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Lección 3

para el 15 de
julio de 2023
En su oración [Efesios 1:15-23], Pablo pide al
Padre que les dé a los efesios la experiencia de
conocer a Dios mediante su revelación; la
esperanza que emana del llamado y las
promesas de Dios; y fe, para que puedan
experimentar el poder infinito del Señor
Jesucristo.
Cierra su oración dándoles la seguridad y la
confianza de que todo está sometido a Cristo.
Oración de acción de gracias e intercesión. Efesios 1:15-16.
¿Qué pide Pablo para los creyentes?
Ver como Dios ve. Efesios 1:17-19.
Participar del poder de la resurrección. Efesios 1:20.
Comprender la supremacía de Jesús. Efesios 1:21.
Epílogo:
Jesús, la cabeza de la Iglesia. Efesios 1:22-23.
Efesios 1:15-16
Pablo había escuchado cómo Nuestro corazón está
los efesios crecían en amor y siempre abierto a la
fe (1:15). Esto le motiva a influencia del Espíritu Santo
prorrumpir en una oración
Buscamos motivos para dar
de acción de gracias a Dios gracias a Dios
(1:16), acompañada de una
intercesión especial por
Llevamos todos nuestros
ellos, que reanudará más problemas a Él
adelante (3:14-21).
El apóstol nos anima a Buscamos el consejo divino
seguir su ejemplo en todo para los avatares de la vida
momento: “Orad sin cesar”
(1Ts. 5:17). Estamos siempre dispuestos
a ser conducidos por Dios
¿Qué significa esto?
Si se lo pedimos, Dios nos dará sabiduría, y nos
revelará aquello que no somos capaces de
discernir (1:17). Quitará el velo que cubre nuestros
ojos espirituales, y los iluminará con Su
conocimiento (1:18a). Veremos como Dios ve.
¿Qué es lo que pide Pablo que seamos capaces de
discernir (1:18-19)?
La esperanza a la que
estamos llamados
Que somos la gloria de la
herencia de Dios (su tesoro)
La incomparable grandeza Pablo le pide a Dios que seamos capaces
de su poder a nuestro favor de “conocerle mejor” (1:17 DHH).
Para explicar el inmenso poder de Dios, que
Él ejerce en nuestro favor, Pablo usa dos
ejemplos: la resurrección de Jesús, y su
exaltación a la diestra del Padre (1:20).

Nos asegura nuestra propia resurrección (1Co. 15:20-22)


Nos permite acudir a Él para obtener bendición (Heb. 7:22-25)
Nos asegura la presencia del Espíritu Santo (Jn. 16:7)
Nos proporciona dones (Ef. 4:8-11)

Nos asegura que Jesús tiene poder sobre todos (Flp. 2:9-10)
Jesús, resucitado y exaltado, no se queda quieto en su trono. Él limita y controla todo poder
en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18).
Jesús tiene supremacía “muy por encima de
todo gobierno y autoridad, poder y
dominio, y de cualquier otro nombre que se
invoque, no sólo en este mundo sino
también en el venidero” (1:21 NVI).
Para los efesios, la referencia a la invocación
de un nombre tenía un significado especial.
Al invocar el nombre de Jesús (sin fe en Él), los hijos de Esceva
pretendieron expulsar demonios (Hch. 19:11-16). Invocar el nombre
de deidades o poderes infernales era una práctica habitual,
recogida en los libros de magia que los cristianos efesios decidieron
quemar (Hch. 19:19).
Por eso, Pablo recalca que Jesús está por encima de cualquier poder
demoníaco. Solo Él puede librarnos de las garras del maligno.
Al sentarle a su diestra, Dios puso a los enemigos de Jesús
“por estrado de tus pies” (Sal. 110:1).
Esto significa que los “poderes”, las “autoridades”, las
“potestades que dominan este mundo de tinieblas”, y las
“fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”
contra las que tenemos que luchar están sometidas a Él
(Ef. 6:12 NVI).
Además, Jesús es la cabeza de la iglesia, el que la dirige y la
lleva a puerto seguro. “Las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella” (Mt. 16:18).
Pero no vemos que todo le esté sometido ahora (Heb. 2:8).
De ahí la oración de Pablo para que Dios ilumine nuestros
ojos para ver las realidades que ahora no somos capaces de
discernir.
“Todos los poderes terrenales están bajo
el dominio del Ser Infinito. Al soberano
más poderoso, al opresor más cruel, les
dice: “Hasta aquí vendrás, y no pasarás
adelante”. Job 38:11. El poder de Dios se
ejerce constantemente para
contrarrestar los agentes del mal.
Trabaja continuamente entre los
hombres, no para destruirlos, sino para
corregirlos y preservarlos”
E. G. W. (Patriarcas y profetas, pg. 683)

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