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Vanina Schoijett

Teta y Sueño
Vanina Schoijett
@duermetehannibal

Teta y Sueño
El desafío amoroso
de criar bebés y niños
ÍNDICE

SOBRE MÍ
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
MUCHO MÁS QUE LECHE: LACTANCIA Y ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTARIA
01. ¿PREPARAR LOS PEZONES?
02. LECHE DEL INICIO Y LECHE DEL FINAL
03. DOLOR AL AMAMANTAR
04. DIEZ PAUTAS PARA RECONOCER QUE UN
PROFESIONAL DE LA SALUD NO SABE DE LACTANCIA
05. ¿DAR LA TETA CADA TRES HORAS, QUINCE MINUTOS
DE CADA PECHO?
06. LA “TETA SÁNDWICH”
07. EL AGARRE ASIMÉTRICO
08. ¿UN PECHO POR TOMA O LOS DOS?
09. LO QUE NO SABÍAS DE LAS CRISIS DE CRECIMIENTO
10. LACTANCIA MIXTA: ¿PELIGRA LA LACTANCIA?
11. DESTETE PRECOZ
12. “MI BEBÉ NO HACE CACA A DIARIO, ¿ES NORMAL?”
13. POSICIÓN BIOLÓGICA: LA FISIOLOGÍA AL SERVICIO DE
LA LACTANCIA
14. SEMANA MUNDIAL DE LA LACTANCIA MATERNA: LA
CELEBRACIÓN DE LO NATURAL
15. EL PODER DE LA EXTRACCIÓN MANUAL
16. CUANDO SE ACABA EL DÍA, ¿SE ACABA LA LECHE?
17. “DALE UNA MAMADERA ASÍ PODÉS DESCANSAR MÁS”
18. “NO DEJES QUE TE USE DE CHUPETE”
19. PEZONERAS: NO TODAS LAS TETAS LAS NECESITAN,
NO TODAS SIRVEN PARA TODAS LAS TETAS
20. “DAR EL PECHO ES MUY ESCLAVO”
21. “DESPUÉS DE LOS SEIS MESES, LA LECHE MATERNA
ES AGUA”
22. AMAMANTAR CON UN SOLO PECHO
23. EL BANCO CASERO DE LECHE
24. LACTANCIA Y VUELTA AL TRABAJO: OTRAS
PREOCUPACIONES
25. “QUE LA MAMADERA SE LA DÉ OTRO”
26. “VUELVO A TRABAJAR: ¿QUÉ CANTIDAD DE LECHE
DEBO DEJARLE A MI BEBÉ?”
27. LACTANCIA Y CARIES
28. ¿POR QUÉ NECESITAMOS HABLAR DE LACTANCIA?
29. ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA Y BLW: EL BEBÉ
SABE, EL BEBÉ GUÍA
30. ¿PARA QUÉ SEGUIR DANDO TETA CUANDO YA COMEN
DE TODO?
31. ALIMENTACIÓN AUTORREGULADA DESDE EL INICIO:
¿QUÉ LE DAMOS Y CÓMO SE LO DAMOS?
32. NUESTRA TETA DE CADA DÍA
33. KEEP CALM Y LLAMÁ A UNA PUERICULTORA
34. “MI BEBÉ ‘SALTA’ DE TETA EN TETA”
35. “MIENTRAS TOMA DE UNA TETA ME QUIERE TOCAR LA
OTRA”
36. “MI BEBÉ ME MUERDE LA TETA”
37. LIBRE DEMANDA, ¿HASTA CUÁNDO?
38. “YA NO QUIERO AMAMANTAR MÁS”
39. LA “PASTILLITA” PARA CORTAR LA LECHE
40. LACTANCIA PROLON… ¿QUÉ?
41. “YA ESTÁS GRANDE PARA LA TETA”
42. “SI YO NO DESTETO, ¿SE VA A DESTETAR ALGÚN
DÍA?”
43. “SI NO COME NADA, SACALE LA TETA QUE ASÍ VA A
COMER”
44. EL DESTETE, ¿Y DESPUÉS QUÉ?
45. MITOS Y VERDADES DE LA LACTANCIA DURANTE EL
EMBARAZO
46. EL DESTETE DE OLIVIA
47. EL DESTETE NOCTURNO
48. DESTETAR A LOS DOS AÑOS
49. DAR TETA A LOS CUATRO AÑOS
50. EL DESTETE DE BENICIO
DORMIR COMO CON UN BEBÉ
01. EL SUEÑO DEL RECIÉN NACIDO HASTA LOS TRES
MESES
02. “MI BEBÉ SOLO QUIERE DORMIR SOBRE MI PECHO”
03. “SE DESPIERTA POR LA TETA”
04. “EN BRAZOS DUERME BÁRBARO, PERO CUANDO LO
APOYO, SE DESPIERTA”
05. “ME DA MIEDO HACER COLECHO”
06. “SI SE DUERME CON LA TETA, SIEMPRE VA A
NECESITAR LA TETA PARA DORMIRSE”
07. “¿CUÁNDO VA A DORMIR TODA LA NOCHE?”
08. EL SUEÑO DE LOS TRES A LOS SEIS MESES
09. GALLITOS MADRUGADORES
10. “¿CÓMO PUEDO LOGRAR QUE MI BEBÉ SE DUERMA
SOLO?”
11. ¿SIESTAS CORTAS O SIESTAS LARGAS? ¿MUCHAS
SIESTAS O POCAS SIESTAS?
12. “¿ESTÁ MÁL QUE SE DUERMA CON LA TETA?”
13. LAS SIESTAS “EN CONTACTO”
14. “¿CUÁNTAS HORAS DEBERÍA DORMIR MI BEBÉ?”
15. EL SUEÑO DE LOS SEIS A LOS DOCE MESES
16. DESVELOS EN LA MADRUGADA
17. NO ES RESPONSABILIDAD DE LOS ADULTOS HACER
DORMIR A LOS BEBÉS
18. EL MARAVILLOSO CONCEPTO DEL BREASTSLEEPING
19. CUANDO TE DICEN QUE “LA CLAVE ES ACOSTARLO EN
SU CUNA DESPIERTO”
20. ¿SIESTAS EN TOTAL OSCURIDAD?
21. NO EXISTE EL “SUEÑO BASURA”
22. LA ROBÓTICA IDEA DE LAS VENTANAS DE SUEÑO
23. EL MARKETING DEL SUEÑO INFANTIL: DEL
“DUÉRMETE, NIÑO” A LAS SLEEP COACHES
24. EL SUEÑO DEL AÑO A LOS DOS AÑOS
25. EL VERDADERO PROBLEMA DEL SUEÑO INFANTIL: LAS
EXPECTATIVAS DE LOS ADULTOS
26. LAS TEMIDAS MULETILLAS DEL SUEÑO
27. “SE DESPIERTA TANTO QUE SIENTO QUE NO
DESCANSA”
28. “MI BEBÉ SE PONE SUPERACTIVO ANTES DE IR A
DORMIR”
29. ¿A QUÉ HORA SE DEBEN IR A DORMIR LOS BEBÉS?
30. EL SUEÑO DE LOS DOS A LOS TRES AÑOS
31. “SE RESISTE A DORMIR”
32. LAS MIL Y UNA FORMAS DE HACER COLECHO
33. EL SUEÑO DE LOS TRES A LOS CINCO AÑOS
34. DEJANDO LAS SIESTAS ATRÁS
35. RECURSOS AMOROSOS PARA ACOMPAÑAR EL SUEÑO
UNAS PALABRAS FINALES
AGRADECIMIENTOS
Schoijett, Vanina
Teta y sueño / Vanina Schoijett. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : Planeta, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-49-7657-8
1. Maternidad. I. Título.
CDD 649.10242

© 2022, Vanina Schoijett

Diseño de interior y cubierta: Guillermo Miguens y Diego Martin


Edición: Teodora Scoufalos
Corrección: Vanesa Fernández
Ilustraciones de portada e interior: Alberto “Kaiser” Sosa

Todos los derechos reservados

© 2022, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.


Publicado bajo el sello Planeta®
Av. Independencia 1682, C1100ABQ, C.A.B.A.
www.editorialplaneta.com.ar

Primera edición en formato digital: abril de 2022


Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del


“Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial
o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la
reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite


ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-7657-8
A Olivia, Benicio y Alberto.
Por el amor, el aprendizaje, el desafío
diario
y la caótica alegría de compartir la vida.
SOBRE MÍ

Me formé académicamente como licenciada en


Publicidad y trabajé en agencias durante más de una
década hasta que fui mamá por primera vez. Con la
maternidad llegaron vientos de cambio, como les sucede a
tantas mujeres, y cuando mi hija tenía un año, tomé valor y
renuncié a mi trabajo para quedarme en casa por algún
tiempo, dedicándome a ella por completo, mientras nacía
en mí la idea de estudiar algo relacionado con lo que ahora
me atravesaba de punta a punta. Y así fue como me inicié
en una nueva carrera, la de puericultora: una
especialización en lactancia y crianza.
Mientras avanzaba en mis estudios, y a la par que
avanzaba también en la experiencia de criar a mi propia
hija, empecé a sentir la necesidad de expresar en algún
lado toda la información y las ideas que llegaban a mí como
un tsunami que lo replantaba todo, que lo cuestionaba todo.
Eran como fuegos artificiales que explotaban en mi cabeza
y resultaban difíciles de contener.
A finales de 2012 y alentada por mi marido, creamos
Duérmete Hannibal, una página en Facebook donde empecé
a escribir sobre crianza, maternidad y lactancia con una
impronta creativa y original que se recortaba de los demás
espacios en redes sociales sobre estos temas. Gráficas de
alto impacto visual y llenas de humor ácido acompañadas
de un contenido sólido e interpelante eran el espíritu
distintivo de la página.
Incontables veces me preguntaron a qué se debía el
nombre Duérmete Hannibal. Se trata en definitiva de una
parodia del libro Duérmete, niño, del Dr. Eduard Estivill, a
través de la que intentamos representar el estrés, la
negación, el desapego y las potenciales secuelas
emocionales que este método de entrenamiento del sueño
basado en la metodología del “llanto controlado” puede
generar en bebés y niños pequeños (algo que hace años es
estudiado por las neurociencias). De la mano de un
personaje con serias carencias afectivas como lo es
Hannibal Lecter, el asesino serial del film El silencio de los
inocentes, buscamos dramatizar con sarcasmo el resultado
opuesto de lo que significa una crianza empática y
respetuosa de los tiempos y las necesidades infantiles.
En 2018 llegó la oportunidad de editar mi primer libro, La
revolución de la crianza, una primera compilación de los
artículos publicados en mis redes sociales hasta entonces.
Hoy tengo la enorme alegría de publicar un segundo libro,
haciendo especial énfasis en la lactancia y la alimentación,
y en el sueño: dos temas que ocupan las mayores
preocupaciones de los nuevos ma/padres. Siento un orgullo
inmenso de poder materializar a este “bebé” y colaborar en
la construcción de nuevos paradigmas de crianza.
Mi mayor deseo es que cada madre, cada padre y cada
persona que forma parte de la vida de niños y niñas,
encuentre en estas páginas información que le aporte y le
enriquezca la tarea de criar desde la consciencia y el
respeto por estos seres pequeños con los que compartimos
la vida.
¡Muchas gracias por estar ahí!

Vanina Schoijett
duermetehannibal@gmail.com
@duermetehannibal
www.duermetehannibal.com
PRÓLOGO

Los padres suelen tener muchísimas dudas y


preocupaciones sobre la crianza y la educación de sus hijos.
O a lo mejor solo me lo parece a mí; a lo mejor es que solo
los padres preocupados y dubitativos consultan al pediatra,
y hay por ahí montones de padres tranquilos y seguros que
no me vienen a ver.
Y lo más triste, visto con la perspectiva que me da el ser
abuelo, es que la mayoría de esos padres están
preocupados por... Perdón, no se enfaden... Por tonterías.
Que si el niño se despierta mucho o muchísimo, que si se
chupa el puñito o no se lo chupa, que si echa los gases o no
los echa, que si come suficiente fruta, que si se va a
acostumbrar a los brazos y no caminará nunca, que si lo
metemos en nuestra cama jamás aprenderá a dormir solo,
que si límites por aquí y rutinas por allá, que si dejamos que
se salga con la suya (¡quiere comerse el pollo y dejar la
zanahoria, el muy sinvergüenza!) será delincuente juvenil o
asesino en serie...
Muchos padres pasan los mejores años de su vida
preocupados por tonterías que dentro de apenas cinco años
serán simples anécdotas, y dentro de treinta años serán sus
recuerdos más felices.
Disfruten de sus hijos. Mímenlos sin temor. Aprovechen el
momento, porque crecen. Crecen todos, crecen siempre,
crecen muy rápido. No esperen a tener nietos para darse
cuenta de que los abrazos son más importantes que los
límites.
Espero que el libro de Vanina los ayude a despejar
muchas de esas dudas. Procuren leerlo durante el
embarazo. Porque después del parto hay que dedicar más
tiempo al bebé y menos a los libros.

Dr. Carlos González


Pediatra.
Autor de Mi niño no me come y Bésame mucho, entre otros.
INTRODUCCIÓN

Podemos decir sin titubear que si hablamos de crianza,


nadie tiene la verdad. Porque es una verdad que tampoco
existe como tal. Sí existimos personas, con nuestras
historias, nuestras mochilas, nuestras infancias vividas,
nuestros linajes, nuestras creencias, nuestros deseos y
nuestros prejuicios. Personas que vivimos en una cultura
que es la que es, que nos influye, nos enseña, nos
condiciona y nos juzga. Esa misma cultura es la que
enmarca la crianza de niños y niñas desde una determinada
perspectiva, y los adultos que nos convertimos en madres y
padres nos enfrentamos, desde el momento en el que nacen
nuestros hijos, al desafío de conjugar todas las ideas que
traemos sobre cómo hay que criar niños con todas las
experiencias reales y concretas que vamos juntando en el
día a día de la vida con esos hijos, también reales y
concretos.
Es ahí cuando se produce la eclosión. Cuando eso que
aprendimos, esas ideas que creemos tener bien entendidas
y arraigadas, empiezan a desdibujarse porque ese bebé que
tenemos en brazos nos pide algo diferente. Porque ese bebé
no quiere –¡no puede!– separarse de nuestro cuerpo, pide
teta de manera insaciable y se niega rotundamente a
dormir en su cunita. Se nos queman los papeles. Pocas
cosas son como creíamos que debían ser y las voces del
afuera empiezan a contradecirse con la voz interior. Ahí
está, ahí lo podemos ver con claridad: es la cultura en la
que estamos inmersos en franco desacuerdo con la
fisiología. Pero resulta que, paradójicamente, el bebé es
pura fisiología y nada sabe de cultura.
Cuando hablamos de fisiología nos referimos al
funcionamiento natural del organismo de los seres vivos. Se
busca entender precisamente cómo opera el cuerpo, sus
procesos, mecanismos y estructuras para posibilitar la vida.
La fisiología nos enseña cómo trabaja naturalmente el
organismo para lograr la homeostasis (es decir, el estado de
equilibrio) y poder sobrevivir. Y, por supuesto, la fisiología
nunca se equivoca. Porque si falla, la vida puede correr
peligro. Esa es un poco la sensación que creo que tienen los
bebés cuando se busca torcer la fisiología, pretendiendo
alimentarlos según lo que indica el reloj o forzarlos a dormir
en una cuna, separados del cuerpo materno. Creo que
deben temer por su integridad física y por eso lloran y se
resisten y luchan por obtener aquello que su instinto les
dice a los gritos que necesitan: contacto, alimento e
interacción constantes con su cuidador principal, que se
constituyen como las necesidades básicas del recién nacido
humano.
El problema es que como seres racionales y pensantes,
hemos perdido el instinto. Se escucha mucho hablar del
“instinto materno” y quienes se especializan en el estudio
del psiquismo han llegado a la conclusión de que no existe.
Es una idea asociada al histórico rol de la mujer que la
ubicaba en el lugar de madre y esposa como fines en sí
mismos (otra vez, la cultura enseñándonos que las mujeres
“nacemos” para ser madres), y también vinculada a su
condición biológica por ser poseedora de ovarios y útero
para gestar y dar vida a un bebé. Pero si ese instinto como
tal existiera, no habría mujeres que no desearan ser madres
o mujeres que desatienden, maltratan, abandonan o matan
a sus hijos. Se deduce entonces que el vínculo madre-hijo es
en realidad una construcción social, una relación que se
arma desde el embarazo para algunos y desde el
nacimiento del bebé para otros. Al niño se lo aprende a
amar, a cuidar, a criar.
Lo que comúnmente llamamos “instinto” es en realidad
intuición. La intuición es aquello que nos vibra en las tripas.
Es algo que no razonamos. Simplemente, lo sentimos así y
es lo que comanda muchas de nuestras decisiones en la
vida. Infinidad de veces, de hecho, esa intuición contrasta
con la información a la que accedemos. Y entonces
dudamos. ¿Será así como dice esta persona que
supuestamente sabe de lo que está hablando? ¿Debería
seguir su recomendación aunque me haga ruido?
Ya sabemos que rebalsamos de información por todas
partes. Vivimos en una real era de la sobreinformación de
todos los colores, con evidencias científicas que confirman
tal teoría y también aquella que dice todo lo contrario.
Pienso que es importante que podamos educarnos y tomar
decisiones apoyadas en información, pero sin perdernos de
conectar con aquello que sentimos adentro que nos dice
qué es lo correcto. Diría que es imposible sostener con
convicción una elección (de crianza o de lo que sea) que no
se alinee con nuestra intuición.
Y quizá esa intuición esté entonces directamente
conectada con la fisiología. La intuición es la que nos dice
que si el bebé llora, necesitamos contenerlo y consolarlo,
aunque nos digan que estamos (mal)criando a un niño
dependiente que nunca aprenderá a regularse por sí mismo.
La intuición nos hace comprender que si pide alimentarse,
es porque tiene hambre y que si el pecho lo conforta, está
bien ofrecerlo, más allá de lo que pueda decir el reloj o el
profesional de la salud que nos aseguró que la teta se da
quince minutos de cada lado y cada tres horas. La intuición
es la que nos hace sentir con todo el cuerpo que
necesitamos a la cría cerca, protegerla de día y de noche,
aunque el mundo se empeñe en querer convencernos de
que si metemos al bebé en nuestra cama, no lo sacaremos
más.
En mi trabajo acompañando familias, veo con frecuencia
que muchas decisiones de crianza que tomamos hoy
parecieran requerir de un compromiso a futuro y por tiempo
indeterminado, y eso genera mucha ansiedad, muy
especialmente con temas como el colecho o la lactancia, de
los que hablo extensamente en este libro. Sabemos que el
paradigma de crianza que predomina en nuestra sociedad
considera una gran hazaña parental el hecho de lograr que
el bebé duerma en su cuna y que lo haga por sí mismo, sin
necesitar ayuda de la teta, de los brazos, del contacto con
su madre o padre. Pero resulta que para una inmensa
cantidad de familias, practicar colecho –es decir, dormir con
los hijos en la misma cama o en una cama adosada a la
cama principal– es, además de placentero, una cuestión
meramente funcional: una forma de atenderlos en la noche
sin perder la posición horizontal ni andar paseando por la
casa de habitación en habitación. Porque si te toca un bebé
que tiene apenas uno o dos despertares nocturnos y preferís
no hacer colecho, quizá encuentres bastante sostenible
levantarte un par de veces para amamantarlo, acunarlo o
acompañarlo como sea necesario. Pero si tenés un hijo que
transita por cuatro, cinco, seis despertares nocturnos (¡o
más!), ¿es humanamente viable levantarse cada vez?
Y si no quiero hacer colecho pero tampoco levantarme de
la cama, ¿hay otras opciones? Sí, claro que las hay. Aunque
esas opciones, según mi mirada, se alejan de la verdadera
fisiología del bebé humano. Las otras opciones proponen
que al bebé se le “enseñe” algo que ya sabe hacer, que es
dormir. Lo que en realidad se pretende es entrenar al bebé
para que duerma como un adulto, cosa que no puede hacer
porque, claro, es un bebé. Así como no puede caminar,
hablar, cambiarse de ropa o alimentarse por sus propios
medios como lo hacemos nosotros, tampoco puede dormir
como lo hacemos nosotros. Entonces, como decía antes, en
su afán de regularse y satisfacer sus necesidades básicas de
contacto y pecho nocturno, ese bebé al que queremos
adiestrar, se va a oponer a nuestras buenas intenciones. Va
a llorar. Mucho. Se va a estresar. Y muchas familias que,
buscando alguna solución, inician un plan de esta
naturaleza, terminan abandonando, frustradas y
decepcionadas porque no han podido sostener ese llanto
desgarrador. Lo cual es razonable, si recordamos que existe
aquello que se llama “intuición”. Pero “el problema de los
despertares” sigue ahí.
Entonces, bien. Si no estamos de acuerdo con este tipo
de métodos, hoy necesitamos aprender sobre fisiología del
sueño del bebé y quizá necesitamos hacer colecho por una
cuestión de supervivencia. Cuando ese bebé crezca y sus
despertares vayan disminuyendo, podría pasar que al final
nos hayamos entusiasmado con la idea de dormir con él o
ella y lo sigamos eligiendo. O podría ser que sintamos que
ahora sí es un buen momento para hacer la transición a su
propia habitación. De ninguna manera el haber elegido el
colecho hasta este momento nos imposibilita de cambiar de
decisión más adelante.
Lo mismo sucede con la teta. ¿Acaso elegir dar el pecho
significa que sí o sí voy a tener que amamantar hasta que
mi hijo diga basta? Si es mi deseo esperar al destete
espontáneo, será genial y entonces madre e hijo nos
beneficiaremos de una lactancia a término. Pero si no, es
importante saber que podemos iniciar el camino hacia el
destete cuando creamos que es el momento de ir dejando la
teta atrás.
Ninguna elección de crianza que tomemos hoy queda
grabada en piedra. Lo que nos sirve hoy, lo que deseamos
hoy, lo aplicamos, lo disfrutamos y nos beneficiamos de ello.
Cuando ya no resulte conveniente o sostenible, tenemos
toda la libertad de torcer esa dirección e introducir un
cambio en nuestra vida familiar que sea respetuoso de las
necesidades de todos los integrantes.
El punto clave es, para mí, la posibilidad de discernir
entre el deseo propio y genuino con relación a las
elecciones que hacemos sobre la crianza de nuestros hijos y
las presiones del entorno que cree tener el derecho de
opinar, juzgar y dar recomendaciones sobre cómo se deben
criar a los hijos de los demás. Porque sí, soy una convencida
de que las elecciones de crianza son personales y forman
parte de la intimidad de cada familia. ¿Con qué derecho
puede alguien meterse en la vida del otro de esa manera?
¿Quién se anima a preguntarnos en qué posición nos gusta
tener sexo o cuánto dinero ganamos?
No quiero dejar afuera a los padres pero, francamente,
en nuestra cultura somos las madres quienes nos vemos
más expuestas a la necesidad de responder sobre
muchísimas cuestiones relacionadas con nuestros hijos: si
damos la teta, hasta cuándo lo haremos. Si no la damos, por
qué no lo hacemos, ¿acaso no sabemos que es lo mejor? Si
dormimos con nuestros niños, escucharemos el sermón
sobre el enorme daño que les estamos haciendo. Si no
practicamos colecho, no faltará el que nos mire de reojo
pensando en las madres insensibles y desapegadas que
somos. Si mandamos a nuestro bebé a la guardería, nos
preguntarán por qué no nos pedimos una licencia más larga
para quedarnos en casa. Y si dejamos de trabajar
temporalmente, querrán saber por qué estamos
desperdiciando así nuestra vida productiva y nos dirán
hasta el cansancio lo difícil que será reinsertarnos más tarde
en el mundo laboral.
Y así vamos las madres, respondiendo, explicando,
justificando las decisiones que tomamos en nuestro día a
día, tanto frente a la gente de nuestro círculo como ante
perfectos extraños. Agotador es poco. La maternidad y la
crianza son temas de opinión pública cuando no deberían
serlo; aunque sí deberían ser una cuestión pública que es un
asunto bien diferente. No nos viene mal reflexionar sobre
las preguntas que hacemos y aprender a ser más ubicados,
más respetuosos y más empáticos con el otro porque,
seguramente, nosotros también hemos hecho preguntas de
este tipo más de una vez.
Para finalizar estas palabras introductorias, y además de
darles la bienvenida, espero que este libro acompañe,
despeje dudas y lleve tranquilidad a las familias, pero sobre
todo, deseo que se convierta en una oportunidad para
reflexionar y escuchar nuestra voz interior, nuestra intuición
a la hora de criar. Yo escribo desde la información basada en
la evidencia, pero también desde mi intuición. Nunca podría
sugerirle a una madre o un padre algo que yo misma no
haría, aun cuando respeto totalmente las elecciones de
otros que pueden no coincidir con las mías. Simplemente
invito a mirar a nuestros hijos, a aprender a leerlos, a
entender qué nos piden, qué necesitan, más allá de
cualquier información que podamos recibir. Confiar en
nuestro poder de observación, escuchar activamente y
conectar con nuestra intuición. Porque conocer
profundamente a nuestros hijos es hermoso, necesario y
liberador, y espero que estas páginas nos ayuden a
acercarnos lo más posible a esa experiencia
transformadora.
MUCHO MÁS QUE LECHE:
LACTANCIA Y ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTARIA
01
¿PREPARAR LOS PEZONES?

Tener tal o cual forma de pezón no es


determinante.

No. Repitan conmigo: NO.


Durante años se les ha dicho a las mujeres embarazadas
que debían preparar sus pezones antes de la llegada del
bebé, muy especialmente a aquellas que los tenían
umbilicados o planos, es decir, con una forma diferente al
típico pezón que sobresale de la areola.
Cepillarlos (¡ouch!), restregarlos con alcohol, retorcerlos,
pellizcarlos, estirarlos… Y luego aparecieron otros recursos
“más sofisticados” como los ejercicios de Hoffmann, los
casquillos formadores de pezón, las cremas, el Niplette… Y
el resultado de las investigaciones hechas sobre todas estas
herramientas es que en la práctica, no presentaban mejores
resultados aquellas mujeres que las habían usado que las
que no. ¿Y por qué? Porque tener tal o cual forma de pezón
no es determinante para lograr el éxito de la lactancia. Un
buen acople de la boca con el pecho depende de varios
factores.
Sabemos que el bebé debe introducir en su boca una
gran porción de la teta y no solo el pezón. La elasticidad de
la areola, la maleabilidad del pecho, el manejo corporal
materno y el grado de apertura de la boca, entre otras
combinaciones de variables, van a permitir que un bebé
pueda mamar del pecho sin mayores inconvenientes, más
allá de la forma del pezón.
Cierto es que algunos bebés pueden necesitar más que
otros del estímulo en el paladar para desencadenar la
succión, y la punta del pezón colabora en este sentido. Pero
no sabemos precisamente cómo se dará el mix de variables
hasta que el bebé haya nacido. Y sí sabemos de incontables
madres que logran excelentes prendidas al pecho teniendo
pezones umbilicados o planos.
Debemos evaluar el conjunto de factores una vez que se
produzca el encuentro bebé-teta. Y si ahí se presentan
desafíos, los profesionales de la lactancia acompañaremos
trabajando la técnica, con maniobras y posiciones que
propicien el acople.
Por eso no necesitamos ninguna preparación más que
buena información sobre la lactancia antes de la llegada del
bebé para saber qué esperar y qué no (las grietas en el
pezón decididamente no son algo normal), y contar con el
dato de una buena puericultora que pueda acompañar y
proponer planes de acción frente a las dificultades, si las
hubiera.

Cierto es que algunos bebés pueden


necesitar más que otros del estímulo en el
paladar para desencadenar la succión, y la
punta del pezón colabora en este sentido.
Pero no sabemos precisamente cómo se dará
el mix de variables hasta que el bebé haya
nacido.
02
LECHE DEL INICIO Y LECHE DEL FINAL

Esto de “las dos leches” no debería


representar una preocupación para las
madres lactantes.

Es muy común escuchar sobre “la leche del inicio” y “la


leche del final” cuando hablamos de lactancia. Incluso a
quienes nos formamos profesionalmente se nos ha
enseñado que esto era así. La existencia de estas “dos
leches” contradecía además la recomendación de cambiar
al bebé de un pecho al otro a los diez o quince minutos
como todavía suelen sugerir algunos profesionales que poco
saben de lactancia materna. Como no podemos saber en
qué momento de la toma, la leche pasa de ser más rica en
proteínas y lactosa a ser una leche más calórica y grasosa,
la idea de que sea el bebé quien decida cuándo dejar de
mamar del primer pecho cobra peso y se desaconseja
entonces ese cambio arbitrario hecho por la madre mirando
el reloj.
El asunto es que en el empeño por asegurarnos de que el
bebé tome esa leche más grasosa, muchas madres
comenzaron a dudar y a preocuparse. ¿Cómo saber si
nuestro bebé está ingiriendo esa leche? De hecho, ante un
caso de escaso aumento de peso, muchos profesionales
recomendábamos hacer una extracción de unos minutos (lo
que se conoce como “extracción preprandial”) para evitar
que el bebé se cansara durante la ingesta de esa primera
leche. Luego se sugería poner al bebé a mamar directo del
pecho una vez que se sospechaba que la parte más grasosa
ya estaba disponible, y al finalizar o en otro momento, darle
la leche extraída como complemento.
Afortunadamente, las investigaciones en lactancia siguen
avanzando y hoy sabemos que todo esto no es necesario. Es
real que la leche cambia de composición durante una
misma toma, siendo la leche inicial mayor en volumen,
proteínas y azúcares, y que a medida que avanza la toma,
va aumentando el nivel de grasa, en tanto el volumen se va
reduciendo. Pero la leche es toda una y es importante para
el bebé en su totalidad, porque lo que verdaderamente
cuenta es el volumen total de leche ingerida por el niño en
veinticuatro horas, sin importar tanto el patrón de las
tomas. Es decir que habrá bebés que piden el pecho más
seguido y hacen tomas más cortas, mientras otros hacen
tomas más largas con un mayor intervalo de tiempo entre
sí. Pero en ambos casos (y siempre que hablemos de bebés
que hacen una adecuada y efectiva succión al pecho), al
final del día habrán ingerido la misma cantidad de leche,
con el balance apropiado de todos sus componentes.
Entonces esto de “las dos leches” no debería representar
una preocupación para las madres lactantes. Lo más
apropiado sería enseñar a las madres a identificar los dos
tipos de succión que hacen sus bebés. Por un lado, la
succión nutritiva, que es rítmica, profunda y con indicios
claros de que el bebé está alimentándose activamente, y
por otro, la succión afectiva, que es una succión más “floja”,
con un patrón de succiones rápidas y cortas, que cumple
una función de relajación y placer para el bebé. Durante una
misma toma, el bebé alternará ambas succiones.
Logrando identificar el tipo de succión que el bebé está
haciendo, si una mamá observa que luego de un período de
succión nutritiva su bebé va transicionando a una succión
afectiva, puede por un lado hacer la maniobra de
compresión del pecho para animarlo a mamar un poco más
(especialmente en el caso de los bebés que se duermen a
los pocos minutos de estar mamando). Y por el otro, es una
buena oportunidad para ofrecerle el otro pecho. De esta
manera, el bebé ingerirá un mayor volumen de leche por
toma, además de realizar un estímulo parejo en ambos
pechos. Algunos bebés lo aceptarán y mamarán un rato del
segundo pecho, y otros se habrán quedado profundamente
dormidos y ya no querrán mamar, por lo que en esos casos,
la mamá iniciará la próxima toma de ese pecho. El bebé
siempre es el que guía.
03
DOLOR AL AMAMANTAR

Una de las creencias más arraigadas alrededor de la


lactancia es que “dar de mamar, al principio, duele”. Incluso
profesionales de la salud refuerzan este concepto cuando se
encuentran con una reciente madre que les dice que al
poner a su bebé al pecho, siente dolor. “Y sí, al principio un
poco duele, pero después pasa”. Sí, a veces pasa. Una
mamá tiene suerte y lo que estaba ocasionando el dolor se
corrige de forma espontánea, y todo marcha bien.
Pero en muchos otros casos, esto no se resuelve solo y
comienza una cascada de problemas. Porque un bebé que
no está correctamente prendido al pecho, no solamente
lastimará a su madre, sino que además no estará realizando
un adecuado estímulo en el pecho. Esto resultará en una
pobre ingesta de leche, tomas muy largas que agravan el
dolor y una producción comprometida por ese estímulo
ineficiente.
Cuando le decimos a una mamá que ese dolor es normal,
que tiene que aguantarse hasta que pase, no estamos
considerando los daños colaterales que esto podría
desencadenar. Una mujer amamanta a su recién nacido un
promedio de diez veces en veinticuatro horas. Lo que
comenzó como dolor en la primera toma, en la tercera ya
puede haberse transformado en una grieta, con todo lo que
eso implica: desde un dolor muy acrecentado hasta una
posible infección. ¿Es necesario? Por supuesto que no. Por
eso trabajamos con cada mujer gestante y madre reciente
para explicar una y otra vez que la lactancia no debe doler.
Que si duele, hay algo que necesita ser revisado y
corregido.
A veces es simplemente una cuestión de cómo la mamá
sostiene al bebé, de la forma en que le está ofreciendo el
pecho a su hijo, lo cual puede ser modificado con facilidad.
Otras veces se trata de una boca poco abierta que no
permite lograr una prendida profunda: ese bebé necesitará
ser estimulado para lograr su máxima apertura y aprender
que esa es la forma en que debe acoplarse al pecho. En
otros casos, no es la prendida, sino la succión la que causa
los problemas. Una lengua mal posicionada o que realiza
movimientos inadecuados puede provocar dolor, y esto
debe ser detectado y reeducado lo antes posible. También
existen dificultades asociadas, por ejemplo, a la presencia
de frenillos sublinguales cortos, que al restringir el rango de
movimiento de la lengua, impiden un agarre efectivo y
generan dolor en la mamá. Las problemáticas pueden ser
diversas y por eso es tan importante una consulta temprana
con un profesional idóneo que sepa de lactancia.
El pezón es un tejido muy elástico que se prolonga hasta
3 cm dentro de la cavidad oral del bebé. Necesita atravesar
toda la zona del paladar duro y llegar bien atrás, al que
llamamos “punto S”, que es la intersección entre el paladar
duro y el paladar blando. Una vez ahí, se verá rodeado de
tejidos suaves: el paladar blando por arriba y la lengua por
debajo. Ubicado en ese lugar, la toma se produce sin dolor y
resulta placentera para la mamá, mientras se logra una
transferencia de leche adecuada, a la vez que nos
aseguramos que el estímulo está siendo efectivo para
retroalimentar la producción de leche.
Cuando el pezón se queda a mitad de camino dentro de
la boca, es presionado por arriba contra el paladar duro, y
es ahí cuando es traumatizado. Al terminar la toma, vemos
un pezón que sale deformado, aplanado, con forma de lápiz
labial y una línea blanquecina que lo cruza, que en pocas
tomas más seguramente se convertirá en una dolorosa
grieta.
Es habitual escuchar consejos entre madres –y por parte
de ciertos profesionales de la salud también– respecto del
uso de pezoneras de silicona y cremas de caléndula (o
lanolina, según el país donde estemos). Estos recursos por
sí solos no resolverán un problema de agarre o de succión,
aunque pueden ayudar a mitigar el dolor transitoriamente.
Por favor, no soportemos el dolor. La lactancia no debe
ser un sufrimiento. Podría eventualmente haber una mayor
sensibilidad de los pezones durante los primeros días
posparto. Pensemos que se trata de una piel muy sensible,
que ha vivido cubierta por sostenes y ropa durante décadas,
y de pronto comienza a ser succionada con mucha
frecuencia día y noche. Algunas mujeres no sienten ninguna
incomodidad en ningún momento y otras sí experimentan
esta sensibilidad, en especial en la primera semana
posparto, pero luego ya no la sienten más. Es importante
tratar de diferenciar sensibilidad de dolor. Si bien cada
persona tiene un umbral distinto, una cosa es una irritación
leve y otra cosa es dolor propiamente dicho. Si
efectivamente duele, vale la pena consultar con una
puericultora o consultora de lactancia que pueda evaluar
una toma y ver si hay algo que no está funcionando del todo
bien.
La lactancia debe ser una experiencia placentera para
mamás y bebés. Creer que el dolor es parte natural de este
acto fisiológico es un error que puede llevar a la
desesperación, a que una mujer se sienta “mala madre” por
no poder soportar un dolor “natural” y piense seriamente en
abandonar la lactancia. He visto mujeres llorar al poner a
sus bebés al pecho. ¿En qué cabeza cabe? Pidan ayuda.
Todas las díadas mamá-bebé tienen el derecho de disfrutar
de una lactancia serena, gratificante y feliz.

Una mujer amamanta a su recién nacido un


promedio de diez veces en veinticuatro
horas. Lo que comenzó como dolor en la
primera toma, en la tercera ya puede
haberse transformado en una grieta, con
todo lo que eso implica: desde un dolor muy
acrecentado hasta una posible infección. ¿Es
necesario? Por supuesto que no.

No soportemos el dolor. La lactancia no debe


ser un sufrimiento.
04
DIEZ PAUTAS PARA RECONOCER QUE UN
PROFESIONAL DE LA SALUD NO SABE DE
LACTANCIA

1) Te dice que des el pecho quince minutos de cada lado


y cada tres horas (olvidando que la lactancia existe desde
mucho antes que los relojes).
2) Te dice que el pecho se da a demanda “pero” que
dejes pasar al menos dos horas entre toma y toma
(hablemos de incoherencias...).
3) Si tu bebé está aumentando de peso por encima de lo
esperado, te dice que hay que ponerlo “a dieta de pecho” y
que entonces le espacies las tomas o se las intercales con
biberones de agua (aunque lo cierto es que la obesidad por
leche materna no existe).
4) Si tu bebé está aumentando de peso por debajo de lo
esperado, te dice que necesitás suplementar con leche de
fórmula, sin investigar las causas de ese escaso aumento (el
problema de peso quizá se resuelva, pero el problema que
se esté dando en la lactancia, no).
5) Te sugiere que tu bebé no se duerma tomando el
pecho “para que no se acostumbre” (sin mencionar que la
succión le produce una sensación de relajación a tu bebé y
que la leche contiene sustancias que funcionan como
inductores naturales del sueño).
6) Te recomienda el uso del chupete para entretener a tu
bebé y que no “viva” en la teta (dejando de lado que la teta
no es solo alimento para tu bebé).
7) Te dice que luego de los seis meses, tu bebé ya no
debe hacer tomas nocturnas (dando a entender que ya no
debería despertarse por las noches. Aquí no solo no sabe de
lactancia, sino que tampoco sabe sobre cómo funciona el
sueño del bebé).
8) Te sugiere que tu bebé duerma solo en otra habitación
desde los seis meses (apoyando la recomendación del punto
6, claro. Y desconociendo que el colecho es prácticamente
inherente a la lactancia).
9) Te indica que no le des el pecho antes de darle la
“comida” para que tenga hambre y entonces coma
“comida” (como si la leche no lo fuera).
10) Promueve el destete (y aquí no haré distinción si lo
indica al año, a los dos o a los cuatro. El destete es una
decisión de madre e hijo, no es una decisión médica).
¡Y solo enumeré diez! Creo que podríamos escribir un
libro entero.

Si tu bebé está aumentando de peso por


debajo de lo esperado, te dice que necesitás
suplementar con leche de fórmula, sin
investigar las causas de ese escaso aumento
(el problema de peso quizá se resuelva, pero
el problema que se esté dando en la
lactancia, no).
05
¿DAR LA TETA CADA TRES HORAS, QUINCE
MINUTOS DE CADA PECHO?

Este mito es uno de los más difundidos, especialmente


entre pediatras y enfermeras que aconsejan a madres
durante la etapa de lactancia.
Para empezar, venimos amamantando desde los inicios
de la humanidad, hace algo de 250 mil años, cuando aún no
existían los relojes. No hay manera de cronometrar una
toma al pecho. Lo que de verdad importa es entender qué
está haciendo el bebé cuando mama e identificar el tipo de
succión que está haciendo.
A mí me gusta hablar más de una “percepción de
tiempo”. Uno puede darse cuenta si transcurrieron dos
minutos desde que el bebé empezó a mamar y se quedó
dormido (lo cual nos haría inferir que no ha comido
demasiado), o si ha pasado un ratito. Ese “ratito” es
variable. Pueden ser ocho minutos, trece, diecisiete,
veintiséis... ¿Qué importa? Algunos bebés con una succión
más vigorosa, harán el trabajo más rápido que otros. Lo que
a uno le toma doce minutos, a otro le tomará veintitrés.
Reitero, lo importante es entender qué está haciendo un
bebé cuando está mamando, identificando las
características de lo que llamamos “succión nutritiva”.
Y por otro lado, la frecuencia. Habrá bebés más “prolijos”
que hacen tomas cada tres horas, pero no suelen ser la
mayoría. Sabemos que la leche materna se digiere
rápidamente y esto hace que el bebé pida el pecho seguido.
A eso podemos sumarle el hecho de que el bebé no quiere
pecho solamente para alimentarse, sino porque quiere y
necesita estar cerca de su mamá, porque la succión lo
relaja, lo conforta y le da placer. Entender que la teta no es
solo alimento ayuda a explicar también por qué no tiene
ningún sentido restringir las tomas cada tres horas.
¿Le darías besos a tu bebé solo una vez cada tres horas?
¿Lo cargarías solo una vez cada tres horas? ¿Lo abrazarías
solo una vez cada tres horas? Con el pecho es exactamente
lo mismo.

A mí me gusta hablar más de una


“percepción de tiempo”. Uno puede darse
cuenta si transcurrieron dos minutos
desde que el bebé empezó a mamar y se
quedó dormido (lo cual nos haría inferir
que no ha comido demasiado), o si ha
pasado un ratito. Ese “ratito” es variable.
Pueden ser ocho minutos, trece,
diecisiete, veintiséis... ¿Qué importa?
06
LA “TETA SÁNDWICH”

Es útil imaginar que queremos comernos un


gran sándwich. Nuestras manos lo tratarán
de achicar primero para que sea más fácil
metérnoslo en la boca. Algo similar sucede
con la teta. Aun cuando el recién nacido abra
su boca lo más grande posible, esta es
naturalmente pequeña y por eso esta
maniobra ayuda a introducir una mayor
porción de tejido.

Este es un término muy usado por las puericultoras para


explicar a las madres de qué manera ofrecer el pecho al
bebé. El objetivo es reducir el tejido mamario para que,
junto con una buena apertura de la boca, logremos que una
gran porción de pecho entre dentro de su boca.
Es útil imaginar que queremos comernos un gran
sándwich. Nuestras manos lo tratarán de achicar primero
para que sea más fácil metérnoslo en la boca. Algo similar
sucede con la teta. Aun cuando el recién nacido abra su
boca lo más grande posible, esta es naturalmente pequeña
y por eso esta maniobra ayuda a introducir una mayor
porción de tejido.
Esta “pinza” que hace la madre permite además que el
complejo areola-pezón se vuelva más firme, más “erecto”, y
esto facilita el agarre del bebé, disminuyendo incluso las
molestias de los primeros segundos de la mamada que a
veces se presentan durante los días iniciales de la lactancia.

La mano comprime el pecho acompañando la misma


dirección en la que quedarán los labios del bebé. En
posiciones como “cuna” o “reversa”, la mano forma una “U”
con el pulgar de un lado del pecho y el resto de los dedos
del otro lado.

Cuando amamantamos en “invertida” o “acostada”, la


mano que sostiene el pecho adopta una forma de “C”.
No es conveniente sostener el pecho colocando la mano
en forma de tijera, dado que así podemos, sin querer, quitar
parte del pecho que se introdujo dentro de la boca del bebé.
No es conveniente sostener el pecho
colocando la mano en forma de tijera.
07
EL AGARRE ASIMÉTRICO

Cuando hablamos de técnica de lactancia, siempre hago


mucho hincapié en lo que conocemos como “prendida o
agarre asimétrico”, ya que creo que es parte del abecé de
un amamantamiento exitoso; este tipo de agarre facilita un
acople más profundo que resultará en múltiples beneficios:
Una mamada sin dolor ni pezones lastimados.
Una transferencia de leche más eficiente.
Un estímulo adecuado, que permite una correcta
retroalimentación de la producción de leche.
Un bebé que aumenta de peso sin problemas.
La prendida asimétrica busca profundizar el acople boca-
pecho. Esto significa que la punta del pezón llegará tan al
fondo de la boca como sea posible. Para lograrlo,
utilizaremos la posición “reversa” o bien la “invertida/pelota
de rugby”.
Posición “reversa”

Posición “invertida/pelota de rugby”


En la posición de “cuna” es complicado de lograr ya que
no tenemos un buen control de la cabeza. En la posición
“acostada” también es posible, aunque quizá requiera algo
más de práctica (y en general, las mamás que amamantan
acostadas ya están cómodas con la lactancia y llevan una
buena técnica).

Posición de “cuna”
Posición “acostada”

Cuando hablamos de técnica de lactancia,


siempre hago mucho hincapié en lo que
conocemos como “prendida o agarre
asimétrico”, ya que creo que es parte del
abecé de un amamantamiento exitoso; este
tipo de agarre facilita un acople más
profundo que resultará en múltiples
beneficios.

La prendida asimétrica busca profundizar el


acople boca-pecho. Esto significa que la
punta del pezón llegará tan al fondo de la
boca como sea posible.

Entonces, los pasos a seguir son:

1) Ofrecer el pecho con el pezón apuntando a la nariz del


bebé (en realidad, apuntamos al paladar, pero como no lo
podemos ver directamente, la nariz sería la referencia más
clara).

2) Estimular el labio superior del bebé y esperar


una buena apertura de la boca.
3) Con la boca bien abierta, en un movimiento
rápido llevamos al bebé hacia el pecho, deslizando
el pezón desde el labio superior hacia dentro de la
boca, pero conservando esa diagonal que apunta
al paladar. Queremos “clavarla en el ángulo”,
como dicen en el fútbol.
4) El bebé tomará con su boca una mayor porción
de abajo del pecho, mientras que asomará más
areola por la parte superior (por eso se llama
“asimétrico”). Su mentón se verá en contacto con
el pecho y su nariz levemente separada. El bebé
estará alineado en su eje cabeza-cuello-torso,
aunque la cabeza quedará levemente extendida
hacia atrás.
Trabajando de esta manera, el pezón alcanza la
mayor profundidad posible dentro de la boca, no
sale deformado ni aplanado luego de la toma y la
mamá no siente dolor.

El bebé tomará con su boca una mayor


porción de abajo del pecho, mientras que
asomará más areola por la parte superior
(por eso se llama “asimétrico”). Su
mentón se verá en contacto con el pecho y
su nariz levemente separada. El bebé
estará alineado en su eje cabeza-cuello-
torso, aunque la cabeza quedará
levemente extendida hacia atrás.
08
¿UN PECHO POR TOMA O LOS DOS?

Haciendo este cambio de pecho, nos


aseguraremos de que el bebé tome una
mayor cantidad de leche en esa sesión de
lactancia. Y como he explicado antes, lo que
nos importa para lograr un adecuado
crecimiento, es la cantidad total de leche
que un bebé ingiere por día.

Cuando doy charlas prenatales de lactancia o tengo una


consulta individual con una mamá, siempre hago hincapié
en la importancia de cambiar de un pecho a otro en una
misma toma. Muchas se sorprenden porque han leído o
incluso otra especialista en lactancia les ha dicho que era
mejor dejar que el bebé mamara todo lo que quisiera de un
solo pecho y, en todo caso, reservar el segundo para la
toma siguiente.
Esta práctica “monopecho” proviene de la idea de que la
leche grasosa del final de la toma es “la que importa” y por
ende es fundamental procurar que el bebé llegue a ingerir
esa leche. Ya he explicado anteriormente que la leche es
leche, sea del principio o del final, y que cuando el pecho se
da a demanda, el balance entre “la leche del principio” y “la
leche del final” se produce solo, dado que lo que realmente
nos importa es la cantidad total de leche que un bebé
consume en veinticuatro horas.
La cuestión es que gracias a este tema de la leche
“aguada” y la leche “grasosa” (perdonen tantas comillas
pero es muy importante entrecomillar porque estos
conceptos son sumamente relativos), muchas veces se
promueve la lactancia de un solo pecho por toma.
¿Y por qué no es recomendable?
Durante la toma, el bebé va drenando el pecho y el flujo
de leche inicialmente rápido, se va ralentizando. Pero a los
bebés les gusta el flujo rápido y su succión depende de la
velocidad de ese flujo. El bebé comienza haciendo una
succión efectiva del primer pecho y a medida que el flujo va
decreciendo en intensidad, la succión también va
debilitándose, haciéndose más rápida y superficial (cuando
al principio es lenta, rítmica y profunda). Si haciendo la
maniobra de compresión de pecho –en la que buscamos
acelerar el flujo de la leche– el bebé no retoma una succión
efectiva, ese es el momento de cambiarlo de pecho. Es
importante hacerlo antes de que el bebé se quede dormido.
Cuando lo cambiamos de pecho, el segundo está aún lleno y
el flujo de leche será rápido, lo que convocará al bebé a
mamar con interés.
Haciendo este cambio de pecho, nos aseguraremos de
que el bebé tome una mayor cantidad de leche en esa
sesión de lactancia. Y como he explicado antes, lo que nos
importa para lograr un adecuado crecimiento, es la cantidad
total de leche que un bebé ingiere por día.
Ofrecer los dos pechos en una toma tiene también
beneficios para la madre, ya que además de permitirle
llevar un estímulo parejo entre ambas tetas, le facilitará
tener una producción de leche adecuada y sostenida en el
tiempo. Muchos problemas de producción no se notan en el
comienzo, pero sí a los tres o cuatro meses y generalmente
se confunden con otros diagnósticos o las famosas “crisis de
crecimiento”, porque el bebé quizá continúa aumentando de
peso adecuadamente, pero aun así la producción de leche
se ha visto disminuida y eso genera comportamientos de
irritabilidad en el bebé cuando está al pecho.
09
LO QUE NO SABÍAS DE LAS CRISIS DE
CRECIMIENTO

No hay madre lactante que no haya escuchado hablar de


este tema o que no haya relacionado cualquier
comportamiento “poco usual” de su bebé con una crisis de
crecimiento.
¿Pero qué son estas crisis? ¿Es real que los bebés
atraviesan estos episodios para aumentar la cantidad de
leche producida por sus madres?
Las crisis o los brotes de crecimiento son momentos en
los que los bebés “pegan un estirón” en poco tiempo, no
solo a nivel físico, sino también cerebral, y esto abarca el
desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y motoras.
Cuando se producen, tenemos a un bebé disconforme en el
pecho, irritable, que quiere pero no quiere, que tironea del
pezón, que llora y que se pelea con la teta.
Se suele pensar que los bebés se muestran incómodos
en el pecho porque esperan un mayor flujo de leche y que
por eso, aunque se enojan, maman más seguido. Pero
existen estudios que demuestran que desde el primer mes o
mes y medio de vida, y hasta el establecimiento de la
alimentación complementaria, la ingesta de leche que un
bebé realiza en veinticuatro horas se mantiene constante.
Durante las primeras seis semanas, la capacidad gástrica
de los bebés va creciendo progresivamente y, en paralelo,
crece el volumen de leche producida, que se inicia en la
etapa calostral, pasa por la leche de transición y termina
con la leche madura. Pero más o menos entre los treinta y
cuarenta y cinco días de vida, esa capacidad gástrica se
estabiliza, al igual que la producción de leche, y un bebé, ya
tenga dos meses o cinco, consume más o menos el mismo
volumen diario de leche, que ronda los 800 ml. A medida
que los sólidos van ganando terreno en la ingesta del bebé,
el consumo de leche (y, por lo tanto, la producción) se va
reduciendo muy gradualmente.
Esto nos permite inferir que las crisis de crecimiento no
se producen para aumentar la cantidad de leche que las
madres producen, sino que este incremento es una
consecuencia de esas mamadas más frecuentes, que
parecieran ocurrir como una manera que tiene el bebé de
apaciguar la incomodidad experimentada por esos brotes de
crecimiento.
Si decimos que “a mayor succión, mayor producción”,
¿qué sucede cuando “las crisis” (que duran normalmente
entre dos y cinco días) pasan y el bebé vuelve a mamar con
normalidad? La producción de leche vuelve a acomodarse a
la demanda del bebé, por lo que ese aumento generado por
las mamadas más frecuentes durante esos días, es
circunstancial.
Si bien hay brotes de crecimiento más evidentes, como
el que ocurre alrededor de los tres meses, se pueden
identificar otros episodios que se dan a las dos-tres
semanas, seis-siete semanas, seis meses, un año y dos
años, aunque no todos ellos son tan perceptibles para todas
las madres.
¿Qué necesitamos hacer durante una crisis de
crecimiento? Básicamente, lo que venimos haciendo: dar la
teta a demanda, seguir el ritmo del bebé, tratar de fluir y
surfear esa ola de succión desenfrenada, no desesperar ni
complementar con leche de fórmula (ni materna) y tener
mucha, pero mucha, mucha, mucha paciencia…
10
LACTANCIA MIXTA: ¿PELIGRA LA
LACTANCIA?

“Mi bebé tiene dos meses y llevamos una lactancia mixta


desde sus quince días, pero está empezando a enojarse con
la teta. ¿Me estaré quedando sin leche?”.
Recibo consultas como esta con mucha frecuencia. Y lo
cierto es que sí: una mamá que da la teta y además
complementa con leche de fórmula, tiene su producción de
leche comprometida y es altamente probable que en algún
momento, tarde o temprano, su bebé empiece a rechazar el
pecho.
¿Por qué sucede esto? La producción de leche es
sostenida por un adecuado estímulo –tanto en técnica como
en frecuencia– que el bebé hace cada vez que mama del
pecho. Y, por lo tanto, cuando toma una mamadera, ese
estímulo no se hace presente. Aunque el complemento se
dé después de la toma de pecho, el bebé empieza a
adoptar, por un lado, ese reflejo condicionado: después de
la teta viene la mamadera. Empieza también a tener un
registro de la saciedad aportada por la fórmula que poco
tiene que ver con la saciedad ofrecida por la leche humana.
Esto también está influenciado por el flujo que sale de la
mamadera: la leche del pecho sale en “olas” que responden
al reflejo de oxitocina, de carácter pulsátil, donde por
momentos sale un caudal mayor de leche, y por otros, este
caudal decrece. En la mamadera, ofrecida como suele
hacerse con el bebé recostado y el biberón inclinado en
posición diagonal hacia el suelo, el flujo es rápido y
constante hasta que la leche se acaba. Los bebés, a quienes
por naturaleza les gusta el flujo intenso, aprenden pronto
que la leche del biberón sale efectivamente mucho más
rápido.
Entonces tenemos a un bebé que empieza a fastidiarse
con la forma en la que la leche sale del pecho y a los pocos
minutos de estar mamando, se ofusca y reclama su
esperada mamadera. Es así como, poco a poco, este
rechazo al pecho hace que las cantidades de fórmula
aumenten. Y en tal sentido, al perder aún más estímulo en
el pecho, la producción materna se reduce más y más.
Es común que el rechazo se produzca casi
definitivamente hacia los tres meses, cuando muchas
mujeres sienten que se quedaron sin leche y sus bebés
lloran a los gritos cuando se los acerca a la teta. Desde
luego que existen casos de lactancias mixtas más
prolongadas, pero casi con seguridad habrá un destete
anticipado.
Entonces, ¿qué podemos hacer para prevenir esto?
Para empezar, asegurarnos una buena técnica de
lactancia y una frecuencia adecuada de tomas desde el
principio. Entender el verdadero sentido de amamantar a
demanda, interpretando las señales de hambre que nos dan
los bebés. Si por alguna razón, el profesional a cargo de la
salud del bebé considera que este necesita un
complemento, tener la posibilidad de hacer una consulta
con una especialista en lactancia para armar un plan de
acción concreto y, sobre todo, pronto. Estando atentos a
que ese complemento puede ser, preferentemente, de la
propia leche de la madre. Y que si por alguna razón no
podemos contar con esa leche extraída, la fórmula debería
ser administrada con recaudo, evaluando los medios por los
cuales será ofrecida al bebé (la mamadera no es el único
recurso posible y muchas veces no es el más adecuado).
Siempre lo digo: la fórmula va a solucionar un problema de
peso, pero no va a solucionar el problema que está
generando que la lactancia no funcione al 100 %.
Me parece muy importante remarcar la idea de actuar
con rapidez, de no dejarse estar, si es el deseo de la madre
lograr una lactancia materna exclusiva. A veces no será
posible, pero realmente sería mucho más viable en la
mayoría de los casos si se realizara un abordaje temprano
del problema. Cuán distinto sería el panorama si por cada
pediatra hubiera una puericultora dentro del equipo de
atención, acompañando el proceso, dando pautas, creando
planes adecuados para cada díada mamá-bebé, siempre en
pos del crecimiento adecuado del bebé, sin por ello
desproteger la lactancia.
No se queden con la duda. Si los bebés necesitan
complemento, algo indica que la lactancia no está
funcionando adecuadamente. Y si hay deseo de amamantar,
por favor, pidan ayuda lo antes posible.
11
DESTETE PRECOZ

Es habitual escuchar a muchas mujeres relatar que sus


bebés dejaron el pecho solos a los tres meses, a los nueve,
a los catorce... “Simplemente lloraba cada vez que lo
acercaba al pecho” o “giraba la cabeza para el otro lado” o
“me decía ‘no’”. Son casos en los que las madres sienten
que respetaron la voluntad de sus hijos y su deseo de no
tomar más pecho. Pero ¿puede un bebé de esas edades
destetarse por decisión propia?
Uno podría decir que no. Que un bebé menor de dos años
es bastante improbable que se destete. Es una cuestión de
mera supervivencia de la especie. Pero cuando uno
comienza a ahondar en estos relatos, descubre en primer
lugar que, muchas veces, esos bebés se alimentaban a
partir de una lactancia mixta, es decir, que tomaban pecho
y biberón. Y en ese caso sí es posible que un buen día, tarde
o temprano, si no se ha encarado oportunamente un plan
para recuperar la lactancia materna exclusiva, el niño acabe
por rechazar el pecho. Ya sea porque la madre está
perdiendo producción y eso fastidia y hace perder el interés
del niño por la teta, o porque el bebé ha descubierto muy
rápido que el biberón le exige un esfuerzo mucho menor
que mamar del pecho, y entonces en un simple acto de
“economizar recursos”, comienza a preferir el biberón por
sobre el pecho.
Pero en el caso de un niño alimentado solo con pecho, es
importante entender que un rechazo tiene que ver,
indefectiblemente, con otra cosa. No es posible que un bebé
de pecho exclusivo no quiera mamar más y prefiera un
biberón que, en teoría, ni siquiera conoce. Ningún bebé
tiene impulsos suicidas, así que siendo el pecho su única
fuente de alimentación, habrá que indagar qué pasó para
que el niño lo rechace. Pareciera tratarse más bien de una
huelga de lactancia sobre la que hablé en profundidad en La
revolución de la crianza.
Si una madre interpreta que su bebé de pecho exclusivo
“no quiere mamar más”, puede que ante el temor de que el
niño no se alimente de forma adecuada, lo conduzca a un
destete precoz innecesariamente. Al cabo de unos días y
habiendo atravesado la huelga, ese niño hubiera vuelto a
mamar.
Durante el segundo año de vida puede haber etapas en
las que niño esté muy ocupado descubriendo el mundo y
pierda algo de interés en el pecho (no todos, claro. Otros
maman mucho, siempre). Pero en general, estos bebés
compensan con las tomas nocturnas lo que no mamaron en
el día. De nuevo, no estamos frente a un destete.
Lo que me interesa es dejar en claro que, en líneas
generales, un niño menor de dos años, aún considerado en
plena etapa lactante (aunque algunos textos de medicina se
empeñen en definir a un lactante como un bebé menor de
doce meses), no suele destetarse espontáneamente porque
sí. Creer que sí es tener una visión distorsionada de su
comportamiento. Sin duda hay algunos más precoces que
se han destetado alrededor de los dos años, pero realmente
no es la norma. De hecho, por lo general, un bebé de dos
años mama con una frecuencia alta.
Y si hablamos de un niño que hace una lactancia mixta y
su madre desea que la teta no se termine antes de tiempo,
sería prudente procurarse un asesoramiento profesional que
colabore con esa díada mamá-bebé para buscar la forma de
reducir los biberones y minimizar los riesgos de un destete
precoz.
Es importante conocer cómo funcionan las crías humanas
con relación a la lactancia para no tener ni falsas
expectativas ni falsas creencias respecto de cuándo un niño
podría destetarse de manera espontánea. Durante los
primeros dos años, el pecho cubre una importante cuota de
nutrición y representa un insustituible aporte inmunológico,
sin mencionar el aspecto emocional que la lactancia brinda
en las diferentes etapas del desarrollo y que va mucho más
allá de la leche.
Antes de creer que un niño así de pequeño se ha
destetado, es importante evaluar y acompañar la situación
para evitar caer en abandonos tempranos de lactancias que
podrían haber durado más y en el uso de sustitutos
subóptimos que podrían evitarse en pos de la salud
presente y futura de esos niños.

Un niño menor de dos años no suele


destetarse espontáneamente porque sí.
12
“MI BEBÉ NO HACE CACA A DIARIO, ¿ES
NORMAL?”

Para dar una respuesta rápida, diré que NO. Pero es


necesario desarrollar.
Uno de los temas que siempre abordo en las consultas
sobre lactancia tiene que ver con la caca de los bebés. A
quienes trabajamos en temas relacionados con la salud nos
han enseñado que es normal que, luego de las primeras seis
semanas de vida, los bebés puedan estar varios días (¡hasta
diez!) sin hacer caca, con el pretexto de que la leche
materna “se aprovecha casi en su totalidad y no genera
desperdicios”.
Sin embargo, esto no es así. Existe una asociación
directa entre la salud de la microbiota intestinal –
antiguamente llamada “flora intestinal”– y la frecuencia de
las deposiciones. Y esto no solo afecta a los bebés, sino
también a los adultos. Porque, en efecto, adultos y bebés
deberíamos mover el vientre a diario.
Cualquier persona que no hace caca todos los días está
sencillamente acumulando bacterias indeseables en el
intestino. La materia fecal es un desecho y, como tal,
necesita ser eliminado. ¿Cuál sería la posible justificación
fisiológica para que la caca permanezca dentro del cuerpo
por días como algo normal y saludable? Hete aquí la
cuestión: la razón no es fisiológica, sino patológica.
Los bebés heredan la flora intestinal de la madre, ya que
son colonizados por sus bacterias desde el embarazo a
través del microbioma placentario, el parto y las bacterias
presentes en el canal vaginal, el contacto con su piel que
tiene sus propias bacterias y, por supuesto, la leche
materna, recontra superrepleta de bacterias benéficas.
Y aquí la cultura tiene mucho que ver, ya que influye
directamente en las prácticas aplicadas al nacimiento (y el
abuso de cesáreas), el uso indiscriminado de antibióticos y,
por supuesto, la forma en la que nos alimentamos. Existen
proteínas en ciertos alimentos que resultan inflamatorias del
intestino. Esas proteínas pueden atravesar la pared
intestinal –lo que conocemos como “intestino permeable”– y
entrar en el torrente sanguíneo, donde no deberían estar.
De ahí que nuestro organismo las reconozca como un
cuerpo extraño y active la inflamación como modo de
defensa, causando diversos síntomas, desde eczema en la
piel, distensión abdominal y falta de energía, entre otros.
En el caso de la leche materna, si entendemos que esta
se conforma a partir de elementos presentes en la sangre
de la madre, sabremos que estas mismas proteínas
inflamatorias estarán también presentes en la leche,
afectando la función intestinal del bebé.
Cuando un bebé no hace caca todos los días y
descartamos que sea por una baja ingesta de leche,
debemos entonces investigar qué pasa con el intestino de
su mamá. ¿Ella hace caca diariamente? ¿Cómo es su
alimentación? La sociedad occidental basa buena parte de
su dieta en proteínas inflamatorias como el gluten y los
lácteos, sumado al problema de consumir alimentos
altamente industrializados. Entonces, como es común que
comamos mal, interpretamos que es común que no
hagamos caca todos los días. Y sí, es común. Lo cual no
quiere decir que sea normal.
Una microbiota intestinal saludable significa un sistema
inmunológico saludable, ya que el 80 % de nuestra salud se
juega en el intestino. Incluso nuestro bienestar emocional y
nuestro potencial intelectual están relacionados con lo que
pasa en nuestro intestino, también llamado “segundo
cerebro”. Es imperativo que dejemos de subestimar este
tema y que los profesionales de la salud se instruyan para
aprender a leer los síntomas que nos llevan a entender
cuándo hay una disbiosis intestinal que necesita ser sanada.
La ausencia de deposiciones no es una enfermedad, es un
síntoma. En los bebés amamantados, es fundamental
empezar por sanar la microbiota materna, revisando la
alimentación, evaluando la ingesta de probióticos y
haciendo incluso ajustes estructurales como los que ofrece
la osteopatía, de los cuales también se benefician mucho los
bebés.
Necesitamos hablar de esto y dejar de entender como
normal lo que no lo es.

Cualquier persona que no hace caca todos


los días está sencillamente acumulando
bacterias indeseables en el intestino. La
materia fecal es un desecho y, como tal,
necesita ser eliminado. ¿Cuál sería la
posible justificación fisiológica para que la
caca permanezca dentro del cuerpo por
días como algo normal y saludable?
13
POSICIÓN BIOLÓGICA: LA FISIOLOGÍA AL
SERVICIO DE LA LACTANCIA

En un mundo donde la medicalización del parto es


moneda corriente, muchas intervenciones empleadas
(anestesias, analgesias, oxitocina sintética) impactan en el
recién nacido afectando su maravilloso espectro de reflejos.
Esas mismas intervenciones además promueven que los
bebés necesiten en ciertos casos algún tipo de asistencia
médica, generando así separaciones temporales entre el
recién nacido y su madre que también pueden afectar el
inicio de la lactancia.
Mucha información sobre técnica de lactancia
relacionada con la posición, el sostén y el agarre, a veces
pareciera no funcionar. Observamos que los recién nacidos
despliegan una cantidad de reflejos primitivos que muchas
veces pueden obstaculizar la tarea en la teta: se empujan
hacia atrás como rechazando el pecho, sus manos
interfieren entre la boca y la teta, patean, cabecean para
todos lados, se buscan el puño y lo succionan con
vigorosidad.
Todos estos comportamientos son parte del espectro
normal de reflejos y movimientos del bebé, pero muchas
veces resultan obstructivos, y las tomas se vuelven caóticas
y estresantes tanto para la madre como para el bebé.
En estos casos es interesante pensar en la “posición
biológica”, también conocida como “Biological Nurturing”.
La mamá se ubica semirreclinada en la cama o el sofá y el
bebé queda boca abajo, vientre con vientre sobre el cuerpo
de ella, con la cabeza a la altura del pecho. La fuerza de
gravedad ejerce una presión que ayuda a la organización
corporal del bebé, suavizando y mejorando la coordinación
de sus reflejos. No hay necesidad de sostenerlo ni de ejercer
presión contra su espalda, cuello o cabeza. El bebé tiene
una participación activa en su alimentación ya que logra el
acople por sí mismo, y solemos observar una apertura de la
boca que muchas veces no se consigue en otras posturas.

Esto además promueve que el bebé pase buena parte


del tiempo sobre el cuerpo de su madre, que es su hábitat
natural. Y para ella resulta una posición cómoda y relajante
que facilita la conexión y la interpretación de las señales del
bebé.
Es la antitécnica. Y a veces es eso lo que necesitamos:
que la naturaleza haga lo suyo y, simplemente,
maravillarnos.

En estos casos es interesante pensar en la


“posición biológica”, también conocida como
“Biological Nurturing”. La mamá se ubica
semirreclinada en la cama o el sofá y el bebé
queda boca abajo, vientre con vientre sobre
el cuerpo de ella, con la cabeza a la altura
del pecho. La fuerza de gravedad ejerce una
presión que ayuda a la organización corporal
del bebé, suavizando y mejorando la
coordinación de sus reflejos.
14
SEMANA MUNDIAL DE LA LACTANCIA
MATERNA: LA CELEBRACIÓN DE LO
NATURAL

Desde 1992, del 1.º al 7 de agosto se celebra


anualmente la Semana Mundial de la Lactancia Materna,
encabezada por la World Alliance for Breastfeeding Action
(WABA), en conjunto con Unicef y la Organización Mundial
de la Salud.
Este movimiento tiene por objetivo crear conciencia e
impulsar acciones sobre cuestiones relacionadas con la
lactancia, definiendo un eje temático específico cada año
como, por ejemplo: la lactancia en las mujeres trabajadoras,
la lactancia y el cuidado del medioambiente, la importancia
del apoyo de los sistemas de salud a las mujeres que
amamantan, etc. Así es que cada año, organizaciones y
profesionales abocados a la promoción y a brindar servicio a
madres y bebés lactantes, llevan adelante eventos y
campañas en más de ciento veinte países.
Es interesante pensar en la mera existencia de una
semana mundial de la lactancia. ¿A qué nivel de
desnaturalización hemos llegado que tenemos que
reivindicar el acto de amamantar y ser amamantados que
tienen madres y bebés, algo que forma parte de nuestro
desarrollo fisiológico como especie? Pero resulta que sí es
necesario, que hay un montón de gente alrededor del
mundo que se organiza para difundir y celebrar algo que
debiera ser tan obvio. Es como celebrar la Semana Mundial
de Caminar en Dos Piernas o la Semana Mundial de Respirar
por la Nariz; cosas en las que puede caer solo una especie
tan “evolucionada” como la nuestra.
Llegamos a un nivel de sustitución de la lactancia tan
alto en el último siglo, que necesitamos desandar ese
camino difundiendo, promoviendo, defendiendo y
celebrando la Semana Mundial de la Lactancia Materna.
El entorno es adverso. Según datos de la Organización
Mundial de la Salud y de Unicef, tan solo uno de cada tres
bebés logra recibir una lactancia materna exclusiva hasta el
sexto mes de vida. Es realmente una tasa muy baja. ¿Pero
qué hace que la lactancia, a pesar de ser la forma normal en
que se alimentan nuestras crías, esté tan desplazada aún
hoy? Yo creo que hay al menos cinco razones básicas que
definen esta realidad preocupante:
Extinción de la cultura del amamantamiento.
Somos seres sociales y culturales. Aprendemos básicamente
por imitación desde que somos pequeños y,
lamentablemente, hoy en el mundo occidental, pocas
mujeres llegan a la maternidad habiendo visto a otras
madres de su entorno dar el pecho. El biberón... Ese sí que
lo han visto todas. Incluso estando embarazadas ya buscan
qué marcas de biberones, tetinas y esterilizadores comprar.
Nunca falta un set de mamaderas entre los regalos para el
recién nacido. Pero son muy pocas las personas que buscan
acercarle a la futura mamá información sobre lactancia para
que llegue preparada al encuentro con su bebé. Y cuando
llega finalmente ese bebé, muchas veces aparecen
conflictos con la lactancia que, aunque parezca mentira,
tienen que ver con cuestiones fácilmente corregibles en
términos técnicos: la forma de sostener al bebé, la manera
de ofrecer el pecho y cómo lograr un buen agarre. Esas son
cosas que se aprenden y todo sería más fácil para las
nuevas madres si hubieran tenido la posibilidad de ver de
forma corriente y habitual a otras madres amamantar a sus
bebés.
Poca (o nula) formación profesional en el tema.
Muchas lactancias se van en picada por intervenciones poco
apropiadas de los equipos de salud que acompañan a
madres y bebés. Resulta que luego es un enorme esfuerzo
para esas madres y esos bebés desandar los pasos
equivocados y procurar el restablecimiento de la lactancia
materna exclusiva. Es posible, claro, pero a veces es un
camino muy cuesta arriba y uno se apena al pensar que
llegaron adonde están simplemente por seguir
recomendaciones basadas en el desconocimiento del curso
natural de la lactancia.
Mitos que se sostienen en el tiempo. Este es un
tema preocupante porque aún en esta era de la
información, la lactancia es castigada por una infinidad de
mitos que lo único que logran es coleccionar fracasos a la
hora de amamantar. Peor aún es cuando esos mitos son
sostenidos por profesionales sanitarios.
Una industria de sustitutos de la leche materna sin
control. Si bien existe un Código Internacional de
Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna (¡desde
1981!) en la mayoría de los países, los laboratorios que
fabrican fórmulas infantiles no tienen ninguna penalidad por
violar ese código y se las ingenian para llegar a su público
de diversas formas. Cuando un consultorio pediátrico tiene
carteles o materiales gráficos auspiciados por una marca de
leche de fórmula o cuando un profesional de la salud indica
suministrar fórmula pero no pretende pesquisar qué es lo
que está fallando en la lactancia (si es que algo está
realmente fallando)..., son todas situaciones ante las que
necesitamos levantar la mano y desconfiar. Sí,
lamentablemente no podemos entregarnos y creer que
porque la indicación viene de un ser enfundado en un ambo
o una bata blanca debemos tomarla como la verdad
absoluta. Aquí se da un combo muy muy peligroso para la
lactancia: conflicto de intereses + mitos + poca formación
profesional en el tema. No hace falta que describa el
resultado.
Licencias maternales irrisorias. Aquí subyace una de
las grandes incoherencias de este asunto. Por un lado
tenemos el objetivo de salud pública de elevar el número de
bebés que lleguen a los seis meses con lactancia materna
exclusiva, pero, por el otro, en la mayoría de los países, las
licencias por maternidad son de alrededor de la mitad de
ese tiempo. ¿Es posible mantener la lactancia cuando una
mujer se reincorpora al trabajo? Sí, claro. Pero requiere de
cierto esfuerzo. No todas tienen posibilidades de extraerse
leche en sus ámbitos laborales, ya sea por cuestión de
tiempo, de espacio disponible o de recursos para hacerlo; y
no todas las mujeres, aunque lo deseen, logran continuar
con la lactancia exclusiva una vez que se reincorporan al
trabajo remunerado.
Evidentemente hay mucho trabajo por hacer de forma
interdisciplinaria. Ojalá sigamos transitando este camino y
logremos entre todos que algún día ya no sean necesarias
las semanas de la lactancia materna.
¿A qué nivel de desnaturalización hemos
llegado que tenemos que reivindicar el acto de
amamantar?
15
EL PODER DE LA EXTRACCIÓN MANUAL

“Hoy salí de mi casa apurada y me olvidé la mitad de las


partes del sacaleches... Entonces me animé a la extracción
manual, ¡y resulta que saqué la misma cantidad! Quería
compartirlo con vos”, me cuenta Antonella por WhatsApp.
Antonella es una mamá a la que acompañé en los
primeros tiempos de su beba cuando había algunas dudas
con relación a la lactancia, y más tarde cuando ella debía
retomar sus compromisos laborales y quería asesorarse
para poder seguir dándole a su hija leche materna durante
el tiempo que estuvieran separadas.
Creo que el sacaleches es una herramienta muy útil pero
no indispensable. Veo frecuentemente preguntas sobre qué
sacaleches comprar, incluso en madres embarazadas que
aún no han experimentado la lactancia con sus hijos. Como
si el sacaleches fuera algo que hay que tener para lograr
una lactancia exitosa. Y sí, puede resultar muy cómodo y
funcional, pero para algunas madres no lo es tanto. Hay
mujeres que no encuentran confortable la copa en la que se
inserta el pecho, o les duele o impresiona la forma en que la
bomba hace vacío para extraer la leche. Y aun así,
dispuestas a dejarles leche disponible a sus bebés, se
animan a trabajar con la extracción manual y descubren
que no era ni tan difícil, ni tan tediosa, ni tan lenta. Como
todo, incluso como sucede con el uso del sacaleches,
requiere de cierta destreza que se adquiere con la práctica.
La maniobra de extracción manual es a mi criterio un
must para las madres lactantes. Todas deberían conocerla y
saber cómo realizarla correctamente. No solo sirve para
recolectar leche, sino también ante situaciones como
congestión mamaria, obstrucciones de conductos, mastitis...
Vicisitudes a las que una madre que amamanta está
expuesta.
Para llevarla a cabo es necesario seguir una serie de
pasos sencillos:
Higienizarse las manos con agua y jabón.
Realizar suaves masajes en los pechos para “activarlos” y
estimular así la salida de la leche. No hay una única
forma de hacerlo: pueden ser pequeños círculos
recorriendo la mama alrededor del pezón, o bien, se
puede tomar el pecho con ambas manos y masajear de
forma vertical, moviéndolos en direcciones opuestas para
después repetir horizontalmente.
Ubicar el dedo índice y el pulgar formando una “C”,
apoyándolos a 2 o 3 cm de la base del pezón y trazando
una línea imaginaria que una ambos dedos y el pezón. La
posición de las yemas no necesariamente coincidirá con
el borde de la areola, ya que eso dependerá del tamaño
de esta. En mujeres con areolas más bien pequeñas o
estándares, los dedos suelen quedar por fuera, pero
cuando la areola es grande, pueden estar pisando la zona
areolar.
Con las yemas firmes en sus posiciones y sin moverlas de
sus lugares, se realiza una presión hacia la caja torácica
hasta que ya no sea posible seguir comprimiendo. Luego
hacemos una “pinza” como si quisiéramos juntar los
dedos allí atrás, logrando así la expulsión de la leche.
Reproducir este hundir-pinzar-soltar de manera rítmica
varias veces y después reubicar los dedos en otros puntos
del perímetro areolar con la misma forma de “C” y
conservando su alineación con el pezón en el centro.
Recorrer toda la circunferencia para drenar la leche de los
diferentes conductos lactíferos.
Repetir la maniobra algunas veces en forma rítmica y
luego reposicionar los dos dedos en otra dirección, siempre
manteniendo la forma de “C” y la línea imaginaria que
forman con el pezón, recorriendo todo su perímetro para
ayudar así a extraer leche de todos los conductos
mamarios.
La maniobra de extracción manual es a mi
criterio un must para las madres lactantes.
Todas deberían conocerla y saber cómo
realizarla correctamente. No solo sirve
para recolectar leche, sino también ante
situaciones como congestión mamaria,
obstrucciones de conductos, mastitis...
Vicisitudes a las que una madre que
amamanta está expuesta.

Incluso hay mujeres que extraen un pequeño volumen de


leche con el sacaleches, mientras que con la mano logran
llenar un biberón con rapidez. No hay que subestimar el
poder de la extracción manual.
Y como si fuera poco, un estudio del Medical Center de
Tel Aviv descubrió que la leche extraída de forma manual
contiene más grasa y es, por lo tanto, más calórica que la
leche extraída con un sacaleches.
La extracción manual ayuda también a tomar contacto
con nuestro cuerpo y con la lactancia desde otro lugar.
Entender al tacto cómo es nuestro pecho, y cómo y dónde
comprimirlo para maximizar la cantidad de leche que
extraemos... Aprender esto es un pequeño arte que en
general las mujeres no conocemos. Cuando estoy
trabajando con una mamá y le pregunto si sabe extraerse
leche con la mano, suele decirme que no o que cree que sí,
“pero no me sale mucho”. Y cuando me muestra cómo lo
hace, resulta que la maniobra no estaba siendo realizada de
la manera adecuada. Al mostrarle la posición de los dedos y
cómo hacer el movimiento y la presión, de repente la gota
del primer intento se transforma en una pequeña lluvia de
chorritos, y siempre me gusta ver su cara de sorpresa, como
si se tratara de un truco de magia. ¡Pero no lo es! Es tan
solo un poco de práctica.

Hay mujeres que extraen un pequeño


volumen de leche con el sacaleches,
mientras que con la mano logran llenar un
biberón con rapidez. No hay que subestimar
el poder de la extracción manual.
16
CUANDO SE ACABA EL DÍA, ¿SE ACABA LA
LECHE?

Durante el día, la lactancia marcha sin problemas, el


bebé mama tranquilo y se lo observa saciado y feliz. Pero al
llegar el atardecer, muchas mujeres sienten que su
producción de leche disminuye, que sus hijos se ponen
irritables, que pelean con el pecho, se sueltan, tironean del
pezón, se vuelven a agarrar, lloran... Y ante la sospecha de
que se están quedando con hambre, surge el famoso
“biberón salvavidas” que algunas madres ofrecen con leche
de fórmula en esos momentos o justo antes de que el bebé
se vaya a dormir por la noche.
Si bien es habitual –al menos en la cultura occidental–
que muchos bebés tengan un comportamiento irritable y
mamen de forma inquieta y casi ininterrumpidamente
cuando el día se está terminando, lo cierto es que atribuirle
el problema a una falta de leche es más una percepción que
una realidad.
Existe la idea de que el flujo de leche baja a esas horas
de la noche debido a las fluctuaciones hormonales que
experimentan las mujeres lactantes, aunque hay
investigadores que no han logrado evidenciar que esto sea
realmente así.
Lo que sí sucede es que la leche cambia durante el día,
siendo la grasa uno de sus componentes más variables. Así
como sabemos que la grasa de la leche aumenta durante el
transcurso de una mamada, sucede algo parecido a lo largo
del día. Hacia el anochecer, la leche contiene un nivel
mayor de grasa y calorías, lo cual compensa ese eventual
menor volumen. En esta línea de análisis, se presume que
muchos bebés se ponen irritables ante el flujo disminuido,
pero no es en sí una cuestión de hambre, sino de
“expectativas”.
También aparece aquí la cuestión de la “hora de las
brujas”, como se la conoce popularmente en muchos países.
Entre las 19 y 21 horas es cuando estos episodios de
irritabilidad se observan con mayor intensidad en bebés
menores de cuatro meses. Sumado a la cuestión del flujo de
la leche, se cree también que esa es la hora del día en la
que los depredadores salen a cazar y nuestros bebés, que
responden instintivamente al gen de la supervivencia,
sienten que el peligro está cerca y por eso se ponen más
demandantes de cercanía y protección materna.
Por otro lado, muchos bebés adoptan en esas horas un
patrón de alimentación que se conoce como “tomas en
bloque”, o cluster feeding en inglés, en el que piden pecho a
cada hora o casi no quieren dejar de mamar entre las 19 y
22 horas aproximadamente. En general, este
comportamiento viene seguido de un período de sueño
prolongado, como si el bebé estuviera llenándose de
reservas para poder descansar por un buen rato. Incluso
hay bebés que maman de forma más espaciada durante el
día y tienden a hacer tomas en bloque hacia el anochecer,
compensando así el volumen total de leche que necesitan
ingerir para crecer de forma adecuada.
El problema aquí es que muchas familias emplean (y
muchos profesionales recomiendan) un biberón de fórmula
en horas de la noche, pensando que efectivamente se trata
de hambre. Y el bebé va incorporando este “refuerzo” como
parte de su alimentación, creándose así la costumbre de
recibirlo. El bebé podría saciarse con la leche del pecho,
pero al introducir esta “ayudita”, queda noqueado por una
leche mucho más densa y difícil de digerir, que además no
necesita, por lo tanto se duerme por varias horas, en
especial si tiene menos de tres meses. Así, el cuerpo de la
madre, al no ser estimulado por la succión, recibe la señal
de reducir la producción de leche. Entonces comienza un
círculo vicioso en el que, además del acostumbramiento al
biberón nocturno, aparece un real problema de producción
cuando no lo había.
No estoy hablando de un biberón para un bebé que está
complicado con el aumento de peso. El bebé que necesita
apoyo (ojalá transitorio) de leche de fórmula, no lo necesita
solo al anochecer. Lo necesita o no lo necesita.
Así vemos cómo se va tejiendo un entramado confuso del
que a veces luego es difícil salir. Esta etapa puede ser dura,
sin lugar a dudas. Pero un biberón no tiene por qué ni debe
ser la solución. Frente a un bebé que está creciendo
adecuadamente, necesitaremos considerar otras
herramientas para surfear esta ola complicada: portear,
salir a caminar o cambiar de ambiente, pedir brazos
prestados al papá o a otra persona disponible si la mamá
está agotada y necesita un respiro, amamantar estando en
movimiento y, sobre todo, mucha, mucha, mucha paciencia.
Esto también pasará.
El problema aquí es que muchas familias
emplean (y muchos profesionales
recomiendan) un biberón de fórmula en
horas de la noche, pensando que
efectivamente se trata de hambre. Y el bebé
va incorporando este “refuerzo” como parte
de su alimentación, creándose así la
costumbre de recibirlo. El bebé podría
saciarse con la leche del pecho, pero al
introducir esta “ayudita”, queda noqueado.
17
“DALE UNA MAMADERA ASÍ PODÉS
DESCANSAR MÁS”

Suelo recibir consultas de muchas madres que, frente al


cansancio, contemplan la idea de extraerse leche en algún
momento del día para que el papá u otra persona alimente
al bebé mientras ellas descansan por la noche.
Desde mi punto de vista, es importante tener en cuenta
algunas cuestiones.
Por un lado, comprender que si la madre espera dormir
durante largos períodos de tiempo y saltear tomas mientras
otro se ocupa del bebé, esto podría provocar una
acumulación de leche en el pecho y la consecuente
predisposición a tener obstrucciones de conductos,
ingurgitación mamaria y/o mastitis. Para prevenir estos
problemas, la madre debería extraerse leche con cierta
frecuencia y, francamente, hacer esto en lugar de
amamantar no creo que tenga demasiado sentido si la idea
era ganar en descanso.
Asimismo, esquivar tomas puede impactar en los niveles
de producción de leche, puesto que el drenado inadecuado
del pecho le indicará a la glándula mamaria que “hay leche
de sobra” y esto regulará hacia abajo el volumen producido.
Por otro lado, me parece interesante poner este tema del
cansancio-descanso en perspectiva. Un bebé puede mamar
unas diez, doce, catorce veces en veinticuatro horas. Siendo
así, ¿cuánto descanso real ganará una madre al sustituir
UNA toma, teniendo en cuenta que además necesita dedicar
tiempo a la extracción para juntar esa leche con la que
alimentarán a su bebé?
Creo que si la madre desea amamantar y prevenir estos
problemas, sería deseable que pudiera delegar todas las
tareas posibles y poder avocarse a atender las demandas
de ese bebé que la necesita. Descansar junto al bebé cada
vez que este duerma y amamantar acostada son grandes
aliados a la hora de sostener el ritmo de un bebé pequeño.
Tantas veces se sugiere dar una mamadera “para que
vos descanses”, pero no se anima a la madre a evitar tareas
domésticas, a alimentarse adecuadamente, a compartir el
cuidado de hijos mayores y a descansar todo lo que pueda.
Dar la teta pareciera ser siempre la causa del cansancio,
como si todo lo demás no incidiera. No nos olvidemos de
que cuidar la lactancia es cuidar a las madres y a sus bebés.
Y facilitar la cotidianidad de esas mujeres con hijos
pequeños es una forma real y segura de ayudarlas.
18
“NO DEJES QUE TE USE DE CHUPETE”

El pecho materno está diseñado para cubrir


todas las necesidades orales del bebé, tanto
de nutrición como de regulación; y el bebé lo
sabe bien.

Ay, ay, ay… No debe haber madre sobre la faz de la


tierra –del lado occidental, al menos– a la que no le hayan
dicho algo como esto. Hay tantas cosas para explicar al
respecto, que se me agolpan en la punta de la lengua, así
que intentaré ordenarlas y transmitir algo coherente.
El chupete, tal como lo conocemos, fue inventado hace
poco más de un siglo en los Estados Unidos, dato que
seguramente no nos sorprende. Frente a la necesidad
primitiva de succión que presentan los bebés durante los
primeros años de vida, a un farmacéutico neoyorquino se le
ocurrió crear y patentar este objeto, aunque a lo largo de la
historia se ha encontrado evidencia del uso de diversos
elementos que eran ofrecidos a los bebés para chupar,
muchas veces realzados con sustancias endulzadas.
La cuestión es que al chupete se le atribuyen aspectos
positivos, como agente de prevención del síndrome de
muerte súbita del lactante (SMSL), y también negativos,
relacionados con la deformación de la cavidad oral y del
paladar, complicando la ubicación de los dientes que van
brotando en la boca del bebé, y con una menor duración de
la lactancia.
Tenemos que entender, en primer lugar, que el diseño
humano es perfecto y que puede garantizar el confort y la
supervivencia de la especie sin intervenciones artificiales.
Más de una vez se ha escuchado a algún pediatra o
neonatólogo decir “este bebé pide chupete”, y esto es algo
totalmente subjetivo e infundado, ya que un bebé no puede
pedir algo que no conoce. El pecho materno está diseñado
para cubrir todas las necesidades orales del bebé, tanto de
nutrición como de regulación; y el bebé lo sabe bien. Por
eso busca el pecho con frecuencia, no solo para
alimentarse, sino también para recibir calma, placer y
contacto con su madre. Muchos bebés también ejercen lo
que se conoce como autosucción, que es la succión de una
parte de su propio cuerpo, como su dedo, y este es un
comportamiento normal e inofensivo si tenemos en cuenta
que los bebés lo practican desde su vida intrauterina.
En cuanto a la muerte súbita, en una sociedad que busca
que los bebés duerman desde edad temprana en su cuna,
en su propia habitación, y donde se promueve el destete
temprano, se ha observado que el chupete mantiene
permeable la vía aérea, previniendo apneas. Sin embargo,
la investigación respecto del sueño y la lactancia indica que
esta se constituye naturalmente como factor de prevención
del SMSL. La alta digestibilidad de la leche materna
promueve períodos más cortos de sueño. A su vez, sabemos
que el colecho seguro está íntimamente relacionado con la
lactancia (más adelante me extenderé sobre el concepto de
breastsleeping en la sección “Dormir como con un bebé”),
por lo que transitivamente, el colecho también actúa como
factor de protección frente a la SMSL. Una vez más,
prácticas ancestrales de crianza como el colecho y la
lactancia materna son las principales promotoras del
bienestar de la cría. Cuando introducimos cambios regidos
por normas culturales, como la idea de evitar el colecho o
reemplazar el pecho por el biberón, caemos
inevitablemente en la necesidad de sustituir esas formas de
cuidado por otras, como el chupete.
Entonces me parece vital entender que el chupete es una
decisión de los adultos y no algo que el bebé necesita. Y
como en todos los aspectos de la crianza, las familias
deberían tomar decisiones de la forma más informada
posible, valorando pros y contras que resuenen con la
manera en la que eligen criar a sus hijos.

El chupete es una decisión de los adultos y


no algo que el bebé necesita.
19
PEZONERAS: NO TODAS LAS TETAS LAS
NECESITAN, NO TODAS SIRVEN PARA
TODAS LAS TETAS

Dentro de los recursos que utilizamos quienes


asesoramos a las madres en temas de lactancia, hay uno
que se conoce como “pezonera” (nipple shield, en inglés).
Es una especie de escudo protector de silicona que se
coloca bien adherido al complejo areola-pezón y resulta útil
en determinados casos.
No miento si digo que en el tiempo que vengo trabajando
como puericultora y habiendo acompañado a tantas
mujeres, cuento con los dedos de una mano a las madres
que me mostraron cómo se colocaban la pezonera de forma
adecuada. Y me resulta algo muy preocupante porque una
pezonera bien o mal puesta es la diferencia entre un bebé
que se alimenta y uno que no.
Veo con mucha frecuencia a madres que se van de alta
de las clínicas ya utilizando una pezonera. Me adelanto a
decir que muchas de esas mujeres seguramente no
necesitaban ninguna, sino más tiempo, más
acompañamiento y más práctica. Solía molestarme al
pensar que mis colegas que trabajan en instituciones
aconsejaban el uso de este recurso ante el primer atisbo de
dificultad. Luego acepté que el tiempo dentro del sistema
médico es tirano y que los equipos que atienden a madres y
bebés en la internación posparto necesitan dar de alta en
dos o tres días a una díada cuya lactancia “funcione” y que
como a veces no disponen de todo el tiempo que se
necesitarían, recurren a la pezonera como una solución
rápida.
Pero aquí se dan dos conflictos importantes: el primero
es que habitualmente mandan al papá a comprar una
pezonera sin indicar qué marca (ya que no todas las
disponibles en el mercado sirven en realidad) y qué talle
necesita esa mamá. Las madres se sorprenden a veces
cuando introduzco este detalle porque no tenían idea de
que las pezoneras vienen en distintas medidas. Y claro, no
tienen por qué saberlo. Pero diría que en la mayoría de los
casos, veo pezoneras que no son adecuadas para esa mujer
a la que estoy asistiendo.
El otro problema radica en su uso. Pocas mujeres son
realmente instruidas en la maniobra de colocación correcta
de una pezonera. Aclaro que no es necesario hacer un
máster en Harvard para usar una, pero la mayoría tiende a
apoyar la pezonera sobre el pecho y luego prender al bebé,
y no, eso no es suficiente. La pezonera requiere de un
trabajo de manipulación para lograr que buena parte del
pezón y la areola queden dentro. Como dicen, “hay que
agarrarle el truco”.
Además de no indicar marca y talle, y no mostrar cómo
hay que colocarla, me preocupa que no se les explique a las
mamás que la pezonera es un recurso transitorio y que la
idea sería que en cuanto puedan, vayan implementando
estrategias para retirarla. Hay profesionales de la lactancia
que consideran que las pezoneras actuales no representan
un problema si se perpetúan en el tiempo. Yo creo que no
hay nada como un bebé que mama directo del pecho y que
debemos orientar a las mujeres en cómo ir logrando
abandonar su uso.
Estos problemas que describo no son para tomar a la
ligera. Muchas mujeres se van de alta con una pezonera que
no les sirve y que además están colocando mal. El bebé, por
lo tanto, se alimenta de manera subóptima y la producción
comienza a regularse para abajo, dado que el estímulo no
es el adecuado. Resultado: un bebé con problemas de
incremento de peso que, si no tiene la suerte de contar con
un pediatra que sepa y apoye la lactancia, recibirá en pocos
días la indicación de ser suplementado con leche de
fórmula.
Por eso insisto en, primero, determinar si una pezonera
está bien indicada. Me desespero cuando una mamá me
cuenta que le han dicho: “No, ‘mami’, con esos pezones no
podrás amamantar, así que andá consiguiendo una
pezonera”. La forma de los pezones no es una sentencia
para usar este producto. Hay que trabajar la técnica, el
ofrecimiento y la posición, e intentar que ese bebé se
acople de alguna manera. Las grietas en los pezones
tampoco debieran ser motivo para recomendar su uso
porque incluso si no está bien colocada, puede agravar más
aún esas heridas.
Cada caso es único y particular, y por eso es importante
la mirada y el acompañamiento de una experta en lactancia
que determine si el uso de la pezonera es adecuado (por
ejemplo, en bebés con frenillo sublingual corto es un
recurso que puede ser necesario) y que haga el seguimiento
de esa dupla mamá-bebé para ir viendo si consigue luego
dejar de utilizarla.
La forma de los pezones no es una sentencia
para usar pezoneras.
20
“DAR EL PECHO ES MUY ESCLAVO”

El bebé no se vuelve dependiente, sino que


es dependiente. No tiene forma de no serlo.

Claro, el bebé pide el pecho seguido, por lo que necesita


estar todo el tiempo con su madre. Ergo, “se vuelve
dependiente” y su madre, por elegir dar el pecho, no tiene
cómo compartir esta tarea con nadie más. En cambio, el
biberón es más práctico porque se lo puede dar la madre, el
padre, la abuela, el tío... Este es un pensamiento que aún
hoy está bastante instalado.
Primero habría que hacer la aclaración de que el bebé no
se vuelve dependiente, sino que es dependiente. No tiene
forma de no serlo. A diferencia de la mayoría de las
especies de mamíferos que a las pocas horas de nacidos ya
están reptando o caminando, nuestros cachorros son los
más inmaduros de todos y necesitan de nosotros para Ser.
Un bebé no es si no hay un otro que le dé entidad, que lo
cuide, y le provea el alimento y los cuidados básicos. Así de
dependientes somos los bebés humanos.
La expectativa del bebé es la de ser cuidado y
alimentado por la madre, al igual que el resto de los
mamíferos. Incluso podríamos decir que si una madre no
puede o no quiere amamantar a su hijo, lo mejor sería que
el biberón se lo diera ella para no romper con esa
expectativa biológica que su bebé trae “de fábrica”.
Es cierto que los humanos distorsionamos los valores
más esenciales de nuestra especie. Pero aunque nos pese,
los bebés necesitan estar con sus madres. Lo necesitan. No
es un capricho, ni una maña, ni una moda. Es una necesidad
básica y fisiológica del recién nacido. Esa dependencia de su
figura principal de apego (que, en general, es la madre)
existe y existirá si la madre da o no el pecho.
No perder de vista esto nos permite entender que la
mirada adultocéntrica del bebé y su dependencia es parte
de una cultura y un contexto que, en pocas palabras, busca
separar a las mamás de sus bebés lo antes posible, forzar
una falsa independencia en los niños y liberar a la madre
para que pronto vuelva a trabajar y a ser parte de la rueda
productiva.

Los bebés necesitan estar con sus madres.


Lo necesitan. No es un capricho, ni una
maña, ni una moda. Es una necesidad básica
y fisiológica del recién nacido.
21
“DESPUÉS DE LOS SEIS MESES, LA LECHE
MATERNA ES AGUA”

No hay manera, ni física ni química, ni mágicamente


hablando, de que la leche se convierta en otra cosa que en
leche, nunca. La leche nunca pierde propiedades. Muy por el
contrario, la leche materna modifica su composición
acompañando el crecimiento del bebé/niño y, por ejemplo,
se vuelve más grasosa durante el segundo año de vida,
respondiendo a un mayor requerimiento nutricional por
parte del lactante.
Las recomendaciones oficiales de organismos de salud
internacionales como la Organización Mundial de la Salud,
Unicef y demás asociaciones de pediatría del mundo
sugieren una lactancia materna exclusiva (es decir, sin
agregados de ninguna otra cosa, ni siquiera agua) durante
al menos los primeros seis meses de vida, y luego, a partir
de ese momento, evaluar la introducción de alimentos
complementarios (leamos bien: alimentos complementarios
de la lactancia. Es decir, la leche sigue siendo la principal
fuente de alimento para el bebé y lo otro es un
complemento), y continuar con la lactancia durante un
mínimo de dos años. Hago la salvedad: la OMS dice “hasta
los dos años o más”. Esto quiere decir “hasta que la madre
y/o el bebé lo deseen”. No quiere decir de ninguna manera
que la lactancia debe terminarse a los dos años.
En ningún momento la leche deja de alimentar o de
servirle al niño. A medida que este crece y la comida
empieza a ganar más proporción (generalmente durante el
segundo año de vida, o el tercero), la leche materna va
ocupando un segundo lugar en términos de nutrición, pero
sigue brindando su invaluable aporte inmunológico.
Tampoco debemos olvidar que el pecho brinda consuelo,
confort y apego, y que la necesidad de succión se prolonga
más allá de los tres años, por lo que el hecho de mamar
cumple aún un papel importante en su desarrollo
psicoemocional.

No hay manera, ni física ni química, ni


mágicamente hablando, de que la leche se
convierta en otra cosa que en leche, nunca.
La leche nunca pierde propiedades.
22
AMAMANTAR CON UN SOLO PECHO

En los años que vengo trabajando como puericultora, he


acompañado a varias madres que enfrentaban una de las
situaciones más temidas de la lactancia: que el bebé
rechace uno de los pechos. En la mayoría de los casos, con
paciencia, constancia y algo de técnica, en pocos días ellas
lograron revertir el problema y continuaron amamantando
de ambos pechos sin dificultad. Pero hubo dos casos en los
que, por más que se intentaron diversas estrategias, el
rechazo persistió y la lactancia siguió adelante solo de un
pecho. En ambos casos hemos podido comprobar lo que la
teoría afirma: se puede lograr una lactancia materna
exclusiva con un único pecho.
¿Qué sucede? La glándula mamaria del pecho que queda
sin uso, poco a poco deja de producir leche e involuciona
hasta quedar con un tamaño similar al que tenía antes del
embarazo. Y, por el contrario, la glándula del pecho que el
bebé sí estimula se hipertrofia (es decir, aumenta
considerablemente de tamaño) y produce toda la leche que
el bebé necesita. Estamos hablando de mujeres sanas, sin
patologías de base que pudieran afectar en algún nivel su
producción normal de leche.
Así ocurre con las madres de bebés gemelares: si una
mujer tiene dos pechos y con ellos puede amamantar en
exclusiva a dos bebés, entonces una mujer con un solo bebé
puede alimentarlo con un único pecho y aun así tener lo que
llamamos una “producción de leche completa”.
Desde luego, creo que hay que intentarlo todo para
lograr revertir el rechazo del bebé y tratar de recuperar la
lactancia bilateral. Pero me parece importante mencionar
que es absolutamente posible sostener una lactancia con un
solo pecho.
La mayor incomodidad podría presentarse en términos
estéticos, ya que la madre quedará asimétrica, con un
pecho bastante más grande que el otro durante el tiempo
que dure la lactancia, pero vale aclarar que cuando la
producción de leche cese, el pecho aumentado volverá a su
tamaño normal y se empatará con el otro pecho (aunque
todas las mujeres guardamos una pequeña asimetría
natural entre ambos pechos y siempre uno es algo más
grande que el otro).
Son particularidades de la lactancia de las que mucho no
se habla pero que son más frecuentes de lo que uno piensa
y necesitamos que esta información llegue a todas las
madres que amamantan para que, de ser el caso, sepan
que sostener la “lactancia monoteta” es perfectamente
posible.
23
EL BANCO CASERO DE LECHE

Cuando la madre comience a trabajar, se irá


extrayendo leche cada día, y esa es la leche
que se le ofrecerá a su bebé al día siguiente.

Uno de los temas que preocupan a muchas madres que


amamantan es el regreso al trabajo y cómo harán para
sostener la lactancia cuando deban ausentarse varias horas
de casa. Es, de hecho, uno de los motivos más frecuentes
por los que hago consultas personalizadas. Pero hay algo
que me llama la atención y que me parece oportuno
comentar, que tiene que ver con el famoso “armado del
banco de leche casero”, que genera la idea de que la madre
deberá salir a trabajar dejando el freezer superpoblado de
potes de leche materna.
De hecho, suelo ver en redes sociales donde se tratan
temas relacionados con la lactancia, fotos con decenas de
frasquitos o bolsitas de leche almacenada. Creo que esas
imágenes muchas veces desmoralizan a más de una mujer
que pronto comenzará a trabajar y no sabe cómo hará para
reunir esa cantidad de leche antes de irse.
Por eso me pareció importante hablar de esto. La madre
que sale a trabajar no va a necesitar contar con semejante
reserva de leche. Honestamente, no sé por qué está tan
difundida la idea de armar tal “banco”. Cuando la madre
comience a trabajar, se irá extrayendo leche cada día, y esa
es la leche que se le ofrecerá a su bebé al día siguiente. Ni
siquiera pasará por el freezer, sino que quedará en la
heladera desde que la madre regresa del trabajo hasta el
día siguiente en el que su bebé la consumirá.
Muchas veces, ese famoso banco de leche se va
formando casi sin quererlo, cuando la madre se extrae más
de lo que el bebé efectivamente toma y entonces empieza a
fraccionar la leche que trae a casa, separando lo que su
bebé tomará al día siguiente y congelando el resto. Esa
reserva podría usarse si la mamá por alguna razón no pudo
extraerse leche un día en su lugar de trabajo, o si en cierta
ocasión el bebé necesitó –o pareció necesitar– más leche
que la que la madre había dejado preparada. Pero
considerando que la leche dura idealmente tres meses
congelada, tampoco tiene demasiado sentido tener una
gran cantidad almacenada para esas situaciones especiales,
que tampoco debieran suceder con regularidad.
Comenzar un par de semanas antes a utilizar el
sacaleches, a familiarizarse con su manejo, con la técnica
de extracción, etc., es muy útil, pero el objetivo en sí no es
armar un banco de leche. De hecho, la madre deberá
procurar realizar extracciones para ese primer día que se
ausentará. Para el resto de los días, el circuito funcionará
solo a partir de la o las extracciones diarias que ella vaya
realizando.
Creo que es importante estar bien informada antes de
comenzar a trabajar y organizarse para poder dejarles leche
a los bebés cada día, pero me parecía bueno cuestionar
esta idea del almacenamiento y quitar la presión de armar
un banco de leche antes de volver a trabajar.
24
LACTANCIA Y VUELTA AL TRABAJO: OTRAS
PREOCUPACIONES

Cuando acompaño a una mamá en el manejo de la


lactancia durante su vuelta al trabajo, además de los
aspectos técnicos sobre extracción de leche, organización,
etc., en la consulta surge inevitablemente el temor respecto
de cómo el bebé se las arreglará para pasar algunas horas
del día sin ella. Este miedo –que además la mamá expresa
porque ella tampoco sabe cómo hará para pasar esas horas
sin su bebé– está en general basado en dos grandes
preocupaciones.
La primera está relacionada con el hecho de saber si el
bebé aceptará o no el biberón. Entonces aparece la idea de
darle una mamadera algunas veces antes de que la madre
tenga que efectivamente ausentarse, para comprobar si el
bebé la toma. Muchas veces las familias me cuentan que
han hecho la prueba y que los bebés no han querido saber
nada de nada. Me parece importante transmitir entonces
algo de tranquilidad en este aspecto y explicar que:
A) Ningún bebé jamás se dejará morir de hambre.
B) A algunos les toma más tiempo que a otros ajustarse
a la nueva dinámica diaria que implica estar sin mamá.
Muchos toman el biberón desde el primer día y otros no.
C) Si el bebé en cuestión es de los que no (esto se da en
general en bebés mayores de tres o cuatro meses), pueden
pasar dos cosas: que lo acepte con el correr de los días o
que no lo acepte.
D) Si no lo acepta nunca, tampoco pasará nada. Otra
vez: ningún bebé se dejará morir de hambre y si decide
esperar a su mamá, es porque puede hacerlo. Para calmar
las ansiedades podemos buscar otras formas de ofrecerle la
leche. En general, sugiero probar con mamaderas cuyas
tetinas sean alargadas y de base angosta, o con algún tipo
de vaso entrenador/de pico/de boca ancha común, ya que
luego del primer mes y medio o dos, emplear una jeringa –
con sonda o con dedo– o un gotero puede resultar tedioso (a
menos que el bebé sea aún muy pequeño). Luego de los
cuatro o cinco meses, es poco probable que un bebé tenga
problemas con la lactancia por tomarse la leche extraída de
su madre en uno o dos biberones por día, siempre ofrecidos
de la forma adecuada. Asesorarse con una puericultura es
una gran idea cuando vamos a volver a trabajar.
No tiene, en mi opinión, ningún sentido practicar antes.
Porque veamos: supongamos que el bebé acepta el biberón
en el primer intento y entonces la madre se queda
tranquila. Pero resulta que luego, el día que efectivamente
vuelve a trabajar, quien queda a cargo del bebé le cuenta
que no quiso tomar nada o que ha tomado muy muy
poquito. Conclusión: la prueba no sirvió para nada.
Ahora supongamos que, contrariamente, el bebé no ha
aceptado el biberón en la prueba piloto. La mamá se
preocupa y no sabe qué pasará cuando llegue el día en que
deba volver a trabajar. En ese caso, releer los puntos a, b, c
y d.
La otra gran preocupación que las madres me comparten
radica en cómo el bebé se adaptará a estar sin ellas. Ya sea
si irá a un jardín maternal o se quedará en casa al cuidado
de una niñera o un familiar, cuando ya pasan unos pocos
días en los que el bebé entra en contacto con su cuidador,
la mamá cree que es una buena idea empezar a irse (de
casa o de la guardería) para ver cómo se comporta en su
ausencia y poder confirmar o no que se esté adaptando.
Yo creo honestamente que esto no tiene ningún sentido.
En primer lugar porque los bebés aprenden por asociación.
Es decir, conectan una cosa conocida con otra cosa nueva
para poder integrarla y aprenderla. Entonces, lo que el bebé
necesita es pasar tiempo con la persona que estará a cargo
y su mamá para poder vincularlas, y entender que esa
persona que pasará varias horas del día con él está
relacionada con la presencia de su mamá y no con su
ausencia. Eso sí vale la pena: si vamos a encargarle el
cuidado de nuestro bebé a una niñera o a una abuela, es
bueno que unas tres semanas antes, esta persona frecuente
la casa –ojalá diariamente o con la mayor asiduidad posible–
y pasen tiempo los tres juntos. Si quien va a quedar al
cuidado del bebé es papá, esto no será necesario ya que es
una figura muy cercana y reconocida por el bebé.
Por otro lado, emplear tiempo de la licencia por
maternidad yéndonos y estando separadas de nuestros
bebés es, en definitiva, adelantar la separación. Si ese “día
D” va a llegar inevitablemente, ¿cuál es el propósito de que
suceda antes de tiempo?
Creo de corazón que lo mejor es tratar de aceptar que
ese momento llegará (si no hemos encontrado otra manera
de dilatarlo) y hablar mucho con el bebé, brindándole las
medidas verbales de anticipación y contándole con detalles
lo que va a pasar: que nos iremos durante algunas horas
porque tenemos que trabajar; que él/ella se quedará con
fulano/a; que fulano/a se ocupará de darle la leche que le
vamos a dejar disponible (si se trata de una mamá que
amamanta); que fulano/a jugará con él/ella, pasearán, etc.;
y que cuando mamá regrese, estarán juntos nuevamente y
también podrá tomar la teta como siempre. Solemos
subestimar el hecho de hablarle al bebé y ponerle palabras
a las cosas que suceden en su vida, pero es algo, desde mi
mirada, fundamental.
Es bueno saber también que cuando la madre regrese de
trabajar, el bebé requerirá de todo su tiempo, querrá mamar
más que de costumbre y posiblemente aumenten los
despertares nocturnos. Esto es parte del proceso y más vale
darles también a las madres las correspondientes medidas
anticipatorias. ¡El que avisa no traiciona!

Cuando la madre regrese de trabajar, el bebé


querrá mamar más que de costumbre y
posiblemente aumenten los despertares
nocturnos.
25
“QUE LA MAMADERA SE LA DÉ OTRO”

Ya sea que un bebé necesite recibir transitoriamente un


aporte extra de leche porque se observa un aumento de
peso insuficiente, o que una madre esté llevando adelante
una lactancia mixta con pecho y fórmula por elección, las
familias suelen recibir la sugerencia de que al bebé, la
mamadera se la dé otra persona que no sea la mamá. En
general, la recomendación está sustentada en que “a vos te
va a buscar la teta y no va a aceptar otra cosa”.
Pero yo me pregunto si realmente es así. Entendemos
que amamantar es un hecho fisiológico, por eso pienso que
todas las intervenciones que hagamos en pos de resolver
alguna situación relacionada con la alimentación del bebé
deberían tratar de replicar lo más posible esos patrones
fisiológicos.
Las crías vienen diseñadas para alimentarse del cuerpo
de sus madres y si esto no es posible total o parcialmente,
adhiero a la idea de no perder o distorsionar esa función
nutricia que tienen las hembras de mamíferos. Incluyo
también a las mujeres que no quieren o no pueden
amamantar y solo dan leche de fórmula.
Me parece esencial hablar con el bebé, anticiparle que le
vamos a dar una mamadera con leche (mamadera o
cualquier otro recurso que usemos) y que sea la mamá
quien se la ofrezca. La anticipación verbal es clave.
De esta manera, el bebé tiene satisfecha su expectativa
biológica de ser alimentado por su madre porque la
cercanía, el habitar su cuerpo, es lo que el bebé necesita,
incluso más allá de si recibe pecho o biberón. Por eso
tampoco resueno con la idea de que otro le dé una
mamadera a un bebé “para aliviar el trabajo de la mamá”.
Las madres podrían ser apoyadas en las tareas del hogar e
incluso con el bebé: se puede ayudar con el baño, prestar
brazos para hacer upa mientras mamá se da una ducha o
descansa, mecer al bebé para dormirlo, cantarle, etc., sin
intervenir en la alimentación.
Si la madre se va a trabajar, o a estudiar, o está alejada
de su bebé por alguna circunstancia, evidentemente no
quedará otra que desviarnos de la fisiología y que sea otro
quien la sustituya en esta función. Pero mientras mamá y
bebé estén juntos, desde mi lugar siempre promuevo
concentrar la tarea de alimentar en el rol materno.

Me parece esencial hablar con el bebé,


anticiparle que le vamos a dar una
mamadera y que sea la mamá quien se la
ofrezca.
26
“VUELVO A TRABAJAR: ¿QUÉ CANTIDAD DE
LECHE DEBO DEJARLE A MI BEBÉ?”

La mamá vuelve al trabajo o a los estudios y la gran


pregunta es: “¿Qué cantidad de leche necesito dejarle a mi
bebé?”.
Muchos profesionales pediátricos sugieren hacer un
cálculo en el que se consideran entre 20 y 30 ml de leche
por kilo de peso, por toma. Es decir que si el bebé pesa seis
kilos, se contemplarían tomas de entre 120 y 180 cada dos
horas y media o tres horas de ausencia. Si la madre se
ausenta nueve horas, debería dejarle aproximadamente
unos 360 y 540 ml (un promedio de 450 ml) Es una cantidad
que puede resultar algo ambiciosa a la hora de pensar en la
extracción, si además consideramos que el bebé seguirá
creciendo, y bajo esta lógica, ese volumen de leche seguiría
aumentando. A la mayoría de las madres se les haría muy
cuesta arriba poder sostener ese ritmo.
Estudios más actuales sugieren que un bebé
amamantado, a medida que va creciendo, no aumenta
demasiado la cantidad de leche que ingiere, sino que al ser
la leche un fluido vivo que modifica sus propiedades en
función de los requerimientos nutricionales del niño, va
saciando las necesidades del bebé. Se ha llegado a estimar
que un bebé de un mes y uno de seis meses ingieren a
razón de unos 90 ml por toma en promedio, realizando unas
nueve mamadas en veinticuatro horas. Esto significa que no
es la cantidad lo que varía cuando el niño se hace mayor,
sino las propiedades maravillosas de la leche materna.
Entonces, a la hora de dejar leche materna disponible,
podemos considerar que, redondeando, unos 100 ml
aproximadamente podrían corresponder a una toma. Con el
correr de los días, podremos ir observando y evaluando qué
cantidad real el bebé ingiere y así calcular mejor la cantidad
de leche que vamos a dejarle.
De todas maneras, es importante saber que hay bebés
que toman poco y nada en ausencia de la mamá, y luego,
cuando se reencuentran, se ponen al corriente y recuperan
durante el resto de la tarde y por la noche lo que no
tomaron durante el día. Muy probablemente, el retorno
laboral de la madre coincida con un aumento de los
despertares nocturnos del bebé, que buscará por las noches
recuperar el tiempo y las tomas de leche perdidas.
27
LACTANCIA Y CARIES

Me aclaro la garganta para decir con toda contundencia


que no: la lactancia materna, ni diurna ni nocturna, no
produce caries.
Llueven las consultas de madres preocupadas porque sus
hijos amamantados han presentado caries y sus
odontopediatras les recomiendan destetar de forma urgente
por las noches, sugiriendo que el contacto de la leche con
las piezas dentales es lo que está produciendo esas caries.
Esto es, lisa y llanamente, falso. Es de por sí poco
coherente pensar que un fluido poderoso como la leche
materna, con todas las propiedades y características únicas
que la constituyen como el alimento óptimo, fisiológico e
inimitable en todo sentido evolutivo, pueda en alguna
medida causar algún nivel de daño y atentar contra la salud
de la especie a la cual pretende proteger. Pero más allá de
lo que uno podría suponer, la ciencia nos ha dado una vez
más la razón: la leche materna no es cariogénica.
Y por el contrario, como si fuera poco, presenta en su
composición sustancias que de hecho protegen contra el
desarrollo bacteriano que provoca la aparición de caries. Las
inmunoglobulinas y la lactoferrina funcionan como agentes
protectores y bactericidas respectivamente. La leche
materna colabora en la remineralización de las piezas
dentales.
El problema se da cuando se confunden o se asumen
como similares los casos de niños alimentados con lactancia
natural y los que reciben fórmulas infantiles. Las famosas
“caries del biberón” son eso y no “caries de la leche
materna”. La leche de fórmula contiene sacarosa, un tipo de
azúcar de la que se sirven las bacterias que producen
caries, a las cuales no les interesa demasiado la lactosa,
que es el azúcar de la leche materna. Asimismo, esta última
contiene lactasa, una enzima diseñada para digerir la
lactosa y que a su vez protege los dientes del lactante con
su efecto bactericida.
Ahora bien, ¿los niños amamantados pueden tener
caries? Claro que sí. El Dr. Brian Palmer, odontólogo e
incansable investigador de los efectos de la lactancia en la
salud humana, describe que las caries pueden estar
promovidas por causas multifactoriales:
El consumo de azúcar como agente causal principal.
La sequedad bucal.
Enfermedades. Estrés materno durante la gestación.
Malos hábitos familiares relacionados con la alimentación.
Mala higiene bucal familiar.
Genética familiar (en menor incidencia).
Es urgente que los profesionales de la salud se informen
para dejar de desinformar. A la preocupación generada por
un niño pequeño que tiene caries, a las madres se les suma
la culpa de estar causándoles un daño a sus hijos por
amamantarlos en las noches, cuando los despertares
nocturnos –tan fisiológicos como la leche materna– se
resuelven con naturalidad dando pecho. Quienes no
sugieren destetar, proponen higienizar la boca del bebé
luego de cada toma nocturna y sabemos perfectamente que
eso es inviable. Higiene adecuada, alimentación saludable y
lactancia materna son las mejores herramientas para
prevenir la formación de caries en la infancia.

Me aclaro la garganta para decir con toda


contundencia que no: la lactancia materna,
ni diurna ni nocturna, no produce caries.
28
¿POR QUÉ NECESITAMOS HABLAR DE
LACTANCIA?

Suelo comenzar las charlas prenatales que doy sobre


lactancia a mujeres embarazadas con esta pregunta.
Si la lactancia es un evento fisiológico que forma parte
de la evolución normal de nuestra especie, ¿por qué
tenemos que informarnos tanto antes de la llegada del
bebé? ¿No basta con esperar a que nazca, ponerlo al pecho
y que todo simplemente funcione? Muchas veces es así de
sencillo y muchas otras no lo es para nada.
Existen varios factores que han literalmente devastado la
cultura del amamantamiento en el mundo occidental.
Podríamos remontarnos a finales del siglo XIX cuando un
señor de apellido Nestlé (¿les suena?) inventó la primera
fórmula para lactantes a base de leche de vaca, que
coincidía con el final de la Revolución Industrial, donde la
mujer se incorporaba a la fuerza de trabajo y debía
ausentarse de su hogar durante varias horas, dejando a su
bebé al cuidado de otros.
Pero el verdadero boom de la fórmula se dio luego de la
Segunda Guerra Mundial, empleada en aquel momento para
alimentar a los huérfanos de la posguerra, pero empujada
también por una fuerte campaña publicitaria que no solo
convenció a las madres, sino a la comunidad médica, de
que la leche industrializada era superior a la leche materna.
Durante los años 50, 60 y 70, los índices de lactancia
cayeron abruptamente, mientras los médicos apoyaban y
recomendaban que las madres sustituyeran pronto la
lactancia natural por el biberón de leche artificial,
sugiriendo que esa fórmula contenía todos los nutrientes
necesarios para el adecuado crecimiento del bebé y
poniendo en tela de juicio la calidad de la leche humana.
“Esta leche, elaborada en los más prestigiosos
laboratorios de los Estados Unidos y Europa, tiene la
proporción exacta de todo lo que tu bebé necesita. Tu
leche… realmente no lo sé. No sé de qué manera te
alimentás… Quizá no sea suficientemente nutritiva”. ¿Qué
madre, hace cuarenta años atrás, hubiera dudado si el
médico de cabecera de su bebé le decía algo como esto?
Desde los 80 y hasta el día de hoy, varias agrupaciones y
organismos trabajan fuertemente para revertir esta
situación y reivindicar la importancia de la lactancia
materna, soportada por incontables investigaciones que
demuestran su superioridad frente a cualquier otra
alternativa de alimentación.
¿Y los problemas que atraviesan las mujeres? ¿Por qué
tantas mujeres presentan día a día problemas con la
lactancia? Una vez más, las razones son multifactoriales. Si
bien la lactancia tiene mucho de intuitivo, también podemos
decir que tiene mucho de legado cultural, de generación en
generación. Hoy, muchísimas mujeres llegan a tener a su
primer bebé en brazos sin haber visto nunca amamantar a
otra mujer de su entorno. Y la verdad es que a amamantar
se aprende. A sostener a un bebé se aprende. A ofrecer el
pecho correctamente se aprende.
Desde ese “hueco” que se produjo en la transmisión de
los saberes de mujer a mujer es que el rol de las
puericultoras cobra sentido. Venimos a cubrir ese bache y a
acompañar a las mujeres que puedan tener dificultades a la
hora de dar de mamar.
Si bien muy lentamente las tasas de lactancia en
Occidente van mejorando, la industria de la fórmula infantil
factura unos 70 mil millones de dólares anuales. Es difícil
luchar contra un aparato poderoso que puede comprarlo
todo. Porque digámoslo bien clarito: la lactancia materna no
enriquece a nadie. Y sin embargo, es gracias a ella que
podríamos elevar el estándar de salud mundial; podríamos
reducir los índices de morbimortalidad infantil; podríamos
ahorrar costos en la atención médica y reducir el
ausentismo laboral por enfermedad de los hijos; podríamos
reducir la contaminación ambiental y los gastos de
fabricación y comercialización que supone la
industrialización de la leche.
En fin… Es un trabajo de hormiga que hacemos, día a
día, todos los que nos dedicamos a acompañar a madres y
bebés en el camino de la lactancia. Celebro esta profesión y
seguiremos así, hablando de lactancia todo lo que sea
necesario hablar.
29
ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA Y BLW:
EL BEBÉ SABE, EL BEBÉ GUÍA

Nuestro bebé se acerca a su cumplemes número seis y


empezamos a prepararnos para acompañarlo en uno de los
grandes hitos de su desarrollo, que es el inicio de la
alimentación complementaria. Es un evento que genera
mucha emoción en la familia, a la vez que expectativas y
algunos temores.
En la cultura occidental, venimos de generaciones en las
que, influenciadas por la industria alimenticia, la idea del
bebé sentado en su sillita no existía si no era con un plato
de alguna comida triturada en forma de papilla, ya sea de
algún alimento natural o su peor versión: la papilla
comercial, un producto ultraprocesado lleno de azúcar,
almidón modificado, saborizantes y demases. Pero esta idea
viene cambiando hace tiempo, de la mano de familias y
profesionales con la mirada puesta en el desarrollo de la
autonomía del bebé y en dar lugar al despliegue de sus
habilidades y capacidades.
Es así como muchas familias inician este recorrido desde
la perspectiva del Baby Led Weaning (comúnmente llamado
“BLW”), que en español sería algo así como “alimentación
autorregulada por el bebé”. Wean significa “destete” en
inglés, pero no se refiere a dejar el pecho, sino a incorporar
otros alimentos además de la leche.
Esta manera de ofrecer los alimentos parte de la idea de
incorporar al bebé a la mesa familiar, en el mismo momento
en el que comen todos, ofreciéndole la misma comida,
adaptada en el caso de ser necesario (especialmente si
contiene sal, azúcar, miel u otro alimento no apto).
Al bebé se le permite tomar los alimentos con sus manos
o cubiertos, elegir qué comer y cuánto comer. Y por
supuesto, también se le permite explorar, apretar, tirar y
hacer todo lo que necesite para que la experiencia sea
sensorialmente completa. Eso de “con la comida no se
juega”, no aplica para nada.
Tampoco importa cuánto come el bebé porque de eso se
trata la autorregulación. Nunca está de más aclarar que
durante el primer año de vida, la leche materna (o la
fórmula, en su defecto) es el principal alimento y no se
deben sustituir tomas de leche por comida, ni tratar de
quitar tomas para que el bebé tenga hambre y “coma más”.
La idea central es ofrecer alimentos saludables y seguros
tanto en su composición como en su formato. Por
“saludables” nos referimos a la comida real, evitando los
productos industrializados. Los preparados caseros también
deberán evitar el agregado de sal y azúcar en los primeros
doce meses, y la inclusión de ingredientes como la miel, que
está contraindicada para menores de un año por el riesgo
de botulismo (algunos profesionales sugieren no incluirla
hasta luego de los dos años).
El inicio de la alimentación complementaria marca un
antes y un después en la vida de los bebés y sus familias.
Suelen aparecer preocupaciones sobre la cantidad que
comen, o si directamente no comen nada, o el fantasma de
que no les gusta lo que se les cocina porque una no es la
chef número 1, y estas cuestiones a veces empañan la
posibilidad de observar al bebé en su propio recorrido,
aprendiendo, eligiendo e interactuando. Algo es seguro y es
que va a comer toda la vida. Hoy es tiempo de acompañar a
nuestro hijo y disfrutar de este momento de
descubrimiento, sin estrés ni agobio.
30
¿PARA QUÉ SEGUIR DANDO TETA CUANDO
YA COMEN DE TODO?

Existe la discusión sobre hasta qué edad del bebé o niño


la leche materna “sirve”, hasta cuándo representa un real
aporte nutricio, hasta cuándo tiene sentido amamantar, “si
después de los seis meses ya es como agua”. Todo esto nos
da la pauta de que no tenemos idea de qué está hecha la
leche humana y, sobre todo, nos olvidamos de que además
de ser un alimento, la leche materna es un aporte
permanente de bacterias benéficas durante todo el tiempo
que dure la lactancia. Sí, aun cuando tu hijo se come un
asado de tira, la leche materna sigue beneficiándolo con su
función inmunológica como ningún otro alimento puede
hacerlo, entendiendo que el sistema inmunológico termina
de madurar hacia los seis años de edad.
¿Sabías que un bebé consume entre 100 mil y 10
millones de bacterias positivas en la leche que toma en uno
solo día?
¿Y querés conocer qué hacen los componentes
inmunitarios que tu leche le proporciona?
Los macrófagos tienen una función fagocitadora, que es
la de comerse literalmente las bacterias. Contienen enzimas
como la lisozima y la lactoferrina que desestructuran las
membranas de microorganismos patógenos y los
desactivan.
La lactoferrina es una de las proteínas más importantes
de la leche materna. Tiene una función antiinflamatoria e
impide el crecimiento de bacterias que se alimentan de
hierro.
La lisozima aporta una acción bactericida y es además
inmunomoduladora, es decir que identifica sustancias
exógenas (externas al organismo) y las ataca, además de
prevenir o al menos retrasar la aparición de enfermedades
autoinmunes.
Los neutrófilos también tienen una acción fagocitadora
sobre bacterias presentes en el intestino del bebé.
Los linfocitos T reconocen bacterias específicas y las
atacan. Y a su vez se las “presentan” a los linfocitos B,
responsables de sintetizar inmunoglobulinas (anticuerpos)
específicas para esos patógenos identificados.
La IgA, anticuerpo estrella de la leche materna, ofrece
una barrera física en el intestino y el epitelio respiratorio del
bebé, impidiendo que los patógenos entren al organismo, ya
que ambos –las vías respiratorias y el tracto
gastrointestinal– son las puertas de entrada de
microorganismos patógenos.
El factor bifidus propicia una flora intestinal beneficiosa,
con predominio de bifidobacterias y lactobacilos.
Los factores de crecimiento ayudan a asimilar
correctamente los nutrientes.
La mucina encapsula bacterias por su carácter mucoso,
impidiendo que actúen.
Los oligosacáridos, exclusivos de la especie humana,
tienen funciones moduladoras, previniendo infecciones
bacterianas y virales.
Y ni te digo todo lo que aún no conocemos sobre el poder
protector de la leche humana.
Así que, señora, señor... piénselo dos veces antes de
decirle a una madre que su leche ya no sirve. Hágame caso,
no pase vergüenza.

Sí, aun cuando tu hijo se come un asado de


tira, la leche materna sigue beneficiándolo
con su función inmunológica como ningún
otro alimento puede hacerlo.
31
ALIMENTACIÓN AUTORREGULADA DESDE
EL INICIO: ¿QUÉ LE DAMOS Y CÓMO SE LO
DAMOS?

Como vimos, hoy las familias cuentan con mucha y


diversa información a la hora de acompañar a su bebé en el
inicio de la alimentación con sólidos. Desde hace algunos
años, la “forma” –uso esta palabra para alejarme un poco de
la idea de “método”– de ofrecerlos viene haciendo una
transición que va de las tradicionales papillas a una
presentación de los alimentos en forma de trozos que el
bebé tomará con sus manos y gestionará como mejor
pueda, puliendo sus habilidades motrices, sensoriales y
cognitivas.
Cuando se adopta esta idea conocida como BLW (Baby
Led Weaning), será importante procurar la forma en la que
presentamos los alimentos. Los trozos deberán tener un
tamaño que le permita al bebé tomarlos con el puño entero,
y que a su vez, parte del bocado sobresalga de la mano
cerrada para que pueda chuparlo o morderlo. A medida que
el bebé va creciendo y ganando destreza en su motricidad
fina, podrá agarrar con más facilidad pedazos más
pequeños, haciendo pinza con el pulgar y el índice.
Los trozos deben tener una textura blanda, fácil de
deshacer si los apretamos suavemente, al menos en el
comienzo y hasta que el bebé gane experiencia en masticar
y deglutir alimentos que no son líquidos.
Con algunos de forma redonda hay que tener especial
cuidado, como las uvas, los arándanos o los tomates cherry,
que deben ser cortados para evitar el riesgo de asfixia si por
accidente el bocado se va hacia las vías aéreas.
Vale aclarar que el BLW no es “lo contrario de las
papillas”. Teniendo presente que la idea es que la
experiencia de alimentación sea guiada y regulada por el
bebé de acuerdo con sus intereses, curiosidades y ganas, un
alimento presentado en forma de puré puede ser ofrecido
también como opción para que el bebé experimente. De
hecho, muchas familias se sienten temerosas de iniciar con
trozos y prefieren comenzar con papillas, lo cual es algo
muy válido también. No todo es para todos. Sí cabe
mencionar que es importante no “eternizar” las papillas
como única forma de presentación, ya que esto podría
hacer que más tarde al bebé o niño le cueste aceptar
texturas que no respondan a la forma de puré. No hay
realmente ningún problema en comenzar con alimentos
pisados con el tenedor (sí evitemos procesar con el mixer),
pero hacia los ocho o nueve meses, es buena idea ir
haciendo la progresión a trozos que requieran ser
masticados.
Otro asunto que queda afuera cuando hablamos de BLW
es la “listita” de los alimentos que se suelen indicar para
iniciar la alimentación complementaria. El zapallo pisado y
la manzana rallada no son necesariamente las primeras
comidas que un bebé debe conocer. De hecho, una de las
cuestiones más importantes a la hora de pensar en la
alimentación complementaria es el aporte de hierro, por lo
que ofrecer alimentos ricos en este mineral es primordial. Sí
es recomendable introducir los alimentos de uno en uno,
con intervalos de unos días, para poder observar la
tolerancia y la aceptación del bebé.
Para beber, se puede ofrecer agua, sin volvernos locos
con que “tenga que tomarla”. El bebé recibe su hidratación
a través de la leche materna o de fórmula, por lo que
incorporar agua usando un vasito es parte del aprendizaje y
no una necesidad alimentaria. La idea siempre es ofrecer y
que el bebé pueda decidir.
El BLW habilita todas las frutas (sí, frutilla y kiwi
también), todas las verduras (salvo las de hoja verde, como
la espinaca y la acelga), todas las carnes (pescado incluido.
La única a evitar es la carne picada hasta los cinco años), el
huevo y las pastas que el bebé pueda agarrar con la mano
(como tirabuzones o mostacholes). Los alimentos de
tamaño pequeño, como los frutos secos o las legumbres,
pueden ofrecerse en preparaciones para evitar el riesgo de
que sean aspirados.
Los lácteos (leche entera, yogures, quesos) no son
necesarios, pero si la familia los consume y desea
incorporarlos, podrá hacerlo luego de los doce meses.
Otros alimentos como el chocolate, la miel, los embutidos
y productos que contengan azúcar, deberían ser ofrecidos
en la menor cantidad posible y también después de los doce
meses.
La principal barrera que presenta generalmente el BLW
es el miedo al atragantamiento. En primer lugar, es
importante diferenciar atragantamiento de ahogo. El ahogo
es un bloqueo de las vías respiratorias y requiere una
maniobra (de Heimlich) para desobstruir. Madres y padres
de bebés y niños pequeños podrían hacer un curso de
primeros auxilios y saber cómo actuar frente a un ahogo,
que podría ocurrir tanto si el bebé come trozos o papillas, o
si se mete en la boca cualquier elemento pequeño que
encuentre por ahí con la mala suerte de que se vaya hacia
la vía aérea.
El atragantamiento (arcadas y toses incluidas) es un
mecanismo natural de protección y parte del aprendizaje de
gestionar en la boca un alimento que no es leche. Uno
tiende a asustarse mucho frente a esa situación, pero es
común observar que el bebé tose un par de veces o hace
alguna arcada, y sigue luego como si nada, o directamente
escupe lo que tenía en la boca. Ya sea que el bebé se
alimenta con papillas o con trozos, es fundamental nunca
dejarlo solo mientras come.
Es una etapa que muchas veces genera ansiedad y por
eso me parece importante recordar que la comida nos nutre
pero también nos vincula. Una buena lectura sobre el tema
o asistir a algún taller puede ser de gran ayuda para
entusiasmarnos y meternos en este camino, con la
seguridad y la confianza de que será divertido, disfrutable y
beneficioso para nosotros y nuestro hijo.

Es una etapa que muchas veces genera


ansiedad y por eso me parece importante
recordar que la comida nos nutre pero
también nos vincula.
32
NUESTRA TETA DE CADA DÍA

Tenemos días hermosos y días que se hacen


muy cuesta arriba, y con la teta pasa lo
mismo.

Siempre me parece buena idea “desromantizar” la


lactancia. Porque a veces cuesta, duele, cansa. Otras, relaja,
conecta, enamora. Pero no podemos perder de vista que las
madres que dan la teta lo hacen muchas, muchísimas veces
por día, y es una de las tantas tareas cotidianas que les
tocan llevar adelante. Quizá en los comienzos, donde se
presta especial atención a la técnica, la madre necesite no
hacer ninguna otra cosa mientras amamanta. Pero más
tarde, pretender que cada toma sea un momento
espectacular de conexión con el bebé me parece algo
pretencioso.
Dar la teta es una buena oportunidad para “parar la
moto”, sentar el trasero y relajar un poco, pero otras veces
estamos también cocinando, caminando, respondiendo un
mensaje, leyendo algo que nos interesa. ¡Y está bien!
Pensar que cada vez que una mujer amamanta tiene que
bajar las luces y poner un tema de Kenny G de fondo me
parece irreal e innecesario. Necesitamos llevar la lactancia
al terreno de lo cotidiano, sin quitarle su importancia, pero
también entendiéndola como parte de todo lo que
representa criar niños y niñas.
Siento que pocas veces me sentí tan poderosa y a la vez
tan vulnerable, completamente entregada al cachorro, y al
mismo tiempo, siendo yo la que sostiene, la que contiene, la
que da. Muchas veces la ofrecí yo, otras tantas me la
pidieron. Algunas dije que no, que después, como pasa con
otras cosas que nuestros hijos necesitan y reclaman.
Tener y criar niños es un acto de valentía, de entrega y
de mucho, pero mucho trabajo. Tenemos días hermosos y
días que se hacen muy cuesta arriba, y con la teta pasa lo
mismo, porque es parte del mismo combo. Tener un día
pesado tampoco quiere decir que queramos destetar,
aunque tantas veces pensemos que es la solución... Si
creemos que dar la teta siempre va a ser un “momento 10”,
nos vamos a frustrar incansablemente. Por eso invito a
pensar la teta dentro de lo cotidiano, de la realidad del día a
día. O mejor: invito a no pensarla tanto en realidad, que al
final eso es lo que la carga de expectativas.
Entender la lactancia como parte de la crianza de los
primeros años creo que la naturaliza, la hace más cercana y
menos idealizada. Como la vida misma.
33
KEEP CALM Y LLAMÁ A UNA
PUERICULTORA

Hace algunos años, cuando comencé a trabajar como


puericultora y alguien me preguntaba a qué me dedicaba,
tenía que hacer una descripción de mi ocupación y aclarar
que no, no trabajaba con abejas.
Hoy siento que más gente sabe qué hace una
puericultora o al menos ha escuchado la palabra en algún
lado. “Es algo de los bebés, ¿no?”, me dicen a veces. Y a mí
me alegra infinitamente porque quiere decir que si
aparecemos en el mapa de la maternidad, es que estamos
más cerca de las familias que nos pueden necesitar.
Las puericultoras no vamos a salvar una vida, pero sí
vamos a colaborar en mejorar la de las madres, los padres y
los bebés que acompañamos. El puerperio es una etapa
que, en muchos casos, puede transitarse como una
experiencia muy cuesta arriba. Y más difícil se vuelve
cuando hay dificultades con la lactancia, cuando hay dolor a
la hora de dar el pecho, cuando hay preocupaciones sobre
el aumento de peso del bebé, sobre la producción de leche,
sobre “si es normal” que el bebé tome la teta así o asá.
Una puericultora también puede llevar tranquilidad y
herramientas prácticas a una mujer que necesita dejar a su
bebé algunas (o muchas) horas para volver a trabajar y
teme no poder sostener la lactancia. O frente a
comportamientos “raros” que un bebé puede tener cuando
atraviesa un brote de crecimiento o una huelga de
lactancia. O cuando la madre siente que ya no desea
amamantar más y no sabe bien cómo instrumentar un
destete que sea respetuoso de las necesidades de su hijo.
A mí me da un placer inmenso hacer el trabajo que hago,
y tener el privilegio de trabajar con familias, facilitando que
puedan disfrutar del tiempo de lactancia y crianza de los
primeros años de vida. Y siento una felicidad enorme de
poder acompañar también a quienes eligen formarse como
puericultoras desde mi rol de docente y tutora en la
Asociación Civil Argentina de Puericultura.
Con o sin pandemia, todas las familias merecen tener
una puericultora cerca cuando la necesiten.

Las puericultoras no vamos a salvar una vida,


pero sí vamos a colaborar en mejorar la de las
madres, los padres y los bebés que
acompañamos.
34
“MI BEBÉ ‘SALTA’ DE TETA EN TETA”

¿Tu bebé de ocho, trece, diecisiete meses se divierte


tomando pocos segundos de una teta para pasar a la otra y
luego volver a la primera, y así, frenéticamente?
Como esperabas escuchar, te voy a decir que seguro es
“normal”. Parece no haber estudios que evidencien las
razones concretas por las que muchos bebés mayorcitos
tienen este comportamiento en la teta, pero tratamos de
deducir qué es lo que puede predisponer a esta alternancia
alocada entre un pecho y otro.
Por un lado, y quizá principalmente, se trate de un juego
para ellos. Ahora que el bebé tiene un mayor control de su
cuerpo, de sus movimientos, y es un real experto en el arte
de mamar, puede que haga esto a modo de diversión,
aunque para su madre podría no ser tan entretenido…
Por otro lado, sabemos que a los bebés les gusta el flujo
rápido de leche, por lo que esta forma de mamar podría
tener la intención de desencadenar con la succión el reflejo
de eyección de leche, comandado por la oxitocina, y al
pasar de un pecho a otro, va buscando recibir “el chorro
fuerte” de leche, propulsado por la acción de esta hormona.
También podría evaluarse si el bebé no está tratando de
incrementar la producción de leche a partir de esta
hiperestimulación que genera al intercambiar los pechos de
esa forma. La producción podría estar decrecida por alguna
razón que es importante valorar (reducción de la cantidad
de tomas, mamá en período de ovulación, uso de
medicaciones o sustancias que podrían interferir con la
producción de leche, etc.).
Si el comportamiento resulta molesto para la madre,
habrá que comunicárselo al bebé y tratar de distraer su
atención. Las tomas luego de los tres o cuatro meses
tienden a ser más caóticas, producto de un bebé que está
más alerta y conectado con el entorno. Ofrecer un objeto
pequeño para sostener en la mano, hacer juegos con las
manos y dedos de ambos mientras el bebé mama, usar un
collar de lactancia o compartir algo para mirar juntos como
un librito o fotos, son algunas ideas para centrar la atención
en esa propuesta y tratar así de evitar este
comportamiento.

También podría evaluarse si el bebé no está


tratando de incrementar la producción de
leche a partir de esta hiperestimulación que
genera al intercambiar los pechos de esa
forma.
35
“MIENTRAS TOMA DE UNA TETA ME
QUIERE TOCAR LA OTRA”

Tu bebé está tomando teta y al ratito quiere meter la


mano por debajo de tu ropa y tocarte el otro pezón,
apretarlo, amasarlo o retorcerlo. Es un comportamiento
bastante molesto para la mayoría de las madres que
amamantan y, sin embargo, muchísimos bebés buscan
hacerlo. Comienza alrededor de los seis meses pero la
conducta puede continuar por años. Incluso luego del
destete persiste una fascinación por estar cerca de las tetas
y tocarlas si les es posible. Es un lugarcito confortable y
relajante para ellos. Y si observamos, otros animales
también lo hacen. Los gatos, por ejemplo, nos “amasan” con
sus patitas cuando quieren mimos, o lo hacen sobre un
almohadón o manta cuando están relajados. Eso lo traen de
su período lactante, cuando hacían eso en las tetas de sus
mamás.
Volviendo a los humanos, llamamos “sintonización de
pezón” al movimiento que hacen porque es parecido al de
mover la perilla de las radios antiguas. Es un reflejo, un
comportamiento instintivo con el que buscan acelerar la
eyección de leche. Y si entendemos que a los bebés les
gusta el flujo rápido, comprenderemos que esta acción es
perfectamente fisiológica y normal.
Eso no quita que para muchas mujeres sea muy
agobiante e incómodo, y si lo es, podemos emplear algunas
estrategias para redirigir esa conducta:
Anticiparle que eso que hace nos duele o no nos gusta.
Mantener el otro pecho cubierto con un corpiño.
Ofrecerle algún juguete blandito para que sostenga
mientras mama.
Sostenerle la manito y darle besos, hacerle mimos o
permitirle que juegue con alguno de nuestros dedos.
Usar un collar de lactancia, armado con bolas de colores
tejidas al croché que captan la atención del bebé y lo
mantienen entretenido y enfocado en eso durante la
toma.
Todas estas ideas pueden implementarse durante el día,
y si el bebé intenta sintonizar también de noche, es
recomendable trabajar primero el cese de este hábito en las
tomas diurnas. Una buena idea es sumar alguna palabra
clave o frase corta mientras reconducimos la mano del bebé
hacia fuera del pecho, como por ejemplo: “Acá”; “Así”; “La
mano acá”. Y una vez asociada esta acción a las tomas de
día, podemos repetir esa frase de forma susurrada por las
noches cuando el bebé intenta buscar el otro pezón.
36
“MI BEBÉ ME MUERDE LA TETA”

Si el bebé lo hace de manera intencional, es


importante estar atenta para tratar de
prevenirlo.

Hay un momento en la lactancia en el que muchos bebés


empiezan a morder el pezón. Hacia los seis meses o más se
lo atribuimos muchas veces a la salida de los dientes,
resultando en un bebé molesto que comprime las encías y
muerde el pecho, aunque no sabemos con seguridad si esta
es una razón. También lo relacionamos con un llamado de
atención si el bebé nota que la mamá está dispersa o
haciendo otra cosa mientras da el pecho. Otras veces,
especialmente en los primeros meses, las mordidas pueden
estar asociadas a un alto flujo de leche, así como también a
un flujo lento. Como vemos, no hay un único motivo
aparente ni es tan sencillo a veces detectar la causa.
Lo cierto es que cuando nos muerden y reaccionamos
con sorpresa, sobresaltándonos o dando un grito, muchos
bebés se asustan y es común que por esta razón se
desencadene lo que conocemos como “huelga de
lactancia”. Pero otros bebés se quedan fascinados con la
reacción y en lo sucesivo siguen mordiendo para volver a
ver a mamá en acción.
Si el bebé lo hace de manera intencional, es importante
estar atenta para tratar de prevenirlo. El bebé no muerde
mientras mama, sino que detiene la succión para hacerlo.
Captar este momento permite separarlo del pecho antes de
que muerda. Si no se logra a tiempo, la madre podrá
entonces retirar en ese momento al bebé del pecho
tratando de no gritar, pero con una expresión facial seria y
un tono de voz neutral, dejarle en claro que morder no es
aceptable. Que si muerde, mamá no podrá darle la teta.
Decir esto y a la vez guardar el pecho suele ser un mensaje
bastante elocuente. Aunque el bebé se sonría, evitar reírnos
en ese momento evitará confundirlo con nuestra reacción.
A veces la mordida no es intencional, por ejemplo,
cuando el bebé se queda dormido y cierra la mandíbula
pellizcando justo la punta del pezón. Ahí se puede quitar el
pecho antes, introduciendo el dedo meñique por la comisura
de los labios de manera que, eventualmente, pueda ser este
la víctima de la mordida en lugar del pezón.
Creo que pocas madres lactantes no se han ligado
alguna vez una mordida, pero con paciencia y asertividad,
esta etapa pasará y podremos seguir disfrutando de dar la
teta.
37
LIBRE DEMANDA, ¿HASTA CUÁNDO?

Hablamos hasta el cansancio de la libre demanda porque


es la manera de sostener una adecuada producción de
leche para cubrir las necesidades del bebé. ¿Pero hasta
cuándo? ¿Siempre hay que amamantar a libre demanda?
Yo creo que la lactancia siempre puede ser a demanda,
en tanto la madre desee hacerlo. No hay ninguna
contraindicación para que no lo sea. De hecho, muchas
madres así la llevan y eligen acompañar a sus hijos en su
pedido de teta a lo largo de todo el tiempo que duren sus
lactancias, sean nueve meses o tres años.
Sin embargo, es real que para algunas mujeres seguir la
demanda del bebé o niño en el tiempo a veces se vuelve
cuesta arriba y podría ser difícil de sostener. En mi opinión,
la libre demanda tiene especial relevancia los primeros dos
años de vida. Durante el primer año, la lactancia cubre
prácticamente el 100 % del requerimiento nutricional del
bebé y por eso decimos que los sólidos no deberían
reemplazar tomas de leche. En el segundo año, aunque esté
subestimada, la leche materna aporta cerca del 33 % de las
necesidades nutricionales, ofreciendo una poderosa fuente
de energía, vitaminas y proteínas, además de su gran valor
inmunológico y su componente afectivo dentro del vínculo
madre e hijo. Dos años es el tiempo mínimo que una
lactancia debería durar, según las recomendaciones de los
organismos internacionales de salud.
Desde mi mirada, luego de los dos años y si la madre así
lo desea, se podría implementar un plan para regular las
tomas. No estoy hablando de destete. Las cosas no tienen
que ser a todo o nada. Terminar con la libre demanda es
para muchas mujeres una estrategia saludable que les
permite seguir amamantando sin sentirse demasiado
agobiadas. No puedo negar que es una etapa difícil para
restringir el pecho porque los dos años son, en general, un
momento de alta demanda de todo, y para los que toman
teta, la teta está incluida. Pero me parece válido dar lugar a
los sentimientos maternos y trabajar con paciencia para
lograr medianamente un equilibrio: darle al bebé la
posibilidad de seguir siendo amamantado, y a la mamá la
posibilidad de sentir ganas de seguir amamantando.
38
“YA NO QUIERO AMAMANTAR MÁS”

Frente a este planteo, siempre me parece importante


revisar qué es lo que impulsa la idea del destete. Invito a
cada mujer que consulta conmigo a llegar a lo profundo de
esa motivación. Estoy convencida de que el destete guiado
por la madre merece una autoevaluación para conectar con
los sentimientos reales que mueven la decisión de terminar
con la lactancia. Es un ejercicio sumamente enriquecedor
que permite separar la paja del trigo y que una mujer pueda
avanzar en la dirección que realmente crea mejor para ella
y su hijo.
La propuesta entonces es, en principio, tratar de definir
cuál es mi objetivo detrás del destete:
¿Quiero que duerma mejor?
¿Quiero que pueda dormir sin la teta? ¿Qué creo que el
destete va a cambiar en ese sentido?
¿Me gustaría un destete total o solo dejar de amamantar
por las noches? ¿O durante el día?
¿Me preocupa que coma poco?
¿Quiero que esté menos pegado a mí?
¿Necesito sentirme menos cansada?
¿Quiero recuperar la soberanía sobre mi cuerpo?
¿Me siento criticada por mi entorno? ¿Mi pareja me insiste
en el destete? ¿El pediatra?
¿Tengo que someterme a algún tratamiento médico?
¿Tengo alguna condición de salud por la cual me
recomendaron destetar?
¿Estoy embarazada y temo por el bebé en camino? ¿Me
da miedo pensar en la idea de hacer una lactancia en
tándem?
¿Siento que ya está muy grande?
¿Me genera rechazo dar la teta?
¿Vuelvo a trabajar y no creo poder sostener la lactancia?
Y puede haber tantos otros motivos más por cada mujer
que piensa en el destete.
Nunca sabemos cómo terminan estas consultas. Algunas
veces con muchas cosas para repensar, con cambios para
hacer en la dinámica diaria y con una lactancia que va a
durar algún tiempo más. Otras, con recursos concretos para
estructurar un plan en dirección hacia el destete. Esa es la
parte artesanal que amo de mi trabajo: el poder acompañar
a la medida de lo que cada familia necesita.

¿Me gustaría un destete total o solo dejar de


amamantar por las noches? ¿O durante el
día?
39
LA “PASTILLITA” PARA CORTAR LA LECHE

Ya sabemos que, lamentablemente, esta sociedad busca


cualquier excusa para recomendarle a una madre que deje
de dar el pecho. Si le duele la cabeza, si está cansada, si
está desbordada por llevar adelante una casa y además
criar a sus hijos, la primera opción que escucha de su
entorno es que destete a su niño.
Cuando esta propuesta llega de la boca de un médico, es
habitual que vaya acompañada de la pregunta: “¿Querés
que te dé la pastilla para cortar la leche?”, generando así
una especie de fantasía: la idea de que tomando una píldora
mágica la leche desaparecerá y así se pondrá fin a una
lactancia. De hecho, muchas mujeres vienen a consultarme
por el destete y me preguntan por aquella píldora famosa
que su médico les dijo que podían tomar...
Y yo lamento desilusionarlas, pero no. Tal pastilla no
existe. O mejor dicho, no funciona como pareciera que
funciona.
Veamos. Existe una droga que se llama cabergolina que,
por ser inhibidora de la secreción de prolactina (hormona
responsable de la fabricación de la leche), se emplea para
interrumpir la lactogénesis II, el proceso por el que se pone
en funcionamiento el mecanismo de la lactancia una vez
ocurrido el nacimiento. En casos en los que se necesita
inhibir ese proceso (por ejemplo, si un bebé nace fallecido,
si una madre posee una patología como el HIV y no va a
amamantar, o si simplemente una madre toma la decisión
de no dar el pecho), esta droga se utiliza allí, en el posparto
inmediato.
Una vez que la lactancia ya está instalada, esa droga no
sirve para nada. Y, generalmente, las madres a las que se
les hace esta recomendación son madres con lactancias de
más de un año. Un sinsentido total.
Luego de las primeras semanas de lactancia, el control
de la producción ya no tiene una incidencia mayormente
endocrina (hormonal), como sí la tiene en el inicio. A esa
altura, la producción se regula de manera autocrina, es
decir, responde a lo que sucede localmente en cada pecho
mediante el drenado y la consecuente reposición de esa
leche que fue removida. Con el correr de los meses, una
madre podría chequear sus niveles de prolactina y
comprobaría que los mismos se encuentran a niveles casi
basales. Por lo tanto, el uso de la cabergolina no tendría
ningún efecto. Si el bebé o niño continúa succionando, la
leche se seguirá fabricando.
Incluso diré que los tratamientos no farmacológicos para
terminar con la lactancia son tan eficaces como los
farmacológicos. Es decir que estando aún en los primeros
días posparto, la lactancia podría ser interrumpida de
manera mecánica mediante la falta de estímulo y sin
ninguna droga de por medio.
Siempre que doy una charla o cuando trabajo en una
consulta personal sobre destete con una mamá, explico que
la decisión de terminar con la lactancia debe ser asumida de
manera adulta y llevada adelante en consecuencia. La
magia no existe y debería tratarse de un proceso consciente
y gradual, poniendo la palabra para explicarle al niño lo que
nos pasa e ir implementado pequeños recursos que nos
acompañen en el camino. No existe ninguna pastilla que
pueda reemplazar eso.
40
LACTANCIA PROLON… ¿QUÉ?

Debatir sobre ciertos tecnicismos a veces resulta una


pérdida de tiempo, pero cuando se trata de lactancia
materna, vale la pena ponerse un poco exigente con la
forma en la que decimos lo que decimos.
Es habitual escuchar hablar de “lactancia prolongada”
cuando nos referimos a un bebé que es amamantado más
allá de los dos años (aunque para algunos es “prolongada”
cuando el bebé sobrepasa apenas el año de vida). Incluso
quienes promovemos y defendemos la lactancia en espacios
de discusión públicos como medios de comunicación y redes
sociales, solemos emplear esta terminología explicando que
la “lactancia prolongada” es adecuada y no tiene nada de
malo.
¿Pero qué significa “prolongada”? Si entendemos que la
lactancia fisiológica –es decir, la duración natural de la
lactancia de acuerdo con nuestra especie– es de cuatro
años en promedio (ya que el destete espontáneo se produce
en algún momento entre los dos años y medio y los siete),
hablar de “lactancia prolongada” sería apropiado si el
amamantamiento se extendiera más allá de este tiempo.
Hasta entonces, no hay nada de prolongado.
En 2015, la Asociación Española de Pediatría se ocupó de
hacer un comunicado para aclarar que esta expresión se
presta a confusión porque “prolongar significa hacer que
algo dure más tiempo de lo normal o establecido. El empleo
de este término puede hacer pensar que la lactancia en
niños mayores de un año se considera como algo que está
‘más allá de las recomendaciones’, cuando en realidad es
un objetivo en salud materno-infantil”.
Todos los organismos internaciones de salud como la
Organización Mundial de la Salud, Unicef y las asociaciones
de pediatría de todos los países del mundo adhieren a la
recomendación oficial de amamantar por lo menos dos
años. “Por lo menos” no significa “hasta”. De hecho, estas
mismas instituciones declaran que no existe absolutamente
ninguna contraindicación para la lactancia más allá de esta
edad.
Aquí lo que interviene es una cuestión cultural. Los
países occidentales no estamos acostumbrados a ver niños
de más de dos años lactando, cuando en otras sociedades,
la lactancia es la norma hasta los cuatro o cinco años. A
pesar de que un argumento frecuente de los detractores de
la lactancia es que un niño de más de dos años no debería
continuar con el amamantamiento porque le podría
ocasionar daños psicológicos, excesiva dependencia
materna, etc., lo cierto es que esto solo queda en un
contexto de opiniones porque nadie tiene la evidencia que
respalde tal afirmación, sencillamente porque tal evidencia
no existe. No se ha registrado jamás ningún riesgo ni físico,
ni psicológico, ni emocional asociado a la lactancia a
ninguna edad.
Hay quienes, intentando corregir esta habitual forma de
referirnos, hablan de lactancia “a término”. A mí, en lo
personal, me gusta hablar simplemente de lactancia,
porque eso es lo que es. Quizá lo primero sería empezar a
erradicar la idea de que la lactancia es solo para bebés
pequeños. Cuando hayamos hecho ese trabajo, no
necesitaremos agregar ningún adjetivo.

Los países occidentales no estamos


acostumbrados a ver niños de más de dos
años lactando, cuando en otras sociedades,
la lactancia es la norma hasta los cuatro o
cinco años.
41
“YA ESTÁS GRANDE PARA LA TETA”

¿Cuántos niños escuchan comentarios como este a


diario? Conocidos y también perfectos extraños se sienten
con el derecho de decirle jocosamente a un niño que toma
teta que ya no está en edad de hacerlo. Como si supieran
de qué hablan... Pero lo que me parece interesante
reflexionar es sobre cómo frases como esta son lanzadas
por las propias madres que, en la búsqueda del destete,
tratan de explicarles a sus hijos que ya son grandes para
andar pidiendo el pecho.
Me parece fundamental transmitir –y es un tema que
menciono en todas las consultas y charlas que doy sobre
destete– que las madres tienen todo el derecho de desear
terminar con la lactancia. Pero estoy convencida de que
siendo ellas las adultas en esta relación de dos, es
necesario que puedan asumir ese deseo y hacerse cargo de
que son ellas quienes ya no pueden o no quieren sostener la
lactancia, sin trasladarle el problema a su hijo. Porque, en
efecto, un niño que pide pecho al año y medio, a los dos, a
los tres, a los cuatro... no tiene ningún problema. Sabemos
que la lactancia en la especie humana puede llegar hasta
los cinco o seis años con total normalidad. Por lo tanto, el
problema no es del niño, sino de la madre que ya no quiere
amamantar más.
Creo que es importante que digamos las cosas como son
y les contemos a nuestros hijos eso que nos pasa: no
podemos dar más el pecho porque ya no deseamos hacerlo.
Porque estamos cansadas, porque ya no nos sentimos
cómodas, porque estamos embarazadas y nos duele la
succión, porque simplemente ya no tenemos deseo de
vincularnos con ellos de ese modo. Cualquier razón es
respetable. Lo que no es justo ni necesario es hacer sentir al
niño que es él quien está pidiendo algo fuera de lugar, que
está equivocado al estar queriendo mamar del pecho de su
madre.
Decir: “Ya no puedo” o “Ya no quiero”, nos permite
asumir la responsabilidad sobre nuestros deseos y nuestras
acciones. Nos regala incluso la posibilidad de enseñarles a
nuestros hijos lo valioso que es escuchar eso que sentimos y
respetarnos a nosotros mismos. Pero lo más importante: le
quita al niño el peso de suponer que él está errado al pedir
eso que naturalmente necesita.

Decir: “Ya no puedo” o “Ya no quiero”, nos


permite asumir la responsabilidad sobre
nuestros deseos y nuestras acciones.
42
“SI YO NO DESTETO, ¿SE VA A DESTETAR
ALGÚN DÍA?”

Sí.
Todos los niños se destetan en algún momento, hagas lo
que hagas.
Todos, hasta el más “tetadicto”, crecen; todos van
naturalmente reduciendo su necesidad de succión, todos
van aprendiendo a desenvolverse en el mundo sin tanta
necesidad de “tocar base” con mamá a través de la teta.
La pregunta es cuándo, ¿verdad? La evidencia
antropológica nos cuenta que el destete espontáneo
ocurrirá en algún momento entre los dos años y medio y los
siete, haciendo esto un promedio de cuatro años (leíste
bien) de duración de la lactancia humana.
Es decir que si no llevamos adelante una lactancia mixta
ni introducimos de manera temprana la alimentación
complementaria (ya que ambas situaciones pueden
promover un destete precoz), ni hacemos nada para inducir
la interrupción de la lactancia, el destete llegará en algún
momento, invariablemente.
Pero a veces, la antropología, la fisiología y la cultura no
se llevan del todo bien. Y esto es un problema porque las
sociedades occidentales pretenden que el destete ocurra
bastante antes de lo que dice la naturaleza.
Entonces se produce este “destiempo” entre las
pretensiones de la madre y las necesidades de los hijos, en
combo con las presiones familiares, médicas y sociales.
Todas las mujeres están en su derecho de destetar
cuando así lo sientan, por la sencilla razón de que no se
puede obligar a nadie a amamantar. Pero sí rescato la idea
de que el destete sucederá queramos o no, porque está
muy arraigada la idea de que en algún momento, la madre
que amamanta deberá destetar a su hija o hijo. Y lo cierto
es que la lactancia llegará a su fin de todas maneras,
aunque los cachorros humanos no conozcan de tabúes ni
prejuicios culturales.

Todos los niños se destetan en algún momento,


hagas lo que hagas.
43
“SI NO COME NADA, SACALE LA TETA QUE
ASÍ VA A COMER”

Este es uno de los grandes dilemas pediátricos. Muchos


profesionales indican el destete cuando la madre de un niño
de más de un año refiere que su hijo come poco y nada, y
que solo quiere pecho. La premisa es que la leche no es
alimento suficiente a partir de determinada edad o que “se
convierte en agua” después de cierta cantidad de meses de
lactancia. Y nada está más alejado de la realidad.
Sabemos que la leche materna –al ser un fluido vivo–
modifica sus propiedades conforme el niño va creciendo,
adaptándose a sus requerimientos nutricionales en cada
etapa. No hay forma de que la leche pierda sus propiedades
o que ya no alimente.
Quitarle el único alimento que un niño acepta para que
coma un poco más de pollo o de calabaza es, a mi criterio,
un sinsentido. Aquí hay que indagar también en la forma en
la que el niño ha comenzado con la alimentación
complementaria. ¿Se le permite experimentar y
autogestionar los alimentos o se le da de comer con la
cuchara sin dejarlo tocar nada para que no ensucie? ¿Se lo
participa de la mesa familiar o come solo y en otros
horarios, sin referentes a los que imitar? No olvidemos que
el acto de comer es un hecho fisiológico, pero también tiene
un importante componente emocional, social y cultural.
Algunos profesionales incluso querrán evaluar si el niño
tiene algún tipo de disfunción oral motora que le dificulta la
gestión de alimentos que no sean líquidos o si existe algún
desorden sensorial que pueda estar interfiriendo con la
alimentación.
Pero quizá, simplemente, por alguna razón fisiológica que
tal vez no logremos comprender (o aceptar), tendremos que
considerar la idea de que un niño no tenga interés real en
otros alimentos porque no los necesita, y su organismo
crece y se sostiene a base de leche materna por más
tiempo que el “aprobado”.
Entonces:
No se puede obligar a nadie a comer.
Ningún niño atentará contra su propia supervivencia.
La leche materna alimenta SIEMPRE.
Sin dejar de ofrecer alimentos adecuados e invitar a
nuestros hijos a la mesa compartida, tendremos que
trabajar nuestra ansiedad, confiar y respetar los tiempos y
las necesidades reales de estas personas pequeñas.
44
EL DESTETE, ¿Y DESPUÉS QUÉ?

“Quiero destetar y al mismo tiempo tengo miedo porque


no sé ser mamá sin teta”, me dijo alguna vez una mujer que
me consultó sobre el destete de su hijo. Y es una frase que,
con matices, he escuchado varias veces de parte de madres
que piensan acerca de cómo será la relación con sus hijos y
su día a día como mamás cuando la teta ya no sea parte de
sus vidas.
Si estás reflexionando sobre esto, me parece interesante
invitarte a pensar cuáles son tus expectativas respecto del
destete. Como vimos con anterioridad, podés preguntarte:
¿cuál es tu objetivo? ¿Que duerma mejor? ¿Que coma más?
¿Estar menos cansada? ¿Que sea menos dependiente? ¿Que
crezca? ¿Darle voz a las recomendaciones de tu pediatra, tu
mamá, tu amiga, tu pareja? Creo que es fundamental
encarar la idea de quitar la teta del mapa de tu maternidad
empezando por preguntarte qué hay detrás de la
motivación de destetar. Y en función de eso, elaborar
expectativas más o menos reales, porque te aseguro que la
mayoría de las vicisitudes que implican el estar criando a un
bebé o niño pequeño trascienden el hecho de dar la teta. O
como siempre digo, creer que las madres que no
amamantan están menos cansadas y la pasan mejor es
definitivamente una falacia.
¿Que dar la teta es hermoso y al mismo tiempo
agotador? Sí.
¿Que es un poner el cuerpo constante y que nadie más
puede hacerlo por vos? Sí.
¿Que es parte natural de la crianza de los hijos? Sí.
¿Que tu hijo no está grande para la teta? Sí.
¿Que siempre hay alguien de tu entorno que te hace
dudar sobre por qué “todavía” amamantás? Sí.
¿Que si vos no hacés nada, pero nada de nada, se va a
destetar solo algún día? Sí.
¿Que necesitamos cada tanto revisar nuestras elecciones
y saber que lo que hacemos es porque realmente queremos
hacerlo? Sí.
Ni dar la teta va a resolver todos los problemas que
acarrea la crianza de los niños ni no darla va a hacer más
fácil la tarea de criar.
Si querés dar la teta, dale para adelante sabiendo que
nunca estará mal, tenga la edad que tenga tu hijo, duerma
como duerma y coma como coma.
Si no querés dar más la teta, sabé también que es una
decisión respetable y que está bueno encarar el proceso
idealmente acompañada de alguien que pueda darte
algunos recursos para transitar ese camino que vas a
construir vos, día a día, noche a noche, como mejor te
salga.
Después de la teta, viene más de lo mismo que ya
conocés. Porque hoy, además de la teta, das abrazos,
besos, caricias, upa; contás cuentos; mirás a los ojos; te
reís; hablás con firmeza; escuchás, anticipás, jugás,
explicás, volvés a explicar; cedés, decís “no”; dormís poco,
acompañás, te cansás, sostenés, te agotás; y volvés a
empezar. La teta hoy resuelve sueño, ganas de mamá,
golpes, berrinches y tantas cosas más que seguirán
ocurriendo y que buscarás atender con todos los otros
recursos que ya utilizás también.
La teta es la teta, pero vos no sos solo una teta. Antes
que la teta, está mamá. Y mamá siempre va a estar. Eso es
lo que tu hijo debe saber con total seguridad. Mamá, con o
sin teta, es incondicionalidad.

Después de la teta, viene más de lo mismo


que ya conocés. Porque hoy, además de la
teta, das abrazos, besos, caricias, upa;
contás cuentos; mirás a los ojos; te reís;
hablás con firmeza; escuchás, anticipás,
jugás, explicás, volvés a explicar; cedés,
decís “no”; dormís poco, acompañás, te
cansás, sostenés, te agotás; volvés a
empezar.
45
MITOS Y VERDADES DE LA LACTANCIA
DURANTE EL EMBARAZO

Es vital remarcar que no existe evidencia


científica que indique que amamantar
durante el embarazo aumente las
probabilidades de sufrir abortos o partos
prematuros. A menos que se trate de un
embarazo de alto riesgo o de una madre con
estos antecedentes, o si la madre presenta
sangrado o contracciones que producen
dolor.

Es motivo de consulta de destete: la madre está


embarazada y le han dicho (su médico, su suegra, no
importa) que debe destetar. Aborto y parto prematuro son
los principales fantasmas, por lo que la madre se asusta y
además se angustia porque de pronto debe, “con urgencia”,
quitar el pecho a su hijo.
Es vital remarcar que no existe evidencia científica que
indique que amamantar durante el embarazo aumente las
probabilidades de sufrir abortos o partos prematuros. A
menos que se trate de un embarazo de alto riesgo o de una
madre con estos antecedentes, o si la madre presenta
sangrado o contracciones que producen dolor, podemos
decir que así como las relaciones sexuales son permitidas,
la lactancia también lo está.
Pero existen diferentes cuestiones a lo largo de la
gestación que podrían resultar en un destete.
Durante el primer trimestre, muchas mujeres
experimentan una extrema sensibilidad en los pezones que
hace muy difícil sostener la lactancia. Cuando es así,
quienes no pensaban destetar, muchas veces se lo
plantean.
En el segundo trimestre, la producción de leche decrece
drásticamente debido a las hormonas del embarazo –
estrógeno y progesterona–, que son antagonistas de la
prolactina. En esta instancia, muchos niños (alrededor de un
60 %) se destetan espontáneamente.
En el tercer trimestre, los que aún seguían mamando,
pueden encontrar extraño el sabor y la consistencia del
calostro que el pecho comienza a generar nuevamente para
el nuevo bebé, y se destetan por este motivo.
Y si te toca uno de los del 40 %, seguirá mamando sin
problemas hasta el nacimiento del hermanito.
No es cierto que el niño mayor le roba calostro al más
pequeño, ni que al bebé en el útero le vayan a faltar
nutrientes para desarrollarse “por culpa” de la leche (poca)
que se toma su hermano. De hecho, los recién nacidos que
maman en tándem con sus hermanos recuperan más rápido
su peso de nacimiento y las mujeres transitan la bajada de
la leche con menor congestión mamaria.
Decidir si llevar o no adelante una lactancia en tándem
es una cuestión personal de cada mujer, pero es importante
que la decisión sea tomada desde el deseo y no desde los
mitos.
No es cierto que el niño mayor le roba
calostro al más pequeño, ni que al bebé en
el útero le vayan a faltar nutrientes para
desarrollarse “por culpa” de la leche (poca)
que se toma su hermano. De hecho, los
recién nacidos que maman en tándem con
sus hermanos recuperan más rápido su peso
de nacimiento.
46
EL DESTETE DE OLIVIA

Pasamos momentos hermosos, otros más


difíciles, de mucha demanda, de mucho
cansancio (que hoy creo objetivamente que
se trata del agotamiento propio de la
maternidad).

En mi trabajo diario me toca acompañar a muchas


mujeres que buscan a alguien que las escuche, las ayude a
pensar, a informarse y a evaluar las formas de abordar el
destete de sus hijos.
Lógicamente, no existe una fórmula única. Existen
dinámicas familiares; existen díadas madre-hijo; existen
deseos, expectativas y necesidades individuales; y hay que
pensar, en función de esa realidad, cómo podemos
acompañar ese proceso que esa dupla en particular va a
atravesar.
Conocer de cerca esas historias me hizo pensar en mi
propia experiencia de destete con mi hija mayor, que ahora
tiene diez años.
Cuando me convertí en mamá, no sabía muy bien lo que
significaba la lactancia. Recuerdo que cuando ella tenía
unos pocos meses, mi cuñada, cuyas hijas ya eran grandes,
me contó que a una de mis sobrinas la había amamantado
por catorce meses y yo quedé asombrada. Me parecía
muchísimo tiempo y sentí admiración por ella, pensando
que mi camino recién comenzaba y que no sabía hasta
dónde llegaríamos.
Luego vinieron mis lecturas sobre el tema y me apasioné.
Más tarde comencé la formación en puericultura y me
profesionalicé, mientras continuaba amamantando a mi
pequeña de un año y medio por aquel entonces.
Pasamos momentos hermosos, otros más difíciles, de
mucha demanda, de mucho cansancio (que hoy, en
perspectiva, creo objetivamente que se trata del
agotamiento propio de la maternidad, con o sin teta de por
medio). Pasamos los dos años, y luego llegaron los tres.
Al entorno siempre le gustó hablar, pero bueno, se
encontraron con “esta” mamá, así que pronto se aburrieron
de preguntarme: “¿Le seguís dando?”, cuando la veían
mamar, y el tema dejó de ser un tema.
Unos meses después de su tercer cumpleaños, quedé
embarazada nuevamente. No tenía planeado qué sucedería
respecto de la lactancia: si continuaría, si se destetaría sola
en algún momento de los nueve meses, si haríamos tándem
con su hermano... Pero no tenía previsto destetarla yo.
Hasta que llegué al segundo mes de embarazo y la
hipersensibilidad en los pezones se hizo notar. Cada vez que
ella succionaba, era un dolor que empezaba a resultarme
insoportable. Sabía que esto podía suceder, pero no pensé
que me dolería ¡tanto!
Justo nos habíamos ido de viaje y yo había empezado a
vomitar a diario, producto de mi nuevo embarazo. Los
pezones estaban al rojo vivo y si bien mi hija no tomaba ya
tanto pecho, sí lo pedía para dormirse o en algún despertar
nocturno que aún tenía.
Y entonces me di cuenta de que realmente ya no lo podía
sostener. No deseaba seguir amamantando y tener que
apretar los dientes y sufrir cada vez que mi hija me pidiera
la teta. Así fue como decidí que no podía ni quería seguir. No
era justo para ella ni para mí. Y sin planificarlo demasiado,
simplemente le mostré mi pezón hinchado y muy
enrojecido, y le dije algo así como: “Hija hermosa, ya no voy
a poder darte más la teta porque me duele muchísimo. Mirá,
¿ves cómo está todo rojo?”. Ella me miró y miró mi pecho en
silencio. Se dio cuenta de que era la pura verdad. “Pero yo
quiero la teta”. “Lo sé, pero es que ahora me duele mucho y
no puedo dártela si me duele así”. Esa noche se durmió con
el papá (ya lo hacía a veces). Y cuando se despertó en
medio de la noche, me pidió la teta y le recordé que me
dolía mucho. Aceptó tomar agua y la abracé para que
volviera a dormirse.
Pasaron ya más de seis años, así que algunos detalles se
me pierden, pero creo que la noche siguiente sucedió algo
similar y ya luego si se despertaba, me pedía agua
directamente.
Si bien no tenía intenciones de destetarla, nunca imaginé
que el “proceso” (no sé si en este caso merece ser llamado
así) sería tan rápido y fluido. Tenía tres años y cuatro meses.
Seguramente hubiera tomado teta por algún tiempo más,
pero tengo claro que ella lo aceptó con tanta facilidad
porque ya estaba en una edad en la que la demanda de teta
era menor. Y porque –también por su edad– pudo entender y
acompañar eso que me pasaba a mí, siendo empática y
generosa, sabiendo que yo no le mentía.
A mi segundo hijo lo amamanté por cuatro años y diez
meses, y en ese caso se dio un destete espontáneo que
relataré más adelante.
Espero de corazón que todas las duplas de mamás e
hijos puedan darse la oportunidad de vivir un destete
espontáneo, y si no se puede (como en el caso de mi
primera hija), deseo que el fin de la lactancia sea un camino
de conexión respetuoso y amoroso, tanto como lo fue al
comienzo.

Si bien no tenía intenciones de destetarla,


nunca imaginé que sería tan rápido y fluido.
47
EL DESTETE NOCTURNO

Cuando hablamos de quitar el pecho durante la noche,


me parece fundamental que las familias conozcan sobre
fisiología del sueño infantil. Entender que se trata de un
proceso madurativo y que los niños no se despiertan solo
por hambre o sed ni “por la teta”, es vital para reducir las
expectativas de quienes desean destetar para dormir de
corrido por las noches.
En líneas generales, los niños van reduciendo sus
despertares nocturnos cuando se van acercando a los tres
años de edad, continúen con el pecho o no. Será entonces
decisión de la mamá inducir el destete de todas maneras,
sabiendo que el bebé puede despertarse igual y que
necesitará ser asistido para volver a conciliar el sueño.
El destete nocturno suele ser algo más complejo que el
destete diurno dado que durante el día podemos apelar a
más recursos para reemplazar las tomas de pecho. Durante
la noche, no existen ni los juegos, ni los paseos, ni las
cosquillas. La idea es que por la noche el niño no sea
sobreestimulado para que no se despabile.
Una idea útil es sumar a la rutina nocturna otros recursos
que el bebé pueda ir reconociendo y relacionando con el
sueño, además de la teta. Pueden ser caricias en la cabeza
o la espalda, palmaditas en la cola, hacer un sonido
uniforme (como un “shhh, shhh, shhh”), susurrar o hacer
sonar siempre una misma música relajante, o usar una pista
de ruido blanco, por poner algunos ejemplos.
La intención es que muy gradualmente, vayamos
quitando el pecho y sostengamos las otras ayudas que
venimos empleando a la par de este. Primero quitaremos el
pecho cuando el bebé esté ya dormido, más tarde lo
haremos cuando esté casi dormido pero no del todo, luego
lo quitaremos cuando el bebé ya esté relajado pero aún
despierto. El objetivo final será iniciar la noche acompañado
al bebé, brindándole contacto y los otros elementos que él
ya ha logrado asociar al sueño, en reemplazo del pecho.
Esta es solo una idea que puede tomarnos varias
semanas implementar y que personalmente no recomiendo
en bebés menores de un año. Desde luego, implica
asegurarnos de que el niño recibe durante el día todo el
aporte nutricional que necesita. Pero puede ser útil para
familias cuyos bebés tienen despertares muy frecuentes
que se hacen difíciles de sostener, más allá de hacer
colecho y amamantar a demanda. Desde luego que el
proceso debe hacerse paso a paso, sosteniendo cada etapa
al ritmo que nos marca el bebé y siempre atentos a su
respuesta, ya que la idea no es estresarlo ni generarle
ningún tipo de inseguridad.
48
DESTETAR A LOS DOS AÑOS

Cuando se acercan los dos años, muchas madres sienten


que deben empezar a pensar en el destete. A veces, la
presión del pediatra (“Bueno, ya es hora de ir quitándole la
teta”), de la familia y de terceros varios (“¿Va a cumplir dos
años y aún con la teta?”), incluso una mala interpretación
de las recomendaciones de la Organización Mundial de la
Salud –que sugieren una duración de la lactancia de dos
años “o más” y no “hasta” los dos años– o el propio
cansancio materno, conducen a la mujer a considerar que
debe iniciar el proceso de destetar a su hijo.
Fuera de las opciones drásticas como ponerse algún
producto en los pezones (limón, pimienta, mostaza o lo que
la imaginación determine) o dejar llorar al niño dos días y
dos noches seguidas hasta que se resigne y no pida más
pecho, en general, las madres suelen buscar un destete
respetuoso. Es decir, lograr el objetivo sin que el niño tenga
que sufrir. Pero vale decir que esta expectativa, justo a esta
edad, puede resultar bastante difícil de cumplir.
Los dos años son un momento bisagra en la vida de los
niños. Van logrando una mayor autonomía e
“independencia” (muy entrecomillado porque esta palabra a
veces resulta algo peligrosa, dadas las pretensiones que
tiene la sociedad actual sobre lo independiente que debería
ser un niño a los dos años). Van teniendo muy claro lo que
quieren, buscan hacer su voluntad y se rebelan ante las
negativas de los adultos. Básicamente, van creciendo. Pero
ese crecimiento y ese despegue gradual del ala materna, al
mismo tiempo, los vuelve más conscientes de que ellos y
mamá ya no son una misma cosa, y esa sensación les
produce ansiedad y temor.
Es habitual que un niño que toma pecho, a esta edad
mame con gran frecuencia. Hay una alta demanda de
mamá y, en consecuencia, una alta demanda de pecho.
“Toma como un recién nacido”, es una frase comúnmente
escuchada por parte de madres que amamantan a niños de
entre el año y medio y los dos años y medio. Incluso niños
que hasta hace pocos meses parecían tener poco interés en
el pecho y generaban en la madre sospechas de un destete
venidero, cambian su conducta y piden el pecho varias
veces al día... y a la noche.
Entonces, ante este panorama, es algo complejo pensar
en un destete respetuoso en el que el niño acepte de buena
gana las estrategias maternas para esquivar las tomas de
pecho. No es imposible, claro, pero requerirá de un gran
trabajo.
Asimismo, desde el aspecto fisiológico, aparece una
característica en la leche materna en la que la
concentración de anticuerpos es más alta. Durante el
segundo año de vida, la leche presenta una mayor cantidad
de lactoferrina, lisozima e inmunoglobulina A. Si a este dato
le sumamos el hecho de que el destete natural en la especie
humana oscila entre los dos y medio y los siete años (es
decir, como vimos, una duración promedio de cuatro años),
una hipótesis sugiere que alrededor de los dos años (meses
más, meses menos), el cuerpo del niño se está sabiamente
proveyendo de un “shot inmunológico” que lo prepara para
cuando ya no reciba leche materna. Con total sentido
evolutivo, esta preparación puede comenzar a esta edad
aunque el destete en sí mismo se produzca un par de meses
o años más tarde. Sabemos que en esta etapa y durante el
proceso de destete, la leche transforma su composición a un
fluido con características más similares al calostro en lo que
respecta a sus altos niveles de anticuerpos. Si será sabia la
naturaleza...
Es por eso que a veces el destete inducido por la madre
e iniciado en esta etapa, toma varios meses si la idea es
hacerlo de la forma más respetuosa posible. No
casualmente el objetivo se alcanza con mayor facilidad
cuando el niño se va haciendo más grande, su
entendimiento es mayor y su necesidad de succión y
contacto materno a través del pecho va naturalmente
disminuyendo.
Es una etapa difícil para destetar y además, cuando el
cansancio es una de las razones principales por las que se
busca terminar con la lactancia, es bueno saber que se
tratará de un proceso trabajoso en el que cada toma que
quitemos deberá ser sustituida por más juegos, más mimos,
más upa, más paseos, más mamá. No menos, sino más.
Por eso vale la pena comprender qué está pasando en la
ajetreada vida de un niño de dos años para entender de
dónde viene esa alta demanda de mamá y teta, producir
unos kilos adicionales de paciencia y empatía, y si hay un
deseo materno genuino de destetar a pesar de todo, buscar
la forma de que sea un proceso gradual y lo menos
angustioso posible para el niño. Desde luego que el deseo
materno cuenta, pero para una madre que decide no
esperar al destete espontáneo, el hecho de haber tomado la
decisión de destetar e iniciar el recorrido, puede darle la
energía necesaria para avanzar con tranquilidad y
templanza. El saberse en movimiento seguramente le
permitirá sentirse más positiva y, quizá lo más importante,
disfrutar del tiempo que quede lactancia sin culpa ni
remordimiento, sino buscando atesorar esta forma de
vínculo con su hijo que merece ser recordada con amor y
alegría.
49
DAR TETA A LOS CUATRO AÑOS

Bueno, a los cuatro años y tres meses, que era la edad


de mi hijo al momento de escribir este relato.
Es increíble (y a la vez obvio) ver cómo un niño crece y el
pecho va quedando atrás, en un lugar menos importante
entre sus intereses y preferencias. Este chiquitín que tenía
de “modelo vivo” en ese entonces, dormía toda la noche
hacía rato y al despertar me pedía tomar teta. Pero desde
hacía un tiempo, a veces simplemente quería levantarse
para irse a jugar y ya no hacía esa parada obligada que
solía ser una de sus tetadas más requeridas. Hacía más de
un año que ya no dormía la siesta conmigo y, por lo tanto,
tampoco con la teta.
Algunas veces estaba aburrido o yo estaba atareada con
algo y me pedía “un poquito de teta”, como decía él, como
una forma de reclamar mi atención y conectar conmigo.
Otras veces se enojaba por algo o tenía sueño porque no
había dormido siesta y pedía teta como una forma de
amansar a la fiera...
Diría que su “toma de rigor” en aquel tiempo era la que
hacía luego del cuento que leíamos antes de irnos a dormir
–cosa que seguimos haciendo juntos–. Esa última teta del
día de hecho fue la última que abandonó cuando decidió
dejar el pecho.
Atravesar esta experiencia en primera persona
reconfirma todo lo que ya sabía desde la teoría. Uno de los
grandes temores que tienen muchas madres (o que el
entorno les hace creer) es que si ellas no destetan en algún
momento, sus hijos no se destetarán nunca.
Yo no amamanté durante todo ese tiempo a modo de
experimento. Como ya conté antes, a mi hija mayor quise
destetarla porque estaba embarazada y me dolían
demasiado los pezones. Pero amamantar en sí nunca me
pesó, y en esta segunda vuelta, me pasó lo mismo. Si
genuinamente hubiera sentido que nuestra lactancia debía
terminar, como les sucede a muchísimas mujeres a las que
acompaño en sus procesos de destete, habría tomado la
iniciativa para transitar ese camino.
No fui ninguna heroína, no. He tenido momentos de
cansancio, sin lugar a dudas. Pero como suelo decir, creo
que la maternidad puede ser demoledora a veces,
amamantemos o no. ¿O sería justo decir que las madres que
dan la mamadera no se cansan nunca?
Tampoco soy ejemplo de nada. Como madre, puericultora
y promotora de una crianza amable y lo más fisiológica
posible, me permito compartir esta experiencia y “confirmar
la certeza” de que, inevitablemente, hagamos lo que
hagamos, los niños en algún momento dejarán la teta. Que
el destete espontáneo es un proceso gradual que responde
al crecimiento y a la sustitución natural que los niños van
haciendo del pecho por otras formas de vincularse con sus
madres y con el mundo.
Cuando escribí estas palabras, no sabía cuánto tiempo
más Benicio tomaría la teta. Quizá meses, quizá años. A mí
simplemente me honraba el poder acompañarlo y disfrutar
del tiempo que nos quedara.
No fui ninguna heroína, no. He tenido
momentos de cansancio, sin lugar a dudas.
Pero como suelo decir, creo que la
maternidad puede ser demoledora a
veces, amamantemos o no. ¿O sería justo
decir que las madres que dan la mamadera
no se cansan nunca?
50
EL DESTETE DE BENICIO

Fueron más de ocho años de dar la teta,


primero a mi hija y luego a él, con un
intervalo de unos ocho meses, durante mi
segundo embarazo. Lo digo así y me da
nostalgia, pero celebro con mucha emoción
el haber amamantado como elegí hacerlo.

Resulta que un buen día llegó el destete. A sus cuatro


años y diez meses ya pedía cada vez menos, claro, pero
alguna que otra toma diaria hacía hasta que no me pidió
más. La foto que compartí en mis redes durante la Semana
Mundial de la Lactancia Materna de 2019 fue, sin saberlo, la
última que le tomaría mientras mamaba. Diría que casi de
un día para otro, aunque no puedo precisarlo con exactitud,
dejó de pedirme, sin más.
Fue raro y, a la vez, me dio una gran sensación de
plenitud el haber acompañado a mi hijo hasta ese
momento, cuando su necesidad de tomar la teta terminó.
Conté en varias oportunidades que dar el pecho no me ha
resultado una tarea pesada ni una carga, sino, por el
contrario, una oportunidad de relacionarme con mis hijos
desde ese vínculo íntimo y especial que genera la lactancia.
Desde luego que he tenido (¡y tengo!) momentos de
cansancio, pero creo que es inherente a la maternidad, sea
que demos el pecho o que hayamos dado la mamadera
desde el primer día.
Fueron más de ocho años de dar la teta, primero a mi
hija y luego a él, con un intervalo de unos ocho meses,
durante mi segundo embarazo. Lo digo así y me da
nostalgia, pero celebro con mucha emoción el haber
amamantado como elegí hacerlo. Creo también, como
siempre digo, que las madres que no sienten el deseo de
amamantar hasta el destete espontáneo tienen todo el
derecho de inducir el final de la lactancia, y de hecho,
buena parte de las consultas que atiendo tienen que ver con
esto.
Deseo profundamente que las mujeres recibamos
siempre todo el apoyo que nos merecemos, ya sea para
sostener la lactancia todo el tiempo que deseemos, como
para ponerle fin, siendo escuchadas, respetadas y
acompañadas.
Chau, teta. Gracias eternas por todo lo que nos diste.
DORMIR COMO CON UN
BEBÉ
01
EL SUEÑO DEL RECIÉN NACIDO HASTA LOS
TRES MESES

El ritmo circadiano, es decir, lo que


comúnmente llamamos “reloj biológico” y
que regula muchos procesos que tienen que
ver con nuestro estado de sueño y vigilia, se
encuentra totalmente inmaduro y por eso
decimos que durante las primeras doce
semanas de vida, el bebé no diferencia el día
de la noche.

Siempre leemos por ahí que el sueño es un proceso


madurativo que va evolucionando conforme el bebé va
creciendo, y por eso me parece importante describir las
características del bebé y niño pequeño en cada etapa para
comprender mejor en qué fase se encuentra nuestro hijo y
qué podemos esperar del sueño a su edad. Aquí voy a
contarles sobre la primera etapa, desde el nacimiento hasta
los tres meses de vida.
Los primeros esquemas de sueño comienzan en realidad
a aparecer en la vida intrauterina. Alrededor del sexto mes
de gestación, el bebé ya adquiere la primera fase de sueño,
que es la de sueño activo o REM (Rapid Eye Movement, en
inglés) y al nacer, contará con dos de las cuatro fases que
componen el ciclo de sueño adulto: además de REM, tendrá
también una fase de sueño lento o profundo.
Aunque nazca con cuarenta semanas de gestación, el
bebé humano llega a este mundo sumamente inmaduro y le
tocan atravesar numerosos e intensos cambios por primera
vez: pasa de un medio acuático a un medio aéreo, estrena
su sistema respiratorio, siente el frío y el calor, su posición
fetal habituada al pleno contacto con las paredes del útero,
ahora se ve alterada ya que sus extremidades pueden
extenderse hacia el vacío y por eso necesita ser organizado,
es decir, plegado sobre la línea media de su cuerpo para
sentirse seguro y contenido. Por primera vez también
deberá emplear su boca, labios, lengua y demás partes de
su sistema estomatognático para alimentarse por medio de
la succión y la deglución, y poder así garantizar su
supervivencia. La luz y los sonidos, hasta ahora atenuados
por la barrera física que le ofrecía el cuerpo materno, le
llegan de forma directa y resultan un estímulo intenso que
necesita procesar. El olfato también es un sentido muy
potente en los recién nacidos que debuta al momento de
nacer.
Por su parte, el ritmo circadiano, es decir, lo que
comúnmente llamamos “reloj biológico” y que regula
muchos procesos que tienen que ver con nuestro estado de
sueño y vigilia, se encuentra totalmente inmaduro y por eso
decimos que durante las primeras doce semanas de vida, el
bebé no diferencia el día de la noche: el día es en realidad
una sucesión de horas, y el bebé duerme y está despierto
de forma variable a lo largo de las veinticuatro horas.
A esta etapa se la denomina “el cuatro trimestre”, ya que
se considera que es un tiempo de gestación que el bebé
hubiera necesitado transitar dentro del útero, aunque
estudios antropológicos estiman que la duración del
embarazo en los humanos primitivos era de
aproximadamente seis a doce meses más que el tiempo de
gestación que conocemos actualmente, haciendo esto un
promedio de nueve meses de embarazo que a nuestros
bebés modernos les estarían faltando. De ahí también
proviene la idea de los “segundos nueve meses” cuando
hablamos del proceso de gestación extrauterina, durante la
que los bebés necesitan que las características de la vida
dentro del cuerpo materno sean ahora replicadas fuera de
este. Esto implica contacto permanente, movimiento
frecuente, alimentación a demanda y estar cerca de los
sonidos con los que está familiarizado como, por ejemplo,
los latidos del corazón, la voz y la respiración de su mamá.
Como dice el Prof. Nils Bergman, el hábitat del recién nacido
no es otro que el cuerpo de su madre y lo peor que puede
ocurrirle es ser separado de este al nacer.
Volviendo al sueño, en estos primeros tres meses
podemos esperar numerosos despertares nocturnos.
Durante el primer mes, los bebés pasan alrededor del 80 %
del tiempo durmiendo, repartido casi de igual forma entre el
día y la noche. Hacia el final de este trimestre, muchos
bebés van gradualmente logrando dormir más de noche que
de día gracias a la maduración del ritmo circadiano, incluso
logran tirones de cuatro o cinco horas en muchos casos, que
nos hacen pensar que al final, el tema del sueño es pan
comido y que a medida que el bebé crezca, más dormirá.
Pues no, mis queridos amigos. Lamento ser el ángel oscuro
de las malas noticias, pero no. El sueño, como proceso
evolutivo, si hay algo que no es, es lineal. Los primeros años
de vida son sinuosos, con avances y retrocesos que reflejan
la mismísima vida del bebé: un ser ávido de adquirir nuevas
habilidades de todo tipo, que inevitablemente impactarán
en su forma de dormir. Así que mucho ánimo y paciencia,
que esto recién empieza.

En estos primeros tres meses podemos


esperar numerosos despertares nocturnos.
02
“MI BEBÉ SOLO QUIERE DORMIR SOBRE MI
PECHO”

El recién nacido humano es la cría más


inmadura de todas las especies de
mamíferos y como tal, aun habiendo nacido
de cuarenta semanas o más, necesita seguir
gestándose afuera del útero por unos
cuantos meses.

“No hay forma de que mi bebé de veinte días duerma en


su cuna, ni tampoco en mi cama. Solo puede estar en
brazos y dormir sobre mí o el papá. Estoy agotada. ¿Es
normal que no pueda apoyarlo en ningún lado? El pediatra
nos dijo que de ninguna manera lo meta en mi cama ni me
quede dormida con él en brazos, así que tengo mucho
miedo de que pase algo”.
Recibo mensajes como este con mucha frecuencia y me
pareció interesante reproducirlo para que puedan ver que lo
que sucede en la casa de un recién nacido, sucede también
en la casa de muchos otros.
Insisto siempre en la importancia de entender en qué
momento de la vida se encuentra el bebé para comprender
mejor su comportamiento. El recién nacido humano es la
cría más inmadura de todas las especies de mamíferos y
como tal, aun habiendo nacido de cuarenta semanas o más,
necesita seguir gestándose afuera del útero por unos
cuantos meses. Esto es lo que conocemos como “gestación
extrauterina”. También hay otro concepto que me gusta
mucho que es el de “gestación mamaria”, entendiendo que
el bebé viene de una gestación placentaria y ahora, fuera
del cuerpo materno, necesita que su hábitat siga siendo
este. El pecho, entonces, se vuelve la nueva casa del recién
nacido porque ahí encuentra todo lo que necesita, como lo
describe el Prof. Nils Bergman:
La protección física de su madre.
El alimento y la protección inmunológica a través de la
leche y las bacterias benéficas que habitan la piel del
pecho de su madre.
La protección neurológica frente al estrés que implica
estar alejado de ella.
Si podemos dimensionar lo que le pasa al recién nacido,
podremos dejar de luchar para que se quede de buena gana
apoyado en una cunita. Si bien una cuna de colecho es una
gran herramienta, hay muchos bebés que en los primeros
tiempos no soportan estar apenas cerca de su madre, sino
que necesitan estar encima de ella.
Pero los especialistas en sueño seguro afirman que si el
bebé duerme sobre el pecho de la mamá mientras ella
también duerme sin ninguna supervisión de otro adulto,
esto puede aumentar el riesgo de sofocación y de muerte
súbita.
Entonces, mientras la madre esté despierta, no hay
ningún problema en que el bebé descanse sobre ella, solo
procurando que el mentón de este no toque su propio
pecho, sino que la cabeza quede levemente deflexionada
hacia atrás para asegurarnos de que la vía aérea no quede
bloqueada. Y una vez que el bebé se duerme y la madre se
dispone a dormir también, lo más seguro es girar al
pequeño para que quede apoyado sobre una superficie
firme (puede ser la misma cama matrimonial o una cuna de
colecho), boca arriba, y que la madre adopte con su cuerpo
una forma de “C” rodeando al bebé, colocando su brazo por
encima de la cabeza de este y sus rodillas flexionadas
tocando los piecitos.

Esta posición permite a la madre descansar junto a su


hijo, brindándole contacto y facilitando las tomas nocturnas.
Y EL tip: colocar una almohada firme o almohadón de
lactancia en la espalda de la madre para que haga de tope y
ella pueda relajarse, sin tener que hacer equilibrio estando
de lado.
Si podemos dimensionar lo que le pasa al
recién nacido, podremos dejar de luchar
para que se quede de buena gana apoyado
en una cunita. Si bien una cuna de colecho
es una gran herramienta, hay muchos
bebés que en los primeros tiempos no
soportan estar apenas cerca de su madre,
sino que necesitan estar encima de ella.
03
“SE DESPIERTA POR LA TETA”

Ellos no se despiertan “por” la teta, sino que


la teta es la herramienta con la que las
mujeres somos provistas por la naturaleza
para resolver los despertares nocturnos sin
demasiado despliegue.

¿Cuántas veces te dijeron esto? ¿Cuántas veces, ante el


despertar número seis de la noche, te preguntaste si el
problema era la teta?
Ante esta disyuntiva, muchas madres se ven tentadas de
dar un biberón de fórmula antes de hacer dormir a su bebé
“para que tire más”. Y la gran mayoría de ellas ha
comprobado que no ha servido para absolutamente nada.
Son diversas las razones por las que un bebé o niño
pequeño se despierta de noche: hambre, sed, inmadurez de
su sistema nervioso, algún dolor físico y necesidad de
reafirmar que mamá está cerca, entre las más comunes. Y
lo cierto es que el pecho sirve para resolver todas esas
cuestiones y ayudar al bebé a retomar el sueño sin
despabilarse. Ellos no se despiertan “por” la teta, sino que
la teta es la herramienta con la que las mujeres somos
provistas por la naturaleza para resolver los despertares
nocturnos sin demasiado despliegue.
La lactancia nocturna y el colecho practicado de manera
segura permiten a la madre manejar las noches de la
manera más fisiológica y menos disruptiva posible. Las
mamadas nocturnas, además de colaborar con el óptimo
crecimiento del bebé, permiten lograr buenos niveles de
producción de leche a partir del pico de prolactina –la
hormona responsable de su fabricación–, que se produce en
horas de la madrugada.
Por otra parte, el amamantamiento nocturno ayuda al
bebé a retomar el sueño a partir de la combinación de la
succión como mecanismo relajante y las altas
concentraciones de triptófano, un aminoácido esencial en la
leche materna, precursor de la melatonina, que funciona
como un inductor natural del sueño.
A pesar de no poder sostener un sueño sin
interrupciones, el colecho también le permite a la madre
atender al bebé sin tener que incorporarse ni desplazarse
de una habitación a otra, optimizando su descanso. Y está
demostrado que las madres que colechan, amamantan por
más tiempo que las que no lo hacen.
Los despertares nocturnos son un evento madurativo que
atraviesa la inmensa mayoría de los bebés y niños
pequeños, y disminuyen o desaparecen alrededor de los
tres años, sean o no amamantados. Creer que un biberón
resolverá esta situación es no comprender las causas por
las que se producen esos despertares nocturnos.
Algunas madres que amamantan habrán comprobado
que dar ese biberón no cambió nada. Otras que no
amamantan y dan solo biberón, también han transitado los
despertares nocturnos de sus bebés. Muchas mujeres
lactantes se inclinan por iniciar un destete nocturno. A
veces esos destetes no mejoran en nada los despertares y
otras veces coinciden con una disminución de estos, pero es
importante considerar la edad de los niños en ese momento
y entender que posiblemente la reducción de despertares
tenga que ver también con que esos bebés estaban listos a
nivel madurativo para que esa reducción se produjera
naturalmente.
04
“EN BRAZOS DUERME BÁRBARO, PERO
CUANDO LO APOYO, SE DESPIERTA”

¿Te pasa? Y si te pasa, ¿cuántas veces te dijeron que era


tu culpa por haberlo malacostumbrado? ¿Que ya te había
tomado el tiempo? ¿Que le tenías que enseñar a ser
independiente?
Me pregunto cuánta falta de sentido común puede tener
la gente. Digo, sobran las evidencias acerca de la genuina
necesidad que tiene un bebé de estar en contacto estrecho
y de forma permanente con su madre. ¿Pero de verdad
necesitamos presentar estudios científicos que nos avalen?
Me parece increíble que alguien crea que el mejor lugar de
un bebé de pocas semanas o meses es en una
cuna/cochecito/mecedora o cualquier elemento que lo
mantenga alejado del cuerpo materno. Que un bebé “que
aguanta” ahí es un bebé que “se porta bien”.
No estoy exagerando, no. El bebé viene de un entorno
que le brinda contacto con su mamá al 100 % y su
expectativa biológica es la de seguir recibiéndolo. ¿Puede
ser agotador y desbordante por momentos? Seguro que sí.
Ahora, esas madres que se sienten así de agobiadas,
¿cuánta ayuda tienen? Las personas que levantan el dedo
acusador para decirles todo lo que están haciendo mal,
¿cuánto las sostienen? ¿Cuántos platos de comida les
sirven? ¿Cuántos vasos de agua les ofrecen cuando dan la
teta? ¿Cuántos lavarropas les ponen en marcha y cuántas
compras de almacén les facilitan?
¿No es increíble que en un contexto social en el que una
mujer puérpera pasa tantas horas del día sola, ocupándose
de su bebé y, como puede, de la casa, la solución que el
entorno le propone es que acostumbre a su bebé a no
necesitarla?
Claro que cuando el bebé está en contacto con el cuerpo
de su mamá, duerme relajado, confiado y entregado al
sueño, y cuando se lo aparta de ese lugar, se despierta y se
pone en alerta, llorando para recuperar ese estado de
bienestar. ¿No es obvio, acaso? Y no me olvido tampoco de
que a pesar del cansancio, de la demanda infinita, a la
madre también le produce bienestar tener a su bebé así de
cerca. Se llama “codependencia” y es parte natural del
estado de simbiosis en la que ambos se encuentran y se
encontrarán por mucho tiempo. Tiempo que, a su vez, pasa
demasiado rápido como para desperdiciarlo tratando de
impedir que suceda.
Estoy convencida de que la peor parte de la maternidad
es la de vernos criando en soledad. Crearle a la madre una
preocupación más (como si tener un bebé a cargo ya no le
generara suficientes...), que es la de privarse del placer de
brindarse a su bebé, de ser su colchón humano y de
disfrutar ella también y sin culpas de ese contacto que les
hace bien a los dos.
Las madres precisan saber que no están haciendo nada
mal por atender las necesidades de sus bebés y, encima,
disfrutarlo. No existe la sobredosis de cuerpo, de leche, de
amor. Sus bebés simplemente las necesitan y ellos no
deben cambiar ni postergar esas necesidades. Es el entorno
el que necesita entender, empatizar y estar sin juzgar.
05
“ME DA MIEDO HACER COLECHO”

Los miedos más comunes están asociados a


aplastar al bebé, a sofocarlo con el
acolchado o a que se caiga de la cama, y en
ese sentido es fundamental tener presente
que el colecho debe ser siempre planificado
y no improvisado.

Si bien para muchas familias el colecho es la forma más


natural de dormir y descansar lo más posible ya que les
permite no perder la posición horizontal a la hora de
atender los despertares nocturnos, para otras, dormir con el
bebé representa un terreno dudoso.
Los miedos más comunes están asociados a aplastar al
bebé, a sofocarlo con el acolchado o a que se caiga de la
cama, y en ese sentido es fundamental tener presente que
el colecho debe ser siempre planificado y no improvisado.
De hecho, muchos accidentes asociados al colecho ocurren
en hogares donde la idea original era que el bebé durmiera
en su cuna. Frente a la demanda nocturna y para no “caer”
en la tentación de meter al bebé en la cama, muchos
adultos se levantan de la cama y llevan al bebé a un sillón
de la sala para amamantarlo o acunarlo, por ejemplo. Hacer
esto varias veces en la noche puede ser realmente muy
difícil de sostener, y cuando el cansancio nos vence, los
riesgos se ven aumentados.
Aquí radica entonces la importancia de hacer colecho de
manera consciente y planeada. Se puede dormir junto al
bebé adosando una cuna de colecho a la cama principal, o
compartiendo la misma cama si el espacio es adecuado.
Dormir dos adultos y un bebé en una cama Queen podría no
ser el mejor escenario frente al poco espacio que quedará
disponible para cada uno, pero una cama King Size puede
albergar a todos sin problemas.
Para practicar un colecho seguro, se deben tener en
cuenta algunas cuestiones:
El colchón (sea de la cuna o de la cama compartida) debe
ser firme.
Evitar las almohadas, los peluches, las cobijas, los nidos
de contención, etc., en el espacio del bebé.
El bebé puede dormir con un pijama liviano y, de ser
necesario, sumar capas de ropa extra. Siempre es mejor
un bebé abrigado en un ambiente más bien fresco (18
ºC). Evitar el sobrecalentamiento.
Si se comparte la cama, es mejor que el bebé –
especialmente si es menor de seis meses– no quede en el
medio de dos adultos, sino del lado externo de la cama.
Se debe procurar que la cama esté arrimada a la pared o
colocar una baranda adecuada para evitar caídas.
El bebé debe dormir boca arriba y la madre puede dormir
rodeando al bebé formando una “C” con su cuerpo. Esta
posición es especialmente segura porque de esa manera
la madre no puede rolar y aplastar al bebé.
Se debe evitar el colecho si alguno de los adultos fuma,
padece obesidad mórbida, o si consume alcohol o drogas
(legales o ilegales) que alteran su estado de conciencia e
impiden tener una adecuada responsividad hacia el bebé.
En los casos de bebés prematuros y/o alimentados con
fórmula, es aconsejable el uso de una cuna de colecho en
lugar de compartir la misma cama. Según el Prof. James
McKeena, experto en sueño infantil, los patrones de
sueño del bebé alimentado con fórmula no están
igualmente coordinados con los de su madre, como
sucede con los bebés amamantados, donde ambos
sincronizan sus ciclos de sueño y comparten los estados
de sueño liviano y sueño profundo. Además, los bebés
alimentados a pecho tienden a ser colocados en una
posición segura por sus madres de forma natural, a partir
de la posición en “C” que utilizan para dar el pecho
estando acostadas, lo cual reduce cualquier tipo de riesgo
asociado al colecho.
Si la madre tiene el cabello largo, es mejor atarlo por las
noches y evitar usar ropas que tengan lazos con los que
el bebé pueda enredarse.
06
“SI SE DUERME CON LA TETA, SIEMPRE VA
A NECESITAR LA TETA PARA DORMIRSE”

Levante la mano quién no recibió esta sentencia por


parte de pediatra, amiga, familiar o completo desconocido.
Este tipo de comentarios dejan en evidencia cuán poco
sabemos de lactancia.
La teta es una de las asociaciones del sueño más
temidas. Entendemos por “asociaciones del sueño” a
aquellas conductas u objetos que necesitamos hacer o tener
cerca para poder dormir.
En la locura cultural en la que vivimos, se pretende que
el bebé “aprenda” a dormirse sin necesitar de asistencia
parental, y que por lo tanto, desarrolle la capacidad de
autoconsolarse o, a lo sumo, de emplear algún objeto
(muñeco de apego, trapito, chupete, etc.) y apoyarse
emocionalmente en este para poder dormir.
El “cuco” es: “Si no le enseñás a dormir solo, siempre va
a necesitar de vos para dormir”. Y para las madres que
amamantan, la teta es la principal amenaza.
Vamos a revisar este postulado absurdo:
Ninguna evidencia indica que esto sea así, ni que sacando
el pecho el niño vaya a despertarse menos, que es otro
de los grandes mitos que rodean a la lactancia con
relación al sueño.
Es normal, sano y evolutivamente esperable que el bebé
precise ayuda para conciliar el sueño y durante los
despertares nocturnos. Acá interviene en alguna medida
el temperamento del bebé: existen aquellos que
naturalmente se pueden autorregular frente a un
despertar y volver a dormirse sin ayuda de los ma/padres,
y otros –diría yo que la mayoría– que sí necesitan de la
intervención del adulto dando el pecho, el biberón,
abrazando, acunando, cantando, acariciando o sea cual
fuere el recurso que funcione.
El niño crece y madura, nos guste o no. Lo que necesita
hoy, mañana cambiará y será otra cosa. Atender su
llamado es una conducta parental normal que responde a
satisfacer una necesidad primaria que todos conocemos:
el apego. Y lo que funciona hoy, ¿por qué cambiarlo? Si
mañana consideramos que ya no podemos sostener eso
que nuestro bebé pide, veremos cómo lo podemos
modificar de manera respetuosa por sus necesidades.
La lactancia activa la producción de hormonas
tranquilizadoras y relajantes que inducen al sueño, como
la colecistoquinina (CCK) segregada por el bebé al
succionar (también la activan la mamadera y el chupete).
Por su parte, la leche en sí misma contiene, como vimos,
sustancias como la melatonina y el triptófano, que
ayudan al bebé a regular y conciliar el sueño.
¿Cómo una herramienta fisiológica y con semejantes
características puede ser contraproducente?
Para quienes comprueban que el bebé se duerme
rápidamente con la teta, me parece (además de un
sinsentido) un gran estrés sugerirles que no se apoyen en el
amamantamiento y que trabajen a contracorriente de lo que
el bebé naturalmente pide y necesita. Como siempre digo,
se nos quiere sacar el disfrute en la maternidad: el contacto,
la entrega, el placer.
Si la teta hoy sirve para ayudar al bebé a dormir,
bienvenida sea. Procuremos que las madres logren el mayor
descanso posible, y desde la mirada fisiológica, el colecho
seguro y la lactancia son los recursos con los que contamos
para atender al bebé sin perder la “horizontalidad” y la
paciencia.
07
“¿CUÁNDO VA A DORMIR TODA LA
NOCHE?”

¿Te digo la verdad? Nunca. Ni ellos ni nosotros, los


adultos, dormimos toda la noche. Tiene que ver con un
mecanismo de supervivencia que nos permite estar alertas
frente al ataque de posibles depredadores. Sí, ya sé que en
estos tiempos no dormimos en descampados, expuestos a
las amenazas de lobos ni hienas, pero es información que
tenemos grabada desde el inicio de los tiempos en nuestro
código genético.
La diferencia entre los bebés y nosotros está en la
experiencia que tenemos los adultos de años de dormir y la
capacidad de atravesar microdespertares (cuando
cambiamos de posición en la cama, por ejemplo, y no lo
recordamos al día siguiente) o despertares fugaces (cuando
miramos la hora y nos volvemos a dormir rápidamente) sin
que eso altere lo reparador de nuestro descanso.
Los bebés tienen despertares por diversos motivos,
desde fisiológicos como hambre, sed o necesidad de
contacto, hasta madurativos como una arquitectura del
sueño que se va consolidando conforme el niño se hace
mayor, o bien etapas del desarrollo con la correspondiente
adquisición de nuevas habilidades (gatear, sentarse,
palabras nuevas e infinitos aprendizajes más). No hay
manera de acelerar esos tiempos.
Ahora bien, el sueño tiene también mucho de cultural.
Dónde dormimos, a qué hora nos dormimos y qué hábitos
tenemos a la hora de dormir son aspectos que varían según
el punto del planeta en el que nos encontremos. Y puede
que los bebés, algunos más que otros, sean muy sensibles a
ciertas prácticas culturales del lugar donde viven,
jugándoles en contra a la hora de aprovechar el descanso.
Son cuestiones que pueden ser revisadas y ajustadas para
mejorar el sueño, tanto en cantidad como en calidad. Pero
esto no quiere decir “dormir toda la noche de corrido”. Esto
quiere decir que, a veces, se pueden llegar a reducir
algunos despertares, y otras, que lo que se necesitan
calibrar son las expectativas que los adultos tenemos sobre
el sueño de nuestros hijos, buscando la manera de optimizar
el descanso de toda la familia mientras tengamos en casa a
un niñito que aún requiere de nuestra asistencia para volver
a conciliar el sueño varias veces en la noche.

La diferencia entre los bebés y nosotros está


en la experiencia que tenemos los adultos de
años de dormir y la capacidad de atravesar
microdespertares.
08
EL SUEÑO DE LOS TRES A LOS SEIS MESES

Ya pasamos el shock inicial de tener en casa a un bebé


diminuto cuya vida depende íntegramente de nosotros. Ya
nos acostumbramos a sus ruiditos, vamos entendiendo qué
le gusta y qué no, aunque por momentos seguimos
necesitando chequear si respira mientras está durmiendo.
Suelo decirles a las familias que conozco, durante los
primeros días de vida de sus bebés, que desde mi mirada,
las primeras seis semanas son las más álgidas, no solo por
el vértigo que produce la sola idea de tener la vida de un
recién nacido a cargo, sino porque transcurrido ese tiempo,
estamos un poco más alineados con los ritmos que nos
marca la alimentación y el sueño. Los despertares son
agotadores, sí, pero quizá en el último mes, el bebé estuvo
haciendo algunos lindos tironcitos de unas cuantas horas y
nos sentimos más que agradecidos por eso.
Comienza una etapa hermosa y muy entretenida porque
nuestro hijo empieza a tener una mayor interacción con
nosotros, nos mira, nos hace “ajó”, nos sonríe y todos nos
derretimos.
Pero somos criaturas a las que nos gusta ponerle nombre
a todas las cosas, y a veces elegimos palabras que generan
una idea equivocada o negativa de aquellas cosas que
estamos nombrando.
En el mundo del sueño infantil es común hablar de “la
regresión del cuarto mes” cuando nos referimos a un bebé
que venía durmiendo por períodos consolidados de cinco o
seis horas y hacia los cuatro meses –a veces un poco antes
y a veces un poco después–, sin aviso y casi de un día para
otro, comienza a despertarse con mucha frecuencia. Los
ciclos de sueño duran cuarenta/cuarenta y cinco minutos, y
si entendemos que entre el final de un ciclo de sueño y el
comienzo del siguiente es cuando se pueden producir los
despertares nocturnos, en una noche existe la posibilidad de
que tenga unos quince microdespertares.
Me parece interesante entender por qué ocurre este
cambio abrupto que sorprende a más de uno.
Por un lado, y principalmente, esto está asociado al
desarrollo. El bebé en esta etapa tiene una especie de
“despertar al mundo” donde está mucho más conectado
con el entorno. Está sumamente interesado en lo que pasa a
su alrededor y está en plena adquisición de nuevas
habilidades de todos los colores: motrices, cognitivas y
sociales. Esto redunda en tomas de pecho o de biberón que
son más bien caóticas, entrecortadas, donde el bebé se
distrae con cualquier cosa.
En lo que respecta al desarrollo corporal, hablamos de un
bebé que está ganando una mayor fuerza muscular, que
logra rolar, que va adquiriendo una mejor coordinación de
sus movimientos, los cuales además son intencionados, y
todo, absolutamente todo, va a la boca. Es la etapa del
babeo intenso, producto del desarrollo de las glándulas
salivales, y de la aparición del primer diente que, aunque la
ciencia no ha podido validar la hipótesis de que la dentición
genera molestias, muchas familias refieren que durante los
días o semanas en las que sus bebés están cortando
dientes, el sueño se ve especialmente alterado.
Hacia el final de este trimestre, podemos observar los
primeros indicios de angustia ante los extraños cuando
vemos que un bebé que se quedaba contento en brazos de
cualquiera y que incluso conciliaba el sueño siendo acunado
por la tía o la abuela, ya no quiere saber nada con ser
sostenido por otro que no sea mamá.
Tenemos a un pequeñito que nos mira y balbucea
intentando comunicarse oralmente, que atraviesa algunos
brotes de crecimiento (de los que ya hablamos en la sección
de lactancia) y que, efectivamente, parece estar
despertándose más que nunca.
Además, en esta etapa madura su ritmo circadiano.
Hasta este momento, la mayoría de los bebés no producen
su propia melatonina (hormona clave en la regulación de
nuestro reloj biológico) y es ahora cuando comienzan a
hacerlo.
También los ciclos de sueño cambian porque hacia el
final de este trimestre, el bebé ha adquirido dos nuevas
fases de sueño más liviano, las que le faltaban para
completar el ciclo de sueño. Pero lo normal sigue siendo que
no duerma de corrido por las noches ni por asomo.
Todos estos cambios no tienen nada de regresivos, sino
que, por el contrario, están plenamente relacionados con
avances. El bebé está creciendo y ese crecimiento impacta
en su forma de dormir.
Así que aunque tendremos noches más activas, me
parece importante que podamos entender que esto no tiene
nada de malo, ni tiene que ver con algo que como adultos
estemos haciendo mal. Como siempre digo, tener
expectativas reales e información sobre la fisiología del
sueño nos ayuda a entender mejor en qué etapa evolutiva
se encuentra nuestro bebé y elegir la mejor manera de
acompañarlo sin morir en el intento.

También los ciclos de sueño cambian porque


hacia el final de este trimestre, el bebé ha
adquirido dos nuevas fases de sueño más
liviano, las que le faltaban para completar el
ciclo de sueño. Pero lo normal sigue siendo
que no duerma de corrido por las noches ni
por asomo.
09
GALLITOS MADRUGADORES

Hay familias que lidian con una realidad a veces difícil de


sobrellevar: bebés y niños pequeños que amanecen muy,
pero muy temprano, incluso antes de las 6 de la mañana.
En primer lugar es importante comprender que si bien a
veces esto responde a una tendencia natural que tienen
muchos bebés de iniciar el día temprano, también hay
aspectos que pueden revisarse para detectar si hay algo
que está promoviendo esos despertares tempraneros.
Frente a la insistencia generalizada de que el bebé
“debe” acostarse temprano, esto puede determinar que el
inicio del día también ocurra temprano. Nadie puede dormir
más horas que las que realmente necesita, por lo que en
esos casos, una estrategia posible sería retrasar un poco el
horario de dormir.
A su vez, algunos bebés que se van a dormir más allá de
las 21 o 22 horas también madrugan, pero suelen
compensar con una primera siesta muy cercana a la hora en
la que amanecieron. Allí podremos entonces evaluar si el
inicio de la noche debería adelantarse.
Es importante tener en cuenta factores ambientales
como la luz que ingresa a la habitación o el ruido ambiente
(por ejemplo, si pasa el camión de la basura en ese horario
o si cantan los pajaritos…), para determinar si algo de esto
puede estar propiciando los despertares tan tempranos y
evitarlo. Es necesario lograr la mayor oscuridad posible en
la habitación (si tenemos cortinas black out, chequear que
por los laterales no se esté filtrando luz). Y si el problema
fuese el ruido, evaluar el uso de algún ruido blanco puede
ser de ayuda.
Un pañal cargado también puede causar incomodidad y
despertar al bebé. Podemos entonces cambiarlo
estratégicamente antes de que los adultos nos vayamos a
dormir o más adelante en la noche, si nos resulta más
cómodo.
Si el bebé duerme en otra habitación, podemos traerlo a
la cama grande para ver si logra conciliar nuevamente el
sueño por un rato más, o bien acudir a él unos minutos
antes de su hora habitual de despertar y ayudarlo a enlazar
un nuevo ciclo de sueño de la manera en la que
habitualmente lo haríamos (amamantando, con palmaditas,
caricias, haciendo algún sonido suave con la voz, etc.).
Y si nada funciona y estamos en pareja, tomar turnos
para atender al bebé un día cada uno, mientras el otro logra
dormir unas horitas más, puede ser una estrategia
razonable para sobrevivir a estos gallitos implacables.
10
“¿CÓMO PUEDO LOGRAR QUE MI BEBÉ SE
DUERMA SOLO?”

El bebé necesita que el mismo apego que le


prodigamos de día, atendiendo sus
demandas y necesidades de contacto, sostén
y alimento, se lo demos de noche.

Esta pregunta se la hacen a diario miles de madres y


padres a quienes alguien les indica que esto es lo que
deben enseñar a sus bebés: a conciliar el sueño sin
asistencia.
Una vez me escribió una madre “desesperada” porque su
bebé se dormía solo pero ahora, con cinco meses, ya no lo
hacía y a ella le daba “rabia” (sic). Se ofendió
profundamente y me trató de “poco empática” cuando traté
de explicarle que no era ningún mérito que un bebé se
durmiera solo. ¡Y es que no lo es! El bebé necesita que el
mismo apego que le prodigamos de día, atendiendo sus
demandas y necesidades de contacto, sostén y alimento, se
lo demos de noche. No tiene ningún sentido para él o ella
que esto no sea así. El colecho y la lactancia nocturna son
las grandes herramientas de las que disponemos para llevar
adelante ese apego nocturno (y si no amamantamos, el
colecho sigue siendo una manera biológicamente coherente
de brindar presencia a nuestro bebé).
Pero claro, se nos dice que no. Que no podemos usar
esas herramientas (cómodas, lógicas, intuitivas y gratuitas).
Tenemos que trabajar extra y enroscarnos en planes,
bitácoras, tablas de tiempos, llantos, angustias y pérdidas
de paciencia para conseguir un objetivo que es ridículo y
totalmente antifisiológico, que implica pedirle a un bebé que
se entregue al sueño sin ayuda de su figura de apego. Que
se duerma tranquilo en soledad cuando la noche es el
momento de mayor vulnerabilidad para una cría de
cualquier especie, incluidos los humanos.
Ya sé, me van a decir que muchos bebés se duermen
solitos en la cuna o el huevito. Que el bebé de la prima de la
vecina se duerme con el chupete, y que el sobrino de la
compañera de trabajo duerme diez horas de corrido desde
los dos meses. Yo les digo que sí, que hay bebés (les juro,
son la minoría) que se duermen solos y/o que duermen toda
la noche de corrido desde temprana edad. Pero la gran
enorme mayoría no lo hace. Si así lo hicieran, no existirían
los libros sobre el sueño del bebé, los métodos de
entrenamiento del sueño ni las sleep coaches, ni yo estaría
hablando de esto.
Cuando una mamá me dice que le genera rabia perder lo
que ella creía haber conseguido como una enorme hazaña,
se me estruja algo en mi interior. Porque pienso cómo nos
han entrenado para tener expectativas tan distorsionadas
sobre lo que debe hacer o no un bebé. Y la peor parte es
que los padres crean profundamente que si su bebé no
logra dormirse solo o determinada cantidad de horas
corridas, es porque ellos no han sabido enseñarle bien y
son, por lo tanto, un fracaso como padres.
Genera mucha culpa y el temor de estar haciendo todo
mal, sumado al cansancio acumulado y la frustración que
produce solo pensar que se acerca la noche y llega el
momento de dormir. Pero es impagable el alivio que las
familias sienten cuando se les explica de verdad cómo
funciona el sueño infantil. Se les nota en sus caras. No van a
estar menos cansados, pero sí, al menos, menos frustrados.
Yo hago muchas consultas sobre sueño en mi actividad
diaria y siempre aclaro que no soy una sleep coach y que no
voy a proponer ningún plan de entrenamiento, si es eso lo
que la familia espera. Yo brindo información sobre la
fisiología del sueño, sobre la etapa en la que está el bebé en
ese momento, sobre sus necesidades y posibilidades. Ayudo
a revisar algunas prácticas que pueden ajustarse en pos de
mejorar el descanso de los padres. Siempre digo que no
podemos acelerar con un control remoto el proceso que
hace que los bebés maduren su estructura del sueño hasta
lograr reducir o eliminar los despertares nocturnos. Lo que sí
podemos es elegir cómo acompañar esta etapa de la vida
de nuestros hijos que, sin duda, es intensa y agotadora,
pero que con información y expectativas reales, la podemos
transitar mucho más en paz, con ellos y con nosotros
mismos.
11
¿SIESTAS CORTAS O SIESTAS LARGAS?
¿MUCHAS SIESTAS O POCAS SIESTAS?

La cantidad y duración de las siestas en los bebés genera


muchas dudas en madres y padres, ya que estas van
cambiando conforme los bebés crecen.
Luego de los primeros tres o cuatro meses, la mayoría de
los bebés experimenta un cambio importante en su patrón
de sueño, muy relacionado con la adquisición de nuevas
habilidades: más atención e interacción con el entorno,
balbucean, empiezan a rolar... Y también maduran su ritmo
circadiano y comienzan a diferenciar más claramente el día
y la noche; sus ciclos de sueño maduran, se alargan e
incorporan nuevas fases de sueño liviano.
Hasta ese momento, los bebés dormían a lo largo del día
sin una regularidad muy marcada, y sin que los adultos
tuvieran que hacer demasiado esfuerzo. Hacia los tres o
cuatro meses, la cantidad total de sueño se reduce y
también la necesidad de siestas, por lo que están más
tiempo despiertos y conectados con el entorno.
No se puede determinar la cantidad de horas ni de
siestas que un bebé necesita porque cada niño es diferente,
pero pasado el primer trimestre o cuatrimestre de vida, es
un buen momento para reevaluar las necesidades de sueño
de nuestro bebé y entender que posiblemente en esta etapa
duerma menos que antes.
Sobre la duración de las siestas, no hay evidencia de que
una siesta de cuarenta y cinco minutos no sea reparadora
para una persona, sea bebé o adulto. Podemos pensar que
una siesta fue corta si el bebé se despierta de pésimo
humor, mostrando claras señales de que hubiera necesitado
dormir un poco más. Ahí podemos revisar qué fue lo que
produjo el despertar anticipado (ruido, incomodidad física,
encontrarse solo, etc.).
Cuando el bebé hace varias siestas a lo largo del día,
estas suelen ser cortas porque el sueño ahí es más liviano,
ya que no está demasiado cansado. A medida que crece y
se reduce la cantidad de siestas, la duración aumenta
porque también aumenta el cansancio acumulado entre un
momento de sueño y el siguiente.
Ser sensibles a los cambios que van ocurriendo en cada
etapa y saber que lo que antes era de una manera, ahora
puede ser de otra, es clave. Esperar que los bebés duerman
más de lo que necesitan puede ser muy frustrante, para
ellos y para nosotros.
12
“¿ESTÁ MÁL QUE SE DUERMA CON LA
TETA?”

¡NO! ¿Cómo va a estar mal que un bebé busque el pecho


como forma de regularse, si la teta tiene todo lo necesario
para propiciar el sueño?
Como vimos, la succión desencadena la secreción de
colecistoquinina (CCK), una hormona que genera
tranquilidad y relajación. La leche materna contiene
sustancias como el L-triptófano, un inductor natural del
sueño. Y obviamente, detrás de la teta, está mamá, que con
su sola presencia brinda seguridad y amor.
¿Qué más puede necesitar un bebé?
Diría que es antifisiológico pretender que un bebé no se
duerma al pecho. Miles de madres expresan la misma
preocupación: “Mi bebé solo se duerme con la teta”. Y digo
“preocupación” porque les hacen creer que eso es un
problema. ¡Qué ridiculez! Me resulta imperioso decirles que
eso es normal, esperable y parte de un circuito virtuoso
entre la madre, la teta, la leche y el bebé.
Yo te firmo ya, hoy, ahora, que tu hijo no va a necesitar la
teta para dormir toda la vida. Que no lo estás mal
acostumbrando y que no es porque le das la teta que se
despierta cada vez, aunque sí sea la teta casi con la única
herramienta con la que lográs que vuelva a dormirse rápido.
Es así. Así funcionan los bebés que toman teta. Y los que no
la toman, también se despiertan y también necesitan
asistencia: mamadera, chupete, upa, presencia.
¿Estás cansada de la canilla libre de teta all-night-long?
Eso lo entiendo y pienso que si te resulta insostenible,
podés pedir ayuda y elaborar alguna estrategia para, según
la edad de tu bebé, espaciar tomas o incluso implementar
un destete nocturno. Puede ser difícil, sí. Pero si es tu deseo
y sentís que el final del recorrido merece la pena, adelante
con eso.
Ahora, ¿lo TENÉS que hacer porque si no, estás creando
un monstruo teta-dependiente? No. ¿Porque si no, nunca va
a dormir sin la teta? No. ¿Porque está mal que tu bebé
asocie el sueño con la teta? NO. Esa “asociación”, si merece
el término, no es aprendida, es instintiva.
Tu bebé va a crecer.
Su necesidad de succión va a disminuir
Sus ciclos de sueño madurarán y se alargarán.
Mientras tanto, respirá. Revisá tus expectativas y hacé
siempre lo que tu intuición te diga que es mejor para el
funcionamiento de tu familia.

Yo te firmo ya, hoy, ahora, que tu hijo no va


a necesitar la teta para dormir toda la vida.
13
LAS SIESTAS “EN CONTACTO”

Creo que no existe madre que no sepa que su bebé


duerme las siestas mucho mejor, más profundamente y por
más tiempo cuando está en contacto con ella (o con el papá
o alguna otra persona de su confianza), que cuando duerme
solo en una cama o cuna.
Dos preocupaciones surgen alrededor de esto: “¿Cómo
hago para que mi bebé duerma solo así puedo hacer otras
cosas mientras tanto?” y “¿Está mal que se acostumbre a
dormir de esa manera?”.
Empiezo por lo segundo y digo sin vueltas que no hay
nada de malo en que el bebé reciba contacto físico durante
las siestas. De hecho, es algo que los adultos disfrutamos
también y podemos aprovechar tanto para reposar junto a
ellos (leer, responder mensajes o hasta dormir un ratito son
opciones muy apetecibles), como para hacer algunas cosas
que requieren estar en movimiento, si por ejemplo usamos
un portabebés ergonómico, como un fular o una mochila –
según la edad del bebé–. Los bebés han dormido
acompañados día y noche durante toda la historia de la
humanidad y nadie ha salido perjudicado por ello. Pero si
queremos tener ese ratito para nosotros y preferimos tratar
de que nuestro bebé duerma las siestas sin nuestra
presencia, es algo válido también.
Posibles ideas que podemos intentar (algunas requerirán
algo de prueba y error para ver cuáles funcionan y cuáles
no):
Usar una cama o un colchón en el piso para tener libre
acceso al bebé y poder apoyarlo, reduciendo el contacto
de forma gradual. Querer colocar a un bebé que está en
brazos en una cuna que tiene barrotes, puede hacer que
en el trayecto desde que lo separamos de nuestro cuerpo
hasta llegar a la cuna se despierte. En una cama,
podemos acostarnos junto a él mientras lo seguimos
acurrucando, ofreciéndole contacto hasta que esté
profundamente dormido y ahí, muy de a poco cual ninja,
intentar separarnos de él hasta poder levantarnos.
Una opción es acostarlo ni bien se duerme, de modo que
si se despierta al ser apoyado, estará aún con mucho
sueño y será más fácil que acepte seguir durmiendo
siendo acurrucado, palmeado, acariciado, amamantado,
etc.
Si eso no funciona, esperar a que esté bien dormido en
brazos y recién ahí hacer la transición a la cama/colchón.
Si necesitamos alargar un poco la siesta, debemos estar
atentos al momento en que nuestro bebé empieza a
despertar para acudir muy rápido y ayudarlo a dormir un
rato más (acariciando, amamantando, etc.).
Lo que me parece importante remarcar es que nunca
estará mal asistir al bebé para que se duerma o vuelva a
dormirse. La idea de que un bebé debe conciliar el sueño
solo es bastante fantasiosa y propia de los planes de
entrenamiento del sueño.
Y algo más: si el bebé hace algunas siestas en un jardín
maternal, no hay razón para evitar el contacto cuando sí
está con la madre o el padre. Los bebés son lo bastante
inteligentes y resilientes como para ajustarse a los cambios
y dormir de una manera cuando están en la guardería y de
otra cuando están con sus padres. No hay motivo para
privarlos (¡y privarnos!) de estar cerquita cuando estamos
juntos.

Los bebés han dormido acompañados día y


noche durante toda la historia de la
humanidad y nadie ha salido perjudicado por
ello.
14
“¿CUÁNTAS HORAS DEBERÍA DORMIR MI
BEBÉ?”

La respuesta más honesta que podría dar es: las que


necesite. Sí, existe información basada en la evidencia
respecto de cantidades aproximadas de horas según la
edad, pero siempre tengo la sensación de que compartir esa
famosa “tablita” es un riesgo porque la información
planteada así, estática y numérica, puede generar mucha
ansiedad.
Necesitamos evaluar las horas de sueño totales que el
bebé tiene en veinticuatro horas y la relación entre las horas
de sueño diurno y nocturno porque, claramente, nadie
puede dormir más de lo que necesita cada día.
La distribución de las horas de sueño puede variar. Habrá
quienes hagan varias siestas de treinta-cuarenta minutos a
lo largo del día y quienes hagan menos siestas pero más
extensas.
La cantidad de horas de sueño de la tabla deben
pensarse de forma similar a las curvas de crecimiento. Hay
niños que se ubican cerca del percentil más bajo y otros en
uno más alto, pero esto no es ni bueno ni malo. No es mejor
estar en el percentil 97 que en el 15; es una forma de medir.
Con el sueño sucede algo parecido: esas tablas nos
muestran promedios con rangos inferiores y superiores, y
nuestro hijo puede ubicarse allí, o estar por debajo o por
encima y que eso sea perfectamente normal también. De
hecho, quienes tenemos más de un hijo, podemos dar fe de
que las necesidades de sueño de uno no son iguales que las
del otro, ni siquiera a la misma edad.
También hay que tener cuidado con el concepto de las
“ventanas de sueño” con el que muchas familias llegan a
obsesionarse. Esto refiere a la cantidad de horas que un
bebé o niño está despierto entre dos períodos de sueño. No
hay un estudio científico que cuantifique las horas que un
bebé a tal edad debería estar despierto. Una vez más, esto
es variable de niño en niño y, por lo tanto, es al niño al que
hay que observar.
Entonces, mirar al bebé cuán feliz, activo y conectado se
lo nota, con qué energía y humor se levanta de sus siestas,
sus señales de sueño, la actividad del día, su exposición a la
luz diurna, sus rutinas y el ambiente en el que descansa,
son las mejores herramientas con las que contamos para
responder a las reales necesidades de sueño en cada etapa
del desarrollo de nuestros hijos.
15
EL SUEÑO DE LOS SEIS A LOS DOCE
MESES

Ok. Sobrevivimos a la “regresión” del cuarto mes. ¿Qué


más podría suceder? Oh, mis queridos, esta etapa sí que se
las trae, y el sueño será nuevamente blanco de cambios,
idas, venidas y, claro, despertares por doquier.
Llegamos a la instancia donde el desarrollo motor es la
estrella. Este bebé que ya sabe rolar, logrará durante este
semestre reptar y/o gatear de alguna manera, sentarse por
sus propios medios y quizá, si es de los más precoces,
empezará a caminar solo o con apoyo cuando se vaya
acercando su primer cumpleaños. Y como es de esperarse,
el desarrollo motor tiene directa implicancia en el sueño y
es común que las familias observen que sus bebés se
mueven muchísimo, se sientan o se pongan en cuatro patas
mientras están, en teoría, durmiendo. Es que, como podrán
imaginar, ese cerebrito no para un instante y sigue creando
conexiones neuronales y procesando información mientras
el pequeño duerme.
Además, aquí daremos comienzo a otro hito
importantísimo en el desarrollo, que es el inicio de la
alimentación complementaria. No importa si el bebé picotea
alguna cosita y tira el 99 % restante, o si estamos frente a
un gran comensal. Empezar a gestionar alimentos sólidos es
una enorme experiencia sensorial y cognitiva, y por
supuesto que, como tal, impacta en el sueño. Ya lo he dicho
antes, pero por las dudas aprovecho la oportunidad para
volver a derribar aquel mito de que “ahora que empieza a
comer (como si la leche no fuera un alimento), vas a ver
que va a dormir mejor”. Esto no es así. Los bebés no se
despiertan únicamente por hambre, sino que el hambre es
una de las tantas razones por las que se despiertan.
Otro evento relevante de esta etapa es la conocida
“angustia de separación” o “angustia del octavo mes”,
aunque claramente no se produce únicamente a los ocho
meses, sino que se empieza a vislumbrar muchas veces
hacia los seis meses y va teniendo “picos” a lo largo de los
primeros dos años de vida. Incluso algunos expertos, como
la Dra. Margot Sunderland, afirman que los niños pueden
experimentar episodios de angustia de separación hasta los
cinco años de edad.
Tenemos entonces a un bebé que está comprendiendo
que él y su madre no son un único ser y que, por lo pronto,
si no está con ella o no la tiene dentro de su campo visual,
su madre no existe. A estas edades, los bebés no pueden
tener una imagen mental de sus madres y saber que,
aunque no estén junto a ellas, ellas aparecerán más tarde.
Esto puede desencadenar episodios de llanto inconsolables
y mucha angustia para el bebé. Son momentos realmente
difíciles para la mayoría, aunque algunos parecen
experimentar esta etapa con más dificultad que otros. Es
común que durante esta temporada, los bebés atraviesen
nuevamente despertares frecuentes y, muchos de ellos, con
un llanto repentino que a veces es difícil de calmar.
Y en ocasiones, la angustia de separación coincide con el
regreso al trabajo de las madres, lo cual hace esta etapa
aún más desafiante.
Podemos confirmar entonces que este primer año de
vida de nuestros hijos es por demás movido. Ya casi no
quedan rastros de aquel bebito recién nacido que dormía
casi todo el día, comía, lloraba y que nos sorprendía con sus
ruiditos extraños. Hoy tenemos a un bebé que nos va
mostrando rasgos de su personalidad, de su temperamento,
de todo aquello que lo hace único. Sé perfectamente que el
sueño resulta un tema inquietante, pero también me parece
invaluable que las familias conozcan en profundidad el
funcionamiento fisiológico del sueño, sepan qué esperar,
qué es normal y se hagan de algunos recursos interesantes
que compartiré en estas páginas para acompañar de la
manera más amorosa y respetuosa posible la evolución
natural de este proceso.

Es común que durante esta temporada, los


bebés atraviesen nuevamente despertares
frecuentes.
16
DESVELOS EN LA MADRUGADA

¿Te suena? Suelo recibir familias preocupadas por el


sueño de sus hijos y este tema aparece con frecuencia, en
especial cuando se trata de bebés de nueve, diez, once
meses.
Me parece interesante contar, en primer lugar, que en
otros tiempos, los humanos dormíamos de esta manera. La
idea de dormir ocho horas de corrido por la noche y no
dormir nada durante el día es algo relativamente moderno.
En general, esta situación de desvelos puede estar
relacionada con un bebé que se va a dormir demasiado
temprano. Muchas familias tratan de seguir la idea de que
hay que acostar a los bebés bien tempano, entre las seis y
las siete de la tarde. Pero, en realidad, esto tiene también
bastante de cultural y está influenciado incluso por el clima
y la estación del año. En países anglosajones, en general,
todo se hace más temprano. Amanecen más temprano y se
acuestan (todos, no solo los bebés) más temprano. Los
latinos (y en especial, los argentinos…) tendemos a hacer
todo más tarde.
Un bebé que se acuesta muy temprano podría
despertarse a las dos o tres de la madrugada y
despabilarse. Una explicación posible sería que ese bebé
tuvo ya una cuota de sueño profundo al inicio de su noche y
ahora tiene la energía para activarse y querer estar
despierto algunas horas hasta que el cansancio aparezca
nuevamente.
Muchos se inclinan por acostar a su bebé temprano
porque a esa hora notan que están cansados e irritables.
Quizá una solución sería redistribuir las siestas, de manera
que la siesta anterior no quede tan alejada de ese horario y
el bebé no llegue tan agotado. O evaluar si ese bebé aún
está necesitando una siesta extra, antes de irse a la cama.
Para descifrar situaciones relacionadas con el sueño, no
basta con pensar en lo que pasa en las noches de manera
aislada. Tampoco soy muy amiga de las “tablitas” con horas
de sueño según la edad que tanto circulan y sobre las que
tanto me preguntan, porque a veces esa información puede
generar estrés y cierta confusión en las familias. Creo que
hay que pensar en el bebé y su día completo, sus
actividades diarias, su edad y momento evolutivo, su
exposición a la luz natural, sus siestas a lo largo del día y
sus rituales asociados a la hora de dormir, para entender
qué podría ajustarse y ser mejorado, siempre con
expectativas reales y siendo respetuosos de sus verdaderas
necesidades.
17
NO ES RESPONSABILIDAD DE LOS
ADULTOS HACER DORMIR A LOS BEBÉS

En las consultas que hago con familias sobre el sueño de


sus bebés, suele aparecer de manera habitual el agobio que
representa para muchas madres y padres el trabajo de
“hacer dormir” a los niños, especialmente cuando tardan
mucho en lograrlo.
Siempre hay cosas que se pueden evaluar para
determinar por qué a un bebé le toma mucho tiempo
dormirse. Si tiene sueño, pues se dormiría. ¿Será que en
realidad no está lo suficientemente cansado? ¿O está
cansado en exceso? ¿Cómo es su actividad en el día?
Por momentos pareciera que son difíciles de descifrar. A
veces sus señales nos despistan, o será que en realidad
ellos cambian tan de prisa que lo que funcionaba de una
manera, de pronto funciona de otra.
Pero lo cierto es que nosotros no podemos “hacer
dormir” a los bebés. No tenemos ese poder. Nuestra
responsabilidad es amarlos, respetarlos, darles seguridad y
propiciar un ambiente adecuado para el sueño. Cuando
todas las condiciones están dadas y si el bebé tiene la
necesidad de dormir, entonces dormirá.
¿Qué significa propiciar el ambiente?
Llevar adelante rutinas posibles y consistentes para la
noche, y si amerita, una miniversión para la siesta. Esto se
traduce en tres o cuatro actividades tranquilas en el mismo
orden secuencial: cambio de pañales, pijama, masajes,
mirar libros, escuchar una música tranquila, etc.
Revisar los criterios de higiene del sueño: ambiente
tranquilo, luces tenues, ausencia de pantallas, nivel de ruido
del ambiente.
Intentar sostener los horarios de siestas y de irse a
dormir por la noche.
Evitar sobreagotamiento estando atentos a las señales
de sueño tempranas: bostezos, mirada perdida, desinterés,
aquietamiento.
Y como siempre digo, revisar las expectativas de sueño
que tenemos sobre el bebé según su edad. A medida que
crecen, duermen menos y podríamos estar esperando más
horas de sueño que no llegarán porque, sencillamente, ya
no las necesitan.

¿Qué significa propiciar el ambiente? Llevar


adelante rutinas posibles y consistentes
para la noche, y si amerita, una miniversión
para la siesta.
18
EL MARAVILLOSO CONCEPTO DEL
BREASTSLEEPING

Siempre busco brindar información para normalizar el


acto de dormir con el bebé y ayudarlo a conciliar el sueño
ofreciendo el pecho. Por eso, cuando las familias me
cuentan (o leemos más de una vez en redes sociales) que
han recibido la recomendación de evitar que el bebé se
duerma en la teta, me genera escozor que alguien se atreva
abiertamente a querer separar dos eventos que están
naturalmente relacionados.
Por fortuna, el Prof. James McKeena, referente a nivel
mundial en la investigación del sueño de los bebés y sus
madres, acuñó una palabra que resume a la perfección el
funcionamiento de la fisiología en ese sentido:
breastsleeping, la conjunción entre las palabras breast
(pecho) y sleeping (dormir). De esta manera, se busca
naturalizar el hecho de que la mayoría de las mujeres que
amamantan, ofrezcan el pecho a sus hijos a la hora de
dormir y para retomar el sueño cuando ocurren los
despertares nocturnos. El pecho resulta un recurso
confiable, seguro y rápido para lograr el objetivo.
La trilogía “Succión + Leche Materna + Presencia
Materna” representa una fórmula difícil de combatir a la
hora de inducir el sueño del bebé. Para la madre, dar la teta
y además hacer colecho es una buena combinación que le
permite sostener buenos niveles de producción de leche,
atender al bebé de manera rápida sin levantarse de la cama
y beneficiarse de la prolactina y su efecto relajante.
Sé que para muchas mujeres es difícil sostener la
demanda nocturna de teta cuando tienen en casa a un bebé
que mama mucho de noche. Con el tiempo, muchas desean
encontrar otras formas de transitar las noches y eso es
absolutamente respetable; de hecho, es parte del trabajo
que hago acompañando a madres y bebés en esa dirección.
Requiere paciencia y consistencia, pero no es imposible.
Aun así me parece importante remarcar que no por inducir
al destete, los despertares necesariamente se reducirán. Y
en ese sentido, debemos poner en la balanza qué resulta al
final más agotador: si dar el pecho por la noche o emplear
otro posible recurso.
Entretanto, no se priven de disfrutar del breastsleeping y
de sacarle todo el provecho posible en estos primeros años,
cuando el sueño escasea.
19
CUANDO TE DICEN QUE “LA CLAVE ES
ACOSTARLO EN SU CUNA DESPIERTO”

Yo creo que este es EL latiguillo que todo profesional de


la salud, sleep coach o seudogurú de la crianza usa cuando
quiere “enseñar” a las familias cómo tienen que hacer para
“enseñar” a sus bebés a dormirse solitos.
“Si llora, lo levantás hasta que se calme, y ahí lo volvés a
acostar despierto, y repetís todas las veces que sean
necesarias”. ¿De verdad? ¿No les pensamos contar lo
estresante que ese proceso será no solo para el bebé, sino
también para los adultos? ¿No les vamos a explicar que en
realidad el bebé reclama contacto, no porque sea mañoso,
sino porque lo necesita?
Me aventuro a decir que son poquísimos los bebés que
toleran bien este tipo de estrategias. Y lo que más me
indigna es que se le vende la idea a los ma/padres como
algo “facilísimo”. Si fuera facilísimo, debería ser una
propuesta que el bebé tendría que aceptar sin chistar. Y
como lo más probable es que eso no suceda, y que el bebé
se inquiete y llore, y su estrés vaya escalando, empieza a
surgir un gran sentimiento de frustración en los adultos por
no estar haciendo las cosas bien y por tener un bebé que se
las hace difícil al pretender dormirse sostenido, acunado y/o
alimentándose. Diría incluso que este tipo de
recomendaciones, desde mi mirada, inaplicables, debilita la
confianza en los ma/padres y los hace sentir poco
competentes y dependientes de la bajada de línea
“profesional”.
No me canso de decir que dormirse al pecho, en brazos,
en contacto cuerpo a cuerpo con su madre, es un aspecto
perfectamente normal de la fisiología del bebé. Lo hemos
hecho así desde que existimos como humanidad. Aprender
sobre el apego, el concepto de exterogestación, los
aspectos fisiológicos del mecanismo de succión y su
relación con el sueño, entre otras cuestiones, nos sirve para
comprender por qué los bebés nos piden lo que nos piden. Y
por qué nosotros sabemos atender naturalmente a esos
pedidos. Me apena cuando una madre me dice: “Sé que es
mi culpa, yo lo acostumbré a dormir con la teta”. Pero no,
querida mía. Vos solo respondiste intuitivamente a lo que tu
bebé estaba necesitando, ¿y sabés qué? Descubriste, al
igual que todas las mujeres madres que te antecedieron,
¡que funciona!
Cuando dicen que el bebé no debería dormirse en un
lugar (los brazos, la teta) y despertarse en otro (su cuna),
porque entonces las condiciones en las que se quedó
dormido cambian y va a reclamar aquel estado en el que se
durmió, podemos pensar que tiene sentido. Por eso el
colecho brinda una gran solución: el bebé se puede dormir
junto a su madre, acompañado, tomando teta o mamadera,
o siendo mimado para relajarse para dormir, y luego
despertarse junto a ella cada vez. Y la madre, por su parte,
lo ayuda a dormir estando acostada y lo puede atender en
cada despertar sin perder la posición horizontal. ¿No es
simplemente genial?
No me canso de decir que dormirse al pecho,
en brazos, en contacto cuerpo a cuerpo con
su madre, es un aspecto perfectamente
normal de la fisiología del bebé. Lo hemos
hecho así desde que existimos como
humanidad.
20
¿SIESTAS EN TOTAL OSCURIDAD?

Cuando el sol se va poniendo y se va reduciendo la luz


natural, es importante tratar de replicar eso adentro de la
casa y bajar también las luces del ambiente, los sonidos
estridentes, etc., buscando generar un entorno de calma y
relajación. Esto tiene que ver con acompañar la producción
natural de melatonina que nuestros cuerpos comienzan a
secretar cuando el día se va acabando. La melatonina es
una hormona que regula nuestro ritmo circadiano (también
llamado “reloj biológico”), que tiene gran incidencia en el
sueño nocturno y es afectada por la presencia o ausencia de
luz en el ambiente.
A partir de esta información, muchas familias llegan con
la inquietud de si es conveniente mantener un ambiente
oscuro también durante las siestas, y lo cierto es que no
siempre es así. Los niveles de melatonina que tenemos
durante el día son prácticamente imperceptibles. De día, la
hormona que regula el sueño es otra, llamada “adenosina”,
y esta no depende de la luz para ser secretada.
Entonces podemos permitir que nuestro bebé se duerma
de paseo en el auto o en un portabebés dentro o fuera de
casa, o en un cochecito o en un colchón en el piso en el
medio del living. No hay razón biológica para restringir las
siestas a un espacio oscuro.
Esto abre muchas posibilidades porque muchas familias
procuran, si están fuera de casa, regresar para que el bebé
haga su siesta en su habitación en penumbras. Si resulta
que al bebé le gusta el ambiente oscurecido, desde luego
que podemos ponerlo en práctica, pero a veces resulta
limitante para la dinámica diaria circunscribir las siestas a
ese contexto.
Dicho esto, podemos pensar en propiciar el sueño diurno
en otros espacios, al aire libre y con la luz del día. Siempre
digo que las siestas en contacto con el bebé son
maravillosas para quienes desean y puedan hacerlo. Pero si
este necesita dormir justo cuando tenemos que salir o
mientras debemos hacer alguna tarea dentro de casa, no
hay por qué desesperar. Nada como un buen fular o mochila
ergonómica, alguna musiquita de fondo que haga de ruido
blanco y así todos salimos ganando.

Los niveles de melatonina que tenemos


durante el día son prácticamente
imperceptibles.
21
NO EXISTE EL “SUEÑO BASURA”

A las siestas cortas se las llama a veces


“sueño chatarra” o “sueño basura”, y quiero
contarte que esto no existe. Todo el sueño
sirve y cumple su función de restaurar
energía y colaborar en el procesamiento de
la información, entre otras cosas.

“Si las siestas no duran al menos sesenta minutos,


entonces no son reparadoras”. Este tipo de información es
la que reciben muchas familias cuando hacen consultas con
supuestos expertos en sueño infantil.
A las siestas cortas se las llama a veces “sueño chatarra”
o “sueño basura”, y quiero contarte que esto no existe. Todo
el sueño sirve y cumple su función de restaurar energía y
colaborar en el procesamiento de la información, entre otras
cosas.
El patrón de siestas de treinta/cuarenta minutos es muy
esperable en bebés que hacen varias siestas al día, y de
ninguna manera puede considerarse que ese descanso no
es reparador. Si el bebé se despierta sonriente, con energía
y de buen humor, no cabe duda de que esa siesta fue
productiva. Si se despierta malhumorado, quizá necesitaba
un rato más de sueño. A veces se despiertan por un factor
externo, como un ruido fuerte, por ejemplo. O porque
quisimos hacer la transición de nuestros brazos a la cama y
en el proceso se despertó. O porque se durmió andando en
el auto o paseando en cochecito y al llegar, el cambio de
sonido ambiente o la falta de movimiento generó el
despertar. Si esos fueran los casos, podemos tratar de
procurar no interrumpir el sueño y permitir que el bebé
complete su siesta, dure lo que esta dure.
Ayudar a un bebé que muestra señales de querer seguir
durmiendo, dándole teta, arrullándolo, acunándolo o como
sea que lo hagamos, es algo normal y que podemos seguir
haciendo perfectamente. Y como ya leíste por aquí infinidad
de veces, que las siestas se lleven adelante con luz natural,
en movimiento, en contacto con el adulto cuidador y/o
afuera de la casa no representa ningún conflicto y no le
quita “calidad” al descanso del bebé.
22
LA ROBÓTICA IDEA DE LAS VENTANAS DE
SUEÑO

Como comenté antes, suelo escuchar a muchas madres


consultando sobre las ventanas de sueño, preocupadas por
si su bebé está durmiendo todo lo que necesita para su
edad.
Me parece importante comentar que así como no existe
una “duración adecuada” para las siestas a ninguna edad,
tampoco existe en la evidencia científica la noción de
“ventana de sueño”. Este concepto refiere al tiempo que un
bebé o niño está despierto entre dos momentos de
descanso (ya sea desde cuando amanece hasta que hace su
primera siesta, o entre siesta y siesta, o desde que
despierta de la última siesta hasta que se va a dormir por la
noche).
Ya mencioné que no hay una duración de las siestas que
se considere inapropiada o “poco reparadora”. Los bebés no
son robots y sus necesidades de sueño son individuales,
pudiendo diferir lo que necesita un bebé de otro de la
misma edad. Abundan las aplicaciones para ponerles
números a los bebés. Cuántos minutos toman la teta,
cuántos minutos duermen. Y por contar minutos, muchas
veces nos olvidamos de mirar al bebé y decodificar lo que
realmente necesita.
En una oportunidad hice una consulta con una mamá y
su bebé de dos meses. Ella estaba sumamente angustiada
porque una sleep coach le había indicado que su bebé, para
dormir “bien”, tenía que descansar tres horas por cada una
hora y media de estar despierta. La mamá estaba
estresadísima porque muchas veces el comportamiento de
su hija no coincidía con esta indicación. Y el fantasma de
que un bebé no duerma lo suficiente y esté sobreagotado
aparece con mucha facilidad.
Me parece irracional e imprudente dar indicaciones
prescriptivas (e infundadas) que generen tanta ansiedad y
malestar en las familias, y que se lucre con ello.
Animémonos a conocer a nuestros bebés. A mirarlos, a
descifrarlos. Aprender sobre fisiología del sueño del bebé
debería ser parte de los cursos de preparto. No me cabe
duda de que los futuros padres y madres llegarían al
encuentro con sus bebés mucho más confiados y sabiendo
qué esperar en los primeros años de vida en un tema como
este, que genera tantas dudas e incertidumbre.

Los bebés no son robots y sus necesidades


de sueño son individuales, pudiendo diferir
lo que necesita un bebé de otro de la misma
edad.
23
EL MARKETING DEL SUEÑO INFANTIL: DEL
“DUÉRMETE, NIÑO” A LAS SLEEP COACHES

Si hay un tema que, literalmente, desvela a muchas


familias con bebés y niños pequeños, es el asunto del
sueño. Profesionales de la salud, sitios web, redes sociales y
libros de todos los colores rebalsan de información que,
como no podía ser de otra manera, se contradice y opone
en varios aspectos. Que hay que enseñarle a dormir solo,
que necesita dormir acompañado, que hay que dejarlo llorar
tres días y tres noches, que nunca debemos dejarlo llorar,
que jamás lo metas en tu cama, que el colecho es la
salvación.
La expectativa de que el bebé a cierta edad duerma toda
la noche es, en algún punto, un mito urbano. O peor, un
producto de un modelo de crianza que busca acomodar
cuestiones propias de la fisiología de un ser en desarrollo a
la necesidad de los adultos. Claro que a todos nos gustaría
dormir sin interrupciones, pero la realidad nos dice otra
cosa. Sí, existen los bebés que desde los pocos meses
hacen tirones de unas cuantas horas por noche, pero
sabemos que son la minoría.
Venimos de corrientes conductistas que en los 80 fueron
un boom en los Estados Unidos de la mano del Dr. Ferber y
su libro Solve your child’s sleep problems (“Solucione los
problemas de sueño de su hijo”), donde se plantea que un
bebé luego de los seis meses, debería ser capaz de dormir
once o doce horas de corrido. Una década después, España
vio nacer al Duérmete, niño, del Dr. Estivill, que
rápidamente llegó a la Argentina y a otros países de habla
hispana. En resumen, ambos libros proponen la metodología
del “llanto controlado” donde, a partir de una tabla de
tiempos que van siendo cada vez más prolongados, se lo
deja al bebé llorando solo en su cuna y en su habitación, y
cuando se cumple el tiempo pautado, se lo consuela de
manera verbal, sin levantarlo en brazos, ni tocarlo, ni
mucho menos amamantarlo.
Hoy por hoy, y con evidencia científica contundente que
alerta sobre los perjuicios que representa para el cerebro en
desarrollo del bebé el hecho de dejarlo llorar, en la última
década viene creciendo en España y Latinoamérica la
tendencia de las llamadas sleep coaches. Digo “llamadas”
porque, en general, se trata de mujeres quienes encarnan
esta figura. Recibo a diario consultas de familias que,
preocupadas por el sueño de sus bebés, hacen una consulta
con una “profesional certificada del sueño infantil” que les
sugiere hacer cambios sustanciales en sus formas de
crianza.
Sin llegar quizá a lo que son los programas de
entrenamiento del sueño como los que sugieren Ferber o
Estivill, las sleep coaches proponen planes en teoría menos
cruentos, pero que no dejan de adiestrar a los niños para
que se ajusten a los horarios y expectativas de los adultos.
Yo misma hice una consulta con una sleep coach
norteamericana hace diez años, cuando mi hija tenía cuatro
meses. Ella había pasado de dormir entre seis y nueve
horas corridas por la noche a despertarse cada hora u hora
y media. Yo no entendía qué estaba pasando, su pediatra no
me daba ninguna información ni recomendación sobre el
tema y buscando en Internet llegué a esa “profesional”. La
propuesta sonaba muy prometedora: en unos veinte días,
mi bebé dormiría doce horas con, a lo sumo, dos
despertares –válidos, ya que aún era pequeña–, y en los
siguientes meses, ya no se despertaría más para pedir el
pecho porque habría aprendido que no necesitaba de mí
para volver a dormirse. Recuerdo que la mujer tenía una
forma muy amorosa y empática de expresarse, por lo que
parecía que ese era realmente el camino a seguir. De más
está decir que nunca pude acercarme siquiera al primer
paso de su plan, que era lograr que mi hija llegara a
dormirse sin pecho y sin ser acunada. ¡JA!
El lema de quienes ofrecen estos servicios es inculcar la
idea de que los bebés que no duermen toda la noche de
corrido a partir de los “X” meses, no logran obtener la
calidad de sueño que requieren. Y que la clave para
“ayudarlos a dormir toda la noche” es eliminar lo que ellas
llaman “muletillas de sueño”. Es decir, que el bebé no
precise de ningún factor externo (pecho, mamadera,
compañía materna, ser arrullado, acunado, etc.) al
momento de conciliar el sueño y que cuando se despierte,
se autorregule para volver a dormir sin necesitar de nadie.
Es el mismo objetivo que persigue el Duérmete, niño sin
la espeluznante tabla de minutos de llanto controlado,
aunque las sleep coaches no lo dicen a la primera, pero no
descartan la idea de dejar llorar un poco si el bebé no
responde “bien” al plan. Porque claro, las estrategias de
base que ofrecen son el destete nocturno y dejar de
practicar el colecho (es decir, dormir con el bebé en la
misma cama o en una cuna o cama pegada a la cama
principal), y ambas cuestiones de seguro implicarán llanto.
Por honorarios bastante pretenciosos, las sleep coaches
arman planes donde el pecho de noche no debe intervenir.
Sostienen que las tomas nocturnas “no ayudan” y por eso,
lo ideal es eliminarlas para que los bebés duerman once-
doce horas de corrido. La clave, según ellas, es eliminar “la
muletilla” del pecho asociado al dormir.
Este tipo de sugerencias tienen varias cuestiones para
revisar. En primer lugar, cualquier madre que amamanta
sabe que dar el pecho es la forma más rápida, eficiente y
segura para que su bebé se duerma y se vuelva a dormir
cuando se despierta. Esto responde a una combinación de
factores: la succión es un mecanismo natural que
desencadena una respuesta hormonal a través de la
liberación de colecistoquinina (CCK), que relaja y predispone
al sueño. Por su parte, la leche materna contiene sustancias
como el L-triptófano (un precursor de la melatonina, como
ya vimos varias veces), que también, por supuesto, induce
al descanso. Y para completar el cuadro, la presencia de la
madre brinda contención, calor, reaseguro. ¿Qué más puede
necesitar un bebé para sentirse tranquilo y entregarse al
sueño? Diría que es casi antifisiológico pretender
desvincular al sueño de la lactancia.
Por otro lado, no podemos omitir que la lactancia
representa para el bebé menor de doce meses más del 90
% de su aporte nutricional, por lo que quitar las tomas
nocturnas, además, podría impactar negativamente en su
crecimiento.
De más está decir que si a un bebé que necesita del
pecho para dormirse, se le es negado, llorará a mares y
luchará para recibir eso que conoce y le hace bien. ¿Dónde
queda entonces la idea de que los planes no involucran el
llanto?
Asimismo, algunas sleep coaches aseguran que, como lo
que se busca en el plan es que el bebé “aprenda a dormirse
solito”, esto es algo imposible de lograr con el colecho. De
hecho, muchas expresan que dormir con el bebé no es
compatible con sus planes de entrenamiento. El que avisa
no traiciona, ¿no?
Siempre digo, y repito, que el colecho es una decisión
familiar y que mientras que un bebé sea atendido en sus
necesidades cada vez que llame por las noches, los padres
pueden elegir levantarse y atenderlo en otra habitación, y
luego regresar a la propia. ¿Que es difícil de sostener?
Bueno, es que el bebé requiere estar cerca de sus
cuidadores –especialmente por las noches– y procurará su
presencia cada vez que lo precise. Es una necesidad vital,
no es un capricho ni nos toma el tiempo. Lo que no
podemos negociar es si atendemos al bebé o no. Ahora, si
queremos pasear de cuarto en cuarto toda la noche, está
perfecto. Quienes me siguen o han tenido consultas
conmigo, saben que más allá de las cuestiones “románticas”
que podamos decir sobre el colecho (el contacto, el calor, el
vínculo, el olorcito a bebé), siempre destaco que es una
herramienta funcional de supervivencia. Supervivencia de la
madre, que es quien en general atiende al bebé durante la
noche, sea porque amamanta o porque el bebé solo quiere
estar con ella. Entonces, es difícil pasar por alto que para la
madre será un esfuerzo considerablemente menor si puede
dar la teta al bebé teniéndolo cerca y sin perder la
horizontalidad, que si tiene que levantarse cada vez.
Entiendo, porque he estado ahí, que los despertares
nocturnos pueden ser muy disruptivos, en especial cuando
volvemos a la rutina laboral y necesitamos aprovechar las
horas de sueño al máximo. Pero los bebés no tienen la
responsabilidad de nada de eso. Sus despertares responden
a su desarrollo. Si fuera algo beneficioso para su
crecimiento el hecho de dormir toda la noche cuando son
pequeños, simplemente lo harían. La naturaleza no atenta
contra la supervivencia de una especie, sino que la protege.
Por lo que los despertares nocturnos que se producen en
más del 90 % de los bebés y niños pequeños son parte de
su fisiología. Y, en efecto, el pecho y el dormir cerca de las
crías son las herramientas más simples, naturales y
económicas de las que disponemos para transitar esta
etapa de la vida de nuestros hijos. Siempre digo que no
podemos evitar los despertares nocturnos. Lo que podemos
hacer como madres y padres es decidir cómo acompañarlos.
Y eso, para mí, es lo que define qué clase de experiencia le
estaremos brindando a nuestros hijos y a nosotros mismos
como familia.

El lema de quienes ofrecen estos servicios es


inculcar la idea de que los bebés que no
duermen toda la noche de corrido a partir de
los “X” meses, no logran obtener la calidad
de sueño que requieren. Y que la clave para
“ayudarlos a dormir toda la noche” es
eliminar lo que ellas llaman “muletillas de
sueño”.
24
EL SUEÑO DEL AÑO A LOS DOS AÑOS

Pienso que cuando el bebé cumple su primer año, las


familias llegan a un punto de inflexión, por un lado por el
cansancio propio de lo que significa esta etapa en la
crianza, y por el otro, por lo que la sociedad en la que
vivimos nos dice que nuestro bebé “debería” hacer a estas
alturas. Uno de esos “debería” tiene que ver con el dormir,
por supuesto. No creo que sea casual que muchos de los
bebés de las familias con las que trabajo estén dentro de
este rango de edades.
Nuestra cultura, por alguna razón que no podría precisar,
ha establecido que hacia el año de vida, los bebés deberían
dormir toda la noche. Es más, muchos profesionales de la
salud se empeñan en sostener, a pesar de que la evidencia
nos dice otra cosa, que desde los seis meses los bebés ya
no necesitan ser alimentados por la noche, por lo que
podrían ser capaces de dormir sin interrupciones.
Seguramente, si estás leyendo estas líneas, habrás
comprobado o vas a comprobar que ni a los seis meses ni al
año de vida los bebés duermen sin despertarse por la
noche. Y si sos de las contadas familias afortunadas cuyos
bebés sí lo hacen, disfrutalo mucho y decilo bajito porque
serás la envidia de unos cuantos.
Los investigadores en materia de sueño nos explican que
durante el segundo año de vida, el 55 % de los niños se
sigue despertando con frecuencia en las noches, y sigue
necesitando de la intervención del adulto –sea la teta, la
mamadera, la palmadita, las caricias, etc.– para volver a
dormir. Los ciclos de sueño llegan a durar unos sesenta
minutos, con lo que las oportunidades de microdespertares
se reducen a diez o doce por noche (¡vamos bien!).
Estamos hablando de un bebé cuyas habilidades motoras
se consolidan: ya caminan y aprenden a correr y a trepar.
También se incrementan las habilidades verbales, y
observamos a niños que hacia el final de este año logran
armar frases simples de dos palabras, mientras que otros ya
consolidan oraciones completas que nos dejan con la boca
abierta. Aparece el juego simbólico donde juegan “a que”
hacen algo, como dormir a un muñeco, hablar por teléfono o
darle de comer a papá, imitando lo que ven hacer a las
personas que están a su alrededor.
Son bebés que buscan exploran el entorno y sus propios
límites, pero siempre deseando tener dentro de su campo
visual a una figura de apego que funciona como base
segura a la cual volver cuando lo necesitan. Tienen lo que
yo llamo un comportamiento “yoyó”. Van y vienen desde y
hacia la madre.
Se empiezan a vislumbrar los primeros berrinches que,
aunque son momentos que preferiríamos evitar, forman
parte del desarrollo normal y saludable de un bebé de estas
edades.
Hay mucha información nueva que está siendo
procesada por el cerebro. Tanta, que hacia los dieciocho
meses, pareciera ocurrir una nueva “regresión” del sueño y
quizá, nuevos episodios de angustia de separación.
Y otra vez, necesitaremos acumular kilos de paciencia
para transitar los desafíos a los que día a día nos enfrenta la
crianza de los hijos. Pedir ayuda a quienes puedan
proporcionárnosla siempre viene bien porque a pesar del
cansancio y la demanda interminable, es buena idea tratar
de encontrar algunos momentos para el autocuidado: sin
que esto represente una exigencia más, tomarnos un
tiempo breve, así sean cuarenta y cinco minutos al día, sin
bebé a upa, puede ser crucial para una mujer que está a
cargo de sus hijos a lo largo de todo el día. Hacer una
caminata a solas, tener una charla telefónica con alguien sin
interrupciones, darse un baño relajante, mirar un capítulo
de una serie… No importa lo que sea si suma para renovar
las energías y enfrentar lo que el día nos depare después.
No quiero caer en el cliché, pero es real que nada de esto
es para siempre. Los niños crecen más rápido de lo que uno
creería. Mientras estamos inmersos en ese mar que nos
regala olas de cinco metros y momentos de aguas calmas,
la mejor opción es aprender a surfear, tratar de tragar la
menor cantidad de agua posible, saber que nos caeremos
de la tabla varias veces y vamos a necesitar volver a
montarla. Y, sobre todo, no olvidarnos de disfrutar de la
aventura de acompañar la vida de estos pequeños seres
humanos.
25
EL VERDADERO PROBLEMA DEL SUEÑO
INFANTIL: LAS EXPECTATIVAS DE LOS
ADULTOS

Soy una convencida de que más allá del cansancio que


pueden implicar las noches fragmentadas por los
despertares de un bebé o niño pequeño, la gran frustración
de las familias tiene que ver con expectativas
distorsionadas sobre lo que su bebé debería estar haciendo
y no hace.
Es relativamente fácil manipular a unos ma/padres
agotados y prometerles que en quince días todos sus
problemas de sueño quedarán resueltos y tendrán un bebé
que dormirá sin chistar once horas de corrido. Realmente
me eriza la piel y me provoca mucha indignación que haya
personas que lucren con esto y se aprovechen de la
desesperación de las familias, a costa de exponer a los
bebés a situaciones de altísimo estrés.
Es necesario y urgente que madres y padres reciban
información certera sobre el sueño de sus bebés, que
comprendan las características del sueño infantil en general
y también en particular, en función de la etapa evolutiva en
la que sus hijos se encuentran. Si seguimos entendiendo
como “problema” algo que no lo es, será muy fácil vender
“soluciones” que para lograr los objetivos, emplean medios
estresantes e irrespetuosos tanto para el bebé como para
los adultos.
Todos tenemos al hijo de la amiga de la prima segunda
por parte del padre que duerme desde siempre largas horas
nocturnas. Sí, esos bebés existen, pero como ya mencioné,
son la enorme minoría. Y ese bebé naturalmente dormilón
no es el resultado de nada que sus padres hayan hecho: no
tiene que ver con si toma teta o biberón, si hace colecho o
duerme en su cuna, si vive en el hemisferio norte o en el
sur. Los niños tienen características propias, y los que
duermen varias horas de corrido, tan solo lo hacen porque
así son esos bebés.
Se pueden revisar ciertas prácticas como rituales de
sueño, horarios, siestas y actividades del día, pero bajo
ninguna circunstancia entrenar a un bebé a fuerza de llanto
ni quitarle contacto, pecho, presencia materna ni todas las
experiencias que necesita para regularse, sentirse sostenido
e incondicionalmente amado, de día y de noche.

Los niños tienen características propias, y


los que duermen varias horas de corrido, tan
solo lo hacen porque así son esos bebés.
26
LAS TEMIDAS MULETILLAS DEL SUEÑO

Uno de los consejos más recurrentes que reciben las


familias sobre el sueño de los bebés es evitar las
“muletillas” del sueño. ¿Y qué son? Se entiende por
“muletillas” a cualquier factor externo que, asociado al
sueño, ayuda al bebé a volver a dormirse después de un
microdespertar. Puede ser cualquier cosa que hagamos:
amamantar, dar una mamadera o un chupete, arrullar, dar
palmaditas, acunar u otro recurso que utilicen los adultos a
cargo para este fin.
La pretensión de quienes aseguran que estos recursos
hacen al bebé “dependiente” de su cuidador es que el niño
aprenda a autoconfortarse, sin necesitar de ninguna
intervención.
Pero hete aquí el gran error conceptual: lo que en
realidad se espera es que el bebé utilice recursos que no
requieran del adulto. Y lo cierto es que los chupetes y las
mantitas de apego con las que buscamos reemplazar el
confort brindado por humanos también son “muletillas”,
solo que estas no interrumpen el sueño de madres y padres,
ya que la expectativa es que el bebé las aprenda a
gestionar por sí mismo. ¿Pero en qué quedamos? ¿Son
perjudiciales las muletillas de sueño? ¿O solo lo son aquellas
que requieren de la acción adulta?
Es fundamental entender que absolutamente todos,
bebés y adultos, tenemos muletillas de sueño. Uno duerme
en una determinada habitación, con la cama dispuesta de
tal manera, con el pijama puesto, con una almohada que
tiene ciertas características. No sería para nada fácil
conciliar el sueño en el baño o en la cocina, porque nunca
dormimos ahí. Y, sin ir más lejos, para muchas personas es
difícil pasar las primeras noches en un hotel cuando salen
de vacaciones porque no están en su ambiente de sueño
habitual.
Entonces es un sinsentido pretender que el bebé no
tenga esas presuntas muletillas. Y desde luego que no es
perjudicial de ninguna manera brindar contacto, seguridad y
presencia al bebé para ayudarlo a retomar el sueño.
Amamantar, acunar y acompañar a nuestros hijos durante
la transición de un ciclo de sueño al otro es ejercer una
crianza normal. Lo hemos hecho así durante cientos de
miles de años.

Es un sinsentido pretender que el bebé no


tenga esas presuntas muletillas. Y desde
luego que no es perjudicial de ninguna
manera brindar contacto, seguridad y
presencia al bebé para ayudarlo a retomar el
sueño.

Si das la teta en cada despertar, si abrazás a tu


bebé mientras hacen colecho, si acudís a su cuna
cada vez que te llama y le hacés upa y lo hamacás
hasta que vuelva a dormirse, nada de esto está
mal. Nada de esto es un error y no tenés por qué
sentirte culpable por emplear cualquiera de estos
recursos. Antes que vos lo hicieron todos nuestros
ancestros y los ancestros de nuestros ancestros.

Y sí, es perfectamente entendible que dar la teta tres o


cuatro veces por noche quizá sea llevadero para muchas
mujeres, pero hacerlo cada cuarenta minutos, como sucede
en tantos casos, pueda resultar insostenible. Si ese es tu
escenario, podés trabajar para brindarle a tu bebé atención
de noche sin dar la teta cada vez, introduciendo
efectivamente otras muletillas de sueño para reemplazar
algunas de esas tomas. Pero de nuevo: si ese es el cambio
que como mamá necesitás introducir para sentirte mejor. Si
estás bien como estás, no hay nada que modificar más que
dejar de escuchar o leer a quienes quieren convencerte de
que eso que hacés es un error.
La idea es que puedas encontrar la manera de llevar
adelante la crianza de la manera más placentera posible.
Tratando de erradicar culpas que no tienen sentido. Tu bebé
es bebé hoy. Mañana será un niño, luego un adolescente
(que dormirá como un tronco) y cada etapa te traerá nuevos
desafíos. Ahora estás lidiando con los despertares, con las
tetadas interminables, con los brazos cansados de tanto
upa. Animate a pensar qué querés hacer con la crianza de
tu bebé, que es tuyo. No es del vecino, ni de tu mamá, ni
del pediatra, ni mío. Sos vos la que pone el cuerpo. Y
aunque tengas una pareja presente que se hace cargo y cría
a la par, tu rol en esta etapa es clave porque las tetas son
tuyas y el bebé tiende a buscar confort principalmente en
vos, cosa que también es parte de lo normal y esperable.
Tal vez necesitás un ratito de autocuidado, que tan
relegado queda a veces: dormir una siesta, mirar un
capítulo de una serie, leer un poquito o lo que sea que te
nutra y renueve tu energía para volver al ruedo más tarde y
sobrellevar mejor las demandas de tu bebé.
No estás creando un monstruo dependiente de las
muletillas que introdujiste.
No te equivocaste. Solo respondiste espontánea e
intuitivamente a las necesidades de tu hijo. A eso no se lo
llama muletilla. Se lo llama “maternar”.

No estás creando un monstruo dependiente de


las muletillas que introdujiste.
27
“SE DESPIERTA TANTO QUE SIENTO QUE
NO DESCANSA”

Esta es una preocupación recurrente entre las madres y


los padres de bebés que tienen despertares nocturnos. O
sea, entre casi todas las madres y los padres.
Cuando entendemos que los despertares son parte de la
fisiología del sueño del bebé, así sean dos o siete cada
noche, en tanto se constituyan como “microdespertares”,
estos no perjudican el descanso ni lo hacen menos
reparador.
Lo podemos comprobar al ver que al día siguiente, el
bebé está de buen humor, activo y descansado. Los
despertares nocturnos son, entonces, agotadores para los
adultos pero normales para los bebés y niños pequeños.
Es importante aclarar que cuando esos despertares no
son atendidos de manera pronta y el niño llora y llega a
despabilarse mientras espera que mamá o papá aparezcan
en escena, luego tardará más tiempo en volver a conciliar el
sueño y eso sí puede ir en detrimento de un buen descanso.
Los despertares deberían ser microdespertares, pero no
despertares prolongados.
De ahí que la idea de tener al bebé durmiendo cerca
facilita la posibilidad de acudir a él cuando empieza a
despertarse.
Dentro de este esquema de microdespertares, es bueno
señalar también que estos no afectan tampoco el
crecimiento. Muchos profesionales asustan a las madres y
los padres con el asunto de la hormona del crecimiento que
se secreta durante el sueño diciéndoles que si el bebé se
despierta tanto, este mecanismo se ve interrumpido. Esto
no es así. De nuevo: los ciclos de sueño son cortos, pero no
por eso poco eficientes. En la fase de sueño profundo es
cuando la hormona del crecimiento es liberada.
Siendo los despertares parte de la fisiología, entendemos
entonces que estos no podrían atentar contra el desarrollo
del niño.

Es importante aclarar que cuando esos


despertares no son atendidos de manera
pronta y el niño llora y llega a despabilarse
mientras espera que mamá o papá
aparezcan en escena, luego tardará más
tiempo en volver a conciliar el sueño y eso sí
puede ir en detrimento de un buen
descanso. Los despertares deberían ser
microdespertares, pero no despertares
prolongados.
28
“MI BEBÉ SE PONE SUPERACTIVO ANTES
DE IR A DORMIR”

Cuando llega la (supuesta) hora de dormir, muchos


bebés muestran claras señales de actividad y deseos de
jugar, de moverse, de todo, menos de dormir.
El momento en que un bebé está naturalmente listo para
irse a dormir está regulado por el ritmo circadiano y es
variable según el bebé, los hábitos familiares, la cultura y
varios etcéteras. Entre una y dos horas antes, tiene lugar un
período de alerta y actividad conocido como la “zona de
mantenimiento de vigilia” (o wake maintenance zone, en
inglés). El bebé se pone juguetón y muy activo. Esta
conducta suele confundirse con el tan temido
sobreagotamiento. Sin embargo, es un estado de alerta
natural y es casi imposible lograr que un bebé se duerma si
está justo en este punto.
La sospecha de sobreagotamiento podríamos
considerarla si estamos frente a un bebé que tiene una real
deuda de sueño. Según la National Sleep Foundation,
podemos decir que, en líneas generales, los niños menores
de dos años suelen necesitar entre diez y once horas de
sueño nocturno. El sueño del día es variable según los
meses de vida, y puede oscilar entre dos y cuatro horas
aproximadamente. Si una posible falta de sueño fuera el
problema, debemos rever qué pasa con las siestas y los
horarios de levantarse y acostarse para tratar de garantizar
las horas de sueño necesarias.
Pero si podemos descartar esta posibilidad, tal vez
estamos simplemente queriendo acostar al bebé justo
durante la zona de mantenimiento de vigilia, lo cual puede
terminar siendo agotador y frustrante. En estos casos,
retrasar un poco el horario de dormir, esperar a que pase el
rato de excitación y que el bebé se muestre más calmo, nos
permitirá acercarnos más a su ritmo circadiano natural y, en
tal sentido, hacer más fluido el momento de ir a la cama.
En el sueño hay mucho de experimentación y vale la
pena intentar cosas nuevas si lo que estamos haciendo
ahora no funciona. ¡Los bebés cambian todo el tiempo! Ser
flexibles y sensibles a las señales que nos muestran es
clave. Y cualquier cambio que vayamos a implementar, vale
la pena sostenerlo por al menos cinco a siete días para
sacar alguna conclusión. Nada es mágico y uno o dos días
no son suficientes para evaluar ningún progreso.
29
¿A QUÉ HORA SE DEBEN IR A DORMIR LOS
BEBÉS?

Traigo este tema que genera preocupación y angustia, ya


que se suele decir que los bebés y niños deben irse a la
cama temprano para aprovechar la secreción de
melatonina, que naturalmente se inicia al caer el sol.
Sin embargo, hablar de una hora de dormir temprana o
tardía es un concepto bastante subjetivo, porque el sueño
es un evento fisiológico que está atravesado por la cultura.
En algunas sociedades se duerme temprano porque
también el inicio del día ocurre bien temprano. Pero en
otras, tanto por costumbres como por cuestiones climáticas,
es común acostarse más tarde, porque también se
acostumbra, por ejemplo, dormir la siesta en algún
momento de la tarde.
Es importante siempre considerar las necesidades
individuales de sueño. Muchos bebés y niños necesitan unas
diez u once horas de sueño nocturno y, por lo tanto, un
inicio de la noche demasiado temprano podría resultar en
un despertar muy temprano también.
Los expertos en sueño nos clasifican según nuestro
cronotipo –es decir, la predisposición natural que tenemos
para sentirnos con energía y activos o con necesidad de
descansar–, en dos categorías: “búhos”, que tienen un
mejor funcionamiento nocturno y dificultades para
levantarse y estar atentos temprano en la mañana, y
“alondras”, que inician el día bien temprano y con energía,
pero hacia el anochecer se sienten agotados y necesitan
dormir. Los bebés, en general, suelen pertenecer al
cronotipo “alondra” y esto a veces es un desafío para los
adultos que pertenecen al grupo “búhos”.
También se deben considerar cuestiones del estilo de
vida. ¿El bebé debe asistir al jardín a la mañana? ¿Es un
bebé que naturalmente tiende a estar activo hasta las
nueve o diez de la noche y se levanta más cerca de las ocho
o nueve de la mañana? ¿Está el bebé recibiendo todas las
horas de sueño que necesita? ¿Cuáles son los hábitos
familiares o de la sociedad a la que esa familia pertenece?
Como siempre, el bebé guía. Si tenemos a un bebé que
no se duerme “a las siete de la tarde”, sino un par de horas
después, pero amanece más tarde y hace las siestas que
necesita, se lo ve feliz y la familia funciona bien así, no hay
razón para preocuparse ni necesidad de hacer ningún
cambio.
30
EL SUEÑO DE LOS DOS A LOS TRES AÑOS

Es una edad en la que aparece una gran


resistencia al momento de irse a la cama
porque, claro, no quieren perderse de nada.
El mundo es demasiado interesante para
andar derrochando tiempo en aquello de
dormir.

Y llegamos a la era de los tan famosos como temidos


“terribles dos”. Se suele llamar así a esta etapa en la que
los niños comienzan a expresar sus emociones y
frustraciones de una manera más efusiva, por decirlo
elegantemente. Tenemos en casa a un toddler que crece en
tamaño y en autonomía, y que tiene dos frases de cabecera:
“Yo solo” y “No”. Este niño se siente capaz de hacer muchas
cosas por sí mismo, aunque puede que aún sea poco
consciente de algunos peligros y reciba muchos “noes” por
parte de los adultos (y claro, no es casual entonces que él
también se la pase diciendo que no a todo). Esa sensación
de independencia, a su vez, genera en él bastante
ansiedad. Se da cuenta de que ya no es un bebé y ese
subidón de adrenalina también produce temor y necesidad
de reafirmación, que es buscada en su figura principal de
apego, habitualmente su madre.
Son niños que caen en la cuenta de que no tienen el
control de prácticamente nada en sus vidas: los adultos les
dicen qué ropa ponerse, qué comer, adónde ir y cuándo, en
qué momento bañarse y, por supuesto, en qué momento
dormir. Es una edad en la que aparece una gran resistencia
al momento de irse a la cama porque, claro, no quieren
perderse de nada. El mundo es demasiado interesante para
andar derrochando tiempo en aquello de dormir.
La siesta a veces también se vuelve una lucha y muchos
niños la dejan hacia el final de este año. Otros seguirán
necesitándola por algún tiempo más.
Si bien la estructura del sueño ha alcanzado una
maduración interesante, a nivel psicológico y emocional
suceden unas cuantas cosas importantes que pueden tener
incidencia en el descanso. Muchos de estos niños se
convierten en hermanos mayores, con el impacto y la
pérdida de exclusividad que eso implica. Otros inician la
escolarización. Y varios están en el camino de abandonar
los pañales. Si bien en el mejor de los casos buscaremos
acompañarlos en todos estos procesos de manera
respetuosa y siendo sensibles a sus necesidades, no dejan
por eso de involucrar cierto nivel de estrés que,
decididamente, puede afectar el sueño nocturno, resultando
en despertares y la necesidad de contacto y compañía.
Es una edad en la que muchos niños pasan algunas
horas del día separados de sus adultos y, por lo tanto,
buscarán compensar esa ausencia hacia el final de la
jornada cuando, contrariamente, las madres y los padres
estamos agotados y con ganas de cerrar el día. Posibilitar
un rato de juego y mimos antes de la hora de dormir y, lo
que es más importante, no querer apurar el momento de ir
a la cama y reducirlo a “un trámite”, es realmente
importante. Invertir tiempo en reconectar, en comunicarnos,
en estar con ellos es valioso para fortalecer el vínculo y
hacerles saber que estamos, que los amamos y que cuentan
con nosotros, siempre.
Muchas familias que hacen colecho con sus hijos de
estas edades se preguntan en qué momento deberían
iniciar la transición del niño a su propia habitación. Es
importante saber que no hay una edad en la que como
adultos debamos activar este proceso. Hay niños de tres,
cuatro o cinco años que deciden voluntariamente migrar
hacia sus propios espacios, felices y entusiasmados por ello.
Otros prefieren seguir durmiendo con mamá y papá por
algún tiempo más. Si es el deseo de la familia continuar
durmiendo todos juntos, no hay razón para no hacerlo. Y si
se desea iniciar el cambio de habitación, será importante
que ese momento no coincida con situaciones novedosas y
estresantes para el niño, justamente como la llegada de un
nuevo bebé o el inicio escolar.
En mi opinión, mientras el bebé/niño continúe teniendo
despertares nocturnos, el colecho permite atenderlo y
ayudarlo a volver a dormir sin que eso represente un mayor
esfuerzo para los adultos.
Si se desea instrumentar el descolecho, es recomendable
hacerlo de manera gradual, respetando los tiempos del
niño. Disponer de una cama en el piso, estilo Montessori, en
su habitación es ideal para este fin. Por un lado, por una
cuestión de seguridad, ya que este tipo de camas previenen
las caídas (a lo sumo, el niño “caerá” o más bien “rodará”
de una altura de 15 o 20 cm, que es la que tiene el
colchón), y por el otro, porque permite sumar un colchón
extra en el piso junto a la camita, para que mamá o papá se
acuesten allí las noches que sean necesarias para
acompañarlo en su proceso de habituarse al nuevo espacio
nocturno. Pasar tiempo en la habitación durante el día e
incluso dormir allí la siesta también colaborará para que el
niño se apropie del lugar.
31
“SE RESISTE A DORMIR”

Muchos bebés y niños pequeños se resisten


a dormir porque están en busca de un ratito
más de contacto y conexión.

Se acerca la hora de dormir y en muchos hogares el


clima se pone tenso. Las escenas hollywoodenses donde los
adultos leen un cuentito, dan el beso de las buenas noches
y los niños se duermen solos y plácidos en sus camitas,
están muy alejadas de la realidad de muchas familias.
Parezco un disco rayado, siempre repito la idea de pensar
qué pasa con las expectativas adultas respecto del sueño y
de lo que nuestro hijo “debería” hacer, pero creo que hay
algunos puntos sobre los que vale la pena reflexionar en pos
de repensar lo que pasa en casa cuando llega la noche.
Por un lado, tratar de entender qué nos está pidiendo
nuestro hijo. Muchos bebés y niños pequeños se resisten a
dormir porque están en busca de un ratito más de contacto
y conexión. Aun cuando practiquemos colecho, la noche es
un momento de separación y eso sensibiliza a muchos
pequeñitos. Por otro lado, estamos los adultos, claro, que
también tenemos necesidades. Estamos cansados luego de
todo el día y deseamos con fuerza poder cerrarlo
dedicándonos un rato de charla adulta, mirando una serie o
lo que queramos hacer para relajarnos. Esto muchas veces
genera ansiedad y malhumor, y hacemos todo lo posible
para que la rutina nocturna sea “un trámite”. No hace falta
de decir que los niños son muy perceptivos y pueden
incluso ponerse más intensos y demandantes cuando
menos lo necesitamos. Es interesante entonces setear
nuestra mente y tratar de entregarnos a ese rato de la
noche brindando nuestra presencia física y también mental.
Entender que en ese último momento del día también nos
necesitan, tal vez nos permita conectar mejor con eso y no
batallar esperando que todo suceda rápido y se duerman de
una buena vez.
Otro aspecto a revisar es el horario y las necesidades
reales de sueño de nuestro hijo en esta etapa. A medida que
crecen, los niños van reduciendo sus horas de sueño y esto
puede modificar los horarios tanto de las siestas como del
inicio de la noche. ¿Está nuestro hijo realmente cansado y
listo para irse a dormir? ¿O nos quedamos con la idea de
que se iba a dormir a determinada hora y resulta que ahora
puede permanecer despierto un rato más? Ser sensibles a
estos cambios naturales nos permitirá no desgastarnos
esperando que suceda algo que quizá no va a ocurrir en el
momento que esperamos.
También es importante pensar si los niños han logrado
drenar su buena dosis de energía para estar relajados y
predispuestos a dormir. Suelo hablar mucho con las familias
sobre el nivel de actividad y exposición a la luz solar que los
niños necesitan en el día, ya que a veces nos vemos
limitados en ese sentido. De hecho, muchos niños nos
muestran que están con la energía allá arriba cuando
nosotros creemos que sería momento de estar relajados y
de anticipar el momento de dormir. Siendo así, tener un rato
de juegos físicos y buena actividad antes de entrar en una
rutina relajante puede ser de gran ayuda. Para los bebés
pequeños esto puede significar pasar un rato más en el
suelo, rolando o jugando con sus piernas y brazos. Para los
más grandecitos, juegos que estimulen el gateo siempre
vienen bien. Correr, dar volteretas o jugar a las atrapadas
son buenas ideas para niños mayores.
No debemos pensar en la noche como un evento aislado,
sino como parte del día completo, ya que lo sucede en el día
influye inevitablemente en la noche. Muchas familias
interpretan que a determinada hora, casi como en el cuento
de la Cenicienta, deben poner la casa en penumbras, hacer
la rutina baño-pijama-cuento y que eso debería ser
suficiente para inducir el sueño. Pero necesitamos mirar la
foto completa y entender cómo se articulan el día y la noche
para ajustar lo necesario en nuestra dinámica familiar y que
eso facilite las cosas a la hora de descansar.

Es importante pensar si los niños han logrado


drenar su buena dosis de energía.
32
LAS MIL Y UNA FORMAS DE HACER
COLECHO

No existe familia que no aprenda, más pronto que tarde,


que los hijos cambian nuestra forma de dormir. No solo por
el sueño interrumpido como consecuencia de los
despertares nocturnos, sino por la reconfiguración obligada
del espacio en el que descansamos.
Para quienes adhieren al colecho, el objetivo es ampliar
la superficie en la que dormirán los miembros de la familia a
partir de diferentes opciones, también condicionadas por los
metros cuadrados que tenga la habitación.
Algunos eligen adosar las famosas “cunas de colecho” a
la cama principal. Lo clave en este caso es que el colchón
de la cuna quede realmente al mismo nivel que el colchón
de la cama grande, es decir, que funcione como una
extensión de la cama principal de manera que la madre no
tenga más que acercarse a su bebé o traerlo hacia ella sin
tener que incorporarse y perder la posición horizontal por la
noche, especialmente si es una madre que amamanta. Si el
tamaño del dormitorio lo permite, muchas familias colocan
directamente una cama de una plaza junto a la cama
matrimonial y ahí se aseguran un espacio cómodo que
podrá funcionar así por mucho tiempo. La cuna puede tener
fecha de caducidad cuando al bebé ya que le quede
pequeña.
Otros deciden directamente comprar una King Size y
dormir con su bebé en la misma cama. Dentro de las pautas
de sueño seguro, lo ideal aquí sería que el bebé, en especial
si es menor de seis meses, duerma del lado externo de la
cama y no en el medio, entre mamá y papá. Se debe
entonces procurar que el bebé no pueda caerse mientras
duerme y para eso, muchos arriman la cama a la pared o
colocan una baranda que incluso puede ser desmontable y
quitarse durante el día o cuando no sea necesaria.
Si no hay posibilidad de agrandar la cama de ninguna
manera, en muchos casos es papá quien sale del colecho
para que mamá y bebé compartan la cama grande estándar
o Queen Size. Papá puede dormir en un colchón en el piso o
bien en otra habitación. Esta configuración trae mucha
controversia por no tener a la pareja durmiendo en la misma
cama, pero aun así es una disposición adoptada por
infinidad de familias, al menos durante los primeros años de
vida de los hijos, sin que eso signifique que la pareja está en
crisis ni todas las suposiciones que a los opinólogos les
gusta hacer. ¡La prioridad es dormir! Y para eso
necesitamos un espacio lo más decente posible para cada
cuerpo. Compartir una cama matrimonial estándar entre
mamá, papá y bebé puede ser muy complicado y creo que
por esta razón muchos dicen que “el colecho no funciona
para nosotros”. El espacio es clave.
Si la habitación es pequeña, una posibilidad es quitar los
muebles (mesas de noche y la cama en sí misma) y llevar
los colchones al suelo, colocando un colchón de una plaza
junto al colchón doble, y así tener espacio para dormir todos
juntos; además es superseguro porque no hay adonde
caerse.
¿Y qué pasa cuando llega un nuevo bebé? Muchas
familias buscan iniciar la transición del niño mayor a su
propia habitación pensando en hacer colecho solo con el
recién nacido. En estos casos es importante considerar si el
hijo mayor tiene aún despertares nocturnos porque, de ser
así, llevarlo a dormir a su propio espacio solo hará que
alguno de los adultos tenga que levantarse para atenderlo
por las noches. Si el niño duerme por la noche sin necesitar
de la intervención de mamá o papá, de todas formas se
debe tener en cuenta el momento de hacer el traspaso, ya
que este es un proceso que puede tomar algún tiempo. Es
preferible hacerlo al inicio del embarazo, para que este
cambio no coincida con la llegada del hermano. Sin
embargo, es bueno saber que cuando nace un bebé, el
hermano mayor, aunque esté durmiendo hace meses en su
propio cuarto, frecuentemente busca regresar a la cama
familiar en esta etapa, entonces sería deseable que tuviera
su lugar y no se sienta excluido. Si la falta de espacio lo
hace realmente inviable, una buena alternativa es que papá
se mude temporalmente a la habitación del hijo mayor y
duerma con él, mientras la madre puede dormir junto al
bebé pequeño y atenderlo más cómodamente por las
noches.
Pero si es deseo de la familia hacer colecho de a cuatro,
más que nunca deberemos considerar el espacio físico
disponible y aplicar cualquiera de las opciones arriba
mencionadas para lograr el mejor descanso posible. Es
importante tener en cuenta que otra de las pautas de sueño
seguro indica que los niños no duerman uno al lado del otro,
ya que el mayor puede lastimar, aplastar o bloquear las vías
respiratorias del más chiquito, sin intención. Por eso es
fundamental que un cuerpo adulto separe los cuerpos de los
niños.
¿Y qué pasa con los bebés múltiples? ¿Se puede hacer
colecho con más de un bebé? Sí, se puede. Si bien existe la
posibilidad de poner a ambos bebés juntos en una cuna de
colecho grande o en una cama de una plaza al lado de la
madre, en general esta configuración acaba modificándose
sobre la marcha porque siempre hay un bebé que queda
más lejos de la madre y ella termina necesitando
incorporarse, que es precisamente lo que queremos evitar.
Tener un niño a cada lado de la madre podría ser la mejor
solución, siempre teniendo en mente el espacio disponible
para que sea una opción viable. Si la cama es lo
suficientemente grande, podrá albergar a los bebés, a
mamá y a papá, pensando en el orden papá-bebé 1 y
mamá-bebé 2. Si es una cama estándar y ella dormirá sola
con ambos bebés, será importante procurar que los niños
no puedan caerse por los lados (cosa que no preocupa al
principio cuando son pequeños y no rolan, pero sí más
tarde). Otras familias colocan dos cunas de colecho, una a
cada lado de la cama principal, y mamá y papá quedan
durmiendo juntos en la cama matrimonial. Cuando el bebé
que está del lado de papá necesita ser alimentado, es él
quien lo coloca junto a la madre, en el medio de la cama,
para que pueda amamantarlo, si es el caso.
No hay realmente una única forma de hacer colecho. Lo
fundamental es tener el deseo de hacerlo, conocer en
detalle las pautas de sueño seguro para que la disposición
elegida sea lo más cuidada posible, y entender que más allá
de las discusiones filosóficas sobre lo que significa el
colecho para el apego y el vínculo, se trata ante todo de
privilegiar el descanso familiar optimizando los momentos
de sueño y reduciendo al mínimo el esfuerzo físico de quien
o quienes van a atender al bebé cuando lo necesite por las
noches.

Si la cama es lo suficientemente grande,


podrá albergar a los bebés, a mamá y a
papá, pensando en el orden papá-bebé 1 y
mamá-bebé 2. Si es una cama estándar y
ella dormirá sola con ambos bebés, será
importante procurar que los niños no
puedan caerse por los lados.
33
EL SUEÑO DE LOS TRES A LOS CINCO
AÑOS

Transcurridos los primeros años de nuestro


hijo, con tantos despertares y “regresiones”
(ya saben que no me gusta esa palabra),
estamos en una etapa en la que los niños
logran una mayor consolidación del sueño
nocturno, que ahora tiene una estructura
más similar a la de los adultos.

Llegamos a un momento en el que podemos decir que


vamos vislumbrando la luz al final del túnel. Transcurridos
los primeros años de nuestro hijo, con tantos despertares y
“regresiones” (ya saben que no me gusta esa palabra),
estamos en una etapa en la que los niños logran una mayor
consolidación del sueño nocturno, que ahora tiene una
estructura más similar a la de los adultos. Los ciclos de
sueño ya llegan a durar setenta/noventa minutos, y una
buena parte de estos pequeños logra transicionar de un
ciclo de sueño a otro sin necesidad de intervención adulta,
aunque pueden aparecer otros fenómenos llamados
“parasomnias”, que incluyen terrores nocturnos, pesadillas,
sonambulismo y somniloquia (hablar dormido), entre otros.
Luego de los cuatro años, la mayoría de los niños ya no
duermen la siesta, al menos no diariamente, y al menos no
en el mundo occidental. Sabemos que en algunas culturas o
en ciertas regiones geográficas donde el clima es
especialmente caluroso, la siesta es sagrada para niños y
adultos. Algunos signos que nos pueden indicar que la
siesta está lista para desaparecer son:
El niño se resiste a la siesta.
El niño no muestra signos de cansancio y llega contento y
regulado al final del día sin haber dormido la siesta.
La siesta termina siendo muy corta.
La hora de dormir se retrasa más de lo esperable.
El niño no se despierta en el medio de la noche ni
amanece demasiado temprano a la mañana, ya que esto
nos podría indicar que la presión de sueño no está siendo
lo suficientemente alta (es decir, el niño reparó parte de
su cansancio durante la siesta y en la noche se despierta
antes de tiempo, ya sea a las tres de la madrugada o por
la mañana pero en un horario exageradamente
temprano).
Tengamos en cuenta que el proceso de dejar la siesta
atrás no suele ser lineal y puede que haya días en que la
siesta sea necesaria y otros en que no.
Por otro lado, si bien ya no necesitan alimentarse por la
noche, algunos niños que toman teta siguen pidiendo el
pecho a modo de confort, lo cual no tiene nada de malo
para ellos, aunque muchas mujeres refieren estar cansadas
de amamantar por las noches a estas alturas. Es un
momento en el que, de querer llevar adelante un destete
nocturno, será mucho más fácil hacerlo, que cuando el niño
es más pequeño.
La mayoría en esta etapa ha logrado controlar esfínteres,
pero muchos todavía no lo hacen y es importante saber que
esto se considera parte normal del desarrollo a estas
edades, aunque suele ser un tema que estresa a los
adultos, presionados en su mayoría por pediatras,
instituciones educativas, la abuelita o quien tenga ganas y
se crea con el derecho de opinar sobre el tema. Como
consecuencia, se genera una tensión que termina
estresando a los niños también. Es fundamental reflexionar
sobre estos temas y hacernos de las herramientas
necesarias para acompañar a nuestro hijo de manera
respetuosa, sin angustias innecesarias.
Si no se ha iniciado la escolarización aún, es ahora
cuando los niños ingresan al jardín de infantes y, como
mencioné antes, es un proceso que, en mayor o menor
medida, puede resultar estresante. Desde luego que no
todos los niños lo internalizan de la misma forma, pero para
algunos, este nuevo evento en sus vidas puede representar
cierta complicación a la hora de dormir o incluso durante la
noche. Reconectar con ellos antes de llevarlos a la cama,
preservar ese momento previo a darnos las buenas noches
para compartir una lectura, un juego tranquilo o una charla
con mimos incluidos, sea que hagamos colecho o que el
niño ya duerma en su propia habitación, ayuda a reducir los
índices de estrés y promueve noches más tranquilas.
Decididamente, estamos hablando de niños que no solo
han logrado una maduración de la estructura del sueño,
sino también una maduración a nivel personal en muchos
otros sentidos. Si bien tienen un mundo de cosas por
aprender, ya tienen un mayor control del entorno y dominan
el lenguaje hablado, lo cual facilita la comunicación de sus
emociones, se reducen los episodios de berrinches y los
intercambios, los planteos y las ocurrencias hacen que la
vida con niños de estas edades sea, en mi opinión,
divertida, desafiante y, sin duda, con noches más tranquilas
para los adultos.
¡Felicidades, amigos! Nuestros hijos se van haciendo
mayores. No nos olvidemos de agradecer a la vida por
tenerlos y, sobre todo, no nos olvidemos de disfrutarlos.

Si no se ha iniciado la escolarización aún, es


ahora cuando los niños ingresan al jardín de
infantes y es un proceso que puede resultar
estresante.
34
DEJANDO LAS SIESTAS ATRÁS

Muchas familias se preguntan cómo acompañar la


transición cuando su bebé está listo para dejar una siesta. Si
bien no “hay que” hacer nada necesariamente, cierto es
que a veces, durante esos procesos, los horarios en casa se
vuelven algo locos, los bebés se muestran irritables o
molestos, llegan cansados al final del día, las noches
pueden tener incluso más despertares o puede ocurrir que
amanezcan muy temprano hasta que el reloj biológico se
acomoda a los cambios.
Por eso es que aporto algunas ideas; en el caso de que
intervenir un poquito pueda ayudar.
En líneas generales, observamos que hacia los ocho o
nueve meses, la mayoría de los bebés pasan de tres a dos
siestas (desaparece la última).
Entre los quince y dieciocho meses suelen pasar de dos
siestas a una, eliminando la primera y adelantando un poco
la segunda (y ahora, única siesta).
Y es aproximadamente después de los tres años cuando
la mayoría de los niños dejan de dormir la siesta. Aunque
esto dependerá también de la dinámica familiar y la cultura
en la que ese niño viva (ya que en algunos lugares, la
costumbre de dormir la siesta se sostiene casi a lo largo de
toda la vida).
Para acompañar las transiciones:
De tres a dos siestas: una buena idea es alargar la
mañana de manera que la primera siesta ocurra no tan
próxima al comienzo del día. Ayuda estar al aire libre y
mantener al bebé activo. La segunda siesta también se
atrasa para que no transcurra tanto tiempo entre el final de
esa siesta y la hora de dormir, evitando que el bebé llegue
fastidioso a la noche. La hora de dormir suele adelantarse
un poco.
De dos siestas a una: también buscamos prolongar la
mañana de modo que la única siesta queda ubicada hacia la
mitad del día, en general, luego del almuerzo. Obtener un
buen nivel de actividad y exposición a la luz natural ayuda a
regular el reloj biológico. Si nos parece que todavía “dos
siestas es mucho pero una es poco”, podemos intentar
hacer una minisiesta a media mañana de quince o veinte
minutos para lograr una pequeña recarga de energía, sin
que eso signifique hacer una siesta completa.
De una siesta a ninguna: suele ser un proceso no
lineal, ya que hay días que la necesitan y otros que no. Para
algunos niños, la opción de descansar en vez de dormir
puede ser de ayuda, proponiendo relajarse en el sillón y
escuchar música o leer un libro. En otros casos, mantenerlos
ocupados funciona mejor y los ayuda a sobrellevar bien el
día. Si el niño amanece naturalmente muy temprano, quizá
una minisiesta a media mañana puede ser una opción, en
lugar de que ocurra por la tarde, cuando está agotado, y eso
atrase sustancialmente la hora de acostarse por la noche.
En los días en que no duerme nada de siesta, adelantar un
poco la hora de dormir puede ser un buen camino.
Si algo nos enseña la ma/paternidad es que nada en la
crianza de un bebé o niño pequeño va hacia adelante,
prolijamente y en una única dirección. Ser flexibles a los
cambios y entender que se trata de procesos o transiciones
constantes es importante para tratar de frustrarnos menos y
abrazar la idea de que el crecimiento es así: naturalmente
dinámico.

En los días en que no duerme nada de siesta,


adelantar un poco la hora de dormir puede
ser un buen camino.
35
RECURSOS AMOROSOS PARA ACOMPAÑAR
EL SUEÑO

Siempre insisto en la idea de que yo no soy una sleep


coach. No creo ni propongo “planes de sueño”, ni ofrezco
“consultas de seguimiento” porque, simplemente, no
acompaño de esa manera y no me gusta ubicarme en ese
lugar. Mis estudios sobre sueño son, en alguna medida,
bastante autodidactas, ya que no hay para mí “un lugar” en
donde se enseñe todo lo que yo aprendí. He tomado
diferentes cursos y talleres para profesionales dictados por
referentes internacionales, he recorrido diferentes fuentes
de información, he leído mucha bibliografía que me ha
permitido entender el funcionamiento fisiológico del sueño y
de qué forma ciertos recursos pueden acompañar
positivamente el descanso familiar.
Lo que hago con cada familia con la que trabajo es tratar
de conocerlos en primer lugar: me adentro en la historia
personal desde la concepción del bebé, la experiencia
previa con hijos mayores si los hay, cómo fue el embarazo y
el nacimiento, cómo se dio el inicio de la lactancia, si hubo
contacto precoz mamá-bebé o si hubo separación. Busco
profundizar en las creencias, las expectativas y los objetivos
que se persiguen para entender hacia dónde va ese equipo
de ma/padres que tengo adelante y de qué manera yo
puedo aportarles algo que les sirva. Evalúo cómo se
desarrolla la dinámica familiar, cómo es un día en la vida del
bebé, cómo se alimenta, cómo viene evolucionando el
crecimiento, qué antecedentes de salud presenta, en qué
instancia del desarrollo motor está, cómo funcionan los
horarios en esa casa, cuándo y cómo ocurren las siestas,
qué actividades se realizan con el bebé y demás datos que
relevo para detectar si hay algún aspecto que pueda
optimizarse y, por lo tanto, mejorar la realidad actual del
sueño del bebé y sus cuidadores.
Por eso acá me propongo reunir algunas ideas generales
y recursos que considero efectivos para que las familias que
me leen puedan conocerlos y decidir si desean aplicar
algunos o varios que resuenen con ellas y su forma de criar.
No todo es para todos, desde luego, y por eso en los
encuentros trato de pensar junto con mis consultantes qué
cuestiones podrían ajustarse para acercarnos a las
necesidades de esa familia en particular. De más está decir
que ninguna de las ideas que aquí menciono involucra
desatender al bebé o dejarlo llorar bajo ninguna
circunstancia. Como ya sabrán a estas alturas, sostengo que
el colecho y la lactancia materna son grandes herramientas
para acompañar el sueño del bebé y del niño pequeño de
forma natural y respetuosa.
Colecho y cohabitación. Desde una perspectiva
médica, la única recomendación concreta dentro de las
pautas de sueño seguro es la de mantener al bebé
durmiendo en la misma habitación que sus cuidadores (es
decir, en cohabitación) durante los primeros seis meses de
vida, ya que esto reduce el riesgo del síndrome de muerte
súbita del lactante.
A partir de los seis meses, la familia puede decidir si
continuar con el colecho o pasar al bebé a otra habitación,
aunque como hemos aprendido, los primeros años de vida
incluyen etapas de numerosos despertares nocturnos y, en
tal sentido, tener al bebé cerca facilita el poder atenderlo
por las noches, sobro todo si es amamantado. Si además
hacemos colecho, ya sea en la misma cama o empleando
una cuna de colecho adosada a la cama grande, podremos
además beneficiarnos al no perder la posición horizontal, lo
que es clave para maximizar el descanso de los adultos.
Sueño seguro. Es vital conocer las pautas de sueño
seguro que ya describí anteriormente en “Me da miedo
hacer colecho”.
Porteo ergonómico. Considero que es uno de los
recursos más valiosos para la crianza. Un fular, una remera
de porteo o una bandolera son grandes opciones para
facilitar el sueño del bebé durante el día, ya sea durante un
paseo o adentro de la casa. Muchas familias piensan en
estas telas como una opción al cochecito cuando hay que
salir a la calle, pero son geniales también para las siestas en
contacto cuando estamos en casa. La tarea de “hacer
dormir al bebé” durante el día resulta a veces agobiante
para muchas madres y muchos padres, especialmente
cuando el niño no se duerme en pocos minutos. Por eso creo
que el porteo permite brindarle al bebé el contacto que
necesita mientras el movimiento del ir y venir de quien
portea lo adormece e induce al sueño, a la vez que el adulto
puede estar haciendo alguna otra cosa (si es que no prefiere
o no puede echarse a dormir en la cama junto al bebé). Para
mí, es un win-win.
Swaddling. Se denomina así a la técnica de envolver al
bebé con una manta, con la intención de recrear la
sensación de estar apretadito y contenido como cuando
estaba en el útero materno. Es un recurso que se considera
controversial, ya que puede presentar diversos riesgos que
son importantes de considerar (interferencia en el
establecimiento de la lactancia, compresión de la caja
torácica dificultando la respiración, displasia de cadera).
Si se desea implementar, es importante asesorarse bien
respecto de cuál es el tipo de tela más adecuada y cómo
realizar la técnica de manera correcta. Nunca debe
practicarse si el bebé hace colecho porque existe el riesgo
de sobrecalentamiento, que se considera un factor asociado
al síndrome de muerte súbita del lactante. Tampoco debe
realizarse en bebés mayores de cuatro meses o cuando ya
comenzaron a rolar.
Baño relajante con mamá o papá. Este recurso es
especialmente interesante para bebés durante el primer
trimestre de vida, quienes aún tienen un registro más
reciente de la experiencia acuática que vivieron cuando
habitaban el vientre materno. Además, se fomenta la
posibilidad de tener al bebé piel con piel, cuyos efectos
reguladores y tranquilizantes son muy beneficiosos a la hora
de pensar en el sueño. Cierto es que hay bebés pequeños
que no disfrutan demasiado de los baños en las primeras
semanas o meses de vida, así que si nuestro bebé es de
esos, mejor obviar esta idea.
El baño es en general muy considerado como parte de la
rutina nocturna. Es importante tener en cuenta que para
algunos bebés más grandecitos, estar en el agua resulta un
evento más estimulante que relajante; si es así, es
preferible separar el baño del momento previo a dormir.
También señalo que las luces que habitualmente
tenemos en el baño suelen ser brillantes y estridentes, y
esto puede también funcionar como un factor de estímulo,
inhibiendo la secreción de melatonina. Adecuar la luz
ambiente (por ejemplo, con un dimerizador que permita
atenuar la intensidad lumínica) puede colaborar con el
efecto relajante que pretendemos lograr con el baño
nocturno.
Actividad física y exposición a la luz natural. Los
bebés y niños pequeños son, literalmente, un cúmulo de
energía que necesita ser liberada. Ofrecer la posibilidad de
mover el cuerpo es vital en ese sentido. Tiempo de piso y
movimiento libre para los bebés más pequeños son
recomendables para que puedan descubrir y practicar los
movimientos que necesitan aprender para lograr rolar,
reptar, gatear, ponerse de pie y llegar a caminar. Para los
que ya caminan, facilitar el espacio para que puedan ir y
venir, correr, trepar y desplegar todas sus habilidades
motoras es importante para predisponer al descanso. A
muchos niños les cuesta conciliar el sueño simplemente
porque no están cansados. No estoy hablando de
sobreagotamiento, que realmente es un concepto para
tomar con pinzas porque no es habitual que un bebé o niño
pequeño esté verdaderamente “sobrecansado”, a menos
que tenga una real deuda de sueño. La mayoría de los niños
sanos buscan regular fisiológicamente su necesidad de
descanso y cuando tienen que dormir, duermen y restauran
su organismo.
La exposición a la luz natural también es una gran aliada
del descanso. Salir de casa para un paseo, idealmente en
horas de la mañana, ayuda a regular el ritmo circadiano y
que el cuerpo del bebé reciba claras señales de cuándo es
de día y es momento de estar activos, y cuándo es de noche
y necesitamos relajarnos para dormir.
La exposición a la luz natural también es una
gran aliada del descanso. Salir de casa para
un paseo, idealmente en horas de la
mañana, ayuda a regular el ritmo circadiano.

Rituales. Elijo esta palabra para no hablar de las


tan gastadas “rutinas”, que suelen dar sensación
de rigidez. Los rituales no son más que una
sucesión de acciones que buscan darle al bebé o
niño pequeño la posibilidad de anticipar lo que va
a venir. Esta predictibilidad brinda a los niños una
mayor sensación de seguridad, facilitando el
proceso previo a irnos a la cama. Los rituales no
están atados a horarios estrictos, sino que lo que
se pretende es que las acciones encadenadas se
desarrollen siempre en el mismo orden para
generar esa tranquilidad de saber lo que viene
después. Una rutina posible podría ser: baño
(considerando lo que mencionamos
anteriormente), un masaje con algún aceite
natural (el de coco es ideal), pañal, pijama, teta o
mamadera en la cama con luces apagadas. En la
medida que el niño crece, estos rituales incluirán
el lavado de dientes, la lectura de algún cuento,
mirar fotos juntos o cualquier actividad relajante
que la familia elija. Será importante evitar las
pantallas durante al menos dos horas previas al
momento de dormir, ya que estas resultan
estimulantes y la luz azul que emiten es inhibidora
de la melatonina.

Es bueno tener en cuenta que antes de iniciar el ritual


nocturno, los bebés mayorcitos y los niños necesitan
muchas veces una buena dosis de juego físico, movimiento,
corretear y “hacer bobadas” para terminar de drenar la
energía que tienen acumulada y poder luego “bajar los
decibeles”, y ahí sí entrar en sintonía con el momento de
dormir. Es una gran oportunidad para pasar tiempo con ellos
y compartir un rato divertido antes de irnos a la cama.

Es bueno tener en cuenta que antes de


iniciar el ritual nocturno,los bebés
mayorcitos y los niños necesitan muchas
veces una buena dosis de juego físico,
movimiento, corretear y “hacer bobadas”
para terminar de drenar la energía que
tienen acumulada y poder luego “bajar los
decibeles”, y ahí sí entrar en sintonía con el
momento de dormir.

Osteopatía. La forma en que un bebé nace


puede impactar en el sueño. Tanto si fue por
cesárea, o si fue un parto asistido con fórceps o
ventosas, o si se trató de un parto vaginal muy
corto o uno demasiado largo, son situaciones que
pueden generar que ciertas estructuras músculo-
esqueléticas se vean afectadas. Muchos bebés
presentan compresión del nervio vago u otros
pares craneales, rigidez muscular, tensión
maxilofacial o tortícolis, y la osteopatía,
especialmente la terapia cráneo-sacral, ofrece una
gran oportunidad para restablecer la función
normal de estas estructuras y, en tal sentido,
hacer que el bebé se sienta más cómodo y
relajado.

Aspecto emocional del nacimiento. Los partos


traumáticos y también las separaciones tempranas mamá-
bebé pueden generar un alto nivel de estrés tanto en la
madre como en el niño. No sabemos en qué medida eso
puede afectar el sueño, pero vale la pena trabajar en esto
para aliviar el malestar que puede estar perjudicando a la
díada. Hablar de esto, hacerlo consciente, contarle al bebé
cómo fue su llegada y sus primeros días, por más doloroso
que sea, son cuestiones importantes a atender de la mano
de un profesional de la salud mental perinatal idóneo.
Muñeco de apego. Muchos niños crean
espontáneamente un lazo emocional muy fuerte con un
objeto al que técnicamente denominamos “objeto
transicional o de apego”. Pero a otros tantos nunca se les
despierta el amor por ningún muñequito o trapito en
particular. Es importante saber que es difícil imponer este
tipo de recursos. Es decir, es el niño quien elige y desarrolla
ese vínculo con ese objeto y no algo que los adultos
podamos generar a la fuerza. Aun así, me atrevo a decir que
si la familia no planea hacer colecho, contar con un muñeco
de apego puede resultar de ayuda si el niño va a dormir solo
(recordemos que las pautas de sueño seguro recomiendan
la cohabitación hasta por lo menos los seis meses de edad).
Se puede entonces presentar al niño un muñeco, trapito u
objeto pequeño, suave y fácil de agarrar y transportar
durante el día, para que el niño lo tenga cerca y se
familiarice con él. Durante el primer año de vida no se debe
colocar ningún objeto blando en la cuna, pero luego de este
período, si el niño va a dormir solo, haber creado una
relación con ese objeto puede facilitar el descanso si no está
en compañía de sus adultos de referencia.
Ambiente de sueño. Este punto es muy importante
porque tiene que ver con la famosa higiene del sueño de la
que tanto se escucha hablar. Las condiciones del lugar
donde el bebé duerme pueden ser determinantes para
beneficiar o interferir con su descanso. Es por eso que
deberíamos considerar los siguientes aspectos:
Luz ambiente: durante las siestas del día, como ya vimos,
no es necesario oscurecer el espacio en el que el bebé
duerme porque el sueño diurno no está regulado por la
melatonina, sino por otra hormona llamada “adenosina”,
que no es fotodependiente. Pero en la noche, cuando la
melatonina sí cumple un rol fundamental, es importante
que el ambiente sea lo más oscuro posible para que la
secreción de esta hormona no se vea inhibida. Si se
necesita contar con algo de luz, es importante considerar
su color. Las luces de tonalidades rojizas o anaranjadas
son las más adecuadas para no interferir con el
funcionamiento de la melatonina.
Temperatura ambiente: la regla es “ambiente fresco y
bebé abrigado según necesidad”. La habitación debería
estar idealmente acondicionada a unos 17 o 18 ºC. El
bebé necesita estar vestido con ropa cómoda,
confeccionada con materiales suaves y ligeros como el
algodón. Si la temperatura de la zona en la que estamos
es muy fría, podemos pensar en agregar capas de ropa,
por ejemplo, usando un body de manga corta debajo de
un pijama de manga larga, pero todas las prendas
deberían ser de algodón. Para muchos bebés es necesario
dejar los pies descubiertos ya que a través de ellos
pueden regular su temperatura corporal. Como sabemos,
a los bebés y niños pequeños no les gusta taparse y, de
hecho, el mero intento de hacerlo cuando ya están
dormidos podría despertarlos. Si el bebé hace colecho,
esto no es ningún problema porque el cuerpo de los
adultos emana calor y eso puede ser suficiente para que
el bebé esté confortable. Si duerme en una cuna, los
saquitos de dormir podrían ser una opción, y cuando el
bebé ya tiene unos seis meses, son ideales aquellos que
tienen las piernas separadas para brindarle mayor
comodidad en el movimiento nocturno.
Sonido ambiente: hay niños que son especialmente
sensibles a los sonidos. Durante una fase de sueño
liviano, el ladrido del perro, el camión de la basura o el
ruido que hacemos al lavar los platos puede terminar
despertando al bebé. Para esos casos puede evaluarse el
uso de una pista de ruido rosa o ruido marrón (que son
parientes del ruido blanco pero que funcionan mejor con
relación al sueño). Estos ruidos son sonidos monótonos y
constantes, como el del secador de cabello o la
aspiradora, que sirven para camuflar los sonidos del
ambiente que pudieran ocasionar despertares no
deseados. También pueden considerarse como ruidos
blancos los sonidos de la naturaleza, las olas del mar, la
lluvia, etc. Hay apps de ruido blanco que se pueden
descargar con bibliotecas que ofrecen varias opciones.
Otro recurso posible es utilizar una pista de alpha sound o
alpha music. Este tipo de música está diseñada a 60 bits
o pulsaciones por minuto, y está compuesta por una
melodía instrumental y repetitiva que la hace muy
relajante. El alpha sound puede constituirse como una
asociación del sueño y, de mantenerse funcionando a lo
largo de toda la noche, podría –una vez creada esa
asociación con el correr de varias semanas– ayudar al
bebé a transicionar de un ciclo de sueño a otro sin
necesidad de la intervención adulta en cada oportunidad,
especialmente si ese despertar puntual no es por hambre
o sed (ya que en esos casos, no habrá ruido blanco ni
alpha sound que valga).
Aroma ambiente: el olfato es un sentido muy importante
en los bebés y niños pequeños y tiene una relación con el
sueño de la que poco se habla. Una idea interesante es la
de utilizar aromaterapia para acompañar ese pasaje de
un ciclo de sueño al otro en el que se producen los
microdespertares. De igual manera que el ruido blanco o
el alpha sound, se puede ayudar al bebé a crear una
asociación del sueño con un aroma que le permita –luego
de unas cuantas semanas de estar empleándolo–
terminar un ciclo de sueño e iniciar el siguiente sin
necesitar la teta, la mamadera o la palmadita cada vez.
En general se recomienda usar un aceite esencial de
lavanda, ya que existe evidencia de que esta hierba tiene
propiedades facilitadoras de la relajación y el descanso.
Se pueden usar unas gotas en un aromatizador de
ambiente colocado en el lugar donde el bebé duerme y
usarlo en cada oportunidad de sueño, tanto de día como
de noche, para ir construyendo ese vínculo entre el sueño
y ese olor. En el caso del sueño nocturno, ese aroma
debería estar en el ambiente durante toda la noche. Otra
posibilidad es usar un par de gotas en un paño suave y
colocarlo cerca del bebé mientras le ayudamos a dormir
siendo amamantado, alimentado con la mamadera, en
brazos o de la manera en que lo hagamos. El pañito
puede colocarse desplegado en el hombro de quien
ayuda al bebé a dormir en brazos o hecho un bollito en el
escote de la madre, mientras el bebé toma la teta o la
mamadera, de manera que quede cerca de su cabecita y
pueda percibir el aroma que emana. Luego puede
colocarse cerca de la cuna para que el bebé pueda
sentirlo durante la noche, teniendo en cuenta las pautas
de sueño seguro. Es decir, si el bebé es menor de un año,
el paño no debe quedar apoyado sobre el colchón donde
el bebé duerme. Quizá puede ser atado al cabezal de la
cama o cuna, o buscar la ubicación segura que
corresponda según la disposición que la familia elige para
dormir.
Como dije antes, estas son algunas de las cuestiones que
revisamos durante las consultas de sueño y algunas de las
ideas que las familias pueden adoptar si sienten que
necesitan hacer un cambio que mejore las noches. Como
siempre digo, desde mi mirada todo es válido, salvo dejar
de atender al niño y sus necesidades. Eso me parece
innegociable. Entonces aliento a que cada ma/padre
encuentre la mejor forma de lograr el descanso que tanto
escasea durante los primeros años de vida de los hijos,
acompañando de la forma que sea más sostenible para los
adultos. Insisto en el colecho porque considero que no
perder la horizontalidad ya hace una enorme diferencia en
las noches, pero si la familia no siente que ese es el mejor
camino, seguramente serán capaces de encontrar la
manera de transitar los despertares nocturnos de la forma
que crean más conveniente, sin exponer a sus hijos a
noches de lágrimas, estrés y sufrimiento innecesarios.
UNAS PALABRAS FINALES

Cuando comencé a estudiar puericultura, allá por el año


2012, criando, dando teta a mi hija de un año y medio,
durmiendo poco y leyendo mucho, no tenía claro hacia
dónde quería ir a partir de esta formación que había
encarado. No sabía si “iba a trabajar de puericultora”, si era
realmente lo que quería hacer. Había dejado atrás mi
trabajo en publicidad y sabía que no quería volver a eso,
pero el futuro se presentaba incierto.
Ocho años más tarde tengo el privilegio de sostener en
mis manos este segundo libro, de ser parte de la Asociación
Civil Argentina de Puericultura como docente y tutora, de
tener un trabajo consolidado donde a diario acompaño
presencial y virtualmente a familias de todo el mundo.
Recibo mensajes que me emocionan, donde me cuentan
que tal o cual artículo resultó revelador para alguien, o llevó
tranquilidad, o despejó una duda enorme que preocupaba o
generaba malestar. Siento de verdad que a través de lo que
escribo y del trabajo que brindo, encontré mi misión en esta
vida.
Celebro que como adultos busquemos pensar, cuestionar
y elegir con la cabeza la forma de crianza que nos vibre en
el cuerpo y en el corazón. De eso se trata el proceso de
deconstrucción personal que nos regala la ma/paternidad, y
ojalá que todos podamos aprovecharlo para crecer como
individuos y como sociedad.
¡Gracias por haberme acompañado hasta acá!
AGRADECIMIENTOS

A Olivia y Benicio, que siempre me inspiran, me enseñan


y son el motor de todos mis proyectos. Yo no sería quien soy
ni haría lo que hago si no fuera por ustedes.
A mi amor, Alberto, que me sostiene, me cuestiona y
cree en mí, siempre. Gracias por dejar tu huella, esta vez,
en las ilustraciones de este libro.
A mi amiga Camila Quaglio, quien volvió a ofrecerme su
ayuda valiosa y desinteresada para revisar estas páginas en
detalle y colaborar para que mis ideas queden plasmadas
de la mejor manera.
A Teo Scoufalos, por su amor puesto en forma de trabajo,
su entusiasmo y su compromiso para que este libro termine
de construirse. Gracias totales por el laburo codo a codo a lo
largo de todo el recorrido.
A Adriana Fernández y Majo Ferrari, que me abrieron las
puertas de Planeta en el contexto de una pandemia
histórica.
Al Dr. Carlos González, quien me honra profundamente al
regalarme sus palabras para el prólogo de este libro.
A Mónica Tesone, por hacer su magia.
A Viole Vazquez, por su total generosidad.
A mi madre y a mi padre, que estuvieron y están
incondicionalmente.
A mis amigas, las de toda la vida y las que me regaló la
maternidad.
A las familias que me abren sus puertas, físicas y
virtuales, permitiéndome ser parte de sus experiencias de
crianza.
A quienes me leen, resuenan con aquello que escribo y
sienten tranquilidad cuando pueden comprender mejor a
sus hijos y conectar con ellos.
¡Seguinos!
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