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1. CONCEPTO
4
Claro Soler. Obra citada Pág. 54
5
Mazeaud. Obra citada Pág. 147
6
Alessandri Arturo y Somarriva Manuel. Curso de Derecho Civil. Fuentes de las Obligaciones. Tomo IV.
Editorial Nascimiento. Santiago de Chile, 1942, Pág76
7
Diccionario de Derecho Privado. Tomo I Editorial Labor S.A. Barcelona – Madrid,1950. Pág. 1133
8
Giorgi Jorge. Teoría de la Obligaciones en el Derecho Moderno 2da. Edición. Tomo III. Editorial Reus S.A.
Madrid.1978. Pág. 118
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2. ELEMENTOS
Para los hermanos Mazeaud son sólo dos: la existencia de voluntades individuales
y el concierto de esas voluntades 10. En cambio Messineo exige, además de la
inicialmente señalada, que una declaración presuponga a la otra, el encuentro de
voluntades y la conciencia de las partes sobre la formación de ese
consentimiento11.
útiles par explicar algunas situaciones particulares en las que faltan esos
elementos, en especial las declaraciones de voluntad que no se hacen en serio
(diferente de la reserva mental), tales como las que se escuchan cuando se
presenta una obra de teatro o que oyen los estudiantes cuando un profesor dicta
una clase, e incluso las que se hacen en broma; entendida esta como la
declaración que “se emite para que no sea tomada en serio o, a lo más, para que
siendo tomada enserio, en un primer momento, el destinatario se percate de la
broma antes de que se sigan consecuencias de su error” 12.
12
Albaladejo Manuel. Derecho Civil I, Volumen segundo. José María Bosch Editor. S.A., Barcelona, 1996,
Pág. 229
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13
Ferrara Francisco. La Simulación de los Negocios Jurídicos. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid.
Pág. 2
14
Ferrara Francisco. Obra citada , Pág. 16
15
Obra citada Pág. 9
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declaración sin el querer de voluntad y que aquella no puede confundirse con el fin
realmente querido.16
En primer lugar, el aspecto normativo claramente así lo indica; el título II del Libro
IV de nuestro Código Civil se denomina “de los actos y declaraciones de
voluntad”, y el artículo 1502 establece condiciones o requisitos “para que una
persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad.”. El Código de
Comercio en el art. 871 consagra el principio de la buena fe y le concede fuerza
vinculante a lo expresamente pactado; establece: “los contratos deberán
celebrarse y ejecutarse de buena fe y, en consecuencia, obligaran no solo a lo
pactado expresamente en ellos, sino a todo lo que corresponda a la naturaleza
de los mismos, según la ley, la costumbre o la equidad natural”
El tratadista Lafont Pianetta señala sobre el tema: “Es falso que la voluntad por si
misma produzca efectos jurídicos; la voluntad como tal no indica sino querer algo
para satisfacer intereses. Decir que la voluntad produce lo efectos jurídicos (dogma
de la voluntad), es hacerla caer en una vaguedad, pues comprendería, además de
los fines jurídicos, los materiales y sicológicos. Estos últimos mientras no se
objetivicen en una conducta no pueden tener mayor influencia en las esferas
jurídicas privadas. Es más, el hecho psíquico por su naturaleza incontrolable no
puede ser esencia del negocio jurídico”17.
Confrontar Ferrara obra citada, Págs. 9 y ss.
16
17
Lafont P. Pedro, Negocio Jurídico. Antecedentes Romanos en Nuestra Legislación, Editorial Ediciones
Cosmos, Bogota, 1976, Pág. 32.
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18
Albaladejo Manuel. Derecho Civil I, Introducción y Parte General. Volumen 2°. 14ª Edición. Pág. 220
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El error de hecho sobre la naturaleza del contrato que se presenta, para citar el
ejemplo del Código Civil, “si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación”, en realidad impide la formación del consentimiento y no tiene
relevancia tratarlo como una afectación de la voluntad en su aspecto interno, pues
el contrato no se forma debido a la falta de integración o concordancia en las
declaraciones de voluntad e impide que la finalidad pretendida se configure; no
hay consentimiento y en consecuencia no se trataría de prevalencia de lo interno
sobre lo declarado. A éste respecto Planiol y Ripert sostienen: “Una parte propone
a otra entregarle una cosa y se la remite, pero una de ellas cree que se trata de
una donación, cuando la otra tiene la intención de hacer un simple préstamo o
depósito. No hay contrato, porque ambas partes han querido cosas diferentes: sus
voluntades no se han encontrado, y ningún acuerdo se ha formado.” 19
Igual acontece en el error sobre la identidad del objeto; según los autores citados
se “trata, por ejemplo, de la venta de un caballo, pero mientras el vendedor quería
deshacerse de determinado caballo que tiene actualmente en su cuadra el
comprador quería adquirir otro. No hay consentimiento, puesto que no hay
acuerdo; se trata de un error y el contrato no ha podido formarse” 20.
Como uno de los requisitos para que los demás errores que tienen virtualidad de
generar rescisión es el de ser comunicados, es decir compartidos -que ambas
partes incurran en el mismo-, es difícil en la práctica encontrar consentimientos
19
Planiol M. Ripert G. Tratado Elemental de Derecho Civil, Teoría General de los Contratos, Contratos
Especiales, Editorial Cárdenas Editor y Distribuidor, México 1983 Primera Edición, Pág. 53.
20
Planiol M. Ripert G. Obra citada, Pág. 53.
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viciados, y si a eso unimos que el error debe ser excusable, concluiremos que la
preponderancia de lo interno en la práctica no se presenta.
21
Ortiz M. Álvaro. Manual de Obligaciones, Editorial Temis, Bogotá, 2003, Pág. 41
22
Mazeaud. Obra citada pagina 136
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Además de lo anterior, debe tenerse muy claro que la intención de los contratantes
no es la subjetiva o particular de cada uno de ellos, sino la que se refleja
necesariamente en lo declarado y que configura una realidad distinta de cada
voluntad individualmente considerada; así “se descarta la intención individual, el
simple ánimo, el pensamiento, la idea interna. Son irrelevantes las reservas
mentales, como las intenciones no declaradas. La intención común implica la
conjunción de dos declaraciones que conforman una distinta a las otras dos
23
Según lo expresa Ordoqui Castilla en la obra ya referenciada, Pág. 348.
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Ahora, si el texto no es claro hay que acudir a las demás reglas de interpretación
en las que se advierte prevalencia de lo declarado (C.C. arts. 1620, 1621, y 1622);
también lo determinante es lo declarado cuando se trata de cláusulas ambiguas,
porque éstas cláusulas necesariamente son declaradas y deben tenerse en cuenta
entendidas ya en favor del deudor, ya en contra de quien la redactó, siempre y
cuando éste último no haya explicado su contenido (C.C. artículo 1624).
27
Ver Valencia Zea Ortiz Monsalve , Obra citada, Pág. 541
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Así el Código Civil en el art. 2151 establece “las personas que por su profesión u
oficio se encargan de negocios ajenos, están obligadas a declarar lo más pronto
posible si aceptan o no el encargo de una persona ausente les hace; y
transcurrido un término razonable, su silencio se mirará como aceptación. Aun
cuando se excusen del encargo, deberán tomar las provincias conservativas
urgentes que requiera el negocio que se les encomienda”. También el Código del
Comercio lo consagra en art.1270, para ciertos actos relacionados con la ejecución
del mandato: “si el mandante no respondiere a la comunicación del mandatario en
un término prudencial, su silencio equivaldrá a aprobación, aunque el mandatario
se haya separado de sus instrucciones o excedido el límite de sus facultades”.
28
Valencia Zea A. Ortiz Monsalve A. Pág.456
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Cuando se trata de una declaración verbal y directa que tiene lugar entre
presentes, una vez se efectué la declaración se considera comunicada, es decir, en
el acto; igualmente así acontece cuando se hace por teléfono o empleando un
medio equivalente que transmita el contenido de viva voz. Si es indirecta y se hace
por un mensajero o nuncio, se entiende comunicada cuando este trasmite su
mensaje al destinatario.
29
Albaladejo. Obra citada, Pág. 170
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El Código Civil no regula estos asuntos; el Código del Comercio sí los aplica en la
regulación de la oferta y de la aceptación, como declaraciones de voluntad que se
integran para formar el contrato si es de contenido consensual y que por analogía
se aplican a los contratos civiles y demás negocios.
Específicamente en el art. 864 del Código del Comercio que define el contrato
como “un acuerdo entre dos o más personas para constituir, regular o extinguir
una relación jurídica patrimonial”, se consagra la teoría de la recepción, en el
momento en que el proponente “reciba la aceptación de la propuesta”.
Por la dificultad de la prueba de este hecho y para mantener el equilibrio entre las
dos partes, el inciso 2° de ese artículo establece una presunción legal consistente
en dar por probada la ocurrencia de la recepción si el destinatario prueba “la
remisión de ella” dentro de las términos convenidos o supletorios que la ley señala
para aceptar la oferta. No es que el legislador consagre la teoría de la expedición
sino que está relevando al aceptante de probar el hecho de la recepción. Y no
habrá contrato si el oferente prueba que no recibió la declaración de aceptación
por un hecho extraño que no le es imputable.
30
Messineo Francesco, Obra citada. Pág.100
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En estos casos, mencionados ambos por Karl Larenz, se trata de una actuación de
voluntad, “pues los actos de cumplimiento, de apropiación o de utilización que al
respecto se consideran no están destinados a manifestar a otros una voluntad de
producir efectos jurídicos. Tienen por objeto un fin directamente práctico, y no, a
diferencia de una declaración de voluntad no recepticia –así, el testamento-, la
manifestación de la voluntad de poner en vigor efectos jurídicos. No obstante, si
de ellos puede inferirse la existencia de una voluntad de aceptación (latente), es
debido a que en general sólo con ese requisito tienen un fin comprensible y
pueden efectuarse justificadamente, habiendo de suponerse, en la duda, una
actuación legítima”.31
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