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Francisco Díaz
© dpr-barcelona, 2019
Viladomat 59 4o 4a, 08015
Barcelona
dpr-barcelona.com
isbn: 978-84-949388-8-7
FRANCISCO DÍAZ
prólogo
8
introducción
14
fobia
28
culpa
48
o b s e s i ó n c o m p u l s i va
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mal de diógenes
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amnesia
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d é f i c i t at e n c i o n a l
120
afasia
138
n ota s
158
agradecimientos
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Estrategias de reconocimiento
en la arena del mercado
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Es decir, todo aquello que nos hace creer que no estamos siendo aliena-
dos, que no creemos en los preceptos capitalistas o que somos autóno-
mos, justamente juega a favor de ese capitalismo, pues la flexibilidad,
la organización de la vida por proyectos y la capacidad individual de
establecer conexiones sólo sirven para precarizar al individuo y dejar bajo
su responsabilidad aquellas garantías que el sistema debiese proveer.
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De ahí que, por ejemplo, el teletrabajo sirva para que una empresa se
ahorre el arriendo de la oficina; o que el trabajo sin contrato fijo ayude
a que el empleador se salve del pago de seguro de cesantía, cotizaciones
y previsión; o que la flexibilidad le permita a la compañía ahorrarse las
indemnizaciones. Así, mientras más creemos que somos independientes,
más precarios estamos siendo. Como sus potenciales liberadores han sido
absorbidos por el capitalismo, todas esas prácticas (es cosa de ver como
la publicidad las promueve) en realidad juegan en contra nuestra: lo que
ellas hacen es descargar las responsabilidades del sistema y recargarlas
sobre nuestros hombros.
La arquitectura, obviamente, no está fuera de estas dinámicas. Al ser
una profesión que presta servicios, se lleva a cabo por medio de transac-
ciones que la hacen parte de la economía contemporánea. Además, su
principal herramienta –el proyecto– provee el modelo para este nuevo
espíritu del capitalismo que describen Boltanski y Chiapello. Estos as-
pectos muestran la forma en que la arquitectura participa de la economía
neoliberal. La participación, sin embargo, tiene una doble condición:
supone aceptar las reglas y, al hacerlo, formar parte de aquello que se
acepta. Es decir, la participación en las dinámicas de mercado no es
gratuita: la profesión las acepta y ellas luego moldean su cultura. El solo
hecho de que los síntomas del tdah nos parezcan tan familiares es la evi-
dencia de cómo la adaptación de la arquitectura a las lógicas neoliberales
ha terminado por modelar la forma de pensar de su faceta profesional.
Esto se puede apreciar analizando las lógicas de trabajo de la arquitectura
contemporánea, como una forma de demostrar su perfecto calce con las
demandas del capitalismo contemporáneo.
Proyecto
La primera lógica es la del formato de trabajo: el proyecto. Se trata de
un modelo de organización laboral en base a desarrollos temporalmente
acotados: a partir de unos objetivos iniciales, o un encargo, se define un
método de trabajo y luego unas metas que deben ser alcanzadas antes de
un cierto tiempo. Este formato permite movilizar los esfuerzos colectivos
de forma efectiva; pero como su duración es acotada, no suponen un
compromiso tan extenso. Esa temporalidad limitada implica una con-
catenación de la vida laboral: uno pasa de un proyecto a otro, pues no
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son eternos; esto supone que hay que estar siempre pensando en qué se
va a hacer después; es decir, gestionando el próximo proyecto mientras
se desarrolla el actual. El proyecto requiere no sólo de la capacidad de
desarrollarlo, sino también de conseguirlo. Su metodología habitual –una
secuencia de actividades que va desde la conceptualización hasta la entre-
ga– se transforma en una estructura vital: la vida se vuelve una secuencia
de proyectos. Dado que ningún proyecto es igual al otro, se entiende que
esa vida no es rutinaria. Sin embargo, el precio que hay que pagar por no
tener rutina es que el rendimiento de quien trabaja en un proyecto debe
ser perfecto. El proyecto no acepta que quienes participan en él estén
de mal ánimo o tengan días malos. El proyecto no acepta licencias. En
nombre del proyecto, todos los problemas se posponen hasta después
de la entrega. No tener rutina significa vivir en una carrera permanente.
Porque si alguien falla en un proyecto, sabe que tendrá problemas para
conseguir el siguiente y perderá oportunidades. Además, como suponen
esfuerzos colectivos, los equipos que trabajan en cada proyecto pueden
ir variando, lo que permite que el arquitecto vaya multiplicando sus co-
nexiones16. Así, si la vida es una secuencia de proyectos, la variación de
los equipos la hace menos rutinaria. Tal como argumentan Boltanski y
Chiapello, en la ciudad proyectual el portafolio de proyectos reemplaza
a la carrera y la cantidad de proyectos sustituye a los años de servicio. El
proyecto no es más que una excusa para conocer gente distinta y mostrar
la capacidad de hacer cosas distintas. En ambas situaciones, la versatilidad
es el valor fundamental.
Servicios
Esa versatilidad tiene valor porque, en su esfera profesional, lo que la
arquitectura hace es prestar servicios. Ese servicio se presta a otros, a ter-
ceros. La propia noción de prestación implica que el desarrollo del trabajo
se realiza en un ámbito social. Por eso la profesión, que es el modo de
producción arquitectónica donde la disciplina se desarrolla a través de la
prestación de servicios, no puede ser individual. La investigación puede
ser individual; el estudio o el aprendizaje pueden ser individuales; pero
la profesión necesita una contraparte (aunque sea un cliente ficticio o
abstracto). Pero al operar en el ámbito social, dicha prestación requiere de
una negociación, pues se trata de una transacción económica en que el ar-
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Competencia
El mayor problema de la prestación de un servicio es que, en términos
de mercado, es muy fácil de ser remplazada o sustituida. Esto no signi-
fica que el servicio –en este caso, el desarrollo de un proyecto de arqui-
tectura– sea reemplazable (si una ciudad necesita un hospital debe haber
alguien que realice su diseño); lo que es reemplazable o intercambiable
es el prestador de dicho servicio. Podría ser cualquier arquitecto. Este
simple hecho nos permite observar que, por mucho que hayan servi-
do para premiar excelentes proyectos, los concursos de arquitectura no
existen para que haya mejores edificios; existen, más bien, para resolver
la incapacidad de distinguir a priori entre distintos prestadores de ser-
vicios de arquitectura. Porque obviamente no hay un único arquitecto
capaz de hacer ese proyecto. Por el contrario, hay cientos que no sólo lo
pueden hacer, sino que quieren hacerlo, al punto que están dispuestos
a que los hagan trabajar gratis y competir entre ellos para ser elegidos
como los prestadores de ese servicio. En un concurso, todos ensayan la
prestación de un mismo servicio; pero dado que todos ofrecen exac-
tamente lo mismo, aparece la necesidad de diferenciarse de los demás
para transformarse en elegible. La idea es llamar la atención de quien
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contrata esa prestación y hacerle ver que una cierta forma de prestar
ese servicio –hacer un diseño de arquitectura– tiene una particularidad
que la hace distinguirse de los demás. Como decía el arquitecto español
Urtzi Grau, «en un concurso todos hablan y si quieres que el jurado
te escuche, tienes que chillar»17. Este ejemplo, bastante habitual entre
arquitectos, es evidencia de una condición más compleja: cada proyecto
es una forma de llamar la atención. No busca sólo resolver un encargo
puntual, en el aquí y ahora, sino que de forma consciente o inconsciente
está siempre mirando más allá, tratando de capturar la atención de otros
clientes. En ese sentido, todo proyecto profesional es una manifestación
de este déficit atencional porque no está enfocado únicamente en lo que
tiene que hacer –prestar el servicio por el cual el arquitecto está siendo
remunerado– sino también capturar la atención de futuros clientes, o
incluso desarrollar una agenda propia a través de los proyectos. El sólo
hecho de que en arquitectura sea normal decir que un proyecto no se
debe conformar sólo con prestar el servicio que le ha sido solicitado en el
encargo, sino que debe entregar algo más, demuestra lo naturalizado que
está este déficit atencional. Dicha naturalización permite ocultar el he-
cho de que cada arquitecto se autoproduce a través de los proyectos que
hace. No se trata, valga la aclaración, de la autoproducción ruskiniana de
aquel artesano que se humanizaba haciendo cosas, ni tampoco del traba-
jo concreto de Marx en el que el producto del trabajo producía al sujeto,
sino una mucho más prosaica y contemporánea: la autoproducción del
arquitecto como una marca que opera en el territorio del marketing.
Marca
La venta de la marca –branding– naturaliza el marketing autoral. Aquí
no nos referimos a un sitio web donde alguien ofrece su trabajo, sino a
la exacerbación de la particularidad que cada arquitecto tiene a la hora
de prestar un servicio. La idea es dejar en claro, de manera implícita,
que la forma en que un arquitecto hace su trabajo es mejor que la de
los demás. Esa competencia de mercado entre prestadores de servicios
de arquitectura es la que explica por qué hay tan poca colaboración y la
que hace que muchos insistan en llamar la atención. Porque si a la hora
de vender sus servicios el arquitecto necesita demostrar su valor o ca-
racterística que lo hace especial respecto del resto, una vez que lo logra
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se trasforma en una marca y, para que ese sello mantenga su valor, debe
hacer siempre el mismo tipo de cosas. Es decir, se acaba la versatilidad.
Nadie se imaginaría a Peter Zumthor tratando de hacer high-tech, ni a
Patrik Schumacher haciendo arquitectura artesanal. Así, el personaje
pasa a ser mucho más importante que la persona. Pero dicho personaje
no es un proyecto de arquitectura sino una estrategia de marketing, un
discurso publicitario que ocupa a la arquitectura pero cuyo objetivo
no es arquitectónico. Esto lleva a muchas confusiones. Porque como
se ven herramientas y representaciones de arquitectura, es fácil caer en
la trampa de que se trata de discursos propios de la disciplina, pero en
realidad esos discursos sólo apuntan a llamar la atención de potenciales
clientes de la prestación de servicios. ¿Cómo podemos saber que no
son disciplinares? Porque no tienen el menor interés de establecer un
diálogo con sus pares que permita mover o siquiera discutir los límites
de la disciplina. Su interés es simplemente capturar la atención de los
demás. Por eso en estos tiempos no hay diálogos sino, cuando mucho,
monólogos colectivos. Llamar la atención y negarse al diálogo: dos sín-
tomas claros del déficit atencional.
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en algunos casos esos desarrollos sirvan como discursos que amplían las
posibilidades de la disciplina es sólo una casualidad y cuando ocurre es
tan excepcional que suele quedar registrado en la historia.
Pero en el mundo contemporáneo, de la mano con su incapacidad de
responder a la velocidad actual, el poder de la historia ha decaído. Mien-
tras ella se investiga y escribe, los medios contemporáneos diseminan
los discursos promocionales de las oficinas. Esa mayor disponibilidad de
plataformas de difusión ha servido para que, en la actualidad, la posibi-
lidad de que una oficina se dé a conocer sea más accesible. Sin embargo,
la inexistencia de filtros ha hecho caer el nivel del debate. Bien sabemos
que, como toda forma de conocimiento, la historia es una herramienta
de poder; así, emanciparse de ella podría ser considerado como algo
positivo. Pero esa liberación no ha sido gratuita. Mientras se escribe la
historia, no hay ningún filtro de calidad. En el intertanto, el único crite-
rio de valor es el éxito en el mercado.
Con ese éxito como único horizonte, muchos arquitectos contem-
poráneos nos llaman a transformar nuestro lenguaje, a que dejemos
de hablar entre arquitectos y nos dirijamos a la sociedad18. Si bien es
ingenuo defender la autonomía de la arquitectura, eso no quiere decir
que la respuesta sea la apertura total. Porque el avance de la arquitectura
como campo de conocimientos no surge de la conversación entre el ar-
quitecto y su cliente. A pesar de ciertas excepciones notables, el cliente
no tiene la más mínima idea del estado del arte de la arquitectura, así
que difícilmente pueda ayudar a desarrollar una disciplina de la que
no sabe nada19. Incluso en los casos en que la naturaleza del encargo es
la que permite nuevas posibilidades, igual el avance es realizado por el
arquitecto. De la misma forma en que un futbolista profesional no va a
mejorar su técnica o su capacidad táctica jugando en una liga de barrio,
un arquitecto no va a ser mejor al diluirse en sesiones participativas o
al lograr hablar con un gerente en su idioma (eso le puede ayudar a
conseguir encargos, pero no a aportar al debate). Así, tal como el de-
porte no evolucionaría si no hubiera alta competencia o si los equipos
de fútbol jugaran contra equipos de básquetbol, es sólo el diálogo de
alto nivel entre pares el que hace avanzar los campos de conocimiento.
Eso no implica encerrarse en una torre de marfil pero tampoco quiere
decir que debamos banalizar el conocimiento; por el contrario, si no
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Autoengaño
En las series de líderes narco –muy de moda en el último tiempo– es
fácil ver cómo, al pasar de los capítulos, los personajes empiezan a cam-
biar. Parten como jóvenes muy simpáticos con los que es fácil empatizar,
tienen buenas intenciones y son muy queridos en sus comunidades. Pero
a medida que les empieza a ir bien y su negocio empieza a crecer, se
transforman. Creen que, porque hicieron bien las cosas en un comienzo,
siempre las van a hacer igual de bien. Pierden el sentido de la realidad.
O, quizás literalmente, pierden el juicio. Que un líder narco pierda el
sentido de realidad es simplemente consecuencia de la vida que bus-
có; mientras más grande, más perseguido y, por ende, más oculto tiene
que estar: lo más lejos posible de la realidad. Pero si eso le ocurre a un
arquitecto que se autodefine como el único capaz de resolver un cierto
encargo, o que dice saber cuáles son las «preocupaciones reales» de la
arquitectura21, entonces estamos frente a un problema distinto, del cual
nadie está libre.
Tendemos a creer que eso sólo les ocurre a los famosos, pero cual-
quiera puede caer en esa trampa. Por ejemplo, cuando compramos
ropa, ¿por qué nos miramos al espejo?, ¿qué es lo que miramos? Lo que
vemos ahí es como nos ven los demás. Obviamente aquí nos referimos
a un momento posterior al «estadio del espejo» propuesto por Lacan
donde, al mirar su reflejo, el infante se reconoce y define la separación
entre sí mismo y su imagen social a partir de lo que el psicoanalis-
ta francés define como un «narcicismo primario»22. Pasada esa etapa,
cuando con total autonomía y nuestro yo completamente desarrollado
nos probamos ropa mirándonos al espejo, esperamos adivinar cómo nos
van a mirar los demás. Es decir, nos ponemos en el lugar de los demás
pero sólo para mirarnos a nosotros mismos. Nos transformamos en
nuestros propios espectadores. En ese momento, la única atención que
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Reconocimiento
Si este es el contexto contemporáneo, la pregunta es, ¿cómo llegamos a
esto? El momento en que la arquitectura se convierte en una mercan-
cía ha sido detectado con precisión por la historiadora Felicity Scott:
cuando en los setenta la arquitectura entra en la galería y sus represen-
taciones provisorias se transforman en objetos con valor artístico. El
problema, como bien observa Scott «no era tanto que la arquitectura
presentada en estas exposiciones se refugiara en el papel y las maque-
tas, sino que se retiraba del compromiso con cuestiones sociopolíti-
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***
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34.- Felipe Vera, «Lo impostergable. Supe- físicas. Ver: Max Roser y Hannah Ritchie,
rando la arquitectura indulgente». arq 94 «Burden of disease». Our world in data (2018).
«Imaginarios» (Diciembre, 2016). Disponible en: <https://ourworldindata.org/
burden-of-disease>
35.- Felicity Scott, «Taking time». En:
2000+: the urgencies of architectural theory 4.- Este es un problema que Canguilhem ya
(New York: gsapp Books, 2015), 194. tda. observó en 1966. Ver: Georges Canguilhem,
The normal and the pathological (New York:
36.- Ver: «Biennale Architettura 2016. 15th Zone Books, 1991[1966]).
international architecture exhibition». La
Biennale di Venezia. <https://www.labiennale. 5.- American Psychiatric Association.
org/en/architecture/2016/biennale-archite- Diagnostic and statistical manual of mental
ttura-2016-reporting-front> Accedido el 15 disorders: dsm-5 (Washington, dc: American
de enero de 2019. tda. Psychiatric Publishing, 2013).
37.- Gonzalo Carrasco, «Imaginarios del 6.- Un artículo reciente discute la existencia
shock: Síntomas para una disciplina desplaza- del tdah afirmando que el 95% de los adul-
da». arq 94 «Imaginarios» (Diciembre, 2016). tos diagnosticados con este trastorno podían
estar en realidad afectados por otras patolo-
38.- Ver: Adrian Lahoud, «Scale as problem, gías confundidas con el tdah. Ver: Margaret
architecture as trap». En: Climates: architec- H. Sibley, et al, «Late-onset adhd reconside-
ture and the planetary imaginary (New York: red with comprehensive repeated assessments
Columbia Books on Architecture and the City between ages 10 and 25» American journal of
& Lars Müller Publishers, 2016), 111-118. psychiatry 175 (2018):140-149.
39.- Groys, In the... 33. tda. 7.- Jonathan Crary, 24/7: late capitalism and
the ends of sleep (London; Brooklyn, ny:
Verso, 2013).
Déficit Atencional
8.- Byung-Chul Han, The burnout society (Stan-
1.- «Financing global health | Viz Hub». The ford, ca: Stanford University Press, 2015), 13.
Institute for Health Metrics and Evaluation.
Información disponible en: <https://vizhub. 9.- Beatriz Colomina, Privacidad y publici-
healthdata.org/fgh/> Accedido el 16 de abril dad en la era de las redes sociales (Santiago:
de 2019. Ediciones arq, 2018), 49.
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adaptable y flexible, capaz de cambiar de una 17.- Urzti Grau, «Documentos públicos».
situación a otra muy diferente y adaptarse Escuela de Arquitectura uc, 12 de septiem-
a ella; y de ser versátil, capaz de cambiar la bre de 2018.
actividad o las herramientas, dependiendo
de la naturaleza de la relación establecida 18.- Alejandro Aravena, «It’s time to rethink
con otros o con objetos. Es precisamente the entire role and language of architecture».
esta adaptabilidad y versatilidad lo que lo The Guardian, 15 de noviembre de 2015.
hace empleable, es decir, en el mundo de las
empresas, en posición de adjuntarse a nuevos 19.- Un ejemplo que habitualmente se cita
proyectos». Boltanski y Chiapello, The new para reafirmar la importancia del cliente
spirit..., 112. tda. es el caso de Joan Littlewood y su relación
con el arquitecto inglés Cedric Price para el
14.- Para Boltanski y Chiapello, «La ciudad proyecto del Fun Palace (1961-67). Si bien
proyectual se presenta a sí misma como un es efectivo que Littlewood fue esencial a la
sistema de restricciones impuestas a un mundo hora de promover un proyecto que realmen-
en red, que alienta a las personas a forjar vín- te movió los límites de la arquitectura, quién
culos y extender sus ramificaciones, respetando leyó esa posibilidad y la explotó fue Price,
sólo aquellas máximas de acción justificable no Littlewood. Los detalles de esta historia y
que son específicas de los proyectos» (p. 107); colaboración pueden encontrarse en: Stan-
luego agregan que, «En una ciudad proyectual, ley Mathews, From agit-prop to free space: the
el equivalente general –aquello que mide el es- architecture of Cedric Price (London: Black
tado de las personas y las cosas– es la actividad. Dog Pub. Ltd., 2007).
Pero, en contraste con lo que observamos en la
ciudad industrial, donde la actividad se combi- 20.- Patrik Schumacher entrevistado por
na con el trabajo y los activos son esencialmen- Peter Eisenman, «I am trying to imagine
te aquellos que tienen un trabajo asalariado a radical free-market urbanism». Log 28
estable y productivo, la actividad en la ciudad (Summer 2013): 45. tda.
proyectual supera las oposiciones entre trabajo
y no trabajo, estable e inestable, clase asalariada 21.- Por ejemplo en 2016, en relación a la xv
y no asalariada, trabajo remunerado y trabajo Bienal de Arquitectura de Venecia, el arquitec-
voluntario, lo que puede evaluarse en términos to alemán Patrik Schumacher dijo: «esta bienal
de productividad y lo que, al no ser medible, falla una vez más en mostrar y discutir las
elude una evaluación calculable» (p. 109). obras más avanzadas/ambiciosas de la arqui-
Boltanski y Chiapello, The new spirit... tda. tectura mundial y, por lo tanto, no discute ni
critica la responsabilidad real de la arquitectura
15.- Ibíd., 97. tda. hacia la sociedad mundial a la luz de sus pro-
ducciones actuales. Esta bienal abandona las
16.- Al respecto, Boltanski y Chiapello indican agendas reales, específicas y manifiestas de la
que «El proyecto es la ocasión y el motivo de la arquitectura, y la sustituye por alusiones vagas
conexión. Reúne temporalmente a un grupo e inespecíficas a temas de actualidad como la
muy diverso de personas y se presenta como crisis de los refugiados y cuestiones perennes
una sección de una red altamente activada por como el subdesarrollo y la pobreza». Patrik
un período de tiempo relativamente corto, Schumacher, «Where is the architecture?
pero permite la construcción de enlaces más Appraisal of the Venice Architecture Biennale
duraderos [...] Los proyectos hacen posible la 2016» icon magazine 158 (August 2016).
acumulación y la producción en un mundo Disponible en: <https://www.patrikschuma-
que, si fuera puramente conexionista, simple- cher.com/Texts/Where%20is%20Architectu-
mente contendría flujos donde nada podría es- re_Appraisal%20of%20the%20Venice%20
tabilizarse, acumularse o cristalizarse». Boltanski Architecture%20Biennale%202016.html>
y Chiapello, The new spirit..., 104-105. tda. Accedido el 16 de abril de 2019. tda.
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22.- Jacques Lacan, «The mirror stage as forma- of Architecture, Planning and Preservation
tive of the I function, as revealed in psychoa- –gsapp– de la Universidad de Columbia
nalytic experience». July 17, 1949, Zurich, 16th en Nueva York entre 1998 y 2003; A su vez
International Congress of Psychoanalysis. En: Amale Andraos es socia fundadora de workac,
Écrits: the first complete edition in English. (New y decana de la misma escuela desde 2015.
York; London: ww Norton, 2007), 99.
31.- Amale Andraos y Dan Wood, fundado- 6.- Ver, por ejemplo, el trabajo de Ines
res de workac, trabajaron previamente en Weizman respecto a los derechos de autor
oma, la oficina de Rem Koolhaas. en arquitectura.
32.- «Making Books Now» Producido por 7.- George Baird, «Criticality and its dis-
Columbia gsapp en colaboración con los contents» Harvard Design Magazine 21 (Fall
directores artísticos de la Bienal de Chicago 2004, Winter 2005): 2. tda.
Sharon Johnston y Mark Lee. Viernes 15 de
septiembre de 2017, 13:00, Chicago Cultural 8.- Reinhold Martin argumenta que esto
Center, Chicago. Las conversaciones del fue un malentendido, porque los poscríticos
evento están alojadas en podcasts accesibles en confunden la crítica ideológica de Tafuri, es
el siguiente link: <https://www.arch.columbia. algo mucho más de fondo y con una densidad
edu/events/743-making-books-now-colum- conceptual muy fuerte, con la crítica estética
bia-gsapp-at-the-chicago-architecture-bien- que hace Eisenman. Ver: Reinhold Martin,
nial> Accedido el 12 de abril de 2019. «Critical of what?» Harvard Design Magazine
22 (Spring/Summer 2005).
33.- El arquitecto suizo-francés Bernard Tschu-
mi es el socio fundador de Bernard Tschumi 9.- Byung-Chul Han, The burnout society (Stan-
Architects y fue decano de la Graduate School ford, ca: Stanford University Press, 2015).
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