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diferentes y la disparidad de las obras, el significado de fondo de

l. todos estos sucesos es sustancialmente histórico -edénico, en la


acepción fenomenológica y temporal de la expresión y no en la
El eclecticismo historicista puramente formal y «estilística».
Los temas mencionados constilUyen ya una especie de tipo­
ideal, un cuadro conceptual, es decir, unitario, obtenido mediante
la acentuación de un punto de vista y la conexión de una suma
de fenómenos particulares. Probemos entonces a construir esta
Con esta expresión se indica generalmente una fase de la his­ estruclUra-modelo que llamamos «eclecticismo historicista» con
toria de la arquitectura del siglo XIX en la que coexisten estilos la que estudiaremos algunas de las obras principales de dicho pe­
diversos, haciendo referencia t0dos ellos a diferemes períodos his­ ríodo. En la práctica, tal construcción equivale a una narración
tóricos ante1-iores; así, el neoclásico, el neogótico, el neorrenaci­ «intencionada» de los hechos fundamentales -las condiciones
miento, el neobarroco, etcétera, constituyen otras tantas revitali­ histórico-sociales, las tecnológicas, las teorías crítico-estéticas,
zaciones (re1,sival.s) o retornos a la arquitectura del mundo antiguo, las poéticas, los protagonistas (temas que aparecerán de nuevo,
medieval, renacentista, etc., respectivamente, sin nombrar las como invariantes, en todos los demás capítulos)- advertidos, sin
tendencias que recuperan los gustos exóticos. No es nuestra inten­ embargo, de la premisa de que la nuestra no será una historia
ción rebatir tales nomenclaturas, que responden, por otra parte, que refleje simplemente la realidad de los hechos y claramente
a la intención precisa de los arquitectos que pertenecían a dichas menos exhaustiva que otras, sino que tenderá principalmente a
tendencias. Ame la exigencia de elaborar un código-estilo má proporcionar un cuadro unitario de tales hechos a pesar de su
amplio en relación con la producción decimonónica, queremos heterogeneidad.
ante todo liberar a la expresión «eclecticismo historicista» de sus
connotaciones negativas, considerándola indicativa de un estilo Las condiciones hist6rico-sociales
unitario en su cor�unto y, en segundo lugar, incluir en ella otros La arquitectura y la urbanística modernas nacen del encuen­
fenómenos como el del nacimiento de la urbanística moderna y tro de una serie de factores de entre los más típicos de la cultu­
otros acontecimientos que la histo1;ografía trata, por lo general ra decimonónica. �Iuchos autores, con fundados motivos, ven
en capítulos aparte, como la obra de los ingenieros o la escuela su inicio en el siglo precedente y hacen coincidir señaladamente
de Chicago. Y todo esLO, no tanto por condensar un material his­ su génesis con la llamada arquitectura del Iluminismo (Boullée
tórico otras ,·eces fraccionado, sino más bien porque pensamos y Ledoux) y con el amplio debate teórico del siglo XVIII. Por
que toda la producción del período mencionado refleja causas y nuestra parte, aun reconociendo la gran importancia de estos
exigencias comunes a todo el mundo occidental industrializado; fenómenos, mamenemos que los fact0res causa.mes de la coyun­
que, a pesar de las poéticas di,·ersas, los hechos y personajes tura arquitectónica y urbanística moderna son el liberalismo, el

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positivismo, la industrialización, la revolución tecnológica, el so­
cialismo utópico, el marxismo, etc., es decir, todos los aspectos
peculiares de la cultura del siglo XIX, de los que haremos aquí
una rápida síntesis.
El lihtralismo, nacido con las ideologías democráticas, iguali­
tarias y humanitarias de la Re,·olución francesa, se afianzó como
traducción política, social y económica del indi,�dualismo. Desde
el punto de vista económico, el liberalismo, cuyo punto de apoyo
era el principio de la propiedad privada, sostenía que toda activi­
dad de intercambio debería desarrollarse sin ningu na interferen­
cia, siguiendo las leyes del beneficio individual y del juego espon­
táneo de la ofena y la demanda; además, afirmaba que el interés
privado, estimulando el riuno de trabajo y la competencia, acaba­
ría representando una mejora colectiva y que, siempre gracias a
la libre relación de la oferta y la demanda, todas las situaciones de
cambio y de crisis económica se equilibrarían amomáticamente.
Por su parte, gracias al positiuismo, para el que sólo el conocimiemo
experimental de los hechos es fructífero, y al creciente progreso
·M�Y· D1\Y·1895 de las ciencias naturales, se produjo un notable desarrollo tecno­
·í1R5T· �Cl1J.15T•CARNIVAV lógico con la invención de nuevas máquinas, capaces de sustituir
·UNDfR·TKt·AUSPICEb-C.-·TKi-· el trabajo artesanal y revolucionar radicalmente los tradicionales
•IND[PfHJOff ·ll&OUR·PAl\.ff:
·ttOL601\H•TOWM·K1U.1'' procesos de producción. AJ liberalismo se asocia, así pues, el in­
· l'i'A'í· l"·l89.S;. dustrialismo. Además, ya que el costo de las nuevas maquinarias e
,a,um•OIU)Ol'OrlMlcw.Mll""'
·•- 1.1ua'tt�•a...-• instalaciones, inaccesible a los artesanos, exigía el adelanto de un
-
-<�::�·ia.���I\ enorme capital inicial, todo esto, unido a la nueva organización
productiva y al comercio rápido y cuantitativamente importante
de los productos manufacturados, es decir, la utilización al má.xi­
mo de las máquinas y la recuperación más rápida posible del ca­
pital invertido en los gastos de implantación, llevó al capitalismo.
K_ .... SchinUI, dtbujo dt- Nl1hcio8 illdlb1rialt-\ in(W'Us. Del conjunto de estos fenómenos nacen la producción en m��a, la
1-t .ion• ándu-4ri.J <k- Birnungh,1m.
�bnifil'Modd primt-r UUd4" � TubJj:l.d<lftt. economía del consumo y el beneficio, el régimen de competencia,

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apoyado en la élica y en el posluJado económico por el cuaJ Lodo de un organismo que tulelase sus derechos y les reconociera poder
es lícito, útil y bueno con tal de que se venda. Cuando se pasa de contractual. El liberalismo dio en represemar sólo vemajas para
la compelencia en el ni,·el nacional a la conquista de los mercados la clase patronal, en cuanto que, manteniendo entre otros el prin­
exleriores, el régimen capilalisla obliga al estado a emrar en con­ cipio de la libre contratación, sostenía que mientras que la propie­
Aiclo con otros países productores y a una política colonial, dando dad de los instrumentos productirns, corno todos los demás tipos
lugar a una nueva versión del "iejo imperialismo. de propiedad privada, constituía un derecho, el trabajo era sola­
La clase que hizo suya la ideología del capiLalismo industrial mente un deber, rechazando el rapilalismo el derecho al trabajo,
fue la burguesía; a diferencia de la nobleza que, en su Liempo. las asociaciones de clase, los sindicalOs obreros, etc., es decir, todo
estaba imeresada en la gesLión de la acLividad agrícola -si no cuanto pudiera impedir el ejercicio absoluto de su poder económi­
en la pura renta-, la burguesía se comprometió totalmente con co. De estas condiciones, y gracias aJ hecho de que las concentra­
la industria y con el comercio y, una vez adquiridos los inslru­ ciones productivas y la experiencia de la vida en las fábricas dan
memos moderno de producción, se con\'iene en la clase do­ a los obreros una mayor conciencia de clase,' nace el socialismo
miname de la sociedad decimonónica. Además del indisculiblc cienúfico, tras una serie de fonnulaciones, propuestas y reformas
papel hisLórico, desarrollado entre grandes hechos y profundas debidas aJ Llamado sociaJismo utópico. A la libertad del capila­
contradicciones, esta clase tenía la particularidad de ser abierta: lisrno se oponen las reivindicaciones obreras; a la organización
a eJla podía acceder todo el que, independientememe de su naci­ patronal, la de los trabajadores. El movimiento obrero se organiza
miento y de sus condiciones de parLida, fuera capaz de adquirir siguiendo los principios del marxismo. egún éste, el obrero produ­
eficacia, riqueza y poder. cc un valor en exceso respecto a su remuneración, plusvalía que
La otra protagonista de la revolución industriaJ es la clase pro­ es absorbida por el capitalista en su propio y exclusivo beneficio.
leLaria. Anleriormente, los trabajadores eslaban organizados en De este inevilable enfrentamiento deriva la lucha de clases. Dicho
corporaciones, es decir, en sociedades de pracLicantes del mismo conflicto, presente en todos los momentos de la historia, sean cua­
oficio, que si por un lado protegían a sus miembros contra las les fueran los nombres de las clases antagonistas, y que explica,
clases dominantes de la época, por el otro presentaban los defec­ según los marxistas, la propia e,·olución histórica, asume con la
tos propios de una oligarquía dirigida por los llamados maeslros revolución industrial su relación diaJéctica más clara y explícita.
del oficio, que transmitían esla carga de padres a hijos, y de una Y puesto que la democracia parlamentaria es fácilmente rnanipu-
organización que impedía desarrollar cualquier tipo de trabajo a
1 «La rn'Olución industriaJ h,a rq>rt:'S('.ntado parn ln�atrrra la misma importancia qu� tuvo
los no afiJiados. Sin embargo, abolida esta eslructura anacrónica p..u,t ri-dnria L.t fe\"Ohx:-ión polítiira )' ¡»rJ. .\lem.rni.a la tilo'W>fka, )' L.t di,tand.t tnttt. la In•
con la Revolución francesa, la clase obrera ha de esperar hasta gla.trrr.1 ck- 1760 y la de" 1811 n al mrll05 como la cxi'itc-ntr <"ntrr l.a Franáa dd 11ncu11 rlgu,,r

finales del siglo XX para conseguir el reconocimiento de los sin­ )' la ele la Rt"\'Olución <Ir Julio. El fruto más importante de f"'stir c�rollo indmítrial es, sin
cmb.irgo. d prolctdriádo inglf<•; cfr. t'. [ngrl,. ÚJ srhla�ia,u drlla das.<r opna,a •• lng/11/lrrra,
dicatos; de forma que durante más de un siglo, sin tener en cuenta f:.füori R._iumi, Roma, 1972. p. :>6 (\"l:rsión casL: ÚJ n/11,mán ,/,la d,n11J1"m"' lng/lllrn-a, Abl,
las inicialivas espontáneas y aisladas, los trabajadores carecieron Col. �:\l anifiesto•. :\ladrid, 1916).

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 18 RENATO DE FUSCO


lada por el sistema capitalista, sólo con la re,·olución polilica y con
el triunfo del proletariado se conseguirá el fin de esta discordia y
una sociedad sin clases. Entretanto -término que caracteriza tan­
to la estrategia a mediano plazo del movimiento obrero como la
política de los reformistas-, paralela a la organización re,·olucio­
naria del proletariado, y para aliviar las condiciones de extrema
miseria, surge una serie de acciones reformadoras propugnadas
por técnicos democráticos, organismos religiosos y asociaciones
filamrópicas.
Pasando de estas notas generales e informativas al examen
más directo de las condiciones que presidieron el nacimiento de
la arquitectura y de la urbanística modernas, es necesario hacer
alusión a la situación de Inglaterra, es decir, de la nación que pri­
mero vivió la experiencia de la civilización industrial. La primera
manifestación de este cambio cultural y antropológico se ,·erifica
paralelamente a la acción cortjunta y relacionada de la revolu­
ción demográfica y de la re,·olución industrial. Desde la segun­
da mitad del siglo XVIII hasta 1830, período que se considera
que corresponde precisamente a la re,·olución industrial, debido
a las innovaciones tecnológicas y al nueYo orden económico, se
calcula que la población inglesa pasó de seis miJlones y medio
a catorce millones de habitantes. Las causas de este incremento
fueron de orden alimenticio, higiénico y edificatorio; están liga­
das a los progresos de la Medicina y de la asistencia sanitaria, a
las instalaciones para el tratamiento y saneamiento de la.� aguas,
a los aspectos positi,·os (entre los muchos negati'"os) del proceso de
industrialización. Al incremento demográfico se asocia una dis­
tribución diferente de los habitantes sobre el territorio, vinculado
a la utilización en el campo producti\"O de algw1as innovaciones
tecnológicas. La más importante de ellas fue la máquina de vapor
de James \Vatt, patentada en 1769, que incidió inmediatamente

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en Lres de los sectores producli,·os más típicos y acLivos de Inglate­
rra, el minero, el siderúrgico y el textil, íntimamente ligados entre
sí. El sector siderúrgico había sufrido ya inno\'aciones con el des­
cubrimiento de Abraham Darby, comenzado en 1735 y perfeccio­
nado por su hijo, que consistía en un procedimiento para fundir
el hierro del mineral sustituyendo por coque de carbón mineral el
carbón obtenido por combustión de la madera, material de dificil
aprovisionamiento y, por tanto, utilizable ahora para otros fines.
La máquina de Watt permitió ante todo un notable aumento en
la extracción de carbón mineral y por ello la inmediata utiliza­
ción de la minería para la producción siderúrgica. Este hecho,
como ya se ha mencionado, tuvo una gran repercusión sobre la
transformación de los asentamientos territoriales. En efecto, las
instalaciones de extracción de carbón, que nacieron primero en
las zonas boscosas, es decir, lejos de los centros urbanos, fueron
instalándose sucesivamente en las regiones mineras, que por su
"ecindacl a los centros urbanos o sobre tocio por su organización
más compleja reclamaban un número ingente de empicados, de­
terminando así nue,·os núcleos habitados en las zonas de trabajo.
En el sector textil, la máquina de "ªpor de ,van proporcionó la
energía mecánica necesaria para el telar inventado por Edmund
Cart wright, que sucedió a la hiladora de Richard Arkwright, mo­
vida por ene1·gía hidráulica e ideada en 1768, que a su vez había
sustituido a los telares manuales jennJ' de 1764 y al JlJ' slmlllt de
1733. En ese momento, mientras que los telares manuales pcr­
mitian el trabajo en el hogar, fuera independiente o por encargo.
realizado normalmente en las zonas agrícolas por algunos miem­
bros de las familias campesinas, las máquinas textiles se concen­
traron en las cercanías de las fuentes de energía hidráulica o mi­
nera, en talleres e hilanderías que exigían un número creciente
de trabajadores del campo. Así pues. también la industria textil, ·1·r.tn'IIÍlum.:u iorlh ti{ 1 pal""'tj" in�1f!!ó" in1t'rio1 tk· ull.l hil.a1Wtl.1.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTtMPORÁNEA 21


al igual que la minera y siderúrgica, produjo una concemración de ,·ida más higiénicas y el disfrute de una mayor asistencia; y re­
de inslalacionc.>s en algunas zonas que, por su relación con las de creativo: la ciudad ofrece.> más ocasiones de fncuentro y divfrsión
los olros secLores, contribuyeron a delerminar un proceso de pro­ que el campo. Estas ventajas ,·an acompañadas de una i mportan­
ducción de ciclo compleLO. te comraparLida. La ciudad no resiste el empuje de los cambios y
El coste de tales instalaciones, como se ha dicho, y su organiza­ de la ingente inmigración; es el lugar donde se ve1;fica con más
ción cemralizada, son el origen de la formación de la nueva clase fuer.la el choque de clases; ella misma se convierte en objeto como
empresarial. La demanda del mercado aumentaba por el mayor mercancía capiLalisLa, con sus solares para consLruir y sus edifi­
ni\·el de vida de los habitantes y por el perfeccionamiento de mu­ cios. Siguiendo las teorías económicas liberales (ya en 1766, como
chos productos debido a las nuevas máquinas, que permiúa, sobre recuerda Benevolo, Adam mith aconsejaba a los gobiernos ceder
todo, inlroducir en el mercado gran cantidad de bienes a un precio los terrenos de pat rimonio nacional para sanear sus presupuestos),
tan bajo que era acce ible a la mayoría de lo compradores. e es­ los entes públicos ceden a los privados la propiedad de las áreas
tablece así la lógica del lrabajo industrial: aumentar la producción, edificables, perdiendo así LOda posibilidad de control urbanísLico.
reducir los precios para producir más en un tiempo cada \'ez me­ En el periodo má� úpico de la revolución industrial, entre los años
nor. :Miemas tamo, el nuevo y acelerado riuno produclivo y la ne­ que "an desde 1760 a 1830, se ponen de manifiesto las mayores
cesidad de incrementar el imercambio y los transpones exigieron penurias: las construcciones antiguas del centro, las más depri­
la renovación de la lOtalidad de la red de comwücaciones del país. midas y malsanas, son ocupadas por los inmigrantes del campo,
e abrieron nuevas carreleras, se habilitaron canales na,·egables y y las encuestas llevadas a cabo algunos años más tarde describen
se aceleró el proceso del transporte sobre ruedas, primero en ma­ condiciones inhumanas de habitabilidad en Londres, Manchester,
dera, después en hierro, hasta que, con la locomotora de George Li,·erpool y Leed . �o era muy diferente la situación de los nue,·os
Stephcnson de 1829, tu\·o lugar el nacimiemo del ferrocarril. alojamientos construidos en la periferia precisamente para alber­
La ciudad se convierte en el punto más fa,·orecido, en el que gar a la nueva masa de trabajadores. Para obtener partido de estas
concurren las actividades productivas, las de intercambio, las eco­ condiciones precarias surge una categoria e.x profeso de empresa­
nómicas y las de decisión. De acuerdo con los datos de Lavedan, rios constructores, losjmy builders, a quienes se debe la formación
de 1750 a 1850 l\lanchester pasa de 12.000 a -t-00.000 habitan­ de los slums y de los actuales suburbios proletarios.
tes; Glasgow de 30.000 a 300.000; Leeds de 17.000 a 170.000;• El problema de los alojamiemos populares se conviene en el
Londres es la primera ciudad europea que a fines del siglo XVIII punto central de la ciudad del siglo XIX. F. Engels, con su libro
alcanza el millón de habitantes. Los motivos que atrajeron hacia la Tl1t Condition of tht Uorking Class in England («Las Condiciones de
ciudad a la gente del campo son de orden económico: la posibili­ Vida de la Clase Trabajadora en Inglaterra»), de 1845, propor­
dad de w1 salario más elevado y regular; técnico: unas condiciones cionó la contribución más fidedigna, aunque enfocada desde su
punto de vista revolucionario, para todos aquellos sociólogos, Léc­
'Cfr. P. Lav.-cbn, IIIJ/01:nt d,linl,a,,mnL. f.¡,aq•• ron1,,,,,,.ra111L. H. Lauren.s Editeur, París, 19.".2. nicos y urbanistas que sucesivamente se han ocupado de ese pro-

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blema. De acuerdo con una investigación de la época, en Bristol, libro Tiem/J(>s dificiles, pero la ciudad del carbón, del humo y de
de 2.800 familias el 46 por ciento disponía de una sola habitación; la máquina marca también un pumo de referencia, constituye
en una zona de Londres, el East End, se señalaban 1.400 ca�s el símbolo de un proceso irreversible, rico en contradicciones
habitadas por 12.000 personas; en la parroquia de aim-George, pero también una etapa de un extraordinario desarrollo social
en Hannover Square, de 1.465 familias 929 tenían una habitación y humano. Por otra parte, del diagnóstico y de la terapia de esta
úr1ica, 408 vivían en dos, mientras que 623 no tenían nada más ciudad malsana nace, por obra de técnicos, legisladores, admi­
que una cama.' Los alojamiemos subterráneos eran muy nume­ nistradores, reformadores y utopistas, la urbanística moderna.
rosos en Londres, 11anchester, Liverpool y Leeds. Las carencias Ésta puede considerarse como generada, desde el punto de
urbanísticas de la ciudad paleoindustrial fueron generales; las pe­ vista sociopolitico al que hemos dedicado este páJTafo, por tres
nurias de cada sector repercutían en todos los demás. Los eb·a­ aspectos di\'ersos: uno legislativo-reformista, otro específico de los
dos índices de hacinamiento, la falta de servicios higiénicos, las utopistas decimonónicos y un tercero que refleja la actitud de los
dificultades de aprovisionamiento de agua y, sobre t0do, las re­ primeros marxistas sobre el tema. En cuanto a los esfuerzos para
lat.i,·as al saneamiemo de las aguas negras fueron, todas ellas, las compensar en el campo edificatorio y urbanístico los desequili­
causas concomitantes de las repetidas epidemias de peste. Estos brios producidos por la re,·olución industrial, siguiendo la vía de
se consideran, por otra parte, como los únicos factores capaces las reformas legislativas, se presentan siempre las siguientes fases:
de movilizar al Estado y a los emes públicos, y también, como en primer lugar, se efectúan encuestas precisas sobre las condicio­
las principales causas de las inter\'enciones de saneamiento que nes higiénico-sanitarias y residenciales del patrimonio edificatorio
indican la incapacidad y los límites del régimen liberal, de la ideo­ existente, especialmente en lo que atane a los alojamientos popu•
logía del laisse;:Jaire, para resolver los problemas sin la inter\'ención lares (en Inglaterra, por ejemplo, se dispone de la encuesta dirigi­
pública. Es más, entre los fenómenos típicos de la primera ciudad da oficialmente por Edwin Chadwick y de la «pri,,ada» de Engels,
industriaJ hay que recordar la inexistente distinción entre las dis­ junto con una serie de investigaciones menores promo\'idas por
Limas zonas de la ciudad: en ausencia de ordenanzas al efecto, los organismos religiosos y filantrópicos); en un segundo momento,
talleres e hilanderías se instalan por doquier creando consecuen­ entre profundos problemas políticos, ya que entran en conflicto
cias nocivas para las zonas habitadas adyacentes, para el tráfico y los intereses públicos y los privados, se dictan algunas leyes sobre
para la contaminación del agua y del aire, pero quizá sobre todo, la salud pública (tales como el Public Health Acl de 1848, el Artúan's
porque su presencia representaba un compromiso para el sucesi,·o mzd IAbourer's Dwelling Acl de 1866, el Housing ef Uórker Class Acl
desarrolJo de la ciudad. de 1890, etc.); la tercera fase se refiere a las leyes relativas a la
El cuadro que hemos descriLO encuentra una interpretación expropiación de bienes privados declarados de utilidad pública;
bastante fiel en la ciudad que Dickens llama Coketown en su es ésta la institución que pone en crisis la ideología liberaJ, la que
constituye en cierto modo una inversión de la tendencia respecto
' Cfr. L,-.,..lan, op. ril., p. 68. de la política aconsejada por Adam Smith y, en definitiva, el ins-

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trumento considerado como básico para 10das las sucesivas refor­ de los salarios, la reducción de la jornada laboral a diez horas, la
mas urbanísticas. Va a ser Francia la que desarrolle una acción distribución de los obreros en alojamientos decorosos y una serie
más decidida en este campo. La primera ley sobre la exproprialion de iniciati,·as tendientes a ele,·ar la formación profesional y civil
pourcause d'uti/ité publique es de 181O, pero considera casos excepcio­ de los empleados. Todo esto producía un ambieme (y un «rendi­
nales; la ley de 1841 extiende la expropiación a los casos de grands miento») diametralmente opuesto aJ de los barrios degradados de
travaux publics; la de 1850 pre,·é la aplicación a todos los tipos de Londres, �ianchester, Liverpool y todo el re Lo de las ciudades
trabajos a efectuar, comprendidos los barrios residenciales.• afectadas por la revolución industrial. Pero la obra de Owen va
El segundo enfoque sociológico relacionado con el nacimien­ más allá de estas iniciati,·as filantrópicas y de buena dirección
to de la urbanística moderna es el de los utopistas. PuesLO que administrativa. Él fue, de hecho, uno de los primeros en ocuparse
el punto crucial para garantizar a todo el mundo unas condicio­ del equilibrio entre la cantidad de producción, su venta y el modo
nes de vida mejores era la superación del conflicto entre el dere­ más racional de utilizar las fuer1:as de trabajo disponibles. Ade­
cho pri,-ado y el público, y dado que la propiedad privada era más, emiende la necesidad de no abandonar, en beneficio de la
la pieza cla,·e del sistema capitalista, los primeros reformadores industria, el trabajo del campo, de organizarse en cooperativas y
radicales lanzaron propuestas sólo ,•iables en una organización de aprovechar en la agricultura las nuevas posibilidades tecnoló­
económico-social diferente de la de su tiempo y, por tanto, fue­ gicas. En un documento de 1817 plantea un auténtico plano ur­
ron denominados utopistas. Sin embargo, si bien es cieno que sus banístico relativo a una serie de comunidades semirrurales, con­
planes carecían a veces de concreción y eran contrarios al semi­ federadas emre sí y destinadas a acoger cada una de 500 a 1.500
do común, tuvieron el gran mérito de anticipar varias reformas y personas, ocupadas en la elaboración industrial de los productos
de indicar que los desastres urbanísticos serían irresolubles sin la de la tierra. EJ asentamiento urbanístico de eStos centros, deno­
transformaciones económicas adecuadas; además, sobre el terre­ minados paralelogramos por la disposición en forma de rectángulo
no práctico, supieron captar frecuentemente el tipo y la escala de de los edificios, que contienen casas, talleres y servicios comunes,
las imervenciones de necesidad más imperio a. Efectivamente, si preveía la construcción de escuelas, capillas, salas para reuniones,
consideramos el ejemplo de Roben Owen, ex obrero com·enido bibliotecas, centrales térmicas, etc. Pero la lógica del sistema libe­
en el mayor accionista de las hilanderías de New Lanark, en Es­ ral era inatacable: las comunidades de Owen, intentadas primero
cocia, encontramos en su administración, hacia 1816, la mejora en Inglaterra y posteriormente en los Estados nidos, tuvieron
breve vida y llevaron a la ruina económica a su fundador. Esti­
' Entrt'! la\ divr:n.as leyr:� promulga. d.1.1 r-n los demá.• paÍ�!I �1brr: d mcxlr:lo de la france'.\3,
mularon, sin embargo, una serie de reformas. Los ejemplos de
«la ky italiana tk- 1865 sobrr l.&,; rxpmpiarioflM por rau'la dr utilidad públira adqui.-rr un.i New Lanark y la teoría de los paralelogramos constituyeron los
t"SJX"cial rdM.ílncia ¡:xw- d he-cho dr qut", con na1ablr anticip.i ción ít'"s¡x'Clo a otros patst".s Su("­ modelos de las futuras company tow11s, de las que hablaremos más
ria..., l8j1; Franciay 188-l • 4-e CC'Nlt.idcran rn co1�umo l,L\ cxpropiadon� y Ll r:lahorad6n de
lmplanC"<s rr-guladon-s ... •; cfr. G. AstC"ngo 1 \"OZ l'r6a•úlica dr- la E.•culofNdra •nirtrRll�d�ll"arl�.
adelante. Fueron las primeras actuaciones del movimiento coo­
h1i1utopt!rla coUahoraz-ionr: cuhura_lt\ \'n-t("'Cia-Roma., 1938, \'ol. XI\". coL 607. perativista, contribuyeron a dar origen a las Trade Unirm.s y, entre

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 27 28 RENATO DE FUSCO


otras cosas, institucionalizaron las primeras escuelas obligatoria importantes. Bien por motivos filamrópicos, bien, como ya se ha
y, sobre todo, las escuelas maternales, que son la base de la orga• observado, para mejorar el rendimiento de los trabajadores, se
nización familiar del proletariado industrial. fundó en 1853 el núcleo de Saltaire para una industria lanera. en
Contemporánea a las reformas propuestas por Owen es la teo­ 1859 el ya citado de Godin, en 1863 el de Krupp en Essen, en 1887
ría económico-urbanística de Charles Fourier, que hace hincapié el barrio de Port Sunligth para la industria de jabones Lcver, en
en una comunidad obrera más cerrada, gobernada por rígidas 1895 el centro residencial Bournville del fabricante de chocolate
normas de vida, cuyos dividendos se habrían repartido proporcio­ G. Cadbury, etc. Algunas de esLas últimas iniciativas se asocian
nalmente a la capacidad de trabajo de cada uno de los miembros. o se insertan directamente en el movimiento de la ciudad-jardín
La actuación urbanística del complejo esquema teórico de Fourier promovido por Ebenezer Howard, sobre el que voh·eremos en
se confiaba a la construcción de un gran edificio para 1.620 ha­ otro párrafo del presente capítulo.
bitantes, elfalansterio, una especie de residencia moderna provista El tercer enfoque político, económico y ocia! de los proble­
de locales y servicios comunes, como cocinas, lavanderias, instala­ mas de la ciudad industrial es el de los primeros marxistas. Engels,
ciones centralizadas, etc. El utópico edificio de Fourier se realizó, después de su encuesta ju,·cnil sobre las condiciones de la clase
con las oportunas modificaciones, en la segunda mitad del siglo, obrera en Inglaterra, voh·ió a ocuparse de Las casas de los traba­
por un industrial progresista,Jean-Baptiste Godin, en los alrede­ jadores, es deci1·, del punto central de la urbanística del XIX, en
dores de su fábrica de Guisa. l\1ientras que en el falansterio los ha­ tres arúculos aparecidos en 1872 en Vo/ksstaal.' En ellos, el autor,
bitantes estaban divididos por edades, en el edificio más modesto en polémica con los socialistas reformistas, critica negativamente
de Godin tienen los alojamientos familiares tradicionales, de aquí todas las tentativas llevadas a cabo hasta aquel momento para re•
el nombre defamilisterio que se le ha dado al conjunto, que conser­ soh-er el problema de los alojamientos obreros, desde las company
"ª, sin embargo, la centralización del modelo originario. Entre los lowns a las cilés 0111Jrims napoleónicas y a las building societie.s, consi­
motivos del éxito de este experimento, basado económicamente derándolas como expresiones del patemalismo, la mixtificación y,
también sobre el sistema cooperativista, está la dependencia di­ sobre todo, causa posterior de la explotación de los trabajadores
recta del núcleo residencial respecto de la fábrica y, por tanto, la por los patronos. �[ás razonadas son las rc.<,ervas que expresa sobre
actividad industrial específica de t0dos los habitantes. Siguiendo La obra de los primeros socialistas utópicos. En resumen, EngeLs
el esquema de Godin, el beneficio de esta organización comunita• considera el alojamiento como una de las tantas contradicciones
ria se dividía en cuatro partes: retribución de los trabajadores, in­ del sistema capitalista, irresoluble de manera satisfactoria mientras
tereses del capital, derechos de los inventores y fondo de seguridad exista tal régimen, y como una tarea a realizar por la gestión del
social. Pero, aparte de estas innovaciones de carácter económico, c,<¡tado socialista, considerando, por otra parte, la inminencia de
con el familisterio de Guisa estamos ya en presencia del fenómeno
de las compa'!J townr, es decir, de los núcleos de casas obreras rea­ • Cfr. F. l:.n,¡ds, ú, q,,nt,._ d,lú abrl,QDN, l:'.diz.ion.- Rirrascir..a. Roma, 19:;() ,-.rsion casi.: El
lizadas en los alrededores de algunos asentamientos industriales probúrn.a ill /JJ rrriL11.di1, Gu�t.t.vo Gili, &rcelona. 1917. col. <f<Cienci.a L'rhani,tira,,..

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 29 30 RENATO DE FUSCO


una revolución que habría acabado con aquel sistema. Refirién­ y Fourier, habían acertado a ver el problema: en sus e quemas de
dose a estos c.>scritos, obSc.>r\'a Benevolo: «Engels prefiere ( ... ) con­ la sociedad modelo la antítesis entre campo y ciudad ya no existía
siderar el futuro orden urbano como una simple consecuencia de (... ) sólo una distribución lo más uniforme posible de la población
la revolución económica a que debe tender el movimiento obrero, sobre todo el territ0rio, sólo una coordinación íntima de la pro­
y englobar la cuestión del alojamiento por completo en la cuestión ducción industrial y de la agrícola, acompanados de la aplicación
social. Así la crítica marxista, mientras enuncia algunos principios de la red de comunicaciones que se hace necesaria, presuponiendo
fundamentales parn la interpretación de las experiencias en cur­ efecLUada la abolición del modo de producir capitalista, son capa•
so, deja al descubierto su aplicación en el campo específico de la ces de sacar a la población agrícola de su aislamiento(...) la utopía
programación edificatoria y se separa durante mucho tiempo del surge cuando se propone 'sobre la base de las condiciones actual­
acontecer urbanístico».• Esto es ócrto, puesto que casi todo cuanto mente existentes' prescribir lafonna en que ha de resoh-erse esta o
se ha realizado en el campo arquitectónico-urbanístico en el perío­ aquella contradicción de la ociedad actual».• Como se ,·e, además
do examinado no es fruto de una re,·olución, que no ha cumplido de repetir el rechazo a considerar la reforma urbanística viable
los plazos previstos, sino de un espiritu reformista. Las elaboracio­ mientras que persistan los límites del sistema capitalista(y de esto
nes «particulares» que Engels refuta desde su punto de vista cons­ da testimonio la experiencia histórica posterior) se reconoce a la
tituyen el mismo esfuerzo que, desde los utopistas a :\lorris, desde cultura precedente la enumeración de algunos principios, la rela­
los técnicos más a\'anzados a las administraciones democráticas, ción campo-ciudad, la coordinación de las respectivas acti\'idades,
ha traducido en acciones concretas y positivas las aún imperfectas la distribución equilibrada de los habitantes sobre el territorio, etc.,
condiciont>.s socioeconómicas. Pero, si los primeros marxistas no que, aunque se han convertido en patrimonio ideológico de todo el
alentaron estos intereses y consideraron ineficaces tales clases de mundo, han tenido en los marxista sus principales defensores.
inten-cnción, no es cierto que quedaran apartados de los aconte­ Pero, aparte de esto, cualquiera que haya sido su intervención
cimientos urban�ticos. Mientras tanto, como hemos observado en «técnica» en el acontecer urbanístico, el marxismo, en sus di\'er­
otra ocasión,' no se encuentra en los escritos de Engels el rechazo sas facetas, como concepto antagonista del capitalismo y por ser
de la obra de los socialistas utópicos, sino su dimensionamiento la fuerza representativa de gran pane del movimiento obrero,
histórico; así, reconoce, por algunos aspectos que no pueden pa­ se ha t0mado siempre como potencia impulsora. como paráme­
sarse por alto, la certeza de algu nos de sus análisis y previsiones. tro de referencia, como factor dialéctico, en una palabra, como
«Ya los primeros socialistas utópicos modernos --escribe-, Owen
• 1-� Engrh, op. ciL� p. 129. El mi"'mo autor afirma t':11 otro la.do: «J::1 socialismo alt':m.án no
• L. lknr\'olo, I.L ong,m rú/Jin1Hmu/1<a modmta. Latrru. Bari, 1972. pp. 190-91 \'rnión <ast.: oh idará jamás qur dt'">C'd.fiSa �brC" la.., co;p.t..ldas de Saim-Simon, Fouric-r y Ow("n, Ir� hom­
wori¡,m,5 d,laurlJanúhca modn■a. H. Blum�. :\ladrid, 1979¡. brn. qut"� a pt"Silr de- la fantasía,. dc- la utopta dr- 1w doctrinas, lornl.íln parte dd grnpo dt' l.as
7 R. Oc Fu..-o, l'rdea di armilrll•ra. Sloria d,IJ11 rritúa ,la líol!d-/,./Ju, a l'm,n, Eta., "-ompa<S, grandes 111e1Ut':S de· todo, lo" tiempo,) C)UC\ «-on intuición de genKh. anticiparon un númen1
:\lilán. 1968. p. 72 (,Tnión <ASI.: ú, uka tÚ IITl(1Ukcám, G ust.m, Gilí, Barrdona, 1977. rnl. incakulablc- dr J>(htul� que- a.hora podrm<h dc-mO'ilrar cirntífic-amrnlrlt; cfr. prólogo a la
«Punto y lint':a» tercera edición� 0...- Deuuchr Bau�mlcri<-s¡, l.Lizpig, 1873.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 31 32 RENATO DE FUSCO


proLagonisLa (aunque a ,·eces indirecLo) de Loda la culLura urba­
nística moderna, así como, del resLo de la hisloria comemporánea.
Allí donde falla esta fuer.i:a, que ha acl uado a veces como fre­
no, así como esa serie de iniciatirns reformistas que han consti­
tuido una rémora al desarrollo indudable del sistema liberal, este
hecho se ha puesLo de manifieslo de la manera más expliciLa: pen­
semos en el caso emblemático de toda la realidad palcocapiLalista
americana, la escuela de Chicago, que estudiaremos entre otras
obras del eclecticismo hisLOricista.

La arquitectura de la ingeniería
La revolución indu trial, el progreso Lecnológico, la produc­
ción y el comercio acrecemado y acelerado de los bienes de con­
sumo no podían dejar de incidir directameme en el campo de la
construcción. También aquí, como en todos los demás sectores,
exisúan dos grande� categorías de product0s: los tradicionales,
realizados con las nuevas técnicas, y los completameme nuevos,
ya fuera porque respondían a nuevas exigencias o porque eran
viables solamenle gracias a la Lecnología moderna. EsLa coexisten­
cia entre lo viejo y lo nuevo como emblema de una técnica común,
que es al tiempo causa y efecto de las transformaciones en curso,
vuelve a encontrarse en todos los campos de la cultura del siglo
XIX. Así tenemos limitándonos al sector de la construcción
y dejando para otro párrafo la discusión de las manufacturas­
la coexistencia de Lipologías antiguas y modernas, de tendencias
orientadas a la recuperación del pasado y de otras puramenle fu­
Luristas, de la Eco/e po�t«lmique (1794), llamada inicialmente Ecole
des lrawux publics, y de la Eco/e des Braux-Arls (1806), de ingenieros
y de arquitecLos.
Por estas dicotomías, y por otras razonrs que ya veremos, so­
La umf" bflc-1 ,<hbuJO. C:om.-uum) D�unt� la G•lrrM." dr11 �l.uhinN drt.illt-.
mos propensos a considerar la totalidad de la realidad tecnológica .\lt-.l;.a11d1t' Gu"t.l\t' f.iíf.l."I. \'i..
1,1 gt>.v..-.1..1 dt- l.l. Lxpo,N it\n L'niHf<rj.d dL· P.tth. d.- 1889.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 33


de la arquitectura, desde finales del XVIII y todo el siglo XIX, la escisión entre arte y técnica, entre las met0dologías propias de
como un fenómeno que M' enmarca en el cuadro del <.>decticismo la arquitectura y de la ingenietia, entre las figuras sociales de es­
hist0ricista. Ciertamente, la arquitectura de la ingeniería es la tas dos categorías profesionales? Respondernos que es así cuando
más distante de los rtviuals de su época; es la que mejor consigue estas actividades alcanzan una síntesis coherente, conservando lo
sustraerse a la repetición pasiva de estilemas historicistas y de las específico de la arquitectura, que es la conformación espacial de
otras aporías en las que incurre la obra de los arquitectos, gracias determinadas instancias de la sociedad. En cambio, no son proble­
todo ello a su carácter científico (Louis-�farie H. Navier publica en mas falsos las distinciones que tratan de captar el di\'erso enfoque
1826 el curso de Ciencia de las constmccio11es pronunciado en la &:ofL de los ingenieros y de los arquitectos frente al cuadro político y
j)o!}·ltchnique) y tecnológico (la producción, tras el descubrimiento económico más general de la sociedad.
de A. Darby de la fundición, del hierro forjado, del acero y más fa·idememente, estas primeras obsen,aciones, que anticipan
tarde del hormigón armado) y, sin embargo, no del t0do inmune una conclusión más motivada, no son aplicables a t0da La produc­
a tales aporías. Veremo , efectivamente, además de las dicot0mias ción de la que nos ocupamos, que se manifiesta con una fenome­
mencionadas y de las relaciones entre la obra de los ingenieros y las nología ,·a.<;ta y compleja de la que intentaremos proporcionar una
corriemes neoclásica y neogótica, a Las que dedicaremos un párra­ síntesis y una estructuración. La arquitectura de la ingeniería tiene
fo específico, la manifestación diversa y a veces contradictoria de tres grandes campos de aplicación: el de los puentes de hierro (el
la producción ingenieril en las diferentes tipologías edificatorias. primero fue construido en 1775 por Darby y Wilkinson sobre el
Pero ¿qué es realmente la arquitectura de la ingeniería? Di­ río e,·ern, en Coalbrookdale); el de Las grandes cubiertas de hie­
gamos ya que es la manifestación más significativa ('n el campo rro y cristal, y el de los grandes edificios de pisos con esqueleto
constructivo de la cultura del siglo XD{ y, puesto que no es un metálico. Examinando sólo estos dos ú!Limos campos, por er los
fenómeno meramente técnico, marca el paso más claro entre el más cercanos a la a1-quitectura, nos parece útil considerarlos como
pasado y el preseme de la historia de la arquitectura, sin el cual dos categorías distintas, de significado y valor diferentes. De hecl10,
es impensable el nacimiento del Movimiento ?\Ioderno. Como tal, mientras que el «principio» de la construcción de esqueleto es una
reflejando del modo más explícito los significados y las funciones in\'ención eminentemente técnica que aparecerá en todos los len­
de La sociedad de su tiempo y proponiendo una especialidad inter­ guajes sucesivos y ha permanecido activa hasta hoy, el campo de La
na, propia e inédita, la obra de los ingenieros del XIX es arquitec­ cubiertas en hierro y cristal no es un esquema definido de una vez
tura a todos los efeetos; y como tal arquitectura, no es inmune a para siempre, sino una conformación variable; por eso, pensamos
Las caracteristicas invariantes de su época, es decir, como ya se ha que, sin perder sus valores científicos y técnicos, representa La ex­
mencionado, al eclecticismo historicista. ¿Es suficiente entonces su presión más típica de la arquitectura de la ingeniería del siglo XIX.
clasificación en este código-estructura temporal para explicar to­ También Las fecl1as parecen confirmar nuestra observación.
das las contradicciones de la obra de los ingenieros? Y, en tal caso, Ya en li80, empiezan a usarse las columnas de fundición en el
¿quedan reflejados todos los problemas en las discusiones sobre interior de las hilanderías para reducir la ocupación de los muros y

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 3S 36 RENATO DE FUSCO


de las pilastras de piedra. La hiJanderia Philip & Lee, de Salford, por ejemplo, en los invernaderos, en los mercados cubiertos, en los
Manchester, construida en 1801 por la fundición de Boullon y grandes almacenes, en las estaciones ferroviarias, en las instala­
\\'att, es el primer edificio en el cual, a excepción del muro ex­ ciones para las exposiciones universales. etc.
terior perimetral, se utiliza una estructura de esqueleto formada Haciendo una resefla de algunas de estas tipologías recorda­
por columnas de fundición y vigas de doble «T». Giedion subra­ remos la Galeric d'Orléans, parte del Palais Royal de Pari�, cons­
ya acertadamente el interés de esta fábrica diciendo: «El úpo de truida por Fontaine en 1829, como el primer ejemplo de las ga­
construcción que representa esta hilandería de siete pisos (... ) se lerías públicas decimonónicas; los invernaderos botánicos, cuyo
convierte en prototipo de los almacenes a lo largo de todo el siglo y protoúpo fue el realizado en el año 1833 en París por Rouhault;
fue igualmente adoptada por algunos edificio públicos de e píritu el caso del Jardín d'Hi\'er, en los Campos Elíseos, realizado en
a,·anzado. La e:-..l)eriencia de \\'att en Salford marca la primera el año 1847, como fusión de un gran im·ernadero con una gale­
fase del desarrollo de la e tructura de acero, que hace su aparición ría superior, un lugar de paseo y encuentro. Entre las principales
finalmente en Chicago después de 1880».' estaciones ferroviarias podemos mencionar la EusLon Station, de
Ahora bien, el propio hecho de que, desde la hilandería citada 1846, de Londres; la King's Cross, de 1852, en la misma ciudad; la
hasta el primer edificio construido por\ViJliam Le BaronJenney en Gare du Nord, de 1862, en París; la t. Paneras, de 1868, también
Chicago, muchas construcciones el Harper and Brothers Buil­ en Londres; la AnhaJter Bahnhof, de Berlín, de 1878; la estación
ding, de Nue,·a York, realizado por James Bogardus en 1854; las de Francfort, que amicipa la estructura de la célebre Halle des
construcciones anónimas a lo largo del río en t. Louis; la fábrica Machines de la Exposición de París de 1889. Otro campo de apli­
de chocolate l\Ienier, cerca de París, construida en 1871 por Jules cación de las cubiertas de hierro y cristal son los mercados cubier­
aulnier, por citar los casos más notables-, cada una de ellas con tos, de los cuáles los más notables son: el de la 1ladeleine, en París,
\'isiblcs implicaciones histórico-eclécticas, adoptaran la estructura del año 1824; el mercado Hungerford, construido en Londres en
de esqueleto, demuestra que estamos en presencia no tanto de una 1835; las Grandes Halles, de París, iniciadas en 1853 por Víctor
organización arquitectónica como de un «principio» construcú,·o. Baltard en el marco de las sistematizaciones urbanísúcas dirigidas
Por el contrario, el campo de las cubiertas de hierro y cristal por Haussmann, que hicieron de la capital francesa el modelo de la
presema una fenomenología diferente. Si bien en é te también te­ urbaníslica «oficial» en la que se inspiraron todas las demás ciuda­
nemos precedentes del siglo XVIII (la construcción del techo de des europeas. A la tipología de los mercados cubiertos se asocia la
hierro del Théatre Franc;ais de 1786), estos organismos construc­ de los grandes almacenes, cuyo ejemplo más típico, tras una serie
tivos generan y se aplican a ur1a tipología edificatoria amplia y ,·a­ de experimentos para encontrar la disposición más apta para esta
riada que se afianza y se desarrolla en pleno siglo XIX. Piénsese, reciente función comercial y publicitaria, fue el r-.Ia gasinau Bon
Marché, realizado en París en 1876 por Eiffel y Boileau. Final­
• S. Giroion, S¡,a;;,10, lnnJ,o ni anArldhua, HO<"pli, :\liLin, 1951, p. 181 ,·rr;ión rnst.: Es¡,ac,.,
mente, las grandes exposiciones (cuyas obras maestras son el Pala­
lrnrrJ,o., an¡r,rt«l•ra, Oo,ur, :\ladrid. l9i8 . cio de Cristal, construida por Joseph Pa.xton en 1851 en Londres;

H Is To R 1 /1 D t L /1 A RQ u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 37 38 RENATO DE FUSCO
la Calerie des t\Iachines, de DuLerL y Comamin, y la celebérrima Ahora bien, cuando las formalizacione de estos espacios in­
Tom.' EilTel, ambas realizadas con ocasión de la Exposición de ternos se limitan al cubrimiento y a la estructura interior, man­
París de 1889) reúnen Lodas esLas experiencias en el marco de un teniendo inalterado. en términos e�tilísticos tradicionales, su
gigamismo arquiLecLónico con el que se prelende asociar el mundo cerramiento externo, nos encontramos ame manifestaciones me­
de la industria y del comercio a la confianza optimista hacia un ramente técnicas, una conni,·encia ine,·iLable entre ingeniería y
futuro pacífico y progresisLa para Loda la humanidad. arquitectura ecléctica. Cuando, por el contrario, la formalización
Como se ve, todos esLos sectores tipológicos, aun teniendo en estructural interna se pone de manifiesto francamente también en
común el esquema constructi\'O de la estructura en hierro y cris­ el exLerior (es decir, cuando el «significado» se asocia indisoluble­
tal, presentan una gama muy amplia de implicaciones diferentes . mente al «significante», para usar una Lerminología semiológica
Las galerías públicas resueh-en un prnblcma urbanísLico, el de unir que hemos propuesto en otro lugar)," ya no es licito hablar de ar•
di,·ersos puntos del cenLro urbano con recorrido peaLonales cu­ quiLecLUra e ingeniería, sino simplemente de arquitecLura que ha
bienos. Lo invernaderos botánicos, además de satisfacer su propia hecho propias algunas modalidades de la ciencia y de la técnica
función, sin·ieron como el campo más dúctil para la C:\.-perimen­ de las construcciones, superando así una aporía y un dualismo
tación de las nue,·as estrucLuras. Con las estaciones ferroviarias se presemes todavía en la críLica y en el debaLe arquitectónico. Pero,
crea un tipo de construcción complctamenLe nuevo, mientras que si estas consideraciones sirven hoy para poner en términos crítica•
las instalaciones para las exposiciones universales, los mercados cu­ mente más correctos la cuestión de la relación entre arquitectura e
bierLos y los grandes almacenes, promoLores Lambién de Lipologias ingeniería y para facilitar el análisis lingüístico de las obras, se da,
inéditas, representan toda la gama del comercio: el internacional, indudablemente,(.') hecho de que a fines del siglo XVIII ha habido
el mercado al por mayor y el mercado al por menor. un desdoblamienlo de la figura del construct0r que no volverá a
Así, pues, a diferencia del «principio» consLruclivo del edificio recomponerse: el binomio arquitecto e ingeniero como inevitable
de pisos con esqueleto metálico, que nace y permanece como un consecuencia de la división del trabajo, de la especialización, de
sisLema sin significado, disponible para Lodos los usos, el sector de la organización didáctica, etc., provocado todo por la moderna
las grandes cubiertas en hierro y cristal produce Lamas forrnaliza­ civilización industrial.
ciones como campos a los que e aplica; indudablemente resuel­ Como se ha ,·isto, en el nue,·o clima del positivismo del XIX,
ve algunas funciones, pero ésLas se van haciendo más específicas; entre la conquista y la pasividad sociales ligadas a la revolución
además, a las propias razones fw1cionales se asocian otras de Lipo industrial. «está la figura del ingeniero que emerge sobre todas
represenLati"o, comunicati,·o y Lambién simbólico. Podemos decir las demás: es el realizador de las Lransformaciones que se con­
que en este campo encuentra la arquitectura de la ingeniería su cretan en la técnica de las nuevas estructuras urbanas (...}, una
lenguaje nuevo y específico. De todas formas, el hecho verdadera­ figura singular, capaz de crear obras au·evidas y precursoras de
mente nuevo de esta arquiLectura radica en halX'r dado origen a
una espacialidad interna Lolalmente inédita. •• Cír. ll. De ru'ICO, &g••· ,toña, ¡,rog,tt,, d1l/"arrhi1,11.,a, Laterza, lloma-lfan, 1913.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 39 40 RENATO DE FUSCO


adquisiciones fuLUras y, sin embargo -al mismo tiempo-, in­ de nuevo la discusión a partir de un sector aparentemente más
capaz generalmente de comprender, más allá de su sólido po­ modesto, el que se refiere al problema general de los produc­
sitivismo científico, los valores que se esconden tras el ansia de tos manufacturados. Al macrocosmos de la gran metrópolis
reno,•ación espiritual de la sociedad, tras las transformaciones de los ingenieros se contrapone el microcosmos de los objetos
estructurales que él mismo va operando (...) sus obras de con­ de uso cotidiano.
junto son casi siempre el resultado mediocre de un compromiso
de carácter profesional entre la necesidad de servir a la clase do­ Las poéticas del eclecticismo historicista
minante del capitalismo y la urgencia de facilitar una solución a Como fundamento de los principales revivals arquitectónicos,
las dases dominadas y a la sociedad en conjunto. Y, sin embargo, desarrollados en la egunda mitad del siglo XVIII y durante
observando con mayor desapasionamiento aquellos aconteci­ todo el siglo siguiente, se encuentran la historiografía" y la teo­
mientos deci ivos, será necesario reconocer que la personalidad rización, originadas de varia formas, de alguno estilos del arte
del ingeniero es la única que se enmarca vivamente en las situa­ del pasado. Como escribe Argan: «Teorizar un período históri­
ciones históricas de la época y que dio una contribución esencial co significa trasladarlo del orden de los hechos al de las idea.�,
a la transformación de la ciudad»." instituirlo como modelo»."
Estamos totalmente de acuerdo con estas afirmaciones. Por Dado lo limitado del presente estudio haremos un examen
otra parte, si bien es cieno que la cullura arquitectónica sufre de dos únicas tendencias historicistas, el neoclasirumo y el neog6tico,
una desaceleración, que pierde el ritmo de las transformaciones pudiendo prescindir de las demás y reducir el neorrománico, que
históricas en curso -en el fondo la revolución industrial se pue­ aparece en obras de arquitectos muy significati,·os, a una fusión
de reducir a un salto notable en el ritmo de producción, el resto de las dos tendencias mencionadas.
no es más que meras consecuencias, aunque muy importantes
también es ,·erdad que cuando no se limita a nostalgias anacró­ u E.si<" trma c:st.i dMa.rrollado ("fl un e-ns.ayo d<" ü,;, dondt- l.a rclaaón c-ntrc el hacc-r arqm­
tutlmico) la hi'\toria dr 1a arquitectura dd pa.,ado no� limita al período que �tudiamo4!.
nicas y a elaboraciones patéticamente formalistas, esta cultura aqul.., M dc-C"lr, aJ rd<"cLK'ismo. ,;ino que- .ilÍt"C'ta a tocio rl �lo\"imirnto �lockmo. .-A p.mir d("I
arquitectónica no permanece pasiva e inerte. Hay más de un neoclasicismo �cri� . el de!l.arTOllo ck la crr:ati,·idad arquit�tónica ha sido acompa­
ñado por unct in,'f'qigari6n rritica rncu'>c:lira drl p.t..�do. y '\in ella C'"'\ruhurdlmcmc incnnf"C"'•
aspecto del eclecticismo historicista que se justifica y tiene el va­
bibk-. El nc-odásico S<" rrplamra Grrcia y Rom.a.� <"I nrorrománico }' c-1 nrogótico,junto con
lor de una atenta acción critica orientada a resolver, con la crisis el .lrts a■,I Crajh y r.l Arl. \ó-utvaJt, analizan la E.dad �ledia: la an:¡uitrctura r.tcionali�a dr
de la arquitectura, la de toda la sociedad industrial. Además de 1920-1930 n-asum<' las ln\"t'"-tigarionc-'i �obn- la proporción del Rn1ac-imk'"n10� d lllO\imi("n­
to orgánico mt"dita sobrt" ("l 8a.rnxo_ La!- rd.a.cionrs cntrr la a.rquitt:ctura y la hi.�1ori01traíia
esto, al reconocer esta doble crisis, la cultura arquitectónica pa­ d.m lug"'jr a un deh.ue infe-<111.antc, un.A col.tboracilm tan <i-.1nnátic.a que imJ)()sibili1�• ,cguir
rece abandonar momentáneamente la ambición por las grandes la t"'\'Oluc-ión y.a S<"cul.ar drl ).lo,'lmicnto �lcxlcrno �in tr-nrr rn n.lf'nla la prr:st"nd.a y rl in­
obras y la relativa a la inten·ención en la gran ciudad, situando flujo de- l.t hi(itoringrAJ 'iaM-; rfr. B. :l�\'i� .trrlriuthtra I rhlriografio� Librería l:ditrice l'olitcnüc.•
Tamburini, :.lil.l.n, 19�,0, p. 11.
13 G. C ..\ n, l'arlt tnDd,n,a lli0-/970, Sa1uoni. t1orcncia, 19i0, p. 3 (,·,rsión ca.,1.: El
rga
1 1 G. Samonl, J;url,ani,li,a, liJrMti"dtlla ,ilii. l..a1<rza, Ba,í, 19)9, pp. 15-16. orl, mod,r•• (/110-1970/, ·1arr<> [ tc-m,1ndoj. V.11<11.-ía, 1977, rol. �Art.-) cnmunicaci6n*'·

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 41 42 RENATO DE FUSCO


El neoclasicismo, es decir, la codificación del clasicismo en los neoclasicismo, al er adoptado para todas las manifestaciones «ofi­
siglos XVIII y XIX, tratamiento que está presente en casi todos ciales» y antimodernas tanto en Estados Unidos como en Rusia,
los períodos de la historia de la arquitectura, es la primera encar­ tanto en Italia como en Alemania."
nación arquitectónica y artística del Iluminismo. e afirma como Esta propuesta de clasificación, entendida evidemememe como
reacción al barroco, rclectura crítica de la tratadística antigua, una mera indicación para el estudio, no carece de fundamentos
consecuencia inmediata de las campa11as arqueológicas, opera­ y de utilidad, aunque en su propia exposición queda seiialado el
ción generada por la historiografía del ane antiguo, acti\'idad de principal límite ideológico del neoclasicismo. En efecto, puesto que
eruditos diletames, etc. Cada uno de los protagonistas procuró muchos de esos períodos \·ienen señalados más por las condiciones
hacer hincapié en alguna de las componentes descritas, como ha histórico-poüticas que por la «lógica» interna del neoclasicismo,
ocurrido también gracias a la interpretación crítica actual del fe­ encontramos la conformación de que éste, entendido como estilo­
nómeno neoclásico. El tema más debaLido e refiere a la compo­ código lingüí Lico de la arquitectura, no tiene una ideología propia,
nente ideológica de este movimiento. Indudablemente dicha com­ sino que se revela como un lenguaje disponible para todas las ins­
ponente implica un renovado cmpeflo civil y moral paralelo al de tancias de la sociedad, desde la de los eruditos diletantcs del siglo
todos los fenómenos nacidos del Iluminismo, pero, aparte de la XVIII hasta la de los países comemporáneos totalitarios o que, de
propia «dialéctica)) de este último, el neoclasicismo en sus varias algún modo, exigían un «arte de Estado)) oficial.
fases no es del todo unívoco y asume a veces aspeclOs notablemen­ Así pues, aunque reconocemos motivaciones e intenciones di­
te contradict0rios. En est0s últimos tiempos, estas oscilaciones versas -arquitectos como Boullée y Ledoux asociaron a sus obras,
ideológicas se han di\;dido en varios períodos, y así tendríamos el escritos y proyectos, tanto contenidos sociopolíticos radicales como
primero (1715-1740) en el que aparecen precisamente los valores propuestas de nuevas tipologías, poniendo en evidencia ante t0do
culturales iluministas; el segundo (1740-1780), caracterizado por valores simbólicos y semánticos , nos inclinamos a encasillar, al
una «consolidación» basada en aspectos filológicos, arqueológi­ menos en este lugar, la componente ideológica del neoclasicismo
cos, académicos, etc.; el tercero (1780-1805), definido por la «ex­ por tener en cuenta los aspectos morfológicos, racionales, didácticos
presión revolucionaria» con una referencia evidente a la llamada y operativos. Bastante diferente, como ya veremos, es el caso del
arquitectura del Iluminismo de Boullée y Ledoux, así como al as­ neogóúco, cuyos valore morfológicos y sintácticos son francamente
pecto urbanístico del neoclasicismo, sobre el que volveremos más menos relevantes que los significados y las motivaciones ideológicas.
adelante; el cuarto (1805-1814), coincidente con el estilo imperio. Volviendo a nuestras primeras observaciones sobre la géne­
que instrumentaliza políticamente el gusto neoclásico; el quinto sis historiográfica y teórica del neoclasicismo, recordaremos la
(1814-1848), que coincide cultural y políticamente con la Restau­ obra dejohannjoachim \\'inckelmann, que, precisamente como
ración; el sexto (1848-1910), que es el período del neoclasicismo
u Cfr. \". \'crcelloni. voz. \iw&urirfrmo del Dt:;.io11ario n1rirloJ,,t!Uo di arrhildtura , ■rbani.Jltra., l �·
de los Estados nacionales burgueses; el séptimo (1920-1940), que titulo rditoriak romano, Roma, 1969, vol. I\•, pp. 190-91. F..n l.ü siguin1LC"'S nota:u·itarrffiO"i
marca la fase más reciente e ideológicamente más retrógrada del estt' d icOOnario con la.s s-iglas D.tl 0.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 43 44 RENATO DE FUSCO


contribución hisLórica y Leórica, propone el arte de los antiguos traducción del proyecto por medio de instrumentos operacivos que
como paradigma a imitar. Su fundación del neoclasicismo se en• no son exclusivos drl artista, sino que forman parte de la cultura y
marca en Loda la compleja elaboración critica del siglo XVIII, de del modo de vida de la sociedad(...). En este proceso técnico-prác­
Cordemoy a Lodoli, de Laugier a �Iilizia, que tiende a captar, tico de adaptación se elimina necesariameme d acento individual,
dentro y fuera del modelo antiguo, la naturaleza racional de la el capricho genial de la primera invención, pero en compensación
arquiLecLura. Así pues, la poética neoclásica se desarrolla parale­ la obra adquiere un interés directo para la colecúvidad >' cumple
lamente a la investigación de la lógica consu·uctiva y de la funcio­ con el comeLido de eclu<"ación civil que la estétka asigna al arte, en
nalidad, hasta el punto de que los términos «clásico» y «racional» lugar de la antigua función religiosa y didáctica (...). El arústa ya
acabaron muchas ,·eces por identificarse, no sin algún equívoco no aspira al prh·ilegio clc,>I genio, sino al rigor dec-1 tc.'órirn: no ofrt'Cc.'
respecto al primer adjetivo, que es, al mismo tiempo, calificati,·o al mundo nuevas ideas para admirar, sino proyectos para realizar
en general e indicaLi\'O del arte antiguo en particular. (...). La reducción de la técnica propia del arte a la técnica (o al
De cualquier modo, ya sea en virtud de su disponibilidad para método) de la proyectación marca la separación definitiva del arte
las demandas sociales más variadas, como hemos indicado arriba, de la tecnología y de la producción del artesanado, y la primera
o bien porque resume en sus reglas impersonales, objetivas y fácil­ posibilidad dt' enlace entre el trabajo imaginacivo del artista y la
mente comunicables, esLe indudable valor racional, el neoclasicis• naciente tecnología industrial (.. .). El arte neoclásico se sirve sin
mo ha sido el gusto más afin a la producción arquitectónica (espe· ningún tipo de prejuicios de todos los medios que la técnica pone a
cialmente a la arquitectura de la ingeniería) correspondiente a los su disposición. En la arquitectura, c,>I principio de la corrc,>sponclen­
años culminantes de la revolución industrial. Todo ello en virtud, cia entre la forma y la función estética lleva al cálculo escrupuloso
sobre todo, de la correspondencia del repertorio neoclásico con las de las cargas y los empujes, al estudio de la resistencia intrínseca
formas requci-idas por la cultura técnica de la época; de aquí la de los materiales: es precisamente la arquitectura neoclásica la que
definición de neoclasicismo «empírico» que hace Bene\'olo de este experimenta los nueYos materiales y reYaloriza, en el plano estéúco,
tipo de neoclasicismo despojado de sus componentes ideológicas." el estudio técnico-científico de los ingenieros.»"
Siempre sobre el tema de la relación entre el arte y la técnica
en la corriente que estudiamos, escribe Argan: No hay duda de que esLe parúcular acento proyecLual y este
vínculo con la tecnología moderna son algunas de las mayores
«La verdadera técnica del artista es la técnica de proyectar; todo características del neoclasicismo, es decir, del clasicismo del si­
el arte neoclásico está pro) ectado con rigor. La ejecución es la glo XIX; así. Ue"ando la discusión a sus consecuencias extremas
e identificando precisamente los adjeti,·os «clásico» y «racional»,
podemos decir que Loda la arquitecLura rigurosa y ordenada que
'-' Cfr. L. lkr>c,·olo. S1"ri• d,l/i,,,l,1/,l/11m modrma, 1..at.-ru, RonM•8ui, 1973. ¡,. 61 (,'t'Nión
casL: HulDna J� "1 art¡lllt«t,na .,oJn1111.., Gusta\'t> Gili, Ba.rcrlon� 1979, cot «Bihhott"c.a clr
.1.rquiteetura»). ".\rgan, o¡,. ru_ ¡,p. 19-21.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 45 46 RENATO DE FUSCO


ha surgido posteriormente ha seguido teniendo una impronta cla­
sicista. Además, indagando con mayor profundidad, pueden en­
comrarse algunos puntos comunes entre el neocla�icismo y la pro­
ducción de los ingenieros. Estos úllimos, cuando han tratado de
dar una forma a sus cálculos, no han encontrado otros principios
a su alcance que los clasicistas, como la simetría, la centralidad, el
sentido cerrado y compacto de los organismos, etc. Por su pane,
los arquitectos han tratado la obra y los métodos de los ingenieros
de la manera que hemos visto arriba; y esta convergencia se ha
verificado no sobre la base de un compromiso ob,·io, sino más
bien en virtud de una idea, tal vez mítica pero fuertememe sen­
tida, por la que tanto en las raíces de uno como del otro aporte,
aparece el número, la conmensurabilidad, la norma. En base a
un principio normati,·o (pensemos, emre otras cosas, que en 1799
se establece el sistema métrico decimal, si bien sólo fue ratificado
internacionalmente en 1875) y a la formación de los respectivos
códigos, la ciencia y la técnica de Las construcciones, por un lado,
y la composición arquitectónica, por otro, han encontrado sobre
t0do, además de una convergencia operativa, una didáctica; y nos
referimos, en particular, al curso de arquitectura dictado en la
Ecolt po!Jtedmique por J. L. N. Durand, centrado éste totalmente
sobre la investigación tipológica y sobre la combinación y articu­
lación de elementos preestablecidos y codificados. Finalmente, si
hubiéramos de indicar la manifestación más moderna y actual del
mét0do y del gusto neoclá.�ico, no dudaríamos en identificarla con
el procedimiento iterativo de los elementos arquitectónicos para
formar ambientes y complejos urbanos. Desde los CTesan/J de Bath
a los trazados londinenses de J. Nash, de la ruede Ri,·oli de Percier
y Fontaine a las calles de San Petersburgo, por citar los casos más
notables, el principio, real o aparente, es aquél por el que la calle
I'. lkant") B. \\ood\\a.1d, lm('ftof" dtl
1 pumlt Prhu 11'"' .\Jh<-r1 whrt' M J .ilut"�\.
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no está constituida por un conjunto de palacios alineados, sino o�fotd L"ni1t.rhit) �lu...a·um. La tt-in.a,·¡,
teo1 i.l.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 47


de organismos compuestos de unidades celulares. Aun siendo la las grandes catedrales. in embargo, puesto que las motivaciones
estructura de squarts y termas más antigua que la de los trazados del Cothic Ra:ival son predominantemente de naturaleza ideológi­
neoclásicos-pensemos en el Covent Garden, de lñigoJones, y en ca, una explícita toma de postura contra la cultura y el gusto impe­
la Place Royale, de París, que a su vez se refieren a modelos ita­ rantes, e implican una serie de facLOres sociales, dicho estilo marca
lianos hasta el punto de que la deJones se llamaba «pia::;;,a►>- en perfectamente la solución de continuidad de la que hemos hablado.
el periodo que estudiamos tales conformaciones urbanas adqui­ En Inglaterra el neogótico tuvo inicialmente, es decir, desde
rieron un rigor y un orden, aunque a ,"Cces meramente adicional, la primera mitad del XVIII, un carácter literario y arqueológi­
que preludiaba el racionalismo de los años 1920-1930. co, inspirado en la tradición y el gusto romántico (Milton. Spen­
in embargo, la convergencia entre gusto neoclásico, exigen­ cer, Pope, Hughes, \\'arton, \\'alpole, Gray, Bauy Langley, Hurd,
cias prácticas del tiempo, técnica y metodología de los ingenieros, etc.), para adquirir al cabo de un siglo connotaciones ético-so­
adquiere una nue\'a dimensión en cuanto a su valor innovador. ciales precisas. El paso de una a otra fase se caracteriza por una
En efecto, sin pretender negar los caracteres peculiares del estilo componente religiosa y por la manifestación más propiamente ar­
neoclásico, corwiene recordar que el clasicismo moderno se de­ quitectónica del movimiento. Nos referimos a la obra de Augustus
sarrolla en perfecta continuidad con el acento clásico de la pro­ \\'elby Pugin (1812-1852). Su con\'ersión al catolicismo en 1834
ducción precedente; baste pensar que en la misma época barroca y la publicación del libro Conlmsl: Or, a Para/Id Btlween lhe .Voble
la producción arquitectónica más difundida internacionalmente Edijices of tlie Middle Ages and tJie CorreJponding Building of lht Present
no sigue los modelos de Borromini o de Guarini, sino el francés Day; Showi11g the Prtsml Dt<f!)' of Ta.sle (título bastame programáti­
de Versalles, que se define precisamente como clasicismo barro­ co), de 1836, marcan el punto culminante del proceso neogótico
co. Así pues, independientemente del nue,·o espíritu que anima al y el momento en que el reviual abandona un círculo de eruditos
neoclasicismo y de su compleja ideología, este estilo no marca un diletantes para, con otras moti\'aciones, ponerse al serv icio de una
giro en la historia de la arquitectura moderna, no representa la más amplia esfera social. Pugin, arquitecto muy acti\'O y autor de
solución de continuidad que era licito esperar de un movimiento otros escritos además del citado, parúa de la base de que no era
desarrollado en los mismos af\os que la revolución industrial. lícito rehacer las formas góticas sin revivir y replantear su conte­
El neogótico, aunque sea con un tratamiento negativo, refle­ nido religioso original; en segundo lugar, manteniendo siempre
ja los nuevos tiempos y presenta sus aspectos más significativos la indisociabilidad entre la expresión y los significados, llegaba a
en las propuestas derivadas de la crítica a la sociedad industrial. afirmar que la arquitectura gótica era preferible a la griega y ro­
También el neogótico en su país de origen, Inglaterra, muestra mana, de igual forma que el cristianismo era mejor que la religión
una continuidad con la tradición, puesto que algunas formas me­ pagana. De éstos deducía otros principios, como el de la íntima
dievales perduraron hasta el siglo XIX, y sobrevivió al dominante relación entre la calidad de la arquitectura y la moralidad de su
clasicismo palladiano; de la misma manera, los partidarios del autor, o aquel por el cual el valor de la arquitectura se encuentra
neogólico en Francia rei"indicaron la tradición constructi,·a de en la e:,.-presión de su e�tructura y no en su enmascaramiento con

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 49 50 RENATO DE FUSCO


formas prestadas; u otro, incluso, recogido por Ruskin y Morris, <<Ruskin no es el que ha creado el Gothic Rrlliml, sino el que lo
sobre la rdacíón orgánica entre arquitectura y sociedad, de donde ha destruido»." Esta paradójica afirmación de Clark, no carente
se deduce que el ni,·el de una sirve para medir el de la otra. de fundamento, nos parece el mejor modo de presentar nuestro
Como ya se ha observado, otros también se habían interesado breve perfil de este paradójico exponente de la cultura victoriana.
por el l\Icdioe,·o, con motivos distintos al del simple gusto, y ha­ A diferencia de su precursor, Pugin, cuyos intereses eran predo­
bían considerado aquella época en toda su complejidad, pero así minantemente arquitectónicos y operativos, John Ruskin (1819-
como los románticos habían visto la edad del gótico como un pe­ 1900) se ocupó de todo, desde la poesía a la pintura, desde el arte·
riodo aislado y lejano, para Pugin, en cambio, presentaba caracte­ sanado hasta las ciencias naturales, desde la arquitectura hasta la
res de viva actualidad. <(Consideraba la estructura social medieval polémica político-social.
-escribe Kcnneth Clark- como un modelo en base al cual se Y afrontó cada uno de estos campos con un punto de vista de
debía reformar la sociedad de la época; y sólo cuando la piedad y esteta, mientras que t0das sus argumentaciones estaban imbuidas
el espíritu comunitario de la época se hubieran consolidado habría de incesames contradicciones, de intuiciones notables, del gusto
podido nacer una auténtica arquitectura cristiana. Los pequeflos por la réplica (negó a ,·cccs incluso su adhesión al neogótico) y por
grabados del Conlrasls contienen el germen del socialismo cristiano la paradoja.
y de la SL George's Guild»." Aunque no lo admitiera nunca, Ruskin heredó de Pugin,
En efecto, este libro, que enfrenta objetos, arquitectura y escenas como ya se ha dicho, las ecuaciones arquitectura-sociedad y ética­
urbanas -es típico el contraste emre lo dos grabados, que repre­ estética, a í como la profunda aversión por la civilización indus­
sentan, respectivamente, una ciudad de 1440 con iglesias góticas, trial de su época y la propuesta alternativa del modelo medieval.
murallas, pequeñas casas y amplios espacios libres y una ciudad Estos temas y estas actitudes sufrieron con él, sin embargo, una
de 184-0 llena de edificios akos, de fábricas, de chimeneas, etc. modificación y un refuerzo. De una parte, en realidad, se debilita­
muestra clarameme las diferencias entre el presente y el pasado, ron, puesto que su sustei1Lo ideológico era con Pugin de naturalc-.la
hace explícita la toma de postura del autor y anticipa el reformismo religiosa y marcadamente católica, mientras que con Ruskin su
católico y la predicación de Ruskin. Pero, en conjunto, los p1·in­ justificación se hace más vaga y oscilante entre un esteticismo na­
cipios enunciados por Pugin trascienden la mera constatación de turalista y un sociologismo sentimental. Por otro lado, la poética
tales diferencias y la nostalgia por el �fedievo suscitada por la agre­ neogótica y todas sus implicaciones socioculturales asumieron con
si,·idad de la ciudad industrial del XIX. La relación entre el grado Ruskin, precisamenLe a causa de su eclecticismo, de su atracti,·a
de desarrollo cualitativo de la arquitectura y el de la sociedad, la vena de escritor y de su fuer.la polémica, una discusión popular
fusión de ética y estética, son los fundamemos no sólo de la obra de jamás alcanzada con anterioridad por el Gothic Reviva!. Durante
Ruskin y l\lorris, sino tan1bién de t0do el iiovimiemo �Ioderno. los ru'los de mayor celebridad, bastaba con que Ruskin escribiese

" K. Ciar!<, // rtriro/toliro, •n ,aptlo/o di ,torio tltlgw,1'1, Eindudi, Turin, 19,0, p. 139. "/bid., p. 207.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 51 52 RENATO DE FUSCO


un anículo sobre un fenómeno del gusto o sobre la actividad de estética, sino más bien por la social (sus ensayos de divulga­
algunos artistas para asegurar su fortuna y su éxito, como ocurrió ción, la financiación de casas obreras modc.>lo, la restauración de.>
con los pintores prerrafaelistas. manufacturas antiguas, la fundación de la St. George's Guild,
El pensamiento poco sistemático de Ruskin presenta precisa­ etc.), que desarrolla en la segunda mitad de su vida, cuando de
mente en el campo arquitectónico sus marores contradicciones, crítico de arte pasa a ser crítico de la sociedad. En este campo,
por lo que, a pesar del gran interés que sintió por esta actividad, enuncia un concepto, ya amicipado por Pugin y por los refor­
la historia y la teoría de la arquitectura parecen poder ignorar su madores católicos y marxistas, pero con menor eficacia, por el
comribución sin que represente una gran pérdida. En realidad, cual no es posible modificar ningún sector de la vida de la socie­
hacer esto sería un gran error, porque no han faltado en este sec­ dad, incluido el arte, si no se modifican al mismo Liempo todos
tor algunas de sus felices intuiciones. Efectivamente, cuando man­ los demás, estableciendo así la necesidad de integrar todos los
tiene el valor puramente figurati,·o y naturalista de la arquitectura problema que se pretende resolver. Esta imegración vuelve a
hasta considerarla pura construcción, es decir, como no-arte, si plantear la interdependencia cualiLaLiva de todos los sectores y
carece del adecuado ornamento, este craso ermr crítico-estético la relación entre arte y sociedad: «Every nalion's uice or virlut is
se enmarca en su polémica contra el racionalismo y el positivismo wrillt11 in its arl. » Y entre todas las artes, la arquitectura es la
alentados por la clase dirigente de la época y por todas las cate­ más indicativa y debe estar al alcance de todos, porque afecta
gorías imeresadas en el 1.bO y desarrollo de la técnica moderna. los intereses de todos.
Además, este mismo equivoco estetizante tuvo el mérito de no sus­ Otra feliz imuición, también heredada por :Morris, es aque­
traer -como entonces se pretendía- la arquitectura del grupo lla por la cual el trabajo debe producir placer a quien lo realiza:
de las artes figurativas. Es también inaceptable, si se entiende al aquí está la gran diferencia entre el proletariado decimonónico y
pie de la letra, su teoría de la restauración, según la cual los edifi­ el artesanado medieval; de aquí el sueño de restaurar comunida­
cios del pasado no deben restaurarse, sino mantenerse sólo con la des antiguas y corporaciones idílicas. Como se ve, a la exactitud
conservación o dejarse en estado de ruina. in embargo, también del diagnóstico se comrapone una terapia anacrónica. Por otra
su concepto de la restauración como la peor forma de destrucción, parte, para Ruskin sólo tienen sentido y deben estimularse las ac­
como «una mentira de principio a fin», debe emenderse no sólo tividades que no vayan contra la naturaleza humana. Admite la
como polémica frente a las restauraciones de reposición estilísti­ cultura, si tiene una base moral; la ciencia, si no compromete la
ca efectuadas por ViolJet-le-Duc en Francia, sino también como existencia del hombre; justifica el arte sólo si posee un valor so­
alternativa a la destrucción de las construcciones antiguas y a la cial. En suma, si las recomendaciones de Ruskin son por muchos
edificación de sustituciones, lo que precisamente en aquellos años moti,·os anacrónicas, e incluso reaccionarias no ha de ol"idar­
era corriente en la ciudad industrial. se que su intransigencia moral comportaba inevitablemente una
Aparte de los puntos mencionados, la obra de Ruskin in­ contrapartida-, contienen al mismo tiempo la desmitificación de
teresa a la cultura arquitectónica no tanto por la parte crítico- un «progreso» mecanicista y representan sobre todo la primera

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA S3 54 RENATO DE FUSCO


anútesis fidedigna de la alienación moderna. &ta última actiLUd
constituirá el punto de refen.>ncia para toda la posterior oposición
y crítica a la civ ilización industrial.
La actividad de \\'illiam l\Iorris (1834-1896) se desenvuel\'e en
varios campos y a diversos niveles, desde el arte a la política, del
artesanado al comercio, del directo impulso indi"idual a la promo­
ción de movimientos colectivos, de la actividad práctica a la for­
mulación teórica. Los hechos más importantes de su biografla son:
los estudios en Oxford; la experiencia (interrumpida) en el campo
de la arquitectura; su asociación con los p1·errafaclistas; la cons­
trucción de su vivienda, la Casa Roja, proyectada por Ph. Webb,
pero decorada por él; su acti\'idad política, desarrollada primero
en el ala radical del partido liberal y después en la Socialisl-Leagut;
la apertura de la firma l\Iorris, l\Iarshall, Faulkner & Co., fabri­
cante de muebles, tejidos y elementos de decoración; la fundación
de un taller de tipografía, la Kelmscott Press; la institución del Art
iHJrkers Guild; la promoción en 1888 de las exposiciones de Arts
and Crtifi.s, e:-..-prc�ión que ha continuado denotando la totalidad del
movimiento originado por su obra.
Comparando la posición de l\ lorris con la de sus predeceso­
res, podemos decir que el soporte ideológico de la act.i\'idad de
Pugin es el catolicismo, y el de Ruskin, el esteticismo, primero,
y el moralismo social, después, miemras que la obra de Morris
encuentra su salida más coherente en el socialismo, sin importar
su ortodoxia en la línea marxista.
Hereda de Ruskin la valoración social del arte, la profunda
adhesión al trabajo y al gusto medievales, la a,·ersión por la pro­
ducción industrial de su época, etc., pero proporciona una expli­
cación menos intuitiva, más lógica y coherente que la de Ruskin
de estos aspectos, ya tradicionales para el Gothic Rtvir:al. l\Iediante
l:].abu,.1,M'.,n tf'Uil J. m.1no. l' h. \\'rhh, ! Ji C.i,.i Rt>.fl, rn (k)..lf'\ 1-tuth� Krnt.
Un U"Jwlo diJot'ftacb por �lo,n]LJ. Ruilin \ \\. Mo,niL una e,·olución racional señala también un modo de superar las

56 RENATO DE FUSCO
comradicciones de su Liempo. En este sentido 1\forris no es un mo­ positivamente la comribución de 1\Iorris de la de Ruskin. Además,
ralisLa, sino un auténtico reformador. contrariamente a la idea convencional que de él se tiene como sim­
Pane de la consideración de Ruskin de que el arte es la expre­ ple ejecutor de las teorías de su maestro y como medie\'alista ana­
sión del placer del Lrabajo, y como casi todos los hombres viven crónico, 1\Iorris, aun confundiendo a \'eces el sistema corporativo
de su propio trabajo, dedicándole la mayor panc de su ,·ida, es medie\'al con el socialismo moderno, y no teniendo otro modelo
ur1 gran pe1juicio social mecanizarlo, despojarlo de toda parti­ disponible que el gusto y el «espíritu» del gót.ico, tuvo un sentido
cipación humana. Esto no se refiere sólo al anesano, sino que, muy vivo de la historicidad de su Liempo. Gracias al socialismo
traduciéndo!le en la calidad del producto manufacturado, afecta comprendió que lo negativo de La producción industrial no estaba
a todos los que disfrutan de la producción. El arte, por tanto, no tanto en los medios de producción como en el modo en que se ges­
es un fenómeno meramente estético, sino «un importante sustento taba: las \'crdaderas rausas de los males de la ciudad moderna y de
de la vida». Desde este presupuesLO, Morris extiende la idea del La crisis arústica y proyectual son el sistema liberal, el mercantilis­
arte a todo el mundo de la \'ida: no se refiere sólo a la pintura, a la mo, la ley del máximo beneficio, pero no Las máquinas; «las mara­
escultura y a la arquitectura, sino también a las formas y colores \;Uosas máquinas -escribe-que en manos de los hombres justos
de todos los objetos útiles, a la disposición de los campos, a la red y previsores habrían podido minimizar la fatiga y mejorar la ,·ida
de carreteras, a la administración de la ciudad, etc. Desde esta de la raza humana, se usan, sin embargo, para fines contrarios».,.
visión amplia y cualificaclora del arte toma cuerpo el método de También gracias al socialismo reconoce que entre tantos ma­
consideración unitario que en el 1\Iovimiemo 1\loderno afectará les de la revolución industrial ha surgido una realidad positiva: la
a todos los sectores dd proyecto, desde el disei1o del articulo más polencia crecienLe de la clase trabajadora. Además, identificando
mode to hasta la urbanística. La encamación de este principio en el ritmo de la producción el mayor desequilibrio del trabajo
unitario nos la ofrece la propia arquitectura, allí donde se entien­ mecánico, en cuanto que impone la máxima cantidad en menos­
da de acuerdo con su célebre definición por la que «representa cabo de la calidad y de las condiciones Laborales, Morris observa:
el conjumo de las modificaciones y de Las alteraciones llevadas a «Es lamentable que la ci,·ilización se haya impuesto y que ahora
cabo sobre la superficie terrestre en virtud de las necesidades hu­ sea imposible de limitar y controlar; esto resulta, al menos, en el
manas, exceptuado el puro desierto»." estado acLual de las cosas, pero, teniendo en cuema el ponemoso
Y si eslo es la arquitectura, nadie puede desinteresarse ni con­ cambio que introduce la mecanización, bien puede ser que pro­
fiarla exclusivamente a un grupo de técnicos: el arte y la arqui­ duzca daños más graves: aniquilará, de hecho, el arle tal y como
tectura se con"ierten asi en un problema eminentemente polít.ico. lo entendemos ahora, a meno que sea sustituido por un nue,·o
Es este ca1·ácter político, como se ha dicho, el que va a diferenciar ane; pero probablemente, queramos o no, destruirá también lo

,. \\'. Morris, PrtHp,ds oj.lrdnl«hnr m l:u:i�ah••• en .l,rlr,/LihtRI, -111/wno, Latrrza. 8.iri. to W. .\lorris ..lrt and Soc,a/wn: rALlun.s a•d ld,aú ofth., Englun &c,,,/ut, of•Dt!r, J,uJ•• pp.
1963, pp. 3-�- tOl-102.

H Is To R 1 /1 D t L /1 A RQ u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 57 58 RENATO DE FUSCO
que produce el odio del arte y así preparará el camino a un arte revelado más apremiante a medida que la civilización industrial
nue\'O cuyas formas nos son aún desconocidas>>." ha ido evolucionando.
Como se ve, la posibilidad de un cambio en la función de las Por lo que amecede podemos decir que en la obra de 1\Iorris
máquinas se admite sin reserrns, unida a la consideración de la pueden distinguirse una previsión a largo plazo (la revolución social,
muerte del arte -tema central de la estética moderna-, o cuan­ el nacimiento de un arte radicalmente diferente, la confianza en que
do menos de la muerte de un cierto tipo de arte para dar vida la nue"a clase tendrá del arte una idea más sana. etc.) y unas reali­
a otro. En este sentido, la suya ha demostrado ser una auténtica zaciones inmediatas (el interés y la práctica de las artes aplicadas, la
profecía. En especial. admitiendo el cambio de función en el uso polémica reformadora, la fundación del movimiento Arts alld Crefls,
de las máquinas, :\-Iorris inicia ese intento de dar una calidad al etc). La palabra «entretanto», que aparece continuamente en sus es­
producto industrial que constituye otro de los fundamentos del critos y conferencias, indica su convicción de la necesidad de actuar
�Iovimiento l\foderno, y su actitud en esa dirección es bastante ames de que las modificaciones más radicales transformen el sistema
más significativa que la asumida por otros como Cole, Laborde completo. Este doble aspectO, revolucionario y refom,ista, contribu­
o Viollet-le-Duc, que se habían adherido casi incondicionalmen­ ye en gran manera al nacimiento del :\Iovimiento :\Ioderno y define
te a la industrialización. De hecho, mientras que éstos querían una orientación de crítica sociológica que ha caracterizado la obra
resolver las contradicciones del sistema producti\'O moderno des­ de los arquitectos y proyectistas de las generaciones succsi"as.
de dentro, por así decirlo, técnicamente, l\Iorris, aun alejándose Como conclusión de estas notas sobre la actividad de :\Iorris,
del anacronismo de su maestro y reconociendo la irre,·ersibili­ queremos hacer hincapié en dos consideraciones. La primera tien­
dad del proceso en curso, sigue siendo un oponente del libt>ralis­ de a superar el tópico que distingue una parte más atrasada y una
mo industrial. Cuando en la novela .Vewsfrom Xewhm, de 1890. parte avanzada en su obra. Para nosotros este dualismo carece de
entre muchas proposiciones utópicas, mantiene la abolición de coherencia, y en ella no existe contradicción. En realidad, si bien
la fatiga, la sustitución del trabajo mecánico por el creativo, la es cierto que la actividad de l\Iorris en su co1�unto pertenece al
reducción de las necesidades superfluas y, por tanto, la elimina­ capítulo del eclecticismo historicista, se ha dicho también que los
ción de la superproducción, l\forris, basándose también en el aspectos aparentemente fuera de su tiempo han de interpretarse
precepto de la ]OJ' in labour, señala los modos de combatir lo que como actitudes coruciemes y paradójicas para refor.i:ar la unilate­
�Iarx había definido como Enifrtmdung, es decir, la escisión de ralidad de las ideas, para conseguir una crítica más radical, para
la conciencia humana en dos partes ajenas, la alienación:" no instituir un claro punto de referencia. Puesto que a ellos se han
sólo esto, sino que la problemáLica so ciológico-productiva se ha referido muchos reformadores y que, a partir de ellos, ha tomado
vida la crítica a la ciudad industrial, debemos reconocer que sus
" �lonú, l'rrup,ru, ni., p. 35.
22 Eua. i�a dd placer en el trabajo <"n reL.lcic)n con la alicnacicín ha �ido prupueMa por G.
fines han sido plenamente alcanzados.
�lorpuri¡o:l'dgli<1burn1 L'E.rti,itu¡urconlmrpora1R,, �larzorati, Milán, 1960, lilnlo <n rl npllu­
La segunda consideración se refiere directamente a la relación
lo drdicado a �lorrK como en rl de la. cnética marxL,1a_ entre arquitectura y artes aplicadas. l\forris se ocupó de estas

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 59 60 RENATO DE FUSCO


últimas, pero su actividad incide sobre la primera más que la de una vasta red de organizaciones productivas, y comenzaron a
los propios arquitectos innovadores de su época. Efcctivamentt>, admitir la posibilidad de una producción industrial paralela al
puesto que la reforma de todas las artes dependía de la reforma trabajo hecho totalmente a mano. En lo que respecta a la e,·o­
de la sociedad, la arquiteetura y la urbanística estaban demasia­ lución del gusto, la obra de \\'. Crane, de A Mackmurdo, de
do ligadas al sistema socioeconómico de la época, representaban S. lmage, de C. F. Annesley Voysey, prefiguró con el Liberry al­
sus efectos y su reflejo; de aquí la dificultad de una intervención gunos aspectos del Art.Vouveau del continente. Otro campo en el
directa en estos sectores y la ine\'itable caída en el formalismo de que influyeron los seguidores de l\forris fue el de la edificación
quienes intentaban hacer una revisión desde dentro, es decir, dis­ doméstica, el de las casas unifamiliares fuera de las ciudades. A su
ciplinariamente. Por el contrario, una vez teorizado el principio elevado estándar constructivo y estético no eran ajenos el sentido
unitario de las artes y ampliado así el campo artístico a fenóme­ de la medida y el pragmatismo constantemente presentes en la
nos anterionnente considerados ajenos, era precisamente el sector tradición edificat0ria británica, a la que se refería, por oLra parte,
de las manufacturas el que iba a ser reformado en primer lugar. la propia Ca.i;a Roja de l\lorris, que se convierte en modelo de
Esto, si no era exaCLamente la causa de la producción industrial, esta producción arqujtectónica desarrollada en el último cuarto
era sin duda uno de los principales anillos de su cadena; era una de siglo en Inglaterra y que tuvo una gran influencia también en
actividad directamente en contacto con la máquina y el campo el continente, especialmente tras el libro de l\Iuthesius Das englische
de mayor expansión, en una palabra, un fenómeno que por va­ 1/aus cle 1904. Entre los arquitectos que trabajaron en este sector
rias razones estaba por encima de la arquitectura. Proponiendo la sobresale la figura de Voysey, que, adhiriéndose a la renovación
calificación del sector manufacturero y reclamando el interés de alentada por el Arts and Crafts, desempeña una actividad profe­
los mejores artistas de la época sobre ese campo, 1\Iorris no sólo sional completa, desde la arquitectura al diseño de los objetos de
intuyó su valor prioritario, sino que siendo grande tanto el núme­ uso cotidiano. Proyectó una serie de casas de campo en mucha.�
ro de los trabajadores como el de los consumidores, influía poten­ regiones de Inglaterra, libres de t0da reminiscencia hist0ricista., y
cialmente en toda la esfera social. La refonna de la arquitectura y en las cuales las características figurati,·as deri\'aban únicamente
de la urbanística habría sido de tal modo una consecuencia lógica. de los elementos funcionales, las aberturas, la.� cubiertas, las chi­
Y así fue en realidad. El movimiento Arts and Crafls, además meneas, etc. La arquitectura de Voysey anticipa la de M.ackimosh
de producir una renovación de las artes aplicada..�, moviéndose, y la corriente geométrica desarrollada en el seno del Art.\'ímveau.
por así decirlo, desde abajo o, cuando menos, en la esfera privada Al movimiento de Arls and Crefts, finalmente, asocia Zevi la
y no «oficial», determinó una renovación edificatoria e incluso obra de Ebenezer Howard por la fundación de la ciudad-jardín,
un notable desarrollo urbanístico. Entretanto, los seguidores de que puede considerarse un hilo de la cultura urbanística moderna.
l\Iorris, es decir, la generación nacida en torno a 1850, aun en la En el libro Tomorrow. a Peaceful Pallt lo Real &Jorm de 1898, reedita­
dirección indicada por él, se adhirieron con mayor realismo a las do cuatro años después con el Ululo Gardtn Cilies efTomom,w, parte
condiciones históricas de la época: al taller artesano le sustituyó Howard del contraste creado entre el campo y la ciudad industrial,

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA fü 62 RENATO DE FUSCO


enumera ventajas e inco1weniemes de uno y otra, llegando a la con­ Ruskin que de Morris de la obra de Howard, es decir, de una ú1Li­
dusión de que es posible fundir los aspenos posiLivos de ambas ma manifestación del eclecticismo historicisla, la idea de la ciudad­
en un Lipo particular de asentamiemo que define como ciudad­ jardín da comienzo a la Lendencia urbanística que, recogida por
jardín. Se lrala de una comunidad de 30.000 habiLames que ocu­ Geddes, Mumford, Gulkind y olros, auspicia el redimensionamien­
pa un área edificable de 400 hectáreas, rodeada de una campii\a lo de la� metrópolis en beneficio de los asemamientos aulosuficien­
de cerca de 2.000 hectáreas, igual a cinco "eces la superficie del Les orgánicameme dispueslos en un territorio regional más amplio.
cenu-o habitado. Alejada de esla forma de la gran ciudad, con la Hemos hablado hasta ahora de la contribución inglesa al neo­
que, sin embargo, est.á dírecLamenle relacionada, la ciudad-jardín gótico; no podemos acabar eslc párrafo sobre dicho re1,.ival y el
represema una unidad urbanística auLOsuficieme en cuanto que la propio capíLUlo sobre el eclecticismo hisLOricista sin mencionar la
acLi,·idad industrial que se desarrolla y el terreno agricola que se aporlación francesa, y particulannente la de Viollet-le-Duc. De su
culli\'a esLán proporcionados al número de habitantes que allí resi­ obra teórica nos hemos ocupado en otro lugar;" aquí queremos
den. La propiedad del área eslá adscrila a una sociedad anónima mencionar el aspecto específicamente operatr.·o que impregna
sin ánimo de lucro, que cede los Lerrenos edificables en régimen de su parLicular interpretación del gótico. Para Viollet-le-Duc (181-1--
alquiler por Liempo limitado, mientras que las insLalaciones labora­ 18i9), cuyo conocimiento de la arquitectura gótica pro"enía de su
les son de empresas municipalizadas o coo¡xrativas. En base a este experiencia en la restauración campo del que puede considerár­
esquema Leórico, pero esLUdiado anaütica y prácticamente -tanto sele iniciador- el medioe\'O no es la edad oscura normalmente
que, como escribe Aslengo, «la utopía urbanísLica de Howard es el descrita. Es en cambio un período de recursos y de estudios téc­
único de los sistt'mas propuestos en el siglo XIX que se com;rtió en nicos, de afirmaciones {también) laicas y temporales, de e_xtraor­
realidad y demoslró una flexibilidad suficiente para adaptarse con dinarias audacias constructivas con espléndidos resultados figura­
el tiempo a las exigencias de un desarrollo planificado a gran es­ Livos y semánticos, como el de visualizar el mensaje religioso. Así
cala»" -se realizaron la ciudad-jardín de Lelchworth, iniciada en pues, la arquiLectura gólica no es un modelo formal del gusto, ni w1
1902 con proyecto de Parker y Unwin, y la de, \'elwyn, comenzada ejemplo para la organización ética y social del trabajo artesanal, ni
en 1919 con proyecto de L. de Soissons. tampoco un paradigma altematiYO a la brutalidad de la moderna
Ülros muchos asemamientos seguirán el modelo de Howard producción industrial. ViolleL-le-Duc comparte esLos aspeclOs del
en \'arios países, más o menos fielmente, mientras que el tema teó­ gótico, ¡xro para él impona sobre todo como modelo constructivo
rico de la ciudad-jardfo ha sido el centro del debate urbanísLico. aún no superado, como la más alta encarnación de los 'principios'
represemando una de las propueslas allernativas a la gran ciudad constructivos. Interprela la catedral góLica con espirilU cartesiano
industrial. Con csle propósilo, nos limilaremos a recordar que, más y ,-e en ella la anticipación clara de lo que es posible realizar en los
allá del utopismo decimonónico, del neogótico, del espíritu más de Liempos modernos gracias a la nue\'a tecnología, especialmerue a

z, G ..\1lego, voz lJ'hanlJtir#, ril., col. 397. N Cfr. R._ o� Fu,ico, L',dm di ardrrld/um, ci1.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 63 64 RENATO DE FUSCO


la del hierro. La esLrucLura de la catedral es para él el más directo
precedente de las consLrucciones del siglo X IX de esqueleto metáli­
co y de las grandes cubiertas de hierro y cristal que, a su vez, como
continuadoras de una tradición expresiva y «clásica» en Lamo que
racional, además de rica en «principios», no son mera técnica, sino �
tout courl arquitectura. A la pregunta de porqué el siglo XIX carece
todavía de un estilo propio responde que ello se debe únicamente
...
a la pérdida del <<méLodo». Viollct-lc-Duc, obsen-a P. FrancasLcl,

•-,�,::...
«supera a Cole y a Laborde en cuanto que renuncia al compro­
......
miso ('Onciliador entre artes e industria. Ha sido también él quien ,...
,..-::._, ""•"::..,.P�

·---·c..
ha pue Lo de manifiesto, en Lérminos muy precisos, la que será la
concepción estética revolucionaria de fines de siglo: la exisLencia de
una belleza ligada directamente al uso de la.� técnicas»...
La prueba más convincente de la exactitud de esLe juicio y del
hecho de que la actitud de Viollet-Ie-Duc supera aJ mismo tiempo
el esLeticismo de los demás historicista.S y el Lecnicismo arquiLectó·
nicameme incierto de los ingenieros, la proporciona la iníluencia
que ha ejercido sobre la arquite('tura posterior, como testimonian
ampliamenLe los protagonistas de las generaciones sucesivas. «Nin­ _...,.,..,_,.....
gún anisLa escribe H. P. Berlagc ha podido aprender en los
libros cómo debe crear sus obras. Ha habido grandes artistas como
ViolleL-le-Duc y emper que, con sus obras, han enseñado muchísi­
mo más que todos los filósofos. Y enseñan mostrándonos la ,·erdad,
la esencia de la arquiLecLUra».,. Esta aportación propiamente arqui­
Lectónica es visible en las primeras obras de Berlage. Los interiores
de la Bolsa de AmsLerdam recuerdan en gran manera los diseños de
ViolleL-le-Duc, aquellas perspectivas fuLuristas de espacios interio­
res donde la estructura de hierro asume una imención arquiLecLÓ·
nica distinta de los sisLemas constructivos meLálicos adoptados por
..........._...,_
:rs I'. rrancaSlel, lartu larrnlúh1odm,a, Ft'ltriudli, �lil.ín. 19:;9, p. !02. I.A'tchv.orth. c-1 CMllfO romf:traal ) dm \bla., dt 1... zona ronterc-aal dt \\'f"I\\ � n
2i H. P. 8C'rla , C•uulna,:,io111111lú, slilr, «Ca.�brll.a-<ontinuila•. m.ilrz.o 1961, n. 249. E. t1m...11d� Nt1u.r·m.1..� ttl>.1 iun tlt-1.a,iud.1d- ja1'dln.
gc-

H Is To R 1 /1 D t L /1 A R Q u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 65
los ingenieros coetáneos. El vínculo entre el resto de sus diseños, los
relativos a estructuras de hierro y a detalles construCÚ\'OS, anticipa
con toda evidencia el estilo de Horta, que consideraba el Diclion­
nairt misomzi como su Biblia." La contribución de VioLiet-le-Duc al
Art Nouireau, primera tendenc:-ia de la arquitectura moderna alejada
del cclecúcismo hist0ricista, ha sido bastante más deci.<u,·a que la
de cualquier otro estudioso del siglo XIX. Definió casi todas las
premisas culturales y prefiguró también algunos aspectos del gusto.
Y terminemos este capítulo sobre el eclecticismo historicista
con una cita de Zevi:

«La cultura dt"I siglo XIX, ron Ru kin y :\lorris en Inglaterra, con
Viollt't-le-Dur en Francia, con \\'irkhoffy después Riegl t'll Austria,
aplica a la historia del arte la revisión de valores que la historiog ra­
fía polílira había sufrido poro después de la revolución francesa. La
historia, concebida como continuidad estática, alterada violenta­
mente por la inten·ención de héroes que cambian su curso, rede el
paso a una intt'rpretación más rompleja, por la cual la acción del in­
dividuo se hace cada vez menos determinante frente a una malcría
perpetuamente dinámica, moviéndose por fuerzas colectivas y anó­
nimas. La historia del arte, entendida hasta ahora como historia de
genios altivos y aislados}, por tamo, enfocada principalmente sobre
el Renacimiento, amplía sus horizontes para abarcar las épocas de
arte colectivo, especialmeme la Edad :\(edia y la llan1ada decaden­
cia de la Roma antigua. En esta cultura no caben ambiciones de
originalidad forzada, sino sólo obje1 ÍYos concordantes». 21

Y es qujzá esto úlúmo una de las principales claves del Mo\'i­


miento [oderno.

Ldr!i,o¡,'°n-".plant,1dt-ladud.1dck-\\'t"l"\n11919, 8.P,1rktr, R. L'n\\an. ., Cír. S. T. :llaclm,, Smtrm of.lrl. \oorm•..\.cheroug. O,lo. 19.16, p. 229.
pl.am.1 dt l.l ,iud.ad d(' Lt 1, h"tltth 1902 . l"n .\ngulü df" U'tt l\'.\01·1h. ,. 8. Ü\'Í, Storu, d,llarrhit,ttura modrrm, l:índudi, Turín. 19:;o, PI'· 66-67.

68 RENATO DE FUSCO
LAS OBRAS DEL ECLECTICISMO HISTORICISTA Al hecho de que Inglaterra no ponía limitaciones al comercio con
el exterior, a lo que recurrían en cambio oLros países para proLeger
El C rystal Palace su nacieme indusLria, se debe el carácter imemacional de la Expo­
NuesLro propósito de Lrazar una historia de la arquitectura sición de Londres de 1851.
contemporánea a tran�'S de unas cuantas obras paradigmáticas y Este carácter de la muesLra, con evidentes connotaciones polí­
emblemáticas rtia su punto de partida en el edilicio que albergó la ticas, fue posible por la «perfecta seguridad de la propiedad, la Li­
primera Exposición uniwrsal, celebrada en Londres en 1851, y que bertad comercial y la facilidad de Lransporte, que Inglaterra dis­
presenta las dos características mencionadas. Efectivamente, el frutaba en mayor grado». como escribió Cole en la intrcxlucción al
Crystal Palace se considera como obrn paradigm ática, puesto que catálogo, y se asociaba a otro intento, el de promo,·er una integra­
constiture uno de los primeros ejemplos en que la estructura cons• ción entre arle e indusu-ia. Henry Cole, el personaje más compro•
tructi\'a asume plenamente un ,·alor arquitectónico; porque intro­ metido con este programa y que, contrariamente a Ruskin y l\Io­
duce una nueva tipologia edificat0ria, la de las grandes instalacio­ rris, creía en la uLilidad de la aplicación del trabajo artístico a la
nes para exposiciones, que responde por otra parte a la demanda producción industrial, tanto que disenó, él mismo, objetos de pro­
de una arquitectura como medio de comunicación de masas; por­ ducción industrial, fundó escuelas de artes aplicadas y recogió los
que está construido sobre principios de modulación y repetición, objetos decorativos que consLituyen el núcleo de lo que sería el
aspectos todos que lo erigen como modelo para la producción pos­ Vict0ria & Albert 11.Iuseum, encontró un apoyo incondicional en
terior. Al mismo tiempo, es una obra emblemática, bien sea en el el príncipe consorte, que le confió el encargo de la organización
sentido de que, a pesar del carácter innovador, reíleja el lenguaje, general de la Exposición.
el código de la época, el eclecticismo histórico, o en el sentido de Destacando siempre el carácter uniYersal de la manifestación,
que simboliza exactamente la historicidad de su tiempo: la reYolu­ se convocó en 1850 un concurso internacional para su sede: un
ción industrial, las condiciones socioeconómicas de la Inglaterra gran edificio único capaz de contener las secciones de todos los
victoriana y la confianza en las «magníficas realizaciones y pro­ países expositores y que se realizaría en Hyde Park. Ninguno de
gresos» de la humanidad, úpica del mundo decimonónico. los 245 proyectos presentados se consideró idóneo (hubo una men­
La iniciati\'a de la Exposición universal se debe al príncipe ción especial exaeq uo para el francés Héctor Horeau y el irlandés
consorte Albert y a Henry Cole y continuaba la serie de grandes Richard Turner) y la Comisión para la sede, que formaba parte
exposiciones, comenzadas con la primera celebrada en París en del mismo ComiLé promotor de la Exposición, elaboró un proyec­
1798, que habían tenido, sin embargo, carácter nacional. Nacidas to propio y se convocó un concurso para adjudicar su realización.
en el espíritu del Iluminismo y de la Prodamation de la liberté du travail Sólo en este momento, es decir, después del fallo del concurso para
de 1791, las Exposiciones intentaban el conocimiento y la propa­ el proyecto, pero ames de la subasta de las obras,Joseph Paxton,
ganda del progreso social y tecnológico, estimulaban la competen­ un jardinero consLructor de invernaderos, presentó un trabajo
cia entre los empresarios, ía,·orecían el comercio y los intercambios. suyo que publicó al mismo tiempo en el llluslrated Lo11don Kews y

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 69 70 RENATO DE FUSCO


recomendó este proyecto a Robert Stephenson, miembro del Co­
mité. En este último, y en la propia opinión pública, la idea de •
PLLxton de recoger toda la ell.i,osición en un inmenso invernadero
debió suscitar tal éxito que, mediante un procedimiento irregular,
su proyecto, en cuya realización se comprometieron los empresa­
rios Fox y Henderson, fue admitido en el concurso de adjudicación
como variante del banal edificio presentado por el Comité. La
obra fue realizada en el plazo excepcional de nueve meses. El
modo en que Pa,xton llegó a imponer su solución, su asociación
con una eficientc emprcsa constructora, la elección de sus colabo­
radores, la versatilidad en la adaptación de esta y otras de sus
obras a las circunstancias, hacen de él el típico exponente de la
activa burguesía victoriana.
La comparación entre el proyecto de Paxton, aparecido como
se ha dicho en el «Illustrated» del 6 de julio de 1850, y el del Co­
mité, publicado en la misma revista el 22 de junio, muestra clara­
mente, además del recurso de la «variante», los aspectos que vin­
culaban ambas soluciones, los diversos modos en que se
solucionaron las diferencias tecnológicas, las transformaciones del
gusto, en una palabra, la disparidad entre una obra de ingenio y
otra que expresaba la arquitectura oficial. El proyecto del Comité,
atribuido a Brunel y Donaldson, pre,·eía un edificio de ladrillo que
recordaba una gigantesca estación ferroviaria, y sirvió precisamen­
te de modelo para algunas estaciones realizadas en di,·ersos países. .
Este proyecto, debiendo tener en cuenta puntos ftio como la en­
trada principal desde Kensington Road y la alineación posterior • • • • • • ' 1.

curvilínea de la Roten Row, además de respetar las exigencias


exposiúvas de las diversas 1·epresentaciones, presenta una planta
asimétrica, a lo largo de los dos ejes del reetángulo base. Sea quizá . :: : : '?: : . ·: ":: · ;; ·;; ·;. '. .. ¡
para compen ar tales desequilibrios, o sea por el carácter altamen­
te solemne de todo el coajunto, el proyecto del Comité e,·oca con

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 71


su volumetría externa motivos clasicistas y está dominado por una
gran cúpula hemisférica que se eleva sobre un conjunto de tejados
a dos aguas, sustentados en arcos de medio punto, existiendo uno
subdividido que recuerda las ventanas termales romanas.
El proyecto de Paxton se revela, en cambio, extremadamente
e quemático. Es acentuadamente longitudinal, y resulta del de a­
rrollo de tres órdenes, según una sección transwrsal en rcdientes
que en los testeros rcíleja la existencia en el interior de cinco naves.
La vista en perspectiva mue tra la adopción de un módulo que da
forma a todo el organismo. Fue precisamente d uso de- elementos
modulares relati,·ameme pequeño , desmontables y recuperables,
lo que determinó el éxito de la propuesta de Paxton.
El edificio realizado se diferenciaba del proyecto original sobre
todo por la introducción de un «Lransepto», cubierto por una bó­
veda de medio cañón de altura mayor que las «naves», para incluir
en el interior de la co11Strucción algunos grandes árboles existentes.
La planta, de una longitud de 1.851 pies (número que simbolizaba
la fecha de la Exposición) presentaba en el interior un módulo
básico cuadrado de unos siete metros de lado, que estaba en co­
rrespondencia con la disposición de las columnas de fundición, y
se caracterizaba por la alternancia de espacios o naves menores
que tenían precisamente esa anchura, y por la presencia de cinco
na,·es principales: las laterales de 14 m (igual a dos módulos) y la
central de 21 m (igual a tres). En el piso uperior, y en correspon­
dencia con los espacios menores, discurrían cuau·o filas de galerías
comunicadas entre sí transversalmente. La asimetría producida por
la entrada principal, descentrada respecto de la dimensión longitu­
dinal, y la determinada por el trazado curvilíneo de la Roten Row
se resuelven, o cuando menos, son imperceptibles, debido al uso
del módulo. Efectivamente-, en la parte que da a la KensinglOn
J- l'lltOll. t'l Cn,u.l 1'11.Jct": p,im,r, croqui!i, pbntll, \ i.d,:b t".x1ttn.1:s, dttaUn. Road, la posición fuera del eje de la entrada y del transepto pasaba

74 RENATO DE FUSCO
desapercibida porque en el ala asimélrica de la fachada se había dimensión mayor en láminas de vidrio de una longitud de unos
aumentado c.>I número de.> módulos, cuya pequeña dimensión hacía cualro pies, que enlonces se producían normalmeme. Encima de
que fuesen imperceptibles en el conlexto general, tamo la falta de cada arco exisúa una abertura con un óculo en el centro. La na­
simetría como el aumento del número de módulos que se dispuso turaleza gramatical de este moli\'O tan potente, el diseño en estre­
para corregirlo. En el interior, a este artificio correspondía un lla del testero de la bóveda del transepto, la presencia de la coro­
aumento de distancia entre los tramos de unión transversal entre nación de peque11as palmas, que enmascaraba por LOdos los lados
las galerías. En cuanto a la relación planimétrica del edif icio con el trazado inclinado de las placas de cubiena, son los únicos ele·
el trazado cun·ilíneo de la Rolen Row, este espacio se ocupaba mcntos que e,·ocan el lenguaje arquileclónico lradicional. Y no
por una na,·e de longilud inferior y asimétrica respecto de las fueron añadidos en el periodo de ejecución, puesto que las arcadas
demás, si bien sometida al mismo módulo. Este mismo principio y los «encajes» están ya presentes en los bocetos originales de Pax•
de organización modular de la planta permiúa a Paxlon resolver LOn, que se conservan hoy en el Victoria & Albert 1\Iuseum. Sobre
en diferentes situaciones y con diversos tamaños en planta los rt­ estos aspectos estilísticos se ha observado que el Crystal Palace <<no
freslmunls courls, cuya ubicación estaba también obligada por la es en absoluto Golhic Revi1Jal, que habría sido al menos un recurso
presencia de árboles. lógico y mecánicamente posible(... ). Es sin duda Classir Rrvival de
En la volumetría exterior, como se ha dicho, el edificio consta• principios de siglo»." Y no cabe duda de ello, afirmamos, después
ba de tres órdenes escalonados; la cubierta de las «naves» aparecía de haber asociado el neoclásico a la arquitectura de los ingenieros
al exlerior como plana, pero, en realidad, a la trama modular y de haber hecho hincapié en los valores connotativos del neogóti­
descrita correspondía una articulación de placas inclinadas que co, totalmente ajeno a este compromiso entre arte e industria que,
formaban una sucesión de pequei\os tejados a dos aguas; este re­ por el contrario, encontraba en la obra de Paxlon su manifestación
curso,jumo con una red de tubos, penniúa la recogida de la-; aguas más emblemática.
pluviales que circulaban por los pilares de fundición, que además En el interior se eclipsaban casi todos estos moú,·os estilísticos,
de la función estética resolvían también el problema de las bajantes. y toda la configuración se confiaba al efecto de las "igas de celo­
El carácter esquemático y lineal de esta enorme envoltura de sía, de su encuentro con los soportes de fundición, de los bastido•
hierro y cristal quedaba modificado por la presencia de la cubier­ res metálicos que sostenían la cubierta articulada, etc., es decir,
ta curvilínea del transepLO, una gran bóveda de medio cai\ón sus· únicamente al repertorio formal que ofrecían los elementos de la
tentada en grandes cerchas de madera, material que vueh-e a en­ nueva tecnología. En la ejecución de la obra colaboraron los pro­
contrarse en las arcadas del elemento modular que aparece en pios Fox y Henderson, que eran ingenieros y se ocuparon de la
todas las paredes ,·erticalcs. Dicho elemento, de allura constante estructura metálica, mientras que Owenjones fue el encargado
en los tres órdenes del edificio, tenía cerca de dos metros de ancho de la decoración.
y se repelía tres veces en cada módulo estruclural de siete metros.
Consistía en un marco de madera y hierro, dividido a su vez en su ":\l. uh<,. Gost,, dt/J'Olloun/o ntltt E.s¡,osi;::iom, ..C.t"i,,tl><'Jla,., marz.o-.ihril, 1911, nn. Li9-160.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 75 76 RENATO DE FUSCO


Después de estas notas sobre la organización modular y formal, o está compuesto de una sucesión de nervaduras, porque no hay
tratemos de reconstruir el valor espacial de la obra en cuestión. juegos de sombras que permitan a nuestros nervios ópticos estimar
Obsen:emos, ante todo, que mientras en el proyecto del Comité se las medidas. Si hacemos descender la mirada, encontramos vigas
indicaba una diferenciación de las zonas de exposición (las dedi­ de hierro pimadas de azul. Al principio se suceden con amplios
cadas a las máquinas en movimiento, las dedicadas a las estáticas, intervalos; después se van acercando más y más, hasta que son
e incluso a los productos manufacturados, a las artes plásúcas, etc.), imerrumpidas por una deslumbrante banda de luz el transep­
en el edificio de Paxton estas diversas partes no condicionaron en to que se disueh-c en un fondo lejano, donde codos los elementos
absoluto el espacio interno. Cualquier criterio exposiúvo, para má­ naturales se funden en la atmósfera».••
quinas, para tipos de productos, etc., y cualquier estilo distribULi,·o
-rc.>cordemos el salón medieval decorado por Pugin- podía en­ Este tipo de lectura. cuyo propósito es captar el significado de
contrar una disposición ílexible en el interior de esta e1woltura un espacio arquitectónico en base exclusivamente a sus elementos
modulada; aun cuando, desde otro punto de vista, dada la poca y a su disposición, nos confirma la idea de que la razón de ser del
calidad de los productos, ello aumentase posteriormente la confu­ edificio, su «significado», debía encontrarse por completo en su
sión general. En resumen, el Crystal Palace no era más que un gran espacio interno. El «significante» exterior no es más que una pro­
contenedor transparente, capaz de albergar en su interior árboles yección del interior, así pues, la gran novedad de la obra de Paxton
y máquinas, obras de arte y manufacturas industriales, objetos y radica en el hecho de que la em·oltura externa ha perdido las dos
visitantes, en suma, era el lugar ideal del sueiío progresista del siglo caras tradicionales, carece prácticamente de espesor, ha quedado
XIX, que quería conciliar lo natural y lo artificial. reducida a un plano transparente. Y si estas características deben
No podemos olvidar en nuestro razonamiemo, que pretende adscribirse a la tecnología adoptada, es un hecho, sin embargo, que
p1-ecisamente captar el significado del espacio interno, el conoci­ el edificio carecía de una verdadera fachada, siendo los testeros
do pasaje de Bucher, ya citado por otros autores, porque nos pa­ terminales nada más que «secciones» estructurales.
rece un testimonio insustituible, especialmeme para este edificio El sentido, por tanto, del C1-ystal Palace se encuentra no sólo
ahora perdido: en su espacialidad interna, propia de cualquier construcción
bien realizada, sino sobre t0do en el tipo totalmente inédito de
«Podemos percibir escribe el aucor alemán una delicada red
de líneas sin tener ninguna clave para juzgar la distancia o sus ver­ ,. L. Buchc-r. K•lturhi,tori«ht SJ.:i;,,• a•s dtr lndu.1/ruaw,strllungalltr lolúr, l'ran<-ÍOC"t, 18!;1,
p. 171. Al ritar rs-tt" JM.rr..Lfo� Girditx1 a...w,cia d c-ÍNto np.acial dd C ry sta.J Palact" ;,a la atmó!;.ft"'T"a
daderas dimen iones. Los muros laterale:, e�tán demasiado distan­ de5materializa.da de Li..11 pintur.i.� dr Tunll':r. l:knevolo ,--e en el mi....-nlO pa..'lap! la t":videucia. dt!
tes para abarcarlos en una sola mirada. En lugar de pasar de un qU(" LL C"XtM1"tlón indrfindt producid.& por Lil n""]>C'"tinón modular a."imila rl n-sultddo c."'"J:Mrial
testero al otro, la vista discurre en una perspectiva sin fin, que se d<" t"sta obr.i al de- la� c..;1.lk-:s pari<"n.scs dr Haussman, ..dondC' St" apliciln laJ n-gla...-.¡ tr.idicionaks
dc:o: la pr-n¡�c;ti,-J. a e�>M;io� d(-maii..1.dn grandes. )'A no� cierran en �í mi�ma!I) � tranúor­
desvant'ce en el horizome. No somos capact'S de afirmar si t'Ste t'di­ man rn ambK'ntr"i ilimitados. cualificados din.imic-aJTl('ntc por- d trafic-o que �r drSoillrrolla rn
ficio St' eleva cien o mil pies sobre nosotros, o si el tt'cho es plano ell0<» (op. át., p. 111 ).

H Is To R 1 /1 D t L /1 A RQ u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 77 78 RENATO DE FUSCO
la relación interior-exLerior y en los medios uLilizados para lle­ En efecLo, precisamente aquellos aspecLos que no apreciaban
varla a cabo: los factores modulares, las caracLeristicas esque­ el gusLo y la críLica de la época, aceptando el CrysLal Palace sólo
máLicas, repetitivas, de provisionalidad, de recuperabilidad, etc.. por sus aspecLos funcionales y económicos, son los \·alores de la
gracias a las cuales, considerada como obra de ingeniería, la obra que hoy consideramos primordialmeme. Es cierto que las
sede de la primera Exposición universal consiguió superar la características más positivas para nosotros nacían más de las cir­
prueba del gusto victoriano. Tales aspectos han Lenido abun­ cunstancias (tiempo reducido para la ejecución de la obra, necesi­
danLes Lestimonios en la literatura de la época; la revista «The dad de recuperar un material cosLoso, ele.) que de una intenciona­
Ecclesiologist», que tuvo un notable papel en el Gothic Ret'ival. lidad precisa; t.ambién es \·erdad que los posLeriores proyecLOs de
escribe así sobre esta obra: Paxwn y la propia reconsu·ucción del Cryst.al Palace en Sydenham
(destruido por un incendio en 1936), adquieren un tono aúlico,
<(Las condiciones en que fue emprendida la construcción del Cry�­ vuelven a enlazar plenamente con el eclecticismo estilístico de la
taJ Palace no podrían haberse respetado, creemos, de ningún otro época. Sin embargo, si es cierto que en su apariencia exterior mu­
modo que no fuera la ejecución del admirable proyeclO de i\Ir. Pa.x­ chas obras posteriores eslán inspiradas más en el Palacio recons­
ton. Y admitimos, sin duda, que estamo� llenos de admiración por Lruido en Sydenham que en el original de Londres, es indudable,
los efectos internos, sin precedentes en una estructura de este tipo por otro lado, que las caracterísLicas que hoy apreciamos son las
(...) un efecto espacial y ciertamente una amplitud nunca obtenida que han influido en oLras esLrucLuras, ames que los aspecLos esti­
hasta hoy; una perspectiva can \'asta que el efecto atmoslerico de lísticos. El Crystal Palace, por Lamo, ha resultado paradigmático
la enorme distancia es totaJmemc nuevo y singular; una luminosi­ para las obras más significativas de las sucesivas Exposiciones uni­
dad difusa y un brillo im·erosímil,jamás imaginado ames; y sobre versales, si pensamos en los famosísimos ejemplos de la Torre de
todo uno de los atributos más satisfactorios para nosotros una EifTel y de la Galcrie des l\fachines, 1-calizadas ambas en París en
evidente sinceridad y un realismo construct.i\'o de un alto vaJor. Sin 1889, y en las ediciones más recientes de tales manifest.aciones que
embargo, hemos llegado a la convicción de que esto no es arqui­ ahora, dada la diferente organización de los imercambios y, sobre
tectura: es íngc.>niería de la mejor calidad y excelencia pero no LOdo, de los diversos sisLemas de comunicación de masas, resulLan
arquitectura. La forma está todavía por venir, y también las ideas Lotalmeme anacrónicas.
de estabilidad y solidez(...). Además, la infinita repetición de los
mismos elementos componentes indispensable en una estructura La escuela de Chicago
de e:,te tipo nos parece que niega toda aspiración a una mayor Pocos o ningún edificio de gran imerés arquitecLónico se rea­
calidad arquitectónica»." lizaron en el período que media enLre los años 1850 y 1880. Prosigue
la obra de los grandes construcLores: H. Labrouste, tras la Bibliote­
f
" 'fhL Drnpt tlu Cr;,stal Palau, �•1 hr &clrsiologisn,, XLI. 1851. cd. rn C. E Chad,.;d, 'l1u
ca de Saime-Geneviéve (1843-1850), realiza la Biblioteca :\'acional
llori �SirJorrJ,I, Pa,ton, l.onclrr,,, 1961. (1862-1968); V. Baltard inicia en el 1853 las Halles Centrales, en el

H Is To R 1 /1 D t L /1 A RQ u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 79 So RENATo ot Fusco
marco de las obras urbanísticas de París. Entra en su fase culmi­ de imereses que fue reconstruida en poco menos de una veintena
nante el eclecticismo, en la acepción más corriente de la palabra. de años y ampliada hasta(') punto de contener 1.700.000 habitan­
Ch. Gamier construye entre 1861 y 1874 la Ópera de París en ese tes a rmales de siglo. La reconstrucción se confió inicialmente a
esúlo del neoclasicismo barroco que en Italia se llamará «umber· un grupo de técnicos que provenían del ejército, formados duran­
tino» y que afectará a muchísimos edif icios «oficiales» de varios te la guerra de secesión. Entre 1880 y 1900 nace precisamente el
países. Es bastante activo en este período el estudio teórico y críti­ centro de negocios de la ciudad, el Loop, caracterizado por grandes
co: Viollet- le-Duc publica entre 1854 y 1868 el Dictio,maire raison11é edificios de oficinas, residencias, grandes almacenes, locales públi­
de l'architeclurefranfaise, y entre 1863 y 1872 los Entreliens sur cos, ele., a ,·cces reunidos en una misma construcción. El alto precio
l'Ard,itecture. El fenómeno más significaú,·o de aquellos años fue la de los solares edificables, tamo en Chicago como en Nueva York,
transformación de las grandes ciudades: la de París por obra de fue la causa que determinó el nacimiento del rascacielos, tipo edi­
Napoleón III y su prefecto, Haussmann, que tiene lugar entre 1853 ficat0rio realizado en una primera época como «torre de piedra» y
y 1869; la de Bruselas (1867-1871), la de Barcelona, iniciada en posteriormente con esqueleto metálico. PermiLía la mínima ocupa­
1859, la de Viena (1859-1872), etc., así como las modificaciones ción en planta de la estructura, la mhima utilización de los espacios
parciales de los organismos urbanos por medio de planes de «me­ interiores, su poüfuncionalidad, la mayor luminosidad y apertura
jora», efectuados en casi todas las ciudades europeas en base al y, sobre todo, el mejor aprovechamiento del suelo edificable, con la
modelo de París. En suma, la segunda mitad del siglo XIX fue la estructura de múlúples pisos. Técnicamente, el rascacielos se valía
gran época de la urbanística, hubo una gran experimentación de las innovaciones estrueturales derivadas del uso racional de la
técnico-constructiva, se cle,·ó el niwl de la edificación, especial­ construcción en hierro, de los sistema verticales de transporte (as­
mente de la británica, pero no el de la arquitectura; por tanto, no censor de ,•apor, Otis de 1864; hidráulico, Baldwin de 1870; eléc­
surgieron obras definidamente paradigmáticas. trico, Siemens de 1887), además de las instalaciones de teléfono y
Para encontrar edificios que, aun en el ámbito del eclecúcismo de correo neumáúco. Bene\'olo compara con acierto el úpo edifi­
historicista, en el senúdo más amplio que damos a esta expresión, cat0rio del rascacielos, de extensión altimétrica ilimitada, con el
representen un salto hacia adelante en la historia de la aTquitec­ plano de parcelación urbana en retícula, de extensión planimélrica
tura, es necesario trasladarse a los Estados Unidos y observar el ilimitada, considerando ambos como meras operaciones aritméticas.
inicio de los años ochenta. �os referimos a las construcciones de «Ni lo uno ni lo otro son realidades arquitectónicas, pero contienen
la escuela de Chicago. Se entiende con esta expresión el conjunto la posibilidad de una transformación radical del escenario arqui­
de obras que constituyeron el Centro administrativo de esta ciu­ tectónico tradicional, y el principio en el que se basan, siendo el
dad, fundada en 1830 con una planta en retícula de extensión mismo que rige la industria, puede servir para poner de acuerdo la
ilimitada y con\'ertida pronto en el mayor centro de imercambio nueva escena urbana con las exigencias de la sociedad industrial».,.
y en el mayor nudo ferroviario de los Estados Unidos. Destruida
por un incendio en 1831, Chicago representaba tal concentración st lknC\"Oln, of>. riL, p. 261.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 81 82 RENATO DE FUSCO


Por su parte, Ze,·i afirma: «Nada contemporáneo en Europa es
parangonable con esta página americana»." Y trata de distinguir,
entre los constructores de Chicago. las personalidades creativas de
las dotadas sólo de capacidad técnica, así como los arquitectos
organizadores de los puros y simples negociantes. Todo esto es
cierto, pero observado desde un punto de vista más amplio y en un
estudio de síntesis como es éste, podemos decir que la escuela de
Chicago constituyó un acervo de conquistas técnicas indiscutibles:
de ambiciones estilísticas que van desde el neorrománico a la bús­
queda ncodecorativa (no en vano muchos de sus mejores exponen­
tes estudiaron en Francia en la EcolL des Beaux-Arts); de unión entre
arquitectos e ingenieros; de extremada disponibilidad profesional;
de dramáticas frustraciones para quienes, no sin acentos veleidosos,
pretendían conciliar el arte con ese mundo ágil y resuelto de los
negocios. l\Iás allá de toda conquista tecnológica, tipológica, pro­
torracionalista, en la realidad de Chicago la cultura arquitectónica
desempei\a un papel decididamente secundario e instrumental,
siendo la competencia el verdadero protagonista. Los edificios de
esta escuela dan testimonio de la plena actuación del activo y el
pasivo derivados del sistema liberal, aplicada aJ sector de la cons­
trucción y de la urbaníslica. EJ realismo comercial de un grupo de
empresarios, libre de toda rémora, tiene aquí la posibilidad de
expresar y realizar lo que en Europa habría sido impedido con
trabas de wdo Lipo, de de las preexistencias ambientales a lo:. con­
flictos entre clases. Y serán precisamente estas condiciones histó­
rico-culturales, económicas, socio-políticas, que representan lo
específico de la tradición europea, las que van a diferenciar sus-
1.ancialmente el l\[ovimiento l\loderno del viejo continente y el que
actuó en América del Norte.
J. Bt�rdu..., proo-iN"todt-Mificio dr fundit'ÍÓll (18'l6.
"ZC\;, t>p. ril.� p. 392. H. H. Rith.J.1c:bon, J.hn.1.d"1llt"1r1 �l.an.lull Fw·ld�Cbi,.a�o 11885.

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 83


Pasando de estas consideraciones generales al examen de los Con una cierta aproximación, podemos relacionar con las cons­
principales edificios del siglo XIX en Chicago, debemos advertir trucciones de este último la tendencia caracterizada por los edificios
que dicho examen será difereme de las «lecturas» que Yenimos de esqueleto, indudablemente los más innovadores, que confiaban
efectuando en nuestro texto. En efeclO, dado que algunas de estas todo el programa arquitectónico a la solución estructural, carente
obras han sido destruidas, que se carece de una completa documen­ casi de sutilezas estilístico-figurativas. A la obra de Richardson,
tación iconográfica, que la misma literatura sobre el tema se con­ muy conocida, como se ha dicho, incluso antes del edificio que
centra sólo en aspectos parciales, subrayando exclusivamente los construyó en Chicago, podemos asignar la tendencia que, aun re•
moti,·os más «avanzados» de estos edificios y, finalmente, que a ílejando el programa edificat0rio de los edificios comerciales, afron­
pesar de todo sostenemos que ninguna de éstas puede considerarse taba este cometido con notables implicaciones estilísticas. histórico­
una obra paradigmática, nos limitaremos a indicar únicamente las eclécticas, claramente inspiradas en el románico. Como obsen·a
construcciones que pueden agruparse en determinadas tendencias. Zevi: « ·o ,·e en el románico un estilo comparable con los demás
La escuela de Chicago tuvo como iniciador al ingeniero-arqui­ estilos importados, sino un austero método compositivo que tenía
tecto William Le Baronjenney (1832-1907), que había estudiado en cuenta las realidades constructivas fundamentales, dejaba un
en Francia en la Ecolt Po9•1Ldmiqut y había sido mayor en el cuerpo amplio margen a las interpretaciones originales, recuperaba la sin­
de ingenieros del ejército de Shermann. En su estudio trabajaron ceridad en el uso de los materiales cerámicos y reducía la decora•
los principales e..xponeme� de la escuela de C hicago. :Martín Roche, ción a lo esencial»."
\\'illiam Holabird, Daniel Burnham y Louis Sullivan. Sin embar­ Como t0dos los demás arquitectos de Chicago siguieron una
go, la producción arquitectónica de esta ciudad, como del resto de de estas dos tendencias, fundit>ndo ambas a menudo en un mismo
centros americanos en el último cuarto de siglo, estuvo influencia­ edificio, \'amos a tratar de clasificar ésLOs, independientemente de
da por otro arquitecto, Henry Hobson Richardson (1838-1886) sus versátiles autores, en dos familias, que denominaremos conven­
que, aun habiendo construido sólo un edificio importante en Chi­ cionaJmeme como «estructuralistas» y neorrománicos. En la pri­
cago, el Marshall Field Wholesale Store & Warehouse, en 1885," mera corriente podemos enumerar: el primer Leiter Building de
por haber estudiado también en Europa en la Ecolt des Beaux-Arls 1879, edificio que, con seis alturas y planta baja, con estructura
y con Labrouste, y por haber desarrollado en su vuelta hacía su intema en hierro fundido, puesta de manifiesto en el exterior por
país una intensísima actividad profesional, acabó por incidir nota­ medio de una malla ortogonal, pilastra.� de ladrillo y amplias aber­
blemente en el desarrollo de los acontecimientos de los que nos turas, proyectado por Le Baronjenney, se considera como iniciador
ocupamos, represemando, por así decirlo, el momento «cultural»; de la escuela de Chicago; el levantado para la Home Insurance
encarnando la obra de Le Baronjenney el momento «técnico». Company de 1864, con once pisos, realizado por el mismo arqui­
tecto y en la misma línea arquitectónica, aunque unos salientes a
H Richardson h.a.b1.1 rralizado ant<"riormrmr rn Chkago un rdihdo p.ii.ra. liil .\mrriran
J::xpn--ss Company, que no tuvo, 11in emh..
trgo. una gran r,,-,ercu,i;i6n. » z.,_;, o¡,. rú., p. 386.

H Is To R 1 /1 D t L /1 A RQ u I TE e Tu R A e o N TE M p o R Á N E A 85 86 RENATO DE FUSCO
la aJtura de los forjados tienden quizá a mitigar perceptivamente
la enorme mole del edificio; el Tacoma Building, de Holabird y
Roche, de 1888, de doce plantas, que introduce en la estructura
de esqueleto bow-wi11dows poligonales, es decir, un elememo arqui­
tectónico perteneciente tanto a los reuivals estilísticos como a una
ininterrumpida tradición constructiva nórdica; el segundo Leiter
Building, de Le Baronjenney, realizado en 1889 en perfecta con•
tinuidad con el otro, diez afios anterior; el Fair Building de 1891,
si bien con alguna concesión al motiYo hist0ricista de pilastras gi­
gantes coronadas por capiteles; el� larquette Building, de Holabird
y Roche, de 1894; y, finalmente, el Reliance Building, iniciado en
1890 por Burnham y Root, con una allura inicial de cinco plantas
a las que se añadieron en 1895 otras diez más. Este edificio, el más
significativo de las construcciones de Chicago, puede considerarse
el punto de partida de la corrieme estructuralista.
En la segunda tendencia, la neorrománica, inspirada por Ri­
chardson y enriquecida con detalles neodecoratiYO> debidos a la obra
de Louis Sullivan, se pueden incluir. el Rothschild Store, de 1881;
el Re,·ell tore, de 1881-1883; el Troescher Building, de 1884, todos
ellos proyectados precisamente por Sullivan; el l\Iarshall Field Sto·
re, de Richardson, ya mencionado, la obra principal de este arqui­
tecto y la más iníluyente para la corrieme que estamos examinando;
directamente ligada a ella está el Audito1;um Building, construido
desde 1887 al 1889 por ulli\·an y Adler, otro de los inmuebles más
significativos de Chicago, también por su multifuncionalidad (con·
tenía. además del teatro, oficinas comerciales y un hotel); el Great
Nort.hern Hotel, de 1891, proyectado por Burnham y Root, quienes
realizan en 1892 el Capitol, llamado también 1lasonic Temple, el
edificio más alto de este período en Chicago, con sus veintidós plan­
tas, ambos claramente inspirados en formas de Richardson enfati•
\\. LA- 8Aronjt""nnt\. prunirro, \C"gundo Lri1C""t Building� Clrn.t,go (1879, IR8Q zadas como requería La importancia comeróal de estas oficinas.

88 RENATO DE FUSCO
\\. Le- 82r00Jr-nnf")'� Home' lfbura.ilIT Buildmg:. ( hKa.'6 188.l • U. 1-1. Rul'nh.arn�J. \\'. Roe�. Rtli.l11u· lluildioJ�Chk.ago 1890-189.).
Paralelamente a estas dos familias, esLructuralisrn y neorromá­
nica, en las que pueden incluirse otras numerosas obras cuyo ca­
rácter era frecuentemente difuso -valga como ejemplo el caso del
i\fanhauan Building (1890) del propio William Le Baronjenney,
donde se mezclan la estructura de esqueleto, bow-wi11dows poligo­
nales y cun·ilíneas, vemanas horizontales e incluso arcos de coro­
nación-, existen construcciones \'erdaderamente originales e in­
dep endientes, como el :\Ionadnock Building, de 1891, proyectado
por Burnham y Root. Este edificio, con sus quince pisos ininte­
n-umpidos, sus bow-wiizdows alternadas con aberturas verticales, sus
encuemros levemente curvado en la base y en la coronación, e
diferencia sensiblemente tamo de las configuraciones de e queleLO
de la primera tendencia como de las arquerias románicas de Ri­
chardson y, también, de los dernlles decorativos de La obra de u­
llivan, por estar hecho sobre la base de paramentos continuos de
ladrillo. De este último autor es otro edilicio «independiente», el
Carson, Pirie & cott Departmem Store, realizado emre 1899 y
1904, donde a excepción de la solución curvilinea de la esquina,
recurso típicamente decimonónico en los edificios de grandes al­
macenes, queda expresado claramente el objeúvo de Sullivan de
integrar en una nítida estructura ortogonal de fachada el «sistema
decorativo» al que el arquitecto dedicó sus mayores esfuerzos.'"
En la evolución de la escuela de Chicago, la Exposición Co­
lombina de 1893 marca, según La mayoría de los hisLOriadores, el
final de una intensa actividad de investigación, durante la cual,
aun con e,·identes contradicciones, el eclecticismo historicista se
apoya en un rigor estético y estructural que puede definirse como

" Adem..i., de l.t.., obra.; rt!aliza.da11 por Sullivan en Chic.lgo. pueden recon:Lu·:\e e-ntn- �u�

I)_ ..\dk-r > L. SuJJi\.10, ,\udnorium Buildin{(, {:hK".igo 1887-IM9. Chic-.11go, \1S1add �lkhig,m
tr.wajo, más signifirati-,m rl llínnu-ngnl 8111/dmg d.- St. Louis 1891) y .-1 G■arant, Bwúl,ntd.­
U.uuk-\..trd h.aei.1 r-1 ot'\tt' ,... R.and� �l, x.. 11 & Co., Bu¿;,�" n1usa, ,,,u1,1. (.Au �. 1R9R. BufTaJo ( 189.l)� prop�·ctados ambos 01 cobhoración con 1)-..1.nkmar .\dlt!r.

92 RENATO DE FUSCO
proLOrracionalista y en aportaciones que parecen anticipar el Art
.Vouveau. Esta Exposición habría frenado este conjunto de impulsos
inno,·adores y recuperado viejos estilemas en la línea de BeaiH-Arts,
importados del viejo continente. Indudablemente, algo hay de cier­
to en esta af irmación, especialmente si se considera el paso de uno
de los mayores protagonistas de Chicago, Daniel Burnham, a la
corriente neoacadémica, y el hundimiento profesional de un anis­
ta como Sullivan, sobre el que influyó el cambio en el gusto del
público a continuación de la Exposición colombina.
Sin embargo, soslayando lo ocurrido personalmente a ,·arios
arquitectos y en particular a Sullivan, el personaje culturalmente
más valioso de los citados, la Exposición colombina consiguió sólo
en parte frenar el flujo producti,·o vital de la construcción en Chi­
cago. Así pues, a nuestro entender, dicha manifestación, aunque
produjo una crisis momentánea, acabó por determinar una clari­
ficación de los hechos de los que nos ocupamos. Después del ru'io
1993, en efecto, es la co.-riente estructuralista iniciada por WilJiam
Le Baronjenney la que permanec(', la única que se consagraba,
lejos de LOda veleidad culturalista, por sus razones técnicas, econó­
micas y ligui-ativas más cercanas a las demanda� de la clientela.
Ya Hitchcock, en su Archiltclure: _ llfinelm1th and Twenliet/1 Cmturús,
había proseguido su clasificación de las obras americanas de rma­
les d(') XIX sin dar excesiva importancia a la actuación retarda­
dora de la Exposición colombina; recientemente, la influencia de
esta última ha sido reconsiderada de forma más convincente. En
un artículo de 1956, Luigi Pellegrini, tras haber publicado una
vasta serie de rascacielos realizados en Chicago después del año
1893 todos en la línea de la que nos hemos referido , sostiene
que: «La célebre escuela señalada en los libros con las fechas 1880-
1893 no debe limitarse sólo a los episodios aislados del siglo XIX:
L. Sulli\Uti, .ahn.tLt'Oh Can.un, Pitit & &011, Chk.1Mo 1899-190-t. continúa y sigue produciendo obras al menos en todo el primer

94 RENATO DE FUSCO
cuarto de nuestro siglo. Los rascacielos de Míes encajan perfecta­ de la tradición a la demanda innovadora; del mercantilismo bur­
mente en esta tradición. :--rada más falso que creer literalmente en gués al socialismo; de las técnicas tradicionales de la artesanía a
el mito de la Exposición colombina como destruct0ra de todos los las industriales de la ingeniería. Como tal, la Bolsa de Amsterdam
valores de la Escuela de Chícago. Estos valores no eran meramen­ está entre las obras más emblemáticas de finales del siglo XIX,
te figurativos y, por tanto, no podían perderse con la aparición de pero es también una construcción paradigmática para la produc­
ur1a moda académica. Estaban apegados al mundo social y técnico ción posterior de la arquitectura holandesa contemporánea, e in­
de Chicago y, condenados al ostracismo por la cultura oficial, re­ cluso de la urbanística de este país Lan civilizado, uno de los pocos
surgían en la práctica edíficat0ría inevitablemente»." Estamos de en que el l\fovimiento �Io<lerno ha vencido en la batalla_
acuerdo con este razonamiento, que, a su vez, confirma implícita­ El edificio se eleva en el corazón de la ciudad del siglo XVII,
mente los aspectos positirns y negati\'OS del fenómeno arquitectó­ donde la escena urbana se caracteriza por la alineación de casas
nico de Chicago, emblemático en su conjunto, que ya hemos seña­ de fachadas muy estrechas a lo largo de los canales. Ocupa una
lado en las consideraciones generales e::1.l)resadas al inicio del exLensa área asimilable a un trapecio rectángulo muy alargado.
presente párrafo. Sus espacios principales son los de las tres salas, respectivamente,
la Bolsa de comercio, la Bolsa de cereales y la Bolsa de valores;
La Bolsa de Anisterdam mientras que éstas dos aprowchan la amplitud debido a la base
La obra que parece concluir realmente el eclecticismo histori­ mayor del trapecio, la primera, el espacio interno más significativo,
cista es la Bolsa que Hendrik Petrus Berlage (1856-1934) construyó ocupa el lado más estrecho, que corresponde al frente con la en­
en Amsterdam entre 1898 y 1903. Y no sólo por lo tardío de su trada principal (las otras se encuentran en el lado opuesto) y con
fecha -esta obra neorrománíca fue realíz.ada en los ai\os en que la torre en esquina. A lo largo de los lados mayores de las tres salas,
el Arl Xouvtau había decretado el fin de todos los rtvivals , sino que tienen forma rectangular, se enlazan tres órdenes de pequeños
también porque resume los mejores aspectos de t0dos los fenómenos espacios modulares destinados a oficinas; en los lados menores de
que hemos englobado en el eclecticismo historicista: la elección los salones, en tres zonas, una cemral y dos correspondientes a las
motivada de un modelo histórico frente a los demás, la exigencia bases del trapecio, hay locales, por así decir, intermedios, que con­
moral, la identificación ética-estética, las razones constructivas, el tienen la cámara de comercio, la dirección, los espacios de repre­
valor simbólico-representativo, etc. En suma, constituye (gracias sent.aciones, las oficinas postales, etc.; la comunicación entre esta�
también a cuanto se desprende de la obra teórica de su autor) un zonas está asegurada por galerías que discurren a lo largo de los
compendio de todos los afanes del siglo, desde las indicaciones de lados de los salones.
Ruskin y �[orris a las de Viollet-le-Duc y Semper; de la continuidad En el exterior, todo en ladrillo como el interior, la jerarquía
planimétrica se pone claramente e.le manifiesto mediante otra je­
Jl L Pdlrgrin. A.11Jonom,a aprum:a drlla sr11Dla d, Clt,,ago. 4<L�arc-hitrttura, CTOna�hc- <' ,tori.ut,
rarquía alLimétrica. A la torre de la esquina, que es el elemento
agosto 1956, n. 10. predominante, siguen, por orden de altura, el volumen entre las tres

HISTORIA Dt LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA 95 96 RENATO DE FUSCO


salas con cubierta inclinada, el de las zonas de espacio intermedios
BESCHOUWINGEN
�DVER·STYL� y el de las tres plantas de oficinas, mientras que.> las c.>scaleras, encc.>•
rradas en cuerpo� independientes. articulan la ,1)lumetría general,
evitando la monotonía de las esquinas o de los tramos demasiado
largos de las fachadas. Pero hablar de mlumetría es quizá impropio:
todos los lados del edificio son muros absolutamente carentes de
salientes y entrantes, articulándose esta pared lisa sólo en senLido
vertical. Sólo gracias a la alternancia de ele,·aciones y descensos de
este plano perfilado se percibe, al nivel de las cubiertas escalonadas,
toda la variedad de la ,·olumctría interna, que corresponde preci­
sanieme a la ilueta del compacto muro perimetral. Ademá de ello,
y orientado hacia el interior, hay un rico juego de prisma.� rectan­
gulares, triangulares, piramidales, etc., que hacen pensar en una
ciudadela medieval encerrada en una muralJa lisa y guarnecida de
torres, o bien en un «objeto» tallado en múltiples facetas y cortado
a pico en sus caras laterales. No queremos insistir en otras compa­
raciones, pero no podemos olvidar la hipótesis de que esta técnica
de los muros lisos -que aparece continuamente en el interior e
incluso en toda la plástica menor- haya sido inspirada por la talla
de diamantes, que precisamente en Amsterdam tiene sus más ex·
pertos artifices, para los cuales construyó el propio Berlage en 1900
:::
la sede de su sindicato. Comparaciones aparte, este «artificio» del
muro tallado convierte a la fachada, de la manera mencionada, en
un reflejo de los espacios internos, es decir, de factores propios de
� la arquitectura y, al mismo tiempo, por su rigurosa alineación y por
la intención de reproducir en el ritmo de los huecos el de las casas

�I
a lo largo de los canales. hace que las propias facl1adas se constitu­
yan en factores de la escena urbana. Y si de todos los edificios bien
insertados puede decirse que sus fachadas son al tiempo «figuras»
de la arquitectura y de la urbanística, en este caso dicho fenómeno
H. P. lk-1'1.tgf'. la Hol<1.i1. dt- .-\1lhlf"tdAm, p,rt"l pn,li\ J. t'xlt'tio1. pl.an1.t t- i111uio1. se acentúa al máximo debido a la falta de todo tipo de saliente y

98 RENATO DE FUSCO
entrame, a la reducción de interior y exterior en un muro períecta­ religioso se conliaba a la simplicidad conmensurable de las partes
mente plano. Por tanto, la caracterislica prinópaJ de la obra la y del organismo completo.
fusión de todos los salientes en la superficie plana del muro- no se Y llegamos al punto de hablar de aquello que relaciona o dis­
entiende sólo como una simplificación estilística, una moderniza­ tingue la obra en cuestión con la basílica románica. Ya hemos se­
ción del románico en el siglo XIX, no es sólo cuestión de detalle y ilalado que la volumctria interna del edificio holandés se traduce,
de plástica menor, como la de los capiteles, cornisas y decoraciones igual que en las iglesias medievales, en el perfil de la fachada; es
que no sobresalen de las pilastras, de los huecos de las ventanas, evidente que el propio frente principal expresa una especie de nave
etc., sino que, sobre todo, debe considerarse como una intención de central (el salón de la Bolsa de comercio) y dos na,·es laterales (las
hacer aún más nítida la definición espacial que tenían ya los ele­ de las olicinas), a pesar de la presencia de la torre y del cuerpo de
mentos y la articulación de los espacios en el románico. La compa­ la escalera colocados a ambos lados de la fachada. En el interior
ración con éste de la Bolsa de Amsterdam, establecida hasta ahora -y hablamos, finalmente, del famoso espacio del salón- el para­
sólo en el plano del gusto y de la exigencia «moral», de la sinceridad lelismo con el modelo medieval es menos evidente, pero aún sub­
construcliva, debería profundizarse sobre todo en lo que se refiere siste. Comparado con la na,·e central de la basilica románica, el
a la relación dialéctica de la conformación espacial, el juego de la gran espacio de la Bolsa presenta, como aquéUa, las pequei\as na\'eS
norma y su derogación que esta obra de finales del siglo XIX esta­ laterales, el mismo ritmo de dos arcadas entre una pilastra y otra,
blece con su modelo medieval. una sucesión de logias sobre logias asimilable a una doble tribuna;
En el estilo-código románico y especialmeme en su principal por encima de todo, ese caráeter de interior que Liene el ,•alor de
tipo edificatorio, la iglesia basilical, todo era claro y preciso cons­ «exteriorn, debido alli, además de a la amplitud, a la mayor altura
tructi\'a y espacialmente: la métrica modular de las naves, la rela­ de la nave central, que recibe luz por encima de las naves laterales
ción sencilla entre la mayor y las menores, el ritmo de las fachadas y de las tribunas, y aquí a la cubierta de hierro y cristal que ilumi­
internas con las tribunas, la solución de la fachada principal, que na desde arriba el gran vacío. La analogía, sin embargo, está to­
no era sino un reflejo sobre el frente principal de la sección trans­ talmente transfigurada, no sólo por las innovaciones moríológicas,
"ersal del edificio, etc. Berlage recoge casi al pie de la letra estas como la estructura metálica y las arcadas reticulares ojivales de
características, de forma que, contrariamente a Richardson, a1 la cubierta, da\'e de la modernidad de la obra, y los ya mencio­
que suele asociársele, no aprecia del románico tanto la estructura nados muros enrasados con la reducción de todas las articulacio­
masiva de los arcos, que en la Bolsa se com·ierten en poco más que nes a un plano, etc., sino sobre todo por el diíerente tratamiento
simples molduras de huecos, ni el gusto bárbaro por los gruesos dimensional, que conliere a la obra un signilicado completamen­
sillares de piedra (de los que el americano hacía un uso magistraQ te moderno. Considerado el salón en su totalidad, o recorriéndo­
que aquí se traducen en un paramento uniforme de ladrillo, sino lo y distinguiendo su función de la de las logias con olicinas que
precisamente la organización inteligible y la función espacial de lo rodean, se desecha la idea de compararlo con una nave central
cada una de las partes de la catedral románica, cuyo mensaje de basílica románica para dejar paso a otra -teniendo en cuenta

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su caraclerística de espacio interno con valor de espacio «exte­ de exquisito diseño, como el de los faroles exteriores, muy singular,
rior» , la de una plaza medieval rodeada de pórticos y logias. los ausleros asientos y la sólida severidad de la decoración en ma•
Esta última comparación ha sido ya notada por otros, y al dera, etc.; todo esto confiere claramente a la sala principal de la
recogerla aquí entramos directamente en la interpretación simbó­ Bolsa un significado a la vez laico y eclesiástico, una mezcla de
lico-semántica de la obra. Como obsen·a G. Grassi, la Bolsa de catedral e hilandería. También Grassi habla de la «fascinación
Amsterdam «es un edificio públjco cuya importancia representa­ 'mística' ('fides qua creditul en el trabajo) de esta sala».
tiva puede aprehenderse plenamente sólo si se piensa en la gran Tras la Bolsa que, a su vez, había seguido a una serie de edi­
tradición mercantil holandesa. Está situado en d núcleo vital de la ficios eclesiásticos renacenustas, Berlage realiza un viaje a los Es­
ciudad, enfrentado al mar...; (Berlage) partiendo del planteamien­ tados Unidos; vuelve profundamente influenciado por la obra del
to esquemático de un palacio de oficinas, quiere ver en las relacio­ primer \\'right y difunde su conocimiento en Holanda. Sus cons•
nes libres de trabajo la condición para la formulación del espacio. lrucciones más significativas, además de la examinada, son la
Así, para las salas de contralación, abierlas a la luz por medio de Holland House, en Londres, de 1914, y el Gemeente Museum de
las cubiertas de hierro y cristal, se inspiró en las plazas civiles me­ La Haya, terminado en 1934. En el campo urbanístico, en el que
djevaJes, donde se estrechaban los vínculos entre los hombres libres, desempe11a una inlensa actividad como consejero en la adminis­
y no en los edificios afectados de una monumentalidad vacía que tración de Rottcrdam, de Utrecht y de La Haya, Berlage opone a
se levantaban en las grandes capitales europeas».• Pero para dife­ la idea de la ciudad-jardín el valor socio-cultural de la gran ciudad,
renciar la obra que esludiamos de tales edjficios, además de esta apoyado por la particularísima condición territorial holandesa, por
exigencia ético-civil, que recoge en el plano de los contenidos la la difusión allí más lenta de la industrialización y por la propia
continuidad con la tradición, además del uso de los materiales y la legislación urbanística del país. Su obra más significativa en este
distinción «serena»" y clara de las partes en el todo, en el plano de sector fue el barrio Zuid de Amsterdam, proyectado en 1917. Como
las formas, contribuyen otros valores semánticos. El sentido algo todos los precursores del l\Iovimiento Moderno, desempe11a tam­
serio y grave del espacio interior está subrayado, tal vez por con­ bién una eficaz actividad teórica y divulgativa, orientada a la re­
traste, por los elementos de detalle, como el blanco de las rótulas­ novación de las relaciones entre arquitectura y sociedad, y sobre
capiteles que se destaca del rojo oscuro de los ladrillos, lo.; elemen­ este tema desarrolla la ponencia presentada en el primer congreso
tos lineales de la cubierta metálica, la trama poco lupida de los del CIA�l, celebrado en La Sarraz en 1928, en el que participó
tirantes ,·erticales y horizontales, en cuyos puntos de cruce se dis­ como úruco e�-ponente de la vieja generación.
ponen bridas, los largos cables que sujetan a las vigas las lámparas A su obra se asocian, aunque por diversos motivos, las dos
principales tendencias de la arquitectura moderna en Holanda, el
grupo de Wendi1igt11 y el de De Stijl, lo que demuestra la amplitud
"G. Gr.t..<<i, lmmagin, d, &-mi:,, •CaYbdLa-con1inui1.&•, mArzo 1961, n. 219.
" Gifflion dta una frasr dr Ba-1.li{r- que- sr rrfi<-n- a «-aqudla ruaJidad que- cüstinguc· los mo­
de sus enseñanzas.
nurncn1os amigu<hdc b.1 constl'"t..K'cic>nr-'\ de hor: ¡la calma!>t.

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