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Lección 4 para el 23 de octubre de 2021

Deuteronomio 6:4-9 contiene el “Shemá”


(heb. ‫שמע‬, “escucha”), una de las oraciones Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR
más importantes del pueblo de Israel.
En estos versículos, Dios se muestra como el
único Dios verdadero. Nos pide que le
amemos con todo nuestro corazón. No es
algo muy difícil, ¿o sí lo es?
“Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová
vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en
la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla” (Deuteronomio 6:1)
Las prescripciones divinas debían ser transmitidas de
generación en generación, para que “tú, tu hijo, y el hijo de
tu hijo” las guarden (Dt. 6:2).
Dios desea que yo las guarde “para que [me] vaya bien” (Dt.
6:3). Y la primera norma que quiere que observe es: amarlo
de forma absoluta, por encima del amor a cualquier otra
persona u objeto (Dt. 6:5).

Dios usa el posesivo “tu”, no


“vuestro”. No es un mandato
genérico, sino personal. Debo amar a
MI Dios de todo MI corazón, de toda
MI alma, y con todas MIS fuerzas.
“para que temas a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 6:2)
Aún antes de pedirnos que le Efesios 2:1-10 nos muestra cómo
amemos, Dios nos pide que le este temor a Dios, por su gracia,
temamos. ¿Qué implica temer a Dios? nos lleva a amarlo:

Tener miedo de Él, pues Aunque merecemos el


hemos pecado y merecemos castigo por nuestros pecados,
su castigo (Dt. 9:19; Sal. Dios nos perdona y nos da
119:120). vida (v. 1-5).

Admirarle y respetarle por su


Con Su poder nos transforma
autoridad, su poder, su
y nos hace aptos para
justicia y su rectitud (Éx.
servirle y amarle (v. 6-10).
14:31; Sal. 47:2; 66:5).

Lo que Dios ha hecho conmigo “en Cristo Jesús” (v. 7) me lleva a


amarlo y a temerlo al mismo tiempo.
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1ª de Juan 4:19)

En los discursos registrados en Deuteronomio, Moisés recuerda a los


israelitas que Dios amó a sus padres (4:37; 10:15), y a ellos mismos
(7:7-8; 23:5; 33:3), y que por esa razón los rescató de Egipto.
También les asegura que seguirá amándolos en el futuro (7:13).
Es decir, antes de que Dios les ordene amarlo (Dt. 6:5), antes si
quiera de que existieran como nación, Él los había amado y los había
rescatado de su esclavitud.
La mayor motivación que podemos
tener para amar a Dios es que Él nos
amó primero, “y se entregó a sí mismo
por nosotros” (Ef. 5:2), aún antes de
que llegásemos a existir.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15)

El amor a Dios está indisolublemente ligado a la obediencia.


Cuando amamos a Dios y comprendemos lo que Él ha hecho
por nosotros, expresamos ese amor guardando sus
mandamientos, porque eso es lo que a Él le agrada (Jn. 14:15).
¿CÓMO DEBO
AMAR A DIOS?
“Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es:
Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Este es el principal mandamiento” (Marcos 12:29-30)
Jesús sintetizó los mandamientos citando el Shemá. La base para la
obediencia de cualquier mandamiento divino es el amor.
Pero no cualquier amor. El amor a Dios ha de impregnar todo
nuestro ser: corazón, alma, mente y cuerpo. Este amor es el
fruto de conocer íntimamente a Dios, y de tener una relación
íntima con Él.
En el tiempo del fin, cuando la obediencia sea una prueba de
lealtad a Dios (Ap. 12:17; 13:15; 14:1, 4-5), los que amamos
así a Dios, preferiremos la muerte a la desobediencia.
“Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia
nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre
celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino
un principio divino, un poder permanente […] En el
corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor
es el principio dominante de acción. Modifica el carácter,
gobierna los impulsos, controla las pasiones, y ennoblece los
afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma,
endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en
su derredor”
E. G. W. (Los hechos de los apóstoles, pg. 440)

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