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CIENCIAS SOCIALES MATERIAL DE LECTURA

3° SECUNDARIA 15

LAS REBELIONES INDÍGENAS EN EL PERÚ


En el siglo XVIII, un conjunto de levantamientos e insurrecciones indígenas remecieron las
estructuras del poder colonial hasta sus cimientos. Estas rebeliones se produjeron debido al malestar
social que provocaron las medidas reformistas aplicadas por los Borbones.
EL SIGLO DE LAS REBELIONES
El siglo XVIII es conocido como el siglo de las rebeliones, pues, según la historiadora Scarlett
O’Phelan, se produjeron casi cien levantamientos en contra de las autoridades coloniales. Los
motivos principales fueron dos: los abusos de los corregidores en el sistema de repartimientos y la
introducción de las reformas borbónicas. Las dos rebeliones indígenas más importantes fueron la de
Juan Santos Atahualpa y la de Túpac Amaru II. Es importante señalar que estos movimientos
surgieron dentro de lo que el historiador Franklin Pease llama la formación de un movimiento
mesiánico inca, que señalaba la vuelta de una autoridad indígena que reordenaría el mundo,
desplazaría a los españoles y reinstalaría el Tahuantinsuyo.
LA REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA
Juan Santos Atahualpa lideró en 1742 un movimiento rebelde que
involucró a diversas etnias de la sierra y la selva (asháninkas, amueshas,
machiguengas, conibos, piros). El levantamiento se originó en la región
del Gran Pajonal, y se extendió a las actuales regiones de Huánuco,
Pasco, Junín y Ayacucho. La rebelión buscaba la expulsión de los
españoles y los africanos de los Andes, la desaparición del reparto de
mercancías y la mita, además de la instauración de un nuevo orden
basado en las tradiciones prehispánicas. El rebelde se autodenominó
inca, pero a la vez usó símbolos cristianos como los crucifijos. Así,
buscaba la adhesión tanto de aquellos más tradicionales, que veían
positivamente el uso de ideas o conceptos andinos, como de aquellos
otros ya evangelizados.
LAS CONSECUENCIAS DE LA REBELIÓN
Después de una década de intentos por reducir la rebelión, las milicias del virrey abandonaron la zona
y se atrincheraron en Chanchamayo y Oxapampa para evitar la expansión del movimiento. Aunque
Juan Santos Atahualpa nunca fue capturado, luego de 1756 la fuerza de la rebelión disminuyó. Este
levantamiento impidió el dominio efectivo de los españoles sobre la región del Gran Pajonal y detuvo
la labor evangelizadora católica, porque las misiones franciscanas fueron abandonadas.
LA GRAN REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II
A finales del siglo XVIII, una rebelión más fuerte y violenta sacudió los
Andes. El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui, curaca
de Tinta, Tungasuca y Surimana, apresó al corregidor Antonio de
Arriaga y seis días después ordenó su ejecución. Condorcanqui se hizo
llamar Túpac Amaru II, pues se proclamaba descendiente de Túpac
Amaru I, el último de los incas de Vilcabamba, ejecutado por el virrey
Toledo dos siglos antes.
Túpac Amaru II era un curaca prestigioso y acomodado. Se dedicaba al
arrieraje de un gran número de mulas a través de toda la sierra sur, pero
que se vio afectado –al igual que el resto de la población– por el aumento
de la explotación y de la presión fiscal que promovieron las reformas
borbónicas.
EL CONTEXTO DE LA REBELIÓN
Las reformas borbónicas empezaron a ser aplicadas en el Perú desde 1776. El visitador José Antonio
de Areche las aplicó con excesivo rigor y desdén hacia los criollos. Las medidas afectaron a
diferentes sectores sociales, los cuales decidieron apoyar la rebelión:
• Los curacas, a quienes la mayor presión fiscal los puso en dificultades, pues eran los intermediarios
entre el Estado colonial y los indígenas.
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• Los comerciantes del sur andino y el Alto Perú, quienes se vieron afectados por el alza de la alcabala
y la aduana de La Paz.
• Las comunidades indígenas, que pagaban tributo, destinaban fuerza de trabajo a las mitas y debían
pagar los exorbitantes precios de reparto de los corregidores.
• Los mestizos, a quienes preocupó la intención de Areche de imponerles un tributo similar al indígena.
LOS ENFRENTAMIENTOS Y EL DESENLACE
Túpac Amaru II convocó inicialmente a indígenas, criollos,
mestizos y negros a luchar contra el “mal gobierno”, y demandó
al Estado colonial la abolición del reparto, la alcabala, la aduana
y la mita de Potosí. Pero como la rebelión se hizo
progresivamente más radical, ahuyentó el apoyo de los sectores
no indígenas.
Tras la ejecución de Arriaga y las noticias de la rebelión, el
corregidor del Cusco organizó la defensa
y alertó a las autoridades de Lima. El 18 de noviembre de 1780,
los rebeldes obtuvieron una victoria en Sangarará. Sin embargo,
el virrey Jáuregui envió un nuevo contingente, que los derrotó y
capturó a Túpac Amaru II en abril de 1781. Después de un juicio
sumario, el líder rebelde fue ejecutado junto con su esposa
Micaela Bastidas el 18 de mayo de 1781.
Pero la rebelión continuó. En el Cusco, Diego Cristóbal Túpac
Amaru, primo de José Gabriel Condorcanqui, mantuvo el control
de algunos sectores del sur andino. Sin embargo, fue capturado
y ejecutado en 1783.
Estimulado por el levantamiento de Túpac Amaru II, el líder aimara Julián Apaza dirigió una rebelión
bajo el nombre de Túpac Catari. Con la ayuda de su esposa, Bartolina Sisa, y de su hermana, Jerónima
Apaza, formó un ejército de casi 40 000 hombres que cercó la ciudad de La Paz en dos ocasiones en
1781. Después del fallido sitio, Apaza fue capturado y condenado a muerte el 13 de noviembre de
1781.
LAS CONSECUENCIAS DE LA REBELIÓN
La rebelión de Túpac Amaru II causó la muerte de, aproximadamente, 100 000 personas, lo que
ocasionó un nuevo colapso demográfico que afectó al sur andino.
Además, el levantamiento hizo ver a los españoles el peligro que corrían ante la inmensa mayoría
indígena y mestiza, por lo que las autoridades coloniales tomaron una serie de medidas radicales. Por
ejemplo, se prohibió cualquier tipo de manifestación artística o literaria que hiciera alusión al pasado
incaico, como la lectura de los Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega. También se
suprimieron todos los títulos nobiliarios indígenas, incluido el de curaca, y se prohibió hablar quechua
o usar símbolos incaicos. De esa manera, la nobleza andina se debilitó y la masa indígena perdió a su
clase dirigente.
Como contraparte se creó la Audiencia del Cusco para que se encargara de la ejecución de justicia
en el sur andino. Se suprimieron los corregimientos, que fueron reemplazados por las intendencias,
y se abolió el sistema de reparto. Finalmente, se reforzó el ejército virreinal, que llegó a tener una
tropa de 50 000 hombres. Así, el Perú se convirtió en el bastión militar hispano en América.

DATOS PARA TENER EN CUENTA

LAS CAUSAS DE LA REBELIÓN


Las reformas borbónicas [...] generaron las condiciones favorables para crear un amplio movimiento,
dentro del cual los diferentes sectores sociales identificaron sus propios intereses y vieron la
necesidad de formar una incipiente coalición. El censo al que fueron sometidos los indígenas provocó
protestas: la intención de incorporar al pago del tributo a los mestizos, zambos y mulatos generó
descontento; el incremento de la alcabala de 4 al 6 % y el establecimiento de aduanas y monopolios,
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así como el catastro de las propiedades agrarias y el registro de los gremios de artesanos,
estimularon las quejas de los criollos y mestizos involucrados en actividades productivas y
comerciales a nivel regional.
Sin embargo, aunque el consenso general estaba a favor de la rebelión, aparecieron algunas
contradicciones internas durante el desarrollo inicial del movimiento. […] Las debilidades
estructurales de que adolecía el ejército rebelde, tales como la falta de compromiso de aquellos que
fueron forzados a pelear, comenzaron a aparecer luego de la victoria de Sangarará, que fue seguida
por un incremento de la violencia. (O’Phelan, 2012, p. 281).
¿QUIÉN FUE JUAN SANTOS ATAHUALPA?
El origen y la personalidad de Juan Santos Atahualpa se han convertido en uno de los más
controvertidos enigmas de la historiografía peruana moderna. Las fuentes que poseemos son
escasas y de dudosa fiabilidad. Casi siempre son los religiosos franciscanos o los nativos fugados los
que nos transmiten noticias acerca del caudillo. En uno u otro caso, la subjetividad de los informantes
es demasiado notoria como para tomarlos sin un mínimo aparato crítico. Por otra parte, salvo
recientes y notables excepciones, los investigadores que han abordado el tema no han realizado el
esfuerzo por restar apasionamiento al tema. Los datos transmitidos sobre su personalidad y actitudes
tan solo nos permiten concluir que no pertenecía al mundo selvático, que posiblemente era natural
de la sierra y que su formación intelectual y religiosa era superior a lo acostumbrado en la época. [...]
Aunque el dato no sirve para convertir a Juan Santos Atahualpa en el “humanista” que algunos han
imaginado, sí revela cierto nivel cultural poco frecuente entre los indios. Su conocimiento de algunas
oraciones era el exigido por los conversores [...] pero la mención del credo en latín lo sitúa en el nivel
de un buen sacristán, que sabía las tres lenguas de la región. (De la Torre, 2004, pp. 21-25).
EL FRACASO POLÍTICO DE LA ÉLITE INDÍGENA
[...] la derrota tupamarista aceleró el proceso de destrucción de las élites indígenas tradicionales.
Túpac Amaru fue condenado a morir descuartizado, buena parte de su familia fue exterminada y el
mismo destino corrieron los curacas que lo secundaron. Aunque sobrevivieron los curacas que se
alinearon con las fuerzas coloniales, el poder global de las aristocracias indígenas andinas se vio
gravemente recortado con las medidas represivas tomadas por la burocracia colonial, que incluían
la orden de castellanizar forzadamente a la población indígena en cinco años y de eliminar todos
aquellos elementos culturales que pudieran recordarle su glorioso pasado.
En 1814, caciques que anteriormente habían combatido contra Túpac Amaru, como Mateo
Pumacahua, se incorporaron a la fallida revolución de los hermanos Angulo en el Cusco sufriendo
luego las represalias del poder colonial. Esto no hizo más que acelerar el irreversible proceso de
decadencia de los linajes nobiliarios andinos.
La liquidación de la élite indígena tuvo consecuencias históricas de muy largo alcance: con ella se
canceló la posibilidad de la gestación de un proyecto nacional indígena viable. La condición de “indio”
se volvió sinónimo de “pobre”, a diferencia de la situación anterior, donde había indios nobles y ricos,
como Túpac Amaru y varios de los curacas que lo secundaron. Con el fin de la élite indígena se cerró
la posibilidad histórica de construir un discurso nacional indio. La población india quedó fragmentada
y desarticulada, sin posibilidades de intervenir como colectivo en la formación de la nueva nación que
surgiría de la independencia. (Manrique, 2004, pp. 12-13)

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