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PRIMER CASO
Por otro lado, el artículo 3.5 de la Ley 7/2007 de 21 de diciembre de Medidas Fiscales y
Administrativas de la Comunidad de Madrid, en su segundo apartado, trata las bonificaciones
en adquisiciones inter vivos en los impuestos sobre sucesiones y donaciones, que será del
99% en la cuota tributaria.
En segundo lugar, la otra opción consiste en la consolidación del pleno dominio por parte
de los herederos a causa de la extinción del usufructo por renuncia del usufructuario,
teniendo la disponibilidad total de los bienes. A este efecto, el artículo 1255 CC, donde se
establece un principio de autonomía de voluntad de las partes, dispone que «los contratantes
pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que crean convenientes, siempre que
no sean contrarios a las leyes, a la moral ni al orden público».
Dado que la legislación no ofrece una definición de qué se entiende por «economía de
opción», debemos acudir a la jurisprudencia. Así, la sentencia 46/2000, de 17 de febrero, del
Tribunal Constitucional, la define como «la posibilidad de elegir entre varias alternativas
legalmente válidas dirigidas a la consecución de un mismo fin, pero generadoras las unas de
alguna ventaja adicional respecto de las otras». Asimismo, según la sentencia de 21 de
octubre de 2010, esta solo puede concurrir en aquellas situaciones donde haya distintos casos
de actuación en función de sus intereses. De esta forma, vemos que se trata de una posibilidad
que concede al contribuyente la normativa tributaria de realizar un negocio jurídico por una
o más vías alternativas, lícitas, válidas y reales, siendo una de ellas más «económica» en
términos fiscales, debiendo darse tres elementos:
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En conclusión, aplicando la jurisprudencia y observando que se cumplen los requisitos, este
supuesto coincide totalmente con la figura de economía de opción pues vemos dos opciones
claramente diferenciadas que persiguen un mismo fin, teniendo una de ellas un régimen
tributario más ventajoso, consistente en realizar el acto mediante la extinción del usufructo,
disponiendo totalmente los herederos de los bienes, de forma que el particular se decanta por
esta alternativa.
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SEGUNDO CASO
En este caso, observamos cómo en un principio se expresa en el documento privado que las
acciones se devolverán una vez satisfechas la totalidad del crédito, firmándose un vendí a
favor de los accionistas. Sin embargo, queda patente que la finalidad es otra en el momento
en el que el administrador único vende las acciones de la sociedad a un tercero junto con el
inmueble de la sociedad mercantil.
Según el artículo 16 LGT, en los actos o negocios en los que exista simulación, el hecho
imponible gravado será el efectivamente realizado por las partes. La existencia de ésta será
declarada por la Administración tributaria en el correspondiente acto de liquidación, sin que
dicha calificación produzca otros efectos que los exclusivamente tributarios. Además, en la
regularización que proceda como consecuencia de la existencia de simulación se exigirán los
intereses de demora y, en su caso, la sanción pertinente.
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TERCER CASO
En este caso observamos cómo ante el elevado coste fiscal de efectuar una inversión
inmobiliaria en España, el comprador y el vendedor se ponen de acuerdo en efectuar la
transmisión en Holanda, amparándose en el Convenio para evitar la doble imposición
existente entre Países Bajos y España, creando cada una, una sociedad en Ámsterdam.
De otra parte, el artículo 6.4 CC expone que «los actos realizados al amparo del texto de una
norma que persigan un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, o contrario a él, se
considerarán ejecutados en fraude de ley y no impedirán la debida aplicación de la norma que
se hubiere tratado de eludir».
Acudiendo a la Sentencia del Tribunal Supremo de 7 de octubre de 2010, los requisitos del
fraude de ley tributaria, de conformidad con el artículo 15 LGT, son:
En este caso, la norma defraudada que debería ser observada y aplicada pero cuya
vulneración se persigue sería la Ley del Impuesto sobre el Valor Añadido, así como
la Ley del Impuesto de Sociedades; mientras que la norma de cobertura o norma bajo
cuyo amparo se realizan los actos de fraude sería el Convenio de Holanda que se
emplea para evitar el alto coste fiscal derivado de la doble imposición existente entre
Países Bajos y España, sin cuya existencia no se podría obtener esta ventaja.
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Además, según el artículo 314 del Real Decreto Legislativo 4/2015, de 23 de octubre,
por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Mercado de Valores, que tras
establecer una regla general donde se dice que la transmisión de valores, admitidos o
no a negociación en un mercado secundario oficial, estará exenta del Impuesto sobre
el Valor Añadido y del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos
Jurídicos Documentados, se establece una excepción para las transmisiones de
valores no admitidos a negociación en un mercado secundario, que tributarán en el
impuesto al que estén sujetas como transmisiones onerosas de bienes inmuebles,
cuando se hubiera pretendido eludir el pago de los tributos que habrían gravado la
transmisión de los inmuebles.
Así, observamos cómo tanto comprador como vendedor crean una sociedad en
Ámsterdam, aportando a su sociedad, la parte compradora, el importe fijado para la
transmisión del inmueble; mientras que la parte vendedora, aporta a su sociedad el
inmueble. Posteriormente suscriben la escritura de compraventa de acciones que se
legaliza con la “apostilla de la Convención de la Haya”, por la cual el comprador
queda propietario del 100% de las acciones de la sociedad en cuyo activo está el
inmueble y el vendedor queda propietario del 100% de la Sociedad en cuyo activo
está el capital desembolsado por la adquisición de aquellas.
De esta forma, se cumplen los requisitos expuestos por la jurisprudencia acerca del fraude
de ley, pues apreciamos cómo tanto el comprador como el vendedor realizan un
comportamiento que persigue alcanzar el objetivo de disminuir la carga fiscal del
contribuyente aprovechando la vía ofrecida por el ventajoso Convenio de Holanda.
Por lo que, según el tercer apartado del artículo 15 LGT, la declaración de fraude de ley, por
lo tanto, supondría la recalificación de las operaciones artificiosas conforme a los negocios
usuales u ordinarios que se quisieron evitar, pero cuyos efectos se consiguieron por otra vía.
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Se aplicará, pues, la norma eludida, con la consecuente eliminación de las ventajas fiscales
que otorgaba el Convenio de Holanda, exigiéndose la cuota que se debió ingresar conforme
a esa calificación y, en su caso, los intereses de demora correspondientes. Además, se deberá
tener en cuenta lo dispuesto en el artículo 206 bis LGT para las infracciones en supuestos
de conflicto en la aplicación de la norma tributaria, aplicándose la correspondiente multa
pecuniaria.