Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Donde algunos ven una ofensa imperdonable, otros pueden considerarla como algo exento de
importancia. Y aunque el acto ofensivo en sí haya sido el mismo, recibirá menos daño aquel
que piense que menos importante ha sido.
El rencor te encarcela
Existe una fábula que ejemplifica muy bien lo que es el rencor y cómo lo vive una persona:
Dos hombres habían compartido injustamente una celda en prisión durante varios años,
soportando todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez en libertad, se encontraron años
después. Uno de ellos preguntó al otro:
“Madurar es aprender a querer bonito, extrañar en silencio, recordar sin rencores y olvidar
despacito”.
-Frida Kahlo-
Como hemos podido ver en la fábula, el rencor termina convirtiéndose en una cárcel. Pero no
una impuesta por los demás, sino por nosotros mismos. Este sentimiento de odio profundo no
nos permite avanzar, pues continuamos arrastrando todo aquello que está en el pasado y que
ahí se debería quedar.
Si sientes que alguien te ha maltratado injustamente, es la vida quien lo ordenará, pero uno no
debe convertirse en juez. Solamente debemos ser responsables de nosotros mismos,
modificando los patrones de asociación y teniendo en cuenta que si alguna persona nos
defrauda, no significa que las demás personas también vayan a engañarnos.
Nosotros somos únicos, no cometamos el error de intentar que otros piensen como
quisiéramos. Nunca la otra persona podrá ser como necesitamos que sea. Existen, por tanto,
numerosas posibilidades de que nos defrauden en multitud de veces. Es necesario aprender
que todo cambia, y que también nosotros somos capaces aun sin quererlo de defraudar.
-Anónimo-
Manos soltándose
Reflexión final
Sin embargo, seguir odiando cuando todo ya ha pasado y no soltar todo ese dolor que otros
nos han provocado será un arma de doble filo. Un arma que se volverá en nuestra contra y que
las únicas personas a las que hará daño será a nosotros mismos. ¿Por qué querríamos
hacernos este daño?
El rencor reside en nuestro interior y, realmente, no se transforma en ninguna acción más que
en deseos de que las cosas le vayan mal a la otra persona o de malas caras que le podemos
poner. No va más allá. El odio nos lo quedamos todo para nosotros y si no lo soltamos,
sufriremos.
Como describe el Maestro Thich Nhat Hanh, “en el momento que te enojas, tiendes a creer
que tu desdicha la ha creado otra persona, y la culpas de tu sufrimiento. Pero, al observarlo
más a fondo, quizá descubras que el principal causante de tu sufrimiento es la semilla de la ira
que hay en ti. Muchas otras personas, al afrontar la misma situación, no se enojarán como tú“.
El maestro añade que las otras personas “oyen las mismas palabras, ven la misma situación y,
sin embargo, son capaces de mantenerse tranquilas y no se dejan llevar por las emociones.
¿Por qué te enojas tú con tanta facilidad?”. Él mismo nos da la respuesta: “quizá te ocurre
porque la semilla de la ira que hay en ti es demasiado fuerte”.