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Historia Social

Contemporánea
Jorge Illa Boris
Manual – Unidad 2
Índice
Introducción .........................................................................................................................................3
Organización de la Asignatura ........................................................................................................4
Unidades didácticas.......................................................................................................................4
Tiempo mínimo de estudio ............................................................................................................4
UNIDAD 2: ..............................................................................................................................................5
INICIO DEL CONVULSO SIGLO XX ....................................................................................................5
Tema n.° 1: Primera Guerra Mundial: causas y consecuencias ...........................................5
Tema n.° 2: Revolución rusa ........................................................................................................ 13
Tema n.° 3: Crack del 29 .............................................................................................................. 18
Tema n.° 4: Ascenso de los fascismos ....................................................................................... 22
De la teoría a la práctica ............................................................................................................ 26
Glosario de la Unidad 2 ................................................................................................................... 27
Bibliografía de la Unidad 2 .............................................................................................................. 28

2 Manual
Introducción
La Asignatura de Historia Social Contemporánea aporta al alumno toda una serie de
herramientas que le permiten analizar la situación del mundo actual y de los próximos
sucesos. De manera que el alumno sea capaz de identificar la realidad social del mundo
contemporáneo y comprender la actualidad a través de los distintos bagajes históricos
que la han desarrollado.

Los contenidos generales de este manual están desarrollados desde una cronología
histórica, empezando por los cambios que afectaron a la humanidad a finales del siglo
XIX, entre ellos la Segunda Revolución Industrial, para adentrarse en el inicio del convulso
siglo XX con la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa. De allí se avanzará hacia la
Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y los movimientos sociales, terminando con la
transformación del mundo industrial.

A pesar de lo que tradicionalmente se ha entendido, la Historia no se trata de una


asignatura puramente memorística de nombres y fechas, sino que su esencia parte de
la comprensión de los fenómenos históricos. De forma que su entendimiento permite
colocar en un periodo histórico un hecho relevante, pues de otra forma no se
comprende el porqué de su proceso histórico. Al contrario que la memorística que no
permite la evolución de los acontecimientos, solo desarrolla un relleno cronológico. Por
ello, es de vital importancia comprender el hilo conductor que lleva de un hecho
histórico a otro. De esta manera llegaremos a comprender la actualidad, que es parte
fundamental de esta asignatura.

Hoy en día la tecnología permite un gran acopio de información, el alumno dispone de


innumerables webs donde puede ampliar los contenidos de este manual, y en parte
será necesario, pues la investigación forma parte de la asignatura de Historia Social
Contemporánea.

Es importante que organice su tiempo para que obtenga buenos resultados, la clave
está en encontrar el equilibrio entre sus actividades personales y las actividades que
asumes como alumno.

Jorge Illa Boris

Universidad Continental | Manual 3


Organización de la Asignatura
Resultado de aprendizaje de la asignatura

Al finalizar la asignatura, el estudiante será capaz de identificar fenómenos


sociales e históricos relevantes para su quehacer profesional.

Unidades didácticas
UNIDAD 1 UNIDAD 2 UNIDAD 3 UNIDAD 4

La Segunda El inicio del Segunda Guerra Movimientos


Revolución convulso siglo XX Mundial y Guerra sociales y la
Industrial Fría transformación del
mundo industrial

Resultado de Resultado de Resultado de Resultado de


aprendizaje aprendizaje aprendizaje aprendizaje

Al finalizar la Al finalizar la Al finalizar la Al finalizar la


unidad, el unidad, el unidad, el unidad, el
estudiante estudiante estudiante estudiante
identifica los identifica las identifica las identifica los
cambios sociales y consecuencias de consecuencias de nuevos
políticos que la Primera Guerra la Segunda Guerra movimientos
representó la Mundial, los Mundial y las sociales de la
Segunda problemas características de segunda mitad del
Revolución económicos de los la Guerra Fría. siglo XX y cómo se
Industrial. años treinta y el transforma el final
ascenso de los del siglo XX e inicio
fascismos. del XXI a partir de
nuevos fenómenos
tecnológicos.

Tiempo mínimo de estudio

UNIDAD 1 UNIDAD 2 UNIDAD 3 UNIDAD 4

12 horas 16 horas 12 horas 16 horas

4 Manual
UNIDAD 2:
INICIO DEL CONVULSO SIGLO XX
Diagrama de organización

Primera
Guerra
Mundial

Tratado de Revolución
Versalles Crack 29 rusa

Ascenso del
nazismo

Tema n.° 1: Primera Guerra Mundial: causas y consecuencias

Según el historiador Hobsbawm, el siglo XX se inició en 1914 con el

estallido de la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra (como se la

denominó antes de la Segunda Guerra Mundial), pues significó todo un

cambio en la mentalidad de la sociedad, como también relató Stefan

Zweig en su libro de memorias al que colocó el acertado título de El mundo

de ayer. Si, como veremos, se inició la contienda con una mentalidad del

siglo XIX, sus consecuencias marcaron el resto del siglo XX.

Como ya hemos mencionado, en todos los procesos históricos nunca

hay una sola causa sino un conjunto de ellas, y en este caso el asesinato del

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archiduque Francisco Fernando (heredero del imperio Austro- Húngaro), la

causa que siempre marca el estallido de la Gran Guerra, fue más bien una

excusa para dar el pistoletazo de salida a un conflicto que se llevaba

cocinando desde hacía años.

En este capítulo se analizan las causas y las consecuencias, no el

desarrollo en sí de la guerra, pues de cara a comprender el siglo XX es

imprescindible el porqué de su inicio y cómo su final repercutirá en los años

posteriores. Los hechos ocurridos durante la contienda, a pesar de su

importancia, alargarían y ampliarían de sobremanera el enfoque de este

trabajo.

Causas de la Primera Guerra Mundial

Antes de relatar las causas más específicas hemos de tener en cuenta

la sociedad de la época en que nos encontramos en 1914. En el primer

capítulo hemos visto que se produjeron grandes cambios en el último tercio

del siglo XIX e inicios del XX, pero también que, en aspectos como la

mentalidad social de las élites, estos no fueron tan profundos. Estamos en

unos años en que todavía los militares y las clases dirigentes de Europa son

capaces de defender su honor a base de duelos: «El honor y su

guardaespaldas, el duelo, se tomaban especialmente en serio en los

ejércitos de la Europa continental (…) En el ejército francés, los oficiales

podían ser despedidos por rechazar un desafío y, aunque en toda Europa

abundaban las campañas en contra de los duelos, lo cierto es que no

hacían mella en las autoridades militares» (MacMillan, 2013, p. 320). Incluso

el político francés Raymond Poincaré, que fue presidente de la República

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en tres ocasiones durante las primeras décadas del siglo XX, había

desafiado en 1912 en duelo a un adversario político por los comentarios

despectivos hacia su esposa.

Durante la contienda, este tipo de mentalidad repercutió

negativamente en una gran mortandad: fue habitual el uso de tácticas

militares del siglo XIX, e incluso del XVIII, como espectaculares cargas de

caballería contra ametralladoras y cañones del siglo XX que causaban

grandes carnicerías, pero que los aristocráticos oficiales no podían evitar

poner en práctica. Así, por ejemplo, el ejército francés acudió a la guerra

con un uniforme en que sus pantalones rojos y guerreras azules eran visibles

a centenares de metros, lo que convertía a los soldados galos en blancos

estupendos para los fusiles alemanes.

Dos de las principales causas las hemos observado en los capítulos

anteriores: el nacionalismo y el imperialismo. Como ejemplo del

nacionalismo de la época están las palabras a inicios de siglo del historiador

Treitschke (citado por MacMillan, 2013, p. 321): «Si se ofende a la bandera

de un estado, es deber de ese estado exigir una reparación; y si no se le

ofrece, debe declarar la guerra, aun cuando la causa pueda parecer trivial:

porque el estado no puede escatimar esfuerzos a la hora de preservar el

respeto que ha de disfrutar entre sus pares». La opinión pública, que había

sido educada en las escuelas bajo un formato que alimentaba el

nacionalismo, impedía a sus dirigentes la posibilidad de ceder ante el resto

de países europeos. No es casual que la Segunda Internacional que debía

hermanar a los obreros europeos para defender sus condiciones laborales

ante las políticas económicas liberales, fracasara al estallar la guerra: los

obreros alemanes y franceses prefirieron ir a matarse entre ellos para

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defender a la patria que proteger la unidad de la clase proletaria. El

imperialismo también era pieza fundamental, pues la cantidad de colonias

procuraba al estado un cierto estatus dentro del continente, y en un

momento en que ya se había producido el reparto de África entre las

potencias europeas (Conferencia de Berlín en 1885) y también el sudeste

asiático se encontraba bajo control de las metrópolis, conseguir nuevas

colonias debía ser a costa de otro país europeo. Alemania era la gran

potencia que estaba surgiendo en la Segunda Revolución Industrial y era

uno de los países europeos con menor cantidad de colonias, lo cual no

dejaba de ser un problema.

Dos causas también fundamentales fueron el sistema de alianzas y la Paz

Armada. El primero dividía a las principales potencias en dos grupos: La Triple

Entente formada por Alemania, Austro-Hungría e Italia y la Triple Alianza de

Rusia, Francia y Gran Bretaña. Si en teoría una alianza debe servir para

preservar la paz, pues sirve de elemento persuasivo ya que si alguien ataca

a un país se ve enfrentado al resto, también tiene la parte negativa de que

en caso de conflicto el número de países involucrados es mayor.

Precisamente esto es lo que ocurrió en la Gran Guerra. La Paz Armada es el

periodo que se conoce entre 1871 (fin de la guerra franco-prusiana) y 1914,

en él hubo una carrera armamentística entre las potencias europeas.

Especialmente fue un constante incremento por parte alemana de su

potencia naval, lo que era visto por Gran Bretaña como una gran amenaza.

Se debe recordar que en esos años aparecen numerosos inventos para el

uso militar: aviación, submarinos, etcétera, lo cual requería un aumento

constante del presupuesto militar para no verse militarmente retrasado.

Como en el caso anterior de las alianzas, si en la Guerra Fría la carrera

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armamentística nuclear fue disuasoria, en este caso resultó todo lo contrario.

Además, el desconocimiento del poder destructor de las nuevas armas

ayudó a que no se apostara por la paz de una manera convincente. Los

jerarcas militares y políticos del continente se basaban en una mentalidad

decimonónica sin atender al poder destructivo del armamento del siglo XX.

Durante la década anterior al inicio de la guerra ya se habían registrado

varias crisis que estuvo a punto provocar el conflicto, especialmente a

causa de Marruecos y de Bosnia, por lo que, si el asesinato del archiduque

Francisco Fernando no lo hubiera provocado, sin duda hubiera sido

cualquier otro percance diplomático al cabo de poco tiempo. Alemania

tenía sus planes de una guerra contra Rusia y Francia, el plan Schlieffen,

desde hacía años y era consciente de que cada año que pasaba su

superioridad militar ante Rusia descendía. Por eso, tras el asesinato en

Sarajevo del archiduque Francisco a manos de terroristas apoyados por

Serbia, Alemania envalentonó a Austro-Hungría en la presentación de un

ultimátum a Serbia conscientes de que era inaceptable. Además, los serbios

contaban con la promesa del zar Nicolas II de que disponían de su pleno

respaldo y que esta vez, al contrario de lo ocurrido unos años antes, no iba

a faltar a su honor de apoyar a sus primos eslavos. Todo ello hizo que poco

más de un mes después del asesinato, casi todo el continente se encontrara

en guerra.

Consecuencias Primera Guerra Mundial

Hay consecuencias que son inalterables en todos los conflictos

bélicos, como la pérdida de vidas humanas. En este caso las cifras fueron

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descomunales en comparación con todas las guerras anteriores de la

humanidad: aproximadamente diez millones de muertos y veinte millones

de heridos, muchos de los cuales con graves secuelas que les impidió un

reingreso normal a la vida social y laboral. Otra de las consecuencias

negativas en casi todas las ocasiones en que una nación se enfrasca en una

guerra es la repercusión económica. En este caso las naciones europeas

perdieron gran parte del poder comercial internacional que tenían, y lo

perdieron sobre todo a manos de los Estados Unidos y de Japón, pues, como

es lógico, mientras estaban enfangados en sus batallas no podían producir

ni comercializar sus productos, por lo que mercados como el

latinoamericano fue a parar a manos de los norteamericanos. Los Estados

Unidos duplicaron sus exportaciones entre 1914 y 1918. Durante la

contienda, la necesidad de invertir constantemente en armamento, pero

sin la facultad de poder acceder a grandes ingresos, ocasionó a los estados

la necesidad de tener que buscar financiamiento en otros países, lo que

causó importantes deudas que debieron ser canceladas a la finalización del

conflicto.

Como veremos en el siguiente capítulo, la Revolución Rusa tuvo

varias causas, pero una de ellas es la Primera Guerra Mundial, o lo que es lo

mismo; una de las consecuencias de la guerra fue la Revolución de octubre

de 1917, pues profundizó la crisis del sistema ruso y aceleró la sensación de

inoperancia del zar Nicolás II.

Uno de los aspectos sociales que fue producto de la guerra fue la

consolidación del sufragio universal femenino, pues durante los años del

conflicto en muchos países habían sido las mujeres las que habían sostenido

la producción de las fábricas y de la agricultura. Este tipo de hechos hacía

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innegable la aceptación de la igualdad de voto, por lo que en los años

posteriores la mayoría de los países europeos aceptó los derechos

electorales femeninos.

La paz se firmó con el Tratado de Versalles, el cual remarcaba la

culpabilidad de Alemania en el estallido de la guerra, por lo que las

condiciones del tratado eran especialmente duras con ella: se le mermaba

el ejército a un máximo de cien mil soldados, sin aviación y a una ínfima flota

de combate (sin submarinos); debía desmilitarizar la región de Renania;

perdida de los territorios de Alsacia y Lorena en favor de Francia y parte de

Silesia pasó a formar parte de Polonia; perdida de las colonias; y la peor de

todas: una fuerte indemnización económica que, a pesar de no entorpecer

la economía alemana tanto como en muchas ocasiones se ha comentado,

sí tuvo un alto coste político: «En realidad las indemnizaciones y

reparaciones de guerra no eran un problema fundamentalmente

económico. El verdadero daño que causaron fue político. Durante más de

una década siguieron siendo un cáncer en la política alemana» (Kershaw,

2016, p. 179), lo que facilitó a un populista y nacionalista como Hitler la

subida al poder. Como afirmó de forma profética el mariscal francés

Ferninand Foch en 1919 sobre el Tratado de Versalles: «Esto no es una paz.

Es un armisticio de veinte años» (citado por Kershaw, 2016, p. 145).

Desde el punto de vista político, otra de las consecuencias fue la

creación de la Sociedad de Naciones a partir de las ideas del presidente

norteamericano Woodrow Wilson, cuya finalidad era la de impedir que se

volviera a producir una guerra de tales dimensiones. Se puede considerar a

la Sociedad de Naciones como una consecuencia de la primera Guerra

Mundial y ante su inoperancia una de las causas de la Segunda Guerra

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Mundial. Su fracaso se debió a varios factores: la obligación de que las

decisiones debían ser unánimes, pues daba a cualquier país la opción de

veto; el hecho de que no estuvieran representados todos los países, en

especial los Estados Unidos en donde el senado no aprobó su inclusión (la

grave enfermedad de Wilson en los momentos cruciales de la votación

ayudó a que no superara el obstáculo presentado por sus rivales políticos);

la falta de un ejército que pudiera obligar al cumplimiento de sus mandatos,

etcétera. Un ejemplo de su debilidad fue cuando en 1933 se aprobó una

propuesta para que Japón se retirara de Manchuria, la reacción nipona fue

retirarse de la Sociedad de Naciones sin sanción alguna y aumentó su

control sobre dicho territorio chino. En este caso su fracaso también fue

profetizado por el escritor inglés Jerome Klapka Jerome: «La Sociedad de

Naciones ha llegado al mundo como un bebé que nace muerto». A pesar

de fallar en su objetivo de conseguir la paz, la Sociedad de naciones

también tuvo su parte positiva: «Durante los años veinte la organización

había desempeñado cierto papel proporcionando ayuda a los millares de

refugiados que cruzaban la Europa del este. Había contribuido además

decisivamente a evitar la bancarrota nacional en Austria y en Hungría (…)

continuó llevando a cabo su trabajo en diversas áreas, como por ejemplo

combatiendo enfermedades epidémicas, impidiendo el tráfico de seres

humanos y mejorando las condiciones del comercio mundial» (Kershaw,

2016, p. 339).

En definitiva, el mal cierre de algunas de las consecuencias de la

Primera Guerra Mundial facilitó la política europea que se desencadenó en

Europa en los años treinta y que llevaron al continente a una todavía peor

experiencia militar: la Segunda Guerra Mundial.

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Tema n.° 2: Revolución rusa

La Revolución rusa es uno de los hechos más importantes del siglo XX,

pues ya desde su inició tendrá consecuencias políticas de gran calado en

Europa, por ejemplo, en el ascenso de los fascismos, y después de la

Segunda Guerra Mundial marcará una división ideológica en el mundo que

durará hasta 1989 con la caída del muro de Berlín.

Al producirse la inesperada muerte del zar Alejandro III en 1894, su futuro

sucesor Nicolás II no estaba preparado para el cargo, algo de lo que él

mismo era consciente, pues al recibir la noticia de la muerte de su padre

«estalló en sollozos y exclamó patéticamente ante su primo Alejandro: ¿Qué

va ser de mí y de toda Rusia? No estoy preparado para ser un zar. No quise

serlo. No sé nada de cuestiones de gobierno» (Figes, 2014, p. 51). Pero a

pesar de su inicial declaración, durante su mandato se comportó como un

autócrata convencido que su poder emanaba de un designo divino y que

el pueblo ruso le debía una obediencia infinita. Intentar reinar a inicios del

siglo XX como si se encontrara en pleno siglo XVIII, sin haber aprendido nada

de la historia de, por ejemplo, la Revolución francesa (el hecho de que su

esposa la zarina tuviera en su despacho un cuadro de María Antonieta es

significativo), era sencillamente un suicidio político. Como afirma Orlando

Figes (2014, p. 46) «el régimen de los Romano v cayó bajo el peso de sus

propias contradicciones internas. No fue derribado». Nicolás II confirmó

cada una de las palabras del dicho que no hay peor ciego que el que no

quiere ver.

Los primeros síntomas de que su reinado podía acabar mal fueron a

partir de la derrota rusa en la guerra de 1905 contra Japón: causó

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numerosas protestas por la crisis económica y provocó una primera

revolución. Ante los disturbios y las demandas, Nicolás II aceptó que se

formara un parlamento, la Duma, que, a pesar de no ser escogido de una

manera plenamente democrática, si al menos parecía que el monarca

estaba dispuesto a ceder parte de su poder. Pero en realidad fue un mero

espejismo, pues apenas a los tres meses de su inicio, el Zar disolvió la primera

Duma y al año la segunda. Si desde un principio el papel de la Duma era

bastante limitado, en cada una de las siguientes versiones todavía lo fue

más, así como menor fue el sufragio para elegirla. En definitiva, las promesas

realizadas en 1905, una vez superado el periodo de manifestaciones y

protestas, quedaron reducidas a papel mojado.

A pesar del retraso del país, comparado con el resto de Europa, cada

año se iba modernizando más, incluso el numeroso campesinado

empezaba a notar los cambios desde que se aprobó el fin de la

servidumbre. En una Rusia cada vez más industrializada, con los cambios

sociales que eso significaba, un gobierno de las características del zar

Nicolás II no tenía mucho sentido. Las consecuencias del descontento

popular eran patentes; en el 1912 «hubo más de dos mil huelgas diferentes

ese año; 2.400 en 1913; y más de 4.000 en los primeros siete meses de 1914,

antes de que estallara la guerra. Cualesquiera que fuesen las mejoras

realizadas, obviamente no eran suficientes para eliminar los motivos de

queja anteriores a 1905» (Lowe, 1992, p. 60). Ante las manifestaciones y las

proclamas políticas que pedían un cambio, en la mayoría de los casos el

gobierno actuó de manera represiva. Lo cual solo ayudó a que se

radicalizaran los partidos de la izquierda:

14 Manual
Si hubieran sido capaces de desarrollar sus propios sindicatos

legales, estos trabajadores podrían haber obtenido suficientes

beneficios del status quo para no exigir su destrucción. Entonces

podrían haber recorrido el camino de reforma moderada

adoptado por los movimientos laborales europeos. Pero la

situación política rusa los empujó de forma natural hacia los

extremos. Incapaces de desarrollar sus propias organizaciones

independientes, se vieron obligados a apoyarse en la dirección de

la clandestinidad revolucionaria. Hasta un punto considerable,

entonces, el movimiento revolucionario de los trabajadores fue

creado por el régimen zarista (Figes, 2014, p. 153-154).

Las dos principales fuerzas de la izquierda eran los bolcheviques y los

mencheviques. Ambos partían de posiciones marxistas desarrolladas

durante la Segunda Internacional. Lenin lideraba a los bolcheviques que

apostaban por una revolución, mientras los mencheviques, que contaban

con un apoyo popular mucho mayor, preferían realizar las reformas desde

el sistema parlamentario. Los bolcheviques serían los comunistas y los

mencheviques los socialistas.

Los comportamientos de la familia real tampoco ayudaban a que el

pueblo los viera con buenos ojos. En especial la relación de la zarina con

Rasputín, que dio lugar a todo tipo de leyendas y bulos de todos los colores,

incluyendo los de alto contenido sexual. Lo que si es cierto es la influencia

que el personaje tenía sobre la esposa del zar y como eso repercutió en la

política rusa, en especial en el periodo en que Nicolás II se hizo cargo de la

dirección del ejército en la Primera Guerra Mundial y se encontraba alejado

de la capital. El autonombramiento de Nicolás II como comandante

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supremo fue otro error del monarca, pues hizo que a partir de entonces el

pueblo le señalara como el culpable de las derrotas y las pérdidas humanas.

Además, incrementó la sensación al pueblo ruso de que esa no era una

guerra suya, sino del monarca.

Los desastres militares en la guerra, sumado a todas las consecuencias

económicas que esta acarreaba para la población, todavía erosionaron

más el maltrecho prestigio del zar, dando inicio a la revolución de marzo —

febrero según el calendario que se use—. Ante la presión, Nicolás II no tuvo

otra salida que la dimisión. Desde entonces hasta la revolución de octubre

liderada por los bolcheviques, el gobierno provisional estuvo primero en

manos del aristócrata Jorge Lvov y luego por el socialista moderado

Alejandro Kerenski. Ambos fracasaron porque no fueron capaces de realizar

la reforma agraria por la que el campesinado había apoyado la revolución,

ni conseguir la paz de una guerra que tantas muertes y penurias estaba

provocando en la población.

Ante la debilidad del gobierno provisional liderado por Kerenski, en

octubre Lenin aprovecha la fuerza de los soviets para derrocarlo y alzarse

con el poder. La organización y disciplina de los soviets, en especial el de

San Petersburgo liderado por Trotsky, fue vital para el éxito de los

bolcheviques en todo el territorio ruso. Lo primero que hizo Lenin fue

organizar unas elecciones, «las únicas elecciones completamente libres y

democráticas que jamás hayan tenido lugar en Rusia» (Lowe, 1992, p. 67).

Pero de 700 diputados el partido bolchevique no llegó a los 200. Ante el

fracaso, a principios de 1918 Lenin disolvió al parlamento con el apoyo de

la Guardia Roja, lo que provocó que a finales de año se iniciara la guerra

civil entre el ejército Rojo y el ejército Blanco. Este último estaba compuesto

16 Manual
por una amalgama de diferentes ideologías; desde mencheviques hasta

zaristas y apoyado por potencias extranjeras, lo que hizo que no fuera

especialmente bien visto por la población. Esta mezcla no fue exitosa ante

un cohesionado ejército Rojo que en 1923 se alzó con la victoria.

Lo que sí hicieron los bolcheviques fue retirar a Rusia de la Primera Guerra

Mundial, aunque la paz firmada en marzo de 1918 con los imperios centrales

de Europa, Tratado de Brest-Litovsk, no era especialmente beneficioso para

Rusia, más bien al contrario, pues significaba la perdida de grandes

territorios. Lenin lo aceptó para contentar a la población y ganar tiempo

para sus siguientes medidas políticas.

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Tema n.° 3: Crack del 29

Al finalizar la Primera Guerra los Estados Unidos emergieron como

potencia mundial, mientras los países europeos se lamían las profundas

heridas del conflicto bélico. Los norteamericanos podían seguir

produciendo y, lo más importante, acaparando mercados que los europeos

no podían satisfacer. Así, las exportaciones americanas tuvieron un gran

auge, acompañado por su fortaleza industrial y la imposición del modelo

Ford que conseguía una importante disminución de los costes.

La década de los veinte la producción industrial norteamericana creció

espectacularmente con cifras de alrededor del 50%, y durante la segunda

mitad de la década también los países europeos se subieron a la ola del

crecimiento económico. Aunque algunos datos no aportaban tanto

optimismo: «El crecimiento que se da entre 1925 y 1929 reposa sobre bases

poco solidas: la producción crece por encima de la demanda y la tasa de

paro son, pese a todo, elevadas» (Casassas, 2013, p. 362). Esta

sobreproducción será la que poco a poco vaya alimentando una bola de

nieve que irá creciendo durante la década, y será imposible frenarla en

1929 cuando arrase con todo lo que encuentre a su paso. La demanda que

podía haber consumido la enorme producción de esos años no pudo

activarse porque los salarios no lo permitían, además del importante

porcentaje de desempleo que hemos comentado.

El sector por el que realmente es conocido el Crack del 29 es el bursátil,

pues en él se desencadenó el inicio de la tormenta financiera. Durante los

últimos años de la década se fue hinchando una burbuja debido a las alzas

18 Manual
constantes de las cotizaciones, lo que retroalimentaba la constante llegada

de inversiones que hizo que el precio de las acciones de las empresas

perdiera de vista cuál era su valor real. Ante los rápidos beneficios que

ofrecían las inversiones, mucha gente llegó a pedir créditos para invertir el

Wall Street. Así, cuando el 24 de octubre de 1929, el jueves negro, salieron a

la venta acciones de bajo valor sin que encontraran comprador se

generalizó el pánico, ocasionando que todo el mundo quisiera vender. El

resultado fue que los valores iniciaron un rápido descenso que no tuvo freno

hasta bastante tiempo después. A raíz del miedo muchos ciudadanos

retiraron de los bancos sus ahorros, provocando la quiebra de numeras

entidades bancarias.

Las consecuencias fueron múltiples y de alcance global. En Estados

Unidos numerosas empresas quebraron y el número de desempleados

ascendió vertiginosamente llegando a situarse en índices del 25%. Como

dato anecdótico comentar que el ahora glamuroso Central Park de Nueva

York se vio invadido por asentamientos de quienes lo habían perdido todo.

La producción norteamericana no volvió a los niveles anteriores a 1929 hasta

los años de la Segunda Guerra Mundial.

Tarde o temprano, la Gran Depresión afectó a todo el mundo. Aunque

de forma desigual, los países europeos la padecieron y tuvo importantes

consecuencias sociales. Un ejemplo de cómo estas repercutieron en la

sociedad fue la manera en que las sufrieron las mujeres del continente:

«Cuando la Depresión se agudizó, las mujeres fueron obligadas a

abandonar muchos puestos de trabajo, vieron cómo se les cerraban las

perspectivas de hacer carrera, empezaron a no ser bien vistas en la

universidad, y tuvieron que hacer frente a la discriminación a todos los

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niveles» (Kershaw, 2016, p. 285).

Mientras Gran Bretaña la pudo capear de mejor manera, sobretodo en

el sur, no así en el norte donde las consecuencias fueron mayores, en países

como Francia y Alemania, especialmente esta última, fue especialmente

cruenta. En Francia la crisis se retardó un poco en llegar y no fue hasta 1931

en que se empezó a notar con fuerza. En Alemania la crisis económica

«abrió por completo las enconadas heridas que habían sido vendadas y

curadas solo superficialmente después de 1918» (Kershaw, 2016, p. 289),

facilitando el ascenso de ideologías populistas como el nacionalsocialismo

de Hitler.

El New Deal

En las elecciones de 1932 Franklin D. Roosevelt ganó la presidencia a

los Estados Unidos, lo que repitió en las siguientes tres ocasiones, siendo el

único político que las ha ganado cuatro veces. Las medidas económicas

que aportó para que el país saliera de la Gran Depresión fueron

bautizadas con el nombre de New Deal (Nuevo trato).

El New Deal se basaba en abandonar la política económica liberal

que había predominado desde mediados del siglo XIX, en la cual la

política apenas intercedía en la economía, siendo su lema dejar hacer,

dejar pasar. Las principales características de las medidas de Roosevelt

estaban en parte basadas en las teorías del economista británico John

Maynard Keynes:

Estimular la demanda agregada (a través de sus salarios y grandes obras

públicas) y la reducción de impuestos. El crecimiento de la demanda

20 Manual
conllevaría el incremento del gasto, lo que traería como consecuencia

el aumento del empleo. El keynesianismo supone que al aumentar los

ingresos y reducir los impuestos, los trabajadores tendrán más dinero. La

mayor cantidad de dinero estimularía el consumo y el consumo

aumentaría la producción y los puestos de trabajo (Corcuera, 2017, p.

50).

El presidente norteamericano impulsó inversiones en infraestructuras y

obras públicas que aportaron empleo a numerosos ciudadanos, ayudó a

que los bancos facilitaran el crédito y creó coberturas sociales (sanidad,

desempleo, ayudas sociales…) para las clases más desfavorecidas y

favoreció el consumo, de manera que se reactivara la economía. Si bien

la economía no repuntó de manera espectacular, al menos las medidas

consiguieron frenar la caída y empezar una lenta recuperación.

Universidad Continental | Manual 21


Tema n.° 4: Ascenso de los fascismos

El ascenso de los fascismos en Europa se inicia con la subida al poder de

Benito Mussolini en Italia el año 1922, y lo hace a partir del nombramiento

que recibe por parte del rey Victor Manuel III, al igual que en 1933 Hitler lo

recibió del presidente del Reich, Hindenburg, el encargo de formar

gobierno. Es importante este punto; ninguno de los dos consiguió el poder

por un golpe de estado ni saltándose la legalidad vigente, como sí ocurriría

con Franco en España y con otros dictadores del continente. Lo que hicieron

a partir de entonces sí fue totalmente antidemocrático, pero, repito, no su

nombramiento que fue en base a la influencia política que sus seguidores

les habían confiado en las urnas. Incluso cuando ya empezaron a mostrar

sus modales dictatoriales contaron con un gran apoyo institucional, como

el caso de Mussolini a quien «el rey Victor Manuel III, el Papa Pío XI, el mundo

de los negocios, las élites de la sociedad italiana y el ejército estaban

encantados con Mussolini y aplaudían su triunfo sobre “el juego mezquino

de los partidos”» (Casanova, 2011, pág. 75).

La causa principal por la que las élites sociales y económicas veían con

buenos ojos a la extrema derecha italiana en parte era debido a la

Revolución rusa y las consecuencias que tuvo en el aumento de afiliados a

los partidos de izquierdas y sindicatos, provocando numerosas

reivindicaciones y conflictos que llevaron a «la urgente necesidad por parte

de los industriales y terratenientes de establecer el control social sobre los

campesinos y trabajadores» (Casanova, 2011, pág. 70).

En Alemania, además de miedo de las élites a la Revolución rusa, se sumó

la crisis del 29 que hemos visto en el capítulo anterior. Es importante resaltar

22 Manual
que en Italia el fascismo ascendió al poder antes del Crack del 29, por lo que

no hay una relación entre la crisis económica de la depresión y la subida al

poder de Mussolini. Alemania fue una de las naciones más afectadas, con

cifras de desempleados superiores a los seis millones, lo que repercutió

negativamente en la confianza de la población de la democracia de

partidos recién creada a partir de la Constitución de Weimar de 1919.

La Depresión abrió por completo las enconadas heridas que habían sido

vendadas y curadas solo superficialmente después de 1918. El somero nivel

de aceptación de la democracia entre la élite política, económica y militar

quedó ahora expuesto a la vista de todos. Y entre las masas la fe en una

democracia que, a ojos de una mayoría cada vez mayor, era la responsable

de la penosa situación en que se encontraba el país fue marchitándose más

y más a medida que la Depresión se agravaba (Kershaw, 2016, pág. 289).

Además, en Alemania también se añadía la gravosa Paz de Versalles

firmada en 1919, las indemnizaciones y reparaciones a las que se veía

obligada a responder eran excelente munición política para los partidos

populistas y de ferviente sentimiento nacionalistas como el de Hitler.

Entre las características de los fascismos, y algunas de ellas también de los

totalitarismos comunistas como el de Stalin, son: ideologías absolutamente

antidemocráticas; imperialista; contar con un líder mesiánico, lo cual

imposibilita cualquier reflexión crítica a lo que él piensa, dice o manda. En

cuanto a específicamente fascista también se deben sumar las

características de antimarxista, antiliberal y a pesar de convivir con un sistema

de cierto talante capitalista, este se debe ejecutar bajo las estrictas órdenes

de partido fascista; premiando a determinadas empresas y prohibiendo a

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otras o eliminando quienes las lideran si no son del agrado gubernamental,

en Alemania por ejemplo a los judíos.

Al poco de ascender al poder, apenas a los seis meses, Hitler ya había

prohibido a los demás partidos y encarcelado a muchos de sus dirigentes —

en pocas semanas más de treinta mil socialistas y comunistas—, impuesto la

censura y el uso generalizado del terror en contra de quien no aceptara las

directrices del partido nazi. Como en el caso italiano, las fuerzas paramilitares

del partido nazi fueron el brazo ejecutor de muchas acciones represivas.

Tampoco aparecieron en la sociedad alemana o en la Iglesia voces en

contra de los abusos. Hechos como el incendio el 27 de febrero de 1933 de

la sede del parlamento alemán, el Reichstag, en que se culpó a los

comunistas sin ninguna evidencia —después de numerosas torturas un joven

comunista holandés aceptó reconocer la autoría—, permitieron a Hitler

recortar las libertades del pueblo alemán. Cinco años después, luego de la

noche de los cristales rotos el 9 de noviembre de 1938, fue el inicio del ataque

indiscriminado contra la población judía, que arreciaría a partir de 1941 con

el Holocausto, la gran mancha negra con la que tendrá que vivir la

humanidad durante mucho tiempo, donde fueron asesinadas más de cinco

millones de judíos.

El por qué toda una nación accedió a la barbarie del asesinato de un

pueblo como el judío es difícil de comprender, la bien engrasada maquinaria

propagandística nazi jugó un papel primordial: «El antisemitismo de los nazis

no podía, en sus orígenes, movilizar al pueblo alemán. Fueron necesarios

muchos años de propaganda embrutecedora para lograr que se calcara en

el imaginario la imagen del judío alemán sobre las de los judíos del Este no

asimilados» (Ternon, 1995, pág. 141).

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El poema del pastor protestante Martin Niemöller Cuando los nazis vinieron

por los comunistas define muy bien el sentimiento de una sociedad temerosa

del poder fascista:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,

no protesté,

porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme,

no había nadie más que pudiera protestar.

El sistema totalitario que impuso Hitler al ser nombrado presidente no

debiera ser ninguna sorpresa, pues él mismo ya había advertido con

anterioridad que no creía en la pluralidad política y mucho menos en el

marco constitucional de la República de Weimar.

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Si bien el fascismo solo tuvo éxito en Italia, Alemania y España (en este

último país después de una cruenta guerra civil), en la mayoría de países

europeos se alzaron con el poder gobiernos dictatoriales. Como mantiene

Ian Kershaw, solo las naciones con un largo recorrido democrático y con gran

fortaleza en sus instituciones, como Inglaterra, Francia o los países nórdicos

pudieron mantener sus democracias alejadas de las derivas que asolaron

gran parte del continente.

De la teoría a la práctica

Actualmente, en muchos países, especialmente de Europa, los partidos

de extrema derecha están ganando adeptos. Busca en Internet información de

uno de estos partidos y, según lo aprendido, analiza que peligro puede

representar para la democracia del país donde se encuentra.

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Glosario de la Unidad 2
A

Autócrata

Persona que ejerce por si sola la autoridad suprema de un Estado. Se daba


especialmente este título al emperador de Rusia (RAE)

Comunismo

Movimiento y sistemas políticos, desarrollados desde el siglo XIX, basados en la lucha


de clases y en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción
(RAE).

Fascismo

Movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la


primera mitad del siglo XX, que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación
nacionalista (RAE).

Nacionalsocialismo (nazismo)

Movimiento político y social del tercer Reich alemán, de carácter totalitario,


pangermanista y racista (RAE).

Revolución

Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y


socioeconómicas de una comunidad nacional (RAE).

Totalitarismo

Doctrina y régimenes políticos, desarrollados durante el siglo XX, en los que el Estado
concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las
relaciones sociales bajo una sola ideología oficial (RAE).

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Bibliografía de la Unidad 2
Casanova, J. (2011). Europa contra Europa. Barcelona: Crítica.

Casassas, J. et al. (2013). La construcción del presente. El mundo desde 1848 hasta
nuestros días. Barcelona: Ariel.

Corcuera, J. (2017). De los años dorados a la crisis internacional: de cómo la


globalización económica ha reorientado el destino de la economía mundial. En O.
Sánchez, La inevitable globalización. Enfoque cultural y económico del escenario
mundial. Lima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

Figes, O. (2014). La Revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo. Barcelona:


Edhasa.

Kershaw, I. (2016). Descenso a los infiernos. Barcelona: Crítica.

Lowe, N. (1992). Guía ilustrada de la Historia Contemporánea. México: Fondo de


Cultura Económica.

MacMillan. M. (2013). 1914. De la paz a la guerra. Madrid: Turner.

RAE (2014). Diccionario de la Lengua Española. 23ª Edición. España: Real Academia de
la Lengua. [Consulta: 18 diciembre 2017] [Link].

Ternon, Y. (1995). El estado criminal. Los genocidios en el siglo XX. Barcelona: Ediciones
Península.

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