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TRABAJO MONOGRÁFICO:
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
INTEGRANTES:
Vega Jorge, Antonio
Vilela Prado, Jesús
Villanueva Ayala, Wilber
Zelada Leon, Daniel
CURSO:
Historia Militar
DOCENTE:
Crl. EP Jesús Martín Alvarado Silva
AÑO:
2021
Dedicatoria:
Agradecer primero a Dios por guiarnos en
nuestros pasos cada día, a nuestros padres,
familia en general por su apoyo constante e
incondicional, así como también a nuestros
profesores que nos ayudan a lograr nuestras
metas.
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ÍNDICE
DEDICATORIA................................................................................................................2
ÍNDICE.............................................................................................................................3
INTRODUCCIÓN............................................................................................................4
CONCLUSIONES............................................................................................................20
BIBLIOGRAFÍA...............................................................................................................21
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INTRODUCCIÓN
Su nombre hace referencia a que combatió en todos los continentes exceptuando América.
Durante esta guerra las carreras armamentísticas se dispararon y se construyeron armas tan
potentes capaces de destruir a la humanidad entera.
Por último la bomba atómica de Hiroshima marcó una época en la humanidad ya que fue
el comienzo del miedo atómico, es decir el miedo a la destrucción del planeta.
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SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
I. DEFINICIÓN
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue uno de los acontecimientos
fundamentales de la historia contemporánea tanto por sus consecuencias como por su
alcance universal. Las «potencias del Eje» (los regímenes fascistas de Alemania e
Italia, a los que se unió el militarista Imperio japonés) se enfrentaron en un principio a
los países democráticos «aliados» (Francia e Inglaterra), a los que se sumaron tras la
neutralidad inicial los Estados Unidos y, pese a las divergencias ideológicas, la Unión
Soviética; sin embargo, esta lista de los principales contendientes omite multitud de
países que acabarían incorporándose a uno u otra bando. En el desarrollo de la
Segunda Guerra Mundial suelen distinguirse tres fases: la «guerra relámpago» (desde
1939 hasta mayo de 1941), la «guerra total» (1941-1943) y la derrota del Eje (desde
julio de 1943 hasta 1945). En el transcurso de la «guerra relámpago», así llamada por
la nueva y eficaz estrategia ofensiva empleada por las tropas alemanas, la Alemania de
Hitler se hizo con el control de toda Europa, incluida Francia; sólo Inglaterra resistió
el embate germánico.
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«crack» de 1929 y la crisis y debilitamiento del sistema liberal; todo ello contribuyó al
desarrollo de nuevas corrientes totalitarias y a la instauración de regímenes fascistas
en Italia y Alemania, cuya agresiva política expansionista sería el detonante de la
guerra. Ya en su mera enunciación se advierte que tales causas se encuentran
fuertemente imbricadas: unos sucesos llevan a otros, hasta el punto de que la
enumeración de causas acaba convirtiéndose en un relato que viene a presentar la
Segunda Guerra Mundial como una reedición de la «Gran Guerra».
En fecha tan temprana como 1922, la «Marcha sobre Roma» de los fascistas italianos
llevó al nombramiento como primer ministro de Mussolini, quien, tras ilegalizar las
restantes fuerzas políticas en 1925, instauró su régimen fascista en Italia. Hitler, en
política activa desde 1920, hubo de esperar al «crack» de 1929 y a su nueva espiral de
bancarrota y desempleo; en 1932, el partido nazi fue la fuerza más votada en las
elecciones; en 1933 fue nombrado canciller, y a mediados de 1934, habiendo
suprimido las instituciones democráticas y toda oposición política, detentaba un poder
absoluto como «Führer» o caudillo al frente del régimen nazi.
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francés Édouard Daladier. Pero en seguida se vio que la «política de apaciguamiento»
de Inglaterra y Francia, consistente en ceder a sus demandas a cambio de la promesa
de renunciar a nuevas reivindicaciones, era completamente inútil. Vulnerando los
acuerdos de Múnich, Hitler ocupó no únicamente los Sudetes, sino toda
Checoslovaquia (marzo de 1939), invadió la región de Memel (Lituania) y puso sus
ojos en Polonia, a la que reclamaba el corredor y la ciudad libre de Danzig, territorios
que el Tratado de Versalles había arrebatado a Alemania para proporcionar a Polonia
una salida el mar.
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previendo una guerra de posiciones como en la Primera Guerra Mundial. La poderosa
marina británica no invirtió en la construcción de unidades que se convertirían en
vitales (como el portaaviones), pero el país desarrolló ampliamente su fuerza aérea.
De las potencias que pronto intervendrían en el conflicto, la URSS contaba con sus
ingentes recursos humanos, y el otro gigante mundial, los Estados Unidos de América,
poseía mayor potencial industrial que capacidad militar efectiva; sólo tras decidir su
participación en la guerra enfocó rápidamente su industria a la fabricación de armas, y
especialmente a la construcción de aviones (cazas y bombarderos) y potentes buques
de guerra (portaaviones y acorazados).
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broma»: Francia, Inglaterra y Alemania se habían declarado la guerra, pero, entre
octubre de 1939 y marzo de 1940, en ninguno de estos países se registraron combates.
Ambos bandos movilizaron y prepararon sus efectivos y defensas, pero dejaron pasar
el invierno sin tomar ninguna iniciativa. Antes de comenzar la guerra, y pensando en
los efectos que podría tener un bloqueo similar al llevado a cabo durante la Primera
Guerra Mundial, Hitler había promovido la autarquía económica, intentando llevar el
país a un nivel de autosuficiencia o de mínima dependencia del exterior. Pero aunque
lo había logrado en muchos ámbitos, Alemania carecía de algunas materias primas
imprescindibles para su industria de guerra, como el hierro: seguía dependiendo del
hierro escandinavo. Por esta razón, el primer paso de Hitler fue la ocupación de
Dinamarca y Noruega (abril de 1940); la escasa resistencia fue vencida en pocos días,
y los gobiernos de los países ocupados hubieron de trasladarse a Londres.
Siguiendo el plan del general Erich von Manstein, el Estado Mayor escogió
precisamente las Ardenas como punto de paso hacia Francia. El 10 de mayo de 1940,
las fuerzas alemanas iniciaron los ataques sobre Holanda y Bélgica, y cuatro días más
tarde, el grueso del ejército alemán caía sobre Francia desde las Ardenas, haciendo
inútil la Línea Maginot. Con uso masivo de divisiones de tanques (Panzer) y de
unidades especializadas como las de paracaidistas y la aviación (Luftwaffe), que
destruían puntos claves, las tropas alemanas se lanzaron sin impedimentos sobre el
Canal de la Mancha, dejando embolsadas las tropas británicas y francesas en la zona
de Dunkerque. Inexplicablemente, los alemanes detuvieron durante su avance dos
días, dando tiempo a que franceses e ingleses pudiesen completar, el 4 de junio de
1940, el reembarco de sus efectivos (más de trescientos mil soldados) hacia Gran
Bretaña.
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Al día siguiente, los alemanes emprendieron el avance hacia el sur; el 14 de junio
entraron en París. El mariscal Philippe Pétain, que había asumido la presidencia, pactó
con Hitler un armisticio. Francia quedó dividida en dos: el norte ocupado, que daba a
Hitler el control de toda la fachada atlántica y de la capital, y una zona sur de
jurisdicción francesa administrada por un gobierno colaboracionista (presidido por
Pétain) que tenía su sede en Vichy. Mientras tanto, el general Charles de Gaulle, que
rechazó este acuerdo, organizó desde Londres la resistencia interior, lanzando a través
de la radio consignas que por el momento tendrían escasa repercusión; para muchos
franceses, Pétain había salvado al país de males mayores.
Las campañas citadas, y muy especialmente la ofensiva sobre Francia, son ejemplos
eminentes del éxito de las nuevas tácticas militares conocidas como «guerra
relámpago» (Blitzkrieg). Apoyándose en la rapidez, movilidad y perfecta coordinación
de sus unidades motorizadas (aviación, tanques, carros de combate, artillería
autopropulsada), los alemanes concentraban sus energías en puntos débiles o
estratégicos hasta forzar sorpresivas rupturas en el frente por las que penetraban las
fuerzas terrestres, que avanzaban rápidamente por la desguarnecida retaguardia hacia
sus objetivos finales, sembrando el caos y el desconcierto entre las líneas enemigas.
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rápida que los grandes estrategas franceses perdieron por tiempo. El mismo concepto
de frente quedó finiquitado; había frente donde atacaban los alemanes, lo cual, dada su
rapidez y movilidad, era como decir que no lo había. Que la Línea Maginot se
mantuviera intacta tras la caída de París era el negro chiste que señalaba la abismal
diferencia entre la guerra antigua y la moderna, entre acumular tropas para defenderse
de nadie y exprimirlas al máximo dotándolas de un duende de dinamismo que parecía
ubicuidad. Hay que notar que este novedoso enfoque respondía también a una
necesidad estratégica profunda: Inglaterra seguía ejerciendo el dominio de los mares,
y, al igual que en la Primera Guerra Mundial, Alemania podría quedar desabastecida
de petróleo y otros productos básicos si era sometida a un prolongado bloqueo
marítimo por los británicos. De ahí la prioridad de llevar rápidamente el conflicto
hacia su desenlace.
En solamente nueve meses, Hitler se había apoderado de Europa: los países que no
habían caído bajo su dominio eran aliados suyos o neutrales. Con la claudicación de
Francia, en efecto, tan sólo quedaba Gran Bretaña, a cuyo frente se había colocado el
gobierno de coalición presidido por Winston Churchill, un político de dilatada
trayectoria destinado a convertirse en el más admirado estadista de la Segunda Guerra
Mundial. Reconociendo en su toma de posesión (10 de mayo de 1940) que no podía
ofrecer más que «sangre, sudor y lágrimas» a sus conciudadanos, el nuevo primer
ministro insufló un espíritu de lucha en el pueblo británico y, con su determinación de
resistir a toda costa, contrarió los planes de Hitler, que había supuesto que el
aislamiento empujaría a Inglaterra a negociar.
Entretanto, deslumbrado por las grandes victorias obtenidas por el Reich, Mussolini
decidió finalmente que Italia entrara en la guerra en apoyo de Alemania. El Duce
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esperaba con ello satisfacer sus ambiciones territoriales en los Balcanes y el norte de
África. En septiembre de 1940, Italia atacó Grecia desde Albania, pero griegos y
británicos lograron rechazarles. Hitler, que ya pensaba en la invasión de la URSS, tuvo
que desviar parte de sus tropas y medios en ayuda de su desastroso aliado. Con la
colaboración de Rumanía, Hungría y Bulgaria, que se aliaron con el Reich, los
alemanes emprendieron en abril de 1941 una nueva «guerra relámpago»: en apenas
dos semanas ocuparon Yugoslavia y la Grecia continental, forzando la rendición de los
ejércitos de estos países y la retirada de los británicos. En mayo de 1941, la arrolladora
campaña finalizó con la ocupación de Creta.
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alguno comparables a las de la Europa occidental) y el rechazo de la población
retrasaron el avance de sus divisiones, que no estuvieron en disposición de atacar sus
objetivos hasta finales de septiembre.
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exportaciones de petróleo y acero y congelaron los activos japoneses en el país, entre
otras sanciones económicas.
Durante los primeros meses de 1942, los japoneses, que anteriormente habían suscrito
un pacto de no agresión con Rusia, campearon sin demasiadas dificultades por el
sudeste asiático, ocupando Singapur, Indonesia, las islas Salomón, Birmania y
Filipinas. Pero el 4 de junio de 1942, sus progresos quedaron bruscamente frenados en
el más decisivo de los combates navales de la Segunda Guerra Mundial: la batalla de
Midway, un archipiélago situado 1.800 kilómetros al oeste de las islas Hawai en torno
al que se enfrentaron las armadas enemigas. Japón vio hundirse sus cuatro
portaaviones, unidades que se habían revelado esenciales para la supremacía en la
moderna guerra marítima, y ya nunca podría resarcirse de su pérdida; los astilleros
estadounidenses botaron nuevos buques de guerra a toda máquina, y en adelante los
norteamericanos sólo tendrían que imponer su superioridad naval y aérea, a la que los
nipones opusieron una fanática resistencia.
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VI. LA DERROTA DEL EJE (JULIO 1943-1945)
La universalización de la Segunda Guerra Mundial decantó el conflicto; con la
incorporación al bando aliado del poderío militar e industrial de la Unión Soviética y
Estados Unidos, las potencias del Eje perdieron todas sus opciones. De hecho, ya en la
etapa anterior se habían registrado combates decisivos que señalaban la inversión en el
equilibrio de fuerzas: desde las batallas de Midway (junio de 1942) y Stalingrado
(febrero de 1943), japoneses y alemanes se veían obligados a retroceder ante la
contraofensiva de los americanos y los rusos. A estos avances se añadió, en la fase
final de la guerra, la apertura de dos nuevos frentes: el de Italia (iniciado con el
desembarco aliado en Sicilia) y el de Francia (tras el desembarco de Normandía), cuyo
resultado sería, tras padecer un acoso en todas direcciones, la caída del Reich.
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El desembarco de Normandía (6 de junio de 1944) es sin duda la acción más recordada
de la Segunda Guerra Mundial. La apertura de un frente occidental tenía un alto valor
estratégico por cuanto obligaba a Alemania a dividir sus fuerzas para combatir entre
dos frentes. Protegidas por un intenso bombardeo aéreo y naval, las divisiones aliadas
desembarcaron en las playas de esta región del noroeste de Francia. Tras duros
combates, se logró afianzar la cabeza de puente; el 1 de agosto, fecha en que finaliza
el célebre Diario de Ana Frank, el frente alemán se hundió; el 25 de agosto, París era
liberada. Simultáneamente, el ejército soviético emprendió en junio de 1944 una gran
ofensiva que liberó Polonia, Rumanía y Bulgaria.
Todo estaba perdido, pero Hitler, depositando todavía sus esperanzas en las potentes
armas secretas que desarrollaban los ingenieros del Reich, arrastró a Alemania a una
desesperada resistencia. A principios de 1945, un último contraataque alemán en las
Ardenas fue abortado; a partir de ese momento, la guerra se convirtió en una carrera
en que los generales rusos y occidentales se disputaron el honor de llegar los primeros
a Berlín, trofeo que se llevaron los soviéticos (2 de mayo de 1945). Dos días antes, el
Führer se había suicidado en su búnker.
En el Pacífico, desde la derrota de Midway, Japón apenas si había logrado más que
ralentizar su retirada resistiendo tenazmente las acometidas de los estadounidenses,
que diezmaron la armada nipona y reocuparon numerosos territorios. En verano de
1945, pese a la capitulación de Alemania, el Imperio japonés seguía decidido a resistir
a toda costa. Debido a las inmensas distancias y a la singular geografía del escenario
bélico, que obligaba a luchar de isla en isla, la Guerra del Pacífico se preveía
sumamente costosa en recursos humanos y materiales. Ante esta perspectiva, Harry S.
Truman, nuevo presidente norteamericano tras la súbita muerte de Roosevelt, optó por
emplear una nueva arma: la bomba atómica. El 6 y 9 de agosto de 1945, las ciudades
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japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por sendas explosiones
nucleares. El 2 de septiembre de 1945, Japón firmaba la rendición incondicional. La
Segunda Guerra Mundial había terminado.
Desde 1941, sin embargo, todo el mundo sabía que la incorporación de la Unión
Soviética al bando aliado, forzada por la fallida invasión de Hitler, era una alianza
contra natura que el final de la guerra se encargaría de deshacer. Con su poderoso
ejército desplegado en la Europa oriental, Stalin subscribió en Yalta la propuesta de
celebrar elecciones libres en los países ocupados, y, acabada la guerra, quebrantó el
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acuerdo favoreciendo la implantación de regímenes comunistas dependientes de
Moscú. De este modo, casi todos los países del este de Europa (incluida la Alemania
oriental, en la que se estableció la República Democrática Alemana) quedaron bajo la
órbita soviética.
Se iniciaba con ello la «Guerra Fría», nueva fase geopolítica en que el antagonismo
entre las superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y
la URSS, no desembocó en guerra abierta por milagro o por temor al cataclismo
nuclear que podían desencadenar los arsenales atómicos de los contendientes. Ambas
potencias se erigieron en líderes de dos bloques ideológicos (el Occidente capitalista y
el Este comunista) cuya fuerza y cohesión incrementaron mediante pactos militares (la
OTAN y el Pacto de Varsovia), planes de ayuda (el Plan Marshall) y alianzas
económicas (la Comunidad Europea y el COMECON), mientras se enzarzaban en
conflictos locales soterrados para promover o impedir la incorporación de tal o cual
región a uno u otro bloque, reduciendo la mayor parte del mundo, y también Europa, a
un tablero de ajedrez.
Las inmensas deudas que Inglaterra había contraído con Estados Unidos y el triste
papel de Francia en la guerra habían dejado sin voz a la devastada Europa. La
desafiante actitud de Stalin y el inicio de la «Guerra Fría» empujaron decididamente a
Estados Unidos a situar bajo su órbita la Europa occidental (incluida Grecia y los
vencidos: Italia y la nueva República Federal Alemana) y sustraerla a la influencia de
los partidos comunistas europeos y de la Unión Soviética. En 1947, el presidente
Truman aprobó el Plan Marshall, así llamado por su promotor, el secretario de Estado
George Marshall. En el fondo, el plan diseñaba una reconstrucción favorable a los
intereses de los Estados Unidos, pues preservaría la demanda europea de productos
americanos; pero aquella sabiamente administrada lluvia de millones, invertida
fundamentalmente en infraestructuras, dio un gran impulso a la economía europea, que
en sólo doce años rebasó los índices de producción de 1939. Perdido el liderazgo
político, la Europa occidental lograría, al menos, recuperar el protagonismo
económico.
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el estatus colonial. A través de revueltas violentas que Europa no estaba en
condiciones de sofocar, o bien mediante negociaciones o una combinación de ambos
medios, casi todas las colonias alcanzaron su independencia entre 1945 y 1975. La
descolonización contó con el impulso y beneplácito de las nuevas superpotencias, pues
conllevaba el afianzamiento de su hegemonía, la apertura de nuevos mercados y la
oportunidad de incorporar nuevas naciones a su ámbito de influencia.
En tanto que proceso en que se percibe una justicia intrínseca y reparadora de los
males del imperialismo, podría creerse la descolonización fue una consecuencia
positiva de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en su realización práctica, la
descolonización no condujo sino a una nueva forma de dependencia, el
«neocolonialismo», que acabaría empeorando las condiciones de vida. Los nuevas
naciones heredaron una economía sometida a los intereses coloniales que se basaba en
la exportación de un reducido número de materias primas o productos agrícolas a las
metrópolis; las beneficios obtenidos, sin embargo, no alcanzaban para la importación
de los productos manufacturados necesarios. Tal déficit comercial sólo podía paliarse
con los créditos que los nuevos países solicitaban a las antiguas metrópolis o a las
superpotencias, creando un círculo vicioso de dependencia económica y, por ende,
política. Carentes de la capacidad decisoria y financiera que precisaban para acometer
la imprescindible diversificación de sus economías, las antiguas colonias asistieron
impotentes a la cronificación o acentuación de los desequilibrios, y pasaron a integrar
la amplia franja de subdesarrollo que hoy conocemos como Tercer Mundo.
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CONCLUSIONES
Para finalizar con el trabajo presento las principales conclusiones de la Segunda Guerra
Mundial cambiaron la política de todo el planeta, siendo esenciales para entender el mundo
tal y como lo conocemos en la actualidad. Las principales conclusiones políticas de la
Segunda Guerra Mundial son las siguientes:
Caída del fascismo y de los regímenes totalitarios, salvo excepciones como España o
Portugal la mayoría de naciones comenzaron el camino hacia una democracia total y se
crearon organizaciones para luchar contra las dictaduras.
Alemania se dividió en cuatro partes, siendo cada una propiedad de uno de los estados
Aliados. Esto era necesario para frenar la influencia nazi de forma definitiva y terminar
con la guerra.
Japón cedió en todas sus disputas en Asia, terminando con el sufrimiento que naciones
como China llevaban años sufriendo.
Gran parte de Europa, siendo las zonas conquistadas por Alemania y la URSS, fue
dividida entre el apoyo a EEUU y la URSS, naciendo dos zonas de influencia.
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BIBLIOGRAFÍA
LIBROS DE CONSULTA:
Beevor, A., Cavalcanti, C., & de Oliveira Brízida, J. (2012). La Segunda Guerra
Churchill, S. W., & Devoto, A. (2002). La segunda guerra mundial (No. Sirsi)
PÁGINAS VIRTUALES:
https://historia.nationalgeographic.com.es/temas/segunda-guerra-mundial
https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/world-war-ii-in-europe
https://www.planetadelibros.com.pe/libros/segunda-guerra-mundial/00066/00163
https://www.abc.es/segunda-guerra-mundial/
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