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Santiago Tobón Marín

ID 000507331
De la ira: Libro primero
Tras su deslumbrante idea, Seneca escribe con gran profundidad este corto
libro, dando a entender principalmente y haciendo énfasis en ello, de cómo la ira
es aquel signo de crueldad del hombre; pero tomando otro punto, da a entender
de cómo la ira puede servir para la vida del hombre bueno, pues es menesterosa
en algunas situaciones de la vida. Este libro, presenta primeramente una idea que
da apertura a todo el tema de la ira y es esta idea la que encierra en sí todas las
demás, diciendo que “nos irritamos contra los que nos ofenden, pero nos ofenden
los pensamientos, y el que medita una ofensa ya la ha empezado”; es claro que la
ira al igual que la ofensa inicia desde el interior del hombre, causando un daño al
que la medita; por ello no se ha de confundir esto con los impulsos, pues estos
son propios de los animales, mientras que el hombre ha de identificarse con las
pasiones, pero ¿qué cosa es más cruel que la ira? Pues la ira a nacido o surgido
para la destrucción de lo común, apoderándose así del hombre, mientras que el
hombre busca el sacrificio y entrega al mundo, por todo ello es que no se
considera propia de la naturaleza humana, pues ésta se destaca muchas veces por
ser ávida de venganza; tomando por importante la gran diferencia que existe
entre ira e irritabilidad, pues como ya se ha dicho anteriormente la ira busca más
la destrucción común, mientras que la irritabilidad no es poseedora de tan crueles
ideas, aunque puede habitar en el hombre, puede ser frenada más fácilmente,
pues esta si se ha de definir como el impulso que tiene el hombre para reaccionar
a las situaciones que le rodean.
La ira se define así, como aquella con la que el ser humano olvida
conciencia alguna y de toda ventaja; pues olvida todos los peligros y beneficios
que le traerá comportarse desenfrenadamente. Para dar una definición mas
concreta se debe tender presente que la ira la mayoría de sus veces es provocada
por alguien más que con su doble intención ofende; en otras palabras, la ira es
aquella que busca el castigo y no la facultad de la misma. Así mismo la define
Aristóteles, como aquella que tiene el deseo de devolver el daño causado. En otro
caso, los animales no son poseedores de esta ira, pues ésta solo existe gracias a la
razón, pues los animales solo tienen impulsos que son parecidos a las pasiones
del hombre, como la ira; pero nada de esto han de tener porque el bien y el mal
son propios del hombre.
Seneca muestra aquí un amplio abanico de influencias; pues es claro
primeramente al definir la ira como contraria al hombre, pero luego a de definirla
como algo menesteroso al plantear que: “la ira exalta y levanta el animo y en la
guerra nada grande hace sin ella”, es en este punto en donde se puede entrar en
cierto dilema al no entender lo planteado, entonces ¿qué hacer con la ira? La
respuesta se ha de encontrar en este texto al darse a entender de, que es bueno en
cierto punto moderar la ira, encerrándola en proporción saludable; en pocas
palabras se quiere decir es el sofocarla desde la raíz, no dejar que exalte su voz, y
rechazar así sus primero impulsos, porque ha de saberse que la ira no es algo que
sirva de utilidad en sí misma, por ello es necesario que se sirva de unos
receptores por así decirlo, algo que le ha de ayudar a generar cierto significado en
el hombre que la posee, de no ser así ha de quedar en la nada, es por eso, como se
planteara a continuación, la razón debe de ser importante en el complemento
tanto de las pasiones naturales, como el de esta pasión que muchas veces se
desenfrena. Pero, Aristóteles exhorta al decir: “nada se triunfa sin la ira, hay que
usarla no como jefe, sino como soldado”; por eso es necesario así compaginar la
razón con estas pasiones, para generar una pasión sin ceguera y una razón
impotente; pues si siendo jefe se deja que la ira gobierne la vida de aquel hombre,
su vida se destruirá por sí misma, mientras que si se toma como aquel soldado
que solo está al servicio de un mayor, ésta será controlada sin problema alguno.
El libro de la ira construye una contraimagen entre la necesidad de poseer
ira y no poseerla, pues hasta el hombre bueno ve necesario constituirse en
momentos con ella, pero luego se da cuenta de que no es menesterosa, entonces,
¿qué hacer? La ira controlada llega hasta ciertos límites, se va secando en el
camino, pues le es imposible al varón no irritarse contra los malvados, y por
consiguiente no ha de gozarse con la venganza que sobrelleva ésta, es así que le
será imposible complacerse en pensamientos que traigan encerrados en sí gozos
de venganza; pero entra la contraparte a decir cómo necesitar la ira si la razón
consigue un mismo objeto; el texto ha de presentar posibilidades infinitas del que
hacer, poniéndolas como en una bandeja para escoger sabiamente el que hacer.
Detestable aquel remedio, es deberle salud a la enfermedad; la ira a de
verse como aquella enfermedad del alma, pues es por medio de ésta en donde se
opaca la virtud del hombre, pues como bien se sabe el hombre está constituido
más que todo por el bien, el cual es su estado de naturaleza, entonces la ira, por
así decirlo, destruiría esta naturaleza del hombre desdibujándola poco a poco, por
esto mismo es que la ira no se ve como remedio alguno a situaciones particulares,
debido a que el hombre queda debiendo a ella, viéndolo desde el punto de vista,
que crea en alma una enfermedad más grave, y es aquí en donde se puede tomar
la gran idea de Sócrates, al plantear la dialéctica como aquel ejercicio purificador
del alma, y he aquí que se puede tomar de igual manera para secar poco a poco la
ira, pues el dialogo, en lo que se refiere a palabra, purifica tanto el alma como el
pensamiento.
Menester es, separar las cosas buenas de las cosas malas, pues está si se ha
de definir como razón más no como ira, es permitir que las cosas sanas crezcan
con su debida naturaleza, sin la interrupción de algo que turbe su debido
desarrollo; es el uso de la razón la que lleva a tal hombre a tomar la decisión
correcta, teniendo en cuenta por consiguiente los puntos tomados anteriormente.
Solo existe un bien: la sabiduría, solo existe un mal: la ignorancia, he aquí que
tiene las dos principales vertientes del pensamiento por el cual ha de decidir.
Pero, todas estas ideas han de concluirse en una decisión, la ira es un tema
de decisiones y el libro lo deja muy claro, pues no inculca el que debe de hacer y
que no, solo presenta puntos específicos y deja a la libertad del que los lee,
escoger un camino; por ello para terminar es necesario aclarar estos puntos;
primero que todo la razón va en el aconsejar y en el obrar, cogito ergo sum; pero
la ira va más enfatizada en el retroceso de la piedad, respirando solamente
crueldad y nuevos géneros de suplicio; entendible así que la ira ha de saberse
controlar y compaginar con la razón.
Bibliografía
Seneca. De la ira, libro primero, Elejandria, s.f. 20 páginas.

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