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El nombre Elohim traducido en nuestras versiones por Dios y otras por Señor viene de una
raíz que significa poder y se refiere a todo lo divino. A veces se combina con otras palabras
(Gn 28:19). Se usa el plural Elohim para referirse al Dios de Israel para intensificar o
reforzar la idea expresada: La plenitud de Dios.
Jehová Yahveh representa el nombre propio de Dios tal como se ha revelado a Israel en los
actos poderosos de liberación JEHOVÁ.
Adonai traducido en nuestras versiones por SEÑOR es también un plural, que da la idea de
soberanía, poder pleno, y se combina a veces en expresiones como Señor de Señores o Señor
de toda la tierra. “Señor, dueño, amo, juez”. Este nombre fue también aplicado ya desde el
principio al Dios de Israel.
Otros términos Jehová de los ejércitos, usado 279 veces en el Antiguo Testamento; Jehová
Dios eterno, Gn 21:33; el Altísimo y el Omnipotente, Nm 24:16; todos estos nombres
conmemoran manifestaciones o señales particulares del Dios de Israel.
El nombre “El”, siempre que se acompaña de algún adjetivo, destaca un aspecto o virtud del
Creador:
En el Nuevo Testamento
Al eliminarse en el judaísmo el uso ordinario de Jehová, aparecen muchas designaciones
abstractas o indirectas: el Nombre, el Eterno, el Inmortal, el Todopoderoso, el Altísimo. El
Nuevo Testamento toma las traducciones griegas de estos nombres, que frecuentemente son
referidos también al Señor Jesucristo. Dios y Señor “Kyrios” son, los más utilizados y hemos
de ver en ellos la traducción de Jehová Dios y de El Señor Dios del Antiguo Testamento.
Dios es santo (Ap 4:8), lo que significa que está separado y por encima de todo lo que es
ordinario, creado y débil, tanto física como moralmente, su santidad se muestra en su justicia
(Is 5:6; Ez 28:22), pero también en la fidelidad de su amor (Os 11:9) y en la liberación de su
pueblo (Is 41:14; 43:3).
El amor de Dios está presente en el Antiguo Testamento referido principalmente a Israel (Is
43:4), pero en el Nuevo Testamento es elevado a una afirmación universal (Jn 3:16) y
centrado en la obra de Jesucristo (Ro 5:8; 1 Jn 4:9). A tal punto se revela el amor de Dios por
todos los hombres (Tit 3:4), que es posible describir a Dios mismo en función del amor (1 Jn
4:8); un amor, sin embargo, que debe entenderse a la luz de la revelación divina y no como
la divinidad de cualquier forma de amor.