba eligiendo un nuevo libro para leer cuando sonó mi teléfono celular.

—¿Todo va bien?

—Sí, pero estar aquí sola me asusta. Me hace desear haber tomado esa clase
para aprender a disparar contigo.

—¿Quieres que regrese? Me puedo ir ahora.

—No, no, no. Estaré bien. Bloqueé las puertas y me aseguré que todas las
ventanas estuvieran cerradas. Izzy se acostará conmigo. ¿Cómo estuvo tu reunión?

—Bien. Realmente me gusta la nueva directora. Parece que tiene su vida en


orden, a diferencia de su predecesor.

—Excelente. ¿Todavía no hay llamada de Eric?

—Nada. Estaba casi tentada a conducir a tu casa y decirle lo que pienso de él.

—¡No! ¡No hagas eso!

11
Proceso de Descubrimiento: Etapa de un oproceso legal durante el cual cada parte debe
proporcionar datos y documentos a la otra parte.
—No lo haré, pero me gustaría.

—¿Le dijiste a Bruce?

—Sí, y se sorprendió. Dijo que, aparte de que Eric era un poco exagerado
cuando se trataba de demostraciones de afecto públicas, nunca habría adivinado
que el tipo estaba totalmente loco. De todos modos, ¿qué hiciste después que me
fui?

—Leí un libro. ¡Tus padres tienen suficientes libros para mantenerme ocupada
durante un mes!

Jackie rió.

—Definitivamente son lectores. Mamá preguntó qué estaba pasando, por


cierto.

—¿Qué le dijiste?

—Realmente no quería hablarlo por teléfono, así que solo dije que Eric y tú 230
estaban teniendo problemas y que necesitabas escaparte por un tiempo.

—Buena respuesta.

Jackie y yo hablamos un poco más y luego me fui a la cama, llevando el libro


conmigo. Leí un rato y luego apagué la luz. Tuve problemas para quedarme
dormida, aunque estaba cansada. No pude apagar mi cerebro. Como una bola de
ruleta, mi mente rebotaba de una preocupación a la siguiente.

No recuerdo haberme quedado dormida, pero eran las tres de la mañana


cuando me levanté de la cama. Me pareció escuchar un ruido.

Agarré la linterna debajo de la almohada y la encendí, destellando alrededor de


la habitación. No vi nada. Tal vez debería revisar el resto de la cabaña, solo para
asegurarme que estaba sola.

Me concentré en respirar. No quería perder el control como hice cuando tenía


la rueda pinchada. Ese incidente realmente me había asustado, y nunca quise
sentirme así de nuevo.

Me arrastré por la cabaña, revisando cada habitación. Había un lugar más para
revisar: el baño. Escuché un rasguño y me sorprendió y solté la linterna. Me incliné
para recogerla y sentí una brisa en mi espalda. Me di la vuelta. Nadie estaba allí.
Abrí la puerta del baño e Izzy voló entre mis piernas. De alguna manera debe
haberse quedado encerrada en el baño.
Regresé a la cama pero no dormí tranquilamente el resto de la noche. Tan
pronto como me quedaba dormida, me despertaba de nuevo. Me desperté y me di
la vuelta, incapaz de ponerme cómoda. Odiaba las noches sin dormir. Cuando el
sol de la mañana brilló a través de la ventana de la habitación, me alegré que la
oscuridad se hubiera ido.

231
Me miré en el espejo. Tenía ojeras bajo mis ojos cansados. Te ves como la mierda,
Shelly. Me lavé los dientes y la cara. Tal vez necesitaba algo de aire fresco.

Era demasiado temprano para llamar a mi abogado, así que después de


desayunar me dirigí al afloramiento de rocas. Pensé que estar afuera ayudaría a
calmarme, pero cada pequeño sonido hacía que mi corazón se acelerara. Todavía
estaba asustada de anoche. Tenía una extraña sensación que no estaba sola.

La lluvia de la noche anterior había hecho que las rocas estuvieran más
resbaladizas. Mi pie se atascó en una grieta entre dos rocas, y tuve que sacudirlo
para liberarlo. Me hizo pensar en lo que haría si sucediera algo y no tuviera un 232
teléfono celular para pedir ayuda. Recordé haber leído una historia sobre un
alpinista que cayó en una grieta y se cortó el brazo. Sobrevivió.

A veces en la vida debes cortar una extremidad para salvar el cuerpo. Tenía que
hacer eso con Eric. Sabía que no habría término medio con él. No perdonaría y
olvidaría ni seguiría adelante fácilmente. Me haría pagar emocionalmente,
financieramente, de cualquier manera que pudiera, alegando que lo había
abandonado.

Me senté en la gran roca en la que Jackie y yo nos habíamos sentado el día


anterior. Vi dos veleros en la distancia. Parecían bailar sobre el agua, deslizándose
con gracia hacia adelante. Eric había sugerido comprar un velero, pero parecía más
un tipo de tipo lancha rápida. Rápida y peligrosa.

Me preguntaba sobre su primera esposa, Lisa. Dudaba que ella fuera la


psicópata que Eric la había retratado. No había tratado de encontrarla antes, pero
me preguntaba si podría.

Encontré un par de sitios donde puedes poner el nombre de una persona y


obtener un informe de ellos. Escribí Eric J. Talbot. ¡Bingo! Junto con varios alias, el
informe también enumeró familiares. Mi nombre estaba allí, pero también el de
Lisa. Lo leí varias veces. Lisa Danner Talbot. Ella debe haber tomado su apellido de
soltera por su segundo nombre.
Alguien gritó y me sorprendió. Me di vuelta para ver a dos niños trepando por
las rocas más cerca de la tierra. Los padres, supuse que eran los padres, observaron
desde sus asientos en un árbol caído.

Volví a mi teléfono, preguntándome si Lisa estaba entre los miles de millones


que usaban Facebook. Busqué a Lisa Danner y no podía creer lo fácil que fue
encontrarla.

Me sorprendió un poco cuando vi su foto. Nos parecíamos mucho. Misma


coloración, cabello y constitución. ¿Fue una coincidencia extraña o Eric buscó
mujeres que tuvieran una ―cierta apariencia‖?

Agrandé su foto y fue entonces cuando vi que llevaba un collar como el que
Eric me había regalado la noche de mi reunión de preparatoria.

Todavía podía escuchar su voz sedosa y lo que dijo. Incluso se le llenaron los
ojos de lágrimas. Y, por supuesto, me sentí tan especial. ¡Qué patético!

Me enfermó solo de pensarlo. Probablemente le dijo lo mismo a Lisa. Estuve


tentada de enviarle un mensaje, pero no quería hacer algo imprudente.
233
Revisé otras redes sociales para ver si Lisa estaba en alguna de ellas. Encontré
su perfil en LinkedIn. Era compradora de ropa para mujeres y había obtenido su
licenciatura y posgrado de la Universidad de Nueva York. Su historia laboral y
educación fueron impresionantes.

Me preguntaba cómo se habían conocido. ¿La cortejó como lo había hecho


conmigo? ¿Insistió en que usara lencería sexy en la cama? ¿Cómo terminó su
matrimonio? Tenía tantas preguntas que quería hacer pero quería ver si Jackie
pensaba que contactar a Lisa era una mala idea. Le envié un mensaje de texto.

Encontré a la ex de Eric, Lisa, en Facebook. Nos parecemos.

Jackie respondió:

¡Oh, por Dios!

¡Exactamente! ¡Lleva el mismo collar que él me compró!

¿Qué demonios? ¡Bastardo!

¿Debería enviarle un mensaje?

Demonios sí. Si ella pasó por lo que has pasado, podrías necesitar que testifique si las
cosas se ponen feas.
De acuerdo. Lo haré.

Avísame cuando ella responda.

De acuerdo. Te quiero. Hablamos luego.

¡Sí! ¡También te quiero!

Debo haber comenzado mi mensaje a Lisa media docena de veces. No quería


asustarla ni evocar recuerdos que ella había dejado descansar por mucho tiempo.

Hola Lisa. No me conoces pero estoy casada con Eric Talbot. Las cosas están muy
mal entre nosotros y me preguntaba si podría hablar contigo. Lamento cualquier dolor
que hayas pasado, y si estás dispuesta a hablar conmigo, compartiré mi historia contigo.
Si no quieres hablar conmigo, entiendo y por favor perdóname por preguntar. Solo estoy
tratando de entender lo que sucedió en los últimos meses. Independientemente de tu
respuesta, ¡gracias por tu tiempo y espero que al continuar con tu vida hayas encontrado
la felicidad! Shelly.

No esperaba que Lisa respondiera tan rápido, pero algunos minutos después
234
ella escribió:

Necesitamos hablar. ¿Cuál es tu número?

Le di mi número y llamó de inmediato. Lo primero que escuché cuando


contesté el teléfono fue Lisa gritando.

—Aléjate lo más que puedas de ese bastardo.

—Estoy a salvo. Estoy en la cabaña de mi amiga.

Podía escuchar a Lisa exhalar un suspiro de alivio.

—¿Y él no sabe sobre la cabaña?

—Correcto. Él no lo sabe. Lisa, ¿qué pasó? Suenas tan asustada como yo.

—No creo que haya dejado de tener miedo —dijo—. Salto con cada pequeño
sonido. Siempre estoy mirando a mi alrededor, asustada que vuelva a aparecer en
mi vida. Mira, no puedo hablar ahora. Estoy en el trabajo y salí del edificio para
llamarte porque quería advertirte. Pero puedo llamarte más tarde. Solo, cuídate por
favor. Es un psicópata que no le gusta perder o no ser el que tiene el control. Si
huiste de él, se enojará mucho por eso. Él es el que hace el descarte, el que decide
cuándo termina. Todavía creo que voy a despertar en medio de la noche y sentir su
cuchillo de caza corriendo por mis senos y ver su cara malvada mirándome
fijamente.

Jadeé.

—Hagas lo que hagas, no vuelvas con él. Dirá que ha cambiado y podría dar
un buen espectáculo por un tiempo, pero nunca cambiará. Es incapaz de cambiar.
Es despiadado, insensible, frío y calculador. Y es el hombre más peligroso que he
conocido.

—Gracias, Lisa, por devolverme la llamada. Hay tanto de lo que quiero hablar
contigo. Simplemente no entiendo cómo dejé que esto pasara.

—No te culpes. Si conozco a Eric, ya habría hecho mucho de eso. Los


narcisistas se aprovechan de cierto tipo de mujer, mujeres que no tienen mucha
autoestima, que son crédulas e ingenuas y creen en los felices para siempre.
Créeme, he aprendido mucho desde que pude escapar hace tres años. Te llamaré
más tarde.

—Gracias.
235
Me senté en esa roca durante mucho tiempo pensando en lo que Lisa había
dicho. Temía que Eric estuviera aún más loco de lo que pensaba. Necesitaba una
orden de protección contra el abuso. Era hora de llamar a mi abogado.

Mientras caminaba de regreso a la cabaña, no podía dejar de pensar que me


seguían. Me detuve un par de veces y me di vuelta para verificar, pero no había
nadie allí.

Pensé que encontraría a Izzy acostada en el sillón reclinable cuando entré.


Parecía ser su lugar favorito, pero no estaba allí.

Fui a la cocina a hervir un poco agua y casi me desmayó.

¡El bolso de cuero de Eric estaba sobre la mesa!


Me congelé, sintiendo mis piernas debilitarse debajo de mí. Mi garganta se
apretó y mi corazón se aceleró. Temblé cuando sentí su aliento caliente en la parte
posterior de mi cuello. Eché un vistazo a la mesa donde había visto por última vez
las llaves de mi auto. No estaban.

Escuché mis llaves balanceándose.

—¿Es esto lo que estás buscando? —Eric caminó para estar frente a mí. Sostuvo
mis llaves en una mano y la lista que había escrito en la otra.

—¿Crees que te vas a divorciar de mí, perra? —Apretó los dientes y rompió la 236
lista—. Seré yo quien diga cuando termine, no tú. —Empujó mi pecho con su dedo
con tanta fuerza que la parte superior de mi cuerpo se echó hacia atrás.

Miré hacia abajo, desesperadamente queriendo escapar de sus ojos


amenazantes.

—¡Mírame, perra! —Me abofeteó en la cara.

Mi mano voló a mi mejilla derecha y miré sus brillantes ojos, temiendo que si
no hacía más daño vendría a mí. Eran los ojos de Satanás, estaba segura.

—Eric, por favor.

Dio vueltas a mi alrededor.

—Eric, por favor —se burló de mí—. Suenas patética. Eres patética. ¡Una puta
patética! Apuesto a que te preguntas cómo te encontré. ¿Creías que era tan
estúpido? —Estaba de nuevo en mi cara—. ¿Creías que confiaría en una aplicación
de seguimiento que podrías eliminar fácilmente de tu teléfono?

Mis ojos se abrieron.

—Así es, perra. Instalé un rastreador en tu auto. Lo escondí en el tablero para


que no lo vieras. —Se rió entre dientes.
Todo mi cuerpo se sacudió y sollocé sin control. Nunca había visto a Eric tan
fuera de control y feroz. Temí por mi vida.

—Pensabas que eras tan inteligente viniendo aquí —continuó con su diatriba—
. No lo eres. Eres idiota. Tengo una perra idiota por esposa. Necesito hacerte más
inteligente. Necesito mostrarte lo que sucede cuando no escuchas como deberías.
Has sido una niña traviesa. Una niña muy traviesa. ¿Sabes lo que hago con las
chicas traviesas?

Se acercó al mostrador de la cocina y sacó un cuchillo del bloque de madera.

—Pensé que la otra noche aprendiste lo que sucede cuando me desobedeces.


¿Por qué me desobedeces, perra? Sabes que cuándo me desobedeces solo me enoja
¿Te gusta hacerme enojar? —Me agarró de la barbilla y me miró a los ojos—. ¿Te
gusta hacerlo?

Apuntó el cuchillo a mi cuello.

—Sería tan fácil acabar con tu vida ahora. Nadie sabría que fui yo. Jackie les
diría que viniste aquí para alejarte de mí. Estoy seguro que esa perra sabe dónde
237
estás, ¿verdad?

Escuché mientras tenía una conversación completa consigo mismo, detallando


todos los pasos que daría para asegurarse que nadie supiera que él era mi asesino.

—Entonces hazlo —le dije—. Prefiero morir antes que estar casada contigo.

Esta vez puso ambas manos alrededor de mi cuello. Tosí. Pensé que me iba a
estrangular hasta la muerte.

—Cállate o te callaré. —Sus ojos eran dagas malvadas.

Me mareé y pensé que me iba a desmayar. Soltó el agarre en mi cuello y jadeé


por aire y luego tosí violentamente.

—No. Tengo otros planes para ti. Pensé que teníamos algo bueno, Shel.
Trabajaste tanto para hacerme feliz. Me gustaba eso. Triste, realmente, que tuviera
que llegar a esto. ¿Por qué tuviste que arruinar todo?

Se paró detrás de mí y tiró de mi cabello para que mi cabeza se inclinara hacia


atrás y yo mirara sus ojos feos, que se oscurecían cada segundo.

—Me perteneces. Soy tu dueño. Eres mi posesión y haré contigo lo que quiera.
—Me soltó el cabello.
—Tal vez solo necesito volver a entrenarte. ¿Eso funcionará? Sí eso es.
Pasaremos los próximos días volviéndote a entrenar para seguir órdenes. Los perros
a veces deben repetir las clases de obediencia. Entonces podemos volver a casa y
vivir felices para siempre. Tú, por supuesto, le dirás a Jackie que resolvimos las
cosas, que ya no quieres el divorcio.

Escucharlo tener una conversación consigo mismo era surrealista. Él haría una
pregunta y luego la respondería.

—Necesitas pensar en mí como tu caballero blanco una vez más, a quien has
esperado toda tu vida. Nunca podría permitir que dañes mi imagen perfecta y mi
estado superior. Cuanto antes aceptes que eres el objeto de mi placer, que deberías
ser feliz independientemente de cómo te trate, más fácil será tu vida.

¡Me mataré primero! pensé.

—¿Empezamos?

—Por favor, solo déjame ir. Si hay alguna parte de ti que me ama, déjame ir.
238
—Con el tiempo —dijo—. Pero no antes de que esté listo. Me desharé de ti
como la basura que eres cuando termine contigo.

Me arrancó la blusa y los botones volaron por todas partes. Recogió el cuchillo
que había dejado sobre la mesa y apuntó a mi pecho, burlándose de mí diciendo
que me iba a cortar. Grité mientras deslizaba el cuchillo entre mis pechos y me
cortaba el sostén. Mis manos cubrieron mis senos. Tenía miedo que me cortara los
pezones.

—Desnúdate, perra. Luego ponte a cuatro patas. —Volvió a dejar el cuchillo


sobre la mesa.

Sabía que no debía desobedecer a Eric. Rápidamente me quité mi pantalón de


mezclilla, casi cayéndome en el proceso. Me puse a cuatro patas como Eric me
había indicado. Golpeó mis nalgas con su mano desnuda. Me dolió y grité.

—¿Te gusta que te golpeé? —preguntó.

—No.

Me golpeó de nuevo.

—No me gusta tener que golpearte. ¿Por qué me obligas a hacer cosas que no
quiero hacer? —Otro golpe.
—Por favor, detente. Duele.

Frotó sus manos sobre mi trasero.

—Se está poniendo lindo y rosado. —Otro golpe.

—Cuenta atrás a partir de las diez —exigió.

¡Golpe!

—Diez —grité.

Otro golpe.

—Nueve.

¡Golpe!

—Ocho.

De alguna manera logré soportar el abuso, pero sabía que sería difícil aguantar
239
esto mucho más tiempo. Sollocé cuando entró en mí por detrás y agarró el cabello
de la parte posterior de mi cabeza y tiró de él.

—¡Arre, puta!

Quería morir pero en cambio hice todo lo que me dijo que hiciera. Planeaba
escapar, pero tenía que ser en el momento correcto. Acostándome desnuda en el
suelo con él elevándose sobre mí no era el momento adecuado.
Estaba acostada en el suelo desnuda en posición fetal mientras Eric estaba
sentado en el sillón reclinable, con los pies a mi lado. Me dio una patada en el
estómago.

—¡Báñate, perra! Quiero que estés limpia para la próxima ronda.

Luché por ponerme de pie. Me dolía todo el cuerpo. Tan pronto como me puse
de pie, Eric me empujó al suelo.

—Arrástrate, perra.

Me arrastré hasta el baño y Eric me siguió. El baño no era tan grande, y Eric se
240
paró en la puerta mientras me duchaba. Limpié cada centímetro de mi cuerpo,
tratando de lavar el horror de la última hora. La idea que él me tocara me enfermó,
y probé un líquido asqueroso en mi garganta.

De repente, una idea apareció en mi cabeza. ¿Qué pasa si sugiero ir a caminar y


lo llevo al afloramiento rocoso? Tal vez podría saltar al agua y escapar. Él no
saltaría detrás de mí. Estaría demasiado asustado. Si me pasara las siguientes dos
horas halagándolo y masajeando su ego, estaría más dispuesto a ir.

Salí de la ducha. Me dolía todo el cuerpo y estaba segura que estaría cubierta
de moretones. Eric me continuó observando mientras me secaba, y me siguió hasta
el dormitorio. Me puse un pantalón de mezclilla y una camiseta. Me senté en la
cama para ponerme los zapatos. Llevaba mocasines de lona en lugar de zapatillas
de deporte porque serían más fáciles de quitar en el agua.

Eric se acercó y se sentó a mi lado.

—Escucha, Shel. Esto puede ser fácil o puede ser difícil. La decisión es tuya.

—Me comportaré. Solo por favor, no me golpees más.

Me cepilló el cabello con sus manos y me hizo temblar. Después de sopesar mis
opciones, pensé que mi mejor oportunidad para escapar sería cumplir con sus
demandas y buscar el momento adecuado.
—Buena, chica. Ahora, ¿qué tal si me haces algo de almuerzo?

Asentí y él me siguió a la cocina.

—¿Está bien el queso asado?

—Sí.

Saqué la sartén de hierro fundido del gabinete. Pensé en golpearlo en la cabeza


con eso. O apuñalarlo con un cuchillo. Si estuviera segura que sería lo
suficientemente fuerte como para resistir una lucha, lo habría hecho. No, tenía que
ser más inteligente. En cambio, puse la sartén en la estufa y encendí el quemador.

Eric observó mientras untaba el pan con mantequilla.

—Me gusta el mío bien hecho.

Tenía tanto miedo que sentí como si todo mi cuerpo estuviera temblando.
Saqué el queso del refrigerador.
241
—¿Está bien el queso americano?

—¿Tienes otro tipo?

—No. Lo lamento.

—Entonces, ¿por qué me preguntaste si no tenía otra opción? —Se puso de pie
y caminó hacia mí, señalando mi pecho con su dedo—. De esto es de lo que estoy
hablando, Shelly. Eres estúpida. Tienes cero inteligencia. Si no hay otra opción,
¿por qué malgastas el aliento haciendo la pregunta?

Me mordí el labio.

—Estaba tratando de ser agradable.

—No, me estabas provocando. —Golpeó mi pecho con su dedo índice—. Solo


haz el maldito sándwich.

No podía dejar de sacudir la pierna. Es lo que hacía cuando estaba nerviosa.


De pie en la estufa que hacía el queso asado, me di cuenta de lo rápido que me
temblaba la pierna.

—Deja de sacudir esa maldita pierna tuya. Es jodidamente molesto.

Deslicé un sándwich en un plato y se lo entregué a Eric.


—¿Quieres unas patatas fritas o pretzels?

Eric sonrió malignamente.

—Un día lejos de mí y veo que tu viejo hábito de papas fritas ha regresado. Eso
no es parte de tu dieta, si mal no recuerdo.

Quería decirle que tampoco lo era el queso, pero no me atreví a hablar por
miedo a que volviera a ser violento.

Hice un segundo sándwich de queso asado y me senté frente a él.

Bebió una cerveza que había encontrado en la nevera. Pertenecía al padre de


Jackie.

—Entonces, ¿qué haremos hoy?

No dije nada.

—¡Te estoy hablando, perra! 242


Apreté mis labios, pensando por unos segundos si este era el momento
adecuado para mencionar hacer una caminata. Quizás si estuviéramos a la
intemperie vería a alguien o encontraría una oportunidad para escapar.

—Podríamos hacer una caminata. Nos lo pasamos muy bien cuando


caminamos en el parque.

—Hasta que quise follarte y no me dejaste. Si vamos a una caminata, voy a


follarte esta vez. Sí. Vamos a dar una caminata. Podrías usar algo de ejercicio. Te
estás volviendo un poco flácida alrededor de la sección media.

Sentí mi estómago y aparté el queso asado. Ya no tenía hambre.

—Serás mi perra —dijo—. Y para mantenerte en línea, tengo justo lo que


necesito.

Se acercó a su bolso, lo abrió y sacó un collar de cuero negro y una correa.

—¿No hablas en serio? —Mis manos volaron a mi cuello. Sabía que tenía
deseos desviados, pero nunca imaginé que llegaría tan lejos.

—Oh, pero hablo en serio.

—¿Pero y si alguien nos ve?


Eric curvó sus labios malvados.

—No te preocupes, encontré el lugar perfecto para caminar que es totalmente


aislado. De hecho, está tan apartado que apuesto a que nunca se encontraría un
cadáver allí.

—Por favor, Eric. Por favor. Seré buena. Lo prometo. Simplemente no me


hagas usar eso.

Caminó hacia mí, desabrochando el collar.

—Sabes, Shelly, no estoy seguro si alguna vez podré volver a confiar en ti. Eres
una mentirosa. Escoria. Más bajo que la escoria.

Me estremecí y sollocé cuando él puso el collar negro alrededor de mi cuello.

—Mira, eso no es tan malo.

No respondí.
243
—Responde, perra. Dime que te gusta.

—Me gusta. —Logré decir mientras sollozaba.

—Ahora, vamos por esa caminata.

Eric sostuvo la correa mientras yo caminaba frente a él. Si iba demasiado


rápido, tiraba de la correa para detenerme. Como a un perro. Un millón de
pensamientos pasaron por mi mente. ¿Me iba a matar? ¿Podría lograr que soltara la
correa y escapar? Estaba mejor muerta.

—Estás muy callada, Shelly.

No respondí. Seguí caminando.

Tiró de la correa y mi cuello se sacudió. Me detuve y tosí. Me dolía el cuello y


lo froté.

—Buena chica. Estás aprendiendo. Camina.

Seguí caminando. Me sorprendió que no me hubiera violado todavía. Justo


cuando lo pensaba, tiró de la correa con fuerza.

—¡Detente! Quítate los pantalones y agáchate como un perro.

Miré a mi alrededor.
—¿Pero y si alguien nos ve?

—Nadie nos va a ver. —Se desabrochó los pantalones.

Todo mi cuerpo se sacudió cuando me quité los pantalones como él me había


indicado.

—Ahora, a cuatro patas. —Apretó los dientes.

—Por favor, Eric. Por favor no hagas esto —supliqué.

—¡Dije que bajes! —Se quitó el pantalón y sacó el cinturón—. Si no escuchas,


te azotaré con esto.

Caí al suelo y me levanté a cuatro patas como me había indicado. Noté una
roca del tamaño de una palma a centímetros de mi mano derecha. Un pensamiento
cruzó mi mente. ¿Podría hacerlo? ¿Era demasiado arriesgado? ¿Qué tenía que perder?

Justo cuando estaba a punto de entrar en mí por detrás, levanté la roca, me di


vuelta y lo golpeé justo en las testículos. 244
—¡Maldita perra! —gritó.

Corrí lo más rápido que pude, con la correa colgando de mi cuello y desnuda
de la cintura para abajo.

No podía volver a la cabaña. Piensa, piensa, piensa, Shelly. Recordé que había un
manantial natural que se había secado hace años. La estructura de piedra que
alberga el manantial fue construida en la ladera de una pequeña colina. Tal vez
podría esconderme ahí. Me preguntaba qué tan cerca estaba Eric. Ya no lo
escuchaba gritar. Quería dar la vuelta y comprobar, pero no me atreví a ralentizar el
paso.

Tropecé con la raíz de un árbol elevado y volé por el aire, golpeando la cara
primero en el suelo. Usé mis manos para levantarme y justo cuando estaba a punto
de pararme y comenzar a correr nuevamente, me patearon las piernas debajo de mí.

Eric se paró sobre mí, enseñando los dientes como un fiero oso negro.

—¡Ahora estás realmente en problemas, perra!

Miré a mi alrededor buscando otra roca o palo, cualquier cosa que pudiera usar
como arma. Agarré una pequeña ramita puntiaguda. Tal vez podría clavársela en el
ojo.
—Ahora, ahora, ahora, Shelly —dijo—. Suelta el palo. Sé una buena perra.

Levanté el palo y lo bajé. Justo como esperaba, sus ojos se desviaron lejos del
palo y golpeé su ingle tan fuerte como pude con mi pie. Fue suficiente distracción
para que pudiera volver a correr.

Encontré el manantial. Estaba cubierto de maleza y si no hubiera sabido que


estaba allí, lo habría pasado por alto. Me metí dentro y comencé a hiperventilar.
Odiaba los espacios pequeños, e imaginaba serpientes deslizándose debajo de mí y
arañas arrastrándose por todas partes.

Respira lentamente, Shelly. Cálmate. Sólo respira. Dentro. Y. Fuera. Dentro. Y. Fuera.

Lo escuché gritar mi nombre. Se estaba acercando.

—Shel-lee. ¿Dónde estás? —Su voz era cantarina—. No es amable de tu parte


huir.

Mi corazón latía tan rápido y tan fuerte que pensé con seguridad que su sonido
lo llevaría directo hacia mí. Mi cuerpo tembló de miedo. Me había colocado en un 245
agujero oscuro y solo había una salida.

Sentí el suelo y toqué lo que pensé que era una especie de botella.

Escuché sus pies crujir sobre las hojas. Por el sonido de la voz de Eric, él estaba
parado sobre mí. Si bajaba por la ladera de la colina, el manantial estaría a su
izquierda o derecha. Y si miraba dentro, me encontraría.

Nunca entendí lo que las personas querían decir cuando hablaban de sus vidas
pasando frente a sus ojos. Y aun no estoy segura que es exactamente lo que
experimenté, pero algo sucedió. El tiempo se ralentizó y mi vida entera se
reprodujo en rápidas imágenes en mi mente, pero no había sonido. Era como si
estuviera viendo una película muda, las imágenes fundiéndose una con la otra.
Mamá y Jackie. Mamá y yo. Mamá borracha. Mamá mala.

—¡Ahí estás! —Un brazo fuerte me sacó del oscuro manantial y rompí la
botella de vidrio, apuñalando a Eric en el cuello. La sangre brotó.

—Perra. ¡Maldita perra!


Corrí lo más rápido que pude de regreso a la cabaña. Me dolía el pecho y me
ardían los pulmones, pero no me detuve.

Eric había arrojado las llaves sobre la mesa cuando nos fuimos. Necesitaba
volver a la mesa y conseguir esas llaves.

Pude ver la cabaña en línea recta. Ya casi estaba allí. Solo unos pocos pasos
más. Volé a la casa, agarré las llaves y hui a mi auto. Puse las llaves adentro. El
auto no encendió. Lo intenté de nuevo. Y otra vez. Golpeé el volante con la palma
de mi mano.
246
La puerta se abrió. Y Eric me sacó. Estaba cubierto de sangre y tenía una
mirada loca en su rostro.

—Parece que tenemos mucho entrenamiento que hacer.

—Por favor, Eric. No lo hagas. Solo déjame ir.

Me agarró del brazo.

—Solo cuando esté listo.

Luché mientras él me empujaba hacia la cabaña. Cuando entramos, me forzó a


sentarme en una de las sillas de madera del comedor. Vi como abrió su bolso y sacó
un rollo de cuerda y una máscara de payaso.

Sonó mi celular. Sabía por el tono de llamada que era Jackie.

—Debería responder eso. Es Jackie. Si no respondo, pensará que algo anda


mal.

Eric me entregó el teléfono.

—Ponlo en altavoz.

Asentí y respondí.
—Hola Jackie.

—Suenas muy lejos —dijo.

—Tengo el teléfono en altavoz.

—Oh. Bueno. Estaba pensando en llegar antes para hacer otra caminata.

—Ojalá pudiera pero me torcí el tobillo. Duele como el infierno.

—¿Tú, qué?

—Me torcí el tobillo.

—¡Auch! ¿Le has puesto hielo?

—Estoy haciendo eso ahora.

—Bueno. Llamaré después.

—Está bien.
247
—Te quiero.

—También te quiero.

Terminé la llamada, Eric lo agarró y lo colocó sobre la mesa junto al cuchillo


que había usado antes para cortar mi sostén.

—Mírense ustedes dos. Te quiero. Yo también te quiero —se burló Eric—. Las
dos son patéticas.

—Eric. —Lloré—. ¿Qué te ha pasado?

Me abofeteó la cara.

—¡Tú! ¡Me hiciste así! Es tu culpa. Todo progresaba bien hasta que decidiste
irte. Nadie me deja, Shelly. Nadie.

—¿Qué hay de Lisa?

Se inclinó y su cara estaba tan cerca que cuando habló sentí que saliva me
salpicaba la cara.

—Ella es una puta. Igual que tú.


Quería seguir hablando porque Eric no había terminado de atarme las piernas y
mis manos aún estaban libres. Si pudiera mantenerlo ocupado, tal vez no lo
recordaría, y podría escapar.

Se acercó a la nevera y tomó una cerveza. Justo cuando estaba abriendo la


tapa, me lancé hacia el cuchillo sobre la mesa.

Eric rió.

—¿De verdad crees que vas a usar eso en mí? No eres más que una cobarde.

Empuñé el cuchillo delante de mí.

—No te acerques más. Usaré esto.

Él se acercó.

—No tienes las agallas para usar ese cuchillo. Eres patética. Una perdedora con
P mayúscula. Tal vez debería tatuarme una gran P en el trasero. ¿Te gustaría eso?
¿Te gustaría? 248
Sollocé mientras se acercaba. Sabía que no sería capaz de escapar de él. Mi
única oportunidad era apuñalarlo. Me concentré en su cuerpo acercándose al mío.
Me imaginé hundiendo el cuchillo en su pecho. Solo tendría una oportunidad, así
que necesitaba concentrarme y no vacilar, ni siquiera por un segundo.

Gritó como un hombre salvaje y se lanzó hacia el cuchillo. Lo apuñalé en el


brazo tan fuerte como pude. Cayó al suelo y rodó de dolor. Estaba cubierto de
sangre y me quedé allí en estado de shock, incapaz de moverme.

Escuché las sirenas de la policía. Jackie lo había entendido. Salí corriendo por
la puerta mientras las patrullas de la policía corrían por el camino con sus sirenas a
todo volumen y luces parpadeantes. Me desplomé en el suelo mientras la policía,
con las armas desenfundadas, rodeaba la casa.

Lo siguiente que recuerdo es ser cargada en una ambulancia.

Me llevaron al hospital donde fui atendida y me dieron un sedante. Cuando


desperté, Jackie estaba sentada al lado de mi cama.

Alcancé su mano.

—Gracias.
Me di cuenta que Jackie estaba llorando porque su cara estaba manchada de
rojo.

—Solo desearía no haberme ido a casa.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

—Jackie, esto no es tu culpa.

—Pero si me hubiera quedado…

Si te hubieras quedado, podría habernos lastimado a las dos. Y si te hubieras


quedado, no hubieras recibido el mensaje y no hubieras llamado a la policía. Me
salvaste.

Nos abrazamos y supe que mi vida nunca sería la misma.

249
Un año después

Mirando en retrospectiva, veo todas las banderas rojas. Veo las pequeñas cosas
que descarté que no eran pequeñas en absoluto. Veo las excusas que hice y las
numerosas veces que no escuché a mi yo interior. Es aterrador darse cuenta que la
persona que creías conocer bien no era esa persona en absoluto.

Siento una mezcla de emociones: conmoción, vergüenza, confusión y tristeza.


No puedo creer que estaba en una relación tan dolorosa y tóxica. ¿Cómo podría ser
el amor de la vida de Eric en un momento y su puta, menos de un cero, el
siguiente? ¿Cómo no me amé lo suficiente como para alejarme antes? ¿Cómo no me 250
protegí financieramente y de otra manera? ¿Cómo podría haber sido tan estúpida?

Mentiría si te dijera que me he curado por completo. Todavía tengo días malos.
Todavía dudo de mí misma. Todavía temo ser engañada por un hombre. A veces
estoy convencida que cada hombre que conozco es un narcisista disfrazado.

Superar la auto-culpa, desencadenada por mis sentimientos de culpa,


vergüenza y de ser desmerecedora, fue más difícil de lo que imaginaba. Pero
lentamente, mis sentimientos de impotencia se han curado y me las he arreglado
para perdonarme.

Cada vez que me paro desnuda frente al espejo, veo las cicatrices debajo de mis
senos. Cicatrices que estarán allí para siempre, recordatorios del infierno al que he
sobrevivido. Tan pronto como pude, me quité los implantes. Aprendí que
cambiarme para hacer feliz a alguien más solo me hace sentir miserable. Si un
hombre no puede aceptarme por lo que soy, no vale la pena tenerlo. Nadie tiene
derecho a decirme qué necesito o qué tengo mal.

Lentamente estoy reconstruyendo mi confianza. Busqué ayuda y aunque mi


viaje está lejos de terminar, cada día es un poco más brillante que el anterior.

Recientemente tuve noticias de Matt, mi novio de la preparatoria. Hemos


estado hablando por teléfono, nada más. No estoy segura de que habrá más con
alguien. No estoy segura de poder volver a confiar o amar a un hombre. A veces me
siento tan dañada que no puedo ver cómo alguien me querría.
Eric está en la cárcel. Resulta que había más maldad en él de lo que jamás
podría haber imaginado. Grabó en secreto a los inquilinos en las casas que
alquilaba a los estudiantes. Instaló cámaras diminutas en los baños y dormitorios,
ocultándolas detrás de espejos y en gabinetes y ventiladores de techo. Algunas de
las cámaras se encendían con solo pulsar un interruptor de luz. Las cámaras
alimentaban de imágenes a un sistema de grabación en el sótano, y las miraba a
través de Internet.

Además con los videos, había varios artículos de bondage12 en el bolso junto
con bragas, cada una etiquetada con el nombre de una mujer. Aparentemente
coleccionaba lencería de las mujeres de las que abusó.

No sé qué hubiera hecho sin Jackie y Bruce. Me sacaron de los escombros y me


ayudaron a recoger los pedazos de mi vida rota. Me mudé de nuevo cerca de ellos.

Estoy agradecida de haber encontrado a Lisa, que me ha ayudado a sanar.


Hemos comparado notas, aunque su viaje fue muy diferente al mío. Ambas
sufrimos el abuso verbal y físico y hemos sobrevivido con suficientes cicatrices para
toda la vida. 251
Anhelo compartir mi historia, ayudar a otros que puedan verse atrapados en la
red de mentiras y engaños de un narcisista. Eres más fuerte de lo que piensas. Más
valiente de lo que crees. Sobrevivirás. No es fácil. No sucede de la noche a la
mañana. Pero un día podrás recordar el tiempo que pasaste con tu narcisista y darte
cuenta de que lo lograste.

Sobreviviste.

Eres un ganador.

Importas.

Ellos no son nada.

Fin.

12
Bondage: Proveniente del término francés e inglés homónimo que significa esclavitud o
cautiverio, es una práctica erótica basada en la inmovilización del cuerpo de una persona a través de
ataduras. Las ataduras pueden hacerse en una parte del cuerpo o en su totalidad, utilizando cuerdas,
cintas, telas, cadenas, esposas o cualquier otro elemento que pueda servir como inmovilizador.
252
Buffy Andrews vive en el centro sur de Pensilvania con su esposo, Tom, y el
Cairn terrier, Kakita.

Durante el día, trabaja para USA Today Network como su Gerente de


Contratación Regional para el Noreste.

Por la noche, escribe ficción para niños de 8 a 12 años, ficción juvenil y ficción
de mujeres.

Algunas de sus ideas de ficción aparecen en su cabeza en los momentos más


inoportunos, como durante un sermón o en la ducha o cuando se supone que debe
estar escuchando en una reunión. Ha escrito en todos los boletines de la iglesia,
saltó fuera de la ducha más de una vez para escribir una idea y convirtió los folletos
de las reuniones en guiones gráficos.

Si la ves fuera de casa, no te sorprendas si la ves sacar el cuaderno que guarda


en su bolso. Siempre está tomando notas que usará más tarde. Después de todo, la
vida está llena de detalles maravillosos para capturar.
253

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